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Complejo de Edipo y la cuestión del padre en Freud1

Ficha de la cátedra Psicoanálisis Tecnicaturas FHAyCS -UADER.

Dr. Alberto Uboldi

En la obra de Sigmund Freud la cuestión del padre tiene un papel preponderante. El


desarrollo de lo relativo a la función del padre desemboca en la conceptualización del
complejo de Edipo. En el Manuscrito N2, texto del 31 de mayo de 1897, Freud menciona por
primera vez la idea que enlaza el mito griego en articulación con la experiencia clínica.
Partiendo de la observación, muestra un deseo de muerte contra el padre por parte de los
varones y contra la madre por parte de las mujeres: “Parece como si en los hijos varones este
deseo de muerte se volviera contra el padre, y en las hijas contra la madre (...)”3 Freud toma
nota de esta observación clínica y remarca la rivalidad puesta en juego, a partir de la que
posteriormente irá construyendo como la conceptualización del complejo de Edipo.

En la Carta 71 a Fliess4, del 25 de octubre de 1897, Freud avanza en el desarrollo de


la conceptualización: “Un solo pensamiento de validez universal me ha sido dado. También
en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre, y ahora lo
considero un suceso universal de la niñez temprana (...) Si esto es así, uno comprende el
cautivador poder de Edipo rey (...)” Considerando desde este momento una idea que choca
contra el intelecto, sostiene la idea que surge de la observación clínica y el mito de Edipo
muestra: “Cada uno de los oyentes fue una vez en germen y en la fantasía un Edipo así, y ante
el cumplimiento de sueño traído aquí a la realidad objetiva retrocede espantado, con todo el
monto de represión (esfuerzo de desalojo y suplantación) que divorcia a su estado infantil de
su estado actual.”5

En el texto citado, Freud toma de la mitología el apoyo para articular lo que en la


clínica observa como “universal”. Construye el complejo de Edipo, basándose en las
rivalidades y fantasías de sus pacientes. También, en la cita surge el destino del mencionado

1
Este texto contiene fragmentos de la tesis doctoral inédita de Uboldi, Alberto. (2015): Manifestaciones
contemporáneas de la violencia y ruptura del linaje simbólico. Una lectura desde el psicoanálisis.
2
Freud, Sigmund. “Manuscrito N, Fragmentos de la Correspondencia con Fliess”, en Obras Completas, Tomo I,
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
3
Ibíd. p. 296.
4
Freud, Sigmund. “Carta 71, Fragmentos de la Correspondencia con Fliess”, en Obras Completas, Tomo I,
Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
5
Ibíd. p. 307.
complejo que es la represión del mismo que separa la actualidad del mismo de lo que se ha
jugado en la vida infantil.

Freud avanza en la conceptualización del Edipo. En el texto Tres Ensayos de teoría


sexual6 del año 1905, bajo el subtítulo “La barrera del incesto” desarrolla las claves de su
elaboración. Allí establecerá una necesidad7 de elevar dicha barrera: “El respeto de esta
barrera es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad: tiene que impedir que la familia
absorba unos intereses que le hacen falta para establecer unidades sociales superiores.”8 La
cita refiere a que la exogamia, que impone la barrera del incesto, permite desde el punto de
vista social la diversidad de familias y el crecimiento de la sociedad. Por eso, está planteada
como una exigencia cultural de la sociedad. La prohibición del incesto se enlaza con la
exogamia y de este modo es pieza clave para la conformación de “unidades sociales
superiores”, dado que la necesidad de buscar pareja sexual no endogámica va construyendo
una sociedad compleja y diferente a las relaciones endogámicas.

Posteriormente, Freud menciona que en el desarrollo sexual adolescente, resurgen las


mociones sexuales hacia los padres “con la frecuencia de una ley”, dejando en claro que lo
edípico se consolida en la teoría como el escenario del complejo de toda neurosis: “A raíz de
estas fantasías vuelven a emerger en todos los hombres las inclinaciones infantiles, sólo que
ahora con un refuerzo somático. Y entre estas, en primer lugar, y con la frecuencia de una ley,
la moción sexual del niño hacia sus progenitores, casi siempre ya diferenciada por la atracción
del sexo opuesto: la del varón hacia su madre y la de la niña hacia su padre.”9 Es decir,
resurge lo edípico “con el refuerzo somático” de lo que Freud denomina “la metamorfosis de
la pubertad”, momento de la salida del período de latencia y en el que se consolida la elección
de objeto.

