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nº 7072/10 “Rocca de
Hermida, Silvia Amalia c/ GCBA
s/ otras demandas contra la aut.
administrativa s/ recurso de
inconstitucionalidad concedido”
resulta:
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el uso y goce y que “nadie la compraría a un precio justo en su estado actual”
(fs. 3), lo que entiende vulnera su derecho de propiedad (art. 17 CN).
En consecuencia, sostuvo: “reivindico mi propiedad, contra el
demandado, que se encuentra en su posesión, (art. 2758 C. Civil) el que me lo
deberá restituir, dejándolo desocupado y en estado que pueda entrar en su
posesión (art. 2794 C. Civil)”. Reclamó también los frutos civiles desde la
fecha de la desposesión (que sitúa “a mediados de febrero de 2000”) e
intereses (fs. 3).
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concluir que el inmueble reivindicado se encontraba afectado al dominio
público (fs. 312).
Transcribió del “Tratado del dominio público” de Miguel Marienhoff
(Editorial TEA, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1969) la siguiente
cita textual: “…para que el bien o cosa sea considerado como dependencia
del dominio público, y sea sometido al régimen pertinente, es menester que
dicho bien o cosa estén afectados al ‘uso público’…” (fs. 313). En su sentencia
agregó que la dominialidad de una cosa podía establecerse únicamente por
declaración legal y que, por lo tanto, un acto administrativo no podría ser
fuente de atribución de carácter público o privado de una cosa” (fs. 313 vta.).
En el mismo fallo se dijo que “la afectación legal de que un bien o
cosa pertenece al dominio público implica la consagración al uso y goce de
ese bien por parte de la comunidad, ‘la cosa queda regida por el derecho
público como dependencia dominial’ (página 155) sin que importe para ello el
medio jurídico en virtud del cual el Estado adquiere la propiedad de la cosa, el
cual puede ser indistintamente de derecho público —expropiación— , o de
derecho privado —compraventa, donación, cesión— pues como lo dice el
autor mencionado, lo que somete una cosa o bien al régimen dominial no es el
medio por el cual fue adquirida esa cosa por el Estado sino su ‘afectación’ al
uso público por el Legislador dado el mentado carácter atributivo que explica
Marienhoff en la obra ya citada” (fs. 314, entre comillas simples, cita de la obra
de Marienhoff mencionada).
. Transcribió parte del fallo de la CSJN “Bergadá Mujica, Héctor c/ Río
Negro, Provincia de s/ reivindicación de inmueble” (Fallos, 329:5793): “La
ocupación del bien y la posterior incorporación del camino al dominio público
fue consentida tácitamente por el actor y por su antecesor en el dominio, ya
que ellos habrían podido oponerse a la ejecución de las obras mediante los
remedios posesorios pertinentes hasta tanto el procedimiento legal de la
expropiación les privara de su propiedad y no lo han hecho. —Esta Corte tiene
dicho que ‘cuando el Estado, nacional o provincial, sobre el terreno de un
particular y con conocimiento de éste, realiza una obra pública y la entrega al
uso de la colectividad, ya no puede mantenerse la distinción entre el terreno,
que seguiría siendo del dominio particular y regido por el Código Civil, y la
obra perteneciente al público y ajeno, por consiguiente, al régimen de dicho
Código. Se trata en adelante de un bien material y jurídicamente indivisible...
sujeto en su conjunto y unidad a un mismo régimen legal. Como bien del
dominio público, está fuera del comercio del derecho privado y, no cabe en
consecuencia, respecto de él o de cualquiera de sus partes, el ejercicio de
acciones reales...’ (Fallos, 239:129 y sus citas).— Sin embargo se ha dejado a
salvo, en situaciones como la de autos, la procedencia del ejercicio de una
acción personal por parte del particular a fin de obtener la indemnización
correspondiente a la privación de su propiedad e incluso se ha incluido en la
condena la opción al demandado de satisfacer ese resarcimiento, en la
medida en que el planteamiento introducido por las partes en el pleito lo
permitiera (conf. fallo citado en el párrafo anterior y sus citas). En tales
3
condiciones, puede afirmarse —como en el precedente de Fallos, 159:207—
que la acción no persigue fundamentalmente el fin de reposición que consagra
el Art. 2758 del Código Civil sino su sucedáneo del Art. 2779”. A continuación,
señaló que la propia accionada expresó la pertinencia para el caso de autos
de una acción en los términos del art. 2779 del Código Civil —en coincidencia
con la doctrina del fallo transcripto—, dejando a salvo que “lo plantea en el
entendimiento que la sentencia a dictarse, no podrá expedirse otorgando nada
que no haya sido instado. Sostuvo también que, sin perjuicio de lo anterior, el
reclamo de indemnización por privación de uso articulado por la actora
tornaba aplicable la jurisprudencia citada (fs. 314 vta.).
