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Pueblo en vilo | Luis Gonzalez Pueblo en vilo Microhistoria de San José de Gracia CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS [ Nueva Sere 1 El Colegio de México Primera edicion, 1965, Segunda edicién, 1972 Derechos reservados conforme a la Tey © EL COLEGIO Dz MEXICO 1972 Guanajuato 195, México 7, D. P. Imprew y hecho en México Printed and made in Mesico INDICE GENERAL Prélog 1 Deslinde y jusifieacién del tema z ‘Algunos pantes sobre método 5 ‘Autodefensa, autocstica y destino 9 Nota a la segunda edicién a ‘Tres entradas 13 Paisaje de montaiia 1% Frehisoria de edificaciones y destrucciones Ww Sociedad de vaqueros 37 L Panre Prasanna MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNION Los ranchos (1861-1852) 37 Fracefonamiento y venta de la Wacienda de Cojumatlin 37 La economia ranchera & La sociedad ranchera’ 50 Religiin, juego € inseguridad 33 El pueblo (1883-1900) 39. La generacién de la nevada 59 La fundacién de San José de Gracia 65 El gan miedo del aslo 1900 a Los ranchos y el pueblo (1901-1910) 79 Bl mundo de los negocios y de la vida social ” Solaces y quehaceres religiosos en el pequesio mundo del padre Othén. st Los tires de afuera 93 En sima, medio siglo de progreso pacifico y ordenado 103 _. 1. X vi. Vi. ssprce Pare Secon ‘TREINTA ANOS DE PENITENCIA La Recolucién Mexicana (1910.1924) a3 La revolucién de Madero 113 ‘Los agentes de In revelucién en San José 192 La Puntada, Inés Chivez Garcia y Ia gripe espafiola 125 ‘Tras tanto andar muriendo. .. 13 La revolucién erlstera (1925-1832) Mi ‘Wnos meses antes Mi El levantamiento ur De Tizapin en adelante 153 San José de Gracie vuelvo 1 levantar cabeza 163 La revoluoién agraria (1999-1943) am Solicitantes, solicitedos y repartidores de tierra im EI origen de nueve efidos 118 Tn vuelta del padre Federico y Ia visita dol prosidente Cir- denas 187 Tncipit vita nova 192 Treinta aos de turbulencia en cifras y conceptee 107 Pants Tencena VEINTICINCO ANOS DE MUNDANZAS Retiro y expansién (1943-1956) 203 A merced del exterior 203 Lo sintomas do la transfiguracién, 210 Emignecién temporal a los Estados Unidos 299 Enigncién definitiva a México 237 De ayer a@ hoy (1957-1967) 233 Prioridad de lo econdinico 233 Salud, agua, electricidad, letras, teléfono y telovis 230 Otras doscientas palabras indicadoras de cambio 243 La nueva decoracién dal paisaje y el pueblo 248 Los de ariba 253 Gente rica y de medianos recursos 253 Palitica de arriba-abajo y_viceversa 259 Religiéa y algunos de sus alrededores Ocasiones de contento y digresin sobre la felicidad X. Los de abojo Minifundistas y hombres al servicio de otros hombres La mujer confecciona nifios, comida y arte ‘Ya muchos nifios van a la escuela Insectos humanos y otros motives de molestia ‘Tres salidas Lo de siempre Dichos de ayer y de hoy Epiloguillo y posdata 265 270 27 oT 28 288 293, 301 301 305 3 10, LL. 2 13, 14, CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS Nueva Sen Titulos publicados Lais Gonzhuez, Pueblo en cilo. Micwohistoria de San Jasé de Gracia, Segunda edicién, 201 + 328 pp, Alejandra Monexo Toscano, Geogrefia econimica de México (siglo XVI). 180 pp. Jen Bazanr, Historia de la deuda exterior de México (1823-1946). xu + 280 pp. Enrique Fuonrscaxo, Precios del mots y crisis agricolas en México (1708-1810). xx + 256 pp. ‘Bernardo Gancta Manrixez, El Marquesado del Valle. Tres siglos de régimen sefiorial en Nueva Espaia, xv + 178 pp. Javier Ocaxtro, Las ideas de un dia. El pueblo mexicano ante la con- sumacién de su Independencia, x + 378 pp. Alvaro Jara (ed.), Tierras nuevas. Expansién territorial y ocupacién del suclo en América (siglos xoistix). x + 142 pp. Romeo Fronts Casatteno, La contrarrecolucién en la independen- 1a. Los espatioles en ta vida politica, social y econdmica de México (1804-1838). 204 pp. Josefina Vizguex ne Kxaum, Nacionalieno y educacién en México. X+ 294 pp. Moisés Goxehus Navanuo, Raza y Tlera. La guerra de eastas y el hhenequén, x + 394 pp. Bernardo Gancia Manrixez, et al. (0ds.), Historia y Sociedad en et mundo de hable espaftols. Homenaje « Joss Miranda, x + 398 pp. Berta Utros, La Revolucién intervonida, Relaciones diplométicas en- tre México y Estados Unidor (1910-1914), x1 + 396 pp. Jan Bazann, Los bienes de la iglesia en México (1856-1875). Aspoc tos econdmicos y soriales de la Revolucién liberal. xxv + 386 pp. Cento pe Esrvpios Histénicos, Extremos de México. Homenaje a don Daniel Cosio Villegas. x ++ $90 pp. x ‘A la memoria del general Lizano CAnveas y de don Fenenico Gonzitex CAnDENAS PROLOGO DESLINDE ¥ JUSTIFICACION DEL TEMA ELEGINO La pannogu1a o municipio de San José de Gracia, tema de estos apun- ‘tes, no aparece citada en ningtin libro de historia de México, ni se menciona siquicra en alguna historia de Michoacin. En muy pocos ‘mapas mexicanos se localiza, y en poquisimes se ubica bien, en el ‘rue del paralelo 20 y del meridiano 103. Es un punto ignorado del espacio, el tiempo y lh poblacién de la Reptiblica Mericana. El objeto de esta historia se desenvuelve en un dmbito estrechi- simo, en una superficie de 231 kilémetros cuadrados, apenas mayor ‘quo la do dos principados (Liechtenstein y Ménaoo), dos repiiblicas (Nauré y San Marino) y el Stato della Citté del Vaticano, La elec- cién de un contomo tan reducido parece arbitraria a primera vista. Desde el punto de vista gecgrifico es injustificable. El fragmento escogido es silo Ia cuarta o quinta parte de una meseta de 2000 ‘metros de altura sobre el nivel del mar, Desde el punto de vista his- térico s{ es defendible como unidad. En el espacio de Ia meseta hay ‘as cinco comunidades parecidas a la de San José, pero al fin y al ‘abo distinguibles entre si. Entre todas forman la porcién zlta de una egién, aunque no aparezea como tal en ninguno de los intentos de egionalizacién de la Repiblica hechos hasta ahora. Ta estrechez geogrifiea del tema contrasta aparentemente com la amplitud cronolégica. Es una historia que recorre cuatro siglos, del xvi al actual. Tgora la vida prehispinica por ajena y casi mula, Se ‘cupa poco de las tres centurlas coloniales. A la poca vida anterior a 1850 se la ve como mero antecedente. La comunidad estudiada, el asunto del trabajo, se formé en visperas y durante la guerra de In- dependencia. En resumidas cuentas, el tiempo verdadcraments reco- rrido aqui mide algo ms de un siglo. ‘La gente es también escasa. Antes de Ia Revolucién Ileg6 a sobre- pasar In cifra de 3.000 habitantes. Durante la Revolucién sufrié mer- 1 2 pnévoco ‘mas considerables. Después, la mata ha erecido alocadamente y sho- ra cuenta més de 8000 individuos, sin contar los emigrados, En suma, poca humanidad en poco espacio y tiempo corto. Todavia més: en el escenario josefino nunea ha tenido lugar nin- sin hecho de los que levantan polvareda mis alla del contorno do Ja comarea, No se he dado alli ninguna batalla de nota, ningin “tra- tado” entre beligerantes, ningiin “plan revolucionario”, La comunidad josefina no ha producido personalidad de estatura nacional 0 estatal; nada de figuras sobresalientes en las armas, la politica o las letras, No ha dado ningiin fruto Mamativo ni ha sido sede de ningim hecho importante. Parece ser la insignificancia histériea en toda su pureza, 1p absolutamente indigno de atencién, Ia nulidad inmaculada: tierras flacas, vida Ienta y poblacién sin brillo. La pequefiez, pero la peque- fiez pica. En su tipicidad est su fuerza. El drea histérica seleccionada no ¢s influyente ni trascendente, pero si tipica, Vale como botén de tnuestra de 1 que son y han sido muchas comunidades minisculas, mestizas y huérfinas de las regiones montafiosas del México central, La vida de San José, por no ser nica, por ser un conglomerado de tantos, por representar a una porcién amplia del subconsciente nacio- nal, quiz sea interesante para las academias, y eso justifique el es- tudio emprendido, Por supuesto que no es la comunidad escogida Ia que oftece ma- yor dosis de tipicidad en la Repiblica Mexicana, Lo cierto es que hho se seleccioné por haber sido considerada tipica. Al contrario, se Tamé a estudio porque se estimé que no era una comunidad cual- quiera. Todos los pueblos que no se miran de cerca con amor y cal- ma son un pueblo cualquiera, pero al acerearles el ojo, como es el caso presente, cargado de simpatia, se descubre en cada pueblo su originalidad, su individualidad, su misién y destino singulares, y has- ta se olvida To que tiene de comin con otros pueblos. E] tema escogido tiene otro interés, el de haber sido una comu- nidad aislada de le corrtente principal del pais que, en los sitimos aiios, se ha incorporado, por cursos imprevistos, al rio central que es México. En suma, el haber escogido a San José de Gracia como asun- to de estudio histérico no parece ser una decisién desafortunada, El transeurso de una comunidad por mindscula que sea propone temas dignos de iavestigacién, aun cuando no sean tantos ni tan va- Tisos como Jos de Ia vida urbana, pero por Io mismo de no ser mu- chos ni complejos, ni sobresalientes, abarcables en su conjunto, Esto pretende ser una historia universal de San José de Gracia. Excluye endL0co 3 ‘poco; ha tenido que excluir 0 tratar superficialmente lo que no ha dejado huellss: documentos, monumentos o recuerdes. Inclyye por tra parte cuestiones al parecer ajenas al asunto central. No depen- did siempre de la yoluntad del autor In materia tratada u omitida en ila historia. La superabundanoia, la escasoz o la inexistencia do fuen- tee de conocimiento histérico le forzaron en algunas ocasiones a es- eribir mis de la cuenta o menos de lo que hubiera querido narrar acerca do esto 0 aquello. Un tema que se trata voluntarfamente con cierta amplitud es el grogrifico. Se partié de la idea de que el medio natural afecta muy de cerca Ia vida mistica. Con base en os9 projuicio, confirmado por Ia realidad, se hacen frecuentes referencias a las constantes geogré- ficas y a las vueltas del tiempo meteorolésico, Se habla del suelo, Ja Flora, la fauma, los diluvios, Ine sequins, los torremotos, los cometas, Js auroras, las epidemias y las endemias. Con todo, no se hace de- ‘Pender el resto, como se estila ahora, de la ronda anual de les es iones y de los ciclos decenales y treintenales, quo afectan mucho Ia vida de las zonas cerealeras, pero menos las regiones destinadas al ‘ganado como es Ia de San José, Ni cl tiempo cfclico ni los mimeros son de mucha significacién aqui. Lo dltimo seré porque como quiere Paul Leuilliot? “la historia Tocal es cualitativa, no cuantitativa”, porque para ella cuentan poco Tas cifras estad{sticas. Como quiera, para no quedar fuera de Ia ma- nia actual, se ha cuantificado més alld de lo razonable; aqui y alla se han deslizado terribles ringlas de nimeros. La vida de este puoblo muchas veces ha recibido presiones fork eas. Por otra parte dificre notablemente de la vida directora del pals; tlene otra sustancia y. otro ritmo. Para apreciar Ja diferencia ‘que lo separa de las vanguardias nacionales y estatales y medir los ‘tastornos que ha recibido de ellas, parece indispensable referirse a ellas. Por ests razén antes de reseflar, en cada perfodo, los mintiseu- Jes acontecimientos de Ia vida local, so esbozan los sucesos mayéiseu- Ts de la vida nacional de México y los medianos de la existencia regional michoacena. Fuera de esas limitaciones y salidas, se ha intentado referir Ia his- totia global de San José. Se enfoca la vista hacia todas direcciones: lo durablo y lo efimero, lo cotidiano y Io insélito, lo meterial y lo spiritual. Se hace un poco de todo: demografia y economia retros- Pectivas; se tocan varios aspectos de la vida social (Ia familia, los + “Dafense et illustration de THistoire locale", Amales (Bconomles, Société, Goiliations) (enero-felero 1967), 22% année, nim. 1, p. 157. 2 Prbt0c0 grupos y las clases, el trabajo y Ta ociosidad, la matoneria y el ma- chismo, el alcoholismo y el folklore.) Se ha logrado establecer Ja serie completa de vicisitudes relacionadas con la propiedad del sue- Jo, Aunque la vida politica ha sido débil, no se excluye; se trata am- pliamente la actitud antipolitica y uno que otro coqueteo del pueblo con a vida piblica. Se describen también las peripecias militarcs, No so desaprovecha Ja oportunidad de referir combates acaecidos en Ja zona 0 en los que haya tomado parte gente de San José. El fenémeno religioso esta en el centro aun cuando sea de lo me- nos cambiante, Desde el principio hasta ahora todos han sido creyen- tes catélicos en San José y su jurisdiceién, No se registran casos de heterodoxia 0 apostasfa. Se trata de una fe tan firme que mi siquiera permite In tolerancia de otras. En Ia vida religiosa sélo ha habico mundanzas superficiales, pero los directores de comunidad han sido casi siempre hombres de sotana, y por ellos y Ia institucién que re- Presentan, los josefinos se han tindo a matar, Nose pudo hacer para todas las épocas una expoticin de Ins ideas, cereencias y actitudes respecto a lo ex6tico, la naturaleza, la historia, la vido, la muerte, el dinero, lo confortable, la modemnidad y la tre dicién. Tampoco fue posible emprender una historia completa de los sentimientes colectivos. No cabe dada de que es mds facil rastrear Ins vieisitudes materiales que las psiquicas. La mayoria de los microhistoriadores de Ia vieja guardia cierran sus libros con una némina de los emigrados ilustres de la localidad cen cuestién. Los de la nucya ola prescinden de los nombres propios, no creen que los individucs cuenten en las pequeias comunidades. Aqui, ni lo uno ni lo otro, Para nada se mientan los poquisimos pai sanos que han hecho fuera alguna fortuna en las armas, la politica 0 las letras. Se citan muchos nombres propios y se esbozan biograffas y listas de los padres fundadores y de los individuos que han con- tribuido de manera notable al desarrollo o al retroceso do San José. Como no se ha pretendido hacer una historia de Ja marea “mate- rialismo histérico”, aqui la masa nu sustituye al individu. También se ha evitado caer en el extremo opuesto del culto a los héroes. No s una historia anénima, tampoco una coleccién de biogratlas, Se pres- ta mas 0 menos la misma atencién al individuo y a Ia multitud. No se ha hecho un gran esfuerzo para eliminar las anécdotas que lo me. nos que hacen es divertimos. Con todo, se ha procurado recoger slo Jas aparentemente més significatives aun cuando no sean las més placenteras. Todo libro de historia es necesariamente incomplete. La unidad y dure a 2.000 metros sobre el mar, en tierra © era de El pueblo esta edificado en ta Gracia ha vivido de ordeiiar las “hinchadas ubres de las vacas” y de hacer quesos redondos 3 3 5 5 “oral escogids, que compronde a todos aquellos individuos que no “gon Ilamados fuereiios por los demis, tiene una temitica inagotable, “en parte idéntica a ln vida rdstica de cualquier lugar y cualquier épo- fs, en parte privativa de Ia existencia campestre de la historia ma- ‘ional de México, quiz en um minima parte dinica de San Joxé. No fs ésta Tn que ocupa mayor espacio en el presente libro. ‘Axcusos rust0s soune stér0D0 ‘Por lo que parece, el efercicio de In historiografia circunscrita a wna yueiia zona tiene que echar mano de todos los recursos de la meto- Gologla histérica y de varios més. En este tipo de investigacién, a caea una de las operaciones historiogrificas se opouen numerosos “obsticulos, algunos privativos de la disciplina, Desde el punto de ‘amrinque £0 presentan los problemas, No es ffeil partir, como en otras “caripos de Ia historia, con un equipo adecuado de esquemas ante- “iotes, de interrogatorios hechos, de hipétesis de trabajo y de mode- Tos, Por Jo pronto, en ol caso prevente, no se partié de ningyin sim- bolo © modelo ideal; ni siquiera so hizo un catélogo de los temas 0 “preguntas que convendria resolver. Se entr6 al tema con un m{nimo “do ideas provias y prejuicios, con mucha simpatia y algunas anti- Se ha dicho que no puede contarse la historia de ainguna comu- tnidad parroquial porque faltan Ios documentos. esenciales, Como es bien sabido, los hechos de Ja vida ristica y pueblerina no suelen de- for huellas numerosas; y como si esto fuera poco, Jos testimonios que ‘segregan tienden a perderse, extraviarse y dispersarse. Por lo que toca ‘a San José, In penuria, Ia pérdida y la dispersién de los materiales ‘6 enorme. Por principio de cuentas lay que preseindir de la prensa Detiéica. San José nunca ha sido noticia para la prensa nacional 0 Provincial, salvo rarisimas ¢ infructuosas excepciones, En San José Jamés se ha publicado periddico algino, nf siqulera wna hoja pas ‘Troquial, Las noticias que se pudieron distraer de los libros de historia na- ional y regional sirvieron para construir Ios esquemas de historia havional y regional con que se inicia la obra y que acompaian a cada tino de sus capftulos, Para ¢l tema concreto, dos libros aportaron mu- eho: el Bosquejo histérico y estadlstico del Distrito de Jiquilpan que hizo don Ramén Sinchez en 1896, y Quitupan, obra reciente de don Esteban Chavez, Se sacé mucho mis de libros no histéricos, aun cuan~ 6 PR6LOCO do las notas de pie de pagina hagan pensar lo contrario, Estos spun- tes reconocen su deuda con Agustin Yatiez por Al filo del agua y Las tierras flacas, Juan José Arreola por Le feria, y Juan Rulfo por El llano en llamas y Pedro Péromo. La documertaciin manuscrita aprovechada también fue relativa- mente modesta y de recoleccién dificil la mayoria de las veces. Se hhurgé con provecho en el Archivo General de Ia Nacién, el del De- partamento de Asuntos Agrarios y Colonizacién, el de la Confede- racién Nacional Campesina, los archivos de notarias y judicial de Tiquilpan, los munieipales do Schuayo y San Joxs do Gracia, los pa rroquiales de Sahuayo, Cojumatlén, Mazamitla y San José y media docena de archivos privados. No viene al caso citar las pesquisas in- litiles en colecciones donde no se encontsé nada. Tampoco tiene in- terés mencionar los archivos privades a los que no se pudo tener ac- eso, Quizé sea de algin valor comunicar esta impresiOn: Ins huellas ‘manuscritas que se han extraviado parecen sor mucho mayores on niimero que las supervivientes, No se exagera cuando se habla del descuido en que estin los archivos locales y regionales. El ramo de tierras del Archivo General de la Nacién proporcioné los papeles relativos a las mercedes de tierras concedidas a los pri- meros usufrictuarios de la zona, a la constitucién de un vasto lati- fundio con las estancias morcedadas y a las sucesivas traslaciones de dominio en esa propiedad durante la época colonial, En el ramo de historia del mismo archivo se encontraron algunas notas de indo- le estadistica referentes al sltimo tercio del siglo xvar Las aportaciones muy interesantes del Archivo de Asuntos Agra- rios y Colonizacién sirvieron para construir basicamente el capitulo sobre Ia reforma agraria do los aiios treints. Por otro lado, Ia con- sulta de este archivo y del General de la Nacién se facilit6 sobrema- nera por la clasificacién y catalogacion de los fondos, lo experto del personal encargado de ellos, y las faeilidades proporcionadas por sus jefes. El eadtico Archivo Notarial do Jiquilpan hubiera sido inaccesi- ble sin Ja ayuda del juez de primera instancia, licenciado Julién La. viano. £1 paso un par de mozos para que removieran las enormes masas de papel amontonadas en un cuarto hiimedo y sobrepoblado de alacranes, arafias, tarintulas y mil diferentes bichos. Después dio todas las facilidades posibles para organizar de alguna manera aquel mundo de papels, y gracias a todo eso, a base de los libros de pro- tocolo de los notarios y otros escrites, fue posible reconstruir la his- toria de In propiedad de la tierra en Ia jurisdiccién de San José desde e se corté la veta del Archivo Goneral do la Nacién, desde fina- del siglo xv hasta nuestros dias. ‘No hubo suerte con los archivos municipales. El de Sahuayo est sbutido en una letrina de la ciircel. Por puro azar encontré en aquel zacote alginos libros de acuerdos de los munfeipes del siltimo ter- > del siglo xxx. En Cojumatlén slo guardan lo iiltimo. El archivo inicipal de Jiquilpan fue destruido por los cristeros en 1987 y de itonces aci