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EL PUNTO DE VISTA COSMOPOLITA

Enrique LYNCH

En una época no muy lejana la condición de cia se resuelve en una infinidad de episodios me-
«histórico» se reservaba a las gestas de individuos nores y , a la vez, se inscribe en hecho de mayor
o pueblos. Los criterios que servían para determi- generalidad. Cada acto mundano, revolución,
nar si este o aquel hecho debía ser consagrado movimiento migratorio, intercambio comercial o
por la historia no solían ser muy claros y , por lo proceso productivo, por ejemplo, se acopla con
general, dependían del juicio y la razón de los otros para formar fenómenos macrocivilizatorios
vencedores en una campaña, de la megalomanía más complejos; pero, al mismo tiempo, traduce
de un conductor de pueblos o del poder de un movimientos psíquicos y físicos, individuales y
grupo social hegemónico. Hoy en día siguen exis- colectivos que, a su vez, se componen de funcio-
tiendo los grandes triunfadores, sigue habiendo nes cerebrales y nerviosas, procesos hormonales,
conductores de pueblos y clases dominantes, pe- atómicos, etcétera. El historiador o el simple ob-
ro junto a la tradicional historia fáctica que narra servador tienen que remontarse por abstracción
las hazañas de éstos, compuesta por acciones mi- hasta los hechos abarcatorios o reducir su campo
litares, políticas, económicas y artísticas, florecen observacional para captar las miríadas de hechos
pequeñas historias, olvidos -deliberados o no- constituyentes y , en cualquiera de sus dos movi-
de la memoria del mundo, historias de creencias mientos alternativos, retrospectivo-reductor o
y mentalidades, historias de instituciones o de prospectivo-inductor , han de elegir, cortar, re-
estilos, de prácticas, de técnicas y de senti- cortar, distribuir, destacar o desechar, o bien re-
mientos'. Esta proliferación de discursos so- ducir, sobre un fondo de continuidad que se sos-
bre el pasado de la humanidad, además de enri- tiene apenas en la dimensión temporal que pro-
quecer nuestro conocimiento histórico, ha teni- vee la cronología. La única y principal tarea del
do la virtud de recomponer la imagen de nuestro historiador consiste en lograr la coherencia en el
presente y no se hubiese producido si quienes fárrago de los acontecimientos. Para ello se vale
decidieron romper con el paradigma historiográ- de la pobre ayuda que le presta el calendario y
fico decimonónico no hubieran contado con un de su sentido íntimo de continuidad que le per-
criterio nuevo sobre qué es el «hecho histórico». mite construir un universo correlacionado allí
La nueva orientación de las investigaciones donde no existen en realidad más que fenóme-
históricas y sociológicas que cada tanto nos sor- nos discontinuos que, si pudieran totalizarse, se
prende con enfoques insólitos de hechos pasados neutralizarían a sí mismos, haciendo que su pro-
entiende dichos acontecimientos de una manera ducto final sea igual a cero3. Considerado desde
diferente de cuando se estudia la acción de los esta perspectiva el conocimiento histórico se ve
héroes o la historia política de una nación, y qui- apoyado en una ilusión de continuidad inspira-
zás en ello radique lo sustancial de sus aciertos. da, en todos los casos, por un criterio particular.
Hace veinte años, Lévi-Strauss, polemizando con Regulando la óptica con que observa los aconte-
el Sartre metodólogo de la Critzca de la Razón cimientos este criterio descubre nuevas conexio-
Dialéctica, se planteaba esta peculiaridad del he- nes para hechos conocidos, desenreda secuencias
cho histórico, el carácter siempre problemático e imprevistas, señala series de sucesos según otras
inefable de éste*, hacía jugar con altanería su sa- ligazones causales, en función de 1a.riqueta de
ber etnológico cuando señalaba, con razón, que sus observaciones, el valor y la cantidad de sus
lo verdaderamente complejo en el discurso de la datos, la precisión de sus instrumentos de traba-
historia está en poder estipular qué es lo que jo y la agilidad de su metodología y , desde lue-
puede ser tratado de <hecho».Apuntaba, asimis- go, la imaginación que aplique a su tarea. No
mo, que una historia auténticamente total nos existe, por consiguiente, una historia sino «histo-
pone ante el caos. Si el hecho histórico es lo que rias», cuyo estudio a la vez que determina un
ha pasado realmente -se preguntaba-, idón- nuevo campo, un objeto inusitado, confiesa
de ha pasado algo en realidad? Cada circunstan- siempre el punto de vista que las ha producido.
Toda historia, concluye Lévi-Strauss, es siempre
1 Me remito a los esbozos de una programática de la nue- una hi~tona-para.
va historiografía en la conocida obra de Michel Foucault, La
arqueologiá del saber, Siglo XXI, México, 1970. Frente a las implicaciones claramente relativis-
2 C. LEVI-STRAUSS,Elpensamiento salvaje, FCE, México,
197, p. 372.
tas de la posición de Lévi-Strauss, podrá objetar- (los marxistas van en la ciencia natural un criterio
se que reducir la cuestión del conocimiento his- de cientificidad para las ciencias humanas al que
tórico al problema de marcar las coordenadas secretamente aspiran), aunque sólo pueda resol-
precisas de un singular «punto de vista» y , de es- verse en una objetividad sui generir. Curiosa-
ta forma, multiplicar al infinito las versiones po- mente, son dignas de ser atendidas las tribula-
sibles de un mismo suceso no soluciona el pro- ciones de Adam Schaff en sus denodados inten-
blema que plantea una teoría de la historia sino tos de defender la posibilidad de una historia
que lo complica. En el mismo momento en que «objetiva»(intersubjetiva) apoyándose en ese ex-
nos inclinamos ante el subjetivismo radical que traño «condicionamiento social involuntario»
la etnología atribuye a la historia, condenamos a que hace tabla rasa con los subjetivismos y justi-
ésta a ser expulsada de la «Tabla de las Ciencias» ficar, al mismo tiempo, las taxativas exigencias
y aquella orgullosa investidura de episteme que de Lenin cuando reclamaba inequívocamente
los positivistas quisieron condederle en el siglo que la historia debía «reflejar los intereses de la
pasado se desvanece y viene a ser sustituida por clase y del Partido»6.
la historia como doxa, mera opinión que tan solo No, mucho más que estos malabarismos de
delata el punto de vista que la emite. Su valor dudosa consistencia teórica importa comprobar
intrínseco, entonces, no resulta mayor que el del que la cientificidad del discurso histórico tiene
habla, los mitos o las prácticas sociales, signos de que habérselas de algún modo con lo contingen-
la marcha de una sociedad pero ya no dominios te, lo intuitivo, lo arbitrario, es decir con la natu-
de saber. raleza voluble y falaz del sujeto cognoscente, y
En compensación se recupera en la versión de emprender el estudio de sus testimonios sin em-
Lévi-Strauss aquel sentido originario que todavía plear siquiera el recurso que Lévi-Strauss repro-
se esconde en la raíz griega del término: ~ o r w ,c cha a Sartre y , con él, a cierta corriente del mate-
que designa a ((aquél que está allí para ver»4, Lo rialismo histórico, de querer convertir a los atri-
testimonial se impone en esta versión a la ~loroc- bulados, imprevisibles, yos en un nosotros para
la de Aristóteles, narración de los datos obteni- mantener viva la ilusión de la libertad'.
