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ARTÍCULO 109 COMENTADO: HOMICIDIO POR

EMOCIÓN VIOLENTA
1. TIPO PENAL

El homicidio por arrebato repentino está debidamente tipificado en el artículo 109 del Código
Penal con el contenido siguiente:

El que mata a otro bajo imperio de una emoción violenta que las circunstancias hacen
excusables, será reprimido con pena privativa de libertad, no menor de tres ni mayor de cinco
años.
Si concurren algunas de las circunstancias previstas en el artículo 107, la pena será ni menor
de cinco ni mayor de diez años.

2. TIPICIDAD OBJETIVA

El ilícito penal se configura cuando el sujeto activo actúa y da muerte a su víctima bajo el
dominio de una emoción, violenta, la cual surge repentinamente por circunstancias
excusables o, mejor aún, justificables provocadas por el mismo sujeto pasivo o por un tercero.
Se trata de un homicidio realizado en estado de emoción violenta justificada por especiales
circunstancias.

No obstante, no debe pensarse que el legislador pretende que se tenga como atenuante del
homicidio cualquier emoción violenta surgida en el agente, sino que este estado de la
conciencia, debe ser de cierta intensidad que genere un estado transitorio de conmoción o
perturbación en la personalidad del sujeto activo que le impida controlar sus actos frente a
determinadas circunstancias, realizando con frecuencia conductas irracionales que
normalmente no realizaría. En otras palabras, aparece la emoción violenta como elemento
atenuante cuando, en las mismas circunstancias excepcionales, toda persona respetuosa del
orden o sistema jurídico la experimentaría y realizaría actos
impensables en circunstancias normales. "La conciencia del agente se fija en aquello que ha
motivado la emoción violenta, debilitando considerablemente el control del individuo sobre
su conducta hasta el extremo que realiza· con frecuencia actos irracionales que están en
desacuerdo con su comportamiento habitual".

No obstante, la intensidad de la emoción violenta no debe hacer perder el poder de inhibición


al agente. Caso contrario, la situación se desplazaría hacia los confines de la inimputabilidad.
Un individuo emocionado no es un individuo inimputable. La emoción debe ser violenta, eso
sí, pero no ser la causa de la pérdida del control de la conducta que configure un estado de
inconsciencia subsumible en el inciso 1 del artículo 20 del Código Penal.

a. Circunstancias excusables

"Para gozar de la atenuante el autor debe matar bajo el imperio de una emoción violenta
excusable por las circunstancias, esto es, requiere que las circunstancias que rodean el hecho
justifiquen que una persona se emocione y que se encuentre en dicho estado psicológico en el
momento de la ejecución delictiva" o Las circunstancias excusables pueden ser de cualquier
naturaleza, no necesariamente éticas, solo deben tener una capacidad de causar conmoción
en la conciencia del sujeto activo. Aquellas circunstancias deben hacer excusable el actuar del
agente, esto es, justificar en cierta forma o medianamente la conducta homicida. Con razón
ha señalado el profesor Hurtado Pozo que es inadmisible considerar que ciertas emociones
son en sí excusables y otras, condenables. Como exige la ley, este carácter de la emoción debe
ser determinado en cada caso concreto y apreciando las circunstancias en que actuó el agente,
así como su personalidad. Sin duda, aquellas circunstancias deberán ser valoradas en su
conjunto por el juzgador en su momento.

El ánimo conmocionado se manifiesta en estados transitorios de miedo, dolor, cólera, furor,


temor, amor, celos, piedad, venganza, odio que desorganiza la conducta de cualquier persona
normal y le predispone a realizar actos muchas veces impensables, con facilidad y destreza
inexplicables. Aquellos son estados impulsivos que arrastran al agente a cometer el delito.

Compartimos criterio con Roy Freyre, quien, siguiendo al argentino Ricardo Núñez, señala
que la excusabilidad de la emoción violenta supone su justificación desde un triple punto de
vista: causal, subjetivo y objetivo. Desde la perspectiva causal, el surgimiento de la emoción
violenta tiene excusabilidad cuando ha sido motivada eficazmente por un hecho extraño a la
propia idiosincrasia del agente, es decir, la emoción violenta debe tener un motivo razonable
en las circunstancias que lo provocaron y de ningún modo en el carácter iracundo del agente.
Desde la perspectiva subjetiva, el surgimiento de la emoción violenta se excusa cuando el
sujeto activo ha sido ajeno a la gestación u origen del fenómeno psíquico emotivo
desencadenante del acto homicida; y, finalmente, desde la perspectiva objetiva, se excusa la
emoción violenta cuando el motivo de aquella no debe radicar en un evento frente al cual el
actor se encuentre obligado a responder en determinadas circunstancias, con serenidad. No
funciona alegar circunstancias excusables, cuando un psiquiatra mata a su paciente que le
dijo que era un charlatán y un estafador.

No le falta razón a Castillo Alva al sostener que al emplear el tipo penal la expresión
"circunstancias", junto a la acción pueden sumarse una serie de diversas condiciones que en
una visión de conjunto y con efecto totalizador influirán en la producción del estado
emocional. La acción externa, llamada también causa provocadora o estímulo externo, tiene
que pertenecer al mundo real y debe ser ajeno al autor del homicidio. De no ser así, la
consecuencia atenuante se basaría en un amplio subjetivismo beneficiando solo al
intemperante y al malvado, como tendería un puente de oro, cercano a la impunidad, al sujeto
irascible por naturaleza y al falto de templanza. Asimismo, el derecho premiaría con pena
atenuada a todo aquel que encuentra en la emoción un fundamento para iniciar la más vil de
las venganzas y cometer homicidios.
b. Intervalo de tiempo transcurrido entre la provocación y el acto homicida Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que las circunstancias que provocaron la emoción
violenta deben ser inmediatos, anteriores al acto homicida, es decir, entre la causa que hizo
nacer la emoción violenta y el resultado muerte de la víctima, no debe transcurrir mayor
tiempo que cree convicción en el juzgador que el sujeto activo tuvo oportunidad y tiempo
suficiente para sobreponerse, reflexionar y no cometer el homicidio. Mas, por el contrario, si
por la forma, tiempo y circunstancias en que actuó el agente, nos hacen caer en la cuenta que
tuvo bastante tiempo para salir del estado de conmoción y, sin embargo, persistió en dar
muerte a su víctima, no habrá homicidio por emoción violenta, sino estaremos ante un
homicidio simple o calificado según las características especiales en que haya desarrollado su
accionar delictivo el autor.

