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1
Este texto contiene fragmentos de la tesis doctoral inédita de Uboldi, Alberto. (2015): Manifestaciones
contemporáneas de la violencia y ruptura del linaje simbólico. Una lectura desde el psicoanálisis.
2
Freud, Sigmund. “Manuscrito N, Fragmentos de la Correspondencia con Fliess”, en Obras Completas, Tomo I,
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
3
Ibíd. p. 296.
4
Freud, Sigmund. “Carta 71, Fragmentos de la Correspondencia con Fliess”, en Obras Completas, Tomo I,
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
5
Ibíd. p. 307.
complejo que es la represión del mismo que separa la actualidad del mismo de lo que se ha
jugado en la vida infantil.
6
Freud, Sigmund. “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras Completas, Tomo VII, Buenos Aires, Amorrortu,
1986, 2° ed.
7
En este texto aparece por primera vez el horror que denota el incesto, posteriormente Freud desarrollará este
punto extensamente en Tótem y tabú basándose en la idea de que la barrera del incesto es una adquisición
histórica de la humanidad.
8
Ibíd. p. 205.
9
Ibíd. p. 207.
10
Freud, Sigmund. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, en Obras Completas, Tomo XI, Buenos Aires,
Amorrortu, 1986, 2° ed.
Estamos autorizados a formular la conjetura de que con sus ramificaciones
constituye el complejo nuclear de toda neurosis y estamos preparados para
tropezar con su presencia (…) El mito del rey Edipo, que mata a su padre y toma
por esposa a su madre, es una revelación, muy poco modificada todavía, del deseo
infantil, al que se le contrapone luego el rechazo de la barrera del incesto. 11
En 1912, Freud escribe Tótem y tabú13. Allí analiza de manera exhaustiva, las
relaciones de diferentes comunidades tomando como eje el totemismo y su relación con la
prohibición del incesto. En este trabajo, el autor construirá el mito de la horda primitiva, este
mito se centra directamente con la cuestión del padre y el lugar que tiene en la constitución
subjetiva.
Tótem y tabú tiene por primer subtítulo: “El horror al incesto”. En ese apartado,
describe el sistema totemista de los pueblos australianos antiguos, mostrando el eje de la
investigación freudiana: “En lugar de las instituciones religiosas y sociales que les faltan,
hallamos en los australianos el sistema del totemismo. Las tribus australianas se dividen en
estirpes (Sippe) más pequeñas o clanes, cada uno de los cuales lleva el nombre de su tótem.”14
Posteriormente, se pregunta ¿qué es el tótem?, describiéndolo como “un animal comestible,
inofensivo, o peligroso y temido”. Este tótem mantiene un vínculo particular con la estirpe y
su relación es la de un antepasado de la estirpe. Freud describe también, que los miembros del
clan totémico, tienen la obligación sagrada de no matar a su tótem y de no comer su carne.
11
Ibíd. p. 43.
12
Freud, Sigmund. “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, en Obras Completas, Tomo
XI, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed. p. 164.
13
Freud, Sigmund. “Tótem y tabú”, en Obras Completas, Tomo XIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
14
Ibíd. p. 12.
extendería también al animal totémico, sustituto del padre (...)”15 Freud menciona que esta
hipótesis puede parecer fantástica “(…) pero tiene la ventaja de establecer una unidad
insospechada entre series de fenómenos hasta hoy separadas.”16
Entonces, Freud le otorga una enorme relevancia al mito de la horda primitiva, mito
que simboliza el pasaje del padre a la ley del padre inscripta en la subjetividad. En la última
cita, queda en evidencia la relevancia del padre en la habilitación del sujeto respecto de su
posibilidad de lazo social a partir de la limitación de sus impulsos, una limitación que ya no
requiere de la presencia de un padre, odiado por la imposición de las restricciones, sino que:
Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él,
forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas entretanto.
Aconteció en la forma del arrepentimiento; así nació una conciencia de culpa que
en este caso coincidía con el arrepentimiento sentido en común. El muerto se
volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos
viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que antes él había impedido con su
existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la
«obediencia de efecto retardado (nachträglich)» que tan familiar nos resulta por
los psicoanálisis.18
15
Ibíd.
16
Ibíd.
17
Ibíd.
18
Ibíd.
Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el
tótem, y renunciaron a sus frutos denegándoselas mujeres liberadas. Así, desde la
conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del
totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con los dos deseos
reprimidos del complejo de Edipo. Quien los contraviniera se hacía culpable de
los únicos dos crímenes en los que toma cartas la sociedad primitiva.19
De este modo, explica el pasaje que se produce “en la situación psíquica” quedando
inscripta la prohibición sustentada en la culpa por el asesinato del padre. La culpa requiere de
otro elemento en juego que es el amor al padre, referido respecto de la inicial satisfacción del
odio al padre por la vía de su asesinato y devoración. Satisfecho el odio surge el amor al
padre, motor de la culpa que vendrá a sustentar la prohibición. Freud establece la articulación
entre los dos tabúes fundamentales del totemismo y los deseos que están en juego en el
complejo de Edipo ligados a la muerte y la sexualidad.
Del mito originario, surgen los pilares de la religión y la ética: “La sociedad descansa
ahora en la culpa compartida por el crimen perpetrado en común; la religión, en la conciencia
de culpa y el arrepentimiento consiguiente; la eticidad, en parte en las necesidades objetivas
de esta sociedad y, en lo restante, en las expiaciones exigidas por la conciencia de culpa.20 Por
lo tanto, Freud traza un eje de continuidad que une la prohibición de la repetición de la
matanza del padre, que se va a extender en principio a los hermanos de linaje y
posteriormente a toda la comunidad en el mandamiento genérico “No matarás”. De este
modo, la prohibición del asesinato se convierte en uno de los pilares que hace posible la
convivencia con el otro, es la prohibición que proviene de la culpa por aquel asesinato
originario perpetrado en el banquete totémico. Dicha prohibición, es sustentada por el amor al
padre que es el origen de la culpa que la sostiene. Es en este sentido, en que Freud, como
mencionábamos anteriormente, refiere que el mito es el comienzo de “(…) las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión.”
19
Ibíd. p. 145.
20
Ibíd. p. 147.
El sepultamiento del complejo de Edipo
En 1924, Freud escribe El sepultamiento del complejo de Edipo21. En ese texto, trabaja
respecto de las diferencias del desarrollo de la sexualidad entre niños y niñas. Hace referencia
a lo abordado en El yo y el Ello22, indicando que: “Las investiduras de objeto son resignadas y
sustituidas por identificación. La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada
en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa
la prohibición del incesto y, así, asegura al yo contra la investidura libidinosa de objeto.”23
Describe los mecanismos que se ponen en juego en la finalización del Edipo y menciona la
constitución del superyó como instancia que va a tomar la severidad del padre y de ese modo
“perpetuará” la prohibición del incesto. Pero este texto continúa con un planteo fundamental:
21
Freud, Sigmund. “El sepultamiento del complejo de Edipo”, en Obras Completas, Tomo XIX, Buenos Aires,
Amorrortu, 1986, 2° ed.
22
Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, op. cit.
23
Ibíd. p. 184.
24
Ibíd.
También en El malestar en la cultura25, Freud describe la constitución del superyó a
partir de la internalización de los impulsos agresivos hacia el padre quién ha forzado al niño a
renunciar a la satisfacción de las pulsiones eróticas hacia el objeto incestuoso. No solo debe
renunciar a esta satisfacción sino también, a la satisfacción del impulso agresivo hacia el
padre: “Forzosamente, el niño debió renunciar a la satisfacción de esta agresión vengativa.
(…) acoge dentro de sí por identificación esa autoridad inatacable, que ahora deviene el
superyó y entra en posesión de toda la agresión (…) El yo del hijo tiene que contentarse con
el triste papel de la autoridad -del padre- así degradada.26 Por lo tanto, se interioriza la
agresión hacia el padre en la instancia superyóica. Graciela Kait, traduce esta frase de la
siguiente manera: “El yo del niño debe contentarse con el triste papel de la autoridad -del
padre- así rebajada, humillada”27, tomando relevancia esta diferencia en la traducción dado
que plantea allí que “(…) el padre del superyó (…) un padre cuya autoridad no es eficaz a la
hora de poner orden en la economía libidinal del niño (…) esta autoridad rebajada pero
inatacable y severa ordena cada vez más renuncia porque no se ha renunciado a lo que hay
que renunciar, a saber, la satisfacción pulsional (…)”28
25
Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura” en Obras Completas, Tomo XXI. Buenos Aires, Amorrortu, 1986,
2° ed.
26
Ibíd. p. 125.
27
Kait, Graciela. La pulsión y el rechazo de lo femenino en el final del análisis, Rosario, U.N.R. 2005. P. 74.
28
Ibíd.
29
Ibíd. p. 125.