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sa mafiana. Mateo se levanté opti- mista. Es decir, antes de poner un pie en el suelo supo que ese dia serfa mejor que el anterior. No podia precisar por qué, pero tenfa la sensacién de que algo bueno le iba a suceder. Era una de sus mafianas libres. Por eso, decidié que era el momento indicado para hacer el trémite. Tomé el desayuno de siempre, aungue esta vez agregé un poco de mermelada a su tostada con margatina, y se dirigié a la sucursal mds cer- cana del Banco. No tenfa apuro. Entré al lugar dispuesto a perder una hora o mas. Siempre era jo mismo al momento de pedir préstamos. Pero él Hevaba bajo el brazo la carpeta con todos los documentos necesarios. Conocfa la rutina. No le caus6 novedad encontrarse con el saldn atestado de inquietas guirnaldas humanas; tampoco le imports. Avanz6 lentamente hasta un meson, sacé un ntimero de la mAquina y se apoyé en una de las paredes a esperar su turno. No le molestaba el ir y venir impaciente de algunas personas a su alrededor. Estaba tranquilo, casi feliz, pensando en lacompra del equipo de musica que habia visto en el tiltimo catélogo comercial del diario, cuando lo sobresalté la voz gruesa de un individuo. Mateo pudo apreciar, a pesar de la distancia, las venas infladas y rojas en el cuello del hombre. —jUstedes no saben, no tienen la menor idea del valor del tiempo! jEI tiempo vale oro! jOro! jOro! jNo voy a perderlo con personas ineficientes, ni con este Banco ni con nadie! Su voz parecié rebotar en el cielo y caer sobre la cabeza de todos. Elhombre tard6 solo unos segundos en llegar ala puerta de salida dejando tras de si una estela de manotazos en el aire, murmullos y un par de empleados estupefactos. No era la primera vez que Mateo escuchaba aquella frase, pero quizds por el aspecto elegant del hombre (por lo menos a él le parecié asf), © quizds por la forma en que la dijo, © 18 vor firme y segura o el furor con que habia dejado el Banco, el asunto es que ia frase se le incrusto en el cerebro y no lo abandoné mas. En realidad, la frase “el tiempo vale oro” no lo dejé disfrutar tranquilo la alegria de haber conseguido el préstamo a 12 meses y la expec- tativa de tener pronto un equipo de miisica nuevo ni beber en paz el café de media mafiana. No Je permiti6 almorzar ni leer relajado Jas rev que siempre se conseguia en el kiosco camino a su trabajo. Tampoco, dormir, porque en suefios la frase se le duplics, triplicé, quintuplicé, se le hizo mil frases dichas por miles de bocas de distintas formas, y miles de voces de diferentes tonos e intensidades; la frase convertida en cientos de venas hinchadas y rojas cayendo desde el cielo. Por mas que al dia siguiente traté de deshacerse de ella, lo inico que consiguié fue que la frase se le hiciera ahora Unica, indivisible, avasalla- dora. La frase enorme ocupé todo su cerebro, todos sus otros pensamientos arrinconados, agazapados, aplastados por la frase “El tiempo, el tiempo vale oro”. La frase no lo dejaba oir ni ver ni pensar en otra cosa que no fueran las palabras “vale oro”. Sobre todo eso; “vale oro”, Mateo podia ofrla mas y mas fuerte, sentia sus pulsaciones en cada parte de su cuerpo, en las plantas de los pies, en la punta de sus dedos, “Vale oro. El tiempo vale oro”, @ . Sin embargo, no fue sino hasta casi las Ultimas horas de la tarde cuando, como un chispazo en medio de Ja oscuridad, la fantdstica, la inigualable idea iluminé su rostro. Fue justo en el momento de asomarse por el pequefio ventanal de su departamento. Encima de sus narices los techos grises, las viejas antenas en desuso, laropa descolgandose desde los balcones, haciendo mas sombra a los manchones de las murallas. Alla abajo, en la vereda, los tarros y las bolsas de basura apilados a la espera del camién de la municipalidad, que cada dia tardaba mids en pasar. La frase otra vez desbocan- dose desde el recuerdo del hombre del Banco. Una boca imaginaria, la lengua tersa y roja, la divula al fondo como un péndulo detenido: {El tiempo vale oro! jOro, oro! Mateo dejé entonces escapar la frase por su boca. Por primera vez. aquellas palabras fuera de su mente, concretizandose. Casi podia pal- ee parlas. -—jEl tiempo vale oro! —gritd, asomandose por el ventanal, los brazos extendidos hacia fuera—. jEl tiempo sf, sf, sf! jVale oro! —susu- rr6 finalmente, casi temblando de emocién. Dos En realidad, la frase “el tiempo vale oro” no lo dejé disfrutar tranquilo la alegria de haber conseguido el préstamo a 12 meses y la expec- tativa de tener pronto un equipo de miisica nuevo ni beber en paz el café de media majfiana. No le permitié almorzar ni leer relajado Jas revistas que siempre se conseguia en el kiosco camino a su trabajo. Tampoco, dormir, porque en suefios la frase se le duplicé, triplicd, quintuplicé, se le hizo mil frases dichas por miles de bocas de distintas formas, y miles de voces de diferentes tonos e intensidades; la frase convertida en cientos de venas hinchadas y rojas cayendo desde el cielo. Por més que al dia siguiente traté de deshacerse de ella, lo nico que consiguié fue que la frase se le hiciera ahora Unica, indivisible, avasalla- dora. La frase enorme ocup6 todo su cerebro, todos sus otros pensamientos arrinconados, agazapados, aplastados por la frase “E] tiempo, el tiempo vale oro”. La frase no lo dejaba oir ni Ver ni pensar en otra cosa que no fueran las palabras “vale oro”. Sobre todo eso: “vale oro”, Mateo podia ofrla mas y més fuerte, sentia sus pulsaciones en cada parte de su cuerpo, en las plantas de los pies, en la punta de sus dedos. “Vale oro. El tiempo vale oro”, ‘ io - Sin embargo, no fue sino hasta casi Jas ultimas horas de la tarde cuando. como un chispazo en medio de la oscuridad, la fantdstica, la inigualable idea iluming su rostro. Fue justo en el momento de asomarse por el pequefio ventana! de su departamento. Encima de sus narices los techos grises, las Viejas antenas en desuso, laropa descolgandose desde los balcones, haciendo mas sombra a los manchones de las murallas. Alld abajo, | _ en la vereda, los tarros y las bolsas de | .. basura apilados a la espera del camién de Ja municipalidad, que cada dfa tardaba mids en pasar. La frase otra vez desbocdn- dose desde el recuerdo del hombre del Banco. Una boca imaginaria, la lengua tersa y roja, la ivula al fondo como un péndulo detenido: {El tiempo vale oro! jOro, oro! Mateo dejé entonces