los muncipes no han juntado nada. Los papeles més mntiguos de la Jefatura de Tenencia de San José de Gracia son de €33. Todos fueron revisados minuciosamente gracias a la amabilidad lias Elizondo y Jorge Partida, jefe y secretario de la Tenencia. ~ Yos archivos parroquiales resultaron la principal fuente escrita ‘de la historia de la comunidad josefina. Para el perfodo 1718-1822, “ce explord el archivo de Sahuayo; para Ia etapa 1823-1888, los regis- os parroquiales de Cojumatlin, y los concemfentes a 1888 en ade- ¢ lo obtuve de los libros de bautismos, defunciones, matrimonios {nformaciones matrimoniales de San José de Gracia. Otros datos eron obtenidos de la parroquia de Mazamitla. Agradezco las ayu- das proporcionadas por los pirrocos Antonio Méndez, de Cojumatlin, Jes6 Santana Garcia, de Mazamitia y Carlos Moreno, de San José. Por lo que se refiere a colecciones particulares, fueron muy titiles tél trabajo los libros de cuentas del difunto don José Dolores 9, los papeles de varia {ndole acumulades por mi madre, el dia- de cristero de don Bernardo Gonzilez Cirdenas, los dlbumes cos de Arcelia Sénchez y Honorato Gonzalez, la numerosa ntacién reunida por dofia Rosa Gonvilez Cardenas, y la mag- ca biblioteca y archiyo del profesor José Ramirez Flores. Tam- jén me proporcioné papeles de grin importancia y observaciones “be varia indole el ingeniero Bernardo Gonzilez Godinez. Resulté ticularmente rendidor el archivo particular de mi madre, dofia Josefina Gonzélez Cérdenas. En él se conservan los papeles relativos tas asociaciones devotas de la localidad; allf se guarda una abun- nte correspondencia, Hay entre una numerosa documentacién, algo titil, Jos cusdernos de gastos de la casa. Ella los ha escrito sin fntemupeién durante scsenta afios. Para recoger la tradicién oral y la vida de hoy no se utilizé la tée- tica de las encuestas formales. Se conversd sin cuestionario, se hi- en entrevistas sin agenda, De la conversucién bre con la gente 8 PR6LOGO zAlez Cirdenas, memorizador excelente que ha vivido fascinado por el recuerdo. Mucha parte de lo que cuento desde 1932 0 $3 no la lef ni Ia en- toni; Ia vi con mis propios ojos. La introduccién de la obra se sus- tenta por regla general en informacién escrita; los cuatro primeros eaptulos en tastes ores y los siguientes en Jo quo vi y vind cosas y casos. De cémo reslicé las restantes operaciones historiograficas, lo diré de manera muy compendiada. No me encontré con las trampas de que s0 ocupan las critioas do intogridad y procedencia. Tampoco se requirié mucho esfuerzo para descartar mentiras y engafios. Mediante la confrontacién con documentos deduje la exactitud de amplias par- celas de Ia tradicién oral. Cuando no hubo textos dignos de fo que la respaldaran, di por buenos los dichos recaudados por la memoria colectiva. Pero mis que la tarea detectivesca me detuvo Ia operacién. de comprender, de repeasar y resontir los pensamicntos y los senti- mientos de los protagonistas de la historia de San José. La pasién por el tema, o si se quiere, 1a simpatia, ayudé enormemente en esta empresa ‘La obra no est ayuna de explicacién. Aunque se partis de la tesis de George Trevelyan * (“en la historia nos interesan los hechos particulares y no s6lo sus relaciones de causa”, 0 en otros términos, del Clio es una musa), no se ha dejado de eatrar en explicaciones, y desde Iuego en “la obligada explicacién por la causalidad final”, se- gin se dijo, y en gran medida, en Ia explicacién por causas eficientes. Entro las posibles arquitecturas adecuadas a Ia historia puebleri- na, dos son las més usuales: la cronolégica y la sectorial, Los erudi- tos de pueblo prefieren la primera. Asi consiguen acomodar bien los sucesos effmeros, pero se les escapan los duraderos, Transmiten a sus lectores la sensacién de mudanze, pero no dejan ninguna imagen de a comunidad que Ia sufre o la promueve, Los profesianales de la hi toria toman el camino opuesto. Distribuyen su materia por dural dad y por sectores de Ta cultura. Se extienden amplismente on la posicién separada de las estructuras demogrifics, econémica, social, politica y del espiritu; le conceden poco espacio a lo coyuntural y nada o casi nada al hecho inico, Aqui se ha ido en busca de una construccién en la que quepan, sin violentarlos mucho, los fenémenos lentes y ripidos, Io chiquito y Io grande, lo cronol6gico y lo secto- tial. Quiz no se ha conseguido una arquitectura arménica, y menos * Cf, Bertrand Russel, Retrator de memoria y otros ensayes, p. 171. pero sf bastante funcional. Por lo demés es muy simpl Jas dos armazones de siempre: Ia temporal y In sistemiética. es la bisica. Por principio de cuentas, la materia ha sido re- partida en periodos de desigual tamafio, en cuatro periodos de 300, £0, 30 y 25 aiios. Las subdivisiones del periodo tricentenario son bo- ross; las demés se han hecho de acuerdo con la teoria orteguiana de las generaciones. Dentro de cada etapa hay dos cortes; el longitu inal y el transversal, En aquél se narran hechos y on ésto so deseri- ‘ben estructuras. En cada momento se consideran los cuatro planos {econémicosocial, politico, espiritual y de relaciones exteriores), ero no siempre so les coloca en esto orden ni se les presta la misma ideracién, Se ha querido que la arquitectura no desentone con el paisaje, que no descomponga las articulaciones reales. © Ta historfografia local, como la biografia, parece estar mis cerca la literatura que los otros géneros histéricos, quizh porque la vida ereta exige un tratamiento literario, quiz’ porque Ja clientela del dor local es alérgica a a aridez acostumbrada por los histo- res contemporéneos. El redactor de una historia locel debiera ser ‘hombre de letras, Yo me hublera contentado con el empleo de las ar expresivas do In comunidad estudiada. Lo intenté, pero al re- Teer el manuscrito ke cafdo en cuenta de que en San José no se ha- trata de \UTODEFENSA, AUTOCRITICA Y DESTINO fegtin el profesor Finberg,? el historiador parroquisl necesita madu- Tecturas amplias, mucha simpatia y piernas robustas. Por madurez ende tuna larga y surtida experiencia entre los hombres, un buen je de vivencias, Como lecturas recomienda, aparte de otras, de libros de historia nacional ¢ internacional. La simpatia que “exige es por aquello de que sélo lo semejante conoce a lo semejante -aqquello otro de que s6lo se conoce bien Io que se ama. La exlgen- de las picrnas robustas alude a la necesidad que tiene el historia- "or pueblerino de recorrer a pie, una y otra vez, la sede de su asunto, “¥ de visitar personalmente al mayor niimero posible de parroquianos. Antes de conocer Ja receta del profesor Finberg tuve Ia suerte de la, en alguna forma, en prictica. Sin proponémelo he cumpli- los cuarenta y dos afios de edad y he andado metido, de grado © por fuerza, en varios ambientes y pocos emplecs. Durante cinco A Finhers, HP. R., Approacher to histony, pp. 194.195 x0 bx000 afios imparti un curso de historia de la cultura y para desempetiarlo pasablemento tuve que leer varias historias de la humanidad. Tam- bién he sido solicitado algunas veces pars la ensefianza de la historia, eneral de México y he lefdo bastante sobre el asunto, ‘Antes de emprender la presente investigacién conocfa a poquisi- mos tratadistas de la historia local, y todos ellos de Ja vieja ola. Du- ante la buisqueda frecuenté a otros, pero no (y lo lamento) a los tratadistas contempordneas, a los grandes maestros franceses, ingle- ses y norteamericanos. Alejado de bibliotecas y librerias y muy me- tido en mi agujero, no tuve oportunidad de conocer las nuevas co- rrientes de microhistoriografia que mo hubicran permitido corregir l conocimiento de las visiones panorémicas y ademés estar a Ia moda en lo que a historia parroquial se refiere. En algo pude suplir In falta de esa cultura previa con mi miopia natural. Me gustan las nimiedades, me regocijan los pormenores des- precindos por los grandes espiritus, tengo la costumbre de ver y com- placerme en pequefieces invisibles para los dotados con alas y ojos de Aguila. El ser peatén y miope por naturaleza supongo que me lo tomaria a bien el profesor Finberg. Praotiqué caminatas a pie y a caballo; recorr{ en todas dircociones la tierra donde crece Ia historia que cuento; coaversé, como ya lo dije, con la gente del campo y del pueblo. La ocurrencia de escribir esta historia nacié durante el aio sabético concedido por El Colegio do México en 1967. Tuve siete meses para explorar los archivos men- cionados antes, leer las obras que me pudieran ser inmediatamente itiles, visitar una a wna las rancherfas de la Tenencia de San José, platicar con Ia gente, ver con los ojos abiertos lo més posible y oft los ruidos y sus ecos. EI centro de opericiones fue una casa grande y vieja del pueblo, Se entra a la casa por un corredor breve y ancho que desemboca a Jos corredores de adentro y al jardin. En medio de éste se levanta l brocal de un pozo. A un Indo hay una fuente de azalejos, La plan- ta mis frondosa del jardin es una granada de china. A su sombra han muerto muchos rosales, begonias y belenes. Quedan muchos mas fuera de ese techo. Sobre tres Indos del rectingulo del jardin se in- dlinan las vertientes de los corredores. Los pisos son de mosaicos, Al corredor dan las puertas de Jas alcobas, la sala y el comedor. Las Piezas son espaciosas. A espaldas del cuerpo principal de la finca esté el ecuaro donde hay un par de representantes de cada una de las especies siguientes: duraznero, aguacate, nispero, limonero, pifién, chabscano, maguey, nopal, higuera, granado y palma, La tercera por- a | de Ja casa, la del fondo, es troje y domicilio de los animales do- se fos abullos dow vatar ¥ aus broeros, media docena de os y una docena de gallinas. Desde el cuarto de trabajo se divisan el panorama do los techos teja, las torres de Ja parroguia, el jardia, la montafia de Larios y ciel azul desde que renacen cada dia. Junto y escribo en el so- go de 1a madrugada; de las cuatro a las nueve, En la tardo, Ar- toma las hojas escritas por la mafiana; corrige deslices, propone is, mete mano en todo lo que considera indispensable y se ‘a teclear. A causa de Armida no me siento responsable tinico a mntes. "Tampoco fl parejamente autor de la obra en otro sentido. De la ccién, construida con huellas extralocales y muchas extem- s, me siento, mfs que nada, amanuense que dispuso con al- ‘orden decires escritos, que recorté y pegé testimonios viejos. Por ‘mira a las partes primera y segunda, me considero el intérprete vvisiin que mis coterrineos tienen ahora de su vida pasada; fa sensacién de ser el cronista oficial del pueblo, el compilador y reconstructor de la memoria colectiva, En Ia iiltima parte abandono- papeles de bracero ¢ intermediario, meto mi cuchara y me pongo pinar, Es, por supuesto, la porcién més subjetiva de la obra, la ‘mfa, pero quizh no la més grata al auditorio. ‘Estos apuntes no fueron pensados, por lo menos en un principio, “in piblico académico. Al investigar y escribir el autor tuvo mas entes a sus palsanos que a sus colegas y no creo que deba arre- ‘de la clase excogida para ser la destinataria principal, y no ‘Por aquello de Azorin: “Las admiraciones de gente humilde va- ‘tanto como las de las gentes aupadas.” sta ahora, en nuestro medio, la historia local sélo tiene una a local y de lectores segures. En los pueblos y ranchos no se an libros para formar bibliotecas 0 adornar estancias palaciegas. co para leerlos 0 comenzarlos a leer o simplemente ojearlos To hacen para que se les tenga pur eullos, inuchos citadinos. El ranchero, si llega a comprar una obra, la lee de cabo a ribo, la ‘sus amigos, y es frecuente que se hagan tertulias pars oftla. tos apuntes no tendrin tantos compradores como las obras de en- académica, pero sin duda tendrin mis lectores que muchos 0s de gran interés académico. Creo que mi lectorio y auditorio ‘bajard de miles de personas, y lo creo porque estoy seguro del pa- itismo local de la gente de mi tierra y la curiosidad de los habi- tes de las parroquias que la circundan. 2 pRéL0o La clientela ristica y localizada de los historiadores locales ofrece un atréctivo mis, el atractivo de Ie durabilidad. En Ia vida urbana, fuera de los clisicos que son Jeidos con devociéa por las almas selec- tas y por deber en las aulas, los demés autores suclen ser répida- mente olvidados; sus obras pasan de moda en un abrir y corrar do ojos. En ua pueblo, unas paginas mediocres 0 malas acerca de él, son merecedoras de muchas relecturas; se convierten con facilidad en clisicas locales; cuentan de antemano con el fervor de varias gene- raciones, de tantas como el futuro le depare al pueblo en cuestién. Pero mentiria si afirmara que tinicamente busco el beneplicito de los destinatarios directos de este libro. Me agradaria que pudiera ser itil més allé de los linderos de la meseta del Tigre, més allé de San José y sus pueblos amigos y rivales. Movido por este afin de re- conocimiento, entregué mi manuscrito al Seminario de Profesores © Investigadores del Centro de Estudios Hist6ricos de El Colegio de México, Varios maestros, amigos y alunos opinaron sobre él. Mu- chas de sus observaciones han sido tomadas en cuenta. Mi denda es muy grande para los maestros Daniel Cosio Villegas, José. Gaos y Vietor L, Urquidi, Tengo mucho que agradecer a mis colegas Marfa del Carmen Velazquez, Jan Bazant, Romeo Flores, Enrique Flores- cano, Bemardo Garcia, Moisés Gonzilez Navarro, Roque Gonzlez Salazar, Jorge Alberto Manrique, Joan Meyer, Alejandra Moreno Tos. cam, Las Muro, Rafae! Segovis, Berta Ullo y Josefina Visquer de Knouth, NOTA A LA SEGUNDA EDICION Las amables criticas hechas a la edicién de 1968 y el encuentro del autor con ot:o archivo privado y con més gente memoriosa, indu- cen a presentar la segunda edicién de Pueblo en ello con ampliscio- ues, reducciones y correcciones, La parte primera, por consejo del eritioo Femando Diaz, de la traductora al fraucés Anny Meyer y otros amigos, se entrega aqui notablemente encogida y con el nombre de “tres entradas”. La segunda parte, chora primera, trac dos parmafos nuevos; la actual segunda, sicte pArrafos, y la ultima, once. El “ept- Joguillo’, rebautizado con el nombre de “tres salidas”, aparece en esta tirada mucho mis gordo, Fechas y hechos erréneos revienen exac- tos y expresiones equivocas ya no dan lugar a dudas, Las uuevas fotos provienen de la amabilidad y competencia de Israel Katzman, “wmseta donde se cruza el paralelo 20 y ¢l meridiano 103, en los ines de Michoac&n y Jalisco, en la parte ocidental del Eje Voled- femergié de las aguas en la aurom del cenozoico y obtuvo Ja fi- via actual gracias a dos episodios cspectacularcs. El eee un pujante voleanismo que cubrié de conos gigantescos y robus- corrlentes de lava al plegamiento original’. El segundo consstio na serie de cuatro diluvios” causantes de un feces del ae 9, sélo interrampido por los periodos de sequia que hubo entre las cee lsclacones”. Masas de roeassueltas, movidas por zellenaron valles; los conos se achataron, y los rfos abrieron ‘poniente de Xiquilpa hay unas lomas de tierms altas y de pocos s" Es un lomerio que mide de este a oeste quince leguas y fe a sur, cinco; es decis, poco menos de mil quinientos kilé- cundrados. Se trata de una meseta ondulada a dos mil metros e el nivel del mar y a quinientos sobre la laguna de Chapzla, a Ia que colinda por el norte, pendiente de por medio. Por su Indo. r $e repecha en Ja serrania “de mucha montaiia y aspereza” donde l pueblo de Mazamitla.” Al poniente, después de bajar sctccicn- ‘metros, raya con Ja depresién de Sayula, y al oriente, después de cuesta, con el valle de Jiquilpan. ga suma, rodean al alto y extenso lomerfo una serrania y una me- Jina de hondonadas acuosas y térress. El lago de Chapala “es 3 Severo Diaz, “La desccactén del lago de Chapala", Belotin de ta Jenta Aexilar Jlisctense de Is Soctedat Mexicana do Geograjia y Estadistica, t, X PO. ve 1518 deat do Mlinséa tg 8 eogréficas do la didcests de Michoccén, T, p. 9. “ibid. 1, p. 101 1s i 4 ES ENTRADAS de quince leguas de longitud, de agua dulee y limpia y se parece a Ja mar aun en enojarse como ella.t Por el rumbo del sureste, el “mar chepélico” se prolonga en una cauda de ciénagas, lagunas y valles, Por el lado del suroeste le nace una depresién “muy larga que en ‘tiempo de Iluyia esté en gran parte cubierta de agua salobre, y en las secas descubre muy largos salitrales”® Uno y otro cuerno tienen tie- ras Ilanas y “muy fértiles y de muchos pastos y donde se da y erfa maiz, chile y frijoles” y toda clase de “frutas inusitadas de sta tierra”, guamiichiles, guayabas, aguacates, eiruelas y zapotes blancos y prie- tos.” En toda la media luna de plata y bronce el clima “toca mis en caliente que en frio”.* La sierra del Tigre, donde “hace mucho frio", la arropan vastos pinares, produce “miel blanca muy buena” y “unos animalejos a manera de martas’." ‘La meseta no tiene grandes cerros ni amplios Hanos, No es Ia adus- ta montaiia ni tampoco la lanura dulce. Un rio inconstante de répida corriente y lecho profundo la corta de norte a sur. Varios arroyos, también de cauce hondo, confluyen en el rio. Es pues un lomerfo agrietado. En tiempo de secas, por el fondo podregnso de las hendi- duras © barranquillas sélo corren hilillos de agua. En el temporal de Thuvias, después de las grandes tormentas, rio y arroyos arrastran to- srentes abundantes, broncos, ensordecedores. Una buena dosis de las aguas que alimentan los lagos y ciénagas de la media luna circun- dante provienen del escenario geogrifico de esta historia. Por estos rumbos hay dos tiempos. El de secas, que va de octubre a mayo, y el cuatrimestral de las aguas. El tiempo de aguas es puro llover y tronar. Caen alrededor de 800 mil{metros de agua, Casi “to- dos los das en pasando el sol de nuestro meridiano, se enjutan o en- gruesan los nublados y empieza a lover con grandes truenos... y suele Hover hasta la noche” en forma de sucesivas y breves tormen: tas? Sin embargo, no es una regién hrimeda y menos tropical; todo Jo llovido corre rio abajo hacia la laguna de Chapala. Desde los dias Ailtimos de octubre comienzan a soplar Jos vientos colimotes; Ins nu- bbes se disipan; lo verde de la tierra se transforma en amarillo tirando {Alonso de la Mota y Escobar, Deserincidn generic de los rein de Nuc. fe Calo, Nvesa Vicu y Mute Ln p37. ""Heliciin breve y cerdatera de algwnar de las cose que sucedicon al pa- are fray Alonvo Ponce.;., I, p, 21. Sie senha oh "Holaciones geogrdjicas de is didcess de Michoacés, 1, p. 9. id, 1p. & + Helin breve y verdadero UL, p. 2. * Doningp Livaro de Aroq, Beserictén de la Nueva Galicia, pp. 23-25. 