Resolvió en consecuencia rechazar la reivindicación efectuada, y con
invocación del principio iura novit curia decidió hacer lugar a la indemnización
reclamada, agregando que “no puede soslayarse la privación del uso de la
propiedad de la actora, que es reconocida por el GCBA, ni el abandono de la
expropiación…” (fs. 315).
En cuanto a la prescripción invocada por el GCBA, la jueza de primera
instancia señaló que su interposición había sido extemporánea, sin perjuicio
de lo cual sostuvo que “…en el escrito de contestación de demanda el GCBA
reconoce la carta documento enviada por la parte actora con fecha 28/03/00,
por lo que la defensa opuesta debe ser rechazada” (fs. 315 vta.).
4
la demandada; en los otros casos había declaración de utilidad pública…” (fs.
344).
Introdujo jurisprudencia de la CSJN que permitió, en situaciones que
entiende análogas, la sustitución de la reivindicación del bien por el pago del
justo precio, cuando el primero estaba afectado al uso público (fs. 344).
Los restantes agravios expresados por la actora referían al monto que
se asignó a los frutos civiles del inmueble, la fecha a partir de la cual debían
pagarse los intereses de esos frutos y la imposición de costas en el orden
causado.
b) Por su parte, el GCBA (fs. 354/361), en ocasión de contestar
traslado de los agravios destacó, apoyándose una vez más en estos autos en
citas de Marienhoff, que existiría una diferencia entre la “asignación de
carácter público a un bien” y la de su “afectación” al dominio público (fs. 355
vta.). Agrega que a partir de esa afectación “…la cosa queda regida por el
derecho público como dependencia dominial” y que para instrumentarla no es
necesario un acto legislativo (fs. 356 y 356 vta.). Trató además los otros
agravios introducidos por la actora.
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anteriores a este juicio, estaban dirigidos exclusivamente a la percepción de
un resarcimiento…” (fs. 378 vta.). Por último, consideró aplicable la
jurisprudencia del caso “Bergadá” citada en el fallo de primera instancia (fs.
378 vta.).
7. Contra esa resolución, la actora interpuso recurso de
inconstitucionalidad por considerar que se encontraban violados “su derecho
de propiedad, tutelado por los arts. 14 y 17 CN y 10 y 12 inc. 5 CCBA,
afectándose asimismo el principio de igualdad ante la ley” (fs. 392 vta.). Se
agravió, a su vez, del que consideró un apartamiento de la doctrina de la
CSJN en los precedentes “Agustín M. Roca y otros c/ Nación Argentina”,
sentencia del 10 de noviembre de 1944 (Fallos 200:196) y "Cabanellas, Juan
c/ Municipalidad del Rosario" (Fallos 159:207).
El recurso fue contestado por la parte demandada a fs. 400/404.
La Cámara admitió el recurso en lo relativo al rechazo de la acción de
reivindicación y lo rechazó respecto de la imposición de costas. De las
actuaciones no surge que ese rechazo parcial haya sido motivo de queja.
Fundamentos:
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un certificado de dominio emanado del registro de la Propiedad Inmueble (fs.
49 vta. del expediente citado). Así, con la conformidad de la parte actora y
atento el allanamiento de la ex MCBA a su pretensión, se hizo lugar a la
demanda y se declaró abandonada la expropiación del inmueble que motiva
el caso de autos.
Durante la etapa de ejecución, en diciembre de 1990, la sentencia se
notificó mediante oficios a la Dirección General de Fiscalización de Obras y
Catastro de la Municipalidad de Buenos Aires. Así consta en los informes
emitidos por esa dirección en relación a las dos parcelas con que se integra
el inmueble reivindicado (fs. 12/19).
Como ya señalé, la titularidad del dominio de la actora sobre el
inmueble estaba explícitamente reconocida por el demandado. Además, el
abandono de la expropiación estaba judicialmente declarado y en cabal
conocimiento del GCBA.
