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E.P.

Thompson |
LA GUERRA DE LAS
GALAXIAS ¡

Prólogo de Rafael Grasa

C RÍTICA
E. P. TH O M P S O N y BEN TH O M PSO N

LA M 3U ER R A DE LA S G A LA XIA S
3 o .

< ^13:
Edición castellana y prólogo da
RAFAEL GRASA

|
EDITORIAL CRÍTICA
Grupo editorial Grijalfcxj
BARCELONA
Titulo original:
STAR WARS
Penguin Boolu Lid.,Harmondrvrorth
Traducción c«td lam de SANTIAGO JORDAN

Oibíeru: Enríe Situé


© 1985: E. P, Thompaon y Fkn Thompaon
© 1986 de le traducción caitclUna para Eipafta y América:
Editorial Crítica, S.A., Aragó, 385, 08015 Barcelona
ISBN: 84-7423-3014
Depóaíto legal: B. 42.788-1986
Impreao en Eapafia
1986,—NOVAGRAFIK, Pulgcerdi, 127, 08019 Barcelona
PEDIR LA LUNA
Prólogo a la edición castellana
por
R a f a e l G rasa
E, P» Thompson comienza este libro advirtiéndonos de que,
un 23 de marzo de 1983, la Iniciativa de Defensa Estratégica
(IDE) se difundió por el mundo sigilosamente, sorprendiendo
casi tanto a propios como a extraños. Sin embargo, a partir de ese
momento la IDE se ha convertido también en una floreciente in­
dustria editorial. Se han escrito y publicado centenares de libros y
artículos, guías e introducciones.1 Se han realizado numerosas in­
vestigaciones, en algunos casos meras especulaciones surgidas del
«publica o muere» que domina cierto mundo académico. Ni si­
quiera los aspectos lingüísticos han sido omitidos del examen: la
curiosa combinación de imágenes tecnológicas y sexuales en el céle­
bre pasaje del discurso de Reagan en que se hablaba de «convertir
las armas nucleares en impotentes y obsoletas»; las hipotéticas con­
notaciones de la jerga que manejan los expertos, desde el «Natio­
nal Test Bed» a las «rocas inteligentes», pasando por el «Equipo
rojo» y el «espejo de goma»;2 o, por citar un ejemplo menos cómi-

1. De entre la enorme cantidad de bibliografía, tal vez puedan desta­


carse: a) introducciones generales: C. Lee, ed., War in Space, Hamish Ha-
mil ton, 1986, de fácil lectura; F. Barnaby, What on Earth in Star Warst
Fourth Estate, 1986; Carlos de Sa Regó y F. Tonello, La guerre des étoiles>
Ed. La Découverte, 1986; b) estudios técnicos: Office of Technology Asses-
sment, Strategic Defenses: Ballistic Missile Defense Technologies. Anti-satelli-
te Weapons, Countermeasures and Arms Control, U.S. Government Printing
Office y Princeton University Press, 1986; John T. Bosma y R. C. Whelan,
Cuide to the Strategic Defense Initiative, Pasha Publications, 1986. En
castellano puede consultarse R. L. Bardají, La « Guerra de las Galaxias»,
Madrid, INAPPS, 1986; C. Alonso Zaldívar, «La Iniciativa de Defensa
Estratégica. Un análisis militar y político para tomar una decisión», en
Tiempo de Paz, n.°* 5-6 , pp. 112-145.
2. El «National Test Bed», pese a su nombre, designa el entramado de
vídeo y computadores sofisticados diseñado para simular guiones o escena*
10 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

co, el despiece sistemático de las versiones inglesa y rusa del Trata-


do ABM para som eter sus diversos elementos a profundos análisis
que perm itan elegir el uso de la palabra adecuada que no impida,
según la Adm inistración Reagan, proseguir la investigación de de­
fensas contra misiles balísticos y m antener que no se viola el Tra­
tado (así, p o r ejem plo, diversos documentos oficiales hablan de
«investigación» y no de «investigación y desarrollo» para eludir Ja
palabra «desarrollo», explícitam ente citada en un contexto de
prohibición en el m encionado tratado).
H an surgido incluso revistas especializadas. Pasha Publica-
dons, editora de W ashington D .C ., ha lanzado tres publicaciones
periódicas — M üitary Space, Space Business News y SDI Monitor—
orientadas h a d a los aspectos com erdalcs y tecnológicos de la IDE:

La buena notida es que la Casa Blanca aún sigue compro­


metida con la ID E. Aunque muchos programas de defensa ba­
sados en la alta tecnología sufrieron restricciones en la propues­
ta de presupuesto para el año fiscal 1987, la IDE salió ilesa.
La actuadón de las empresas de la tecnología de defensa se en­
cuentra, naturalmente, en la ID E (SDI Monitor, folleto propa­
gandístico).

MÁS ALLÁ DE LA GUERRA FRÍA

A sí las cosas, parece iíd to preguntarse qué razones impulsa­


ro n a E . P . T ho m p so n a escribir este libro, en colaboración con su
hijo Ben y, en la e d id ó n original inglesa, también con John Pike
y R ip B ulkeley. ¿ P o r q u é u n historiador, con un trabajo anua­

rios de batallas espádales; las «rocas inteligentes» aluden a los pequeños


proyectiles de energía cinética pensados para destruir misiles o cargas nu-
deares; la expresión «Equipo rojo» designa al grupo de científicos y exper­
tos que, dentro del programa IDE, se encarga de trabajar en las posibles
contramedidas que desarrollarían los soviéticos; el «espejo de goma* es un
espejo computerizado formado por vidrios muy delgados instalados en p*
nclcs móviles para compensar los efectos distorsionadores de la atmósfera
terrestre sobre el haz láser.
PEDIR LA LUNA 11

ciado, esperado y largamente pospuesto, se dedica a escribir un


libro, otro mis, donde mostrar que la «Guerra de las Galaxias»
es innecesaria, carísima, técnicamente irrealizable y una vulnera'
ción del Tratado de 1972, pieza clave del control de armamentos
en la última década?
Las razones no son, obviamente, económicas o de prestigio
intelectual. Tienen que ver, empero, con la biografía de Thomp­
son, con su temprano compromiso con la Campaña para el Desar­
me Nuclear (CND) y con su aprendizaje de la íntima relación en­
tre el historiador y el polemista y propagandista, con el rechazo
de la esquizofrenia entre investigador y ciudadano fundamentado
en motivos éticos. Thompson aprendió eso de sus confesados ins­
piradores en el campo teórico: Vico, Marx, Blake y Morris. Su
marcada vocación polémica, puesta de manifiesto en su disputa
con Kolakowski, se despertó nuevamente a finales de 1979:

Fui reclutado para el nuevo movimiento en el otoño de 1979,


y no por los rusos sino por algún «experto» en defensa de la
BBC. Estaba redactando una serie de apesadumbrados artículos
para NewSociety sobre el «Estado de la nación» cuando
necté la televisión y fui informado, de la forma más suave po­
sible, de que la OTAN nos había preparado este nuevo y ma­
ravilloso «paquete» y de que «estábamos» ansiosos por contar
con nuestra porción de esas armas espantosamente peligrosas, e
incluso con algunas más de las que nos tocaban si los holande­
ses mostraban tener «objeciones» morales con las suyas. La no­
ticia supuso el final de mis artículos y el inicio de una nueva
militancia (Minnion y Bolsover, The CND Story, Allison and
Busby, 1983, pp. 80-81).

A partir de este momento los acontecimientos se sucederán


con rapidez. La CND cobra nueva fuerza; Ken Coates propone
crear un movimiento europeo en pro de la eliminación de las armas
nucleares del continente. Thompson redacta el borrador inicial del
llamamiento3 que dará lugar al END (European Nuclear Disar-
mament / Campaña por el desarme nuclear europeo) en 1980.

3. Publicado en castellano en el número 4 de la revista mientras tanto.

ttA N C ü Di LA REPUBLICA
aiHIOTECA LUIS-ANGEL ARANOÍ»
OIPTO. Dt ADQUISICION
12 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Eae tnísmo año, com o réplica al folleto gubernamental Protect


and Sur vive y a partir d e una carta aparecida en el Times del
historiador de temas bélicos M íchael H ow ard, Thompson había es­
crito Protesta y sobrevive, un célebre panfleto en que se enfrenta*
ba por vez primera con la estrategia nuclear y el concepto de «di­
su a sió n * / «cuyo fin es el final». E se m ism o año, Thompson y
Dan Smíth compilan Protesta y sobrevive, que recoge trabajos de
Alva M yrdal, D avid H o llo w a y , Em m a R otschild, Mary Kaldor,
Bruce K ent, K en C oates, H en ry N ash , R on Smith y los propio*
com piladores, que se convertirá en el lib ro de cabecera del inci­
p iente m ovim iento por la paz qu e se estaba gestando en toda
Europa .4 5*
Thompson seguirá intentando desentrañar las raíces de la gue­
rra fría y la era nuclear, su estructura profunda; a ello dedicará
artículos como «Notas sobre el exterminísmo, la última etapa de
la civilización* y «Disuasión y adicción»/ recogidos, junto a otro*
trabajos de 1980 a 1982, en Opción cero, Durante esos dos
años Thompson se «convierte en prisionero de un movimiento
que acogemos con entusiasmo pero que no esperábamos ni en nues­
tros momentos más optim istas»/ Surge nuevamente la polémica:
en 1982 Neto L eft Review-Verso, que publicó originariamente
«Notas sobre el exterminísmo», edita Exterminism and Coid War,
donde gentes como Mike Davis, Raymond Williams, Lucio Magri,
Roy y Zbores Medvedev, Fred Hallyday o Mary Kaldor se ocupan
de los temas y análisis sugeridos en el artículo de Thompson,
quien, a su vez, cierra el libro con «Europa, el eslabón más débil

4. El panfleto original fue publicado por CND; el libro por Penguin.


Existe versión castellana publicada por Blume, que no recoge todos los ar­
tículos de la edición de Penguin, aunque añade otros (Jost Herbig, Manuel
Sacristán, Mariano Aguirre, Toni Doménech, etc,)*
5. El artículo fue publicado en los números 5 y 6 de mientras tanto;
una versión resumida se publicó en El Viejo Topo, n.° 50 (noviembre de
1980)*
6 * «Notas sobre el extermínismo» fue publicado en el número 11 de
la revista mientras tanto, Opción cero fue publicado en castellano por Edi­
torial Crítica, Barcelona, 1983.
7* Opción cero, p, 15,
PEDIfc LA LUNA n

c? fe guerra fría» donde pasa revista a los com entarios y críticas


s^brc fe noción de «cxterm m ism o» .8
A fetales de 1984, T hom pson prepara la edición de un a nueva
colección de artículos, T h e H eavy D ancers? algunos de ellos res­
puestas a diversas críticas y acusaciones llegadas del E ste y del
Oeste, y en particular de círculos cercanos ai poder de uno y o tro
fe¿k\ Cuando el libro estaba en prensa decidió escribir una in tro ­
ducción que explicara los detalles y la «narrativa oculta» sobre
fe actividad que generó los artículos. E l resultado final fueron dos
Khros, ambos publicados en 1985, T h e H eavy Dancers y DoubJe
Expesvre™ En Double E xposure Thom pson polemizaba con los
ideólogos de la existencia de «sólo dos bloques» y con su insis*
tenria en no aceptar terceras partes. El libro se ocupaba de dos
temas que presagiaban ya su presente trabajo: el resurgim iento a
ambos lados del A tlántico de una industria en expansión dedi­
cada a rehabilitar la noción de disuasión nuclear y la idea de que
fe guerra fría se asienta sobre un doble apoyo, una economía de
guerra permanente y una perm anente hipótesis del enemigo, Con
sus propias palabras:

El espíritu animador del estatalismo moderno, en ambos la*


dos de la guerra fría, radica en esa hipótesis: en algunos de los
análisis basados en la consideración de la hipótesis más peligro*
sa o en la asunción de la peor de las posibilidades en juego, el
Otro podría ser un enemigo, o bien lo sería de no ser por la
«disuasión» nuclear. Es normal que los Estados adquieran en
época de guerra poderes de emergencia. Lo que distingue la era
de la guerra fría es que la hipótesis de la «emergencia» está8910

8. Exieracinism and Coid War, Verso, 1982, Tina versión resumida de


la respuesta de Thompson a sus críticos ha sido recogida en «d:\tetmiimm
Revisited*, dentro de Tbe Heavy Dancers, que publicará próximamente
Crítica con el tirulo de Nuestras libertades y nuestras vidas.
9. E. P. Thompson, Tbe Heavy Dancers, Mcrlin Press, 1985.
10. E. P. Thompson, Double Exposure, Merlin Press, 1985. El libio
foe editado normalmente pese a la broma de Thompson en la introducción
a Tbe Heavy Dancers, donde anunciaba que sólo circularía en samiidat y
para miembros liberados del movimiento por la par que se comprometieran
a no pasar copias bajo ningún concepto a los dirigentes del Consejo Mundial
de la Paz o a los editores de Encounter.
14 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

incrustada en la rutina cotid ian a d e l E stad o en tiempo de paz.


T al cosa proporciona a la autoridad d e l E stado moderno lo que
la h ip ó tesis d e Satanás le proporcionaba a la iglesia medieval.
E s la n ecesid ad d e «d efen d erse» contra la hipótesis más peli­
grosa lo q u e legitim a la prim ordialidad de la «seguridad nacio­
n a l» , e n nom bre d e la cual se persigue al «G rupo para la crea­
ción d e m edidas d e confianza» d e M oscú y se despoja de sus
derechos sin d icales a lo s trabajadores d e G C H Q Cheltenham.11

La «G uerra de las Galaxias» no sería más que una nueva


m uestra de la demencia a la que conduce la teoría de la disuasión,
que — como había m ostrado T hom pson en Opción cero— es en
prim er lugar una apología e x p o st facto, una legitimación teórica
de acciones em prendidas p o r razones m uy diferentes y, en se­
gundo lugar, u n acelerador de la carrera de armamentos a causa
de su carácter adictivo, articulado en to m o a la consideración de
la hipótesis más peligrosa y a la de la hipótesis del enemigo perma­
nente. H abida cuenta de que estos componentes ideológicos son,
en opinión de Thom pson, tan amenazadores para la paz como
cualquier arm a diseñada p o r los «alquim istas» de los laborato­
rios de investigación, era previsible que la ID E constituyera su
próxim o tema de trabajo, en especial por la escasa respuesta
que había recibido del m ovim iento p o r la paz.

La ún ica form a d e con testar la h ip ótesis más peligrosa con­


siste e n conceb ir la h ip ó te sis m ás favorable, y en aunar todas
nuestras fuerzas para hacer q u e esa h ip ó tesis más favorable sea
una realidad. N o p od em os «probarla»; corresponde al movimien­
to por la paz la tarea d e colocarla e n e l orden del día como po­
sib ilid ad h istó rica .12

L a G uerra de las Galaxias, a la que se refiere en las páginas


finales de D ouble Exposure como una sátira tan salvaje sobre el
esfuerzo hum ano que ni Jonathan Sw ift podría haberla imagi­
nado, supone la descomposición últim a de la teoría de la disua-

11. Double ,E
xpo p. 147.
12. Op. cit., p. 149.
PE D IR LA LUNA

$i<5n, un «intento de los ideólogos nucleares estadounidenses de


volver al útero de .Hiroshima», a aquellos buenos tiempos en que
d Otro no tenía bomba. E l delirio ideológico procedente de Jas
peores tradiciones del populismo norteamericano de derechas, el
orgullo de saberse los primeros en recursos monetarios y en cono­
cimientos tecnológicos, mezclados con la avaricia y los intereses deI
complejo militar-industrial, constituyen para Thompson un final
apropiado para su «Notas sobre el exterminismo».
No hay, empero —concluirá Thompson en Double —,
«escudo'tecnológico alguno contra la maldad nuclear. Sólo existe,
y ha existido durante cuarenta años, un escudo contra el caos:
ese escudo lastimosamente débil y sin embargo indestructible, la
conciencia humana. En los últimos cinco años ese escudo se ha
vuelto internacional: el movimiento por la paz».13

L a gestació n d e l l ib r o

Por consiguiente, el repetido interés de Thompson en mostrar


que la teoría de la disuasión era el m otor ideológico de la carre­
ra de armamentos en ambos bloques y que sólo un movimiento
por la paz que actuara y pensara como si ya no existieran ni éstos
ni la guerra fría podía frenar el holocausto le llevó a escribir jun­
to a su hijo Ben Star Wars. Self-Destruct un breve
y eficaz panfleto editado por Merlin Press a mediados de 1985, que
influyó notoriamente en muchos de los comentarios que sobre la
IDE se hicieron en la IV Convención del END, celebrada ese
mismo año en Amsterdam. El panfleto, dividido en tres partes,
se ocupaba, respectivamente, de las razones que explican el sur­
gimiento de la ID E, de los aspectos técnicos del proyecto y de
a viabilidad y consecuencias de esa «Stupid Damned Invention»,
orno la califica en el glosario final.
Durante el verano de 1985 E. P. Thompson rehizo parte de
u trabajo anterior, redactó el capítulo titulado «El cometa de la
ocura» y compiló la edición original del presente libro, Star Wars,
u LA CÜEltRA DE LAS GALAXIAS

publicada a finales de 19S5 por Penguln. El libro conservaba, aun­


que con numerosas modificaciones, dos de las tres partes cM
panfleto publicado por Merlin: «¿P or qué Guerra de las Galaxias?,,
(E. P. Thompson) y «¿Q ué es la Guerra de las G alaxias?» (
Thompson). Se publicaban también tres ensayos originales: «Va­
loración del programa ABM soviético», de John Pike, Director
asociado para Política Espacial en la Federación de Científicos
Norteamericanos y miembro destacado de los afanes y campañas
emprendidos en Estados Unidos para salvar el Tratado ABM ; «Los
efectos de la ID E sobre el desarm e», de R ip Bulkeley, miembro
de CN D y de SA N A (Científicos contra las armas nucleares) y es­
pecialista en política espacial m ilitar de Estados Unidos, y, por
último, «El cometa de la locura», del propio Thom pson.
La presente edición castellana sólo recoge los ensayos de Ben
y E. P . Thompson, por considerar que los artículos de Pike y Bul­
keley están pensados para satisfacer dos preocupaciones muy es­
pecíficas del público anglosajón, la hipotética ventaja soviética en
sistemas antimisiles balísticos y las im plicaciones de la Iniciativa
para el control de armamentos, respectivam ente. Resumiremos,
empero, sus tesis fundamentales.
Según John Pike, la justificación d e la ID E a partir de una
«brecha» o desventaja (otro de los célebres gaps) estadounidense i
respecto a los soviéticos se fundamenta en la existencia de una i
desventaja real, «pero com o en los casos anteriores, la desventa­
ja en sistemas ABM favorece a los estadounidenses». Los sistemas
contemplados en el programa A BM soviético no ofrecen base al­
guna para una aceleración del programa respectivo estadouniden­
se como la propuesta por Reagan. La primera generación de ar­
mas ABM (los sistemas G alosh y T allinn) puede controlarse con
contramedidas sencillas y resultaría ineficaz contra ataques de
proporciones o sofisticación significativas. La segunda generación
(sistema ÁBM-X-3) supone un sistem a en dos capas y, pese a ser
más capaz, requiere rádares muy caros y vulnerables a ataques
directos e incluso a resultar «cegados» por las explosiones de sus
propios interceptores.
Esta segunda generación de armas soviéticas, actualmente en
desarrollo, correspondería a sistemas desarrollados por los esta-
W.ht* l,A um* 17

dounldetiftcs h*cc tsr*n vdrnte (%í%tetr&* V ivíi.v Hí 7 yífi*-


guafd), Aunque exfate evidencia ^ <yie v: tfahtrjpt *?* U *U¡v,#r*.
cí/m de un* tercer ai gcttemión (uñeta* rmltfcapts; 7 de r-na
cuarta (sistema rrmltkapas am armas de energía dírigkía}, la ír,v
portanda que en ambo* casos tienen la gestión a través "Je o?-
dcnadotcs de la fase de carn^) de La?.aíla 7 !<v* sensores cor. ^?ar¿
potencial sensitivo y discrimina/fot señala que Ei$r,adc*i Unidor
lleva una clara ventaja. Se suele afirmar —comenta P¿ke— qrat ío*
soviéticos han desarrollado un potente propulso? espacial qoe po­
dría servir para emplazar armas en el espacio, pero se olvida qoe
Estados Unidos demostró poder hacer lo propio hace q^bce años,
cuando construyó con éxito el propulsor Saturno V para la mi­
sión Apolo,

Dadas las limitaciones de Ja comunidad de ingenieros 7 der>


tíficos soviéticos, la URSS debe doblar varías veces el nivel de
las instalaciones y personal estadounídemes para lograr resulta­
dos equivalentes. Los experimentos para su desarrollo, que en
Estados Unidos pueden realizarse medíante simulación per or­
denador o en el laboratorio, requieren en el caso de la URSS
ensayos reales Existe alguna evidencia acerca de un esfuerzo
coordinado por parte de los soviéticos para vulnerar el Tratado
ABM en un futuro próximo. Los soviéticos parecen haber de­
mostrado contar con capacidad para desplegar rápidamente los
componentes de un sistema ABM, Pero, de nuevo, los Estados
Unidos demostraron idéntica capacidad hace algo más de una
década,54

Rip Bulkeley, por su parte, empieza su trabajo ocupándose


de la enmarañada trama denominada «control de armamentos», un
intento de limitar y canalizar la carrera de armas nucleares entre
las superpotendas y de disminuir el riesgo de guerra. Bulkeley
muestra con todo tipo de datos y a ta s que, aunque los negocia­
dores proclaman su preocupadón por la «paz» y el «desarme»,
las «negodadones se convierten en una batalla incruenta por ob-

14. E. P. Thompson, ed., Star Wars, Penguin, 1985, pp. 65-66.

2. —THaurmm
18 LA GUERRA DE LAS CALARIAS

tener ventaja propagandística en la lucha política global»;1* que


no se han conseguido acuerdos significativos que hayan frenado
la carrera de armamentos; que muchas veces las armas prohibidas
tenían poca significación militar, y que las negociaciones sobre me­
didas realmente importantes están estancadas desde hace años,
Algo, por lo demás, perfectamente sabido y bien argumentado en
libros como, por ejemplo, ¡Hay alternativas! de Johan Galtung
Posteriormente, Bulkeley se ocupa del control de armas en d
espacio y de los diversos acuerdos conexos desde el Tratado de
Prohibición parcial de Pruebas Nucleares de 1963 hasta d Tra­
tado ABM de 1972. Antes, empero, de analizar detalladamente
este último, dedica varias páginas al problema de las armas anti-
satélite. Este tipo de armas plantea, en su opinión, un doble pro­
blema: primero, la aceleración súbita de la carrera de armas tec­
nológicas en el espado en una área no contemplada por prohibí-
dones o tratados en ningún acuerdo (la protecdón de los satélites
espía de los acuerdos SALT sólo se ocupa del uso de armas ASAT
contra éstos, no del despliegue o desarrollo de tales armas en d
espado); segundo, la mayor viabilidad de las armas ASAT fren­
te a la defensa contra misiles balísticos, habida cuenta de que Ira»
satélites constituyen blancos más «blandos», más fáciles de dis­
criminar, menos reemplazables y vinculados a instaladones en
tierra. Por consiguiente, las armas ASAT tienen enorme signifi-
cadón para la defensa estratégica, significación que aumenta por
el solapamiento que existe entre los sistem as antisatélite en avan­
zado estado de desarrollo en Estados Unidos y los sistemas anti­
misiles, Uno de los mayores expertos en d tema, d investigador
d d SIPR I Bhupendra Jasani enundó d problema can claridad:

[ D e e sto l se sigue que cualquier acción contra é l desarrolb


o despliegue de sistemas antisatélite debiera ir acompañada dr
una acción equivalente contra lo s sistemas de defensa mtitra
m isiles balísticos .163
5

35. Op.dt-, p. 70.


16. B. lasará, -«The Arms Control Düemma; an Oramnr», en lasará,
ed, S p a c e W e s p t m s . The Arms Control ¡Düemma, SIPRI, 19S4, p.
do por hdIx.to.ev).
PEDIR LA LUNA 19

En cuanto al Tratado ABM, Bulkcley lo relaciona certeramen­


te con el período de destrucción mutua asegurada (MAD), Al res­
tringir las defensas antimisilcs a cíen interceptores fijos de empla­
zamiento terrestre (situados en un lugar concreto de los territo­
rios de ambas superpotcncias) y al prohibir, además, cualquier
desarrollo en la fase de prototipo o ensayo de sistemas no fijos
y/o no emplazados en tierra (aunque se permite, tácitamente, la
investigación en laboratorio), el Tratado asegura la vulnerabili­
dad de cada una de las partes y el funcionamiento de la disuasión
merced a la capacidad de segundo golpe o represalia. El Tratado,
no obstante, tiene ambigüedades y resquicios legales. Bulkeley se­
ñala, entre otros, la falta de definición de términos como «elemen­
to» y «componente» o de conceptos como «probar para fines del
sistema de defensa antimisiles».
De ahí que, en suma, Bulkeley concluya con valoraciones pesi­
mistas sobre el probable efecto de la IDE en las perspectivas del
desarme y el control de armamentos, valoraciones que compar­
ten en cierto modo personas no vinculadas al movimiento por
la paz.

L a disuasión llega al espacio

Al discriminar los trabajos sobre la IDE es fácil comprobar


que la mayor parte de ellos intentan responder a una de las si­
guientes preguntas: ¿Se puede construir realmente el sueño de
Reagan (Guerra de las Galaxias I) o un sistema de defensa par­
cial que refuerce la disuasión (Guerra de las Galaxias II)? ¿Aun
en el caso de que fuera factible, sería deseable? O por decirlo de
otra manera, los trabajos se ocupan, bien de la viabilidad tecno­
lógica, bien de la deseabilidad estratégica, aunque en algunos ca­
sos se mezclen ambas perspectivas. El mérito del presente libro
es, en mi opinión, su certero análisis de la segunda cuestión, la
deseabilidad estratégica. La conclusión de indeseabilidad a que
llega Thompson se refuerza por el relato que sigue, parte de la
historia de la era nuclear.
La idea de desarrollar un sistema de defensa global contra
20 la &mmA m las galaxia*

misáis® bathtkm $6 remonte a 1946, cmxxi® trn «qnaígw «k c k tó ¿ .


recomendé al Bjétoíto €®t&kwrmfeme qtisc se uabaÍMa ca es*
díreccíén, En t e últímm veinte ano* t e dí*CM$tewss sdbíré ir;
conveniencia km ocvpjséo muchas horas «Se t e snacmva» Áézrú-
rrísttecíons® e$i&tktut¡ídemes * A m e d te te de b dtteda de t e
vente, ILohert McNmtmra (secretario ¿c Defema <k la Adminis­
tración Johnson) y ottm altos cargos «osusvicrm ur*a dura p q p a
con t e militare», con la Junta de J e t e <le Estado ¡Mayor a La ca­
bera, a propósito de la necesidad de desarrollar un sistema ABM.
Vamos a recordar algunos de Los momentos y consecuencias de La
pugna; evocan una nítida sensación de conocido .37
McNamara afirmaba que la decisión de desplegar un sistema
ABM aceleraría la carrera de armamentos y daría al traste con la
posibilidad de un equilibrio disuasorio entre las superpotenáas,
hasta el punto de que impediría futuras conversaciones sobre limi­
tación de armamentos. Tampoco creía en su viabilidad tecnológica:
sólo sería eficaz si era absolutamente impenetrable. Tendría un
coste altísimo: siempre sería más barato construir señuelos y mi­
siles mejorados y en mayor número que perfeccionar el sistema
ABM para contrarrestarlos, hasta el punto de que podría llevar a
la bancarrota económica estadounidense.
Los partidarios de tal sistem a aducían que los soviéticos ha­
bían empezado antes, que amenazaban la propia capacidad de re­
presalia y que, sea com o fuere, tal sistem a siempre salvaría vidas.
Por otro lado, su desarrollo contribuiría a lograr que los soviéti­
cos se decidieran a negociar.
Los científicos terciaron en el asunto, con posturas contra­
puestas, naturalm ente. E l C ongreso presionaba; se acercaba el pe­
ríodo electoral y lo s republicanos em pezaron a hablar de la «bre­
cha de los sistem as A B M ». Johnson habló del tema con Kosygin, 17*

17. La historia se cuenta en múltiples libros. Por ejemplo: A. Chayes


y J. Weisner, ABM: An Bvaluation of the Decisión to Deploy an Anti-
Ballistic Missile System, Harper and Row, 1969; Brennan y Holst, Ballis-
tic Missile Defense: Two Views, Institute for Strategic Studies, 1967; H.
Catudal, Nuclear Deterrence, Mansell, 1985; F. Dyson, Weapons and Hope,
Harper and Row, 1984; P. Stares, Space Weapons and US Strategy, Croom
Helm, 1985.
yrmn la wha 21

que consideró prioritarios los sistemas ofensivos. En julio de


1967 Johnson anunció su decisión, fruto de un compromiso: de­
sarrollar un pequeño sistema ABM, que podría disuadir de paso
a los chinos. Richard Garwin y Hans Rcibc, dos físicos eminentes
que siguen desempeñando en la actualidad un papel destacado en
el debate sobre los sistemas ABM, dedicaron un artículo al tema
en el número de marzo de 1968 de Scicnlifk American: un argu­
mento contra el sistema ABM propuesto es que «alimentará la ilu­
sión de que es posible una defensa eficaz contra los misiles balís­
ticos y llevará casi inevitablemente a la petición de que ese peque­
ño sistema, cuyo costo estimado supera los cinco mil millones de
dólares, se amplíe hasta construir un gran sistema, cuyo coste su­
peraría los cuarenta mil millones de dólares».11 Para Rethe y Gar­
win no había, ni hay, defensa contra los misiles.
El tema siguió coleando y fue heredado por la administración
Nixon, que propuso desplegar alrededor de las ciudades norte­
americanas el sistema Sentíncl. La fuerte oposición le llevó a cam­
biar los planes y a concentrar la defensa contra misiles alrededor
de los silos de Montana y Dakota del Norte. Había nacido el pro­
grama «Safeguard». Pese a todo prosiguieron las críticas y sólo
una pequeña parte del sistema se desplegó realmente.
A principios de los setenta las superpotendas empezaron a ne­
gociar el despliegue de sistemas antimisiles. Se optó por la limi­
tación, habida cuenta de que ambas habían empezado a cons­
truirlos y de que ambas sabían que podían superarlos con un ata­
que adecuado. En mayo de 1972 se firmó el Tratado ABM.
Realmente suena a conocido. El debate sobre la IDE repite,
aunque con derta sofisticadón, buena parte de los argumentos de
hace veinte años, con la importante excepdón del emplazamiento
espacial; incluso coinciden algunos de los protagonistas. Las ra­
zones de tal semejanza han de buscarse, como hace Thompson, en
la expansión de la noción de disuasión y en los poderosos inte*18

18. Scíentific American (marzo de 1968). Se dta a partir de la selección


de artículos de la revísta titulada Arms Control, Scientiíic American, 1973,
p, 164.
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(jUft IQ eVPuJCfdfl (id friftui atdffjk «i y ilr Jas* £$H#teg.taá iM*\e za%
hunde sus fufar* rtt rt concepto tlr disuadan hwlrat,
ha hit# 4Jt? (¡M& kpt f# *iiil jdt* Mfeaf fifi atina timbal ( nUtta uti
ftdvfUiJflo i¡ÍW tírtif* ¡i irhf it i% <uf»a<ídítd <J|j frpfrsaloi kr t^ a rf|
k f(uhtfhi!UÍtiil ( k los dirigentes respectivos, en la rfrdíbilid#d M*t»
fCSpcefO a la sutena/a y la i iij»a< it\,v I olí íí de rcptesaJlsL y rt» la
fillthtthllíd{id de tai* minas y vectores, I,# ntltl'/shilidad coídteva
( h¡hU¡thul para rvjtfH su VIMI pOf error, accidente ¿ cálenlo eóuívo
eado y la redundancia de Jo# arsenales y sistemas de detección,
L l (fedlbjíldad presupone disponer de capacidad de frpf esállíi en
condiciones y escenarios muy diferentes, como ya scflald Boidíe
en l bp Abm lutp V^pppoH o í J946; es dec Ir, muyor titilí/^liilídad^
Cjlld COIlHcV^ H 1^11 v r/ unoíu y VdClOfdd v r t r á p i d o s , pirví
no# y con gf^fi (npuddud de pcndttficldn# íínd tíjxi de Áffhíii má^
íítíli/íilflrn peímlie ynft políticfi <Je mJtfn^clón de Idfinco^ <lc con-
tftifupr/ft (mlJÍ(MrcM), lo ({tic# n iti exI^liÍM, #dgán dgunou^ uis-
tcfniii de rcuidf^/O y defeofeft de 1m nffnfii do fcpi’c^dllá* \ a dUoii-
nldn íif vuelve finalmente ilnónlm o de e itiif en condicionen de
Jjbfflf y fjtifuu yon gucffá nuclear* Se plennn Jo vjuc pícvlámcntc
nc ludiíii vonnidetudo JinpennwLdc y »e ímnentjv conntfuccíón de
Jw* fífíryin que Jo liagan punible» Al final acaíia eximiendo una ín*
coherencia entre el objetivo proclamado de^de Irum atij eliminar
Jan aima* nuclearei del planeta o hacer Imponible nu uno, y la me*
Jora de t?Ma** y de loa ilatemai de control, mando, enlace e infor*

je# R, (bfwift, en Ih d kth t and iíie &l§f)fiftt*8 tnovementn, tn


¡UíHrtiti óf the Atwnte S tirttth f* (dklffnbr# de 1983), p. t h
P lU iiR JA J UNA 2}

madón partí estar en condiciona# de ufana# realmente en situa­


ción de combate, ¿Cuál es d objetivo real/
A lo anterior hay que añadir la psicología propía de Ja di'
suaslón nuclear, que asume como dato real Ja simple posibilidad
de que algo pueda suceder, y se basa en la percepción de la sitúa*
eión más que en la realidad y en la imagen amenazante del enemi­
gó, que legitima a su vez el proceso y provoca la necesaria agre­
sividad colectiva que garantice que el O tro perciba claramente
nuestra decisión de hacer uso de la capacidad de represalia: a
mayor éxito de la actitud amenazante, mayor poder disuasorio.
Un proceso sin fin basado en el miedo, que crea siempre nuevos
miedos. Kafka describió el proceso en un magnífico relato: La
c o n s tr u c c i ó n en que un animal preocupado por la seglaridad de
su sistema defensivo subterráneo, por su perfeccionamiento ince*
sante, queda atrapado por la obsesión de esa mayor seguridad:

¿Qué seguridad es la que observo aquí? ¿Puedo juzgar el


peligro en que me encuentro en el interior a través de las ex­
periencias que realiza desde aquí afuera? ¿Tienen mis enemigos
el verdadero rastro cuando no estoy en la construcción? Algo
huelen probablemente, pero no con seguridad. ¿Y no es a
menudo la existencia de un pleno olfato la premisa necesaria
de un peligro normal? Se trata entonces tan sólo de semiprue-
bas o de la décima parte de una prueba, apropiadas más bien
para tranquilizarme y precipitarme en el máximo peligro por
esta falsa tranquilidad. No, yo no observo mis sueños, como
creía; más bien, soy yo el que duerme mientras el Malvado
vigila.2021

Así las cosas, era inevitable: la disuasión debía llegar al es­


pacio.

20. F. Kafka, «La construcción», en La muralla china, Alíanza-Emecé,


1975.
21. Kafka, op. cit.f pp. 167-168.
GW KW U D E L A S G A L A X IA S

P K L . E S C U 2X * A L ?& X M E & G O L P E

* rv t1 ♦
J^®** *** al concepto es siempre traumático, en especié
ceAaoo el concepto cambia el perfil de lo soñado. Eso es, como se-
j&s$* Tnoeapísoa,. lo que ha sucedido con el paso de una IDE citen*
ÉUíd» a proteger a la totalidad del pueblo estadounidense y a
í«s.r coa la dlsuAsióa (Guerra de las Galaxias I) a una concepción
encamin-sda a «reforzar la disuasión» (Guerra de las Galaxias II).
Jjjatre medio., dos directivas presidenciales (NSDD 85, NSDD-6-S3)
dios inform es de- evahractón (el informe Fletcher sobre tecnologías
S s k defensa; el informe Hoffman, extragubemamental, sobre
sieguiááad estratégica futura, tras la IDE), una síntesis de la Ad,
miaLstracrón y ruta nueva directiva presidencial (NSDD 119), q\le
autoaicaha un programa que evaluase el grado de viabilidad de. un
proyecto cuya arquitectura global aún estaba por definir. Había
surgido la SD IO , la organización para la IDE, bajo el mando del
ges>erai Abrahamsoa y con unos 26.000 millones de dólares de
piespjpnresto hasta el ano fiscal 1989. Desde entonces las incógni*
tas, declaraciones y justificaciones contradictorias y, en el; último
safio, discrepancias abiertas entre diversos componentes de la Ad­
m inistración, no han dejado de crecer, en buena medida por Ir in­
genuidad y precipitación del sueño inicial, en que Reagan se atre*
v io a pedir la luna a los científicos norteamericanos.
P oco & poco se han id-o desvelando algunos detalles de la ges*
tacsótl del discurso seminal. Ya sabíamos del peso de consejeros
externos a la Administración, del general Graham y High Frontier,.
d e la infidencia de Edvrard Teller sobre Reagan. Frank Grevea
descubrid que Teller infiuyó también en el almirante James Wat*
fcms, quien, a su vez, persuadió a la Junta de Jefes de Estado»
M ayor para que planteara el tema de las tecnologías defensivas em
s u encuentro con Reagan días antes del discurso (fiie Watkins
qu ien sugirió a Reagan parte del hilo argumenta! ali preguntarle

X ü T tó ty o ^ £Zh¿ S * v C tu itj> f
jLpyfc 1986, Oxford University, Press, pp., 81-84.
ri:m * la luna 25

*¿'no scttfa mejor &&tv&r vidas que vengarla*?*); también dcscu-


feneó que hubo consultas con alguno* de sus concejeros y, como
obsecuencia de ellas, modificaciones en la redacción inicial. Back-
lafey y Greve sugieren que tienen ese origen las alusiones a la po-
tíbtHd»d de que la URSS viera en la iniciativa una estrategia de
primer golpe o la referencia al respeto a las consultas con los
¡aliados y al cum plim iento de los compromisos derivados de los
tratados internacionales.
Por últim o, conviene no olvidar que sólo cinco minutos, los
finales, del discurso se dedicaron a la defensa estratégica. El obje­
tivo central de la alocución fue estimular la aprobación de la pro­
puesta de la Adm inistración de incrementar el presupuesto de
defensa en un 10 por 100, amenazada por el Congreso en aquel
momento; de ahí que la parte del león se la llevara la amenaza
soviética.
Esa extraña forma de resucitar el viejo debate sobre las de­
fensas contra misiles balísticos explica en parte lo sucedido pos­
teriormente- Así, por ejemplo, los siete volúmenes del informe
Fletcher apostaban por la viabilidad de un sistema defensivo glo­
bal, articulado en capas, y recomendaba un programa de estudio
que permitiera decidir acerca de su desarrollo y despliegue a prin­
cipios de la década de los noventa. Decía también, aunque suele
obviarse, que su juicio positivo estaba condicionado a la limita­
ción de las fuerzas ofensivas soviéticas mediante el control de ar­
mamentos u otros medios. El informe Hoffman, por el contra­
rio, era mucho más escéptico sobre una defensa de altísima efi­
cacia, pero señalaba ya el enorme interés que podría tener una de­
fensa contra misiles balísticos de un sistema con un 50 por 100 de
eficacia. Las discrepancias subyacentes en ambas valoraciones no
cesaron de aumentar, siendo claramente patentes en la propia Ad­
ministración a finales de 1985.
En la conferencia sobre la ID E organizada por la revista Time
en junio de 1986,23 Richard Perle y Gerald Yonas (jefe científi­
co de la SD IO ) expresaron claramente su opción por una defensa
terminal de la capacidad de represalia, es decir, de los silos de

23. Time (23 de junio de 1986),


26 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

ÍCBM , E so produjo inclu so situ acion es d e cierta com icid ad , com o


la creada p or P eríe cuand o, al recordársele q u e tal o p c ió n podía
provocar una espiral d e rearm e ataq u e-d efen sa, m o str ó , p ese a que
basta en ton ces se había caracterizado por pensar siem p re lo peor
d e lo p eor d e lo s so v ié tic o s, u n c u r io so o p tim ism o acerca d e l d e s ­
in terés so v ié tic o p o r superar e se e sc u d o parcial: « p u ed e su ceder
q u e e l d esarrollo d e u n a d e fe n sa d esa len ta ra a lo s so v ié tic o s d e
em prender las en orm es in v e rsio n es q u e req u eriría esta r e n c o n d i­
cio n es d e su perarla ».24 P a u l N it z e , sin e m b a r g o , s ig u ió aferrad o a
las c o n d ic io n es q u e e n u m e r ó e l 2 0 d e fe b r e r o d e 1 9 8 5 a n te e l
P h ilad elp h ia W orld A ffa ir s C o u n c il. V e á m o s la s .25
El intento de Nitze de hacer posible el desarrollo del p rogra­
ma pese a su incertidum bre se articula en torno a los siguientes
puntos:
1. E l objetivo a largo plazo sería u n m undo libre de armas
nucleares.
2. Hay que contar con u n período de transición, que lleva­
ría fin almente a la elim inación de todas las arm as nucleares.
3. Esc período de transición será gradual, y en él existirá
una mezcla de fuerzas ofensivas y defensivas.
4. Durante los próximos diez años habrá que negociar una
reducción de armas ofensivas.
5 . En cuanto a los criterios que permitan decidir sobre el
despliegue de las armas defensivas, habrá que tomar en considera­
ción lo siguiente: a) la relación coste-eficacia, es decir, que cueste
menos reforzar el sistema defensivo que mejorar las armas ofensi-
vas; la capacidad de supervivencia del sistema, esto es, la po­
sibilidad de proteger las armas defensivas de un ataque.