5 y lo blanco del clelo, en azul, Oro abajo y azul arriba son Ios tiempo sin agus, cervecatiea nunca os ealuresa ni tampoco demasiado fi, es [poco menos que templada. Si se le aplica el sistema ideado por Koeppen cabe en la férmala CWb: templado Thavioso, con fen verano; temperatura media del mes mis caliente inferior yy Ja del mes més frlo ligeramente superior a 10” centigrados. re y enero son los meses mis frlos; maya y junio, los mis ef- termémetro apenes marca 30° a la sombm a las tres de Jn el dia més caluroso. Hay noches invernales con temperaturas al cero. No son infreeuentes las heladas, y en algunos aiics fn Tluvias frias, “aguasnieves” o cabaiuelas. En fin, es un pals t, ventoso, con bravo y breve temporal de lluvias, con larga tem- de secas y con “una Twz resplandeciente que hace brillar Ja de los cielos”. Hay muchos lugares que aspiren al titulo de “la ‘mis transparente del aire", pero muy pocos tan merecedores el Utulo como In meseta. ‘Desde el punto de vista del agricultor no es suelo apetecible por- ‘el aire y cl agua lo erosionan ficilmente, esti mal fosfatdo y Tritrogenado, es pobre en materia orginica, y para colmo de ma- rpedregoso. Desde al punto de vista del ganadero no es el suclo ‘de pradera donde el zacate mide un metro de altura, El piso el lomerio apenas se cubre de una alfombra de hierbas bajas. a de pan llevar, ni tierra de bosques. Suelo mediocre, medio ‘eascajoso, sin planicies que inviten al arado, con praderas acep- ‘para pastores y vaquerss, “mesa ondulada, ventosa, seca y reluciente tiene una vestidura sobria. Nada de vegetaciéa bochomose, Una buena desis de es nudosos y de arbustos protegidos por pias; una dosis mayor arate y plantas ratizas y arométicas son el patrimonio verde de el paisafe, “no desprovisto de cierta aristocritica esterilidad’3” En Hiempo de sccas sobresale ol aspecto arisco de Ia vegetacién: el ma- giey, el nopal, cl huizache, el tepume, Ta ura de gato, cl encino y Obie; en Ia época de les aguaceros, el specto nutritivo: los pasti- y al final de las Iuvias, el aspecto alegre: 1a amapola, el gira- ¥ mil colorines y aromas. En Ja numorosa fauna natural prevalecian los mamiferos dafi- tigre 0 huindoro, gato montés, mapache, jabali, zorra, ardilla, armadillo, venado, lobo y coyote; los oviparos de altos vuelos: aguilill, avin, alondra, codomiz, gilitlacoche, chupamirto, W Alfosso Reyes, “Visién de Anihuac”, Obras completas, IL. 16 ‘rms ENTRADAS gavilin y otras alas; reptiles venenosos (viboras de cascabel, hocicos de puerco y eoralillos) © inofensiyos alicantes y lagartijas; anfibios (rana, sapo y tortuga), y un siamémero de pinacates, alumbradores, hormigns, grillos, aranis, chapulines, chahuistles, abejas, avispas, mos. ‘cas, mosquitos, lombrices, escarabajos y tijerillas, Hasta Ia segunda mitad del siglo xv1, nada de animales domésticos y muy pocos sere: humanos, La orograffa alta y sinuosa, la hidrografia temporal y precipiiada, los mares de luz, el clima semiirido y semifrio, la vegetaciin sobria y puntiaguda y la fauna arisca y mordaz no fueron del gusto de los pueblos agricolas de Mesoamériea. Tampoco es un paisaje suficiente- ‘mente escarpado como para atraer la atencién de los cazadores. Quizé esto sirva para entender que ni los tarascos que se apretujaban hacia el oriente en Tos valles y las sierras michoacanas, ni los mumerosos tecos de las depresiones de Sayula y Zapotlin, ni los pescadores cha- ppalitas, ni los salvajes chichimecas que solfan depredar los pucblos Tiberefios de Chapala, hayan vivido de In mosots sinuoss. Media do cena de toponimicos (Churintzio, Ahuanato, Achuen, Cuspio, Bem- bérecua y Juruneo), un trfo de tumbas en las proximidades de San José, hiuellas de hogares dispersos on Ins faldas del cerro de Larios y en la Joma de Colongo, vasijes aqui y alli, alguna escultura, nu- ‘merosas puntas de flecha en todas partes, indican la proximidad de pueblos prehispinices que no la existencia permanente y masiva de Indios en Ia zona; demuestran que la meseta fue lugar de trinsito y de luche que no morada permanente. Aunque ningiin arquedlogo ha sometido a eritica Tas reliquias halladas, se puede aventura la hipé- tesis de que en estos puntos habia muy poco vecindario a la egada, anterior de los purépecha y posterior de los espaiioles. A comienzos del siglo xv cuatro sefiorfos occidentales cofilan a la ‘meseta sin nombre y sin duefio, Al sur, el sefiorio de Tamazula, ha- bitado por xilotlatzincas 0 pinomes, tenia como frontera septentrional Ja sierra del Tigre. Al norte, a Ia orilla del Iago do Chapala oxis- a In probable untded politica de los pueblos riberefios, Al poniente estaba el sefiorio de Sayula, famoso por sus salinas, y al oriente el do- minio del sefior de Coynan hasta la legeda de los purépecha, hasta Ja segunda mitad del siglo xv. Hacia 1401, “lamé Hiripen a Tangazoan y a Huiquingare, y di- joles: hermanos, ya es muerto Taridcuri, nuestro tio... Hermanos, amos a conquistar”, y la triple alianza de los seftorfos purépechas @e Ia laguna de Pitzcuaro empez6 a someter pueblos, primero pobla- ciones préximas y parientes y Iuego seiorios Iejanos y de distinta Ww 1450 Ia triple alianza quedé bajo un solo jefe o irecha a iepalicas se consolideron, Las guerras tarascas de cién cunden hacia los sefiorfos occidentales y la anénima me- le escenario do batallas. EU tetas de Michoacén se lee: Taitzipanddcuare y Zuangua ‘mitad del siglo xv, “conquistaron a Tamazula y Zapo- "los pucblos [sayultcoas] de Avalos y los demés’.* Con todo, tuna conquista definitive. La lucha entre sayultecas y tarascos g6 por muchos aiios. A principios del sigio xvr los purépe- igen pusblos fortalezas como puntas de lanza en el extremo de su imperio. Fundaciones suyas fueron Jiquilpan y Ma- Jas dos pobladas por hombres de guerra que periédicamente ‘esmadejar sayultecas y pinomes por medio de “arcos, flechas ppalos”. Algunos historiadores se complacen en lamar “guerra ‘2 esa camnicerfa que, por lo menos en parte, se ejertié en o interpuesto entre las tierras plenamente dominadas por el rio y los hombres de la sal, todavia no resignados a la domina- 1 ¥ quiza por Jo mismo, muy poco resistentes a Ia do- espafiola que se hard pasar como salvacién. WADE EDIFICACIONESS Y_DESTRUCCIONES Jas ruinas de Tenochtitlin, caida en poder de oi espafioles el @ agosto de 1521, los hombres vestidos de hierro que capitanea- [emén Cortés fueron a la conquista de los estados circunvecinos ‘Azteca. Cristébal de Olid encabezé la expedicién a Mi- in, formada por setenta bartones de a caballo, doscientos de a -miles de indios. Don Crist6bal traspasé la reya del imperio ta- Af de julio de 1522, en un momento oportune, a un afio de ia de ha pestilencia de viruelas que acabé con el ‘emperador a poco de haere visto “dos grandes cometas el eo ‘grandes trastomos en In tierra, apenas recibida la n0- faisoe son conquistados... Todo México estd hedien- muertos”.1? r Serraino, Olid envié un mensaje de pez y amistad al de Zuangua, al joven Tangaxoan, El mensajero corrié hacia CRetrn do tn ccremorias rton y poblctin y gobime de tos indin do ide Michoean, 158 Toss Bravo Uae, Histon sucinta de by Ie. 5h, Brivo Upate, op. ety hp. 16, 18 ‘TRES ENTRADAS ‘Tzinteuntzan, diciendo a las tropas que topaba en el camino: “Ios de aqui... No vienen enojados los espafoles...., vienen alegres”. Al recibir el mensaje, el emperador, después de dudar entre arrojarse a Ja laguna de PAtzcuaro 0 esconderse, se metié en un escondito y no salié a recibir a los hombres blancos. Bstos, que estarfan en Ja capital tarasca durante mueve unas, procedieron al saqueo minucioso de los palacios del rey escondido. En donde tenia cuarenta areas (veinte de oro y veinte de plata) y abundantes joyas y mujeres, los conquis- tadores encontraron la primera resistencia armada, Las concubinas ‘imperiales los acometieron “con unas cafias macizas y ompezironles a dar de pales”. En otro palacio dieron con Tangaxoan, le pusicron guardias para que “no se les fuera a esconder otra vez" y le pidieron oro, Tangaxoan en persona fue a Coyoacin a ofrecer a Cortés 300 cargas de metal amarillo y blanco. Allé estuvo custro dias de miisica y banquetes, al cabo de los cuales Cortés le ordend: “Vete a tu tie- tra... No hagas mal a los espaiioles... Dales de comer y no pidas a los pueblos tributos, que los tengo de encomendar a los mios".? Sometido el jefe y averiguado el origen de su riqueza, se organi- zaron expediciones a los sefiorios del suroeste y el occidente donde estaban las piedras preciosas y los metales abastecedores del tesoro imperial. La expedicién encabezada por Alonso de Avalos, primo de Hernfn Cortés, fue la mis venturosa. Sin pelear sujeté a Sayula, ‘Tamazula y Zapotlin y formé con tales seforios la “Provincia de Ava- los", en cuyo extremo nororiental estuvo incluida la meseta de la presente historia, Per aqui pasaron remolinos de gente posefda por la fiebre de me- tales preciosos. Seguin fray Toribio de Motolinfa, un tal Morcillo, en 1525, deseubrié en Tamazala “una mina de plata riquisima sobrema- nera”,a tal grado que los vecinos de la ciudad de México, al enterarse del descubrimiento, “por codicia de la plata” se iban a Ja mina, + dejaban a México despoblado”. En eso cl tesoro desaparecid, “Unos dicen que cayé encima una sierra y lo cegé del todo; otros que los indios lo cubricron...., otros que fue permistén de Dios que no pa- reciese, porque lo tomaron al que To habia deseubierto” y porque no se despoblase la capital del reino, pues nunca como entonces estuvo en tanto peligro de quedarse sola."* Hubo espaiioles que corrieron por la ondulada meseta atraldos por el rumor de una villa en el mar del sur poblada de libricas mujeres solas, de amazonas en cucros, armadas de arco y flecha. En pos de 39 Releoién de las ceremonias y sito, + pp. 248-201, + Toribio de Motolinia, Memovales at ‘Alonso de Avalos con su gente, Por ellas y por el oro, Nui Fen genie eel “Géreto. Jo 180 caballoos, 150 infants, ‘mil indios y algunos negros que a sangre y fusgo crearon ta Galicia. Poseso do la triple aficién al oro, las amazonas y el to Oriente, Hernin Cortés, con una respetable corte, Ileg5 a Ji- iipan, traspaso la meseta y siguié por Mazamith hasta Ia Mar del Y buses las amazonas de California durante un afio, y, proba- nte hubiera durado més si su nueva mujer no hubiese contra- in Francisco de Ulloa para tracrlo, También pasaron por In mesa Wy Juan de Padilla y otros hombres de sayal que desde 1533, en las spobladas de la Provincia de Avalos, destrayeron {dolos,erigle- ‘templos y capillas y predicaron el cristisnismo, También buré- ss Honcindos, ya para establecer Tos Tinderos entre los obispa- "Michoacin y Guadalajara, ya para poner freno a los desmanes ENuostm mossta fo Togor Jo paso, y silo eso, hast au Tas vasns Tas ovejas la descubrieron como lugar de estar. La ganaderia aca- ‘por los espafioles, a partir de 1545, invadié los llanos del norte, yuras costeras y los lomerfos de las tierras occidentales, A las ‘préximas a Jiquilpan dieron en llegar en el periodo de se- “més de 80000 ovejas en cada un afio”, y a toda Ia zona fron- entre Michoacin y Jalisco, 200000 unidades de ganado mayor or que habrian seguido metiéndose en cualquier predio si los s Mendoza y Velasco no hubiesen compelido a que estuvieran’ tancias cercadns y remotas de las poblaciones, en tierras que ellos on a los interesados en la ganaderia. Y ése fue el caso de parientes y servidores del sefior Alonso de Avalos y de Jas de nadie que “no estaban holladas.y tenfan muchos pastos Pasada Ta flebre de oro y amazomas, Alon: do Avalos se reclays n su provincia donde fue convertido en encomendero, se enriquecié “A Sons Lopez Fors y Weber, La consults de la Nucce Gallia. ¥ Para Ja conquista espiritual de Ia regién conviene ver: Nicolis aes: Onc, Conte a preoichs de Sentags Uo Jee; Prancaco Marian de Grinica dela povinaa de Xalico; Diego Non, Crénica de la provin- de San Pedro y Son Pablo de Michoacdn, y Bravo Ugarte, Historia sucinta occ, torn I. Tom Me ocopccin qaauden adel occidente do la Nuova Espaf, viase: ‘Chevall, Lo formocion de los grandes ttiundos en México; Jost N Hepat Sc iat on pre de Pe 1 Goes Oren iorts erie ee cola, y José Natesns, “Ine Be dia ee Ruoes Espate’ cn tons Mercon, vol. SUV a ‘TRES ENTRADAS: con los tributes de miles de indios y se rovled de eriados y parientes, El vio conquistndor era el tercero de media docene de henanos El primoginito so ahogé durante Ia expedicin a las Hibuerns, ol so, gundo dejé buenos recuerdos en Honduras y uma hija bastarda en México, En soguimiento de Alonso llezé a Sayula en 1536 el cuasto ¥ en 1540 el quinto. Se absturo de México tinicamente el benjami que no sus cuatro hijos, tres de los cuales vendrian a medrar a 11 sombre de su poderoso tio: Alonso de Avalos Saavedra, Juan de Av los Saavedra y Francisco de Saavedra Sardoval."* Dos, mis aliqnos ¢riados de] setior encomendero, se sintieron atratdos por el negocio do Ta ganaderia. Para ambos y sus eriados don Alonso consiguis Horas mercedes de tiermas en 1a porcién alta y baldia de su provindl en la meseta, En 1564 el virrey don Luis de Velasco da a Francisco de Saavedra estancia para ganado mayor, estancia de dos mil pasos por Indo, en las cereanfes del Juruneo, en un monte sin gente.** Poco después +. ibe Toribio de Alcaraz estancia para ganado menor, en las faldas Gel Jurumeo, “donde esté un manatial" Al otro atlo Hemando de Avalos reeibe dos estancias para ganado mayor “en umas lomas” y dos caballerfas de tierra “junto a un arroyo que esté en el camino de México a Tos pueblos do Avalos”; estancias ganaderas y cabullerias de sembradura que vende enseguida a Francisco Saavedra.** En 1575 también Francisco Rodriguez le traspasé un medio sitio a Saavedra que asi se convirtié en duefo de unas sicte mil hectireas y numerosss cabezas de ganado mayor y menor. Pedro Larios recibe en 1568 un sitio de ganado mayor y una cabs. Ileria de sembradura, por el camino a Colima, al oriente del Jurw- neo De que cstaban en uso en 1587, lo testimonia el padze Ponce. Esto, ol “viernes 28 de noviembre salié de Vanimba o Jiquilpan tan de madrugnda que tenia andadas cinco leguas de eamino no muy bueno”, cuesta arriba, cuando a poco de salir el sol eruzé por la vs- fancia que “llaman de Larios", junto a “una laguna en que habfa mu. chos dnsares pardos”, un arroyo y unas milpas.® En 1501 Larios ob tuvo otro sitio contiguo al anterior, y en 1595 tno mas en las faldas 3 Jesis Amaya, Lor conquistadores Ferndndex de Hijan, pp. 77-78. i fuchivo General de la Nacién, México, D. F. (en addante AGNM) Ti tras, t 1193, £311, SAGNM, Tieras, 1193, £. 89-91, 3. AGNM, Tieras, 1193, ff, 95: tn Jats Amaya, Ameca, protofundaciOn mexicana, pp. 149-150. £ AGNM, Tiers, 1183, £, 94 % Reluctén brevo y verdederd, *. T, pp, 42-50 y SL y t Tl, ps 1d. Entonces ast era la cocina de todas las viviendas Ahora asf es la cocina de dofia Inds Betancourt Aqui se ve el tipo mejor de vivienda tradicional Bien pudo ser la casa de Cristobal de Cirdenes ‘pis ENTRADAS a pccideatales del Juruneo, con lo que completé un latifundio de cosa e seis mil hectireas.* En el famoso afio de 1567, poco antes del gran terremoto del dia de Jos Inocentes que arruiné casas, cegé manantiales, “dejé rompidas y divididas muchas sierras con profundas barrancas y uberturas y ferodvjo] un espentoso ruido por nueve dias continuado"* Alonso de Avalos Saavedra, que desde 1547 disfrutaba de una estancia en Jo- fectepec, recibid dos sitios pam ganado mayor y dos caballerias de gembradura en el puerto de Ia Pasién, sobre el camino a Sayula; ‘en 1500 le dieron otro sitio, en una loma, entre las propiedades de La- los y Saavedra, y en 1594 un sitio para ganado menor y cuatro ca allerfas en Tizapin.* Y como si esto fuera nada, cas6 con su sobrina Marfa Delgadillo que era tan ambiciose y negocianie ccmo él. Muer- ito Alonso de Avalos cl Viejo hacia 1570, Alonso de Avalos el Joven ‘quedé como el sefior més rico y poderoso de Ja provincit Esta Eva (Marla Delgadillo) y estos tres adanes (Pedro Larios, Francisco de Saavedra y Alonso de Avalos}, puestos “en el paraiso de elicias, para que le cultivasen y guardasen”, Je quitaron muchas ali- mifias y le metieron cabalios y “gallinas y palomas y patos y vacas y ‘Ovejas y pucrcos y perros y gatos”, y todo se crié y multiplicé en mu- ‘cha suma. EI pasto virgen alimenté animales doméstioos que crecie- ron junto a “reptiles y bestias silvestres de la tierra”. Los hombres de Extremadura levantaron jacales de techo en pendiente y a su alrede- dor plantaron frboles de Espaiia y de act. “De este Ingar de delicias Ty calamidades] salia un rio” y a él se juntaban varios arroyos que servian para abrevadero del ganado. Al xio que va de cascada en cas- ada y entorpecido por piedras le pusieron rio de la Pasién, y lo lla- tmaron asi “porque en medio de unos pefiascos que hacen caja al rio Vieron pintadas las insignias de la Pasién de Cristo... muy distintas '¥ muy bien hechas”, y tan distantes, asi por arriba como por abajo, ue sélo las miraron, pero ninguno las tocé; y al ensefiorearse de las Tomas y los cerros que desaguaban en el rio de la Pasiém, les pusieron Hombres. Una estancia se llemé como el rio; a otra se le dijo del Monte, y al cerro que presidia los largos potreros de Larios, al lla mado antes de Jurunco, se la nombré cero de Larios. Al panorama % AGNM, Ticrras, t. 1193, £300. H Motor, Crdnics, p. 42: Er AGNM, Tierrs,'t. 1189, £. 186, SAGNM, Ticrras,€. 1189, ff. 104 y 198, © Amaya, Aneca, p. 31. * Omelis, Crinice, p. WT 2 ‘TRES ENTRADAS de montaias, al fondo verdiazal de la meseta se le puso Sierra del Tigre. Poco antes de aquella erupcién del voleén de Colima que oscure- ci el sol en pleno dfa, en 1603, Maria Delgadillo compré a Ja viuda do su cufiado Francisco dos estancias y dos caballerfas continguas a las suyas de Ta Pasién, Lnego se hizo de las estancias de Pedro Larios ¥y se convirtié en sefiora de toda la meseta, y a la porcién oriental de ja misma la Ham6 Hacienda del Monte, y le dio como linderos el rf0 do Ia Pasién y las comunas de Mazamitla, Tizapin, Cojumatlin y Quitupan, y la mantuvo poblada con unos cuantos hombres a caballo, los suficientes para reooger en corrales y Hevar de un sitio « otro “centenares y aun miles de veeas"; unos pocos hombres que sabfan amansar caballos, arreglar arcabuces, eapar, “hacer y componer una si- lia, cortar un vestido, armar una cast, guisar uns olla, cargar una mula, esperar un toro... hacer una petieién y enmarafiar un pleito”* Maria Delgadillo fue duefia de varias haciendas aparte de la del ‘Monte y madre de cinco eriaturas: Alonso, Pedro, Micacls, Maria y Diego. Alonso siguié la carrera eclesidstica, y era pirroco de Sayula cuando recibié en herencia la Hacienda del Monte, pero mo el gusto ppor los negocios campestres."? El cura Avalos no ena a propésito pera vivir entre vacas, cerdos y gallinas, y en 1625 se deshizo del Iatifun- dio. El 6 de abril de ese afio extendié una eseritura de venta a don Pedro de Salceda Andrade “de todas las estancias de ganxdo mayor xy eaballerfas de tierra que habian sido mercedadas entre el rio de Ia Pasién y las aguas vertientes del pueblo de Jiquilpan, con las casas y corrales que ya tenfan’."* Pero el comprador, fuer de cambiarle de nombre, de decitle hacienda de Cojumatlin, no parece haberle pues- to més carifio que el padre Avalos. O serfa que no estaban los tiem- ‘pos para negocios. La mortandad de gente y la escasez de comprado~ res y operarios bien pudieron dejar sin trabajo, en vacaciones, ocioso, al Tatifundio ganadero de Ia parte oriental de la meseta tanto como al latifundio de la poreién poniente, ol conocido con el nombre de hacienda de Tolucuilla, el gemelo de la hacienda de Cojumatlin. Después de 1625, durante 170 afios, los sucesivos duefios se des- centendieron de la finca que quedé casi sin gente y con ganado vuelto ‘la vida salvaje. Por mas de siglo y medio fue aquello un latifundio ‘ocioso, mantenido por el mero orgullo de la posesién, no porque pres- tara provecho algun a sus distantes poscedores. A partir de 1701 38 Arregal, op. ott, p. 38, 3 Amaya, Los conquistadorer, #2 AGNM, Tlerras, & 1193, . 80-81. | ENTRADAS. 2) 6 de rumbo, Don Victorino Jaso, mercader de Tangancicuaro, bié con arrendatarios que se congregaron en rancherfas.*¢ "A Jas seis timicas familias que habitaban el Iatifundio de 500 ki- setros cuadrados, vienen a sumarse treinta, en su gran mayorfa pllas, pero sin faltar las mestizas y mulatas poco cargadas. Tres te establecen en Lox Corrales, donde ya vivian los Cardenas. José de Cardenas funda E1 Sabino en la tierra mis hameda y Hana de la {neseta, En tlerra agreste, espinosa, en declive, pero junto a un ma- ‘hace su choza el pastor Antonio Eulloque. Junto al Ojo de de Larios se formé Ia rancheria del Jarrero con trece familias. familias de Sahvayo fundan La Rosa, y tres del mero pueblo de matlén repucblan la antiquisima Estancia del Monte, En el prin- ‘aparecen ca la rancherfa del Llano de la Cruz dos varones de gancicuaro (Juan Francisco Chivez y Antonio Valencia) y una cita hija de éste y esposa de aquél, lamada Simona.** El nom- "de Llano de la Cruz lo impone el posto. En uno de Jos escalones ‘halda poniente del cerro de Larios sucedié el prodigio. Pasado ‘temporal de Iluvies, el pasto se pone amarillento, pero hubo uno e permanccié verde. Sobro el fondo amarillo gris, verde oscuro en a de crvz. En un lugar previamente desmontado, en una angosta nada, mAs arriba del arcoyo del Aire, a media legua del Duraz- una Iegua de la Venta y a una también del Jarrero. Un brazo de Juan Francisco; en el derecho, cl jaeal de Antonio; por todo | travesatio, Simona.