La inmediatez entre la causa de la emoción violenta y repentina y el resultado letal, aparece


como condición prioritaria a tener en cuenta para encuadrar a un homicidio en la figura
delictiva en interpretación. Bramont-Arias Torres/ García Cantizano enseñan que el delito
tiene que cometerse en un lapso de tiempo durante el cual el sujeto se encuentra bajo el
imperio de la emoción violenta, Por tanto, no puede transcurrir un largo espacio temporal
entre el hecho provocante y su reacción, dato que deberá precisar el juez en cada caso
concreto.

En este sentido, se ha pronunciado la Suprema Corte en la Ejecutoria del 04 de junio de 1999


al establecer que "para la configuración de la emoción violenta se requiere de la presencia de
ciertos presupuestos tales como: a) el tiempo que sucede entre la provocación y el hecho, es
decir, que el delito tiene que cometerse en los precisos instantes en que el sujeto se encuentra
bajo el imperio de la emoción violenta, esto es, que la reacción del agente debe ser de manera
inmediata, b) el conocimiento previo por parte del autor del homicidio emocional, lo que
implica que la emoción violenta debe desencadenarse por la aparición súbita de una situación
importante para el sujeto".

Por su parte Villavicencio Terreros, basándose en la jurisprudencia nacional, afirma que la


problemática del tiempo transcurrido entre la emoción y la acción delictiva no requiere
necesariamente la inmediatez. Es posible -continúa Villavicencio- una reacción inmediata,
tardía e incluso diferida. Igual postura adopta

Villa Stein siguiendo al histórico Carrara y a Ricardo Levene. También Castillo Alva es
partidario de esta postura. Sin embargo, esta posición no podemos avalarla ni sustentarla
según nuestro sistema jurídico penal. Del propio texto expreso del tipo penal se desprende
que el sujeto activo debe actuar en el lapso que sufre o atraviesa una seria perturbación de la
afectividad que le impida reflexionar y controlar sus frenos inhibitorios, y ello naturalmente,
debe ser ni bien producido o conocido las causas provocantes de la emoción violenta, la
misma que viene a constituir una reacción desordenada, impetuosa y repentina. Ello debido
que la emoción violenta debe estar presente tanto en la decisión como en el acto mismo de
matar.

Es indudable que aceptar una reacción tardía o diferida es desnaturalizar el hecho punible en
interpretación. Estaríamos aceptando que también puede darse la conducta delictiva
atenuada así el agente haya tenido el tiempo suficiente para sobreponerse de la grave
perturbación provocada y reflexionar, y, de ser el caso, decidir no llevar a cabo su propósito
homicida, es decir, haya tenido la posibilidad de comportarse conforme a derecho.

Por lo demás, si de acuerdo con la forma cómo ocurrieron los hechos, al medio empleado y
por la personalidad del autor, se llega a determinar que este antes de actuar reflexionó y tuvo
la posibilidad de desenvolverse y comportarse conforme a derecho no ocasionando la muerte
de su víctima, el hecho se adecuará al homicidio simple o asesinato de ser el caso, mas no al
homicidio por emoción violenta.

Por ejemplo (pese a que el abogado defensor haciendo uso de la doctrina que sustenta la
reacción tardía y diferida, alegaba que el hecho se encuadraba en el tipo del artículo 109 del
Código Penal), no se adecuará a la conducta delictiva de homicidio por emoción violenta el
siguiente hecho real: Juan Casi Ido y su cuñado Alberto Anchante, después de estar bebiendo
cerveza y pisco en el domicilio de Pedro Román, se liaron a golpes haciendo uso incluso de
piedras. Durante la pelea, Alberto Anchante le decía a viva voz a su oponente que su esposa
tenía un amante, quien incluso le daba de comer a sus hijos. Al verse vencido Juan Casildo,
ofuscado y herido en su amor propio, se retiró raudamente a su domicilio. Después de
conversar con su señora por espacio de hora y media aproximadamente, con engaños, salió
de su vivienda en busca de su cuñado para matarlo, premunido ya de un revólver. En su
mototaxi, volvió al lugar de la pelea, donde encontró a su rival y sin decir palabra alguna le
descargó la cacerina del revólver, ocasionando instantáneamente la muerte de Alberto
Anchante, dándose a la fuga el homicida.
Como antecedente jurisprudencial donde se interpreta que el tiempo entre el resultado y las
causas de la emoción violenta debe ser breve o corto, cabe citarse la Ejecutoria Superior
del 08 de setiembre de 1997, en la cual la Corte Superior deJunín en un caso real para
descartar el delito en comentario, indica que ''para que se configure el delito de homicidio por
emoción violenta debe darse a nivel de tipicidad objetiva, la existencia del sujeto activo bajo
el imperio de una emoción violenta, que implica que el sujeto actúe con disminución del poder
de sus frenos inhibitarios, debiendo este estado psíquico traslucirse en un estado de furor,
pasión, perturbación, etc., debiendo pues esta conmoción psíquica ser 'violenta' e imprevista
y no planeada como tal; el hecho de cometerse bajo ese breve lapso de alteración psíquica, no
pudiendo transcurrir un largo espacio temporal entre el hecho provocante y su reacción; que
en el caso de autos se advierte que si bien la acusada se encontraba con problemas familiares
sumamente alterados, esto no implica que permanentemente haya estado' bajo imperio de
una emoción violenta', pues no se podría explicar entonces, como haya planeado ejecutar a
su menor hijo, previo a lo cual, como ella misma afirma se dirigió a comprar veneno, luego
inclusive para poder darse' valor' tomó licor y departió con otros amigos cerveza, esto pues
no puede considerarse' emoción violenta".

Por otro lado, también resulta imposible que prospere esta atenuante del homicidio, cuando
hay indicios razonables o pruebas concretas que el sujeto activo actuó con premeditación y
solo estaba buscando las circunstancias o condiciones aparentes para consumar su objetivo,
cual es dar muerte a su víctima. La emoción violenta no es compatible con la premeditación.
Aquí, de ningún modo aparece la condición súbita o repentina que exige el tipo penal.