dos mediante una investigación, que diera lugar Quisiera encuadrar este trabajo en los marcos
a la historza rerum gestarum, concepción que ha- de una idea de la historia acorde con los nuevos
ce muchos siglos se impuso. En realidad se trata enfoques según los cuales la historia o bien su-
de pasar de la supuesta objetividad de las gestas cumbe a la relatividad de los puntos de vista o
a la reconocida subjetividad del testimonio com- bien se contenta con estudiar la fría lógica de los
prometido. La historia resulta entonces «lo que enunciados.
vio fulano de tal», «lo que atestiguó de esta o Me propongo examinar aquí un caso típico de
aquella circunstancia» y , en algún caso, «lo que comprensión intencionada de la historia, según
juzgó acerca de ello»; especie de crónica, alusión, los esbozos de una filosofía de la historia en Im-
referencia u observación reflexiva del pasado en manuel Kant, para probar cómo cierta epistemo-
la que poco hay de ciencia incontaminada y mu- logía puede escapar a su universo de discurso y
cho de opinión, a despecho del rigor y la minu- proyectar sobre la teoría de la sociedad unos leit-
ciosidad de sus métodos heurísticos. motiv que, en este caso, se han convertido en 1í-
Por otra parte, está claro que esta interpreta- mites, patrones de análisis o supuestos generales
ción de la historia no puede ser del agrado de que van mucho más allá del contexto para el cual
quienes abogan porque el discurso histórico imi- fueron concebidos. El examen del punto de vista
te la objetividad de la ciencia natural. Pero ni si- kantiano de la historia enseña, sorprendente-
quiera satisfará a Adam Schaff, por ejemplo, mente, que puede establecerse una relación sig-
que afirmas que dicha equiparación es deseable nificativa y evidente entre la concepción de la
historia como un devenir con sentido y el su-
4 En M . FOCCAULT,La v e r d a d y /asformasju~ídicas,Ge- puesto de la perfectibilidad del mundo que re-
disa, Barcelona, 1980, p . 40. mata en la esperanza siempre realimentada de
Véase ADAMSCHAFF,Histona y verdad, Crítica, Barce-
lona, 1976. En particular toda la tercera parte, que está de-
dicada a analizar las condiciones para la objetividad en la 6 Cfi. A. SCHAFF.op. cit., pp. 357-360
historia. 7 C. LEVI.STRAUSS,.)O cit., p . 380.
una sociedad mejor, y por este camino, en los según Kant, nos permite hacer de la historia un
principios de una cierta política. discurso racional y razonable. Está claro, pues,
En noviembre de 1784, Kant publicaba en la que el propósito de Kant no consiste en estable-
Berlinische Monatsschrzft un breve opúsculo al cer cómo es posible la historia en tanto devenir
que seguirían otros de temas afines con la filoso- de los acontecimientos sino cómo ese devenir se
fía de la historia. En conjunto, estos escritos que hace inteligible para nosotros, lo que supone es-
preanunciaban la maduración de su ética, no lle- tablecer cómo y en qué medida el discurso de la
gan a configurar un cuerpo de pensamiento historia es permeable a las leyes de la razón.
equivalente a, por ejemplo, su filosofía crítica, Se trata, en primer lugar, de una cuestión
pero tienen, como toda la obra de Kant, una lu- epistemológica a la que se alude ya desde el títu-
cidez y una elocuencia admirables. El trabajo en lo, pero al mismo tiempo implica una materia de
cuestión llevaba el sugestivo título de Idea de mayor alcance. Kant no sólo tratará de una clave
una historia universal desde el punto de vista para la comprensión y factura racional de la his-
cosmopolita8 y en él se contienen todos los ele- toria sino que, por añadidura, esbozará una re-
mentos esenciales de la filosofía de la historia de presentación de la historia universal. En cierta
Kant y los principios generales de su ideario polí- medida, lo que nos dice Kant en sus ensayos so-
tico, que expondría en La Paz Perpetua de 1795. bre la historia es que la forma bajo la cual nece-
Por último, este escrito conecta la filosofía kan- sariamente nos representamos el devenir históri-
tiana con la tradición del pensamiento utópico co dicta la clave para la captación de su sentido y
en la medida en que, como intentaré demostrar, valor último en cuanto es racional. En la filosofía
nos da la versión alemana del sueño de la razón y de la historia kantiana hay, pues, una Idea de la
la idea de progreso. Historia y , paralelamente a ella, una idea -con
Si nos dejamos llevar por los sentidos que evo- minúsculas- de la historia, las cuales, hábil-
ca la palabra «cosmopolita», más allá de la desig- mente combinadas determinan el punto de vista
nación directa, que apunta a la imposible alian- de la modernidad con respecto al devenir de la
za de la ciudad y el mundo, difícilmente tras- sociedad. Este punto de vista, el punto de vista
pondremos los estrechós márgenes impuestos cosmopolita, habrá de tener una profunda in-
por el léxico usual. Según el diccionario, cosmo- fluencia en la tradición del idealismo alemán y , a
polita es aquel que ha visitado muchos países; es través de éste, en el pensaminto social y político
el viajero infatigable, la urbe poblada por una del último siglo.
