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Las guerras en América Latina para el

2014
Javier Ciurlizza, El Colombiano | 20 Jan 2014
En un análisis preparado por el International Crisis
Group para la revista Foreign Policy y publicado a
principios de este año, destacamos los diez lugares
del mundo en donde se agudizarán los conflictos
armados y la violencia. La lista incluyó obvios
candidatos como Siria y la República Centroafricana.
El único país latinoamericano que entró en esta
relación fue Honduras.

La lista es elaborada anualmente sobre la base del


trabajo de nuestros analistas ubicados en más de 55
países en el mundo. En el caso de América Latina,
nuestra elección recayó en Honduras debido a la
combinación fatal de tres factores: el índice de
homicidios más alto del mundo, la pobreza y el
deterioro de las instituciones públicas. Sin embargo,
vale la pena reflexionar sobre otros países de la
región que quedaron fuera de la lista.

Nuestra principal preocupación radica en el impacto


de la criminalidad organizada y lo que podemos
denominar "insuficiencia institucional" en varios países
latinoamericanos.

El triángulo norte de América Central, conformado por


Guatemala, Honduras y El Salvador, es el primer lugar
de preocupación. Los grandes carteles de narcotráfico
han encontrado en esta zona un paraíso de impunidad
frente a instituciones débiles. En El Salvador, por
ejemplo, fue tal la expansión y poder de estos grupos
que el gobierno tuvo que aceptar (o incluso promover)
una tregua entre las maras que devastaban la capital.
En diez años los muertos por actos violentos se
estiman en más de 300.000.

Pero el problema no es solo de países pequeños y con


pocos recursos. México enfrenta el desafío de ser la
sede de los carteles de la droga más poderosos de la
región. La guerra desatada en el 2006 ha dejado ya
más de 80.000 muertos. Esta cifra supera en más de
50 veces el total de muertos por la violencia política
en el Norte del Cáucaso.

No se necesita la presencia de carteles poderosos para


la expansión de la violencia. Venezuela es el mejor
ejemplo de cómo el homicidio se vuelve rutina y la
inseguridad ataca a todos los estratos sociales. La
incapacidad institucional, traducida en una impunidad
de más del 95 %, promueve la delincuencia incluso en
contextos de creciente reducción de la pobreza.

El artículo de International Crisis Group destaca los


esperanzadores avances del proceso de paz en
Colombia. Sin embargo, el término del conflicto
armado no significa el término de la violencia, pues
proliferan las llamadas bandas criminales y la valiosa
ubicación geográfica colombiana la hace objeto del
deseo de muchos grupos de criminalidad
transnacional.

Dos son los factores que motivan nuestra


preocupación: la cambiante estructura de la
criminalidad transnacional (que está muy lejos de
parecerse a los viejos carteles de los noventa), y la
debilidad de los Estados. A ello se suma el hecho de
que la región latinoamericana es la más desigual del
mundo.

Como consecuencia de la violencia, un fantasma


recorre América Latina: el de la respuesta autoritaria.
Sacar a los militares a la calle y responder a los
cantos de sirena que piden mano dura es ceder
espacios duramente ganados al autoritarismo y a las
dictaduras. Aún es tiempo de hacer las cosas bien,
pero no nos queda mucho.
Javier Ciurlizza es el Director del Programa para
América Latina y el Caribe. Proporcionar supervisión
en la investigación y promoción en Colombia,
Guatemala, México y Venezuela; y monitoreo en
Honduras, Haití, Bolivia y Ecuador. Javier se unió a
Crisis Group en enero de 2011.
Áreas de especialización:
 La política de América Latina
 La resolución de conflictos
 Justicia de Transición
 Derechos humanos
Apunte : Cátedra Bolivariana II .
ENRIQUE DUSSEL:
El filósofo latinoamericano contemporáneo más
leído en el mundo es mendocino. El reconocido
intelectual volvió a su provincia para dar una charla
en la UN Cuyo. Hizo un espacio en su agenda para
hablar con Los Andes sobre la corrupción, los
cambios sociales y su rica y agitada historia.