Finalmente, resulta obvio que el autor no debe haber provocado ni facilitado su propia
emoción violenta. La provocación deber ser extraña al sujeto, de ese modo, la emoción
violenta tampoco puede ser el resultado del propio carácter del agente, sino que debe
encontrar su estímulo en una causa externa, fuera de él.

2.1. Agravante del homicidio por emoción violenta

El segundo párrafo del artículo 109, regula la figura del parricidio cometido por emoción
violenta como agravante del homicidio realizado bajo el imperio de una emoción violenta. A
comparación de la figura típica del parricidio ya estudiada, el presente hecho típico viene a
constituir una atenuante de aquel, ello por las mismas circunstancias especiales en las que
ocurre. Es decir, estamos ante un supuesto que se constituye en agravante del homicidio por
emoción violenta recogido en el artículo 109 y, a la vez, una atenuante del parricidio previsto
en el artículo 107 del Código Penal.

En esta hipótesis penal se encuadran los conyugicidios pasionales, donde los 'celos' aparecen
como la principal causa que predispone a uno de los cónyuges O convivientes a dar muerte al
otro. La Ejecutoria Suprema del 05 marzo de 1987 da cuenta de un uxoricidio ocurrido por
emoción violenta, allí se expone que "el acusado al volver a su hogar sorprende a su esposa en
flagrante adulterio y la mata a golpes, logrando el amante escapar; que cometido el delito, el
causado en su desesperación arroja el cadáver al no y denuncia a la autoridad la desaparición
de su esposa; que esta última circunstancia puede ser motivo para una mayor severidad en la
graduación de la pena, pero no puede impedir la aplicación del tipo legal que define la figura
del uxoricidio por emoción violenta, probada que ha sido la emoción violenta y las
circunstancias provocadoras del delito y tomando en cuenta que el acusado no ha sido
arrastrado a cometer el ilícito penal por su propia capacidad delictiva, sino, en gran medida
por una fuerza impulsiva que encuentra su causa en la propia conducta de la víctima".
Para encuadrar determinada conducta homicida en la figura de parricidio por emoción
violenta, en primer término, debe exigirse la concurrencia necesaria de todos los
presupuestos anotados al analizar el hecho punible tipificado debidamente en el tipo penal
del artículo 107 del Código Penal; luego se entrará a analizar si el hecho homicida fue
realizado por emoción violenta a consecuencia de circunstancias excusables o justificables.
De ese modo, como ya dejamos establecido en las líneas que preceden, el acto homicida debe
ser un acto circunstancial, no premeditado ni reflexivo y, además, no debe ser producto del
carácter iracundo del sujeto activo, caso contrario el parricidio por emoción violenta no se
configura, calificándose el hecho como simple parricidio. En efecto, la Ejecutoria Suprema
del 22 de mayo de

1985 así lo establece en un hecho real ocurrido en el incontrastable Valle del Mantaro. Allí,
en forma pedagógica, se afirma que "la emoción violenta debe tener un motivo razonable en
las circunstancias que la provocaron y no en el carácter iracundo del actor;' no constituye
homicidio por emoción violenta la reacción del acusado, quien al ser recriminado por su padre
ante su mal comportamiento, reaccionó violentamente y cogiendo un palo procedió a
golpearlo hasta dejarlo tendido en el suelo semiinconsciente para acto seguido con una
chalina ahorcarlo; que faltando la figura privilegiada de parricidio emocional, el acusado de
responsabilidad restringida está incurso en el delito de parricidio".

En el libro "Introducción al derecho penal y derecho penal procesal" de Claus Roxin, Gunther
Arzt y Klaus Tiedemann, traducido al castellano por los españoles Luis Arroyo Zapatero y
Juan Luis Gómez Colomer, el profesor Gunther Arzt expone un caso, al parecer real, que
grafica un parricidio por emoción violenta en nuestro sistema jurídico penal, aun cuando para
el sistema alemán daría la apariencia de un asesinato. El caso se titula "Es Úrsula A. una
asesina?". Úrsula A., de 33 años, el 31 de agosto de 1975, dio muerte a su marido, comisario
de policía de 31 años, con su arma reglamentaria. El propio magistrado ponente al dar
comienzo a la fundamentación de su sentencia hizo expresa referencia que el asunto requería
una difícil decisión entre dos distintas alternativas: asesinato u homicidio pasional. El caso
presentaba un matrimonio destruido y una disputa en el curso de la cual el marido llegó a
admitir un adulterio. La acusada gritó "quiero divorciarme, devuélveme la libertad!", a lo que
el marido respondió: "ni hablar, te necesito para pagar deudas y para que limpies los
excrementos del perro!", tras lo cual se retiró al dormitorio se tumbó en la cama. A
continuación, Úrsula cogió la pistola del armario y repitió ante la cama su exigencia: "o me
das el divorcio, o me pegó un tiro!", a lo que el marido respondió: "dispara de una vez si te
atreves cerda cobarde!". Entonces sonó un disparo que alcanzó al hombre quien, en opinión
del jurado, para mostrar que para él el asunto estaba resuelto ostentosamente había cerrado
los ojos.

2.2. Bien jurídico protegido

Es la vida humana independiente que como ya expresamos, se inicia desde el momento del
parto hasta la muerte cerebral del individuo. Bien jurídico que se

protege en forma rigurosa por nuestro sistema jurídico al constituir el principal interés de las
personas y del Estado. A pesar de la fijación de una penalidad menor, el bien jurídico: "vida"
sigue conservando toda su significación valorativa. El fundamento de la atenuación no deriva
de la menor valiosidad de la vida, sino de un especial estado anímico del autor del delito
emergente de las circunstancias. No se toma en cuenta el bien jurídico, el mismo que se
mantiene inalterable, sino la perturbación de la conciencia producida en el autor a raíz de la
existencia de supuestos fácticos que alteran el razonamiento y disminuyen los frenos
inhibitorios.
2.3. Sujeto activo

Agente del homicidio por emoción violenta puede ser cualquier persona natural, pues del tipo
penal no aparece que se exija alguna condición o cualidad especial.

