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Las desavenencias conyugales no son sinónimo de violencia. Los conflictos en sí mismo no son
negativos y son consustanciales a cualquier relación de pareja. Lo que diferencia a una pareja
sana de una pareja violenta es que la primera utiliza formas adecuadas de solución de
problemas, mientras que la segunda recurre a la violencia como la forma más rápida y efectiva
de zanjar, provisionalmente, un problema. Se trata en este caso de una herida cerrada en
falso.
Este tipo de maltrato puede ser reflejo de diversas actitudes por parte del maltratador:
Desvalorización, que supone un desprecio de las opiniones, de las tareas o incluso del propio
cuerpo de la victima
Indiferencia, que representa una falta total de atención a las necesidades afectivas y los
estados de ánimo de la mujer.
El maltrato sexual esta referido al establecimiento forzado de relaciones eróticas, sin la mas
mínima contrapartida afectiva, o a la imposición de conductas percibidas como degradantes
por la victima.
Una vez que ha surgido el primer episodio de maltrato, y a pesar de las muestras de
arrepentimiento del maltratador, la probabilidad de nuevos episodios es mucho mayor. Rotas
las inhibiciones relacionadas con el respeto a la otra persona, la utilización de la violencia
como estrategia de control de la conducta se hace cada vez más frecuente. El sufrimiento de la
mujer, lejos de ser un revulsivo de la violencia y en suscitar una empatía afectiva o, al menos,
en un nivel de compasión, se constituye en un estimulo discriminativo para la agresión.
El maltrato domestico puede funcionar como una conducta agresiva que es aprendida de
varias formas por los hijos y que se transmite culturalmente a las generaciones posteriores.
Otras mujeres pueden ser también victima de maltrato y no buscar ayuda terapéutica o no
acudir a los centros asistenciales. Las mujeres pertenecientes a una clase social más alta
pueden optar directamente por la separación, no exteriorizar lo ocurrido o acudir en busca de
ayuda a consultas privadas.
La tolerancia a esta situación aversiva se explica por razones económicas (dependencia del
marido), sociales (la opinión de los demás y el aislamiento) y familiares (la protección de los
hijos).
Variables psicológicas que son capaces de dar cuenta de este hecho: la minimización del
problema como resultado de una cierta habituación a la situación de tensión; el miedo; la
indefensión generada; la resistencia a reconocer el fracaso de la relación; el temor al futuro en
soledad, etc. Algunos sesgos cognitivos de las victimas tales como la vergüenza a relatar
conductas degradantes o la creencia de que la violencia familiar atañe solo al ámbito de lo
privado, pueden asimismo retrasar la búsqueda de ayuda terapéutica.
Los sentimientos de culpa están relacionados con las conductas que la victima ha realizado
para evitar la violencia: mentir, encubrir al agresor, tener contactos sexuales a su pesar;
consentir en el maltrato a los hijos, no educarles adecuadamente, etc. Casi la mitad de las
mujeres se atribuyen a si mismas la culpa de lo que les ocurre pensando erróneamente, como
consecuencia de un estereotipo social, que quizás “ellas se lo han buscado”.
La culpa puede referirse a conductas concretas como, por ejemplo, no quedase calladas, o no
acceder las peticiones no razonables del marido, o a la personalidad, es decir a la forma de ser:
por ejemplo, verse estúpidas, sentirse poco atractivas o considerarse provocadoras.
Las mujeres que se culpan a si mismas e los abusos les cuesta mucho más acudir a un centro
asistencial, a la policía, o a un abogado.
Todos los síntomas descritos, vividos en el marco de una violencia repetida, configuran una
variante del trastorno de estrés postraumático. Los síntomas están relacionados con el trauma
ya vivido o con el temor a sufrir nuevos episodios de violencia. Las mujeres pueden separarse,
pero no les resulta fácil evitar el contacto con el maltratador, especialmente cuando hay niños
implicados. Por ello, el trastorno de estrés postraumático no se reduce si persiste el peligro de
ser golpeadas de nuevo.
Los objetivos terapéuticos con las victimas de maltrato se han centrado en el tratamiento de la
culpabilidad y del déficit de autoestima y en la mejora de la relación social, así como la
expresión adecuada de la ira y en la terapia de los síntomas específicos presentados. El
objetivo es de enseñar a la victima habilidades que les permitan el establecimiento de una
nueva vida, enfocada a la autonomía personal y a la recuperación del control.
