Nervio y trueno, paz de ensueño. Ojo abierto todo el tiempo. Cielo raso, eterno ocaso que amanece por si acaso de tanto en tanto.
Lluvia y viento, sol, desierto.
Grito seco, desespero. Perro viejo. Flor temprana, niño ingenuo que disfraza el miedo con silencios. Adentro, intenso. Afuera, hielo. Dice blanco y piensa en negro. Nada es cierto en su tormento, pero es sincero su reflejo.
Fino y culto, hiriente y burro.
Cordero y lobo, su amor es odio y su odio es oro de amor en polvo que sana, cura, lava y estruja. Su mente juega a inventar fantasmas, la noche aplasta sus esperanzas. Mas llega el día y resucita como hace el Fénix de sus cenizas.
Tiene la fuerza de un toro bravo,
pero él no cree más que en fracasos. Se piensa sucio, brutal estorbo. No ha comprendido que es un tesoro. ¿Cómo sentirse él mismo viviendo en otros?
Su mano escribe tocando fondo,
pues nunca deja partir del todo la causa misma de sus escombros. El sexo alivia un poco sus penas, alguna droga tal vez lo aleja de la penuria de andar cargando viejas maletas y más de mil vidas ajenas.
Devora el alma cuando se entrega
y si hace daño no es que quisiera. La guerra acosa tras cada puerta, pero en su cuarto la calma es ella. Hoy en la luna lee su nombre y hasta el infierno le sabe a cielo porque en sus ojos se siente nuevo y su sonrisa, como una veta, le muestra aquello que dista mucho de sus miserias.