multitud de razas y comunidades extrañas, es el
individuo mundano que todo -o casi todo- lo
sabe o lo ha experimentado. Por último, hay E/ sentido de la historia
también esa tendencia sociocultural de ciertos
grupos sociales que inmediatamente asociamos El primer gran problema que plantea Kant en
con el «cosmopolitismo»y que es característica de el opúsculo tiene que ver con la necesidad de
los rasgos occidentales más «civilizados». atribuir un sentido al devemor de la historia. No
Sin embargo, no es éste el cosmopolitismo podemos determinar con exactitud,. a primera
que nos interesa y , en alguna medida, muy poco vista, si lo que Kant señala como necesidad es
tiene que ver con el que Kant tenía in mente al propio del objeto o de quien se detiene a exami-
escribir su opúsuculo. No es una nota de socie- narlo. Es decir, si es un requisito del proceso his-
dad o «de la sociedad» y tampoco se trata de una tórico o una condición de posibilidad de la inte-
costumbre, una pauta social o un esprit que pue- lección de dicho proceso. Es, en cierto modo, un
da verificarse en ciertos hábitos. Se trata, en ri- requisito de las cosas examinadas en tanto que, si
gor, de un punto de vista, una perspectiva desde no se impone una forma de coherencia a la libre
la que se entiende e interpreta la historia de la manifestación de los acontecimientos que regis-
humanidad. Si he de expresarme con toda preci- tra la conciencia ingenua, la representación de
sión diré que es el punto de vistafilosófico que, los hechos resulta un caos. Dice Kant que si no
consideramos las acciones de los hombres «con
8 En 1. KANT. Filosofjz de la histoniz, FCE, México, arreglo a un plan», como si formaran parte de un
1979, PP. 39-67. programa o proyecto de alguna especie, no po-
dremos comprenderlas por el solo hecho de que za- es preciso que la facultad de juzgar enlace
no seremos capaces de distinguir propósito racio- ciertos objetos del entendimiento con finalida-
nal alguno en ellas. La simple observación de los des, que proporciona la razón. El juicio teleoló-
hechos que producen los hombres con su con- gico lleva a cabo tales enlaces y permite por ello
ducta no basta para comprender el devenir por- «entender» racionalmente los fenómenos. Este
que si bien los individuos son objeto del deter- juicio, aclara Kant en varias secciones de la Criti-
minismo natural igual que las especies animales, ca del Juicio, no es constitutivo de los objetos
su naturaleza no instintiva -el hecho de que se -como lo es la causalidad natural-, no es de-
mueven según los consejos de la razón- los hace terminante sino tan sólo reflexivo. Cumple por
radicalmente impredecibles. ello una función meramente regulativa, es decir,
De modo que el plan en el que se inscriben los sirve para ordenar de acuerdo con un fin racional
actos de los hombres no resulta entonces un re- los datos que la experiencia trae a la conciencia.
quisito de las acciones mismas cuanto de la con- El fin que propone el juicio teleológico constitu-
ciencia que las observa. Epistemológicamente, ye la unidad ideal que ordena la multiplicidad y
no se trata de hallarlo en la conducta observada heterogeneidad de los fenómenos históricos. Por
-un propósito que, por otra parte, es irrealiza- efecto de este fin propuesto por la facultad de
ble, aclara Kant- sino de suponerlo en la ins- juzgar aplicada a la historia, los sucesos no se nos
tancia determinante de éstas. En otras palabras, aparecen solamente ligados por su conexión cau-
como no es posible deducir plan alguno de las sal o cronológica, sino además por una trama sig-
criaturas que son los hombres, Kant infiere el nificativa. Por la causalidad y la cronología Ilega-
plan de la Madre Naturaleza, bajo cuyos desig- remos a «saber»de ellos, pero sólo tendrán senti-
nios estas criaturas actúan. La inferencia no es do para nosotros, sólo podremos conocerlos, si
descabellada, nos dice; ahí están las tendencias a los ordenamos con respecto a un fin. En tal caso
la homogeneización, las convergencias y la regu- y precisamente porque constituyen una trama
laridad que cabe descubrir en los datos estadísti- significativa pueden destacarse del conjunto de.
cos a que pueden transcribirse ciertos fenómenos los hechos causales.
sociales (los matrimonios, por ejemplo) que, vis- En términos generales, el punto de vista cos-
tos desde la perspectiva de los participantes, pa- mopolita se relacionaría de hecho con un telos,
recen absolutamente libres. Según estos regis- pero no cabe suponer que este telos se limite a la
tros, el sentido de la historia aparecería expuesto mera operación de la razón para ordenar los da-
crípticamente en una suerte de intención oculta tos del entendimiento. El sentido y lafinalzdád
de la Naturaleza, cuya direccionalidad y espíritu determinan ambos el concepto «historia», lo
hay que desentrañar a partir de la pluralidad de constituyen, de tal modo que habrá «historia»
situaciones, actos y circunstancias que intervie- donde nos situemos con nuestras reflexiones, pe-
nen en la actividad social de los hombres. En de- ro no sólo -como bien apunta CassirerlQ- en el
finitiva, Kant defiende un cierto providencialis- plano de los simples acaecimientos sino también
mo como trasfondo de la historia. en el plano de los actos. El telos actúa como una
Sin embargo, su posición es algo más que pro- unidad ideal dadora de sentido; y ésta, su fun-
videncialista. Para entenderla en su justo valor es ción de «dar sentido» a los hechos causales desta-
preciso proyectarse unos años (1790), al texto de cando así lo histórico del devenir natural, consis-
la Critica del Juicio, en particular a su segunda te en imprimir una cierta eticidad al proceso. El
partes. Allí Kant expone su doctrina del juicio telos inmanente que hay que desentrañar de los
teleológico y dice que la causalidad natural, aun acontecimientos es en sí mismo una meta ética
cuando sea determinante para la evolución de los que sólo se nos manifiesta en la medida en que
objetos naturales, no basta para fundamentar el participemos del proyecto que sintetiza. Kant
conocimiento de éstos. Para un conocimeinto ra- siempre se refiere a una conciencia que juzga en
cional de la naturaleza -y de las acciones de los su vida práctica según el viejo mot d'ordre que
hombres en tanto forman parte de la naturale- defiende la supremacía de la razón práctica sobre

9 1. KANT,Critica delJuiczb, traducción d e Manuel Gar- 10 E. CASSIRER.


Kant, vida y doctnha, FCE, México,
cía Morente, Ed. Porrúa, México, 1978. 1978, pp. 268 y 269.
la razón teórica. En esta oportunidad sugiere que tienden dichas acciones desde una cierta ética.
llegaremos a comprender el sentido de la histo- En última instancia, está claro para Kant que esa
ria, a captar la finalidad que determina sus acon- finalidad a la que apuntan los hombres es, en el
tecimientos, en la medida en que colaboremos fondo y desde la perspectiva de la especie huma-
con el sano, el saludable plan de la naturaleza''. na, buena. Por eso es que cuando el proceder de
La filosofía kantiana de la historia viene a fun- los hombres que hacen la historia llega a inscri-
dar, pues, una política sui geneni. Comprender birse en una doctrina del deber, se entiende la
la finalidad ética que anima el proceso histórico sabiduría de Dios, el lugar de la humanidad en
es una obra de bien público, un gesto encomia- el mundo y el «sentido»de la existencial2. Toda
ble de gentes civilizadas. Poco importa que, por la historia cobra «sentido» y se despejan así los
el momento, subsista en el mundo la maldad y siempre presentes temores metafísicos. El sujeto
la injusticia. Cuando los individuos comprendan kantiano debe entender que todo es para bien,
que han de hacer suyos los saludables propósitos de lo contrario no podría sobrevivir a la gratui-
de la naturaleza, el mundo racional se habrá im- dad y absurdo de su existencia. En ciertos aspec-
puesto. Mientras tanto, la naturaleza se las arre- tos, esta solapada declaración de optimismo
gla para conducir a la humanidad, paso a paso, forzoso13 recuerda los recursivos argumentos me-
por medio de «astutas artimañas», por el doloro- dievales para fundamentar una conducta buena
so camino de la salvación, cumpliendo estadios y combatir de paso la desviación pesimista. Un
cada vez más perfectos, hasta que un día sea po- mismo argumento se difundía en las quodlibeta-
sible alcanzar un cuadro de convivencia que haga les: «Ha de haber una conducta buena, clara-
inútiles las guerras. mente distinta de otra mala. El Día del Juicio
El proceso histórico es, pues, el proceso de rea- unos serán condenados y otros recompensados.