escapar la frase por su boca. Por primera vez aquellas palabras fuera de su mente, concretizdndose. Casi podfa pal- parlas. —jEl tiempo vale oro! —grité, asomandose por el ventanal, los brazos extendidos hacia fuera—. El tiempo si, si, si! ;Vale oro! —susu- rr6 finalmente, casi temblando de emocidn. Dos pequeiias y brillantes gotitas de sudor’se desli- zaron por su frente. La idea agrandéndose mas que las palabras. jAhf estaba la soluci6n a todos sus problemas, la satistacci6n asus mas ocultos y pequefios deseos! Se sintié esttipido pensando en sus irrelevantes suefios, su anhelo de salir de la mediocridad €n que vivia, la pequefiez de sus aspiraciones. Ahora podria obtener mucho mds que aquellas pequefias cosas, mucho mds, infinitamente mds que un equipo de misica o un par de Zapatos de marca. jYa habia encontrado la forma de hacer dinero! ;Acababa de encontrar una nueva forma de hacer dinero! jY él estaba dispuesto a utilizarla! jEstaba seguro de que el suyo era un negocio que no existfa! ——jVoy a vender tiempo! —murmuré una yotra vez— jEso voy a hacer! jVoy a vender tiempo! sa noche Mateo pudo dormir un poco mejor. Aunque s6lo un poco, porque la idea de hacerse rico ven- diendo su tiempo lo puso bastante inquieto y, a la vez, lo hizo sofiar con las miles de cosas fantasticas que podria tener: una casa enorme donde recibir a sus amigos. sus nuevos amigos. porque de seguro tendria muchos nuevos amigos. y delicias para servirles, verdaderos banquetes si se le antojaba, autos de lujo, yates, hasta avionetas para ir a dejarlos nuevamente a sus casas y que asi nadie desconfiara de que realmente era una persona rica e importante como los ricos y famosos de la televisién. Ya no le cabfa la menor duda: jEI tiempo era caro! jVal{a oro! Por lo tanto, se haria millonario. Iba a vender tanto tiempo como pudiera. Tenia bastante, porque su trabajo sélo le exigia algunas horas de dedicacién, # oy Podrta vender el que le sobraba, y siem- pre le sobraba, siempre tenfa tiempo para regalar. El tiempo es algo que no se puede palpar ni ver. Pero se siente. Se extrafia. “> Hace falta. Hasta a él, a veces, le hacia : falta. Sobre todo cuando se quedaba ~ dormido y, después de levantarse apu- radisimo, tenfa que salir corriendo del departamento para poder llegar a la hora a su trabajo, con el pan envuelto en una servilleta para poder comér- selo a escondidas del patrén en algun momento de la mafiana. Si. El estaba seguro de que habria cientos, miles de personas que desearfan comprarlo. Muchas. Porque habia miles, quizas millones,con muy poco tiempo. El siempre lo habia escuchado en todas partes: “No tengo tiempo”, “Me falta tiempo”, “Estoy tan escaso de tiempo”, “El tiempo no me alcanza para nada”, “Cudnto daria por tener una hora mds, unos minutos mds, un dia mds”. Tan sélo un poco de tiempo mas. 8 kk Aldia Siguiente, se levanté muy temprano. Tenia Muy importante que hacer, Antes de ir a su I RI trabajo pondria el aviso en el diario. Sé miré en el espejo de su dormitorio. Tendrfa que buscar un buen gimnasio para bajar un poco la panza, que ya le estaba comenzando a ensanchar Ja cintura. No le gustaba su porte, siempre habfa anhelado ser mas alto; bueno, eso era algo dificil de solu- Clonar, aunque se convirtiera en un hombre rico. jPero su facha si iba a cambiar! Esta iba a ser la ultima vez que se pondrfa aquella chaqueta imitacion de cuero y, desde luego, no tardarfa en ir donde el mejor estilista, uno que le diera un look nuevo, de hombre nuevo. Se miré la nariz grande. Su madre siempre le decia que aquella nariz era vestigio de la sangre noble que corria por sus venas. Sangre azul. Cerré tras de sila puerta del departamento y se dirigié ala agencia mas cercana del diario mas importante del pais. Sin dudar un solo instante, solicité un aviso grande, destacado, que se llevé, la mitad del dinero que habfa conseguido en el Banco. No le import6. Después que comenzara a vender su tiempo, esa cantidad no tendria la menor importancia. Seria como un pelo de la j cola de un gato. Lo primero que iba a ser era \ pagar los préstamos, se pondria al dia con sus tarjetas de crédito y con las fnancieras. Por fin podria respirar tranquilo, dormir en paz. | @ SS Por largo rato se qued6 mirando el AViSO gue habia ordenado. El aviso decia asi: Sin duda, aquella mafiana Mateo termi Sentirse muy satisfecho. Y no era Pp Dentro de muy poco. al dia siguier el aviso circulara por todo el pais, él comenza- ria a convertirse en'un hombre rico. Mientras caminaba rumbo a su trabajo, los drboles le parecieron més verdes, el cielo mas azul y la brisa mas fresca que nunca. Se demoré un poco conteniplando las aves, los Jardines, y disfruté con las risas y los Juegos de algunos nifios en una plaza cercana, Después, mientras presionaba el bot6n para permitir la salida de los autos en el estacionamiento en que trabajaba, comenz6 a organizar mentalmente la forma en que venderfa Su tiempo y a cuanto, porque el precio era una cuestion de trascendental importancia. Lo completamente claro era que debian pagrselo en oro. Porque esa era la tinica forma NO por ara menos, hte cuando de pagarlo. Asi Jo decfa la frase, la bendita frase que habia escuchado esa bendita mafiana en que se desperté con ia idea de que aquel iba a ser un buen di{a. Intuicién. También tendrfa que tener un lugar donde guardarlo. ~-En cuanto me paguen mi primer espacio de tiempo ~se dijo—, iré a comprar una caja de seguridad para guardar el oro. Lo siguiente serfa depositarlo en un Banco. Elegiria el Banco que menos problemas le habia puesto para darle préstamos, o tal vez el que le hab{a cobrado menos intereses por los crédi- tos de consumo. Después de unos dias, con mas calma, veria en qué exactamente lo iba a gastar. Al fin y al cabo, él no era un tarambana, un loco que no supiera con claridad le que tenia que hacer... y justamente esta idea brillante de vender su tiempo lo estaba demostrando., Antes de salir del turno, fue donde su patron, le pidio libre el dia siguiente y decidis que iba a pasar por una tienda a sacar a crédito un buen traje para verse respetable cuando Iegaran los , potenciales clientes. Le gusté la palabra > potenciales. Cada una de las personas que ; ahora podia ver y aun las que no estaban ni siquiera cerca de él, eran potenciales clientes y ni siquiera lo sospechaban. Entré a un mall, vitrined largo rato y al fin escogi6 un terno oscuro que le vendria