Aún así, las constancias del expediente 49.597/98, permiten afirmar
que los diferentes órganos de la autoridad demandada se empeñaron en
argumentar a partir de una noción equivocada de la situación jurídica del
inmueble. En el dictamen de fs. 1, por ejemplo, se menciona que el inmueble
es “de propiedad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires”. En el
dictamen de fs. 9/11 se sostiene que “…el predio de marras pertenece al
dominio público de la Ciudad de Buenos Aires…”. A fs. 27/28 vta. la
Procuración General de la Ciudad dictaminó que debía demolerse la finca
ubicada en el inmueble, al que se refirió como “perteneciente al Gobierno de
la Ciudad”. Fue en este contexto que, en el año 2000 —transcurridos 18
años de la publicación de la ley 22.569 y 10 de la sentencia de abandono de
expropiación— la autoridad demandada procedió a colocar en el inmueble
de propiedad de la accionante una plaza pública.
La reacción de la actora ante este proceder ilegítimo del GCBA está
documentada en el expediente administrativo 20.297/2000 donde obran
sendas cartas documento que no tuvieron ninguna respuesta. Me referiré
más adelante al sentido y valor jurídico que cabe darle a estas piezas,
destacando por ahora que en ambos casos la actora se refiere a la actividad
de la autoridad demandada como “perturbación a mi derecho de propiedad”
o “actos que perturban mi propiedad” (fs. 21/24).
Ante el silencio de la Administración, la actora promovió la acción real
que motiva esta intervención. Reitero, una vez más, que el de autos es el
segundo proceso judicial que inició la Sra. Rocca de Hermida a fin de hacer
cesar las intromisiones del GCBA en el ejercicio de su derecho de
propiedad.
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locución dominio público es adecuada para designar a la categoría de bienes
no perteneciente individualmente a los administrados o particulares,
destinada al uso público —sea éste directo o indirecto—, y sometida a un
régimen jurídico especial (pág. 31). Avanza en la definición diciendo que “el
dominio público consiste, en síntesis, en una masa o conjunto de bienes.
Éstos, por los fines que con ellos se tiende a satisfacer, hállanse sometidos
a un régimen jurídico especial de derecho público. Todo ello constituye la
llamada teoría del dominio público” (pág. 43).
Debe advertirse que, hasta aquí, los esfuerzos del autor están
dirigidos a conceptualizar la categoría jurídica de “dominio público” mediante
la identificación de unos elementos básicos capaces de integrar su
definición. Es en ese contexto que introduce la noción de los elementos
objetivo, subjetivo, normativo y teleológico del dominio público, referidos por
el fallo recurrido a fs. 376 y el que éste confirma a fs. 313 vta.
Así, el autor establece que “los ‘elementos’ esenciales que integran la
noción conceptual de dominialidad son cuatro: el subjetivo, que se refiere al
sujeto o titular del derecho sobre los bienes dominicales; el objetivo, que se
relaciona con los objetos (bienes o cosas) susceptibles de integrar el
dominio público; el teleológico, referente al ‘fin’ a que debe responder la
inclusión de una cosa o bien en el dominio público; por último el elemento
normativo o legal, en cuyo mérito se determina cuándo una cosa o bien que
reúna los demás caracteres ha de ser tenido como dominial, pues mientras
un sector de la doctrina admite que los bienes del dominio público son tales,
o que pueden serlo, por su naturaleza, otro sector —en el cual me incluyo—
sostiene que ningún bien o cosa puede tener carácter dominical sin ley que
le sirva de fundamento” (pág. 55, el destacado es mío).
Según Marienhoff, entonces, son cuatro los extremos que definen si
un bien es efectivamente del dominio público. Luego precisa en qué casos
deben tenerse por verificados los extremos mencionados (por ejemplo,
quiénes pueden ser titulares de bienes del dominio público o qué objetos
pueden ser sus dependencias). En este orden de ideas, dice que aunque un
bien puede reunir alguno o algunos de los elementos “esenciales de la
dominialidad”, eso no autoriza a tenérselo como dependencia del dominio
público, y que “si uno de esos elementos falta, aunque concurran los otros,
el bien o cosa no puede ser tenido por dominical. Por eso muchos autores se
equivocan cuando tienen por incluidas en el dominio público a cosas
respecto de las cuales concurre un solo elemento, el teleológico o finalista,
por ejemplo, faltando los otros elementos, ya sea el normativo o legal o,
especialmente, el subjetivo” (pág. 56, el destacado es mío).