lización de un ideal moral, la libertad, que va Si todos, sin excepción, fuésemos a ser castiga-
cumpliéndose ineluctablemente, superando cta- dos, ¿qué sentido hubiera tenido que viniéramos
pas cada vez más perfectas y que algún día rema- al mundo?»La ética cristiana se emparenta secre-
tará -Kant lo piensa para el siglo siguiente al tamente con el problema de la existencia: puesto
suyo- en un «estado universal cosmopolita» del que una existencia sin sentido es inimaginable,
que habrán sido desterrados los enfrentamientos necesariamente ha de haber una conducta buena
y las injusticias. Por el momento basta tener pre- distinta de otra mala, una inequívoca diferencia
sente que el cosmopolitismo kantiano no se re- entre réprobos y elegidos.
duce a una compleja operación epistemológica Este tema cristiano subyace en el cosmopolitis-
realizada como un mero ejercicio de sutileza. mo de Kant bajo otras formas. Para Kant el
Hay detrás de sus filigranas teóricas una política: hombre tiene, a despecho de la violencia y la in-
cubrir, en la concepción de la historia del Ilumi- justicia que observa a diario, una impresión, la
nismo, despojada de fines -está claro que no ha- íntima sospecha de que ésa, su acción, que repo-
brá Dios, ni espera mesiánica, ni pecados redi- sa en la pureza de su intención, no es vana, y
midos en la historia futura de la sociedad bur- que sus resultados serán válidos respeao de la ra-
guesa-, el ideal moral que antaño suministraba zón y la moral'*. Pero para que esa impresión se
la religión y que la razón ilustrada ha eliminado vea corroborada o supere, al menos, las puras ex-
sin sustituirlo. El telos que postula Kant para los pectativas de la conciencia ingenua, es preciso
procesos, núcleo del sentido de la historia, viene que no sólo la acción individual sino también la
a satisfacer además de su función crítica el papel historia a la que ésta contribuye tenga un sentido
de lo sagrado en una historia que está en proceso que, según las reglas del juicio, ha de serle sumi-
de definitiva secularización. nistrado por su finalidad. Y como esta finalidad
¿Cómo es posible que los hombres descubran es racional y ética, así también ha de ser y consi-
en su accionar la meta hacia la que se encaminan
sus acciones? El punto de vista cosmopolita ense- 12 J . LACROIX,Kant, Sudamericana, Buenos Aires, 1969,

ña que a los hombres no se les revela la finalidad p. 84.


13 Véase cómo alude a ella en Elfin de todas las cosas, en
en la que rematan sus acciones sino cuando en- KANT. Filosofh de la kistona, op. cit., p . 1 2 5 .
14 E, WEIL,<Histoire et politique., en Problemes kan-
11 Ibídem, p. 267. tiens?, Vrin, París, 1970, p. 113.
derarse la historia. El punto de vista cosmopoli- sivas etapas de perfeccionamiento, ello no impli-
ta, como síntesis de la filosofía kantiana de la ca que la condición actual, la nuestra, igual que
historia, enseña cómo se realiza esa conexión en- la de Kant, sea merecedora de elogios. En el caso
tre la ética y la teleología de la historia: más que de la época kantiana, las guerras europeas, los
una reducción de la segunda por la primera, la episodios previos e inmediatamente posteriores a
ética hace posible a la teología15. la Revolución Francesa, no hacían sino corroborar
Al coronar toda la historia de la humanidad las observaciones y pronósticos más pesimistas.
con un proyecto global de bienaventuranza y ha- La violencia en las relaciones entre los estados,
cer de la espera de la libertad la síntesis idealiza- el malestar social y político y la evidente recurren-
da del futuro del mundo, Kant, como bien ob- cia del fenómeno en la historia de Occidente
serva Collingwoodl6, se inscribe en el verdadero constituían pruebas insoslayables de que, cual-
estilo de la Ilustración, destacándose del roman- quiera que fuese la esperanza de la humanidad,
ticismo representado en esta materia por las su presente estaba cargado de conflictos.
Ideas para la &so f?áde la historia de La huma- El procedimiento ideado por Kant para dar
nidad de Herder . Los dos ácidos comentarios pu- una explicación a este fenómeno es ingenioso.
blicados por Kant en la Allgemeine Literaturzei- Afirma Kant que las disposiciones naturales que
tung de Jena en 1785'7 deploran no sólo el estilo apuntan al uso de la razón están llamadas a desa-
y la metodología empleada por Herderlg sino el rrollarse en la especie y no en los individuos. Su
que no haya sabido percibir en la multiplicidad pleno desarrollo es, como hemos visto, un pro-
de la historia del mundo y sus civilizaciones la pósito evidente de la Naturaleza, pero como los
unidad abstracta de un postulado ético que or- individuos se muestran dominados por sus ins-
dena tales manifestaciones bajo un único y om- tintos y sus pasiones más incontrolables, dice
nicomprensivo sentido. Kant que la naturaleza ha ideado un astuto ar-
did para valerse de las peculiares debilidades hu-
manas, ponerlas a su servicio y lograr sus propó-
La teoriá del conflicto sitos. Ha dotado al hombre de una insociable so-
ciabilidad (ungessellige Gesselligkeit), es decir
La postulación de una meta ética debe salvar, de una doble tendencia a la asociación y al recha-
sin embargo, un obstáculo que desde Kant ha si- zo de toda comunidad entre individuos. Los
do común a todas las teleologías de la historia. Si hombres necesitan vivir en sociedad para el logro
bien puede tenerse como válida la afirmación de de sus fines como especie, pero tan pronto como
que el devenir de la sociedad demuestra una se asocian a sus semejantes, la libre manifesta-
progresión de las condiciones de vida hacia suce- ción de sus disposiciones, acicateada por las favo-
rables condiciones que surgen de la asociación,
1, El punto de vista cosmopolita difiere de las demás fi- los lleva a intentar romper la comunidad que con
losofías de la historia en que ya no interesa, como en Hegel, tanto esfuerzo har. construido. En esta doble na-
que la teleología sirva para reconstituir una unidad origina- turaleza ha de hallarse el origen de los enfrenta-
ria, la del Todo, que ha sido descompuesta. Y tampoco im- mientos y conflictos que caracterizan a la vida co-
portan -o sí, pero como señala Kant muy secundariamen-
te- los usos proféticos, anticipatorios de ésta. Interesa la munitaria y que llevan a hablar de un antagonis-
naturaleza moral de la expectativa utópica, el hecho de que m o universal. ¿Cuál puede ser el objetivo que
el estado universal cosmopolita configura, además de una persigue la naturaleza con estos enfrentamien-
condición idealizada, una nueva forma de la Gracia, o sea, tos? Que se desarrollen todas las disposiciones y
de estar libres de pecado.
