Está en la página 1de 46

Capítulo 8

P o b r e z a y d e s n u t r ic ió n

8.1 Introducción
No hay una característica dei subdesarrollo econômico más visible que la pobreza. También
es la más espantosa: el resultado de una desigualdad tras otra. Tenemos, en primer lugar, la
desigualdad de la distribución mundial de la renta y por si esto no fuera poco, tenemos
la desigualdad de la distribución de la renta dentro de un mismo país. Además, como vere­
mos en este capítulo, existe desigualdad dentro dei seno familiar: a las mujeres, ancianos o
ninas se les puede negar sistemáticamente un acceso igual a los recursos. El resultado es
para muchos millones de personas la indigencia, la miséria y la falta de esperanza.
Es facilísimo poner ejemplos "ilustrativos" dei proceso de desarrollo: hay muchos en
este libro y en todos los libros de texto sobre desarrollo econômico, pero no es fácil des-
cribir los horrores de la pobreza y todo lo que lleva aparejado: analfabetismo, desnutri­
ción, mala salud y unas perspectivas absolutamente sombrias. La pobreza golpea no solo
la propia existencia. Al privar al ser humano dei derecho a gozar de buena salud, recibir
educación y disfrutar de un nivel de nutrición suficiente, también destruye sus aspiracio-
nes, sus esperanzas y su goce dei futuro. La pobreza era un azote medieval por una
buena razón: entonces el mundo era pobre. Hoy la pobreza no tiene excusa.
Teniendo en cuenta que el mundo ha generado un gran crecimiento de la renta per
cápita, su historiai en lo que se refiere a la pobreza es bastante patético. Durante el perío­
do 1965-75, el consumo per cápita creció un 32% en los países en vias de desarrollo y du­
rante el período 1975-85 otro 26%.1 Sin embargo, según algunas estimaciones bastante
conservadoras que analizaremos después, en 1990 había más de mil millones de pobres
en el mundo (de un total de algo menos de seis mil millones de personas). La cifra ya es
asombrosa por sí sola.
La pobreza es importante, al igual que la desigualdad, tanto desde el punto de vista
intrínseco como desde el punto de vista funcional. La mayoría de la gente diria que su
erradicación es un objetivo fundamental dei desarrollo econômico. Por lo tanto, precisar
como se caracteriza la pobreza y hallar un indicador apropiado de la pobreza son elemen­
tos importantes de toda política destinada a aliviar la pobreza. Sin embargo, la pobreza no
sólo tiene un interés intrínseco: tiene enormes consecuencias sobre el propio funciona-
miento de la economia. Algunas de estas consecuencias funcionales ya se han puesto de
manifiesto en el análisis de la desigualdad, pero hay otras específicas de la pobreza.
Este capítulo está dividido en cuatro partes. En primer lugar, analizamos el concepto de
pobreza y — algo que está relacionado evidentemente con ella— como se mide. A conti-

1 Véase el World Development Report (Banco Mundial [1990, cuadro 3.1]). Las cifras se refieren al consu­
mo a precios PPA de 1985.
2 4 0 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

nuación, aplicamos algunas de estas medidas para hacemos una idea dei grado de pobre­
za que hay en el mundo actualmente. Además de estas estimaciones cuantitativas, tam-
bién describimos todo lo que lleva aparejado la pobreza: las características que comparten, en
general, los pobres. La comprensión de estas características no sólo ayuda a identificar a
los pobres sino que, además, puede servir para elaborar medidas destinadas a erradicar la
pobreza. En tercer lugar, analizamos el efecto funcional de la pobreza. Esta cuestión está
relacionada con el contenido de otros capítulos de este libro, por lo que nos remitiremos a
ellos para no repetimos. Por último, analizamos algunas medidas destinadas a reducir la
pobreza.

8.2 Pobreza: primeros princípios

8.2.1 Cuestiones conceptuales


Un elemento básico de todos los estúdios sobre la pobreza es el concepto de umbral de po­
breza, que es el nivel mínimo de renta, de consumo o, en términos más generales, de acce-
so a los bienes y servicios por debajo dei cual se considera que los individuos son pobres.
El umbral de pobreza representa, pues, un nivel mínimo de participación econômica
"aceptable" en una determinada sociedad y en un determinado momento. Por ejemplo,
podríamos recoger datos sobre los niveles mínimos de nutrientes que constituyen una
dieta suficiente, sobre los precios de los alimentos que contienen esos nutrientes y sobre
los costes de la vivienda y el vestido y sumar los gastos de consumo necesarios para cu-
brir estas necesidades básicas con el fin de conseguir una estimación dei umbral de po­
breza de una sociedad. Podríamos también utilizar el salario mínimo legal vigente en un
país para estimar su umbral de pobreza. O podríamos fijar alguna otra regia, por ejem­
plo, el 60% de la renta media de un país, para estimar su umbral de pobreza.
No es infrecuente que el umbral de pobreza se base en la nutrición. El que se emplea
en Estados Unidos se basa en las estimaciones de Orshansky [1963,1965], que multiplica
por tres una estimación dei presupuesto mínimo necesario para satisfacer las necesida­
des mínimas de alimentos (se multiplica esa cifra para tener en cuenta otras necesidades
como la vivienda y el vestido). El umbral de pobreza de la índia se ha trazado tradicio­
nalmente utilizando estimaciones de los gastos necesarios para garantizar un consumo
mínimo de calorias. Naturalmente, esos umbrales de pobreza (y probablemente todos)
deben interpretarse con cierta cautela y una buena dosis de escepticismo: cuanto más
pobre es el país, mejor es la aproximación basada en la nutrición. La forma de elevar esta
cifra para tener en cuenta otros gastos plantea más problemas a medida que aumenta el
nivel medio de vida.
En los siguientes subapartados explicamos algunas de las cuestiones que suscita la
medición de la pobreza.

I Gasto total o consumo de diversos artículos?

^Debemos declarar pobre a una persona cuando su cesta de consumo observada es inferior
a ciertos umbrales fijados de antemano o cuando su gasto (o su renta total) es inferior al
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 241

mínimo necesario para conseguir estos niveles de consumo? Podríamos evocar, desde
luego, ejemplos en los que los dos enfoques dan resultados distintos; por ejemplo, ^cómo
clasificamos al asceta rico que se mata permanentemente de hambre? Poniéndonos más
serios, puede ocurrir que los niveles de nutrición no aumenten inequivocamente con la
renta.2 Por ejemplo, los alimentos enlatados pueden ser bastante populares en ciertos ni­
veles de renta, incluso aunque su valor nutritivo sea discutible. Así pues, aunque las
elasticidades sean altas con respecto a las variaciones de la renta, las elasticidades de los
nutrientes pueden no serio. La renta representa la capacidad para consumir, no el propio
consumo. No obstante, resulta mucho más fácil utilizar umbrales de pobreza basados en
la renta o en el gasto (agregado), dada la escasez de datos de que disponemos.

^Absoluta o relativa?

El concepto de pobreza tiene claramente algún componente absoluto. Independiente-


mente de la sociedad en la que viva, la gente necesita unos niveles suficientes de alimen­
tos, de ropa y de vivienda. Mientras que es cierto, desde luego, que existen diferencias de
opinión sobre lo que deba considerarse "suficiente" (la vivienda, en particular, podría ser
objeto de interpretaciones distintas dependiendo de la sociedad), nadie negaria, por
ejemplo, el imperativo biológico de la nutrición o las normas casi univer sales de lo que
es un nivel suficiente de ropa. Al mismo tiempo, no está claro que la expresión "nrveles
aceptables de participación en la sociedad" tengan un significado absoluto, independien-
te de las características específicas de la sociedad de que se trate. En algunas sociedades,
puede considerarse socialmente necesario tener un televisor para vivir una vida "plena";
en otras no. Asimismo, el nivel mínimo de ocio, el acceso a la educación científica, la pro-
piedad de medios privados de transporte, etc. son aspectos todos ellos que deben eva-
luarse en relación con el nivel socioeconómico de la sociedad. Estas consideraciones obli-
gan logicamente a que todos los umbrales de pobreza compartan algunos componentes,
pero varíen (quizá mucho) de un país a otro.
Obsérvese atentamente que aunque los umbrales de pobreza deben incluir (e inclu-
yen) conceptos relativos de lo que constituye una "necesidad" o de lo que son las "nece-
sidades básicas", tienen que satisfacer alguna noción absoluta de la capacidad de funcio­
nar en una sociedad. En el párrafo anterior hemos elegido cuidadosamente nuestros
ejemplos para explicarlo.3 Por ejemplo, seria una insensatez definir la pobreza por medio
dei porcentaje de la población que gana menos de la mitad de la renta media de la socie­
dad. Esa medida confunde pobreza con desigualdad. Por ejemplo, la medida no variaria
en absoluto si se redujeran todas las rentas en la misma proporción, jsumiendo a la
mitad de la población en una hambruna!

^Temporal o crônica?

Como veremos, la renta y el consumo de la gente que vive en (o casi en) la pobreza, cual-
quiera que sea la forma en que se mida ésta, suelen experimentar considerables fluctua-

2 Para esta cuestión, véase, por ejemplo, Behrman y Deolalikar [1987] y el recuadro sobre nutrición y
renta en el sur de la índia que se encuentra más adelante en este capítulo.
3 Para un análisis más detallado de estas cuestiones, véase Sen [1983].
2 4 2 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

ciones. Es el caso sobre todo de los pobres o casi pobres de los países en vias de desarro­
llo, donde es posible que una gran parte de la población dependa de una agricultura que
a su vez depende de la meteorologia. Estas fluctuaciones, expresadas en porcentaje de
sus ingresos medios, son grandes. Como senala Morduch [1994], los conceptos de pobre­
za "estructural" o "crônica" deben complementarse, pues, con un estúdio de la "pobreza
temporal". La pobreza es temporal cuando a causa de perturbaciones econômicas negati­
vas (como unas escasas lluvias o unos precios bajos de los productos cultivados), grupos
de gente entran temporalmente a formar parte de los pobres. Esta distinción no se hace
simplemente por hacerla: las medidas necesarias para luchar contra la pobreza temporal
pueden ser muy distintas de las medidas para luchar contra la pobreza crônica que su
renta.
La distinción entre pobreza temporal y crônica está estrechamente relacionada con la
distinción de Friedman [1957] entre renta temporal y permanente. La renta de un deter­
minado ano puede distar mucho de recoger el sustrato uniforme o "permanente" de con­
sumo de que disfruta una persona o un hogar a lo largo dei tiempo. Por este motivo,
suele considerarse que los gastos de los hogares o de los individuos son más fiables para
evaluar la pobreza crônica que su renta.

^Hogares o individuos?

A menudo sólo se dispone de datos sobre los gastos y la renta de los hogares. Es tenta­
dor, pues, expresar simplemente el consumo de los hogares en forma de medias indivi-
duales (a fin de poder tener en cuenta el tamano dei hogar) y aplicar a estas medias en-
tonces nuestra medida favorita de la pobreza. Sin embargo, este procedimiento no tiene
en cuenta una cuestión sumamente importante: la distribución de los gastos en el seno
dei hogar suele ser muy desigual. Entre las víctimas posibles se encuentran las mujeres y
las personas de edad avanzada. Existen algunas pruebas de que esa discriminación au­
menta con el nivel total de pobreza dei hogar, por lo que las estimaciones macroeconô­
micas de la pobreza deben complementarse con "estúdios microeconómicos" que anali-
cen la distribución de los gastos dentro dei hogar. Más adelante estudiaremos algunos
ejemplos.
Prescindiendo totalmente de los problemas de distribución, el hecho de que los hoga­
res mayores normalmente tengan más hijos plantea otra serie de cuestiones. Es deseable
tener en cuenta la presencia de hijos, ya que consumen algo menos que los adultos. La
elaboración de escalas de equivalencia —factores de conversión que expresan el consumo
de los hijos en porcentaje de un adulto representativo— soslayaría este problema.4
Por último, la creación y gestión de un hogar conlleva unos costes fijos. Los hogares
más pequenos no pueden repartir estos costes fijos entre muchos miembros, por lo que
están en desventaja. Más adelante volveremos a analizar esta cuestión y otras relaciona­
das con ella.

4 La construcción de esas escalas plantea algunas cuestiones conceptuales, aunque es posible, desde
luego, mejorar la práctica de utilizar el gasto (o la renta) per cápita dei hogar. Para un análisis más extenso,
véase Deaton [1997, apartado 4.3]).
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 243

A todo esto, ^por qué un umbral de pobreza?

Cabría argumentar que un concepto fijo de umbral de pobreza es insostenible, debido en


parte a algunas cuestiones ya planteadas; por ejemplo, la relatividad de la pobreza o su
carácter fluctuante. Aunque utilicemos una medida de la pobreza crônica basada en la
nutrición, no encontraremos un nivel mágico de nutrición por debajo el cual la gente lite­
ralmente se esfuma (en cuyo caso probablemente no habría ninguna pobreza de la que
hablar). Como veremos más adelante en este capítulo, la desnutrición no es como un de­
sastre natural inmediato y evidente y, por lo tanto, es más insidiosa. En el mundo puede
sobrevivir indefinidamente personas desnutridas, que viven y se alimentan con dificulta-
des. Aunque en seguida volveremos a referimos a esas cuestiones, es importante darse
cuenta de que los umbrales de pobreza siempre son aproximaciones a un umbral que es
realmente difuso, sobre todo porque los efectos de las continuas privaciones tardan tiem-
po en dejarse sentir. Es realmente poco lo que se puede hacer ante esta crítica, salvo
darse cuenta de que las estimaciones cuantitativas de los umbrales de pobreza no deben
memorizar se hasta el tercer decimal y de que son esencialmente (importantes) indicado­
res de un concepto más profundo y menos cuantificable.

8.2.2 Medidas de la pobreza


Teniendo presentes las matizaciones anteriores, consideraremos que un umbral de po­
breza es el nivel de gasto que se considera minimamente necesario para participar "acep-
tablemente" en la vida econômica. Diremos que las personas situadas por debajo de este
umbral son pobres.
Resultará útil emplear algunos símbolos. Al igual que en el capítulo 6, y representa la
renta (o el gasto) y los subíndices i, j, ..., los individuos. Sea p el umbral de pobreza5 y m
la renta media de la economia.
Una de las medidas lógicas que se nos ocurren es contar simplemente el número de
personas que se encuentran por debajo dei umbral de pobreza. Puede interesarnos el nú­
mero per se o la incidência relativa de los pobres. En el segundo caso, dividimos el número
de pobres por la población total dei país o de la región en cuestión. La primera medida
se conoce con el nombre de recuento y la segunda con el de tasa de pobreza, que no es más
que el recuento en porcentaje de la población. Estas medidas se utilizan con frecuencia,
debido en parte a que pueden calcularse fácilmente con los datos existentes. Utilizando
nuestra notación, el recuento de pobres (NP) viene dado por el número de personas i
tales que y- < p, mientras que la tasa de pobreza (TP) no es más que

n
donde n es la población total.

