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Ser mayordomos de los bienes materiales implica centrar nuestra atención en las
cosas de arriba, no en las de la Tierra.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo,
el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos
de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª de Juan 2:15-17)
“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo
lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33)
Siervos del
Siervos de Dios
materialismo
La mayordomía y el materialismo Dios dio bendiciones materiales para el
abarcan todos los aspectos de nuestra disfrute y el desarrollo del carácter.
vida. Nuestra identidad depende de Cuando las usamos para honrar a Dios y
nuestra elección. Podemos ser ayudar a quienes él creó, somos
mayordomos de los bienes que Dios nos bendecidos. Cuando nos volvemos
da, o esclavos de ellos. materialistas, perdemos esa bendición.
Al apreciar las
realidades materiales
de nuestro mundo,
debemos adorar a
nuestro Padre
celestial que nos
proveyó de todas
ellas.
“La conversión es una obra que la mayoría no aprecia. No es
cosa de poca monta transformar una mente terrenal que
ama al pecado, e inducirla a comprender el indescriptible
amor de Cristo, los encantos de su gracia y la excelencia de
Dios, de tal manera que el alma se impregne del amor divino
y sea cautivada por los misterios celestiales. Cuando una
persona comprende estas cosas, su vida anterior le parece
desagradable y odiosa. Aborrece el pecado y, quebrantando
su corazón delante de Dios, abraza a Cristo, vida y gozo del
alma. Renuncia a sus placeres anteriores. Tiene una mente
nueva, nuevos afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus
tristezas, sus deseos y su amor son todos nuevos. Se aparta
ahora de los deseos de la carne, de los deseos de los ojos y de
la vanagloria de la vida, que hasta entonces prefirió a Cristo,
y éste es el encanto de su vida, la corona de su regocijo.
Considera ahora, en toda su riqueza y gloria, el cielo que no
le atraía antes, y lo contempla como su patria futura, donde
verá, amará y alabará a Aquel que lo redimió con su sangre
preciosa”
E.G.W. (Ser semejante a Jesús, 8 de diciembre)