bien con una corbata arayas y unos zapatos de punta ovalada. Termin su compra con unos calcetines y camisa del mismo tono, que también combinaban con la corbata, y ademas un pafiuelo de seda par colocarse en el bolsillo de Ja chaqueta. El sabia cémo vestirse para esas ocasiones. Siempre estaba al tanto de Io que se usaba en el momento, se daba el tiempo de revisar minu- ciosamente los catélogos de las tiendas que llegaban a su domicilio, miraba detenidamente las vitrinas y, ademas, le gustaba ir a dar vuel- tas por la Bolsa y los lugares concurridos por empresarios. También era un fiel comprador de aquellas revistas en Jas que se resalta la vida Social, Con noticias del jet-set, del mundo de la television y de la farandula. Ahora entendia el Porqué de aquella casi obsesi6n; en realidad, su destino estaba concebido de antemano, de alguna _ manera él siempre habia sabido que alguna vez _ 2 @ tener tanto dinero como deseaba, quizés del que deseaba, mucho mas, Profecia. a a madrugada siguiente lo pillé despierto. A decir verdad, casi no durmié, Se pasé lamitad de la noche yendo de alla para acé. Acomodando los muebles de su pequefio living para poder atender a sus clientes, repasando una y otra vez la forma en que contestaria el teléfono, el tono de yoz con que hablarfa y, finalmente, cual seria el mejor precio para vender el tiempo. Caro. Muy caro. Muy, muy, muy caro. Aunque en un comienzo sdlo Hamaran un par de clientes, no iba a bajar el precio. Después de todo, el tiempo es algo muy preciado, muy necesario, muy escaso y, sobre todo, era SU TIEMPO. Cuando estaba tomando desayuno, antes siquiera de que aclarara totalmente, se le vino ala cabeza una idea terrible. Quizas por esa cuota de mala suerte que siempre se empecinaba €n acompafiarlo, pensé que talvez el aviso no habia aparecido, o que lo podian haber publicado con otro ntimero telefénico, por alguna equivo- @ Reeser cacidn, Yauna vez le habia sucedido al tratar de vender una bicicleta de ejercicio que tontamente se babfa comprado en la creencia de que iba a usarla todos los dias. El entusiasmo por la bici cleta le habia durado tan sdlo la primera semana. Para no perder completamente el dinero, decidid yenderla un poco mds barata de lo que estaba en el comercio. El aviso salié con otro precio. Un precio menor al que é] le hab{a puesto. Por esa razon, no Je qued6 otra alternativa que tener la paciencia de estar toda la maitana dando expli- caciones a las personas que Iamaron. Todas ___ respondian desilusionadas que lo que habia a Hamado su atenci6n era precisamente el ___ bajo precio. Finalmente, habia decidido no venderla, porque si era tanta la gente interesada en una bicicleta de ejercicio, \ por algo debia ser. Ahora sabia que 4 habia sido una buena idea no haberse _) desecho de ella, Un azar del destino. La bicicleta le iba a dar una imagen diferente. Una imagen de triunfador. Pensiindolo bien, en las peliculas norte- ‘anas siempre salfan los tipos mas s, influyentes, a menudo el actor haciendo ejercicio en bicicleta alla blanca puesta al cuello y, lo = ea mas importante, tenfan la bicicleta en la casa, en un lugar especial claro, un minigimnasio con otros aparatos como pesas y colchonetas y trotadores. Tal vez seria conveniente, para la imagen del hombre exitoso que deseaba crearse, dejar asi, como al descuido, la bicicleta de ejer- cicios a la vista. El recuerdo de la bicicleta sacé de su mente | el temor de que el aviso no hubiese aparecido publicado. Lo mantuvo ocupado sacando la bici- cleta de Ja pieza de trastos Viejos, limpidndola, sacandole brillo y dejéndola a la vista de los clientes. La puso en su pieza, cerca del pasillo, y dej6 la puerta entreabierta para que aquellos que ingresaran al departamento la vieran mientras él iba por un café a Ja cocina, La gente siempre mira y hurguetea lo ajeno en esos minutos en que el duefio de casa debe responder una Ila- mada telef6nica o ir por algo a la cocina. Ellos se enterarian inmediatamente de qué clase de persona era él. Y ademds, valorarfan més su tiempo, que no era un tiempo cualquiera. No es lo mismo el tiempo de un bueno para nada gue el de un profesional 0 el de un empresario como él. Sf, eso les tendria que quedar muy claro en la conversacién inicial. Después de ordenar la bicicleta y, por deci ma vez, los muebles, dos ceniceros en Ja mesita de centro, uno en la del costado, aspirar la alfombya y echar, un poco, sdlo un poco de desodorante ambiental aroma de bosque, se fue a la ducha Bran apenas las seis de la mafiana, pero ya no podia soportar la espera. La ducha fue cor Generalmente sus duchas eran més largas, pero si iba a vender su tiempo, sintié que era impres- cindible comenzar a ahorrarlo desde ya. Nunca més perderlo en duchas eternas ni en paseos inttiles por el parque. Iba a tener que cuidarlo muy bien. Su tiempo, mas que ningtin otro tiempo en el mundo, sf que valfa oro. Después de la ducha se visti, se salpicé con su loci6n favorita y se sent en el living junto al teléfono, a esperar que alguien llamara. Estaba €n eso cuando lo asalt6 nuevamente la idea de que el aviso no hubiese aparecido. Se dijo que lo mejor era ir de inmediato por el periddico. Esa era la tinica manera de asegurarse de que el aviso habia sido publicado tal y como é! queria. Alsalirdel edificio, sintié el frfo de la mafiana. Eraun frio seco, las pequeiias cuchillas de viento lastimaron sus Ojos. El ruido de motores lo sor- Prendié; después de todo, desde hacia horas no €scuchaba otra cosa que no fuera su propia voz. Hizo parar un taxi y le pidié al chofer lo Ilevara al quiosco mas cercano. No iba a ser facil encon- trar un quiosco abierto a esa hora de la mafiana. Faltaban algunos minutos para las siete. Se sintié algo extrafio cuando tuvo el aviso ante sus ojos. Lo encontré debajo de un reportaje sobre enfermedades gatunas. Su aviso relucia en el centro de la pagina tal y como él lo habia encargado. No demoré mucho en volver al departamento con el diario bajo el brazo. Al cerrar la puerta tras de si, percibid con nitidez el silencio de la habitacion, el orden, el aroma a bosque nativo. Todo estaba bien. Todo, tal y como Jo habfa planeado. Iria a su pieza a acomodarse el traje, a ordenarse el cabello y volveria al living para poner uno de los Ultimos compactos que habia comprado. Por el teléfono se debiao especial. Una miisica suave Nlamara, una muy buena imp fr una mtisica que diera, al que