Daniel Arias Fuenzalida – darias@losandes.com.ar


-¿Hubiera vuelto a Mendoza después de la dictadura?
-Volví. En el ‘84 volví: tenía todavía la casa que era de mi padre, ahí
estaban todos mis libros, que no quise llevarme a México. Me dije:
“Bueno, volveré a la facultad de filosofía…”, pero todavía estaban
todos los que los militares habían puesto. No me dieron ni el saludo,
y eso que me presenté a concurso.
No se dio por vencido, y tres años después volvió a intentar y, al ver
que “el clavo estaba duro” decidió “levantar ancla”, que es la
expresión que le gusta usar para referirse a ese último desarraigo.
Pero no hay razón para nostalgias, no: “Hubo un filósofo griego que
decía: ‘Yo no salgo de Grecia’. En cambio, yo digo: ‘Yo no salgo de
mi patria, que es América Latina”, proclama orgulloso, con una voz
terrosa y autóctona, que tantas geografías distintas todavía no logran
desteñir.
Él es Enrique Dussel (81), el filósofo mendocino, latinoamericano y
contemporáneo más leído en el mundo entero.
-¿Por qué México?
-Podría haberme ido a Estados Unidos como profesor, pero hubiera
tomado a América Latina como objeto de estudio, y yo no quería
eso.
En México, ya a la semana siguiente estaba con movimientos
populares. Fue como si me hubiera ido a otra provincia de
Argentina: me integré completamente a la realidad y no sufrí
ninguna añoranza, porque me sentía en casa. “Los años que me
quedaron fueron para sentirme sobreviviente”, dijo el día anterior
ante 350 personas. “Eso no pesa, pero a uno lo hace responsable de
muchas cosas”, ahora agrega.
-¿Usted se ha sentido responsable, entonces?
-De todo.
La vigencia latinoamericana
Así, con un pie en la academia y otro en el candente barro de los
movimientos populares, Dussel fue dando forma a lo largo de
cincuenta años a una obra extensa y compleja, que echa raíces en la
filosofía y en la teología.
Después de su última visita, a finales del 2012 (ya reconciliado con
la facultad donde se formó), volvió a recalar en su provincia a
principios de este mes. Esta vez con el motivo de dar un seminario
de posgrado en la Maestría de Estudios Latinoamericanos de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UN Cuyo). El tema
fue “El método analéctico crítico en el paradigma de la Filosofía de
la Liberación”.
Alumnos, profesores, referentes políticos y sociales y hasta algunos
curiosos pudieron adentrarse en la espesa filosofía dusseliana, que
desorbita el pensamiento eurocéntrico de quien la conoce (es decir,
el de todos nosotros).
La visita fue breve, las actividades muchas y las arduas conferencias
agotadoras. Sin embargo, esto no fue determinante para que pudiera
hacerse una generosa grieta en la apretada agenda para dialogar con
Cultura:
-¿Cuál es la indagación teórica de sus últimos libros?
-En mis clases, hace cuarenta años ya, estaba dado el punto de
partida de lo que vine a presentar en este seminario. Ahí ya se había
dado el punto de partida, pero esto es algo que ha cobrado fuerza en
los últimos años, en los que he podido llegar a lo que llamaría una
Política.
He hecho mucha reconstrucción histórica, antropológica, ética, y
siempre sabía que tenía que terminar en la Política, pero la empecé
casi después de mi “Ética de la liberación”, en el año 1998: hace
apenas 20 años atrás.
Continúa: “Esto responde a una problemática que tiene como
referentes a muchos rostros. En estos años he dado muchas vueltas:
por todos los países europeos y latinoamericanos, por casi todos los
estados norteamericanos, pero también África, también en Asia.
Entonces veo muchos rostros cuando estoy escribiendo, y los
lectores se dan cuenta que les estoy hablando a ellos también.
-¿Cree que ahí está el motivo de que hoy por hoy usted sea uno
de los filósofos más leídos del mundo?
-Ahora toco muchos resortes sobre una cuestión que por fin ha
aparecido como una pregunta central, porque el asunto en el mundo
intelectual y en la filosofía (pero lo mismo en la literatura, en la
antropología y en todas las ciencias sociales) es quién pone las
preguntas más acuciantes. Y da la casualidad de que es un grupo de
latinoamericanos los que estamos planteando las preguntas más
interesantes.
Se refiere a la vigencia que tienen actualmente los planteos que hizo
la Filosofía de la Liberación cuarenta años atrás. Ese antiguo
semillero, donde compartió inquietudes con otros mendocinos como
Arturo Roig y Horacio Cerutti-Guldberg, ofrece hoy un nuevo
derrotero de indagaciones, una alternativa, a la gastada filosofía
europea.
El método analéctico, justamente, va a contrapelo del pensamiento
totalizante europeo, encarnado en la clásica dialéctica hegeliana (que
fue tomada y reformulada en la filosofía posterior marxiana). La
analéctica de Dussel irrumpe y critica esta forma de pensar.
