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DEL HACER AL PENSAR EN CONTABILIDAD

José Rafael Zaá Méndez

A manera de introducción

El grafema Contabilidad lleva implícito en su estructura etimológica, el dualismo técnico


científico del Hacer y del Pensar, pues la locución latina contare connota, por una parte, la
práctica cuantitativa de transacciones, bienes, servicios, propiedades, obligaciones, haciendas,
patrimonios, etc., de manera tal que puedan registrarse, clasificarse, resumirse, analizarse
matemáticamente e interpretarse en una dimensión financiera; y por otra, la narración
explicativa de los hechos que configuran el objeto de la contabilidad. En una primera
aproximación cabría aceptar que ambos ejercicios, práctico y teórico, se complementan con el
objeto de configurar una expresión del saber científico en este campo. Para el desarrollo de la
primera dimensión, el Hacer Contable, se requieren conocimientos matemáticos, estadísticos,
metodológicos y procedimentales; y para la segunda, el Pensar Contable, es necesario el
manejo amplio, profundo y riguroso del lenguaje de la contabilidad, sus métodos científicos, los
niveles de lógica de esta disciplina, los aportes de otras ciencias, el cuerpo argumental, y en
fin, el estatuto científico contable, para poder interpretar, comprender y explicar los objetos de
los cuales se ocupa la contabilidad.
Uno de los accidentes lingüísticos que más ha influido en el hacer contable es la unión de la
raíz del verbo contare (cont) y el sustantivo latino Tabula-ae, que significa tabla, de donde
surge la palabra contabilidad, la cual se ha entendido como el proceso de cuantificar hechos
mercantiles y exponerlos en una dimensión plana, horizontal, para que sean observados
objetivamente en un ciclo temporal y en un espacio determinado, lo que constituye un
antecedente de la bidimensionalidad en contabilidad.
En ese proceso histórico de evolución del saber contable, la matemática cartesiana y la física
newtoniana hacen un aporte significativo al hacer en contabilidad, fortaleciendo la idea de la
bidimensionalidad espacio-tiempo, y potenciando la teoría de la partida doble, que constituye la
viga fundamental de la arquitectura de esta ciencia.
Al pasearnos por la historia del pensamiento contable, observamos que la evolución de este
humano saber va desde los rudimentos y desempeño de un oficio, hasta la conformación de
una técnica de procesamiento de transacciones económicas, para convertirse, finalmente, en
un quehacer científico. En este tránsito hay un peso significativo del Hacer, lo que le ha dado a
la contabilidad un lugar subalterno en el concierto de las ciencias sociales, económicas y
administrativas; hasta el punto de considerársele como una técnica, o a lo sumo un arte, que
tiene como objeto servir de apoyo a la economía, a la administración y al derecho. Ha sido en
la segunda mitad del siglo XX cuando en medios académicos de muchos países, los
investigadores y pensadores de la contabilidad han hecho un esfuerzo importante en la
construcción del necesario cuerpo teórico epistemológico para dar a esta disciplina su
categoría de ciencia, a través del Pensar la Ciencia.
En la actualidad, los esfuerzos de los pensadores de la contabilidad se orientan hacia la
construcción de nuevos saberes, mediante enfoques paradigmáticos novedosos, ensayando
nuevos métodos de construir la ciencia, observando objetos nunca antes considerados; pero
sobre todo, enriqueciendo el lenguaje como instrumento para el desarrollo del pensamiento
contable. Esto ha permitido ampliar las fronteras científicas de la contabilidad, poniendo en
práctica métodos de investigación cualitativos frente a la hegemonía del método cuantitativo, lo
que abre las posibilidades para una corriente de pensamiento que podría denominarse
Narratividad Contable.

El hacer en contabilidad

Hay profesiones liberales que constituyen básicamente el ejercicio de artesanías. Entre ellas se
encuentran, la medicina, la ingeniería, bioanálisis, trabajo social, etc. Estas se sirven de
muchas ciencias para llevar a cabo su objeto y prestar un servicio. La contaduría también ha
sido considerada como una de estas profesiones artesanas. A pesar de basar sus prácticas,
métodos y procedimientos en los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados (PCGA),
se apoya en leyes de la física, teoremas y axiomas matemáticos, postulados económicos y

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principios administrativos; lo que la convierte, por una parte, en apoyo técnico de otras
profesiones, y por otra, en un oficio estético que permite cumplir con obligaciones
empresariales y garantía de certidumbre en la toma de decisiones. La orientación hacia el
hacer que tienen los estudios universitarios de contabilidad ha reafirmado y contribuido con
esta concepción artesana de la carrera contaduría pública. Al colocar este asunto en una
perspectiva científica notamos que se tiende a confundir el ejercicio de la profesión de
contaduría pública con la ciencia que le sirve de tejido fundante, es decir, la contabilidad. Esto
hace que se conciba indistintamente a la contaduría pública y a la contabilidad como una
artesanía, o lo que es lo mismo, un oficio técnico y estético.
Una de las características comunes de los estudios de contabilidad y el ejercicio de la
contaduría pública es el énfasis en la praxis y la aplicación de métodos y procedimientos para
resolver problemas o describir situaciones económico-financieras en términos cuantitativos.
Este hacer contable ha inclinado la balanza científica a favor del oficio en detrimento del
pensar la contabilidad.
Esta preponderancia del hacer sobre el pensar la contabilidad refleja la herencia histórica del
rol de la contabilidad como apoyo técnico de otras disciplinas y oficio subalterno carente de
sustento teórico e intencionalidad científica, lo cual ha relegado este saber a la práctica de
rudimentos primitivos. Esto hace que, paradójicamente, los sorprendentes y vertiginosos
avances de la informática pongan en peligro la permanencia de la contabilidad en el concierto
de las ciencias sociales y la existencia de la profesión de contador público. De lo anterior se
desprende, que si no hay mayor preocupación por pensar la contabilidad, en función de la
creación de teoría, revisión de principios, puesta en práctica de nuevos métodos y construcción
de nuevos objetos de esta ciencia, la misma estará condenada a desaparecer.
La contabilidad ha sido hasta ahora como un lienzo que resume el hacer contable donde se
observan dimensiones cuantitativas de la economía, la administración y el derecho, expresadas
en un lenguaje objetivista que facilita el estudio económico financiero y las explicaciones
científicas de estas ciencias.

