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Aun así, las sociedades antiguas fueron capaces de aumentar gradualmente el uso de la
energía aprovechando el agua y el viento a través de molinos. Sin embargo, el gran impulso
vino dado primero en el siglo XVIII con la primera revolución industrial y posteriormente en el
siglo XIX con la segunda revolución industrial, que permitieron la utilización a gran escala de
recursos energéticos fósiles como el carbón, petróleo y gas natural, significando un cambio
fundamental en la intensidad del uso de la energía.
A pesar de estos inconvenientes, hay que reconocer que los combustibles fósiles han
representado un gran avance en la evolución de la humanidad, debido a su energía específica
(contenido de energía por unidad de peso) y su facilidad de almacenamiento, lo que permite
utilizarla en el momento que se necesite.
Por tanto, lo que diferencia el desarrollo de la humanidad en los periodos preindustriales de los
industriales, es la capacidad de utilización de la energía. Ya que las sociedades preindustriales
eran energéticamente sostenibles a partir del consumo instantáneo de la energía, mientras que
las sociedades posteriores hacían uso de un tipo de energía generado hace millones de años,
que no permitían su regeneración en un corto espacio de tiempo, y por ello se denominan no
renovables.
Además, los combustibles fósiles se caracterizan por su capacidad para ser consumidos a un
ritmo creciente, superando los límites al consumo de energía impuestos por los bajos
rendimientos de los molinos que aprovechaban las corrientes de agua y aire, dando lugar a un
incremento del consumo de energía superior a su capacidad de generación. Lo que impulsó el
crecimiento pero al mismo tiempo hizo a la sociedad dependiente de este tipo de recursos,
dando simultáneamente lugar a una creciente emisión de gases de efecto invernadero (GEI)
que han contribuido al calentamiento global. Estando este riesgo directamente asociado al
crecimiento económico y mayor consumo de combustibles fósiles. La consecuencia ha sido que
ha dado lugar a que la humanidad deba enfrentarse a un gran desafío: el riesgo de cambio
climático, con posibles consecuencias de carácter económico, social y de sostenibilidad.
Sin embargo, un análisis más detallado debería hacerse a nivel de país, ya que no todos han
contribuido de la misma forma al consumo de energía a través de historia. El consumo de
energía de un país depende de numerosos factores, pero un análisis comparativo debe hacerse
en base al consumo de energía por habitante, ya que no es lo mismo comparar el consumo
chino (1.344 mill habitantes en 2011) con el estadounidense (311,7 mill el mismo año), siendo
por tanto un parámetro más adecuado para comparar el consumo energético entre países la
energía consumida por habitante.
Aunque el consumo por habitante también está condicionado, como ya he comentado, por otros
factores, principalmente la facilidad de acceso a la energía, pero también el grado de desarrollo
del país y su estructura económica, ya que los países más desarrollados consumen más energía
por habitante (electrodomésticos, luz, transporte), y el volumen y tipo de industria, que también
puede condicionar de forma importante el consumo.
Como podemos observar en la gráfica siguiente, el mayor consumidor de energía por habitante
es Islandia, con una gran facilidad de acceso a energía hidráulica y geotérmica , seguida de
países ricos en combustibles fósiles, siendo ejemplos de cómo la facilidad de acceso a la
energía es un factor muy condicionante de su consumo.
Figura.- Consumo de energía por habitante. Elaboración propia a partir de datos disponibles
del Banco Mundialcorrespondientes al año 2011. Datos en Tn equivalentes de petróleo.
En este sentido, las políticas energéticas de los distintos países también han contribuido en
mayor o menor medida al grado de consumo, ya que los países han aprovechado las fuentes
energéticas más asequibles independientemente del daño climático que pudieran
originar, incentivando incluso el consumo a través desubsidios para dinamizar la economía y
reducir las desigualdades, aunque en este último aspecto, estas políticas hayan constituido un
fracaso.
Sin embargo, este hecho, a efectos del calentamiento global y cambio climático, ha tenido
importancia, ya que todos los GEI permanecen en la atmósfera durante suficiente tiempo como
para que se mezclen entre sí y se considere, que de forma aproximada, su concentración sea
la misma en todo el mundo, independientemente de la situación geográfica de la fuente de
emisiones, por lo que este tipo de políticas específicas de cada país afectan a todo el mundo
constituyendo un problema global.
Por tanto, hasta ahora podemos concluir que el desarrollo de la humanidad ha estado
condicionado en gran medida por la capacidad de consumo de energía, cada vez mayor como
consecuencia del incremento de población y del crecimiento económico, llegando a plantearse
si estos recursos fósiles podrían sostener el crecimiento económico futuro, ya que por su
naturaleza, son limitados, y la producción en algún momento debería comenzar a reducirse,
siendo el ejemplo más claro de este sentimiento la determinación del pico de Hubbert, las
predicciones del geofísico del mismo nombre sobre el momento a partir del cual se produciría
la reducción de la producción de petróleo estadounidense.
Por tanto, podemos plantearnos la pregunta de hasta cuándo las energías fósiles podrán
contribuir al crecimiento, y si su agotamiento conllevará una reducción de calidad de vida o
podrá satisfacerse la demanda de energía de otra forma, y simultáneamente, si el deterioro
medioambiental que conllevan podrá ser asumido por la tierra y la raza humana, es decir, sea
sostenible.
Sin embargo, las predicciones de ambos fueron fallidas y el principio de escasez no fue
acertado, ya que no contemplaba los incrementos de productividad que se produjeron
posteriormente.