16 R.G. COLLINGWOOD, Idea de la historia, FCE, Méxi-
facultades de los hombres alentadas por el deseo
co, 1977. p . 98. de superar a los contrincantes y competidores en
17 He utilizado la versión francesa de estos escritos, pu- cada caso. Los antagonismos elevan al hombre
blicada por Aubier , París, 1947, con el títuloLaphilosophie del estado de naturaleza al estado de cultura y,
de l'hlcioire, pp. 95-126. en este sentido, se convierten en un factor del
18 Dice Kant al respecto: «no se sabe si el hálito poético
que anima la expresión no se desliza a veces en la filosofía progreso de la civilización.
del autor; o si, por momentos, los sinónimos ocupan el lu- La insociable sociabiLidad nos presenta una
gar de las explicaciones y las alegorías sustituyen a las verda- versión positiva de la guerra. Kant, y después de
des». 1. KANT,op. cit. p. 118. él, a partir de la Restauración, todas las filosofías
de la historia que ven el devenir como un progre- máquina generadora de cultura, una pasión na-
so que se desenvuelve según unas leyes inteligi- cional, como para Federico el Grande. En el su-
bles, abandonan todo juicio crítico de la guerra plemento primero del proyecto de la Paz
para, en alguna medida, justificarla y extender Perpetuazl, titulado «Sobre la garantía de la paz
su aval a todos sus efectos: la devastación, el ge- perpetua», Kant ensaya una interpretación de
nocidio, la violencia por encima de los códigos y corte etnológico con respecto al proceso civiliza-
las convenciones, etcétera. Y lo hacen por dos ca- torio: la intención de la naturaleza requiere de la
minos, afirmando que es un mal que subyace a guerra para lograr instaurar el estado .universal
los hechos, un mal aparente; o si no, sosteniendo cosmopolita, condición de derecho que permiti-
que se trata de un mal necesario, el I'mite de una rá a sus miembros gozar de una «paz perpetua».
serie concatenada de acontecimientos. Ambas Entre los muchos saldos positivos de la guerra,
vertientes corresponden a otros tantos modelos Kant destaca el que sirva para poblar la Tierra,
(providencialista y finalista) de la historia. El cos- incorporando así territorios inhóspitos a la civili-
mopolitismo kantiano tiene, en verdad, algo de zación a consecuencia de las migraciones forzosas
ambas. Como bien señala Bobbio19, la teleología que imponen los enfrentamientos que obligan a
de Kant consiente el conflicto, el enfrentamien- dispersar los núcleos humanos y multiplican las
to, los antagonismos generalizados, la guerra, especies naturales.
como un mal necesario en un doble sentido: co- Pero no todo son argumentos ideológicos en la
mo inevitable porque se funda en disposiciones defensa kantiana de la guerra. El gran recurso re-
naturales (belicismo naturalista); y como saluda- tórico de Kant frente a la paradoja de la creación
ble porque contribuye al progreso de la civiliza- -si el fin último del hombre en el mundo es
ción (belicismo ideológico-mistificador). En am- constituir un universo racional y moralmente
bos casos, por consiguiente, la guerra es presen- justo, ¿por qué razón quiso la Naturaleza que
tada como un mal justzficado que se inscribe a semejante tarea quedase en manos de un ser
los procesos necesarios progresivos (no regre- apasionado y brutal?- explicando que el anta-
sivos). Es un bien, aunque -claro está- un gonismo que caracteriza a las relaciones sociales
bien-medio para un bien-fin. no es más que un astuto ardid de la Naturaleza
El punto de vista cosmopolita expone la gue- para que se desarrollen plenamente todas las fa-
rra como el verdadero motor del proceso históri- cultades racionales, no es suficiente para fundar
co en una auténtica anticipación de aquella «vio- con solidez el finalismo de la tesis central, pero
lencia partera de la historia» de Karl Marx que basta para mostrar con claridad que el principal
habría de inspirar a tantos revolucionarios del si- problema de la historia no es el metafísico «hacia
glo XX. Es, como figura del discurso, la alterna- dónde vamos» sino el muy concreto, cotidiano y
tiva prusiana al romanticismo rousseauniano que urgente «por qué peleamos». La gran virtud de
veía en la felicidad, en la búsqueda de la felici- Kant y la de sus herederos confesos o involunta-
dad, la expectativa general de la humanidad y rios es haber puesto de relieve que siempre es ne-
fuente de inspiración y motivaciones de las accio- cesaria una teoría del conflicto cuando se estudia
nes históricas. Si los hombres sólo desearan la fe- la sociedad; y , que la propuesta, entre ilusoria y
licidad, dice Kant, la humanidad jamás hubiera filistea, del funcionalismo sociológico, no es más
dejado aquella Arcadia originaria de la que di- que un sueño de tantos de la tecnocracia.
cen los mitos que proviene, pero los hombres no En el principio del antagonismo universal de
serían más que unos campesinos embrutecidos e Kant, una suerte de ley newtoniana del proceso
ignorantes20. La guerra puede ser, también, una civilizatorio que reaparecerá recurrentemente
bajo distintas formas entre los filósofos del siglo
19 N . BOBBIO,Ilproblema dellaguerra e le vie dellapa- XIX, en Hegel y Saint Simon y , a través de ellos,
ce, 11 Mulino, Bolonia, 1979, pp. 61-70. en Marx, quien lo convierte con la noción de lu-
20 Hegel retorna con su habitual sugestión esta versión
descarnada e implacable de la historia: «(. ..) la historia no
es el terreno para la felicidad. Las épocas de felicidad son en nes de filosofk de la historia, Revista de Occidente, Ma-
ella hojas vacías. (.. .) Los individuos de importancia en la- drid, 1974, p. 88.
historia universal que han perseguido tales fines se han sa- 2 1 Utilizo la versión de F. Rivera Pastor publicada por
tisfecho, sin duda, pero no han querido ser felices». Leccio- Ed. Porrúa, México, 1977.