resion, Debid permanecer sentado hasta las die mafiana antes que sonara el teléfono por pri vez. Temblaba cuando tom6 el auricular. Escuché, al otro lado, una voz yaronil, seca. —jHabla Mateo Mateluna? Mateo respondié con un “er” “si” que habia pronunciado en su vida; de ente tal vez, sabia, enten distinto a todos los alguna forma, inconsci dfa que en ese momento comenzaba su otra vida, la de verdad, su vida nueva € importante. —jUsted es la persona que vende tiempo? —preguntd 1a voz. —Si. —Mire, yo soy un hombre muy ocupado, es decir, tengo muy poco tiempo ni siquiera tengo tiempo para irasu oficina a comprarie el tiempo que necesito. jHay alguna forma de hacer la transaccién sin que tenga que ir yo por alla? {Por Internet, tal vez? Mateo pens6 rapido. No habii potenciales clientes tal vez no paraira comprarlo. Menos, en a través de Internet. Contest6 sin demora: -_-Déme su direccién. Yo pase por st oficina a dejarselo. Tengo el tiempo suficiente. a previsto que los tuvieran tiempo vender su tiempo El hombre, al otro lado, hizo un gru- flido. —Esté bien —respondi6—. iY cémo lo vende? {Es decir, lo vende por dias, meses, aijios? En ese preciso instante, Mateo se dio cuenta de que no se habia dado el tiempo suficiente para planificarlo todo bien. En suexaltacién yentusiasmo.no ‘SF pens6 en cudnto tiempo iba a vender, —~ ; tampoco en que alguien quisiera com- Prar afios, aunque era muy dificil que alguien contara con tanto din para comprare afios, dispuesto a ve dos entre los TO Como Ademas, élno estaba nder afios, Tal vez unoo © muchos clien ites que quisieran comprar. Pero venderle afi era algo desmedido, por ne ‘0 decir imposible. Tal veZ unos cuantos meses. Y ego, dia A veces la gente sdlo necesita unas horas para solucionar sus problemas. : El cliente se exaspero. —jMuy bien! ;Cudnto pide usted por una hora? —Cincuenta gramos de oro. El T i€Mpo sdlo puede venderse en oro. —De acuerdo —dijo ef cliente en el auricy. lar—. Le diré a mi encargado de finanzas que lo lame, Para comenzar, le compraré ocho horas. Una jornada de trabajo. Veremos cémo funciona su tiempo, de qué calidad es. Mateo iba a decirle que de la Mejor, pero antes oy6 el clic al otro lado de la linea. Aun asi se sintié satisfecho. La conversa- ci6n con el hombre iba a serle muy util, aunque finalmente no Ilamara ni le comprara nada. De ella desprendié la idea de que seria necesario arrendar una oficina para establecer su punto de ventas. Fl hombre habfa dado por descontado que él tenfa una oficina e Internet. Ahora, hasta el més infeliz tenfa Internet, Tendrfa que dejarse un tiempo para pensar en eso. Era importante. [baa Ser su primera preocupacién para cuando tuviese Suficiente dinero. De todas maneras, necesitaria Contratar una secretaria o un ayudante para que se encargara de los papeleos y de Ilevarle el tiempo a los clientes. Era completamente obvio que, si estaban comprando tiempo, no iban a perderlo yendo por él. Habfa sido algo esttipido nO pensar en eso. Soné el teléfono justo cuando estaba comenzando a anotar sus recientes con- clusiones. Al otro fado le contesté una voz de hombre, pero mas joven que la anterior, una voz lena de prisa. —Llamo por el aviso —le dij corroborar el teléfono o la identificacién del que lo atendfa—. Quiero tiempo. Digame cudnto vale y cémo lo hago para tenerlo. Me imagino que la entrega es a domicilio. No tengo tiempo de ir a buscarlo, 0 sin siquiera ~-Por ahora no hacemos entrega a domicilio —le respondié Mateo, pensando que iba a tener que contratar en forma urgente aalgtin encargado de despachar los pedidos—. Por ahora tiene que venir a buscarlo, —Esté bien, Mateo dio sy direccién, —(Y cuanto tiempo necesita? —le Pregunt6—, Sélo para tenerlo listo, eS i b *—{Qué quiere decir con +, tenerlo listo? . (Lo vende cémo? Es decir, lo da con un ‘NO, el tiempo es un —Si, si —exclamd Mateo, Pensandg que antes que aquel hombre enviara por su tiempo, tendria que ir por papeles de contrato. Quizds esos tipos de contrato no existfan en el comercio, se dijo. Lo mejor serfa llamar al Conserje y pedirle que le comprara un talén de recibos para empezar. Después Ilamaria a su padre y le Pedirfa que le hiciese en su \ computador un contrato especial. Bien, zy cuanto vale su tiempo? —pre- voz. importara ocupar un poco de su tiempo en eso. Aunque ahora, usted mejor que yo lo sabe, nadie regala tiempo. De todas maneras, es un alivio saber que uno puede disponer del suyo algunas veces. A cambio de dinero, por supuesto. Espero que su tiempo valga lo que pide. —Téngalo por seguro —exclamé Mateo, y colgé. Estaba bien. El negocio iba bien. Si segufa asi, llegada la noche ya habria vendido lo suficiente como para arrendar una oficina y tomar una Secretaria y un ayudante. La proxima llamada lleg6 media hora mas tarde. Justo en el momento en que habia decidido irporel Conserje para que le fuera a comprar los vales. El edificio no era de los mds modernos, NO contaba con citéfonos asi es que, cuando era necesario, todos debian ir personalmente por el conserje. Ahora no le gustaba la idea de tener que hacerlo, no je gustaba la j Se devolvi6 ¥ contest6 en; ahora tenia en el otro lado de mujer. Le parecié Ja voz de seguida. La voz que la linea era la de una una anciana. Tenia raz6n.La mujer estaba Porcumplir los noy eNta ay Solo le faltaba un dia para hacer realidag sue de toda su vida: llegar a los noventa y cel con todos sus hijos y nietos y bisnietos y hasta un tataranieto que salié por ahi antes de que el diera cuenta. Aung ue en ese momento estaba bien de salud, queria, necesitaba asegurarse de que sf podria celebrar su cumpleafios como anhelaba y como todos lo estaban preparando, el Sue ir a arg lase —Estan poniendo los toldos en los jardines, la servidumbre extra esté llegando a casa —Ie confié a Mateo—, las tortas ya estén en los refrigeradores. Necesitaba la garantia que da el tiempo. Slo veinticuatro horas més. —Son cincuenta gramos de oro por hora —Ie advirtid Maieo. — Nome importa el precio —le dijo la mujer—. (Usted cree que a una mujer de mi edad le pre- ocupa el valor de un sucfio? Mateo se qued6 pensativo. El valor de un suefio, No. A quién podria importatle el precio que tuviera que pagar por realizar un suefio. Y menos a esa edad. Si, necesitaba publicar otro aviso, le pondrfa eso: “Vendo tiempo para que usted pueda cumplir sus suefios”. —No. Claro que no —le respondié—. ;Desea usted que se lo