Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Comunicación y Cultura - Relatoría No.04
Comunicación y Cultura - Relatoría No.04
En cuanto al número, se refiere a los múltiples términos con que se puede designar un
objeto. En cuanto a la especie se refiere a aquellas características que hacen que un
conjunto de objetos sean indiferenciables, por ejemplo un perro de otro perro. Y el género,
son ciertas características generales que tienen dos objetos, pero que no los define como
tal (Zubiría Samper,et al. 1998), por ejemplo un carro rosado de una casa rosada.
Claramente, estas tres formas de clasificar lo idéntico son operaciones de diferenciación.
Sin embargo, Aristóteles cree que la identidad no se limita en el reconocimiento y
clasificación de las diferencias, pero sí debe ser analizada su naturaleza desde la
correlación de la información que proporcionan las diferencias.
Luego de Zubiría Samper pone dos problemas, “cómo podemos utilizar distintos nombres
para designar lo mismo, y cómo podemos decir que un nombre y una definición se
refieren a lo mismo” (de Zubiría Samper,et al. 1998, P. 89). El primer problema se aborda
desde el criterio aristotélico de la identidad, esto es, el establecimiento de la identidad
desde rasgos universales. Para ello Aristóteles habla de 9 lugares, de los cuales –para de
Zubiría Samper- cabe resaltar especialmente el noveno, donde se comprende la identidad
no solo desde el sujeto sino también desde el predicado.
Por su lado, Liebniz se pregunta qué son identidad y diversidad. Primero hace una
relación espacio-tiempo-objeto, para intentar definir – como lo hacía Locke- el objeto a
partir de un espacio y tiempo determinado, pero al final descubre que estas propiedades
son más relativas que determinantes en relación al objeto y que aunque se puede definir
ciertas características de los objetos a partir de su contexto espaciotemporal no es dicho
contexto el que lo define en sí. Por ende, si la relación espacio-tiempo-objeto no puede
definir el objeto, en un universo únicamente compuesto por estos tres componentes, este
último solo se puede definir, en principio, por sí mismo (Zubiría Samper,et al. 1998).
Heidegger dice que A = A no puede ser el principio de igualdad, porque el “igual” implica
que haya dos términos de A, lo que caería en una tautología vacía. Por lo tanto, la
identidad sería vacía. No obstante, Heidegger explica que la fórmula adecuada es “A es
A” puesto que define a A como él mismo y solo se vale de un término de éste. En este
orden de ideas, Heidegger define “es” como una relación con, una síntesis, una unión y
distingue 3 instancias pertinentes en cuanto él (Zubiría Samper,et al. 1998). Primero, dice
que tiene un carácter sintético porque reconoce la construcción de relaciones internas del
principio de identidad. Segundo, reconoce una diferencia imprescindible entre el concepto
de unidad y el de uniformidad al hablar de identidad. Por último, dice que el asunto de la
identidad y la diferencia no conciernen a la lógica y la lingüística tanto como a la cuestión
del ser, es decir, a la ontología. La ontología determina el ser en cuanto a lo que es, la
identidad le pertenece, es la unidad la que le da coherencia.
Pasando ahora a la idea de identidad y diferencia en la cultura, Abello dice que los valores
son creados según un contexto y unas condiciones que permiten su surgimiento (Abello,
et al. 1998). De igual manera, los valores definen la diferencia a partir de la conducta,
“soy bueno si hago esto, soy malo si hago lo otro”. Al mismo tiempo, es a partir de la
diferencia que nace la diversidad, porque hay distintos sistemas de valores, pero también
nace la exclusión. Para Hegel, A = A porque A ≠ B, así A se define gracias a B, sin B no
se podría definir A. Sin embargo, A y B se construyen a partir de sus diferencias internas y
su relación entre sí está supeditada a sus contradicciones y diferencias internas (Abello,
et al. 1998).
Para Hegel es de esta manera como se construye el pensamiento, es por eso que habla
del conocimiento del pensamiento objetivo y no del conocimiento objetivo del mundo. En
el mismo sentido, la relación pensamiento-mundo solo tiene posibilidad en el existir.
Puesto que el objeto es la consecuencia del efecto que el pensamiento ejerce sobre el
mundo, pero al mismo tiempo el objeto tiene una influencia sobre el mundo y sobre el
pensamiento, lo que causa un entramado complejo de relaciones y crea como resultado la
identidad (Abello, et al. 1998). En otras palabras, una persona no se puede comprender a
sí misma fuera de sus relaciones sociales.