Tratándose de la hipótesis agravada, al constituir supuestos de un delito especial, como el


parricidio, autores solo podrán ser en línea ascendente:
padre, abuelo, bisabuelo, etc. y en línea descendente: hijo, nieto, bisnieto, etc. También un
cónyuge o concubino respecto del otro.

2.4. Sujeto pasivo

Puede ser cualquier persona. No necesariamente el que provocó la emoción violenta en el


agente será el sujeto pasivo de la acción homicida, pues fácilmente aquel puede ser un tercero,
Un ejemplo típico es la obra clásica de William Shakespeare "Otelo", en la cual, un tercero
"yago", mediante el ardid provocó en Otelo tal conmoción por celos que se determinó y
finalmente dio muerte a su amada.

En el caso de la figura agravada, víctima pueden ser los ascendientes y descendientes en línea
recta del agente, también un cónyuge, un concubino y un hijo adoptivo.

3. TIPICIDAD SUBJETIVA

El agente debe actuar con conocimiento y voluntad de poner fin a la vida de su víctima. La
resolución homicida debe ser producto o consecuencia inmediata de la emoción violenta
surgida en forma súbita y repentina por especiales circunstancias excusables o justificables.
No obstante. debe tenerse en claro que, aquella emoción violenta de ningún modo debe
alcanzar real intensidad en el agente que le genere una grave alteración de la conciencia de
tal forma que afecte gravemente su concepto de la realidad y anulen la facultad de
comprender el carácter delictuoso de su acto. Si ello se evidenciara, al desaparecer el dolo no
habría homicidio atenuado sino estaríamos ante una causa de inimputabilidad previsto en el
inciso 1 del artículo 20 de la parte general del Código Penal.
El dolo en el homicidio por emoción violenta puede ser directo o indirecto. No creemos que
sea posible un dolo eventual como sostiene Castillo Alva.

En definitiva, para tipificarse el ilícito penal se exige que el agente obre en un estado de
alteración de su ánimo y. por tanto, disminuido sus facultades de control.

4. ANTIJURIDICIDAD

Una vez que se ha determinado que en la conducta analizada concurren todos los elementos
objetivos y subjetivos que conforman la tipicidad del homicidio por emoción violenta previsto
en el artículo 109 del Código Penal, el operador jurídico pasará inmediatamente a analizar el
segundo elemento o nivel denominado antijuridicidad. Es decir, se entrará a determinar si la
conducta es contraria al ordenamiento jurídico O en su caso, concurre alguna causa de
justificación de las previstas y sancionadas en el artículo 20 del Código Penal. De ese modo el
operador jurídico analizará si en el homicidio emocional concreto concurre la legítima
defensa o el estado de necesidad justificante o el agente actuó por una fuerza física irresistible
o compelido por un miedo insuperable o en cumplimiento de un deber.
Se configura la legítima defensa por ejemplo en el siguiente caso: Juan Vílchez, al regresar
repentinamente a su domicilio, en su propio dormitorio encuentra a su cónyuge en pleno
adulterio; ante tal espectáculo, lleno de celos y rabia cogió su correa de cuero y comenzó a
castigar a la adultera, escapándose el amante, en tales circunstancias, esta se dirigió al
comedor que se encontraba a dos pasos del dormitorio y, rápidamente, cogió el cuchillo de
cocina y comenzó a amenazar a Juan Vílchez afirmando que lo iba a matar porque ya no le
servía ni en la cama, instantes
que viendo amenazada su vida, Juan saca el revólver que portaba y disparó un solo tiro con
dirección al corazón causando instantáneamente la muerte de la adultera.

Si se concluye que en el homicidio concurre alguna causa de justificación, la conducta


homicida será típica pero no antijurídica y, por tanto, será irrelevante pasar a analizar el
tercer elemento del delito conocido como culpabilidad.

5. CULPABILIDAD

Si después de analizar la conducta típica de homicidio emocional se llega a la conclusión que


no concurre alguna causa o circunstancia que lo justifique frente al ordenamiento jurídico,
inmediatamente se entrará a determinar si aquella conducta homicida puede ser atribuida o
imputable a su autor. En consecuencia, se analizará si la persona a quien se le atribuye la
conducta típica y antijurídica es imputable penalmente, es decir, goza de capacidad penal,
para responder por su acto homicida. En este aspecto, por ejemplo, tendrá que determinarse,
en primer lugar, la edad biológica del autor del homicidio por emoción violenta.

Luego, determinará si tenía conocimiento que su actuar homicida era antijurídico, es decir,
contrario a todo el ordenamiento jurídico. Pero, de modo alguno, no se requiere un
conocimiento puntual y específico, sino simplemente un conocimiento paralelo a la esfera de
un profano, o mejor, un conocimiento que se desprende del sentido común que gozamos todas
las personas normales. Finalmente, se entrará a analizar si el agente tuvo o no alternativa
diferente a cometer el delito de homicidio emocional.

6. CONSUMACIÓN

El agente perfecciona el delito en sede cuando logra poner fin a la vida del sujeto pasivo
concurriendo en su accionar los elementos descritos. Todos deben de concurrir. A falta de
uno de ellos, el delito 1. TIPO PENAL

El homicidio por arrebato repentino está debidamente tipificado en el artículo 109 del Código
Penal con el contenido siguiente:

El que mata a otro bajo imperio de una emoción violenta que las circunstancias hacen
excusables, será reprimido con pena privativa de libertad, no menor de tres ni mayor de cinco
años.
Si concurren algunas de las circunstancias previstas en el artículo 107, la pena será ni menor
de cinco ni mayor de diez años.

2. TIPICIDAD OBJETIVA

El ilícito penal se configura cuando el sujeto activo actúa y da muerte a su víctima bajo el
dominio de una emoción, violenta, la cual surge repentinamente por circunstancias
excusables o, mejor aún, justificables provocadas por el mismo sujeto pasivo o por un tercero.
Se trata de un homicidio realizado en estado de emoción violenta justificada por especiales
circunstancias.