Historia
La violencia familiar comenzó a tematizarse como problema social grave a comienzos de los
años 60, cuando algunos autores describieron el “síndrome del niño golpeado”, redefiniendo
los malos tratos hacia los niños. El tratamiento periodístico de estos casos, en una época en
que los medios de comunicación comenzaban a mostrar su poder de penetración, contribuyo a
generar un incremento de la conciencia pública sobre el problema.
En el comienzo de los años 70, la creciente influencia del movimiento feminista resultó
decisiva para atraer la atención de la sociedad sobre las formas y las consecuencias de la
violencia contra las mujeres. Progresivamente, se comenzó a descorrer el velo sobre otros
fenómenos mucho mas extendidos de lo que se crecía: por ejemplo, el abuso sexual hacia los
niños y las diversas formas de maltrato contra los ancianos
Hasta hace no mucho tiempo la violencia familiar era considerada como un fenómeno poco
frecuente, catalogado como anormal y atributo a personas con trastornos psicopatológicos.
Sin embargo, la mayoría de los trabajos de investigación realizados en los últimos 30 años nos
demuestran que la violencia y el maltrato en la familia son fenómenos “normales” desde el
punto de vista estadístico a cuya definición, como una formación cultural apoyada en valores,
contribuyen mitos, creencias y estereotipos firmemente arraigados en la sociedad.
Conflicto, es un termino que alude a actores que se oponen entre si. Contrastes intra o
interpersonales. Los conflictos interpersonales son uno de los resultados posibles de la
interacción social, como expresión de la diferencia de intereses, deseos y valores de quienes
participan en ella.
La agresión es un termino que ha sido acuñado, dentro del vocabulario de la psicología, para
dar cuenta de la capacidad humana para “oponer resistencia” a las influencias del medio.
Con respecto a la agresividad humana, existe una vieja polémica, sostenida por los etólogos,
psicólogos y antropólogos, en torno de problema de si es cierto o no que los seres humanos
son genéticamente e instintivamente agresivos. Las posturas instintivitas defienden la tesis de
que nacemos con un componente de agresividad innata, que se manifestara de distintos
modos, adjudicando a la cultura un rol “domesticador” de esos instintos.
Ashley Montagu señala que “la herencia sólo suministra la potencialidad; el resultado
especifico estará determinado por las décadas de experiencias cotidianas. Existe una diferencia
entre la agresividad animal, que está vinculada a configuraciones instintivas especificas, tales
como la defensa del territorio, la autoconservacion o la reproducción de la especie, y la
agresividad humana, que está modelada esencialmente por el entorno en el cual se desarrolla
cada persona. Lo que en los animales es una conducta fija ante determinados estímulos
ambientales, en el ser humano es una potencialidad que puede adoptar disímiles formas, de
acuerdo con las circunstancias especificas de cada hombre o cada mujer.
Otros autores han señalado que la agresividad humana entendida en un sentido amplio, es
necesaria para vencer los obstáculos que el medio presenta. De este modo, una persona
emprendedora, que lucha por conseguir los objetivos que están en su proyecto de vida, que
sortean las dificultades y sigue avanzando, podría ser definida como una persona agresiva, en
el sentido positivo de la palabra.
Según sea el objeto, puede tratarse de una autoagresión o de una heteroagresion: siempre
existe una direccionalidad en la conducta agresiva. Un golpe, un insulto, una mirada
amenazante, un portazo, un silencio prolongado, una sonrisa irónica, la rotura de un objeto,
para que puedan ser definidas como conductas agresivas deben cumplir con otro requisito: la
intencionalidad, es decir, la intención, por parte del agresor, de ocasionar un daño.
Una de las características de la conducta agresiva de los animales es que es predecible a partir
del conocimiento de las configuraciones instintiva de cada especie. El instinto de defensa de la
territorialidad marca un camino que siempre será transitado en presencia de un estimulo que
lo desencadene. Esta es una ley que no se verifica en el caso de los seres humanos: frente a un
mismo estimulo, diferentes personas reaccionan de modos disimiles, y las mismas personas,
en circunstancias distintas, puede comportarse de maneras opuestas.