lleve o enviard por él? —Mandaré a uno de mis empleados —dijo la mujer—. No se preocupe. —Mbuy bien. Le haré Negar un contrato que le asegure sus veinticuatro horas. La mujer colgé sin despedirse. Pero él estaba seguro de que era feliz. Pudo sentir un suspiro de alivio més alld de la linea. Le estaba gustando. Vender su tiempo, aparte de hacerlo rico, lo estaba entreteniendo, lo hacia sentirse bien. Habia por ahi algunas personas felices gracias a él. Mir6 su reloj. La mafiana se estaba yendo rapido. A las once siempre venia el conserje por algunos recados. Le ibaa pedir que le comprara los vales. No podia darse el lujo de perder su tiempo yendo de ac& para allé. Estaba pensando €n €so cuando soné nuevamente el teléfono. Le caus6 expectacién el saber quién estaria al otro lado de la linea. Un ho: mujer. Se asombr6 cua mbre, un anciano, una do escuché la voz de su madre, Ella lo Namaba . Para recordarle e] almuerzo de los jueves, _jMamé! —exclam6, percatandose de su olvido. Los jueves era el dia de sus padres. Por muchos afios nunca habia dejado de iraalmorzar con ellos. Usaba su tiempo de colacién y volvia después a su trabajo con la conciencia del deber cumplido. Eso los hacia felices y lo aliviaba a é1 de cierto remordimiento que lo asaltaba a veces por haberlos dejado solos. El negarse a ir le caus6 incomodidad, un poco de tristeza también. Pero ahora no podia hacer otra cosa. Pudo oir a través del teléfono apagarse la voz de su madre, un pequefio suspiro de desilusién. —No me siento muy bien —se excus6—. Iré sin falta el sabado. Dale mis saludos a papa. Unos golpes en la puerta le permitieron colgar. ~Estan tocando, mama. Te Ilamaré des- pués, Sabia que era el conserje. Lo hizo pasar y Ss eairesile para ir por el dinero para ie ia - se asomo, Cuirioso. Mateo ojos movedizos sia bosque nativo. Los in demorar més . ort re le causaron gracia. : : 0 Conveniente, le encarg6 los vales. Tres, en un acto de optimismo. Tres. Nunca se sabe. Cuando el conserje volvié con los talonarios, é1 estaba conversando con una mujer que deseaba tiempo para regalarselo a su marido. —El nunca esté cuando lo necesito —le decfa una y otra vez—, estoy can- sada de pedirle unas horas para los dos, para ir al cine o, por tiltimo, para dar una vuelta por ahi, tomarnos un café, una cerveza, conversar un rato. El jamés tiene tiempo para mi. Pues bien, si yo se lo regalo, no tendré excusa, {no le parece? Seremos otra vez como antes, como cuando éramos novios y sf tenfamos todo el tiempo del mundo el uno para el otro. Cuando nos queddbamos tendidos bocarriba en la playa con las manos entrelazadas, mirando corretear las nubes, escuchando el ruido del mar. Desde que habfa lefdo el aviso, le explicaba, no habfa dejado de pensar en la idea y le parecié maravillosa. —Se imagina usted, vamos a poder ir por ahf, una cena solos, sin amigos, sin clientes de negocios, sin otras mujeres que le coqueteen ante mis ojos. {Se da cuenta? Comenz6 a ponerse nervioso. Un leve cos. quilleo le subid por la espalda. No le gustaban las confidencias. Nunca habja sido muy habil con esas cosas y menos con las de Jas mujeres. —jCudnto tiempo necesita? —la interrum- pid. —Tres horas a la semana. Tres horas y media, mejor. —A cincuenta gramos de oro la hora —dijo. —Estd bien. Lo valen. La mujer ni siquiera se habia inmutado cuando él le habia mencionado el valor. —Muy bien, entonces se lo enviaré mafiana en la noche. Colg6 y ley6é los apuntes hasta esa hora del dia. Eran apenas las once y media y ya tenia comprometidas: ocho horas al primer hombre, cuatro horas al estudiante, veinticuatro horas a la anciana, tres horas y media semanales a esta mujer. En total, treinta y nueve horas y media a cincuenta gramos de oro la hora, eran casi dos kilos de oro. ;Qué harfa con tanto oro? Tendria que busear a alguien que se lo perebiens por dinero, Hacer un convenio con algun Banc 0. 9 tal vez vonderlo en una joyeria, Quizis, se dijo, seria mejor dejar de lado lo de los gramos de oro y simplemente, de ahora en adelante, pedir dinero, Mas simple, Menos problemas. Nada de tener que andar buscando quien lo cambie. Sdio depositarlo en la cuenta corriente que abrirfa al dia siguiente, muy temprano, o en la de ahorro que le sacé su madre con la esperanza de que fuera un hombre previsor, Nunca le habia gustado guardar dinero, en realidad, el sueldo apenas le aleanzaba para sus gastos, menos para guardar. Le gustaba andar bien vestido, era importante andar bien vestido Y para eso debfa gastar, no guardar. Pero ahora Si podria guardar, tendria que guardar, pues iba 4 ser imposible gastar tanto dinero como iba a tener. Los trémites bancarios los podria hacer SU secretaria, [31 se encargarfa del contacto y. claro, de firmar el recibo y el contrato y todos los papeles que el cliente quisiera, Lo demas iba a tener que ser tarea de sus ayudantes, del contador, a quien yahabia elegido de entre uno de sus M antiguos compaiieros de colegio, No habia como los antiguos compaiieros de colegio para esas cosas de confianza. Un con- © tador confiable. Después de todo, la empresa iba a crecer. Serfa un éxito, jya lo estaba siendo! Fl tiltimo llamado del dia fue el del duej, de una pequefia fabrica. —Estoy retrasado en la entrega de unos mue- bles a unas personas que se los tienen que llevar a la playa. Gente de plata, usted sabe, exigente, Disculpe. ,Cudnto vale su tiempo? --Mi tiempo se vende en oro —le advirtié Mateo. —¢Oro? —Si, el tiempo se vende en oro. —Estd bien —dijo el hombre—., parece _ que me equivoqué. Me imagino que es muy caro. Tiene usted razén, el tiempo _ esalgo muy escaso en la actualidad. No es facil contar con él. Buenas noches. n df agotador pero productivo. |, cuatro dfas de tiempo. /S0l0 —se dijo—. ;Cuatro dias ¥ uficiente no para arrenda’ na, contratar una sino para comprar una secretaria y un contador! Antes de tirarse en la cama, pens6 que al dia siguiente, muy temprano, irfa a renunciar a su trabajo en el estacionamiento. Si. Necesitaba de todo su tiempo. Ya no estaba para malgast en aquella labor insignificante urante la noche le fue imposible dormir. No podfa dejar de pensar | enel tiempo que estaba desperdi- ciando tirado en la cama. Dema- Siadas horas, minutos, segundos intitiles. Se levanté a las cinco de la madru gada con el firme propésito de ocupar su tiempo, tiempo-oro en una forma mas conveniente. En el mismo ins- tante en que puso un pie en el