5 Se supone que se denomina en las mismas unidades monetarias que la renta o el gasto. Así, por
ejemplo, si el umbral de pobreza se basa en las calorias, p representa la cantidad de dinero necesaria para
alcanzar el umbral aceptable de calorias.
2 4 4 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Un problema obvio de la tasa de pobreza es que no recoge el grado en que la renta (o


el gasto) individual se encuentra por debajo dei umbral de pobreza. Este problema está
relacionado, por supuesto, con la quinta observación ("En todo caso, ^por qué un umbral
de pobreza?") dei apartado anterior que deja claro que la pobreza no es un concepto de
"blanco-negro". Las personas que se encuentran aún más por debajo dei umbral de po­
breza son "más pobres" que las que se encuentran más cerca y el recuento es insensible a
esta observación. Sin embargo, la cuestión es más grave que por una mera insensibili-
dad: la utilización dei recuento puede llevar a adoptar políticas de dudosa efectividad,
como indica el siguiente ejemplo.
Ejemplo 1: Imagínese que usted es un planificador de Ping, un país pobre, en la que
el umbral de pobreza se ha fijado en 1.000 pahs al ano. Resulta que en Ping hay dos gru­
pos de igual tamano por debajo dei umbral de pobreza. Uno está formado por 100 perso­
nas: tienen unos ingresos iguales de 500 pahs al ano cada una. El segundo también cons­
ta de 100 personas: ganan 900 pahs al ano cada una. Naturalmente, también hay
personas que se encuentran por encima dei umbral de pobreza. Se nos ha asignado un
presupuesto de 20.000 pahs al ano. Debemos repartirlo entre las 200 personas pobres.
(i) Supongamos que nos olvidáramos dei umbral de pobreza. quién le daríamos el
dinero?
(ii) Supongamos ahora que el presidente de Ping nos dice taxativamente que debe­
mos utilizar este dinero para reducir lo más posible el número de pobres. ^A quién le da­
ríamos el dinero?
Lo que queremos decir con este ejemplo es muy sencillo. La utilización dei recuento
para medir la pobreza sesga sistemáticamente la política que se adopte en favor de las per­
sonas que se encuentran muy cerca dei umbral de pobreza. Estadísticamente, estas
personas permiten conseguir más por menos, ya que son las más fáciles de situar por
encima dei umbral de pobreza. Sin embargo, de todos los pobres, son las que necesitan
relativamente menos ayuda. Un Gobierno benevolente, perfectamente seguro de sí
mismo y que no tema perder las próximas elecciones, puede hacer caso omiso de este
problema y hacer lo que sea mejor para la gente, pero la mayoría de los Gobiernos, como
la mayoría de las personas, tienen más interés en aplicar aquellas medidas que propor-
cionan resultados fácilmente observables y susceptibles de ser interpretados como êxi­
tos objetivos.
Una manera de contrarrestar parcialmente este sesgo y de tener más en cuenta el
grado de pobreza es utilizar una medida que tenga en cuenta la distancia entre la renta y
el umbral de pobreza. Un ejemplo es la brecha relativa de pobreza, que es el cociente entre
la renta (o consumo adicional) media necesaria para situar a todos los pobres en el um­
bral de pobreza y la renta (o consumo) media de la sociedad. La razón para dividir por la
media de la sociedad en su conjunto se halla en que nos da una idea de la magnitud de la
brecha en relación con los recursos que pueden utilizarse para eliminaria. En este senti­
do, la brecha relativa de pobreza no es, en realidad, una medida de la propia pobreza,
sino una medida de los recursos necesarios para erradicaria.
Utilizando nuestra notación, la brecha relativa de pobreza (BRP) viene dada por
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 245

_ L yi<P (p - y i)
BRP = — — ------------, [8.2]
nm
donde, como recordará el lector, m es la renta media.
Dividiendo por la renta media de toda la economia podríamos obtener una impre-
sión enganosa de la pobreza existente en las sociedades en las que existen grandes des­
igualdades (pero que son ricas en conjunto) y hay un elevado número de pobres. En esas
sociedades, la brecha relativa de pobreza podría parecer bastante baja, aun cuando esta
maniobra no reduzca las penúrias de los pobres. Por consiguiente, suele utilizarse un pa-
riente cercano de esta medida, llamado brecha relativa de renta. Se trata exactamente de la
misma medida de la distancia total entre la renta de los pobres y el umbral de pobreza,
con la salvedad de que dividimos esa cifra por la renta total necesaria para situar a todos
los pobres en el umbral de pobreza. Esta medida da una perspectiva algo distinta. Reco-
ge más directamente la gravedad de la pobreza, ya que la mide en relación con la renta
total necesaria para eliminar esa pobreza.6 Así pues, la brecha relativa de renta (BRR) se
obtiene aplicando la fórmula

BRR = — y
- l ------------, [8.3]
pN P 1 1

donde recordamos que NP no es más que el número (recuento) de pobres.


La BRP o la BRR no produce los mismos sesgos que el recuento, como muestran los
siguientes ejemplos.
Ejemplo 2: Volvamos al problema dei ejemplo 1. Imaginemos ahora que se nos ha
dado instrucciones para que reduzcamos lo más posible la BRG o la BRR. ^Difiere ahora
la forma en que gastamos el dinero de cómo lo hacíamos en la parte (i) dei ejemplo 1?
Debería quedar claro tras este análisis que la BRG o la BRR evitan el problema de la
"rentabilidad" de la política econômica, al hacer caso omiso deliberadamente dei número
o dei porcentaje de personas que se encuentran por debajo dei umbral de pobreza. En
cierto sentido, la BRG y la BRR sólo recogen la "intensidad per cápita" de la pobreza. El
recuento de pobres (o la tasa de pobreza), cualesquiera que sean sus demás fallos, no
tiene este problema. Por ese motivo, es una buena idea utilizar conjuntamente medidas de
cada tipo, siempre que sea posible, para evaluar el grado de pobreza.
Por último, debe senalarse que tanto los índices relacionados con el número de pobres
como los relacionados con las brechas de pobreza comparten otro inconveniente, que
tiene que ver con el hecho de que ambas medidas no tienen en cuenta la importante
cuestión de las privaciones relativas de los pobres.7 "Privaciones relativas" no es más que
otra expresión para referirse a la desigualdad entre los pobres. Esta nueva expresión se
emplea para recoger el hecho de que sólo nos interesa la desigualdad entre los que pade-
cen privaciones, o sea, entre los pobres. El siguiente ejemplo muestra esta cuestión.

6 Naturalmente, esta medida tiene el problema contrario: al no tener en cuenta la riqueza total de la so-
ciedad, no nos indica en qué medida es fácil abordar el problema, al menos dentro de un país.
7 Para un análisis más detallado de esta cuestión, véase Sen [1976].
246 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Ejemplo 3: Vuelva el lector al ejemplo 1, en el que, como recordará, hay 200 personas
que se encuentran por debajo dei umbral de pobreza; la mitad tiene una renta de 500
pahs y el resto tiene una renta de 900.
(i) Suponga que cada una de las personas que ganan 500 pahs da 50 a cada una de las
que ganan 900. Los nuevos niveles de renta son, en ese caso, 450 y 950 pahs. ^Qué cree
usted que ocurriría con el grado de pobreza en esta nueva situación en relación con la
inicial? Calcule ahora la TP y la BRP (o la BRR) en ambas situaciones. Compare lo que in-
dican estas medidas con lo que le dice su intuición.
(ii) Para que resulte aun más claro lo que queremos decir, transfiera 110 pahs a cada
persona (en lugar de 50) en los mismos grupos y repita el ejercicio.
Aunque utilizáramos conjuntamente los indicadores relacionados con el número de
pobres y los relacionados con las brechas de pobreza, hay otros aspectos de la pobreza
que pueden quedar excluidos. Esto nos lleva a analizar otras medidas más sofisticadas
de la pobreza que han sido propuestas por economistas como Sen [1976] y Foster, Greer
y Thorbecke [1984]. Con buenos datos es fácil calcular estas medidas. En el apêndice de
este capítulo analizamos el índice de Foster, Greer y Thorbecke.

8.3 Pobreza: observaciones empíricas


Pasamos a analizar a continuación los datos disponibles para hacernos una idea dei
grado de pobreza y de las características de los pobres. Comenzamos con un umbral de
pobreza universal para facilitar las comparaciones internacionales. Dése cuenta el lector
de que ésta es una empresa difícil. Ya hemos indicado el hecho de que la pobreza tiene un
componente relativo y un componente absoluto. Eligiendo un umbral de pobreza "uni­
versal", en unos países la "pobreza real" es excesivamente alta y en otros la pobreza es
demasiado baja. Para evitar este problema, el World Development Report (Banco Mundial
[1990]), que marca un hito en el estúdio de la pobreza en los países en vias de desarrollo,
experimento con dos umbrales de pobreza: 275 y 370 dólares por persona y ano, expresa-
dos en precios de 1985 en PPA. Eligió ese intervalo para tener en cuenta el hecho de que
los umbrales de pobreza de algunos de los países más pobres se encuentran entre estos
dos limites.8
El cuadro 8.1 reúne datos sobre la pobreza procedentes de dos números dei World De­
velopment Report. Teniendo presente que los umbrales de pobreza elegidos son bastante
conservadores, los resultados son como mínimo asombrosos. Se estima que en 1990 más
de mil millones de personas ganaban menos de 370 dólares al ano (o 420 al ano a precios
de 1990 en PPA). La tendencia temporal no parece tampoco invitar a la esperanza. A ex-
cepción dei este asiático, que experimento elevadísimas tasas de crecimiento, el número
absoluto de pobres aumento significativamente entre 1985 y 1990. El porcentaje total de
personas que viven en la pobreza (en el umbral de 370 dólares) se mantuvo más o menos

8 Son Bangladesh, Egipto, índia, Indonésia, Kenia, Marraecos y Tanzania. El limite inferior, 275 dóla­
res, coincide con el umbral de pobreza utilizado para la índia.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 247

Cuadro 8.1. La pobreza en los países en vias de desarrollo, 1985 y 1990, basada en
umbrales de pobreza "universales".

1985 1990
Ultrapobres (menos de 275$) Pobres (menos de 370$) Pobres
HC HCR HC HCR HC HCR
Región (millones) (%) PGR (mülones) (%) PGR (mülones) (%)
África subsahariana 120 30 4,0 184 48 11,0 216 48
Este de Asia 120 9 0,4 182 13 1,0 169 11
Sur de Asia 300 29 3,0 532 52 10,0 562 49
Este de Europa 3 4 0,2 5 7 0,5 5,0 7
Oriente Medio /Norte de África 40 21 1,0 60 31 2,0 73 33
Países latinoamericanos/ caribenos 50 12 1,0 87 22 1,0 108 26
Total PMD 633 18 1 1.051 31 3,0 1.133 30

Fuente: Banco Mundial, World Development Report, 1990,1992.


Nota: los umbrales de pobreza se expresan a precios PPA de 1985. El informe de 1992 actualiza y mo­
difica la información de 1985 sobre el número de pobres y contiene datos de 1990. Los PGR de 1985
no varían con respecto al informe de 1990.

constante durante este periodo en un 30% de la población de todos los países en vias de
desarrollo.
Aunque utilizáramos el umbral de pobreza ultraconservador de 275 dólares por ano
y persona, observaríamos que en 1985 más de 600 millones de personas eran pobres in­
cluso según estos critérios poco exigentes. El número total de pobres seria considerable-
mente más alto si utilizáramos umbrales de pobreza aplicados a cada país.
Pasamos a analizar a continuación las características de los pobres.

8.3.1 Características demográficas


No es sorprendente que los hogares cuyos miembros se encuentran por debajo dei um­
bral de pobreza también tiendan a ser mayores en relación con la familia media. En el
caso de Brasil, según Fishlow [1972], el 29% de todas las familias tenía seis miembros o
más y más de la mitad de esas familias se encontraba por debajo dei umbral de pobreza.
Asimismo, en el caso de Malasia, Anand [1997] senala que la incidência de la pobreza au­
menta conforme mayor es la familia y va desde un 24% en el caso de los hogares de un
miembro hasta un 46% en el de los hogares de diez miembros o más. Según el World De­
velopment Report (Banco Mundial [1990], en Pakistán el 10% más pobre de los hogares
tenía en 1984 una media de 7,7 miembros; la media nacional correspondiente era de 6,1.
Como cabría esperar, en estas familias, pobres más numerosas suele haber una eleva­
da proporción de personas dependientes, que suelen ser ninos. En todos los ejemplos ci­
tados, el número de hijos por familia estaba correlacionado significativamente con su po­
breza. Este hecho es muy preocupante, ya que parece indicar que la carga de la pobreza
2 4 8 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

suele recaer desproporcionadamente en los jóvenes. Dado el papel sumamente impor­


tante que desempenan la nutrición y la educación de la infancia, se trata de una doble
tragédia que los indicadores basados en el número de pobres y en las brechas de pobreza
no recogen totalmente.
Es evidente que el tamano de la familia puede ser tanto una causa de la pobreza
como un efecto. Las familias mayores, especialmente las que tienen más hijos, tienden a
tener una renta per cápita más baja debido simplemente a que son más los que no traba-
jan. Algunas instituciones como el trabajo infantil reducen, desde luego, en parte esta de-
pendencia de los ninos, pero éstos no suelen ganar mucho. Y lo que es más significativo,
la pobreza puede alimentarse a sí misma, creando incentivos para tener un elevado nú­
mero de hijos. En el capítulo 9 explicamos por qué puede ocurrir eso. Baste decir que
aqui destacamos la existencia de una correlación, pero como siempre, no podemos saber
cuál es el sentido de la causación sin un estúdio más detenido.
Sin embargo, existen dos razones para dudar dei elevado grado de correlación obser­
vado entre el tamano de los hogares y la pobreza. En primer lugar, la utilización de los
gastos (o de la renta) per cápita dei hogar como indicador relevante, como hace la mayo-
ría de los estúdios, plantea un problema. Como ya hemos senalado, los hogares mayores
tienen una proporción mayor de ninos, y en la medida en que los ninos consumen menos
que los adultos, la utilización de los gastos per cápita sobreestima la pobreza. En segun­
do lugar, debe tenerse en cuenta en alguna medida el hecho de que los hogares mayores
disfrutan de considerables economias de escala. Una vez más, las medidas per cápita ge-
neralmente sobreestiman su grado de pobreza.
No es fácil tener en cuenta estos factores de una forma conceptualmente satisfactoria,
pero la utilización de algún tipo de escala de equivalencia es mejor que nada. Por ejem­
plo, podríamos utilizar una ponderación de 0,5 para los ninos (aunque en este caso tam-
bién es deseable establecer algunas diferencias dependiendo de la edad y dei sexo). Esta
ponderación reduce, desde luego, las estimaciones de la pobreza de los hogares grandes.
La corrección de los datos para tener en cuenta los rendimientos crecientes de escala — los
costes fijos de crear y administrar un hogar— también tiene sus propios problemas con-
ceptuales. Una manera de resolverlos es probar con diferentes valores de rendimientos
de escala y ver si los valores "razonables" eliminan la correlación observada entre la po­
breza y el tamano dei hogar.9

9 Anand y Morduch [1996] utilizaron para ello la encuesta de presupuestos familiares de Bangladesh
de 1988-89. Sea x el gasto agregado de los hogares y m el tamano dei hogar. En ese caso, x /m e s el gasto
dei hogar per cápita. Introduzcamos ahora un factor de escala a comprendido entre 0 y 1 e imaginemos
que ma es el tamano efectivo dei hogar. Dado que 0 < a < 1, ma aumenta más despacio que a, y ésta es una
forma de recoger los rendimientos de escala. Cuanto más bajo es el valor de a, mayores son los rendimien­
tos de escala. Este procedimiento recoge también algunas de las cuestiones relativas a las escalas de equi­
valencia, ya que implica que cuanto mayor es el hogar, mayor es la proporción de ninos y, por lo tanto, el
tamano efectivo dei hogar (en número equivalente de adultos) aumenta a un ritmo más lento. Los valores
de a que giran en torno a 0,8 o menos son suficientes para eliminar la correlación positiva observada entre
el tamano dei hogar y la pobreza en los datos de Bangladesh. Sin embargo, para saber si este valor de a re­
presenta unos rendimientos de escala "altos" o "moderados" es necesario realizar una investigación más
minuciosa.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 249

También debe senalarse que las mujeres están representadas desproporcionadamente


entre los cabeza de familia de los hogares pobres. Según el estúdio de Fishlow sobre Bra­
sil que hemos citado antes, hay el doble de hogares cuyo cabeza de familia es una mujer
en el grupo de los pobres que en el resto. Esta tendencia está muy extendida y se observa
en África, en otras partes de Latinoamérica y en el sur y este de Asia.10 Parece que la au­
sência de un sustentador principal masculino está estrechamente relacionada con la po­
breza.
Para más información sobre las relaciones entre las diferencias por sexo y la pobreza,
véase el último apartado de este capítulo.

8.3.2 Pobreza rural y urbana


Incluso teniendo en cuenta las diferencias entre el coste de la vida rural y urbana, la po­
breza es significativamente mayor en las zonas rurales. Incluso los países que han hecho
notables avances en la creación de una agricultura más equitativa tienen una pobreza
rural superior a la media nacional. El cuadro 8.2 resume las diferencias entre la po­
breza rural y la urbana, así como las diferencias entre dos grandes indicadores dei bien-
estar, de algunos países.

8.3.3 Activos
Una característica lógica de la pobreza es que está correlacionada con la ausência de pro-
piedad de activos productivos. Debemos tener cuidado como siempre de no establecer
una relación causai de sentido único entre la falta de propiedad de activos y la pobreza.
De la misma manera que la escasez de activos lleva a la pobreza, una situación de pobre­
za lleva a la venta de activos. En pocas palabras, la escasez de activos y la pobreza deben
considerarse fenômenos estrechamente relacionados entre sí.
Dado que la pobreza está tan relacionada con el hecho de vivir en zonas rurales, no
es sorprendente que la mayor parte de los pobres se encuentre entre los que carecen total
o casi totalmente de tierra. La pobreza y la agricultura en pequena escala están especial­
mente correlacionadas en África: la mayoría de los pobres de países como Botsuana,
Ghana, Kenia y Nigéria son pequenos agricultores o pastores (World Development Report,
Banco Mundial [1990]). A excepción dei sur de África, donde los pobres de las zonas ru­
rales venden su trabajo, los pobres trabajan en gran medida por cuenta propia. En cam­
bio, en el sur de Asia, hay más trabafadores sin tierra en el grupo de los pobres. En la
índia, Pakistán y Bangladesh, los pobres son tanto trabajadores sin tierra como pequenos
terratenientes. Obsérvese, sin embargo, que hay un punto en el que la distinción entre
pequeno terrateniente y peón sin tierra se difumina o carece de sentido: estamos hablan-
do, en todo caso, de una cantidad de tierra patéticamente pequena.

10 Como han senalado Meesook [1975] y Fields [1980], parece que Tailandia es una excepción a esta
regia. En ese país, las costumbres sociales prestan más ayuda a las mujeres que viven en hogares en los que
no hay un cabeza de familia masculino.
2 5 0 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Cuadro 8.2. Pobreza rural y urbana en la década de 1980.