* Estos y aquellos vecinos tenian que desbarbarizar Ia vieja hacien- idel Monte a cambio del usufricto de todo el ganado que reseata- ‘que desmontasen, poner vinatas y recoger panales, Otra de sus *s para don Victorino Jaso fue la de cuidar sus reses, los Tebatios de reses que Megaban por el dia de San Juan y se iban el de Todos Santos, las reses que habla que proteger de Jos lobos Tos ladrones y de las que se aprovechaba la piel y el sebo y sélo rédicamente Ia leche y Ia carne" HAGNM, Historia, t. 75, exp. 13, f. 29, B Archive Perroquicl de Saluayo (co Rlormaciones matrimonials. B Conversicionas cen Luis Conzéler Cirdonas, Arehivo de Notarfas del Distrito de Jiquilpan (en adelante ANJ). El des. fn quo estin loe papelos no pennitea un svfdlamiento preciso. llaate APS), bros de bautsmes 4 ‘rues ermapas Por lo demis, era gente bronea, de honda y machete, Los hombres, hhechos una sola persona con su caballo, vestfan calzoues de piel de oveja o de venado y camisa de manta, y al poco tiempo de haberse ‘establecido alll, algunos se volvieron ladrones de los caminos de la sal y el salitre, Los encabez6 Martin Toscano, un nieto de Cristbbal de Cérdenas. Don Ramén Sincher, el cronista clisico de Jiquilpan, ‘escribe: “Asaltaba [allA por 1800] una famosa cusdrilla de bandidos capitaneados por Martin Toscano y Francisco Gil que segiin tradi- ciones legaron a robar cantidades de dinero de mucha considera- cién... Por los aflos de 1803 a 1805 fueron capturados, de una ma- neta inesperada, por el eeporal do las hacfendas do Cuaracha, don Serafin Ceja, y fusilados, Toscano en México y Gil en Guadalajara’ ‘Los viejos de ahora despojan a Martin de la gloria de bandico y le adjudican la de primer héroe y proto-mértir de las guerras do inde- El segundo fue José Antonio Torres que admintstraba una hacienda en el Bajfo cuando decidiS secundar al cura Hidalgo. A finales del temporal de llavias Hegé a las haciendas de don Victorino y le gente se arremoliné a su alrededor. En Guadalajara se hizo corter la espe- tio de que Torres era un hombre ristico @ inepto y su ojército una cchusma. La “flor de la juventad de Guadalajara” lo creyé y salié a batir al rebelde. La batalla tuvo como escenario las inmediaciones do Zacoaleo, Los de Torres produjeron sobre los catrines tapatfos tal Tuvia de piedras, arrojadas con hondas, que dejaron a 257 tendidos.* Siete dias después fue la entrads a Guadalajara; luego la derrota en Puente de Calderén; Iuego muchos reveses y la vuelta de Torres a ln hacienda de Cojumatlén, y en un punto de ella, en Palo Alto, a la orilla de la Jaguna de Chapals, ol desenlace. Un til Merino, de las tropas del my, informé el 4 de abril de 1812: “Mi satisfuccién es completa... Sor- prendi al viejo Torres que reunfa nueva gavills; lo hice prisionero.... De toda su chusma que te componia de custrocientos, los que no mnrieron « los filos de las bayonetas, murieron asados por haber que- mado yo las trojes donde se metieron”. Torres, conducido a Guadala- jara, fue descuartizade.? Para entonces ya habfan aparecido otros jefes regionales. Don Luis 1 Ramin Sinches, Bamqueio estadistico 2 histérico del disrito de Nguilpan de Juéses, p, 108. 48 Tis érex Verdia, Apuntes histéricos sobre la guerra do indopenderoie en Jallco, pp. 18-22. 4 fbid, pp. 93°34. cs ENTRADAS 95 s, dueiio de la hacienda de La Palma, colindante de la de Co- a y ol padre Mareor Castellanos, ex cura de Sahuayo, con 600 pres de los pueblos ribereiios de la laguna de Chapala, se metie- ‘en un islote para defenderse y atacar. Desde allf irradiaron com- tes, los més a la hacienda de Cojumatlin. Muy sangrienta fue la fla del Divisadero. Dos lugartenientes del padre Castellanos, Sin- na y Chavez, con medio millar de hombres, se enfrentan a don fosé Vallano y su numerosa gente. Los insurgentes matan a muchos F-sus enemigos, incluso al capitin, pero entusiasmados por Ia. vic- Santi Ana y Chavez van a comunicirsela al padre Castellanos, Tos soldedos victoriosos se echan a dormir, Dormidos los nde el general Correa que se da el gusto de motar a tres cen- ‘en lo que se lamarfa después Potrero de los Muertos. ba treintena de vecinos que Jaso habfa puesto en su hacienda de tlén os arrastr5 la borrasca de la revoluctin, y pocos de los is en Los Corrales, Jarrero, Llano de Ja Cruz y Estancia del salieron con vida ée la trifulca. Los animales domésticos que fueron muertos 0 robados, volvieron a Ja vida cerril. Las chozas on reducidas a cenizas. El cura Castellanos ya no pudo sos- we en el islote de Mezcala porque la enfermedad cundié entre yy hubo de rendirse el 25 de noviembre de 1816. mismo afio se inicié el tercer poblamiento. Aterrorizados por len realista que dispuso asolar las riberas de Chapala y quemar blos y sembradios, muchos se treparon a la meseia contingua, a ‘Heras altas de las haciendas de Cojumatlin y Toluquilla, Tam- ‘algunos de los defensores de Mezcala vinieron a parar act, Unos tres fundan nuevas rancherias: Auchen, Cerrito de la Lefia, Palo Duileo, San Miguel, Ojo de Rena, en torno a la barranea de La Leo- "Sin Pedro sobre uno de los promontorios que arremeten contra o de Chapala; Colongo y la Tinsja en ténminos del cerrito don- hhombruna espafiola resistié a los insurgentes y le dio su pa- eo al Tugar; La Brefia, en la honda barrinca del rio de la ‘Se fundan nuevas raucherias y reviven las viejas. Lino Partida ‘a Los Corrales. Tres parejas refundan E] Sabino; siete, el Jarre ¥ dos ol Ojo de Agua del Pastor. La Venta y El Durazno se reha- ‘con unas chozas puestas en Jalisco y las demas en Michoacén. El de la Cruz resurge vigorosamente. All! se plantan Mariano y Guadalupe Arteaga, José Maria Barajas y Juan Ateaga (Ins Arteaga fueron famosis por mulatas y bien hechas); Basilio Cérde- Nicely de Zaracois, tora de Mésiso, t VI, pp. 296 y 237. MPler Verlaan emer eas 8 ‘mes ENmapas nas y Maria Toscano, Antonio Gonzilez Horta y Lugarda Toscano (segtin la tradicién, las Toscano eran rubias y relusiontes); Julién Barajas y Marcela Chavez, Teodoro Valencia y Juana Chivee, José Vicente Pulido el Nuevo y Marfa Ecuarda Chavez. ‘Antonio Conzilez Horta y José Vicente Pulido eran pices entre ls ex combatientes avecindados en las rancherias altas de Cojuma- tin, Antonio fue hijo de Juan Antonio y Salomé Horta, quienes antes do las guerras de independencia arrendaban ticrras de labor on ol Rinoén de Marfa, jurisdiccién de La Palma. Juan Antonio nacié de “Toribio y Maria Diaz, oriundos de Cotija, de ascendencia sefard{. Los dos Antonios, padre © hijo, estaban predestinados a ser insurgontes por ser deudos del cura Marcos Castellanos y sibditos de Luis Miguel Macias, uno y otro capitanes de Ia insurgencia, Antonio el joven nacié en 1799 y hacia 1818 hizo chora en El Llano de Ia Cruz. Ya era padre de un niffo antes de casarse con Lugarda Toscano, madre soltera de Ignacio Buentostro. Antonio y Lugarda procrearon a José Guadalupe, ‘Vicente, Luis, José Maria y Jest. Antonio sembrs todos los aos su milpa; algunas veces puso vinata e hizo mezcal, pero munca tuvo un centavo. Fue pobre, alegre, casi ebrio; aleanzaba a pie un becerro encarrerado; su fortaleza en punto a fandangos no conocia término; bailaba estupendamente la danza de los cuchillos 0 “morisca". Monos desordenada que no edificante fue la vida de José Vicente Pulido, En 1778 su padre vivia en Cotija. Concluida la independen- cia, padre e hijo se avecindaron en la hacienda de Cojumatlén, muy cerea del Llano de la Cruz, donde José Vicente padre plant6 el fres- no que todavia subsiste. Los Pulido eran duefios de vacas; las orde- aban de San Juan a Todos Santos; hacian entonces queso, y como Ja gran mayorfa de los que tenfan ganado, despellejaban reses, En el largo temporal de secas José Vicente Pulido capaba colmenss, extraia cera y micl. La cera blanqueada y los cueros le Iegaron a propor- efonar una modesta fortuna. Casé con una hije de Antonio Chavez, el héroe y villano de la batalla del Divisadero. Tuvo con Marfa Eduar- de Chive numerosa prole. Fue buen jinete en su juventud y buen bobedor do mezeal toda su vida? ‘Como Antonio Gonzilez, Horta y José Vicente Pulido Arteaga otros cien jefes de familia vivian en los altos de la hacienda de Cojumatlin al consumarse la independencia. En el paréntesis de paz de 1821 1832, la poblaciéa aumenta poco. En 1833 disminuye a causa del ccdlera. Entre septiembre y diciembre, se les va la vida en un santia- 4 APS, ANJ y conversaciones con Luis Consiles Cérdenae, fn a cosa de cien cristianos.tt Desde 1834, la guerra civil que se t6 en les zonas pobladas de la Repiblica, empuja gente hacia las salamente habitadas, La meseta de las haciendas de Cojum:- Fin y Toluguilla recibe algunos préfuges de la patria en lamas. Unos festablecen en las haciendas; otros en los dominios del pueblo de smitla. En el Durazno se plantan siete familias eriollas que hacen “casa grande techada con teja y consiguen buenos ranchos. Un oo de indios mazamitlecos, cosa de 177, se quején en 1835 de ha- fsido despojados de las tierzas “que como hijos de los primitivos bun’. Como no les hicieron aso, en 1857, a pedradas, palos y chetes la emprenden contra los colonos despojadores. Pablo y Jesis tojas, Rafael y Dolores Reyes, Miguel, Manuel y Juan Martinez, Ma- Gilleja y Vicente Chivoz se quojan de haber sido echados por Jndios “a mano armada” de las propiedades posefdas por ellos en ‘Carrizo, Pie de Puerco, Zapatero, Milpillas y otros puntos.** todo, el lovantamionto de indios en Mazamitla no para cl de familias a la meseta, ni tampoco logran detenerlo algunos locales como aquel que se cubria el rostro de tizne para ‘ser reconocido, ol ledrén de Ia loma que se Hamaria E] Tiznado, ‘menos de treinta afios la poblacién de la meseta se triplice. Tan ‘nla quinta parte de ella, en lo que seré con el tiempo parroquia de San José de Gracia y municipio de Marcos Castellanos, los habi- ypasan de cuatrocientos a mil‘? IEDAD DE VAQUENOS mi 1860 el tercio alto y adjunto al rfo de la Pasién de Ia hacienda 'Cojamatlin habia tenido cinco vidas. Entre 1523 y 1563 fue visto eprobado por aventureros espafioles en busca de oro y amazones. ‘1564 a 1615 da hogar a una docena de vecinos y pasto a miles de A partir de 1616, durante mis de siglo y medio fue vacio econd- 'y demogréfico, hacienda de nadie, cuerpo deshabitado. Desde ‘Yuelve a repoblarse; le da celebridad el guerrillero Martin Tos- Eano; To escoge como escenario de batallas y almicigo de tropas la Ait Archivos yarroquiales de Columatlin y Mazamitla (en adelante APC y AEM reapectivamente}. “ANJ, Libre de Ia Alealdia de Jiquilpan, 1835. 4% ANJ, Protccolo del Lie, Alejandro Abarta, 1860. : 4 Las cifras han sido calculndas tomando como baso el némero de nacimien- sonces vicaria de Cofumatlin, Por 90 bauti- 8 ‘mes ENTRADAS Jucha por la independencia y muere por un par de afios. Renace hacia 1818. La guerra civil le proporciona préfugos. En los cuarenta efios e su quinta vide, en calidad de zona de refugio, retine a une pobla- cién de origen un tanto diverso y de costumbres similares.“* En 1860 en el tercio de la hacienda de Cojumatlin, en lo que seri un siglo después el municipio de Marcos Cestellanos, eran cosa de mil los habitantes. Se repartian en 16 rancherias de no menos de cinco ni de més de treinta jacales cada una. El Llano de la Cruz, Ia mayor de todas, no Hegaba a 200 individuos. No se vivia junto, Ni si- quiera dentro de cada localidad estaban unas casas cerca de las otras, sino distantes entre si y muy alejadas del resto del pais. Habia rela. clones con les demés rancherias cricllas de la meseta y no con el pueblo serrano y atin indio de Mazamitla. En lo eclesidstico, desde la ‘onsumacién de la independencia los vecinos estaban sujetos a In vi. caria de Cojumatlén, y a ese pueblo iban unas tres veces en la vida, La primera voz, en una canastilla, para recibir el bautismo; la segun- da, @ caballo, para casarse; Ja iiltima, envuelto en un petate, a Jomo de la mula llamada “la sepulturera”. Las familias acostumbraban asistir una vez al afio a Ia fiesta titular del pueblo mis préximo a su caser‘o: San Francisco Tizapin, Santiago Sahuayo o Ouitypan de Ia Candelaria. Los hombres muy pocas veces se vefan cbligados a ven- tilar asuntos con las autoridades de Sahuayo, la cabecera municipal, y Jiquilpen, la capital del partido, Esporilicamente alguien se arties- giba a salir para vender sus productos, aunque s6lo a Cota, o a villas y pueblos préximos, nunca a Ia ciudad, nunea més alld do Io que se puede recorrer a pie 0 a lomo en un dia, Alos grupos de jacales legaban un per de veces al afio el arriero do alguna localidad cereana para levarse en su hatajo de mulas, que- 0, cera y aguardiente de mezcal a cambio de sal, salitre, algunos ‘utensilios y unas monedas. Tampoco era comin la visita del vendedor ambulante. Con mayor frecuencia se dabe el avecinamiento de algin rofugo de Ia justicia 0 del ejército, pero el que venfa a quedarse por dzber algina muerte o por no querer deber ninguna, no provonia de lugares remotos. Tampoco era desconocido el piquete de soldados “en- Tevadores”, Como quiera, Ins relaciones con el exterior del alto Coju- matlén eran minimas y nadie procuraba su desarrollo. ‘Un millar de personas, plantadas de por vida en su termufo, al ‘margen de ura comunidad nacional que andaba a la grefa, reprodu- #* La reconstruccién de Ia vida social que viene continuseién esth fundada Fg eeteiee ml recopda en entrevsts, y papeles cal acevo judicial de jose, trabajando, comiendo, durmiendo “sin sentir pasaban entre- el dia”. Cada afio, en el decenio de 1850 2 1880, arrojaron ‘un promedio de 53 nifios, El crecimiento de Ia. poblactén ‘a ser galopante, En aquella década no hubo ninguna epide- yor. Ciertamente murieron, como siempre, muchos nifios y no ‘adultes. Segtin el libro de muertes de la parroquia de Cojuma- emn cousas de mortalidad 1a pulmonfa, diarreas y disenterfas, slas y sarampién, piquetes de viboras y alacranes, machetes y es dolores ce esto y aquello, pero nunca las fieras, y menos los contra los que se combat{a encarnizadamente, { pesar de cincuenta afios de persecucién, todavia ululaban algu- jobos en la noche y atin se hacfan trampas para cogerlos, En los ‘de un pozo de unos tres metros de didimetro se clavaban dos jterminados en horqueta en los que se atravesaba un lefio del hhacfa pender el animal para etraer a la fiera. La boca del pozo ilaba con un emparrado de sames y zacate. ¥ as{ eafan Iobos, ‘animales camiceros y més de alguna vez algiin cristiano, se- festimonia el cuento de Pascuala, fsta madmigé antes que el “pero ese dia en vez de ponerse a moler cl nixtamal fue a recupe- [ gallo que habia puesto de cebo en la lobera. Cuando volvié el ido de Ie ordefia con muchas ganas de almorzar, encontré la casa su mujer em foven y de verse, pensé que se hablo lar fe0n otro, y salié enojadisimo a buscerla. Al pasar por la lobera destapada se le ocumri6 asomarse, y cuil no seria su sorprest mero abajo del pozo vio a su majer en compafifa de un lobo ‘Parte de su tiempo la empleaban los rancheros de entonces 4g Tucha contra la barbsrie zoolégica, pero sus fuentes de lucro an el ganado, las abejas y los magueyes. De las vacas obtenfan, en eral de Hluvias, queso, y en las secas, cueros; la apicultura les cera para blanquear, y la raspa de los mezcales, aguamiel y . Con el poco queso, la poca cera blanqueada y el alcohol fvendian sacaban para comprar un minimy de wosas ir formando ia fortuna. De hecho cra muy povo lo que vendfan y compraban. todo Jo hacian y remediaban con sus propias manos; casi nadie Jas artes campestres y hogaresias. ‘aspiranto al matrimonio construla sin ayuda ojena su pro- cal con varas recubiertas de lodo y techo de zacate, con un cuar- itorio, una cocina y un soportal para estar. En el dormitorio ‘Se motfan los petates para dormir, la petaquilla de la ropa, las : de que colgiban sombreros, reatas, machete y lanza, In mon- 30 “rms ENTRADAS tura y Ia imagen de un santo, La cocina so lenaba con un pretil de dos hornillas, cintaro, comal, ollas, jarros, metate, apazte, cucharén de madera, melcajete, tejolote y artesa, Del garabato se hacia pender la came, En el zarzo de earrizo, sostenido del techo por sus cuatro ‘ecquinas con mecates, se maduraba el queso. En un Fineén se guar- daban el maiz y el frijol; en otro, la lefia seca. En el portalito exterior, un trozo de viga sobre dos Ieiios servia de banco, y alli andaban desperdigados los vitiles de labranza: el szadén, el arado y las co- yundas. ‘Una vivienda ccupaba el centro de un corm poblado de Arboles, gallinas, eolmenas, puercos, burros y el ceballo, Casi siempre conti. ‘guo al corral estaba el ecuaro donde se sembraba con ezadén el matz para los elotes. El mafz para las tortillas se culkivaba con arado en la smilpa. En el ecuaro y en Ia milpa, entre las matas de mafz, se hacian cxecer el frijol, la calabaza y el tomate. Lo restante, lo més de la tie- rma, era pasto de las vacas. El mafz, el frijol, el ganado y la miel les daban para comer con sercillez y abmndancia. Las mujeres prepara- ‘ban los alimentos; también hilaban, tejfan y_cosfan los vestidos ordi- narios; ayudaban al hombre en milpas y ordefias, y Iidisban a las eria- turas y los animales domésticos. EI quehacer de las mujeres era inacabable y agobiador. Los que- haceres del hombre se podian hacer en alguna, en cualquiera 0 nin- guna hora del dia. Era un quehacer realizado ror los ciclos estaciona- les, pero no muy dependiente de ellos. Era posible vivir con muy poco esfuerzo masculino, al aire libre, a la sombra de los drboles, caminan- do y sofiando sobre un buen eaballo. Trabajo asalariado no habia. Los rancheros de la parte alta y occidental de la hacienda arrendaban ranchos, La hacienda tenfa sus cincuenta mil hectireas arrendadas a tun rico de Cojumatlin quien so reservaba la mitad mejor del latifun- dio para sembrarlo y egostar sus reses por medio de peones y apar- ceros. La otra mitad se subarrendaba a los rancheros. En la mitad que mira a donde se pone el sol, no habia peones, slo gente libre que, Por muy poco, por un pequefo pago anual usufructuaba cincuenta, cien o ids hectéreas de las quo les hubiera gustado ser duetios. Aquel ipice de personas formaba una pequefia sociedad de in- dole patriarcal. La oélula social la constituia Ta familia chica, formada por el padre, la esposa, las hijas y los ijos solteros, Cuando éstos se casaban, vivian en las inmediaciones del jacal patemo y segufan ayu- dando y obedeciendo al padre. Era pues una especie de gran famil regida por el zbuelo de barba cermda y blanca. Aquella sociedad, a ‘mediados del siglo xrx, la formaban 20 familias grandes o extensas, en a1 thacian de jefes los hombres y sobre todo los hombres de edad. O quiera, ol pepel de Ia esposa no sélo era importante para aque- f econbmica de wutoconsumo, también a la hora de tomar deci- familiares. En ausencia del marido, ella mandaba, La mujer Fy Ia mujer comin y corriente era varonil y fortachona, se acer ba al modelo de Jesusa Santillén. esusa, hija del indio José Santillin y de la criolla Maria Guada- pe Pulido, llogS a sor tan fuerte que levantaba un bulto de siete bas, y tan diestra en los quehaceres del campo que trazaba con do surecs completamente derechos de 200 varas de longitud. “yer, on unas bodas, un tipo buscapleitos, 1m tal Cayetano, retd Thombres asistentes a la fiesta. Como nadie le hizo caso, Jesuse aso ropa y sombrero de vardn, ensill6 un caballo rosillo, y mon- ; en él, con machete en mano, s¢ enfrenté al retador, lo hizo tirar spada y correr, En otro lance se disgusts con una pariente de su 'y la molié a palos, Entonces vinieron en defensa de la gol- os maridos de ésta y aquélla, y a ambos les dio una buena ; Otra vez, para complacer a unas sobrinas jévenes y solteras i@ habian venido a visitarla, fue con ellas a un fandango de bodas, Tas jévenes, por borrachas y descocadas daban mucho qué de- fr, y Jesusa quiso levarselas de la fiesta, pero ellas se resistieron das de pufiales. Entonces fue la trifulca en grande. Jesusa con ‘vara griesa, a varazos desarmé a Jas sobrinas y cargé con ellas. co los nifios jugsban mal papel en aquella mintiseuls socie- ; Sus padres, que tenian la obligacién de hacer “muy hombreci- Jos nifios y “muy mujercitas” a las mifis, los dejaban muy pron- n condiciones de abastecerse por si mismos. A los diez afios ya ‘valerse en las cosas més indispensables de la vida y ayudar en