El se humano no reacciona frente a los estímulos, sino frente a la interpretación que hace de
ellos. Podemos decir que lo específicamente humano es que el sujeto construye
permanentemente su realidad, adjudicándole significados, en función de los cuales se
estructuran sus conductas. Dado que los significados no son entidades estáticas e inmutables,
el cambio es posible (aunque no siempre probable).
Podríamos decir que una persona agresiva es aquella que tiende apercibir los datos de la
realidad como provocadores o amenazantes y, frente a tal construcción cognitiva, reacciona
con conductas de ataque o defensa. El hecho de que muchas personas reaccionen
agresivamente frente a circunstancias similares nos remite a la existencia de significados
culturales estructurados, que muchas veces adoptan la forma de mitos, prejuicios y creencias,
compartidos por quienes pertenecen a una misma cultura.
Violencia
La raíz etimológica del término violencia remite al concepto de fuerza. El sustantivo “violencia”
se corresponde con verbos tales como “violentar”, “violar”, “forzar”.
Podemos decir que la violencia implica siempre el uso de la fuerza para producir daño. En un
sentido amplio, puede hablarse de violencia política, de violencia económica, de violencia
social y hasta de violencia meteorológica. En todos los casos, el uso de la fuerza nos remite al
concepto de poder.
En sus múltiples manifestaciones, la violencia siempre es una forma de ejercicio del poder
mediante el empleo de la fuerza (ya sea física, psicológica, económica, política) e implica la
existencia de un “arriba” y un “abajo”, reales o simbólicos, que adoptan habitualmente la
forma de roles complementarios: padre-hijo, hombre-mujer, maestro-alumno, patrón-
empleado, joven-viejo, etcétera.
Para que la conducta violenta sea posible, tiene que darse una condición: la existencia de un
cierto desequilibrio de poder, que puede esta definido culturalmente o por el contexto, o c
producido por maniobras interpersonales de control de la relación.
Para poder comprender la dinámica de una relación de abuso es necesario definir con mayor
precisión los conceptos de daño y poder.
1. Por daño debe entenderse cualquier tipo y grado de menoscabo para la integridad de otro.
De ese modo, existen diferentes tipos de daño ocasionados en el contexto de una relación de
abuso: daño físico, psíquico, económico, etcétera.
“Yo no quería hacerle daño, sólo quería que me entendiera”. En este caso, “que me entienda”
es sinónimo de “que me obedezca”. Una vez mas la fuerza es utilizada para someter, doblegar,
subordinar”
Los distintos tipos de violencia interpersonal tienen un elemento común: el efecto de daño
emocional. (Violencia física, económica, sexual, psicológica).
La Familia
Para poder aproximarnos al estudio de la familia como entorno real, necesitamos revisar las
nociones míticas que hemos aprendido desde los cuentos infantiles y los textos escolares, que
muestran a la familia como lugar ideal, de realización afectiva, comprensión reciproca y
seguridad. La familia por sus características de intimidad, privacidad y creciente aislamiento,
como una organización que tiende a ser conflictiva. Sin embargo se intenta conservar una
imagen idealizada de la vida familiar, como un núcleo de amor más que de violencia potencial.
Ahora bien, el conflicto, que parece inherente a la vida de la familia, no genera
necesariamente la violencia; podríamos decir que, por el contrario, el negar la inevitabilidad
del conflicto es lo que muchas veces contribuye a la aparición de la violencia.
Dándole una vuelta de tuerca mas al tema que estamos tratando, analizaremos ahora dos
variables en torno a las cuales se organiza el funcionamiento familiar: el poder y el género.
Cuando estos fundamentos sirven de base para regular las relaciones intrafamiliares,
encontramos algunas de las siguientes “leyes”, implícitas pero sancionables:
La naturalidad con que estas premisas son aceptadas, e incluso prescritas desde ciertos
sectores profesionales, nos dicen de la coherencia de este modelo autoritario de familia con
respecto al macrocontexto en el que esta inserto, definido globalmente como cultura
patriarcal. Una de las características de eta legalidad es la unidireccionalidad: el concepto de
respeto no es entendido como una categoría que requiere reciprocidad, sino que es definido a
partir de una estructura de poder en la cual la dirección establecida es desde “abajo” hacia
“arriba”
La aceptación estricta de esta normativa legitima diversas formas de abuso intrafamiliar. Por
ejemplo, los niños abusados sexualmente son una consecuencia de la aceptación de las
normas acerca de la obediencia y el respeto que les deben a los mayores.