La propuesta de N itze, de la que volveremos a ocupamos, ocu'


ta también objetivos contradictorios.26 Prevé un período de trar

24. Tim e (23 de junio de 1986), p. 9.


, H thePhiladelphia
de febrero de 1985. Véase también Time (23 de junio de 1986V H .
«Star Wats», Journal of Peace R
esa,n.° 1 (1986
26. \é a s e al respecto H . Holm, op. citr, R. Garwin, «S
P l-D IR LA LUNA 27

¿on estable, algo imposible sin cooperación entre las superpoten-


¿as; por otro lado, la Adm inistración Reagan ha sostenido a me­
nudo que la URSS combina en este momento armas ofensivas y
defensivas, fenómeno que considera desestabilizante. (Resulta di­
fícil captar el razonamiento implícito por el que lo desestabiliza­
dor en un caso es una garantía de estabilidad en el otro. Aunque,
ya se sabe, los rusos son diferentes.) No debiera olvidarse que
cualquier programa de investigación a gran escala produce, en es-
pedal al acercarse el m om ento de decidir acerca del despliegue,
tensiones, malestar y desconfianza. P or últim o, habida cuenta de
los intereses económicos, políticos y cabildeos varios, la proba­
bilidad de que tales sistemas se desplegaran aun sin cumplirse los
criterios formulados p o r N itze es alta.
¿Cuáles son, pues, los objetivos actuales de la ID E? ¿Pueden
valorarse recurriendo a los criterios de N itze? Según la formula-
don de Richard G arw in,27 tres serían los posibles objetivos de los
sistemas de defensa resultantes de la ID E :
1. Una defensa perfecta que independizara la seguridad de
los aliados y de Estados U nidos de las intenciones soviéticas, per­
mitiendo la ren u n d a unilateral a las armas de represalia. En suma,
el sueño del presidente.
2. Una defensa que im pidiera la confianza soviética en lograr
objetivos m ilitares m ediante u n ataque nuclear; es decir, un sis­
tema disuasorio donde fu n d o n ara la asundón de que los bene­
ficios no compensarían los gastos y no la amenaza de represalia.
3. Un sistema defensivo que reforzara la disuasión por ame­
naza de represalia al m ejorar sustancialmente la capaddad de
supervivenda de los silos en que están alojados los Minuteman es­
tadounidenses.
E l prim er objetivo ha sido considerado inviable aun por quie­
nes trabajan en el program a. Se han producido progresos poco sig­
nificativos en las diversas áreas de trabajo de la ID E , se han re­
trasado induso algunos proyectos como el láser químico, han sur-

se: The Impossible Dream?», NATO Sixteen Nations (abril de 1986),


pp. 22-26.
27. R. Garwin, «Space Defense op. d t , p. 23.
guio aiayorcs problema» de ios esperados en cuanto a la supervi-
vencía de los sistemas de emplazamiento espacial... Dos datos per­
miten constatar la escasa confianza en la viabilidad técnica del es­
cudo perfecto: la dimisión de David Pam as, responsable del soft­
ware de las investigaciones para la ID E por considerar poco fac­
tible su cometido y los numerosos trabajos c informes críticos so­
bre la fiabilidad de las computadoras requeridas. Según Alex Dely:

los sistemas de tiempo real exigen mucha mayor fiabilidad que


los convencionales ... [puesto que] el sistema está más automa­
tizado. Si se producen errores que alteren los datos, etc., de no
detectarse, el sistema continuaría trabajando. En sistemas con
complejas tareas múltiples, como sería el caso de la «Guerra de
las Galaxias», es especialmente difícil lograr una alta fiabilidad ...
Los ensayos destinados a asegurar esa fiabilidad son especial­
mente complejos a causa del número casi infinito de combina­
ciones de circunstancias que deben someterse a prueba ... Los
errores del software de apoyo no son asunto baladí ... los nue­
vos compiladores cambian de 500 a 1.000 errores en sus prime­
ros años de fuerte uso productivo. Las pruebas de corrección
o los sistemas de verificación automática están tan alejados del
mundo real, de la realidad del tiempo real, que es «absurdo»
proponer su uso ... Estimaciones recientes sitúan el número de
líneas codificadas requeridas para el programa de la Guerra de
las Galaxias entre 19 y 35 millones. El programa de procesa­
miento de textos típico tiene unas 5.000 líneas. Usando méto­
dos convencionales, un programa como ése tomaría al menos
tinos 100.000 años-hombre de programación.28

E n síntesis, un objetivo que ni se busca ni parece técnicamen­


te viable; por otro lado, en caso de serlo, las contramedidas que
usaran tecnología anterior a la ID E serían, de acuerdo con los
expertos, mucho más baratas que los sistemas de defensa.
El segundo objetivo posible, desalentar a los soviéticos de ob-

28. Alex Dely, «Star Wars, False Alarms and Accidental Nuclear War»,
en PeaceResearch Rev'tew, n.° 4 (1986). pp. 47-48. El trabajo de Dely est
basado en diversos artículos de David Horwood, un canadiense del Critical
Path Software.
re í)!* LA U M ¿y

tener «objetivos militare*» m edíante tm ataque n&desr, piante*


en primer lugar un problema conceptual; un ¿taque q ac, i l r&
existir escudo toral, perm ita obtener ventajas militare* pero qac,
al m ism o tiem p o, pudiera ser desalentado por la presencia de una
defensa parcial. V am os, un engendro típico de la o cxjarpóón más
retorcida de la disuasión, con m ezcla d e armas ofensivas y ocien-
si vas co m o la diseñada en la directiva sobre seguridad nacional 153,
aprobada por Reagan e n enero d e 1985 y redactada por K iu e .
Lo difícil es, em pero, encontrar un ejem plo de esc tipo de obje­
tivo. S tan ley H offm an d io el siguiente en un debate con G arsrá:
supongam os que son cuatro los puertos estadounidenses básicos
para enviar refuerzos m ilitares a Europa en caso de una importan-
te guerra convencional en ese con tin en te. E n la situación actual,
la U R SS podría destruirlos con cuatro cargas nucleares transporta­
das por IC BM ; si, adujo H offm an , contáram os con un sistem a
d efen siv o d e u n 5 0 por 100 d e eficacia «n o estaría seguro de lo­
grarlo y n o lo intentaría». E l ejem plo no tiene desperdicio (de
hecho, es una excelen te prueba d el carácter justificatorio ex post
jacto d e la d isu asión ), pero m enos aún e l d iálogo subsiguiente.
G arw in preguntó a H offm an qué im pediría a la UR SS lanzar
cuatro nuevas cargas al com probar, a los pocos m inutos, e l fraca­
s o de las anteriores en d os de los puertos: se trataría de gastar
och o d e sus 9 .0 0 0 cargas nucleares estratégicas. H offm an respon­
d ió q u e e so n o sucedería porque e l presidente estadounidense res­
pondería con u n ataque de represalia contra la U R SS. « A con ti­
nuación le pregunté — explica G arw in— por q u é e l presidente es­
taría d isp u esto a represaliar a causa de la destrucción de cuatro
pu ertos m ediante och o cargas nucleares y n o estaría dispuesto
a hacer lo propio en e l caso d e q u e esas m ism as cuatro ciudades
fueran destruidas por cuatro cargas. N i entonces ni después recibí
respuesta alguna .»29 N o parece, por consiguiente, q u e una mezcla
de sistem a d efen siv o y o fen siv o pudiera disuadir d e lograr obje­
tivos m ilitares significativos m ediante un ataque nuclear, puesto
q u e n o parecen e x istir tales ob jetivos m ilitares significativos.
Sólo el tercer objetivo, reforzar la disuasión mediante la me-

29. Garwin, «Space Dcfcnsc ...», op. c i t p. 24.


30 LA GUrj.RA m LAS GALAXIAS

jora de la capacidad de supervivencia de la» armas c c tr ité g ^


de represalia, parece factible. El problema, como ban mostrad"
hasta la saciedad diversos estrategas y científicos, es qt¡e evo p-jtd«-
lograrse con mayor rapidez y menor coste con. otros medios que L
IDE, como puede leerse en el informe de la comisión Sootvcroft*
La Guerra de las Galaxias es, a tenor del estado de la cuestión
al escribir estas líneas, mucho más de lo que se requiere para re­
forzar la disuasión (proteger misiles) y mucho menos de lo 0ae
sería preciso para acabar con ella (proteger con total seguridad a
la población). ¿Cuál puede ser entonces el objetivo de la IDE
que la convierta en u n sistema militar eficaz? La respuesta apare­
ce con claridad si añadimos una capa más al sistema defensivo
ideado en el Informe Fletcher: lajase
La Guerra de las Galaxias I I se vuelve eficaz como mecanismo de
protección del agresor para la capacidad represaliadora residual
tras un primer golpe. En ese supuesto parece comprensible temer
que los «otros» logren disponer de ella (por eso se habla de que
la mezcla de armas ofensivas y defensivas en manos de los sovié­
ticos sería desestabilizadora), así como que «ellos» teman que los
estadounidenses hicieran lo propio. Añádase a lo anterior el uso
que ciertos sistemas de la ID E podrían tener como armas antisa­
télites y como armas para hacerse con el control absoluto del es­
pacio y, por consiguiente, del planeta.
La IDE tiene sentido si se analiza como una nueva etapa de
la constante ampliación del concepto de disuasión nuclear hasta
llegar a la idea de primer golpe. De acuerdo con la opinión de
Robert Aldridge en 1977, disponer de capacidad de primer golpe
supondría contar con: a) capacidad para destruir los satélites de
transmisiones y de alerta lejana del enemigo; b) misiles y bom­
barderos extremadamente precisos para destrozar los silos de mi­
siles y demás blancos terrestres del adversario; c) una fuerza de30

30. Se alude al Informe de la Comisión Presidencial sobre las Fuerzas


Estratégicas, creada por Reagan en enero de 1983 y presidida por el te­
niente general Brent Scowcroft, que había sido consejero de Ford y Nixon.
Sus informes se hicieron públicos en abril de 1983 y marzo de 1984. Una
de sus propuestas fue el desarrollo del misil Midgetman, con una sola carga
nuclear, pata reemplazar a los Minuteman y MX a largo plazo.
PEDIR LA LUNA 31

guerra antisubmarina capaz de destruir los submarinos lanzamisi­


les del oponente; d) una defensa contra bombarderos y misiles ba­
lísticos en disposición de interceptar la aviación o los misiles su­
pervivientes lanzados en represalia; e) una intrincada red de man­
do, control y transmisiones que pudiera coordinar e integrar las
anteriores capacidades y operaciones .31 La Guerra de las Galaxias,
en su formulación I y II, forma parte de lo que se ha denominado
«síndrome de contrafuerza», perfectamente coherente con el desa­
rrollo de la idea de disuasión.
Pese a la presumible buena intención que las inspira, afirma­
ciones como «la manía de la capacidad para librar una guerra y
el miedo a un primer golpe están erosionando la confianza en la
disuasión», o «la absurda lucha para mejorar la capacidad de li­
brar “la guerra que no puede hacerse” ha debilitado la confianza
en la capacidad para evitarla »,32 recientemente escritas por Robert
McNamara y Hans Bethe, manifiestan la incomprensión radical
del mecanismo adictivo presente en el concepto de «disuasión».
La historia de las «tentaciones nucleares» es la propia historia de
la era nuclear, de la evolución de sus armas y doctrinas y del peso
creciente de la tecnología militar en su formulación. Uno de los
padres del concepto de disuasión nuclear, Bernard Brodie, escri­
bió ya en 1946 que «el primer y más fundamental paso de cualquier
programa de seguridad estadounidense es tomar medidas que nos
garanticen la posibilidad de represalia apropiada en caso de ata­
que»,33 para explayarse a continuación sobre las extraordinarias
medidas de protección del potencial represaliador ante la eventua­
lidad de un ataque sorpresa. Es cierto que Brodie siempre estu-

31. R. Aldridge, The Counterforce Syndrome: A Guide to US. Nu­


clear Weapons and Strategic Doctrine, Institute for Policy Studies, 1977,
p. 13.
32. Ambas frases pertenecen al artículo de H. Bethe y R. McNamara ti­
tulado «Reducing the Risk of Nuclear War», en Bullctin of Peace Propa­
sáis, n.° 2 (1986), p. 123. El artículo intenta proponer medidas que reduz­
can el riesgo de guerra, sin renunciar totalmente a la investigación de la
IDE, a través de las negociaciones de Ginebra. Se trata, dicen, de disipar
«el miedo de los soviéticos a nuestra tecnología y nuestro miedo a su ob­
sesivo secretismo».
33. B. Brodie, The Absolute Wcapón, Harcourt Bracc, 1946, p. 76.
n LA G LT.**A DP. LAS GALAXIAS

vo en contra ck los sistemas ABM;'4 pero también lo es acue­


llos polvos trajeron estos lodos.

En tanto que elem ento de una capacidad de primer golpe,


la Guerra de las Galaxias acrecienta ei peligro de guerra, pues­
to que, aunque imperfecto y parcial, si una de las soperpotendas
lo posee puede alentar el disparo antícipatorío (pre-empúce) de
la otra, y, caso de que ambas se enzarzaran en una nueva espira!
armamentista para conseguirlo e inutilizar el del contrarío, el blan­
co natural de un sistema de ese tipo sería, obviamente, otro siste­
ma semejante. Sea como fuere, pues, se incrementa la probabili­
dad de guerra nuclear. Lo fundamental es, una vez más, recor­
dar cómo funciona la disuasión; no son las defensas lo que disua­
de, ni siquiera el miedo al fracaso. Lo que disuade es, según los
clásicos, la consecuencia del fracaso: la represalia. Por consiguien­
te, las defensas no cambian la naturaleza de la fuerza disuascria:
se trata de proteger las fuerzas de represalia. Si, merced al hipoté­
tico funcionamiento de sistemas com o la ID E , mengua la utili­
dad de las armas nucleares como elem ento de represalia, aumen­
taría inmediatamente su potencialidad como elem ento de primer
golpe, objetivo relacionado con el desarrollo de la estrategia de
contrafuerza desde la década de los cincuenta. A no ser que acuer­
dos y prohibiciones internacionales o bilaterales aseguren la vul­
nerabilidad mutua, la disuasión seguirá encaminándose hada el
primer golpe, los sistemas de emplazamiento avanzado, la automa­
tización de los sistemas de disparo ante la señal de alerta, la pre-
dclegadón de la orden de ataque, hada, en suma, todo aquello que
hace probable un conflicto nudcar.
Si bien es derto que, como ha señalado W . Arkin, la nueva
estrategia disuasoria, el «concepto estratégico» de que habla ahora
la Adm inistradón Reagan («pasar de una estrategia nadonal ba­
sada en la disuasión ofensiva a una basada en los sistemas de armas34

34. Véase al respecto B. Brodie, «The Dcvelopment of Nuclear Stra-


tegy», en S. Mi11er, ed., Strategy and Nuclear Deterrence, Princeton Uni-
versity Press, 1984.
PEDIR LA LUNA 33

ofensivos y defensivos»),M supone el cambio más radical desde la


adopción de la doctrina M AD en los años en que MeNamara era
secretario de Defensa, no debe olvidarse que se trata de uno más
Je los intentos de la com unidad estratégica de presentar mejores
y más elegantes justificaciones de las armas nucleares, de unas ar­
mas que, a diferencia de lo que creyó Brodie, son absolutas porque
se autoperpetúan.

La IDE Y EL PROGRESO TECNOLÓGICO EUROPEO

Parece indudable que existe una estimulación recíproca entre


los gastos en investigación y desarrollo (I & D) militar y la com­
petencia arm am entista, habida cuenta de que las grandes poten­
cias llegan a destinar el 13 p o r 100 de su gasto militar global al
mencionado I & D . AI propio tiem po, la creciente intensidad en
capital de los sistemas bélicos modernos y la aparición de lo que
Eisenhower denom inó «complejo militar-industrial» han hecho que
sea frecuente aludir a la innovación tecnológica militar y a su pos­
terior aplicación a los sectores civiles de la economía para justificar
el refuerzo de la industria arm am entista y los altos niveles de gas­
to, Esta argumentación ha adquirido especial fuerza, como señala
Thompson en la p arte final del libro, en los intentos estadouni­
denses de obtener apoyo de sus aliados europeos para la IDE: ésta
sería la otra cara de la tecnología punta.
Veinte meses después de que se ofreciera (marzo de 1985)
a los aliados estadounidenses (los miembros de ía OTAN, Japón,
Israel y Australia) la posibilidad de participar en el proyecto,
la situación es la siguiente: el Reino Unido, la República Federal
Alemana, Israel, Japón c Italia han respondido afirmativamente a
la invitación (aunque, como sucede con Japón, en algunos casos
no se han fijado aun los detalles); Australia, Canadá, Dinamarca,
Grecia, Países Bajos, Noruega y Francia se han negado a firmar
acuerdos de gobierno a gobierno, aunque, con mayor o menor reti-

35. W, Arkin, «The new mix o f defense and deterrenee», en Bulle*


Un of the Átomic Scientists (junio-julio de 1986), p. 4.3

3. —ttfourooN
34 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

cencía, conceden a sus empresas libertad para su participación;


otros países, en particular España, siguen sin contestar de forma
clara.
Una primera cuestión discutible es la finalidad de la invita­
ción: ¿se trataba de una mera argucia para lograr cierto apoyo
político o perseguía también intereses económico-tecnológicos?
Algunos autores, en particular Alfred M echsterheimer ,36 han suge­
rido que se buscaba absorber tecnología usando el papel hegemó-
nico de Estados Unidos en la O T A N . Para Mechsterheimer, en
Europa se maneja una falsa imagen de la capacidad industrial
norteamericana, que habría iniciado un retroceso hacia 1960. El
Informe Young — que recibe su nombre del presidente de Hewlett
Packard y en el que participaron diversas firmas industriales, ban­
cos y sindicatos— constituye la clave para la comprensión de la
ID E . D e acuerdo con el Inform e, la com petitividad tecnológica es­
tadounidense estaba decreciendo peligrosam ente en el mercado
mundial, habría un retraso en tecnología punta (de diez sectores bá­
sicos, Estados Unidos sólo gozaría de primacía en tres, en super-
computadores, software y microprocesadores, aunque en este úl­
timo sector amenazado por Japón y aun por Francia). D e ahí que
se considerara, siempre según M echsterheimer, que el sector ar­
mamentista tenía que convertirse en locom otora de la innovación
tecnológica, pese a que hasta el m om ento la hubiera frenado a
causa del secretismo y de los propios intereses del complejo mili­
tar-industrial. Llegados a este punto, entraría en juego la IDE,
una aspiradora que absorbería tecnología y saber técnico de todo
el mundo.
Un primer balance de la ID E muestra que hasta el momento
han sido los principales contratistas de armas nucleares estadouni­
denses los que han sacado mejor tajada de los fondos de la SDIO:
Lockheed (m isil Trident), M cD onnell Douglas (guía de los misi­
les de crucero), Boeing (aviónica de com bate del bombardero B -l),
Rockw ell (B -l y m isil M X ), T R W (integración de sistemas del
M X ) se habían repartido ya en los años fiscales de 1983 y 1984

36. Véase «Aspectos económicos de la Guerra de las Galaxias», en


Begui-Haundi (marzo de 1986), pp. 4-14.
PEDIR LA LUNA 35

más de mil millones de dólares para investigación y desarrollo en


defensa contra misiles balísticos, en proyectos que posteriormente
se incorporaron a la ID E . N o debe por tanto extrañarnos encon­
trar a estas empresas ocupando lugares privilegiados en el reparto
de contratos de la ID E (véase cuadro).

Reparto de los fondos de la IDE desde 1983

Contratista Valor total contratos


(en millones de dólares)

Lawrence Livermore Laboratories 725


General Motors 579
Lockheed 521
TRW 354
McDonnell Douglas 350
Boeing 346
Los Alamos Laboratories 196
Rockwell International 188
Teledyne Brown 180
EGG 140
Gencorp 135
Textron 93
Sandia Laboratories 91
LTV Aerospace 90
Flow General 89
Raytheon Corporation 72
Science Applications 69
Honeywell 69
Nichols Research 63
MIT Lincoln Laboratory 63

T otal 4.413

Fuente: Federación de Científicos Norteamericanos, Ávtation Weck and


Space Technology (21 de abril de 1986).
36 LÁ GUERRA PR LAS GALAXIAS

Por otro lado, la propia arquitectura global del sistem a ge ($<4 *


en buena medida a Jas em presas contratistas (en particular a Mar­
tin Maricttfi, R ockw ell, T R W , Sparta y Science Application#). Je*
propios com ponentes de la C om isión que redactó el Inform e FJet-
dher eran, al m enos en su tercera parte, personas relacionadas con
empresas que recibieron im portantes contratos para investiga­
ción y desarrollo del programa IDE.** Se dem ostraba así una vez
más lo que ya habían d escrito con agudeza M erton Peck y Fre-
derich Sherer en 1962:

Aunque las decisiones sobre programas armamentistas se to­


man al más alto nivel, se basan en informaciones obtenidas en
su mayor parte en niveles inferiores. Las más importantes fuen-
tes de información son los mandos y agencias operativas de
los servicios, que a su vez obtienen muchos de sus datos de los
contratistas. Por consiguiente, las empresas del sector de la de­
fensa no sólo son importantes fuentes de los conceptos de los
nuevos programas armamentistas, sino que proporcionan tam­
bién información sobre la viabilidad tecnológica de las nuevas
concepciones y sobre los costes estimados y programas de de­
sarrollo .3
738

Sin embargo, lo cierto es que las empresas tecnológicas donde


se concentra el I & D militar estadounidense han experimentado
un descenso de competitividad y que existe un correlato entre el
incremento del I & D financiado con fondos públicos y el descen­
so del I & D de financiación empresarial.39 Varios años de incre-

37. La información proviene de W. Hartung, «Star Wars pork barrel»,


en Bulletin of the Atomic Scientists (enero de 1986), pp. 20-24; Council
of Economic Príorities, The Strategic Defense Initiative: Costs, Contractors
and Consequences, Council of Economic Príorities, Nueva York, 1985; B.
W. Kubbig, «Spín-oíf and tbe SDI», en Bulletin of Peace Proposáis, n • 2
(1986), pp. 159-163.
38. Merton Peck y Frederich Scherer, Tbe Weapons Acquisition Pro-
cess: an Economic Analysis, citado por Hartung, op. cit.t p. 22.
39. Véase al respecto R. B. Reich, «Making Industrial Policy?», en
Poreign Affairs, vol. 60, n* 4 (primavera de 1982); F. Lichtenberg, «The
Relationship between Federal contraer R & D and company R & D», en
American Economics Association Papcrs and Proceedings (mayo de 1984),
PE D IR LA LUNA 37

mentos reales sustancíales en el gasto militar han aumentado no­


toriamente la dependencia de los contratistas militares de los fon­
dos del Pentágono, de ahí la prioridad que conceden al programa
IDE. Y de ahí, también, la presión indirecta a través de congre­
sistas y senadores, en especial de los de los estados de California,
Washington, Tejas, Alabama y Massachusetts, donde recae la
mayor parte de los contratos sustanciosos. La maraña de presio­
nes, contratos y cabildeos que apuntala sin cesar la base política
de la IDE se amplió al extenderse la concesión de fondos para la
investigación a instituciones universitarias.40
Así las cosas, no parece que los contratistas estadounidenses
estén dispuestos a dejar escapar demasiado dinero a sus competi­
dores del otro lado del Atlántico. En cualquier caso, existen di­
versas barreras adicionales a la participación de los aliados, que
podrían alcanzar a lo sumo 3 mil millones de dólares. Entre esas
barreras se cuentan:41 a) el propio Tratado ABM de 1972, que en
su artículo IX especifica que «cada parte se compromete a no
transferir a otros estados ... sistemas ABM, o sus componentes,
limitados por este tratado», lo que condena a los europeos a actuar

pp. 73-78 (citado por E. Skons); E. Skons, «The SDI programme and inter-
national research co-operation», en World Armaments and Disarmament:
SIPRI Yearbook 1986, Oxford University Press, 1986, pp. 273-297.
40. La propuesta tenía especial relevancia, pues el I & D en electróni­
ca de las 20 primeras universidades estadounidenses, por ejemplo, equi­
vale a la totalidad de los esfuerzos universitarios europeos en ese campo.
Al propio tiempo, se ha generado un movimiento de oposición de los claus­
tros y departamentos universitarios sin parangón desde la época de la gue­
rra de Vietnam. Más de 6.000 científicos, entre ellos el 60 por 100 de los
miembros de los 14 principales departamentos de física de Estados Unidos,
han firmado un compromiso de no aceptar fondos de los 1.300 millones pre­
vistos para investigación académica. El claustro de la Universidad de Tufts
llegó a pronunciarse a favor de la prohibición de esa investigación en el
campus, aunque la propuesta no fue aceptada por el presidente de la Uni­
versidad. Véase, al respecto, Seth Shulman, «Stopping Star Wars», en
Science for the People (enero-febrero de 1986), pp. 10-16; J. Kogut y Mi-
chacl Weissman, «Taking the pledge against Star Wars», en Bulletin of
the Atomic Scientists (enero de 1986), pp. 27-30.
41. J. Pike, «SDI Contracts: Will U.S.? Allies Be Sold Short?», en
International Herald Tfibune (16 de enero d? 1986),
3$ la g uerr a d e l a s g a l a x ia s

de subcontratistas; b) las restricciones norteamericanas que re­


gulan las contrataciones, que se añaden a la falta de experiencia en
el campo de la defensa contra misiles balísticos de las compañías
europeas (recuérdense, por ejemplo, las restricciones estadouniden­
ses a las transferencias de tecnología con interés militar a otros
países); c) el escaso interés comercial de muchas de las tecnolo­
gías de la IDE; además, los costes excesivos y la baja demanda
obstaculizan de por sí la transferencia de tecnología militar al sec­
tor civil; d) el hecho de que buena parte de las actividades tengan
que realizarse en Estados Unidos, como, por ejemplo, los traba­
jos en láseres de electrones libres; e) el entorno competitivo,
que hace que incluso se dude de que, por ejemplo, las empresas
británicas puedan hacerse con más de un tercio de los contratos
de las 18 áreas de oportunidad enumeradas en el Memorándum de
comprensión; /) los problemas derivados de las áreas explícita­
mente destinadas a la colaboración europea, en particular la de­
fensa contra misiles tácticos, la «European D efense Initiative», un
concepto más que discutible política y militarmente .42
E l análisis de las dos experiencias iniciales de países de Euro­
pa occidental, Gran Bretaña y Alemania occidental, que han fir­
mado memorándums de comprensión a nivel de gobierno, no pa­
rece especialmente positivo. Gran Bretaña lo firmó en diciembre
de 1985 y seis meses más tarde sólo se habían concedido contra­
tos por valor de 15 millones de dólares, y no se espera pasar de
los 40.43 El memorándum establece tres tipos de contratos: entre
ambos gobiernos; entre el gobierno estadounidense y una empre­
sa o universidad británica, y entre una empresa o universidad es­
tadounidense y una empresa o universidad británica. En todos los

42. Acerca de la dimensión europea de la defensa contra misiles ba­


lísticos, véase: T. Risse-Kappen, «Western Europe and Nuclear Anns Con­
trol. The Cases of INF and SDI», en Bulletin of Peace Proposals, n.° 3
(1985), pp. 283-290; C. Bertram, «Strategic Defense in Europe», NATO
Sixteen Nations (junio de 1986), pp. 28-30; L. Rühl, «A NATO European
Antimissile Defence», en NATO Sixteen Nations (abril de 1986), pp. 28-
33; Rip Bulkeley, «Missile Defence: the European Dimensión», en ADIU
Report, n.° 1 (1986), pp. 7-10.
43. Paul Anderson, «Little cash for UK frojn SPI research», en BNJ)
Journal? n.°‘ 22-23, pp. 10-13»
yj'd/lX MM.t: »

ú ‘.sos r l m e m o x áu d u x o p a r e c e í f j v j d u r t ts c o n d i d u n e s d t tt*zzv% r¿ y
dt písAsss/óáu d t l«t 1/ansí ertocias tecnológicas.

£3 memorándum firmado tí 21 dt: marzo de 1 enrr * Aiems*'-


nía occidental y Estados Unidos, ynt se filtró u los medios dt
commiicadtéb, fija con claridad restricciones feaconiatms sobre
transferid* d t tecnología. Se establece gue los contratistas á t 1¿?
li^ública Federal d t Alemania quedarán sujetos a la ley estado-
múdense ** y que tí Pentágono decidirá la xxmdderadón d t secre­
to dt cada contrato y tú acuerdo dt implememiadón. Si tí progra­
ma se finanda exclusívamcnte con fondos dt Estados Unidos, tiíit
país se reserva derechos fiimítados sobre loa hipotéticos dato®
técnicos y w jtw a re resultantes. Además, se fem ó un acuerdo
adiciona] sobre transferencia tecnológica en ti que la República
Federal dt Áltxxutma se compromete a «Incrementar la declivi­
dad dt sus leyes, reclamentaciones y procesos de exportación^ y
a «emprender pasos eficaces paja reforzar las medidas protecto­
ras dt la tecnología *delicada*». La guinda, y la explicación t3-
tima de tanta limitación, se encuentran en las cartas d t los dos
negociadores, Lorenz Sdhomerus y Richard Pede; se admite que
Estados Unidos aspira a disminuir las exportaciones y la coopera­
ción con la Europa de] Este.

Por último, el triste papel del Parlamento italiano en la fase


dt negociación y firma del memorándum de comprensión y la fran­
queza de] comunicado de] Departamento de Defensa estadouniden­
se tras la firma (« ... la participación italiana en la ID E es una
contribución significativa para acrecentar la eficacia del programa,
reducir sus costes globales y acelerar sus etapas 445 no deja 3?a
demasiadas dudas sobre d futuro de la participación europea y el

44. Stephen Brcwn, «IHG MuU hand US control», en END Journal,


n.** 2223, p, 14; Europtan Parliament, Comité sobre Energía, Investiga­
ción y Tecnología, Working Document PE 203.733 / «The Secret SDI
Treaty», abrjJ de 2986 (agradezco a G2yn Ford, parlamentario laborista, la
gentileza de enviarlo).
43. Citado en Riñascita (4 de octubre de 2986), p. 11; véase también
en d mismo número A. Kubbi, «Storia di un imbroglio».
40 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

interés estadounidense en ella. Se dijo que la ID E mostraba a una


nación estadounidense celosa practicante de las virtudes teologales:
con fe en su tecnología, esperanza en la voluntad negociadora de
los soviéticos, y caridad al ofrecer colaboración en el proyecto a
sus aliados.46 La fe está abandonando rápidamente a muchos impli­
cados en el proyecto y la caridad, como acabamos de ver, es
dudosa y basada en una confianza en la alta tecnología que olvi­
da su carácter dúplice. En palabras de Reinhard Rodé:

la alta tecnología muestra su rostro de Jano: crea nuevos em­


pleos y acaba con otros; incrementa la seguridad mediante in­
formación más eficaz y la socava a través de sistemas armamen­
tistas, ofensivos y defensivos, de carácter desestabilizador. Cal­
cular detalladamente sus pros y contras con anterioridad resulta
imposible .47

En cuanto a la esperanza, si bien es lo último que se pierde,


los soviéticos no han variado un ápice su oposición frontal al pro­
yecto. Así, por ejemplo, la propuesta de programa para «La paz
en las estrellas» presentado al secretario general de las Naciones
Unidas se iniciaba con un nuevo rechazo del programa esta­
dounidense.48

¿P articipación española ?

El gobierno español sigue sin haber hecho pública su decisión,


si la hay, sobre la oferta estadounidense de colaborar en el progra­
ma derivado de la IDE. Como sucedió en el resto de Europa, el
tema no resultó suficientemente atractivo hasta que Weinberger
agitó la zanahoria de la innovación tecnológica y la posibilidad de

46. Ian Davison, «A Chesire cat's nuclear strategy», en Financial Ti-


mes (abril de 1985), p. 10; C. A. Zaldívar, op. cit.
47. R. Rodé, «High-Tech: A Janus Face», Bulletin of Peace Proposáis,
n.° 2 (1986), p. 194.
48. Carta de Nicolai Ryzkov a Javier Pérez de Cuéjlar, Pravda (13 de
junio de 1986),
PEDIR LA LUNA 41

colaborar en la in v estig a ció n del p ro y ecto . La zanahoria a v iv ó e l


m ito d e la m od ern ización y las d eclaracion es d e p ersonajes co m o
Elena F lores y el in e v ita b le L uis Solana sob re el «tiró n te c n o ló ­
gico» n o se h icieron esp erar .49 E l 21 de m ayo d e 1 9 8 5 , N a r d s Scrra
anunció la creación d e una co m isió n in terd ep artam ental para el
estu d io d e lo s d iv e rso s asp ectos d e la ID E . E l in form e d e esa c o ­
m isión está e n p od er d el go b iern o d e sd e finales d e e n e ro d e 1 9 8 6 ,
pero é ste sig u e sin p ronu nciarse p ú b lica m en te. P arecen e x istir p o ­
sicion es encon trad as d e n tr o d e la A d m in istra ció n .
Según u n e x te n so in fo rm e p u b licad o en El País,50 n o d es­
m en tid o p o ster io rm e n te , dicha c o m isió n recom ien d a esta b lecer u n
acuerdo m arco e n tre am b os g o b ie r n o s, al h ab erse im p u e sto la p o s­
tura m ayoritaria, m ás cercana al M in ister io d e D e fe n sa , q u e c o n ­
fiaba p o c o e n e l program a E u rek a y con sid erab a q u e n o se p od ía
correr e l riesg o d e p erd er e l tren d e la te cn o lo g ía d e l añ o 2 0 0 0 .
E l grupo m in o r ita r io , a fín al M in iste r io d e E x te r io r e s, habría
so sten id o q u e d e lo s c o n tr a to s d e la I D E só lo p od ría b en eficiarse,
en e l m ejor d e lo s c a so s, la in d u str ia m ilita r y q u e e l fu tu r o d e l
program a E u rek a era m u c h o m e n o s so m b río . P u e s to q u e , e n su
o p in ión , resu ltab a im p o sib le coop erar e n am b os p r o y e cto s sim u l­
táneam en te p o r razon es técn icas y financieras, era m ejor o p ta r p o r
E ureka, es d ecir, p o r la in v e stig a c ió n ap licad a. L a p o ster io r sa­
lida de Joan M ajó d e l g a b in ete hab ría d e b ilita d o la p o sic ió n d e lo s
fascinados p or la co lab oración c o n e l p r o y e cto .
E x iste n , e m p e ro , alg u n o s e le m e n to s a d icion ales q u e c o m p li­
can e l p an oram a. E n p rim er lu gar, la p o lític a d e d e fe n sa esp a ñ o ­
la d e lo s ú ltim o s añ os ha id o g lo b a liz á n d o se .51 H a aparecido una
nueva m e to d o lo g ía d e la p o lític a d e a d q u isició n d e com p ras, cen ­
tralizadas e n la D ir ec ció n G en era l d e A r m a m en to y M aterial, y

49. Véase R. L. Bardají, «España y la SDI: la carrera hada el délo»,


en A A W ., Anuario sobre armamentismo en España, Fontara&ra-CIP, 1986,
pp. 235-245; El País (25 de abril y 17 de mayo de 1985).
50. El País (31 de agosto de 19S6), p. 1*3.
51. Véase al respecto Pere Mir, «El complejo militar-industrial espa­
ñol», mientras tanto, 25, 1-2, pp. 45-66; Rafael Grasa y Pere Mtr, «As­
pectos tecnológicos de la política de defensa española», en Economistas
(Revista del Colegio de Economistas de Madrid), en prensa.
42 LA ÓU£*RA DE LAS GALAXIAS

se ha potenciado Ja índuAtría militar nacional, facilitando medir#


financiero* para la compra de material (Ley de Dotaciones Presu­
puestarias para Inversiones y Sostenimientos de las FAS, PEIN) y
para la mejora infraestructura! del sector, así como medidas lcg¿-
leí complementarias. La mejora tecnológica es un elemento clave
de la actual política de defensa, hasta el punto de que las comnen-
sacíoncs de cofabdicación y la participación en proyectos multi­
nacionales se han convertido en una obsesión de ios responsable*
de la defensa. La misma fijación que hizo que la Ley de Dota­
ciones hable de que se adquirirán en el extranjero las armas cue
no resulte viable obtener mediante la propia industria, «pero me­
díante acuerdos de coproducción que supongan transferencia de
tecnología y compensaciones industríales adecuadas», inspira aho­
ra a los partidarios de firmar un acuerdo entre gobiernos. Lo cier­
to es que la política de compensaciones y la cooperadon interna­
cional ofrecen escasos resultados. A título de ejemplo, las com­
pensaciones de mayor contenido tecnológico se relegan a un se­
gundo plano frente a las relacionadas con la manufactura del equi­
po y las de tipo no industrial. De acuerdo con informaciones
del sector,52 la electrónica y la informática apenas alcanzan el
12 por 100 del volumen global de las compensaciones del progra­
ma FACA; destaca, por el contrarío, una propuesta de compensa­
ción consistente en el fomento turístico de Canarias entre los tra­
bajadores de McDonnell Douglas, pero a condición de que Iberia
establezca tarifas preferendales. Desde luego, si ésa es la colabo­
ración que se busca, la notable cantidad de empresas estadouniden­
ses relacionadas con la IDE podría lograr que Canarias quedara sa­
turada, o, incluso, que Marruecos reivindicara su soberanía para
disfrutar del negocio turístico.
En segundo lugar, la polémica cuestión de la transferencia al

52. Véase G. García y A. Fernández, «La electrónica marginada de las


inversiones norteamericanas», Electrónica boy (julio-agosto de 1986), pp. 45-
48. Para cuestiones generales sobre compensaciones y cofabricadón véase
Rafael Grasa y Perc Mir, op. cit.\ K. Hartley, NATO Arms Cooperation,
A Sludy in Economics and Politics, Alien and Unwin, 1983; G, Kennedy,
T>cjen$e Economics> G. Puckworth, 1983,
PEBI& LA LUNA 4*

sector civil del I le D m ilitar/3 Los expertos parecen coincidir en


\z cons t a t ac ióo de la existencia de dos tendencias contradictorias
en el desarrollo cien tinco-tecnológico: a) la com plejidad y espe­
cialibación incesantem ente crecientes de la tecnología m ilitar (so-
bieespeciaiIlación y sobredesarrollo); y ¿) la creciente convergen­
cia entre tecnología civil y m ilitar en ciertas mercancías y com ­
ponentes indi viduales (ingeniería eléctrica, electrónica...)* Sin em ­
bargo, la m ayoría de los requisitos m ilitares (por ejem plo, que los
com ponentes del tanque Leopard II puedan funcionar en el Saha­
ra o en Ies círculos pojares) excede la efeacia requerida por el
sector civiL L os costes excesivos, la baja dem anda, el conserva-
tism o tecn ológico y rutinización d e la innovación de que habla
Mary K aldor, el secretísm o, la responsabilidad com partim entada,
dificultan enorm em ente la transferencia de innovaciones tecnoló­
gicas del sector m ilitar al civ il. Por decirlo con palabras de Mary
K aldor, e l cam bio técnico barroco «tom a la form a de mejora del
producto, d e adiciones al producto para m ejorar sus prestaciones
técnicas, m ás que la form a de m ejora d el proceso, de búsqueda de
m étodos d e producción m ás eficaces^*54 T am poco, pues, puede
esperarse dem asiado por ese lad o.
La consideración d e algunos de esto s factores, parece haber
pesado en la postura d el grupo m inoritario de la com isión inter­
departam ental, aunque la fascinación por no dejar escapar el tren
tecnológico parece seguir siendo decisiva. Sólo así puede enten­
derse el curso que la U niversidad M enénde? Pelayo dedicó este
verano (d el 21 al 2 4 de ju lio) a «L as tecnologías de futuro y los
proyectos S D I y E ureka», patrocinado por el M inisterio de D e­
fensa, el C SIC , el M in isterio de Industria y Energía y FU N D E SC O .
El programa hablaba d e conocim ientos que, si bien han sido desa­
rrollados por la carrera arm am entista, «están com enzando a im-

25. Véase al respecto M. Kaldor, The Baroque Arsenal) Andró Deutsch,


1982; I. Tborsson, In pursnit, of VisarmamenK Conversión from Miliíary
to Civil Pro¿ustión tn Sweden> 2 veis., Liber Allmanna Forlaget, Estoool-
mc, Í9S4; B» Hubbig, «Spin-off and SDI», en Bttlleíin. of Peace Proposáis,
n.* 2 (1986), pp. 129465.
24. M. Kaldor, op, cit-, p. 19 (existe edición castellana de Siglo JCXL
Fundación Pablo Iglesias),
44 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

prcgnar el tejido social e industrial de los países avanzados» y


afirmaba que el curso se dirigía a «cuadros de la empresa, la in­
vestigación, la diplomacia y la seguridad»; por ultimo, preveía que
la clausura corriera a cargo del ministro de Industria y Energía
Joan Majó.55 A tenor de algunas de las ponencias que han llegado
a mi conocimiento, el curso pretendía convencer a los empresarios
de los beneficios derivados de su participación en un proyecto que
constituía «un elemento estabilizador indirecto de las nuevas tec­
nologías ... que serviría de base eficaz para negociar la reducción
progresiva de los arsenales nucleares que hoy existen en el mun­
do, aunque llama poderosamente la atención ... el hecho de que
tal sistema, de carácter estrictamente defensivo, pueda suscitar
reacciones emocionales tan intensas en un mundo que, paradó­
jicamente, contempla con mayor benevolencia el progresivo in­
cremento ... de ingenios ofensivos nucleares».56 Podría inferirse
que cursos como éste preparan el terreno a una solución a la cana­
diense, es decir, colaboración a través del apoyo a la contratación
con empresas concretas.
Lo que probablemente nadie ha contado a los hipotéticos sub­
contratistas, y aun a los responsables de tanta loa a la innovación
tecnológica derivada del fomento de la industria armamentista, es
que la investigación básica es la que parece contar con mayores
aplicaciones comerciales al sector civil. Pues bien, la asignación
de fondos del presupuesto de defensa de la Administración Reagan
a la investigación básica ha sido tradicionalmente baja, y eso no ha
cambiado con la IDE. Tres de las áreas de trabajo del proyecto
(vigilancia, adquisición y seguimiento; armas de energía dirigida,
y armas de energía cinética) absorben el 90 por 100 del volumen
global de inversión y «la mayoría de la investigación parece desti-

55. Entre las ponencias que he podido leer destaca la de R. L. Bardají,


«La SDI. Problemas y Perspectivas», bien documentada y sugerente; mu­
chas de las otras contienen, sin embargo, errores de bulto.
56. Las citas están extraídas, respectivamente, de las siguientes ponen­
cias: Javier Melero, asesor de la Presidencia del Gobierno, «Las nuevas tec­
nologías: un elemento estabilizador», p. 25; Antonio Sánchez Sánchez-Serrano^
«Las nyeva? tecnologías y la opinión pública», p. 6,
PEDIR LA LUNA 45

narse a desarrollar aplicaciones específicas y el número de pro­


totipos».57
La participación de empresas españolas en el proyecto IDE
con el beneplácito y aliento de la Administración — que es la so­
lución más probable en este momento— contribuiría a que pronto
podamos hablar de un complejo militar-industrial español con ca­
racterísticas y niveles comparables a los casos francés e italiano y,
naturalmente, con la vista puesta en la exportación, en particular
hacia el Tercer Mundo. El progreso manda.
Sea como fuere, la «ambigüedad calculada» a propósito de la
firma o no de un memorándum de comprensión intergubernamen­
tal forma parte de modos habituales en la política gubernamental,
con buenos resultados en el caso del referéndum sobre la perte­
nencia a la O TAN. Concede carta blanca para algunas críticas
sobre el carácter desestabilizador de la ID E, pero también para
que Felipe González se convierta, según la prensa, en uno de los
responsables de la falta de condena de la Internacional Socialista
a la intransigencia «galáctica» de Reagan en la reciente cumbre
islandesa. En los próximos meses seguiremos de nuevo, probable­
mente, con un alto grado de incertidumbre sobre la participación
española en la ID E , aunque se ha insinuado una ofensiva propa­
gandística estadounidense para obtener cierto apoyo político allen­
de el gobierno. Depende de cómo evolucionen las negociaciones
hispano-norteamericanas sobre reducción de las bases y de los gui­
ños por la izquierda que haya que hacer al electorado autóctono.
Thompson sugiere que Reagan fue iluminado por la Fuerza
días antes de redactar su célebre discurso, aunque la gracia so­
brenatural ha ido perdiendo luego parte de su vigor. Tal vez nues­
tros gobernantes esperen también la visita de la Fuerza, la revela­
ción que magnifique sus capacidades hasta elevarlos a la gracia y
permitirles discernir y comunicarnos su decisión. Por si acaso, y
para prevenir parte de los quebraderos de cabeza a que actual­
mente se enfrenta Reagan, quizá fuera conveniente que leyeran
La vida es sueño, en particular aquel pasaje en que Calderón com-

57. Council on Economic Priorities, op. cit., p. 111.


46 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

para el funcionamiento natural de nuestros sentidos y potencias


con c! resultante del fracaso sobrenatural:

Tengo ojos, y no ven;


tengo oídos, y no escuchan;
tengo manos, y no tocan;
tengo labios, y no gustan;
tengo pies, y no se mueven;
tengo voz, y no pronuncia;
y, en fin, sin Entendimiento
ni Albedrío que me acudan,
tengo aliento que no alienta
y corazón que no pulsa.

El fin de la disuasión, la luna que pidió Reagan a sus conse­


jeros y científicos, es posible, pero sin escudo espacial alguno. Se
trata, en suma, de algo trivial y barato: acabar con todas las armas
nucleares, con toda la infraestructura que hace posible pensar en
librar una guerra atómica. Seguir anclados en la disuasión supone
empobrecerse más y más para hacer probable el holocausto.

Noviembre de 1986
LA G U E R R A D E LAS G A LA X IA S
1. E . P. T h o m p s o n

¿POR QUÉ GUERRA D E LAS GALAXIAS?

La Guerra de las Galaxias o Iniciativa de Defensa Estratégica


(IDE) ha invadido el mundo sigilosamente. Aunque el presiden­
te Reagan anunció por primera vez el proyecto en un discurso a la
nación norteamericana el 23 de marzo de 1983, se le prestó poca
atención por entonces, excepto en los Estados Unidos.
A primera vista, e incluso a segunda, parecía la obra de un es­
critor satírico acerca de la perversidad humana más que la concep­
ción de un hombre de estado. Y es que la ID E prevé que en unos
veinte o treinta años, después de gastar algunos cientos de miles
de millones de dólares, la tecnología estadounidense se habrá he­
cho con un escudo impenetrable a los misiles balísticos enemigos.1
En general se reconocía que la maquinaria de alta tecnología
—propia de la ciencia-ficción del espacio— que se necesitaba para
ello o bien estaba en un estado primitivo y sin ensayar o bien era

1. Por misil balístico se entiende el conjunto formado por el propulsor


del cohete, el sistema de guía y la carga útil, que puede ser un explosivo
convencional o nuclear. El propulsor actúa únicamente durante un 10 o 15
por 100 del tiempo total de vuelo (generalmente a continuación se separa
de la carga útil), siendo posteriormente la gravedad la principal responsable
de la trayectoria de la carga.
El término «balístico», independientemente de consideraciones meramen­
te técnicas, suele reservarse a los cohetes que abandonan la atmósfera terres­
tre durante una parte de su vuelo. Los misiles de crucero, por ejemplo, no
pueden considerarse misiles balísticos. (N. del ed.)

4. — THOM PSON
LA GÜERFA OF LAS GALAXIAS
50

pura previsión teórica. P ero el prim er partid ario de! presidente


Reagan, y el miís influyente, Caspar W ein b erg er, secretario de I > .
fensa de los E stados U n id os, d isip ó las du das cu an d o — cuatro días
despuós del discurso de! presidente— e x p r esó su confianza inque­
brantable en que la tecnología norteam ericana p o d ía hacer cual-
quier cosa que el presidente le pidiera:

Mucha gente se burló de que pudiéramos llegar a Ja luna.