al padre y a la madre. A los 15 afios alcanzaban la completa urez y podian casarse y no esperaban mucho para hacerlo en me- de la miisica del papaqui. Mientras los novios iban a Cojumatlin wwse, ofr misa y recibir la bendicién sacerdotel, los parientes ‘novio preparaban la ramada y la comida. Debajo de la ramada se nla mesa, Ja tarima y el estrado. Mientras sc instalaban los arpa, el guitarrén y las guitarras, los concurrentes a Ia fiesta, 0§ en dos cores, se aprestaban al recibimiento de los cdayuges. -Yez colocades éstos en el estrado, el coro de los hombres lanzaba a copla que era contestada con otra por el coro de las mujeres. Seguia el didlogo de dichos y contradichos cantados y picarescos has- @ el momento en que cllos se echaban sobre cllas y les rompian' sobre cascarones de huevo rellenos de papelitos teiiidos de co- 32 “TRE ENTRADAS ores. Lo demis era Ia musica del papaqui (voz del nahua que sig- nitiea “mucha alogria”), ol consumo excesivo de ponche y aguardion- te de mezcal y el baile. Al son dela misica una pareja tres otra bai- nba el jarabe sobre el entarimado,® Ni en bautizos ni on bodas podian faltar los padrinos. El padri- nazgo y el compadrazgo emparentaban espiritualmente a las familias centre sf y contribufan a mantener la cordialidad entre los varios ape- Tidos do la meseta. Con todo, no eran infrocuentes las rifas y los ho- micidios. Después de todo por encima del gobiemo de cada jefe de familia extensi no habia autoridad alguna, salvo las muy esporiiicas intromisiones del sacerdote de Cojamatlén y los municipes de Sahua- yo. Era una sociedad de seres libres donde nadie valia més que nadie, onde s6lo el paterfamilias y la costumbre dominaban con fuerza ciega. Generalmente los muertos segulan entrometiéndose en la vida de los vivos. Las Snimas de los difuntos volvian a los ranchos en las no- ches de Tuna, y lot vivos, tan valientes ante Ia naturaleza y Tos otros hombres, se volvian cobardes cuando se aparecian los difuntos. Mas que temor a Dios aquella gente tenfa miedo a los muertos y al diablo que acostumbraba aparecerse ora en forma de perro negro con ojos como brazas encendidas, ora como era (hombrecito lampitio, rojo y coludo), ya en cuerpo de mujer, ya con aspeeto de murciélago, como Te sucedié al malhechor de Ia barranca del Diablo, Después de una noche de borrachera, cuando empezaba a clarear, un enorme murcié- Jago que despedia chispas de sus ojos, lo levant6 ¥y se lo Iev6 por los, aires. Como supuso el malhechor que aquel monstruo era Satanés injertado en murcislago, invocé a Jestis, Marla y José e hizo la sefial de la cruz, Jo que fue suficiente para que el animal Io soltare en el ramaje de un granjeno donde al otro dia lo encontraron sin sentido ‘unos pastores. Difundida la historia, se juntaron los vecinos y pusie- oa en el lugar del granjeno una cruz de roble de tres varas de alta ya la barranquilla donde estaba el granjeno la lamaron desde en- ‘tonces Barranca del Diablo. No hace falta decir que los rancheros de Is hacienda de Cojuma- tin eran catélicos, Al levantarse se persignaban. Se confesaban y comulgaban por lo menos una vez en la vida. Asi‘tian anualmente a alguno de los festivales religiosos de los pueblos eircunveeinos. Cum- plian con el calendario de abstenciones y con el pago del diezmo. Llevaban a bautizar los nifios Ia misma semana en que nacian y se * Una descripciéa moderna de este tipo de boda en umirez, a ‘Matrimonio, pp, 49-58. a ee sn en presencia del sacerdote. En algunas casas, al anochecer, ba el rosario en familia. En ninguna vivienda faltaba Ia imagen santo. Se sabian de memoria el pacrenuestro, el credo, los idamientos de Dios y los cinco de la Iglesia, Saber el rezado nsablo para poder casarse. El sor “buenos cristianos” tenia ia. Muchas veces el instinto vencia a los mandamien- fuchas veces el temor hacia preferir las pricticas supersticiosas ss rocomendadas por la Iglesia. La ausencia del sacerdote de- mucho margen de comportamiento extrarreligioso, Con todo, no ‘muy frecuentes ni notorias las infraceiones a la moral y Ia Ii sabfan leer, pues un par de excepciones no invalida Ja regla. ‘multitud de refranes y proverbios acarreados por la tradi- También Tenaban su memoria con historias familiares que se remontaban hasta siglo y medio. Los sucesos de las guerras pendencia acaecidos en la zona, y de los que todavia quedaban nistas, eran del dominio comtin. Pero no hay indicios de que wayan sabido y sentido mexicanos. El seatimiento de raza era més } que el sertimiento de patria. Aunque su cultura diferfa muy del estilo de vida do intios de Mazamitla, se sentian orgullosos [su ascendencia espaiiola. Sin embargo los matrimonios con perso- le ascendencla negra o indigena no eran insélitos, fin, la historia que se contari a continuacién reconoce tres ci- tos: tn paisafe de montaiia o casi, una prehistoria de edificacio- 'y destrucciones y una sociedad de aluviéa, pequefia, ristica, ‘marginada y bronca. PARTE PRIMERA [0 SIGLO EN BUSCA DE COMUNION © ¥ VENTA DE LA HAGIENDA ue CoyuaaTLin < Antonio Lépez de Santa Anna, el presidente cojo que se ‘Hamar Su Alteza Serenisima, disfrutaba del especticulo de un cuando supo que el coronel Florencio Villarrocl, al frente tropa de campesinos, habia lanzado en el villorrio de Ayutla que exigia la caida del gobiemo y la formacién de un Con- ente que le diora al Estado mexicano la forma republi- entativa y popular. Les adhesiones al Plan de Ayutla vi- de todas partes. La Revolucién cundié. Santa Anna se fue. Los les puros o del “ir de prisa” tomaron el poder; expidicron leyes y unificaron a todo el clero en sa contra. Alguien en el eso Constituyente trat6é de ir mas allé. Ponciano Arriaga, “para ‘actual sistema do Ia propiedad ilusoria, porque acuerda el solamente a una minoria, la humanidad pase al sistema de teal, que acordard el fruto de sus obras a lz mayoria hasta pada” pide quo so distribuyan “nuestra tierras feraces y hoy ‘entre hombres laboriosos de nuestro pafs’* El Congreso no ‘cuenta esa sugerencia, ni tampoco las similares de Olvera y © Velaseo. Los constituyentes redactan una Constitucién pare- Ja de 1824, pero con mayor dosis de libertades para el indivi- »¥ menos para corporaciones, entre las cuales figuraba en lugar la Iglesia. \acordado por los constituyentes acrecenté la discordia civil. ¥ conservadores se pusieron a pelear sin tregua ni cansan- co Zareo, Historia del Congreso Consttxent, 18561857, pp. €00- 387-404, * a7 38 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE CoMUNIBN, cio en una guerra que habria de durar tres afios, El primero fue de victorias contrarrevolucionarias; el segundo de equilibrio de fuerzas, bandolerismo, robo, hambre, epidemias, oratoria politica y literatura de combate, y el tercero, de grandes triunfos para el partido Iberal y de la expedicién de Ins segundas Leyes de Reforma, Justo Sicrra ‘ere que esa lucha removié “conciencias, hogares, campos y ciuda- des”. Quizt ningéin estado se abstuvo de tomer parte en clla, En Michoacin Ia guerra fue crudelisima, pero ni siquiera allf se extendié a todos los rincones. Don Remén Sinchez asegura que en cl Distrito de Jiquilpan no hubo hechos de armas, “solamente fre- ‘cuentes exncciones de dinero y malos tratamicntes”. Los de Sahua- yo se prommciaron por la reaccién, pero los de Jiquilpan sin mayor dificultad los develvieron a sus casas. A la Hacienda de Cojumatlin s6lo Tlegaron las colas de la borrasca. En 1860 el partido conservador se qued6 sin ejércitos, pero no sin generales, caudillos politicos y medrinas. Los generales derrota- ‘dos emprendieron una “guerra sintética” consistento en abatir « man- salva « los prohombres de la faccién vietoriosa. Los politicos depuestos acadieron a implorar el auxilio de sus madrinas, que eran algunas de Tas testas coronadas do Europa. La pareja imperial de Francia vino fen su apoyo, dizque porque queria oponer un muro monérquico y latino a la expansiva repablica de la América del Norte y el momento ‘era propicio para levantar la barda, pues una mitad de los Estados ‘Unidos peleaba contra la otra mitad. Los soldados de Francia, refor- zados por los monfrquicos de México, reiniciaron la lucha contra los liberales en el poder en 1862. Perdieron In batalla dol 5 de mayo y ganaron otras muchas; las suficientes para tomar el timén y mandar truer el emperador y sentarlo en su silla imperial; pero no las nece- satlas para abatir a los contendientes. Como todo mundo sabe, In guerra fue ardua en casi todo el pais en el sexenio 1962-1867, sin legar a ser la preocupacién central de la gente campesina. En la Hacienda de Cojumatlin, los rancheros se preoeupaban y ocupaban en otras cosas, aun cuando no permanecieron completamente el mar- gen de la trifulea. En Ja zona alta de Cojumatlin, el sexenio de 1861-1866 fue me- morable por media docena de acontecimientos de la mayor impor- tancia. Dejaron recuerdos la aurora boreal, la desaparicién de la Ha- cienda, el paso de los franceses, la ereccién del obispado de Zamora el maestro Jestis Gémez. y ol arribo de Tiburcio Torres, Otros sucesos, como la Hexada y el fusilamiento de Maximiliano, las agresiones an- ticlerieales de don Epitacio Huerta, la vida y las hazafias de Juirez, ios y los destierros del obispo Munguia, y en general todo lo ido mAs alls de cion kilémetros a la redonda, se ignoré aqui. ns ica nunca Iegaba a manos de los rancheros; las par- ligerantes que visitaban la zona, jamés se ocuparon en. co- Be aareee sox cempecince; bos Toan lo enon posble pueblos y ciudades cercanas, por temor a Ja Ieva y a lo: bando- y los pocos que fueron “enlevados” y salieron con vida de Ta ‘no se enteraron de la causa que los Tlevé al teatro de Ja gue- as los franceses desembareaban en Veracruz, los rancheros hacienda sélo hablaban do fraccionamiento y de la aurora este millar y medio de mexicanos que vivia al margen de la Gel puis y muy adentro ce la naturaleza, una aurora boreal im- ‘mils que cien intervenciones forasteras. En el otofio de 1789, ‘habido otra, y lo sabfan los vecinos, aunque ninguno la hubiera festa de 186i, comparada con lo que se decia de aquélla, no nos maravillosa y tremebunda. Se vio en las madrugadas, al afio, hacia el norte. Distaba mucho de ser la Iuz.sonrosada ‘nmediatemente a Ja salida del sol. Las danzantes lural- ‘vistas en cl ciclo se asemejaban a la Timbre emanada de es con tecoros ocultos, pero su.enomidad infundia zozabra. 0 si se hubieran juntado a bailar todos los fuegos. Aquello ‘an combate en el que San Miguel y sus Angeles arrojaban centellas y bolas de lumbre contra el ejército de los demonios. ice que Ia aurora polar sacudié de terror « la. gente citadina, aiunea tanto coro a los campesinos. Y sin embargo, para los 0; de Cojumatlén coincidié con el inicio de una vida mefor. S qnerfan tierra y Wbertad, Esta la tenfan, Aquéllla la consiguie- galgunos ¢] mismo afio de la aurora a causa cel fraccionamiento Thaciends de Cojumatlin. Si a otros no les tocé ni un pie de fue por desconfiades. No podisn imaginar que una hacienda . Lo que velan con sus propios ojos, no ern probable- idas; quizé se tratzba de una de “licenclados” para hacerse de las modcstas fortunas que, las en oro y plata, uardaban los rancheros en ollas de barro, bajo tierra, No era ficil creer que los poderosos sefiores de Guaracha, nlo y Cojumatlin necesitaran deshacerse de uno de sxs lati- % Y menos que quisieran hacerlo. Lo normal era sumarle ran- @ las haciendas y no dividirlas en ranchos.* 12% datos sobre la aurora boreal y Ie pilinnares dl frasconamiento Waciesde foeron dstaidos de In wadiclén orl También las fuentes eso- 40 MEDIO SIOLO EN BUSCA DE CoMUNIN Algunos no pudieron comprar tierra por falta de dinero; no ha. bfan hecho chorros. En fin, no faltaron los que tonfan con que pagar ‘una tierrita, pero que no supieron oportunamente de la oferta. Tam- poco falté el engafiado. Lo que sf puede asegurarse es cue todos los subarrendatarios de Cojumatlin, sin exeepeién alguna, aspiraban a ser dueilos absolutos de los ranchos que tenfan en arriendo, La ra- z6n es clara: querian mejorar su condioiin, ganar casta social, sex tenidos en mds. Y para cso era indispensable ser terrateniente. El tener monedis atesoradas era sin duda un simbolo de riqueza y pres. tigio, pero no el bésico. El principal simbolo del hombre importante ora Ja posesin de tierras, Eso daba valimiento y, por aiadidura, so. guridad. Las ollas repletas de oro podian ser robadas. Al ganado, en ‘un mal temporal, se lo levaba le tiznada, La tierra estaba alli: nadie podia cargar con ella, ninguna calimidad ora capaz do destruirla, Por todo esto, la compra de fracciones del viejo latifundio de Coju- matlin era demasiado tentadora. Era a la vez una operacién arries- gade, La oferta pareeia increfble. Lo cierto es que los poderosos duefios de las haciendas de Gua- racha, apremiados por los acreedores, estaban dispuestos a deshacer- + del menos productivo de sus latifundios. Quiza el rumor cireulante de que dofia Antoniz Moreno perdia enormes caudales jugando a las cartas era cierto. Quiz4 esas pérdidas fueron la causa préxima de la decisién de vender a Cojumatlin. Quiz fueron Ins guerms civiles que segin se dijo, habian quebrantado el poder y la riqueza de al- unos grandes terratenientes, La divisién de la hacienda no fue insé- lita, Si hemos de creer al general Pérez Hernindez, varias fincas riisticas, “en tiempos pasados excesivamente grandes”, se fracciona- ron,' Los achaques de la de Cojumatlin datan de los anos treinta. El gobemador Diego Moreno necesitaba caudales. Sobre sus haciendas pesaban ya varias hipotecas; 61 le cargé otras. En 1836, arrend6 lo hacienda de Cojumatlan, por 4700 pesos anuales, a don Luls Arceo. El arrendatario se obligé a permitir que el ganado de Guaracha agos- tase en Ia propiedad arrendada en tiempo de aguas, como era costum- bres Don Luis Arceo murié en 1837. No fue facil dar con otro arrendatario, Al fin cayé don José Dolores Acuiia. No le fue tan mal, porque en 1846 renové el contrate.* Vino enseguida Ia defun- tas so refieren al acontecimiento, Asi Mariano de Jestis Torres en su Historie lily eclosion de Michoacdn + José Maria Pérez Hemindez, Compendio geogrdjico del Estado de Mi: hoacdn. 9. 27 * AN], Libro de Protocolo del Lic. Alejandro Abarea. + foul Libro le Slats de Tapes ‘Diego Moreno. Los herederos convinieron en que la tercera difunto administrara las haciendas. La selora Sanchez Le- durante Ia guerra de tres aiios. Acufia se atrasiba cada fen sus pagos. Los duefios segufan cargindose de deudas, ‘Antonia Moreno de Depeyre, la hija mayor de don Diego, la ya empedernida, se hizo cargo de la vast herencia.* indad de México, ante le fe del notario piblico don Ra- plenamente faculinda, concedié « don Tirso Arregui, ho: ciudadano de Sahnayo, un poder bastante pera que obtuviese de Ia hacienda de Cojumatlin de su arrendatario José s Acufia, “y recogida procediera a su venta en fracciones", Dio ler especial a don Felipe Villasefior, tambiéa de los grandes para deslindar Ia hacienda y exigir a don José Dolores el pago de las cantidades de que resultase deudor”.? Don Tirso Arregui camplié al pie de la letra las instruceiones de ‘Moreno. En los afios de 1861 y 1862 fraccioné en cineuenta pporciones de desigual tamafo una superficie de cxsi cincuen- en las que “se criaba bien el ganado vacuno, de lana, allar y de cerda’, donde algunes tierras “producian maiz, trigo, 'y otras, magueyes’, y donde Jos habitantes de la lanara norto pescar en el gran logo de Chapala"* El latifundio puesto en ‘colindaba al oriente (Sahuayo y Jiquilpan de por medio), con ‘al poniente, pasado el rfo Pasién, con las lomas de Toluquilla de don Joss Guadalupe gin; al norte con la laguna de Chapala y al sur con “los indios ‘los conduefios o parcioneros de la hacionla de Pie de ¥y las tierras de Quitupan. Sus sucesivos duefios habjan es n quieta y pacifica pesesién de Ia hacienda durante “doscientos +y sels afios"." En 1857 sc haba valuado en cincuenta y cinco , Don Tinto Arregui hn vendis fraccionada en ciento diez Herma do le hacienda de Cojumatlin tuvieron dos clases de ddores. Los que se quedaron con los mejores y mayores terrenos ‘orfundos de Ia hacienda; fueron les ricos de Jiquilpan, Cotija ayo y los riquillos del valle de Pajacuarin, Cojumatlin y Ma- Protocolo del Lic. Miguel E. Cizaret, 1861-1864 Hernindee, op. cit, pp. 107 y 108. fp ANI, Libro del Protocolo del Lic. Miguel E. Cizares, 1861-1864. Ham ica a sun dos precios que aprecon om cla na i ec 2 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNIN zamitla, Los subarrendatarios s6lo pudicron comprar renchos peque- fos, sin tierras de labor y con agostaderos de segunda clase, El que se qued6 con la mejor parte (tierras ribereiias y casa de In finea) fue don José Dolores Acufa, por veinticinco mil pesos. El comerciante sahuayense avecindado en Guadalajara, Manuel Arias, se hizo de les ‘cuatro mil hectireas del Sabino por ocho mil pesos. Otros sahuayen- ses que hicieron compra de grandes ranchos fueron Pedro Zepeda (El Nogal, 5000 pesos), Bartolo su hermano (La Raya, 4700 pesos), Ignacio Sinchez (Govea y Anexos, 7877 pesos), Manuel Sinches (Los Ortices, 4 000 pesos), Joss Guadalupe Sandoval (Ojo de Rana, San Miguel y La Rosa, 4575 pesos), Vicente Arregui (Tinaja de los ‘Arceos, 4.500 pesos) y Antonio Méndez (Buenos Aires, 8 000 pesos). Compreron ranchos de menor extensién con superficies de mil a dos mil hectéreas: Francisco y Rafael Arias, de Mazamitla (Palo Dulee y Guayabo); Ramén Contreras (Arena), Frictuoso Chavez, del Valle ‘do Mazamitla como el anterior (Cerrito de Ia Lefia), Francisco Gu- tiémez, de Sahuayo (otra Tinaja), Manuel Macias 0 Cérilenss, de Cojumatlin (Sen Pedro), también de Cojumatlin, Ignacia Pamplona (Tinaja do los Ruiz), el jiquilpense Rafael Quiroz (Ojo de Rana), José Maria Ruiz, do Cotija (El Izote), y otro cotijanse, Antonio Ba- trios (Estancia del Monte), Fuera de José Guadalupe Cardenas que pagé por los Corrales 2200 pesos, Antonio Martinez que dio 3000 por El Saucito y el caporal Rafael Rodriguez, oriundo de Pajacuardn, que compré a San Pedro en 3725 pesos, los demés vecinos de la ex hhactonda, casi todos ellos subarrendatarios, sélo pudieron adquirir ranchos de cien a mil hectéreas, por 200 2.000 pesos; los Chavez (Trinidad, Ramén y Vicente) el Espino, Sauces y Tlznado; los Fon- seca (Rusebio y Victor), China; los Plancarte (Ramén y Solano), La ‘Venta; los Pulido (Isabel, Teodoro y Vicente), El Llano de la Cruz: os Gonzalez (José Guadalupe, José Maria y Luts), El Llano de la Gruz y cam occidental del cerro de Larios; Lino Partida, una frac- cién de Los Corrales; Andrés Vega y Miguel Valdovinos, otras par- celas del mismo rancho; los Zepeda (Dolores y Enearnacién), Tano y Durazno; Jos Marfa Toscano, una fracciin de La Venta; los Con- treras (Antonio y José Marfa), Tabanos y Puerto de las Milpillas y José Marfa Olivo, Ojo de Agua Seco. Otros compredores fueron don José Dolores Ortega (Panzacola y Colongo) y Mateo Barriga oriundo de Mazamitla, que murié en 1862, cuando compré a Cuspio2* La toma de posesién de los sanchos en que se freccioné la Hacien- "ANS. Unas escrturas aparceen registradas en el protocolo del Lic. Cizares ¥y otras en el de. Abaren 43, solermemente. El 27 de julio de 1862, Amadeo Betancourt, ‘primer instancia del distrito de Jiquilpan, después de dar ‘Arias posestin del Sabino y de quedarse a dormir en |jacal de la rancheria del mismo nombre, a las siete de Ja ma- iado de su secretario y de don Tirso Arregui, don Tg- ez Higareda, el licenciado Villasefior, don Ramén Coa- ‘el interesaco don Fructuoso Chvez y muchos ins, se dirigié ‘confluencia de los arroyos de San Miguel y La Estancia, ‘comprador solicit6 formalmente el primer auto de posesién, ‘pregunt6 a los presentes si habia alguno entre cllos que con- a Ia posesiéa. La contradijo don Ramén Martinez, vecino del Giciendo que “al comprar don Fratos el Cerrito Ie. ofrecié parte de él... que él (don Ramén) preparé el dinero corespondia por su parte con gran sacrificio y que habiendo lo a Chives, éste le dijo que no estaba por cumplirle”. dej6 a salvo el derecho de Martinez y mand6 proseguir la ‘Al no haber otra persona que se opusiera, don Frutos ‘una mano al yendedor Tirso Arregui y lo paseé por un tro- Tindero; cogié enseguida unas piedras y las arrojé; arrancé 'de la tierra, corté ramas ¢ hizo otras sefiales de verdadera a. Iuego la comitiva monts en sus caballos y cabalgé por el San Miguel y barranca de Ia Leona hasta el rio de la Pa- se repitié la ceremonia de arrancar zacate. Dos veces distintos lugares so hizo lo mismo, y al final el fuer tomé de ano a don Frutos “y en nombre de Ia Soberania Nacional” le bosesiin de todos los terrenos del Cerrito de la Lefia.