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Voltaire
Él acuña la expresión Filosofía de la historia. En el mundo medieval había como tal una
teología de la historia, sobre todo en San Agustín. Voltaire contrapone una Historia
profana a una historia sagrada, de corte cristiano que tiene como base más antigua la
historia del pueblo judío. El término Filosofía de la historia, aparece en Ensayo sobre
las costumbres y el espíritu de las naciones. Voltaire intenta hacer una historia
fundamentada en la idea de Progreso. Ya no va a ser una historia fundada en la
Providencia. El punto de vista ya no va a ser el de la Providencia o revelación, sino el
punto de vista que pueda asumir la filosofía.
En las pretensiones políticas de Federico el Grande, él se proclamaba como un monarca
ilustrado y va a oponerse a una monarquía de corte cristiano: el Sacro Imperio Romano.
Se disputa la posesión sobre dicho imperio y quiere establecer una monarquía ilustrada.
Voltaire intenta entonces una interpretación de la historia que no sea cristiana, es decir,
anti-cristiana.
Aquí, la mirada hacia el pasado por los recientes descubrimientos o la reciente
valoración de la cultura China, le da pie a Voltaire para ampliar la concepción cristiana
de la historia. Esta intentaba armonizar la cronología bíblica con unas pocas culturas
antiguas y las trataba de subordinar; atendía al comienzo de la historia tomando como
referencia la cronología judía. Se establece así todo desde aquel punto de vista. Voltaire
amplía entonces el espectro de culturas y de alguna manera minimiza la importancia que
se le había dado a la cronología basada en la biblia. Ella queda subordinada a una
cronología más grande. Esto también desinfla la centralidad de Europa en la forma
como se narra la historia; no totalmente, pero sí hasta cierto punto.
Ello le permite a Voltaire establecer puntos de comparación respecto del pasado y
respecto de Europa. Se comienza a ver a Europa ya no desde ella misma, sino que
brinda una visión exterior hacia Europa. Europa ya puede ser vista ya no desde ella
misma (como había sucedido hasta aquel entonces) sino también desde el exterior.
De igual forma con Voltaire se desarrolla una crítica a la unidad de la historia. En su
fascinación con la matemática y la física, ya no se privilegia el aspecto de la fe sino el
científico y por tanto, hablar de una cronología unitaria de la historia ya no es posible,
pues se trata de mirar si las matemáticas nos pueden decir si la cronología bíblica es
absolutamente clara o no.
Voltaire, en nombre la razón, hace una especie de ajuste de cuentas con la historia de
Europa. En dicha diferencia que establece el francés de la relación entre civilización y
barbarie, está mostrando que una visión religiosa de la historia está basada en la
superstición y el aspecto de la civilización está basado en la razón. Quien concibe desde
este punto de vista la historia es un hombre que quiere comprender lo humano. En
Voltaire es el hombre el que intenta comprender la historia humana. El método de
Voltaire es el de una sumatoria de culturas importantes. No alega más razones que el
poder aumentar el espectro del pasado. Es una sumatoria de elementos, que hace que la
historia sea más general con respecto a la del cristianismo, pero no por ello es más
universal. El cambio es cuantitativo. La historia es interpretada con los criterios de la
razón. Esta es interpretada desde el auge de la burguesía del Siglo XVIII; es el punto de
vista político, social y económico de dicha clase social y una justificación de su
proyecto. Se requiere un desarrollo progresivo y para dicho progreso político,
económico, se requiere una mayor paz, que no había traído la historia de la religión.
Voltaire hace apuntar toda la historia a su momento histórico: el de la burguesía del
Siglo XVIII, como punto culmen de la historia por el auge que tiene la razón y la
Ilustración.
Dios puede seguir reinando, pero ya no puede gobernar interviniendo. Por más que la
historia de Voltaire sea irreligiosa, no hay abandono radical de Dios. El gobierno es el
de los hombres pues ya no se acepta una intervención de Dios en los asuntos humanos.
En Voltaire, el objeto y el significado de la historia están vinculados al
perfeccionamiento de la condición humana y se derivan de ella, valiéndose de la propia
razón y volviéndolo mejor y más feliz. Dicho desarrollo progresivo es un
perfeccionamiento en orden del conocimiento, la moral y ello llevará de alguna forma a
la felicidad. La culminación hacia donde apunta la historia es a una mayor felicidad de
los hombres.
Con la revolución copernicana, la tierra queda en la periferia y por tanto, se hace
pequeña. La Tierra deja de ser el centro del universo. Es una consciencia de lo que es lo
humano y de ubicar lo humano dentro de una historia muy amplia.
El rodeo que establece Löwith apunta a una cosa básica: no es clara una justificación de
Dios desde el curso empírico de la historia. Lo que es más importante es “cuidar el
jardín”. A pesar de que la tierra se convierta en periferia, es sin embargo el lugar donde
se da la historia humana y por tanto se debe cuidar.
Parece ser que Voltaire cambia la providencia por la idea de progreso; le quita el sentido
teológico y mantiene la visión teleológica de la historia. Hay una teleología de la
historia basada en la idea y creencia del progreso. Parece que Voltaire no abandona el
finalismo con la idea de progreso y la creencia en el perfeccionamiento de las
capacidades humanas. No por aumentar la cantidad de culturas históricas no por ello es
universal dicha historia, a lo sumo es general, dice Löwith. La idea de progreso es
hipotética: es más una hipótesis que una afirmación demostrada. En la escatología
cristiana y judía ya hay una concepción finalista de la historia; todo lo que hace Voltaire
es ampliar el espectro, pero no cambia radicalmente el proceder del análisis de la
historia. Seguimos sosteniendo una visión teleológica y cambiamos la creencia en la
providencia por la creencia en el perfeccionamiento de la condición humana. Ello es una
característica del pensamiento moderno. Aquí tampoco se cambia radicalmente la idea
de la unidad de la historia; aquí la unidad de la historia se da desde el punto de vista de
leer la historia desde el perfeccionamiento de la condición humana.
En el Siglo XVIII la visión religiosa se seculariza pero al secularizarla, se sustituye
aquel fin de la historia y aspecto meta-histórico pero la idea de progreso se convierte en
aquella idea indefinida, nunca acabada. No se construye nunca dicha idea, pero todos
viven de la idea de terminar dicha idea, de la esperanza en un mejor futuro. Voltaire
cree en un progreso moderado. Es un perfeccionamiento eterno e indefinido de la
condición humana, no está claro.
Una visión providencialista implica que el lapso de tiempo de la historia humana es un
momento de paso; no nos interesa el desarrollo inmanente de la historia. Hay una
concepción lineal del tiempo y el significado de ese decurso lineal del tiempo no es
inmanente al decurso mismo del tiempo; el significado es exterior. Dicha concepción
lineal supone una suerte de tiempo vacío en el que se ubican los acontecimientos. Tal
vez a la creencia en el progreso le cae muy bien una idea de tiempo vacío en la que no
hay diferencias cualitativas entre los acontecimientos. En un tiempo lineal podríamos
establecer parámetros para decir qué es un acontecimiento y por tanto no habría
diferencias entre acontecimientos. En Voltaire dicho problema no está presente; sin
embargo se introduce la idea de progreso y por tanto, parece quedar la sospecha de que
ello sigue estando presente. No hay criterios cualitativos claros para comparar
acontecimientos.
Vico
En principio, no influye mucho en las corrientes de filosofía de la historia. Hay algunas
similitudes con Hegel. La filosofía de la historia es una teología civil racional, más que
una filosofía de la historia. Intenta mostrar la Providencia en la historia. No acepta, de
entrada, sin más, el racionalismo cartesiano, específicamente el hecho de buscar el
criterio de la verdad en el pensamiento. No va a hacer una explicación providencialista
de corte agustiniano y su filosofía no quedó inclinada hacia la idea del progreso
ilustrado.
Siendo esta explicación de la historia, hasta cierto punto es teológica. De su obra no se
puede prescindir de la Providencia; siendo una teología civil, no se puede prescindir de
ello. El libro se plantea para mostrar dicha providencia en la historia. Vico no plantea la
explicación histórica desde un punto de vista trascendente. Es un intento de dar cuenta
del mundo civil y sus instituciones sobre el principio filosófico de una ley eterna que no
es ni progresiva ni redentora, ni simplemente cíclica y natural. Vico cuando intenta
mostrar el decurso del mundo civil y humano, hecho por los hombres, parece que Vico a
pesar de proponer a la providencia, minimiza el espacio o intersticio que hay entre el
plan trazado por la teología agustiniana. La Providencia tiene una especie de estructura
histórica que cierra el abismo que puede existir entre las inclinaciones humanas
destructivas y la posibilidad de construir un mundo a pesar de dichas inclinaciones. Su
presencia no es una mano milagrosa, sino como algo que está obrando constantemente.
El intento es demostrar la divina providencia en la historia social. Se sostiene una suerte
de inmanencia de la Providencia en la historia y el mundo civil. En este sentido es una
teología civil racional, se puede demostrar. De Dios parte un rayo que pasa por la
metafísica y llega a Homero; el punto de partida de Vico no es la historia del génesis,
sino la prehistoria. Donde intenta establecer ese comienzo de la historia en un mundo
primitivo y allí es donde se empieza a mostrar la Providencia a partir de la necesidad de
mostrar un refugio respecto de la naturaleza en los dioses paganos. Hay una transición
entre lo rudo y lo mítico para establecer unos elementos civiles; dichos hombres rudos
cansados de la arbitrariedad de la naturaleza buscan refugio a partir de los sacrificios y
demás. Quiere pensar la presencia de la providencia en la historia a partir del ser social
del hombre. Vico, alegando algunos hechos permitidos por la filología le permite
explicar el decurso de la historia. Le interesa rastrear la historia e irse a la prehistoria
que lo lleva a buscar un orden religioso; de allí parte Vico para mostrar la Divina
Providencia. El temor de los primitivos hace que se ellos busquen una salvación en la
Divina Providencia.
Su Ciencia Nueva entra en diálogo con Descartes. Vico pone en duda el criterio de
verdad cartesiano. No va a poner el pensamiento a la base de la verdad. Parte del
principio verum factum, lo verdadero es lo hecho. El conocimiento verdadero es un
conocimiento causal. El criterio de verdad es lo hecho. El cogito cartesiano está al nivel
del pensamiento y como es humano tiene límite. No nos permite conocer del todo la
naturaleza. El intento de conocer la naturaleza es imposible, porque está el límite por el
que estaríamos encerrados por el pensamiento. A partir de tal principio nos lleva a mirar
la parte humana de la naturaleza.
Para Descartes el conocimiento de lo civil es imposible. Para Vico el único suelo firme
es el suelo histórico creado para el hombre. Intenta comprender así el mundo de la
mentalidad primitiva y entendiendo eso puede demostrar la Providencia en la historia.
Lo hecho es la que le permite entender mejor la Providencia en los hechos humanos. La
salida del temor no es atea, el hombre encuentra su salvación más en lo social que en lo
individual. El mundo civil está hecho por los hombres, no por Dios. La Providencia no
saca del decurso de la historia al hombre, sino que es en el mismo proceso histórico en
el que se puede demostrar la providencia.
Vico privilegia sobre la Ciencia Natural, la filología. Aquí no corresponde únicamente a
un elemento lingüístico, no se reduce a ello, la filología es una ciencia histórica. No se
reduce simplemente a la comprensión del lenguaje sino a la comprensión de la
mentalidad humana. Divinidad, para Vico, proviene de adivinación; en la salida del
temor en una religión mítica, se puede adivinar la Providencia en la historia, es ir más
allá de lo dado por los sentidos.
No se puede comprender la historia del mundo civil desde el mero ateísmo. La
perspectiva atea no permite dar cuenta de la historia del mundo civil. El mundo civil es
el obrar de la Providencia. La naturaleza humana está inclinada al vicio; es decir, tiende
a favorecer los intereses egoístas y dicha inclinación es destructiva. En principio dicha
inclinación no es social. Sin embargo, cuando los hombres tienden a favorecer dichos
intereses egoístas, de pronto crean instituciones, formas sociales, todo lo que
conocemos como el mundo civil, y así logran sobrepasar el aspecto vicioso de los
intereses egoístas y de alguna forma se va más allá del carácter destructivo de la
naturaleza humana. En aquella transición es donde Vico ve obrar la Providencia. Hay
una mentalidad que tiende a relacionarse con la Providencia en una forma de salvación.
La naturaleza humana en cuanto tal, es disgregadora, favorece sus intereses egoístas. La
tendencia es destructiva y sin embargo, en la historia podemos demostrar, con lo hecho,
que las instituciones del mundo civil es un intento de ir más allá de dicha tendencia
destructuva. Allí es donde Vico descubre dicha Providencia.
La llamada Ley Natural, es una Ley civil realmente. Vico muestra una Providencia que
actúa a través de los hombres; muestra un obrar de la Providencia de una forma natural.
En esa misma medida, la Providencia coincide con las Leyes sociales y con las formas
en las que se ha desarrollado el mundo Civil. Ello por tanto es una Ley Natural. El obrar
de la Providencia se produce en el curso mismo de la historia pero con medios
naturales, no sobrenaturales. Los intereses egoístas son el acontecimiento, lo que
sucede. Como la Providencia obra en el curso mismo de la historia, es un hecho, una
realidad, no una mera idea sobre lo humano.
Surge un problema como en San Agustín: por un lado está la Providencia y por el otro
está el libre albedrío. Dicha transición del egoísmo a lo social fue escogido por los
hombres; sin embargo, la Providencia obra y ¿dónde queda la libertad? Hay una especie
de fatalidad en la historia. Sin embargo no hay telos; pero existe una fatalidad que obra
sobre la libertad. Aquí hay una dialéctica histórica que no se resuelve en un telos. Es un
constante enfrentarse en una necesidad de la Providencia y la libertad del libre albedrío.
Dicha dialéctica histórica implica:
1. La fatalidad del acontecimiento. El acontecimiento es necesario, se da; hay un margen
para el acontecimiento en dicha dialéctica. Donde Vico ve la salvación, de la fatalidad,
es en el mundo civil. Allí es donde obra la Providencia. A pesar de las instituciones
fundadas en la sociedad, el acontecimiento hace que a veces se retroceda a la barbarie.
Hay un retorno a la barbarie a lo largo de la historia. Así mismo, se recurre a la
Providencia para salir de dicha situación. Ello implica un volver a recorrer, es un
recurso de la Providencia.
Kant
La expresión “Filosofía de la historia” es una expresión moderna, acuñada por primera
vez por Voltaire. Ello para señalar su separación específica de una teología de la
historia, que sería medieval. Con Voltaire, la filosofía de la historia se propone como
una reflexión filosófica sobre la historia, atravesada por una creencia en el Progreso de
la Historia. Allí surge la idea de Progreso. Abandonando la visión trascendente que
había en la edad media que indicaba un sentido teológico de la historia, Voltaire intenta
hacer una diferencia entre civilización y barbarie.
Con respecto a Vico, siendo moderna, no obstante no encontramos en su concepción de
la historia una idea de Progreso. Lo que existe es una especie de Providencialismo
inmanente. No abandona la teología, sino que se propone como una teología del mundo
civil, una teología racional del mundo civil. El texto se llama la Ciencia Nueva. Vico no
abandona su creencia religiosa; no obstante su concepción indica una distancia respecto
de la visión providencialista medieval, incluso proponiendo una inmanencia de la
providencia; una providencia que se da dentro del momento histórico. De esta forma,
reconoce la realidad social y el carácter de lo humano. Lo humano es problemático,
tiende a la individualidad y se pone en juego una especie de dialéctica entre la
inmanencia de la providencia y no obstante, por el otro lado, la humanidad tiende
siempre a actuar egoístamente, que deriva en conflictividades y crisis. A pesar de que
plantea que la historia re-comienza, no es un eterno retorno de lo mismo y además, deja
reforzada la idea de un perfeccionamiento de la humanidad. Se separa del
providencialismo pero no abandona la idea de perfeccionamiento de lo humano.
En dicha Ciencia Nueva hay una articulación entre ciencia histórica (concediéndole un
protagonismo importante a la filología) y conocimiento filosófico. El conocimiento que
podemos alcanzar, más que del mundo físico, es de lo civil, en tanto que es creación
humana. Para Vico se plantea la cuestión de una naturaleza. No podemos acceder
completamente a la Naturaleza en tanto creación de Dios, pero sí podemos acceder al
conocimiento de lo humano. No supone una teleología.
Estas dos visiones tiene como antecedentes la secularización de la historia, que
comienza con el renacimiento. Dicha secularización comienza en el renacimiento y
tiene su culmen en el Siglo XVIII, donde el antropocentrismo tocará las características
de la razón. Con Maquiavelo, es con la Fuerza misma del hombre que se hace la
historia; la historia es lo que acontece al hombre en cuanto hombre. Se toma distancia
de una explicación de orden teológico. Los distintos órdenes de la cultura se van
separando de la influencia de la teología y de la religión. Este proceso de la
secularización está directamente relacionado con la Modernidad. La Modernidad es una
conciencia histórica. Es una conciencia de su propia historicidad.
Hay dos maneras de pensar esa historicidad:
1. Distanciamiento: diferenciación con el pasado. Los modernos se dicen así mismo
modernos en relación con un pasado oscuro. Ellos son nuevos, modernos; el modo
moderno, es diferente del pasado. Es un distanciamiento de orden longitudinal.
2. Esta consciencia de la propia historicidad supone la pregunta por el presente, que es
sagital, atraviesa por en medio el presente. La pregunta por el presente atraviesa el
presente. Kant la plantea e intenta responderla de forma pública, en Qué es la
Ilustración. Esta pregunta por el presente es hecha desde el interior mismo del presente,
es inmanente al presente. ¿El Intelectual puede decir algo del presente? La modernidad
es un modo de preguntarse por el propio presente.
La modernidad es una salida de la minoría de edad. Es el uso libre, sin tutores, del
propio entendimiento. Esto implica que se quiera salir de la minoría de edad. Por ello
no es gratuito que la pregunta se la plantee un moderno. Nos ubicamos allí en una época
de Ilustración, está en proceso la Ilustración y de ahí la importancia por el papel del
pensamiento en el presente.
Sin embargo, se sigue conservando la estructura teológica de la edad media:
1. Linealidad de la historia: una sucesión de hechos.
2. Historia universal: la unidad de la historia. Tal vez la unidad sea la unidad de la historia
humana. Hay así una comprensión inmanente de la historia en el sentido de lo humano.
Estos dos puntos parecen mantener la idea de una Providencia inmanente a la historia.
También parece querer alcanzar una ley de desarrollo humano sin contenido teológico y
por tanto una Filosofía de la historia.
3. Perfeccionamiento de la humanidad:
4. Idealidad de una Ley. Intentar encontrar un sentido de la historia. Poder encontrar en
ella una regularidad para ver si existe un sentido de la historia.
Por lo anterior, es dudoso el distanciamiento de una estructura teológica de la historia y
por tanto, es dudoso que realmente se hayan distanciado de la concepción medieval de
la historia.
Lo anterior nos lleva al planteamiento de cuál es el papel que juega la ciencia en la
comprensión de la historia.
Una Filosofía de la Historia es un intento de comprender plenamente la Historia. Buscar
un hilo conductor es poder tener una comprensión en bloque de toda la historia; es un
intento de comprender toda la historia. Descubrir en la Historia misma una racionalidad
frente al caos de los acontecimientos humanos. Es una búsqueda por parte del
pensamiento de un sentido inmanente a la historia, de una legalidad inmanente a la
historia.
¿Hasta qué punto los modernos mantienen (o tratan de mantener) la distancia con
aquella estructura teológica?
Con Kant nos planteamos el problema de la libertad de la voluntad, pero al margen del
concepto metafísico; no vamos a considerar aquí la libertad como una idea regulativa,
sino que vamos a ver en qué lugar nos ponen los fenómenos de la libertad de la
voluntad. Los fenómenos de la libertad de la voluntad se hayan, de acuerdo con Kant,
determinados por leyes universales naturales, como los fenómenos de la naturaleza.
¿Cuál es el estatus de los fenómenos en la estética trascendental? Los fenómenos de la
libertad de la voluntad, siendo fenómenos, los pone el sujeto. Espacio y tiempo en la
estética trascendental son aportes del sujeto, no del objeto. El sujeto no es un receptor
pasivo de las cosas sino que éste aporta y todo comienza allá en la sensibilidad, con las
cosas. Esas cosas de afuera son asumidas y hay una síntesis. Esas cosas se presentan y
tienen una cara que se presenta al sujeto, se presenta sólo una parte; es aquello de afuera
que puede ser asumida bajo las intuiciones de tiempo y espacio. Ello supone una síntesis
subjetiva.
Kant no se preocupa por el estatus metafísico de la libertad de la voluntad, sino que se
preocupa por los fenómenos de la libertad de la voluntad, es decir, por los hechos
humanos, por los hechos históricos. En la estética trascendental, un fenómeno es una
cara del mundo que se muestra, que aparece para un sujeto que la puede conocer. Un
fenómeno es aquello que se presenta para nosotros y nosotros estamos en la capacidad
de conocer porque aportamos algo: las intuiciones de espacio y tiempo. Cuando
aportamos ello hay una síntesis de algo que se presenta para nosotros y que nosotros
aportamos. Un objeto es un aquí y un ahora para un sujeto que lo puede conocer. Y
ahora ¿cómo pasamos esta idea de la estética trascendental a los hechos humanos?
¿cómo alegar la realidad de un hecho histórico si el que pone las condiciones del
conocimiento es el humano? Ello es problemático en términos de los hechos históricos,
de los fenómenos de la libertad de la voluntad, porque no son meramente cosas, no son
meramente fenómenos físicos.
¿Cómo conocemos la totalidad de las determinaciones de los fenómenos de la libertad
de la voluntad, teniendo en cuenta el problema que plantea Kant en la estética
trascendental? Ello nos puede incluso llevar a negar la misma realidad. Es un problema
planteado por el estatus de los fenómenos en la Crítica de la Razón Pura. Es el sujeto el
que pone las condiciones del conocimiento. ¿Puede haber una Ciencia Trascendental de
las manifestaciones fenoménicas de la voluntad?
En Kant no hay una ciencia de la historia como tal, ni una filosofía de la historia como
tal. Hay diversos textos que tratan la problemática. En la Crítica del juicio, el aspecto
imaginativo de la razón va a estar mucho más clara que en la Crítica de la razón pura.
En esta, la imaginación tiene una función a partir de esquemas. En aquella la función de
la imaginación es más activa.
En 1781 Kant publica la primera edición de la Crítica de la Razón Pura; en 1783,
publica los Prolegómenos a toda Metafísica del futuro; en 1784 aparece Idea para una
historia universal en clave cosmopolita; un año después Kant publica la
Fundamentación de la metafísica de las costumbres, que plantea el problema que va a
aparecer en la Crítica de la Razón Práctica. En 1786 escribe un texto sobre Herder,
intentando minimizar el abismo entre naturaleza e historia; en este mismo año publica
Probable inicio de la historia humana. En 1787 aparece la Crítica de la Razón Pura en
la segunda edición, que es donde se aclara mejor el problema crítico y lo plantea en el
Prólogo a la segunda edición. Esto pasa 7 años después de la publicación de la primera
edición de esta obra. En 1788 publica la Crítica de la Razón práctica; en 1790 publica
la Crítica del Juicio, donde Kant se plantea la cuestión del sistema, es decir, dónde se
ubican sus anteriores Críticas y si ha faltado algo por considerar críticamente, que es el
juicio. Allí estudia críticamente el juicio teleológico, y si es posible pensar la naturaleza
como un sistema finalístico. En 1795 publica Hacia la paz perpetua.
Existe la tentación de ligar el texto Idea para una historia universal… al problema
práctico, pero ello es insuficiente. Este texto podría preludiar algo del problema que
aparece a la Crítica del juicio.
Los textos estudiados (Idea… Posible…) parecen ser conjeturas. Los textos sobre la
historia no forman un sistema, ellos mismos. En principio, Razón e Historia, no van
cada una por su lado, pero están una fuera de la otra; la consideración sobre la historia
está fuera del campo trascendental. En ese sentido se pone en duda su estatus de ciencia.
Kant no está en controversia con la historeografía; la historia no tiene un estatus de
ciencia como el modelo de ciencia planteado para la filosofía trascendental, que son las
matemáticas. ¿Dentro de la filosofía trascendental la historia puede ser considerada
como ciencia? Ello Kant no lo aclara; más bien hay una teoría de la historia. Kant usaría
entonces la expresión historia filosófica, en vez de filosofía de la historia. ¿Qué se
puede considerar como filosófico en la historia? Esta sería la pregunta que parece querer
responder Kant. En este sentido, Kant plantea la historia como problema. El problema
plateado por Kant sobre la historia está en su manera de considerar la historia misma.
Esta teoría implica un punto de vista pragmático; no hay una pretensión de orden
científico. Sólo la física podía dar el modelo para pensar las leyes universales por las
que funcionaba la naturaleza. Ello no es posible con otros ámbitos de la naturaleza que
no sean la física; pero podemos establecer ciertas leyes particulares que permitan
establecer que la naturaleza funciona bajo las leyes particulares del juicio teleológico.
En aquellos textos Kant no habla de una legalidad universal, sino que propone
conjeturas que a partir de elementos particulares nos pueden llevar a establecer una
generalidad y que no obstante, tenemos que referir a lo trascendental, que su
participación o conexión con lo trascendental no es necesaria, pero está unido, sólo que
a partir de un hilo delgado.
El proceso de secularización apunta a buscar el sentido de la historia en lo humano. Esa
consideración de sentido en la historia es de intentar un sentido inmanente a la historia,
que en última instancia es de lo humano. Con Kant, los fenómenos de la libertad de la
voluntad, el decurso de los hechos humanos supone que quien está obrando en los
hechos humanos es la libertad. Pero una consideración trascendental de la libertad nos la
pone en el ámbito de lo ideal, no de los fenómenos. Considerando un hecho particular,
nos queda muy complicado decir que la idea de la libertad de la razón está obrando ahí.
Por ello Kant considera la hisotria de los hechos humanos en bloque. Siempre que
tengamos un hecho tenemos un punto de vista sesgado, no completo; por tanto, se dice
que Kant establece aquí son hipótesis, conjeturas, juicios u opiniones. En la
determinación propia de la libertad cuentan principios ideales ¿cómo hacemos para
mirar si en los hechos humanos ha obrado la libertad de acuerdo con sus propios
principios? ¿Cómo hacemos para encontrar en medio del caos un hilo conductor?
No hay una consideración en términos de los acontecimientos en cuanto tales, sino que
a Kant le interesa la historia en cuanto está en estado de hacerse. La historia se está
haciendo, se está formando, es un proceso. Kant no considera que la historia ya está
terminada en su época, mucho menos en su filosofía. A Kant le interesa la historia en
cuanto se está haciendo. No le interesa por tanto la realidad misma de la historia. Kant
no estaba enterado de los desarrollos de la Economía Política, y tampoco una
consideración de la historia a partir de la lucha de clases. Más bien establece unos
lineamientos para una filosofía moral de la historia; no está buscando principios a
priori del decurso de la historia. Dichos lineamientos están a medio camino de una
filosofía trascendental y un empirismo histórico; los fenómenos de la libertad de la
voluntad son hechos y la dificultad es encontrar que allí está obrando la libertad.
Si se tiene en cuenta la estética trascendental, Tiempo y Espacio son un aporte subjetivo
en cuanto tal, más que una realidad. Si ello sucede y si los fenómenos de la libertad de
la voluntad se dan en Tiempo y Espacio, ¿cómo puede la historia conseguir efectividad?
¿Cómo puede obrar la historia? Esta distinción tan radical entre el noúmeno y el
fenómeno, esta distancia, pone a la historia misma en apuros. Si las dos intuiciones no
tienen ser, ¿dónde se ubica la historia? ¿Podríamos proponer un ideal político? Así, el
estatus de la historia misma está puesto en cuestión; al relegar la historia al mundo de
los fenómenos, no obstante lo que se debe suponer es que allí obra la libertad y la
historia no tendría su sentido en ella misma sino en una idealidad. A pesar de ser
relegada la historia al mundo de los fenómenos, debe ser explicada desde una idealidad,
y allí es donde surge el problema. El problema de la historia no se puede explicar sin
más desde una filosofía trascendental. ¿Es posible que una filosofía pura pueda echar
los fundamentos de una filosofía de la historia? Parece ser en principio que desde el
punto de vista de los principios de la filosofía trascendental, ello no se puede resolver y
por ello se debe plantear desde otro punto. Desde la filosofía trascendental no se puede
hablar de una filosofía de la historia como tal.
Ideas para una historia universal… plantea que allí no va a considerar la historia desde
principios trascendentales. Va a considerar la cuestión en bloque, y no va a hacer
referencias a hechos particulares. Las acciones humanas se hayan tan determinadas
como cualquier otro suceso natural según leyes universales de la naturaleza; por un lado
nos dice que es imposible establecer un sistema de leyes universales como las dadas
desde el punto de vista trascendental, como pasa con la física. Sin embargo, de los
hechos humanos también podemos establecer o decir que se hayan determinadas por
leyes universales de la naturaleza. Para poder considerar las acciones humanas debemos
tomar un punto de vista que no sea estrictamente trascendental. La libertad es una idea
regulativa, pero es una idea, está en el punto de vista de lo ideal; sin embargo, cuando
analizamos los hechos particulares no podemos decir que es la libertad la que está
actuando en la historia. En los hechos humanos parece no ser posible mostrar la
idealidad de la libertad.
Con Leibniz, la mónada es libre y actúa con respecto a lo que ella misma es; sin
embargo, lo que está por fuera de la mónada obra no por ese principio, sino como si
fuera libre.
Es insuficiente decir que la filosofía kantiana es una filosofía de la subjetividad; la
subjetividad tiende a hacer autosuficiente y no parece ser lo que está pensando Kant. En
este sentido, la subjetividad le sería por tanto ajena a una reflexión de la hisotria, que no
es lo que pasa en Kant. Feuerbach señala que lo que realmente hay es colectividad;
parece haber en Kant una suerte de cogito plural, el pensamiento no es puramente
subjetivo, sino que es un hecho colectivo (“¿Cómo orientarse en el pensamiento?”). Un
pensamiento puramente subjetivo sería disgregador, pero en Kant no parece haber ello.
La teoría general trascendental es la teoría de la idealidad cuyo modelo es el de las
matemáticas. No es el ser el que nos da las posibilidades del conocimiento, sino que es
el conocimiento el que asegura el ser para nosotros. Es la idealidad la que nos dice
cómo procede lo subjetivo. Dicha idealidad muestra la evidencia irrecusable de las
leyes. En el ámbito de lo teórico esta idealidad está dada por las matemáticas y por las
leyes de la física. En el ámbito de lo práctico, es el deber, y dicho aspecto de la
idealidad nos da la irrefutabilidad de las leyes. El deber no se deriva por fuera de la
razón misma; la razón puede actuar autónomamente y por tanto se puede dar el deber a
ella misma. El modelo sintético, para hablar de la síntesis, es el juicio determinante, que
supone que los fenómenos están regulados de acuerdo con los conceptos del
entendimiento. En términos teóricos, la síntesis se obra entre los conceptos a priori del
entendimiento y la diversidad de los fenómenos. Los fenómenos son subsumidos y
entran en síntesis con los conceptos a priori del entendimiento. En ese momento hay
conocimiento y dicho conocimiento nos da leyes universales. Dichos juicios
determinantes son los de la ciencia (matemáticas y física). La síntesis es completa, es
necesaria y unitaria. Aquí podemos hablar de un sistema de la naturaleza como un
sistema de leyes universales, en el sentido de que la síntesis es necesaria, universal. El
juico es la forma como se subsume lo particular en lo universal.
Ahora bien, hay otros fenómenos en los que la síntesis que se obra entre los conceptos
del entendimiento y los fenómenos se hace problemática. Por todas partes, la naturaleza
aplica ciertas leyes particulares. En la Crítica al Juicio obran tres facultades:
1. Sensibilidad: obra una primera síntesis. La diversidad del fenómeno queda subsumida
bajo las intuiciones del espacio y del tiempo. Ahí el fenómeno sigue siendo diverso.
Algo de lo de afuera, la X, la totalidad de las condiciones tiene una cara para nosotros y
nosotros le damos unidad a eso que está allá.
2. Imaginación: obra ya dentro de lo que Kant denomina el sentido interno, es decir, el
tiempo. Lleva la diversidad del fenómeno y la adapta a los conceptos del entendimiento.
La imaginación esquematiza. A partir de esquemas lleva el fenómeno al entendimiento.
3. Entendimiento: ya no tiene esquemas ni intuiciones, sino conceptos universales. Cuando
llega el fenómeno aquí hay conocimiento universal, cuando el fenómeno y los
conceptos operan.
En el caso del arte, viene algo dado a la sensibilidad, ella intenta obrar allí igual que en
la imaginación; pero no encontramos de pronto un concepto que se corresponda con
aquello que nos presenta la sensibilidad y la imaginación. Aquí es muy difícil un
concepto universal que se corresponda con la sensibilidad. Se da entonces un
desacuerdo entre las facultades: la sensibilidad nos da algo, la imaginación intenta
aportar un esquema pero no logra dar un concepto, dando así muchos esquemas.
Cuando se aporta aquí un concepto para intentar subsumir lo que me da la sensibilidad,
la imaginación juega libremente para intentar aportar presentaciones y elaborar el
concepto. Este es el libre juego de las facultades. No hay un único esquema. El
entendimiento obra como si conociera.
El juicio teleológico dice que la naturaleza obra como si actuara bajo leyes universales;
pero aquí no podemos alegar una universalidad como la de la física. Podemos
conjeturar que la libertad ha obrado en determinados hechos, como si hubiera obrado a
partir de la ley de la libertad, universal. Kant intenta conjeturar, pero no se puede
establecer su necesidad; no obstante el campo trascendental está allí.
Existe una diferencia y un abismo (en términos de poder comprender la relación) entre
las acciones particulares del individuo (decurso de los acontecimientos reales) y las
disposiciones propias de los hombres o de la especie (que las disposiciones tengan como
finalidad el desarrollo de dichas disposiciones). Ello supone un problema: ¿el hombre
puede aspirar a una existencia plenamente humana desde el punto de vista de la razón,
más allá de su propia nada? Un animal no tiene dilema entre sus acciones individuales y
los intereses de su especie. El plantear dicho abismo es propiamente humano; ello
supone un desarrollo mismo de la razón. La aspiración es hacia el ideal de la razón
práctica. La labor del filósofo sería entonces encontrar un indicio para poder saltar dicho
abismo.
En los seres racionales, la especie es inmortal. Aquel abismo supone dos elementos: uno
particular y uno universal. ¿Cómo vincular lo particular con lo universal? ¿Es posible
dicha síntesis? ¿Es posible una síntesis histórica, una síntesis en el decurso de la
historia? Su finalidad es el desarrollo pleno de sus disposiciones, es decir, el desarrollo
pleno de las disposiciones de la especie; se trata de poder concebir a la especie como
algo inmortal, infinito.
Al conjeturar una finalidad esta entra encontraste con el ser histórico de los hombres.
Kant no parte de principios a priori en este caso, para poder establecer las condiciones
de una síntesis; parte, más bien, de aquel hecho. La unidad entre aquella finalidad y el
ser histórico sería a partir de la humanidad o de la especie. El ser histórico de los
hombres encontraría su desarrollo pleno no a nivel particular sino a nivel de la
humanidad, de la especie. La búsqueda del decurso histórico de los acontecimientos
sería encontrar una síntesis entre la particularidad de los acontecimientos y la finalidad
de la humanidad. Dicha síntesis no es una síntesis a priori, sino que aquellas acciones
deben buscar una forma de integrarse a la humanidad. De una u otra manera, los
individuos particulares pertenecen a la especie. Los individuos se atraen con los de su
misma especie; los individuos particulares, sin embargo, manifiestan su pertenencia a la
especie desde lo básico, es decir, desde su pertenencia a una sociedad, así la vida en
sociedad sea con el fin de satisfacer sus necesidades personales. El filósofo busca
proponer un tipo de historia desde el punto de vista cosmopolita.
Esta búsqueda de síntesis es el intento de pasar de la nada a la existencia. Nuestras
acciones pueden contradecir perfectamente las finalidades de la especie; una bomba de
neutrones mata todo lo vivo, no sólo la vida de nuestra especie, lo único que sobrevive
son nuestras construcciones. ¿Cómo pasamos de la nada a una existencia plena, moral?
Es un paso desde la más vasta tosquedad, hasta la máxima destreza. Se trata de ir más
allá del mero instinto. Es ir más allá hasta la perfección interna del modo de pensar.
Dicho paso es por medio de su propia razón, la razón misma del hombre.
Frente a la inmensidad de la naturaleza, a lo inconmensurable de las fuerzas naturales
que nos sobrepasan, el sentimiento humano es de pequeñez. Lo sublime en este caso
supone el terror. La situación del hombre frente a la naturaleza es de terror. Es un
sentimiento de autoestimación racional. El paso de la tosquedad a la máxima destreza es
sentirse plenamente racional y por tanto es una autoestima racional, es el sentirse
perteneciente a la especie. Se trata entonces de integrar las acciones particulares a la
humanidad, para lograr de forma plena dicha autoestima racional. Pero quien lo logra es
la especie, no los individuos, porque estos se mueren. Cada acción que realicemos, sin
embargo, sigue siendo nada, comparado con la inmensidad de la especie.
Salir de la tosquedad supone dos cosas:
1. Poder proponer la finalidad de las propias disposiciones basada en la teleología de la
naturaleza. Poder suponer una teleología de la naturaleza. Es todo el problema del juicio
teleológico.
2. El sentimiento que es un modo de pensar, de sentirse fin en sí mismo. Esto es lo que
está a la base del deber en términos morales.
El paso de la nada a la existencia es obra del hombre mismo; el hombre con su propio
esfuerzo lo logra. A él mismo se debe en la medida en que trabaja con esfuerzo para
conseguirlo. Se debe anteponer la autoestima a la felicidad inmediata y ello no se logra
sino con esfuerzo. El 4 principio supone el dinamismo o el antagonismo de las pasiones.
Y ello supone entonces la necesidad de la regulación de las pasiones.
El medio empírico que usa la naturaleza para conseguir ese fin es “el antagonismo” de
las disposiciones dentro de la sociedad. La finalidad que busca la naturaleza supone la
salida del estado de naturaleza, es decir, el antagonismo que hace que los hombres
siempre tiendan a matarse entre ellos. La salida del estado de la naturaleza lleva a los
hombres a vivir en sociedad. Es un antagonismo dentro de la sociedad. Dicho
antagonismo de las disposiciones es causa de un orden legal. No es un dictamen que
viene de afuera de la sociedad; el antagonismo es causa de la búsqueda de un orden
legal, de una regulación. Dicha causa obra en la realidad. Dicho antagonismo supone un
dinamismo de las pasiones que supone resistencia. Dicho dinamismo es la causa del
desarrollo de las disposiciones y talentos. Dicho antagonismo es lo que causa el paso a
la cultura. El hombre no desarrolla sus talentos de forma aislada, sino que es en la
sociedad. En dicho proceso se va formando un “modo de pensar”, que es el de la
Ilustración. Estamos en una época de Ilustración, no en una época ilustrada. Dicho
antagonismo posibilita un desarrollo de un modo de pensar.
Dicho paso no se da porque se proponga un ideal moral, sino que se va dando
patológicamente, en los procesos de ir regulando las pasiones. Allí se va dando ese
modo de pensar.
En una sociedad donde obra el enfrentamiento entre fuerzas, cómo lograr el pensar el
bien de la especie. Hay que resolver la instauración de una sociedad civil para
administrar universalmente el derecho. En medio del antagonismo, conseguir un orden
legal es algo difícil. Siempre las acciones particulares son disgregadoras. A pesar de lo
difícil, es una necesidad natural en los hombres pues no pueden coexistir durante mucho
tiempo en la libertad. Ella no puede ser un permanente. El vivir en sociedad es una
necesidad natural, en tanto que no se puede vivir durante mucho tiempo en la salvaje
libertad.
Este problema es al mismo tiempo el más difícil y el más tardíamente resuelto por la
especie humana. Cuando los hombres viven entre los de su misma especie siempre les
hará falta un Señor, alguien que comande. Quien regule el orden debe ser también
humano, necesariamente. Debe ser justo por sí mismo, sin dejar de ser humano y por
ello se hace difícil. La naturaleza nos ha puesto una aproximación a esa idea. Aquí no
estamos pensando en algo que se va a dar, sino que se aproxima.
La filosofía de Hegel no es, en términos clásicos, idealismo, en cuanto que el uso del
rótulo “idealista” tenía una connotación incluso peyorativa. Hegel pretende tener en
cuenta el carácter determinado de los hechos mismos. Hegel está en un diálogo
permanente con la historia empírica. Hegel intenta llegar a los hechos mismos e
integrarlos de una manera no artificiosa dentro de la comprensión de la historia en su
totalidad.
Hay dos elementos aparentemente contradictorios en Hegel: la historia debe solamente
recoger los hechos, los acontecimientos y actos, allí radica la verdad de la historia. Por
el otro lado, el único pensamiento que aporta la filosofía es que la razón rige y la
historia ha transcurrido racionalmente. Si por un lado la historia debe recoger puramente
lo que es, en principio pasa lo mismo que señalaba Kant; lo que observamos son una
rapsodia, una cantidad de acontecimientos inconexos que no tendrían ningún tipo de
racionalidad. Por otro lado, la filosofía aporta un elemento que va más allá de la
religión. Pensar que la razón rige el mundo, es pensar que hay una providencia que rige
el mundo. Debemos ver cuál es ese aporte de la filosofía a la historia. Hegel va a
mostrar que la filosofía, en la explicación de la historia, está por encima de la religión;
Hegel tiene un punto de partida distinto del de Agustín, pero vuelve nuevamente a la
cuestión de la providencia. En la filosofía está demostrado que la razón es la actuación y
producción desde lo interno en el fenómeno, como sustancia y potencia. Hay que
demostrar en la historia la actuación y la producción de la razón.
La razón en sus determinaciones, obra en el mundo del espíritu y de la historia, en los
procesos históricos. Lo racional es el ser en sí y por sí. El espíritu se hace perceptible en
las figuras multiformes que son los pueblos. Hegel quiere comprender la historia como
tal, en su uniformidad. Quiere comprender la universalidad de la historia en su carácter
multiforme. El elemento en el que se manifiesta el espíritu en la historia es en los
pueblos, no en el individuo. En los pueblos domina un fin último: que en la Historia
Universal hay una razón. Hegel intenta demostrar que la razón obra ahí. El espíritu
universal es el resultado de la historia misma. El conocimiento debe ir a ese elemento
intrínseco de los acontecimientos, quiere ir a aquello que obra intrínsecamente en el
interior de los acontecimientos. La razón obra en el mundo, en la existencia mundana
del espíritu. Para Hegel lo primordial es recoger fielmente los acontecimientos de la
historia, lo histórico. Sin embargo ello no es mera receptividad. El pensamiento aporta
elementos y categorías en el conocimiento. El mundo y la razón se determinan
mutuamente. La razón y el mundo tienen una relación recíproca; pensar que la razón
rige en el mundo es pensar la interrelación entre razón y mundo, que es de orden
dialectico.
La filosofía opera a priori, respecto de la historia; no supone sin más un sentido ya dado
de la historia; lo que supone es la idea. El punto de vista que asume la filosofía de la
historia es el de la totalidad de los puntos de vista; es un punto de vista que asume la
totalidad de los puntos de vista; dicha totalidad es la de los pueblos y su historia; un
pensamiento universal se manifiesta a lo largo de la historia. El a priori no es un
pensamiento hecho, que se le pone a la historia; es el pensamiento que se manifiesta
históricamente. Lo concreto para la historia es el espíritu universal que obra a través de
la multiformidad de los pueblos; en este sentido es concreto. Por eso Hegel hace una
consideración de la Historia Universal. El Espíritu Universal es el resultado de la
historia, no un presupuesto. Hegel intenta superar la relación de exterioridad entre sujeto
y objeto.
Variación: lo que produce esa variación es el carácter negativo de la historia. Hegel
integra dentro del proceso evolutivo, el carácter negativo. Quiere pensar procesos. El
proceso del espíritu es de rejuvenecimiento. Hegel considera una perfectibilidad de la
historia; la autoconsciencia se manifiesta y somos capaces de ser autoconscientes, es
decir, la libertad ha ganado, se ha manifestado de una manera más clara en la historia.
El mundo se hace autoconsciencia.
Razón: la razón es el fin último; obra en el mundo pero es el fin último, la razón en su
plenitud se alcanza a través de la historia. Todo debe redundar en provecho de una obra,
la de la Razón. Que el proceso esté en provecho de una obra no significa que se
minimice el antagonismo y tampoco se elimina la diversidad. En el proceso evolutivo
del espíritu siempre está presente el antagonismo. Hegel quiere pensar en lo concreto; a
la filosofía de la historia no le interesa lo universal abstracto, sino la forma como lo
universal se vincula con lo concreto. Que la razón rija el mundo no significa para Hegel,
sin más, que Dios rige el mundo. Para Hegel, la fe en la Providencia es una fe abstracta.
Intentar conocer el plan de Dios sobrepasa las posibilidades de la razón; pretender
conocer todo el plan de Dios es imposible para el pensamiento y por tanto, la fe en la
Providencia es completamente abstracta, no permite comprender el plan total de la
Providencia. Como en Anaxágoras, aquí no hay un pensamiento con capacidad de obrar
autónomamente; no se puede aplicar el principio universal a lo concreto. No hay figuras
como puntos terminales; cualquier figura puede ser superada a partir de su carácter
antagónico.
En la historia universal, los individuos son los pueblos. Los caminos de la Providencia
son los medios, los fenómenos en la historia que están patentes en nosotros. Lo que ha
sucedido en los pueblos es lo que está patente en nosotros. En eso concreto que ha
sucedido es donde se manifiesta y se va haciendo el espíritu. Debemos referir tales
fenómenos a aquel principio universal; se trata de encontrar la interrelación entre el
principio universal (La Idea) y los pueblos. Pretender conocer a Dios no es un acto de
vanidad sino de humildad; reconocer a Dios en todas las cosas es un acto de humildad;
la filosofía de la historia pretende conocer la obra de la razón en el ámbito del espíritu.
Conocer la obra de la razón en la naturaleza es conocer la idea divina en lo que carece
de concepto. Lo conceptual implica la autoconsciencia. Armados con el concepto de la
razón no debemos temer ante la posibilidad de conocer a Dios. El Espíritu se sabe más a
sí mismo en el mundo humano que sin más en el mundo de la naturaleza. La Fe es
meramente abstracta en cuanto que reconoce la obra de Dios en la naturaleza pero no
puede conocer el plan en su conjunto, es decir, no puede conocer el ámbito mismo de la
razón. Si la razón no pudiera conocer el ámbito total del pensamiento, no sería razón en
tanto que sería limitada. Dios se revela al hombre esencialmente como ser pensante.
Dios es un ser pensante y se le revela plenamente como ser pensante, en tanto que el
hombre es ser pensante.
Dios no está en el hombre meramente en el sentimiento; el contenido espiritual es en el
pensamiento. El ser pensante es en sí creador, tal como lo encontramos en la historia
universal; el ser pensante, al ser pensante es creador. No es algo eterno, incambiable,
todo lo contrario y está en la historia universal. Si el espíritu es la razón, y si es
pensamiento, el pensamiento no es un elemento quieto sino en constante movimiento.
El ser pensante es un ser creador. El espíritu mismo se produce en la historia, es
inmanente. Hegel está intentando comprender la razón. El acto del espíritu es el espíritu
de la historia humana misma. El espíritu se produce en la historia.
Hacer una filosofía de la historia universal, plantearse la cuestión de cómo es que la
razón ha obrado en el mundo y rige la historia, es entender que ha llegado el tiempo de
plantearse esa pregunta: la modernidad. En la modernidad llega un momento culmen
donde la consciencia se sabe ella misma como consciencia y al mismo tiempo tiene la
capacidad de actuar como consciencia. Sabiéndose a sí misma consciencia, ha llegado el
tiempo de plantearse eso, que podemos conocer aquella verdad. La pregunta de Hegel
está hecha desde la modernidad. El contenido espiritual es la libertad de la consciencia,
una consciencia que se sabe libre y al saberse libre puede plantearse la posibilidad de
conocer esa verdad y de plantearse la pregunta. La consciencia se muestra como
universalmente válida, como razón del mundo. La razón se hizo histórica con Jesús; el
logos, la palabra, la razón se hizo historia. La naturaleza de Dios se revela. Es el
pensamiento y la razón misma los que han obrado en las revoluciones y los cambios en
la historia. Con Jesús, el logos se hace historia.
El sentimiento es para la representación sensible, pero sobre todo para la pensante. El
sentimiento no se da al nivel de la mera sensación, sino que se da al nivel de la
representación pensante.
La idea central de Hegel es que la razón rige el mundo: la razón se realiza en el mundo
del espíritu: la historia humana. En ese sentido, el contenido del espíritu, de la historia,
son los fenómenos, los hechos. Hegel en su lectura de Anaxágoras, de Sócrates y de la
Fe, se plantea la relación entre lo universal y lo concreto. De qué manera, en la historia
podemos ver o aplicar lo universal a lo concreto, porque la historia se fija en eso
concreto. Si tuviéramos que hablar de que la filosofía procede a priori con la historia, lo
es desde el punto de vista de que la Fe universal rige el mundo; pero esto es la mera
abstracción: lo que considera Hegel es que la razón se realiza en el mundo del espíritu,
el espíritu se hace. El espíritu es un producto, no es un supuesto. La filosofía procede a
priori con la historia, en este sentido. Esta Fe universal es un punto de partida necesario,
pero no es suficiente dicha fe. Hegel se plantea esta cuestión desde su presente, porque
este presente es resultado. Desde el presente nos podemos plantear la posibilidad de
plantear la pregunta en torno a cómo dicho presente ha sido un resultado. El concepto
demanda su derecho. Este concepto debe ser la realización de su espíritu. En la
modernidad, la consciencia sabe de la necesidad de ser autoconsciencia, de saberse a sí
misma. En la modernidad el concepto demanda su derecho, en tanto que al pensamiento
no le basta una fe, el pensamiento en cuanto consciencia es al mismo tiempo
autoconsciencia. La modernidad es para Hegel el culmen de la historia, por el hecho de
que hay una consciencia de la libertad; consciencia es en última instancia, consciencia
de la libertad.
Los hechos no tienen su sentido en ellos mismos, sino que buscamos la necesidad para
la historia de la libertad de esos hechos. La filosofía nos pone dentro del punto de vista
del concepto, que implica el carácter reflexionado que tiene el concepto; este muestra el
proceso mismo del pensamiento, que es reflexión, vuelta sobre sí mismo. En qué
medida los hechos forman parte de una historia más grande, cómo se vincula ese hecho
con la historia universal. Se trata de ver cómo ese acontecimiento concreto es
manifestación de la razón universal. La realización de la razón es una realización de
orden histórico. El conocimiento no es mera receptividad, sino desarrollar las
determinaciones del concepto. Esos hechos no se sirven de sí mismos, sino que
adquieren su concreción a partir del desarrollo de sus determinaciones. Los hechos no se
bastan por sí mismos porque no se explican por sí mismos. El problema es cómo
aplicarle lo universal a lo concreto. La razón es la consciencia que se sabe a sí misma,
por ello. Ese es el rasgo de la modernidad. La modernidad tiene la capacidad de saber de
la libertad.
Hegel considera que el mal es un hecho en el mundo; la muerte es un hecho real, siendo
un elemento negativo en la historia. Esa negatividad es siempre superada aufhebung,
por lo tanto la teodicea en tanto justificación de Dios es la reconciliación de lo negativo
con el espíritu. Hay que entender la realidad de lo negativo; es un hecho en el mundo la
presencia de la muerte, pero la muerte no es el fin del proceso, sino que ese aspecto
negativo es superado, no es un punto de llegada sino que un proceso en el momento.
Padre padrone
Lo humano es la unión del espíritu con la naturaleza. A un pueblo lo constituye su
arraigo con lo natural, no solamente sus realizaciones espirituales. Es necesario aquí
fijar lo universal de la naturaleza humana; ello debe revelarse hasta en el rostro más
desfigurado. La razón se manifiesta en la naturaleza y se realiza en el mundo del
espíritu.
Cada hecho está vinculado con elementos más amplios que le dan sentido a este hecho.
Si cada pueblo tiene un mundo espiritual propio ¿cómo ha llegado el espíritu a ese
contenido concreto? En el mundo del espíritu los individuos encuentran el principio de
su acción, que es la eticidad. La modernidad sentó las bases de una eticidad
determinada. El individuo está ligado a las realizaciones concretas de la libertad.
La historia empírica tiene un interés objetivo por las realizaciones espirituales de los
pueblos. Son los referentes para la actuación moral del individuo. La preocupación de
una filosofía de la historia es ir más allá de la historia empírica. El contenido debemos
comprenderlo por los conceptos específicos. La filosofía ha de contemplar la historia
según su fin último: ¿cómo la Idea (de libertad) se proyecta en el elemento del espíritu
humano? Este fin no es un telos prefijado en la historia. Lo único intemporal son las
categorías del pensamiento, lo que ataña al mundo de la Lógica. La Historia es la Razón
afectada por el tiempo. La libertad es la coincidencia entre la esencia y la voluntad. Si
la esencia es la consciencia, ella no se perfecciona si no quiere ser consciencia. Es saber
del mundo y saber de sí mismo, saber de su relación con el mundo: esa es la Idea, la
Libertad, el fin. El Espíritu es algo absolutamente vivo, no es un ser quieto e intemporal.
El espíritu es algo vivo, nace, se desarrolla y muere. Además es individual y por lo tanto
activo. El espíritu es consciencia, pero consciencia de sí, se puede poner a sí mismo
como objeto de conocimiento. Sólo sé de un objeto, a medida que me conozco a mí
mismo. Yo soy aquello que sé. El Espíritu tiende a realizar su esencia misma, que es la
libertad, por tanto es activo. La Libertad es una continua negación de lo que amenaza
negar la libertad. Es esta sensación de libertad la que hace libre al espíritu. Todo aquello
que tiende a negar la libertad, genera un impulso de negación de dicha negación.
Lo que nos diferencia de los animales es que podemos escoger lo que satisface nuestros
impulsos y actuar según fines.
En el caso de la historia universal, el individuo que le interesa a la filosofía de la historia
universal es el espíritu del pueblo. Ese espíritu es un individuo. En la historia universal,
el espíritu como individuo es individuo universal y determinado, no es un individual
abstracto: es el espíritu del pueblo. El espíritu del pueblo es el concepto que el espíritu
tiene de sí mismo. El espíritu es producto; se hace y por tanto es la forma en que el
espíritu se representa a sí mismo. Es la forma como el espíritu se representa a sí mismo
su libertad. La última consciencia a la que se reduce todo es que el hombre es libre;
pero no es la libertad de los hombres individuales, pues la realización de la libertad es
en el espíritu del pueblo. Los hombres se saben a sí mismos dentro de un colectivo; el
hombre tiene la realización de la libertad dentro del espíritu del pueblo. La consciencia
de un pueblo es lo que Hegel denomina eticidad. Ese saberse del espíritu en esas
realizaciones es el supuesto de esos individuos, necesidad para ellos. Los individuos
reconocen al pueblo en esas realizaciones específicas, la consciencia que el hombre
tiene de sí mismo en el derecho, la moral, el arte. Los individuos tienen en el pueblo su
necesidad. El individuo existe en esta sustancia, en la consciencia que el individuo tiene
de sí mismo en el pueblo. Esta sustancia es un universal determinado, no un universal
abstracto. Los individuos no impiden que el espíritu busque su fin. El espíritu universal
es el espíritu del mundo tal como se despliega en la consciencia humana.
La consciencia tiene la capacidad de ser autoconsciente, de saber que la libertad es la
capacidad de decisión. En el Hegel maduro hay una articulación entre la filosofía
política y la filosofía de la historia. Esta se articula con la filosofía del derecho. No
podemos entender la filosofía de la historia de Hegel sin el carácter de autoconsciencia
que tiene el espíritu, sin ese proceso de producirse la consciencia misma como
autoconsciencia y su carácter negativo, mediante el cual alcanza niveles más altos de
comprensión.
Para que haya verdadera autoconsciencia tiene que haber un proceso de distanciamiento
de sí misma.
¿En qué medida el Derecho está en función de la realización de la libertad? El carácter
propio de la libertad moderna se basa en la actitud negativa propia de la consciencia. En
la modernidad se reivindica el carácter negativo, ese escepticismo de la consciencia
respecto de sí mismo. La concepción moral moderna tiene a la base esa concepción de
la consciencia a partir de esa actitud negativa de ella misma; esa actitud le permite
tomar a la consciencia actitudes con las cuales se identifica el individuo y por tanto
dirijo mi acción. Hegel es crítico del carácter formal del principio de la acción de Kant.
El individuo tiene su plena realización dentro de un pueblo; no es posible ello de una
forma aislada. Ser libre es estar en una relación con la colectividad y ser reconocido
como libre. La realización de la libertad se da en términos colectivos. La libertad
implica que los otros me reconozcan como libre. La realización de la libertad depende
de lo que los individuos en un colectivo traten de buscar. La libertad tiene su realización
en términos sociales y no individuales. Se trata de una imposición de normas mutua y
reciproca.; somos sometidos a principios antes de tener un racionamiento para entender
la moralidad de una acción. Ello con el fin de internalizar los fines de la acción.
En la modernidad, los bienes propios no son obvios. Quiere encontrar un tipo de bien
que pueda regir las acciones particulares de los individuos. En la modernidad, contrario
a lo que pasa en el mundo antiguo, esos bienes no son obvios. La única premisa que
cuenta es la de la libertad, la que se tenga para dirigir las acciones. La modernidad no
acepta sin más, bienes sin someterlos a la crítica. No se asume sin más la autoridad que
reivindican algunos por determinados bienes.
El Derecho abstracto implica el reconocimiento mutuo por parte de algunos individuos.
Hegel no somete a crítica la consciencia moderna ni la burguesa. Hegel no toma
distancia suficiente de la consciencia burguesa ni de sus principios. La consciencia
moderna presente en él no logra tomar distancia de la burguesa. Marx reconoce la
importancia para la comprensión de la historia de la dialéctica hegeliana; lo que no logra
entender Hegel es asumir un punto de vista que se distancia de la consciencia burguesa.
Lo que cuenta en la esfera de la moralidad es cómo se articula la regla universal con las
aspiraciones personales. Esta articulación se da gracias a la consciencia de los
individuos. Esta consciencia es la que logra articular la aspiración personal con la regla
universal. El individuo encuentra su realización personal en lo colectivo. La eticidad es
entonces el ámbito de la libertad; los pueblos van concibiendo en la historia qué es lo
mejor para ellos con respecto a la realización de la libertad. Es en la eticidad entonces
ese ámbito en donde se articulan las aspiraciones personales con la regla universal. Esta
esfera es la que permite una forma de práctica que no es de autodeterminación. Antes de
aplicar principios universales a casos particulares, aprendemos es una práctica ética que
tiene su comprensión en los pueblos y Estados. Esos principios no se aceptan sin el
carácter crítico de la consciencia, su aspecto negativo y escéptico respecto de sus
propias aspiraciones. La eticidad es una cuestión moderna. Consciencia implica siempre
una salida de sí y una puesta en lo totalmente opuesto de sí, y regreso a sí mismo, una
vez se ha ganado lo diferente en la superación. Consciencia siempre es autoconsciencia,
que es distancia y a su vez tiene un carácter negativo. En esta relación entre lo particular
y lo universal, hay una mediación negativa. La consciencia tiene siempre la capacidad
de tomar distancia de los principios universales.
La filosofía de la historia busca una mayor consciencia del carácter moderno, negativo
de la consciencia.
Pone la Idea de libertad a la base de su comprensión de la historia. La libertad es una
realización colectiva e histórica. La realización de la libertad la ve Hegel de una manera
concreta; no obstante, esta idea de la libertad está basada en una consciencia que supone
el carácter abstracto de los principios lógicos. Lo primero que están son los principios
lógicos. Hegel intenta demostrar la necesidad de sus categorías lógicas. La que pone las
condiciones y las determinaciones de lo concreto es, en última instancia, la Libertad.
Marx
Tesis XI sobre Feuerbach: primacía a la práctica sobre la teoría. La comprensión de
Marx sobre la historia es una comprensión de debe tener efectos políticos y prácticos
sobre la misma. Implica poder encontrar criterios para la transformación. Esta
comprensión trata de entender cómo transformar el mundo, más allá de la mera
contemplación.
De acuerdo con Feuerbach, la religión es una proyección de lo humano, una auto-
enajenación de lo humano; de alguna manera, los hombres proyectan todas las
contradicciones humanas en un mundo ideal. Intenta disolver el mundo religioso,
encontrando el carácter terrenal de dicho mundo. Cómo es que los hombres han ido
proyectando sus deseos y carencias en el mundo religioso. El mundo religioso no es sin
más una proyección: el mundo religioso es la expresión de las contradicciones propias
del mundo terrenal. Es necesario entender la contradicción del mundo terreno; sin
embargo, ello no basta. En la teoría de Marx hay un Pathos político.
Se plantea el papel que puede jugar la filosofía en la construcción de la historia, una vez
señalado el límite de la filosofía en la Tesis XI sobre Feuerbach. Después de esta tesis
¿dónde queda la filosofía? Marx parece reconocer la mutua implicación entre la
“superestructura ideológica” y la “base material”. Aquí no hay un descarte del papel de
la teoría. Invalidar de entrada el papel de la teoría es absurdo. Aquí está en juego: ¿cuál
es el papel del pensamiento en el presente y en su configuración? Marx está creando una
tensión histórica entre su presente y el cómo hemos llegado a ser lo que somos. La
filosofía aquí juega un papel fundamental.
De acuerdo con Althusser, la concepción científica de Marx es la concepción
materialista de la historia y la concepción filosófica es la concepción dialéctica de la
historia. ¿Cómo podemos pensar en Marx la cuestión de la superación de la filosofía?
En la Ideología alemana encontramos una concepción de la historia como historia
universal. Esto es propiamente moderno: la posibilidad de pensar el carácter universal
de la historia. Pero esta universalidad es un producto de la historia. La universalidad
aquí no es una premisa, sino es un producto. En Hegel, las categorías del espíritu son
universales y esto es lo que le va a imprimir a la historia misma dicho carácter. Esto se
produce cuando el desarrollo de las fuerzas productivas tiene un alcance global. El
antagonismo necesario que se produce entre el desarrollo de las fuerzas productivas y
las relaciones de producción es de alcance universal y en este momento la historia se
vuelve historia universal. Ello a partir de la génesis de ciertas premisas a partir de un
proceso real. En Hegel, lo finito es ideal, lo finito no tiene una entidad propia sino que
al ser finito, no se explica por sí mismo sino en la medida en que está integrado en lo
universal. Aquí hay unas premisas que podemos señalar, pero esas premisas lo que nos
indican es que la historia deviene universal a partir de la génesis de unos hechos reales y
de un proceso real. No es un proceso predeterminado en las categorías de la lógica
hegeliana; aquí hay un proceso que se va generando poco a poco.
El proceso de la historia debe verse desde un proceso genético, de cómo deviene en
universal. Esta concepción es distinta de la idealista, en la medida en que intenta
mantenerse en el terreno histórico real y de práctica material. ¿Hasta qué punto su
fidelidad a los hechos no implica una intervención del pensamiento en su comprensión
de la historia? Las premisas de las que parte Marx sigue siendo una interpretación.
Con la crítica de Marx se funda un tipo de crítica a las ideologías desde el punto de vista
material; hay un replanteamiento de la teoría, más que un abandono de la misma. La
fuerza propulsora de la historia no es la consciencia, la consciencia es un producto, no
está al principio; lo que está al principio es la vida misma, el cuerpo material que
impulsa su supervivencia. La consciencia no es una premisa en esta concepción, es un
producto social. La práctica, el carácter práctico de la existencia humana es la fuerza
propulsora de la historia. El hecho de que el hombre es actividad, acción, ello mismo
implica que sea esta la fuerza propulsora de la historia. La consciencia no es anterior,
sino que es producto desde un punto de vista básico: que el hombre existe y que por
tanto, produce y reproduce su vida y la de la sociedad. Es práctica revolucionaria en la
medida en que hay transformaciones, cambios, el devenir mismo de la historia.
Se plantea un tipo particular de continuidad histórica, a partir de las realizaciones
efectivas de los hombres. Cada época es una realización efectiva de los hombres; al
desarrollarlas, crean las bases para lo que viene, las generaciones futuras legan
adquisiciones y conflictos. Cada generación transfiere a la que sigue una masa de
fuerzas materiales ¿esto implica una teleología?
¿Hay que aceptar que las revoluciones son sólo a nivel del pensamiento o que estas son
más radicales que las históricas? Ó ¿qué entronque existe entre la llamada crítica y el
propio mundo material que rodea a los críticos?
La pretensión de la ideología alemana sería partir de premisas reales, o presupuestos
reales. Son los individuos reales, su acción los que en última instancia producen las
condiciones reales, partiendo a su vez de las mismas.
Hasta qué punto el pensamiento de los críticos alemanes sabe de las condiciones
históricas en las que se encuentra. Partir de premisas reales en una comprensión de la
historia, implica un viraje de la misma concepción del lugar del pensamiento. En este
terreno de lo llamado “premisas reales”, tiene sentido la ideología como categoría de
crítica histórica, de la relación del pensamiento con la práctica histórica.
La primera premisa de toda historia humana es la existencia de individuos humanos
viviendo. La premisa de que somos cuerpos vivos es una premisa histórica; la
organización corporal y su relación con la naturaleza. Esta es el cuerpo inorgánico de
los hombres. ¿Cómo se modifican tanto el cuerpo como la naturaleza por dicha
relación? No podemos entender la producción sin la organización corpórea del hombre.
la existencia del hombre como ser corpóreo depende de las condiciones materiales de la
producción de su propia vida. No podemos separar existencia humana de las
condiciones materiales, reales.
La existencia de los individuos en el sentido que producen medios de vida y un
determinado modo de vida, esta producción se da fundamentalmente en el intercambio;
es una producción de orden social. La producción no es individual. El modo de vida no
es un modo de vida individual, sino social, desde el principio. Marx parte del supuesto
de que la historia es la historia de la producción. El concepto de producción no se puede
entender sin el trabajo.
Los hombres comienzan a procrear y con ello se produce la familia, que es un primer
tipo de asociación real, y todo lo que implica la familia (división del trabajo,
jerarquización, etc.). Producir es producir la propia vida pero también producir la vida
de otros. En esa misma medida se multiplican las necesidades. Estas premisas son
premisas históricas, de la historia efectiva. Pero la historia implica de suyo el hacer la
historia.
Las formas de cooperación en la producción de la vida son fuerzas productivas. La
ayuda mutua en los individuos implica ya una fuerza productiva. La suma de las fuerzas
productivas condiciona la historia humana. Por tanto, la historia humana debe estudiarse
entonces en conexión con la historia de la industria y del intercambio. Las relaciones
sociales son conexiones materiales entre los hombres que pasan por el desarrollo de la
producción. A partir de estas premisas podemos hablar de conciencia como una
producción social. La consciencia es un producto social, surge en la necesidad de poder
establecer relaciones necesarias con otros individuos sobre la construcción de las
mismas condiciones para relacionarse. El lenguaje es consciencia práctica, en este
sentido, es decir, es consciencia material.
¿Cómo se entiende el interés por lo concreto en una filosofía de la historia que parte
de la idea de que “la razón rige/gobierna el mundo”?
¿Hasta qué punto el sentido histórico de inspiración o corte hegeliano, no implica una
noción y una idea de progreso, un finalismo? Tanto en Marx como en Hegel, aunque
parece que cierta fe en el progreso está, sin embargo muchas de sus formulaciones no
parecen apuntar a dicha idea.
Existen dos concepciones acerca de la historia vistas hasta hoy: teología y filosofía de la
historia. La primera supone un providencialismo y por otro, supone una escatología. En
Agustín a pesar de tener una concepción teológica de la historia, no hay una anulación
de los acontecimientos profanos; más bien quiere pensar la tensión en la idea de que la
Providencia rige el mundo y no obstante están los acontecimientos humanos y profanos
presentes. Hay un conflicto entonces entre la ciudad de Dios y la ciudad terrena. En
dicho contexto, los acontecimientos humanos están dentro de la historia que está entre
el comienzo de ella y su final. La historia tiene un comienzo y tiene un final en dicha
concepción teológica, pero el sentido propiamente de la historia es un sentido extra-
histórico. Hay un Dios que crea el mundo y el final de la historia implica una vida
después de la historia. Ello no anula el hecho de que de todos modos Agustín intente
una consideración de los acontecimientos humanos. Unido a dicho Providencialismo,
hay una teleología de la historia, una finalidad, la historia va para una parte
determinada.
Una filosofía de la historia es una búsqueda en nuestra comprensión de lo humano, del
sentido de la historia. Aún hay una Providencia en ciertos autores, pero se pone en duda
que sea Dios el que actúa; además, dicha providencia es inmanente. Hay una
comprensión racional de la historia en donde se busca el sentido moral de esa acción. Su
comprensión de la historia no deja por fuera el carácter moral de la acción humana, sino
que intentan buscar el sentido de la historia ahí, en dicho carácter moral de la acción
humana e incluso en el sentido político de dicho accionar. Aquí es importante lo que
mueve la acción y su sentido y propósito práctico. El sentido de esa historia, por otro
lado, se le busca inmanente a los acontecimientos mismos. Aquí está presente el hecho
de que el sentido de las acciones humanas tiene un carácter racional, es una
comprensión desde la razón. De igual forma, esta filosofía de la historia parece no
abandonar el lenguaje providencialista, que implica no obstante una suerte de teleología
basada en la fe en el progreso. Aquí hay una especie de tensión; los modernos intentan
una comprensión inmanente a las acciones humanas mismas, a los hechos y
acontecimientos históricos y por tanto pretenden abandonar la idea de una providencia
que rige el mundo; no obstante, quitándola ponen una fe en el progreso y por tanto,
introducen en la filosofía de la historia una teleología de la historia. Dicha fe en el
progreso pone en cuestión el sentido exclusivamente circunstancial de los hechos
humanos. No se queda con la pura circunstancialidad de los hechos; los hechos quedan
metidos en dicha teleología. Por otro lado, en dicha filosofía de la historia, existe una
concepción lineal del tiempo histórico. Dicha concepción lineal no es del todo ajena a la
concepción providencialista de la historia. Dicha linealidad hay que vincularla a la
comprensión inmanente de la historia, a diferencia de Agustín. La filosofía de la historia
no abandona una linealidad; ello está en Hegel de forma clara. Hay una cronología y
una sucesión de acontecimientos. Ese tiempo lineal actúa como base de los
acontecimientos y en cierta forma, es una especie de fundamento del progreso. Esa
concepción lineal tiene como presupuesto una especie de “tiempo vacío” en donde
tienen lugar los acontecimientos de forma sucesiva. Al tener un punto culminante de la
historia, estamos dando como sentido de los acontecimientos una idea, que es la idea de
progreso, y por tanto esta es una comprensión ideológica.
Dentro de la filosofía de la historia de corte moderno se destaca la tensión que
señalamos entre Hegel y Marx. En las dos concepciones de una u otra manera, se pone
en juego una comprensión no sólo filosófica de los acontecimientos sino también
científica. En Hegel es la Filosofía la que aporta las categorías pensantes que ayudan a
una comprensión de la historia; él no pretende hacer una ciencia en el sentido positivista
de la palabra. Hay un elemento previo a la historia que es lo que está en la Lógica; la
Filosofía está en mejores condiciones de dar cuenta de una historia de la filosofía que la
misma historia empírica. En Marx hay ciencia de las relaciones contradictorias de las
fuerzas productivas y las relaciones de producción. Podemos determinar el desarrollo de
la base material de la sociedad; para ello la crítica de la economía, encontramos el
carácter científico de las categorías económicas. ¿Hay una filosofía de la historia o un
materialismo histórico en Marx? Aquí, el pensamiento elabora lo concreto, por más de
que una concepción materialista estudie lo concreto; lo concreto es complejo y por tanto
es un resultado, no un mero punto de partida ya dado. En Hegel lo finito y concreto es
ideal, en Marx lo concreto es una elaboración del pensamiento pero porque es un logro
histórico. El pensamiento debe elaborar ello inevitablemente. Lo concreto no es algo
simplemente dado, no es la simple objetividad positivista tosca.
En Hegel, hay una consideración pensante de la historia que se preocupa por lo concreto
y empírico, se basa en la autonomía del concepto; el concepto y el pensamiento
proceden autónomamente; es el concepto en su carácter o con la necesidad de sus
propias categorías la que intenta pensar lo propiamente concreto. En Marx hay una
concepción de la historia no idealista que bajo las exigencias políticas del tiempo
presente, se replantea el papel práctico de la teoría. En este sentido la labor de Marx es
de intervención crítica e intentando responder políticamente. En Marx es evidente que el
papel práctico de la teoría quiere tener una incidencia directa en la historia de los
humanos; la teoría tiene un papel revolucionario. Ambas concepciones se anclan en el
presente moderno como punto de vista de su comprensión. Hegel se para desde el punto
de vista de la autoconsciencia libre moderna y en Marx se considera el carácter
problemático de la consciencia burguesa; ambos se paran desde el punto de vista el
presente moderno. Ambos tienen una concepción de progreso en la historia, en cierto
punto.
Nietzsche – II intempestiva
Se encuentra dentro del universo de los escritos de juventud de Nietzsche. Tiene como
trasfondo el vínculo de dicha filosofía joven de Nietzsche con Schopenhauer y la
concepción estética de Wagner.
El texto de Foucault se mueve entre el período medio (HDH – CJ) y el período de
madurez. En dicha época Nietzsche no usa la palabra genealogía, sino que habla de
historia. Es en el período de madurez en donde Nietzsche habla de una genealogía
(MBM, GM). Foucault intenta una sistematización de lo que en español o en otros
idiomas se traduce indistintamente por origen. Foucault intenta precisar que no todas las
palabras que usa Nietzsche en alemán se pueden traducir como origen. También intenta
problematizar el “pensamiento” del eterno retorno de lo mismo.
Esta comprensión de la historia está marcada por la comprensión trágica de la
existencia; dicha concepción trágica de la existencia implica que la existencia no tiene
sentido último, la existencia siempre es contradictoria. No tiene un único sentido. Dicha
concepción proviene de la idea de que la voluntad es una especie de noúmeno kantiano,
es la cosa en sí, en última instancia es el ser y que el fenómeno, la apariencia, la
existencia es un sin sentido, es mero aparecer.
En el Nacimiento de la Tragedia, Nietzsche establece una dualidad entre Dionisos y
Apolo, que encarnan dos instintos o impulsos artísticos; pero también son dos
concepciones sobre la existencia. Dionisos encarna las fuerzas primigenias de las que
surge la cultura. Nietzsche hace una suerte de arqueología de la cultura; en la Tragedia
griega, específicamente en la tragedia de Esquilo y Sófocles, el único héroe es Dionisos
que es desgarrado por los titanes y se disemina en elementos individuales; la totalidad,
el uno primordial es destrozado por los titanes, atomizado. La unidad primigenia se
pierde. Apolo representa la fuerza que le da forma a esa masa informe, es el principio de
individuación. Su proveniencia también es dionisiaca en la medida en que esta es la
fuerza conformadora de la cultura. No hay cultura sin las fuerzas primigenias. El
carácter artístico de Apolo permite ordenar y darle forma a esas fuerzas primigenias. Lo
apolíneo le hace violencia a dichas fuerzas primigenias. Dicha dualidad Dionisos-Apolo
describe un dolor primordial: el hecho de que con el principio de individuación se
pierde la unidad primordial. Las fiestas dionisiacas se pierde el principio de
individuación, se regresa a ser comunidad entre los hombres y la naturaleza. La
Tragedia describe el desgarramiento del dios en individualidades, describe el sin sentido
y el desgarramiento originario de la cultura misma que se juega entre el un primordial y
el principio de individuación. La cosa en sí es dicho uno primordial que se desgarra. Es
ese elemento pre-racional.
La II Intempestiva se llama Sobre la utilidad de los estudios históricos para la vida.
Nietzsche aquí trata sobre el servicio de los estudios históricos a la vida; a la base hay
una comprensión de la vida y sobre hasta qué punto acaban o mata la vida. En dicho
contexto se puede decir que la II Intempestiva describe el conflicto trágico entre la
ciencia y la acción. En NT, Nietzsche intenta a partir de la interpretación del pasado de
la tragedia, oponer una sabiduría dionisiaca que describe dicho desgarramiento, a la
concepción de la ciencia moderna. El personaje que encarna en NT a la ciencia moderna
es Sócrates. Nietzsche instalado en la modernidad, intenta irse al pasado para recuperar
las posibilidades de la sabiduría dionisiaca. A Nietzsche no le interesa irse al pasado en
términos eruditos. Le interesa recuperar la sabiduría trágica en polémica con la ciencia
moderna, con el pathos científico de la modernidad. Dicha sabiduría dionisiaca se basa
en un hecho básico: los griegos tenían una sensibilidad muy fuerte para el sin sentido de
la existencia, para el dolor. Podían saber que la existencia estaba desgarrada, pero a
pesar de dicho pesimismo, los griegos se inventaron el arte, que tiene carácter apolíneo
para seguir existiendo como una forma de cultura. Con la forma artística se hace
soportable el dolor; aquí hay un carácter afirmativo. Esta sabiduría sabe del dolor del
mundo, sabe del uno primordial y del desgarramiento de la existencia.
¿Hasta qué punto deben los estudios históricos servir a los intereses prácticos de la
vida? Esta es la pregunta central de la II intempestiva. Foucault se va a basar en el deseo
irrestricto de conocimiento que está presente en el período medio de Nietzsche. Aquí
hace énfasis en la cuestión intelectual, y no en la cuestión práctica. Nietzsche sin ser
marxista, establece un vínculo grande entre el saber y la acción. La historia no puede
reemplazar la fuerza superior que es la de la vida. Aquí hay un conflicto y una tensión
entre la filosofía pensada como ciencia y la acción. La historia está al servicio de un
poder no-histórico. En dicha subordinación no debe ser una ciencia pura, como es el
caso de las matemáticas. En Alemania hay una hipertrofia de estudios históricos y en
relación con dicha hipertrofia, con tal síntoma, hay un exceso de estudios históricos y se
quiere sujetar la vida a dichos estudios históricos. En el Prólogo Nietzsche intenta
pensar en qué sentido esta visión sobre la historia es intempestiva. Nietzsche se
pregunta por la salud de un pueblo; en qué medida el exceso de ciencia mata la vida de
una cultura. Dicha consideración intempestiva nace de un sentimiento; siente como un
problema la relación entre saber y vida o entre historia y vida. Una virtud hipertrofiada
puede convertirse en un vicio hipertrofiado. Dicho problema viene de su trabajo como
filólogo.
Es una consideración intempestiva en cuanto a que es actual, tiene que ver con un
problema que suscita el presente, su presente. Es un problema histórico en la historia
misma; es un problema histórico para los estudios históricos. Nietzsche pone en tela de
juicio el carácter científico de los estudios históricos, el estatus de objetividad de los
estudios históricos. Pone en cuestión el hecho de que dichos estudios puedan lograr una
objetividad de la historia. Es una consideración conforme a la época, de actualidad, pero
al mismo tiempo inactual, en la medida en que hay una preocupación por el pasado.
Pero dicha preocupación por el pasado no es erudita; la preocupación por el pasado es
una preocupación por el presente. En NT es una preocupación por la ciencia moderna.
En la IIT pasa lo mismo, preocupado por el presente se va al pasado. Con el fin de
actuar contra y por encima de nuestro tiempo, se acude al pasado, a favor de un tiempo
futuro. Actuar intempestivamente es actuar en contra del tiempo actual a favor de un
tiempo futuro; en esta medida, Nietzsche hace una crítica al progreso. Nos vamos al
pasado y en función de la vida, podemos actuar viendo hacia el futuro. Quiere mirar qué
del saber se favorece a la acción. Se intenta traer algo del pasado que favorezca la vida
del presente, no como una nostalgia, sino en búsqueda de algo que afectó al pasado y
que aún sigue afectando a la vida. No hay aquí entonces una fe en el progreso. En dicho
sentido Nietzsche pone en contraste y en tensión a lo histórico y algo que puede estar
por fuera de la historia, lo a-histórico, una especie de atmósfera que favorece la vida. La
atmósfera tiene la función de proteger la vida de las radiaciones solares, desvía dichas
radiaciones y por tanto favorece la vida. Es una condición para que haya vida. A
Nietzsche le interesa poder señalar hasta qué punto o en qué medida lo a-histórico no
podemos desecharlo, en cuanto que no podemos desechar aquel aspecto vital que
favorece la historia misma. Las fuerzas primordiales que son a-históricas son las que
favorecen la vida. Si hay un exceso de conocimiento se mata dicha atmósfera.
¿Hasta qué punto deben los estudios históricos servir a los intereses prácticos de la
vida? Se trata del servicio que le puede prestar a la vida, el valor que en este caso tiene
la historia, los estudios históricos, la institución histórica, el sentido histórico en
relación con la vida. Nietzsche plantea la cuestión del valor de los valores: el valor el
sentido histórico, los estudios históricos en función de favorecer la vida. Nietzsche se
pregunta así por la relación entre ciencia y acción y ciencia y vida. ¿En qué relación está
la ciencia con la vida y la acción? Esta es la pregunta por el valor de dicha ciencia.
En Nietzsche, la vida es una suerte de poder oscuro que le niega al entendimiento una
comprensión del absurdo. Esta es una idea muy kantiana. La vida a partir de allí
produce representaciones pero ellas están en función de favorecer la vida. Aquella
naturaleza oscura es la voluntad como cosa en sí, el uno primordial que no puede ser
conocido por el intelecto humano. Aquí se presenta una antinomia: la búsqueda de la
comprensión absoluta (ciencia) está en una tensión contradictoria con las
representaciones vitales mismas. La Fisiología es la que nos permite comprender dicha
vida y es a partir de allí que tenemos las representaciones vitales. Es por medio del
cuerpo que entendemos la naturaleza. Sin embargo, ella misma es la que nos impide
conocer lo absoluto, por sus limitaciones, por las limitaciones del cuerpo mismo. Hay
elementos que nos permanecen incognoscibles, oscuros y a los cuales por tanto no
podemos tener acceso. Son fuerzas que no han sido configuradas, que no han sido
puestas o conformadas como en el caso de la cultura. En la cultura, dichas fuerzas han
sido domadas, estructuradas como cultura; pero aquellas fuerzas primigenias, en cuanto
no han sido configuradas, no podemos conocerlas. Esas representaciones vitales son una
fuerza artística natural.
En la fisiología está el cierre pero también la apertura; la fisiología también es
naturaleza y desde ahí podemos pensar la cosa. La fisiología tiene que ver con todo ello
que ha sido despreciado por la supremacía que el intelecto mismo quiso considerar de sí
mismo, el sentirse en el centro del universo. La vida es un poder impulsor, pero es
oscuro. Desde dicho elemento oscuro se trae fuerza para la conformación. En un
lenguaje schopenhaueriano, Nietzsche habla a favor de las fuerzas afirmativas.
Nietzsche no es pesimista, a pesar del peso de Schopenhauer en su obra. Esas fuerzas
afirmativas, es la vida misma como actividad, es una fuerza ahistórica. La vida es un
poder oscuro, que se afirma en sus impulsos y representaciones.
En toda acción se requiere de olvido. En el olvido está el poderse situar específicamente
en el presente. Para realizar cualquier acción se requiere de una dosis de olvido para
poder ubicarse en el presente y llevarse a cabo. En la equiparación se comparan dos
cosas que son inconmensurables; recordar es equiparar, comparar. Dicho acto de
equiparación es el hecho histórico primordial. Para recordar desde el presente el pasado,
ya implica una violencia a dicho pasado. Equiparar es un acto de violencia pero
también, dicho acto es el acto histórico primordial. Recordar no es hacerle justicia al
pasado, en cuanto que no es irse a la verdad del pasado; ya el hecho de recordar es un
acto de violencia y deformación. Recordar está en función de la recordación. Aquí hay
una transfiguración, como la de Cristo. Lo anticuario tiene que ver con dicho poder
transfigurador, con ese acto de memoria que implica violencia al pasado.
Aquel olvido tiene que ver con lo orgánico; todo organismo requiere tanto de luz como
de oscuridad; la oscuridad es la que permite la acción. Aquí está introduciendo la
cuestión de la salud. La salud depende de la oscuridad, de ese poder oscuro, de su
relación con el poder oscuro, que en este caso es llamado vida. El olvido es una función
orgánica. Está fuera de nuestro alcance no olvidar. A pesar de dicho olvido, hay un
sentido histórico en el que somos producto no de la arbitrariedad, sino de la necesidad
vital incluso. Para ello es necesario lo plástico en el sentido artístico. Es una fuerza
plástica de transformación y asimilación del pasado. La fuerza plástica es una fuerza
vital para poder asimilar el pasado, es decir, de sentido histórico. Aquí está presente el
punto de vista de la fisiología. El poder de olvidar tiene que ver con la capacidad de
asumir qué tanto pasado soy capaz de asimilar. La vida misma es histórica, pero es
ahisrtórica en el sentido mismo de que es una fuerza. Es imposible vivir sin olvido, pero
¿hasta qué punto un exceso de sentido histórico mata la vida?
El sentido histórico debe ser “regulado”: si para los humanos no está dado el vivir
amnésicamente, sin embargo es imposible vivir sin olvidar. El sentido histórico
tendríamos que pensarlo en función de la vida y por ello de la acción. El sentido
histórico tiene una resonancia con lo que sería la historia. Hasta cierto punto, este
sentido histórico es una especie de sentimiento respecto de la historia.
Por otro lado, no hay acción sin una dosis de olvido; en ese sentido hay un aspecto
oscuro en la vida que favorece lo vivo. Dicho elemento oscuro es ahístorico, que actúa
como una especie de atmósfera que favorece la vida. Nietzsche aquí se pregunta por el
valor del sentido histórico y del conocimiento y saber para la vida y para la acción. La
cuestión del valor está relacionada con el conjunto de la filosofía de Nietzsche en su
conjunto. El a priori filosófico de Nietzsche es el del valor de los valores. Nietzsche
pudo percibir en su presente la tendencia de la hipertrofia del sentido histórico, que tuvo
su máximo auge con la Alemania nazi.
También la importancia del cuerpo y de la salud tiene un lugar fundamental en el
análisis de la historia en Nietzsche. ¿Hasta qué punto se puede asimilar el pasado?
Asimilar en el sentido de la alimentación, de la salud y de la incorporación, en términos
de la fisiología. Hay una fuerza vital que Nietzsche denomina fuerza plástica (en las
artes plásticas, el plástico tiene un distinto uso) que sería la capacidad de medir hasta
qué punto el sentido histórico favorece la acción y la vida; dicha fuerza es de
transformación y de asimilación. Lo de afuera es extraño, y para poder asimilar eso de
afuera que es distinto, tenemos que estar expuestos a ello, a lo exterior. Respecto del
pasado y de lo extraño, poder estar en función de la acción es en primera instancia, estar
abierto al mundo, expuesto y necesitamos en segundo lugar un poder de asimilación
psicológica.
Nietzsche critica una ciencia que en última instancia se propone la objetividad en el
estudio de la historia: su crítica es al historicismo. Seitgemäβ significa “conforme a la
época”, “moderno”, “actual”, “de actualidad”; unseitgemäβ significa entonces “no
conforme a la época”, “no moderno”, “no actual”, “de no actualidad”. Nietzsche analiza
el pasado no con fines de erudición, sino con fines del valor que tiene el pasado para la
vida y la acción.
Nietzsche establece así una ruptura contra el tiempo moderno del progreso, una ruptura
contra la “chaqueta del burgués universal”. Contra la vanidad burguesa que ellos son el
culmen de la historia, que el mundo burgués es el culmen de la historia. Hay un
rompimiento así con la teleología. Cuando emprende la crítica a la pretensión de
objetividad de la ciencia histórica, emprende una crítica a la verdad fría, sin
repercusiones para la vida, sin consecuencias para la vida. Nietzsche rechaza un tipo de
justicia que tenga como base este tipo de verdad. En una comprensión histórica, el
historiador pretende ir al puro hecho; pero cuando de entrada circunscribe el hecho, ahí
ya está interviniendo el pensamiento; intervienen impulsos vitales que nada tiene que
ver con la verdad y que por tanto no son imparciales. El cerebro del historiador no
puede ser desconectado del cuerpo y sus necesidades al momento de analizar la historia.
El historiador debe saber que dicha pretendida objetividad no es tal cosa y por tanto,
debe ser consciente de los impulsos que actúan al momento de analizar los hechos.
Dicha concepción historicista, concibe como iguales todos los momentos de la historia;
en una concepción lineal, todos los hechos son iguales y por tanto, no hay relevancia
entre uno y otro. Dicha igualación tiene que ver con el hecho de que sólo se consideran
los hechos de aquellos tonos superiores de la historia. Denuncia entonces Nietzsche la
objetividad como una forma de mitología. Dicha forma de hacer historia no es más que
hacer mitología, pues se introduce una creencia en él, desconectado de su relación con
la vida. Por el contrario, el historiador actúa como un artista, como un dramático. Se
trata de construir dramatúrgicamente la historia. Lo que actúa allí serían entonces los
impulsos, estamos haciendo algo con los hechos analizados. Es un tipo de historia
consciente de que se pertenece a lo vivo.
Hacia al período medio, Nietzsche no hará una apología sobre los contenidos de la
ciencia, sino una apología de la ciencia en tanto práctica del pensamiento, en cuanto que
da la posibilidad al pensamiento de desarrollarse a partir de un método científico. En
H,DH, Nietzsche elabora una crítica al proceder metafísico, a la manera de pensar
metafísica. Allí, en el TI, Nietzsche propone una filosofía histórica, es decir, comprende
que el ejercicio filosófico es inseparable del hacer histórico. Una filosofía histórica que
se ocupe de la procedencia Herkunft, y de los comienzos. Los humanos están
acostumbrados a no ocuparse de los comienzos. Es una filosofía histórica que debe
ocuparse de los comienzos e investigar y estudiar el proceso de valoración o
sublimación, bajo el modelo de la química al que han sido sometido los materiales de
los que proceden las valoraciones más altas sobre lo humano. Nietzsche muestra la
procedencia humana de la metafísica y por tanto, de las valoraciones altas con lo que
hemos sobrevalorado lo humano. La historia se ocupa de explorar desde sus comienzos
de mostrar cuál ha sido el proceso de sublimación. Esta filosofía señala cuáles son esos
materiales viles para llegar a descubrir hasta qué punto hemos sobrevalorado lo
humano, incluso, hasta el punto en que la cultura pensara que dichos valores tienen un
origen metafísico (ursorung).
Los filósofos parten de un hombre eterno, esencial, que no ha devenido, sino que se
mantiene eterno. Nietzsche afirma que aquellos materiales viles, son viles en relación
con lo que ha sido elevado.
Crítica a la compasión: es lo que muestra que nosotros tenemos una procedencia
metafísica, de acuerdo con Schopenhauer; es la base de los valores cristianos, pues todo
se reduce al amor. Esta virtud pensada desde lo esencial, puede tener una interpretación
desde el deseo de goce de sí mismo, en la medida que en la compasión se juega un
material vil que se reduce al deseo de goce de sí mismo, es decir, encerrarlo en su esfera
de poder. Este vuelco que le da a la concepción de la historia, se va a ocupar de hacer
que la filosofía se ayude de la historia, de la química, la fisiología, la biología, la
psicología.
Nietzsche hace también una historia de las valoraciones: no es una simple crítica de la
metafísica, sin más. Hay una relación entre la verdad y la moral. Emprender una crítica
de la metafísica es también emprender una crítica de la moral, o de las formas en que se
han construido las valoraciones. Dicha crítica es histórica y por tanto debemos ir a los
procesos que han construido la metafísica y la moral.
En Aurora hay un interés por una prehistoria. El carácter de lo humano tal vez se formó
en dicha época. Dicha prehistoria es irse a dichos comienzos, una prehistoria de la
moral. Se trata de cómo los humanos aprendimos a obedecer a la moral sin ponerla en
cuestión. La moral es aquella bruja que seduce a los filósofos y ellos no se atreven a
cuestionar la moral, lo que hacen es fundamentar. Es la circe de los filósofos. Pretende
irse hacia la prehistoria. El punto de vista desde el que asume su planteamiento con
respecto a la historia, es desde una historia del orden psicológico, en la medida en que
concibe la fisiología como un conjunto de impulsos moviéndose en el orden de lo
psicológico y lo fisiológico.
En Aurora hay un desplazamiento del motivo de las acciones: ya no va a ser un deseo
de goce de sí mismo, sino un sentimiento de poder (348, 356, 262); este es un motivo de
las acciones, como impulso fundamental. Aquí hay un cuestionamiento del origen
metafísico (44).
Voluntad de poder es una noción que tiene un sentido crítico y que tiene un antecedente
en Aurora, como ya hemos señalado. Cuando se pregunta por el motivo de las acciones,
se cuestiona la noción en torno al origen (ursprung), elaborando una crítica al sentido
metafísico y el significado esencial de los comienzos (A, 44) ¿Cómo accedemos a los
comienzos? Se trata de tener en cuenta el sentido histórico y elaborar una crítica en
torno al origen metafísico. Aquí analiza los impulsos constitutivos en las acciones; los
motivos de las acciones están dados por impulsos y entonces, si ello nos permite ir al
comienzo de los motivos del actuar humano, hace que dicho sentido esencial de lo
humano se diluya a una dinámica de los impulsos. El punto de vista es entonces psico-
fisiológico.
En GM 2, 12 Nietzsche describe los avatares y cuando dichos avatares suceden hay una
reinterpretación de las relaciones de fuerza, de los elementos que hicieron su aparición
en un momento determinado.
Benjamin
Donde nosotros vemos el progreso (nuestro presente), lo que el ángel ve es una gran
catástrofe, una ruina sobre el mundo. El ángel tiene los ojos abiertos y algo se lo está
llevando; ve una gran catástrofe. En El origen del drama barroco-alemán, en su
comprensión del barroco, allí sostiene una idea catastrófica de la historia. La historia
comienza con una gran catástrofe, una caída en términos judíos. Mientras el progreso va
hacia adelante, hay innovaciones y demás, por otro lado, el ángel de la historia percibe
la acumulación de una gran ruina. Benjamin construye la imagen del ángel a través de
unas tensiones dialécticas que muestran la mirada del ángel y nuestra mirada. Dichas
tensiones dialécticas son tensiones no resueltas, no se resuelven en la historia. Por tanto,
se dice que es una dialéctica en suspenso, no se resuelve. Ello le da una gran fuerza
crítica; aquí hay una renuncia a resolver la dialéctica, a diferencia del caso hegeliano.
En Hegel hay una idea de progreso, aunque sea compleja. Benjamin quiere señalar las
tensiones.
Podríamos decir entonces que el ángel está mirando para atrás, mira lo que ha sucedido
en la historia. Ese viento incontenido del progreso se lo lleva hacia adelante. Por ello es
una tensión; dicha tensión dialéctica Benjamin la propone en términos de la relación
entre presente y pasado. En última instancia dicha comprensión de las tesis apunta a que
dichas tesis tienen un carácter político. Hay una relación entre la comprensión de la
historia y la política. Benjamin comienza sus incursiones en el marxismo por la época
de 1925; en dicha época escribe Calle de división única. Por dicha época sale con una
activista marxista. Estas tesis tienen una tendencia marxista. Benjamin opta por un
punto de vista desde el materialismo histórico. Sin embargo, dicha expresión sigue
siendo problemática en Marx. Aquel define entonces en dichas tesis lo que entiende por
materialismo histórico: por la concepción mesiánica judía, la teología aparece en su
comprensión de la historia, pero allí tiene una relación con el mesianismo. Su relación
con la religión es problemática pero ello lo hace original. La opción por el materialismo
histórico lo hace por el carácter práctico que tiene la teoría; para Marx la comprensión
de la historia no tiene un carácter contemplativo, sino de carácter práctico. De acuerdo
con Marx, la teoría debe estar en función de la práctica; no se trata de contemplar el
mundo, sino de transformarlo. De igual forma, opta por el materialismo histórico,
porque esta tendencia no da por terminada la imagen del pasado, porque el materialismo
histórico no da por configurada y construida ya, conocida ya, la imagen del pasado.
Benjamin habla de una inquietud respecto de la historia; dicha inquietud obedece a que
no se puede desechar todo aquello que ha causado un gran efecto pero dicha inquietud
es el hecho de que el pasado, una comprensión crítica de las relaciones entre el pasado y
presente, no da por sentado: la existencia objetiva del pasado y mucho menos, el hecho
de que esté entendido dicho pasado, que se haya comprendido bien el pasado. Más bien
dicha crítica parte de la inquietud del pasado no se nos ha dado del todo.
Aquellas razones por las cuales Benjamin opta por el materialismo histórico, tiene una
consecuencia básica. Benjamin dentro de las tesis propone el carácter mismo del
materialista histórico, es decir, de aquel que piensa la historia desde este punto de vista.
Tesis XII: El sujeto de conocimiento histórico es la propia clase en lucha, oprimida. En
Marx se presenta como la última que ha sido avasallada, como la clase vengadora que
lleva a término la tarea de liberación en nombre de generaciones de derrotados. Esta
conciencia, que por algún tiempo volvió a validarse con el movimiento espartaquista,
repugnó siempre a la socialdemocracia. En el curso de tres décadas logró casi
extinguir el nombre de Blanqui, cuyo tañido de bronce había estremecido al siglo
precedente. Se complacía en atribuirle a la clase obrera el papel de redentora de
generaciones futuras. Con ello le cercenaba el nervio de su mejor energía. En esa
escuela la clase desaprendió tanto el odio como la disposición al sacrificio. Pues
ambas se nutren de la imagen de los antepasados avasallados, no del ideal de los nietos
liberados.
El punto de vista del materialismo histórico es el de los vencidos, la clase oprimida que
lucha. Benjamin está concediendo que el punto de vista del materialismo histórico no es
el de este sujeto que intenta comprenderla en términos prácticos, no es contemplativo.
Asume por tanto la causa de los vencidos de la historia. El modelo puede ser el de la
clase oprimida que lucha. Benjamin no está de acuerdo con el marxismo con respecto a
la forma con la que en Marx queda por fuera el lumpenproletariado. Benjamin en los
textos sobre Baudelare, se va a enfocar en los indigentes y demás. Él no está de acuerdo
con dicha selección con respecto al lumpenproletariado. En Marx hay una Constitución
de subjetividad obrera; en Benjamin también está esto, aquí en el caso de quien intenta
comprender la historia en términos políticos. El conocimiento histórico está anclado a la
lucha de los vencidos. Su blanco específico es poder romper con la imagen fija que se
ha hecho en la historia del pasado; este sujeto (materialista histórico) parte de una
inquietud, y es que el pasado no está configurado del todo. Se trata de intentar cambiar
esa imagen fija que se ha formado la historia respecto del pasado.
Relación pasado y presente (Tesis II): plantea el problema de la relación del presente
con el pasado. Benjamin dice que existe una cita secreta, un encontrarse en algún sitio,
que es la relación entre presente y pasado. Dicha relación toma la forma de una cita.
Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Esto lo separa del
historicismo. Este sujeto (MH) está en el presente, sin embargo, el presente se pone cita
con el pasado. Es una cita secreta. El materialista histórico se pone una cita con el
pasado. Existe sin embargo ya de entrada dicha cita secreta, entre las generaciones que
fueron y la nuestra. De entrada Benjamin pone dicha relación en términos de memoria,
una memoria con citarse. La idea de felicidad late en la redención. ¿Acaso no flota en el
ambiente algo del aire que aquellos que ya lo respiraron? Existe un misterioso fruto de
encuentro entre las generaciones que fueron y las nuestras. Algo del pasado no se ha
perdido; hay algo ahí latente. Este hecho de que el pasado no sea una cosa muerta, es lo
que nos indica que existe una cita secreta, la posibilidad de citarnos con el pasado, en el
presente. Al presente le corresponde en dicho sentido el poder redimir el pasado. Por
ello el sentido de la redención. Se trata de redimir su pasado, hay una cita con mi
pasado, el pasado del presente. Mis antepasados son unos específicos y no otros. Sin
embargo esta cita no es tan fácil. Es una cita secreta pero frágil, debido a que es secreta.
Dicha fragilidad consiste en el hecho de que es con aquel pasado que el presente se
reconoce mentado. No es con el pasado objetivo, sino es aquel pasado del cual en el
presente yo me hago merecedor, en cierta medida. Es un pasado en el cual de alguna
manera en el presente pueda tener su cumplimiento. Es todo presente que se reconozca
mentado en el pasado. No es configurar un pasado en términos de datos y ya. En este
está el punto de vista político fuerte en Benjamin: cuando el pasado se vuelve un objeto
que además es objeto de ciencia, lo que se hace es matarlo. De entrada quedó
configurado tal cual era, con todas sus aristas el pasado, y por tanto muere. Al igual que
Nietzsche, Benjamin no acepta ello. Con ello se pierde el pasado. Nietzsche afirma que
es desde la fuerza del presente es que se logra rescatar dichas fuerzas que tienen que ver
con la afirmación de la vida. Benjamin también habla de una fuerza mesiánica, que
consiste en que el presente se reconozca mentado en el pasado que corre el riesgo de
desaparecer cuando una ciencia lo objetiva y lo configura geométricamente.
El pasado enseña al presente, pero se guarda el secreto. Por eso es una cita secreta;
dicha relación de cita implica que el presente considera al pasado como algo vivo, en
donde entramos en una relación. Es en el presente en donde se encuentra mentado,
como si el pasado hubiese de alguna manera llamado al presente para que redimiera
algo de lo que había quedado allá, sin cumplirse. Ello nos ratifica aquello que es lo
vencido. Hay un punto de vista de los vencedores y por tanto asumimos el punto de
vista de lo vencido y por tanto, darle cumplimiento al pasado y por tanto hay una flaca
fuerza mesiánica, flaca en el sentido de que el pasado siempre corre el riesgo de
desaparecer por aquel presente que no se encuentre mentado en él. El pasado se hace
citable en la medida en que el presente se reconozca en él; es una citación al orden del
día. Es en el instante presente; sin embargo, este día es el día final, en cuanto que
Benjamin no está esperando que llegue el día del juicio por allá al final de la historia; es
aquí mismo donde irrumpe el mesías. Este es aquel que tiene la capacidad de redimir
esas expectativas que quedaron sin cumplirse en el pasado. Por tanto dice que es al
orden del día final, que no es al final de la historia, sino en el presente. La redención,
dicha cita secreta, tiene que ver con poder redimir en un tiempo ahora, cuya expresión
está en la cábala judía, aquí la redención se da en un tiempo ahora, no en un tiempo
final. No hay teleología. El mesianismo tiene que ver con que la transformación se da en
el tiempo ahora.
Aquello implica que en Benjamin hay una crítica a la idea de progreso. La Tesis XIII,
Benjamin enumera 3 características de la idea de progreso:
La Tesis IV hace una cita de Hegel, sacado de contexto. Estas citas sacadas de contexto
muestra la contradicción de la modernidad. La modernidad se basa en dichas tensiones;
se trata de dejar en descubierto ello. “Procuraos primero alimento y vestido,
que el reino de Dios se os otorgará de suyo”. En primera instancia la lucha de clases es
por los medios de vida, sin las que no se dan las finas y espirituales, es decir, los logros
de la cultura. Sin embargo, en la lucha de clases estas últimas están presentes, pero no
nos las imaginemos como un botín que cae en manos del vencedor; los logros de la
cultura no son botines que se logran como un premio, la cultura no es un simple adorno.
(Museo de la Habana, de la Revolución, de lo que la revolución expropió). En La
Habana, la revolución no fue un saqueo de unos tiranos, ello pertenece a la política. La
cultura no es un adorno que le cae como un premio a quien vence. Está presente en las
luchas. Las luchas sociales están vinculadas a los logros de la cultura, las finas y
espirituales. No hay documento de cultura que no sea un documento de barbarie. La
lucha de clases es una lucha por la cultura; en tal lucha están vivas las fuerzas como
confianza, astucia y demás. Aquí hay una distancia, pero también una resonancia de
Nietzsche. El elemento a-histórico aquí tiene desde este punto de vista de Benjamin un
aspecto de redención de aquellos elementos que no son rimbombantes en la historia, que
puede seguir actuando como fuerza retroactiva. El pasado por tanto puede seguir
actuando; es una cita por tanto, porque hay una relación del presente con el pasado. El
presente le abre la rendija a aquellos elementos vinculados con el presente. El pasado es
algo que modifica la existencia del presente. Por ejemplo, las víctimas no pueden ser
sencillamente objeto de estadísticas simplemente. Estas cosas finas y espirituales
pueden ser confianza, coraje, humor, firmezas (cercano a las fuerzas de Nietzsche),
dicha finura en el pasado pueden actuar desde allá. El pasado respecto del presente
actúa a partir de unos elementos que hace que el presente se fije en ellos; de pronto en
este momento se necesita mucho coraje y firmeza respecto del tipo de coraje necesario
en el presente.
Esa crítica tiene como punto de vista crítico la fragilidad de la imagen del pasado. Al
mismo tiempo, en ello consiste su potencia, su fuerza. Ello es lo que permite que el
pasado no pueda ser manipulado para justificar cosas. Al historicismo Benjamin le
opone:
1. Hacer de la historia objeto de una construcción: aquí no se construye nada, sino
que los objetiva. Benjamin no desecha eso, la mera historia empírica. Hacer
historia es hacer memoria en Benjamin. Se trata de construir, hacer de la historia
objeto de una construcción.
2. Le opone al tiempo homogéneo, un tiempo repleto y lleno de ahora. No es una
cosa objetiva que se pueda ubicar sin más: vamos a oponerle al tiempo
homogéneo y vacío, un tiempo repleto del ahora, cualitativo. Un tiempo que
rompa con la continuidad y lo imparable de la historia. Aquello que no se acaba
nunca y que es imparable, se rompe con ello oponiendo un tiempo ahora, pleno,
repleto de posibilidades en una relación siempre con el pasado.
3. Ello implica un salto de tigre al pasado. Aquí rompemos con la idea del mero
determinismo y con el encadenamiento de causas y efectos necesarios.
Rompemos con el determinismo, es una ruptura con el determinismos; hacer un
salto de tigre, con ello saltamos a aquel pasado con el cual nos sentimos
mentados. Dicho salto de tigre es un salto dialéctico. El pasado no es el mismo
presente; por ello es un salto dialéctico que es para el cual Marx consiste la
revolución. En dicho salto está implicado la revolución, de acuerdo con Marx en
las Tesis sobre Feuerbach. Ello implica hacia ese salto cargado de ahora. La
moda tiene buen olfato para detectar lo actual; la moda es el salto de tigre, solo
que tiene lugar en una arena en la que manda la salta dominante. Este mismo
salto pasa a ser el salto dialéctico, la revolución como la entendió Marx. En la
Tesis XVI, se señala que el materialista histórico no puede renunciar a la idea de
un presente en donde el tiempo está en equilibrio y se encuentra en suspenso.
Dicha idea define ese presente en el que el materialista histórico en cuanto se
presente, le afecta y escribe historia. El materialista histórico presenta una
experiencia de aquella cita que tuvo con el pasado. No le dio una mera técnica el
pasado, sino una experiencia, pero es una experiencia religiosa, en términos de
Benjamin. Es una experiencia conjunta entre el pasado y el presente; es la
construcción de una experiencia y en dicho sentido tiene más fuerza la
dialéctica, que no es un método sino una forma de establecer una relación vital
de experiencia con el pasado. Por ello es importante el carácter del historiador,
la construcción de una clase determinada, porque pertenece a una clase que
lucha. Por tanto se debe construir una subjetividad que sabe de su presente para
poderse citar con el pasado. Es una experiencia con ese pasado que es única; por
tanto se habla de imagen. Con dicha cita cuenta con la suficiente fuerza para
hacer el salto en la historia.
4. Dicha construcción es una experiencia; el conocimiento es un conocimiento que
está en función de la experiencia.
5. La Tesis XVII es fundamental: la construcción histórica tiene que ver con
construir una suerte de constelación, una idea, que pueden ser los puntos
conectados en tensión. La construcción no es una imagen objetiva y ciega del
pasado, sino una construcción a la manera de una constelación, donde elementos
del presente entran en una tensión dialéctica con el pasado. Esta construcción es
como una mónada, como punto de vista de la historia. Esta constelación no es
una imagen porque nos muestre una figura, sino porque es una tensión, como en
una constelación. Es la posibilidad de una experiencia conjunta entre el presente
y el pasado. No es una relación de armonía, sino de tensión. El materialista
histórico se acerca a un objeto histórico sólo cuando dicho objeto es un punto de
vista a partir del cual se puede ver la historia. En vez de incorporar el pasado al
continuum de la historia, lo saca y a partir de ese punto, de esa mónada se puede
observar. Es un punto de vista que no está quieto, es un punto de vista que arroja
una tensión. Hacer ello es para Benjamin, en última instancia, es hacer el salto
de Tigre, detener la historia y su progreso; para ello se le opone el tiempo lleno
de tensiones, cualitativamente lleno de tensión. No hay que esperar que llegue el
fin de la historia para la redención; es necesario encontrar las rendijas a partir de
las cuales se abren en el presente, la redención del pasado e incluso del presente
mismo. Es una tensión y por tanto es una relación de experiencia entre el
presente y pasado. Esto responde a la pregunta de cómo han sucedido las cosas,
no en el sentido de la objetividad científica, sino que hay elementos del pasado
que están virtuales y se abrieron como posibilidades y pueden actuar
retroactivamente como fuerzas para producir algo nuevo. Volver sobre lo pasado
como si fuese algo nuevo. Benjamin no concibe que el pasado sea algo quieto y
sin más, objeto de ciencia. La ciencia ayuda, pero no es la comprensión del
pasado. Comprender el pasado es hacer memoria, que es poder cumplir, sentirme
en relación de tensión con el pasado. Por tanto es crítico.