Pero, afortunadamente, en esa época teníam os al presidente Ken­
nedy, que decidió que eso no sólo podía sino que debía hacer­
se. Y muy pocos años después, lo hicim os. D e forma que rv>
tengo realmente ninguna duda de la capacidad norteamericana
de hacerlo .23
*

Esto, empero, no zanjaba totalmente el problema porque, como


han señalado irreverentes científicos norteamericanos, la luna no
estaba en condiciones de elaborar contramedidas frente al presi­
dente Kennedy. La luna no podía responder a la agresión. Pero el
«enemigo», o «los rusos», podrían encontrar medios de destruir
todo este delicado mobiliario espacial, engañando a los sensores
y causando jaquecas a los radares. Y «un pelotón de guerreros lu­
nares con Lachas» podía haber convertido el alunizaje del Apolo
en «un desastre».5
Además, los rusos eran capaces de ver en la prolongación de
tanta investigación y desarrollo una amenaza, ya que si Norteamé­
rica se nfciera de verdad un día con un escudo impenetrable, en­
tonces {igual que la luna) no podrían defenderse. A sus ojos, los
Estados Unidos estarían así en situación de atacar impunemente
con bombas atómicas a la URSS.
Según explicó Caspar Weinberger, ésa era la típica actitud en­
vidiosa que se podía esperar de los propagandistas comunistas. «La
razón por la que los soviéticos no tienen por qué preocuparse es

2. Weinberger, «Meet the Press» (27 de marzo de 1983); Bvlietir, of


thc Aiomic Scienlists (junio-julio de 1983).
3. Union of Concemed Scientists (John Tirman, e d ), The Tdlacy of Star
Wats, Nueva York, 1984, p. 51; Me George Bundy, George Kennan, Robert
McNamara y Gerald Smith en Toretgn Áffairs (invierno de 1984), p. 264,
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 51

porque saben perfectamente que nunca lanzaremos un primer gol­


pe.»4 Toda concepción estratégica racional debe partir de la pri­
mera proposición de que los soviéticos son malos y desean agredir,
mientras que los Estados Unidos de América son intrínsecamente
morales, por los siglos de los siglos, amén.
Por otra parte, si los rusos fueran a desarrollar un escudo
impenetrable antes que los norteamericanos, entonces sí que esta­
ría justificada la actitud de envidia de éstos. W einberger dijo (en
diciembre de 1983) que el desarrollo «unilateral» soviético de de­
fensas contra misiles balísticos «sería una de las perspectivas más
aterradoras que podría imaginar». Y, en enero de 1985, la Casa
Blanca editó un documento que decía que si la Unión Soviética
desplegara una defensa antibalística a escala nacional, la «disua­
sión fracasaría, y no podríamos escoger más que entre la rendición
o el suicidio».5 E l doctor Edw ard Teller, que presidió la creación
de la primera bomba H , ya había puntualizado esto sucintamente
en 1962, en su libro The Legacy of Hiroshima:

Si los comunistas se cercioraran de que sus defensas son fia­


bles, y supieran al mismo tiempo que las nuestras son insufi­
cientes, la conquista soviética del mundo sería inevitable.

4. First strikey primer golpe, o capacidad de primer golpe, son expre­


siones de la jerga nuclear que aluden a la disponibilidad técnico-política para
infligir un ataque inicial sorpresa que desarme o deje con muy p^ca capaci­
dad de respuesta represaliadora al adversario. El ataque, por consiguiente, ha
de poder destruir todas o la mayor parte de las armas estratégicas ael adver­
sario (las de emplazamiento terrestre, las situadas en submarinos y los bom­
barderos). La posibilidad de contar con armas y blancos de contrafuerza, es
decir, de armas pensadas o apuntadas para destruir blancos militares del ad­
versario, está relacionada, aunque no coincide, con la capacidad de primer
golpe. Suele decirse que los elementos esenciales para disponer de capacidad
fiable de primer golpe serían: contar con armas muy precisas para el «golpe
de bisturí»; métodos sofisticados de guerra antisubmarina (en especial de
detección de los submarinos dotados de armas nucleares estratégicas); una
defensa antimisiles y antibombarderos estratégicos que permita neutralizar o
mitigar la hipotética capacidad de represalia residual. (N. del ed.)
5. Philip M. Boffey, «Star Wars and Mankid», en NY Times (8 de
marzo de 1985); The President’s Strategic Defense Initiative, Washing­
ton DC, Casa Blanca (enero de 1985), p. 4.
n LA GUJ&RKA DIB. LAS CAlAXIAS

listas proposiciones (sus bombas nucleares son amias, pero las


nuestras son buenas) son, como las que se encuentran co la Decla­
ración de Independencia, * evidentes* por ai mismas. Sin embargo,
unas buenas relaciones públicas exigían que se prestara cierta aten­
ción a aquellos que pudieran dejarse influir por la propaganda
comunista. Y en una conferencia de piensa (el 2 9 de marzo de
1983), seis días después de anunciar la Guerra de las Galaxias, el
presidente Reagan sugirió, en un aparte retórico, que en el momen­
to en que la ID E fuera eficaz, el presidente podría revelar gene­
rosamente su tecnología a la URSS para que también ella tuviera
un escudo impenetrable. Sin embargo, nada asegura por el mo­
mento que Reagan siga siendo presidente en el año 2010. Podría
zafarse sin duda de la Constitución de los Estados Unidos, pero
es posible que le resulte más difícil zafarse de la suya propia.
Se consideró en general que el comentario de Reagan no iba en
serio, pero los expertos en defensa se desconcertaron. George W.
Ball, ex subsecretario de Estado de los Estados Unidos, ha suge­
rido que el presidente expresó la idea «impulsivam ente» en su con­
ferencia de prensa, y hasta los asesores de la Casa Blanca lo vieron
como «la distracción excéntrica de un líder entrañable, un capri­
cho benevolente que debe excusarse con indulgencia ».6 Y ha sido
excusado, desde entonces hasta hoy. Ya no se oye nada acerca de
transferir tecnología a la URSS y, en cambio, mucho acerca de los
problemas d e transferir la tecnología norteamericana a Europa
Occidental (ver p. 144). D e acuerdo con The New York Times,
algunos funcionarios dicen que e l señor Reagan «ya no desea com­
partir la tecnología con M oscú, porque podría aplicarse a muchos
otros usos militares y civiles»: en otras palabras, e l Pentágono le
ha puesto una mordaza a la Casa Blanca .7
Lo que el presidente propuso más seriamente fue que sólo
cuando el escudo (o escudos) im penetrable estuviera emplazado
podrían emprenderse por fin medidas de desarme nuclear. Como

6. George W. Ball, «The War for Star Wars», en NY Review of Books


(11 de abril de 1983).
7. Leslie H. Gelb, «Vision of Space Defense», en NY Times (3 de mar­
zo de 1983).
¿POR QVÁ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 53

las bom bas atómica* ya no podrían atravesarlo y carecerían de uti­


lidad, podría haber un desm antclam iento en am bos lados. D e for­
ma que se propuso solem nem en te que se pusiera en marcha, a un
coste astronóm ico, una em presa astral con un objetivo: el bloqueo
m utuo d e los m isiles, q u e podría conseguirse mañana m ism o, sin
ningún c o ste, m ediante un acuerdo racional para el desarme entre
las dos partes.

La pr im er a m il it a r iz a c ió n d el esp a c io

Parece claro que la Guerra de las Galaxias, bajo esta forma,


fue fruto del ingenio del presidente. No surgió del Pentágono, ni
tampoco del complejo militar-industrial (aunque haya habido du­
rante mucho tiempo poderosos intereses en juego). En aquel mo­
mento, el 23 de marzo de 1983, salió de la cabeza del presidente
Reagan.
El general Haíg, que por entonces era secretario del Interior,
ha dicho que el discurso se pronunció sin apenas preparación. «Vi
sus consecuencias el día siguiente en el Pentágono, donde todos
corrían frenéticos diciendo: “ ¿Qué demonios es la defensa estra­
tégica?w.»8 No se consultó ni informó a quienes sabían mucho
sobre elementos de defensa estratégica — BMD (defensa contra
misiles balísticos), ASAT (armas antísatélites) y otras operacio­
nes espacíales— en el Pentágono.9 La Junta de Jefes de Estado

8. William J. Broad, «Rcagan's Star Wars Bid», en NY Times (4 de


marzo de 1985).
9. La BMD (ballistic missile defefice, defensa contra misiles balísticos o
sistemas de misiles antibalfstícos) agrupa dos grandes categorías, al menos
desde la óptica estadounidense: defensa de zonas y defensa de puntos. La
primera pretende defender la totalidad de un territorio, algo virtualmcntc
imposible en la actualidad; la segunda intenta proteger una zona concreta,
como una ciudad o un silo de misiles. La primera, la defensa de zonas, es,
aunque parezca paradójico, conceptualmente más agresiva que la última.
Los ASAT o sistemas antísatélites engloban los diversos sistemas bélicos
pensados para ínterccptar/destruir los satélites del adversario. Se han desarro­
llado dos tipos de conceptos: sistemas de emplazamiento terrestre (básicamen­
te misiles o armas láser) y sistemas en que el arma antisatélitc es transpor­
tada por un satélite en órbita, (N. del ed.)
54 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Mayor no había hecho ninguna recomendación. Como es natu­


ral, a los aliados de los Estados Unidos miembros de la OTAN
el discurso Ies pareció una salida de tono que Ies cogió totalmente
desprevenidos. George Keyworth, consejero científico del presi­
dente (y un entusiasta de la Guerra de las Galaxias) ha dicho:
«Ese discurso no salió por casualidad. Fue un discurso sincero ...
que salió del corazón del presidente». O , como lo expresó, menos
caritativamente, el general Haig, salió del deseo del equipo de la
Casa Blanca de encontrar una «propuesta de gran impacto que
hiciera aparecer al presidente como el mayor líder de Norteamé­
rica».10
Lo nuevo en el proyecto del presidente era su intención polí­
tica (o ideológica): el objetivo no debía ser ya másr (como se nos
había dicho durante cuarenta años) la MAD (destrucción mutua
asegurada), sino la MAS (supervivencia m utua asegurada),11 que
debía llevarse a cabo mediante una recuperación tecnológica. Vol­
veremos sobre ello. Pero no había, por supuesto, nada nuevo acer­
ca de propuestas de armamento espacial o de defensas contra mi­
siles balísticos.
La historia de todo esto nos retrotraería treinta años atrás,
y no lo examinaremos en detalle. E l espacio hace mucho que fue
militarizado: los ICBM lo cruzan, satélites espías dan vueltas al­
rededor de la tierra; los satélites de navegación, transmisiones y
control se han unido a ellos; se han ensayado armas antisatélites

10. Broad, op. cit.; Paul B. Stares, Space Weapons and US Strategy:
Ortgins and Development, Londres, 1985, p. 225.
11. La sigla MAD (mutual assured destruction / destrucción mutua ase­
gurada), aparte del ya célebre juego de palabras que permite en inglés merced
a que mad significa «loco», alude a la concepción estratégica propia de la fase
en que ambas superpotencias contaban ya con enorme capacidad represalia-
dora. El concepto fue desarrollado por McNamara en 1964 cuando anunció
que la principal misión de las fuerzas estratégicas estadounidenses era «disua­
dir un ataque nuclear deliberado sobre Estados Unidos y sus aliados mante­
niendo una alta y fiable capacidad de infligir daños insoportables para un
agresor... aun después de haber recibido un primer golpe sorpresa». El miedo
a la represalia disuadiría a ambas superpotencias del ataque inicial, al menos
deliberado.
De ahí por tanto el juego de palabras con la MAS (Mutual Assured Sur-
i rival / supervivencia mutua asegurada). (N. del ed.)
¿POR QUÚ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 55

(A$AT)> y los transbordadores espaciales cada vez se utilizan con


xnds regularidad para misiones militares.
Los militares soviéticos son, desde luego, tan culpables como
los norteamericanos de llevar estos desarrollos adelante. En cierto
sentido dieron pie a lo que va a ser la Guerra de las Galaxias con
el lanzamiento del primer satélite espacial, el Sputnik, en octubre
de 1957, incluso aunque el Sputnik fuera la contribución inocente
y muy pregonada de los soviéticos al Año Geofísico Internacional.
Ya antes de la adquisición soviética de la bomba, habían invertido
intensivamente en cohetes de largo alcance por razones geoestraté-
gicas; en lenguaje llano, los militares norteamericanos podían ame­
nazar con descargar armas nucleares en territorio soviético con
bombarderos o m isiles de alcance intermedio desde bases adelanta­
das relativamente próximas a la Unión Soviética (como el misil
Thor, que estaba emplazado en el este de Inglaterra, aunque la po­
blación británica lo desconocía); mientras que los militares soviéti­
cos no podían alcanzar el territorio de los Estados Unidos a menos
que pudieran lanzar sus armas a través del Atlántico. De ahí que
los militares soviéticos volcaran sus recursos en la embrujada in­
geniería de los megacohetes, capaces de almacenar en el espacio
todo tipo de repulsiva chatarra.
Estos triunfos estaban destinados a fomentar incomprensiones.
Una amplia parte del publico norteamericano estaba persuadida de
que el Sputnik era una bomba orbital: o bien de que, si no era
una bomba, era el precursor de una plataforma orbital desde la
que los comunistas dejarían caer bombas sobre sus cabezas. James
Killian, un asesor científico norteamericano de la época, escribe:
A medida que emitía breves señales por el espacio, el Sput­
nik I iba creando una crisis de confianza que asoló la nación
como un fuego forestal propagado por el viento. De la noche a
la mañana se generalizó el temor de que el país estaba a merced
del aparato militar ruso y de que nuestro propio gobierno y sus
armas militares habían perdido súbitamente la capacidad de de­
fender el continente, y mucho más de mantener el prestigio
norteamericano y el liderazgo en la escena internacional.12
12. J. Kíllian, Sputnik, Scientists and Eisenbower, Cambridge, Mass.,
1977, p. 57.
56 LA Ol/ERRA T>E LAS GALAXIAS

El Sputnik fío fue el único «récord» soviético. E l 12 de abril


de 1961, Yurí Cagarín fue lanzado a las alturas en el prime? vuelo
tripulado en órbita, a bordo del Vostok J . La admiración del rrran-
do ante esta hazaña asombrosa m enguó en gran medida cuando se
le subió a la cabeza a Jrusbchev, Cuatro m eses después, en una
recepción en el Kremlin en honor del segundo astronauta, T ítov,
Jrushchev ajustó cuentas con los agresores im perialistas occidenta­
les y se jactó de que;

Vosotros no tenéis bombas de 50 y 100 mega iones, Noso-


tros tenemos bombas de más de 100 mega iones. Pusimos a Ga­
ga rln y a Títov en el espado, y podemos volver a ponerlos con
otros cargamentos que pueden dirigirse a cualquier luga? de la
tierra.

Estas feas (e infundadas) amenazas formaron parte d e la actua­


ción diplomática durante la crisis de Berlín de ese año; en febrero
de 1963, em pero, se añadieron a ellas otras amenazas cuando el
mariscal Biríuzov, jefe de las Fuerzas de C ohetes Estratégicos so ­
viéticas, declaró: «Se ha vu elto p osib le abora que un m ando en
tierra lance m isiles desde satélites en cualquier m om ento deseado
y en cualquier punto de la trayectoria del satélite ».13
La amenaza de la bom ba orbital, o del lanzam iento de m isiles
desde el espacio — amenazas alentadas por la jactancia soviética— ,
preocupó al público esos años. E n privado, lo s expertos en defensa
estadounidenses estaban m enos alarmados; « N o podría tirarse una
bomba desde un satélite a un blanco por debajo su yo, sim plem ente
porque cualquier cosa tirada desde un satélite permanecería parale­
la a la órbita». Y un satélite «siem pre será una opción pobre» de
lanzar un m isil a tierra, ya que otros m edios d e lanzam iento (em ­
plazados en tierra, mar o aire) aseguran una mayor precisión y un
mayor peso ú til .14 La impracticabilidad o la ineficacia d e las armas
emplazadas en el espacio fue un argum ento que contribuyó al éxi-

13. Stares, op. cit.f cita a Jrushchev y a Biríuzov, pp. 74-75, SO; estos
párrafos se basan en gran medida en su exposición detallada de los desarro­
llos ASAT y de satélites.
14. Stares, op. cit., p. 35.
¿ P O * Q VÚ GOKRRA Ofc LAS GALAXIAS? 57

to de Ía conclusión del Tratado d d Espacio Exterior de 1967


que k s proscribe. Consiguientemente, la bomba orbital dejó de ser
motivo de discusión. Hoy se especula acerca de las armas tierra*
espacio y espacio-espacio, pero menos acerca de las armas de empla­
zamiento espacial dirigidas a tierra (sin embargo, víase p. 164).
La alarma provocada entre el público estadounidense por d
liderazgo espacial soviético a finales de los cincuenta y principios
de los sesenta obligó a un esfuerzo supremo en las investigaciones
espaciales norteamericanas, Pero nos topamos aquí con una ma­
raña de hipocresía demasiado enredada como para penetrar en ella.
De hecho, las fuerzas armadas de los Estados Unidos — a menudo
compitiendo entre sí— estaban tomando la delantera con muchos
ingenios; pero éstos quedaban subordinados a la política global
de relaciones públicas con la que los sucesivos presidentes trata­
ron de obtener prestigio proyectando la imagen del compromiso
estadounidense de «utilizar pacíficamente el espacio», una causa
que iba a alcanzar su clímax con el magnífico éxito del alunizaje
del Apolo.
D e ahí que se mantuvieran en secreto los progresos militares
de los Estados Unidos. Y , como plan secundario, los máximos ase­
sores del Pentágono y la comunidad dedicada a información y es­
pionaje aconsejaron precaución contra cualquier reacción excesiva
ante los satélites soviéticos, puesto que deseaban salvaguardar el
derecho de sus propios satélites militares a operar en el espacio.
A la vista del impenetrable secreto soviético sobre cuestiones mi­
litares, los militares estadounidenses vieron más ventajas de su
parte en el uso incontestado de satélites «espías» — especialmente
después de ser abatido Gary Powers a bordo del avión espía de
gran altura U- 2— que cualquiera de las que sus homólogos sovié­
ticos pudieran obtener. A l lanzar los Sputnik los rusos habían
«hecho [a los Estados U n id os] un gran favor ... al establecer el
concepto de libertad en el espacio internacional». Pero para no
empañar la imagen pública de Norteamérica como defensora del
espacio en tanto que santuario de paz, se impuso una mordaza
oficial a cualquier reconocimiento del uso militar de los satélites
propios. Este ejercicio hipócrita de desinformación empezó en los
años de Eisenhower, fue codificado formalmente en 1962 bajo
58 LA OÜEKKA DE LAS GALAXIAS

Kennedy* y tuvo vigencia hasta junio de 1 9 7 8 . Se inform ó a los


líderes de los «países aliados m ás p róxim os» d e E stad os U nidos de
las auténticas funciones m ilitares de los satélites, pero sólo para
que pudieran dcsinform ar a sus propios p ú blicos y respaldar las
mentiras diplom áticas norteam ericanas en las N acion es Unidas. Los
rusos, por supuesto, sabían para qué servían los satélites, y los
compensaban con los suyos. C om o ha confesado un protagonista
de estos acontecim ientos: « N o estábam os engañando más que a
nuestro propio p u eb lo ».15
E n los años de transición (los sesenta y lo s seten ta), los Esta­
dos U nidos elaboraron un sistem a an tisatélite (A S A T ), y luego lo
dejaron hacerse obsoleto; ensayaron otros artefactos A S A T y BM D
con nom bres felices com o S A IN T , D yn asoar, B A M B I y Early
Spring; y , más recientem ente, han desarrollado y ensayado inge­
nios A SA T sofisticados (p. 9 3 ); m ientras qu e la U n ión Soviética
se ha dedicado, con una única breve interrupción a principios de
los setenta, a desarrollar y ensayar su propio sistem a A S A T , capaz
de interceptar a baja altura.
E l desarrollo de defensas activas contra m isiles balísticos
(BM D) se rem onta tam bién, por am bos lad os, a los años cincuenta.
A principios de los sesenta hubo en lo s E stad os U n id os un grupo
de presión serio en favor del desp liegue d e un sistem a (Níke-X)
capaz de defender 5 0 ciudades im portantes. La propuesta fue ve­
tada'por el presidente Johnson en 1 9 6 6 . M ás o m enos al mismo
tiem po se em pezó a desplegar un sistem a soviético (el G alosh) al­
rededor de M oscú. E stos sistem as dependían de m isiles de preci­
sión con cargas nucleares concebidas para estallar en la atmósfera
superior, cerca del fin de la trayectoria de lo s IC BM enemigos.
Pero incluso en esa fase era evid en te que se podían crear contra-
medidas para burlar o atravesar las defensas aún m ás rápidamente
y de forma muchísim o más económ ica que las propias defensas
ABM . Como puntualizaron dos expertos en control de armamen­

15. I b i d p. 65; Walter A. McDougall, «Sputnik, the Space Race, and


the Coid War», en Bulletin of the Atomic Scientists (mayo de 1985). Ver
Herbert F. York, «Nuclear Deterrence and the Military Use of Space», en
Daedalus (primavera de 1985): «nuestros programas espaciales han sido, des­
de el principio, de naturaleza militar, y no civil o científica».
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 59

to: «En la práctica, trabajar en sistemas defensivos resulta ser el


mejor modo de promover la invención de medios de penetración
que los anulen».16
Por varias razones (los costes y la irrealizabUidad entre ellas)
estos trabajos se detuvieron en 1 972, cuando los Estados U nidos
y la URSS llegaron a uno de sus raros acuerdos, el tratado ABM ,
por el cual renunciaban a todos los sistem as salvo dos (y, más tar­
de, uno), limitados, en cada lado. Cualesquiera que fueran las ra­
zones de este desacostumbrado acuerdo, el tratado ha sido celebra­
do como el momento cumbre de la Regla de la D estrucción M utua
Asegurada (M AD). Para no desestabilizar el equilibrio de la «d i­
suasión», ambos bandos acordaron quedar expuestos a la represalia
de los misiles del otro.

El grupo de presión en p r o de la guerra de las galaxias

Poco tiempo después surgió un n u evo grupo d e presión que


puede considerarse el prom otor principal de la Guerra de las G a­
laxias. Las presiones dentro de las fuerzas armadas en pro de nue­
vos desarrollos antisatélites se recrudecieron cuando la U n ión
Soviética reanudó los ensayos A S A T en 19 7 6 ; la precisión ere-
dente de los ICBM soviéticos ren ovó la dem anda de defensas
ABM para los silos de m isiles estadou nidenses, y experim entos
más exóticos de los grandes contratistas aeroespaciales y los labo­
ratorios de investigación estaban buscando padrinos y respaldo
presupuestario. H acia el final d e la presidencia d e Cárter, estas pre­
siones se reflejaban en asignaciones presupuestarias, que crecían
despacio, para investigación y desarrollo relacionados con el espa­
do, Ya en 1982 la asignación form al para proyectos espaciales del
Departamento de D efen sa d e lo s E stad os U n id os (6 .4 0 0 m illo­
nes de dólares) había superado al presup uesto supuestam ente pa­
cífico de la A dm inistración N acion al de A eronáutica y E spacio

16, J. B. Wiesner y H . F. York, citados en Rip Bulkeley, The Anti-


Üáttisiic Missile Treaty, 1972-83, University of Bradford, School of Peace Stu-
dies, 1984.
60 Í,A G imMA DE LAS GALAXIA*

(NASA) en 5.900 millonea cíe dólares; y, puesto que el 49 por 100


de los vuelos de la lanzadera espacial de Ja NASA tienen ahora ob­
jetivos m ilitares, se está subestim ando la situación real. Por sí
fuera poco, la asignación del presupuesto para satélites de recono-
cimiento no se incluye en estas cifras.17
Estas presiones, resultado del empuje de grupos de interés di­
versos, fueron poco sistemáticas. Carecían de una base estratégica
y política global — del pegam ento ideológico que las unificara en
un grupo de presión homogéneo— , En cierto sentido, el propio
Ronald Reagan fue siempre el mayor inventor de pegamento. Como
gobernador de California, visitó a finales de los sesenta el laborato­
rio Lawrence Liverm ore, y m ostró una fascinación de profano por
sus exóticas investigaciones espaciales. A bí empezó su asociación
con el doctor E dw ard Teller, fundador del laboratorio.
D urante las primarias presidenciales republicanas de 1980, Rea­
gan visitó el M ando de Defensa Aérea Norteam ericano (NORAD),
una antigua cueva dentro de una m ontaña, en Colorado. Más tarde
le diría a Robert Scheer:

NORAD es un sitio increíble ... E stán siguiend o varios mi­


les de objetos en e l espacio, inclu yen do satélites nuestros y de
cualquier nacionalidad, inclu so hasta el p u nto de seguir un guan­
te perdido por un astronauta que aún está dando vueltas alre­
dedor de la tierra por ahí arriba. Creo que lo que me impre­
sionó fue la ironía de que aquí, con toda nuestra gran tecnolo­
gía, podam os hacer tod o eso y , sin em bargo, n o podam os dete­
ner ninguna de las armas que en víen contra nosotros. N o creo
que haya habido ninguna época en la historia en que no haya
existid o una defensa contra cualquier tip o de ataque, incluso
rem ontándonos a los días pasados en que teníam os artillería en
la costa capaz de detener a eventuales barcos invasores.

17. Víncent Mosco, «Star Wars/Earth Wars*, en íssues in Radical Scien­


ce, ti.ti 17 (1985), pp. 36-37; Philip M. Boffey, «Pressures are Increasing for
Arms Race in Space*, en NY Times (18 de octubre de 1982); William Seo*
bie, «Reagan’s Star Wars Dream*, en Observer (27 de junio de 1982); Stares,
op. cit., pp. 206-224.
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 61

La D estrucción M utua Asegurada (le dijo a Scheer) «era un


plan ridículo . .. basado en la idea de que las dos naciones man­
tendrían com o rehenes a las poblaciones enem igas, de que no pro­
tegeríamos o defenderíam os a nuestra gente contra un ataque nu­
clear». Reagan quería «echar una ojeada a eso » , pero «tendría que
tener acceso a más inform ación de la que ahora p oseo ».18
La plataforma de lanzam iento personal de Reagan era su es­
tado de California, y en este sentido representa directam ente a los
principales centros d e las instituciones e industrias relacionadas
con el espacio: e l laboratorio Law rence Liverm ore (un centro de
investigación de haces de partículas cargadas, entre otras muchas
cosas); la D ivisión Espacial de las Fuerzas Aéreas de los Estados
Unidos en E l Segundo; la base V anderberg d e las Fuerzas Aéreas,
desde donde se realizan vu elos d e lanzaderas m ilitares, a unos
54 km de la «Casa Blanca O ccidental» de Reagan; la fábrica de
Rockwell en D o w n e y , dedicada a grandes contratos e im portantes
investigaciones espaciales; y una docena d e contratistas m ás y m on­
tones de subcontratistas. In du dablem en te, este entorno influyó en
su estrategia electoral, que incorporó propuestas d e defensas con­
tra m isiles balísticos y , al m ism o tiem p o, de recuperación y rearme
en todos los ám bitos p o sib les .19
Una vez elegid o p resid en te, R eagan tu v o acceso a toda la infor­
mación que p id ió. E staba pred isp u esto a pedir aquello que quería
oír. Parte d e su inform ación p roced ió de lo s intrigantes y d e los
centros de pensam iento m ilita r 20 d e la derecha alarmista. Las pre­
siones vinieron d e lo s republicanos, reacios a cualquier acuerdo d e
control de arm am ento, d e l laboratorio L iverm ore y de la Funda­
ción H erz, qu e ha financiado la investigación espacial y , desd e
1981, de un grupo d e científicos, industriales, m ilitares y ejecuti­
vos aeroespacíales influyentes q u e se daban cita con regularidad

18. Robert Scheer, With Enough Shovéis, Nueva York, 1982, pp. 104,
250-251.
19. Véase Richard Burt, «Arms and the Man», en Reagan the Man, the
President (NY Times, Especial Elecciones 1980), pp. 86-89.
20. La expresión inglesa es think-tanks, por la que se alude a los centros
generadores de pensamiento militar y estratégico como la RAND Corpora­
tion. (N. del ed.)
62 JUt JSUEJÜU m LAS GALANIAS

en la Fundación Herí t age, en Waddngton, non erptuienda en c«k


báldeos con la Casa Blanca y el Congreso,
El doctor Edward Teller no deja de aparecer en esta Historia.
Húngaro de nacimiento, huyó de la Alemania n azi en los años
•treinta y más tarde participó en el proyecto Manhattan para elabo­
rar la bomba A. Parece que aún está afectado por los momentos
traumáticos de la primera guerra fría cuando, en una ocasión m e­
morable, testificó contra Oppenbeímer por su falta de «apoyo m o ­
ral» para el desarrollo de la bomba H . Un visitante reciente des­
cubrió que era un anticomunista vehem ente, obsesionado por ú
expansionismo comunista, los peligros del «apaciguamiento» occi­
dental y de los «andinistas de Nicaragua, y por la necesidad de un
rearme militar. Discutir cualquiera d e estos puntos era como «ha­
blar de relaciones familiares con el rey Lear »,21 Teller fundó, y
aún preside, el laboratorio Livermore, y es miembro d el grupo
que se reunía en la Fundación Heritage. Reagan escogió como con­
sejero científico personal al doctor George Keyworth, u n físico nu­
clear fuertemente respaldado por el doctor Teller.
El papel de Teller fue mucho más importante que el de conse­
jero. Fue, y es, un eminente propagandista del proceso de refor­
zamiento del poder nuclear de Norteamérica, al escribir en térmi­
nos alarmantes sobre la «superioridad» estratégica soviética, y
oponerse al movimiento en pro de la congelación de las armas
nucleares (Freeze). Además, él y sus socios de Livermore estaban
trabajando en un aparato completamente nuevo: el láser de ra­
yos X . Los principios de este ingenio se ensayaron con éxito al
sur del desierto de Nevada e l 14 de noviembre de 1980, y Teller
lo saludó como la ruptura decisiva, d e la misma importancia que
la invención de las bombas A y H , un arma de «la tercera gene­
rad ón». Esta estadón de combate equipada con láser nudear de
rayos X 22 (ver pp. 82-87) se considera una bomba compleja situada

21. Norman Mobs, «Sunday with Edward Teller», en Listener (13 de


junio de 1985).
22. Se trata de un tipo de láBer del que se sabe muy poco de derto,
aparte de que se experimenta en los laboratorios Livermore bajo el código
Dolphin y de que su más fervoroso defensor es Edward Teller. Sería cebado
por una pequeña explosión nudear. (N. del ed.)
en la órbita espacial que, a) estallar* dfspersarfa móhípí&t 4$
láseresque maní ene Irían su trayectoria baria btáftéO# pt&íél&Witifc
dos antes cíe cjuc todo ello ardiera cti una bola d e liir& y,
Ecfward Teller exultaba con el láser d e rayos % eti í§ ^ 2 y
1983, cuando el presidente recibía sus i n f o r m e $$ ío estab a v£íh
dícndo como el últim o avance tecnológico, Esas arm as G n ío ttñ ó
más tarde al presidente),

al convertir las bombas d e hidrógeno en formas hastá abo**


sin precedentes, y al dirigirlas de forma altamente eficaz corará
blancos enemigos, acabarían con la era MAD y darían comienzo
a un período de supervivencia asegurada en términos favorables
para la Alianza Occidental.23

Hasta los colegas científicos que lo admiraban tenían sos' du­


das, «El láser de rayos X era elegante», dijo uno;

Pero, ¿es Edward un ingeniero? No, ¿Es un diseñador d e


sistemas? No, ¿Es un planificador militar? Tampoco, Toe cau­
tivado, y con razón, por el principio. El principio es, de h e c h o ,
así de hermoso, Pero no es del tipo de personas aficionadas a
construir cosas. Su primera bomba H tenía el tamaño d e un*
casa de pisos. Edward es un físico cotí una fantástica inteligencia
creativa. Comprende la belleza d e una composición musical, P ero,
(por Dios!, no le pidan que diseñe una trompeta?*

Los que admiraban un poco menos al señor Tcller señalaron


otras objeciones, Su antiguo colega, el eminente físico laureado
con el premio Nobel Hans A. Bethe, empezó a ejercer una oposi­
ción al proyecto. Esas estaciones de combate orbitales podían des­
truirse o neutralizarse fácilmente con contramedídas. Se indicó
que las explosiones nucleares en el espacio, que no opone resis­
tencia atmosférica, dañarían o destruirían cualquier satélite de co-

23, Edward Teller al presidente, citado en WlUíanr J, Bread, N Y Times,'


(4 de marzo de l9$jj> Una descripción del ensaya <fet láser dé rayos X apa­
reció en Aviation Week & Space Technology, 23 de febrero de 1981,
24, ftoad, op, cité
64 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

municadón en ese sector. Un grupo de eminentes científicos sovié­


ticos presentó una objedón más severa:

La posibilidad de mantener la trayectoria hada el blanco y


de que guarde la dirección prevista bajo la acción de una ex­
plosión nudear está lejos de ser evidente .25

Estas objedones no preocuparon al influyente grupo que se


reunía en la Fundación Heritage. Este grupo incluía al doctor Te-
11er, a varios miembros del «gabinete personal» del presidente
—Joseph Coors, un magnate de la cerveza; Justin Dart, un acau­
dalado hombre de negocios, y Jacquelin Hume, una industrial—
y a un antiguo subsecretario del Ejérdto, Karl R. Bendetsen, viejo
amigo de Teller que también era presidente del equipo de la Cor­
poración Internacional Champion y director del Instituto Hoover
de Guerra, Revolución y Paz (ferozmente partidario de la guerra
fría). También se destacó el teniente general Daniel O. Graham,
un antiguo mando del servicio de espionaje militar (Defense In-
telligence Agency).
Hacia el final de 1981 este grupo se escindió. Los entresijos
de esta escisión no tienen por qué preocuparnos demasiado, puesto
que lo importante es que ambos grupos continuaron influyendo al
presidente. La mitad del grupo que contaba con Teller (con el «ga­
binete personal» del presidente a remolque) dio más importancia
a la investigación básica y al desarrollo — con la tercera generación
de armas nucleares en cabeza— llevados a cabo en laboratorios na­
cionales, institutos académicos y por medio de contratistas de in­
vestigación. Tuvieron varias reuniones con el presidente en el tra­
mo final del discurso sobre la Guerra de las Galaxias, y el doctor
Teller tuvo por lo menos una audiencia privada, en la que sostuvo
que los ABM no defenderían sólo los silos de misiles, sino que
podrían hacer factible la defensa de toda la nación norteamericana.

25. Comité de Científicos Soviéticos por la Paz, contra la Amenaza


Nuclear, «Strategic and International-Political Consequences of Creating a
Space-Based Anti-Missile System using Directed Energy Weapons», mecano­
grafiado, Moscú, 1984, p. 12.
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 65
Inmediatamente después del discurso de la Guerra de las Galaxias,
el doctor Tcllcr se deshizo en elogios; «El señor Reagan no aceptó
a la ligera la idea de que estos [sistemas] pueden utilizarse. Hizo
preguntas ... a muchos científicos, incluyéndome a mí. Entonces
decidió que se debía y podía hacer algo ».26
La otra fracción del grupo Ilcritage estaba dirigida por el ge­
neral Graham. Con menos acceso directo al presidente, formó un
gabinete público llamado High Frontier. Representaba más direc­
tamente los intereses de los contratistas aeroespaciales y de alta
tecnología, impacientes por conseguir aplicaciones provechosas, y
que presionaban para el despliegue rápido de sistemas ARM de
tipo limitado y para acabar con las limitaciones del Tratado. Pidió
públicamente un «triunfo tecnológico final sobre los soviéticos».
High Frontíer recogió medio millón de dólares de fuentes privadas
de la derecha para investigación y publicidad entre 1981 y 1982, y
adelantó la propuesta de una defensa en tres frentes (ver pp. 80-81).
Graham también luchó por la sustitución de la MAD (destrucción
mutua asegurada) por la estrategia de «capacidad de superviven­
cia asegurada para los Estados Unidos ».27 Aunque las propuestas
de High Frontier fueron examinadas por el Pentágono y también
por la Oficina de Asesoramiento Tecnológico del Congreso y fue­
ron rechazadas por ambos, esto no desanimó al presidente. Éste
continuó refiriéndose al informe de H igh Frontier, que evidente­
mente le parecía ideológicamente provechoso, con sus diagramas
de espacio-ficción, sus sofisticados frentes de defensa en varias ca­
pas y su sencilla promesa de M AS (supervivencia mutua asegurada).
Así es cómo se concibió la Guerra de las Galaxias y cómo se
gestó el discurso.

26. Philip M. Boffey, en NY Times (18 de octubre de 1982); NY Times


(30 de marzo de 1983). Véase también la fascinante descripción del labora­
torio Lívermore en William Broad, «The Scientists of Star Wars», en Granta,
16 (1985).
27. Aviation Week (8 de marzo de 1982).

5 . — THOMPSON
éé LA GVERRA Dife LAS GALAXIAS

E mplazar los MX

Ésta no es, por supuesto, toda la historia. Si se es un hombre


muy importante, y el presidente del mayor país de la tierra, uno
tiene que arreglárselas eoii el genio y la intuición en casos en que
los mortales de menos categoría podrían pasarse meses estudiando.
V, también, uno sufre el bombardeo de centenares de otras preo­
cupaciones diferentes que llegan al despacho simultáneamente. Hay
que tener muchas cosas en cuenta mientras se vuelve al rancho a
talar madera.
Entre todas estas preocupaciones, hay dos que pueden haber
centrado la atendón del presidente en la defensa espadal. La pri­
mera fue el problema de ese maldito misil MX. Este misil, grande
y encantador, con sus diez precisas cargas nudeares,2* lo heredó
Reagan del presidente Cárter.
El proyecto del misil MX — si es que aún lo recuerda al­
guien^-* se planificó, en un prindpio, para que ocupara un com­
plejo de 9.600 km2 en Nevada y Utah, con 16.000 km de carre­
tera, y con pistas para misiles que formarían complicados lazos en­
tré 4.600 silos acorazados. Los misiles debían esconderse como en
el juego de cubilete, como un guisante bajo dedales. Muchos de
los transportadores de misiles presentes en las pistas debían ser si­
mulados (sus techos debían abrirse, sin embargo, durante derto
tiempo cada día para su inspección por los satélites soviéticos,
para mostrar que los misiles no se habían reproducido por la no­
che como conejos). Luego, los transportadores desaparecerían bajo
hangares y los misiles auténticos se dispersarían por los alrededo­
res, de forma que los rusos no podrían saber qué transportador era
auténtico y cuál no. Se calculaba que todo el proyecto constituiría
el montaje humano mayor y más caro que la civilización — o, más
propiamente, la barbarie— haya conocido.
Al fiel populacho de Utah y Nevada esto no le parecía diver-28

28. La expresión «carga nuclear» o «carga explosiva nuclear» traduce e


sintagma inglés nuclear toarhead que suele traducirse incorrectamente «cabeza
nuclear» o «cabeza de guerra nuclear». Tampoco «ojiva» sería una buena
expresión, en este caso por razones técnicas, ya que no todas las cargas nu­
cleares son ojivas. De ahí la preferencia por «carga nuclear», (N del ed.)
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 67

tido. El provecto d e sp er tó la an tip atía u n iversal. U n colu m n ista de


The New York Times, e l se ñ o r R u sse ll B ak er, pregu n tó si no re­
sultaría más barato — y en gañ aría aún m ás a los rusos— que se
pudieran construir y pasear cada d ía a lo largo del sistem a d e ca­
rreteras cierta cantidad d e P e n tá g o n o s sim u la d o s al m ism o tiem p o
que el verdadero P e n tá g o n o . ¿ Q u e p od rían hacer lo s rusos en­
tonces}
Reagan tu vo q u e en c o n tr a r otra casa para su encantador m isil.
Pero se encontró co n q u e su p r o p ia p rop agan d a e lecto ra l alarm ista
le había estallad o e n las n a r ice s. P ara h acer q u e e l p u eb lo n o rte­
americano se lanzara e n e sta m p id a a aprobar su s pesad as asigna­
ciones m ilitares, é l y su s c o le g a s c a n d id a to s rep u b lica n o s a las elec­
ciones de 1 9 8 0 h ic ie r o n gran u s o d e la n o c ió n d e « v e n ta n a d e v u l­
nerabilidad».29 E sta n o c ió n , r ela cio n a d a c o n la am enaza q u e lo s
ICBM planteaban a lo s s ilo s d e m is ile s d e lo s E sta d o s U n id o s, h a ­
bía sido difu n d id a e n la « c o m u n id a d d e d e fe n sa » p o r a lg u n o s id e ó ­
logos de miras a m p lia s y p a r tid a r io s d e to m a r sie m p r e e n c o n sid e ­
ración la h ip ó te sis m á s p e lig r o s a ,30 p o p u la r iz a d a p o r e sp e c ia lista s

29. La expresión «ventana de vulnerabilidad» es una frase de mediados


de los setenta que describe el miedo estadounidense a que la fuerza de ICBM
soviéticos fuera lo suficientemente amplia y precisa como para destruir la
totalidad de ICBM norteamericanos; de ser así, Estados Unidos se quedaría
únicamente con sus submarinos y bombarderos. Es, por consiguiente, un ejem­
plo de los gaps o brechas que, por motivos fundamentalmente propagandís­
ticos, aparecen recurrentemente en los medios de comunicación para impre­
sionar a la opinión pública. Jugó un papel destacado en la primera campaña
presidencial de Reagan.
La idea se fundamenta en la costumbre de considerar siempre la hipótesis
más peligrosa (worst-case analysis), independientemente de su probabilidad.
En este caso, la posibilidad de que la URSS, pese a Estados Unidos, usara sus
ICBM en un ataque anticipatorio (véase nota 8 del cap. 3) a sabiendas de
que sus propias ciudades y centros industriales serían devastados por un ata­
que de represalia. (N . del ed,)
30. La consideración de la hipótesis más peligrosa, el análisis que
parte de que sucederá la peor o más desfavorable de las posibilidades (worst-
case analysis) es un proceso de pensamiento muy militar. La cosa funciona
más o menos así; se conoce, en líneas generales, la capacidad del enemigo,
pero sus intenciones son meras conjeturas. Pues bien, se presupone que las
intenciones del adversario serán las peores y, por consiguiente, que su capa­
cidad y potencial real coincidirán con esas intenciones. Tal y como se practica
U t k C*J£*RA m LAS CALARIAS

en rebelóles publicas a sueldo y adoptada por el Comité Ace;


Presente, un formidable grupo derechista de presión
d e l P elig ro
que hxm campaña contra ios $ALT 11 y a favor de la elección <¿
Reagan*
La «ventana de vulnerabilidad* pretendía asustar a los tmi*
tcamertcanos haciéndoles suponer que había un agujero en su tídfo
—un agujero dejado ahí por la negligencia del p resid en te Cárter—
i través del cual podían esperar que los 1CBM so v ié tic o s penetra­
ran en cualquier momento. E sto se debía a la creciente precisión
de los misiles balísticos soviéticos. Los soviéticos podían lanzar
«hora un primer golpe —a lo mejor hoy no, p ero sí mañana—
que neutralizaría todos los Minu temen en sus silos y, por lo
tanto, desarmaría a Norteamérica y haría im p o sib le la represalia,
A ios soviéticos les bastaba con hacer estallar a ras d e tierra n do*
cabezas nucleares de un megatón cada una con precisión perfecta
en cada silo (1.000 en el caso de los Minutemen). A lg o sumamente
fácil... Previamente, el que pronto iba a ser presidente advirtió
que la ventana podía estar tan abierta que «los rusos podrían ven­
cernos simplemente con una llam ad a te le fó n ic a » . «¡H ola! Señor
Reagan, ¿cz uzté? Aquí Tovarich Rrezhnev. ¡Salga afuera con las
manos arriba, o tiro czta bomba por la ventana!»
El norteamericano medio estaba aterrorizado y se precipitó a
ayudar a los republicanos con martillos en las manos y clavos en­
tre los dientes. ¡Hay que tapar la ventana! Pero la forma de ha­
cerlo, al parecer, no consistía en utilizar maderas, sino en dirigir
misiles MX hacia la ventana, y colocarlos con tama astucia (en31

en I» era nuclear, la consideración de la peor de las hipótesis en juego es un


ejercicio ideológico y no la aplicación de un conocim iento seguro a la anticipa­
ción de la conducta futura del adversario. (N . del ed. )
31. Hay que diferenciar la explosión a ras de tierra {ground burst) de h
explosión aérea (air burst)» La primera aumenta la radiactividad local y resi­
dual al llevar a la atmósfera, cuando se enfría la bola de fuego y se convierte
en el famoso hongo, gran cantidad de residuos que luego volverán a caer
sobre la superficie terrestre, y disminuye las víctimas y daños causados por los
efectos mecánicos de la explosión. La explosión aérea puede intensificar los
efectos mecánicos (puede destrozar una zona un 50 por 100 mayor que un*
bomba equivalente explosionada a ras de suelo). (N . del ed»)
*C ?i VHJL 1
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« *& **** W »« X a w * - - V ¿ * J fe
¡fe ^ v > m eaí» pdtgecsa sdfe jjvdSaa ^ ^ *.r>
S C p ííis e s W W W p d 5$w v (¿ E fe o e e ' í V v ^ áe-

¿j* ^ es fe. s t o i i «fiaron»*» mfetfc*x ^ ^ 5^i p^ipdur


gjes^ e& fes ICBM empfe^dbs ef2i fe ^ >U ©ayce
m - pc&stcir goty? q»x fe dfesams£>.)
eü píes.x’Cí?5í «VA e f c g x f o , * sc.tVri> <$» ^ bdr
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•®i3a propuesta afeesnsativa para MX fue* c*ttfc*& per fes


c& cros e sr u sfe sr a s e fe su s p r o p i a d o c tr in a d e fe c v e © * * ® * e fe w