Una estructura vertical, se suele poner el acento en las obligaciones, más que en los derechos
de los miembros. Por lo tanto, los más débiles tienen una oscura conciencia de sus opiniones y
facultades. De ahí que si dependencia con respecto a los más fuertes se acentúa y su
autonomía personal se ve recortada. Ser dependiente del marido económicamente no es
ponerse en riesgo? La figura de hombre proveedor no debería replantearse? Dar y recibir por
igual en la pareja bert hellinger el dar y recibir en los hijos bert hellinger.
Los estudios de género llevados a cabo en las últimas décadas muestran a las claras la vigencia
de los estereotipos culturales que atribuyen más valor a lo masculino que a lo femenino,
ubicando jurídica y psicológicamente a varones y mujeres en distintos niveles jerárquicos
dentro de la organización familiar.
Preliminarmente podemos afirmar que la evaluación del potencial de violencia de una familia
requiere la consideración de los siguientes elementos:
La dinámica del poder es una delas características comunes de las diversas formas de la
violencia familiar. Este es el punto de partida, de ahí que no consideremos los golpes de puño.
Consideramos que la violencia como una situación en la que una persona con más poder abusa
de otra con menos poder: la violencia tiene a prevalecer en el marco de relaciones en las que
existe la mayor diferencia de poder. Los dos ejes de desequilibrio de poder dentro de la
familia están dados por él genero y por la edad.
El término de violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las
relaciones entre los miembros de una familia. Se denomina relación de abuso a aquella forma
de interacción que, enmarcada en un contexto de desequilibrio de poder, incluye conductas de
una de las partes que, por acción o por omisión, ocasionan daño físico y/o psicológico a otro
miembro de la relación.
Para poder definir una situación familiar como un caso de violencia familiar, la relación de
abuso debe ser crónica, permanente o periódica. El abuso sexual es violencia y a veces no es
crónica, ni periódica…no necesita serlo.
Cuando hablamos de violencia familiar nos referimos, pues a las distintas formas de relación
abusiva que caracterizan de modo permanente o cíclico al vinculo intrafamiliar. Cualquier
miembro de la familia, independientemente de su raza, sexo y edad, puede ser agente o
victima de la relación abusiva. Es el adulto masculino quien con más frecuencia utiliza las
distintas formas de abuso y son las mujeres y los niños las victimas más comunes de este
abuso.
Sin embargo se intenta conservar una imagen idealizada de la vida familiar, como un núcleo de
amor más que la violencia potencial. Ahora bien, el conflicto, que aparece inherente a la vida
dela familia, no genera necesariamente la violencia; podríamos decir que, por el contrario el
negar la inevitabilidad del conflicto es lo que muchas veces contribuye a la aparición de la
violencia.
No nos interesa mucho aquí detenernos en la discusión acerca de los diferentes criterios
teóricos sobre los que se da la definición de familia, sino mas bien en ciertas características de
la interacción familiar que la convierten en un entorno posible para la violencia.
1. Las personas sometidas a situaciones crónicas de violencia dentro del hogar presentan
una debilitación gradual de sus defensas físicas y psicológicas, lo cual se traduce eb un
incremento de los problemas de salud.
2. Marcada disminución en el rendimiento laboral (ausentismo, dificultades en la
concentración, etceterá).
3. Los niños y adolescentes, que son victimas o testigos de la violencia intrafamiliar,
frecuentemente presentan tx de conducta escolar y dificultades en el aprendizaje.
4. Los niños, que aprenden en su hogar modelos de relación violentos, tienden a
reproducirlos en sus futuras relaciones, perpetuando así el problema.
5. Un alto porcentaje de conductas delictivas proviene de hogares donde han sido
victimas o testigos de violencia crónica
6. 6. Un alto porcentaje de los asesinatos y lesiones graves ocurridos entre miembros de
una familia sin el desenlace de situaciones crónicas de violencia domestica.