Por el contrario, busca ir más allá y encontrarse con un Otro, que se
encuentra por fuera de la tesis-antitesis-síntesis y que se incorpora,
asumiendo una nueva subjetividad, un diálogo de igual a igual y,
finalmente, lo que dará paso a un nuevo sistema.
Pero, para hacer carne la abstracción: el Otro son todos aquellos
sujetos que tradicionalmente se han interpretado bajo el concepto de
“oprimido”, son esa dudosa categoría de “tercer mundo”, la
periferia, los pueblos originarios, las “minorías”.
Por esta filosofía potente y demoledora es que Dussel se ha
convertido, en los últimos años, también en una suerte de referente
teórico para los populismos latinoamericanos: sus libros fueron
bandera de Hugo Chávez.
-¿Usted cree que en Latinoamérica se quiso dar ese paso
analéctico a un nuevo sistema?
-Lo que pasa es que todavía estamos en ese proceso, que avanza y
que retrocede. Aparecen gobiernos que se parecen mas al pueblo y
hay otros que ya no se parecen para nada. José Martí decía que iba a
llegar el momento de una segunda emancipación. La de 1810 fue la
primera, y ahora viene la segunda…
-¿Cómo se presenta esta nueva emancipación?
-Ahora es la emancipación del centro, de Europa. Una ruptura que
nos ha tenido como colonia mental, y también desde un punto de
vista militar, económico, político… Vemos que seguimos
dependientes y no logramos competir, porque estamos en otro nivel.
Estamos en el medio, y esto es un pensamiento que nos ayuda a
transitar.
-¿Entonces, cómo interpretaría la retirada de los populismos y el
ascenso de gobiernos considerados más de derecha?
-Es parte de un proceso de cambio. A finales del siglo XX surgieron,
por primera vez en esta región, gobiernos progresistas, que ni
siquiera son como los gobiernos nacionalistas de 1930 a 1954. Estos
gobiernos tienen algunas ideas muy interesantes, y otras no tanto,
porque fue la primera experiencia. Sucedió que entraron en un
proceso entrópico, porque los sorprendió el poder y no lo habían
ejercido antes.
-¿Y qué opina de la corrupción?
-El tema de la corrupción no es solamente un problema de
propaganda. Es un problema de la subjetividad. Un militante que es
un obrero sindicalista de pronto es elegido diputado: tiene cinco
veces más de salario, ve que todos se visten de otra manera, se
compra un traje mejor. Ya se empezó a corromper…
-¿Qué hacer con este problema, entonces?
-Ahora hay que formar una nueva generación de gente que no caiga
en esos “retrocesos”. Es difícil la situación, sí, porque no es fácil
reemplazar el sistema vigente, pero los militantes que se corrompen
deben recibir su castigo. Ahora es tiempo de cosechar una reflexión
que permita tener una teoría más seria, que tenga una disciplina
mayor.
Hace una breve pausa y dice con palabras contundentes, como si
hubiera llegado a una conclusión: “La historia es larga, no dura ni
decenios: dura siglos. Quizás todos muramos antes de llegar de
nuevo a un 1810”.
-¿Cómo describiría la situación política en México?
-Es de los únicos países en América Latina que no tuvo dictadura
militar. Pero la fue realizando de una manera lenta y permanente. La
persecución no fue tan brutal como en Chile o Argentina, pero
vienen desde hace 70 años matando selectivamente periodistas,
dirigentes…
Lo que pasa es que antes la corrupción era pequeña, era cuestión de
apropiarse de los bienes del estado. Con la droga esto ha aumentado
geométricamente.
Ficha
Egresó de la UN Cuyo en 1957 y se doctoró en la Universidad
Complutense de Madrid y La Sorbona de París. En 1973, ya de
regreso en Mendoza, una bomba colocada en su casa por grupos de
ultraderecha lo obliga a exiliarse en México, desde donde lleva su
tarea docente en la UNAM desde 1975.
En paralelo a esta cátedra, recorre los puntos más distantes del
planeta y se sienta a discutir con los intelectuales más prestigiados.
Es un referente de movimientos sociales y de líderes políticos.
Por otro lado, las editoriales más referenciadas en el mundo
académico no le son indiferentes: su último libro “Filosofías del Sur.
Descolonización y Transmodernidad” fue editado el año pasado por
Akal,y Trotta ya publicó los dos primeros tomos de su “Política de
la liberación”.
Contrapesa: “También hay cada vez más reacción popular. Hay
movimientos sociales, pero también problemas de organización y de
formación de la subjetividad (para no caer en la corrupción). Y
también hay un desprestigio de la teoría, pura praxis, pragmatismo”.
-¿Cuál es la función de la teoría en el vertiginoso mundo
contemporáneo?
-Con el desprestigio de la teoría no se puede ir hacia adelante. Hay
que tener una teoría muy articulada a lo real, no doctrinas abstractas,
sino que se hayan elaborado desde la experiencia. En eso es que los
intelectuales tenemos que jugar una función muy importante.

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