Es claro que para Marienhoff no puede tenerse a un bien como
dependencia del dominio público por su sola afectación al uso público
(elemento teleológico) y, en este sentido, es concluyente la nota al pie
número 30: “Juzgo equivocada la opinión de Yorudzu Oda, quien, para
considerar dominial una cosa, sólo atiende al ‘fin público’ (elemento
teleológico) a que la misma está destinada, olvidando por completo el
8
elemento primario: el subjetivo, como también los demás elementos. Por esa
vía llega a considerar ‘públicas’ algunas cosas pertenecientes a ‘particulares’
o administrados, lo que es inadmisible. Este autor sostiene el siguiente
contrasentido: como la afectación a un ‘fin público’ —dice— es el único signo
a considerar para que una cosa sea tenida por dominical, puede ocurrir que
una propiedad privada constituya una cosa pública. Pone como ejemplo el
caso en que el Estado instale una oficina de correos en un edificio que le
haya sido dado en arrendamiento por su propietario, o exponga en un museo
nacional objetos de arte consignados por un particular. Ese edificio y esos
objetos de arte —añade— deben ser considerados como bienes del dominio
público, aunque su propiedad pertenezca a un simple particular (Oda, página
327). Tal conclusión es inconcebible: no puede haber bienes dominicales
pertenecientes a un particular. Lo único que ocurre en semejantes casos es
que, mientras las cosas —el "edificio" y los "objetos de arte", en la especie—
permanezcan afectadas a esos fines de utilidad pública o a esos servicios
públicos, estarán sujetas a un régimen jurídico diferencial, que en el caso del
edificio impedirá el desalojo de la oficina de correos y en el caso de los
objetos de arte que éstos sean vendidos por acreedores del propietario y
entregados a quienes resulten compradores. Pero sin perjuicio de ese
régimen diferencial, dichos bienes constituyen una ‘propiedad privada’ de
sus respectivos dueños, que son personas particulares. El error en que
incurrió Oda obedece a que, para considerar como dominial una cosa, sólo
consideró uno de los cuatro elementos integrantes de la noción de dominio
público, desdeñando los demás elementos” (pág. 56, el destacado es mío).
Lo citado hasta aquí también es suficiente para sostener con
seguridad que, para el autor, los bienes pertenecientes a un particular no
pueden ser del dominio público del Estado. Así, al dedicarse a determinar
quién es el sujeto titular de las cosas dominicales, señala que existen en ese
aspecto dificultades y controversias pero que “hay un punto sobre el cual la
generalidad de la doctrina hállase conteste: los bienes del dominio público
jamás pueden pertenecerles a las personas particulares, a los
administrados. Ese es el punto de partida” (pág. 57).
El análisis efectuado y en especial la importancia que el concepto de
“afectación al uso público” ha tenido en la decisión recurrida, hacen
necesario insistir en el sentido que Marienhoff le asigna al concepto. El autor
define la afectación “como el hecho o la manifestación de voluntad del poder
público, en cuya virtud la cosa queda incorporada al uso y goce de la
comunidad” (pág. 182) y propone ejemplos que aclaran su opinión: “dejar
expedita la cosa (calle, puente, monumento, etc.) al uso público”,
“inauguración de la obra…”, y “retiro de los avisos u obstáculos que
prohibían o impedían el acceso al público“ son algunos de ellos (pág. 192 y
193). Agrega que “las cosas incorporadas a un museo público adquieren
condición dominial al ser puestas en situación de que el público las
contemple o admire, lo cual constituye una ‘cuestión de hecho’...” (pág. 193).
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Es evidente que el autor entiende por “afectación al uso público” el
medio por el cual el bien se pone a efectiva disposición del público para el
uso y goce por la comunidad. Señala que no basta con la disposición legal
imprescindible que da carácter público al bien para que éste se considere
como del dominio público, sino que agrava los requisitos exigiendo su
aplicación actual al aprovechamiento del público general. Es incorrecto
atribuirle a Marienhoff el razonamiento según el cual si falta un elemento (el
teleológico) no puede considerarse un bien como del dominio público, y
entonces —al contrario— si está presente ese elemento (el teleológico) el
bien en cuestión es necesariamente dominial. Se trata en el caso de una
afirmación de consecuencia errónea: la afectación al uso público no puede
por sí determinar la dominialidad del bien en tanto es sólo uno de los cuatros
elementos primordiales.