A veces este tema me inquieta y voy resolviendo algunas dudas que tengo o tenia con
respecto al tema. El estado protege a las personas victimas tal y como un psicoterapeuta
en un primer momento lo hace, tenia la idea que uno mismo tiene q salir de sus problemas
y tirar pal ante solo….pero lo cierto es que yo mismo busco a un terapeuta porque
reconozco q solo no puedo o quizás si puedo pero un apoyo no viene mal. Me ha venido
muy bien buscar apoyo en la vida cuando las situaciones apretaban mi existencia. Ahora
bien lo terapéutico no es la ayuda ciega, el terapeuta ayuda y también el paciente pone de
su parte, va confiando en si mismo va desarrollando su potencial, un potencial q antes no
veía. Quizás esta es la parte que me chirria con respecto al tema, ya que pienso que esta
muy bien la ayuda sin embargo “seria mejor” apoyar a las personas para que desarrollen
su potencial y que no se queden como “victimas” o que el enfermo se cure, que no se
quede enfermo, que sea visto como enfermo en un primer momento pero que también
podamos ver que este enfermo sana.
Mito 1. Los casos de violencia familiar son escasos: no representan un problema tan grave.
Realidad. Hasta hace algunos años, el fenómeno de la violencia familiar no había sido
estudiado ni sacado a la luz, por tratarse de un fenómeno oculto, cuyos protagonistas hacen
todo lo posible por disimular.
Mito 2. La violencia familiar es un fenómeno que solo ocurre en las clases sociales más
carecientes.
Realidad. La pobreza y las carencias educativas constituyen factores de riesgo para situaciones
de violencia, peo no son patrimonio exclusivo de esos sectores de la población. Se sabe que los
casos de violencia familiar se distribuyen en todas las clases sociales y en todos los niveles
educativos. Lo que ocurre es que, a medida que ascendemos en la escala social, existen más
recursos para mantener oculto el problema.
Mito 3. El consumo del alcohol puede favorecer la emergencia de conductas violentas, pero,
no las causa. De he hecho, muchas personas alcohólicas no usan la violencia dentro de su
hogar, y también es cierto que muchas personas que mantienen relaciones familiares abusivas
no consumen alcohol. Y existe un tercer argumento: las personas que utilizan la violencia
dentro de su hogar cuando están alcoholizadas no son violentas cuando beben en otros
lugares o situaciones sociales.
Realidad. Los episodios de violencia dentro del hogar no ocurren de forma permanente, sino
por ciclos. En los momentos en los que los miembros de la familia no están atravesando por la
fase más violenta del ciclo, existen interacciones afectuosas, aunque el riesgo de que en
cualquier momento se vuelva a la situación de violencia siempre está flotando en el aire. El
amor coexiste con la violencia; de lo contrario, no existiría el ciclo. Generalmente, es un tipo de
amor adictivo, dependiente, posesivo, basado en la inseguridad.
Mito 6. A las mujeres que son maltratadas por sus compañeros les debe de gustar; de lo
contrario no se quedarían.
Mito 7. Las victimas de maltrato a veces se lo buscan: “algo hacen para provocarlo”
Realidad. Es posible que su conducta provoque enojo, pero la conducta violenta es absoluta
responsabilidad de quien la ejerce. No hay provocación que justifique una trompada, un golpe
en la cabeza o una patada. Los hombres que ejercen violencia en su hogar intentan
permanentemente justificar su conducta en las provocaciones y eso les permite eludir su
responsabilidad. Una variedad de este mito es el que dice que una victima de agresión sexual o
de violación algo ha hecho para provocarlo. Estos mitos tienden a culpabilizar a la victima en
lugar de al victimario.
Realidad. En el 85% de los casos, el abuso sexual ocurre en lugares conocidos o la propia casa,
y el abusador es alguien de la familia o un conocido. (Tanto en el caso de niños como con de
mujeres).
Mito 10. La conducta violenta es algo innato, que pertenece a la “esencia” del ser humano.
Realidad. La violencia es una conducta aprendida a partir de modelos familiares y sociales que
la define como un recurso valido para resolver conflictos. Se aprende a utilizar la violencia en
la familia, en la escuela, en el deporte, en los medios de comunicación.
La Violencia conyugal
Primera fase, “episodio agudo”, en la cual toda la tensión que se había venido acumulando da
lugar a una explosión de violencia, que puede variar en gravedad, desde un empujón hasta el
homicidio.