* Termi- fatigo:o recorrido, el secretario don Ignacio Bravo levanté ¥y Tego todos los concurrentes pasaron a las copas de mezeal melitén, Jolgorios semefantes se repitieron en otros cincuenta ‘yen diversas ocasiones. en posesién de sus tiermas, los nuevos duefios ‘2 acondicionarlas, a levantar cereas, hacer corrales y ecua~ ‘casas y jacales y todo lo posible dada Ia época, Ia mi- Ta ignorancia. Los mis pudientes comenzaron a citcundar su ‘con cerca doble de piedra. La mayoria se limité a levantar cer ples de vara y media de altura, algo més bajas que un cris- Suficientes, para impedir el paso de vacas y toros ajenos. Se ‘por hacer las cercas limitrofes entre propiedad y propiedad ntinud con la construccién de los ceresdos que dividirlan las Abid., Protscolo del Lic. Alejandro Abarca. er MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNI porciones destinades a siembra de las destinadas a pastizal. Algtnog desde entonces pudieron dividir sus pestizales en potreros que irian sucesivamente agosiando las rests, Los mds ricos Ievantaron en medio de su propiedad casas de muros de adobe y techos de teja. Los mo. nos pudientes se redujcron a construir una choza, si no la tenfan ya, Todos, junto a Ia casa o el jacal, edificaron el corral de Ia ordenia y los herraderos, y alrededor de la casa o el jacel, el ecuaro o buert ‘Los menos pobres y que no tenfan en su pertenencia rfo 0 arroyo, se dicron el gusto de hacer jagtieyes para dar de beber a sus rebatios. El nimero y la variedad de ganadcs aumenté considercblement, Los compridores de fuera acarrearon bovinos y ovinos. Las éreas de siembra y pastizal se ensancharon; se hicieron desmontes; se echarcn abajo viejos encinales; se enralé Ja capa boscosa de cerros, laderas y barrancas. Se inicié una etupa de transformaciones y averias, y si las mudanzas no fueron tan veloces al principio se debié en buena parte a la guerra, Comienza e! merodeo de grupos que se dicen monarquistas y gru- pos que so aman republicanos. Pedro Avila, fameso por lo sangui- nario, combate en favor de los giieros mondrquicos. Hacia el porients, Antonio Rojas, el capitin que trae pintedo un diablo en el cuerpo, al mismo que ayudé a Tos indios de Mazamitla s recuperar las ticrras usurpadas por los colonos del Durazno, el que fusilS (entre otros) al administrador y a dos dependientes de la hacienda de Tizapén; Ro- jas, ol de las mil fechorfas, anda poleando contra los giieros. Un dia por la tarde legan éstos al Llano de In Cruz. (Son 400 zuavos a las ‘6rdenes de! coronel Clinchant.) Les mujeres se ponen a hacer to:- tillas para ellos, (Esa misma tarde entran a Jiquilpan 4000 hombres, defensores de la Repiblica, al mando del general José Maria Artea- ga.) Los rancheros del Llano de la Cruz y puntos circundantes ven con asombro el traje de los zuavos: camisa guanga y azul, y nagii- las rojas. Ya oscuro, Tos franceses salen al galope del Llino de lx Cruz y se dirigen hacia donde sale el sol. Los de Clinchant, a les euntro de Ia mafiana, atacan a los republiennos que duermen en Ji- quilpan, Se traba el combate, Muere el general Ornelas de un balazo en el cuello y el general Pedro Rioseco de un golpe. Se dispersa ol efército atacado. Los giieros yuelven por donde vinieron. Otm vez las mujeres de los rancheros y de la ex hacienda de Cofumatlén mue- Jen mata y hacen tortillas para ellos. En adelante, ya por una rancherfa, ya por otra, ya victoriosos, ya 38 Ramin Sinchez, op. oft, pp. 128-9 ¥naticlas comvniedas por ln anciant ‘Ooesuers que oni 1S aor cusndo ln entra de los kancses 45 Jos gabachos vuelven a pasar. En eso Iega Tiburcio To- gordo, rojizo y barbén. Es oriundo y viene de Zapo- Jos Altos de Jalisco, segin cuenta, La defado teadidos a y mumerosos mexicanos imperialistas, Fue de la afa- de Brigido Torres, derrotado en Pénjamo, Viene hu- ‘su8 enemigos son duetios ya de todos los Altos. Aqui ttindo sus hazafias; aqui se quedard a vivir; luego Uegardn Entre todos fundan la familia Torres." in del cbispado de Zamora no hizo época para Tos cam- “de Ia rezién como Ia hicieron Ia aurora boreal, el fracciona- Ja hacienda y la entrada de los zuavos. Como quiera, fue que legs hasta ellos, repercatié en sus costumbres y les ‘tener cerca a un personaje, el obispo, que se sentfa tan re- Jos babitantes del cielo. Durante el exilio en Roma, Pela- p de Labastida y Clemente de Jesiis Munguia tramitaron Pio IX la ereccién de les diécesis de Chilapa, Tulancingo, Leén, Zacatecas y Zamora. Por la bula de Pio IX In Celsissime Eeclesiac Specula, bula fechada en 26 de enero de 1862, s¢ ‘de Zamora Sa primer obispo, el doliente seifor don José aio de la Pefia, entré a la capital de su didcesis en diciembre de Uno de sus primeros actos fue la fundacién del seminario; otro, ‘pastoral, Estuvo en Jiquilpan y en Schuayo en 1866. Sus Te permitfan ar ues Recucsoe Doste van ‘4 tu fama “de hombre severo, ecloso y poco 0 nada to- *emprendié la reforma del clero. “Su débil palabra tronabe to... condenando la impiedad y castigando el vicio’. En | fue misericordioso** cultura con nuevos cultives y nuevas téenicas de Inbranza, industris, favorecer la inmigraciin de colonos extranjeros, les, canales y carreteras, hacer de cada campesino © propietario; instituir la libertad de trabajo; estableoer Ie ¥ sacar al pucblo “de su postracién moral, la supersti- Bravo Ugarto, Didcess y abispor do la Tglevia Mexiceno, pp. 90-97. Sinches, op. ct, p. 164 Zetina, op. cit, p. 422. 48 MEDIO SIOLO EN BUSCA. DE COMUNION ‘cién; de Ja abyeccién mental, Ia ignoraneia; de la abyeccién fisiols. gica, el alcoholismo, a un estado mejor, aun cuando fuese lentamente mejor’ Ninguno de esos buenos propésitos afecté en lo més mini. mo la marcha de los dos mil habitantes que para 1870 vivian en los ranchos altos de la ex hacienda. Aislada, esa mintiscula sociedad de 2000 hombres, constituida con descendientes de las familias estable- cidas aqu{ al concluir Ia independencia y con Ios que vienen al ven- derse la hacienda de Cojumatlin, oftece signos de crecimiento. En el quincenio 1867-1852, la pequefia sociedad sola se encamina a con. solidar su economia ganadera; a fijar un régimen alimenticio susten- tendo en el cuadringulo leche-came-matz-frijol; a construir firme- mente un sistema de pequefia propiedad ritstica; a repartirse el tra- bajo por especialidades: a dividirse en grupos segiin la propiedad y la riqueza; a amistarse por lazos de parentesco y compadrazgo, y a enemistarse por motivos de dinero y honer; a crear su propio eédigo de virtudes y vicios: a salir de la cultura puramente oral hacia Ia es- crita; a establecer su progia épica y a madurar su fe y sus habitos cristianos. En 1866, el afio de Ia venida del sefior obispo, “se dio el caso de que en diciembre cayeran fuertes aguaceros"® y todo el afio de 1867 fue muy lovedor. Las mil quinientas vacas en ordefia engordaron y dicron en cada uno de esos afios alrededor de 250 mil litros de leche, un poco més de un litro diario por vaca en ordeiia. El precio de los vacunos se trepé haste las nubes. Don Jos Guadalupe Gonzélez. ven- dig una partida de vaquillas a 13 pesos cada una, Entre todas Jas rancherias de Io que seré jurisdiceién de San José se fabricaban mil grandes quesos anualmente. Por lo demés la mancra de comportarse con los vacunos no cimbié mucho. Se siguié ordeiiando sélo de San Juan a Todos Santos y al becerraje se le herré como siempre, pasadas Jas aguas, a fin de que las quemaduras del fierro no se lenasen de qquerezas y gusanos.®? Por lo demis, se puso de moda la erfa de borregos, Hacia 1870 el nimero de ovinos Hoga a ser izual al de vacunos. La borregada se distribufa en chinchortos de 25 a 100 ovejas. La gente menuda se encargaba de conducir los chinchorros a los mejores paninos, defen- dorlos de! coyote, encerrarlos y darles salitre una vez a la semen. 38 Justo Siem, Eeolucién poltica del pueblo mexicano, p, 423. El eusdeo mis vasto y acebado sobre In épcca lo forman los tres primeros volimenes de Daniel Coslo Villegse, Hlctoria Moderna do Mésico. La Repiblice Restaura 3 Mariano de Jesis Torres, op. city p. 169, 2 Archivo. particular de Joss Dolores Pulide (18981913), em poder del autor. Er » mayor hacia la trasquila de las ovejas en abril y en no- ecogia un kilo de vellén por animal trasquilado. Al lle- “adad de diez afios, Ia oveja era sacrificada sin pretexto ni ‘comida on forma de birria o barbacoa. Por el tiempo en que Jusrez los ovicultores de aqui vendian unos 2 500 kilos ce ‘a [os saraperos de Jiquilpan. negocio on alza era el de corero, Entonces en ninguna chova i faltar el apiario, sobre una armazén de madera, a una vara 9, Allf, en cajones con techo de teja o tejamanil, vivian los en- 7 de miel y cera en mayo y noviembre, los meses capazin. La miel extraida se consumia en familia y la cera se ‘vender en forma de marquetas blancas. Hubo un dia en s colmenas locales ya no pudieron surtir del todo Ia industria Jocal, y empezaron los visjes en busca de cera amarila. alrededor de cien familias, la cuarta parte del conjunto ‘se dedicaban en los meses secos a blanquear cera. Desde frafan las marquetas redondas, unas amarillas, otras anaran- j otras de color café; llegaban a su poder con un astento de tas. Las marquetas de arroba o mis eran licaadss a fuego ‘el Nquido y un cintaro se hacian conchas que durante una § se exponian al sol sobre campo verde. Los tejuelos asoleados jaban con jugo de maguey, volvianse a licuar y se metian en dos. Las marquetas redondas y blancas iban a parar a | Los cotijenses se encargarian de convertirlas en velas y llevar nil partes. En sdlo la rancherla del Llano de la Cruz y ranchos 'se blanqueaban anuslmente unas 600 arrobes. El proceso nto le dejaba a cada blanqueador un peso por arroba, ‘ esto el precio de la cera en bruto local, se concluye que dela produccién apicola vendida era de 16 mil pesos anuales* de quesos, la trasquila de ovejas, la purificaciin de ¥y al destilado de mezeal condujeron a los rancheros hacia la de mercado y los quitaron de ser muy pobres. Cuando Por- fue presidente: de la Repiblica por primera vez, habla to- ‘magueyes en cerros y lomas aledafios al Llano de la corazén de los magueyes se sacaba aguamiel; del plumero ¥ pias, reatas y costales, y del conjunto, el eguardiente, el faludido en el refrin: “Para todo mal, mezeal; pare todo én”, No el pulque, no el aguamiel fermentada; slo el mte de la conocida receta: Macere el maguey con pizones; Gomunieados por Luis Gonailez Cirdenas 48 MEDIO S{GLO EN BUSCA DE COMUNIGN, macerado, péngalo en cribas de cucro y déjelo fermentar y trans. formarse en tuba. Caliente la tuba a fuego lento en ollas de barro tapadas con cazuelas de cobre lenas de agua fria, Adentro de las ollas calicntes se produce el vapor aloohélico que al subir hasta rozar Jos depésitos de agua helada se licis. El vapor licusdo desciende en Zotitas hasta un barril por el canal de una penca de maguey. Hacia 1880 la produccién mezealora de la zona que nos ocupa era de 200 barriles anuzlmente, barriles de a quince pesos que se arrebataban los compradores. El cultivo del mafz y el frijol nunca fue negocio. El suelo de la meseta no es a propésito para vegetales de este tipo, pero como no se podia prescindir de las tortillas y el plato de frijoles, se siguié sembrando lo minimo necesario para no tener que comprar el maf y dl frijol. Las milpas, por supuesto, se hacfan como de costumbre, con arado y bueyes. Las huertas de drboles frutales se pusieron de moda, En los aledafios de cada jacal hubo desde un par hasta una docena de frutales: durazno, limonero, nopal manso, aguacate, lima, etcétera, La came (incluso la carne de las reses que se mueren de flacas en tiempo de secas), la leche, el mafz y el frijol, complementados con las verdolages, los nopales, las tunas, el mezontle, el quiote, In caza mayor y menor, conserva a la gente en buena forma. Todavia més, ‘se cafa con frecuencia en el pecado capital de la gula y no sélo por los excesos en la bebide, El hecho de Ia climentacién satisfactoria y aun abundante no presupone el alimento sano. El agua, por ejemplo, no cra saludable, abundaban las enfermedades de origen hidrico.** El relativo bienestar estomacal no armonizaba con Ia indumenta- ria, la casa y el mobiliario. La regién es fria y los vestidos eran lige- ros. El sarape embrocado encima de la camisa y el calzén de manta, no era suficientemente abrigndor en el trafe masculino. Las mujeres xo se ponian nada debajo del cotén. La pulmonia, mis que ninguna otra enfermedad, cobraba numerosas victimas. Uno de cada tres mo- ha con fuertes dolores de costado, La ropa mal abrigtba y era eseasa. Los hombres y las mujeres, aparte del vestido puesto, sdlo tenfan otro. De la Iluvia y el sol se protegian con el sombrero de soyate y el ca- pote o china, Casi todos, menos los de categoria, calzaban huaraches EI sguardiente de mezeal se exportaba poco, Ura descripelén detallada dela manera de elaborarlo se encuentra en Esteban Chivez, Quitspon, rp 33 Los libros de defunctones del APC rogistran como principales causss de defgecia ol eerampléo, a os fein, ls vidas, ls pulmoals, Ie dbenteis 7 I gusto por el confort no habia nacido, El escaso interés nla comodidad se nota principalmente en las modestisimas por no decir las chozas, no daban ¢l suficiente abrigo. las “cass grandes” con muros de adobe y techos de teja on zacate, con su cuarto para dormir, su cuarto para co- ‘su soportal para estar. De las paredes de varas recubiertas ‘siguen colgando imagenes de santos y algunos utensilios. El ‘Yorra, En los corrales que rodean a la choza, el rbol guar- “Aiboles frutzles, las gallinas, el ganado de cerda, los gatos 1 de perros. squetios propictarios y los simples jomaleros, Ios que tenian s que nada tenfan, se emparejaban en la manera de vivir sin INo se buscaba el dinero para darse una existencia cémo- servia para tres propésites: para ser tenido en mis, para ‘Herras y para enterrarlo. Era un gusto asistir a bodas y herra- ‘os bolsllos repletos de monedas de plata para que resona- ar y a la hora del baile, Era otra aspiracién ranchera la wir latifundios y recorrerlos de punta a punta en buenos Y era la més extrafia de sus preferencias la de coleccionar ‘de oro en cllas quo se ponian a buen resguardo bajo tierra, la choza, El espiritu del ahorco, la idolatria de la tierra y el tal asignado a Ja plata, eran tres elementos esenciales no valia mucho, $élo a medias era fuente de riqueza. ‘aumentaba espontineamente. Requeria de la mano del fe julio a octubre y casi 2élo para ordefiarlo. El quehscer is valor moral que econdmico. La ociosidad era un vicio y el ‘na virtud. Trabajar y ser bueno eran casi sinénimos, El tra- también el sentido de diversién. Alegria y trabajo no esta- y para los rancheros que vivian en sus tanchos, era in- e la existencia de los propietarios ausentistas. Ast pues, el hombre tenfa dor dimensiones principale: (la moral era) y una secundaria: Ja lucrativa.* | fuente principal de Tas aseveraiones conteidas en os cuatro itios ‘han sido lis coaversaciones con Jos anclnes y especialmente con don les Cardenas, Oras noticias fueron eepizadas en ia cereszondencia ob Dolores Palla 30 2EDID SIGLO EN BUSCA DE COMUMGy. LA SOCKEDAD RANCHERA Antes del fraccfonamiento de la hacienda de Cojumatlin las diferen. cias entre unos vecines y otrot eran casi todas naturales, Se distingu‘on por el color de ln pidl, el sexo, la edad, la estatura, el vigor fisico, la mayor o menor valentia, Ia inteligencia y otras cosas por el estilo, Una distinefén de eariicter social de suma importancia Ia producia ‘al apelliéo. Dentro de un régimen patriarcal y patrilineal contaba mucho la pertenencia a cierto clan o familia grande, Por otra parte, casi todos hacian las mismas cosas y eran igualmente pobres. A par- tir do 1861, empiezan a perfilarse nuevos rasgos de distincién. Se acentiia la especializacién en el trabajo. Irrumpen los que laboran y los qque no, pastores y labradores, artesanes y alggin comerciante. Hay quienes trabsjan lo suyo y para si, y quienes como medieros y aun ‘como peones trabajan en ajeno y parcialmente para otros. Ya se dis. tinguen también los ricos, pobres_y medianos. Comienzan a surgir los especialistas y las clases sociales. El trabajo, la propiedad y el capital crean diferencias antes desconocidas. Se produce, pues, un trastemo notable en la estructura social. Para no apartamos de la costumbre, diremos que se formaron tres grupos: aristocracia, mediania y proletariado. Considézense como aris- téeratas a Tos doce que sin dejar In vida en ol puoblo usufructuaban J produccién ranchera; se daban comodidades provenientes de sus ranchos trabsjados por otros; obtenfan recursos para sus oclos y ne- ftocios del esfuerzo de sus vaqueros, medieros y peones. Ast don Ma- uel Arias que acabé avecindindose en Guadalajara; don Francisco y don Rafael Arias, vecinos de Mazamitla; don Vicente Arregui, don Bartclo y don Pedro Zepeda, don Néstor y don Antonio Ramirez, instalados en Sahuayo; don Miguel Mora, que en 1867 compré el Nogal a Pedro Zepeda y lo administré desde su residencia en Pafe ceaarln, y don Rafael Quiroz y don José Guadalupe Sandoval, de Ji ‘quilpan y Sahuayo2> Coloquemos en la clase media a otros cincuenta jefes de familia propictarios de fincas generalmente més pequeiias ‘que las de los ricos, de un sitio o menos de extensidn, «ue viven en sus ranchos por lo menos durante el temporal de Iluvies, y que vigilan dircctamente el desarrollo de sus ganados y sementeras, cusndo n0 ordefian y siembran personalmente y que ahorran a costa de su bien- 3 Datos escuctos acerca dle los torratenientes ausentstas los proporeiona ¢l Archivo de Notarias de Jiquilpan; los de tipo ancedético provienen de la tadi- én familar, 31 -, Situemos en el tercer grupo a los trescientos jefes de irestantes, que en su mayoria servian, hacia 1870, de medieros, % yaqueros y peones en el Sabino, Auchen, Palo Dulce, Gua- Cemito de La Leia, Nogal, Ojo de Rana y Rosa, a los terrate- Tausentistas. Por la apariencia, por la vida que Mevaban, los de le mediania y los pobres, podfan confundirse, Gonziilez Toscano fue un hombre arquetipo de la cla- yun hombre prominente entre Jos moradores del Llono de ‘Nacié aqui en 1821. Era el mayor de los hijos de Antonio ez Horta y Lugarda Toscano. Aprendié de su padre el cultivo Smilpa, el manejo del caballo y Ia reata, el cuidado y uso de Jas “dems oficios agropecuarios. Acudié a un maestro del Durez- nm ensefiarse a leer, escribir y contar, Nadie sabe dénde adquirié pues fue gran rezador toda su vida, Para casare puso el hija de Vicente Pu Arteaga, el “rico” de la rancheria. ra enteramente pobre. Tenia a su favor el ser buen mozo, hono- ‘bueno para todo. Gertrudis, la pretendida, aspimba a un | de esas cualidades, aunque no tan pobre. Guadalupe dejé el Tefia a Ta puerta de la casa de Gertrudis; la hermana mayor i6 y lo quemé sélo para deshacerse de Gertrudis. festa, sin “habia dado el “si”. El tercio era para ella; el tercio habla sido fenfa que casarse. Del matrimonio nacieron seis hijes (Ci- n, Gregorio, Andrés, Bernardo y Patricio) y cuatro hijas Salomé, Lucla y Genoveva). Guadalupe era subarrendata- hacienda; Gertrudis ahorraba y escarchaba cera. B] era serio , bueno para su casi y bueno para la casa del pobre. En quin- do shorro juntaron él y. su esposa 750 pesos, que Tos dieron ter seflor de tierras y ganados en 1861; en 1987 compré de temporal y agostadero en El Espino, y por fin consiguié > del cerry de lus Pitahayas, Asi completé tieras suficientes ‘Yacunos; pero siguié siendo el més noble corazén de aque- Era para muchos como padre. Un rico de Cotija, don 0 Carranza, lo habilitaba sin formalidad alguns. Se levantaba que cl sol salicra; so acostaba dos o tres horas después