Sí teda q w pQDstir fes M X e& fes agujeros defedos pee- fes vfe
§3$. t «efectos T itam s —^ p s ; quevprcsuid¡EJeEtfsíc\ fes ts¿£>
tares sewfóáros ¡h&bfea desedbiettc* y fe¿fe fes que esfrabaa apea*
im fe desde ihaeía *audhc> tSeaxpo— x emrtewes fes enfocaría justa
¿títefe ¿fe fe twfcMMu E s fe pricuera aefafefetr4£fe& efeí presidí&TCv
safe fe <&> tm tm d e fe rís efe c d te a cvxso esí-a pefesv evs el Coev
gsese y ccs fe o p ísfe s p é b & a esí'^feíaskfesscv se^xe fes M X E a
m m etresí^ pareció próbaEfe q p ? e í el\>y » k >es pro efe fe evev
gefeáécs (fW rsr) efetmrvfera texfe e l pte>vectOi sófe> fe destnKcioa
perofessení d d a v ie s efe pasajares ccfeaw > K A L 007 p e tta id ó a

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fe»: < a m » . o tü íjN K e s . « w r e & w s te ff ia e f e e s s e ^ a i e i a w i f e ^ le » ^ fe x v s
« % S 2 qrM fo& m t a f e » e ^ « r a s p i j e a a e f e s t a ^ f f e » í* ea a ® w y p c w f e , ^ y d *
m c a p o d ie fe i e x p f e t t í m fy X , <firí e < ¿ )
70 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Reagan conseguir que un Congreso estupefacto aprobara las dota­


ciones presupuestarías requeridas .33
El problem a de proteger los m isiles M X — tapar la ventana
que tenían encima— fue un catalizador significativo del interés del
presidente Reagan por la Guerra de las G alaxias. El ejército nor­
teamericano había propuesto un sistem a de D efensa a Baja Altura
(L oA D ), pero se descubrió que era dem asiado defectuoso y fue
abandonado, en 1 9 8 2 , en favor de una proyectada D efensa de Lí­
nea Term inal de Base (B T D ). Am bas defensas dependían del lan­
zam iento de m isiles tierra-aire para hacer estallar pequeñas cargas
nucleares cerca de lo s IC BM enem igos según iban siendo guiados a
través de la atm ósfera, es decir, al cruzar la ventana. Pero la idea
n o consiguió el apoyo d e los propios asesores del gobierno: «Si
querem os gastar dinero en cosas que hagan “b u m ”, entonces tal
v ez deberíam os gastarlo en cosas que lo hagan encima de la Unión
Soviética, y n o encim a de nosotros».
E l debate sobre e l em plazam iento de los M X y las defensas
centró la atención en dos problemas que condujeron a la Guerra
de las G alaxias. Prim ero, las defensas contra los ICBM deben
extenderse a lo largo de toda su trayectoria de vuelo, desde el
m om ento de la ignición, y no limitarse a su fase final. Por lo tanto,
deben llevarse al esp ad o y , en palabras de Caspar Weinbergcr,
«abordar a los m isiles balísticos y a las cargas nucleares a lo largo
de sus trayectorias com pletas entre el lanzamiento y el impacto ».34
E n segundo lugar, tanto los m ilitares com o la administradón tro­
pezaban una y otra vez con los lím ites im puestos por el tratado
A B M de 1 972. Y a en 1980, Richard Burt, que entonces escribía
artículos alarmistas en The New York Times y que más tarde fue
convertido por e l señor Reagan en subsecretario de Estado para
A suntos Europeos, escribió que «la revisión del tratado ABM para
facilitar el despliegue de defensas para misiles emplazados en lu­
gares reforzados es una o p d ó n especialm ente interesante . .. Podría

33. Véase Christophcr Paine, «Running in Circlcs with MX», en Bulle*


tin of the Atomic Scicntists (diciembre de 1981), y del mismo autor,
«MX: Too Dense £or Congrcss», ibid. (febrero de 1983). También Schccr,
op. cit., capítulo 6, «Window of Vulncrability».
34. Weinbergcr, Annual Repon (o Congres:, Fiscal Ycar 1985, p. 193.
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 71

incluso excluir la necesidad d e em plazar ju n to s m od elos sim u lad os


[de M X ], revitalizando lo s silo s fijos». E n diciem bre d e 1 9 8 2 ,
dando argumentos al C om ité d e S ervicios A rm ados d el S enad o a
favor de emplazar en « c on cen tracion es d en sas» e l M X , Caspar
Weinberger afirmó qu e «p o d ría m o s instalar u n sistem a A B M »
para defender la con cen tración d en sa p rop u esta e n F ort W arren ,
Wyoming. W einberger d ejó claro q u e estab a co m p leta m en te d is­
puesto a comunicar a la U R S S su « r e v isió n » (d e h e c h o , ruptura)
del tratado A B M « siem p re q u e se d eterm in e la con stru cción d e
un sistema A B M ».35

Acabar con e l m o v im ie n t o p o r l a p a z

El presidente meditó sobre todo ello en su rancho, mientras


daba hachazos a los troncos de sus árboles. Pero su ocurrencia
dejó asombrados a todos. Esto pudo deberse a que una segunda
preocupación le rondaba por la cabeza. Estaba preocupado, preci­
samente en esa época, no sólo por conseguir que el Congreso apro­
bara los MX, sino también por los obispos. Cada vez que hurgaba
dentro de su cabeza encontraba a un obispo y a un misil M X pe­
leándose; no había forma de poder reconciliarlos. Si encontraba un
lugar adecuado para el misil, el obispo corría con su báculo y lo
echaba de allí a golpes. Si intentaba complacer al obispo no había
ninguna forma de colocar el M X.
El presidente, naturalm ente, no estaba preocupado sólo por los
obispos, sino también por las profundas incursiones que el inci­
piente movimiento por la paz norteam ericano estaba haciendo en
su electorado republicano, fiel hasta entonces. Una vez más, se oye­
tón voces alarmistas en su campaña electoral, y sus primeros años
de trabajo le estallaron en la cara.
Debemos explicar que los Estados Unidos son muy parecidos a

35. Véanse Bulkeley, op, dt., pp. 16-18; The Fallacy of Star Wars, op.
pp. 10-16; Christopher Paine en Bullctin of the Atomic Sdentists (fe­
brero de 1983); R. J. Smith, «Cárter*s Plan for M X Lives On», en Science
(30 de abril de 1982),
72 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

una isla, aunque el lector sabrá (si ha estado ahí) que es algo más
grande de lo que uno está acostumbrado a esperar de una isla. Si
mira un mapa, verá que hay una porción considerable de agua a
cada lado de ella, aguas que reciben el nombre de océanos At­
lántico y Pacífico. Los Estados U nidos han crecido en esta am a,
seguros de la inm unidad frente a una invasión que les proporcio­
naban estos océanos. Aparte de la ocasión en que los cañoneros
ingleses destruyeron W ashington, y aparte de su propia guerra ci­
vil, los norteamericanos se han acostumbrado a pensar que las
auténticas guerras ocurrían «más allá». Y , en 1983, el presidente
Reagan aún no había pensado en prevenirles de que estaban en
peligro inm inente de ser atacados por hordas revolucionarias pro­
cedentes de Nicaragua.
D e ahí que el p u eb lo estadounidense se hubiera quedado ador­
m ilado cóm odam ente en su seguridad hasta que e l mismo Reagan
lo despertó bruscam ente en su campaña electoral de 1980, cuando
le inform ó d e que sus fuerzas armadas estaban en decadencia, los
soviéticos las habían alcanzado y habían adquirido superioridad, y
d e que los IC B M soviéticos podían entrar en cualquier momento
p or la ventana.
E l e fec to sobre la com placencia d el ciudadano «m edio» desin­
form ado de lo s E stad os U n id os fu e fulgurante. N o fue ésa la in­
ten ción d el p residente. C om prendieron por vez primera que el
territorio norteam ericano n o era sacrosanto y que ellos mismos se
encontraban en la zona d e blanco nuclear. U n estu d io realizado en
1 9 8 4 por la F und ación A gend a P ública revela un cam bio muy sen­
sib le en las respuestas nacionales: e l 9 6 por 100 de la muestra
creía q u e «lanzarse a pelear con la U n ió n Soviética es muy peli­
groso en u n m un do nu clear», y e l 8 9 por 100 que «tanto los Es­
tados U n id o s com o la U R SS serían destruidos por com pleto» en
una guerra nuclear total; adem ás, e l 83 por 100 — que conocía
p o r e n to n ces lo s in form es sob re e l invierno nuclear— dijo que «no
p o d em o s estar seguros d e qu e siga habiendo vida en la tierra des­
p u és d e un a guerra nu clear ».36

36. Ver David Watt, «Wishful Thinking on a Star», en The Times


(15 de febrero de 1985).
¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 73

Esta sensación súbita de inseguridad contribuyó sin duda a for­


talecer el movimiento norteamericano en pro de la congelación
nuclear (Freeze), y a la asombrosa velocidad con que se extendió.
Surgió en 1981, y en noviembre de 1982 la marea había llegado
hasta el punto en que la congelación se había considerado alter­
nativa válida para la votación en once estados, y se había sacado
adelante en todos menos uno. Entre los estados que votaron «sí»
a la congelación estaba el del presidente, California, y los estados
afectados contenían más de un cuarto de la población de los Es­
tados Unidos. Los senadores y congresistas recibían duras cartas
de sus electores y, por ello, votaban contra ciertas asignaciones
para gastos militares. Las encuestas de opinión mostraban una ma­
yoría a favor de la congelación entre los votantes republicanos.
Lo que estaba en tela de juicio era la «credibilidad» de la di­
suasión nuclear, ya que el movimiento en pro de la congelación
fue mucho más que una mera racha de inseguridad. Estaba orga­
nizado y articulado por un movimiento por la paz firme — cierta­
mente, agrupación de movimientos diferentes que hablaban en to­
nos diferentes— , con conciencia intemacionalista y con un sólido
compromiso moral. Una de sus mayores inquietudes había sido no
sólo el miedo a ser atacados con bombas atómicas, sino el rechazo
de la inmoralidad de amenazar con ataques atómicos a otros pue­
blos igualmente indefensos. Y uno de los postulados más influyen­
tes e inequívocos de este rechazo apareció en forma de pastoral
cuidadosamente redactada, que se discutió en la conferencia epis­
copal de la Iglesia católica de los Estados Unidos celebrada en
noviembre de 1982 en W ashington.37.
Ésta no fue una declaración fortuita. Tenía en cuenta a la vez
implicaciones estratégicas y teológicas:

La cuestión moral en litigio en la guerra nuclear incluye el


concepto de pecado en sus dimensiones más gráficas ... Hoy la
capacidad destructiva de las potencias nucleares amenaza la so­
beranía de Dios sobre el mundo que él ha creado. Podríamos
destruir su obra.

J7. Existen div£r$a$ yusiones castellanas de fe Pastoral. (N. ¿el e¿.)


74 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

El documento no aceptaba la búsqueda de superioridad, y con­


denaba cualquier uso de las amenazas o del primer golpe: «el pe­
ligro de escalada es tan grande que es un riesgo moralmentc ina­
ceptable iniciar la guerra nuclear de cualquier manera*. Aunque
los obispos se paraban justo antes de condenar la doctrina de la
disuasión, sólo la podían aceptar como «un paso en el camino ha­
d a el desarme progresivo*. Si esta condidón no se cumpliera, la
actitud moral de la Iglesia «tendría que evoludonar sin duda ha­
d a una condena sin paliativos del uso y posesión de esas armas*.
La pastoral sorprendió al presidente Reagan al proceder de un
sector inesperado. N o podía despreciar a los obispos católicos ni,
por supuesto, a muchos de sus partidarios que respaldaban la con-
geladón como sí se tratara de un grupo de comunistas. Se había
imaginado ser el especialista nadonal en homilías morales, pero en
este terreno tenía competidores que podían amenazar su soberanía
sobre el mundo que había creado, y que podían destruir su obra.
Todo esto preocupaba al presidente los primeros meses de 1983.
Deberíamos explicar que la primera tarea de un presidente no
es garantizar la seguridad de la nadón, sino garantizar la seguridad
de su futuro político personal. Esa tarea era la predominante en la
cabeza del presidente Reagan por entonces, ya que acababa de de­
cidir que desempeñaría un segundo mandato. Y ahora los obispos
y todos esos partidarios de la congelación lo estorbaban. ¿Cómo
podía instalar los M X y a la vez descalificar a los obispos, y tam­
bién ser reelegido cuando los demócratas intentaban robarle los
votos respaldando la congeladón?
Mientras meditaba acerca de estos dilemas la fuerza iluminó al
presidente. Recordó sus informes de los círculos de la Fundación
Heritage y H igh Frontier. Recordó sus entrevistas mensuales con
la Junta del A lto Estado Mayor, que estaba presionando para que
se reconsiderara una protección BM D para los M X y otros empla­
zamientos de misiles.^ (Ya a principios de 1982 los funcionarios
del Pentágono llamaban al programa de defensa contra misiles ba­
lísticos del ejército norteamericano «el juego más excitante de la ciu-

38. Leslie H. Gelb en N Y T unes (3 de marzo de 1985),


¿POR QUÉ GUERRA DE LAS GALAXIAS? 75

dad » .)39 Recordó sus discusiones con Edw ard T eller y con el se ­
nador H arrison H . Schm itt — un antiguo astronauta y presidente
del Subcomité Científico, T ecnológico y Espacial del Senado— so ­
bre la utilización de armas láseres para la defensa estratégica .40 A gi­
tó todos estos ingredientes en una solución de apasionam iento
profano y tecnología exótica, y enriqueció la mezcla con su vieja
antipatía por la M A D . Logró una pócim a que era bastante fuerte
para envenenar a los soviéticos y al m ovim iento por la paz al m is­
mo tiempo.
El presidente v o lv ió volando a W ash in gton, donde pronunció
un discurso precioso, d el que se ha llegado a sospechar que él m is­
mo escribió alguna p arte .41 P ropuso cambiar el rum bo de la h isto­
ria y abrir nuevas esperanzas para nuestros hijos en el siglo x x i.
La idea misma de disuasión m ediante la amenaza de represalia era
«inmoral». Superó en su hom ilía a los obisp os y le robó la ropa
al m ovim iento por la paz m ientras éste se estaba bañando. «E l es­
píritu humano debe ser capaz de elevarse por encim a del trato con
otras naciones y seres hum anos que se entabla m ediante la amenaza
a su existencia.»

¿Y si la gente pudiera vivir segura sabiendo que su segu­


ridad no se basa en la amenaza de una represalia norteamerica­
na inmediata para disuadir un ataque soviético; que podríamos
interceptar y destruir los misiles balísticos antes de que tocaran
nuestro suelo o el de nuestros aliados? ...
Hago un llamamiento a la comunidad científica que nos dio
armas nucleares para que orienten sus grandes talentos hacia la
causa de la humanidad y de la paz mundial: para que nos doten
de los medios de convertir esas armas nucleares en impotentes
y obsoletas.

39. Aviation Week & Space Technology (8 de marzo de 1982).


40. Ihid, (25 de mayo de 1981); Broad, op. cit.
41. También se ha atribuido la redacción de parte de los capítulos cru­
ciales del discurso al doctor Keyworth, consejero científico del presidente, y
a Robert C, McFarlane. Gerold Yonas, jefe científico de la SDIO, confirma
la influencia sobre la planificación de la IDE del problema del emplazamien­
to de los MX y de la presión del movimiento en pro de la congelación nu­
clear y de los obispos católicos en Qaedalvs (primavera de 1985), p. 74.
76 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Ofreció al intranquilo ciudadano medio de los Estados Unidos


un escudo impenetrable mucho más seguro que la congelación.
Les arrebató el b.fculo moral a los obispos y recuperó las altas es­
feras del idealismo: «¿No sería mejor salvar vidas que vengar­
las?». El discurso fue tan llano y tan norteamericano como el pas­
tel de manzana, y tuvo un efecto inmenso.
Fue realmente un discurso genial, en la gran tradición oratoria
de Elmcr Gantry. Los europeos suelen subestimar al presidente
Reagan y confundir la tradición a la que pertenece. Su genio no
tiene nada que ver con ningún tipo de originalidad o profundidad.
N o es un pensador, ni un estratega, ni un administrador enérgico,
ni un burócrata sobornador; ni siquiera esta bien informado. Su
don es el de ser un «comunicador»: es decir, una pantalla de los
medios de comunicación, y el producto alfa de una sociedad de
consumo con sofisticadas técnicas de ventas y de relaciones públi­
cas. Es el hombre-fachada, proyectado por los medios de comuni­
cación y respaldado por una compleja organización de ventas y de
relaciones públicas. Pero es más que eso. Su don como comunica­
dor reside en que sus sensores ultrasensibles detectan qué desea
el público medio norteamericano que se le diga — emitir ruidos
llanos, confortadores, moralizadores o alentadores que hacen que
sus prejuicios más arraigados vibren con simpatía ante esa retóri­
ca— para justificar, fomentar y vender cualquier política dirigién­
dola infaliblemente al mínimo común denominador de las reaccio­
nes heredadas. En pocas palabras, su genialidad es la de un ideólogo
populista. El discurso de la Guerra de las Galaxias — y los que
vinieron después— tranquilizaron a mucha gente, y les hicieron
sentirse patriotas y al mismo tiempo altruistas al gastar miles de
millones de dólares más en aventuras militares.
Al principio, el discurso dejó completamente perplejos al Pen­
tágono y al Departamento de Estado. La perplejidad duró poco.
Se impuso la obediencia al discurso en todo el círculo del poder
como un «voto de lealtad». N o se podía poner en duda la credi­
bilidad del presidente, y el entusiasmo por la Guerra de las Ga­
laxias se convirtió en un método de promoción. Los críticos se
limitaron a hacer comentarios sarcásticos, observaciones anónimas,
confidenciales: «Éste es el programa del presidente. N o podemos
¿POR QUE GUERRA DE LAS GALAXIAS? 77

decirle al presidente que ha tenido una idea loca». O (por parte de


un científico descontento de la NASA): «Creció con todas esas pe­
lículas de Buck Rogcrs. Supongo que nos hemos quedado atasca­
dos ahí».c
En cuanto a los aliados de los Estados Unidos miembros de !a
OTAN, al principio se sonrieron con disimulo, incrédulos, o bos­
tezaron, o lo achacaron a la inmadurez del sistema político de
Washington. Lo mismo hicieron los movimientos por la paz euro­
peos, preocupados en 1983 con decisiones más terrenales acerca
de los próximos misiles de crucero y Pershing II. Ésa es la razón de
que la Guerra de las Galaxias nos haya invadido silenciosamente.
Sólo después de la reelección del presidente y de su discurso inau­
gural, en que dio una prioridad nueva a La IDE, Europa se des­
pertó con un estremecimiento. ¡Dios mío, ese hombre habla en
serio! De todas las asambleas y todos los círculos de Europa se
elevó un clamor: ¿Qué es la Guerra de las Galaxias?

42. Boston Globe (13 de mayo de 1984); Williow Scobic en Observe?


(27 de junio de 1982).

«ANCO Oi LA ktw & ac


tflKJCTfCA UHS-ANG& AJtANOC
m tr r ñ ■ ■ ' -• ■ pepto. m ADQutstaow
2 . B en T h o m p s o n

¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS?

«Una vez que se lanzan los cohetes, a quién le im­


porta dónde caen; ése no es mi departamento», dice
Wernher von Braun
Tom Lehrer

La Iniciativa de Defensa Estratégica o «Guerra de las Gala­


xias», como ha dado en llamarse familiarmente, propone la crea­
ción de una gama completa de defensa contra misiles balísticos,
considerada alternativamente capaz de neutralizar, parcialmente,
casi del todo o por completo, un ataque nuclear procedente de la
Unión Soviética o quizá de una potencia nuclear menor. El coste
de poner ese sistema en funcionamiento ha sido estimado en un
billón de dólares o más (compárese con los 25.000 millones de dó­
lares del proyecto lunar Apolo). Desde que el presidente Reagan
propuso formalmente esta idea, ha estado sujeta a considerables
especulaciones, investigaciones y presiones por parte de grupos con
intereses científicos, sociales y comerciales, y como resultado de
ello se han notado ciertas modificaciones de tono en la manera en
que se presenta ahora la ID E. En especial, la administración nor­
teamericana parece haber contestado al escepticismo generalizado
con respecto a la posibilidad de una defensa antimisiles completa­
mente impenetrable reduciendo el énfasis sobre esta posibilidad
y subrayando a cambio los beneficios comerciales y científicos que
¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 79

se esperan de la ID E . Sin embargo, este cambio de actitud se na


hecho en apariencia en beneficio de los políticos más que del pú­
blico, con el resultado de que la imagen popular de «la Guerra de
las Galaxias» se ha vuelto confusa y borrosa. ¿Convertirá a las ar­
mas nucleares en «impotentes y obsoletas»? ¿Protegerá a los euro­
peos o sólo a los norteamericanos? ¿Protegerá siquiera a alguien?

Un esbozo de los sistemas defensivos espaciales

Desde el desarrollo de los primeros misiles balísticos lanzados


desde el suelo en los años sesenta, la posibilidad de organizar una
defensa eficaz contra un ataque de misiles balísticos ha sido con­
siderada e investigada en los laboratorios de las superpotencias.
En 1972, el tratado ABM fue firmado y ratificado por las dos su­
perpotencias. E ste tratado prohíbe explícitamente el despliegue o
ensayo en tierra de sistemas de defensa contra misiles balísticos
(ABM), excepto en algunos casos especiales muy concretos. Ini­
cialmente, las dos partes podían construir dos sistemas ABM (más
tarde reducidos a uno), en enclaves de su elección, que debían per­
manecer inm óviles y estaban sujetos a otras limitaciones. Los ru­
sos construyeron un prim itivo sistem a ABM alrededor de Moscú,
mientras que los norteamericanos construyeron un sistema ABM
para defender un com plejo de silos de misiles en Grand Forks,
Dakota del N orte. L os norteamericanos desmontaron más tarde su
sistema, en parte porque se dieron cuenta de que sus interceptores
con cargas nucleares causarían estragos inaceptables a sus propios
sistemas de com unicación. Los rusos conservaron el suyo, y se cree
que aún lo siguen poniendo al día y perfeccionando. Sin embargo,
los expertos estadounidenses en defensa no consideran el sistema
ruso lo bastante sofisticado com o para oponer una seria resistencia
a un ataque nuclear norteamericano contra M oscú .1
Un problema paralelo y relacionado con éste es el de la guerra
antisatélites (ASAT). El tratado ABM no excluye la investiga-

1. Artns Control in Space: Workshops Vroceedings, US Office of Tech­


nology Assessment, Washington DC (mayo de 1984).
H() Uk GtJKtLXA OB lAM GALAXIAS

dón ni \(n emaym ASAT, aunque prohíbe explícitamente interic*


tit Jos satélite* de vigilancia enemigo*, ya que lo* satélite* con*-
títuyen el principal medio de verificar el cumplimiento del tratado.
Sin embargo, ambas partes te comprometen a

no dotar a lo* misiles, lanzadores o radares que no sean misi­


les interceptores ABM, lanzadores ABM o radares ABM, de posi­
bilidades de contestar a los misiles balísticos estratégicos o a sus
componente* en la trayectoria de vuelo, y a no ensayarlos con
fine* ABM,2

Todas las concepciones de la Guerra de las Galaxias se basan en


gran medida en satélites previamente instalados, como armas ABM
y sensores, procesadores y transmisores de datos. Los problemas
del ASAT y del sistema complementario D SA T {defensa contra
satélites) son, por lo tanto, importantes para estas concepciones.
Está claro que las muchas investigaciones y los muchos ensayos
en este área se están volviendo m uy difíciles de distinguir de la
actividad ABM , y están agrediendo por ello el tratado A BM , in­
cluso a este nivel. Volverem os más tarde sobre el tema.

L a teo ría de la G uerra de las G alaxias

El principio de los tres frentes o capas

Todos los sistemas ABM anteriores se basaban en un solo prin­


cipio, el de destruir físicam ente o neutralizar las cargas nucleares
de los m isiles balísticos atacantes cuando, desde el esp ad o, vuel­
ven a entrar en la atmósfera terrestre sobre sus objetivos. E l ele­
mento clave en la ID E es la propuesta de que los propulsores
soviéticos de m isiles podrían ser interceptados y atacados m ien­
tras suben por la atmósfera desde sus silos y cuando aún no han
soltado todas las cargas nucleares. U n segundo frente de intercep­
tores podría atacar entonces las cargas que hubieran escapado a la

2» Tratado ABM, 1972, artículo VI (a).


¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 81

destrucción d el prim er fren te, dejando un u ltim o frente de inter­


ceptores, similares a lo s intercep tores A B M origínales, para enfren­
tarse a cualquier carga que consiguiera volver a entrar en la at­
mósfera sobre su blanco. La teoría es que estos tres frentes o ca­
pas tuvieran un efecto d efen siv o acum ulativo. P or ejem plo, si cada
frente fuera «a prueba d e fuga» en u n 9 0 por 100, e l sistem a en
conjunto sería virtu alm ente herm ético. Sólo el 10 por 100 del 10
por 100 del 10 por 100 atravesaría en total la defensa, dejando
que el 0,1 por 100 d el núm ero total de cargas lanzadas llegara a
su objetivo.
Sin em bargo, e l é x ito d e e ste e n foq u e depend e sobre tod o d e l
éxito del prim er fren te d e d efen sa, e l llam ado fren te d e la «fase
de propulsión »,3 que neutralizaría una porción d e lo s IC B M ascen­
dentes antes de qu e pu dieran soltar sus m ú ltip les cargas nucleares
además de cualquier se ñ u elo com plem entario. E sto se debe a que
la segunda fase, la in tercep ción e n e l espacio o la «intercep ción a
medio cam ino», d ep en d e ab solu tam en te d e la lim itación d el nú­
mero de amenazas reales o p o ten cia les a las qu e se enfren ta. E xa­
minaremos ahora lo s problem as particulares d e cada fren te y lo s
sistemas propu estos para su d efen sa.

Defensa en la fase de propulsión

Los m isiles b alísticos in tercon tin en tales d e d iseñ o actual n ecesi­


tan de tres a cin co m in u to s para ascender a través d e la atm ósfera
terrestre, consum ir su c o m b u stib le y soltar su cargam ento d e car­
gas nucleares y d e señ u elo s e n e l esp acio. L os m o d elo s rusos actua­
les son más len to s e n e ste a sp ecto q u e lo s m o d elo s norteam ericanos.
El m isil M X realiza su ig n ició n y p ro p u lsió n e n u n o s tres m inu­
tos frente a lo s cin co d e l SS -18 ru so d e co m b u stib le líq u id o . D u ­
rante estos p ocos m in u to s, un a d efen sa e n la fa se d e p rop u lsión

3. La fase de propulsión (boost phase) o de combustión es la más corta.


El misil se eleva de su silo, propulsado por los motores de la primera fase
de su lanzador, que desprenden un penacho de luz y calor que detectan ins­
tantáneamente los sensores instalados en órbitas geoestacionarias a más de
30.000 km de altitud. Dura de tres a cinco minutos. (N. del ed.)

6 . — THOM PSON
82 LA GUERRA DE LAS CALARIAS

propia de la Guerra de las Galaxias tendría que ser alertada, colo­


carse en posición de ataque, cargarse y responder con precisión y
fiabilidad absolutas contra los propulsores de misiles en vuelo as­
cendente. Tendría que hacer eso a pesar d e cualquier contramedida
que pudiera dirigirse contra ella, c independientemente de las con­
diciones climatológicas reinantes, interferencias radiofónicas o con­
tingencias del modelo de ataque escogido. Si se tratara de defensas
orbitales, tendría que haber suficientes fuerzas en órbita y en buen
estado de uso, de forma que, en cualquier momento que se esco­
giera para el ataque, hubiera suficientes satélites que tuvieran a su
alcance los silos de misiles rusos, para interceptar todos sus pro­
pulsores, incluso aunque fueran lanzados simultáneamente. Debido
al escaso margen de tiempo de reacción disponible, se ha concedido
mucha atención a la posibilidad de utilizar armas de haces similares
a la de «Luke-Skywalker», que pudieran o bien emplazarse en ór­
bita, o bien, de acuerdo con otro plan, dirigir su energía desde la
tierra hasta grandes espejos orbitales que dirigirían a su vez enton­
ces esa energía, tal vez por medio de espejos más pequeños, contra
los propulsores en vuelo ascendente. Fundamentalmente, se han
presentado tres tipos de armas de haces en estas discusiones: los
láseres químicos, los láseres de rayos X y las armas de haces de
partículas.

1) Láseres químicos

LASER significa ‘amplificación de la luz por emisión estimu­


lada de radiación*. En un láser químico se bombea energía en las
moléculas de un gas o cristal para estimularlas a soltar toda su
energía de golpe en una especie de reacción en cadena o cascada.
La luz resultante tiene varias propiedades especiales. Es extrema­
damente «coherente», es decir, que las crestas y los valles de las
ondas lumínicas que salen del medio láser están todas perfectamente
alineadas, a diferencia de la luz procedente de una fuente corriente
como una bombilla, donde las ondas de luz tienen diferentes fases
entre sí, al azar. (Es esta propiedad de la luz láser la que se usa
para crear hologramas.) Esto significa que se puede concentrar
¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 83

mucha energía en un rayo o haz láser, y también que se puede di­


rigir ese haz con mucha precisión a grandes distancias. Un detector
láser actualmente en uso por el Observatorio Real de Grccn-
\rich puede medir la distancia de un satélite con tanta precisión
que ha detectado variaciones de milésimas de segundo en la du­
ración de un día debidas a desequilibrios en los vientos alisios.4
Sin embargo, los láseres más poderosos existentes en la actualidad
son del orden de entre cien a mil veces más débiles de lo que se
necesitaría para atacar al propulsor de un cohete.
De acuerdo con el concepto IDE de las armas láser, se consi­
deran tres posibilidades de emplazamiento de láseres. El primer
método consiste en emplazar los láseres en el espacio de forma per­
manente. De acuerdo con esta idea, las estaciones de combate se­
rían transportadas por lanzaderas espaciales o algún tipo de vehícu­
lo espacial con gran capacidad de carga, o bien construidas en la
órbita terrestre con los componentes transportados por esos vehícu­
los. Las estaciones se situarían bien en una órbita geoestacionaria
(esto es, tan alta que da vueltas a la tierra a la misma velocidad de
rotación que ésta) donde permanecerían constantemente sobre los
silos de misiles soviéticos, bien en una órbita más baja, lo que
exigiría la necesidad de desplegar más estaciones de combate,
debido a su proximidad con los propulsores ascendentes. En
el segundo caso habría que desplegar más estaciones de combate
porque los satélites situados en una órbita baja dan una vuelta a
la tierra cada pocas horas, de forma que habría que colocar sufi­
cientes satélites para suplir a los que pierden regularmente de vista
a sus blancos.
Un segundo método, que goza del favor de George Keyvrorth,
consejero científico del presidente Reagan, consiste en situar los
láseres en cimas montañosas y dirigir sus rayos hacia grandes es­
pejos transmisores emplazados en órbitas geoestacionarias. Estos
espejos dirigirían luego la energía a un conjunto de espejos más
pequeños en una órbita terrestre más baja, energía que eliminaría
uno a uno todos los propulsores en rápida sucesión. Este método
tiene la ventaja de que no hay por qué construir láseres suplemen-

4. New Scicnlist (21 de enero de 1985).


84 LA QUERRA DE LAS GALAXIAS

tarios para compensar a Jos satélites ausentes, y de que los vulne­


rables láseres y sus graneles y caras fuentes de energía están a salvo
sobre la tierra. Sin embargo, incluso en las cimas montañosas los
láseres estarían expuestos a las condiciones climáticas, cielo cubier­
to, etc. Por lo tanto habría que construir láseres suplementarios en
compensación.
El tercer método en consideración con respecto al emplaza­
miento de láseres y otros sistemas de la Guerra de las Galaxias es
el método pop-up} Las armas se conservarían en tierra hasta que
se necesitaran. El problema de esta idea es que, siendo la tierra
redonda, cualquier arma pop-up debería subir a cierta altura sólo
para ver a su blanco por encima del horizonte. E l propulsor pop-up
tendría por lo tanto que ser mucho más rápido que los cohetes
atacados para neutralizar sus armas ofensivas antes de que el pro­
pulsor-blanco completara su lanzamiento. Los sistemas pop-up em­
plazados en los Estados Unidos estarían separados por unos 90 gra­
dos de arco de los campos de silos rusos y, por consiguiente, ten­
drían que disponer de lanzadores de cohetes varios miles de veces
más grandes que el cohete que llevó a los astronautas del Apolo a la
luna. Una alternativa en el modo de emplazamiento sería intentar
colocar sistemas pop-up en Europa (ver p. 153), pero incluso así
se necesitarían propulsores enormes y sistemas computerizados de
lanzamiento instantáneo para garantizar la captación visual, aunque
sólo fuera por unos pocos segundos, del blanco por encima del ho­
rizonte. Si se colocaran los cohetes pop-up en el mar podrían estar
más cerca de los campos de misiles, pero entonces se volverían
vulnerables a u n ataque antisubm arino, que los inutilizaría. Para
garantizar el éxito, los submarinos tendrían que evolucionar per­
m anentemente cerca de la Unión Soviética, tal vez acompañados
por grandes convoyes protectores. Para que pudieran equiparse
con propulsores lo bastante poderosos como para lanzar los pop-up,
los submarinos tendrían que ser enorm es; como dijo un comenta-5

5. Hemos optado por conservar la expresión pop-up para evitar la mo­


lesta perífrasis derivada de su traducción. Los sistemas pop-up son aquellos
en que las estaciones láser estarían situadas en misiles emplazados en tierra
listos para ser lanzados ante la alerta de un ataque enemigo. (N. del ed.)
¿QfJ& m LA CAfMXA m LA* g a l a x i a *? R3

rista: *Un seguida se llega a h ridicula COflcluifeíiT de que el océano


no es Jo suficientem ente p ro fu n d o com o para o cultar al subm arino,
incluso aunque esté asentado en el fo n d o » /
lxi$ esquem as defensivos basados en ef láser exigen un nivel
de inversión asom broso, y los principios que los rigen están aun
muy lejos de baber sido puestos en práctica, í/>s cálculo* de la
U nion of C oncerned Scientísfs m uestran que la construcción de una
defensa láser instalada en el espacio requerí ría que se transporta-
ran unas 1.300 toneladas de com bustible láser al espacio. Y esto
se calcula utilizando presunciones que algunos considerarían op ti­
m istas m ás allá de lo razonable, a saber: perfectos espejos láser,
láseres de m áxim a eficacia y, quizás la más optim ista de todas las
presunciones, qu e los rusos bayan m antenido sim plem ente su fuer­
za actual en m isiles. Incluso con estas condiciones, el coste de si­
tuar sim plem ente en ó rb ita las estaciones de guerra sería del orden
de cuatro m il m illones de dólares.7 ÍCosta T sípsis, del In stitu to de
Tecnología d e M assacbusetts, estim a que utilizando diez lanzade­
ras espacíales que realizaran cada una tres m isiones al ario, se ne­
cesitarían e n tre 3 .2 0 0 y 6 ,4 0 0 años sólo para tra n sp o rtar a su
órbita el com b u stib le d e una flota d e estaciones de com bate equi­
padas con láseres.* T odas estas cifras son m uy especulativas, pero
dan una idea del tam año del p roblem a planteado. A p arte de la efi­
cacia de los diversos tipos de contram edidas, que discutirem os,
estos sistem as tien en u n ren d im ien to m uy p obre en térm inos de
ataque y de defensa, lo que equivale a decir que el increm ento de
ICBM relativam ente b arato s o incluso de señuelos en el arsenal
ruso puede forzar el despliegue de grandes cantidades de satélites
norteam ericanos incapaces de contrarrestarlos.
JLos láseres de em plazam iento terrestre adolecen de problem as
de coste sem ejantes, A unque n o bay que poneríos en órbita, la
cantidad de energía q u e deben generar es m ayor en una propor*

6 . Robert M , Bowman, «íl&w BMÍ)? Why BMf>?», Instituí# fnr Spa*#


and Securíty Stndies (septiembre de 1984).
7. Union nf Concerned S d en tists, jn b n Tlrman* ed., T¿<r Pottacy oj
Star W m , Hueva Yórfe, 1984, p. ÍOÍ.
8. Kosta Tsípsis, Understandinz Nuclear Weapont, Londres, 1985, p, IOS,
86 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

ción de tres a diez, debido a la absorción de la luz láser por la at­


mósfera. Para proporcionar energía suficiente com o para enfren­
tarse a un ataque de la magnitud anteriormente considerada, se
necesitarían entre 100.000 y 3 0 0 .0 0 0 megavatios de energía eléc­
trica. ¡Esto representa entre el 20 y e l 6 0 por 100 de toda la capa­
cidad energética interna de los Estados Unidos! Resultaría obvia­
mente im posible sustraer esa energía a la red nacional, y por lo
tanto deberían construirse plantas de energía especialmente dise­
ñadas, con un coste de cientos de m iles de m illones de dólares.
Para evitar desviaciones en el haz láser debidas a turbulencias va­
riables en la atmósfera (es decir, titilaciones), el láser emplazado
en tierra debería ser ayudado por un láser más pequeño situado
cerca de su espejo en la órbita espacial. E sta técnica, conocida
com o «óptica adaptable», ya se ha realizado en parte en algunos
telescopios astronómicos m odernos, que utilizan espejos construi­
dos con varios segm entos que se m antienen en una alineación per­
fecta bajo control de com putadora. E n el caso de un espejo láser
los requisitos serían especialm ente estrictos porque la estación te­
rrestre tendría que analizar la am plitud de onda d el haz merced al
láser «de alarma» emplazado en e l espacio y variar la situación del
espejo transmisor una fracción d e segundo antes de que la forma
de la turbulencia atm osférica pudiera cambiar. Para que la esta­
ción de láser emplazada en tierra descargue toda su energía en los
transmisores, debe m antenerse la precisión d el espejo láser dentro
del margen de la longitud de onda de la luz d el láser (alrededor de
una m illonésim a d e centím etro en e l caso d e l láser ultravioleta).
E ste nivel de precisión deberían m antenerlo to d o s lo s espejos de
la cadena, a pesar d e las grandes cantidades d e energía que estarían
haciendo cambiar de dirección. P or otro lad o, pequeñas variaciones
locales en la form a d el espejo, que só lo ocasionarían pequeñas abe­
rraciones en un espejo astronóm ico, absorben rápidam ente e l calor
de la luz d el haz láser, provocando en seguida una grave deform a­
ción d e la superficie o la destrucción d el espejo.
Sin embargo, aun suponiendo que pueda generarse la energía
láser requerida, los problemas no están resueltos. El haz debe diri­
girse al propulsor del misil con una precisión de uno o dos metros
sobre una distancia de varios miles de kilómetros, y mantenerse
¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 87

en la misma posición, sin movimiento u oscilación, durante los


varios segundos en que hace su trabajo. El propulsor-blanco sería
detectado por la gran cantidad de radiación infrarroja (calórica)
emitida por los motores de sus cohetes. Sin embargo, el penacho
del cohete es distinto del cuerpo del cohete, y se necesitaría, para
guiar el haz, algún tipo de sensor activo como el radar, y más
probablemente un tipo de radar láser. Tanto el detector de infra­
rrojos como el radar serían susceptibles de interferencia, de ser
cegados, de creación de falsas señales, etc. Además, dado que la
radiación infrarroja tiene una longitud de onda mucho mayor que
el haz del propio láser, se requeriría, para dirigir el haz con la pre­
cisión necesaria, un espejo cuyo diámetro fuera unas diez veces
superior al del espejo del láser y tuviera la misma precisión re­
lativa.
Por último, aún no está nada claro cuándo podrán construirse
láseres del tamaño adecuado, si es que de verdad pueden construir­
se. Los analistas de la ID E suelen referirse al uso de láseres de
25 megavatios en el espacio, o de láseres emplazados en tierra ca­
paces de producir resultados del orden de 400 megavatios. Sin
embargo, los láseres más poderosos de la aviación norteamericana
hoy en uso sólo generan unos 40 0.0 0 0 vatios, y la Comisión Flet-
cher ha pedido el ensayo de un láser de dos megavatios hacia
1987. Ocurre a menudo en ciencia (como desde luego en otros
campos) que lo que parece ser una mera carencia cuantitativa se
convierte en carencia cualitativa. En los años sesenta los científicos
hablaban de fuentes de energía económicas y renovables proceden­
tes de la energía de fusión. Sin embargo, un cuarto de siglo más
tarde se ha progresado tan poco que tanto el gobierno británico
como el de los Estados U nidos están recortando sustancialmente la
investigación en materia de fusión. Curiosamente, la raíz del pro­
blema parece algo semejante al problema de desarrollar láseres mi­
litares, es decir, al problema de almacenar y dirigir provechosa­
mente grandes cantidades de energía.
88 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

2) Haces de partículas 9

Los haces de partículas están relacionados con los haces produ­


cidos por grandes aceleradores de partículas en los laboratorios de
investigación sobre la materia a escala atómica y subatómica. Pre­
sentan serios inconvenientes en lo que concierne a la IDE, y por
ello no requieren mucha discusión, dado el estado actual de la cien­
cia, El principal inconveniente de los haces de partículas parece
ser que el método por el cual interferirían el blanco es impreciso.
Las esperanzas parecen centrarse alrededor del efecto destructivo
del haz sobre los circuitos electrónicos en el sistema de guiado de
los misiles o, tal vez, con energías algo mayores, en la detonación
de un gran explosivo convencional en una carga nuclear. Un serio
inconveniente adicional de los haces de partículas es que el campo
magnético de la tierra curva su trayectoria de forma incontrolable,
haciéndolos imposibles de dirigir. Puede construirse un haz de par­
tículas neutro que no sea afectado de esta manera, pero en cuanto
encuentra el más mínimo rastro de atmósfera terrestre, se carga y
desvía de su trayectoria haciendo espirales.
Aunque los haces de partículas parecen actualmente candidatos
poco probables para la defensa en la fase de propulsión, algunos
comentaristas creen que pueden usarse para sistemas de defensa en
la fase terminal junto a láseres. Esto se basa en la observación de
que bajo ciertas condiciones puede utilizarse un láser para crear un
«túnel» en la atmósfera que no sólo perm itiría que pasara un haz
de partículas sino que también podría ayudar a dirigir y concen­
trar el haz. Los científicos del laboratorio Lawrence Livermore han
hecho recientemente oscuras alusiones acerca del éxito en experi­
mentos con este sistema. Sin embargo, estas armas son poco sus­
ceptibles de formar parte de la primera generación de quincalla
propia de la ID E, si es que llega algún día.

9. Las armas de haces de partículas están compuestas por una fuente


de alimentación, una fuente intensa de iones o electrones y un acelerador do­
tado de un sistema de focalización del haz. Los principales problemas están
centrados en los aceleradores, que exigen en la actualidad instalaciones gi­
gantescas. Lo habitual en ellos es que un campo eléctrico proporcione ener­
gía a las partículas y que un campo magnético las guíe. (N. del ed)
¿QUÉ ÉS LA GUPBifcA VE LAS GAt.Ajn/k$7 £y

)) El láser Je rayét X

El láéer de rayos X f tal com o lo proporte el ¿•Ktrft J id im d


Teller, tiene una forma de operar fundaroenralroemí. dhtinrs de
las otras armas de haces tratadas hasta aquí, habida cuenta de que
extrae su energía de una bomba nuclear. Los científicos del lato-
ratono Lawrencc Lívcrm ore han m ostrado que, en las condiciones
adecuadas, la energía de una explosión nuclear puede bombearse a
un material con propiedades láser, dando origen a estallidos cortos
pero muy brillantes de radiación láser con las longitudes d e onda
de los rayos X , A u nq ue los rayos X n o son reflejados por los espe­
jos de la m ism a form a que lo s haces de luz, el haz puede dirigirse
gradas a un d iseño cuidad oso de las barras láser, Resulta que, de­
bido a la forma en qu e se produce la reacción en cadena de la aro-
plificadón láser, se em ite una cantidad mayor de energía láser
desde loá extrem os d e la trayectoria de un material láser que
desde sus lados. Jun tand o el m aterial láser en haces de fibra de la
dimensión correcta, e s p o sib le dirigir el haz de rayos X sobre un
área de algunos cientos' d e m etros a una distancia de unos 4 ,0 0 0 km ,
Á esta distancia, u n haz d e rayos X podría tener la energía sufi­
ciente para averiar un propu lsor, y probablem ente podría hacer
variar su trayectoria lo su ficien te com o para proteger un blanco
«reforzado», com o un silo d e m isiles, qu e requiere un impacto muy
preciso.
El mecanismo del láser de rayos X es muy diferente en prin­
cipio del de un láser químico; ya que la. energía se libera en un
estallido tan breve (más o menos una millonésima de segundo), el
láser no tiene que seguir al propulsor (desde luego, lo tendría
difícil, ya que habría dejado de existir), y la gran zona cubierta
por los rayos X haría del hecho de apuntar algo menos vital. La
explosión láser se consigue inmediatamente, y los rayos X son
absorbidos por la primera fracción de milímetro del envoltorio del
propulsor, creando una onda de choque que podría averiarlo. La
ventaja del láser de rayos X es que el arma sería muy ligera en re­
lación con la energía que liberaría y, al no requerir fuentes de
energía voluminosas, resultaría más fácil y barato de poner en
órbita, Podría equiparse una estación de combate láser con varios
90 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

equipos de barras láser para intentar destruir varios blancos sepa­


rados con la energía de una sola explosión nuclear. Sin embargo,
una estación de combate equipada con láser de rayos X seguiría
necesitando el mismo equipo complejo para localizar y apuntar a
un blanco, lo que podría invalidar estas ventajas, particularmente
en el caso de un láser del que se espera que destruya de golpe más
de un solo blanco.
El láser de rayos X plantea otros problemas. U n problema téc­
nico muy serio es el hecho de que el aire absorbe fuertemente los
rayos X y no pueden por lo tanto atacar a los propulsores hasta
que se separan de la atmósfera terrestre. D e hecho, la energía de
un láser de rayos X no podría ser liberada contra el propulsor de un
cohete a una altitud inferior a unos 105 km , lo que haría muy
fácil la contradefensa, como verem os.