No obstante, no debe pensarse que el legislador pretende que se tenga como atenuante del
homicidio cualquier emoción violenta surgida en el agente, sino que este estado de la
conciencia, debe ser de cierta intensidad que genere un estado transitorio de conmoción o
perturbación en la personalidad del sujeto activo que le impida controlar sus actos frente a
determinadas circunstancias, realizando con frecuencia conductas irracionales que
normalmente no realizaría. En otras palabras, aparece la emoción violenta como elemento
atenuante cuando, en las mismas circunstancias excepcionales, toda persona respetuosa del
orden o sistema jurídico la experimentaría y realizaría actos impensables en circunstancias
normales. "La conciencia del agente se fija en aquello que ha motivado la emoción violenta,
debilitando considerablemente el control del individuo sobre su conducta hasta el extremo
que realiza· con frecuencia actos irracionales que están en desacuerdo con su comportamiento
habitual".

No obstante, la intensidad de la emoción violenta no debe hacer perder el poder de inhibición


al agente. Caso contrario, la situación se desplazaría hacia los confines de la inimputabilidad.
Un individuo emocionado no es un individuo inimputable. La emoción debe ser violenta, eso
sí, pero no ser la causa de la pérdida del control de la conducta que configure un estado de
inconsciencia subsumible en el inciso 1 del artículo 20 del Código Penal.

a. Circunstancias excusables

"Para gozar de la atenuante el autor debe matar bajo el imperio de una emoción violenta
excusable por las circunstancias, esto es, requiere que las circunstancias que rodean el hecho
justifiquen que una persona se emocione y que se encuentre en dicho estado psicológico en el
momento de la ejecución delictiva" o Las circunstancias excusables pueden ser de cualquier
naturaleza, no necesariamente éticas, solo deben tener una capacidad de causar conmoción
en la conciencia del sujeto activo. Aquellas circunstancias deben hacer excusable el actuar del
agente, esto es, justificar en cierta forma o medianamente la conducta homicida. Con razón
ha señalado el profesor Hurtado Pozo que es inadmisible considerar que ciertas emociones
son en sí excusables y otras, condenables. Como exige la ley, este carácter de la emoción debe
ser determinado en cada caso concreto y apreciando las circunstancias en que actuó el agente,
así como su personalidad. Sin duda, aquellas circunstancias deberán ser valoradas en su
conjunto por el juzgador en su momento.

El ánimo conmocionado se manifiesta en estados transitorios de miedo, dolor, cólera, furor,


temor, amor, celos, piedad, venganza, odio que desorganiza la conducta de cualquier persona
normal y le predispone a realizar actos muchas veces impensables, con facilidad y destreza
inexplicables. Aquellos son estados impulsivos que arrastran al agente a cometer el delito.

Compartimos criterio con Roy Freyre, quien, siguiendo al argentino Ricardo Núñez, señala
que la excusabilidad de la emoción violenta supone su justificación desde un triple punto de
vista: causal, subjetivo y objetivo. Desde la perspectiva causal, el surgimiento de la emoción
violenta tiene excusabilidad cuando ha sido motivada eficazmente por un hecho extraño a la
propia idiosincrasia del agente, es decir, la emoción violenta debe tener un motivo razonable
en las circunstancias que lo provocaron y de ningún modo en el carácter iracundo del agente.
Desde la perspectiva subjetiva, el surgimiento de la emoción violenta se excusa cuando el
sujeto activo ha sido ajeno a la gestación u origen del fenómeno psíquico emotivo
desencadenante del acto homicida; y, finalmente, desde la perspectiva objetiva, se excusa la
emoción violenta cuando el motivo de aquella no debe radicar en un evento frente al cual el
actor se encuentre obligado a responder en determinadas circunstancias, con serenidad. No
funciona alegar circunstancias excusables, cuando un psiquiatra mata a su paciente que le
dijo que era un charlatán y un estafador.

No le falta razón a Castillo Alva al sostener que al emplear el tipo penal la expresión
"circunstancias", junto a la acción pueden sumarse una serie de diversas condiciones que en
una visión de conjunto y con efecto totalizador influirán en la producción del estado
emocional. La acción externa, llamada también causa provocadora o estímulo externo, tiene
que pertenecer al mundo real y debe ser ajeno al autor del homicidio. De no ser así, la
consecuencia atenuante se basaría en un amplio subjetivismo beneficiando solo al
intemperante y al malvado, como tendería un puente de oro, cercano a la impunidad, al sujeto
irascible por naturaleza y al falto de templanza. Asimismo, el derecho premiaría con pena
atenuada a todo aquel que encuentra en la emoción un fundamento para iniciar la más vil de
las venganzas y cometer homicidios.
b. Intervalo de tiempo transcurrido entre la provocación y el acto homicida Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que las circunstancias que provocaron la emoción
violenta deben ser inmediatos, anteriores al acto homicida, es decir, entre la causa que hizo
nacer la emoción violenta y el resultado muerte de la víctima, no debe transcurrir mayor
tiempo que cree convicción en el juzgador que el sujeto activo tuvo oportunidad y tiempo
suficiente para sobreponerse, reflexionar y no cometer el homicidio. Mas, por el contrario, si
por la forma, tiempo y circunstancias en que actuó el agente, nos hacen caer en la cuenta que
tuvo bastante tiempo para salir del estado de conmoción y, sin embargo, persistió en dar
muerte a su víctima, no habrá homicidio por emoción violenta, sino estaremos ante un
homicidio simple o calificado según las características especiales en que haya desarrollado su
accionar delictivo el autor.

La inmediatez entre la causa de la emoción violenta y repentina y el resultado letal, aparece


como condición prioritaria a tener en cuenta para encuadrar a un homicidio en la figura
delictiva en interpretación. Bramont-Arias Torres/ García Cantizano enseñan que el delito
tiene que cometerse en un lapso de tiempo durante el cual el sujeto se encuentra bajo el
imperio de la emoción violenta, Por tanto, no puede transcurrir un largo espacio temporal
entre el hecho provocante y su reacción, dato que deberá precisar el juez en cada caso
concreto.

En este sentido, se ha pronunciado la Suprema Corte en la Ejecutoria del 04 de junio de 1999


al establecer que "para la configuración de la emoción violenta se requiere de la presencia de
ciertos presupuestos tales como: a) el tiempo que sucede entre la provocación y el hecho, es
decir, que el delito tiene que cometerse en los precisos instantes en que el sujeto se encuentra
bajo el imperio de la emoción violenta, esto es, que la reacción del agente debe ser de manera
inmediata, b) el conocimiento previo por parte del autor del homicidio emocional, lo que
implica que la emoción violenta debe desencadenarse por la aparición súbita de una situación
importante para el sujeto".