En otro texto, Cinco conferencias sobre psicoanálisis10, de 1909, Freud define al


Edipo como “complejo nuclear de toda neurosis”. Allí establece, que está en juego por una
parte el deseo infantil y por otra la barrera del incesto:

6
Freud, Sigmund. “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras Completas, Tomo VII, Buenos Aires, Amorrortu,
1986, 2° ed.
7
En este texto aparece por primera vez el horror que denota el incesto, posteriormente Freud desarrollará este
punto extensamente en Tótem y tabú basándose en la idea de que la barrera del incesto es una adquisición
histórica de la humanidad.
8
Ibíd. p. 205.
9
Ibíd. p. 207.
10
Freud, Sigmund. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, en Obras Completas, Tomo XI, Buenos Aires,
Amorrortu, 1986, 2° ed.
Estamos autorizados a formular la conjetura de que con sus ramificaciones
constituye el complejo nuclear de toda neurosis y estamos preparados para
tropezar con su presencia (…) El mito del rey Edipo, que mata a su padre y toma
por esposa a su madre, es una revelación, muy poco modificada todavía, del deseo
infantil, al que se le contrapone luego el rechazo de la barrera del incesto. 11

Freud le da un estatuto importante al Edipo en relación a las neurosis, dejando claro


que no es un complejo más, sino que es el más relevante. Define al Edipo como “complejo
nuclear de toda neurosis” que será rechazado a partir de una primera limitación, una primera
ley, que es esa “barrera del incesto”, planteada como prohibición. El complejo de Edipo,
dominará al sujeto en este punto de su constitución subjetiva: “(…) en nuestra terminología:
cae bajo el imperio del complejo de Edipo.”12

En 1912, Freud escribe Tótem y tabú13. Allí analiza de manera exhaustiva, las
relaciones de diferentes comunidades tomando como eje el totemismo y su relación con la
prohibición del incesto. En este trabajo, el autor construirá el mito de la horda primitiva, este
mito se centra directamente con la cuestión del padre y el lugar que tiene en la constitución
subjetiva.

Tótem y tabú tiene por primer subtítulo: “El horror al incesto”. En ese apartado,
describe el sistema totemista de los pueblos australianos antiguos, mostrando el eje de la
investigación freudiana: “En lugar de las instituciones religiosas y sociales que les faltan,
hallamos en los australianos el sistema del totemismo. Las tribus australianas se dividen en
estirpes (Sippe) más pequeñas o clanes, cada uno de los cuales lleva el nombre de su tótem.”14
Posteriormente, se pregunta ¿qué es el tótem?, describiéndolo como “un animal comestible,
inofensivo, o peligroso y temido”. Este tótem mantiene un vínculo particular con la estirpe y
su relación es la de un antepasado de la estirpe. Freud describe también, que los miembros del
clan totémico, tienen la obligación sagrada de no matar a su tótem y de no comer su carne.

El mito es construido, pensando desde el psicoanálisis que el animal totémico es el


sustituto del padre. A partir de allí surge la ambivalencia de la prohibición de matarlo y por
otra parte, que su matanza se convirtiera en festividad, “(…) que se matara al animal y no
obstante se lo llorara. La actitud ambivalente de sentimientos que caracteriza todavía hoy al
complejo paterno en nuestros niños, y prosigue a menudo en la vida de los adultos, se

11
Ibíd. p. 43.
12
Freud, Sigmund. “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, en Obras Completas, Tomo
XI, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed. p. 164.
13
Freud, Sigmund. “Tótem y tabú”, en Obras Completas, Tomo XIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, 2° ed.
14
Ibíd. p. 12.
extendería también al animal totémico, sustituto del padre (...)”15 Freud menciona que esta
hipótesis puede parecer fantástica “(…) pero tiene la ventaja de establecer una unidad
insospechada entre series de fenómenos hasta hoy separadas.”16

Desde allí y con la argumentación precedente, infiere la escena mítica en la que se


produce un pasaje fundamental, procura reconstruir la escena inicial al modo de un mito, que
será formulado de la siguiente manera:

Si nos remitimos a la celebración del banquete totémico podremos dar una


respuesta: Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al
padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo
lo que individualmente les habría sido imposible. Que devoraran al muerto era
cosa natural para unos salvajes caníbales. El violento padre primordial era por
cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda
de hermanos. Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación
con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete totémico,
acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración
recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron
comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la
religión17