4) Armas de energía cinética en la defensa en la fase


de propulsión

Una última posibilidad que está en investigación como posible


defensa en la fase de propulsión son las llamadas «armas de ener­
gía cinética», es decir, cohetes y proyectiles acelerados eléctrica­
mente y diseñados para chocar con otros cohetes. É stos tienen la
ventaja de que se conoce, hasta cierto p u n to, su tecnología. Sin
embargo, la velocidad a la que los cohetes y las otras armas de
energía cinética tendrían que operar para interceptar un propulsor
en vuelo supondría una gran desventaja. Las armas de energía ci­
nética encuentran sus blancos por m edio de una m ezcla de sensores
infrarrojos y radar, pero el calor generado por la fricción atmosfé­
rica puede despistar com pletam ente a los sensores infrarrojos, re­
duciendo así la velocidad que se podría alcanzar. D eb id o al tiempo
necesario para que cada cohete o proyectil alcance su blanco, los
m isiles sólo serían vulnerables si hubiera un transportador de cohe­
tes virtualm ente encima de ellos. E sto supondría que una defensa
eficaz debería disparar un núm ero desorbitante de transportadores
para compensar las grandes cantidades que quedarían fuera del al­
cance de sus blancos en cualquier m om en to. In cluso con el nivel
¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 91

de armamento soviético actual, el coste de poner simplemente en


órbita esa flota sería de unos 13 m il m illones de dólares .10

Intercepción en la fase intermedia de vuelo

La segunda fase del plan de los tres frentes o tres capas se re­
fiere a la intercepción de las cargas nucleares soltadas por los pro­
pulsores supervivientes m ientras vuelan a través del espacio. Ésta
se considera la fase más d ifícil e insegura de toda la operación, por
la dificultad de localizar y seguir las cargas nucleares en su vuelo
de 20 a 3 0 m inutos desd e que se separan de sus propulsores hasta
que vuelven a entrar en la atm ósfera terrestre para dirigirse hada
sus blancos. M ientras que a lo s propulsores ascendentes los dela­
taban los penachos ilum inados de sus cohetes, las cargas nudeares,
una vez en e l e sp a d o , sólo em itirán débiles radiadones infrarro­
jas. La d etecd ón d e estos blancos exigiría sensores enfriados crio­
génicamente de una sensibilidad muchas veces superior a la de
cualquiera de lo s actualm ente disponibles. P or si fuera poco, por
cada carga nu d ear real desplegada habría m uchos señuelos diseña­
dos para confundir a lo s sensores y sobrecargar a las computadoras
que planifican la op erad ón d e com bate. Cargas falsas, globos m e­
tálicos, chatarra y residuos que reflejan el radar, y aerosoles que
reflejan los infrarrojos acompañarían a las cargas nudeares en su
viaje, y sería m uy d ifícil distinguir las cargas auténticas de los se­
ñuelos, porque en e l v a d o d el esp a d o todos volarían a la misma
veloddad. U n p osib le m étod o de entendérselas con esta «nube
amenazante» sería atacar indiscrim inadam ente a todos los objetos;
sería, em pero, m uy caro, y resultaría d ifícil garantizar que algún
sistema pudiera enfrentarse con eficada a todos los tipos de señue­
lo que el ingenio d e lo s enem igos pudiera inventar.
Si se ded d iera atacar cada objeto de la nube amenazante, ha­
bría que escoger entre utilizar aleatoriam ente ingenios buscadores,
o utilizar algún tip o central de planificación de com bate que asig­
nara blancos concretos a interceptores concretos. Si se escogiera el

10. The Fallacy of Star Wars, op. cit., p. 103.


92 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

primer método, entonces, incluso suponiendo un 300 por 100 de


Aciertos, el porcentaje de redundancia de las armas defensivas sería
enorme. Se ha calculado que se necesitarían unos 70.000 artefactos
contra 10.000 objetos situados en el espacio medio para lograr un
porcentaje del 99,9 por 100 de aciertos. Si la nube amenazante
tuviera 100.000 objetos, lo cual es muy posible, entonces el nú­
mero alcanza 700.000.M

Defensa en la fase terminal

El tercer momento de la IDE supone interceptar cargas nu­


cleares cuando vuelven a entrar en la atmósfera para dirigirse ba­
cía sus blancos. En este estadio de su vuelo, se pueden distinguir
de nuevo las cargas de la chatarra, globos y señuelos que las acom­
pañan, ya que la atmósfera los arrastra. Éste podría parecer un
problema técnicamente más sencillo que el de asestar golpes que
dejaran fuera de combate a los propulsores procedentes de los silos
de misiles rusos. Sin embargo, los vehículos de reentrada de los
misiles balísticos reingresan en la atmósfera a velocidades prodigio­
sas, lo que dificulta su seguimiento y la puntería en el poco tiempo
restante para su intercepción. Si se instalara una defensa en la fase
terminal, el enemigo podría adoptar con mucha facilidad sistemas
adicionales de penetración; por ejemplo, hacer que los vehículos de
reentrada maniobraran de forma impredecible al detectar un ata­
que. Ciertamente, es plausible que se pudiera construir una defen­
sa terminal que defendiera uno o dos campos de silos de misiles.
Para destruir un silo de misiles acorazado la carga nuclear ha de
llegar con gran precisión, y a los misiles interceptores les costaría
mucho más alcanzar sus blancos de lo que les costaría hacerlo so­
bre un objetivo blando como una ciudad.
<¡Y si pudiera construirse un sistema defensivo razonablemente
seguro para cierta área? Tendría que enfrentarse a un hipotético
ataque de proporciones y diseño desconocidos. El enemigo podría
decidir concentrar toda o gran parte de su fuerza en misiles, en1

11. Ibid,, p. 137.


¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 93

unos pocos blancos seleccionados, con la intención de superar esa


defensa; desde luego, una defensa perfecta debería poder enfren­
tarse al lanzam iento de todo el arsenal ruso de ICBM contra un
solo blanco no especificado. P uesto que los cohetes interceptores
ABM deben volar a velocidades limitadas a causa de la fricción at­
mosférica (es decir, velocidades semejantes a las de los propios
vehículos de reentrada) tendrían un alcance muy lim itado, haciendo
inevitable una redundancia a gran escala. Se ha estim ado que in­
cluso si pudieran superarse los form idables problemas técnicos,
para estar seguros de poder controlar los vehículos de reentrada
supervivientes en un ataque de 1.4 0 0 m isiles balísticos, los Esta­
dos U nidos tendrían que construir una flota de 2 8 0 .0 0 0 intercep­
tores .12

C ontra m edid as

Las consideraciones precedentes dan una idea del gigantesco


tamaño de la operación propuesta por el presidente Reagan. Sin
embargo, todos estos cálculos usan las suposiciones más favorables
para los Estados Unidos, es decir, ningún crecimiento en el tamaño
del arsenal soviético, ningún desarrollo de contramedidas, etc. Pero
la ruptura de los tratados ABM y SALT que implica la Guerra
de las Galaxias es poco susceptible de originar una situación así.
En cuanto se deroguen los tratados, ya no habrá incentivos en am­
bos lados para restringir la producción de armas nucleares, y desde
luego los rusos han dejado claro recientemente que contrarrestaran
el programa norteamericano de la IDE mediante un rearme nuclear

12. Ashton B. Cárter, Directed Energy Missile Defense in Space, US


Office of Technology Assessment, Washington DC (abril de 1984). Estas esti­
maciones, como algunas de la Union of Concemed Scientists, han recibido
duras críticas procedentes del grupo de presión en pro de la IDE (especial­
mente dentro del laboratorio Livermore) y sus partidarios. Varían mucho en
función de los datos de base y los consiguientes parámetros, lo que pone de
relieve la naturaleza hipotética de todo el proyecto: ver Robcrt Jastrow, «The
War against "Star Wars"», en Commentary (marzo de 1985); y Franlc von
Hippel en el Bullctin of the Atomic Scientists (abril de 1985)..
94 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

destinado a penetrar esas defensas, antes que mediante un progra­


ma propio y paralelo de defensa espacial.15
Se conocen muchas contramedidas a los diferentes elementos
tratados hasta aquí. Desde luego, las propiedades del sistema in­
terceptor en la fase de propulsión que hemos considerado se basan
en el hecho de que los actuales modelos de misiles ICBM se dise­
ñaron sin pensar en esa intercepción. Los propulsores de cohetes
siguen una «trayectoria de energía mínima», lo que equivale a de­
cir que su vuelo está planificado de forma que puedan llevar el
máximo número de cargas nucleares y señuelos utilizando la canti­
dad mínima de combustible para el propulsor. D e ahí que el SS-18
tarde sus buenos cinco minutos en llegar a la altura en que dispara
sus armas, dejando pues cinco minutos para decidir, apuntar y des­
truir a su propulsor. Sin embargo, no hay razón alguna para que
un propulsor tenga que funcionar tanto tiempo, de ahí que la con­
tramedida más eficaz contra todo tipo de intercepción en la fase
de propulsión sea acortar el tiempo de ignición y quemado de for­
ma que se apague antes el penacho del cohete que emite la radia­
ción infrarroja que lo delata. E sto sería considerablemente eficaz,
puesto que, com o hem os visto, la mayoría de las formas de inter­
cepción posibles, y en especial el por lo demás prometedor láser de
rayos X , son ineficaces por debajo de una cierta altura atmosférica.
La empresa constructora de cohetes M cDonnell Douglas declaró
ante el Congreso de los Estados Unidos que, con un modesto in­
cremento en el coste de un 10 por 100 , se podría fabricar un pro­
pulsor de cohete que completara su fase de propulsión en sólo 40
segundos. E sto invalidaría por com pleto muchos de los sistemas
para la destrucción en la fase de propulsión que hemos enumerado
antes.
Supongam os, sin embargo, en consideración a la argumenta­
ción, que se pudiera construir un láser químico de energía muy
elevada que pudiera ascender lo suficiente en la atmósfera, reaccio­
nar lo bastante rápido y dirigirse con precisión para alcanzar a los
propulsores ascendentes durante sus primeros 40 segundos de vue­
lo. E l atacante dispondría entonces de una serie de contramedidas 13

13. Guardian (26 de julio de 1985).


<JQU¿ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 95

baratas: por ejemplo, podría proteger los propulsores contra ios


efectos de los láseres. Entre las restantes medidas posibles estaría
la de cubrir todo el cohete con un material que permita que se
queme el revestimiento del vehículo y se desprenda calor al hacerlo.
(Este material se usa actualmente para proteger a los vehículos espa*
cíales contra el calor generado al reingresar en la atmósfera.) Podría
optarse por hacer girar a los propulsores de forma que un rayo láser
agresor tuviera que emplear el triple de tiempo atacando al propul­
sor para liberar la misma cantidad de calor contra un punto dado de
su revestimiento. El efecto combinado de estas dos sencillas contra­
medidas obligaría a multiplicar por diez el número de estaciones lá­
ser. en órbita. En esta etapa podrían adoptarse también otras contra­
medidas más sofisticadas. Entre éstas se encuentran la confusión
de los sensores infrarrojos que se dirigen al haz láser y la confu­
sión del radar láser mediante la multiplicación de reflectores bri­
llantes en los ángulos. Un método más complejo de atacar estacio­
nes espaciales en órbita sería el de enviar láseres de rayos X a
través de la atmósfera para atacarlas. Un haz láser muy brillante
en origen puede abrirse camino a través de la atmósfera debido a
un fenómeno conocido como «decoloración», que significa que un
láser de rayos X disparado desde dentro de la atmósfera tendría
un alcance mayor que otro disparado desde fuera de ella.
En las otras capas o estadios del sistema ID E, la ventaja tam­
bién permanecería del lado del agresor. D urante el corto viaje de
las cargas nucleares por el espacio, la defensa se enfrentaría a una
nube de señuelos de diseño y habilidades desconocidos. Algunos
podrían contener material para confundir a los sensores activos
como si fueran proyectiles de neutrones.14 Otros podrían tener car­
gas nucleares unidas a otras cargas pesadas con el objetivo de con­
fundir a los misiles atacantes en cuanto a su centro de gravedad.
Los sensores infrarrojos y los radares podrían cegarse haciendo es­
tallar algunos ingenios nucleares en la parte superior de la atmós­
fera, lo que causaría una impresionante y persistente incandescencia

14. Se ha sugerido d ensayo de un «policía espacial» activo, que irradia­


ría un satélite con neutrones y trataría de decidir si estaba o no ante una
carga nuclear por el número de neutrones emitidos por el blanco.
96 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

en un gran número de longitudes de onda cruciales. Entre las res­


tantes contramedidas a aplicar en esta fase está el burlar los me­
canismos que confirman que un objetivo ha sido alcanzado, tal vez
expulsando fragmentos o dividiendo el blanco en varias partes.
La intercepción en la fase terminal permite también la intro­
ducción de otras contramedidas. Pueden usarse otra vez señuelos,
en este caso más sofisticados y caros, que simulan el peso y apa­
riencia de una carga nuclear real; los señuelos podrían emitir pe­
nachos ionizados, imitando así el envoltorio de gas caliente que
rodea a una carga nuclear; pueden diseñarse señuelos activos que,
aunque pequeños, pueden detectar la pulsación de los radares ABM
y responder con un eco gráficamente similar al que produce una
carga nuclear real.15 Una contramedída más dura pero no menos
peligrosa sería recurrir al uso de cargas nucleares muy grandes (di­
gamos del orden de los 50 megatones) contra centros de población.
Una carga similar puede ocasionar daños gigantescos incluso si es­
talla a una altura elevada, y podría provocarse su fusión de forma
«salvaje», es decir, provocar su fusión para que estalle al detectar
un ataque.
Además de las contramedidas tácticas arriba esbozadas, podría
contarse con varias contramedidas estratégicas ante un atacante
que se enfrentara a una fuerza defensiva del tipo de la IDE.
Las armas de energía cinética serían más eficaces en órbitas bajas
si se pudiera conseguir que sus órbitas pasaran por encima de dos
0 más emplazamientos ICBM, lo que permitiría utilizar una menor
cantidad de estaciones de combate para controlar cada base de
lanzamiento de misiles. Pero, a la inversa, esas estaciones de com­
bate podrían hacerse menos eficaces amontonando los ICBM en
menos bases aunque con mayor densidad de concentración. Se po­
dría escoger el modelo de ataque que explotara las debilidades
particulares de la tecnología defensiva escogida. Por ejemplo, las
estaciones de combate equipadas con láseres químicos y sus corres­
pondientes sistemas de mando y control tendrían grandes dificul­
tades para hacer frente a un enorme lanzamiento simultáneo que las

15. R. Jcffrey Smitb, «The Scarch for Nuclear Sanctuary», en Science,


1 y 8 (julio de 1983).
¿Oüé ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 97

obligara a enfrentarse con una gran cantidad de blancos sucesivos.


Los artefactos con láseres de rayos X multicspiralizados adolece­
rían del problema contrario porque, basta para detener un pequeño
lanzamiento de uno o dos misiles, el arma tendría que autodcs-
truirse; podría forzarse el «suicidio» de esas estaciones de combate
atacándolas directamente.

ASAT, LA GUERRA SOBRE EL MUNDO

La guerra antisatélites (ASAT) es una perspectiva especialmen­


te preocupante, tanto por el efecto negativo que puede crear en
el uso pacífico del espacio exterior, como por la amenaza que
supone para satélites de vigilancia vitales en los que las dos su-
perpotencias confían normalmente para una alerta lejana de posi­
bles ataques y para la verificación del cumplimiento de los actuales
tratados. Además de la obvia amenaza a la paz que supondría la
destrucción intencionada de la vital capacidad de reconocimiento
y transmisión durante una situación de crisis, los desperdicios de­
rivados de los lanzamientos de satélites, las pruebas ASAT y el
ensayo de las propiedades para reflejar el radar desviadoras de las
agujas de metal puestas en órbita (etc.), han incrementado mucho
el riesgo de daño accidental tanto de los satélites de vigilancia y
transmisión com o de las m isiones espaciales tripuladas, así como
de la proyectada estación espacial norteamericana.16 Se han atribuido
ya dos fallos inesperados de satélites al choque con «chatarra» es­
pacial. Durante una época de tensiones internacionales, el fallo
inexplicable de un satélite crucial de alerta lejana podría interpre­
tarse fácilmente com o una agresión de una potencia enemiga, con
grandes consecuencias desestabilizadoras.
El A SAT ocupa un lugar especial dentro del conjunto de la
Guerra de las Galaxias, ya que se está ensayando activa y secreta­
mente la tecnología relacionada con la intercepción de satélites tan­
to en los Estados U nidos com o en la U nión Soviética. Las prime-

16. «Space Litter Making Life Hazardous for Orbiting Visitors», en


International Herald Tribune (30 de marzo de 1985).

7. —THOMPSON
9$ LA CUEkRA DE LAS GALAXIAS

ras versiones del ASAT preveían la explosión de las cargas su­


eleares cerca de los satélites, para destruirlos a distancia. Los
Estados Unidos instalaron una batería de misiles ASAT con carga
nuclear en la isla Johnson, en el Pacífico, pero fue desmantelada
en 1975, en parte porque se dieron cuenta de que la explosión de
cargas nucleares en el espacio tendría un efecto contraproducente
enlas transmisiones norteamericanas y en la red de control. Los re­
cientes progresos en los sistemas computerizados de guía han es­
timulado una serie de investigaciones de sistemas sin artefactos nu­
cleares. Las pruebas rusas han recurrido a la destrucción de satélites
en Órbita mediante el control de «minas espaciales» (es decir, otros
satélites que contienen explosivos poderosos) cerca de ellos. Aun­
que tosco, el sistema ASAT ruso ha tenido algunos éxitos. Es len­
to, sin embargo, puesto que los interceptores sólo pueden lanzarse
cuando sus blancos están en una órbita propida. Un sistema nor­
teamericano más sofisticado utiliza el lanzamiento, desde un avión
que vuela a gran altura, de un vehículo miniaturizado con búsque­
da guiada del blanco. Este aparato ya se ha ensayado satisfactoria­
mente. Aunque ninguno de los dos sistemas constituye un desa­
rrollo completo del sistema ASAT por el momento, el sistema
norteamericano es potendalmente más amenazante, ya que podría
usarse para desencadenar un ataque coordinado contra los satélites
rusos situados en una órbita inferior, mientras que el aparato
ASAT ruso no parece susceptible de plantear amenazas a los saté­
lites de los Estados Unidos en un futuro inmediato.
La investigación ASAT tiene peligrosas consecuendas para el
desarrollo de la carrera armamentista en el espado. Ambas poten­
cias son conscientes de que el tratado ABM no prohíbe el ensayo
de armas ASAT p e r s e , mientras se pueda decir que no tienen ca­
pacidades ABM. Se prohíbe únicamente el uso de esas armas. Hay
pruebas de que los investigadores de armas pueden usar este res-
quido en secreto, en un intento de crear artefactos a los que podría
conferirse más tarde un papel ABM. El propio George Keyworth
ha afirmado que las pruebas ASAT son «... importantes para en­
sayar la tecnología de destrucción de misiles».17 Los artefactos

17. The FaUacy o f Star Wars , op. c i t p. 225.


¿QVÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 99

ASAT también jugarían un papel Importante en el despliegue ofen­


sivo contra cualquier sistema ID E en órbita. Podría llegarse a una
situación en que, para proteger a los satélites interceptores en ór­
bitas concretas, los Estados Unidos o la URSS tendrían que decla­
rar «zonas exclusivas absolutas» ciertas franjas particulares de la
órbita terrestre. Cualquier vehículo espacial que las atravesara sin
autorización previa estaría sujeto a destrucción instantánea por
pane de las naves satélites preparadas para defender la flota.
Entre las armas que se proponen para un papel ASAT está la
panoplia habitual: el láser y las armas de haces de partículas. Pa­
rece probable que éstas fueran mucho más eficaces en el vacío es­
pacial de lo que lo serían contra cohetes que transitaran la at­
mósfera terrestre. Los satélites tienden a ser blancos «blandos».
Si se utilizan para reconocimiento o procesamiento de datos tienen
sensores sensibles y circuitos electrónicos que pueden ser cegados
o engañados fácilmente; además, los satélites se pueden seguir y
apuntar muy fácilmente, ya que viajan durante largos períodos de
tiempo en órbitas visibles. E sto hace mucho más remota la posi­
bilidad de construir un sistema ABM emplazado en el espacio, ya
que sería virtualmente imposible de defender contra la contingen­
cia de un ataque masivo desde el propio espacio. Los satélites son
muy fáciles de destruir, además de por un contraataque con láseres
y armas de haces, por objetos voladores reforzados, a causa de la
abrasión de tierra o polvo, etc. U n enjambre de perdigones lanza­
dos en una órbita opuesta a la de un satélite chocaría con ese sa­
télite a una velocidad de 16 km por segundo, y a esa velocidad
ün perdigón de unos 28 gramos puede atravesar 15 cm de acero
reforzado.18

Ke ü NIRLO TODO: MANDO Y CONTROL

Hasta ahora nos hemos centrado en aspectos técnicos aislados


de un sistema ID E . Como hemos visto, estos problemas aislados

1S. Space Based Missile Defense, XJmon of Concemed Sdentists (marzo


í de 1984). M .I ■■ i ,%
1Ó0 LA gueérA £6 LAá GalAxíaS

son enormes y están muy lejos de resolverse en el estado actual de


nuestro conocimiento, Sin embargo, el problem a de reunir todos
estos elementos en un conjunto eficaz y funcional empequeñece
completamente los problemas aislados,
El 0*1 (mando, control, transmisiones e inform ación)19 presen­
ta, con creces, el mayor reto de cualquier elem ento de la ID E y se
le ha concedido la parte del león en el presupuesto de desarrollo
de la ID E para los próximos cinco años, un 45 por 100 del total,20
El director de la ID E , Jam es A braham son, describió el C3I como
el «pegamento» que daría coherencia a todo el sistema. Un sistema
así tendría que superar muchos problem as aparentem ente insolu­
bles, además de los planteados por la energía para las transmisio­
nes y el procesamiento de datos, de los que nos ocupamos luego.
Para que pudiera funcionar dentro del entorno propio de una gue­
rra nuclear habría que encontrar una solución definitiva al problema
del pulso electromagnético (EM P), Los científicos se percataron por
vez primera de la im portancia de este fenómeno durante los ensa­
yos atmosféricos nucleares en el Pacífico, cuando una explosión nu­
clear sobre la isla Johnson apagó el alum brado público en H awai,
a más de 1,200 kilóm etros, Se descubrió que la explosión de ar­
mas nucleares en la parte superior de la atmósfera crea un potente
pulso electromagnético que provoca un altísimo voltaje en los com-

19. El O I (mando, control, transmisiones e información) es la columna


vertebral de la estrategia nuclear y, por consiguiente, de la Iniciativa de
Defensa Estratégica. El C3I comprende la cadena de centros de mando y con­
trol, enlaces de transmisiones, instalaciones de procesamiento de datos y los
diversos procedimientos diseñados para posibilitar el despliegue de las fuerzas
nucleares estratégicas (en el caso de la ID E sería de todos sus sistemas y
fuerzas). La complejidad de los sistemas de mando, control, transmisiones e
información es enorme. Valga como ejemplo, esta incompleta descripción del
sistema de C3I norteamericano: unos 30.000 empleados agrupados en diver­
sos mandos, submandos y secciones; los «cuarteles generales de teatro de ope­
raciones» (el sistema de mando y control militar a escala planetaria), 43 sis­
temas de comunicaciones diferentes, etc.
La drástica reducción de tiempos de algunas de las fases de intercepción
de la ID E explica la importancia del mando, control, transmisiones e in­
formación en los planes de investigación. (N. del ed,)
20. The Strategic Defense Imtiativc; Costs, Contractors and Consequen-
ces, Council on Economic Priorities, Nueva York, 1983.
¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 101

ponentes eléctricos y electrónicos sobre una amplia zona de 3a su­


perficie terrestre. Aunque abora puedan acorazarse contra el ILMP
algunos sistemas limitados y restringidos, como el aparato de guía
de los misiles balísticos, hasta el pum o de que podría confiarle en
que funcionaran en el marco de un ataque nuclear, es poco proba­
ble que las redes de computadoras y telecomunicaciones que boy
existen sobrevivieran si se hiciera estallar un puñado de armas nu­
cleares con la intención de destruirlas.21
Un sistema operativo de combate para la ID E debería satisfa­
cer un conjunto aparentemente imposible de características. Ten­
dría que estar en alerta a todas horas, ofrecer una estimación infa­
lible acerca de cualquier m odelo de ataque que se inventara y
responder a esa estim ación con fuerza militar, con casi total segu­
ridad sin tiem po para la intervención humana. Tendría que funcio­
nar pese a los intentos de neutralizarlo, y debería continuar fun­
cionando con eficacia durante cierto tiempo en un contexto de
explosiones nucleares, peligros, engaños y falsas radiaciones elec­
tromagnéticas a gran escala. U n sistema así debería empezar a
funcionar segundos después de detectar un primer lanzamiento de
m isiles. D espués de eso tendría que seguir a muchos propulsores,
tal vez a m iles, que podrían dividirse en decenas de miles de cargas
nucleares y señuelos. Debería seguir trayectorias diferentes para
todos estos objetos. En las primeras fases del ataque el sistema
operativo de com bate tendría que escoger blancos para lo s láseres
y armas de energía cinética en el orden correcto de prioridad, y
asegurarse de que a cada blanco se le asignaba un solo interceptor.
Tendría que rastrear cada impacto para asegurarse de que había
sido acertado y destruido. Para conseguir estos difíciles objetivos,
todos los elem entos del sistem a operativo de combate emplazados
en el espacio y en tierra tendrían que permanecer en contacto con­
tinuo e ininterrum pido entre sí. Los sensores y computadoras ne­
cesarios para poner en marcha tal sistema tendrían que ser del or-

21. Desmond Bal!, «Can Nuclear War Be Controllcd?» (Adclphi Paper,


169), International Institutc of Strategic Studies, Londres, 1981. Ver tam­
bién Ashton B. Cárter, «The Command and Control pf Nuclear ei)
$cien(ific American (enero de 1985),
1 0 2 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

den dé un millón a den millones de veces más eficaces que los que
hoy existen ,22 Además de eso, se necesitaría un software de una
complejidad inimaginable para hacer fundonar el sistema. Éste
tendría que codificarse de forma, que se garantizara que iba a fun­
cionar en su primera experimentación real sin error alguno. D e
momento esto está simplemente mucho más allá de nuestras posi­
bilidades, Todo el software comercial y científico actual precisa de
experimentación y ajuste extensivos antes de que se pueda vender
para su uso e, incluso así, se siguen descubriendo errores a lo largo
de la vida operativa del software: Todo software contiene errores,
pero el software comercial generalizado tiende a alcanzar con el
tiempo un grado en el que los fracasos sólo se producen bajo
circunstancias muy poco corrientes. Ningún proceso de ensayo y
control de errores sería posible en el software que dirigiera la
Guerra de las Galaxias.
Como ejemplo de los problemas planteados por el hardware y
software de los sistemas operativos de combate es instructivo ver
cómo funciona la red de control y mando militar de la O TAN.
Esta red deriva, en su forma actual, de un importante informe del
Pentágono, presentado en noviembre de 1961, acerca de los pro­
blemas de mando y control. Como resultado de este informe se
construyeron puestos de mando subterráneos a prueba de explosión
en Omaha, Nebraska, y en la montaña Cheyenne, y se estableció
un sistema rotativo que garantiza que en cualquier momento vuela
como mínimo una nave aérea preparada para disparar el arsenal
estratégico norteamericano.
Como sistema de mando y control para una estrategia basada
en la mera disuasión, es decir, la seguridad de destrucción mutua,
el sistema actual puede ser válido. Esto equivale a decir que, in­
cluso si una potencia enemiga pudiera incapacitar tanto al presi­
dente como a su lugarteniente y a todos los puestos subterráneos
de mando de un solo golpe, la maquinaria nuclear aún podría lan­
zar una represalia, controlada desde el aire por el puesto de mando
«observador», o , en últim o término, desde los submarinos nortea­
mericanos. Sin embargo, los actuales problemas de la red de mando

22. Bowman, op. ciK


¿QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 103

y control hacen dudoso que los Estados Unidos pudieran contestar


realmente a un ataque nuclear de una forma organizada, como se­
ría necesario en una defensa al estilo de la Guerra de las Galaxias.
Estudios sucesivos del Pentágono han señalado debilidades y de­
fectos en el sistema. Los vitales satélites de alerta lejana envían su
información a través de estaciones terrestres que usan kilómetros de
cable subterráneo desprotegido y nexos telefónicos comerciales vul­
nerables. Las localizaciones de las estaciones de control de satélites
se hacen públicas en los informes del Congreso.23
Los defectos de las computadoras de mando y control de alerta
lejana son notables. Con sus procedimientos actuales hay que ve­
rificar todas las advertencias sobre misiles enemigos por lo menos
con otro aparato, y hay que utilizar informes de las estaciones de
alerta lejana para confirmar el aviso de ataque recibido. Cuando,
en junio de 1980, un circuito defectuoso provocó falsas alarmas
de lo que parecía ser un ataque de misiles balísticos lanzados desde
submarinos, fue este procedimiento de doble control manual, se­
guido por una conferencia del equipo NORAD, lo que llevó a la
conclusión de que no se estaba atacando a los Estados Unidos y de
que la tercera guerra mundial no había empezado .24 En los minutos
siguientes, sin embargo, bombarderos armados con bombas nuclea­
res habían sido alertados en todos los Estados Unidos, y se estaban
preparando para despegar. Suele decirse que las falsas alertas de­
bidas a errores de funcionamiento en los equipos electrónicos
ocurren con frecuencia, un promedio de tres veces al año, junto a
falsas alarmas adicionales debidas a factores tan diferentes como
reflejos de la luna en el radar, bandadas de gansos, escapes de gas
natural y otros elementos tan impredecibles como éstos.
Además de la inestabilidad del sistema de alerta lejana, la es­
casa fiabilidad de las computadoras del WWMCCS, el pomposa­
mente llamado Sistema de Control y Mando Militar a Escala Pla­
netaria, se ha convertido en algo parecido a un escándalo nacional
en Norteamérica. El sistema se basa en 35 computadoras conven-

23. Daniel Ford, «The Button», New Yorker (1 de mayo de 1985).


24. Peter Príngle y William Arkin, SIOP: Nuclear War from tbe Inside,
Londres, 1983, p. 97.
104 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

dónales Honeywell que el Departamento de Defensa compró en


una partida a principios de los setenta por razones que nadie ha
podido desentrañar hasta ahora, Las computadoras se destinan a
fines comerciales entre los que se incluye poner al día secuencíal-
mente ficheros de datos en archivadores, y son muy poco apropia­
das para el entorno interactivo de un sistema operativo de com­
bate, Incluso después de gastar más del 100 por 100 del precio
del hardware en un complicado software destinado a superar este
defecto inherente, el sistema seguía siendo tan poco fiable que en
marzo de 1976 un oficial de la Agencia de Transmisiones de D e­
fensa afirmó que «la red se estropea aproximadamente cada 35 mi­
nutos, y el mayor tiempo sin percance alguno fue de una hora
aproximadamente».25 Durante un ejercicio militar en 1977 las com­
putadoras del WWMCCS estaban conectadas a las del Mando A t­
lántico de los Estados Unidos, a las del Mando Europeo, a las del
Mando de Actuación Inmediata, a las del Mando Táctico del Aire
y a las del Centro de Mando Militar Nacional, Durante el ejercicio,
las transmisiones entre los sistemas tuvieron una proporción de
fallo conjunto del 62 por 100 .26 En un ejercicio similar en noviem­
bre de 1980, las computadoras del WWMCCS se estropearon com­
pletamente durante doce horas.
Los investigadores de la ID E esperan resolver el problema del
hardware desarrollando nuevas generaciones de computadoras en
las que la transmisión y conexión de datos se efectúe mediante
rayos de luz más que mediante electrones. Los investigadores euro­
peos, dirigidos por un equipo de la Universidad Heriot-W att de
Edimburgo, esperan probar la primera computadora óptica del
mundo en 1986. El camino hacia un software para operaciones de
combate perfecto no ha sido tan sencillo de recorrer, dado que,
como hemos visto, además de obedecer a las leyes de la dinámica
y la relatividad, cumple la ley de Murphy, que afirma que si algo
puede salir mal, saldrá mal. Las esperanzas de progreso parecen
depender de revoluciones en los sistemas de inteligencia artificial
y de técnicas nebulosas para la «simulación computerizada» de una

25. m í* p. l i l .
26, Ball, op. cit., p. I?,
¿QUÉ ES LA QUERRA DE LAS GALAXIAS? 105

situación de defensa contra los misiles balísticos. No resulta sor­


prendente que algunas de las más convincentes expresiones de es­
cepticismo hayan procedido de los especialistas en computadoras
y en inteligencia artificial. En abril de 1985, tamo la Universidad
de Stanford como el Instituto de Tecnología de California anun­
ciaron su negativa a tomar parte en la investigación secreta de una
supercomputadora óptica. Cuando Georgc Bush visitó Londres en
una breve estancia de dos días, en junio de 1985, se le presentó
una petición firmada por 78 importantes científicos británicos es­
pecialistas en computadoras en la que afirmaban su negativa a in­
volucrarse en la investigación de un sistema IDE que sería «im­
posible de diseñar, imposible de construir e imposible de experi­
mentar».27
El espacio es un océano poco profundo: más allá de los con­
fines de la órbita terrestre y de nuestro propio sistema solar exis­
ten océanos de relatividad demasiado profundos para poderlos
cruzar. Sin embargo, es también una reserva de conocimientos
asombrosos y gratificantes. El mapa de las estrellas es probable­
mente uno de los primeros objetos construidos por el hombre aún
existente; con todo, nuestro conocimiento de las estrellas aún está
creciendo y dando frutos y asombrándonos por la variedad de sus
riquezas y paradojas de una manera que habría resultado totalmen­
te inconcebible para nuestros antecesores.
En marzo de 1986, la sonda espacial europea Giotto se habrá
encontrado con el cometa Halley. Protegida por un frágil escudo
contra el bombardeo de residuos, tratará de acercarse a un cente­
nar de kilómetros del núcleo del cometa y de fotografiar por pri­
mera vez su interior helado. Para conseguir un contacto tan estre­
cho utilizará la información de dos cohetes rusos Vega que pasarán
a mayor distancia del cometa sólo unos días antes. No es la dis-

27. Sunday Times (30 de junio de 1985). En julio, el profesor David


Pamas abandonó el equipo asesor de la S D IO sobre «cálculo por computado­
ra en apoyo de la organización de combate», diciendo que era una misión
imposible y que nunca se podría ensayar la matriz de las computadoras en
condiciones verosím iles: «es nuestro 'deber, como científicos c ingenieros»,
decirle al presidente y al público que «no tenemos tecnología mágica», en
¡\fY Tintes (12 de julio d,e 19$5)T
106 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

tensión o la cooperación Este-O este lo que funciona en este caso


sino seres humanos que com parten un ansia de conocimiento acer­
ca de su propia procedencia y de la procedencia de la tierra que
nos sustenta.
La ciencia es la historia del genio de la hum anidad, genio de­
bido a su curiosidad y, como sucede en todas las historias buenas,
tiene una versión para niños. La ID E , con sus haces de partículas
y sus fortalezas invulnerables, es la versión infantil de la ciencia,
escrita con sencillez, con im perios del bien y del mal que superan
a la realidad existente y con un final feliz en el que nadie cree
realmente. La tragedia es que esta versión de la ciencia parece
ahora a punto de subsum ír a la o tra, como si estuviera teniendo
lugar un cambio degenerativo en el centro de gravedad de nuestra
conciencia colectiva. M ientras soñamos con alcanzar las estrellas
nuestro pequeño trozo de espacio se está estrechando sobre noso­
tros y lo estamos llenando con chatarra cara e inútil. Si la carrera
espacial de armamentos y los ensayos A SA T continúan, se ha esti­
mado que los peligros de colisión accidental entre los satélites uti­
lizados y trozos de m etralla harán dem asiado arriesgados los vuelos
espaciales tripulados dentro de una década.28
Por últim o, deberíamos señalar que la ID E no ofrece protec­
ción contra los misiles de crucero, los misiles lanzados desde sub­
marinos y una m ultitud de tecnologías más que son asequibles a
un enemigo que desee superarla. E s u n sistem a verdaderamente
cerrado, que sólo existe en la imaginación de los individuos y em­
presas que pretenden sacar provecho de él, de acuerdo con sus
cálculos previos. El doctor R obert Bow m an, del In stitu to de Estu­
dios Espaciales y de Seguridad, debería saberlo. D urante los años
setenta tenía a su cargo la Agencia de Proyectos Defensivos de In­
vestigación Avanzada, que investigaba precisam ente estos sistemas:

Cada vez que invertíamos un dólar en defensa, descubría­


mos que podía ser neutralizado por la inversión de un níquel en

28. Daniel Deudney, Space: the Higb Prontier in Perspective (World-


watch Paper, 50), Washington DC, agosto de 1982, cita a un equipo de ex­
pertos del American Instituto of Aeronautics and Astronautics*
<»QUÉ ES LA GUERRA DE LAS GALAXIAS? 107

sistemas de ataque ... decir al pueblo norteamericano que todo


lo que tienen que hacer es hacer añicos el tratado ABM y abrir
sus carteras, y que el gobierno los protegerá contra las armas
nucleares es alimentar una ilusión peligrosa.29

29. «The Trouble with "Star Wars%, In stitu í for Space and Sccurity
Studies, septiembre de 1983»
3. E. P. T hompson

EL COMETA DE LA LOCURA

Durante dos años la Guerra de las Galaxias dio vueltas al glo­


bo de una forma muy parecida a la que tenía en su primera apari­
ción en público en el discurso del presidente Reagan el 23 de
marzo de 1983. Según emitía señales por el espacio político, sus
mensajes prometían al observador inocente un escudo, o astrocú-
pula, a prueba de fuga, que acabaría con el reino inmoral de la
MAD (destrucción mutua asegurada). Podemos llamarla Guerra de
las Galaxias I.
Hacia finales de 1984, la Guerra de las Galaxias I tenía pro­
blemas. Se había encontrado con la desavenencia no sólo de la
escéptica comunidad científica (especialmente en los Estados Uni­
dos), sino también de los aliados europeos de Norteamérica, que
no estaban seguros de querer que la M AD se acabara. En resumen,
la Guerra de las Galaxias estaba volviendo a entrar en la atmós­
fera del realismo político. En ese momento se puso un segundo
satélite en órbita: la Guerra de las Galaxias II, cuyas señales están
indicando justo lo contrario de las de su gemelo. Su promesa no
es abolir la disuasión, sino «reforzarla». Las confusiones políticas
e ideológicas resultantes, el desarrollo de camarillas militares e in­
dustriales particulares que tratan, mediante cabildeo, de dirigir la
IDE hacia sus propios fines, y las tensiones en el interior de
la Alianza Atlántica son el tema de este capítulo.
, La Guerra de las Galaxias I tuvo unos resultados magníficos
durante fe campaña de reelección de Reagan en 1984. Es difícil
él Cométa dé l a Locura 10$

calcular el grado d e planificación que tuvo esta operación, con el


objetivo claro de desconcertar al m ovim iento por la paz robándole
sus directrices. Ya en 1982 un consejero del proyecto H igh Fron-
tier de la F undación H eritage escribía que un proyecto de defensa
espacial ofrecería a la adm inistración de los Estados U nidos «una
oportunidad de descongelar rápidam ente el m ovim iento en pro de
la congelación nuclear». «Pertrechado con el m inucioso estudio
de H eritage . . . el presidente Reagan tendría el arma secreta nece­
saria para minar la cruzada por la congelación nuclear .»1 E l director
de H igh F rontier, general G raham , alabó esta propuesta com o «una
replica eficaz al m ovim ien to en pro d e la congelación nuclear, alre­
dedor d el cual la izquierda se estaba reagrupando y resucitando la
vieja coalición M cG overn ».2 E l estu d io de H ig h Frontier subra­
yaba que la «estrategia de la Supervivencia A segurada puede adop­
tarse y perseguirse sin consideración d e acuerdos posteriores sobre
control de arm am ento con lo s sov iético s» .

Desde luego, una de las ventajas sobresalientes de High


Frontier es que proporciona seguridad al Oeste con independen­
cia de cualquier confianza o desconfianza en los líderes de la
Unión Soviética.

Y, resumiendo el carácter político del proyecto:

La adopción del concepto de H igh Frontier podría incluso


hacer adeptos o desconcertar a algunos de los enemigos tradi­
cionales de los esfuerzos en defensa y de las innovaciones tec­
nológicas. Es más difícil oponerse a sistemas defensivos no-nu­
cleares que a sistemas ofensivos nucleares. Es difícil aducir ar­
gumentos ecologistas en contra de los sistemas espaciales. Hasta
ésos que siempre dicen que no y cuya preocupación fundamen­
tal es el desarme se verían en un brete si tuvieran que presentar
un argumento contra H igh Frontier .3

1. Patricia M. Mische, Star Wars and tbe State of Our Souls, Minneapo*
lis, 1985, p. 7.
2. Matthew Rothschild y Keenen Pcck, «Star Wars», en Tbe Progressive
(julio de 1985), p. 6 .
3. Robert D. Bowman, «Star Wars and Arms Control», Institute fór
Space and Strategic Studies (1985),
110 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

H igh Frontier m ostró esta presciencia incluso antes del discur­


so del presidente. A principios de 1 9 8 4 , durante el tramo final de
la campaña de reelección presidencial, H igh Frontier recibió un
informe detallado de un asesor, John B osm a, acerca de la forma
política de comercializar defensas contra m isiles balísticos. E l ob­
jetivo de este proyecto era m ovilizar una presión popular con vis­
tas a asegurar la puesta en marcha de los programas B M D durante
la segunda presidencia de Reagan, con el ím petu suficiente para que
«un sustituto o una adm inistración dem ócrata posterior no pu­
dieran detenerlos»:

Esta coalición podría — y debería— incluir a miembros de


la comunidad del control de armamentos, a los demócratas, li­
berales y moderados de ambos partidos y a gobiernos extran­
jeros (especialmente Israel, Japón, Francia, Inglaterra y Alema­
nia).

E ste «docum ento secreto interno» indicaba cuidadosam ente


cada paso de la estrategia. «Las discusiones y el activism o asociado
a ellas» deberían permitir a «los E stados U n id os llevar adelante, a
la fuerza y unilateralmente, un urgente programa B M D »; al m ism o
tiem po, debería existir la «adecuada agitación interna y diplom áti­
ca» para presentar el proyecto com o un «esfuerzo bilateral con reci­
procidad y participación soviéticas». E l proyecto «debería tratar de
recuperar sin ambigüedades el concepto de “ control armamentísti-
co* y todas las imágenes y lenguaje asociados a este concep to», ha­
ciendo mayor hincapié en la protección de los civiles, en la dirección
de una «guerra justa» y en las razones por las que la B M D es una
manera práctica de realizar «iniciativas tan alabadas com o la con­
gelación nuclear, el desm antelam iento nuclear y el desarm e per­
manente». Debería emplearse «m uchísim o tiem po» en intentar
conseguir el respaldo «oral y expreso» de los gobiernos de los
principales aliados de los Estados U nidos: «deberíam os esforzarnos
principalmente en desarrollar una clientela de altura, q u e sea muy
sofisticada y cuyas voces se hagan escuchar en el debate nacional».
U n medio propuesto para redirigir el debate público en e l país es
imputar «comportamientos e intenciones de crím enes de guerra»
EL COMETA DE LA LOCURA

a los que comulgan con la doctrina MAD de la disuasión (y a los


que respaldan el tratado ABM de 1972) y hacer campaña para que
los Estados Unidos ratifiquen los protocolos de la Convención de
Ginebra de 1977:

Presionando en favor de la ratificación de los protocolos de


1977 se podrían abrir innumerables oportunidades para un ac­
tivism o por la «causa» muy notorio, del tipo de los que atraen
a activistas por la «causa» de todas las opiniones; conceder tam­
bién atención a los católicos ... Semejante esfuerzo de ratifica­
ción permitiría a la Casa Blanca tener buena prensa cuando se
enfrentara con las poderosas críticas anti-BMD nacionales.

En cuanto al esfuerzo «bilateral», se propone que los Estados


Unidos resuciten una vieja y olvidada propuesta soviética de 1962-
1963 a las Naciones Unidas para reducir las reservas de armas
nucleares paralelamente al «esfuerzo progresivo de los despliegues
BMD y de defensa aérea». Se recomienda esto porque «va dirigido
a las decisiones “euroestratégicas”, que hoy son importantes», «in­
volucra a los aliados de los Estados Unidos» y «devuelve la re­
tórica soviética a Moscú». Estos argumentos poco convencionales
que «estremecen los cimientos» son los que «tanto se necesitan
para vender la BMD». Constituyen

... un planteam iento radical que trata de desarmar a los opo­


nentes de la B M D , ya arrebatándoles su lenguaje y su causa
[control de arm am ento], ya colocándolos en una difícil situa­
ción política por su defensa explícita o de facto de los clásicos
crímenes de guerra contra la población.