de ta. La comida era muy sobria; el vestido munca dejé de con- iF en camisa y calzin de manta, huaraches y sombrero de soyate; era un jacal con cocina y dormitorio; el quchacer diario era iba de sol a sol; Ins ganancias se repartian entre 41 y los ne- 52 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE OMENS: cesitados, Era un hombre virtuoso; lo que se lama un santo. Don Cundalupe Conzilez murié en 1872 de un tumor en el dedo cordial ‘Los rancheros llevaban una vida pobre, pero no penosa, Su ideal do hombre era sencillo, Entre las cosas dignas se citaban el sudor, cl honor, el vigor, 1a bravura y Ia astucia, So estimaban sobre todas las cosas, las fuerzas fisicas, la destreza en el manejo del caballo y la au. dacia. Hin el hombre no se veian mal los vieios del cuerpo: la embria. guez, la edpula extramarital, el dormitar a la sombra de un arbol y cl tabaco. Fuera de las virtudes y vicios corporales, figuraba en Ia lista do su ideal el poscer privadamente tierra, mujer, ganado y oro. Por causa do las cosas poseidas tan a pecho nunca faltaron Ios altercados, las rifts y los homicidios. Por unos pasos de tierra, una mirada a la mujer ajena, el pasto que me comié la vaca dafiera de fulanito y lis monedas que Ie prosté y no mo devolvié zutanito, habla. duelos foro ces. Con todo, el honor y la buena fama eran las virtudes més peli- grosas y frecuentes. Lo normal era tratarse con respeto, pues la mi nima frrespetuosidad salfa cara. KI saber leer, escribir y contar s puro de moda. Los jefes de familia en las rancherfas solfan juntarse para pagar un maestro. En el Llano de la Cruz ensefiaron don Jesis G5 mez quo vino de Sahuayo y el alteio Pedro Torres. Bete avo que dejar el puesto por un Ho de faldas, Pretendian a la misma muchacha €Ly un ranchero valiente. Ambos recibieron el si, uno por las buenas y @1 otto por Ia fuerza. La mujer se fue a Cojumatlin a. propar bodas con el ranchero, Los rivales se fueron tras ella por distintos amines. Al bravo se le hizo consentir que la boda seria en la mis mayor, pero en misa primera el padre cas6 a la muchacha con el mac fro; al amanecer ya iban los recién casados atravesando la laguna Las habilidades acuestres y homicidas del engafiado resultaron inti les sobre el agua. La escuela alcanzé a muy pocos y no sustituyé a la erianza. La formacion definitiva del ranchero resultaba del trato y roce con el ambiente natural y Ia vida ranchera. Los nifios aprendian a. comet tirados en el suelo, Alli Tes Hagaban los “sopes” de masa cocida arr jadas desde el metate por la madre. Se ensefiaban a caminar, correr y trepar en y sobre los encinos, los caballos y los toros. Los habitos de conservacién de la especie se los mostraban los animales. Desde Pequefios se efercitaban en todos los quehaceres; a los nifios se les acomodaba como becerros, alzadores. pastores y blanqueadores de cen, y a las nifias como ayndantes de Ia mama en el jacal y en cl campo, El ideal de mujer segula siendo la mujer fuerte del evangelio. Por lo demis, sobre la mujer pesaba la mayor parte del trabajo HA trabajo nunca he sido agobindor ni de tlempo completo Son muy poder los que han vivide para trabajar De la pobreza de todos se pasé a la Aqui don José Martinez, duefio de 7a de algunos. as pesos fucrtes ps el moler en el metate el nixtamal, hacer tortillas, preparar a fda, asentar el piso. fregar, lavar, coser, zurcir, acartear agua, It il mario y los hijos, estar al pendfente do puercos y gallinas, ‘cera, amasar queso, tejer yen suma ocuparse en todas las esseras y todes las ocupaciones de casa al grado de no te- de reposo, Unicamente los hombres se podian permitir el ie Ia ociosidad y los de la generacién que sucedié a Ta de Jos? alupe Gonzélez, la de los nacidos entre 1834 y 1847, se lo per on en mayor cuantia que sus padres y hermanos mayores, y es- te Tos del grupo terratenente, y munca més alld de Tos Ik impuestos por el gobiemo de los anciznos, que eran los que pan Ja gutoridad. El respeto a los ancianos se mantuo incdlume2” jemos de la Repiblica, del Estado y del municipio tinica- .s¢ acordzban de los rancheros de la punta occidental del Dis- de Jiquilpm cuando alguno de ellos cometia alguna fechoria ‘hora de paga las contribuciones. Pasada la trifulea, el juzgndo de Fiquilpan y la policfa rural volvieron a la rigidez. acostum- para con los pobres. La circel se lend de presos “siendo los ot rifas y homicidios”. fn Jiquilpan una Administracién de Reatas del Estado y aparte, vsubalterna de ln Renta del Timbre, y ambas fueron igualmente tes en el cobro de los impuestos. ¥ como si eto fuera poco, lk fa de Ja Tesoreria municipal de Sahutyo era muy digna de El comportamiento de los funcionarios piblicos no ayudaba fen Ia tarea do infundir on los rancheros respeto y amor part d civil, For otra parte, la fidelidad del campesino hacia la pareefa incompatible con la exigida por el Estado. ‘al gobierno celesidctico y los mandamientos religiosos. Con Gt instruccién, sin culto piiblico y no exenta de supersticiones. Wida religiosa conserva su exuberancia. Una parte sobresaliente Ja constituye el trato directo, fisico, con seres del més alli. Pone en duda las apariciones del diablo y las Animas del pur- PLCs tao to reltivo a le vide social spunindo aqui so debe a testine- Peporcionados por Mariano Gonzalez Vieauce, Apolenia Oceiiera, Lu, gy Austin Concer Cardenas. lin Sinehez, op. ct, p. 107. a ‘MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNION gatorio; nadie de{é de toparse alguna vez con seres sobrenaturales, con fantasmas de varia indole** ‘Los ejercicios religiosos se multiplicaron. Un efercicio comin y comriente fue el rezo del rosario al amenecer y al snochecer. Muchos recorren diez y hasta veinte kilémetros pars ofr la misa dominical de alguno de los pueblos cercanos, Las imagenes de San José, Ia virgen de Guadalupe, San Juan, San Isidro Labrador y Santiago, son les mis frecuentadas. No es raro que los padres les repasen a sus hijos el Ri- palda. ‘Tampoco es insélito que st alguien sabe leer, lea en voz alta obras plas. Casi nadie prescinde de la confesién anual, el pago de los diezmes y el riguroso ayuno durante los 40 dias de la cuaresma, Esto no quita que los mandamfentos quinto y sexto se violen sin ninguna consideracién, La mayorfa se sabe el recado de principio a fin: padre nuestro, credo, avemaria, mandamientos, todo fiel..., yo pecador, Seiior mio Jesucristo...., In magnifica, las letanfas y numerosas jacu- Tatorias, Nedio duda de ninguno de los articulos de la fe. Para aque- Tlos campesinos el cielo, el infiemo y el purgatorio son tan reales como la noche y el dia, Otras tres coupaciones favoritas de los rancheros, ademés de re- zar, erin el juego, la fineta y la conversacin. Gustan principalmente los juegos de szar, y por encima Ge todo, el de naipes. Pero lo que se recibe con extrafios transportes de fbilo, son las fiestas. anuales de los herraderos. Alli se ponen de relieve todas las destrezas adqui ridas en la incesante lucha contra la raturaleza zcolégica; alli exhi- hen los mejores su habilidad en el manejo del caballo y la reata; alli se practica el toreo y Ia jineteada “al uso antiguo”. ¥ se adorna todo eso con misica de mariachi, con sones repletos de malicia, de ali- siones eréticas, de deseos encapsulados, con sones que incftan a bra- mat, aullar, relinchar y beber aguardiente hasta caer, La conversacién en derredor del fuego, de Ja Iuz roja del ocote, fue una distraccién muy frecuentada entonces. Oir y contar suceci- dos e historias era cl pasatiempo preferido desde la entrada del sol hasta las nueye de Ia noche, ¥ no cabe duda que hubo buenos reci- tadores dentro de un arte de referir muy escueto y un repertorio de temas muy limitado: hazafias de caballos y jinetes, labores de la tierra, “crimenes de los hombres”, pleitos y muertes violentas, suce- 908 naturales, aguaccros, rayos, creclentes de rios y los signos que se consideraban como rasgos del dia del juicio final: aquel cometa, aquella aurora, Venfan en segundo término las historias de bandidos Sein afirmacién muy repetida por los vielos de Ia regiln. 55 , los reouerdos de las “tineas”, los difuntos de ambos céleres, eitlos, las diabluras del diablo y de los vivales, los exentos a erético, las “relaciones” de tesoros ocultos y algunas historias Sans6n y Dalila, Tobias y el Angel Gabriel, José y sus her- ‘Adin y Eva, Moisés rescatado de las aguas del rio. Se recita- ‘versos ajenos y se hacian versos descriptivos y de burla, José Toscano (1834-1903) fue el rimador mis oido, Dejé corridos, ; chistes. Las dems ramas del arte eran menos frecuenta- madrugada; se intercambiaban coplas en los “papaquis” y eran escindibles Jos sones del arpa de José Leda en todos los fandan- se exitencia libre, semibérbara, alegre, jgualitaria, hubjera sido ea, sin el sentimiento de la zozobra, sin el temor a los malos es- iritus, a Ja “seca” anual que arrasaba con el ganado, a las sequias enales, a las heladas tempranas y tarcfas, a las pestes, al dolor ‘costado, a las viruelas, al “mal de Lézaro”, a las viboras, a los me- , a la muerte repentina, a la corrupcién de los cadaveres, a los nos, a tomar el mismo dia came de puerco y leche, al deshonor, a maledicencia, al amor no correspondido, a las malas artes de los a dejar verse la P en Ja frente, a encontrarse con difuntos, a ir sobre la cara los dedos helades de los aparecidos, a toparse yy especialmente a Ja ruptura de la paz, a volver a los tiempos quicos del bandolerisino, la violacién de mujeres y la leva. Peto sélo seis sucesos alteraroa Ia calma en el quincenio 1967- B2: la rebelién de Ochoa, las fechorias del "Nopal”, la gran hambre, visita de obispo, Ia nevada y-«l cometa. Lo de Ochoa es un episodio de In rebelién eristera, que abarca Estados de Michoacin, Querétero, Guanajuato y Jalisco, y se pro- durante la administracién del presidente Lerdo de Tejada para ar por Ja politica en materia religiosa: sobre todo por haber do a la Constitucion las Leyes de Retorma. En estos puntos, cabecillas Ignacio Ochoa y Eulogio Cérdenas, con 150 hombres caballecia, caen sibitamente a Sahuayo 9 de enero de 1874, A ir de entonces hacen victimas de toda clase de latrocinios y mo- sa los rancheros de la ex hacienda de Cojumatlén y zonas ale- . Al fin, cansados los vecinos de la regién y con el auxilio de 1ez, un jefe de acordada local, logran sbatir a Ochoa en Ia ran- a del Sabino. El cabecilla rebelde sitia al general Luna, que se encerrado en la finca de la hacienda; tiende un cordén de sitia- 56 AMEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNIGN, habia visto antes nada parecido. La novada le resté lucidez ta, Los cometas, como las visitas de obispo, eran raros, pero . Como los sefiores obispos, los cometas eran vistosos. La ¥y el brillo do la novads, la: plumitas de algodén y vidrio pecs. La nevada vino a cerrar la época que abrié la aurora ores por todos lados, menos el de Ia presa; en Ia noche, a nado, fucr- zas del coronel Gutiérrez unidas a los encargados del orden en la comarca y a Martinez, penetran al recinto sitiado; al otro dfa se abren f Ta vez todas las puertas de Ia finca, salen torrencialmente los sitia- dos, atacan a los de Ochoa, matan a cien, y a los restantes los pnen en fuga. Acabar con la fugitiva tropa dispersa fue un juego de nit ‘Ala sombra de los “antiguos cristeros” medré Francisco Gutiérrez, apodado el “Nopal”. A mediados de 1874 se fugS con veinte de sus compaiieros de In edrcel de Jiquilpan. Al frente de su gavilla de ex presidiarios convertidos en bandoleros “infundié terror y espanto en: tte los moradores de estos lugares por sus numerosos robos y horribles asesinatos".®” Como sucedia con Ochoa, batallones y regimientos ha- fan poca mella on los do Gutiérrez. Otra vex los rancheros s0 hicic ron jasticia por su propia mano. En perte por las fechorias de Ochoa y Gutiérrez y también por las holadas y sequia do 1876 y 1877, el hambro apreté en cl oocidente de Michoacén. En los ranchos ganaderos Ia falta de maiz no fue tan catastréfica como en las zonss resas. En ellas el grano se suplid con hh came. Como quiera, es0 afio sin maiz y sin frijol, se puso en Ih lista de los inolvidables. Muchas personas acudieron a Jiquilpen y Sabuayo, en agosto de 1881, para ver al nuevo obispo de Zamors, al sefiorial don Joss Maria Céizares y Martinez. Las visitas episcopales eran raras. Todavia re- cordeban algunos la hecha 2 Sahuayo por don Clemente de Jesis Mungufa en 1854, Fue menot coneurrida In que hizo, también a Sa- Iuayo en el afio de 1366, don Joss Antonio de la Pefia, Sélo los veci- nos del Llano de la Gruz y el Duramo disfrataron de la fugaz pre- sencla, on Mazamitla, de Pedro Espinosa, obispo de Guadalajara, La de Cizares tuvo atractivos suplementarios; aparte de las confirmacio- nes de rigor, hubo misiones dadas por “los pedres santos”, Todo pre- dicador era padeo santo para aquellas gentes Algunos viejos hablan ‘ido predicar en Mazamitla, y atin vivian de lo que les dijeron cuan- do Hegaron los predicadores del sefior Cécares.* Un hecho pavoroo tuvo Ingar en febrero de 1881. Después de muchos dfas de Hovizas y heladas “se desaté un viento hurseanado que apenas permitia moverse”. Del viento salié “una nevada que comenzé al anochecer y termind al clareas”. La nieve subié més de tres pulgadas, El sol amanecié mis brillante y radios que nunce. Esteban Chavez, op. ett, p. 40. % Namén Sinchez, op. ci, p. 131 % Ibid, pp. 164-165, Datos comunicados por Luis Gonzilez, Cindenss. eee ky TRES MOMENTOS DE LAS MESETAS DE JURUNEO Y TOLUQUILLA. gp ee T1450 DE CHAPALA rx nermmse el gobierno de don Porfirio Diaz como una époce v ‘dad econdmica, consolidaciin de Ia nacionalidad y ura. Don Daniel Cosfo Villegas ha demostrado que la paz por- (no fue tan general ni tan firme como se supone.* De cualquier ‘comparada con Ia de cualquier periodo anterior desde la in- sndencia, parece més sélida. Don Pedro Henriquez. Urefia asegura ‘a prosperidad porfiriana sélo elcanza a las capas supcriores de cién.? No por eso deja de ser deslumbradota con sus tenes, juinas y palacios, Tempoco cala muy hondo la consolidacién na- ‘por medio de la educacién publics, la promulgaciin de eddigos ‘Propaganda nacionalista, pero no se pueden ignorar las escuclas mbrantes del positivismo, la varia codificacién y el difundido ser- fento “de una patria pemposa, mukimillonaria, honorable en el te y epopéyiea en el pasado’.* Ia dictadura y el etciquismo bién tienen sus menos. El dictador se muestra patemal y oportu- ay no toda su cauda de caciques es por igual espinosa. En todo Tas virtudes y los vicios de] régimen de Diaz son notorios en las dades; cunden en vastas superticies del México rural, pero n0 pe- ‘en todos los rincones del pals.* 4 Daniel Casio Villegas, “El Porfirato: era de comsolidici6n". Historta Me- (is-set, 1963), XI, nim. 1, pp, 7687. ‘Retro Henriques, Ureia, Historia de la celtsra en la América Hispinics, MV rotn Une Ve ez, Velarde, Ei Lesa y to Virgen ae sociale porfiriana. eee eqinlan Ja hee sai de oles “Goneiles Novae! El Porte, Vide sonal, en Daoie Coso Villas, Historie Moderna do Mestco. i 50 0 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNIN De los ingrodientes del porficiato, tinicamente uno afecta de modo directo a la viearia de San José de Gracia: la paz. Acd no llegs nin- guna de las modernas vias de comunicecién y transporte construidas por el régimen. Tampoco innovaciones técnicas ni capital extranjero alguno. Ni uno solo de los productos de exportacién nacional se pro- duce aqui. Esto queda olvidado por el gobiemo de la Republica, por los gobernadores de Michoncin, por los prefectos do Jiquilpan y, en ‘buena medida, por los municipes de Sahuayo y los jefes de tenenci de Cojumatién. Como de costumbre, queda al margen de la vida Diiblica. Aqu{ nadie se pereata de quo los odios preferides de Porfirio Diaz y sus corifeos son la libertad de expresiin y de trabajo. Aqui ho se sufren los abusos de los jefes politicos; aqui no se recae en el latifundismo, ni se eae on el peonaje. Sélo so respira la paz y a su sombra entra en escena una generacién de rancheros més venturosa que las precedentes, que hace crecer y prosperar su pequefio mundo casi sin ayudas exteriores, y sin ninguna oficial, Desde 1818 se habian sucedido en la zona alta de la vicaria de Cojumatién cuatro generaciones de hombres: la insurgente, la del blera grande, Ia del oélera chico y la de Ia aurora boreal, La pri mera generacién cumplié valientemente con su doble cometido de repoblar 1a porcién montatiosa de In hacienda de Cojumatlin y de combatir a Io birbaro Ia bacbarle zoolégica, Fue aquella generacién de patriareas la que devolvis a la domesticidad Jos vacunos y equi- nos salvajes, Ia que ahondé loberas, trampas donde quedaron sepul- tadas muchas alimafias; la que Iimpis do malas hierbas los terrenos. Sus miembros fueron sabelotodo y alegres.? En cambio, os hombres de Ta generactén del cdlera grande, los nacidos entre 1803 y 1817 la asaron mal, La generacién del odlera chico, Ia de los nacidos entre 1818 y 1833 tuvo algo muy importante a su favor: el fraccionamiento y la venta de Ja hactenda de Cojumatlin en 1861. ‘Tuvo otra coyun- ura venturosa: se le injerté sangre nueva. También le dieron brillo has personas de empuje: los cinco Antonios Martinez, los Chiver del Espino y ef Tiznade, los Pulido y Gonzilez del Llano de la Cruz, especialmente José Guadalupe Gonzélez. Por lo que sea, los de esta Zeneracién implantaron, de una vez por todas, el eprovechamiento més o menos integral del ganado, en especial la suceién e industria, Wacién de la leche. Fue la generacién que le hizo el primer hoquete a Ja barrera del eutoconsumo y Ta economfa natural y, por lo mismo, Ja primera generacién adinerada, la tnlea que después de Martin © Vid. supm “tres entradas”, 6 geano, Just6 porciones considerubles de plita y or, ya para cnsan- “sas tierras, ya para ponerlas 2 buen resguardo bajo tierra, ya [que las gastara Ia generacién siguiente en la que militaron mu- ebrios, finetes, hombres de pistola de chispa, charros plateados, -y mujeres que le dieron calor y sabor a la vida ranchera, pero julos de indole econsmica. A tareas de gente seria se dedica- tra vez cien jefes de familia de la gencracién de la nevada, jefes toman el mando en los 80 del siglo nx; en los principios de la Ja generscién de Ta nevada militan los nietos de los insurgen- Mics hijos mavores de los beneficiados con el fraceonamiento de siendla de Cojumatlén, o sea los nacidos entre 1843 y 1862, los niifcs y adolescentes padecieron los sustos y zozobras de Tas | de Reforma, Intervencién, Segundo Imperio y Cristera, y por 9, ¥ por set en gran parte propietarios, son pacificos, amantes [orden y no exentos de codieta. Es una geveracién que no con ice Ia marcha general del pais. Va con la corriente, No em sia , una generacién homogénea. Tampoco lo fue la insufgente 0 muy activa, También la generacién de Gusdalupe Gonzalez fue heterorénea y muy emprendedora, La generacién de la ‘como las dos generaciones dinémicss, construiré sin estar ' veces por emulacién. Hay entre sus miembros diferencias mar y de clase, No ammonizan generalmente los pueblerinos rcs, ni siquiera los nativos de un rancho con los de otro. a suele haber diferencias entre las familias grandes, pero no como el distanciamiento entre ricos y pobres. miembros més acaudalados de la generacién pacifista y cons- dtiva no vivian, por regla general, en sus ranchos. Asi los Arias de Mazamitla y Gundalajara, sefiores de mis de 10000 hec- de Ia mitad de toda la tierra comprendida desde 1888 en la de San José; los Mora, vecinos de Pajacuarin y duciios desde @T do la vasta extensién del Nogal; los Zepeda, moradores de Sa- 0, El Valle y Mazamitla; Rumires y Arregui, de Sahuayo; San- ¥ Quiroz, de Jiquilpen; seis familias quo tenfan a su nombre ‘euiarta parts de In tierra, Y esta aristocracia terrateniente y av- uefia de las tres caartas partes del conjunto, no sélo posefa lades aqui. De don Manuel Arias, ductio del Sabino, se dice tenia otras seis haciendas, y no mucho menos ricos y orguiloscs n los demis grandes propietarios. Los mis vivian holgadamente, nos en vastas residencias citadinas, atendidas por numerosa ser umbre. Mandaban a sus hijos a buenas escuclas y la familia Mora 2 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE coMuNIbN ‘vio a uno de sus yastagos convertirse en arzobispo de México, Mu- chos practicaron el deporte de prefar « las hijas de sus trabajadores: muchos se dedicaron al ocio del juego y los paseos. Como quiera, hay que reconocerles empuje constructive, descos de aprovechar sus fin- cas lo mejor posible, haciendo abrevaderos para ganado, multipl cando ordefias ¢ intentindo modestas audacias industriales, como cl molino de harina que don Manuel Arias puso en Aguacalicate." ‘Los que pueden considerarse como de clase media de la genera- cin pecifista 0 de la nevada, al contrario de los ricos, viven aguas y secas en los ranchos de su propiedad o en Jas rancherias préximas a sus posesiones. Asi, los grupos de pequetios propietarios del Llano de la Cruz (Ios hijos y hermanos de don Guadalupe Gonzilez Tos- cano y los herederos de don Vicente ¢ Isabel Pulido}, del Saucito (los hijos de don Antonio Martinez), de San Miguel (Abraham y Fileméa Aguilar, Simén Contreras, Antonio Cardenas y los hermanos Ortega, Felipe y Ramén), de la Estancia (los hijos de don Antonio Barrios, menos el misico que renuncié a su herencia y se quedé a vivir en Cotija), de San Pedro (los Rodriguez, hijos del caporal, José Maria Higareda y Luis Garcia), del Izote, Bresia y Tinaja (los Ri y los Ruiz Pamplona) y del Espino y China (Trinidad y Vicente Chivez, Valeriano Cardenas y los Fonseca). Todos estes propietarios menores, ya solos, ya con el auxilio de pocos vaquerps y labrantines, se entregaban en cuerpo y alma al beneficio de sus tierras y ganados en particular, y al mejoramiento de la zona en general. Mas que en darse a sf mismos bienestar y cultura, pensaban on dérsclos a sus descendientes. En general prescindieron del ocio por extrema dedi- cacién al negocio. Al contrerio de los ricos, le tenian gran amor a la tierra." El tercer grupo de la generacién de la nevada lo formaban Tos sin tierras: vaqueros, medieros, modestisimos artesanos y peones. La ma- yorla de este proletariado trabajaba para los propietarios grandes y vivia (con poca libertad, aunque no en la servidumbre de los peones cl latifundismo perfiriano), en las propiedades de los seiores. Uni camente los desposefdos del Llano de la Cruz (dos docenas de fami- lias) la pasaban sin seitor, alquilando su trabajo aqui y allé, arriando mulas, blanqueando cera, haciendo mecates o poniendo vinata. To- dos, libres y menos libres, tenian To bastante par pasarla pobremente, sin posibilidades de ahorro, Eran tan adictos a la tierra como los pe- «Ea las rapa del acveducto dl melo eth gabada on eine la fecha ‘de 3853, EI moliro operd alrededor de cinco afos. eaitine Ie fe Mid sop apes B etarios, y més adelante colaborarfan en el desarrollo de ni desinteresada y alegremente.