Entonces, Freud le otorga una enorme relevancia al mito de la horda primitiva, mito
que simboliza el pasaje del padre a la ley del padre inscripta en la subjetividad. En la última
cita, queda en evidencia la relevancia del padre en la habilitación del sujeto respecto de su
posibilidad de lazo social a partir de la limitación de sus impulsos, una limitación que ya no
requiere de la presencia de un padre, odiado por la imposición de las restricciones, sino que:

Tras eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él,
forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas avasalladas entretanto.
Aconteció en la forma del arrepentimiento; así nació una conciencia de culpa que
en este caso coincidía con el arrepentimiento sentido en común. El muerto se
volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos
viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que antes él había impedido con su
existencia, ellos mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la
«obediencia de efecto retardado (nachträglich)» que tan familiar nos resulta por
los psicoanálisis.18

Allí, establece al modo de mito el origen de la regulación pulsional a partir de la culpa


que surge del arrepentimiento, es decir, las mociones tiernas de las que habla Freud son
claramente un sustento que se define desde el amor al padre. Partiendo de este sustento, surge
la legalidad normativa que se plasma en el mito de la siguiente manera:

15
Ibíd.
16
Ibíd.
17
Ibíd.
18
Ibíd.
Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el
tótem, y renunciaron a sus frutos denegándoselas mujeres liberadas. Así, desde la
conciencia de culpa del hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del
totemismo, que por eso mismo necesariamente coincidieron con los dos deseos
reprimidos del complejo de Edipo. Quien los contraviniera se hacía culpable de
los únicos dos crímenes en los que toma cartas la sociedad primitiva.19

De este modo, explica el pasaje que se produce “en la situación psíquica” quedando
inscripta la prohibición sustentada en la culpa por el asesinato del padre. La culpa requiere de
otro elemento en juego que es el amor al padre, referido respecto de la inicial satisfacción del
odio al padre por la vía de su asesinato y devoración. Satisfecho el odio surge el amor al
padre, motor de la culpa que vendrá a sustentar la prohibición. Freud establece la articulación
entre los dos tabúes fundamentales del totemismo y los deseos que están en juego en el
complejo de Edipo ligados a la muerte y la sexualidad.

Esta prohibición referida a no matar al padre va a extenderse con posterioridad hacia


los hermanos y sucesivamente, a todos los seres humanos en el mandamiento genérico “no
matarás” como es planteado en la continuidad del texto.

Del mito originario, surgen los pilares de la religión y la ética: “La sociedad descansa
ahora en la culpa compartida por el crimen perpetrado en común; la religión, en la conciencia
de culpa y el arrepentimiento consiguiente; la eticidad, en parte en las necesidades objetivas
de esta sociedad y, en lo restante, en las expiaciones exigidas por la conciencia de culpa.20 Por
lo tanto, Freud traza un eje de continuidad que une la prohibición de la repetición de la
matanza del padre, que se va a extender en principio a los hermanos de linaje y
posteriormente a toda la comunidad en el mandamiento genérico “No matarás”. De este
modo, la prohibición del asesinato se convierte en uno de los pilares que hace posible la
convivencia con el otro, es la prohibición que proviene de la culpa por aquel asesinato
originario perpetrado en el banquete totémico. Dicha prohibición, es sustentada por el amor al
padre que es el origen de la culpa que la sostiene. Es en este sentido, en que Freud, como
mencionábamos anteriormente, refiere que el mito es el comienzo de “(…) las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión.”

19
Ibíd. p. 145.
20
Ibíd. p. 147.
El sepultamiento del complejo de Edipo

En 1924, Freud escribe El sepultamiento del complejo de Edipo21. En ese texto, trabaja
respecto de las diferencias del desarrollo de la sexualidad entre niños y niñas. Hace referencia
a lo abordado en El yo y el Ello22, indicando que: “Las investiduras de objeto son resignadas y
sustituidas por identificación. La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada
en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa
la prohibición del incesto y, así, asegura al yo contra la investidura libidinosa de objeto.”23
Describe los mecanismos que se ponen en juego en la finalización del Edipo y menciona la
constitución del superyó como instancia que va a tomar la severidad del padre y de ese modo
“perpetuará” la prohibición del incesto. Pero este texto continúa con un planteo fundamental:

No veo razón alguna para denegar el nombre de «represión» al extrañamiento del


yo respecto del complejo de Edipo, si bien las represiones posteriores son llevadas
a cabo la mayoría de las veces con participación del superyó, que aquí recién se
forma. Pero el proceso descrito es más que una represión; equivale, cuando se
consuma idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo. Cabe suponer
que hemos tropezado aquí con la frontera, nunca muy tajante, entre lo normal y lo
patológico. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del
complejo, este subsistirá inconciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto
patógeno.24