Mortalidad Acceso a
infantil agua potable
Población rural Pobres rurales
(por 1.000 (% de la
(%de la (% dei
nacidos vivos) población)
población total de
Región y país total) pobres) Zonas rurales Zonas urbanas Zonas rurales Zonas urbanas

África subsahariana
Costa de Marfil 57 86 121 70 10 30
Ghana 65 80 87 67 39 93
Kenia 80 96 59 57 21 61

Asia
índia 77 79 105 57 50 76
Indonésia 73 79 74 57 36 43
Malasia 62 80 - - 76 96
Filipinas 60 67 55 42 54 49
Tailandia 70 80 43 28 66 56

Latinoamérica
Guatemala 59 66 85 65 26 89
México 31 37 79 29 51 79
Panamá 50 59 28 22 63 100
Perú 44 52 101 54 17 73
Venezuela 15 20 - - 80 80

Fuente: Banco Mundial, World Development Report, 1990.

No obstante, es cierto que existe una diferencia significativa en lo que se refiere a


la pobreza cuando pasamos de la propiedad inapreciable o casi inapreciable de tierra
a la propiedad de una extensión de tierra algo mayor. El cuadro 8.3 muestra esta diferencia.
Latinoamérica presenta la misma concentración de la pobreza entre las personas sin
tierra que entre las que no tienen casi tierra. En Costa Rica, el trabajo asalariado repre­
senta una considerable proporción de los pobres, mientras que en Perú éstos son peque­
nos terratenientes y pastores. La pobreza también afecta al empleo no agrícola rural,
principalmente a las industrias artesanales y tradicionales, cuyos productos se destinan
al consumo doméstico o a los mercados locales.
La pobreza urbana muestra la misma composición de trabajo por cuenta propia y tra­
bajo asalariado. La mayoría de los pobres reside en el "sector informal", que estudiare-
mos más detalladamente en el capítulo 10. El trabajo por cuenta propia es frecuente: ven­
dedores ambulantes, pequenos comerciantes, propietarios de puestos de té, mendigos,
limpiabotas, gente que busca entre la basura, porteadores, personas que tiran de calesas
orientales, vendedores ambulantes al borde de las carreteras, etc. El empleo asalariado
suele ser eventual y no está sujeto a la legislación sobre salario mínimo. Dada la falta crô­
nica de activos, la vulnerabilidad de los pobres, aparte de sus bajos niveles medios de
vida, puede ser aterradora.
La escasez de activos físicos va acompanada de un bajo nivel de capital humano. El
determinante más importante dei acceso al capital humano es la capacidad para abando-
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 251

Cuadro 8.3. La pobreza y la propiedad de la tierra en las zonas rurales de Bangladesh,


1978-79.

% dei total Propiedad media


de hogares Renta de tierra
Propiedad de acres de tierra en cada clase (taka al mes) (acres) HCR
Sin tierra 7,1 508 0 93
0-0,5 36,1 560 0,1 93
0,5-1,0 10,5 711 0,7 84
1,0-1,5 8,9 783 1,2 78
1,5-2,5 12,1 912 2,0 68
2,5-5,0 13,8 1.163 3,5 45
5,0-7,5 5,7 1.516 6,0 23
7,5+ 5,8 2.155 14,0 10
Total 100,0 865 2,1 70

Fuente: Banco Mundial, World Development Report, 1990.

nar temporalmente la población activa y dedicar ese tiempo a adquirir cualificaciones.


Este periodo debe cubrirse financieramente, bien mediante prestamos, bien mediante la
ayuda de familiares y de parientes cercanos. Este tipo de cobertura financiera es lo últi­
mo que uno puede asociar con los pobres, por lo que no sorprende que la mayoría de los
pobres tengan un escaso o nulo capital humano. Las tasas de analfabetismo son realmen­
te altas y, por lo que se refiere a los que no son analfabetos, existen pocos indicios de que
tengan algo más que estúdios primários.

8.3.4 Nutrición
Existe una estrecha relación entre la pobreza y la desnutrición, sobre todo en los países
de baja renta. Cuando una persona tiene una renta baja, le resulta difícil adquirir un
nivel suficiente de consumo de alimentos y de nutrientes para ella misma y para su fami-
lia. "Suficiente" es, como veremos, una palabra tendenciosa, ya que el concepto depende
fundamentalmente dei tipo de actividades a las que se dedique el individuo, así como de
la historia de su nutrición. No obstante, no es difícil ver los efectos de la desnutrición. En
los ninos son especialmente graves: debilidad muscular, atrofia y aumento de la vulnera-
bilidad a enfermedades e infecciones. La desnutrición también puede afectar a sus capa­
cidades cognitivas. En los adultos, la desnutrición crônica reduce la fuerza muscular, la
inmunidad a las enfermedades y la capacidad para realizar un trabajo productivo. En el
siguiente apartado veremos cómo un bajo nivel de nutrición puede repercutir en la capa­
cidad de una persona para trabajar, y perpetuar así la situación de pobreza en la que se
encuentra.
En muchos países, la pobreza y la desnutrición están estrechamente relacionadas, ya
que la definición dei umbral de pobreza suele basarse en los gastos necesarios para obte-
ner una determinada cantidad mínima de alimentos o de nutrientes (más un margen
252 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

para los artículos no alimentícios). Ejemplos son Malasia y la índia. Algunos autores
como Lipton [1983] han afirmado que el umbral de pobreza basado en las calorias, o sea,
la utilización dei critério de un nivel suficiente de alimentos, es un buen indicador para
medir los niveles moderados o extremos de pobreza en los países en vias de desarrollo.11
En esos ejemplos, no es sorprendente que la pobreza y la desnutrición estén estrecha­
mente correlacionados. Algunos países como Brasil han utilizado medidas que no se
basan claramente en la nutrición, pero persiste, no obstante, la correlación entre las
subregiones o subpoblaciones de estos países que muestran el mayor grado de pobreza y
el mayor grado de desnutrición. Debe mencionarse, sin embargo, que a medida que au­
menta la renta media, la pobreza, medida por medio dei consumo dei hogar o per cápita
(ajustado para tener en cuenta la proporción de ninos que hay en el hogar), muestra una
correlación menor con las medidas antropométricas directas de la desnutrición, como las
medidas de la atrofia o dei peso anormalmente bajo de los ninos.12
Aunque la incidência de la pobreza y la incidência de la desnutrición pueden estar
relacionadas ordinalmente, en el sentido de que una persona pobre tiene más probabilida­
des que una rica de estar desnutrida, la relación entre el aumento de la renta (o dei gasto)
y el aumento de la nutrición puede no ser tan estrecha. Imaginemos que trazamos diver­
sos gráficos para mostrar las relaciones hipotéticas entre la renta percibida y las calorias
consumidas. Todos estos gráficos pueden ser crecientes en el sentido de que un aumento
de la renta se traduce en un incremento dei consumo de calorias. Es más probable, pues,
que las personas más pobres estén desnutridas, pero las curvas más planas de esos gráfi­
cos inducen a pensar que un aumento de la renta puede traducirse (al menos en algún
intervalo) en un aumento pequeno dei consumo de calorias, mientras que las curvas más
inclinadas inducen a pensar que el consumo de calorias es más sensible a la renta. Así
pues, dependiendo de los datos, es perfectamente posible que los pobres estén desnutri­
dos pero que, al mismo tiempo, los suplementos nutritivos directos sean mejores paliati­
vos de la desnutrición que un aumento de la renta.
Hay dos efectos que podrían explicar este fenômeno y que tienen efectos contrários.
En primer lugar, la gente da importancia a la nutrición. Un estado de buena nutrición es
deseable en si mismo, ya que significa mayor resistencia, salud física y mental y mayor
inmunidad a las enfermedades. Sin embargo, la nutrición también es útil en un sentido
funcional, como en seguida veremos: aumenta la capacidad para trabajar y, por lo tanto,
para percibir ingresos. Por ambas razones, un aumento dei poder adquisitivo tiende a
elevar el nivel de nutrición, sobre todo si es bajo inicialmente.

11 Eso no quiere decir que debamos identificar pobreza con desnutrición. En primer lugar, las perso­
nas que se encuentran por debajo dei umbral de pobreza en un ano cualquiera pueden ser "temporalmente
pobres" (recuérdese nuestro análisis anterior). En segundo lugar, las necesidades nutritivas varían de una
persona a otra, mientras que el nivel suficiente de alimentos utilizado para medir la pobreza es una media
global.
12 Véase, por ejemplo, el ejercicio realizado por Glewwe y Van der Gaag [1990] sobre Costa de Marfil
con datos de la encuesta sobre el nivel de vida de Costa de Marfil de 1985. Sin embargo, Costa de Marfil no
padeció en 1985 una escasez general visible de alimentos. Los ninos estaban relativamente bien alimenta­
dos incluso en el caso de los pobres. No ocurre así en los países en los que las existencias generales de ali­
mentos son mucho menores.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 253

El segundo efecto está relacionado con las preferencias personales por los alimentos
que tienen buen sabor o, más insidiosamente, por los alimentos de los que se hace mucha
publicidad y están bien presentados o, lo que es peor aún, por los alimentos que se consi-
deran indicadores dei nivel social y econômico.13 Es bastante fácil en las sociedades eco­
nomicamente desarrolladas minusvalorar la importancia de este efecto, pero en las socie­
dades en las que los alimentos tienen un extraordinario peso en el presupuesto, se
concede un gran valor al consumo de diferentes artículos alimenticios, y puede que su
valor nutritivo no sea lo que más pese en la toma de decisiones. Por ejemplo, es posible
que se dé al consumo de carne o de variedades caras de arroz o incluso de alimentos en­
latados mucha más importancia social (como indicador dei estatus o de la riqueza) de lo
que estaria justificado por su valor nutritivo.14 Por un lado el deseo de mejorar la nutri-
ción y, por el otro, el deseo de aumentar el consumo de alimentos por su valor culinário
o como indicador de posición social pueden dar lugar a una mejora moderada de la nu-
trición con el aumento de la renta.
La evidencia sobre esta cuestión es diversa y va desde una considerable mejora de la
nutrición ante aumentos dei presupuesto hasta una débil respuesta. En general, puede
decirse que un aumento de la renta influye en la ingesta de calorias. Sin embargo, el efec­
to no es tan significativo como cabría esperar.
^Qué cabe esperar? Como mejor se responde a esta pregunta es utilizando elasticida-
des: ^qué variación porcentual experimenta el consumo de calorias15 cuando los presu-
puestos de los hogares varían un punto porcentual? Una elasticidad igual a 1 significa
que el consumo de calorias experimenta una variación porcentual equivalente a la de los
presupuestos. Dado que hay unos niveles mínimos de nutrición por debajo de los cuales
es difícil vivir, una elasticidad igual a 1 posiblemente sea a priori demasiado alta. En otras
palabras, si la renta disminuye por debajo de un cierto mínimo, la gente puede obtener
su nutrición de otras fuentes (de la ayuda de familiares, por ejemplo). A medida que au­
menta la renta, probablemente se vaya prescindiendo de estas fuentes alternativas. Por lo
tanto (y simplemente como una conjetura razonable, no más), elasticidades comprendi-
das entre 0,6 y 0,8 podrían ser un buen indicador de que la gente ajusta considerable-
mente sus niveles de nutrición a la renta.
^Es eso lo que observamos? Parece que no. Las estimaciones de las elasticidades van
desde casi cero hasta el intervalo correspondiente a nuestras expectativas a priori.16 El

13 Una aplicación clásica de la programación lineal es el llamado problema de la dieta: hallar la cesta de
alimentos de menor coste que aporta al menos un determinado número de calorias, una determinada can-
tidad de proteínas, ciertas cantidades mínimas de diversas vitaminas, etc. En las soluciones que suelen
darse al problema de la dieta, el coste de los niveles mínimos necesarios es bajísimo, pero los alimentos no
parecen muy apetitosos.
14 El mero despilfarro de alimentos también puede ser un indicador de la posición social. Es lamentable
que el despilfarro deliberado de un recurso escaso sea con mucha frecuencia una poderosa manera que
tiene una persona de indicar su posición social. Visto desde esta perspectiva, el despilfarro de alimentos no
es más horroroso que el consumo excesivo de energia, madera, papel, espacio geográfico y otros muchos
recursos en los países desarrollados.
15 También hay otros nutrientes importantes: véase el recuadro sobre la nutrición y la renta en el sur
de la índia.
16 Behrman [1993] analiza algunas de estas estimaciones.
254 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

cuadro 8.4 resume las estimaciones obtenidas en varios estúdios; las elasticidades de la
ingesta de calorias se han ordenado en sentido ascendente. Naturalmente, la idea no es
tomar una media de todos estos resultados, ya que la metodologia y las bases de datos
son muy diferentes, pero podemos hacernos una idea dei tipo de cifras que se barajan.
En conjunto, existen datos que avalan que las decisiones de consumo de los hogares
no se basan solo en factores nutritivos. Sin embargo, deben hacerse dos matizaciones a
esta conclusión. En primer lugar, existen indicios de que los hogares más pobres reaccio-
nan más a las variaciones de su presupuesto comprando más nutrientes. En segundo
lugar, al juntar los datos de las temporadas agrícolas altas y bajas se puede distorsionar
la estimación de las elasticidades. Dado que las existencias de alimentos son más abun­
dantes en la temporada alta o de recolección, una variación dei presupuesto no se tradu-
ce en un aumento significativo dei consumo de nutrientes. En cambio, si las existencias
de alimentos son escasas, como ocurre en la temporada baja, y los mercados de crédito
son imperfectos, por lo que no es posible mantener un nivel de consumo constante
(véase el capítulo 14), un aumento de la renta dei hogar en la temporada baja queda más
reflejada, en una demanda de nutrientes. Behrman, Foster y Rosenzweig [1994] (y otros
autores) han hecho estas dos observaciones. Behrman, Foster y Rosenzweig utilizan una
base de datos de las zonas rurales de Pakistán y observan que una distinción clara entre
la temporada baja y la temporada alta da sus frutos. Las elasticidades estimadas son
altas y significativas en la temporada baja. Por otra parte, son especialmente altas en el
caso de las personas que no tienen ninguna o casi ninguna tierra.
Más adelante en este capítulo, pasaremos a analizar una relación inversa. ^Qué rela-
ción existe entre la nutrición y la capacidad para generar renta o, en términos más genera-
les, la capacidad para realizar un trabajo economicamente productivo?

Nutrición y renta: estúdio dei sur de la índia

^Cómo estimamos la relación entre la nutrición y la renta? Para empezar hay que establecer la
cesta de alimentos consumidos por los hogares. La elección de la cesta por parte dei estadístico
depende de los datos de que disponga. Los datos sobre nutrición que recogen información sobre
la cantidad de nutrientes que contiene cada alimento (sus calorias, proteínas, calcio y demás nu­
trientes) permiten elaborar estimaciones medias. Supongamos ahora que aumenta el gasto de los
hogares. En ese caso, variará la demanda de cada uno de estos alimentos, por lo que podemos
medir estas variaciones. Si multiplicamos todas las variaciones por el contenido medio de nu­
trientes (por ejemplo, calorias por gramo o proteínas por litro) de cada alimento y los sumamos,
obtenemos una medida de la variación que experimenta el consumo de nutrientes cuando varia
el gasto.
Este método tiene en cuenta el cambio que experimenta la composición de la cesta de ali­
mentos cuando aumenta el gasto, por lo que es posible tener en cuenta la sustitución de alimen­
tos menos nutritivos por otros más nutritivos conforme ascendemos por la escala de gasto. El
problema estriba en que el grado en que sea posible tener constancia de esos efectos depende de
la riqueza de los datos que describen los grupos de alimentos. A m enudo, los datos son insufi­
cientes. Por ejemplo, aunque tuviéramos datos sobre el "arroz" en lugar de datos más genéricos
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 255

C uadro 8.4. Estimaciones de la demanda de calorias con respecto al presupuesto de


los hogares, en orden ascendente.