Por su parte Villavicencio Terreros, basándose en la jurisprudencia nacional, afirma que la


problemática del tiempo transcurrido entre la emoción y la acción delictiva no requiere
necesariamente la inmediatez. Es posible -continúa Villavicencio- una reacción inmediata,
tardía e incluso diferida. Igual postura adopta

Villa Stein siguiendo al histórico Carrara y a Ricardo Levene. También Castillo Alva es
partidario de esta postura. Sin embargo, esta posición no podemos avalarla ni sustentarla
según nuestro sistema jurídico penal. Del propio texto expreso del tipo penal se desprende
que el sujeto activo debe actuar en el lapso que sufre o atraviesa una seria perturbación de la
afectividad que le impida reflexionar y controlar sus frenos inhibitorios, y ello naturalmente,
debe ser ni bien producido o conocido las causas provocantes de la emoción violenta, la
misma que viene a constituir una reacción desordenada, impetuosa y repentina. Ello debido
que la emoción violenta debe estar presente tanto en la decisión como en el acto mismo de
matar.

Es indudable que aceptar una reacción tardía o diferida es desnaturalizar el hecho punible en
interpretación. Estaríamos aceptando que también puede darse la conducta delictiva
atenuada así el agente haya tenido el tiempo suficiente para sobreponerse de la grave
perturbación provocada y reflexionar, y, de ser el caso, decidir no llevar a cabo su propósito
homicida, es decir, haya tenido la posibilidad de comportarse conforme a derecho.

Por lo demás, si de acuerdo con la forma cómo ocurrieron los hechos, al medio empleado y
por la personalidad del autor, se llega a determinar que este antes de actuar reflexionó y tuvo
la posibilidad de desenvolverse y comportarse conforme a derecho no ocasionando la muerte
de su víctima, el hecho se adecuará al homicidio simple o asesinato de ser el caso, mas no al
homicidio por emoción violenta.

Por ejemplo (pese a que el abogado defensor haciendo uso de la doctrina que sustenta la
reacción tardía y diferida, alegaba que el hecho se encuadraba en el tipo del artículo 109 del
Código Penal), no se adecuará a la conducta delictiva de homicidio por emoción violenta el
siguiente hecho real: Juan Casi Ido y su cuñado Alberto Anchante, después de estar bebiendo
cerveza y pisco en el domicilio de Pedro Román, se liaron a golpes haciendo uso incluso de
piedras. Durante la pelea, Alberto Anchante le decía a viva voz a su oponente que su esposa
tenía un amante, quien incluso le daba de comer a sus hijos. Al verse vencido Juan Casildo,
ofuscado y herido en su amor propio, se retiró raudamente a su domicilio. Después de
conversar con su señora por espacio de hora y media aproximadamente, con engaños, salió
de su vivienda en busca de su cuñado para matarlo, premunido ya de un revólver. En su
mototaxi, volvió al lugar de la pelea, donde encontró a su rival y sin decir palabra alguna le
descargó la cacerina del revólver, ocasionando instantáneamente la muerte de Alberto
Anchante, dándose a la fuga el homicida.

Como antecedente jurisprudencial donde se interpreta que el tiempo entre el resultado y las
causas de la emoción violenta debe ser breve o corto, cabe citarse la Ejecutoria Superior
del 08 de setiembre de 1997, en la cual la Corte Superior deJunín en un caso real para
descartar el delito en comentario, indica que ''para que se configure el delito de homicidio por
emoción violenta debe darse a nivel de tipicidad objetiva, la existencia del sujeto activo bajo
el imperio de una emoción violenta, que implica que el sujeto actúe con disminución del poder
de sus frenos inhibitarios, debiendo este estado psíquico traslucirse en un estado de furor,
pasión, perturbación, etc., debiendo pues esta conmoción psíquica ser 'violenta' e imprevista
y no planeada como tal; el hecho de cometerse bajo ese breve lapso de alteración psíquica, no
pudiendo transcurrir un largo espacio temporal entre el hecho provocante y su reacción; que
en el caso de autos se advierte que si bien la acusada se encontraba con problemas familiares
sumamente alterados, esto no implica que permanentemente haya estado' bajo imperio de
una emoción violenta', pues no se podría explicar entonces, como haya planeado ejecutar a
su menor hijo, previo a lo cual, como ella misma afirma se dirigió a comprar veneno, luego
inclusive para poder darse' valor' tomó licor y departió con otros amigos cerveza, esto pues
no puede considerarse' emoción violenta".

Por otro lado, también resulta imposible que prospere esta atenuante del homicidio, cuando
hay indicios razonables o pruebas concretas que el sujeto activo actuó con premeditación y
solo estaba buscando las circunstancias o condiciones aparentes para consumar su objetivo,
cual es dar muerte a su víctima. La emoción violenta no es compatible con la premeditación.
Aquí, de ningún modo aparece la condición súbita o repentina que exige el tipo penal.

Finalmente, resulta obvio que el autor no debe haber provocado ni facilitado su propia
emoción violenta. La provocación deber ser extraña al sujeto, de ese modo, la emoción
violenta tampoco puede ser el resultado del propio carácter del agente, sino que debe
encontrar su estímulo en una causa externa, fuera de él.

2.1. Agravante del homicidio por emoción violenta

El segundo párrafo del artículo 109, regula la figura del parricidio cometido por emoción
violenta como agravante del homicidio realizado bajo el imperio de una emoción violenta. A
comparación de la figura típica del parricidio ya estudiada, el presente hecho típico viene a
constituir una atenuante de aquel, ello por las mismas circunstancias especiales en las que
ocurre. Es decir, estamos ante un supuesto que se constituye en agravante del homicidio por
emoción violenta recogido en el artículo 109 y, a la vez, una atenuante del parricidio previsto
en el artículo 107 del Código Penal.