cha de clases elevada -a la manera cosmopoli- tas. El cosmopolitismo de distintas vertientes y
ta- a la condición de clave /representación de la épocas proclama: avancemos, el futuro es ventu-
historia, en este principio, digo, se expone una roso, el futuro es bueno. El «estado universal cos-
tendencia a la individuación que corre a la par mopolita» de Kant reaparece con unas connota-
con otra: la necesidad de socializar la existencia ciones más abstractas en el «espíritu reconciliado
individual. En la ungessellige Gesselligkeit está con el mundo» de Hegel, en el marxista «reino
sintetizada la doble naturaleza (doble y contra- de la libertad» y , cuando ya no se sustenta este
dictoria, que no dialéctica) del hombre moder- optimismo inexplicable ante el llamado «socialis-
no. Al enarbolar su voluntad propia, desafiando mo real», aún sobrevive el viejo recurso, como
cualquier imperativo comunitario, el individuo «principio esperanza» en el Bloch hegeliano,
se ve atrapado en la necesidad de destacar dicha marxista y -malgré lai- teólogo del materialis-
voluntad imponiéndosela a los demás indivi- mo histórico.
duos: para defender su individualidad, para
consolidarla o simplemente para hacer de ella el
origen y fundamento de su existencia, el hombre Utopíia y cosmopolitismo
moderno se ve impulsado a la acción social**.El
conflicto de que trata la teoría kantiana del anta- La teleología kantiana de la historia remata,
gonismo tiene pues mayores implicaciones que como hemos visto, en una figura de corte utópi-
la guerra. En este conflicto interior hay una co, culmina con una aspiración que es también
fuente de innumerables tribulaciones psíquicas el «fundado)>deseo de que se realicen todas las dis-
y , como es evidente, el embrión de una voluntad posiciones racionales con que la Naturaleza do-
de poder que requiere imperiosamente ser satis- tó al hombre. Kant llama a esta figura estado
fecha. Constituye además, en su versión cosmo- universal cosmopolita (Foedus A m p by cty onumj,
polita y kantiana el testimonio de un trance que federación de naciones, estado de estados que
arrastra la modernidad desde sus orígenes, que configura una potencia unida políticamente y
aún no ha sido resuelto y que alimenta la expec- jurídicamente. Piensa esta confederación como
tativa individual y colectiva de verlo solucionado un ente supranacional capaz de decisión y con
en un futuro, en otra formación social, otra so- autoridad suficiente para autorregularse (Kant
ciedad que los individuos diseñan según un háli- habla literalmente de un autómata), imponerse
to de utopía de signo desconocido. sobre los estados miembros e impedir las guerras
En relación con esta huida hacia la utopía de igual modo que el Estado-nación impuso la
también tienen que ver los teóricos del progreso convivencia a los individuos. El orden desplega-
de la escuela alemana, encabezados por el cos- do por la acción civilizatoria, reguladora, distri-
mopolita Kant. Su aportación introduce un cambio butiva y tolerante de tal estado universal cosmo-
importante respecto de la versión tradicional, polita, supone Kant que sentará las condiciones
atribuible a Turgot, Rousseau y Condorcet. Para definitivas para una paz perpetua, para la desa-
los iluministas alemanes, la determinación lisa y parición de las conflagraciones y para el triunfo
llana de las etapas de la evolución, resulta irrele- de la razón en el mundo.
vante frente a la cuestión del progreso moral23. La expectativa de una paz eterna tiene una lar-
Como hemos visto en relación con la teleología ga tradición en Occidente. Su origen se remonta
de la historia según Kant, la finalidad hacia la a las culturas grecorromana y hebrea y , como
que se encamina el proceso es capaz de dar senti- consigna, reaparece con ocasión del «gran mie-
do a las etapas concatenadas que la precedieron do» del año 1000, llevada en boca de los partida-
precisamente porque es étzcamente superior a és- rios del movimiento por la Paz y la Tregua de
Dios a todos los confines de la cristiandad. Se la
2 2 MANUELFRANKy FRITZIE.Utopian thought in the menciona en las obras de Dubois y Raimundo
Western World, Harvard, Harvard University Press, 1979, Lullo, quienes reflejan en sus escritos los esporá-
p. 527. dicos esfuerzos por imponer la paz en el mundo
23 Cf7. K. BOCK. tlheories of progress, development
and evolution~en T. BOTOMORE,y R . NISBET,(Eds.) A feudal. Como tema reaparece en los De Orbis
AnalysM, Nueva York, Basic Books,
Histo?y of So~iologi~al Terrae Concora'za LZbri Quattuor de Guillaume
1978. Poste1 (1544), en Le Nouveau Cynée de Eméric
Crucé (1623) y en el Projectpour rendre lapaix cabo esta determinación por la finalidad, esta
perpétuelle (17 13) del Abbé de Sai~~t-Pierre*~.«retrodeterminación»de los hombres en la histo-
Este último parece ser que sedujo a Rousseau, ria? En última instancia, dice Kant, por la vía de
quien le dedicó un comentario exegético que fue una intervención del individuo en la historia.
el que finalmente retomó Kant ignorando Como bien observa Weil26, «el hombre está mo-
-porque no podía dejar de conocerla- la burla ralmente obligado a hacer del fin de la Naturale-
implacable que hizo de él Voltaire en su Rescn;b- za su propio fin (. . .) Para ello, la moral pura de-
to del Emperador de la China, de 176125,subra- be superar los límites de la individualidad», un
yando el tono presuntuoso, entre ingenuo e ig- paso que Kant cree resuelto en la formulación
norante (jnada menos que acabar con las gue- del célebre imperativo categórico. Lo que sucede
rras!) y su inocultable eurocentrismo. Muy lejos es que esta perspectiva cosmopolita de la histo-
de la sorna volteriana -por lo demás, franca- ria, en la que el «compromiso» individual con
mente desopilante- Kant habla con respeto de una meta ética se constituye en auténtico ser so-
sus antecesores, elogia el que hubieran sabido cialrespecto de una práctica histórica, por así de-
concebir la idea de una paz perpetua y propone, cirlo, ha acabado por modelar a su imagen y se-
a su vez, que como tal sea supuesta como inten- mejanza la política en la época moderna traicio-
ción última de la Naturaleza, esgrimiendo para nando, en definitiva, la prudencia y serenidad
ello unas razones que vale la pena examinar con que tan caras eran a Immanuel Kant. En la nota
detalle. 5 de El confizcto de las facultades27 Kant comen-
Dejando de lado las implicaciones de orden ta el carácter no práctico de las utopías políticas
político que tiene el proyecto de la paz perpetua, clásicas, las de Platón, Moro, Harrington y la Se-
coincidentes con el ideario liberal kantiano, el verambia de Allais y dice que «dulce cosa es ima-
estado universal cosmopolita se entiende como la ginarse constituciones políticas que se correspon-
realización de aquel ideal ético que daba sentido dan con las exigencias de la razón (especialmente
a la historia. Su eticidad viene a ser la suma del en lo que se refiere a la justicia); pero exorbitan-
proceso civilizatorio, una suerte de non plus ul- te proponerlas en serio y punible incitar al pue-
tra en el que el hombre alcanza -porque el ha- blo a que derogue la existente». Se reivindica
ber suprimido definitivamente las guerras lo ha- así el papel Iúdico de las utopías, entendidas co-
ce libre por siempre- la libertaden la que se re- mo juegos de la imaginación o concebidas como
sume su esencia más íntima. modelos ideales a partir de los datos del presen-
La imposición de connotaciones éticas a la me- te, con un espíritu crítico que no es subversivo; y
ta del devenir de la sociedad no tendría mayor se distingue claramente ese papel de una políti-
importancia en esta filosofía de la historia, si no ca: Kant llega al punto de mencionar de modo
fuese que introduce, imbuida por ese caracterís- explícito «el aborto de la república despótica de
tico optimismo de las Luces, un cambio sustan- Cromwell. Pero el rigor de la exposición le juega
cial en la referencia y relación de la utopía en Oc- una mala pasada: el individuo está, según Kant,
cidente. Según se ha visto, la felicidad ha queda- «obligado» a hacer del ideal de la humanidad el
do descartada como meta final de la historia: la suyo propio, está impelido por la Naturaleza a
aspiración, el anhelo de felicidad no es ni puede realizar su esencia, la libertad, es decir está mo-
ser, de acuerdo con los principios kantianos, un ralmente comprometido con la utopía. Hay aquí
factor de progreso sino un elemento apuntalador el testimonio de un viraje en relación con la so-
del statu quo y un acicate para el hedonismo de ciedad de importancia capital para los siglos fu-
los individuos. En el final de la historia ha de ha- turos. El estado universal cosmopolita no es más
ber un ideal ético que, precisamente porque es que una hipótesis, pero es precisamente por ello,
ético, supone un plus de determinación por en- porque se trata de una hipótesis pensable, que
cima del que corresponde al hombre por ser par- se convierte en un deber, una regla de acción
te del orden de la Naturaleza. ¿Cómo se lleva a obligatoria en cuanto somos capaces de formu-