Pensar la contabilidad

Para pensar la contabilidad es indispensable un logos contable, un discurso propio, un código


lingüístico adaptado a los principios y estatuto científico de esta ciencia, que permita acceder a
distintos niveles de lógica y que se refleje en un lenguaje lapso, comprensible, desprovisto de
alambicamientos innecesarios y confusos. Este recurso necesario para pensar la ciencia se
debe ir construyendo a través de rigurosos procesos de investigación, conversatorios y tertulias
científicas, intercambio de conocimientos con investigadores y grupos académicos de otras
ciencias, diálogos de saberes en clase, seminarios y otras actividades de universitarias.
A la par de un amplio y profundo manejo del lenguaje de la contabilidad, para pensar esta
ciencia también es necesaria la aplicación de métodos apropiados de análisis, interpretación,
comprensión y construcción teórica. Es aquí donde juega un papel fundamental el
conocimiento de sólidas estructuras epistemológicas y metodológicas, así como el tracto
filosófico cuyo trasfondo paradigmático define la fisonomía de la contabilidad como ciencia. En
este sentido hay que hacer esfuerzos para profundizar en el pensamiento contable de todos los
tiempos, con el propósito de apropiarse del método o métodos de abordaje de los objetos
estudiados por esta ciencia y a la vez acercarse a sus contemporáneas tendencias.
De igual manera, pensar la contabilidad requiere la lectura analítica e interpretativa de la
teoría contable; en ella encontraremos no solo la evolución de este saber humano, sino
además, los puntos de partida para seguir reflexionando y ampliando su espectro científico. El
estudio de la teoría contable conduce en una primera aproximación hasta los Principios de
Contabilidad Generalmente Aceptados, los cuales constituyen las columnas fundantes de la
contabilidad. Un ejercicio hermenéutico sobre los mismos garantiza el conocimiento de la teoría
medular que facilita el pensar la contabilidad.
Hay una tendencia entre los académicos, investigadores y científicos en general a dejar de
pensar la ciencia desde dentro; de esta manera se abandona la suficiencia y prepotencia
epistemológica de explicar y demostrar supuestos o hipótesis con base en los propios
principios y tautologías de cada ciencia. En la actualidad los esfuerzos de indagación se inician
en la periferia, desde las fronteras o desde otras ciencias concomitantes. En este sentido,
pensar la contabilidad nos obliga a recurrir a postulados matemáticos, principios de la física,
teorías biológicas, sociales, jurídicas, económicas y administrativas. Esta estrategia científica

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fortalece las estructuras internas de la ciencia contable y consolida la relación con las ciencias
que la apoyan.
Pensar la contabilidad conduce a la concepción de nuevas variables o categorías ontológicas,
probar nuevos enfoques paradigmáticos, ensayar métodos de reflexión científica desde una
perspectiva cualitativa, interpretar los fenómenos contables con base en nuevos referentes
filosóficos; pero fundamentalmente, abandonar el excesivo objetivismo y las prácticas
esquematistas y recetarias, para asumir que la realidad contable es tan compleja como los
objetos de otras ciencias; y que tal realidad no solo se expresa mediante cuantificaciones, sino
también a través de la narratividad científica donde el lenguaje de la contabilidad juega un
papel protagónico.
Esta incursión en nuevas formas de pensar la contabilidad no debe sacrificar el rigor y fiabilidad
científica, más bien debe confirmar su carácter de ciencia y enriquecer su estatuto teórico. Al
respecto surge la inquietud de cómo asumir estos retos que nos presenta el devenir de la
contabilidad; y la respuesta es: se aprende a pensar, pensando; a construir, construyendo; a
filosofar, filosofando.

Conclusión

Para concluir quiero llamar la atención acerca del papel subalterno que ha tenido la creación
científica en contabilidad, la poca importancia que se le ha dado a la investigación; y frente a
estos débiles procesos de construcción de nuevos conocimientos, el descomunal predominio
de la ley, que establece reglas, métodos y procedimientos contables, muchas veces reñidos
con los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados, donde subyacen profundos
errores de tipo epistemológico. Hemos asistido a un desarrollo del hacer contable a través de
la ley y de normas creadas por organismos no científicos, sino más bien reguladores por
cuanto son centros de poder. Podría decirse que el hacer contable se ha fortalecido en
detrimento del pensar contable, disfrazándose muchas veces con el ropaje de actividad
científica.
Lo anterior presenta más que una problemática de investigación, un reto para iniciar una
cruzada de fuerte teorización científica, en búsqueda de otros enfoques y objetos de
pensamiento en contabilidad, con una actitud socrática al preguntarnos por todo, dudando
cartesianamente de cuanto se diga o se haya dicho en contabilidad; y haciendo ejercicio
hermenéutico para ir hasta los más recónditos parajes de la nueva ciencia a través de la
interpretación, comprensión, explicación y narración científica.

Referencias bibliográficas

Zaá, José (2010). Pensar la Ciencia Contable. Compilación de Artículos Propios. Fondo
Editorial de la Federación de Colegios de Contadores Públicos de Venezuela, en Revisión Para
su Publicación. Caracas, Venezuela.

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