Elasticidad
de las calonasa País y ano Autores

0,01 Indonésia 1978 Pitt y Rosenzweig [1985p


0,06 Nicaragua 1977-78 Behrman y Wolfe [1984p
0,07 índia 1976-78 Bhargava [1991p
0,08 Filipinas 1984-85 Bouis y Haddad [1992]c
0,09 Filipinas 1984-85 Bouis y Haddad [1992p
0,09 Brasil 1974-75 Strauss y Thomas [1990]c
0,12 Bangladesh 1981-82 Pitt, Rosenzweig y Hassan [1990]c
0,15 Indonésia 1981 Ravallion [1990]c
0,15 Kenia 1984-87 Kenney [1989]b
0,17 índia 1976-78 Behrman y Deolalikar [1987]c
0,20 Brasil 1974-75 Williamson-Gray [1982]&
0,29 Pakistán 1986-87 Alderman [1989]c
0,30 Tailandia 1975-76 Trairatvorakul [1984]c
0,33 Filipinas 1984-85 Garcia y Pinstrup-Andersen [1987]'
0,34 índia 1983 Subramanian y Deaton [1996]c
0,41 índia 1983-84 Alderman [1987]c
0,47 Indonésia 1976 Timmer y Alderman [1979]c
0,48/0,37ã Gambia 1985-86 Von Braun, Puetz y Webb [1989]c
0,51 Nepal 1982-83 Kumar y Hotchkiss [1988p
0,53 Brasil 1973-75 Ward y Sanders [1980]b
0,54 Indonésia 1978 Chernichovsky y Meesook [1984]c
0,56 Sri Lanka 1984 Edirisinghe [1987]c
0,57 Ghana 1987-88 Alderman y Higgins [1992]c
0,58/0,34d índia 1976-78 Behrman y Deolalikar [1989p
0,62 Sri Lanka 1980-81 Sahn [1988]c
0,80 Bangladesh 1974-75 Pitt [1983]c
0,86 Sierra Leona 1974-75 Strauss [1984]c

Fuente: Behrman, Foster y Rosenzweig [1994, cuadro 1].


a La elasticidad de las calorias se calcula en los valores medios muestrales.
b El presupuesto se midió por medio de la renta de los hogares.
c El presupuesto se midió por medio de los gastos de los hogares.
d La primera cifra se refiere a la temporada baja y la segunda a la temporada alta, en la que hay más abundan-
cia de alimentos.

sobre "cereales", hay sustituciones de las variedades de grano corto por las de grano largo y vi-
ceversa que no aparecen en los datos. Con la llegada de los alimentos enlatados, elaborados y en­
vasados, las posibilidades de sustitución son interminables. En otras palabras, no podemos suponer
que la cantidad de nutrientes de un alimento permanece constante, cuando pasamos de los niveles más
bajos de gasto a otros más altos. Normalmente, y por desgracia, esa cantidad parece que disminuye.
Behrman y Deolalikar [1987] mostraron claramente esta posibilidad. Utilizaron el método
anterior para estudiar seis pueblos de dos estados de la región semiárida de la índia, conocidos
2 5 6 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

con el nombre de pueblos dei ICRISAT.17 Durante los anos 1976-77 y 1977-78, se realizaron en-
cuestas especiales sobre nutrición y se registro la ingesta de nutrientes de los hogares. Estas en-
cuestas suministraron información sobre nueve nutrientes: calorias, proteínas, calcio, hierro, caro-
teno, tiamina, riboflavina, niacina y ácido ascórbico. La existencia de estos datos sugiere un
método directo para resolver el problema: simplemente relacionar el consumo de estos nutrientes
con el gasto de los hogares.18 Compárese con el enfoque de la cesta de alimentos, analizado tam­
bién por los autores: en este caso consideraron las variaciones dei consumo de seis alimentos bá­
sicos: azúcar, legumbres, verduras, leche, carne y cereales. El cuadro 8.5 resume algunos de sus
resultados. También indica las elasticidades dei gasto en varios artículos con respecto a una varia­
ción dei presupuesto de los hogares, primero en el caso de los grupos de mercancías y a continua-
ción en el de nutrientes.19 Así, por ejemplo, la cifra de 0,57 correspondiente al azúcar significa que
si los gastos de los hogares variaran un 10%, el gasto en azúcar aumentaria un 5,7%. Una elastici­
dad de 1 significa que el gasto en ese artículo aumenta a la misma proporción que el gasto total.
Vemos en el cuadro 8.5 que las elasticidades son altas y significativas en el caso de los ali­
mentos (la media ponderada de los grupos de alimentos es 1,18), mientras que, a excepción dei
caroteno, no ocurre así en el de los nutrientes (ninguno de los coeficientes estimados es significa­
tivo al nivel dei 5%). Eso plantea una duda de cierta importancia: ^por qué los pobres que gene-

Cuadro 8.5. Elasticidades de la demanda de algunos grupos de alimentos y de


nutrientes.

Tipo de alimento Elasticidad Nutriente Elasticidad

Cereales 1,52* Calorias 0,37


Azúcar 0,57* Proteínas 0,19
Legumbres 1,00 Calcio -0,22
Verduras 0,51* Hierro 0,30
Leche -0,13 Caroteno 2 ,o r
Carne 1,05* Tiamina 0,18
Riboflavina 0,69
Niacina 0,21
Ácido ascórbico 1,25

Fuente: Behrman y Deolalikar [1987, cuadro 2].


Nota: los asteriscos indican que los gastos de los hogares influyen significativamente en la variable (véase el
apêndice 2 para un análisis de "significación"). Las elasticidades se evaluaron en los valores medios mues-
trales.

17 Para una introducción a los pueblos dei ICRISAT, véase el capítulo 10.
18 Naturalmente, la propia ingesta de nutrientes se calcula con respecto a una cesta de alimentos y,
por lo tanto, tiene logicamente al mismo problema. Sin embargo, se realizaron observaciones directas sobre
120 alimentos, por lo que la muestra es realmente rica, lo que reduce en gran medida los errores de compo-
sición que hemos analizado.
19 Las cifras que mencionamos son estimaciones que tienen en cuenta los efectos fijos dei pueblo y dei
hogar, para lo cual se toman diferencias. Los resultados globales son similares sin estos controles, aunque
las estimaciones de la elasticidad de algunos alimentos, sobre todo de la leche, varían bastante. Para más
detalles, véase Behrman y Deolalikar [1987].
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 257

ralmente consumen menos alimentos de los necesarios (y los individuos de esta muestra consu-
mían, en promedio, menos) no responden significativamente a los aumentos dei presupuesto in­
crementando su ingesta de nutrientes?
Hemos analizado este estúdio con cierto detalle porque sus resultados contrários a la intui-
ción no dejan de ser provocadores. Eso no quiere decir que todos los estúdios posteriores hayan
encontrado esa misma escasa relación entre la renta (o el gasto) y la ingesta de nutrientes. Existen
notables diferencias entre los países, así como entre los estúdios sobre periodos diferentes dentro
de un mismo país, como indica el libro.

8.4 El efecto funcional de la pobreza


Es difícil encontrar palabras que expresen debidamente la degradación, la indignidad y
la deshumanización de la pobreza econômica extrema, por lo que no lo intentaremos. A
menudo oímos hablar de los placeres de una vida sencilla y pobre, libre de ambiciones
materialistas, rica en muchos otros aspectos. Apenas existen dudas de que la pobreza
puede hacer que los seres humanos den lo mejor de sí mismos, en un entorno en el que
compartir ganancias y pérdidas pasajeras tiene tan inmenso valor. Por otra parte, no exis­
te excusa alguna para que haya pobreza, y a las personas que cantan las virtudes dei
pobre sencillo, honrado, leal y noble les vendría bien experimentar unas buenas dosis de
pobreza. La pobreza econômica es la peor cruz que le puede tocar a una persona.
Pasemos, pues, a analizar los argumentos que relacionan la incidência de la pobreza
con los mecanismos que la provocan. También es importante comprender los mecanis­
mos informales que surgen espontáneamente para hacer frente a la pobreza. Estos meca­
nismos transmiten alguna información sobre las causas de la pobreza, así como sobre los
efectos más generales que ésta produce en el sistema econômico, y son fundamentales
para elegir la política econômica correcta.
La característica fundamental de la pobreza es que afecta al acceso de los pobres a los
mercados, y esto tiene repercusiones en toda la economia. Casi todos los mercados resul-
tan afectados: la capacidad para obtener crédito, para vender trabajo, para arrendar tie­
rra con el fin de cultivaria. A continuación analizamos algunos de estos efectos. Logica­
mente, lo que tengamos que decir está relacionado con los capítulos que dedicamos al
estúdio de esos mercados, como el 13 y el 14, por lo que nos referiremos brevemente a
estas cuestiones y remitiremos al lector a la información adicional que pueden encontrar
en otras partes de este libro.

8.4.1 Pobreza, crédito y seguro

Crédito
Es evidente que el mercado crediticio falia en el caso de los pobres. Estos no pueden ob­
tener préstamos con los cuales mejorar su vida invirtiendo en actividades productivas. El
fallo se debe a diversas causas.
2 5 8 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

En primer lugar, los pobres no pueden presentar garantias para avalar el préstamo.
Las garantias se piden por varias razones. En primer lugar, el proyecto para el que se so­
licita el préstamo puede resultar verdaderamente un fracaso, en cuyo caso el prestatario no
puede devolver el préstamo. Una garantia es un seguro contra esta posibilidad. Sin em­
bargo, ésta no es ni mucho menos la razón principal. Si los proyectos, en promedio, tienen
éxito un prestamista espabilado se da cuenta de que existen posibilidades de ganancias y
se ofrece a proporcionar préstamos. En este caso la garantia es sobre todo un instrumento
para impedir que el prestatario no devuelva intencionadamente el préstamo.20 La posibili­
dad de perder la garantia entregada reduce los incentivos para no devolver el préstamo.
El problema es que los pobres carecen de los medios necesarios para presentar garantias
suficientes y, por lo tanto, ven denegadas sus peticiones de préstamos.21 En el capítulo 7
analizamos detalladamente un modelo que consideraba esta cuestión. Por último, tam­
bién pueden exigirse garantias para conseguir una autoselección de los prestatarios de
bajo riesgo o (si el éxito dei proyecto depende sistematicamente de los esfuerzos dei
prestatario) para incentivar estos a poner el máximo esfuerzo en que su proyecto tenga
éxito.
Como veremos más detenidamente en el capítulo 14, la incapacidad de los pobres
para presentar unas garantias suficientes les cierra las puertas dei mercado formal de
crédito. A veces fuentes informales de crédito pueden cubrir este hueco al aceptar algu­
nos tipos de garantias que el sector formal no aceptaría. El más importante es el trabajo.
En las sociedades cada vez más móviles, este tipo de garantia es cada vez más raro, ya
que aunque los servicios laborales desempenan la primera función de una garantia (que
es respaldar al prestatario en el caso de que éste no devuelva el préstamo involuntaria­
mente), su utilidad para impedir que el prestatario no devuelva intencionadamente el
préstamo es limitada.
En segundo lugar, cabe argumentar que los incentivos de los pobres para devolver los
préstamos son limitados, independientemente de (y aparte de) su incapacidad para pre­
sentar una garantia. Para comprenderlo, basta senalar que cada unidad adicional de di­
nero significa más para un pobre que para un rico: se trata simplemente dei conocido
principio de la utilidad marginal decreciente. Así pues, cuando llega el momento de devol­
ver el préstamo y el prestatario se pregunta si lo devuelve o no, sus cálculos se inclinan
logicamente dei lado de no devolverlo. La figura 8.1 lo muestra.
En esta figura, observamos dos rentas, Yp (por pobre) e YR (por rico). Comparemos
los dos casos en una situación en la que hay que devolver el mismo préstamo L. Dado
que la función de utilidad muestra una utilidad marginal decreciente, es evidente que la
pérdida de utilidad que experimenta el pobre devolviendo el préstamo (representada por

20 Así, por ejemplo, si el prestamista local acepta como garantia de un préstamo el reloj de la bisabuela
de una persona, para la cual es una reliquia de familia, no se trata tanto de que podrá conseguir un buen
precio por el reloj si el prestatario no devuelve el préstamo como de que el reloj es valioso para el
prestatario, por lo que si está considerando la posibilidad de no devolver el préstamo en una situación en la
que pueda devolverlo, se lo pensará dos veces.
21 Para un análisis más completo de esta cuestión, véase Banerjee y Newman [1994].
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 259

Figura 8.1. Incentivos de los pobres y de los ricos para devolver un préstamo: com-
paración.

el segmento de longitud A en el gráfico) es superior a la que experimenta el rico (repre­


sentada por el segmento de longitud B).
Naturalmente, podría decirse en respuesta a esta observación que el supuesto de que
los préstamos son de la misma cuantía no es razonable. Normalmente, el pobre recibe
préstamos más pequenos, lo que invalida las fáciles comparaciones de la figura 8.1. Tam­
bién podría argumentar se que no estamos teniendo en cuenta los costes de no devolver el
préstamo (como hicimos explicitamente en el capítulo 5). Es posible que los pobres se
jueguen mucho más: tienen más que perder si no devuelven el préstamo, especialmente
ia imposibilidad de acceder al crédito en el futuro.
Podríamos hacer estas dos observaciones y tendríamos toda la razón al hacerlas. Los
pobres reciben préstamos más pequenos, en promedio, y precisamente por serio. También
es posible que tengan mucho más que perder no devolviendo el préstamo, pero eso co­
rrobora (desde otro ângulo) nuestro argumento de que la pobreza reduce el acceso al
mercado de crédito. Al prestamista le interesa asegurarse de que los préstamos no cam-
bian permanentemente la situación econômica de su prestatario, de manera que la ame-
naza de cortarle el crédito en el futuro mantenga su eficacia.
Ya hemos visto en el capítulo 7 que esta falta de acceso implica una pérdida de pro-
ducción nacional, ya que las oportunidades productivas no son aprovechadas como se
aprovecharían si el mercado dei crédito funcionara como es debido. En la medida en que
los prestamistas no pueden apropiarse de una parte de los rendimientos de estas activi-
dades (ante el temor de que no recuperar los préstamos), no prestan para permitir que se
aprovechen estas oportunidades.
2 6 0 / E c ONOMÍA DEL DESARROLLO

La imposibilidad de acceder al mercado dei crédito también afecta el acceso de los


pobres a los mercados de arrendamientos de tierras. Para más información sobre esta
cuestión, véase el capítulo 12.

Seguro

Por otra parte, posiblemente los pobres tengan más facilidades para asegurarse mutua­
mente. Para ver por qué funciona mejor una red informal de seguridad en condiciones
de pobreza, es importante analizar brevemente los factores que limitan el seguro. En el
capítulo 15, dedicado al seguro, nos ocuparemos de esta cuestión mucho más detallada-
mente.
Brevemente, pues, ^por qué se asegura la gente? Las razones son bastante obvias. El
futuro entrana riesgos que no estamos dispuestos a correr. Nuestra casa puede incendiar-
se, podemos caer enfermos o quedar incapacitados, podemos ser despedidos, podemos
atropellar a alguien con el automóvil, etc. Para asegurarnos contra estas contingências,
normalmente pagamos una cantidad de dinero, por ejemplo, todos los anos, a una com­
panía de seguros. Ésta recibe el dinero y normalmente no desempena ningún papel en
nuestra vida (salvo tratar de convencemos de que aseguremos otras cosas) hasta que
ocurre un siniestro, por ejemplo, hasta que se incendia nuestra casa. En ese caso, la com­
panía de seguros debe pagar la cantidad por la que la asegurarnos.
Veamos ahora qué es necesario para que un seguro pueda funcionar bien. La primera
característica de todo seguro es que el siniestro contra el que nos asegurarnos debe ser ve-
rificable, al menos hasta cierto punto. No podemos comprar un seguro contra la posibili-
dad de que manana estemos de mal humor. El problema no es la rareza dei suceso contra
la que uno se asegura — se sabe de personas que se aseguran contra cosas mucho más ex-
tranas— sino de que el suceso no es verificable, sobre todo para la companía de seguros.
La segunda característica que debe poseer un seguro es que cualquiera que sea la
contingência contra la que uno se asegura, no debe ser susceptible de plantear un proble­
ma dei riesgo moral. El riesgo moral es un importante concepto econômico que estudiare-
mos minuciosamente en los capítulos 12-14, pero es fácil transmitir su sentido. Supon-
gamos que tenemos un ordenador personal y que lo asegurarnos contra danos. Ahora
que estamos asegurados, es posible que tengamos menos cuidado de que no se nos caiga
el café en el teclado, ya que el seguro ha reducido el coste que los danos dei ordenador
tienen para nosotros. La cuestión es que hay siniestros contra los que podríamos querer asegu­
rarnos, en los que nuestros actos influyen en la probabilidad de que ocurran. Eso plantea un di­
lema. El seguro perfecto es una buena idea en principio, pero si tiene como consecuencia
que la gente se sienta menos responsable de sus propios actos, puede hacer aumentar
mucho los costes de la companía de seguros o, en todo caso, de alguna otra persona.22

22 Un ejemplo clásico de riesgo moral es el seguro médico. Estados Unidos es el caso destacado. Cuan-
do el nivel dei seguro es alto, se abusa dei sistema médico, ya que los pacientes acuden al médico al menor
sintoma y reciben unos tratamientos en una escala sin parangón en otras partes dei mundo. ^Es gratuito
todo esto? Por supuesto que no. Con el paso dei tiempo, las primas se disparan y alcanzan niveles astronô­
micos, dando lugar a muchos costes tanto personales como sociales.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 261

Para evitar el riesgo moral las companías normalmente no ofrecen un seguro comple­
to. Los contratos de seguro suelen contener franquicias, es decir, cláusulas según las cua-
les el asegurado paga una parte dei coste dei siniestro. Normalmente incurrimos en algu-
nos de estos costes si un accidente dana la carrocería de nuestro coche; y si compramos
un seguro de vida, las companías no pagan nada en caso de suicidio, al menos durante
los primeros anos dei seguro. La lista de restricciones es larga y variada.