Volviendo a la idea de unidad, Abello nos dice que es todo aquello dentro de la cultura
que es inmutable, invariable, estático y solo puede ser comprendida desde sí misma. De
igual manera, la unidad es opuesta a la diversidad en el sentido de que no depende de un
contexto y de la diferencia para definirse (Abello, et al. 1998). La unidad es aquello que
excluye, lo que une a una cultura bajo un marco específico, y todo aquello que esté fuera
de éste es excluido, por eso – dice Abello- cuando hablamos de cultura también hablamos
de exclusión.
Asimismo, -como dice Hegel- al aceptar la diferencia se está aceptando que el otro es
(Abello, et al. 1998), lo que abre la noción de diferencia a otros tres términos: alteridad,
diversidad y necesidad. La diferencia no es exclusión, todo lo contrario, es reconocer y
permitir la existencia del otro. Las diferencias se construyen desde los aspectos macro
sociales hasta los aspectos micro sociales, es decir, desde las relaciones entre naciones,
hasta las relaciones interpersonales. Si la identidad es lo que constituye las partes
estáticas e inamovibles de la cultura, la diferencia es la parte cambiante, aquello que
permite readaptarla a un contexto determinado y también, la que da origen a la diversidad.
Por último, tenemos la necesidad, la cual explica la manera como los elementos
constitutivos de un organismo crean una interdependencia de carácter interno que
construye el concepto y su ejecución (Abello, et al. 1998).
Según Abello, cada vez que nace un fenómeno social creamos un nuevo concepto para
denominarlo, a medida que dicho fenómeno se transforma también lo hace el concepto
que se usa para describirlo. De igual manera, se sustituye un concepto a medida que se
considera obsoleto para comprender la problemática (Abello, et al. 1998). En este orden
de ideas, la cultura es un constante cambio conceptual construido por los elementos
anteriormente descritos.
La idea de “latinidad” en américa fue impuesta por Michel Chevalier con la intención de
otorgarle a los pueblos de américa una raíz cultural greco-romana basada en el
catolicismo con la intención de hacer que, al construir su estado nacional, tomaran como
modelo, no al mundo anglosajón inglés o norteamericano sino a Francia (Abello, et al.
1998). Asimismo, creó en los burgueses criollos un sentimiento de identidad europeo que
hacía ver a los españoles, no como sus conquistadores sino como sus iguales latinos, los
cuales tenían que ver a Francia como su modelo político y económico a seguir. De igual
manera, esto hizo que los criollos pudieran justificar el rechazo y la exclusión de los
indígenas, porque no eran parte de sus raíces latinas.
Todo esto fue un juego del lenguaje por medio del cual el poder construyó su hegemonía
y dominó al nuevo mundo y fue así como construyeron unos valores a partir de los cuales
se construyó una identidad. Como ya habíamos mencionado, la identidad se construye a
partir de la unidad y por ende, excluye, además –agrega Abello- nos trae el principio de
finalidad que dice que toda conducta debe tener una finalidad. Así, el poder impone una
conducta con la finalidad de controlar, lo establecido por el poder es ley y toda conducta
debe identificarse con lo establecido.
Volviendo con de Zubiría Samper, plantea cuatro periodos históricos en los cuales la idea
de identidad latinoamericana se ve más marcada a partir de distintos discursos en los
movimientos sociales: Durante la conquista, durante los procesos de independencia y la
construcción de los estados nacionales y a mediados del siglo XIX en el periodo de entre
guerras y la crisis del capitalismo industrial y por último, la crisis de los estados
nacionales, los regímenes populistas y la dinámica de la globalización neoliberal.
Así, vemos como estos cuatro periodos desataron distintas discusiones, como el
reconocimiento del otro, el qué hacer ante la competencia en el mercado neoliberal, la
crítica a la oligarquía, el robo de tierras y la marginación etc. Hoy en día, vemos como
todas esas cuestiones y esos problemas siguen vigentes y siguen siendo temas de
preocupación para todas las naciones latinoamericanas, el asunto más alarmante de
todos es que si todo esto no se logra resolver va a llegar un punto en que se nos va a
explotar en la cara y entonces ¿Qué haremos cuando eso pase?