suelo, se dijo que desde ese dia sus noches no serfan més aquellas noches largas de antafio, pues el dia de ayer le parecia como de otro siglo, y decidid que desde aquel mismo dfa jamas se acostaria antes de la medianoche y nunca se levantaria después de la cinco de la madrugada. El habia leido que las Personas no necesitan més de cuatro a seis horas de un buen suefio para reponerse. Convencido de su buena resoluci6n, se Prepar6 un desayuno frugal que lo mantuviera lo suficientemente despierto como para tomar en forma acertada todas las decisiones de ese dia. A las seis ya estaba preparado para salir a sus tramites. El mas importante ¢ » yenunciar a su antiguo trabajo. ra Porel camino penséen lo conveniente que seria no quedar en malas relacio- nes con la gente, sobre todo ahora que quizas iba a necesitar consejos de _ personas con mas experiencia que él, eso lo admitfa sin problemas, Pens6 en el duefio del estacionamiento. El hombre habia sabido construirse un buen pasar comprando aquel edificio de estacionamiento a sélo unos pasos de la avenida principal y de jos grandes almacenes. Habia sido inteligente, visio- natio. El también lo era. Seguramente, con el pasar de los afios muchos iban a imitarlo. Pero, por el momento, el negocio era sdlo suyo. Habia tomado la delantera, Le preguntaria a su jefe en qué Banco tenia sus inversiones, cudl le Parecfa mejor. De pronto Pens6 en la posibilidad de que su Jefe hubiese leido el aviso del diario. El aviso Y, al parecer, no era poca gente la que Visto. A lo Mejor el hombre se interes Somprarle algo de tiempo. Se lo wrt ‘mas barato que a los demis, al fin y # ~ 2 do un buen jefe; la vez que necesito ausentarse no Je puso objeciones y era — para pagar Jos sueldos, ademas de que roenele a gratificaciones y todas las leyes SdeiHIey? Fl serfa igual con sus empleados. Mejor: Consultaria los sueldos promedio y les pagaria el doble. Total, con el dinero que iba a juntar de aquia sélo unas semanas, no tendrfa que preocu- parse por regatearle el dinero a su gente. Sonaba bien: “Su gente”, “Sus empleados”. No se habia dado cuenta de que tener personas también era gratificante. En realidad, el s6lo imaginario le causaba un placer impensado. Su gente. Si. El tendrfa cuanta gente necesitara a su servicio y la tendria contenta. Todos, sin excepcién, iban a desear trabajar con él, para él. Pensando en eso, llegé despejado y feliz a las puertas del estacionamiento. Encontré al empleado de turno dormitando, la cabeza yada en el vidrio de las siete. Lacasi hora el estacionamiento nada. No podfa co 1 a Bie: Pose. en los que sdlo iba pensando en lo Bi re “tei marcar tarjetas de estacio- cosa Pasar, subir o bajar la barrera y, autos, aprovechar de leer lag cabo habia si las apo- Ja caseta. El reloj mareaba que le tomaba el vi aje hasta se le habia hecho Poco, casi mpararla con la casi hora de revistas que solia prestarle el duefio del quiosco de la esquina, ademas, claro de pensar Y pensar en cémo terminar con esa vida tediosa. Ahora su divagar era un divagar feliz, lleno de planes y proyectos. Un mundo excitante, fantastico, prometedor no dejaba de desfilar ante sus Ojos Sin muchos predmbulos, le pregunté a) muchacho si habia llegado el jefe. Este lo miré extrafiado. Era bien sabido de todos que el jefe nunca legaba antes de las diez. Mateo lo record6 enel instante de verle la cara a su colega. La idea de tener que esperario le disgust6, no sdlo porque era su tiempo el que iba a tener que invertir, sino porque ya no daba mas por Ia ansiedad, el deseo de volver a su departamento ante la posibilidad de que algtin nuevo cliente hubiese llamado y también por la necesidad de contratar pronto una secretaria. Si la tuviera, se dijo, no estaria aqui, sino ella, y tampoco tendria que ir por un corredor de propiedades para que Je encontrara un departamento cerca de la zona exclusiva de la ciudad, pues la experiencia del dia anterior le habia dejado claro que sdlo la gente adinerada podia comprarle su tiempo. Apesarde su apremio, se dio el trabajo. aoe €n realidad le procuré verdadero esfuerzo, o¢ quedarse esperando. Mateo cont6 los minutos at Jas horas. Sac6 cuentas una y otra vez hasta que por fin Negé su jefe. --jY usted! —exclamé el hombre al verle—. jTan temprano! ,No tiene turno en la tarde? Mateo no quiso contarle lo de su nueva empresa. Si no ley6 el aviso en el diario mejor para mi, se dijo, no me veré en la obligacién de hacerle rebajas. Sdlo le anuncid que desde ese mismo dia dejaba su puesto y que no habia forma de que se quedase mas tiempo. Ei jefe lo miré con marcada molestia. Con brusquedad, le hizo notar su desatino al retirarse dejandolo sin un empleado para el turno de la tarde, Pero Mateo no lo escuché. No porque no quisiera, sino simplemente porque tenfa su cerebro puesto en otras cosas, su mente desbordada de expectativas. Volvi6 a casa en un taxi, asegurén- dose a si mismo que en cuanto tuviera tiempo iba a ir Por un auto ultimo modelo, un auto rojo descapotable con las Hantas negrisimas y esas luces que aparecen y desaparecen Y que asemejan 9J0s enormes de parpados redondeados, Era un suefio poder sofiar y saber que no Se estaba sofiando, que todo era verdad, parte de estar un poco desorde- nado,eldepartamento tenfacasiel mismoaspecto y e] mismo aroma del dia anterior. Sin embargo, Mateo repitié el ritual del orden y del desodorante ambiental y de la musica. Se preparé un café y, ya més calmado, buscé en el guia de teléfonos una agencia de empleos. Sin tardar demasiado por el temor de que alguien lo Hamase en ese mismo momento, pidié una secretaria, una sefiorita que causara una muy buena impresién a sus clientes ) que fuera trabajadora. Estaba por terminar su = a el teléfono. Al otro lado, una ‘07 varonil lo hizo temblar. Debja ser un cliente. Ouro. Mas dinero, mas oro. = ~iHablo con el sefior Mateluna? ~Si,con él, —An?... Si, sf, soy el sefior de! tiempo (Que desea? —Tiempo. —Sf, Si. Pero cudnto? No me ha Preguntady el precio. —Digame. ~-Cincuenta gramos de oro la hora. —Bien, necesito sdto alg unas, por e} momento, Debo hacer un viaje urgente, por lo que man- daré auno de mis empleados a buscarlo. Le voy @ comprar cinco horas. Usted lo entrega con un contrato, me imagino. —Si, si, no se Preocupe. Anote mi direccién: Bernal Septilveda 453, Santiago. jA qué hora va a mandar por é1? ~—A las tres, en una hora més. —iA las tres! Pero si recién... Entonces se