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Instalar un sistema de seguridad no implica ni acredita que quién la instale sepa sobre
seguridad. Más aún, el 80% de los denominados instaladores desconoce por completo
los fundamentos y métodos analíticos que rigen la especialidad; prueba de ello es que
ante el delito cometido, los delincuentes siempre se terminan llevando y vandalizando
los sistemas de seguridad que estos instaladores vendieron y les colocaron un cartelito
que dice “Sonría, por su seguridad lo estamos filmando” (¡?)
Estas personas desconocen cómo opera el delito ni cómo tomar una contramedida de
defensa, entre otros. La responsabilidad y las consecuencias los superan.
Hace una semana, un conocido de las fuerzas policiales me contactó para pedirme
opinión sobre un suceso que, a todas luces parecía extraño: un comercio importante de
la región que contaba con cámaras de vigilancia, sistema de alarma y rejas había sido
robado sin inconvenientes.
Le indiqué que la razón era evidente: cada uno de esos elementos, al estar instalados sin
tener en cuenta su misión fundamental –la reducción del riesgo- solamente había
aumentado las vulnerabilidades del lugar. Proporcionaban lo que en nuestra
especialidad se denomina la “falsa sensación de seguridad”, es decir: creer estar
protegido cuando en realidad resulta ser igual a no instalar nada.
Si las tres barreras de defensa se hubiesen instalado de forma tal que operaran
minimizando el riesgo, las vulnerabilidades podrían ser reducidas a “Cero”. Es decir:
nunca lo hubieran robado.