En los países en vias de desarrollo, es relativamente raro que haya sistemas formales
de seguro por las dos razones mencionadas. Dado que el sistema jurídico formal es lento,
con pocos recursos y limitados poderes para verificar los hechos, es difícil, cuando no
imposible, obtener una descripción formalmente verificable de los siniestros, como por
ejemplo hasta que punto ha sido mala la cosecha dei asegurado. Esta misma falta de in­
formación agrava los problemas de riesgo moral: es cierto que nuestra cosecha depende
de los caprichos meteorológicos (que es, para empezar, la razón por la que queremos ase-
gurarnos), pero también es cierto que en la cosecha puede influir la intensidad con que
hay amos trabajado la tierra, lo cual es muy difícil de controlar para una companía de se­
guros. Por otra parte, en muchos casos, lo que se necesita son seguros no monetários. Si
en una familia cae enferma alguna persona, ésta puede tener que recurrir a los cuidados
de otro residente dei mismo pueblo o contratar más mano de obra en la época de la reco-
lección. Dados estos enormes problemas, casi nunca existe un seguro formal.

En el capítulo 14 veremos que estos sistemas formales normalmente son sustituidos


por sistemas informales dentro dei propio pueblo. Los habitantes de un mismo pueblo
tienen acceso a una información mucho mejor y, por lo tanto, pueden autoasegurarse
como grupo de una forma que no puede reproducir ninguna empresa aseguradora.

Naturalmente, siguen existiendo problemas de riesgo moral. Un seguro perfecto con­


tra las fluctuaciones idiosincrásicas de la cosecha puede llevar a la explotación agrícola
familiar a escamotear esfuerzos. Sin embargo, la cuestión es que los problemas de riesgo
moral tienden a ser menores en el caso de los pobres.

Es fácil ver por qué. El coste de oportunidad dei trabajo es, casi por definición, menor
para los pobres que para los ricos. Los pobres tienen más probabilidades de estar en paro
o subempleados. Y aunque no fuera así, es probable que perciban un salario más bajo
cuando trabajan y que el coste de su tiempo sea menor, en general. Esta característica les
permite, a su vez, ofrecer creíblemente más esfuerzo para realizar la tarea de que se trate
(por ejemplo, faenas agrícolas) con lo cual no necesita aceptar una gran franquicia para
poder contratar un seguro. A este bajo coste de oportunidad dei esfuerzo se suma el
hecho de que la utilidad marginal de su consumo es muy alta (véase el análisis dei sub-
apartado anterior). Por lo tanto, aunque la gente pobre participe en sistemas que los ase-
guren con solo pequenas franquicias, raras veces se aprovechan de ello. Así pues, cuando
la gente es pobre, resulta mucho más fácil tener sistemas informales que impliquen una
gran cantidad de trabajo y de esfuerzo compartidos, además de transferencias de dinero
(o de cereales) para sortear una mala época.
En el capítulo 15 nos extenderemos más en este tipo de análisis y haremos también
algunas matizaciones.
2 6 2 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

8.4.2 Pobreza, nutrición y mercados de trabajo

Introducción

Ya hemos senalado que incluso según algunas estimaciones muy conservadoras, en 1990
había más de mil millones de pobres en todo el mundo. También hemos senalado que
una elevada proporción de estas personas tiene unos niveles de nutrición inadecuados.
Los efectos de la desnutrición son muy diversos. Ya hemos mencionado algunas de
sus consecuencias como la debilidad muscular, el retraso en el crecimiento, el aumento
de las enfermedades, la vulnerabilidad a las infecciones y la disminución de la capacidad
para trabajar. Además, las personas desnutridas se fatigan fácilmente y muestran claros
câmbios psicológicos, que se manifiestan en fenômenos como apatia mental, depresión,
introversión, reducción de su capacidad intelectual y falta de motivación. La esperanza
de vida de las personas desnutridas es baja, pero los desnutridos no se mueren inmedia-
tamente.
En este apartado estudiamos la relación que existe entre el estado de nutrición de una
persona y su capacidad para trabajar y en el capítulo 13 vemos que esta relación crea un
círculo vicioso en el mercado de trabajo: la pobreza lleva a la desnutrición y, por lo tanto,
a la incapacidad para trabajar, lo que a su vez incide en el grado de pobreza. La desnutri­
ción desempena, pues, un papel funcional, aparte de tener un interés intrínseco. Dado
que afecta a la capacidad para trabajar, afecta de una manera fundamental al funciona-
miento de los mercados de trabajo.

Balance energético

Para comenzar a analizar seriamente este problema, resulta útil examinar la descripción
más sencilla de balance energético dentro dei cuerpo humano.23 Consta de cuatro gran­
des componentes.
1. Aporte de energia. El consumo periódico de alimentos es la principal fuente de
aporte de energia al cuerpo humano. También es el punto de encuentro obvio entre la
nutrición y la economia. En la mayoría de los casos, el acceso a los alimentos es equiva­
lente al acceso a la renta. En el caso de los pobres, la renta se obtiene principalmente dei
rendimiento de su trabajo y (en menor medida) de sus activos no laborales, como una
pequena cantidad de tierra.
2. Metabolismo en reposo. Es una proporción significativa de las necesidades dei cuer­
po. Representa la energia necesaria para mantener la temperatura dei cuerpo, mantener
la actividad cardíaca y respiratória, satisfacer las necesidades mínimas de energia de los
tejidos en reposo y mantener los gradientes iónicos de las membranas celulares. En el
caso dei "hombre de referencia" de la Organización de las Naciones Unidas para la Agri­
cultura y la Alimentación (FAO), que es un hombre europeo de 65 kilos de peso, esta
cifra gira en torno a las 1.700 calorias diarias. Naturalmente, la cifra exacta varia signifi­

23 El contenido de este subapartado se basa en Dasgupta y Ray [1986, 1987, 1990], Ray y Streufert
[1993] y Ray [1993].
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 263

cativamente con las características dei individuo y con el entorno en el que vive. Por
ejemplo, un condicionante importante es la masa corporal: una masa corporal mayor
eleva el metabolismo en reposo.
3. Energia necesaria para trabajar. El segundo componente importante es la energia ne­
cesaria para realizar un trabajo físico. Según la estimación de 1973 de la FAO, aplicada a
su hombre de referencia, es de 400 kilocalorías diarias para una "actividad moderada".
Desgraciadamente, como senalan Clark y Haswell [1970, pág. 11], el hombre de referen­
cia de la FAO "parece que es un europeo de 65 kilos de peso que pasa la mayor parte dei
dia de una manera que se define de forma bastante ambigua, pero que aparentemente no
trabaja mucho". Esta cifra puede ser una estimación algo conservadora en el caso de los
pobres de los países menos desarrollados, que tienen qué realizar un trabajo sumamente
extenuante. Aunque es imposible realizar estimaciones precisas sin conocer el tipo exacto
de trabajo, probablemente no nos equivoquemos si décimos que esta cifra es significati­
vamente superior a 400 kcal. diarias.
El interesante libro de Clark y Haswell contiene información sobre la energia necesaria
para realizar diversos tipos de actividad física, procedente de estúdios de diferentes auto­
res. Así, en los estúdios de la agricultura de África Occidental, las estimaciones dei consu­
mo de calorias van desde 213 kcal. por hora para transportar un tronco de 20 kilos hasta
274 para utilizar la azada, 372 para desbrozar la tierra y hasta 502 para talar un árbol. Na­
turalmente, se trata de actividades que no se realizan (ni pueden realizarse) continuamen­
te durante largos periodos de tiempo, pero el hombre de referencia europeo con su asigna-
ción de calorias para actividades físicas tendría muchas dificultades para realizar
minimamente cualquiera de éstas. La cuestión es, pues, bastante clara. El trabajo de los po­
bres suele ser trabajo físico y el trabajo físico exige una considerable cantidad de energia.
4. Almacenamiento y uso de reservas. Debería ser ya bastante evidente que seguramente
existe, al menos durante un período de tiempo, algún tipo de equilibrio entre el primer
componente, el aporte de energia, y la suma dei segundo y el tercero. Sin embargo, a
corto o medio plazo, el cuerpo humano puede compensar (en alguna medida) los exce-
sos o las carências. Las carências energéticas se satisfacen recurriendo a las reservas dei
cuerpo. Los excesos de energia en parte desaparecen y, en parte, se almacenan. A las per­
sonas bien alimentadas de los países desarrollados les preocupa el segundo problema
(especialmente la posibilidad de que los excesos de energia se almacenen y no desapa-
rezcan). Para los cientos de millones de personas que padecen desnutrición, el verdadero
problema es el primero: hacer frente a la amenaza de experimentar un déficit de energia.
Un déficit continuado lleva a la desnutrición, y —a la larga— a la destrucción dei cuerpo
como consecuencia de las enfermedades, de la debilidad o de la muerte.
De lo que debemos darnos cuenta —y es ésta una cuestión que analizaremos detalla-
damente en el capítulo 13— es de que no sólo los mercados de trabajo generan renta y,
por lo tanto, crean la principal fuente potencial de nutrición y buena salud sino que tam­
bién una buena nutrición afecta, a su vez, a la capacidad dei cuerpo para realizar tareas que ge­
neran renta. Se trata de un ciclo que nos alerta sobre la posibilidad de que en los países en
vias de desarrollo, una proporción significativa de la población se encuentre sumida en
la trampa de la pobreza.
2 6 4 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Para afianzar las ideas, prescindamos de momento dei almacenamiento o dei uso de
reservas energéticas. La figura 8.2 muestra la relación entre la nutrición y la capacidad
para realizar un trabajo productivo, que denominamos curva de capacidad.
Obsérvese atentamente la denominación de los ejes de la figura 8.2. En particular, el
eje de abscisas, que en realidad debería ser "nutrición", se ha denominado "renta", por­
que se supone implicitamente que toda la renta se gasta en nutrición. No se pierde nada
esencial sustituyendo este supuesto por uno más realista en el que, por ejemplo, el 70%
de la renta se gaste en nutrición, pero como veremos, la exposición es más sencilla de
esta forma. El eje de ordenadas se ha denominado con la vaga expresión "capacidad para
trabajar". ^Cómo podemos concebirla conceptualmente? La idea es concebir la capacidad
para trabajar como una medida dei número total de tareas que puede realizar una perso­
na durante el periodo examinado, por ejemplo, el número de quintales de trigo que
puede recolectar al dia. La curva de capacidad se halla conectando diferentes niveles de
nutrición (o de renta) con los correspondientes niveles de capacidad para trabajar.
Para comprender la forma de la curva de capacidad, pregúntese el lector qué ocu-
rre cuando nos desplazamos de izquierda a derecha a lo largo dei eje de abscisas, es
decir, cuando aumentamos la cantidad de renta (nutrición) de que dispone el individuo.
Al principio, la mayor parte de esta nutrición se dedica a mantener el metabolismo en re-
poso y, por lo tanto, a mantener la estructura básica dei cuerpo. En esta fase, queda muy
poca energia extra para trabajar (recuérdese de nuevo que estamos excluyendo de mo­
mento el uso de las reservas de energia dei cuerpo). Por lo tanto, en esta fase, la capaci­
dad para trabajar es baja (cercana a cero, si se quiere) y no aumenta demasiado deprisa a
medida que varían los niveles de nutrición. Sin embargo, una vez atendido el metabolis­
mo en reposo, la capacidad para trabajar aumenta considerablemente, ya que ahora la
mayor parte dei aporte adicional de energia puede canalizarse hacia el trabajo. Esta fase

Figura 8.2. La curva de capacidad.


Pobreza y desnutrición (c. 8) / 265

va seguida de otra de rendimientos decrecientes, ya que los limites naturales que impone
el cuerpo restringen la conversión dei aumento de nutrición en una capacidad cada vez
mayor para trabajar (la curva probablemente comienza a tener incluso pendiente negati­
va a partir de un determinado punto, debido a las preocupaciones habituales dei mundo
desarrollado, pero aqui prescindiremos de esa posibilidad).

Nutrición y capacidad para trabajar

El análisis de la relación biológica entre nutrición y capacidad para trabajar tiene por obje­
to alertamos sobre una línea de pensamiento que seguiremos detalladamente en el capítu­
lo 13. Aunque un bajo nivel de renta provoca un bajo nivel de nutrición, un bajo nivel de
nutrición puede generar un bajo nivel de renta. Éste es el aspecto funcional de la desnutrición:
aparte de ser una cuestión de interés social y ético por derecho propio, repercute en la ca­
pacidad para obtener ingresos. No es difícil, pues, imaginar la existencia de un círculo vi­
cioso de la pobreza en muchos países de renta baja, en los cuales las bajas rentas son res-
ponsables de la desnutrición, la cual perpetúa, a su vez, estas bajas rentas.
En el capítulo 13 abordaremos este tema más detalladamente, pero de momento me­
rece la pena ver cuál seria el argumento. Se nos ocurren varias consideraciones.
(1) Si es posible que exista un círculo de baja renta-desnutrición-baja renta en los países po­
bres, ipor qué no es posible que exista en el caso de algunos grupos de personas en los países ricos?
Esta pregunta nos lleva a preguntarnos si puede existir aisladamente el círculo vicioso
que acabamos de describir, independientemente de que la economia sea rica o pobre. La
respuesta es, en general, negativa, y la razón está relacionada con la oferta total de trabajo.
Un mercado de trabajo experimenta tensiones si las alternativas a trabajar en una de­
terminada empresa son relativamente abundantes y atractivas. Según la teoria conven­
cional de la oferta y la demanda, para que un mercado de trabajo experimente tensiones,
debe haber una baja oferta en relación con la demanda en ese mercado u oportunidades
atractivas en otros mercados de trabajo.
Ahora bien, si existen tensiones en el mercado de trabajo, en el sentido que acabamos
de describir, los rendimientos dei trabajo son altos incluso aunque una persona tenga
poca capacidad para trabajar. El círculo no puede cerrar se por completo. Estos elevados
rendimientos, en general, permiten al individuo tener un nivel de nutrición suficiente y,
por lo tanto, aumentan su capacidad para trabajar con el paso dei tiempo. El grado en
que puede aumentar la renta de un trabajador no depende de consider aciones biológicas
sino de las oportunidades que tenga ese trabajador en otros sectores dei mercado de tra­
bajo. Si estas oportunidades son abundantes, la teoria dei círculo vicioso basada en la
desnutrición deja de ser válida.
La existencia de tensiones en algunos mercados de trabajo de determinados países es
una cuestión que solo puede resolverse realizando estúdios empíricos minuciosos.24

24 Tomemos el caso dei mercado de trabajo rural de la índia, en el que participa la mayor parte de la
población activa de ese país. Parece que apenas hay dudas de que esos mercados se caracterizan por tener
unos elevados y persistentes niveles de paro, al menos durante una parte significativa dei ano. La eviden­
cia procede de varias fuentes. Por ejemplo, según Krishnamurty [1988], cuyo estúdio se basa en datos de la
2 6 6 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

(2) iNo podría la gente pedir un préstamo para salir dei círculo vicioso?
Es ésta una cuestión sutil que no podemos abordar satisfactoriamente hasta que no
estudiemos los capítulos 13 y 14, pero es posible dar algunas respuestas provisionales.
En primer lugar, el mercado de crédito puede estar simplemente cerrado a las personas
pobres, por razones ya esbozadas en los apartados anteriores. Esto es especialmente cier­
to en el caso dei crédito para el consumo. A los prestamistas suele interesarles financiar
proyectos de producción tangibles, por lo que es difícil conseguir préstamos para consu­
mo en condiciones razonables.
Hay otra respuesta más delicada. jUna economia en la que haya trampas de desnutri­
ción dei tipo que estamos considerando aqui puede muy bien ser óptima en el sentido de
Pareto! Es decir, puede que no sea posible (a corto plazo) mejorar el bienestar de los po­
bres desnutridos sin una cierta cantidad de redistribución de la renta dei segmento de la
población que tiene más acceso a la renta y a los activos.25 Recuerde el lector lo que signi-
ficaba optimalidad en el sentido de Pareto en el curso de introducción a la economia. Sig-
nificaba que no es posible reasignar las dotaciones, la producción y el consumo de tal
manera que mejore simultáneamente el bienestar de todos los agentes econômicos. La
optimalidad en el sentido de Pareto suena muy bonita y en cierto sentido lo es, pero es
perfectamente compatible con la idea de que algunas personas obtienen una cantidad
muy pequena de las cosas buenas. Como mejor se comprende es repartiendo una tarta
entre dos personas. Mientras no tiremos algún trozo de tarta, cualquier reparto es óptimo
en el sentido de Pareto, incluido el reparto en el que una persona se la come toda.
La optimalidad en el sentido de Pareto tiene sus consecuencias. Si una economia está
funcionando de tal forma que su asignación de los bienes y servicios es óptima en el sen­
tido de Pareto, jla introducción de un mercado de crédito en el que la gente pueda pedir
préstamos para aprovisionarse de capacidad de trabajo no puede surtir ningún efecto! La
razón se halla en que para que alguien preste en ese mercado, debe obtener una ganan-
cia. Las personas que piden préstamos probablemente también salgan ganando. Las que
no participan no resultan afectadas.26 En esa situación, la nueva asignación lograda por
el mercado de crédito debe mejorar el bienestar de algunas personas sin empeorar el de
ninguna otra. Eso contradice el postulado de que la asignación inicial era óptima en el
sentido de Pareto.

