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Es evidente que las guerras mundiales dejaron una huella traumática en la humanidad, y
llevaron a los filósofos, antropólogos, sociólogos e incluso juristas a preguntarse cuál era el
origen de la destructividad mórbida que parecía ser innata del ser humano; carácter muy
visible en las inhumanas condiciones de vida en muchos países que fueron colonias durante
siglos. Con esta tendencia nacerían diferentes corrientes ideológicas en todos los ámbitos de
las ciencias sociales que mirarían al pasado y tratarían de explicar el porqué de la incesante
opresión a la que -al parecer- estamos condenados. Los estudiosos, tras la independencia de
India en 1947 comenzaron a indagar sobre las garrafales diferencias sociales entre naciones,
y los estragos que dejó el colonialismo desde el descubrimiento de América hasta la primera
mitad del siglo XX. Con una mirada crítica, muchos de ellos centraron su análisis en
América, que parecía haber nacido sólo con la mano creadora del “ser superior” europeo.
Walter Mignolo, filósofo, docente y crítico literario argentino; ha dedicado una parte
significativa de su vida académica a comprender el colonialismo y sus consecuencias aún
vigentes en todo el mundo, con especial atención a América latina en su estudio “La idea de
América Latina. La herida colonial y la opción descolonial”, que muestra la perspectiva
poscolonial recorriendo muchos países de América y recurriendo a numerosos datos
históricos, el punto de vista de otros críticos, y su propio análisis meticuloso. Es importante
tener en cuenta la manera en la que Mignolo utiliza la perspectiva poscolonial para explicar
el proceso de colonización, la colonia, la independencia y los años posteriores a la
independencia; que dan a entender la cúspide de su crítica.
Antes de 1492, del descubrimiento de América, Mignolo explica que América no aparecía
en ningún mapa porque no se sabía de su existencia, y que a pesar de esto, los habitantes que
toda la región tenía ya le habían dado su propio nombre al lugar. Hay una evidente
incoherencia, como señala Mignolo, al referirnos al “descubrimiento de América” porque
ésta ya existía, y además contaba con una población significante. Por lo tanto, este proceso
fue una “invención forjada en el proceso de la historia colonial Europea y la consolidación y
expansión de la visión e instituciones del Mundo Occidental” (Mignolo, 2005, pg. 2). Con la
llegada de los Españoles, Portugueses e Ingleses a América, la historia que Occidente traía
consigo supuso el descuido de la tradición histórica de los nativos, atribuyéndose los
misioneros y letrados europeos la labor de “escribir las historias que presumieron que los
Incas y Aztecas no tenían” (Mignolo, 2005, pg. 4). Por consiguiente, se entiende que al llegar
los colonizadores a europeos a América, se emprendería un camino de occidentalización de
los nativos con fines de evangelización y civilización para eventualmente abrir espacio a que
numerosos europeos se asentaran en el “Nuevo Mundo”. Esto es lo que Mignolo denomina
como colonialidad (a la cual diferencia del colonialismo), que supone un fenómeno de abuso
de poder, imposición de control, dominación y explotación justificándose en el discurso de
Salvación, progreso, modernización y bien común. Sin embargo, no se logró ninguno de estos
cometidos puesto que “La idea de América, entonces, es una invención europea moderna
limitada a la visión que los europeos tenían del mundo y de su propia historia” (Mignolo,
2005, pg. 33). América ya existía, tenía sus propias comunidades, sus propias edificaciones,
sus propias creencias y lenguas que la convertía en una cultura igualmente fuerte a la europea;
sólo que sin la ventaja de portar armas de fuego, y por consiguiente sin tal posición de
superioridad bélica.
Aquella supremacía que gozaban las naciones colonizadoras europeas supuso que el
“descubrimiento” se convirtiera en motivo de opresión con la finalidad de sacar provecho de
un territorio del cual se sentían propietarios por occupatio. Mignolo explica la lógica
colonizadora en el aspecto político, económico, social y epistémico subjetivo.