Marienhoff sostiene que existen varios requisitos que debe cumplir la
afectación al uso público para ser legítima. Es importante para el caso de
autos subrayar que “para que la Administración Pública pueda afectar
válidamente una cosa al uso público, es indispensable que dicha cosa se
halle en poder del Estado en virtud de un título jurídico que le haya permitido
adquirir el dominio de esa cosa. La doctrina está conteste en ello. Tal
exigencia es fácilmente comprensible, pues el Estado no puede afectar al
uso público cosas que no le pertenezcan. Si la Administración Pública
afectase al uso público cosas ajenas, es decir de los administrados o
particulares, sin contar con la conformidad de éstos o sin cumplir con los
requisitos establecidos en la ley fundamental, vulneraría la garantía
constitucional de inviolabilidad de la propiedad” (pág. 201, el subrayado es
propio).
10
“el Mercado de Frutas de Tigre” (pág. 134 de la colección citada). La
Provincia había recibido el bien reivindicado —propiedad del actor— en
donación de un tercero que no era, desde luego, su propietario. Resultó
probado en el caso que el accionante conocía esta situación y que permitió
que el demandado construyera en una porción de su inmueble el mercado
de frutas, a fin de beneficiarse del mayor valor que ello implicaría para las
partes restantes de su propiedad. La CSJN entendió que en el caso “la
voluntad de los propietarios del terreno, [que] era necesaria para la ejecución
de la obra pública y para la incorporación de toda ella al dominio público”. En
ese sentido, la Corte valoró especialmente el asentimiento del dueño del
terreno, que había especulado con el aumento de valor de su propiedad y
había querido, entonces, la incorporación de su bien al dominio público.
Volveré sobre este punto en el apartado 5 b).
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efectivamente incorporado al dominio público y sometido a los principios que
rigen dicha institución, es necesaria su afectación al uso y goce de la
comunidad. Después de ésta, la cosa queda regida por el derecho público
como dependencia dominial, quedando efectivamente incorporado al uso
público” (fs. 376 vta.).
Sobre el concepto de “afectación al uso público” cita nuevamente a
Marienhoff: “La afectación es el hecho o la manifestación de voluntad del
poder público, en cuya virtud la cosa queda incorporada al uso y goce de la
comunidad ... puede consistir en un ‘hecho’ o en una ‘manifestación de
voluntad’ del poder público. ... De manera que la afectación puede
efectuarse por ley, por acto administrativo o por hechos de la Administración”
(fs. 376 vta.).
La Cámara a quo no extrae conclusión alguna de las citas doctrinarias
que he reseñado, limitándose a transcribirlas sin especificar qué
consecuencias les atribuye en el caso de autos. Sin embargo, puede
inferirse —en atención a la forma en que resuelve la cuestión—, que procura
justificar la conducta del Gobierno y para ello interpreta que la construcción
en el inmueble de la actora de una plaza pública constituyó una “afectación
al uso público” que podía instrumentarse por actos y hasta por hechos de la
Administración. De ahí que no repute ilegítimo al accionar de la autoridad.
Pretende también que el inmueble de la actora, por esa “afectación” debe
considerarse una dependencia del dominio público de la Ciudad.
Ya he abundado en el punto 3. de este voto acerca de la inteligencia
que cabe atribuirle al desarrollo de Marienhoff sobre el dominio público. Ésta
se opone a aquello que la Cámara ha querido justificar a su costa: de la
pretendida legitimidad del procedimiento por el cual el bien se “afectó” al uso
público (elemento teleológico) no se sigue que éste sea del dominio público,
pues eso depende de la concurrencia de los tres elementos restantes que, a
su vez, deberán aparecer sin vicios en su legalidad.
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Se omite nuevamente precisar qué conclusión se sigue de lo
manifestado y lo transcripto, o cómo eso determina la solución del caso. Un
ejercicio hermenéutico permitiría presumir que el Tribunal a quo entiende
aplicable el precedente “Boza”, y que atribuye a la omisión de intentar
remedios posesorios la virtualidad de consentir la turbación de su propiedad
y niega todo valor a las cartas documento de fs. 21/24.