dio cuenta de que el tiempo a le habia pasado volando. La maiiana se le pale hecho minima esperando a su jefe, pee ‘Sucasa, ordenando el departamento, llaman os agencia. Minima. Miré el sol fuerte que 4 . : a tarde siempre entraba por el bale a hs tener que poner otro aviso P el dfa siguiente, pues este dia habfa recibido tan s6lo esa Hamada, la tinica. Quizds las personas habian crefdo que era sdlo por el dia de ayer, se dijo, © tal vez algunas personas no jo tomaron en serio. Estaba pensando su puerta. Lo sorprendié una muchacha joven parada en el umbral. No estaba preparado para recibir ala secretaria tan rapidamenie. La chica era joven, un metro setenta més 0 menos de estatura, pelo semilargo y liso, bien maquillada. A Mateo le pareciO algo frfa, muy pero la tom6 enseguida en la esperanza de que Ja muchacha le aliviara las tareas que debia emprender. Sin pensarlo dos veces, la envid a poner otro aviso en el diario. Uno mas grande que el del dia anterior, con nds detalles, con mas palabras. Ahora podia darse ese lujo. El aviso decia: en eso cuando tocaron @ seria tal vez. a 2 Cuando la muchacha se fue, Tecordé gue . hombre que habfa llamado no fe habia dich, para qué necesitaba el tiempo, Bueno, se jin no todos los clientes van a ser iguales. Ademis. ami qué me importa para qué necesitan tiempo No es nada extrafio. Todos hecesitan o quieren tener mas tiempo. A todos les falta, Koa a. raz6n de su éxito. La muchacha legs luego, demasiad pronto segtin le parecié a Mateo. porque _ no habia alcanzado ni siquiera a Hamar + alaoficinade propiedades cuando yala tenia de regreso dispuesta a continuar “. Conotratarea. Estaba por decirle que se = oF encargara ella de las |amadas cuando =» soné el timbre. Era el empleado del cliente que acababa de Namar. Mateo le pidi6 a su secretaria que le hiciera un contrato. El hombre le entreg¢ el oro sin hacer ningtin comentario. Cuando - tuvo el oro en sus manos, se dijo que al ~ dfa siguiente iba a tener que ir en persona 4 cambiar el oro por dinero, porque ne Odia pedirle eso a su secretaria. Recordd que ya habia decidido vender su tiempo en dinero, efectivo o cheque, daba Io mismo. lero seria un dfa cansador, estaba cosas esperaban, el contador, el y ahora los tramites bancarios, s los clientes que seguro iban a Jamar. Mir6 el reloj. Eran las siete. 0 sinti6 la noche, fue como si hubiera cerrado los ojos para volver a abrirlos y encontrarse con fla Juz del ventanal y el televisor encendido. Las ocho y media en un costado de la pantalla. No podia ser cierto. Se habia quedado dormido. Se habia propuesto levantarse a las cinco de la madrugada y ahora, a las ocho y media, vena recién despertando. Tres horas y media perdidas. Dinero que se le iba por entre los dedos. Estaba sentandose en la cama cuando escuché el timbre. Era casi imposible que fuera la secretaria, pues la muchacha habia quedado de llegar a las nueve y eran recién, él lo habia visto en la pantalla del televisor, las ocho ¥ media. Se puso la bata y fue a mirar por el ojo de la puerta, En el circulo se dibujaba difusa la ©xpresi6n aburrida de la muchacha. aa poe hati todavia un poco ™ Enseguida corrid hasta el baiio y so Metis bajo la ducha. Mientras el agua resbalaba Por su piel, pensaba en que nunca Consentiria en presentarse ante su secretaria recién levantado, Le parecié algo indigno de un hombre €Xitoso como é]. Mientras se secaba, se dijo que no iba a dejar pasar otro dia sin oficina para instalarse, después le entregarfa una Have a su Secretaria para que ella lo esperara alla y no tuviera que pasar nunca més por el bochorno por el que estaba pasando ahora. En el minuto de pen sarlo se dio cuenta de lo facil que se le hacia . todo, y todo no era mas que por e! dinero, Si. Podia organizar su vida como quisiera gracias al dinero, gracias a su idea mil © veces brillante de hacerse millonario Poco que habia vendido, unos cuantos bs _ dias nada mas, y ya podfa hacer planes, disfrutar imaginando su oficina con wn tecibidor donde los clientes gustaran Un pastelillo, de manos de una de sus Secretarias, amplio espacio, el piso con _ Parquet vitrificado en donde los cl eg Pudieran casi mirarse. O no, mejor alfon" 0,una alfombra mullida y suave y cla" donde no se sintieran los pasos ni ~ pi re cuerpo, una delicia al caminar. Al ane ie ; sala una mesita con cubierta de vidrio y ma on con ceniceros, cigarrillos y revistas sobre ella. Unos sillones de cuero. Unos cuadros. irfa a una exposicion y escogerfa alguno de un pintor renombrado. Un cuadro dificil de entender. E! arte complicado siempre despertaba més interés. Se irfa a visitar galerias de antigtiedades, para eso el tiempo suyo era suyo y de nadie mas. Tal vez decoraria su oficina con antigiiedades, eso le darfa mas clase, la clase era muy importante, sobre todo para alguien que negocia con su tiempo. Ya nunca mds consultarfa los precios de las cosas: las compraria y nada mds, costaran lo que costaran, nunca més andar “contando fos pesos”, como decia su padre, ni regateando alos vendedores ni transpirar pensando en que no iba a poder pagar una cuenta y después iba a aparecer en el boletin comercial de los morosos. Nunca més. De Pronto se sintié libre. En esa libertad no le 'mporté no haberse alcanzado a afeitar para Tecibir a la secretaria. Lo hizo con la seguridad del que tiene poder. Cu. i - Cuando abri6, | . Parecia molesta. Scones : jLa entrada no era a las nueve? — dijo g “con. un tono que a Mateo le parecis jj... ironia. _ —jAcaso es mas tarde? —pregunts con tono festivo, todavia preso en el regocijo que le hab; fan _dejado sus pensamientos recientes. La secretaria lo miré seria. F1 Mir6 e} rel de pared colgado al lado de ja puerta. |. diez : nedi: . Mird el de su mufieca. Las diez Y media. ed6 con la vista fija en los minuteros. Las edia. Se lo repitié tantas veces como voder entender lo que le habia suce- 0 se habia equivocado al mirar la fan slo unos minutos y en realidad > ¥ media y no las ocho y media? de ducha era demasiado, sobre aba su tiempo, tiempo-oro! entos lo habfan traicionado. Ademias, la secretaria teafa una cara de alguien a quien rato esperando al otro lado era su alegria ante su nueva Ja que lo dejaba en el des- . Necesitarfa tener cuidado ‘ pensamiento cuando . {Un cliente!, se dijo: ! —AI6, gcon quién desea hablar? —Con el sefior Mateluna —dijo la voz—. El hombre del aviso, el del tiempo. —Con él. —Mucho gusto, sefior Mateluna. No sabe cudnta alegria me produce encontrarlo. Por un momento pensé que no estarfa. Bueno, yo lo llamaba para consultarle el precio de su tiempo. Tengo a mi esposa muy enferma, sabe, tiene cancer, ella es muy joven atin y yo... bueno, el viernes esta de cumpleaiios, cumple treinta, zse da cuenta de la injusticia? Morirse a los treinta, ino le parece demasiado cruel?.,. El domingo, mientras estabamos sentados viendo un poco de television, se me ocurrié preguntarle qué le gustaria tener para su cumpleaiios. Tiempo, me dijo, s6lo un poco mas, Hubiese querido darselo €n ese mismo instante, Hasta ayer eso era imposible, pero cuando esta mafiana vi su aviso, = lo Podia creer, Tiempo. ¢Usted tiene esposa? Orque si la tiene, debe Saber lo que uno siente cuand... algo oa sintié un cosquilleo extrafio en el an gO. “e €staba preparado para ese tipo SS —No —interrumpio cortante - No m casado. 7 ~-Ha de tener una mujer,un ‘ alguien a quien querer —insisiis el ho —Usted quiere saber e| precio... de tiempo. —Si... claro, por favor. —Cincuenta mil la hora. —{Lo vende en horas? —Lo vendo como quiera. En horas ifas, meses. —Bien, lo lamaré luego. Le voy a dar a el todo el tiempo del mundo. Lo Hamaré. Mi nombre es Matias Salamanca. —Esté bien, sefior Salamanca, !lame cuando desee. No le gusté la primera Iamada del dia. tema de las enfermedades to ponia nerv més atin el de la muerte. No le gustaba el dolor Menos, que alguien se Jo pusiera en sv mente Justo cuando todo iba bien, cuando el pone Se dibujaba prometedor, cuando en su _ danzaban cuentas corrientes, lujos, ae. Pediria a Sonia que contestara las aa Por lo menos, que tomara los primeros después le pasara la comunicacién a él. No deseaba mas sorpresas como ésa. —Sefior —lo interrumpié la secreta- ria—, (desea que llame a la oficina de corredores por lo del departamento? Norecordaba cudndo le habia hecho el encargo a la secretaria, tampoco cudndo la chica le habia dicho su nombre, ni siquiera en qué momento ella le habia entregado los datos para su contrato, que ya estaba sobre la mesa de centro. Aunque el asunto lo desconcerté tanto como su demora en la ducha, no quiso seguir déndole vueltas. Ya se vefa que el tiempo corria mds aprisa mientras mds se tiene que hacer, se dijo, y le respondié a la muchacha que realizara todo lo que tuviera que hacer para conseguir lo antes posible Ja oficina que estaba necesitando y que tomara nota de las Ilamadas telefénicas. icanz6 a llegar justo que el Banco un maletin y, d dinero ganado el dia Pidié hablar con un ejecuti —Mi nombre es Mateo Mateluna —le dijo. De pronto pensé que el hombre le iba a res ponder: “Oh, st, el senior Mateluna, ya he ot hablar de usted. Usted es el hombr Pero el empleado lo seguia mirando con los mismos ojos de unos segundos atras. —Deseo abrir una cuenta corriente en est Banco, tengo el dinero aqui mismo, necesito hacer el tramite de inmediato —continud. Mateo sintid !a mirada extrafiada del hombre. —(Hay algiin problema? —le pregunto. —No, ninguno. Pero debe usted Ilenar algu- nos papeles, traer algunos otros, certificados de sueldo, declaraciones de impuesto. —jImpuestos? —Sf, (usted es empre Sario, no? —Si, si, —Entonces, hable con sy ce le explicara. Un contador. El sabia «, * haber contratado UN Contador, Po, ~\) el tiempo, qué ironia, «1 tiempo estaba haciendo poco con ; que hacer. Hablaria con § del contador, quizds ella cc alguien recomendable; no poc ; Su tiempo, tiempo-oro en tratar | — aalgunos de sus antiguos con colegio. —Est4 de acuerdo? —Si, si. Hablaré con mi contador. (Pi venir él mafiana? 1 41a ( —Por supuesto. Si usted desea, podemos enviarle un empleado a su oficina. Pens6 en que atin no tenfa oficina. —No. Le pediré a mi contador que vens* Salié del Banco y comenzo 4 anion : ardian direccién a su departamento. Las veredasé €n su contacto con el sol. mntirse cansado, las piernas, los s. La sensacién de hambre le _leves nduseas. Debfa descansar. . No podia desperdiciar su tiempo. arse ¢ ir hasta su departamento. erle ya algunas otras noticias, tal mado otros clientes. * eK To sorprendié una muche- n la entrada del edificio. Se fa el gentfo. Quizas estén mpre elegfan la fachada “algunas escenas de ; parecia que el duefio canal! de television. igiin galén o alguna serje se le acercé ado en la mano ti Mateluna! jGra- personas lo Dicen que vienen Porel aviso de} diario .c,., aviso, digame? Y esto no es nada, Oiga, : pasillo de su departamento esta repleto q esperando. Por eso no pude dejar que subiendo personas, équé acaso est4 Tegalandg algo, don Mate? oo En cuanto salié al Piso se dio cuenta de Conserje no exageraba. Mis de una treir cabezas voltearon al sentir el dong del ascensoy Le costé legar hasta la puerta de su d mento. Mientras metfa la lave en a cerradura pudo sentir decenas de Ojos pegados en su nuca Cerré la puerta tras de Sf y se qued6 en silencio con la espalda apoyada en ella, mirando a su secretaria, La mujer lo miré, ansiosa. nter ‘parta. —{Qué sucede? —fue lo tinico que se le ocu- rrié decir, Enseguida se dio cuenta de lo tontac initil de Su pregunta. Estaba claro. El aviso habia sido un éxito. Lo decfa la calle, el pasillo lieno de gente y la muchacha aquella sin saber qué hace’ mejor habfa sido un error poner su direceic demasiada gente. Mucha gente a quien a Pero no, estaba bien. De todas maneras i : sido mejor la idea de dar la direcci6n que e a dar su teléfono; con el teléfono siempre su a suceder cosas. Recordé las muchas veces 4 habia perdido la posibilidad de un mejor empleo por tener et teléfono cortado, ademas, siempre se corrfa el riesgo de que el teléfono estuviera ‘ocupado y los clientes finalmente se aburrieran de llamar. Era mejor tener a la gente ah{. Mas yale pdjaro en la mano que cien volando, se dijo, y pasé a considerar Ia idea de contratar cuanto antes otra secretaria. Una mis y, si las cosas venfan como se anunciaban, quiziis dos. Le pediria a Sonia que Namara a la misma agencia que la habia enviado a ella para que le mandaran una, por el momento. De seguro la chica se pondrfa contenta, Le gusté la idea de hacerla feliz. No exactamente por tenerle algtin apreci al fin y al cabo la venfa conociendo Tecién, sino por esa sensacion de placer | que le causaba el sentirse con ef poder de hacer feliz a alguien. Estaba en sus el que la chica se sintiera Wtrabajo,a gusto, que

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