En esta hipótesis penal se encuadran los conyugicidios pasionales, donde los 'celos' aparecen
como la principal causa que predispone a uno de los cónyuges O convivientes a dar muerte al
otro. La Ejecutoria Suprema del 05 marzo de 1987 da cuenta de un uxoricidio ocurrido por
emoción violenta, allí se expone que "el acusado al volver a su hogar sorprende a su esposa en
flagrante adulterio y la mata a golpes, logrando el amante escapar; que cometido el delito, el
causado en su desesperación arroja el cadáver al no y denuncia a la autoridad la desaparición
de su esposa; que esta última circunstancia puede ser motivo para una mayor severidad en la
graduación de la pena, pero no puede impedir la aplicación del tipo legal que define la figura
del uxoricidio por emoción violenta, probada que ha sido la emoción violenta y las
circunstancias provocadoras del delito y tomando en cuenta que el acusado no ha sido
arrastrado a cometer el ilícito penal por su propia capacidad delictiva, sino, en gran medida
por una fuerza impulsiva que encuentra su causa en la propia conducta de la víctima".

Para encuadrar determinada conducta homicida en la figura de parricidio por emoción


violenta, en primer término, debe exigirse la concurrencia necesaria de todos los
presupuestos anotados al analizar el hecho punible tipificado debidamente en el tipo penal
del artículo 107 del Código Penal; luego se entrará a analizar si el hecho homicida fue
realizado por emoción violenta a consecuencia de circunstancias excusables o justificables.
De ese modo, como ya dejamos establecido en las líneas que preceden, el acto homicida debe
ser un acto circunstancial, no premeditado ni reflexivo y, además, no debe ser producto del
carácter iracundo del sujeto activo, caso contrario el parricidio por emoción violenta no se
configura, calificándose el hecho como simple parricidio. En efecto, la Ejecutoria Suprema
del 22 de mayo de

1985 así lo establece en un hecho real ocurrido en el incontrastable Valle del Mantaro. Allí,
en forma pedagógica, se afirma que "la emoción violenta debe tener un motivo razonable en
las circunstancias que la provocaron y no en el carácter iracundo del actor;' no constituye
homicidio por emoción violenta la reacción del acusado, quien al ser recriminado por su padre
ante su mal comportamiento, reaccionó violentamente y cogiendo un palo procedió a
golpearlo hasta dejarlo tendido en el suelo semiinconsciente para acto seguido con una
chalina ahorcarlo; que faltando la figura privilegiada de parricidio emocional, el acusado de
responsabilidad restringida está incurso en el delito de parricidio".
En el libro "Introducción al derecho penal y derecho penal procesal" de Claus Roxin, Gunther
Arzt y Klaus Tiedemann, traducido al castellano por los españoles Luis Arroyo Zapatero y
Juan Luis Gómez Colomer, el profesor Gunther Arzt expone un caso, al parecer real, que
grafica un parricidio por emoción violenta en nuestro sistema jurídico penal, aun cuando para
el sistema alemán daría la apariencia de un asesinato. El caso se titula "Es Úrsula A. una
asesina?". Úrsula A., de 33 años, el 31 de agosto de 1975, dio muerte a su marido, comisario
de policía de 31 años, con su arma reglamentaria. El propio magistrado ponente al dar
comienzo a la fundamentación de su sentencia hizo expresa referencia que el asunto requería
una difícil decisión entre dos distintas alternativas: asesinato u homicidio pasional. El caso
presentaba un matrimonio destruido y una disputa en el curso de la cual el marido llegó a
admitir un adulterio. La acusada gritó "quiero divorciarme, devuélveme la libertad!", a lo que
el marido respondió: "ni hablar, te necesito para pagar deudas y para que limpies los
excrementos del perro!", tras lo cual se retiró al dormitorio se tumbó en la cama. A
continuación, Úrsula cogió la pistola del armario y repitió ante la cama su exigencia: "o me
das el divorcio, o me pegó un tiro!", a lo que el marido respondió: "dispara de una vez si te
atreves cerda cobarde!". Entonces sonó un disparo que alcanzó al hombre quien, en opinión
del jurado, para mostrar que para él el asunto estaba resuelto ostentosamente había cerrado
los ojos.

2.2. Bien jurídico protegido

Es la vida humana independiente que como ya expresamos, se inicia desde el momento del
parto hasta la muerte cerebral del individuo. Bien jurídico que se

protege en forma rigurosa por nuestro sistema jurídico al constituir el principal interés de las
personas y del Estado. A pesar de la fijación de una penalidad menor, el bien jurídico: "vida"
sigue conservando toda su significación valorativa. El fundamento de la atenuación no deriva
de la menor valiosidad de la vida, sino de un especial estado anímico del autor del delito
emergente de las circunstancias. No se toma en cuenta el bien jurídico, el mismo que se
mantiene inalterable, sino la perturbación de la conciencia producida en el autor a raíz de la
existencia de supuestos fácticos que alteran el razonamiento y disminuyen los frenos
inhibitorios.

2.3. Sujeto activo

Agente del homicidio por emoción violenta puede ser cualquier persona natural, pues del tipo
penal no aparece que se exija alguna condición o cualidad especial.

Tratándose de la hipótesis agravada, al constituir supuestos de un delito especial, como el


parricidio, autores solo podrán ser en línea ascendente:
padre, abuelo, bisabuelo, etc. y en línea descendente: hijo, nieto, bisnieto, etc. También un
cónyuge o concubino respecto del otro.

2.4. Sujeto pasivo

Puede ser cualquier persona. No necesariamente el que provocó la emoción violenta en el


agente será el sujeto pasivo de la acción homicida, pues fácilmente aquel puede ser un tercero,
Un ejemplo típico es la obra clásica de William Shakespeare "Otelo", en la cual, un tercero
"yago", mediante el ardid provocó en Otelo tal conmoción por celos que se determinó y
finalmente dio muerte a su amada.
En el caso de la figura agravada, víctima pueden ser los ascendientes y descendientes en línea
recta del agente, también un cónyuge, un concubino y un hijo adoptivo.