encuesta muestral nacional, las tasas rurales de paro fueron altas y crecientes en los anos setenta, aunque
hubo muchas diferencias entre los estados. Visaria [1981] y Sundaram y Tendulkar [1988] han observado,
además, que las tasas de paro de los hogares agrícolas que participan principalmente en el mercado de tra­
bajo rural eran realmente altas. La tesis de Mukherjee [1991] contiene una minuciosa revisión de la literatu­
ra sobre la cuestión y realiza, además, un detallado estúdio dei pueblo de Palanpur, que refuerza los resul­
tados anteriores. El elevado paro es una característica tan aceptada para los investigadores que estudian el
caso de la índia que los análisis teóricos de los mercados de trabajo suelen tener como objetivo explicar y
comprender esta característica crucial. El excelente estúdio panorâmico de Drèze y Mukherjee [1991] de las
teorias de los mercados de trabajo rurales lo muestra perfectamente.
25 Este es el argumento que se defiende en Dasgupta y Ray [1986].
26 El lector cauto se dará cuenta de que el argumento es algo frágil. Puede haber efectos en los precios
relativos que sí alteren las asignaciones dei consumo de los que no participan, pero en el sencillo modelo
de un bien que analizamos en el capítulo 13, estas afirmaciones son verdaderas.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 267

Este argumento se basa en el supuesto de que la situación inicial es óptimo en el sen­


tido de Pareto. En el capítulo 13 nos extenderemos más sobre este modelo.
(3) Si la capacidad para trabajar afecta a la cantidad de trabajo realizada en el futuro, ino de-
searán los empresários ofrecer contratos de larga duración para aprovechar esa circunstancia?
No está claro que se pueda obligar a cumplir esos contratos a menos que exista algu-
na razón distinta para que los trabajadores quieran cumplirlos (puede muy bien haber al-
guna, como veremos más adelante en este libro). Es improbable que una empresa firme
un contrato de larga duración con su empleado simplemente para extraer futuras ganan-
cias dei aumento de su capacidad de trabajo. No existe garantia alguna de que el emplea­
do seguirá ahí manana: podría trabajar para otra empresa, quizá de otro pueblo; podría
emigrar. En estas circunstancias, es difícil que un empresário esté dispuesto a invertir en
aumentar el nivel de nutrición de sus empleados. En segundo lugar, si otros empresários
pueden identificar a la persona que goza de buena salud, el mercado presionará al alza
sobre el salario de ese trabajador. Eso significa esencialmente que éste recogerá todo el
beneficio de la inversión financiada por el empresário, en forma de un salario más alto.
De ser eso así, ^para qué realizar la inversión?
El problema puede resolver se si el trabajador firma un contrato que le prohíba traba­
jar en otra parte en el futuro incluso aunque las condiciones sean mejores, pero un con­
trato así tiene connotaciones poco éticas que impiden que un tribunal pueda obligar a
cumplirlo, y con razón, desde el punto de vista moral.
(4) Por ciertof si existieran de alguna manera esas relaciones de larga duración por otros mo­
tivos, linfluiria eso en el estado de nutrición de los trabajadores?
Podría influir, pero en una relación en la que la nutrición sea utilizada positivamente
por el empresário para que el trabajador aumente su capacidad de trabajo, tiene que haber
unfactor o un grupo de factores especifico que de estabilidad a esa relación, en el sentido de que
sustituir al trabajador tenga un coste elevado. Examinemos rápidamente tres ejemplos.
La economia esclavista: la esclavitud quizá sea el mejor ejemplo. Los esclavos eran
comprados y, por lo tanto, cada sustitución entranaba un elevado gasto, aparte de los
costes diários que suponía el mantenimiento de los esclavos. De hecho, en el sur de Esta­
dos Unidos, los precios de los esclavos subieron vertiginosamente en las décadas anterio­
res a la Guerra de Secesión (Fogel y Engerman [1974, págs. 94-102]). Un esclavo tenía,
pues, un enorme valor para su propietario. Resulta que la dieta de los esclavos era abun­
dante y variada.27 De hecho, era superior a la cantidad diaria de nutrientes recomendada
en Estados Unidos en 1964. Y lo que quizá sea más importante, en 1879 el valor calórico
de la dieta media de los esclavos era más de un 10% superior al de la dieta de todos los
"hombres libres" (Fogel y Engerman [1974, pág. 113]). Por otra parte, en los manuales de
los capataces se hacía hincapié repetidamente en que el mantenimiento de la salud de los
esclavos era uno de los objetivos fundamentales [Fogel y Engerman [1974, pág. 117]).

27 Fogel y Engerman [1974, pág. 111] senalan que entre los "productos de las plantaciones que consu-
mían los esclavos se encontraban la carne de vacuno, la carne de ovino, pollo, leche, nabos, guisantes, cala-
bacines, boniatos, manzanas, ciruelas, naranjas, calabazas y peras", además de maíz y cerdo.
2 6 8 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Industria: la influencia de un nivel suficiente de nutrición en la productividad de los


trabajadores se ha destacado repetidamente en los manuales. Por ejemplo, la monografia
de Keyter [1962] sobre Suráfrica contiene muchas referencias de ese tipo y un apartado
final con cincuenta y cuatro recetas. Ese libro centra la atención en las prácticas alimenta-
rias de los obreros industriales y en su análisis aborda directamente las razones eviden­
tes para dar de comer en el centro de trabajo: cambiando la composición de los salarios
de esta manera, se obliga al trabajador a consumir una proporción mayor de su salario
en forma de alimentos.28
Servicio doméstico: éste es otro buen ejemplo de un mercado de trabajo que es pro-
bable que sea inflexible. Los sirvientes adquieren en el trabajo unas características que
hacen que resulte difícil sustituirlos. No sólo es importante la pérdida de un sirviente
sino que, además, la adquisición de uno nuevo que tenga unas características minima­
mente aceptables suele obligar a llevar a cabo un arduo proceso de formación. Resulta
interesante considerar los estúdios sobre este mercado en el contexto de la índia; los
datos empíricos nos dicen a primera vista que esos estúdios confirmarían en buena me­
dida nuestra tesis.29 Remitimos a una excelente monografia de McBride [1976] sobre el
tema, que cita varios manuales de gobierno dei hogar escritos para las amas de casa in­
glesas y francesas en el siglo XIX. Aunque McBride considera que la dieta de los criados
era, en general, escasa (en relación con la dei senor y la senora), más de un manual sugie-
re explicitamente medios para garantizar a los sirvientes un elevado nivel de energia.
Por ejemplo, un popular manual francês de principios dei siglo XIX recomienda que se
obligue a los sirvientes a abandonar la práctica tradicional parisina dei café con leche por
la manana y la sustituyan por un desayuno consistente en una sopa hecha con restos de
carne de la noche anterior, a fin de que el sirviente tenga suficiente energia para trabajar
hasta las 5 de la tarde sin parar. Según el estúdio de Booth sobre la vida de los trabajado­
res londinenses, 'Ta calidad de los alimentos dados a los sirvientes domésticos... normal­
mente es muy buena y en todos los casos, salvo en algunos muy raros, muy superior a la
que pueden obtener los miembros de las familias de clase obrera de la que proceden los
sirvientes" (Booth [1903, vol. 8]).

8.4.3 La p ob reza y el h ogar

El desigual reparto de la pobreza


Una de las grandes tragédias de la pobreza es que los pobres quizá no puedan permi-
tirse el lujo de repartir su pobreza por igual. El desigual reparto se debe fundamental­

28 A este respecto, véase también el estúdio de Rodgers [1975] sobre algunos pueblos de Bihar, aunque
en este estúdio las razones para alimentar a los trabajadores en el centro de trabajo son considerablemente
más ambiguas.
29 Los hogares indios de clase media y alta muestran un grado extraordinariamente alto de preocupa-
ción paternalista por la nutrición y la atención médica de sus sirvientes. Esa preocupación no parece espe­
cialmente acorde con los salarios monetários que pagan a los sirvientes. Aunque este cuidado paternalista
haya sido moldeado por las costumbres sociales para que parezca genuino, apenas hay dudas sobre los
motivos fundamentales de esa conducta.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 269

mente al hecho de que hay que dedicar a cada persona (incluido cada nino) ciertas can-
tidades mínimas de nutrición, cuidado y recursos econômicos para que su vida sea
productiva y sana. En las situaciones de extrema pobreza, el reparto igualitario de los
recursos dei hogar podría no ayudar a nadie, ya que las cantidades medias son dema­
siado pequenas. La posible ventaja dei reparto desigual radica en que ayuda a algunos
miembros dei hogar a ser minimamente productivos en circunstancias extremas. Eso
nos lleva directamente a los conocidos problemas de la "ética dei bote salvavidas": un
bote salvavidas sólo puede llevar dos personas y hay tres que se quieren salvar. Una
debe morir.
La curva de capacidad muestra claramente cómo el problema de la nutrición fomenta
los repartos desiguales. La figura 8.3 representa la curva de capacidad OAEB. La línea
recta OAB parte dei origen, por lo que el segmento OA es igual al AB. El nivel de renta
correspondiente a la capacidad B está representado por Y*. Por definición, el nivel de
renta correspondiente a la capacidad A debe ser Y*/ 2.
Consideremos ahora el caso de un hogar formado por dos personas solamente y su-
pongamos que sus curvas de capacidad son idênticas y están representadas por la curva
de la figura 8.3. Supongamos que la renta total dei hogar viene dada por Y*. Pensemos en
dos opciones: o bien el hogar se reparte esta renta por igual, o bien una persona la consu-

Figura 8.3. La curva de capacidad y el reparto desigual.


2 7 0 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

me toda.30 Obsérvese que de acuerdo con la definición de Y*, estas dos opciones generan
al hogar exactamente la misma capacidad total para trabajar: por el teorema de los triân­
gulos semejantes, la altura de B debé ser exactamente el doble de la de A.
Supongamos ahora que el hogar tiene una renta inferior a Y*, por ejemplo, Y (véase el
gráfico). Si se reparte por igual, significa que cada miembro recibe Y 12 y que, por lo
tanto, cada persona tiene una capacidad para trabajar igual a la altura de C. La capacidad
total dei hogar es, pues, el doble de esta altura, que es exactamente la altura dei punto D.
Compárese con la capacidad total que tiene el hogar si una persona recibe toda la renta
para consumo: es la altura dei punto E, que es mayor. Por lo tanto, en los niveles de renta
inferiores al umbral crítico Y* los repartos desiguales dei consumo aumentan la capacidad dei
hogar para trabajar. En la medida en que el aumento de la capacidad dei hogar es bueno
para obtener renta en el futuro, nos encontramos aqui ante un dilema.
En cambio, en los niveles de renta de los hogares superiores al umbral Y*, un reparto
igual es mejor que uno desigual. La curva de puntos ODB se ha trazado a partir de la
curva de capacidad: nos dice cuál es la capacidad dei hogar cuando su renta se reparte
por igual. Se encuentra por debajo de la curva de capacidad individual hasta el punto B, a
partir dei cual se encuentra por encima.
Este argumento sugiere por qué la pobreza está correlacionada con el reparto des­
igual. Obsérvese bien quién es el culpable: es el segmento "convexo" de la curva de ca­
pacidad, que recoge el hecho de que para que la productividad aumente, es necesario un
cierto aporte mínimo de nutrientes. Sin este segmento, siempre serían preferibles los re­
partos iguales.31
Una reacción a este argumento es que no es realista: es absurdo imaginar que se va a
dejar que una persona se muera de hambre en aras de la maximización de la capacidad
dei hogar. Esta no es, desde luego, la lección con la que queremos que se quede el lector:
este resultado es extremo debido a la sencillez dei modelo. Existen varias razones para
que no se dé un resultado tan desigual, comenzando por el hecho de que cada miembro
de la familia es amado y apreciado. Sin embargo, una situación como ésa da pie a una
tendencia hacia el trato desigual, en la medida en que a la familia le preocupa la capaci­
dad dei hogar de obtener renta en el futuro.
Una solución habitual al problema dei bote salvavidas es echarlo a suertes: esta solu-
ción tiene, al menos, la virtud de ser igualitaria ex ante. Echarlo a suertes no es una propo-
sición totalmente absurda: la gente que presta ayuda de emergencia en las grandes catás­
trofes no lo hace de otra manera. Sin embargo, aqui no estamos hablando de una
catástrofe repentina sino de un proceso continuo de desarrollo nutritivo (por lo que echar­
lo a suertes diaria o semanalmente produce el mismo efecto que el consumo igualitario).
Por lo tanto, el blanco de la discriminación se establece de una vez por todas: hay ciertos
individuos a los que se les niega sistemáticamente el alimento y la atención médica, a fin de
poder dedicar mejor los escasos recursos a un subgrupo de miembros de la familia.

30 Naturalmente, estas dos opciones extremas son una exageración. También son posibles evidente­
mente otras divisiones intermedias, pero prescindimos de ellas para simplificar el análisis.
31 Para un análisis más detallado de este tipo, véase Mirrlees [1976] y Stiglitz [1976].
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 271

Los que menos reciben

^Quiénes son los individuos a los que se les niega tanto? Normalmente mujeres, tanto
adultas como ninas y —a pesar de la supuesta armonía dei clan familiar—, personas de
edad avanzada y enfermos. Quizá sea relativamente fácil comprender por qué se trata
así a las personas de edad avanzada, sobre todo teniendo en cuenta el modelo anterior:
la nutrición y la atención médica desempenan un papel funcional, aparte de tener una fi-
nalidad en sí mismas. Constituyen los elementos necesarios para tener capacidad para
percibir renta en el futuro. Las personas de edad avanzada se encuentran en peores con­
diciones para aportar esta capacidad. En la medida en que los objetivos de ganar renta se
internalicen en la dinâmica social de la familia, se discriminará a estas personas. Es decir,
nadie toma abiertamente decisiones tan duras, pero la discriminación se manifiesta en lo
que hacen todos y cada uno de los miembros de la familia, quizá incluso las propias per­
sonas de edad avanzada.
Consideremos el caso de las mujeres viudas. Rahman, Foster y Mencken [1992] han
estudiado las tasas de mortalidad de las mujeres viudas de las zonas rurales de Bangla­
desh, y Chen y Drèze [1992] han realizado un estúdio parecido sobre varios pueblos dei
norte de la índia. La pérdida dei marido puede ser devastadora desde el punto de vista
econômico, a menos que la viuda posea activos como tierra, aunque en este caso las
cosas también son complicadas, ya que la posibilidad de perder la tierra puede depen­
der, a su vez, de la viudedad (Cain [1981]). Como senalan Chen y Drèze [1992], "el pro­
blema básico no radica únicamente en que una viuda suele depender de otros miembros
dei hogar para sobrevivir sino también en c\ue estos otros miembros dei hogar normalmente no
dependen de ella para nada esencial" (el subrayado es mío).
El cuadro 8.6 muestra cómo varían las tasas de mortalidad por edades con la viude­
dad en las zonas rurales de Bangladesh. Los resultados son sorprendentes. Las tasas tota-
les de mortalidad se multiplican casi por 3 si la mujer está viuda en lugar de casada. En
este grupo, las viudas que son cabeza de familia se encuentran en una situación relativa­
mente mejor que la media de todas las viudas. Las que viven en hogares en los que ellas,
o alguno de sus hijos, no son cabeza de familia se encuentran en una situación especial­
mente mala32 y la explicación no puede deberse a que esos hogares sean por alguna
razón intrínsecamente más pobres que otros: no existen pruebas de que los gastos per cá­
pita de los hogares en los que hay una viuda sean inferiores a los de los hogares en los
que no hay ninguna (Drèze [1990]).
Este tipo de observaciones no se limita a las viudas. Por lo que se refiere a la atención
médica, según un estúdio de Kochar [1996] sobre los clanes familiares dei sur de Asia, los
gastos médicos que se realizan en las personas de edad avanzada varían sistemáticamen-
te (e inversamente) con su capacidad para obtener ingresos, lo cual implica que el hogar
como unidad de producción parece que desempena un importante papel cuando se repar-
ten los gastos dedicados a la nutrición o a la salud. Este sesgo se observa no sólo en que

32 Naturalmente, el temor a no tener un hijo que sirva de ayuda puede influir, a su vez, en las decisio­
nes anteriores de tener hijos, y eso puede explicar en parte la elevada fecundidad de algunos grupos que se
sabe que discriminan a las viudas (véase el capítulo 9 para más información).
272 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Cuadro 8.6. Tasas de mortalidad por edades de las viudas en Bangladesh.