Las profundas diferencias en las circunstancias fácticas entre el
precedente citado y el caso de autos impiden realizar analogía alguna. La
doctrina del fallo “Boza” no es aplicable a la presente acción. Ello porque se
trató en aquel precedente de un accionante que, a sabiendas de que su
inmueble había sido donado al Estado por quien no era su propietario,
permitió que allí se construyera una obra pública que incrementaría el valor
de las zonas aledañas, también de su propiedad. Aquel propietario omitió
deliberadamente cualquier manifestación de oposición ante la actividad
administrativa con la expresa finalidad de beneficiarse de ella, lo que quedó
debidamente acreditado en el caso en cuestión (ver Fallos, 239:138). No
pueden trazarse paralelos entre la omisión deliberada y tendiente a fines
específicos en el precedente “Boza”, con la conducta activa de la Sra. Rocca
de Hermida. Aún si se aceptara que la actora articuló medios erróneos para
oponerse, su voluntad final de hacer cesar la construcción de la plaza en el
inmueble de su propiedad surge inequívoca.
Las referencias en la resolución recurrida al caso “Agustín M. Roca y
otros c/ Nación Argentina”, sentencia del 10 de noviembre de 1944, y la cita
doctrinaria que le sigue (fs. 377 vta. y 378) en nada alteran lo hasta aquí
expuesto. No hay razones para entender que allí la CSJN haya enumerado
las acciones que el particular tenía a su disposición en forma taxativa y con
carácter general. El alto Tribunal no evaluaba en esos casos la eficacia de
los remedios escogidos, sino que exigía actividad opositora del particular, de
la que los “remedios posesorios” pueden considerarse un ejemplo —como
también podrían serlo las actuaciones administrativas incoadas por la
actora—.
La interpretación que los jueces Centanaro y Balbín hacen de las
conductas de la actora es, a mi juicio, insostenible. La afirmación de fs 378
vta. de que sus reclamos estaban únicamente dirigidos a obtener un
resarcimiento es errónea y resulta irrelevante. Es razonable lo que afirma la
Sra. Rocca de Hermida en su recurso de inconstitucionalidad en cuanto:
“estaba el antecedente del juicio por abandono de expropiación, con
sentencia firme. Ante la demolición de lo que quedaba de las construcciones
en el año 2000 y teniendo en cuenta dicho antecedente, mi actitud no fue de
consentimiento sino, sino de perplejidad” (fs. 392 vta.).
El decreto 1510/1997 regula los principios del procedimiento
administrativo en la Ciudad de Buenos Aires, el art. 22 establece “c)
Informalismo: excusación de la inobservancia por los interesados de
exigencias formales no esenciales y que puedan ser cumplidas
posteriormente”, debe tenerse en cuenta que no se exige a los ciudadanos
13
contar con patrocinio jurídico para ser parte en un procedimiento
administrativo y peticionar a las autoridades. Es claro en este ámbito que no
podía exigírsele a la actora —que no estaba obligada a contar con asesoría
letrada— un texto más específico o técnicamente atinado que el que volcó
en sus cartas documento donde específicamente se quejó de perturbaciones
en el ejercicio de su derecho de propiedad.
Por lo expuesto, no puede sostenerse válidamente que la actora haya
consentido por acción u omisión la construcción de la plaza. Al contrario, de
las constancias de autos surge inequívoca su oportuna oposición.
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procedería en situaciones como la presente, y siempre y cuando se den las
condiciones para tal, sería el ejercicio de una acción personal por parte de la
demandante en aras de obtener la indemnización correspondiente a la
privación de su propiedad. En los precedentes en que el máximo Tribunal ha
incluido en la sentencia la opción al demandado de satisfacer la justa
indemnización (Fallos 159:207) o el pago del precio y el resarcimiento de los
perjuicios (Fallos 200:196) (conf. Fallos 239:129) fue porque las partes
habían introducido el planteamiento respectivo oportunamente.
“No cabe esta posibilidad en las presentes actuaciones, ya que la
acción interpuesta en la demanda, los extremos en que la litis quedó trabada
y la posición de las partes en el transcurso del pleito, no permiten que me
expida al respecto” (fs. 378 vta.).