Modelo propuesto por Urie Bronfenbrenner, postula que la realidad familiar, la realidad social
y la cultura pueden entenderse organizadas con todo articulado, como un sistema compuesto
por diferentes subsistemas que se articulan entre si de manea tan dinámica.
a. El contexto más amplio macro sistema nos remite a las formas de organización social,
los sistemas de creencias y los estilos de vida que prevalecen en una cultura o
subcultura en particular. Son patrones generalizados que impregnan los distintos
estamentos de una sociedad. (por ejemplo, la cultura patriarcal.)
b. Exosistema que esta compuesto por la comunidad más próxima, incluye las
instituciones mediadoras entre el nivel de la cultura y el nivel individual: la escuela, la
iglesia, los medios de comunicación, los ámbitos laborales, las instituciones
recreativas, etc.
c. El contexto mas reducido (microsistema) se refiere a las relaciones cara a cara que
constituyen la red vincular mas próxima a la persona. Dentro de esa red juega un papel
Privilegiado la familia, entendida como estructura básica del microsistema.
La dificultad para considerar la compleja red de contextos en los que surge una
determinada problemática “individual”
Macrosistema:
Creencias y valores culturales acerca de la mujer, hombre, niños y familia.
Concepción acerca del poder y la obediencia
Actitudes hacia el uso de la fuerza para la resolución de conflictos
Concepto de roles familiares, derechos y responsabilidades.
Exosistema
Microsistema
Factores de Riesgo
Estrés económico
Desempleo
Aislamiento social
Alcoholismo
Este sistema de creencias va dando forma a los conceptos de roles familiares, derechos y
responsabilidades de los miembros de la familia. Un hombre tiene la convicción de que le
corresponde el derecho de que sus deseos no sean contrariados en el ámbito familiar;
cualquier transgresión a esa regla justificara el uso de la fuerza para castigar a quien no la ha
respetado.
En una sociedad donde los ancianos fueran los mas poderosos y los niños los mas sagrados, no
existiría la violencia.
2. El Exosistema
Los valores culturales no se encarnan directamente en las personas, sino que se hallan
mediatizados por una serie de espacios que constituyen el entorno social más visible: las
instituciones educativas, recreativas, laborales, religiosas, judiciales, etcétera.
Victimización Secundaria, otra vez victima cuando recurre a instituciones o profesionales y las
instituciones, impregnados de los mitos y estereotipos culturales en torno del tema de la
violencia familiar, dan respuesta inadecuadas a quienes piden ayuda, por ejemplo buscando la
culpabilidad en la victima o restando importancia al problema. Las intervenciones erróneas,
lejos de ser neutras, tienen a agravar la situación de quienes están en riesgo, poniendo muchas
veces en peligro sus vidas.
Con sugestiva frecuencia, los antecedentes que emergen de la historia personal de quienes
están involucrados en relaciones violentas muestran un alto porcentaje de contextos violentos
en las familias de origen. Personas maltratadas o testigos de la violencia en sus casas luego en
la adultez se reproducen. Las mujeres maltratadas también tienen historia de maltrato en l
infancia. La violencia en la familia de origen ha servido de modelo de resolución de conflictos
interpersonales y ha ejercido el efecto de “normalización” de la violencia: la recurrencia de
tales conductas, percibida a lo largo de la vida, las ha convertido en algo corriente, a tal punto
que muchas mujeres no son conscientes del maltrato que sufren, y muchos hombres no
comprenden se les señala que sus conductas ocasionan daño.
En el fondo, hay un factor que es común a quienes han sufrido situaciones de violencia en la
infancia, sean hombres o mujeres: la baja autoestima. Pero, por efecto de la socialización de
genero, se manifiesta de manera distinta según el sexo: en las mujeres incrementa los
sentimientos de indefensión y culpabilidad; en los hombres, activa mecanismos de sobre
compensación que los lleva a estructurar una imagen externa dura.
4. Nivel individual
c. Dimensión cognitiva
Sus ideas son cerradas, con pocas posibilidades reales de ser revisadas.
Percibe a su mujer como “provocadora”: tiene una especie de lente de aumento para observar
cada pequeño detalle de la conducta de ella, le resulta difícil observarse a si mismo, a su
sensaciones
Confunde sus suposiciones imaginarias acerca de su mujer, con la realidad y, por lo tanto, a
actuar en función de su construcción imaginaria.
Las mujeres maltratadas se percibe a si misma como alguien que no tiene posibilidades de salir
de la situación en la que se encuentra.