La clave de lo dicho aquí por Freud, se sitúa en distinguir la represión de un


mecanismo que describe como “mucho más que una represión del complejo”. Se trataría
entonces, de la “destrucción y cancelación del complejo”, de no ser así, la persistencia en el
inconciente de las tendencias libidinosas incestuosas, se exteriorizarán al modo de lo
patológico. El complejo de Edipo debe ser cancelado, sepultado, lo que implica que el sujeto
deberá abandonar, ceder las mociones que tienden a la elección de objeto incestuosa. Si no se
produce el sepultamiento del complejo de Edipo, con la efectiva renuncia pulsional, sería el
superyó el que toma el relevo para sostener la represión del mismo. El costo de esta situación,
implica el sometimiento a la culpa y castigo permanentes desde la ferocidad superyóica. Es
decir, que el superyó es el heredero del complejo de Edipo cuando no se han abandonado las
elecciones de objeto incestuosas.

21
Freud, Sigmund. “El sepultamiento del complejo de Edipo”, en Obras Completas, Tomo XIX, Buenos Aires,
Amorrortu, 1986, 2° ed.
22
Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, op. cit.
23
Ibíd. p. 184.
24
Ibíd.
También en El malestar en la cultura25, Freud describe la constitución del superyó a
partir de la internalización de los impulsos agresivos hacia el padre quién ha forzado al niño a
renunciar a la satisfacción de las pulsiones eróticas hacia el objeto incestuoso. No solo debe
renunciar a esta satisfacción sino también, a la satisfacción del impulso agresivo hacia el
padre: “Forzosamente, el niño debió renunciar a la satisfacción de esta agresión vengativa.
(…) acoge dentro de sí por identificación esa autoridad inatacable, que ahora deviene el
superyó y entra en posesión de toda la agresión (…) El yo del hijo tiene que contentarse con
el triste papel de la autoridad -del padre- así degradada.26 Por lo tanto, se interioriza la
agresión hacia el padre en la instancia superyóica. Graciela Kait, traduce esta frase de la
siguiente manera: “El yo del niño debe contentarse con el triste papel de la autoridad -del
padre- así rebajada, humillada”27, tomando relevancia esta diferencia en la traducción dado
que plantea allí que “(…) el padre del superyó (…) un padre cuya autoridad no es eficaz a la
hora de poner orden en la economía libidinal del niño (…) esta autoridad rebajada pero
inatacable y severa ordena cada vez más renuncia porque no se ha renunciado a lo que hay
que renunciar, a saber, la satisfacción pulsional (…)”28

Desde esta perspectiva, la exacerbación del superyó se produce porque el sujeto no ha


renunciado a la satisfacción pulsional que incluye la elección del objeto incestuoso, lo que
implica que el superyó exige cada vez más renuncias dado que efectivamente no se ha
renunciado a dicha satisfacción. Podemos encontrar lo antedicho en lo que Freud describe en
El malestar en la cultura como el más y más del superyó y en lo que Lacan va a caracterizar
como figura obscena y feroz.

En El malestar en la cultura29, formula que, si bien el vínculo entre el superyó y el yo


refleja con la distorsión del deseo la relación del yo primordial con el objeto, la severidad
superyóica no está enlazada a la severidad de la autoridad paterna, sino a la agresión dirigida a
dicha autoridad que ha sido sofocada y posteriormente reforzada por otras sofocaciones. Aquí,
Freud deja en claro que la ferocidad y exigencias del superyó hacia el yo, parten de la propia
agresividad del sujeto, la culpabilidad destructiva del superyó reflejaría la no renuncia
pulsional del sujeto respecto de las elecciones de objeto incestuosas. Dicha culpabilidad, que
se incrementa en función de sostener la prohibición que no ha sido eficaz desde la figura
paterna, se ha introyectado y vuelta hacia el yo.

25
Freud, Sigmund. “El malestar en la cultura” en Obras Completas, Tomo XXI. Buenos Aires, Amorrortu, 1986,
2° ed.
26
Ibíd. p. 125.
27
Kait, Graciela. La pulsión y el rechazo de lo femenino en el final del análisis, Rosario, U.N.R. 2005. P. 74.
28
Ibíd.
29
Ibíd. p. 125.

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