Tasa de mortalidad (muertes al ano por cada 100 personas)

Viudas de un Viuda de un
Viudas cabeza hogar cuyo hogar cuyo cabeza
Grupo defamilia cabeza de família defamilia es ella
de edad Mujeres casadas Total viudas dei hogar es un hijo o un hijo

45-54 0,89 1,36 1,68 1,15 1,63


55-59 1,78 2,06 2,21 2,13 1,23
60-64 3,10 3,83 2,42 3,86 5,84
65-69 3,81 5,56 5,20 5,15 8,27
70-79 9,43 9,99 8,63 9,88 11,67
80+ 9,38 17,50 15,04 17,66 18,52

Total 1,87 5,29 3,75 5,37 7,59

Fuente: Rahman, Foster y Mencken [1992] y Chen y Drèze [1992].

se asignan menos gastos médicos a las personas de edad avanzada en relación con la inci­
dência esperada de las enfermedades en estos grupos de edad más avanzada sino también
algunas veces en términos absolutos.33

Una vez que aceptamos el argumento de que el reparto de los gastos en el seno dei
hogar se debe a razones funcionales e intrínsecas, es fácil comprender el fenômeno de la
discriminación que padecen las personas mayores. Algo más difícil resulta comprender
por qué ocurre más o menos lo mismo con las mujeres, tanto adultas como ninas. A
menos que creamos que los hombres están mejor preparados que las mujeres para reali­
zar algunos tipos de tareas, no podemos justificar la discriminación de las mujeres atri-
buyéndola únicamente al argumento dei bote salvavidas. La discriminación de las muje­
res en el seno dei hogar se debe más en general a un sesgo en contra de la mujer.
Supongamos, por ejemplo, que las mujeres realizan las tareas domésticas, mientras que
los hombres obtienen ingresos. Si las tareas dei hogar no se monetizan debidamente en la
psicologia dei reparto de los recursos dentro dei hogar, es válido el argumento dei bote
salvavidas y seria de esperar que se discriminara a las mujeres en ese reparto. Asimismo,
aunque tanto las mujeres como los hombres tengan un empleo remunerado, si los sala-
rios que perciben las mujeres por realizar un trabajo similar son más bajos, habrá un
sesgo en contra de ellas en el reparto de los recursos.
Los problemas de las carências nutritivas complican más la cuestión. Quizá no baste
con observar simplemente que las mujeres reciben menos nutrición que los hombres: la

33 La presencia de mujeres y ninos agrava el problema, ya que acentúa la tendencia a asignar menos
gastos a las personas de edad avanzada. Sin embargo, la observación de que es más probable que se recu-
rra a gastar los ahorros para el tratamiento de las personas mayores que para el de los hombres jóvenes,
una vez tenida en cuenta la gravedad de la enfermedad, complica el análisis. El artículo de Kochar contie-
ne un perspicaz análisis de las causas posibles de esta aparente anomalia.
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 273

Cuadro 8.7. Ingesta y necesidades de calorias por sexo en las zonas rurales de
Bangladesh (1975-76).

Hombres Mujeres
Ingesta de Necesidades Ingesta de Necesidades
Edad (anos) calorias de calorias calorias de calorias
10-12 1.989 2.600 1.780 2.350
13-15 2.239 2.753 1.919 2.224
16-19 3.049 3.040 2.110 2.066
20-39 2.962 3.122 2.437 1.988
40-49 2.866 2.831 2.272 1.870
50-59 2.702 2.554 2.193 1.771
60-69 2.569 2.270 2.088 1.574
70+ 2.617 1.987 1.463 1.378

Fuente: Sen [1984, cuadro 15.3].

cuestión es saber si reciben menos nutrición en relación con la que necesitan. La eviden­
cia a este respecto no es tan clara como cabría esperar. Por ejemplo, el Institute of Nutri-
tion and Food Science (INFS) realizo una encuesta por muestreo sobre la ingesta de calo­
rias de los hogares de las zonas rurales de Bangladesh.34 También utilizo los conceptos
de "necesidades", a saber, las recomendaciones por edad y sexo dei FAO/WHO Expert
Committee (1973). El cuadro 8.7 resume algunas de las observaciones dei INFS sobre la
ingesta de calorias.
El cuadro es interesante por dos razones. En primer lugar, la segunda columna y la
cuarta nos dicen que las mujeres reciben sistemáticamente menos nutrición en todos los
grupos de edad encuestados (y la clasificación por edades es bastante detallada). El défi­
cit va desde un mínimo dei 11% (en el grupo de edad más joven) hasta un máximo dei
44% en el grupo de edad 70+ (lo que coincide con las observaciones que hemos hecho
antes sobre las viudas).
En segundo lugar y en contraste con la primera observación, si el déficit se mide en
relación con las necesidades establecidas, esta discrepancia desaparece. Persiste el déficit
en relación con las necesidades en los dos grupos de edad más jóvenes, pero también hay
un déficit en el caso de los hombres, lo que lleva a preguntarse cuáles son exactamente
las necesidades y cómo se miden. Aparte de las consideraciones relacionadas con la masa
corporal, ^suponen que los hombres y las mujeres realizan tareas distintas? Por otra
parte, ^cómo es que se estima exactamente el consumo de energia de estas tareas sin defi-
nirlas totalmente? Como senala Sen [1984, pág. 351], "...existen buenas razones para
poner en cuestión los supuestos sobre el consumo de energia de las actividades realiza­
das por las mujeres, que no son tan 'sedentarias' como tienden a suponer los cálculos de

34 Este análisis procede de Sen [1984, capítulo 15].


2 7 4 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

calorias. Además, es preciso reconocer más plenamente la nutrición adicional que necesi-
tan las mujeres embarazadas y las madres lactantes". Medir los déficit en relación con un
concepto arbitrario de "necesidades" puede ser sumamente enganoso.
Así pues, el sesgo en contra de las mujeres puede o no manifestarse directamente en
los cocientes entre consumo y necesidades, en lo que se refiere a la nutrición. Es posible
que tengamos que profundizar más. Puede que intervengan algunos factores muy distin­
tos en el reparto de los recursos, incluso algunos que no tengan ningún coste de oportu-
nidad directo. Puede ocurrir que no se lleve a una nina a la clínica cuando está enferma,
incluso aunque los servicios médicos sean gratuitos. El coste de lie varia no es el coste de
la atención médica sino posiblemente el coste implícito de la dote si sobrevive hasta la
madurez. Puede suceder que no se dé a las ninas educación o que ésta se desatienda sim­
plemente porque no se espera que su educación se traduzca en un aumento de la renta
de ese hogar (y es posible que no reduzca tampoco el coste de una dote). El recuadro
sobre la rivalidad entre hermanos en Ghana es un ejemplo de investigación que busca in­
dicadores directos como éstos. Por último, las diferencias entre las tasas de mortalidad
infantil por sexos podrían explicar una gran parte de la discriminación: es posible que los
supervivientes reciban relativamente el mismo trato, pero cuando los consideramos, no te­
nemos en cuenta a los muertos.
Estos problemas se agravan cuando carecemos de datos directos sobre el reparto de
los recursos en el seno dei hogar y tenemos que arreglárnoslas con datos indirectos. Dea-
ton [1994] ha analizado un método de ese tipo: analizar el consumo de ciertos "bienes
para adultos" (como el tabaco) en el hogar y relacionarlo con la proporción de ninas que
hay en él (teniendo el cuenta el número total de ninos). Si las ninas son discriminadas en
el consumo, eso debería traducirse en un aumento global dei consumo de los adultos
cuando hay más ninas que ninos. Deaton [1989], Subramanian y Deaton [1991], Ahmad y
Morduch [1993] y Rudd [1993], entre otros autores, han aplicado esta interesante meto­
dologia a los datos. No han obtenido ningún resultado claro, ni siquiera en aspectos en
los que otros indicadores de la discriminación (como la proporción entre el número de
mujeres y el de hombres) eran positivos. Deaton [1994] senala que "es ciertamente algo
enigmático que el análisis de las pautas de gasto no muestre sistemáticamente la existen-
cia de una considerable influencia dei sexo, incluso cuando se sabe que existe".

La rivalidad entre hermanos: evidencia de Ghana

Al igual que ocurre en otras muchas economias de renta baja, en Ghana los padres suelen invertir
menos en el capital humano de sus hijas que en el de sus hijos. Las tasas de escolarización en la
ensenanza primaria son bastante parecidas, pero en la escuela secundaria sólo asiste el 28% de las
mujeres de 16 a 23 anos, mientras que la cifra correspondiente a los hombres es de 42%.
Garg y Morduch [1997] han visto cómo los problemas econômicos agravaban las diferencias
de sexos en Ghana. Este estúdio constata que incluso cuando los padres quieren invertir en el ca­
pital humano de sus hijos, su falta de recursos personales puede impedirlo. Además, por mucho
que los rendimientos esperados de la inversión sean altos, pueden tener dificultades para conse-
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 275

guir préstamos con el fin de financiar esas inversiones. Los hijos deben competir, pues, con sus
hermanos por los recursos de que disponen los padres. Los chicos tienen una ventaja en esta
lucha si los padres creen que la inversión en ellos genera unos rendimientos más altos. Si el nú­
mero total de hermanos se mantiene constante, los hijos que tienen menos hermanos varones
pueden recibir más recursos de los que recibirían en caso contrario.
El estúdio de Garg y Morduch confirma esta hipótesis en el caso de Ghana. Por ejemplo, el
estúdio muestra que los hijos de 12-23 anos que tienen tres hermanos poseen por encima de un
50% de probabilidades más de asistir a la escuela media o secundaria cuando sus hermanos son
chicas que cuando los tres son chicos. También se obtienen resultados parecidos en el caso de la
atención médica. El estúdio concuerda con la idea de la "rivalidad entre hermanos" provocada
por la dificultad de los padres para conseguir préstamos con el fin de realizar inversiones de ca­
pital humano en sus hijos. Sus conclusiones indican que es importante considerar las cuestiones
de los sexos en el contexto de los mercados y de las instituciones a los que tienen acceso los ho­
gares. Los resultados inducen a pensar que la mejora de los sistemas financieros puede ser bene-
ficiosa indirectamente para la salud y la educación de los hijos en Ghana.

Lo que hemos aprendido hasta ahora es que hay aspectos en los que se discrimina a
las mujeres, pero el indicador obvio de la discriminación — la nutrición— no es válido, a
menos que tengamos una idea precisa de cuáles son las necesidades nutritivas. Existe
otro problema, y es que resulta difícil obtener datos directos de lo que ocurre dentro de
los hogares. Cuando existen —como en el estúdio de Ghana descrito en el recuadro— y
cuando se recogen datos sobre otros aspectos distintos de la nutrición, como la atención
médica y la educación, existen claras pruebas de que las ninas son discriminadas (véase
también Subramanian [1994]).
Debemos tratar, pues, de complementar este tipo de investigación con indicadores de
las diferencias entre los niveles de estúdios, con indicadores antropométricos directos
de las diferencias entre los niveles de nutrición o con indicadores de las diferencias entre
las tasas de mortalidad y de morbilidad. Estos indicadores tampoco están exentos de
problemas,35 pero constituyen otra vía para comprender la relación entre la pobreza y el
reparto de los recursos en el seno dei hogar.
Consideremos los estúdios. Según el World Development Report (Banco Mundial
[1996]), en 1995 había en el conjunto de los países de renta baja casi el doble de mujeres

35 Kumar [1991], en su perspicaz estúdio de Kerala, senala que la incidência de las enfermedades en
ese estado de la índia es muy superior a la media nacional, especialmente en el caso de enfermedades
como la tuberculosis. ^Demuestra eso que Kerala es el estado más enfermo de la índia? No. Los datos
sobre morbilidad, o sea, sobre la incidência de las enfermedades, tienen dos componentes: la incidência
real de las enfermedades, que no es observada por el investigador, y su percepción (que comprende declarar
la enfermedad). Kerala, con su nivel de educación más alto y sus porcentajes más elevados de personas
que saben leer y escribir, podría muy bien registrar valores más altos dei segundo componente, elevando
así la morbilidad observada. Estas mismas ideas pueden aplicarse a la utilización de la morbilidad para
averiguar si existe discriminación entre los ninos y las ninas. Si las ninas caen enfermas con más frecuen-
cia, pero las enfermedades no se declaran, sus tasas de morbilidad podrían parecer mucho más bajas.
2 7 6 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

analfabetas que de hombres (las tasas de analfabetismo eran dei 45% en el caso de las
mujeres y dei 24% en el de los hombres). Esta disparidad se refleja en las cifras de escola-
rización: en los países de renta bája considerados en su conjunto, la tasa de escolariza-
ción masculina en las escuelas primarias era más de un 12% mayor que la femenina y la
cifra superaba el 30% en el caso de las escuelas secundarias.36 Obsérvese bien que son
medias de los países en su conjunto. En la medida en que las personas relativamente
ricas de estos países no tienen problemas de recursos que fomenten la discriminación, las
cifras correspondientes a los pobres de esos países deben ser aún más dramáticas.37
Consideremos ahora la proporción de hombres y mujeres en los países en vias de de­
sarrollo. En Norteamérica y Europa, la esperanza de vida de las mujeres es algo mayor
que la de los hombres. Las causas de esta diferencia no están claras: pueden ser biológi­
cas, pero también pueden ser sociales y ocupacionales. En estos países, el cociente medio
entre la población femenina y la masculina gira en torno a 1,05; es decir, hay alrededor
de 105 mujeres por cada 100 hombres. La figura 8.4 muestra esta misma relación en un
buen número de países en vias de desarrollo. El primer panei muestra los datos de
África, el segundo los datos de Asia y el tercero los datos de Latinoamérica. Es evidente
que la menor proporción de mujeres es predominantemente un problema asiático. El grá­
fico de Asia está salpicado de puntos comprendidos entre 90 y 100, y hay varios casos en
que los valores son aún más bajos.38
Estas diferencias indican la existencia de enormes discrepancias absolutas. Si en la índia
hay 93 mujeres por cada 100 hombres, y la índia tiene alrededor de 440 millones de hom­
bres (Naciones Unidas [1993]), sólo en la índia faltan alrededor de 30 millones de mujeres.39
Por lo tanto, una relación en tomo a 95 mujeres por cada 100 hombres constituye un indicio
prima fade de la existencia de un considerable grado de discriminación, que podría incluir
la desatención en la infancia o en la ninez (con resultado de muerte) y el aborto selectivo.
Que unas proporciones tan bajas. de mujeres no se den en África suscita una intere-
sante observación. Como ya hemos senalado antes, la pobreza no puede ser responsable

36 Estas cifras se refieren a 1993.


37 Estas discrepancias comienzan a desaparecer en los países de renta media, al menos en los datos
agregados que utiliza el Banco Mundial. No obstante, las tasas masculinas de analfabetismo son sistemáti-
camente más bajas que las femeninas.
38 Hemos dejado de lado algunos de los países dei Golfo, porque es difícil interpretar las proporciones
de la población femenina y masculina. Una proporción baja de población femenina puede deberse en gran
parte a la inmigración de hombres (podría anadirse que procedentes principalmente de otras partes de
Asia, por lo que estas discrepancias deberían incluirse en el cálculo de la media de Asia en su conjunto).
Por ejemplo, en 1988 el cociente entre los dos sexos de la población kuwaití (nativa) es de alrededor de 100
(Ministério de Planificación, Estado de Kuwait (1997).
39 Eso es así si adoptamos la hipótesis contrafactual de que también "debería haber" 440 millones de
mujeres. Hay dos razones por las que la cifra de 30 millones probablemente sea una subestimación. En pri­
mer lugar, también hay hombres que mueren en la infancia o en la ninez debido a las elevadas tasas de
mortalidad infantil (naturalmente, el número adicional de mujeres que eso implicaria no seria atribuible
todo él a la discriminación). En segundo lugar, la hipótesis supone que el número de hombres es igual que
el de mujeres: si se toman como referencia las cifras de Europa o de Norteamérica, el número de mujeres
desaparecidas seria aún más alto. Sobre estas y otras cuestiones relacionadas con ellas, véase, por ejemplo,
Coale [1991], Coale y Banister [1994], Klasen [1994] y Sen [1992].
O CTQ
P &
Ti
S 00
z
CO cs
a> 3
n ro
S o
S
HT
j CL
SS' fD
ro 3
cl

ST 3.
C/i
fD*

zpi
n_ T3
O
B
rD n
Cfl &>
ag CL &>

Si O
O
&>
Cfl
^ 63-
h-> O
vo a
ON ^

fD
3

3
d
»
CL
O
fD
3

2L
C/i

a
fO
Pu
ro
05
P
C O O O ^ D v
o o i o o i o O cO nO ot - 1 \£>
O vO
Ul O
O O
Oi )-»
o

Pobreza y desnutrición (c. 8) / 277


2 7 8 / E c o n o m ía d e l d e s a r r o l l o

por sí sola dei sesgo en contra de las mujeres que observamos en Asia, aunque contribuya
a reforzarlo. También desempena un papel importante la discriminación que se practica
en la sociedad en su conjunto. Pensemos, por ejemplo, en la institución de la dote, que
podría inducir a las familias a recurrir al aborto selectivo y al infanticidio femenino o a la
desatención de las ninas durante la infancia (hasta extremos que equivalen a un infantici­
dio). Se prefiere a los ninos porque son una fuente de renta y de ayuda; las ninas no, por­
que imponen costes. No obstante, una vez que una nina sobrevive, puede que no se la
discrimine en cuestiones como la nutrición y la atención médica. Al fin y al cabo, los cos­
tes relacionados con la posibilidad de contraer matrimonio aumentan si no se la atiende
adecuadamente. Comprobar la existencia de discriminación sexual es, pues, complicado
y es posible que se manifieste de forma desigual en los distintos indicadores posibles. No
hay razones para esperar que todas las formas y tipos de discriminación se manifiesten
por igual.