24 Cfi. F. y F. MANUEL,op. cit. 59.


23 En Voltaire, Opúsculos satín¿os y filosóficos, Alfagua- 26 E . W E I L .cit.
~~ p. . 116.
ra, Madrid, 1979, pp. 246-248. 27 Cf7. 1. QNT, Filosofj? de la historia, op. cit., p . 122.
larla. Se trata de una especie de postulado prácti- de una larga serie de corroboraciones, en la Re-
co: si la humanidad persigue el estado universal volución Francesa. Los sucesos de 1789 confir-
cosmopolita, primero lo hace naturalmente y sin man las tesis kantianas: un pueblo que, rom-
saberlo, pero enseguida ejecuta los actos que la piendo con el determinismo natural, se da a sí
aproximan a él, cada vez más, a medida que mismo la libertad al sancionar una Constitución.
aumenta su conciencia de ello28. Utopía y acción Pero no acaba en ello su efecto paradigmático.
encuentran en Kant por medio de un postulado Con la Revolución Francesa sucede una conver-
ético, la fórmula para una alianza fructífera. Bas- sión del sentido original de las viejas utopías,
tará que el proyecto utópico se sobredimensione, que ya anunciaba el cosmopolitismo. A partir de
se exceda; bastará que la constitución del estado 1789, ya no encandilarán a los espíritus por la
cosmopolita se conciba como el efecto de la belleza de sus enunciados y la nitidez de sus for-
transformación del mundo para que la incitación mas; su envergadura, su vigor y su eficacia serán
del pueblo deje de verse como «punible» y la el correlato de la rudeza y la temeridad de quie-
utopía ya no pertenezca al orden de la religión nes las conciben y , sobre todo, de quienes las
sino al muy ordinario ámbito de la política. ejecutan. En algún momento, entre 1789 y
El punto de vista cosmopolita, que partía de 1796, entre la primera convocatoria a los Estados
concebir de una manera peculiar el proceso his- Generales y el fracaso de la Conjuración de los
tórico, de por resultado una aproximación Iguales de Graco Babeuf, nace la figura del revo-
-literalmente- de la filosofía respecto de la lucionario total, descendiente de los rebeldes y
utopía. O si se quiere, de la ciencia de la socie- agitadores de antaño pero distinto de éstos por
dad y la utopía. Según Wunenburger29, Platón y un aspecto sustancial: para los agitadores y los
Aristóteles, contra lo que pudiera pensarse, son profetas religiosos la rebelión de los infelices era
normativos y clasificatorios antes que utópicos; sin duda justa y necesaria. Para Muntzer, quizás
por otra parte, de San Agustín a Descartes pa- para Savonarola, con seguridad para los milena-
sando por Sto. Tomás, el espacio-tiempo ideal ristas ingleses, para los LevelLers y los Dlggers en
de la utopía no emerge más que t'midamente en la Inglaterra del siglo XVII31 la toma del gobier-
la temática religiosa pero nunca en razón de una no era el camino, pero ni por asomo suponían en
representación de la ciudad ideal y menos con ello la antesala de un nuevo mundo. Los rebel-
una metodología histórica de las condiciones de des pre-modernos, tanto como los utopistas en
su advenimiento. En una palabra, Wunenbur- quienes se inspiraban, muestran el trazado de su
guer sostiene que, hasta Kant, la utopía nunca Ciudad Ideal como un medio de enardecer a las
había contado con una justificación de tipo ra- masas que se proponen redimir, pero en el forido
cional. Por añadidura, Kant afirma que -como «saben»que ése es el I'mite de su crítica. El gesto
se ha visto- el filósofo ha de dejar de ser el teó- de mostrar que hay otro mundo construido con
rico del porvenir y refirma la necesidad de que los mismos elementos que el presente, pero más
lnvervenga. Por la vía de un compromiso moral justo, mejor, es precisamente eso: un gesto.
con la meta de la historia, para Kant no se trata Por el contrario, desde Robespierre en adelan-
de describir las condiciones teóricas ideales de un te, siempre han existido hombres que, ya sea
buen gobierno ni de exponer nuevos paradigma abiertamente o agazapados, por medio de accio-
éticos para juzgar el presente sino de preparar nes temerarias o suicidas, más o menos audaces y
una vía racional para la ciudad humana3O. tremendos, conspirando en secreto o lucubran-
Sin duda estas nuevas coordenadas entre filo- do en la soledad de sus fantasías, han intentado
sofía y utopía que describe el punto de vista cos- probarse a sí mismos y al mundo que otra socie-
mopolita tiene un primer referente, y la primera dad es posible y , sobre todo, que en ellos ha en-
carnado la posibilidad de su realización, convir-
28 J . LACROIX.O). cit., pp. 103-104. tiendo aquello de «transformar el mundo» en al-
29 Cfr. J.J. WUXENBURGUER. L'Utopie ou fa crise d e
l'imaginaire, Jean-Pierre Délarge, París, 1979, pp. 93-118.