3. TIPICIDAD SUBJETIVA

El agente debe actuar con conocimiento y voluntad de poner fin a la vida de su víctima. La
resolución homicida debe ser producto o consecuencia inmediata de la emoción violenta
surgida en forma súbita y repentina por especiales circunstancias excusables o justificables.
No obstante. debe tenerse en claro que, aquella emoción violenta de ningún modo debe
alcanzar real intensidad en el agente que le genere una grave alteración de la conciencia de
tal forma que afecte gravemente su concepto de la realidad y anulen la facultad de
comprender el carácter delictuoso de su acto. Si ello se evidenciara, al desaparecer el dolo no
habría homicidio atenuado sino estaríamos ante una causa de inimputabilidad previsto en el
inciso 1 del artículo 20 de la parte general del Código Penal.
El dolo en el homicidio por emoción violenta puede ser directo o indirecto. No creemos que
sea posible un dolo eventual como sostiene Castillo Alva.

En definitiva, para tipificarse el ilícito penal se exige que el agente obre en un estado de
alteración de su ánimo y. por tanto, disminuido sus facultades de control.

4. ANTIJURIDICIDAD

Una vez que se ha determinado que en la conducta analizada concurren todos los elementos
objetivos y subjetivos que conforman la tipicidad del homicidio por emoción violenta previsto
en el artículo 109 del Código Penal, el operador jurídico pasará inmediatamente a analizar el
segundo elemento o nivel denominado antijuridicidad. Es decir, se entrará a determinar si la
conducta es contraria al ordenamiento jurídico O en su caso, concurre alguna causa de
justificación de las previstas y sancionadas en el artículo 20 del Código Penal. De ese modo el
operador jurídico analizará si en el homicidio emocional concreto concurre la legítima
defensa o el estado de necesidad justificante o el agente actuó por una fuerza física irresistible
o compelido por un miedo insuperable o en cumplimiento de un deber.

Se configura la legítima defensa por ejemplo en el siguiente caso: Juan Vílchez, al regresar
repentinamente a su domicilio, en su propio dormitorio encuentra a su cónyuge en pleno
adulterio; ante tal espectáculo, lleno de celos y rabia cogió su correa de cuero y comenzó a
castigar a la adultera, escapándose el amante, en tales circunstancias, esta se dirigió al
comedor que se encontraba a dos pasos del dormitorio y, rápidamente, cogió el cuchillo de
cocina y comenzó a amenazar a Juan Vílchez afirmando que lo iba a matar porque ya no le
servía ni en la cama, instantes
que viendo amenazada su vida, Juan saca el revólver que portaba y disparó un solo tiro con
dirección al corazón causando instantáneamente la muerte de la adultera.

Si se concluye que en el homicidio concurre alguna causa de justificación, la conducta


homicida será típica pero no antijurídica y, por tanto, será irrelevante pasar a analizar el
tercer elemento del delito conocido como culpabilidad.

5. CULPABILIDAD

Si después de analizar la conducta típica de homicidio emocional se llega a la conclusión que


no concurre alguna causa o circunstancia que lo justifique frente al ordenamiento jurídico,
inmediatamente se entrará a determinar si aquella conducta homicida puede ser atribuida o
imputable a su autor. En consecuencia, se analizará si la persona a quien se le atribuye la
conducta típica y antijurídica es imputable penalmente, es decir, goza de capacidad penal,
para responder por su acto homicida. En este aspecto, por ejemplo, tendrá que determinarse,
en primer lugar, la edad biológica del autor del homicidio por emoción violenta.

Luego, determinará si tenía conocimiento que su actuar homicida era antijurídico, es decir,
contrario a todo el ordenamiento jurídico. Pero, de modo alguno, no se requiere un
conocimiento puntual y específico, sino simplemente un conocimiento paralelo a la esfera de
un profano, o mejor, un conocimiento que se desprende del sentido común que gozamos todas
las personas normales. Finalmente, se entrará a analizar si el agente tuvo o no alternativa
diferente a cometer el delito de homicidio emocional.

6. CONSUMACIÓN

El agente perfecciona el delito en sede cuando logra poner fin a la vida del sujeto pasivo
concurriendo en su accionar los elementos descritos. Todos deben de concurrir. A falta de
uno de ellos, el delito perfeccionado será el de homicidio simple o asesinato, según sea el caso.
Es irrelevante el modo y las formas empleadas.

La participación es posible en todas sus modalidades. De acuerdo al auxilio o asistencia del


partícipe al autor principal en la comisión del homicidio atenuado, se le sancionará aplicando
el artículo 25 de la parte general del corpus juris penale. Ello por los mismos fundamentos ya
esgrimidos al analizar la conducta delictiva conocida con el nomen iuris de "parricidio".

7. TENTATIVA

Al ser un delito de comisión, ya sea por acción u omisión, y de resultado lesivo al bien jurídico
vida, es posible que el accionar homicida se quede en grado de tentativa.

8. PENALIDAD

Después del debido proceso y verificado la concurrencia de los diversos requisitos indicados,
el acusado de homicidio por emoción violenta será pasible de ser condenado a pena privativa
de libertad no menor de tres ni mayor de cinco años.

Tratándose de un parricidio atenuado, el autor será merecedor a una pena privativa de


libertad no menor de cinco ni mayor de diez años. Todo ello de acuerdo con la forma,
circunstancias, medios empleados para la perpetración del hecho punible y la personalidad
del autor o autores.
perfeccionado será el de homicidio simple o asesinato, según sea el caso. Es irrelevante el
modo y las formas empleadas.

La participación es posible en todas sus modalidades. De acuerdo al auxilio o asistencia del


partícipe al autor principal en la comisión del homicidio atenuado, se le sancionará aplicando
el artículo 25 de la parte general del corpus juris penale. Ello por los mismos fundamentos ya
esgrimidos al analizar la conducta delictiva conocida con el nomen iuris de "parricidio".
7. TENTATIVA

Al ser un delito de comisión, ya sea por acción u omisión, y de resultado lesivo al bien jurídico
vida, es posible que el accionar homicida se quede en grado de tentativa.

8. PENALIDAD

Después del debido proceso y verificado la concurrencia de los diversos requisitos indicados,
el acusado de homicidio por emoción violenta será pasible de ser condenado a pena privativa
de libertad no menor de tres ni mayor de cinco años.

Tratándose de un parricidio atenuado, el autor será merecedor a una pena privativa de


libertad no menor de cinco ni mayor de diez años. Todo ello de acuerdo con la forma,
circunstancias, medios empleados para la perpetración del hecho punible y la personalidad
del autor o autores.

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