El señor Bosma pasaba luego a considerar cómo poner en mar­


cha su grupo de presión de forma que «afectara a tantas circuns­
cripciones liberales o moderadas como fuera posible». Tal vez de­
bería ponerse de líder del grupo a una personalidad política impor­
tante — se sugirió a Henry Kissinger. ¿O quizás a un grupo que
protegiera los intereses aliados? El señor Bosma apoyó la segunda
posibilidad, que se «centraría en recoger grandes cantidades de
nombres». Este enfoque podría «repercutir en el componente de
112 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

“urgencia” del movimiento en pro de la congelación nuclear, [q u e]


representa, paradójicamente, la mayor masa electoral para la pri­
mera IOC [Capacidad Operativa Inicial] de un sistema BM D, pero
sólo si se empleara un planteamiento heterodoxo y radical para
vender la BMD a los grupos por la paz».
El informe estratégico para H igh Frontier del señor Bosma aca­
baba por enumerar a la «audiencia-objetivo» que debía pertenecer
al lobby. High Frontier y otros grupos de la nueva derecha debe­
rían esconder su patrocinio tras de grupos «centristas», «neolibe­
rales y moderados», y deberían «jugar libremente con los grandes
temas éticos (con mucho el planteamiento más movilízador)». El
lobby debería empezar con sus primitivos partidarios del Congre­
so, la industria aeroespacial, la Fundación Heritage, los institutos
Hoover y Hudson, la revista Commentary y el Reader's Digest, el
Wall Street Journal y el Washington Times (propiedad de M oony),
los grupos de veteranos, de partidarios de la defensa civil, Ed Te-
11er y miembros escogidos de la comunidad láser norteamericana,
y los estrategas del Partido Republicano, ampliándose hacia sectores
moderados de la opinión neutral o del m ovimiento por la paz.
El único objetivo de este proceder de H igh Frontier era (debe­
mos recordarlo) sentar las bases para una capacidad operativa ini­
cial de defensas contra misiles balísticos durante la segunda admi­
nistración de Reagan y dar a la ID E un ímpetu imparable. E l
cinismo de este sólido arte de vender es tal que pone en entredicho
la integridad de todas las apariencias. Se propone un movim iento
para proscribir los medios de genocidio (y ratificar los Protocolos
de Ginebra) como estratagema para desconcertar a la «retórica so­
viética» y quitarles el mango de la sartén a los defensores del con­
trol de armamento. Hay que hacer que el m ovim iento por la paz
se vuelva contra sí. En el mercado de la mala fe, los que proponen
discusiones sobre el destino humano llevan máscaras, y los celosos
defensores de la «defensa contra m isiles» (no sólo en los Estados
Unidos, sino también, en Europa) pueden tener un partidario se­
creto en la industria aeroespacial. Los ejecutivos de ventas de los
últimos modelos de rayos letales llevan ahora en sus m aletines,
junto con sus proyectos, libros de Clausewitz, G andhi y T olstoi,
La venta del exterminio es ahora un trabajo de filosofía e ideología,
EL COMETA DE LA LOCURA 113

y hay que empaquetar los instrum entos de guerra junto a los ins­
trumentos de paz.
Por supuesto, éste era sólo el documento «privado» del señor
Bosma. La Fundación Heritage estaba avergonzada de que se hu­
biera filtrado y, aunque circuló en papeles de Herírage, se ha re­
tractado de él.4 Aun así, su propia contribución a la campaña elec­
toral de 1984 consistió en un volumen, titulado Mándate jor Lea-
dership I I , que pedía la derogación norteamericana de los tratados
de control de armamento y la misma usurpación de la buena volun­
tad del movimiento por la paz. El libro recibía el aval del presi­
dente Reagan en la contracubierta: «una de las personas a quien
le ha sido más útil y lo ha utilizado soy yo».5 La única diferencia
real entre el lobby del general Graham y el grupo del «gabinete
personal» en torno a Reagan (pp. 64-65) es que el primero aboga
por despliegues de componentes BMD «fuera del cascarón» (res­
paldándolo con presiones públicas), mientras que el último está
más próximo al ejercicio del poder y más interesado en desarrollos
a largo plazo. El general G raham podría decir con justicia que High
Frontier «se hizo pública en marzo de 1982 y, h ad a marzo de
1983, el presidente de los Estados Unidos nos estaba diciendo que
ése era el buen camino».6
Hoy siguen aún un camino muy parecido, promocionando la
Guerra de las Galaxias I de acuerdo con el mismo informe ideo­
lógico. En una carta en busca de apoyo finandero, los Ciudadanos
en pro de H igh Frontier afirman:

Este plan nos daría seguridad a todos ante un ataque de mi­


siles nucleares. Si usted teme las armas nudeares (¿y quién no

4. El documento sin fecha redactado en papeles de la Fundación Heri­


tage tiene las observadones «Interno, Secreto» y «Prohibida su difusión».
Una copia llegó a manos de los movimientos por la paz norteamericanos y
europeos, y también se publicaron extractos en Harper’s (junio de 1985).
W. B. Weinrod, de la Fundación Heritage, afirma que era un documento
de High Frontier, y rechaza la responsabilidad de la Fundación Heritage,
en Guardian, cartas (27 de julio de 1985).
5. Mische, op. cit., p. 75.
ó. Washington Times (17 de mayo de 1984).

— THOMPSON
114 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

las teme?) le tranquilizará saber que este sistema no utiliza


armas nucleares de ningún tipo.

La ID E se vende como «desmiclcarizada», igual que los sustitutos


norteamericanos de la leche se anuncian a sí mismos a los obse­
sionados por el colestcrol como «totalmente desprovistos de leche»,
(Por esta razón los auténticos ideólogos han descartado el láser de
rayos X de Livermore, que podría incluir el emplazamiento de ar­
mas nucleares en el espacio.) Y, siguiendo casi las mismas directri­
ces, el presidente Reagan dijo ante el Club Nacional del Espacio
en marzo de 1985:

La Iniciativa de Defensa Estratégica ... no trata de Ja gue­


rra. Trata de la paz. No trata de la represalia, trata de la preven­
ción. No trata del miedo, sino de la esperanza, y en esta lucha,
si me perdonan que utilice una expresión de una película, la
Fuerza está con nosotros.7

¿ D e f e n d e r a la g e n t e o a l o s sil o s d e m is il e s ?

La Guerra de las Galaxias I aun está en órbita. Al público


norteamericano todavía se le anima a escuchar sus mensajes eufó­
ricos acerca de un escudo impenetrable en el futuro. Pero sus ob­
jetivos son enteramente ideológicos: vender la IDE y hacer que
parezca buena. En el círculo en torno al presidente el «voto de
lealtad» aún está vigente: es obligatorio pretender que el designio
del gobierno es (en palabras de Weínberger) un sistema de defensa
«absoluto y completamente fiable».
Pero, como hemos señalado, la Guerra de las Galaxias ha en­
contrado resistencia atmosférica. Incluso los propios equipos de
asesores del gobierno — procedentes, en 1983, en su mayoría de
las industrias y laboratorios armamentistas— no dieron un apoyo
sin ambigüedades a la IDE. James C. Fletcher, el presidente de uno
de los equipos, descartó la idea de que la IDE pudiera defender

7. Hartford Courant (5 de abril de 1985).


EL COMETA DE LA LOCURA 115

a toda la población estadou nidense: «T otal es una cosa; sustancial,


otra . .. L o que se quiere es reducir las bajas. N o hay nada pare­
cido a un paraguas nuclear». O tro equip o indicó que hasta «p e­
queñas grietas» serían «su ficien tes para destruir una parte m uy
grande de nuestra p ob lación y estructura urbana», y aconsejó ob­
jetivos «m ás m od estos»: sistem as «in term ed ios» diseñados para
proteger blancos nu cleares.
E l escep ticism o d e la com unidad científica y tecnológica nor­
teamericana — o por lo m en os d e aqu ellos d e sus m iem bros que son
independientes c o n resp ecto a lo s partidarios d e la operación rela­
cionados con e l P en tágon o— fu e m ás profu n d o. La radical U n io n
o f Concerned S cien tists organizó una op o sició n experta, y la co n ­
ciliadora F ederación d e C ientíficos A m ericanos se fijó, con la m isma
destreza, en las con secuencias d e la I D E para e l control de arma­
m ento. Las o b jecion es princip ales a la G uerra d e las G alaxias que
hemos señalado e n e l cap ítu lo 2 estab an resum idas en una carta al
Wall Street Journal (2 d e en ero d e 1 9 8 5 ) d e l p rem io N o b e l H a n s
A . B ethe, ju n to c o n cin co e m in en tes colegas científicos (Richard L .
G arwin, K urt G o ttfr ie d , H en ry W . K en d all, Cari Sagan y V íctor
W eisskop f). Las resu m en en: volar por debajo , entrar p o r debajo
del escudo c o n m isile s d e crucero, avion es d e poca altura, hasta
«bombas m aleta» transportadas p o r tierra; arrollamiento , la satu­
ración de las d efen sas p o r ataqu es m ú ltip les; engaño, señ u elos,
ayudas d e p en etración , ceg a m ien to d e l radar; coste, y e l ataque
anticipatorio soviético 8 — la ten ta ció n d e lo s m ilitares so v iético s
(o quienes quiera q u e sean d esign ad os co m o « e n em igos» d e aquí 8

8. La jerga estratégica nuclear diferencia sutilmente entre pre-emptive


y preventive attack. Por ataque anticipatorio (pre-emptive) se entiende el
ataque que se desencadena ante un inminente y seguro ataque enemigo (de­
jando ahora de lado el problema de cómo obtener esa seguridad). El ataque
preventivo (preventive) implica intencionalidad previa.
En palabras de Bemard Brodie, uno de los primeros teóricos de la disua­
sión nuclear: «uso el término preventivo para describir un ataque premedi­
tado de un país a otro, no provocado en el sentido de que no se espera
una agresión específica u otro tipo de agresión abierta del estado blanco del
ataque, y cuyo principal e inmediato objetivo es la destrucción del potencial
militar de este último, en particular su potencial aéreo estratégico» (B. Bro­
die, Strategy in the Missile Age, Princeton U.P., 1955, p. 227). (N. del ed.)
116 LA GUERRA X>E LAS GALAXIAS

a treinta años) de evitar que se com plete el escudo «contraatacando


primero».
Mientras continuaba este debate, un gran número de intereses
(militares, industria aeroespacial, investigadores, extrem istas de la
guerra fría, diplomáticos m olestos que intentan mantener alineados
a los aliados de la O T A N ) se congregaron alrededor del proyecto
y trataron de utilizarlo en su provecho, The New York Times, a
principios de 198.5, señaló cuatro justificaciones simultáneas para
la ID E , cada una de las cuales contradecía a las demás:

El presidente y sus ayudantes han estado vendiendo la Gue­


rra de las Galaxias con cuatro excusas diferentes, incompatibles:
1) Es la única defensa moral en la era nuclear. 2) Sólo es in­
vestigación para nuestros nietos, 3) Será pronto útil, hasta in­
dispensable, aunque imperfecta. 4) Es un estímulo comprobado
para el control de armamentos.

E l argumento 1) era para e l público norteamericano, y a veces


para exportar al resto del m undo. E l argum ento 2 ) era para los
que se oponían a ella en e l Congreso o en Europa, que tem ían que
la ID E hiciera añicos a todos los tratados y acabara con e l control
d e armamento. E l argum ento 4) — la «baza negociadora»— se les
ofreció al canciller K ohl y a la señora Thatcher para ayudarles fren­
te a las críticas internas en sus respectivos países. E l argum ento 3 )
es e l que e l com plejo m ilitar-industrial ha hecho suyo, para facili­
tar cualquier desarrollo futuro. T od os estos argum entos venían
apoyados por u n qu into argum ento: lo s rusos lo están haciendo
y en cualquier m om ento puede «irrum pir» e l oso.
Á finales de 1984 estaba claro para quien siguiera la prensa de
lo s Estados U nidos y las audiencias d el Congreso — aunque no
para la mayoría d e lo s com entaristas británicos y europeos, que
prefirieron basarse en las lim osnas d e l Servicio de Inform ación es­
tadounidense— que e l argum ento 3 ) estaba en auge. F red Ik ié ,
subsecretario de P olítica d e D efen sa de los E stados U n id o s, dijo
ante e l C om ité d e Servicios A rm ados del Senado e n una reunión
secreta d e 1984:
EL COMETA DE LA LOCURA 117

Es razonable que, a medida que avanzamos hacia el desplie­


gue de todo el sistema, haya ciertas etapas intermedias con
utilidad intermedia.

Y «los componentes de una defensa de frentes o capas múlti­


ples podrían desplegarse antes». En abril de 1984 el Pentágono
publicó un librito que afirmaba que «entre 1990 y el año 2000 los
Estados Unidos podrían decidir ofrecer mayor protección a sus
aliados y a sí mismos desplegando partes» del sistema IDE.9
Estas «partes» aluden a lo que se conoce en la jerga del gremio
como «defensa de puntos» o «defensa de emplazamientos reforza­
dos». Todos estamos a favor de la defensa. Pero, ¿qué sentido
tiene la «defensa de puntos»? Y ¿qué puntos se defenderán? Bue­
no... blancos realmente sensibles, claro, como silos de misiles, el
Mando Estratégico del Aire, la montaña excavada por el NORAD
en Colorado, instalaciones de radares, y los arcanos de la seguridad
del Estado y del C3I. ¿Ciudades? ¿Gente? ¡Estáis de broma!
Estas defensas cubrirían áreas pequeñas, a lo mejor de 48 kiló­
metros de radio. Volvemos a los viejos sistemas BMD, tanto tiempo
ensayados (y desplegados alrededor de Moscú con el Galosh) y por
los que presionó con tanta ansiedad High Frontier. Esta defensa
de puntos tiene más sentido para los militares que para la pobla­
ción, dado que hasta un paraguas defectuoso sobre un grupo de
silos acorazados de misiles podría bastar, al preservar a una por­
ción, para un segundo ataque de represalia, mientras que la defen­
sa de una ciudad debe ser completa, o no sirve de nada. Como ha
señalado Frank von H ippel, de la Federación de Científicos Ame­
ricanos:

La defensa de . .. las principales ciudades sería mucho más


difícil que la de los silos acorazados de misiles. La defensa del
silo sólo requiere una confianza moderada en evitar que unas
pocas cargas nucleares lleguen muy cerca de un silo durante el
tiempo suficiente para que desde él se puedan lanzar sus misi­
les. E n cambio, la defensa de Tina dudad requiere un éxito casi

9. Wayne Biddle en NY Sunday Times (30 de didembre de 1984);


US Department of Defense (abril de 1984).
lis L A GUERRA DE LAS GALAXIAS

completo* durante toda la guerra, en mantener alejadas a miles


de cargas nucleares enemigas, a muchos kilómetros de distancia de
los blancos, que por sí solos ocupan decenas de miles de kilo*
metros cuadrados.10

O, con el lenguaje más opaco de una de las publicaciones del


gremio:

Las grietas del sistema, definidas como el porcentaje de ob­


jetivos RV [vehículos de reentrada] que atraviesa la defensa, se
califican de «moderadas». La grieta es tolerable en cualquier
misión de defensa en que no se requiera un nivel de supervi­
vencia del 100 por 100, como la defensa de blancos reforzados
del tipo silos de misiles .11

De forma que los «pasos intermedios» del señor Iklé se que­


dan un poco cortos para la idea de la Guerra de las Galaxias I.
Durante algunos años, antes de que el buen norteamericano medio
—e incluso de Washington DC— pueda dormir ruidosamente en
su cama, sabiendo que está protegido por un escudo impenetrable,
atravesará por un período de «utilidad intermedia», en la cual sus
misiles estarán protegidos, pero él no. Como ha indicado Herbert
Scoville, presidente de la Asociación Norteamericana de Control
de Armamento y antiguo director adjunto de la CIA: «Lo que
hace [la IDE] es defender esencialmente misiles y centros de man­
do y control. No es una protección de la población».12
No tendría por qué haber nada especialmente amenazador en
ello. Cuando el Congreso redujo el número de misiles MX a des­
plegar, no resultó sorprendente que creciera un grupo de presión
en favor de defensas BMD para los misiles restantes presentándo­
las como una entrega de la IDE.13 Las defensas de silos de misiles

10. «The Myths of Edward Teller», en Bulletin of the Atomic Sckntists


(marzo de 1983).
11. William A. Davis, jr., «Current Technical Status of US BMD Pro-
grams», en M. Marcoviller, ed., US Arms Control Objectives and the Impli-
catión for Ballistic Missile Defense, Harvard University, 1980.
12. The Progressive (julio de 1985), p. 22.
13. Véase Charles Mohr en NY Times (7 de mayo de 1985); Sidncy
EL COMETA DE LA LOCURA 119

no parecen más amenazantes a primera vista que las defensas en


torno a los campamentos aéreos o a los emplazamientos submari­
nos, o que otras estratagemas para esconder o reforzar lo que los
teóricos siempre presentan como una fuerza de segundo golpe o
«de represalia».
Pero el asunto era delicado, y se discutió al principio a bajo
volumen. La delicadeza era, ante todo, ideológica. El presidente
aun vendía la ID E como una defensa de la población: «es mejor
proteger vidas que vengarlas», como le dijo al pueblo norteameri­
cano en su charla radiofónica semanal en julio de 1985, justo
antes de entrar al hospital para su operación de cáncer .14 La cosa
no sonaba tan bonita cuando resultó que lo primero que se iba a
defender eran bombas nucleares de represalia. En segundo lugar,
como hemos visto, la elaboración de esas defensas de misiles obli­
garía a romper el tratado ABM . Esto nos devuelve otra vez al
mundo de espejos de la Destrucción Mutua Asegurada, o M AD.

F antasías d e p r im e r g o l p e

La M AD y sus varios refinamientos, como la contrafuerza y la


NUTS (Selección de Blancos para Utilización Nuclear), se han vuel­
to un juego lógico en el que estrategas de salón especulan con hipó­
tesis en las que intervienen las peores eventualidades posibles en
una serie sin fin de suposiciones abstractas (si-esto-entonces-aque-
11o). Los teóricos probablem ente tienen muy poca influencia sobre
la verdadera planificación militar, y sus teorías casi siempre llegan
después de las armas. Su lenguaje de «credibilidad», «actitud» y
«percepción» dentro del «equilibrio» de la «disuasión» supone que
se movilizan grandes potenciales militares y se controlan como en
una partida racional de ajedrez, en la que las propias armas son
jugadores en el tablero, mientras que las auténticas y sucias ame­
nazas contra la paz — A fganistán, la crisis de rehenes, explosiones

Drell y Gerald C. Smith, en NY Times (13 de mayo de 1985); Guardian


(25 de mayo de 1985).
14. NY Times (14 de julio de 1985).
120 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

de histerias nacionalistas— surgen de áreas para las que su teoría


no tiene explicación.
Con todo, la teoría de la disuasión es una fuerza ideológica por
derecho propio, que influye a los políticos y propagandistas. En
este mundo de espejos, «defensa» y «ataque» siempre están cam­
biando de lugar. Los amenazadores ICBM en sus silos pueden de
repente, de modo patético, asumir la apariencia de blancos lamen­
tablemente expuestos. De este mundo escolástico de espejos es de
donde surgió súbitamente la «ventana de vulnerabilidad»: parecía
que la precisión creciente de los nuevos MIRV (Vehículos de Reen­
trada con Asignación de Blancos Múltiples e Independientes) con
que están dotados los ICBM soviéticos (como el SS-17, SS-18 y el
SS-19) podría neutralizar los misiles norteamericanos emplazados
en tierra en cualquier momento. Pero esto «desestabilizaría la di­
suasión» al eliminar la amenaza de un segundo golpe o de una ca­
pacidad de represalia. Esto supondría por tanto una incitación,
ante una emergencia, a un primer golpe norteamericano: los misi­
les tienen que estar fuera y alejados de sus silos antes de que los
ICBM soviéticos entren; los norteamericanos deben «usarlos o
perderlos». (De acuerdo con esta lógica de espejos, Greenham
Common es el blanco más indefenso y lamentablemente expuesto
de todos ellos: su prototipo fue Pearl Harbor.)
MAD ha llegado a significar muchas cosas. Puede referirse a
una política estratégica de asignación de blancos pasada de moda,
basada en la mutua amenaza a ciudades y poblaciones; o puede re­
ferirse a un equilibrio de terror y a un estado de paridad aproxi­
mada dentro del cual pueden operar estrategias de asignación de
blancos más refinadas. Pero, lo llamemos MAD o no, toda la loca
superestructura de elaboración de amenazas se justifica en nombre
de la «disuasión».
Durante años los guerreros de la OTAN nos han estado asegu­
rando que la teoría de la disuasión tiene autoridad bíblica. El señor
Heseltine nos ha dicho que es la única cosa que ha evitado que el
cielo se nos cayera encima durante 40 años. Pero la Guerra de las
Galaxias I ha puesto en tela de juicio la teoría de la disuasión y,
peor aún, la ha tachado de «inmoral». Y la instalación más limi­
tada de silos de misiles defensivos introduciría nuevas tensiones
EL COMETA DE LA LOCURA 121

en la «disuasión», dado que si los ICBM norteamericanos están


protegidos con seguridad bajo escudos, los ICBM soviéticos no tie­
nen manera de apuntar hacia ellos y así disuadirlos. Si los militares
soviéticos lo sienten com o amenaza, ¿qué podemos esperar que ha­
gan? El primer im pulso podría ser multiplicar sus ICBM con la es­
peranza de poder atravesar los escudos. E l segundo impulso podría
ser modificar su asignación de blancos y volver a las estrategias de
la vieja época de la M A D ; n o apuntarían a Grand Forks, Fort
Warren y Greenham Com m on sino a N ueva York, Chicago y Lon­
dres. Así que, si concedem os algún crédito a la teoría de la disua­
sión, la fase «interm edia» de la Guerra de las Galaxias (que es lo
máximo que podríam os conseguir jamás) haría de la gente, y no de
los misiles, el blanco.
Los militares soviéticos podrían, por supuesto, como tercer im­
pulso, montar sus propios escudos B M D . Y a tienen los medios
para intentarlo. Pero las estaciones de defensa de puntos de «utili­
dad intermedia» favorecerán a lo s Estados U nidos en detrimento
de la URSS, puesto que lo s m isiles soviéticos emplazados en tierra
tienen unos 30 m inutos de vu elo antes de poder alcanzar los Esta­
dos Unidos. Si suponem os que las primeras defensas BM D se uti­
lizan en la fase term inal (cuando los m isiles vuelven a entrar en la
atmósfera), entonces esto dará tiem po a la identificación por saté­
lites y por radar y a una puntería precisa. P ero los m isiles nor­
teamericanos en lo s em plazam ientos avanzados de Europa, como
los Pershing I I , sólo requieren unos pocos m inutos de vuelo. D e
ahí que este tipo de defensa contra m isiles balísticos sería más fac­
tible para los Estados U n id os que para la URSS. Exactamente por
las mismas razones es tam bién m enos factible para Europa O cci­
dental ante un ataque soviético de alcance corto o medio (por
qemplo de lo s SS-20 ).
Si volvem os a la idea no m odificada del presidente sobre la
Guerra de las G alaxias I com o un escudo a prueba de grietas sobre
los Estados U n id os, entonces ese escudo sustituiría la «disuasión»
por tecnología. P ero ¿cóm o pasaría de A a B? E n su discurso
fundacional, en marzo d e 1 9 8 3 , e l propio Reagan hizo una peque­
ña advertencia:
122 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Reconozco claramente que los sistemas defensivos tienen li­


mitaciones y plantean ciertos problemas y ambigüedades. Si se
comparan con los sistemas ofensivos, puede pensarse que pro­
mueven una política agresiva, y nadie quiere eso.

Con todo, esta equiparación de planes defensivos y ofensivos


ha sido exactamente la postura de los Estados U nidos los dos úl­
timos años. En los primeros m eses de 1985 Reagan consiguió asig­
naciones del Congreso para un em plazam iento suplementario de
misiles M X . D e acuerdo con un cálculo bien inform ado, la moder­
nización actual del arsenal estratégico norteamericano supondrá:
• 1.500 m isiles de crucero de lanzam iento aéreo, principal­
m ente desde bombarderos B -52 (ya se han desplegado 1.080);
• una cantidad difícil de precisar de m isiles de crucero de lan­
zamiento m arítimo (ya se han desplegado un os pocos);
• unos 1.500 m isiles de crucero sofisticados más, lanzables
desde el aire, que se desplegarán a finales de los ochenta;
• una flota de bom barderos B - l, que serán operativos hacia
abril de 1988;
• una fuerza de bom barderos Stealth, operativa a principios
de los noventa;
• más de 2 5 subm arinos del tip o T rid en t (siete ya son ope­
rativos) armados sobre todo con e l preciso m isil D -5 de cargas nu­
cleares m últiples;
• una cantidad difícil de precisar de m isiles M X (el primero
operativo a finales de 1 9 8 6 ), y
• más de 5 0 0 m isiles M idgetm an (su despliegue parcial se
prevé para 19 9 2 ).
E ste inventario, que n o inclu ye lo s m isiles de emplazamiento
avanzado (com o los m isiles d e crucero lanzados desde tierra y los
Pershing II ) ni el m aterial de alcance m edio («táctico») en trámi­
te, tiene algo de ofen sivo. Y los m ilitares soviéticos han moderni­
zado, o lo están haciendo, su propio arsenal a un ritm o semejante.
P ero, de acuerdo con un com entarista norteam ericano de temas
m ilitares:

Los funcionarios del Pentágono evitan la discusión pública


del equilibrio estratégico entre los Estados Unidos y la Unión
EX- COMETA DE LA LOCURA 123

Soviética que tome en consideración la modernización norteame­


ricana. Esos funcionarios prefieren con mucho una información
que trate exclusivamente, de los programas soviéticos con la es­
peranza de conseguir apoyo público y del Congreso...

Pero si se tienen en cuenta estas «modernizaciones», entonces


en un plazo de unos siete años (es decir, cuando se prevé que sean
desplegados los primeros elem entos de la ID E) los Estados Unidos
tendrán probablemente:
« un arma estratégica aérea de dos bombarderos pensada para
poder penetrar en la U nión Soviética ya en el siglo xxi;
• una flota supuestamente invulnerable de submarinos lanza­
dores de misiles y una fuerza de m isiles intercontinentales de em­
plazamiento terrestre con mayor, aunque imperfecta, capacidad de
supervivencia;
• una capacidad sustancialmente mejorada de destruir blan­
cos construidos para resistir a los efectos de las armas nucleares,
como los silos de m isiles soviéticos y los búnkers de mando .15
Éste es, precisamente, el cóctel ofensivo/defensivo contra el
que previno el presidente Reagan. Es tan provocativo que, en este
contexto, la ID E sólo puede considerarse como la piedra de toque
puesta sobre el edificio cuidadosamente construido de la inmediata
superioridad nuclear norteamericana .16 Con su mano derecha, el
presidente multiplica las armas ofensivas, mientras que, con su
mano izquierda, propone eliminar los ICBM soviéticos enemigos.
La IDE es simplemente un m edio de obligar a medidas unilaterales
de desarme del otro bando: el señor Reagan emplaza sus misiles en
el aire y elimina cierta cantidad de los del enemigo.
Inevitablemente, esto trae a la m ente la escena aterradora de
los Estados Unidos preparándose para lanzar un primer ataque inu-
tilizador. Frank von H ip pel ha indicado que «un sistema así [la
IDE] tiene mucho más sentido com o complemento a una capaci-

15. Charles Mohr en NY Times (6 de julio de 1985).


16. Véase Malcolm Dando y Paul Rogers, The Deatb of Deterrence,
CND, 1984; Howard Morland, «Are We Readying for a First Strike?», en
The Nation (16 de marzo de 1985).
.124 LA GÜLKKA DE LAS GALAXIAS

dad de primer golpe que como escudo contra un primer golpe».1718


Puesto que si los Estados Unidos llegaran a pensar en un ataque
parecido, en el que su arsenal modernizado y preciso debería «neu­
tralizar» la mayoría de los ICBM soviéticos en sus silos, entonces
incluso un sistema de Guerra de las Galaxias algo defectuoso po­
dría enfrentarse con eficacia a cualquier capacidad de segundo gol­
pe que le quedara al mermado arsenal soviético.
Es interesante señalar que Edward Teller tenía en la cabeza
precisamente esta estrategia ya desde 1964, aunque, naturalmente,
era una estrategia que, según imaginaba, deberían seguir los so­
viéticos:

... aunque no creo que un primer golpe fuera susceptible de


destruir todos nuestros M inutem en y submarinos Polaris, creo
que sería posible que un primer ataque debilitara mucho nuestra
fuerza en M inutemen y Polaris, la redujera a una fracción. Si
por entonces los rusos también hubieran introducido defensas
contra m isiles, podría resultar que esta defensa contra misiles
fuera suficiente para detener un ataque de represalia . . . 1S

Todo esto es especulación con la peor de las hipótesis posibles,


el motor lógico de la teoría de la disuasión. E n cualquier mundo
real una aventura de primer golpe semejante sería locamente arries­
gada e, incluso aunque tuviera éxito (lo que carece de toda verosi­
militud), expondría en la misma medida al agresor y a la víctima
al invierno nuclear consiguiente.19 Con todo, estas ficciones ideoló­
gicas son lo bastante plausibles para movilizar grandes recursos y
hacer sonar las campanas de alarma en las cabezas de los teóricos

17. The Progressive (julio de 1985), p. 22,


18. Edward Teller, F. J. Ossenbeck y Patricia C. Kracck, cds., Open
Space and Peace, Hoover Institute, Stanford, 1964, p. 199.
19. El Pentágono ha reconocido el riesgo de un invierno nuclear en
un estudio preliminar, «The Potential Effects of Nuclear War on the Qi-
mate»: véase Wayne Biddle en NY Times (2 de marzo de 1985). Dos ge­
nios de despacho han usado incluso el invierno nuclear como argumento en
favor de la IDE; reduciría el número de explosiones nucleares en la atmós­
fera a un nivel «seguro»; Paine y Gray, «Nuclear Policy and the Defensive
Transition», en Poreign Affairs, vol. 62, pp. 819-842.
EL COMETA DE LA LOCURA

y los líderes políticos del otro bando. Y es que la lógica del juego
nuclear — por lo menos hasta que un accidente o crisis política
traigan la Solución Final— es la de la postura y el prestigio, «fa­
chada» y percepciones.20
El propósito es conseguir pruebas tan manifiestas de «superio­
ridad» que un prim er golpe fuera creíble. Los estrategas del otro
bando verían entonces un agujero abierto en su cielo, una «venta­
na de vulnerabilidad». E l enemigo no sabría si la amenaza era un
farol o no. En ese momento los Estados Unidos podrían simple­
mente «atrapar a los rusos con una llamada telefónica». Como
Reagan lo expresó (pero invirtiendo, como Teller, a los protago­
nistas), si los rusos «desarrollaran un arma defensiva antes que
nosotros, entonces no tendrían que preocuparse por nuestra fuerza
disuasoria ... Podrían dar un ultim átum al mundo».21 Recostado en
su sillón en el Rancho del Cielo, en Santa Bárbara, el presidente
tiene visiones en que la Fuerza está con él, cuando lanza su propio
ultimátum:

jEh! ¿Es Gobashov? Te habla tu presidente, el presidente


del planeta Tierra. ¡Agárrate los oídos, Gobchops! Quiero que
los comunistas salgáis fuera con las manos en alto o lanzo la
Fuerza por vuestra ventana. Y no pienses que puedes alcanzar
mi ventana porque tengo un buen madero de nogal clavado que
la tapa. Uno... dos... tres...

L luvia r a d ia c t iv a s o b r e l a OTAN

La Guerra de las Galaxias no llegó verdaderamente a Europa


hasta la reelección del presidente a finales de 1984, cuando resultó
de pronto que el hombre hablaba en serio. Parece que los reaga-

20. Un indicio de la profunda corrupción ideológica de gran parte de la


teoría estratégica académica americana y de Europa Occidental es que sus
proyecciones se basan siempre en la necesidad de «disuadir» un hipotético
primer golpe inutilizador soviético, mientras que se descarta la hipótesis
contraria de un primer golpe inutilizador de los Estados Unidos como propa­
ganda comunista sensacionalista.
21. Entrevista a Reagan en Newsweek (18 de marzo de 1985).

«A N C O Ofc LA R£PU»LK3S
líftUOTSCA LU»S-AMC>tL A#a
126 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

nautas suponían que los aliados de la OTAN se volverían locos


de gratitud ante esta nueva iniciativa, y se precipitarían en la Gue­
rra de las Galaxias como cerdos en el lodo. Estos gobiernos, des­
pués de todo, habían pasado por traumas durante la crisis de los
euromisiles de 1981-1983. La aparición de movimientos por la paz
poderosos —dijo Edward Teller— señalaba el fin del consenso po­
pular sobre la «disuasión» — un consenso (o letargo) sobre el que,
en definitiva, se basan todas las armas (ya sea en tierra, mar o
aire). Si no se hacía nada para «armonizar» de nuevo la estrategia
militar con la opinión pública, entonces Europa podría descuidarse
o incluso caer en el pecado mortal del desarme unilateral.22 Las
mismas reflexiones llevaron a Fred Iklé a vuelos desacostumbrados
de elocuencia. Revelaciones como las del «invierno nuclear» des­
pertaban «profundas ansiedades», y los urdidores soviéticos «po­
drían atrapar con manos de hierro las emociones y temores más
profundos de mucha gente en el Oeste». Difundiendo hábilmente
este pánico los manipuladores soviéticos podrían provocar la des­
moralización y los líderes occidentales podrían verse forzados por
sus propios públicos a hacer concesiones.

Hasta el despliegue actual de misiles de alcance interme­


dio en Europa Occidental estuvo a punto de ser impedido por
las presiones combinadas de la manipulación soviética y de la
opinión política en el Oeste. Si una de las elecciones de Europa
Occidental hubiera tenido un desenlace distinto, los gobiernos
soviéticos habrían conseguido quitar a la Alianza uno de los
apoyos que necesitaba para la disuasión.

Desde luego Iklé temía, como Teller, que la MAD perdiera rá­
pidamente la confianza de la opinión democrática, y entonces toda
la grandilocuente estructura del armamento y la estrategia se de­
rrumbaría entre sus propias ruinas:

Una política así [M A D ] impone sobre una alianza de de­


mocracias una resignación pasiva, casi cínica, ante la posibilidad

22. Edward Teller, «The Role of Space and Defence in the NATO
Alliance», en NATO’s Sixteen Nations (noviembre de 1984).
EL COMETA LE LA LOCURA 127

de una atrocidad sin parangón en la historia humana. Ofrece


una perspectiva de ansiedad sin solución, un legado intelectual
que arruinará el panorama de cada nueva generación, un cua­
dro de desolada tristeza ... Insistir en que sólo una vulnerabi­
lidad rigurosamente mantenida nos salvará de la aniquilación es
una opinión que debe erosionar la confianza sobre la que se
construyen las civilizaciones.23

De ahí la melancolía del filósofo antinuclear que, en sus horas


de trabajo, está condenado a trabajar como un esclavo en un des­
pacho del Pentágono, como subsecretario de Política de Defen­
sa, justificando los mayores preparativos nucleares que conoce el
mundo.
Se seguía de este argumento que los aliados de los norteameri­
canos en Europa serían los primeros en ver la necesidad de una
«alternativa a la disuasión» que invirtiera la creciente marea de
sentimiento antinuclear. Pero la reacción de los gobiernos satélites
de la OTAN no dem ostró suficiente gratitud. N o tienen dos océa­
nos entre ellos y el otro. Compartieron la teoría de la disuasión,
pero le dieron un toque regional. Creen que Europa Occidental ya
está bajo un paraguas de ICBM norteamericanos (y algunos ingle­
ses y franceses). E ste paraguas — han dicho siempre los estrategas
de la OTAN— no sólo m antiene alejadas las bombas nucleares so­
viéticas, sino también sus fuerzas convencionales, puesto que la
OTAN ha advertido persistentem ente que se reserva la opción de
un ataque nuclear inicial contra un ataque de fuerzas convenciona­
les. Aun más, los aliados europeos de la O T A N acababan de pasar
por los traumas de hacer tragar a su público los misiles de crucero
y Pershing I I que n o querían, ensalzándolos desde las alturas de
los medios de com unicación por sus propiedades restauradoras: de­
volver a Europa, una vez más, un paraguas.
La Guerra de las G alaxias puso en ridículo a los gobiernos lea­
les de la O T A N y a sus expertos asesores en defensa. Como el
coronel Alford, del In stitu to Internacional de Estudios Estratégi­
cos, dijo a The New York Times: «a los europeos les suelen gustar

23. Toreign A ffairs (verano de 1985).


128 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

realmente las armas nucleares».24 Por ello debemos suponer que el


buen coronel no se refería a los europeos que se manifiestan contra
los misiles o que contestan a las encuestas de opinión, sino a otra
especie de europeos leales —Homo europoeus philatlanticus— que
dirigen las fuerzas militares, ministerios de Defensa e institutos de
investigación estratégica. A esta especie le «gusta» realmente la
bomba. Se han convencido de que la «fuerza disuasoria» es la única
cosa que evita realmente una gran guerra europea.
La creencia en la «disuasión» no es deshonrosa y, si la acom­
pañan (como ocurre raramente) auténticos propósitos de asegurar
un desarme a niveles mínimos, es compatible con la persecución de
la paz. Pero los «auténticos creyentes», que fueron el coro que
dio la bienvenida a los m isiles de crucero, quedaron desconcertados
por la Guerra de las Galaxias. Sospecharon que la ID E indicaba
una retirada estratégica que separaría a Europa de la fortaleza ame­
ricana. Temían que si sólo Norteamérica tuviera un escudo IDE,
y pudiera lanzar sus misiles con impunidad, esto podría estimular
e l carácter aventurero norteamericano o llevar a una guerra nu­
clear «limitada» que se desarrollara en Europa. O , si la Unión So­
viética también construyera un escudo, entonces Europa quedaría
como una tierra de nadie entre las dos superpotencias, con las bom­
bas nucleares llenas de láseres cayendo de los dos lados sobre su
cabera.
Adem ás, com o e l Guardian preguntaba en un artículo de fondo
(5 de febrero de 1 985), si ambas superpotencias estuvieran prote­
gidas por «cúpulas», ¿qué ocurriría entonces con la fuerza disua­
soria nuclear británica y francesa? La respuesta (que el Guardian,
inexplicablem ente, olvidó dar) es que podríamos apuntar con ella
por encima del Canal y utilizarla para disuadirnos entre nosotros.
Pero la garantía de uso inicial de las armas nucleares de la OTAN
caducaría, y esto «daría libertad al mundo para una guerra conven­
cional». E l profesor M ichael H ow ard indicó lo mismo, y sus pala­
bras fueron repetidas jpor un mago en el M inisterio de Asuntos Ex­
teriores de Francia: «ofrecer al m undo libertad para guerras conven-

24. W. J. Broad en N Y T im es (13 de mayo de 1985).


EL COM ETA DE LA LO CU R A 129

dónales no es en modo alguno atractivo para los europeos»” Y si


los rusos tuvieran unescudo» entonces todas esas encantadoras bom­
bas nucleares, incluyendo al Hades francés y anuestro Trident puta­
tivo, dejarían de ser disuasorias para la URSS de la noche a la ma­
ñana, y sólo serían irritantes. Esto irritó tanto a la señora Thatcher
que, con temeridad inusual, se permitió (cuando el señor Gorbachov
visitó Londres a principios de diciembre de 1984) aparecer con él
en una conferencia de prensa conjunta en la que ambos expresaron
suoposición a una carrera armamentista en el espacio.
El efecto sobre la Casa Blanca fue sensacional. El que la señora
Thatcher apareciera junto a un líder comunista y criticara (por im­
plicación) el proyecto mimado del presidente fue considerado como
una mezquina traición. Pero cuando el presidente llamó a Londres
para amonestarla, la línea se había cortado. La señora Thatcher
estaba siguiendo en ese momento el ejemplo de sir Francis Drake
y daba la vuelta al globo. Era como un satélite en órbita, viajando
contra el tiempo alrededor del planeta Tierra, rumbo a Pekín, Hong
Kong, y desde ahí a W ashington, a una cita para comer con el
presidente Reagan en Camp David. Los mensajes del presidente
dieron por fin con ella en Honolulú. Se le dijo que o se tragaba
sus palabras o comería en un MacDonalds. La señora Thatcher se
tragó sus palabras, primero en público, en una entrevista con Ra­
dio Cuatro de la BBC, a bordo de su RAF VC-10, y luego en pri­
vado, con el presidente, quien se las sirvió como salchichas en un
buñuelo.36
A cambio de su renovada lealtad, el presidente Reagan entregó
un buñuelo público muy grande a todos sus aliados europeos,
como garantía de que también sobre ellos se extendería un escudo

25. Véase W. J. Bread, «Allíes in Europe are Apprehensive about Bene-


fíisof Star Wars», en NT T im es (13 de mayo de 1985). Se encontraría mani­
festaciones ponderadas de las objeciones europeas a la IDE por parte de los
pirtidarkwde la teoría de la disuasión y del control de armamento en Inter­
national Instituto of Strategic Studies, S ir jte g k S u tvey, 19ST19S3; Peter
Divid, « S tjr W & s» m d A rw s C ontrol, Council for Arms Control (julio de
1985); Lawrence Freedman, «NATO and the Strategic Defence Initiadvc»,
m NATO** S ix te m HattonS (noviembre de 19S4).
26. Desgraciadamente no podemos revelar todas nuestras fuentes sobre
estos tejemanejes, pero véase G tm d vm [22 de diciembre de 1984).
9. —meamsoít
130 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

impenetrable (que ahora se había vuelto cúpula y paraguas a la


vez). Esta promesa absurda no mereció el escupitajo que la acom­
pañaba, pero los gobiernos leales de la O TAN y sus serviles me­
dios de comunicación nadaron alegremente, una semana o dos, en
la escupidera.
Los profesionales de las relaciones públicas disfrazaron la capi­
tulación de la señora Thatcher con el sonoro nombre de acuerdos
de Camp David. Se hizo suponer que el presidente y la primera
ministra habían llegado a un acuerdo completo acerca de la Guerra
de las Galaxias, dado que se observaban cuatro «principios»: 1) el
objetivo no es conseguir la superioridad, sino mantener el equili­
brio; 2 ) la investigación podía seguir adelante, pero cualquier des­
pliegue debía esperar a una negociación y consulta entre las super-
potencias (es decir, revisión o derogación del tratado ABM); 3 ) el
objetivo principal es reforzar, y no suavizar, la disuasión; 4 ) la in­
vestigación de la ID E debe ser paralela a negociaciones para reducir
los sistemas ofensivos en ambos lados. N o está claro que el señor
Reagan estuviera escuchando los acuerdos de Maggie, puesto que
estaba hablando entre dientes y mirando por la ventana. Los acuer­
dos fueron envueltos en papel de regalo y traídos de vuelta en el
VC-10 a Downing Street (donde se invitó a los visitantes europeos
a que los admiraran), pero no se oyó nada más sobre ellos en
Washington.
En lo que atañe a los reaganautas, todo lo que significaban los
acuerdos de Camp David era que se había puesto de nuevo a Mag­
gie en vereda. Su interpretación fue que el gobierno británico res­
paldaría públicamente la ID E mientras los Estados Unidos no
llegaran a la fase de despliegue, contraviniendo el tratado ABM ,
sin previa negociación. Cuando la señora Thatcher volvió a visitar
Washington y se dirigió al Congreso (20 de febrero) se relamía con
unción, «jSeñor presidente, nosotros, en Inglaterra, pensamos que
es usted maravilloso!», le aseguró a Reagan (y a las cámaras) en
un banquete, para náusea del público británico asistente. E sto se
«interpretó de forma general en los Estados Unidos com o una ofer­
ta de apoyo casi incondicional» a la Guerra de las G alaxias .27

27. Guardian (21 de febrero de 1985).


EL COMETA DE LA LOCURA 131

Pero ¿Qué pasó con el buñuelo? En e l discurso fundacional d e


marzo de 19S 3, el presidente Reagan había añadido a su b oceto
original el propósito de proteger a los Estados U nidos « o a sus
aliados». Parece que cuando la Fuerza está con é l, Reagan es capaz
de extender su escudo a voluntad: a Europa, Israel, Japón (aun­
que nunca al Tercer M und o). Si e l coste de m ontar un paraguas
defectuoso sobre la nación norteamericana estaría fuera del alcance
de este m un do, e l coste de exten derlo desde Islandía y N oruega
hasta Turquía estaría fuera d el alcance de esta galaxia. P ero la
oferta probaba la bondad d e corazón de R onald Reagan. P or lo
que sabem os, la oferta n o la ha apoyado ni un solo estu d io d e fac­
tibilidad.
La oferta sólo podría tener algo de sen tid o, aunque fuera hip o­
téticam ente, d e dos form as. La prim era consistiría en propuestas
(tal vez hechas a la señora Thatcher en privado) d e que lo s E stados
U nidos podrían exten der defensas A B M d e p u n tos a bases estra­
tégicas de Europa, especialm en te lo s em plazam ientos de m isiles
de los E stados U n id os com o G reenham C om m on y M olesw orth .
E l señor H eseltin e podría correr en ton ces alegrem ente arriba y
abajo con su chaqueta antibalas a la cabeza de m iles de soldad os,
persiguiendo al ú ltim o cuáquero, con la con vicción d e estar bajo
un escudo norteam ericano.
In cluso así, este escudo supondría u n p equ eñ o precio p olítico.
D o s autores han señalado q u e, m ientras los sistem as interceptores
d e m isiles d e alcance interm edio (com o lo s SS-20 ) sólo podrían ser
factibles en E uropa, lo s interceptores « só lo dispondrían d e tres a
diez m inutos para detectar, identificar, seguir, apuntar y disparar
sobre las cargas nucleares enem igas». E sto requeriría «una respues­
ta A B M norteam ericana autom atizada y autom ática», com o e l L O W
(disparo ante señal d e alerta ).28 « N o habrá tiem p o d e utilizar lo s

28. El Launcb on warning (disparo ante la señal de alerta) alude a la


decisión político-militar de disparar las armas nucleares al recibir la alerta de
un ataque enemigo. La cosa se ha vuelto especialmente importante a medida
que se iban reduciendo los tiempos de vuelo y aumentaba la precisión de los
misiles, hasta el punto de que un ataque sorpresa podría eliminar la capacidad
de represalia de una de las superpotencias. La situación provoca el dilema
132 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

previstos canales de consulta de la OTAN. Con ello se les quitará


eficazmente a las autoridades políticas europeas cualquier papel ac­
tivo en las decisiones concernientes a la guerra nuclear sobre su
propio suelo.»29 Uno ya se había imaginado que éste era el motivo,
pero automatizar el proceso tiene un carácter definitivo. La cúpula
se convierte en un sistema automatizado para la extinción de la
autonomía europea.
El otro medio hipotético de extender la cúpula para cubrir
Europa consiste en la exótica tecnología propuesta para intercep­
tar los ICBM soviéticos en su fase de propulsión (pp. 82-83). Si
esto —el elemento más rebuscado y problemático del sistema— se
llegara a realizar, entonces se cargarían los ICBM antes de que pu­
diera conocerse su asignación de blancos, y por lo tanto, quieras o
no, la cúpula podría extenderse no sólo a Europa, sino también a
Campuchea, Iraq y Marruecos: de hecho, a cualquier territorio
dentro de su alcance. Los asesores de la Casa Blanca estaban tan
entusiasmados con esta idea que empezaron a alabársela a Europa
como una nueva prueba del altruismo de los Estados Unidos. El
doctor Keyworth invitó a los europeos a que pensaran en la IDE
no como una cúpula protectora encima de ellos, sino como una
cúpula (o tapadera) colocada sobre la Unión Soviética, para evitar
que sus misiles salieran fuera.30
Hasta los «auténticos creyentes» de Europa se han mostrado

conocido como «úsalas o piérdelas»; de ahí la posibilidad de establecer sis­


temas semiautomatizados de disparo nuclear.
El disparo ante la señal de alerta tiene importantes implicaciones de tipo
estratégico, puesto que plantea la cuestión de quién debe tener el control polí­
tico de la decisión de desencadenar un ataque nuclear. La tendencia hada el
disparo ante la señal de alerta actual incrementa los riesgos de guerra acci­
dental (en el sentido de guerra no deseada por nadie) a causa de errores en
la detección de un hipotético ataque, así como la probabilidad de ataques
anticipatorios causados por falsas alertas. (N. del ed.)
29. Robcrt G. Hermán y Carol V. Rose en Arms Control Today (julio/
agosto de 1984).
30. Véase el artículo de fondo en Guardian (24 de julio de 1985); tam­
bién Zbignicw Brzczinski, Robert Jastrow y Max Kampelman, «Search for
Security: The Case for the Strategic Dcfence Initiative», en International
Herald Tribune (28 de enero de 1985).
EL COMETA DE LA LOCURA 133

escépticos ante esta idea, aunque han tenido la precaución de


decirlo entre m urmullos, no fuera a ser que sus propios públicos
los oyeran. Los maleducados franceses han sido incluso sardónicos.
E sto n o se debe sólo a que se muestren escépticos ante su tecnolo­
gía y atentos a sus probables defectos si llegara a emplazarse algún
día. Se debe tam bién a que la amenaza más evidente para Europa
no procede de los ICBM , sino de la fuerza aérea, m isiles de cruce­
ro, artillería, m isiles de alcance m edio (SS-20) y m isiles de corto
alcance y vuelo bajo com o los SS-12, SS-22 y SS-23. M ientras que
los interceptores tierra-aire podrían derribar a algunos de éstos,
ningún asesor m ilitar com petente tendría confianza en e l futuro d e
su país protegido con m étodos tan problem áticos. La M A D aún
parecía la única defensa viable. E n los primeros m eses de 1985 un
accidente ferroviario extraordinario e indeseado pareció a punto de
ocurrir en lo s cam pos de m aniobras de la A lianza Atlántica. Una
aventura que se había pu esto en marcha para dar jaque m ate a los
soviéticos y desconcertar al m ovim iento por la paz estaba resul­
tando un desagradable encuentro diplom ático entre Norteamérica
y sus leales aliados d e la O T A N .