* “Los cuatro hombres de la generacién de la nevada mas distingui- ‘como promotores del desarrollo fueron por orden de edad: Gre- ‘Andrés y Bernardo Gonzilez, del Llano, y Juan Chavez, de ‘Aquellos tres hijos de don Guadalupe Gonzilez y Gertrudis do; éste de Vieente Chives y Ana Marla Tejeda. Gregorio nacié 350, Andrés en 1952; Bernardo en 1857 y Juan en 1859. Les en- Bi a leer, escribir y contar don Jestis Gémez. De sus padres apren- a los oficios campestres y las reectas dol buen vivir. Gregorio Jan eran bromistas; Bernardo serio y Andrés solemne. Se dies que mnidad y la extrema compostura las aprendié en el pueblo. és, ierdo adolescente, estuvo en Cojumatlén para limarse. Apren- ‘all la caligrafia, el arte de “las escrituras” (contratos de compra pagerés, testamentos, actas, recibos). Andrés recibié el don fla Tetra; Juan cl de la ciencis; Bernardo el del negocio y Gregorio | de le religion. Juan fue duedo de variados talentos y exploré varios oficios: la , Ta fabricacién de jabones, Ia medicina, In cirugia y otras ‘mecinicas. Em imperioso para los campesinos averiguar el cur- Ts Tlavias, saber cudindo empezarian las agues y cudndo Hove- 'y cbmo, Don Juan invents un sistema de pronésticos, Exigian mujeres algo cue las liberara de la eschvitud del metate; don am se ingenié para construir un molino de piedra, un molinito ca- ‘que remoliera cl nixtamal. Careefs. Ia gento do la regién de al- que supiera los secretos para toda clase de dolores y padeci- tos, Don Juan se aplica al arte de la medicina; llega a saber el do multitud de mixturas, jarabes y aceites. Don Gregorio también explord muchos caminos: ejercié el comer- Ja ganaderfa mayor y menor, la apicultura y el blanqueamiento ‘cera, En 1882 se hizo de su primer rancho, La Tinaja, adonde ‘con su familia en tiempo de ordefia. Cuando algunos fuereiios on de venir por lus productos de esta regién, don Gregorio. ini § sus largos viajes a la capital a donde llevaba queso, puerees y lo s0 ofrecia, Desde joven tuvo ordetia, rebatio de ovejas y piara, mo era Ja economia su vocacién. En Jo que fue tinico fue en la | Lo historia biblica y el catecismo del padre Ripalda eran fuentes de su inspiracién. Nadie Ileg6 a saber tantos rezos como ni Gregorio; rezos para cantar y para decir. * Los dos apuntados aqui han sido distraides del Archivo de Notarias de pa, Archivo Paroqual de Cojumitlin y la tadleién ral 64 ‘MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNION Los cuatro se distinguieron por Jo piadoso; los cuatro eran tam- bién hombres de negocios, pero en Ios tratos ninguno aventalé a Ber- nardo, que legarfa a ser un terrateniente y ganadero de fortuna. Cada uno en su especialidad, todos con don de gentes, trabajaron para ellos y para todos. Su obra mayor fue la de haber conducido a sus coterri- nneos desde la vida ranchera hasta la pueblerina.’ Hubo un dia en que Ia falta de este tipo de vida se dejé sentir La sintié principalmente la clase media. rnchera. Los ricos ya la disfrutaban; vivian en Mazamitla, en Jiquilpan, en Sahuayo, ea El Valle. Vivir en un pueblo tenfa sus recompensas de todo orden. A un pueblerino le em mis facil vender y comprar. El pueblo daba ma. yores garantias al dinero, Ia honra y Ja vida, Contra las acechanzas de los pronunciados, los bandoleros, y aun contra las del demonio y los conderados, lo mejor era el pueblo, En todo pueblo residfa un sacerdote y habia un templo, Los pueblerinos jamés se alejaban de sus difuntos, pues tenfan camposanto a Ia orilla del pueblo. Para con- vivir con vivos y muertos se necesitaba Ia comunidad pueblerina, En tun pueblo podtan lucir la belleza, los trajes y Jas virtudes de las mu- chachas. También Ia educacién de los hijos era més facil en une poblacién, En el pueblo habia mercado, tiendas, comerciantes, plaza, muchachas lucidoras, escuela, maestros, artesanos, orden, autoridad propia, iglesia, sacerdote y comenterio, La clase media ranchera ansiosa de cambio, podia optar por dos caminos: ir a vivir a cualquiera de los pueblos vecinos o fundarse uno, Los rancheros de otras tres zonas de la meseta ya habjan ele- sido; se acababan de hacer sus respectivos pueblos: El Valle, Man- zanilla y Concepcién de Buenos Aires, éste més conccido por Pueblo Nuevo. Los de la ex hacienda de Cojumatlén seguirfan ¢] mismo camino. Ya eran suficientes para congregarse; en 1895 Tlegaban a tres mil. Habia tres rancherfas grandes: Ojo de Rana con un centenar de habitantes, El Sabino con 125 y e] Llano de la Cruz con 217.#* Auchen andaba alrededor de los setenta y cinco habitantes y San Miguel cre- cfa a toda prisa. Cualquiera de estas rancherfas se podria convertir en pueblo. Tres de ellas presentaban dificultades a causa de los ricos; 8 éstos no les convenfa ni les convericfa Ia idea del pueblo. Algunos €e Sin Miguel querfan el pueblo alli, pero prevalecié la opinién de ® Los dats biogtfins do lo patvtaras provienen de bs archivos puro: pln de Cofsnatin, Sazamida'ySan Jae sabre tol de infoen ciea dos as y fame aah lado 2 in “auton Geet Cabas, Deseo zeogiice, hidéen a ‘es Estados Unidos Mexicanos, y APC, libros de bautismos. aie) srandes terratenicntes. Unicamente en el Llano de Ia Crur, la mis Mie de las rancherias, no habia ricos que aguaran la idea de hacer pueblo. El Llano no era el medio natural mis adecuado, pero si qiedio humano mis oficaz para realizar Ia idea paciSN pe San Jost ne Gracia s una de las veces en que el padre de Cojumatlin yino a ofr la ale ma confesign de un moribundo del Llano de la Cruz, lo acompaié gano Esteban Zepeda, hijo de las buenss familias de Sehuayo. on yuso a Tos rancheros que levantaran una capilla en= ° fee Todos asinteron y nado hizo nada. El dico- e convitié en presbitero y fue nombrado cura de su pueblo natal La idea de levantar capilla en el Llano de la Cruz se habia do, Ahora el sefior cura Zepeda pensaba fundar una poblaciéa a plaza, su templo y sus calles a cordel. La coyuntura se pre- al fnalia® el ano 1887 Hatonses leg Sauayo en vst pas fosé Marla Cézares y Martinez, Con ese motivo algunas per- a iano de la Graz seudieron a Sabuayo, llevaban a sonfrmar riaturas. El sefior cura Zepeda Hamé aparte a los Waneros y Tes amor a fundar ona poblaién ali en s era, ean 8 su tu 1e nos dé el permiso correspondiente”. Luego les dio Hnstoclones para ubordar al obispo. Haba que hincarse delante “A; besarle 1a eaposa; Ia esposa ern el anillo que Hevaba en la Gerecha; no se fueran a confundir como lo hizo el bobo que ‘a.uma dama de alcurnia sentada al lado del sefior obispo. “Tos del Llano de ln Cruz se fueron a ver al sefior Cizares. Era hombre digno de verse. Trafa muy bien puestas las vestiduras de ‘oficio; se sentaha majestuosamente. Todas las calles estaban ador~ ‘con papelitos de china. Las miisicas de aliento no paraban de los cohetes. Todo el pueblo andaba tirando El sefior obispo ora serio y para respetnrse, Gregorio Gonzi- ze dijo a lo que than, El obispo pregunté si no habia algin pueblo ca del sitio donde querfan fundar el suyo. Le dijeron que si, que zamitla. “Esto esti mal”, dijo él. De todcs modos los avtorizé Hacer Ia fundheén, Al salir de al se fueron con el sfior urn "les dijo el padre Zepeda, “allé yoy a trazar el pueblo”. Peicnto cl 8 demaro ise cuando un mozo leg al Llano dela Cruz con Ia noticia de que alli nomis venia el sefior cura con ‘Mucha gente. Los hombres se meticron a sus casas a ponerse sus pan- 66 MEDIO SIGLO EN BUSCA DE COMUNIGK talones charros y a peinarse la barba. Sc mand6 a unos chiquillos “que fueran a docirles a Jos que andaban en sus quchaceres de la lle. gada del pedre", Otros chiquillos corrieron a traer tortillas, came y Jo que hubiera en las rancherfas cereanas. En cso llegé la comitiva, La formaban los principales de Sabuayo; ademis del sefior cura, el Presidente municipal don Tomis Sinchee, el boticario don Estanislao Amezcua, don Melesio Picazo, don Pedro Zepeda y algunos més. Tam. bién venfa dofia Refugio, la hermana del sefior cura y otras mujeres Todos. comieron bien, En Ia tarde, en asamblea del vooindario, se traté sobre Ia forms de conseguir dinero para sacar adelante la fundacién, Primero habli el sefior cura que entonces no tenfa ni treinta afios de edad. Luego don Tomas Sinchez (este si viejo y colude) propuso colectas y sifas, Allf en Ja junta misma se colectaron, en promesas, mis de cien pesos Algunos de los vecinos quedaron en dar vacts y novillos; otros puer- 05, gallinas 0 puro trabajo, Unicamento don José Dolores Zepeda {seria porque era de Mazamitla) dijo que él daba para que no se hiclera el pueblo, Otros quedaron en dar y al itimo no dieron nada. Al otto cia se deliberé sobre el Tugar adecvado para funder el pueblo. Unos dijeron que el Ojo de Agua y otros que Ahuanato, Se escogié In loma que se Ievantaba enfrente de las casas del Llano de Ja Cruz, hacia donde se pone ol sol, només pasando el arreyo. La Toma era de José Maria y Luis Gonzilez: Toscano; estaba llena de nopales, miagueyes y huizaches; sus duetios aceptaron verder lotes. Se fijé el sitio exacto donde estarfan In plaza y el témplo. Con una yunts de bueyes, con sureos bien derechos se mareé el perimetro de la plaza y la manzanz del templo; aquf se enterraron reliquias de santos; se ‘trazaron otras siete manzanas rectangulates. Después todo mundo so fue a comer, Se comfa entonces en punto de mediodia. Durante le comida se ‘traté el asunto del nombre. Se le podia dejar el da Llano de la Cruz, pero lo mejor era ponerle otro, Cémo se lo iba a decir llano si estaba fen una Toma. Seria hueno ponerle nombre de un santo, pero la vorte celestial estaba muy poblada. Dofia Refusio, Ia hermana del sefior cara dijo: “Pénganle San José; hoy es 19 de marzo, dia del patriarca José", Todos estuvicrm de acuerdo, y sepa quién le agregé a San José el de Gracia, Cuando se volvié 1a comitiva ya esto se lamaba San José de Gracia, (Asf terminé el primer acto.) 3 Datos comniendas por Lule Gucilez Clrdenas, de €7. alos deeded ovina del Loo vo le Graz © hj del fants Creaie Gane pao: Son Gregorio Gonziilez Pulido se encargé de promover y dirigir rica del templo. Mucha gente anduyo metida en la apertura de mientos, Se hizo un hondo vallado en forma de cruz; se llené , Segin las indicaciones de Marces Pulido, el primer maes- = obras. Luego llegé un albafil para asesorar en el levantamien- Jos muros de adobe; don Atanasio Alonso habla dado muestras @r un buen albafil en ote pucblo nuevo, en Concepcién de Bue- hires; él era oriundo de Tepatitlin, en el corazén de los Altos.'* Mientras unos ponian mano en la obra de Ia iglesia, otros levan- sus hogares dentro de la traza del pueblo. Eran casas diferen- Jas de antes, Todos los muros se hicieron de adobe. Ya casi nadie de varas y lodo ni techos de zacate en la traza del pue- ‘adopt6 el sistema constructivo de las poblaciones Son ademis, y no lo sefiala Sinchez, religiosos hasta el fanatismo. EI padre Othén era de la clase media sabuayense. Se acabé de formar en el seminario de Zamora que fundé el sefior Cézares en 1864 y donde ensefiaban, aparte de gramitica latina, filosofia escolés- tica y teoloxfa, una moral rigida y el desdén y el odio haela Ios go- Diernos emanados de In Reforma. El padre Othén era alto y rebusto, sakuayense hasta las cachas, cristiano al uso antiguo. Fue puesto por 1 obispo Ciézares de vicario en Sen José con Ja misién de modclar tuna sociedad pueblerina naciente, y él enviado se encargé de hacer un pueblo a imagen y semejanza del de Sahuayo y del ideal de vida aprendido en el instituto de Zamora. "infundfa el amor a la lectura en la gente joven. El padre iba de casa Entre 1891 y 1900 so consumé la fundacién, El templo se puso en mi casa haciendo obras de misericordia y cjerctabs a los demis en servicio. El maestro Francisco Gama (feo, picado de viruelas, ex co- Mas, Todo el pucblo y las rancherfas lo consultaban. f] dictaminaba ronel del Segundo Imperio ¢ iracundo) les hizo entrer las letras y 4 jue habia. que darle a Ja nitia enferma; proponfa medios pera aman- Jos nimeros a medio centenar de nifios desde 1896 hasta que quedé SF al marido pegador; decia cimo se confeccionaba un retreto. El dire Othén le orgenizaba vistesas recepciones al obispo y los misio- 5 que lo acompafiaban en sus visitas pastorales. (Su Tustrisima predicadores volvieron en 1893, 1896 y 1000. Las tres veces i 4% Informante: Luis Gonzilee Cindenas. También le confiem- cio Beer ‘También APS, libro de confi 29'Ramén Sinchee, op. cit, p. M7. 2 ‘MEDIO SICLO EN BUSCA DE CoMENISs: Partieron confirmaciones y ejercicios espirituales. En todos los ¢jer- ‘fo de la Pasién hasta el puerto de las Milpillas; de alli sal- eicios se lord copiosamente). El seior obispo Cézares queria mucho fala cima del cerro de Larios, luego al Palo de le Labor; y en al padre Othén y mucho mis lo querian y respetaban sus parro. ‘seguirfa por el fondo de Ia barranea de los Fremos** Lo qian. nido fue promulgado por Porfirio Diaz el 17 de diciembre de EI pueblo prospers con don Othén tan ripidamente, que ya cn dado a conccer el 5 de febrero de 1888. 1895 era manzana de discordia entre los estados de Michoacén y gausi de que los josefinos no hayan querido ser jaliscienses es Jalisco, El gobierno de Jalisco, con base en vagos derechos coloniales, . Como toda aldea del mundo hispanoamericano, San Joss sostuvo que el salfente suroccidental de la ex hacienda, o sea todos ‘desde su fundacién, su aldea rival. Fue, por supuesto, Ja mis los terrenos y rancherias situzdas al sur de una linea trazade de |x Mazamitla, a s6lo dos leguas de distancia. Si los josefinos Aguacaliente a Ia punta del cerro de Larios, eran jaliscienses. Para aceptado pertenecer a Jalisco, hubieran quedado, por lo resolver este problema de limites y otros surgidas entre ambos es ‘sujetos a Mazamitla, que ya era cabecera municipal. dos, se formé una comisién téenica encargada del desiinde, La com ‘Pueblos divididos por un rio, como lo dice la etimologia, son pue- sién trabal6 desde 1895 hasta 1897 y se sirvi6 de asesores rancheros, ivales. Entre San José y Mazamitla s6lo habia un arroyo, por- entre ellos Gregorio Gonzélez Pulido. Gracias al estudio minucioso sa altura todavia no es rio el de la Pasién, Como quiera, desde de téenices se fijeron detalladamente los linderos de Michoacdn en era Mazamitla el pueblo que quedabe més a mano para te~ el extremo geste y, por afiadidura, Ia linde de Ja vicaria de San José ‘como enemigo. La Manzanilla estaba més distante y unida con por les lados norte, sur'y poniente. La comisién dictaminé que cl de sangre a Ja gente de San José, Ademés, aquel pueblo ya te- Unite nérdico de esa vicarla y también de la nariz que tiene Michoa- “su rival en Concepcién de Buenos Aires. También el Velle de ‘edn hacia donde el sol se pone, era ‘la linea comprendida desde cl ‘tla o de Judrez tenia pleito casado con Quitupan, Ni a los certo de In Angostura hasta El Molino”, esto es, “la Iinea marcada José ni a los de Mazamitla les quedaba otro camino; debian por Ja cumbre de aquel cerro, la cima del cerro del Portillo, la cabe- pueblos hostiles. La gente de cada uno de los dos pueblos estaba ora do la baranea de los Azulillos, el lindero de las Cebollas, In Joya, f@ tener mala opinién de la gente del otro pueblo, Tampoco Ja desembocadura de a barranca del Soromutal, media falda del pro. faltar las rifias a pedradas entre los muchachos de ambas lo- montorio de San Pedro, desembocadura de la barranca del mismo nombre, cuesta del Izote, media falda del cerro de la Organera y Mo- “A San José le tocé un rival mayor y de mis peso que él, Mazami- Tino de los Coyotes, junto al rfo de Ia Pasién”.* Los comisionados de fn_por lo menos cuatrocientos afos de vida; era wma comunidad ambos gobiemnos estatales convinieron sin dificultad que por Ia parte ica. Sufrié algunos reveses en los primers siglos de la Co- Poniente fuera cl limite ef rfo de la Pasién, desde el Molino hasta ‘Pero se mantuvo como la poblacién més importunte de la me- donde se junta ese rfo con el arroyo de Aguacaliente* Disputaron fa y In Sierm ddl Tigre, Nada se le comparaba en cuarenta kiléme- sobre Ja posesiin de San José y sus alrededores. Los josefinos expre- 9 ala redonda. Su nombre soné mucho durante la lucha insurgente. saron claramente su desco de ser mnichoacanos. Michozcén alegé que ‘empezar Ia vida nacional comenzs a tener dificultades con los San José y sus contornos “jamés han pertenecido a Jalisco” y sostuvo blancos. Llegaron los criollos y no para fundirse con la gente su interés eu wuservar ese pueblo “porque es una poblacién de por- del lugar, Los rubios se instuluron como sefiores de los abori- venir" Por fin se acvpté quo Ia linca divisoria continuara remon- es. A finales del siglo xxx ora ya un pueblo dividide en dos castas, oh) pueblo mestizo, Tenia el doble de habitantes que San José de 2 Sobre a ida y.vitodss dd P, Othin,atestiuaron.moches pesos itaneaba un vasto territorio. SBat Comrie, Cirtens, do 8 als de edad; Marla Pulido de 2 hs de Be 1600 la vicarla do San José de Gracla quedé Ulen dalimtiada: © honomnen oe coe a © mis de 230 kilémetzos cuadrados de superficie" un pucblo y as, 3 Limiter enire Michoseda y Jaco. Colecién de documentos oficiales. Mo- ell, 1696, p. 82 ¢ ee 23 Op. ot, ps 83. + AMS, Libre de Acuctdos del H. Ayuntamiento, eo 1898 y op. cit, p45. faites ae Michoocdn y Jalisco, p. 83. Ha perce se obtuve midtendo con un plastmetro Ix paite corespon-

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