8.5 Resumen
La pobreza tiene, al igual que la desigualdad, aspectos intrínsecos y funcionales. Nos in-
teresa por derecho propio, como algo que hay que eliminar, pero también porque tiene
efectos econômicos y sociales indirectos. Crea diversos tipos de ineficiencia y puede
agravar las distintas clases de discriminación existentes, como la discriminación contra
las mujeres.

Primero hemos estudiado las cuestiones relacionadas con la medición de la pobreza.


Ésta se basa en el concepto de umbral de pobreza, que se elabora a partir de estimaciones
monetarias de las necesidades mínimas. Hemos senalado varios problemas dei concepto,
incluso en este nivel fundamental: ^debe utilizarse la renta o el gasto para identificar a
los pobres? ^Son los conceptos de umbral de pobreza "absolutos" o "relativos"? ^Es la
pobreza temporal o crônica? ^Debemos utilizar en nuestros estúdios como unidad básica
el hogar o los individuos? Etc.

A continuación hemos pasado a analizar conocidas medidas de la pobreza, entre


las cuales se encuentran la tasa de pobreza, que mide la proporción de la población que
se encuentra por debajo dei umbral de pobreza. Dicha tasa es un índice empleado con
frecuencia, pero no tiene suficientemente en cuenta el grado de pobreza. En particular,
un planificador que la utilice con fines políticos procurará aplicar medidas que favorez-
can a los pobres que se encuentran muy cerca dei umbral de pobreza (y que posiblemen-
te no son los que más ayuda necesitan). Para remediar este defecto, podemos utilizar ín­
dices como la brecha relativa de pobreza o la brecha relativa de renta, que miden la distancia
total entre la renta de los pobres y el umbral de pobreza y la expresan en porcentaje de la
renta nacional (en el caso de la brecha de la pobreza) o en porcentaje de la renta total ne-
cesaria para situar a todos los pobres en el umbral de pobreza (en el caso de la brecha de
la renta). Estos índices complementan la información que contiene la tasa de pobreza,
pero tienen sus propios inconvenientes: en particular, son insensibles a las privaciones re­
lativas de los pobres (véase el apêndice de este capítulo para más información).
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 279

Posteriormente hemos descrito algunas características de los pobres. Incluso según


estimaciones conservadoras, como el umbral de pobreza de la índia aplicado al mundo
en su conjunto, vemos que en 1990 había más de 600 millones de pobres. Los hogares po­
bres tienden a ser grandes (aunque deben hacerse algunas matizaciones a esta afirma-
ción) y en ellos están sobrerrepresentadas las mujeres que son cabeza de familia. La po­
breza tiende a ser mayor en las zonas rurales. Está estrechamente correlacionada con la
no propiedad de activos productivos, como la tierra. Está correlacionada con la falta de
educación y estrechamente relacionada con la nutrición, aunque no parece que los nive-
ies de nutrición aumenten con la renta dei hogar tan deprisa como cabría suponer a
priori.

La consecuencia fundamental de la pobreza es la imposibilidad de los pobres de acce-


der a los mercados, sobre todo a los mercados de crédito, seguro, tierra y trabajo. Hemos
visto que la dificultad para aportar garantias limita el acceso de los pobres a los merca­
dos de crédito y que los problemas de riesgo moral y de información incompleta limitan
el acceso a los seguros. A continuación hemos comenzado a estudiar el acceso imperfecto
al mercado de trabajo (cuestión de la que volveremos a ocupamos en el capítulo 13). La
idea básica es que la pobreza y la desnutrición afectan a la capacidad para trabajar. La rela­
ción entre la nutrición y la capacidad para trabajar puede expresarse por medio de la
curva de capacidad. La existencia de esta curva hace que la gente pobre caiga en la trampa
de la desnutrición. De la misma manera que las rentas bajas son responsables de los ni­
veles de nutrición bajos, los niveles de nutrición bajos reducen los ingresos en función de
la curva de capacidad. Hemos afirmado que la existencia de esa trampa es mucho más
probable en los países que tienen una renta per cápita baja (debido a los efectos sobre la
oferta de trabajo), en los que es difícil pedir préstamos para salir de la trampa de la des­
nutrición (la imposibilidad de acceder al crédito también es relevante en este caso, aun­
que no necesaria) y en los que pueden no darse espontáneamente contratos de larga du-
ración que permitan salir de la trampa de la desnutrición.

Por último, hemos analizado la relación entre la pobreza y el reparto de los recursos
en el seno dei hogar. Hemos visto que la pobreza extrema fomenta el trato desigual dentro
dei hogar, debido al "problema dei bote salvavidas": para que la gente tenga una vida
productiva necesita ciertos mínimos y un trato igualitario puede negar simultáneamente
a todo el mundo esos mínimos. Hemos visto también que no hace falta actitudes extre­
mas para que se produzca esta discriminación, utilizando la curva de capacidad para
analizar el problema dei reparto de los recursos en el seno dei hogar. A continuación nos
hemos preguntado qué subgrupos son los que menos reciben (cuando el trato es des­
igual). Las personas de edad avanzada (sobre todo las viudas) se encuentran entre esos
grupos, así como las mujeres, aunque este fenômeno debe analizarse más minuciosa­
mente. En particular, no parece que las mujeres que sobreviveu reciban un trato discrimi­
natório en cuanto a nutrición, lo cual induce a pensar que una gran parte de la discrimi­
nación consiste en la desatención activa que lleva a la muerte en la infancia o quizá en
prácticas como el aborto selectivo. Sin embargo, algunos otros indicadores dei trato des­
igual, como el acceso a la educación, constituyen pruebas más contundentes de la exis­
tencia de discriminación sexual incluso en el caso de las ninas que sobreviven.
2 8 0 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Apêndice: reconsideración de los índices de pobreza


Los umbrales de pobreza parecen indicar que existe un nivel mágico por debajo dei cual
la gente es pobre y por encima no lo es. Esta medida plantea no sólo serias dificultades
conceptuales sino también problemas prácticos. Los responsables de la política econômi­
ca tienen incentivos para reducir los indicadores de la pobreza basados en el número de
pobres con lo cual dirigirán su política no hacia los más pobres sino hacia los que es fácil
situar por encima dei umbral. El índice de la brecha de la pobreza soslaya hasta cierto
punto esta dificultad, pero sigue dando problemas. Consideremos una aplicación lógica
dei principio de transferencia de Pigou-Dalton a la medición de la pobreza:40
Principio débil de transferencia. Una transferencia de renta de una persona cualquiera
que se encuentre por debajo dei umbral de pobreza a otra menos pobre, manteniendo el conjunto
de pobres constante, debe aumentar la pobreza.41
Este principio parece inocuo, pero como hemos visto en el texto, ni la tasa de pobreza
ni la brecha de la pobreza (ni la brecha de la renta) satisfacen este critério. ^Estamos bus­
cando tres pies al gato o existen fenômenos reales que corresponden a estos problemas
conceptuales? En el World Development Report (Banco Mundial [1990, recuadro 2.2]) se
analiza el efecto de una subida de los precios dei arroz sobre la pobreza en Java (Indoné­
sia) en 1981. Muchos hogares pobres son agricultores: son productores netos de arroz, por
lo que la subida dei precio probablemente los beneficio y, de hecho, el índice de pobreza
basado en el número de pobres descendió. Sin embargo, eso enmascara otro fenômeno:
muchas de las personas más pobres no producen arroz sino que son peones sin tierra o
agricultores que tienen otras fuentes de ingresos. Son consumidores netos de arroz y resul-
tan perjudicados. Los índices de pobreza que son "sensibles a las transferencias" podrían
reflejar este cambio, mientras que las medidas tradicionales registran una disminución
de la pobreza.
Los índices más conocidos que tienen en cuenta las consideraciones distributivas de
la pobreza pertenecen a la clase que proponen Foster, Greer y Thorbecke [1984]. La idea
es muy sencilla. Examinemos una variante de la brecha relativa de pobreza de la ecua-
ción [8.2]:

BRP' = — Vi\ [8.4]


n p
que es simplemente la suma de todas las brechas de pobreza individuales, en porcentaje
dei umbral de pobreza, dividida por el número total de personas que hay en la sociedad.
La sensibilidad distributiva se logra elevando las brechas de pobreza a una potência, al
igual que hicimos en nuestro análisis dei coeficiente de variación como medida de la des­
igualdad. Para cualquier potência a, definamos una clase de índices de pobreza, llamada
clase Foster-Greer-Thorbecke (FGT), de la manera siguiente:

40 Este es el enfoque de la pobreza adoptado por primera vez por Sen [1976]. Para un análisis dei índi­
ce de pobreza desarrollado por él, véase Foster [1984].
41 Este principio se denomina principio débil de la transferencia porque sólo tiene en cuenta las trans­
ferencias entre personas pobres. Para más análisis sobre esta cuestión, véase Foster [1984].
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 281

Cuando variamos los valores de a, obtenemos consecuencias interesantes. En primer


lugar, obsérvese que en el caso en que a = 0, la medida PQno es más que la tasa de pobre­
za. En el caso en que a = 1, la medida es la brecha relativa de pobreza de la ecuación
[8.4]. Cuando el valor de a es superior a 1, las mayores brechas de pobreza comienzan a
adquirir más peso y el índice es cada vez más sensible a estas diferencias y, por lo tanto,
a las cuestiones distributivas, como las que plantea la subida de los precios de Java.
El caso a - 2 tiene interés por sí mismo. Tras algunas manipulaciones, podemos de­
mostrar que
P2 = TP[BRR2 + (1 - BRR)2C2], [8.6]

donde TP es la tasa de pobreza, BRR es la brecha relativa de renta y Cp es simplemente el


coeficiente de variación correspondiente al grupo de personas pobres (véase el capítu­
lo 6 para una definición). Esta es una forma útil de entender el índice FGT en el caso en
que a = 2. Nos dice que cuando no hay desigualdad entre los pobres, la pobreza puede
medirse por medio de una sencilla función de la tasa de pobreza y la brecha relativa de
renta, pero la presencia de desigualdad aumenta la pobreza. Para verlo, imaginemos que
la curva de Lorenz de las rentas de los pobres empeora, mientras que no varia ni la tasa
de pobreza ni la brecha relativa de renta. En ese caso, como el coeficiente de variación es
coherente con el critério de Lorenz, Cp aumentará y lo mismo ocurrirá con el índice FGT.
Existe otra razón por la que es interesante el caso a - 2. Marca la frontera entre las
medidas de la pobreza que no sólo satisfacen el principio de transferencia sino también
lo que podríamos denominar sensibilidad a las transferencias:
Principio de sensibilidad a las transferencias. Una transferencia regresiva entre dos po­
bres debe ser más importante si se reducen por igual las dos rentas (iniciales) de las personas en
cuestión.
Es posible comprobar que el principio de sensibilidad a las transferencias se satisface
si y sólo si a > 2. Si a = 2, el índice FGT es exactamente igual de insensible a este princi­
pio.
La familia de índices de pobreza FGT también resulta interesante porque puede des-
componerse. Supongamos que nos interesa saber cuánto contribuyen diversos subgru­
pos a la pobreza total de un país, por ejemplo, puede interesamos examinar las diferen­
cias entre las mujeres y los hombres o entre varios grupos étnicos.42 Seria útil que la
suma de estos "índices de pobreza de los subgrupos", debidamente ponderadas por el
peso numérico de cada uno, fuera igual a la pobreza total medida por el mismo índice.
Los índices FGT tienen esta propiedad (véase Foster, Greer y Thorbecke [1984] para un
análisis más extenso).

42 Véase, por ejemplo, Anand [1977].


2 8 2 / ECONOMÍA DEL DESARROLLO

Ejercicios
■ (1) ^Es la pobreza un concepto absoluto o relativo? Hay claramente algunos compo­
nentes (como el acceso a los alimentos, el vestido y la vivienda) que consideraríamos ne-
cesarios en cualquier sociedad, pero hay otros que son claramente propios de cada una.
(a) Identifique algunos componentes de las "necesidades mínimas" que considera pro­
pios de una sociedad, pero no de otra.
(b) ^Cree usted que estos componentes relativos son puramente sociales (o culturales) o,
por el contrario, es probable que cambien con la renta per cápita?
(c) Dado que la pobreza tiene estos componentes relativos, considere el siguiente índice
de pobreza: todo el que tenga menos de la mitad (o alguna fracción determinada de ante-
mano) de la renta per cápita de una sociedad es pobre. ^Por qué no es bueno este enfo­
que para medir la pobreza?
(d) Trate de identificar algunas "capacidades" básicas que podría querer que tuviera
cualquier ser humano, por ejemplo, toda persona debería poder obtener un nivel sufi­
ciente de nutrición, toda persona debería poder obtener un nivel suficiente de vivienda,
medios de transporte, etc. Considere que el derecho a esas capacidades es absoluto.
^Puede conciliar ahora el concepto absoluto de pobreza y el relativo utilizando estas ca­
pacidades absolutas como punto de partida? Para éstas y otras cuestiones relacionadas
con ellas véase Sen [1985].
■ (2) Lea el World Bank Development Report de 1990 para ver como se realizan los cálcu­
los internacionales de la pobreza. A la luz de la pregunta (1), ^cómo evaluaría esos cálcu­
los? Busque en el informe una clara descripción de las características de los pobres e in­
formación adicional sobre la pobreza que no contiene este libro.
■ (3) Evalúe las siguientes afirmaciones ofreciendo una breve explicación o análisis.
(a) La brecha relativa de renta y la tasa de pobreza, como índices de pobreza, pueden lle-
var a los poderes públicos a luchar de forma muy distinta contra la pobreza.
(b) La pobreza mundial mostró una continua tendencia descendente durante las décadas
de 1970 y 1980.
(c) La brecha relativa de pobreza y la brecha relativa de renta centran la atención en as­
pectos distintos dei problema de la pobreza.
(d) Tanto la brecha relativa de pobreza como la brecha relativa de renta son insensibles a
la desigualdad entre los pobres.
(e) Los índices FGT (véase el apêndice) son tanto más sensibles a la distribución de la
renta entre los pobres, cuanto mayor es el valor de a.
■ (4) Suponga que estamos comparando dos economias, A y B. Los índices FGT (cuan­
do a = 2) de los dos países son iguales. Sin embargo, el número de pobres y la brecha re­
lativa de renta son ambos más altos en el caso de la economia A que en el de la B. ^Qué
puede decir sobre el coeficiente de variación de la distribución de la renta entre los po­
bres en estas dos economias? sobre la desigualdad de todas las distribuciones de la
renta en estas dos economias?
Pobreza y desnutrición (c. 8) / 283

■ (5) Explique por qué un prestamista que recurre a congelar los créditos futuros para
obligar a devolver un préstamo hoy estará poco dispuesto a conceder préstamos a los
pobres para proyectos que garanticen sus ingresos futuros. Analice el papel que desem-
pena las garantias en la obtención de esos préstamos.
■ (6) Analice la curva de capacidad y explique por qué tiene un segmento inicial en el
que la capacidad para trabajar muestra rendimientos crecientes con respecto al aporte de
nutrientes. En el capítulo 13 analizamos más detalladamente las consecuencias, pero el
siguiente ejercicio le permitirá hacerse una idea intuitiva.
Suponga que necesita que se realicen 8.000 unidades de trabajo (en unidades de capa­
cidad) y puede contratar a todos los trabajadores que quiera. Suponga que toda la renta
que ganan los trabajadores procede de lo que les paga usted y que toda se gasta en nutri­
ción. La curva de capacidad de cada trabajador es la siguiente: la capacidad correspon-
diente a todas las rentas pagadas inferiores a 100 euros es cero y a partir de esa cifra co-
mienza a aumentar 2 unidades por cada euro adicional pagado, hasta que la renta es de
500 euros. A partir de ese punto, un euro más aumenta la capacidad 1,1 unidades sola-
mente, hasta que la renta total pagada es de 1.000 euros. En ese punto, las rentas adicio-
nales pagadas no influyen en la capacidad para trabajar.
(a) Suponga que le gustaría que se realizara su trabajo con el menor coste posible. Indi­
que cuántos trabajadores contrataria para que le hicieran el trabajo y cuánto le pagaria a
cada uno de ellos.
(b) Realice de nuevo el ejercicio suponiendo que la capacidad es cero en el caso de todas
las rentas pagadas inferiores a 275 euros y aplique a los euros adicionales pagados las
mismas regias que en el problema original. Interprete su respuesta.
■ (7) Parta de la misma curva de capacidad que en el problema (6a). Suponga que en
una familia de cinco miembros, cada uno tiene esta curva de capacidad. Suponga que
esta familia tiene acceso a una fuente de renta no laborai, valorada en 400 euros. Supon­
ga, además, que cada unidad de capacidad puede generar una renta de 50 cêntimos y
que toda la renta se gasta en nutrición. Vamos a examinar el reparto de la renta entre los
miembros de la familia.
(a) Muestre que si toda la renta no laborai se reparte por igual entre los miembros de la fa­
milia, nadie podrá mantener la capacidad para trabajar, por lo que la renta dei trabajo
será cero.
(b) Halle los repartos de la renta no laborai que generan una renta salarial positiva. Com­
pare y contraste estos repartos con el reparto igualitario utilizando varios critérios (in-
cluida la optimalidad en el sentido de Pareto).

También podría gustarte