30 No es casual que, desde Kant en adelante, ninguna fi- 31 Véase John Dunn, «The sucesse and falilure of mo-
losofía de la historia haya descrito el estado ideal del futuro, dern revolutions~en J . DLW, Political oblzgation i n its his-
ucrónico, autosuficiente, perfecto, inefable. Y , en cambio, t o r i a l context, Carnbridge University Press, Carnbridge,
mucho se haya pormenorizado en los pasos prácticos para 1980, PP. 217-240.
alcanzarlo.
go más que una exhortación, en un mandato El cosmopolitismo, que Kant entendió por
moral de alguna especie. primera vez como el espíritu de una época domi-
En la clavelrepresentación cosmopolita de la nada por el imperativo moral de la intervención
historia se exponen con nitidez no sólo todos los en la historia, rompe programáticamente el ne-
supuestos propios de esta concepción del devenir cesario equilibrio entre naturaleza y cultura y,
de la sociedad, que ha abonado la práctica de va- por la vía de su omnipotencia, conduce aún sin
rias generaciones de revolucionarios, sino ade- proponérselo a la instauración de reg'menes to-
más cuáles han sido los procedimientos moder- talitarios. Entonces es que la tarea de realizar
nos para la reactualización del quiliasmo cristia- una utopía mota1 se convierte -¿por una astucia
no y la secularización de la utopía. El cosmopoli- de la Naturaleza, quizás?- en una suma de de-
tismo posterior a 1789 enseña que la nueva socie- satinos. La doctrina de la intervención en la his-
dad es posible, mejor, más perfecta, pero ante toria, según las pautas del «sentido»oculto de los
todo su enseñanza es de índole práctica: se nos hechos históricos, elevada a política, conduce a
dice que podemos construida y que en ello he- la dictadura del sentido, o a la dictadura a secas.
mos de ver nuestro único e irrenunciable deber. Pero entonces, ¿por qué es tan difícil erradicar
Los cosmopolitas de nuestro tiempo se ajustarán esta clavelrepresentación de la historia? La críti-
a todos y cada uno de los requisitos kantianos. ca racional de toda filosofía de la historia (en ú1-
Encontrarán un sentido de la historia encerrado tima instancia, de la regla cosmopolita que sos-
en unas leyes inmutables, ocultas en cierta arit- tiene que la historia está tramada y tiene una fi-
mética de los hechos históricos, cuyas reglas es nalidad) lleva a quien la ejercita a enfrentarse
preciso desentrañar. A ese sentido se adscribirán, con un resultado profundamente desalentador.
bien dispuestos, llenos de buenos propósitos, no Si la novela de la historia que Kant proponía co-
sin antes echar las bases para una «política cientí- mo un medio de hacernos inteligibles los aconte-
fica». Habiendo interpretado el «sentido de la cimientos nos descubría la posibilidad y , más
historia)) se sentirán con fuerzas para construir aún, la necesidad de un mundo mejor y con ello
una utopía racional que viene a completar el la obligación de intervenir en el proceso para rea-
progresivo avance de la especie hacia condiciones lizarlo, negarlo todo y entender que tal noveles-
cada vez más perfectas. En ese locas extremzj co- co sentido no es más que una ilusión inspirada
locarán una suerte de ideal moral que realiza en la ideología del progreso nos impone una
-por el momento sólo en teoría- la justicia y el conclusión estremecedora: despojado de su «sen-
Bien; y , para completar su sueño prometeico tido», el mundo deja de ser perfectible y bien
enunciarán un principio práctico: que cada uno puede ser que nos depare nuevas y desconocidas
trasponga los límites de su individualidad para desgracias. Kant sabía ya de esta alternativa pre-
hacer propios los propósitos de la Naturaleza. via a toda reflexión acerca de la historia. En una
Pero no se contentarán con hacer que ese princi- nota a E l f i de todas las cosas 33, de 1794, señala
pio sea, como en Kant, puramente aprlon': en la que muchos filósofos y sabios, frente «a las dis-
opción tajante entre interpretar y transformar el posiciones hacia el bien que existen en la natura-
mundo hay la intención de convertir toda activi- leza humana, se han esmerado en encontrar
dad intelectual en un apostolado. (¿Cuál es la imágenes molestas y en parte hasta repugnantes
posición correcta? ¿He de ponerme en el sentido (. .) de la Tierra, sede del hombre)). Kant recuer-
de la historia o debo asistir a ésta tan sólo como da algunos casos dignos de mención y nos habla
espectador, a medias consciente de lo que hago y de la idea del mundo como posada, el Karavan-
creo?) Quedan condenados aquellos que, por serai de los derviches, un lugar donde cada uno
demasiado prudentes o por poco temerarios, no de nosotros es el huésped que inexorablemente
acuden al llamado a la intervención en la historia habrá de ser desplazado por otro; como cárcel
para transformar el mundo y se contentan, mo- donde expían sus culpas los espíritus caídos del
destamente, con aspirar a comprenderlo32.

32 Un ejemplo de la reacción al militantismo en el plano que los intentos de transformar el mundo han sido vanos,
de la reflexión filosófica lo da Adorno al comienzo de su ya es hora de que volvamos nuestra atención a interpretarlo.
Dialéctzca negativa, cuando advierte al lector que puesto 33 En 1. KANT,FiLosofIz de /a hütona. op c i t , p 145
cielo, idea común a los tibetanos y los platóni- que, para que no ensuciaran el cielo, un ángel les
cos; como manicomio poblado por unos locos señaló un sitio, en el fondo del universo, donde
que no sólo se hacen entre sí todo el daño posi- podían depositar los indeseables residuos. Aquel
ble, sino que ven como digno de honra el esme- sitio era la Tierra y allí los condujo el ángel.
rarse en ello. En cualquier caso, la imagen más Cuenta el sabio persa que nuestros padres pri-
sugestiva dice Kant que nos fue legada por un mordiales hicieron lo que les indicó el ángel y de
sabio persa. Según éste, los padres de la especie aquel producto que dejaron en la Tierra nació el
humana residían en el paraíso, un jardín maravi- género humano.
lloso, sembrado con árboles frutales cuyos frutos, La persistencia del punto de vista cosmopolita
asimilados por el hombre, no dejaban residuos. se explica, pues, por esto. Quien se disponga a
Había sin embargo un único árbol en ese jardín, romper con el cosmopolitismo se expone a tener
de fruto particularmente apetitoso, que no tenía que asumir alguna de las muchas formas del pe-
esa virtud y, por consiguiente, estaba prohibido simismo; y puede ocurrir que, si es hábil, sea ca-
comerlo. Nuestros padres, anticipando un gesto paz de evitar esta contingencia. Pero en todo
que se repetiría infinidad de veces entre sus des- caso no podrá dejar de entender la historia del
cendientes infrigieron la prohibición. Así fue mundo como una escatología.

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