E u r o pa : ¿ fo n d o de r e p t i l e s ’o SALT?

E n e l m om en to de escribir e sto , la respuesta de la administra­


ción de lo s E stad os U n id os ha pasado por d os fases. E n la primera,
de enero a m ayo d e 1 9 8 5 , ha habido una extraordinaria opera­
ción de relaciones públicas para vender la Guerra de las G ala­
xias I. Los m étod os han pasado de velados cam elos a seducciones
m ateriales (sugerencias d e contratos d e investigación lucrativos) y
a ultim átum s directos. E n la segunda fase (desde m ayo h a s ta ...? ),
se ha ofrecid o una ID E m odificada a lo s europeos: la Guerra d e
las G alaxias I I . D io s sabe cuál será la tercera fase.
E n la prim era etapa, lo s mensajeros fueron y vinieron por e l
A tlántico — Caspar W einberger (varias veces), e l propio señor
Reagan, el general Abraham son, E dw ard T eller y u n m ontón d e
subordinados— y se in ten tó conseguir varias veces que lo s m inis­
tros d e E xteriores o d e D efen sa d e la O T A N reunidos anunciaran
134 LA GÚÍitfRA DE LAS GALAXIAS

su lealtad a la IDE» Nunca tuvieron éxito» Lo» franceses eran arfo-


gantcincnie independientes. El presidente Mítterrand no midió sus
palabras: la ID E era especulativa, su* consecuencias serían deses-
tabilizadoraa, provocaría una carrera armamentista en el espado y
afectaría a las perspectivas de desarme, «El principal ínteres de la
OTAN debe ser permanecer fiel a la disuasión nuclear», declaró
Charles Hernu, ministro de Defensa, continuando la vieja tradi­
ción francesa de conseguir desde fuera que la OTAN se ocupe de
sus asuntos.31 Los daneses y, más tarde, los noruegos, rehusaron
participar, como hizo Australia.32 Los alemanes occidentales vacila­
ron, como los holandeses; al mismo tiempo se empezaban a produ­
cir divisiones dentro dé las coaliciones gubernamentales: al cand-
11er Kohl le gustaba la ID E , pero a su compañero de coalición, el
ministro de Exteriores H err Genscher, le gustaba menos.33 «Uno
de los peores problemas que tenemos es con los aliados — le dijo
a The N ew Y o rk Tim es un «importante fundonario del Departa­
mento de Estado», en marzo— . Y todo parece indicar que los te­
nemos bajo control de momento.»34
Una réplica im portante para la Casa Blanca fue jugar «la carta
de los SS-20»: esto es, pedir la sumisión de los aliados porque la
Unión Soviética ya se estaba lanzando a la carrera ABM y a las
investigaciones de emplazamientos espádales, por no m endonar ía-

3 Í. Guardian (11 de febrero de 1985), El gobierno francés se habla


opuesto a la ID E (porque hacía peligrar la «disuasión») en la Conferencia de
Ginebra de junio de 1984, Mítterrand elaboró propuestas para una réplica
europea a la ID E ya en febrero de 1984: ver Le Monde (9 de febrero y 18 de
diciembre de 1984).
32. El parlamento noruego se ha opuesto a la ID E e instó a que se
reanudaran las negodacioncs para prohibir armas en el espado, pero rechazó
(por 75 votos contra 74) una moción para oponerse a la investigadón (4 de
junio de 1985: «Nudear Disarmament N ews», N eil til atomvapen, Oslo, ju­
nio de 1985). El 14 de mayo de 1985 la mayoría de la oposición del parla­
mento danés hizo triunfar la moción de no partidpación en la IDE: De
Waarbeid, 15 de mayo de 1985. Para Australia, véase T. B. Millar en Daeda-
lus (verano de 1985).
33. El Partido Democrático Libre adoptó una postura muy crítica con
respecto a la ID E, reforzando así la de Herr Genscher contra el candllcr
Kohl: Guardian (13 de junio de 1985).
34. Lcslic Gelb en N Y Times (3 de marzo de 1985),
E L COMETA DE LA U X X X A 135

yos letales de toda índole* Lo* método* cniaLradüa como inocente*


y pjc;¿co> cu Ando lo$ adoptaban Ioí l'Atdiiok U t'4¿^ ¿c convenüA
en temblé* amenaza* *i los usaban ¡os soviéticos. Lo& gobierno*
europeos tuecon inundados con iniorme* sobre los «vanees sovié­
ticos ¿a el espacio. Se descubrió la supuesta «brecha AIí.M* y,
dondequiera que los corresponsales europeos de defensa descolga­
ban el teletono, oían el aliento pesado de la amenaza soviética,
cercado por cortesía de los servicios de información de los Estados
Unidos. Se les dijo que los soviéticos estaban a punto de romper
d tratado ABM. Estaban a punto de desplegar su propia IDE. El
siniestro radar de antenas puestas en fase cerca de Krasnoiarsk
hizo d papd de los SS-20. Finalmente, a principios de marzo, d
presidente subió el mando del volumen. Llevando la buena nueva
(y d escudo) a Canadá, anunció que la Unión Soviética estaba vio­
lando ahora d tratado ABM y (en gran medida) los acuerdos
SALT II, la Convención de Ginebra sobre guerra química y los
acuerdos de Yalta y Helsinki.
Hasta Whitehall podía ver lo que se avecinaba. La forma de
derogar un tratado, o de crear un nuevo sistema de armas, es siem­
pre poner en d cido d grito de que d otro lado está haciendo esto
o aquello; si no lo hacemos nosotros, lo harán ellos. Esto lo han
hecho ambos bandos. Y siempre hay algo que denunciar en d
otro. En este caso, la URSS, igual que los Estados Unidos, había
estado haciendo avanzadillas en las «zonas grises» d d tratado
ABM. Pero la orquestación de la indignación oficial norteamerica­
na fue un indicio claro de que d presidente estaba preparando d
terreno para una pronta ruptura o derogación norteamericana d d
tratado de 1972. Peor que eso, estaba a punto de romper esos
acuerdos de Camp David tan bien envudtos.
En estas circunstancias, a los británicos se Ies fundió un plo­
mo, y d nombre del fusible fue sir Geoffrey Howc, ministro de
Exteriores. El 15 de marzo pronunció un discurso moderado y
razonado en el Royal United Services Institute, cuya esencia fue
una defensa de los dogmas clásicos de la «disuasión». En su nom­
bre defendió d tratado ABM y recordó la interpretación británica
de los acuerdos de Camp David. Reafirmó d apoyo británico a la
«investigación» de tecnologías' de la IDE, pero advirtió que «la
1}6 LA GUERRA DE tAS GALAXIAS

investigación puede adquirir por si misma una dinámica ímpara-


.felw
Debemos tener cuidado de que la marcha de la tecnología,
y aún menos los intentos prematuros de predecir esa marcha,
no condicionen las decisiones políticas.

Señaló que con la ID E podían rivalizar contramedídas, y advir­


tió del peligro de «crear una nueva línea Magínot . .. susceptible
de ser burlada por contramedídas relativamente más simples y feha­
cientemente más baratas». «¿N o invertirían inexorablemente las
defensas el equilibrio en los sistemas defensivos nucleares diseña­
dos para vencerlas?» E insinuó levemente las cargas que la IDE
imponía a la Alianza Atlántica.
El discurso de sir Geoffrey apenas fue más allá de la elabora­
ción de los acuerdos que la señora Thatcher creía haber concertado
con el presidente Reagan en Camp David diez semanas antes. Pero
tuvo una respuesta sensacional. Por alguna razón The Times se
había convertido en el órgano director de la defensa de la Guerra
de las Galaxias en Europa, y publicaba unos informes extraordina­
riamente cercanos al presidente de los Estados Unidos — casi po­
dría decirse íntimos— que parecían llegar directamente de la Casa
Blanca. El 18 de marzo sir Geoffrey fue som etido a un ataque, en
un artículo de fondo muy largo («La U D I 3 *35 de H ow c respecto de
la IDE») de extraordinaria vehemencia. Los lectores habituados al
Times asintieron sin duda con satisfacción al leerlo, con la impre­
sión de que se dirigía, no contra sir G eoffrey H ow e, sino contra
el señor Arthur Scargíll. El bondadoso sir G eoffrey fue acusado
de utilizar «lenguaje ludita ».36 El discurso fue «demasiado circuns­
pecto, confuso en d concepto, negativo, ludita, mal documentado
y, como resultado, si no como intención, una “enmienda demolc-

33. Las siglas UDI remiten en inglés a «Unilateral Declaración o£ In-


dependence» (Declaración Unilateral de Independencia). (N. del i.)
36, «Luddite» designa a un grupo de trabajadores ingleses que, entre
1811 y 1816, se rebelaron y destruyeron maquinaria textil creyendo que
ésta disminuiría el nivel de empleo. Por extensión se aplica a los reacios a
las innovaciones. (N, del t.)
tíh (j)MHTA fíti LA UMMtÁ m

4of.fi * h todo el plan* dfc la ID E , ÍJ diwut^o había c&n&ófj «un


ddfto inefable á ];< cohesión de \a Alianza A t \kn\u:%» y (y/jt lo q f¿e
rl redactor ya bahía oído de la Ca%a Manca) había «cau&ado ctr*>
por y una reacción dolorida en el d i culo interno d e h . admmittra-
cíón norteamericana», Ayudaría al §efior G oibacJv/v z «tepaf&r* a
Europa 4c América, «P or m ucho que dígan en público, en privado
Ioü norteamericanos no cMán con ten tos.»
A los pocos días el am biente estaba cargado de negativas ofi­
cíales, de las c|uc todos estaban hartos, y de señales reveladoras
de que lo estaban .37 E l embajador norteamericano hizo una llamada
formal al m inistro de E xteriores y pid ió qu e le devolvieran lo s
envoltorios de los acuerdos de Camp D avid . U n episodio más
asombroso tuvo lugar en el hotel Roya! C arden, donde un «C om ité
por el M undo Líbre» reunió en una conferencia a todos los halco­
nes de Europa y Am érica para discutir el tem a «D esp ués de 19&4».
Lord C halfont inició los debates describiendo el discurso d e sír
G eoífrey com o una «triste m ezcla de consignas pasadas d e m oda».
La asamblea recibió m ensajes d e apoyo de la señora Thatcher y e l
presidente Reagan, y escuchó una in tervención d e la señorita Jeao-
nc Kírkpatríck, a la sazón em bajadora d e lo s E stad os U n id os ante
las N aciones U n id as, qu ien «confió y rezo» para qu e las conversa­
ciones sobre arm am ento d e G inebra fracasaran. E l doctor Roger
Scruton escogió al m inistro de E xteriores y a la U niversidad Balliol
com o fu entes de «traición ». T o d o e sto era predecible.
P ero en tonces R ichard P erle, secretario adjunto d e D efen sa de
Reagan en fu n cion es, se levan tó y d esolló por su cuenta al m inis­
tro de E xteriores británico. P erle, qu e ha recibido e l nom bre d e
«Príncipe de las T in ieb las» por su feroz op osición a lo s acuerdos
de control d e arm am ento, y que jugó un papel notab le en hacer
fracasar las prim eras conversaciones de G inebra sobre los eurom i-
siles, había dirigido la cam paña por una derogación unilateral nor­
teamericana d el tratado A B M .38 A cu só ahora a la U n ió n Soviética
de «hipocrasía (sic) d e d im en sion es orw ellian as» y d e violación
«abierta» y «descarada» de lo s tratados arm am entistas. D ijo que el

37. NY Times (16 de marzo de 1985).


38. Véase Strobe Talbot, Deadly Gambits, Nueva York, 1984.
138 LA GUERRA DE DAS GALAXIAS

discurso de sír Geoffrey demostró que «la longitud no es sustituto


de Ja profundidad» y cuestionaba «de una manera que es a la vez
tendenciosa y oblicuamente declamatoria, el programa de defensa
estratégica de los Estados U nidos».3* Por muchos protocolos que
la Unión Soviética pudiera haber roto, el que un ministro en ac­
tivo de la administración norteamericana atacara al ministro de Ex­
teriores de un aliado principal en su propia capital rompió todas
las reglas normales de la diplomacia .3940
Por entonces ya estaba claro que estaba ocurriendo algo extra­
ño. En las crisis de los euromisiles, el gobierno de los Estados Uni­
dos (y sus propagandistas) se habían asegurado el voto de lealtad
de la mayoría de las fuerzas de Europa Occidental y se hablan ga­
nado al centro político (en política y en los m edios de comunica­
ción) igual que a la derecha. Esta vez los halcones de la admi­
nistración de los Estados Unidos estaban intentando imponer la
misma obediencia atlantista a Europa utilizando a los ardientes
defensores de la guerra fría y a la «derecha tonta». Tanto la Fun­
dación Heritage como H igh Frontier entraron en el negocio de la
exportación. Una oficina en Londres con el pretencioso nombre de
Instituto de la Defensa Europea y de Estudios Estratégicos (diri­
gida por el señor Gerald Frost) resulta — i sorpresa!— estar «aso­
ciada con la Fundación H eritage». (El señor Frost ha sido un ce­
loso defensor de la ID E .)41 Y se ha formado un consejo asesor de
H igh Frontier en Europa con el respaldo del «padre» de la bom ­
ba H francesa, el general Pierre G allois; el representante británico
del consejo es el vicemariscal del Aire Stewart M enaul .42
Pese a ello, el trabajo de este gabinete bien financiado no pros­
peró. La Guerra de las Galaxias esperaba volver a representar los

39. «El Ilustre Richard Perle», discurso del 19 de marzo de 1985 (mul-
ticopiado).
40. Walter Schwarz estudió la conferencia «Después de 1984» en Guar­
dian (22 de marzo de 1985).
41. W. J. Broad en NY Times (13 de mayo de 1985).
42. The Times (28 de marzo de 1985). «High Frontier Europe» y el
European Security Institute (EIS) organizaron una conferencia conjunta en
Rotterdam, con oradores como el general Gallois y el vicemariscal del Aire
Menaul; Jrpuw (22 de junio de 1985),
EL COMETA DE LA LOCURA 139

dramas de 1980 a 198 3 , cuando los gobiernos y los m edios de co ­


municación dieron una paliza a los m ovim ientos por la paz y a la
izquierda ligeram ente prosoviética, aunque ahora en nom bre de la
moral antinuclear. P ero la frente de las clases dirigentes europeas
se cubrió de sudor cuando se im aginaron que tenían que pasar otra
ve 2 por todo eso. A dem ás, para hacerles justicia, en añadidura a
su firme creencia en la «disu asión», m uchos centristas habían es­
perado que las negociaciones de G inebra pudieran tener éx ito en
suavizar las tensiones y en reducir (o por lo m enos controlar) el
armamento. E l A tlántico se hizo más ancho, y las contradicciones
entre los intereses econ óm icos y estratégicos de ambas orillas se
volvieron más evid en tes. Lo que en Europa había sido un centro
proatlantista em pezó a ser su stitu id o por un grupo de presión mar­
ginal de m ilenaristas de la ficción espacial, orquestado por los
fans de Reagan.
E l pu nto culm inante y el fracaso de la Guerra de las G alaxias
(fase uno) llegó con un disparate d e Caspar W ein berger. Se había
sugerido en W ash in gton que la ligera resistencia en las in stitu cio­
nes de la defensa europeas a la G uerra de las G alaxias podía ser
codicia: e l deseo de llevarse una tajada de los 2 6 m il m illon es de
dólares proyectados para in vestigación en los p róxim os cinco años.
Los alem anes occidentales parecían querer que los sedujeran; la
señora T hatcher p id ió desvergonzadam ente una tajada d el fond o
de reptiles cuando se dirigió al C ongreso en febrero de 1 985; y lo s
japoneses (sobre q u ien es el presid en te exten d ió generosam ente un
escudo) tam bién m ostraron su interés inicial. La adm inistración
norteamericana está acostum brada d esd e hace m ucho a presionar
por sus asignaciones de arm am ento en e l Senado, ofreciendo sa­
brosos contratos a los estados de lo s senadores que lo consienten,
y vio la oportunidad de exten der la m ism a técnica desde Arizona
o Colorado hasta lo s peq u eñ os (y sin representación) estados de
Europa. C om o ind icó un sagaz burócrata norteam ericano, si el
apoyo de los gobiernos europeos n o pod ía com prarse, siem pre p o ­
dría «alquilarse ».43

43. George W. Ball, «The War for Star Wars», NY Revtetv of Books
(11 de abril de 1985),
140 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

El señor Weinberger pensó por ello que se haría con las vo­
luntades de la OTAN — y también con las de Japón, Australia,
Corea del Sur e Israel— si les enviaba una carta a los ministros
de Defensa de esos estados, invitándolos a proponer sus peticiones
para que figuraran en el proyecto:

Pediría, como primer paso, que me enviara en seis días una


indicación de su interés en participar en el programa de inves­
tigación IDE y de las áreas sobresalientes de investigación en
su país que estime más prometedoras ...

Esto movilizó sin duda la voluntad de la O TAN. Enfureció


a las lentas burocracias gubernamentales y fue considerado un «ul­
timátum» y una «forma insatisfactoria de tratar con los aliados».
A las tres semanas, Caspar Weinberger se vio forzado a ampliar
su plazo. Pero cuando los aliados se acababan de alisar sus encres­
padas plumas una nueva ráfaga se las alborotó otra vez. Los rea-
ganautas estaban agrupando sus fuerzas para volver a infringir los
tratados de control de armamento supervivientes. Volvió a haber
mucho tráfico sobre el Atlántico, y el señor Kissinger se unió a los
mensajeros de la Guerra de las Galaxias. D e pronto se hizo eviden­
te que Reagan estaba a punto de renunciar a los límites impues­
tos por el acuerdo (no ratificado pero observado informalmente)
SALT II sobre armamento. Y esta dura pelea cuerpo a cuerpo
también se había extendido a la administración de los Estados
Unidos.
Dado que no tenemos acceso a los ojos de las cerraduras de la
Casa Blanca no podemos identificar a los bandos. Claramente,
Weinberger, Perle, Iklé, el general Abrahamson y W illiam Casey
de la CIA pertenecían al bando favorable a romper con los con­
troles de armamento, y esperaban arrastrar a Reagan a su lado.
Alguien dijo más tarde en W ashington a The Times que esta
fracción

... cree que la investigación en defensa estratégica es una cues­


tión de principio, casi un imperativo moral, que debería estimu­
larse para que rindiera lp más posible, más que ser considerada
l-t COMETA t)t' LA LOCURA MI

básicamente como de rango secundario!


nal de proteger las íu t n it de represaiu

atrajo a los aliados de la O TAN para que le llevaran refuerzos


a Washington. En la última semana de mayo de 1985 se esperaba
que el presidente anunciara la derogación del SALT II en vista
de las «violaciones* soviéticas. Le convencieron de que aplazara
una semana su decisión. Mientras tanto, el Senado aprobó por el
95 por 100 de los votos ordenar ai presidente que no abandonara
los límites del SALT II. El 6 de junio los ministros de Exteriores
de la O TAN se reunieron en Estoril. El señor Shultz consiguió
volver a Washington con la recomendación unánime de los otros
ministros de la O T A N de que los Estados Unidos se atuvieran al
SALT II y también al tratado ABM . Pero fracasó en su intento
de traer también consigo, como atenuante, algún comunicado ge­
neral de aprobación de la ID E . Reagan se sometió a estas presio­
nes irresistibles y pospuso su decisión final sobre los tratados hasta
noviembre de 1985. Y ése fue el fin de la Guerra de las Gala­
xias I.4S

¿G uerra de las G alaxias fase ii o E ureka ?

Por entonces, la Guerra de las Galaxias II ya llevaba mucho


tiempo en órbita. Era un modelo menos moral pero más práctico,
modificado en fundón de las exigencias europeas. La Guerra de

44. The Times, artículo de fondo (25 de junio de 1985).


45. Ver Edward Schumachcr en N Y Times (7 de junio de 1985) y Guar­
dian y The Times de la misma fecha; Leslic Gclb, N Y Times (9 de junio
de 1985).
142 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

las G alaxias I I no propone acabar con las armas nucleares, propone


«reforzar la disuasión». Ya no pretende ser a prueba de grietas o
fugas. Evitará que salgan bastantes IC BM rusos para desconcertar
y «frustrar» a los rusos. Les dará «inseguridad» con respecto a las
probabilidades de éxito de un prim er golpe inutilizador. Las de­
fensas de pu ntos en los em plazam ientos de silos defenderán ade­
más las fuerzas «de represalia» de la O T A N . In cluso si es cierto
que no podría defenderse Europa O ccidental tan b ien com o los
E stados U n id os, el «reforzam iento» de las fuerzas disuasorias nor­
teamericanas frustrará lo s planes agresivos soviéticos y esto incre­
m entará la seguridad europea. Y la G uerra d e las G alaxias I I se
vende com o una «respuesta» a los avances soviéticos en ABM .
Sólo consiste en «in vestigación », y en la gran cantidad de dinero
que va con ella.
La fase I I se p u so en órbita con lem as com o «R eagan m odifi­
ca la propuesta d e la G uerra de las G alaxias ».46 D e hecho, la fase I I
es u n inform e d e ventas estab lecid o por lo s m ilitares, diplom áti­
cos y funcionarios de la seguridad nacional norteam ericana, y ha­
bría qu e reconocer qu e e l m érito d e l p royecto original es de la
señora T hatcher, ya que sigu e d e cerca lo s p rincip ios de los acuer­
d os de Camp D a v id (p . 1 3 0 ).
E l reciclaje de la I D E de esta m anera su pu so una profunda
d ecep ción para e l director d e The Times. Su «potencialidad com o
propu esta radical quedaba en e l cu b o d e la basura»:

Si la defensa estratégica quedara reducida a un mecanismo


que contribuye sim plemente a defender los emplazamientos de
misiles ... no serviría para mucho más que cualquier sistema nue­
vo de armamento. M antendría la incómoda — y desde luego in­
sostenible— inestabilidad de la doctrina nuclear actual, llama­
da Destrucción M utua Asegurada (M A D ).47

P or una v ez estam os d e acuerdo c o n The Times. La G uerra de


las G alaxias I I es sim p lem en te un a n u eva d im e n sió n d e la carrera

46. Guardian (20 de junio de 1985), informando de un nuevo folleto de


ventas del Departamento de Estado.
47. The Times (25 de junio de 1985).
EL COMETA DE LA LOCURA 143

armamentista nuclear — en tierra, mar y aire y, ahora, en el es­


pacio.
A finales de junio de 1985, el jefe de ventas, el vicepresidente
Bush, fue enviado a una gira de once días por siete países de la
Europa Occidental para conseguir el asentimiento a la Guerra de
las Galaxias II. No preveía ningún problema, puesto que las clases
dirigentes de la OTAN habían sido partidarias de la MAD duran­
te mucho tiempo. Lejos quedaban ya las promesas milenaristas de
la Guerra de las Galaxias I, salvo las peroratas y utopías. El señor
Bush volvió a asegurar a sus audiencias que la IDE era «pura y
simplemente un programa de investigación», con posibles desplie­
gues a «años vista». Estaba «más que lejos» de la intención
norteamericana poner en entredicho la disuasión.4* Pero, una vez
más, el vicepresidente volvió a Norteamérica con las manos vacías.
Esto fue debido en parte a que el desafortunado señor Bush re­
sultó, como siempre, superado por los acontecimientos. El gran
espectáculo de la crisis de rehenes en el Líbano le quitó todos
los aplausos a su actuación. Pero también fue debido a que los
europeos occidentales estaban ahora preocupados por el lanzamien­
to de un pequeño satélite espacial de su propiedad: Eureka.
Eureka fue diseñado y patentado por los franceses. Ya en fe­
brero de 1984, el presidente Mitterrand había pronunciado un dis­
curso en La Haya pidiendo una respuesta de Europa Occidental
al desafío del espacio, agrupar los conocimientos europeos sobre
investigaciones espaciales y la construcción de una estación espacial
europea en órbita. El representante francés en una conferencia en
Roma (30-31 de enero de 1985) reactivó estas propuestas, dando
mayor énfasis a la necesidad de asegurar la competitividad de las
industrias de alta tecnología europeas. Los alemanes y los británi­
cos se echaron atrás, temiendo ofender a sus guardianes norteame­
ricanos, y aconsejaron a las ambiciones gaullistas que no asumie­
ran una hegemonía francesa en Europa.
Pero entonces (15 de marzo) sir G eoffrey H ow e pronunció su
propio discurso (casi gaullista). El 18 de abril, el presidente Mitte-48

48. Ver Guardian (27 de mayo y 21 y 26 de junio de 1985); Leslie Gelb


en NY Times (3 de julio de 1985).
144 JJt GVLMMA 0* LA* GALAXIA*

rrand h cataba leyenda mientras «r bañaba <y* qoe el correo entre


Londres y Paria « lento), c u i d o prorrumpió en un grito; ¡Eurt*
kd f Pero explicar qué había creída encontrar híiitcm & d dehe üc-
m m m a terrenos diferente* (aunque igualmente focafarfat). El me­
morándum de WcinJbcrger a su» subordinado* de la OTAN haHa
subrayado que d Departamento de Deten** de ¡o» Estados Unido»
y» pedia Lt participación europea en d proyecto, A primera vista,
esta «renta* o soborno parecía atractiva, aunque cálculos genero­
so» sugirieron que conx> mucho sólo mil millones de dólares de
Jos 26 mil millones proyectados para investigación en ios próximos
cinco arlos podrían cruzar el Atlántico con destino a empresas
europeas.4* Pero después de un examen más meditado no parecía
Un buena. Los militares europeos de la OTAN y los contratistas
de armamento recordaron que había muchos precedentes de oca­
siones en que los norteamericanos han rechazado productos euro­
peos y han dado preferencia a ios suyos.59 Los alemanes occidenta­
les, particularmente, recordaron la trifulca acerca del gasoducto
procedente de la Unión Soviética, Desde la invasión de Afganistán
los Estados Unidos habían estado intentando detener la exporta­
ción de tecnología avanzada a la Unión Soviética, y habían utilizado
un sistema punitivo de licencias y métodos comerciales que fre­
cuentemente favorecía la competí ti vidad de las empresas norteame­
ricanas, Desde luego, el embargo se había extendido a todo el
mundo comunista. En 1984, MBB (Messerschmitt-Bolkow-Blohm)
había concertado la venta de un satélite de radiotelevisión a China,
pero los Estados Unidos le negaron la licencia porque contenía
elementos norteamericanos. Más tarde, una empresa estadouniden­
se se hizo con el contrato.49501 O tras empresas europeas, incluyendo
las británicas, habían sufrido las mismas restricciones.
Los alemanes habían conocido un ejemplo aún más ominoso de
la determinación norteamericana de controlar la alta tecnología.

49. Estimación de Philips en NRCdlandelsbUd (25 de junio de 1985).


50. Lawrence Frccdman ha señalado que h industria británica sólo ha
ganado 30 millones de dólares en contratos dei programa de 4 mil millones
para el Trídent D-5 de Gran Bretaña: New Statesman (5 de julio de 1985),
p. 18,
51. Der Spiegel (20 de agosto de 1984).
EL COMETA DE LA LOCURA 145

Der Spiegel inform ó a finales de 1984 que los estadounidenses ha­


bían negado una licencia de exportación desd e lo s Estados U nidos
de una com putadora sofisticada fabricada por Control Data para el
prestigioso In stitu to M ax Planck en H am burgo (que se iba a u ti­
lizar para investigación clim atológica). En este caso no era cuestión
de la exportación de com putadoras al m undo com unista. Pero los
Estados U n id os p id ieron , com o condición para su exportación, que
cada científico del In stitu to con acceso a la com putadora pasara
por las mayores m edidas de seguridad — y se le negara viajar a
los países com unistas— . D ad o que es norm al, en un in stitu to de
investigación científica, que los científicos de otras universidades
tengan acceso a los m ejores eq u ip os, esta exigencia de la seguridad
norteamericana podría haber tenido graves consecuencias entre la
comunidad científica. Cada vez que se usara la computadora habría
que rellenar u n docum ento con lo s datos del usuario y de las apli­
caciones, y entregarlo a la seguridad norteamericana. Se rechazaron
estas condiciones por infringir la constitución de Alem ania O cci­
dental .52
Con estos ejem plos en m en te, los alem anes y los franceses em ­
pezaron a exam inar m ás detenidam ente qué parte se les concedía
a los europeos en las investigaciones de la ID E . ¿Sería com o so­
cios o com o subcontratistas, habría un intercam bio de tecnología
en los dos sentidos o una jaula de seguridad incluso en to m o a sus
propios trabajos? E n marzo de 1 9 8 5 , según dijo alguien a The Ti­
mes, el gobierno de A lem ania O ccidental inform ó a los Estados
Unidos que cooperaría en la ID E si tuviera «acceso com pleto a
toda la tecnología norteamericana actual y futura, control conjunto
del programa de investigación y desarrollo, y controles operativos
conjuntos de cualquier sistem a ».53 Sin duda el inform e es exage­
rado. ¡Nadie de Bonn puede haber sido tan inocente! Pero, cua­
lesquiera que fueran los térm inos exigidos, resultaron demasiado
elevados.
Los franceses estaban m editando acerca del m ismo problema,
que también conocían por experiencia. Y algunos de los ministros

52. Der Spiegel (10 de diciembre de 1984).


53. The Times, artículo de fondo (19 de marzo de 1985).

10 . — TH O M PS O N
144 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

rrand lo estaba leyendo mientras se bañaba (ya que el correo entre


Londres y París es lento), cuando prorrumpió en un grito: ¡Eure-
ka! Pero explicar qué había creído encontrar Mitterrand debe lle­
varnos a terrenos diferentes (aunque igualmente sombríos). El me­
morándum de Weinberger a sus subordinados de la O T A N había
subrayado que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos
ya pedía la participación europea en el proyecto. A primera vista,
esta «renta» o soborno parecía atractiva, aunque cálculos genero­
sos sugirieron que como mucho sólo m il m illones de dólares de
los 26 mil millones proyectados para investigación en los próximos
cinco años podrían cruzar el Atlántico con destino a empresas
europeas .49 Pero después de un exam en más m editado no parecía
tan buena. Los militares europeos de la O T A N y los contratistas
de armamento recordaron que había muchos precedentes de oca­
siones en que los norteamericanos han rechazado productos euro­
peos y han dado preferencia a los suyos .50 Los alemanes occidenta­
les, particularmente, recordaron la trifulca acerca del gasoducto
procedente de la U nión Soviética. D esd e la invasión de A fganistán
los Estados Unidos habían estado intentando detener la exporta­
ción de tecnología avanzada a la U nión Soviética, y habían utilizado
un sistema punitivo de licencias y m étodos com erciales que fre­
cuentemente favorecía la com petitividad de las empresas norteame­
ricanas. D esde luego, el embargo se había exten dido a todo el
mundo comunista. En 1984, M BB (M esserschm itt-Bolkow-Blohm )
había concertado la venta de un satélite de radiotelevisión a China,
pero los Estados U nidos le negaron la licencia porque contenía
elementos norteamericanos. M ás tarde, una em presa estadouniden­
se se hizo con el contrato .51 Otras em presas europeas, incluyendo
las británicas, habían sufrido las mismas restricciones.
Los alemanes habían conocido un ejem plo aún más om inoso de
la determinación norteamericana de controlar la alta tecnología.

49. Estimación de Philips en NRC-Handelsblad (25 de junio de 1985).


50. Lawrence Freedman ha señalado que la industria británica sólo ha
ganado 30 millones de dólares en contratos del programa de 4 mil millones
para el Trident D-5 de Gran Bretaña: New Statesman (5 de julio de 1985),
p. 18.
51. Der Spiegel (20 de agosto de 1984).
EJL COMETA DE LA LOCUELA 145

Der Sptegel informo a finales de 1984 que los estadounidenses ha­


bían negado una licencia de exportación desde Jos Estados Unidos
de una computadora sofisticada fabricada por Control Data para el
prestigioso Instituto Max Planck en Hamburgo (que se iba a uti­
lizar para investigación clim atológica). En este cavo no era cuetüón
de la exportación de computadoras al mundo comunista. Pero los
Estados Unidos pidieron, com o condición para su exportación, que
cada científico del In stituto con acceso a la computadora pasara
por las mayores medidas de seguridad — y se le negara viajar a
los países com unistas— , D ado que es normal, en un instituto de
investigación científica, que los científicos de otras universidades
tengan acceso a lo s mejores equipos, esta exigencia de la seguridad
norteamericana podría haber tenido graves consecuencias entre la
comunidad científica. Cada vez que se usara la computadora habría
que rellenar u n docum ento con los datos del usuario y de las apli­
caciones, y entregarlo a la seguridad norteamericana. Se rechazaron
estas condiciones por infringir la constitución de Alemania Occi­
dental .52
Con estos ejemplos en mente, los alemanes y los franceses em­
pezaron a examinar más detenidamente qué parte se les concedía
a los europeos en las investigaciones de la IDE. ¿Sería como so­
cios o como subcontratistas, habría un intercambio de tecnología
en los dos sentidos o una jaula de seguridad incluso en tomo a sus
propios trabajos? En marzo de 1985, según dijo alguien a The Ti-
¿ver, el gobierno de Alemania Occidental informó a los Estados
Unidos que cooperaría en la IDE si tuviera «acceso completo a
toda la tecnología norteamericana actual y futura, control conjunto
del programa de investigación y desarrollo, y controles operativos
conjuntos de cualquier sistema».53 Sin duda el informe es exage­
rado. ¡Nadie de Bonn puede haber sido tan inocente! Pero, cua­
lesquiera que fueran los términos exigidos, resultaron demasiado
elevados.
Los franceses estaban meditando acerca del mismo problema,
que también conocían por experiencia. Y algunos de los ministros

52. 1Der Sptegel (10 de diciembre de 1984).


53. The Times, artículo de fondo (19 de marzo de 1985).

10. — moupsoH
146 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

de Mitterrand (que aun recordaban sus orígenes socialistas) encon­


traron una hipótesis interesante, y de ninguna manera estúpida.
¿Tal vez la Guerra de las Galaxias no tiene nada que ver, salvo
raarginalmcntc, con asuntos militares? ¿Y a lo mejor no está di­
rigida tanto contra la U nión Soviética com o contra los com petido­
res que tiene la industria norteamericana en Europa y en Japón?
El señor Claude Cheysson, antiguo m inistro de E xteriores y
ahora comisario europeo, ha defendido lúcidam ente esta hipótesis.
Distinguió tres objetivos en la política de los Estados U nidos: pri­
meramente hacer invulnerables los em plazam ientos de IC BM nor­
teamericanos; en segundo lugar, prom ocionar (a los ojos del presi­
dente) una buena im agen m oral de los Estados U nidos; y en tercer
lugar — siendo este tercer objetivo e l más im portante— :

En nombre de la amenaza que, según pretenden, se d em e


sobre Estados Unidos y Europa, se podrán invertir cantidades
considerables en investigación científica y tecnológica. Los nor­
teamericanos quieren recuperar así su liderazgo en ciertas áreas
de la tecnología del mañana.

Pero estas medidas de inversión pública son imposibles desde


el punto de vista político en Norteamérica debido «a las sagradas
reglas de la economía de mercado». De ahí que esta inversión re­
quiera una justificación que deje a un lado esas reglas, en nombre
de «la salvaguardia del mundo libre». Hay que precipitar al con­
tribuyente norteamericano a financiar objetivos privados capitalis­
tas gracias a la «histeria» de la guerra fría.54
Vista bajo esta luz, el propósito de la IDE no es «reforzar la
disuasión» sino reforzar la supremacía y competitividad tecnoló­
gica de la industria de los Estados Unidos. Es un medio de orga­
nizar la investigación y el desarrollo con vistas a una ventaja de­
cisiva de los Estados Unidos en el siglo xxi, de forma que los
controles económico y de seguridad aseguren el tráfico en una sola
dirección. Esto fue lo que el presidente Mitterrand creyó haber
descubierto cuando leyó el discurso de Howe mientras se bañaba.