Puede inferirse que el fallo recurrido ha querido dar al caso de autos
el tratamiento propio de precedentes —que yerra al considerar análogos—
en los que había existido ley de expropiación previa al desapoderamiento
ilegítimo. Esto constituye un error de derecho porque, judicialmente
declarado el abandonado de expropiación —tal como ocurrió en estos
autos—, la declaración de utilidad pública caduca (según los términos en
que la ley 238 regula el instituto). Otro error consiste en suponer, según ya
he explicado en el párrafo que precede, que la actora consintió las
turbaciones a su derecho de propiedad.
15
1. La parte recurrente logra acreditar la existencia de una cuestión
constitucional consistente en que el GCBA le habría expropiado inmueble de
su propiedad ubicado en la Av. San Juan 1602/14, esquina Cevallos 1205,
sin que estuviesen dadas las condiciones que prevén para ello los arts. 12,
inc. 5, de la CCBA y 17 de la CN. En este orden de ideas, la Sra. Rocca de
Hermida manifiesta que aun cuando en el año 1990 fue declarado
judicialmente el abandono de la expropiación de ese inmueble (cf. la ley
22.569), la Ciudad dispuso de él, de hecho, dándole la finalidad para la que
había sido declarada su utilidad pública, al construir la plaza Alfonsina Storni.
Sostiene, asimismo, que no recibió importe alguno por esa expropiación de
hecho. En esas condiciones, afirma que el obrar del GCBA resulta violatorio
de lo dispuesto en las normas constitucionales mencionadas supra.
16
afectado el inmueble sito en la Avda. San Juan 1602/14, esquina
Virrey Ceballos 1205, de esta ciudad, inscripto en la Matrícula F.R.
12-2490; con nomenclatura catastral: Circ. 12, Sec. 14, Parc. 1 y
2…” (fs. 53 vuelta, también del mencionado expte. agregado a
esta causa).
f. A mediados del 2000, una cuadrilla de operarios de la Ciudad
volteó lo que quedaba de edificación en esas parcelas, sacó los
cimientos y colocó paneles de césped (fs. 374 vuelta de la
sentencia de Cámara).
g. La parte actora, al tomar conocimiento de esos hechos, envió una
carta documento al Jefe de Gobierno a fin de que le dijera si
nuevamente se declararía sujeto a expropiación su inmueble o
sólo se trataba de una situación de hecho (fs. 374 vuelta). Luego
de ello, la Administración le solicitó a la parte actora que
acreditase su titularidad dominial; requerimiento que cumplió luego
de que se hubiese vencido el plazo que le fue dado para ello: 5
días. Finalmente, la Sra. Rocca de Hermida envió otra carta
documento en el mismo tono que la anterior (fs. 374 vuelta), de la
que no tuvo respuesta.
h. Las mencionadas Parcelas 1 y 2 hoy son parte de una plaza: la
plaza Alfonsina Storni (v. el peritaje de fs. 213/233 vuelta al que
remite la Cámara, las fs. 402 vuelta de la contestación del recurso
de inconstitucionalidad, y la sentencia de Cámara, entre muchas
otras).
17
que antecede). De hecho, es el mismo GCBA quien admite, en su
contestación del recurso de inconstitucionalidad, que ha “[i]ncorporado el
bien, al dominio público, por vías de hecho…” (fs. 402 vuelta, el subrayado
no corresponde al original). A ello también se agrega el hecho de que no se
ha acreditado, ni el GCBA lo alega, que se le hubiese pagado importe alguno
a la parte actora por su propiedad.
Así las cosas, coinciden las partes en que: (i) el terreno ubicado en la
Av. San Juan 1602/14, esquina Cevallos 1205, es de propiedad de la Sra.
Rocca de Hermida; (ii) ese inmueble ha sido ocupado por la Ciudad
mediante la construcción de la plaza Alfonsina Storni; y (iii) no se ha pagado
importe alguno a la parte actora por su propiedad.
18
Paralelamente, no formula agravio alguno dirigido a obtener la
restitución de su propiedad.
19
La jueza Ana María Conde dijo:
Adhiero al voto del señor juez Luis F. Lozano, así como a las
consideraciones concordantes que expresa en su voto la señora jueza Ana
María Conde.
Así lo voto.
Por ello, emitido el dictamen por el Sr. Fiscal General Adjunto, por
mayoría,
el Tribunal Superior de Justicia
20
resuelve:
21