Tiene una idea hipertrofiada acerca del poder de su marido. El mundo se le presenta hostil y
ella cree que nunca podrá valerse por si misma.
Cuando el maltrato es muy grave y prolongado, puede tener ideas de suicidio o de homicidio.
El abuso emocional de la que es objeto tiene como consecuencia que ella comience a verse a si
misma como inútil, tonta o loca, tal como él le repite constantemente. Muchas veces puede
llegar a dudar de sus propias ideas o percepciones.
Una mujer maltratada suele haber incorporado modelos de dependencia y de sumisión. Ella
experimenta un verdadero conflicto entre sus necesidades de expresar sus sentimientos y el
temor que le provoca la posible reacción de su marido. El miedo y la represión de sus
necesidades emocionales la llevan a menudo a vehiculizar la expresión de lo reprimido a través
de síntomas psicosomáticos. Habitualmente experimenta sentimientos de indefensión e
impotencia, y desarrolla temores que la vuelven huidiza y evitativa.
Se me ocurre tocar con el miedo, a ser agredido. Un trabajo con ellas seria el contacto con su
animal interior, que puedan tocar con lo instintivo, quizás eso esa machacado, castrado.
La observación reiterada por parte de los hijos de la violencia ejercida por el hombre a
generación esta conducta en las parejas de la siguiente generación. Los niños aprenden que la
violencia es un recurso eficaz y aceptable para hacer frente a las frustraciones del hogar. Las
niñas aprenden, a su vez, que ellas deben aceptarla y convivir con ella.
Una de las características singulares del maltrato domestico es la cronicidad. Por termino
medio las mujeres permanecen en la situación de violencia durante un periodo de tiempo no
inferior a 10 años antes de adoptar algún tipo de medidas. Con frecuencia se engañan a si
mismas convenciéndose de que las cosas no están tan mal y de que pueden evitar nuevos
abusos si perseveran en el intento.
La búsqueda tardía de ayuda terapéutica se explica por razones económicas (dependencia del
marido), sociales (la opinión de los demás), familiares (la protección de los hijos) y psicológicas
(la minimización del problema, la vergüenza, el miedo, la indefensión generada, la resistencia a
reconocer el fracaso de la relación, etc.) así como por el temor ante el futuro (precariedad,
económica, problema de vivienda, porvenir incierto de los hijos, enfrentamiento en solitario
ante la vida. Es recuente que la denuncia de los casos coincidan con algún momento critico en
el seno de la familia.
El maltrato que tiene como agente activo a la mujer presenta dos características especificas:
b). cuando se manifiesta en forma de maltrato físico, aparece frecuentemente como una
respuesta a los malos tratos repetidos, en casos extremos de defensa propia o ante situaciones
de miedo insuperable, en las que estalla la violencia de forma explosiva como consecuencia de
una ira reprimida durante mucho tiempo. El método de resolución de algunos divorcios
pueden ser una forma de violencia psicológica para los hombres, sobre todo cuando e
experimenta una dificultad para mantener los vínculos afectivos con los hijos.
Hoy se sabe más de lo que ocurre en la intimidad del hogar porque la dignidad de la mujer
desempeña un papel que no ha ocupado en otros momentos históricos. No puede decirse, por
ello, que las agresiones sean hoy mas frecuentes que antes; simplemente, se saben más. En las
sociedades más modernas las relaciones de pareja duran menos, pero no está sometida a una
presión tan extrema. Las relaciones de pareja actuales están basadas en expectativas de
igualdad que tienden a inhibir los comportamientos violentos. No debe olvidarse que estos
encuentran un caldo de cultivo adecuado en la dependencia y en la asimetría de la relación.
Loas adultos han crecido más en los hogares patológicos azotados por el abuso, las discordias
continuas y los malos tratos que en los nuevos modelos familiares, como parejas divorciadas,
hogares mono parentales, etc. Desde esta perspectiva la falta de un modelo paterno adecuado
propicia la adquisición de una baja autoestima y dificulta la capacidad para aprender a
modular la intensidad de los impulsos agresivos.
Una vez adoptada la violencia como estrategia de control de la relación. ¿Cómo participamos
en la relación? Como agentes activos? ¿Somos agentes pasivos? ¿Qué nos hace ser pasivos?
¿Qué nos hace ser activos? ¿Cual es nuestro rol? ¿Qué doy? ¿Qué recibo?