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No es lo mismo ser racional que ser

inteligente
Por DAVID Z. HAMBRICK y ALEXANDER P. BURGOYNE 22 de
septiembre de 2016

¿Eres inteligente o racional? Esta pregunta puede sonar redundante,


pero en años recientes los investigadores han demostrado lo distinto que
son estos dos atributos cognitivos.

Todo comenzó a principios de la década de los setenta, cuando los


psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky llevaron a cabo una serie
de experimentos que mostraban que todos, incluso las personas muy
inteligentes, tendemos a la irracionalidad. En una amplia gama de
situaciones posibles, según revelaron los experimentos, la gente
usualmente toma decisiones basadas en la intuición más que en la razón.

En un estudio, los profesores Kahneman y Tversky pedían a la gente que


leyera el siguiente esbozo de la personalidad de una mujer llamada
Linda: “Linda tiene 31 años, es soltera, franca y muy brillante. Estudió
filosofía. Cuando era estudiante, le preocupaban las cuestiones de
discriminación y justicia social, y también participaba en
manifestaciones antinucleares”. Luego les preguntaban a los sujetos cuál
era más probable: A) Linda es cajera o B) Linda es cajera y feminista
activa. Ochenta y cinco por ciento de los sujetos escogieron B, aunque
desde la lógica, A es más probable (todas las cajeras feministas son
cajeras, aunque algunas cajeras pueden no ser feministas).

En el problema de Linda, somos presa de la falacia de la conjunción: la


creencia de que la concurrencia de dos eventos es más probable que la
ocurrencia de uno solo. En otros casos, al juzgar la probabilidad de los
eventos, ignoramos información sobre su prevalencia. Dejamos de
considerar explicaciones alternas. Evaluamos la evidencia de manera
que sea congruente con nuestras creencias previas, y así seguimos. Al
parecer, los humanos somos esencialmente irracionales.

Sin embargo, a partir de finales de la década de los noventa, los


investigadores comenzaron a añadir un giro significativo a esa opinión.
Tal como el psicólogo Keith Stanovich y otros observaron, incluso los
datos de Kahneman y Tversky mostraban que algunas personas son muy
racionales. ¿Quiénes son estas personas más racionales? Es de suponer
que son las más inteligentes, ¿cierto?

Falso. En una serie de estudios, el profesor Stanovich y sus


colaboradores pidieron a muestras grandes de sujetos (por lo general
varios cientos) que llenaran pruebas de juicios como el problema de
Linda, además de someterlos a una prueba de coeficiente intelectual
(IQ). El hallazgo más importante fue que la irracionalidad (o lo que el
profesor Stanovich llamó “disracionalidad”) se correlaciona de manera
relativamente débil con el IQ. Una persona con un IQ alto tiene las
mismas probabilidades de padecer disracionalidad que una con un IQ
bajo. En un estudio llevado a cabo en 2008, el profesor Stanovich y sus
colegas presentaron a los sujetos el problema de Linda y encontraron
que aquellos con un IQ alto eran, en todo caso, más susceptibles de caer
en la falacia de la conjunción.

Con base en esta evidencia, el profesor Stanovich y sus colaboradores


introdujeron el concepto de coeficiente racional (RQ). Si una prueba de
IQ mide algo como los caballos de fuerza de la inteligencia en crudo (el
razonamiento abstracto y la habilidad verbal), una prueba de RQ
mediría la propensión al pensamiento reflexivo: alejarse del
pensamiento propio y corregir sus tendencias defectuosas.

También hay evidencias ahora de que la racionalidad, en contraste con la


inteligencia, puede mejorar si se le entrena. En un par de estudios
publicados el año pasado en Policy Insights From the Behavioral and
Brain Sciences, la psicóloga Carey Morewedge y sus colaboradores
pidieron a los sujetos (más de 200 en cada estudio) que respondieran a
una prueba para evaluar su susceptibilidad a caer en distintos sesgos en
la toma de decisiones. Luego, algunos de los sujetos vieron un video
sobre el sesgo en la toma de decisiones, mientras que otros jugaron un
juego interactivo en computadora diseñado para reducir el sesgo a través
de simulaciones de toma de decisiones en el mundo real.

En los juegos interactivos, después de cada simulación, una revisión


instruía a los sujetos sobre sesgos de toma de decisiones específicos y les
daba retroalimentación individualizada sobre su desempeño.
Inmediatamente después de ver el video o recibir el entrenamiento a
través de la computadora, y luego después de dos meses, los sujetos
respondieron una versión distinta de la prueba de toma de decisiones.
La profesora Morewedge y sus colaboradores encontraron que el
entrenamiento por computadora llevó a reducciones estadísticamente
mayores y más durables del sesgo de toma de decisiones. En otras
palabras, los sujetos se mostraron considerablemente menos sesgados
después del entrenamiento, incluso después de dos meses. La
disminución fue mayor en los sujetos que recibieron el entrenamiento
por computadora que en quienes lo recibieron a través del video (aunque
en este último grupo también fue grande). Aun cuando hay escasas
evidencias de que cualquier tipo de “entrenamiento cerebral” tenga
algún impacto en la vida real sobre la inteligencia, puede ser posible
entrenar a las personas para que su toma de decisiones sea más racional.

Por supuesto, es poco realista pensar que alguna vez vayamos a vivir en
un mundo donde todos sean completamente racionales. Sin embargo, al
desarrollar pruebas para identificar a los más racionales de entre
nosotros, y al ofrecer programas de entrenamiento para disminuir la
irracionalidad en el resto, los investigadores científicos pueden dar a la
sociedad un empujoncito en esa dirección.
David Z. Hambrick es profesor del Departamento de Psicología en la Universidad
Estatal de Michigan, donde Alexander P. Burgoyne es estudiante de posgrado.

INTELIGENCIA, PSICOLOGÍA, RACIONALIDAD

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