Respectivamente, se introdujeron mecanismos de apropiación y explotación de la tierra, así
como un control de la autoridad reflejado en el virreinato, un cuidado específico sobre el
género y la sexualidad, y finalmente un control del conocimiento y la subjetividad. Ergo, los
colonizadores y misioneros entrarían a dominar los aspectos de las vidas de los indígenas
introduciendo su propio bagaje de conocimiento sin empatizar con el bagaje de los nativos –
y los mismos esclavos-. Con el propósito de que este proceso se justificara, se introdujo
nuevamente la clasificación racial, que sin ningún pronóstico le daría el lugar a cada
individuo en la jerarquía social. Por esto es que Mignolo afirma que “La colonización y la
justificación para la apropiación de la tierra y la explotación de la mano de obra en el proceso
de in vencían de América requirieron la construcción ideológica del racismo” (Mignolo,
2005, pg. 10) puesto que para lograr la lógica económica, social, política y epistémica del
proceso de colonización, había que darle a entender a los indígenas que eran inferiores y que
de esa forma su forcejo estaba justificado. Con esta mentalidad, se redefinió con el recuerdo
greco-romano la clasificación de “bárbaros”, quienes serían todos aquellos que no
compartieran el grado de “civilización” occidental enmarcado en los ideales modernos que
traían consigo.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, con José Martí, en su ensayo “Nuestra América”, junto
con otros académicos como Mariátegui le dieron a la Latinidad el toque indígena y la
recolección del pasado oscuro (orgullosamente en el color de piel) que eventualmente fue
buscada en la Revolución Mexicana. Ahora “Popol Vuh” era más que un mito, era lo que el
Antiguo Testamento es para los judíos: parte de la formación de la historia mexicana. Y así
comenzaría el auge de líderes sociales de ascendencia, o por qué no, de origen indígena como
Evo Morales (que independientemente de su régimen dictatorial representa a los nativos de
su nación) y entonces Mignolo cuenta que en ese momento “el Estado ya no es el dominio
indisputable del dominio de la élite Criollo-Mestiza” (Mignolo, 2005, pg. 92). Mignolo
relaciona esta nueva apreciación de Latinidad con la fuerza que empezaron a tomar los
regímenes de ideología socialista a principios del siglo XXI, tras la racha dictatorial de la que
en gran parte fue eximida Colombia, del siglo pasado. Y es clara la afinidad entre estos
movimientos -que se dirigen a las minorías o a los oprimidos como maquinaria política- y
los indígenas, cuyo ideal de sociedad no se ha dejado consumir aún por el extremo deseo de
industrialización que aqueja a la mayoría de élites latinoamericanas. Mignolo habla de las
predicciones que decían que con estos ideales socialistas (aplicados especialmente en los
países nórdicos con economías neo-liberales), para el 2015 muchas naciones Latinas gozarían
de mayor prosperidad por una expansión global y hemisférica. Sin embargo, Europa no es
Latinoamérica y no tiene el trauma de la colonización y sus brechas sociales tan marcadas,
por lo cual el resentimiento y el mal manejo de la riqueza han llevado a la crisis humanitaria
en Venezuela (proyectada por la CIA como una “futura” potencia petrolera) y Cuba. Mignolo
critica la ceguera del mundo anglosajón frente a la realidad hispana, como si se estuviera
imitando el eurocentrismo con Estados Unidos, quien “amparó” al continente frente a la
amenaza comunista propagada por Allende y Castro en sus respectivos países.
La pieza del rompecabezas de Latinoamérica que falta por comprender, es tal vez la más
incomprendida de todas: “afro andinos” y “afrocaribeños. Estas identidades estaban hasta
comienzos del siglo XXI, empezando a reclamar “su derecho al conocimiento, a la filosofía,
a la epistemología” (Mignolo, 2005, pg. 112). Porque sí hay comunidades afroamericanas
con sus tradiciones, como los indígenas, y que a pesar de estar protegidos por la Constitución
de 1991 (en el caso de Colombia), siguen en el olvido de los planes gubernamentales; aún
más que los indígenas, sin darse las élites cuenta de que son un pilar clave en nuestra cultura.
Ahora, al unificar “criollos”, mestizos, afros e indígenas en un país en el cual la gran mayoría
tiene una línea de mestizaje, es importante introducir el concepto de “interculturalidad” dado
por intelectuales indígenas y líderes sociales que apuntaban a la educación bilingüe. Sin
embargo, Mignolo demuestra que la obligación bilingüe es sólo para los indígenas y que de
cierta forma sigue esa huella colonial que los aísla fuera del territorio que era en principio
suyo. Es por esto que el argentino habla de “multiculturalidad” que está bajo la hegemonía
del Estado y que se opone a la “interculturalidad” en la cual hay “dos cosmologías trabajando:
la occidental y la indígena” (Mignolo, 2005, pg. 118), tal como lo propuso Waman Puma,
quien pidió su “derecho epistémico” (Mignolo, 2005, pg. 119) de contar la historia de su
gente de la manera en la que se merecían: sin ser menospreciada.
BIBLIOGRAFÍA: