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Parashat 22 Vayakhel-23Pekudé

Haftará: 1 Reyes 7:13-26 (tradición sefardí)


1
La santidad del todo
Las partes del todo
“Moshé reunió a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: ‘Estas son las cosas que Hashem ordenó
hacer: Seis días trabajarás y el séptimo día será sagrado para ustedes, Shabat Shabatón, un día de
descanso para Hashem’” (Shemot 35:1-2).
“Moshé vio todo el trabajo y he aquí que lo hicieron tal como Hashem lo había ordenado; así lo hicieron.
Y Moshé los bendijo” (39:43).
“Y fue en el primer mes del segundo año, en el primer día del mes, que el Tabernáculo fue levantado” (40:17).
“Moshé no pudo entrar a la Tienda de Reunión, pues la nube estaba sobre ella y la Gloria de Hashem llenaba
el Tabernáculo” (40:35).

Las parshayot de Terumá, Tetzavé y Ki Tisá contienen información muy detallada acerca la construcción del
Tabernáculo (Mishkán) en el desierto, sus utensilios y las ropas sacerdotales. En estas parshayot de Vayakhel
y Pekudé, la Torá repite otra vez esa información. Sabemos que la Torá nunca se repite. ¿Por qué agrega dos
parshayot aparentemente superfluas?

Esta repetición aparente nos enseña una lección muy importante que podemos entender gracias al estudio de
un método de interpretación bíblica conocida como guematria, que es la interpretación en base a los
equivalentes numéricos de las palabras. El hebreo es un lenguaje único en el sentido que no tiene números en
sí, sino que las letras del alfabeto hebreo fungen también como números. Por ejemplo, la letra Alef representa
al número 1, la letra Bet representa al número 2 y así hasta el número 10 que equivale a la letra Yud. Los
números mayores al 10 se representan con una Yud más la letra que representa las unidades. Por ejemplo, el
11 es una Yud y una Alef, el 12 es una Yud y una Bet, y así sucesivamente. Además del significado que una
palabra posee, esa palabra posee un equivalente numérico (guematria) dado por el valor de cada una de las
letras que componen esa palabra. El significado de palabras o frases que comparten el mismo valor numérico
puede estar conectado entre sí a un nivel profundo.

En algunos casos, la cuenta no es exacta, sino que puede ser un número mayor o menor. Por ejemplo, una
palabra puede tener el valor de 98 y otra palabra el valor de 97. Esta discrepancia se resuelve al agregar lo
que se denomina el número kolel, que representa al número 1 al tomar la palabra misma como un 1 adicional.
Esta técnica sorprende. Si los términos no comparten la misma cantidad, ¿por qué se introduce lo que parece
ser un valor adicional y artificial, para forzar las cantidades de modo tal que sí salgan las mismas? ¿Qué es el
número kolel y cómo funciona?

Rabí Yehudá Koriat, en su obra Maor vaShémesh (“la primera defensa contra la calamidad es el amor y la
unidad” (Maor VaShémesh)), explica la idea detrás del número kolel en las guematriot con una analogía
interesante. Supongamos que una persona visita un astillero y ve numerosos objetos: tablas y vigas, sogas y
telas, clavos, tornillos, pernos y muchos objetos más. Aquellas personas que trabajan en el astillero pueden
identificar cada objeto y explicar para qué sirve. Una vez que el barco terminó de construirse, no le muestran
al visitante cada objeto por separado, sino que le muestran el barco ya completo. Ya dejó de ser un conjunto
de materiales aislados y se convirtió en un nuevo ente, formado a partir de la unión de cada uno de los
materiales usados. Cada uno de éstos por separado posee una función de importancia limitada y aún no se
aprovecha óptimamente. Una vez que se unen y combinan juntos, ya alcanzaron su función ideal. Lo que puede
navegar en alta mar es el barco, no los montones de madera, metal y telas.

Lo mismo aplica para la guematria. Sus componentes –las letras por separado que poseen cada una un cierto
valor numérico– se juntan para formar una nueva entidad: la palabra completa, Desde este punto de vista, la
palabra misma posee un valor agregado. Acorde con esta analogía, sí tiene sentido agregar el kolel al cálculo
de la guematria, pues la palabra ya es algo independiente en sí mismo.
Las parshayot de Terumá, Tetzavé y Ki Tisá describen detalladamente la construcción de cada parte del
Tabernáculo, cada una con su propia identidad. Una vez unidas, formaron el Tabernáculo, que es una nueva
entidad, mucho más grande que la mera suma de sus partes. Fue entonces que la Presencia Divina residió
en él.

Mi comentario: Cuando andamos aislados e independientes, lo único que podemos conseguir es logro mínimo,
pero cuando nos unimos, el logro es mayor. Ninguno de nosotros tiene tanta influencia como cuando nos
unimos en un solo propósito como pueblo, como comunidad.

Intensificado
2
Encontramos este concepto en el siguiente mandamiento de la Torá: “Y ellos me harán un Santuario y Yo
residiré entre ellos” (Shemot 25:8). Cada individuo contribuyó con algo de sí mismo para la construcción
del Tabernáculo y sus objetos. Alshij explica que el Todopoderoso quiso que cada judío participase en la
construcción del Mishkán: “Y ellos me harán un Santuario…” se refiere a que cada judío fue socio en su
construcción. De este modo, el Mishkán se volvió en el centro que unía a todos los judíos. La bendición que la
Presencia Divina (Shejiná) emanaba al morar en el Tabernáculo se extendía a los hogares de cada judío, para
que Hashem pudiese residir en ellos (Torat Moshé a Shemot 30:13).

La presencia de la Shejiná se intensifica dependiendo del número de judíos presentes, como aprendemos
de las leyes sobre el zimún instituida por los Sabios. Cuando tres o más hombres adultos comieron pan juntos,
deben recitar la Bendición por el Sustento (Bircat HaMazón) como un grupo unificado, agregando la expresión
preliminar en plural: “Bendigamos…” Diez personas o más dicen: “Bendigamos a nuestro D-os…”. Cien
personas o más que comieron juntos, dicen: “Bendigamos a Hashem nuestro D-os…”. Mil personas o más
recitan: “Bendigamos a Hashem nuestro D-os, D-os de Israel”. Diez mil personas o más dicen: “Bendigamos a
Hashem nuestro D-os, el D-os de Israel, el D-os de los Ejércitos, que mora sobre los Querubines, por el alimento
que comimos” (Berajot 7:3).
El concepto está claro, pues la importancia de un número cada vez mayor de judíos que se unen para recitar
la Bendición por el Sustento se muestra en los cambios que se hacen en el zimún. La Presencia Divina mora
de mayor manera en un grupo que es numéricamente mayor. El siguiente versículo alude a esta idea: “Él
será un rey en Yeshurún cuando las cabezas de los pueblos se reúnan, con las tribus de Israel unidas” (Debarim
33:5). La presencia de las tribus de Israel con sus líderes, incrementa e intensifica la presencia de la Shejiná
morando en ese grupo. Aquí radica la importancia de congregarse es decir de estar físicamente presente en el
Beit midrash o Beit HaKnesset.
A pesar de que “toda la tierra está llena de Su gloria” (Yeshayahu 6:3) y no hay lugar que esté vacío de Su
presencia (Tikuné Zóhar, Tikún Ayin, página 122b), el Todopoderoso sigue siendo un E-l Mistater, “Un D-os
que se oculta”. Él se revela dependiendo de las circunstancias de tiempo y espacio: mientras más meritorias
sean las circunstancias, mayor será la revelación de Su Presencia. Por eso los Sabios enseñan: “La Presencia
Divina reside en diez personas” (Sanhedrín 39a). El número diez simboliza la perfección y completitud, lo
que permite que merezca la presencia de la Shejiná.1 A mayor número de personas presentes, mayor es
también la revelación de la Presencia Divina.

Tal como vemos, la santidad del individuo no se compara con la santidad de una congregación completa.
Aunque cada persona tiene incuestionablemente un valor propio, una comunidad entera posee un nivel mayor
de santidad.

Imbuido con santidad


El Zóhar habla acerca de la santidad transmitida a cada uno de los componentes y utensilios del Tabernáculo.
Cuando las mujeres tejían las telas y los otros artesanos preparaban las vasijas sagradas del Tabernáculo,
consagraban sus labores al propósito específico por el cual lo hacían diciendo lo siguiente: “Esto es para el
Santuario, esto es para el Tabernáculo, esto es para las cortinas”, y así con todo lo demás. A través de esta
declaración, tanto sus labores como el producto terminado se llenaban de santidad. Al terminar todos los
objetos y juntarlos, completando así el Tabernáculo, esta nueva entidad tenía ya un grado mayor de santidad,
permitiendo así que la Presencia Divina morase en toda la estructura terminada.

Similarmente, el Zóhar enseña que, al construir una casa, uno debe hacer la declaración verbal de que la está
construyendo para el servicio de Hashem, para que pueda merecer la presencia de la Shejiná. La casa se
convierte en una morada para la Presencia Divina y así impedir que peque en ese lugar. Por el contrario, si no
invita a la Presencia Divina a su hogar, está invitando a las fuerzas del mal (Zóhar, volumen III, página 50a).

Las palabras del Zóhar nos enseñan acerca de la importancia de dedicar verbalmente algo a su propósito
sagrado, como hicieron los artesanos que construyeron el Tabernáculo. Esta idea del Zóhar es también el
origen de la enseñanza del Gaón de Vilna acerca de la construcción de una sinagoga. Si la sinagoga fue
construida totalmente en aras del Cielo, aquellos que recen allí no adolecerán de pensamientos impropios
(citado por el hijo de un sobrino del Gaón de Vilna, en Beit Abot, página 80a).

Este principio es igualmente cierto cuando cumplimos alguno de los mandamientos. Cuando hacemos una
mitzvá, debemos dedicar completamente nuestras intenciones y pensamientos al Todopoderoso, teniendo en
mente la rectificación de las raíces de los mandamientos en los mundos superiores. Esto lo podemos hacer al
recitar el rezo LeShem Yijud antes de cumplir el mandamiento. Al tener en mente las intenciones correctas,
elevamos nuestra mitzvá a un nivel mucho más alto.

1 Véase Percepciones a la Parashá a la sección Lej Lejá para un análisis más completo de este concepto.

3 Ahora podemos entender para qué se detalla de nuevo toda la información de Terumá, Tetzavé y Ki Tisá en
las parshayot de Vayakhel y Pekudé. En las primeras parshayot, la Torá habló acerca de la construcción de los
componentes individuales del Tabernáculo, que poseían un nivel inicial de santidad individual. Después, en las
parshayot posteriores, la Torá enfatiza la santidad mayor que existía en el Mishkán, que era un nuevo ente
compuesto por todas esas partes, pero ya unidas.
Santidad global
Con esto en mente, podemos entender por qué la parashá empieza con el mandamiento de cuidar Shabat (v.
35:1-3). El Shabat, así como el Tabernáculo, posee una santidad global que incluye los seis días de la semana.

Así como el Tabernáculo era un todo que incluye muchas partes y posee una santidad mayor, el Shabat
incluye los seis días de la semana, con la santidad de cada uno de esos días más la santidad propia de
sí mismo. El Zóhar (volumen III, página 63b) enseña que el séptimo día es llamado “Shabat” (literalmente
“descanso”), porque en Shabat descansan los seis días, pues el Shabat es la fuente del descanso de la semana.

En este sentido, “descanso” se refiere a las bendiciones de la semana, tales como éxito, felicidad, abundancia
y mucho más. Todas se derivan del Shabat.

Podríamos decir que el Shabat es el “número kolel de la semana”. Una semana no es simplemente una
sucesión de siete días consecutivos. Los seis días de la semana son ramas que surgen de una misma raíz que
es el Shabat. Esta relación es interdependiente: mientras más santificamos los seis días de la semana al servir
a Hashem, más intensa será la santidad del Shabat. Al mismo tiempo, ya que Shabat es la raíz que alimenta
todas sus ramas –los otros seis días– nuestro Shabat influye en los demás días de la semana. Nuestra semana
puede impartir santidad y elevar el nivel espiritual del Shabat, a la par que nuestro Shabat eleva nuestra semana
a un mayor nivel (véase Néfesh haJaim, Shaar Bet, en la nota al final del Capítulo 15). Similarmente, el Mishkán
era la raíz de toda la santidad del pueblo judío.
Este concepto de entidades individuales que se juntan y forman una totalidad aparece también en las primeras
palabras de la parashá de Vayakhel: “Moshé reunió a toda la congregación de los hijos de Israel”. Para
enseñarle al pueblo la santidad del Shabat y de la construcción del Mishkán, Moshé “reunió a toda la
congregación”. Juntó a todo ese grupo enorme de personas, uniéndolos “como un sólo hombre con un solo
corazón” (véase Rashí a Shemot 19:2, citando a Mejiltá). Mencionar en un mismo párrafo al pueblo de Israel,
el Shabat y el Mishkán es especialmente significativo, pues éstos son tres ejemplos de la grandeza que hay en
unidades que se unen para formar una sola entidad.
La bendición de Moshé
Después que Moshé vio que el pueblo judío construyó el Tabernáculo y sus utensilios acorde con lo que
Hashem ordenó, los bendijo (Shemot 39:43). Nuestros Sabios explican que su bendición fue que fuera la
voluntad de Hashem que Su Presencia Divina residiera en sus obras, como aprendemos del versículo (Tehilim
90:17): “Que la amabilidad de Hashem nuestro D-os esté sobre nosotros y que la obra de nuestras manos se
establezca para nosotros y las obras de nuestras manos lo establezcan” (Pesiktá de Rav Kahana, al final de
Nispá Alef).
La bendición de Moshé estuvo relacionada con el objetivo último de las labores del pueblo. El Tabernáculo fue
construido como el lugar donde la Presencia Divina de Hashem moraría, como aprendemos de los versículos:
“Y ellos me harán un Santuario y Yo moraré entre ellos” (Shemot 25:8) y “Yo moraré en los hijos de Israel y Yo
seré su D-os” (29:45). Así como ellos santificaron los utensilios del Tabernáculo con su declaración verbal para
imbuirlos con la presencia de la Shejiná, Moshé rezó que la Shejiná también residiese en todo el Tabernáculo,
cumpliendo así su propósito de ser una morada para el Todopoderoso.
Su bendición concluyó citando el rezo del rey David: “Que la amabilidad de Hashem nuestro D-os esté sobre
nosotros y que la obra de nuestras manos sea establecida para nosotros; y establece la obra de nuestras
manos”. La “amabilidad de Hashem” se refiere a la residencia de la Shejiná en el mundo inferior. Moshé rezó
que la Presencia Divina descansase en Israel, tanto en cada individuo como en toda la congregación.
Moshé continuó: “…que la obra de nuestras manos sea establecida para nosotros; y establece la obra de
nuestras manos”. Esto se refiere a los innumerables detalles que comprenden la construcción del Tabernáculo.
Ya que fue dedicado específicamente para el Todopoderoso, fue “establecido” y completado. La construcción
del Tabernáculo se estableció y se completó con santidad.
La traducción literal de alenu (“para nosotros”) es “sobre nosotros”. La santificación del Mishkán vino como
resultado de nuestros esfuerzos en hacer las labores de la construcción del Tabernáculo con las intenciones
correctas. Ya que nosotros mismos fuimos el origen de su santidad, esa santidad también recayó en nosotros.

El Zóhar (volumen II, página 93b) explica el significado profundo de este rezo conocido como Vayehí Noam. El
efectuar una mitzvá trae consigo una rectificación (tikún) y la perfección en los mundos superiores. El grado de
rectificación que provoca esa mitzvá depende de la manera en la cual se realizó esa mitzvá. El cumplir una
mitzvá con las intenciones adecuadas (kavanot) es una fuente enorme de mérito. El cumplir la misma mitzvá
acorde con los requisitos de la Halajá, sin las intenciones también es un gran mérito, pero sin esas intenciones
carece de los elementos necesarios para elevarla a su máximo nivel con el que podría lograr la mayor
rectificación posible.
4 El mayor nivel de intención es el deseo (ratzón) de actualizar la grandeza del Todopoderoso a través del
cumplimiento de la mitzvá. El hacer una mitzvá sin esta intención es semejante a estudiar sin poder explicar lo
que uno estudió: falta calidad en el estudio.
Una mitzvá perfecta, que se lleva a cabo con las intenciones más elevadas, efectúa una gran rectificación en
los mundos superiores. Similarmente, nuestros actos físicos en este mundo llevan perfección a nuestra alma
Divina. El Zóhar escribe que “El Santo, bendito es, desea el corazón del hombre y su intención (ratzón)”.
El corazón está relacionado con los elementos físicos del ser humano y la ratzón a los elementos espirituales.
El cumplimiento perfecto de una mitzvá exige ambos aspectos.

El rezo continúa: “…y establece las obras de nuestras manos”. Le pedimos a Hashem que nuestra mitzvá sea
“establecida” al ascender a su raíz en los mundos superiores. El rey David fue la cuarta base de la Carroza
Divina. Las otras tres bases fueron nuestros patriarcas Abraham, Yitzjak y Yaakov. David rezó que sus méritos,
junto con los de nuestros patriarcas sagrados, eleven las mitzvot del pueblo judío a su mayor nivel.2
Este fue el significado de la bendición de Moshé al completar el Tabernáculo. Quizás las mujeres que tejieron
las telas y los artesanos que crearon los utensilios no conocían las intenciones profundas necesarias para su
labor sagrada. Aún así, el Todopoderoso llevó sus actos a la perfección máxima, acorde con el conocimiento
profundo de sus hermanos más sabios, para que pudiesen lograr la mayor rectificación en los mundos
superiores.
En el rezo de LeShem Yijud que se recita antes de cumplir una mitzvá declaramos que hacemos nuestra mitzvá
“en el nombre de todo Israel”. El trabajar en conjunto eleva a nuestro pueblo a un nivel mucho más elevado.
Es la fortaleza espiritual de un pueblo unido lo que hace merecer que la Presencia Divina more sobre
nosotros y bendiga nuestros esfuerzos a un nivel que, si no fuese así, sería inalcanzable.

2 ElBen Ish Jai cita esta enseñanza del Zóhar y explica que en el rezo de Vayehí Noam, David rezó que ninguna
mitzvá o plegaria sea deficiente debido a la ignorancia de las intenciones esotéricas y que cause la máxima
rectificación posible como si la persona que la hace tuvo las intenciones adecuadas. Esta es la razón por la
cual los Sabios instituyeron la recitación del Vayehí Noam antes de cualquier mitzvá o plegaria o estudio de
Torá. Al recitar este versículo, recordamos la plegaria de David y eso ayuda a que nuestra obra sea considerada
perfecta, aunque carezca de las intenciones adecuadas (vease Torá Lishmá 11, donde el Ben Ish Jai cita
fuentes halájicas que fundamentan este concepto).
Este ensayo contiene dibré Torá.
Por favor trátelo con el debido respeto.

HAFTARAT VAYAKHEL PEKUDÉ


“y guardó Shelomó a todos los objetos, de tanto mucho mucho que eran…”. Melajim I 7:47.

Esta semana concluimos el libro de Shemot. En las dos últimas Haftarot, se mencionan los detalles de la
magna construcción que erigió el rey Shelomó, esto, en paralelo a la culminación del Tabernáculo en el desierto,
la cual es citada en las Perashiot respectivas. Shelomó, el entonces rey de Israel, siguiendo la indicación y
utilizando las riquezas que David su padre acumuló, comenzó a gestionar la construcción del Bet HaMikdash,
utilizó como plano el proyecto del Santuario que construyó Moshé en el desierto. En ambos proyectos, se
acumularon grandes donaciones, entregadas por contribuyentes generosos y entusiastas. También
participaron talentosos artesanos, cada uno con las habilidades con las que habían sido agraciados, erigiendo
el imponente edificio, confeccionando los utensilios y las prendas que serían utilizadas por los Cohanim.
¡Cuán buena es la cualidad del espíritu dadivoso! El dar a los demás es también hacer bondad hacía uno
mismo. El altruismo es algo que le es útil a la persona que lo practica, tanto en este mundo, como en el Mundo
Venidero. Es un maravilloso regalo que Hashem hizo que fuera parte de nuestra naturaleza. El concepto de
dar Tzedaká (ser generoso o dadivoso), no es solamente entregarle dinero a un pobre, incluye también el acto
de hacer favores: Si hubiere una persona necesitada entre ustedes… le abrirás tu mano; le prestaras su
carencia que le haga falta a él.1 El compromiso de ayudar a los demás incluye a todas las personas, sin importar
su estatus.2 La vida está repleta de oportunidades para ayudar activamente a quien necesite cualquier tipo de
apoyo: puede colaborar aportando de su experiencia y habilidades. Puede también ayudar dándole algún
consejo, estimularlo con palabras de aliento o rezando para que Hashem alivie sus aflicciones o cualquiera que
fuera su necesidad: El que da un centavo al pobre será agraciado con seis bendiciones; pero el que lo consuela
con palabras recibe once bendiciones.3
Dijo David HaMélej: Bienaventurado quien ayuda inteligentemente al (débil) pobre.4 El “pobre” al que hace
referencia el Salmo, no necesariamente es quien no tiene dinero, puede ser cualquier persona a la que le haga
falta algo en la vida; podría ser alegría, tranquilidad, armonía en el hogar, etc. Hashem dirige al mundo: Midá
Kenegued Midá, es decir, que de la misma manera que la persona actúa, así lo hará también Hashem:5 si tú
te preocupas por aquella persona que se siente sola, también Hashem cuidará que no te quedes solo. Si te
preocupas por darle alegría, o aliento, no caerás en la depresión o en la tristeza. No hay acto por pequeño o
5 grande que sea que Hashem no lo recompense; y aunque no siempre llega de inmediato, tarde o temprano la
retribución llegará... seguramente en el momento en que más se necesite…
Un judío llamado Roni, tenía una importante cita en Manhattan a las 9:00 am. Su casa se encontraba
aproximadamente a una hora de camino; calculó y tomó todas las medidas necesarias para poder llegar a
tiempo a la reunión. Asistió al primer Minián que había en la sinagoga donde frecuentaba; la Tefilá comenzó a
las 6:15 am., desayunó algo y se sentó a estudiar un poco de Torá. Antes de partir, miró su reloj eran las 7:30,
tenía tiempo suficiente para llegar puntual a la cita. Mientras se dirigía hacia la puerta, se encontró con un
anciano. Era un sobreviviente del holocausto, todos conocían el aterrador pasado que había tenido; los infames
nazis habían asesinado a sangre fría a su esposa y a sus tres hijos. Aunque se había casado después de su
llegada a los Estados Unidos, las heridas del pasado y la amargura de su corazón nunca se cerraron. La única
relación que Roni tenía con el anciano era cuando se encontraban e intercambiaban un saludo o se deseaban
“Shabat Shalom”. Sin embargo, ese día, el anciano le dijo a Roni: “Sabes, hoy es un día especial para mí.
Quisiera relatártelo. ¿Me regalas unos minutos?”. Roni miró el reloj y le respondió: “¡Por supuesto!” y se
sentaron en unas bancas que estaban al costado de la puerta.
El anciano dijo: “En un día como hoy, yo estaba entrando al gueto…”. Roni deseó que la conversación fuese
corta, pero para su pesar, el hombre comenzó a relatar con lujo de detalles cada una de sus vivencias. El reloj
avanzaba inclemente y la hora de la importante cita se acercaba. Miró de nuevo el reloj y el hombre continuaba
hablando, puntualizaba cada uno de los horrores que había visto allá. Roni pensó: “Tal vez debería
interrumpirlo, y explicarle lo significativa que es para mí esa reunión”. Pero, se dijo: “Él está bastante
acongojado, no puedo interrumpirlo, necesita desahogar su pena y la mejor forma de hacerlo es hablando. El
hombre me necesita ahora, dejaré que siga…”.
Cuando el anciano terminó de relatar sus vivencias, eran las 8:00 am. Roní se despidió educadamente del
anciano y corrió hacia su auto. Manejó lo más rápido que le permitieron los semáforos y demás conductores.
Cuando llegó al lugar se dio cuenta que habían pasado varios minutos de la hora del encuentro, comenzó a
buscar desesperadamente un lugar donde estacionar el auto. De repente, frente a sus ojos se desató un terrible
caos; la gente gritaba y corría despavorida al lado de su auto, asustado viro tan rápido como pudo y se alejó
del lugar…6
Ese día era el 11 de septiembre y la reunión era en las Torres Gemelas de New York… Roni no podía creer lo
que acababa de suceder, no paraba de agradecer a Hashem por haberle enviado al anciano justo antes de que
él partiera, mientras lo escuchaba pensó que estaba perdiendo la oportunidad de su vida. ¡En realidad estaba
obteniendo la vida! La Tzedaká lo salvó de la muerte.7 ¿Y qué fue lo que le dio al anciano? Solamente atención
y un poco de su tiempo… ¿Qué hubiese sucedido si no se hubiera detenido a escucharlo?
El ser humano vive en una lucha constante entre su impulso positivo que lo induce hacia el altruismo y su
impulso negativo que lo induce hacia el egoísmo. En su esencia, existen dos elementos básicos que influyen
fuertemente en su personalidad. La que lo insta a tomar, y la que lo induce a dar. La facultad de dar proviene
del alma, mientras que la de tomar posesión de algo, proviene del cuerpo. La materia se formó a partir de la
tierra y está sujeta a la fuerza de gravedad que ejerce esta última. La esencia del alma es espiritual, la atracción
viene de las alturas, el alma, al igual que el fuego, busca siempre la elevación: La vela de Hashem es el alma
de la persona.8
Hacer favores es emular a Hashem, la manera más poderosa de entenderle y conectarse con Él, es volverse
como Él. Si quieres entender el amor que Él tiene por ti, debes ser como Él, y una de las maneras esenciales
de emularlo es haciendo favores y amando a otros seres humanos.9 Convertirse en un dador es realmente la
única manera de entender Quién es Hashem y la esencia de la vida.
El mundo es construido por medio de bondad,10 este es el propósito de la creación. Esta bondad no se refiere a una
característica personal, sino al entendimiento de que el mundo es un lugar para dar, no para recibir. El hombre fue puesto
en este mundo para que contribuya a la sociedad, no para que acumule bienes y riqueza.11 Ojalá que podamos desarrollar
esta preciosa cualidad en la medida y con los límites que señala nuestra sagrada Torá. © Musarito semanal

“Si no vives para servir, no sirves para vivir”.


1 Debarim 15:7-8.
2 Sucá 49b.
3 Babá Batrá 9b.
4 Tehilim 41:2.
5 Shabat 133b.
6 Extraído del libro Emuná Shelemá.
7 Mishlé 10:2.
8 Ver Mishlé 20:27.
9 Sotá 14a.
10 Tehilim 89:2.
11 Rab Noaj Weimberg.

Nota: Esta semana, leemos la tercera de las cuatro Haftarot que se deben completar antes de la festividad de Pésaj. En esta ocasión
leemos Haftarat: “Pará”, se encuentra en el libro de Yejezkel 36:16-36. El comentario que se presenta aquí está basado en la que
6 corresponde a Perashat Vayakhél.

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