54. Entrevista en Ubération (3 de mayo de 1985)»


EL COMETA DE LA LOCURA 147

P odía convencerse a los británicos; A lem ania O ccidental necesi­


taba su propia ID E . P ero, en vez de disfrazarla com o un programa
m ilitar espacial, ¿por qué n o acabar con la cháchara e ir directa­
m ente al grano: la estim ulación de la investigación tecnológica por
propia iniciativa?
P or e so se puso en órbita a Eureka, com o una respuesta a la
ID E , pero n o com o un sistem a alternativo de defensa. A l princi­
pio parecía qu e n o abandonaría la plataform a de lanzam iento. Los
británicos le dieron la espalda; hubo una conversación gélida entre
M itterrand y e l canciller K ohl, y e l eje París-Bonn parecía p eli­
grar .55 E nton ces e l ultim átum de Caspar W einberger em pezó a m o­
dificar el clim a europeo. Y lo s dos gobiernos y lo s principales in­
dustriales em pezaron a alarmarse cuando la organización ID E d el
general Abraham son en vió a m uchos expertos y asesores por las
universidades, laboratorios y plantas industriales europeas .56 Los
gobiernos se sintieron pasados por alto. Se tem ía que hubiera una
«fuga de cerebros» de m ercenarios profesionales europeos had a
Liverm ore y L os Á la m o s .5758 Se tem ía que lo s com erdan tes nor­
teamericanos se lim itaran a alquilar lo qu e n o podían conseguir en
su casa sin dejar nada a cam bio. C uando la U niversidad H eriot-
W att de E dim burgo r ed b ió un o de los prim eros contratos anun-
d ad os públicam ente para investigación sobre Guerra de las G ala­
xias en Europa (1 5 0 .0 0 0 dólares para com putadoras ópticas, tal vez
más en lo su cesivo), e l gigante holandés, P h ilip s, em itió un suspiro
ruidoso: «N unca aceptarem os una orden paread a». L os británicos
redbirían 1 5 0 .0 0 0 dólares por su in v e n d ó n m ientras daban cono­
cim iento por valor d e m illones de dólares a lo s norteam ericanos.
Podría ser bueno para los académ icos deshacerse de in vestigad ón
com o ésa, pero la industria investigaba con vistas a producirá Los

55. Guardian (29 de mayo de 1985); NY Times (21 de mayo de 1985);


The Times (21 de mayo de 1985).
56. Perfil del general James Abrahamson, Tbe Times (16 de mayo de
1985); «A Marketing Blitz in Western Europe», en Newsweek (17 de junio
de 1985).
57. Ver v.g. Newsweek (ibid.)t y Peter van Deutekom y Theo Koele en
Trouw (29 de junio de 1985).
58. NKGHandelsblad (25 de junio de 1985).
148 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

trabajadores de la SDIO (organización IDE) empezaron a pare­


cerse más y más a desguazadorcs; como dijo un científico alemán,
estaban tratando de «escoger las uvas».59 Con un resentimiento
creciente, otras naciones hicieron suyo el grito de los franceses:
se Ies estaba ofreciendo el papel de «subcontratistas». Europa Oc­
cidental empezó a saber a qué se parece pertenecer al Tercer
Mundo.
Ésta es la razón de que, en el verano de 1985, se reuniera en
tomo a Eureka una corriente sustancial de opinión, y al final Ale­
mania Occidental e incluso Gran Bretaña aceptaron unirse. N o pre­
tendemos alargar este ensayo especulando acerca del futuro de
Eureka, por la sencilla razón de que cuando este libro se publique
los lectores sabrán más sobre ese futuro de lo que nosotros sabe­
mos ahora. En el momento de escribir esto, Eureka es aún una
expresión de intenciones y un estímulo a los intereses en compe­
tencia. Nos contentaremos con algunas advertencias acerca de su
carácter pacífico.
Eureka se lanzó como un programa de investigación civil, y su
intención no militar se manifestó en la participación de cuatro na­
ciones neutrales (Suecia, Finlandia, Suiza y Austria). (Resultó de­
safortunado que Bulgaria también manifestara interés, y sugiriera
la ampliación de Eureka «desde el Atlántico hasta los Urales»: la
investigación nunca se había propuesto tener un carácter tan pu­
ramente civil .)60 El proyecto puede incluso conseguir tener una
orientación civil y alcanzar sus objetivos más rápidamente que si
estuviera esperando, como la ID E , beneficios civiles como subpro­
ductos marginales de una investigación militar inaccesible. Pero
debería señalarse que las prioridades de investigación tanto de
Eureka como de la ID E corren estrechamente paralelas. Las pro­
puestas francesas para Eureka fueron al principio una «copia exac­
ta» de las prioridades de investigación de la IDE: microelectrónica,
computadoras avanzadas, inteligencia artificial, electrónica óptica,
láseres y haces de energía de partículas, y materiales nuevos .61 És-

59. Vie Zeit (19 de abril de 1985).


60. Ubération (25 de junio de 1985).
61. Wubbo Tempel en NRC-Hattdelsblad (1 de mayo de 1985).
EL COMETA DE LA LOCURA 149

tas fueron modificadas más tarde con la adición de la robótica (y


«fábricas automatizadas») y biotecnologías.62 La prioridad civil se
ha reforzado desde entonces.
Con todo, si hay subproductos en un sentido, los habrá tam­
bién en el otro. Un corresponsal alemán apuntó que «por razones
puramente políticas y psicológicas, los franceses se callan cuando
se les pregunta por la decantación militar» de Eureka. Pero está
claro que esto ocurrirá.63 El redactor científico del Guardian, An­
thony Tucker, ha señalado que la expansión del Eureka a compu­
tadoras de la quinta o sexta generación, capaces de generar treinta
gigaflops64 por segundo, es poco susceptible de «ampliar la im­
plantación de Europa en los mercados mundiales», puesto que el
mercado de máquinas parecidas «apenas se interesará por las de
dos usos». Los principales usuarios de estas máquinas serán los
militares, y Tucker se pregunta si Eureka es «una tapadera para
desarrollos militares cuyo coste sería de otra forma completamente
inaceptable».65
El intento de hacer una distinción entre contratistas de arma­
mento europeos y norteamericanos puede llevar demasiado lejos.
Hay demasiada integración entre las multinacionales para que esto
sea posible. Philips (que respalda Eureka) tiene subsidiarios nor­
teamericanos, como Magnavox, que están en contacto con la
SDIO.66 De acuerdo con el general Abrahamson, el Thompson-CSF
francés (un socio de la CGE) proporciona las toberas de clistrón
utilizadas en la mayoría de los láseres norteamericanos.67 El gigante

62. Como se afirma en el folleto informativo francés, «Eureka: The


Technological Renaissance of Europe» (junio de 1985).
63. E. G. Lachman en NRC-Hattdelsblad (27 de junio de 1985).
64. El gigaflop es una unidad empleada en el almacenamiento de datos
utilizando la tecnología láser (disco-láser). Concretamente designa la capacidad
de efectuar mil millones de operaciones en coma flotante por segundo.
(N. del ed.)
65. Anthony Tucker, «Who Really Needs Eureka?», en Guardian (1 de
agosto de 1985).
66. NCR-Handelsblad (2 de mayo de 1985).
67. Entrevista entre los generales Abrahamson y Gallois, Géopolitique, 9
(primavera de 1985). A veces la alta tecnología militar, como el despilfarro
nuclear, puede trascender a la división de los bloques: el general Abrahamson
150 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

francés M ATRA ha colaborado con R ockw ell, U n ited T echnolo­


gies, y T R W en Norteamérica durante 2 0 años» A unque el 51 por
100 pertenece al Estado francés, contratará tanto para la ID E com o
para Eureka si las relaciones son buenas / 6 T am bién es probable
que haga lo m ism o British Aerospace, la Selenia italiana y la bá-
vara MBB. D esde luego M BB (M esserschm itt-Bolkow-Blohm ) ha
demostrado un sentido del deber a sus accionistas: «O frecem os ser­
vid os políticos. Si redbim os un encargo para la ID E lo aceptare­
m os ».*
689 A ún se recuerdan los «servid os políticos» d e M essersch-
m itt en las dos guerras m undiales.
H ay una «pasarela» entre la ID E y Eureka, por la que pueden
pasar los contratistas m ilitares .70 A dem ás, e l tráfico circula más
fácilmente porque los partidarios de una econom ía de libre mer­
cado — especialmente el canciller K ohl y la señora Thatcher—
pueden pretender que la contratadón de armas, com o cualquier
negodo, es un asunto estrictam ente privado. G ran Bretaña, tam ­
bién conodda como la pérfida Albión, está jugando a las dos car­
tas: integrándose en Eureka (por si hubiera en ello alguna ganan­
cia) mientras envía al señor H eseltin c a W ashington (en nom bre
de «la reladón especial») con la esperanza de obtener favores de
la ID E .71
¿Q ué formas, además de los contratos, podría adoptar el aspec­
to militar de Eureka? Una forma obvia es el desarrollo de armas
convendonales de alta tecnología más m ortíferas .72 O tra (indicada
especialmente por los franceses) sería la defensa de puntos de sus
propios aeródromos, bases y «fuerzas disuasorias». E l general G a­

lo dijo a los reporteros que d principal aparato de haces de partículas de


Los Alamos funciona «porque incluye tres invenciones soviéticas por separa­
do»: Willíam J. Broad en NY Times (1 de julio de 1985).
68. Ubération (4 y 5 de junio de 1985). La Plcsscy británica también le
ha ofrecido a Rodrwell un contrato para el sistema Ptarmigan.
69. 'Die Zeit (19 de abril de 1985).
70. Ver Le Monde (9-10 de junio de 1985).
71. Guardian (23 de julio de 1985).
72. Le Monde (9-10 de junio de 1935). Sobre los alarmantes desarrollos
que ya están en camino, ver Paul Hoag, «High Technology Army Weaponry»,
en Bconomic Forum (verano de 1982).
EL COMETA DE LA LOCURA 151

lloís ha sugerido incluso que «ciertos» países de industrias avan­


zadas «que han renunciado a las armas nucleares» (o cuyas cons­
tituciones les impiden tenerlas) «como Japón y Alemania», podrían
«recuperar su potencia militar» saltándose la fase nuclear y yendo
directamente a los láseres y otras formas de rayos letales.71 Es una
idea feliz.
No podemos asomamos a este sombrío futuro. Eureka índica
una actitud de independencia con respecto a Washington, un re­
chazo a ser un mero subcontratista de la IDE. Pero también podría
ser un subterfugio político. Como «algunos funcionarios franceses»
dijeron a The New York Times, es «una forma de negociar mejor
los contratos de la Guerra de las Galaxias mientras se evita darle
un respaldo político directo» a la ID E .74 Los vendedores norteame­
ricanos, después de su enfado inicial, han adaptado su táctica a este
subterfugio. Continúan escogiendo las «uvas» del pastel europeo.
Continúan teniendo amigos poderosos (como lord Chalfont y Franz
Josef Strauss), que defienden un compromiso europeo absoluto con
la IDE. Y se habla ahora de intentar convertir a Eureka en una
espede de IDE regional. En esta división del trabajo (y de los
costes), Europa tendría sus propias responsabilidades y cierto con­
trol sobre sus propias tecnologías, en una Iniciativa de Defensa
Táctica, o T D I .757
6N o puede confiarse en Eureka como un progra­
ma de investigación «civil» a no ser que se le dé un nuevo con­
tenido y dirección política. D e otra forma basta sus derivaciones
aviles pueden ser desoladoras. Como ha indicado el Partido So­
cialista holandés, el futuro de Eureka no promete logros sociales,
y no contiene ni un solo «párrafo social» en su articulado. La alta
tecnología y la competítividad se asumen como fines sin más consi­
deraciones. Pero ¿deseamos realmente que nuestras empresas (in­
cluso nuestra inteligencia) se «roboticen» y que la espede humana
se haga superflua por culpa del software?%

75. Géopólitique, loe. cit.


74. NY Times (13 de mayo de 1985),
75. Géopolitique, op. cit.; David M. Abthire, «SDI-The Path to a More
Mature Deterrent», en NATO Review (abril de 1985); Trouw (22 de junio
de 1985).
76. Trouw (29 de junio de 1985),
152 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

¿Por qué, a la vista de la oposición de sus mejores amigos de


ayer, se ha empeñado Washington en que Europa se tragara la
Guerra de las Galaxias hasta que vomitó Eureka en son de pro­
testa? ¿Es una mera exaltación del ego de las superpotencias?
¿Supone la necesidad de volver a imponer obediencia (en nombre
de la «unidad» de la OTAN) a sus estados clientes? Si dejamos de
lado la «investigación», se ha sugerido que podría encontrarse una
explicación en la logística militar.77 Si se desarrollaran las defensas
ABM en beneficio de los Estados Unidos, cuanto más lejos estu­
vieran emplazadas mejor. George Keyworth, consejero científico
del presidente, ha dicho: «La tecnología puede exigir ciertos em­
plazamientos en Europa ... Algunos sistemas estarán en Europa».78
¿Cuáles serán estos sistemas?
Está muy claro que habrá que perfeccionar mucho las actuales
instalaciones avanzadas de detección, seguimiento y asignación de
blancos, de la misma forma que el control de las transmisiones en
general. Esto incluirá radares ABM en Europa del tipo de los que
actualmente prohíbe el tratado ABM. Ahora están construyendo
los Estados Unidos nuevas instalaciones de radares en Canadá,
Groenlandia e Islandia, y el señor Weinberger informó al Congreso
norteamericano (sin consultar al gobierno británico) de que el tra­
bajo empezaría con un radar de antenas puestas en fase en Fyling-
dales, Yorkshire, en 1986.79 Nadie ha informado todavía al Con­
greso de que vayan a emplazarse misiles interceptores ABM u
otra quincalla ligada a la ID E en territorio de los aliados de la
OTAN, aunque el señor Weinberger le dijo a un entrevistador de
la televisión canadiense: «N o tengo ni idea de dónde podrán em­
plazarse las defensas ... Trataríamos de ... localizar los mejores
lugares para las defensas. Algunas podrían estar aquí [en Canadá],
otras podrían estar en Estados Unidos, algunas podrían estar en el

77. Rip Bulkcley en un folleto, «Forward Basing-The Secret Key to


SDI?» (julio de 1985), no publicado.
78. Voice of America (8 de julio de 1985).
79. Lawrence Freedman en The Times (24 de julio de 1985); T. K.
Longstreth, J. E. Pike y J. B. Rhinelander, Impact of US and Sovietic Ballis-
tic Missile Defence Programs on tbe ABM Treaty (1985), pp. 4041.
EL COMETA DE LA LOCURA 153

mar. Sólo depende de dónde esté el lugar técnicamente más útil


para colocarlas».80
Unos «lugares muy útiles técnicamente» serán Canadá y Euro­
pa: en la costa norte (Islandia, Noruega) a través del Polo Norte,
también es posible que en Israel o Sicilia, y muy probablemente en
Gran Bretaña por su relación especial. Como hemos visto (p. 84),
a los partidarios de la Guerra de las Galaxias les gustan ahora los
sistemas de láser pop-up, que permiten prescindir de las vulnera­
bles plataformas espaciales mantenidas en órbita de forma perma­
nente. En caso de alerta, se dispararían los sistemas pop-up (desde
tierra o desde submarinos) para identificar, apuntar o atacar a los
ICBM soviéticos mientras se elevaran en su fase de propulsión.
Pero para hacer esto deben poder «ver» por encima de la curvatura
del horizonte del planeta. En los escenarios de ficción espacial de la
Guerra de las Galaxias las ventajas de los emplazamientos avanza­
dos son muy importantes. D e acuerdo con el general G allois, dis­
parar un láser desde territorio norteamericano exigiría elevar es­
pejos, a gran velocidad, hasta una altura de unos 2.000 km, mien­
tras que para interceptar m isiles de alcance corto o medio se po­
drían poner en órbita pop-ups desde Europa Occidental a una
altura de sólo 20-80 km .81
El emplazar bases adelantadas tendrá consecuencias posteriores.
El elemento decisivo de la ID E será el C3I: el procesamiento ins­
tantáneo de señales enemigas y la em isión casi simultánea de mul­
titudes de instrucciones para asignación de blancos. Provocando
consternación entre los responsables de las relaciones públicas de
la Casa Blanca, el señor Fred Ik lé, cuando visitó Canadá a finales
de mayo de 1985, abrió su boca más de lo debido. Reveló que el
Pentágono está ideando un nuevo plan de guerra y una estructura
de mando que integraría las fuerzas defensivas y ofensivas, mandos
armados, navales, aéreos y espaciales — B -l, Trident, Pershing II
y otros sistemas ABM , m isiles de crucero, satélites y ASAT, y

80. NY Times (19 de marzo de 1985). Las palabras «algunas podrían


estar aquí» [es decir, en Canadá] se omitieron en la copia de la Embajada
norteamericana en Ottawa: NY Times (20 de marzo de 1985).
81. Entrevista en La Vie Tran^aise (1*7 de julio de 1985).
154 LA GUERRA DB LAS GALAXIAS

todo el resto de hardware y software (incluyendo, presumiblemente,


sistemas de combustión mediante aire 11bu como el señor Hesel-
tine)— en un único mando coordinado. Todos los sistemas podrían
funcionar entonces a la velocidad vertiginosa de un gigaflop .*2

La r e sp u e st a s o v ié t ic a a la ID E

En esta descripción condensada de la acogida europea a la Gue­


rra de las Galaxias el lector atento puede haber observado que
algunas figuras familiares sólo han tenido el papel de comparsa.
Ante todo, la Unión Soviética. Es por supuesto predecible que los
«auténticos creyentes» de la ID E , como lord Chalfont y el director
de The Times, atribuyan todos los problemas norteamericanos a
«la campaña soviética contra la ID E » y a los intentos soviéticos
de «dividir la Alianza Atlántica». Naturalmente, el Kremlin ha ob­
servado fascinado cómo empezaba a enloquecer la O TA N . Pero
¿cuál ha sido el papel soviético?
El hecho es que la diplomacia soviética ha quedado relegada
a un segundo plano por la escena dramática mucho más atractiva
constituida por la irritación entre los primos hermanos de la
O TA N . Cualquier «división» dentro de la O T A N ha sido íntegra­
mente autoinducida. Todas podían haber ocurrido como lo hicie­
ron sin que la URSS existiera, excepto como Idea del Otro. Por
supuesto, los propagandistas soviéticos han subido el volumen de
la propaganda contra los esfuerzos norteamericanos por conseguir la
superioridad de primer golpe y contra su «ambición imperial» de
alcanzar el dominio del m undo .83 A lo mejor tienen razón. Pero el
mundo no les ha escuchado.81

81 bis. Thompson se permite una broma a costa de Heseltine. Los sis­


temas de combustión a partir de aire (atr-breathing) designan aquellos misi­
les que requieren la entrada de aire para la combustión del material prope*
lente, como los turbojets. Obviamente, la expresión alude en su literalidad
a la respiración. (N. del ed.)
82. NY Times (29 de mayo y 1 de junio de 1985); De Volkskrartt (30 de
mayo de 1985).
83. Por ejemplo, Marshal Sokolov en Guardian (6 de mayo de 1985).
EL COMETA VE LK JjQCUM 155

Es d efto *—como lord ChaJfoat y otros persisten en decir—


que hay un elemento de híjxxresía en la propaganda soviética. La
Unión Soviética nunca se lia propuesto construir su propia IDE
o escudo impenetrable, y tampoco lo hace ahora, Pero, como ha
mostrado John Pike ,64 tiene sus propias parcelas de investigaciones
avanzadas ABM, programa ASAT y todo lo demás. Los rusos tam­
bién han desarrollado más las armas antiaéreas y las defensas tierra^
aire (SAM) que la O TAN, puesto que una proporción mucho ma­
yor de los sistemas ofensivos de los Estados Unidos están empla­
zados en el aíre o en el mar (27 por 100 y 51 por 100), mientras
que la mayoría de las cargas nucleares soviéticas están emplaza­
das en tierra (65 por 100), La hipocresía de los propagandistas
soviéticos consiste en su secreto habitual acerca de cualquiera de
estos desarrollos y su pretensión de pura inocencia. En 1984, un
Comité de Científicos Soviéticos por la Paz y contra la Amenaza
Nuclear publicó una crítica documentada de la ID E, que procedía
por entero de fuentes norteamericanas no reservadas. N o revela ni
un ápice de información sobre las investigaciones soviéticas, a pesar
del hecho de que entre sus miembros se encontraba el director
y director delegado del Instituto de Investigación Espacial de la
Academia de Ciencias de la URSS,
De ahí que los militares soviético s puedan llevarse perfecta­
mente desagradables sorpresas con sus propios secretos, y que
cada tratado deba ser cuidadosamente propuesto y verificado. (De­
bido a que apenas hay ningún grupo de presión independiente de
ciudadanos en la Unión Soviética capaz de vigilar a sus propios
militares — y lo poco que hay, como el Grupo de Confianza de
Moscú, está sometido a continuos acosos por parte de la KGB— ,
los controladores de armas norteamericanos y el movimiento en
pro de la congelación tienen razón en pedir que se verifiquen.) Con
todo, es difícil ver alguna alternativa a la actitud diplomática so­
viética acerca de la ID E , Han propuesto nuevos tratados para84

84. Thompson alude al capítulo tercero de la versión inglesa de este


libro, «Enjuiciando la defensa contra misiles balísticos soviética» que, por las
razones señaladas en la Introducción, no se ha incluido en la presente edi­
ción, (N. del ed.)
156 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

proscribir los desarrollos militares en el espacio, incluyendo los


sistemas A SAT. H an defendido los tratados ABM y SALT exis­
tentes. Aunque pueda resultar difícil verificar el cum plim iento de
los tratados que prohíben la investigación, en cuanto la investiga­
ción alcanza el estadio de ensayo o de verificación de despliegues
debería presentar pocos problemas; si el N O R A D puede «seguir
a un guante» por el espacio (p. 6 0 ), puede con seguridad seguir a
satélites, minas espaciales o plataformas de láseres. Por encima
de todo, han pedido a los Estados U nidos que abandonen la ID E
como condición previa a cualquier progreso en las conversaciones
de armamento en G inebra.
Como era previsible, los reaganautas se han sentido ultrajados.
La U nión Soviética está bloqueando las conversaciones de Ginebra
y está intentando «explotar» las divisiones dentro de la O TA N .
H asta el In stituto Internacional de Estudios Estratégicos, cuyo in­
forme anual critica la ID E , dice que «no puede esperarse razona­
blem ente que los Estados U nidos hagan concesiones unilaterales»
de abandonar la ID E en Ginebra. ¿Q ué quiere decir el Instituto?
La Guerra de las Galaxias se im puso unilateralmente, sin consul­
tar siquiera a los aliados. Durante toda la crisis de los euromisiles,
los apologistas del Pershing I I y los m isiles de crucero (entre los
que estaba el Instituto) sostenían que eran «bazas negociadoras»
necesarias para tratar con la U nión Soviética. Sin embargo, cuando
se reanudaron estas conversaciones, los Estados Unidos colocaron
su apuesta unilateralmente. La Guerra de las Galaxias «no era ne­
gociable», y los negociadores norteamericanos rechazaron vincular
la cuestión del espacio con la de los sistemas terrestres. ¿Es pro­
bable que los militares soviéticos (que son los Auténticos Creyen­
tes en la M A D , com o sus enem igos occidentales) estén de acuerdo
en negociar la reducción del número de m isiles cuando los milita­
res norteamericanos están poniendo a punto ingenios para destruir
a los que queden?
H em os visto que la respuesta militar más probable a las defen­
sas ABM será multiplicar las cargas nucleares y las ayudas de pe­
netración (p. 96). Los Estados Unidos ya están trabajando en
ello y los franceses ya están considerando, en respuesta a posibles
desarrollos soviéticos, aumentar su forcé de frappe hacia mediados
E L COMETA DE LA LOCURA 157

de los noventa, de 98 cargas nucleares a 594, con señuelos que las


acompañen.8586También se «adaptará» el Trident británico para «su­
perar cualquier defensa rusa propia de la Guerra de las Gala­
xias»,88 aunque no se vaya a informar al público británico ni al
Parlamento de ello. Los militares soviéticos han prometido hacer
lo mismo.87 «Como hecho práctico», dijo el general Brent Scrow-
croft, que encabezó la Comisión Presidencial sobre Fuerzas Estra­
tégicas durante la primera administración de Reagan,

... resultaría muy difícil inducir a los soviéticos a que reduje­


ran sus fuerzas ofensivas si se encararan con la perspectiva de
una defensa estratégica para cuya penetración podrían necesitar
esas fuerzas.88

O, como ha escrito el profesor Marshall Shulman, un experto


en temas soviéticos:

Ninguna lógica concebible nos permite esperar que los rusos


estén de acuerdo en reducir sus misiles ofensivos cuando esta­
mos tratando de ganar el control militar del espacio, además de
los nuevos bombarderos, misiles y submarinos ... con un presu­
puesto casi multiplicado por dos.89

Las autoridades soviéticas desean enterrar sin duda la Guerra


de las Galaxias, pero su propaganda ha sido menos estridente de
lo habitual. ¿Acaso no quieren espantar a los críticos europeos?
Preferirían asistir al funeral como plañideras que no molestan y
dejar que el presidente Mitterrand y sir Geoffrey Howe lleven la
caja. Hasta han dado positivas muestras de interés acerca de la sa-

85. W. J. Broad en NY Times (13 de mayo de 1985). Ver Christoph


Bertram, «Strategic Defence and the Western Alliance», en Daedalus (vera­
no de 1985), p. 285.
86. Sunday Times (26 de mayo de 1985). Cuando se despliegue el Tri­
dent, el número de cargas nucleares británicas podría pasar de las 64 actua­
les a 896 en los noventa: Bertram, op. c i t p. 285.
87. Véase, v.g., Guardian (26 de julio de 1985).
88. Progressive (julio de 1985), p, 23.
89. NY Times (2 de julio de 1985).
158 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Iud del enfermo. El señor Gorbachov ha insistido en que el tema


aún es negociable. No insiste de ninguna manera en un abandono
«unilateral» de la IDE: en cambio, negociaría con gusto una mu­
tua reducción drástica de ICBM .90 Más recientemente ha habido
tentativas soviéticas de sugerir que podría revisarse el tratado
ABM para autorizar la práctica de «investigación sólo», o para
autorizar que se introdujeran sistemas defensivos emplazados en
tierra (pero no en el espacio) por acuerdo mutuo, acompañados de
serias reducciones en los sistemas ofensivos de ambos bandos .91
Estas propuestas serán bien recibidas por los auténticos controla­
dores de armamentos, tanto en el Congreso como entre las clases
dirigentes de Europa Occidental. Restaurarían el clima de tranqui­
lidad propio de la MAD.
La otra figura ausente en esta descripción ha sido la de los
movimientos por la paz de Europa Occidental y (con la notoria
excepción de los grupos de presión de especialistas científicos y de
partidarios del control de armamento) de los Estados Unidos. N o
han tenido lugar manifestaciones de cientos de miles de personas
contra la Guerra de las Galaxias, y se ha desplegado bastante poca
actividad al respecto, en cualquiera de sus posibles formas. Esto
no puede deberse a que los movimientos por la paz se hayan unido
a los «europeos» del coronel Alford en su «gusto» por las armas
nucleares. ¿Tal vez (como el profesor Lawrence Freedman expli­
caba en The New York Times) se deba al «agotamiento completo»
de los activistas ?92 Los movimientos por la paz y las fuerzas polí­
ticas más cercanas a ellos han estado, naturalmente, en contra de
la Guerra de las Galaxias, y en la mayoría de los casos por razones
acertadas: llevaría la carrera armamentista al espacio, sería deses-
tabilizadora y acabaría con el control de armamento, y es una
búsqueda de superioridad norteamericana. Los partidos socialistas
europeos (y entre ellos el Partido Laborista británico) han adop­
tado la misma postura global; ha habido incluso un rapprochement
entre los socialistas franceses y el SPD alemán (tan amargamente

90. Times (11 de junio de 1985).


91. Véanse Leslie Gelb en NY Times (8 de julio); Guardian (9 y 10 de
julio); Times (26 de julio); Seth Mydans en NY Times (26 de julio de 1985).
92. Leslie Gelb en NY Times (4 de julio de 1985).
EL COMETA DE LA LOCURA 159

divididos acerca de los Pcrshing II) gracias a su oposición común


a la ID E .93 Los Verdes de Alemania Occidental han hecho exten­
siva su oposición a las tecnologías antihumanas de Eureka.
Pero esto se ha expresado más que nada en folletos explicati­
vos de su actitud y en conferencias de prensa. Ha habido poco
apremio, y tanta confusión como convicción. N o es fácil hacer sen­
tadas contra la Guerra de las Galaxias. Y si uno se manifiesta con
banderas en Downing Street se puede encontrar con sir Geoffrey
Howe marchando al lado para unirse a la manifestación. Al movi­
miento por la paz no le gusta nada este tipo de cosas. Los intensos
encuentros de 1981-1983 nos han dejado a todos (opositores y
apologistas de los euromisiles) con heridas emocionales y con una
inclinación a reanudar las confrontaciones en el escenario de cada
país siguiendo las líneas divisorias políticas tradicionales. Los an­
tagonistas de antaño no quieren reconciliarse. ¿Quién va a se­
guir una bandera portada por el profesor Freedman y el profesor
Michael Howard?
En esto el movimiento por la paz puede haber demostrado
cierta sabiduría. En esa bandera habían escrito «DEFENDAMOS
LA MAD», que no podía ser el lema del movimiento por la paz.
Los activistas prefirieron permanecer asombrados en la acera, mi­
rando cómo sus antiguos contrincantes reñían entre sí. Sin embar­
go, puede que hayan sido imprudentes al no conseguir hacerse oír
en la discusión, puesto que la inesperada tranquilidad de los movi­
mientos antinucleares ha permitido a las clases dirigentes organizar
la discusión a su manera. U n «viejo funcionario de la adminis­
tración» ha indicado en W ashington con satisfacción que «los mi­
nistros de Exteriores y los diplomáticos profesionales de la mayoría
de estos países están siguiendo el juego». Y «un viejo diplomático
europeo» lo ha corroborado:

Podemos vivir en esta situación una temporada. No hay pre­


siones políticas acerca de esta decisión, como las hubo en rela­
ción con el despliegue de los misiles norteamericanos de alcance
medio hace dos años.94

93. Le Monde (23 de mayo de 1985).


94. Gelb en NY Times (4 de julio de 1985).
160 LA GVtJUUi DE LAS GALAXIAS

«Seguir el juego» ha significado en Grao Bretaña, óz Macado


con el protocolo, negar tiempo al Patlamento pata q;.je debatiera
la decisión, de forma que se pudiera discutir d asunto y se p-£J&'
cara 1o acordado antes de que la gente se diera cuerna, T^JtÁtz
significa que el debate apenas ha sido puesto al alcance de los <$-
pectadores o de los lectores de los grandes medios de comunica­
ción. La mayoría de la población británica va a sus quehacerei
inconsciente de que el «cometa de la locura» está ahora encima
suyo. E incluso algunos de los militantes de base de los movi­
mientos por la paz aficionados principalmente a la acción, que con­
sideran que leer demasiado o incluso pensar es «elitista», han es­
tado demasiado ocupados para mirar hacia arriba, a las estrellas.
En esto es posible que se equivoquen. Y es que las estrellas predi­
cen un futuro más destructor de la tierra de lo que podría ocasio­
nar un misil de crucero.

I n tereses m il it a r e s e IDE

Es hora de dedicar una mirada panorámica a la Guerra de las


Galaxias y de llegar a una conclusión. Prácticamente todo el mundo
considera inviable el proyecto en sí: un escudo impenetrable.
Con todo, en nombre de esta fantasía se movilizan fuerzas políti­
cas y económicas que llevan a la humanidad a un nuevo orden de
peligros. ¿Cómo vamos a justificar estos aparentes despropósitos?
No podemos atribuirlo todo simplemente a los caprichos del
presidente Reagan. Las naciones no imponen por lo general pesa­
das cargas a sus contribuyentes e hinchan el déficit nacional sólo
para fomentar las fantasías de un líder, aunque haya vuelto a na­
cer de la urna electoral. Tampoco unos grupos dominantes atrin­
cherados en sus privilegios ponen en peligro sus relaciones con los
aliados en pos de una mera hipótesis estratégica.
Aquí debe haber una agenda oculta y algunos intereses muy
poderosos en juego. Será conveniente dividir las fuerzas motrices
que generan la Guerra de las Galaxias en tres componentes, cada
uno de los cuales complementa e influye a los demás. Son milita­
res, industriales e ideológicos*
el Cometa de l a locura 161

Los intereses militares en juego han ocupado el centro de este


libro. El presidente Reagan no se inventó la IDE de la nada. Reu­
nió cierta cantidad de programas militares en marcha (BMD,
ASAT, investigación láser, etcétera), los reunió en un fardo y les
dio una atrevida proyección nueva y una justificación mora!. Los
militares escoltaron el plan pero trataron de desviarlo hacia sus
propios intereses específicos: defensas de silos, derogación de los
límites de los tratados, inyección de dólares para sus propios pro­
yectos favoritos. Los límites de la ID E son lo bastante generosos
—y lo bastante vagos— para hacer promesas a todos; hay poca
necesidad, al menos hasta ahora, de competencia entre las fuerzas
militares. Tampoco se está privando de fondos a los sistemas
ofensivos de los programas puestos en marcha con anterioridad.
Por el contrario, todos ellos se están desarrollando simultánea­
mente.
¿Adonde puede conducirnos esto? Sólo una cosa es segura: no
nos conducirá a la utopía de Reagan. La historia es un compendio
de intenciones humanas que se desvían hacia conclusiones impen­
sadas. Ninguna intención de un líder y ningún plan para el futuro
han sobrevivido jamás al desgaste de las décadas ni han vuelto a
surgir con el mismo aspecto. Si se tiran muchos miles de millones
de dólares en la investigación de la Guerra de las Galaxias, enton­
ces ocurrirá algo.
La consecuencia menos probable sería que los pop-ups y las
plataformas orbitales de láseres llegaran realmente al espacio. Pero
si lo hicieran, entonces William E. Borrows, director del Programa
de Informes Científicos y Ambientales de la Universidad de Nueva
York, ha sugerido en qué podría acabar eso:

Los espejos de combate, las estaciones de combate equipa­


das con láseres, los aviones espaciales y las plataformas tripula­
das de ataque norteamericanos cohabitarían tarde o temprano en
el cielo con sus homólogos soviéticos. Los láseres orbitales fa­
bricados en California serán pronto seguidos por minas espacia­
les fabricadas en Yaroslav ... Se considerará por tanto impera­
tivo crear armas que puedan atacar a las minas antes de que
éstas ataquen los láseres que, se supone, deben atacar a los

U . — THOMPSON
162 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

ICBM lanzados para atacar las ciudades y silos ... La propia


tierra se habrá convertido en una gigantesca bomba en órbita.*5

Lo que es seguro es que la dirección del programa militarizaría


progresivam ente la ciencia; autorizaría controles de seguridad más
estrictos sobre la vida científica, industrial y académica; y transfe­
riría las decisiones militares a los circuitos programados de compu­
tadoras avanzadas. M uchos pensadores de ideas avanzadas se sen­
tirían más seguros si e l destino de la tierra dependiera de un gi-
gaflop antes que del presidente Reagan, pero los tradidonalistas
com o sir G eoffrey H o w e no están entre ellos. Es aún lo bastante
chapado a la antigua com o para lam entarse ante «una situación en
que la paz del m undo dependiera sólo de computadoras y procesos
autom áticos d e decisión ». P u es, com o ha señalado lord Zucker-
man,

Lo que tiene una importancia decisiva es que no pueda ha­


ber ningún «contacto» humano en ninguna parte del sistema. El
juicio humano no tendría cabida ni habría tiempo para deci­
siones in extremis. Una vez que los satélites de vigilancia hu­
bieran detectado un lanzamiento, el sistema se desencadenaría
automáticamente para realizar su única misión: destruir.9
596

Los proyectos d el señor Borrow s y de lord Zuckerman son


tan válidos com o e l d e la ID E . P ero nin guno es susceptible de
realizarse. E l hecho es que lo s m ilitares no saben adonde condu­
cirán sus m ás exóticas in vestigaciones. ¿C óm o podrían saberlo?
L o que quieren es dinero para descubrirlo, y están contentos de
tener al presidente al fren te del asu nto, contándole al m undo una
historia m oralizante. A lgun os de los experim entos y proyectos en
lo s que están inm ersos son fantásticos y m aravillosos. U n os están
trabajando con antim ateria, y confían en que lo s «haces de anti­
m ateria puedan proporcionar un m ecanism o eficaz y altam ente

95. William E. Borrows, «Ballístic Missile Defence: the Illusion of Se-


curity», Toreign Affairs (primavera de 1984).
96. Solly Zuckerman, «Nuclear War: Can Anything Stop the Rain?»,
NY Times Book Review (20 de enero de 1985).
ES* COMETA DE DA LOCURA 163

letal»*97 El señor Peres, primer ministro de Israel, después de que


los emisarios de Washington le hubieran convencido de que entra­
se en la IDE, dijo que le habían enseñado proyectos para montar
una fábrica de misiles norteamericanos en la luna; «Sé que suena
a rebuscado pero, por el material que he leído, parece que es una
posibilidad real y muy a mano» .98 El jefe científico de la IDE, Ge-
rold Yonas, está interesado en «el Concepto del Jedi», para «dis­
parar globos de plasma (una nube de núcleos y electrones atómicos
altamente cargados de energía) casi a la velocidad de la luz » .99
Nadie sabe adonde puede conducir la investigación en nombre
¿le la Guerra de las Galaxias, pero unos pocos pueden saber más
que otros. Un ejecutivo del laboratorio Livermore insinuó oscura­
mente a un reportero del Newsweek que «las cosas que más se
discuten en público son las que al gobierno menos le interesan» .500
El sistema norteamericano tiene la innegable virtud de la franque­
za; y es inconmensurablemente más franco que el ruso. La forma
en que tanto personas de conciencia como alarmistas han informa­
do al público (al menos hasta e l juicio de Clive Ponting) habría
sido inconcebible en Gran Bretaña. Sin embargo, la misma fran­
queza de una parte del sistema puede distraer la atención de otras
partes del sistema que están sometidas al secreto. Uno recuerda
cómo durante veinte años todos los desarrollos militares en el es­
pado fueron disimulados bajo la retórica de «espado por la paz».
La Guerra de las Galaxias puede ser el mismo disfraz; puede ser­
vir para encubrir, por ejemplo, el avance en materia de armas es­
pado-tierra, la «bomba orbital» en una forma nueva. Como ha
señalado el senador Larry Pressler, la ID E «va a set probablemen­
te un sistema de armas ofensivas»:

97. Wiílíam J. Broad en NY Tintes (1 de julio de 1985), dta el infor-


w del Comité Fletcher y comenta las investigadones del CERN* ^
98* ^Comunicado por el corresponsal en Tel Aviv del periódico holandés
de calidad» NRC-Hattdelsbíad (2 de mayo de 1985). Esto podría relado-
iarsc con el restabledmicnto de los programas norteamericanos de trafispor-
*dotes de cohetes pesados —los cargueros de misiles Titán: Sjocrd van det
^CRTiandelsblad (4 de mayo de 1985). / ^ ^
99. Véase «The Star Warriors», en Newsweek (17 de junio de 1985).
100. Ibid. K
164 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Cualquier cosa que pueda destruir un ICBM extranjero a


los pocos segundos de su lanzamiento también podría soltar un
arma en la misma zona.101

Se ha sugerido que los rayos letales emplazados en el espacio


podrían «llevar una antorcha» para quemar campos de cereales,
tanques contenedores de combustible y otros blancos, y «hacer
volver a un país industrializado al siglo x v m en 30 minutos». La
primera nación que enviara láseres emplazados en el espacio con
este poder tendría «la uestaca* más larga de la historia» y «la ca­
pacidad de control unilateral del espacio exterior y el consiguiente
dominio de la tierra».102
No se nos dirá si tales «mecanismos letales» están en camino.
Y las nuevas armas flamantes, además de ser útiles en el espacio,
pueden resultar aún más eficaces en la tierra. No sólo los nor­
teamericanos, sino también los rusos — o los japoneses, alemanes
o británicos— son susceptibles de engrosar el inventario de la
«letalidad».
Vistos de esta manera, los intereses militares son socios secun­
darios en la Guerra de las Galaxias. No motivan el programa, pero
se han hecho multitud detrás de la bandera de la ID E y la están
azuzando en busca de numerosos intereses estratégicos y de ven­
tajas de larga duración. Sus intereses en la investigación se com­
binan perfectamente con el segundo componente, que es una autén­
tica fuerza motriz que estimula la Guerra de las Galaxias: la rapa­
cidad del complejo «militar-industrial-académico».

Los GIGANTES CONTRATISTAS DE ARMAMENTO

Hemos visto (capítulo I) que la Guerra de las Galaxias fue


concebida por aquellos a quienes lord Zuckerman llamó una vez

101. Boletín del Institute for Space and Security Studies (junio de 1985).
102. Philip M. Boffey, «The Dark Side of Star Wars», en NY Times
(7 de marzo de 1985). Un informador con años de experiencia en proyectos
espaciales militares dijo que las armas aire-tierra son «probablemente uno de
los aspectos más delicados» del programa de lanzadera espacial: ver Progres­
sive (julio de 1985), p, 22; también Mische, op. c i t pp. 10, 43.
EL COMETA DE LA LOCURA 165

«los alquimistas de los laboratorios»: el grupo de presión prom o­


tor de la Investigación y el D esarrollo (I & D ) en las industrias de
alta tecnología y aeroespaciales. En cuanto el presidente le conce­
dió su favor, se m ovilizaron poderosos intereses detrás suyo. Como
Hans A. Bethe y sus colegas científicos han advertido, la ID E está
adquiriendo un «ím petu institucional». «Cuando se conceda un bi­
llón de dólares a la industria aeroespacial americana, el proyecto
cobrará rápidamente vida autónom a, independiente de sus justifi­
caciones públicas»; se convertirá en un «m onstruo destruye-hom­
bres» imparable.103
Las previsiones acerca del coste de desplegar la ID E se cifran
entre 400 m il m illones de dólares y un billón y más. H asta las
previsiones del coste de la investigación en los próxim os cinco
años — normalmente se da la cifra de 2 6 m il m illones de dólares—
varían, no sólo porque están sujetas a m odificación anual por parte
del Congreso, sino tam bién porque las estim aciones presupuesta­
rías de la ID E no incluyen cierta cantidad de proyectos de inves­
tigación (A SA T, radares, D epartam en to de Energía) en marcha ya
antes de la ID E , y que continuarán sim ultáneam ente. Teniéndolos
en cuenta, la investigación y e l ensayo de los elem entos de la ID E
podría costar unos 90 m il m illon es de dólares entre 1984 y 1994,
momento en que se adoptaría una decisión sobre los despliegues
iniciales.104 Se ha estim ado que entre 19 8 4 y 1990 los proyectos
de la ID E pasarán d el 3,7 por 100 al 15,7 por 100 del presu­
puesto para In vestigación y D esarrollo del Departam ento de D e ­
fensa.105 D e acuerdo con estas cifras, cedidas por el Centro sobre
Prioridades Presupuestarias y P olíticas, que es independiente, el
presupuesto para investigación de la ID E habrá superado hacia
1987 al presupuesto para el d esp liegue de los m isiles M X o Mid-

103. Wm Street Journal ( 2 de enero de 1985).


104. Los cálculos de John Pike en «The Strategic Defencc Inítiative:
Budget and Program», Washington DC (febrero de 1985), fueron revisados
posteriormente en junio de 1985; véase también NT Times (13 de junio
de 1985).
105. William D. Hartung y otros, The Strategic Defence Initiative:
Costs, Contractors and Consequences, un valioso estudio del Council on Eco-
nomic Prioritics, Nueva York, 1985, p. 15Q,
166 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

getraan o para los Trídcnt II. La Guerra de las Galaxias estará


entonces en la punta de lanza del complejo militar-industrial.
N i siquiera ésta es la historia com pleta. Respondiendo a las
críticas de que podría sortearse fácilmente la ID E con aviación de
vuelo bajo y m isiles de crucero, W einbcrgcr advirtió que habría
que complementar el escudo con un programa adicional de defen­
sas aéreas y costeras (radar, aviones interceptores y SA M ) a un
coste de 50 m il m illones de dólares por año.106 (E sto puede a lo
mejor explicar la sugerencia de que los aliados de la O T A N de­
berían subcontratar una «T D I» y hacerse cargo de algunos de los
costes de investigación y desarrollo.) Y debem os añadir a esto, en
el mundo de espejos de la «disuasión», el programa anti-Gucrra
de las Galaxias de ayudas de penetración y señuelos que ya se es­
tán subvencionando.
N o tenemos que especular acerca d e quiénes están detrás de
todo esto, puesto que pueden ser identificados. E l 87 por 100 de
los contratos de la ID E y del A SA T de los años financieros de 1983
y 1984 fueron firmados por diez contratistas. O ch o de estos diez
estaban entre los vein te principales contratistas privados de arma­
mento del Pentágono. E ntre ellos se encontraban los principales
contratistas constructores de armas ofensivas: los M X (Rockw ell,
TR W , A V C O ), el bombardero B -l (R ock w ell, A V C O , Boeing,
LTV), Trident (Lockheed), y los m isiles d e crucero (Boeing, Lit­
ton). E l resto de los diez principales eran M cD on neli Douglas,
H ughes Aerospace y T eledyne, M artin M arietta (los contratistas
del Pershing I I ) ocupaba el decim otercer lugar, después de Ford
Aerospace y Science A pplications International Corporation. Sin
duda la mesa d e negociaciones cambiará a m edida que crezcan
otros gigantes, com o G rum m an, G eneral Electric y H on eyw ell, y
a medida que se organicen otros consorcios de alta tecnología. Pero
es de aquí de donde procede la presión.107
E stos contratos tempranos suscitan otras dos cuestiones inte­
resantes. Primera, el 7 2 por 100 de los grandes contratos a largo
plazo han ido hasta el m om ento a proyectos del Ejército norteame-

106, NY Times (17 de enero de 1985),


107. Hatung y otros, op. cit,
EL COMETA DE LA LOCURA 167

ricano relacionados con defensas term inales de ABM: es decir, di>


fensa de puntos.106 Y en 1983 y 1984 el 45 por 100 de los princi­
pales contratos de arm as espaciales fueron al estado natal del pre­
sidente, California. A dem ás, el 77 por 100 de los principales con­
tratos fueron a p arar a estados o distritos representados por con­
gresistas o senadores que participan en los com ités de fuerzas ar­
madas y subcom ités de asignaciones para defensa.109 Así es como
funciona el fondo de reptiles.
Los trabajos de este grupo d e presión son transparentes y es­
tán legitimados p o r la ideología del m undo libre. (De hecho, la
idea de que esa contratación es com petitiva es muy engañosa: los
gigantes negocian con el P en tág o n o y e n tre sí, y los grandes con­
tratos no se som eten a o fe rta pública.) E n cierto sentido, los m ovi­
mientos p o r la paz del m u n d o deb en com partir la culpa de estos
desarrollos. H ab ían hecho im populares las arm as nucleares y los
gigantes de la co n tratació n de arm am ento vieron que empezaba a
contraerse el m ercado fu tu ro de «m odernizaciones» sin fin y de
«nuevas generaciones» de arm as ofensivas. Sus accionistas se sin­
tieron inseguros.
La investigación militar requiere largos plazos (de cinco, diez
o más años) y en menos de cinco años los libros de pedidos de
MX, Midgetman, Pershing II, B-l y de algunos misiles de crucero
estarían vacíos. ¿Qué demonios podrían hacer entonces los desven­
turados gigantes? Respuesta: debían irse al espacio, y alegar que lo
hacían por la «defensa». Los contratos de investigación para la
IDE son simplemente el dinero sembrado para desarrollar la nueva
generación de pedidos. Mientras tanto los gigantes se mantendrán
vivos vendiendo las reservas que tieneni Pero quieren estar segu­
ros de que la simiente producirá una nueva cosecha. Como dijo
un contratista: «Todo el mundo sabe que no se gana dinero con
los programas de investigación tecnológica. Necesitamos aplicado*
nes». O, como añadió un representante de Bodng: «Hay un mon*

108. Estas fábricas ya se habían lanzado a desarrollos BMD: Lockheed


con el Homing Overlay Experiment, McDonncll Douglas con el Sistema de
Defensa a Baja Altura y LTV con el Small Radar Homin# Teclmology (SR-
HIT): Wmt pp. 152, 188-19?,.
109. W m p. 39,
168 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

tón gigantesco de dinero aquí . .. Si podemos hacer algo por el


gobierno que esté a nuestro alcance, y conseguir dinero con ello,
lo haremos. N o somos filántropos».110
Estos gigantes subcontratan mucho trabajo a los peces peque­
ños del negocio, y a las compañías electrónicas y de computadoras
(algunas de las cuales esperan convertirse en ballenas). Y hada
1985 hubo una estampida de pequeños proyectistas hacia las puer­
tas de la SD IO del general Abrahamson. Un analista de inver­
sión publicó una carta en la prensa llamando a la IDE «dinero del
cielo», y otro comentarista comparó la excitación de los empresa­
rios de alta tecnología con el «frenesí de dar de comer a los pe­
ces». Se reclutó a los científicos que ya estaban en los laboratorios
de armamento para ampliar e l com plejo militar-industrial-académi-
co. Algunas universidades fueron fáciles de convencer. Las de Ala-
bama, Arizona y Florida del Sur recibieron contratos anticipados;
Carnegie-Mellon, en Pittsburg, ganó (en dura lucha) un contrato
de 100 millones de dólares por albergar al Instituto de Ingeniería
Software de las Fuerzas Aéreas; la State University de Nueva
York, en Buffalo, formó un «consorcio» con la GEC y el labora­
torio de Investigación N aval con vistas a investigaciones para la
ID E , con un presupuesto de 2 ,5 m illones de dólares para los tres
años siguientes.111
Pero, en su honor sea dicho, los científicos y administradores
de las universidades punta se han negado a dejarse seducir. Una
objeción crítica, en los Estados U n id os com o en Europa, es la in­
sistencia del P entágono de que «los principales investigadores» es­
tén som etidos a medidas de seguridad, y e l temor de que la inves­
tigación se haga reservada y se deje de publicar. Y los estudiosos
norteamericanos, con su encom iable tradición de intercambio inter­
nacional, están ofendidos por los recientes intentos del gobierno
de limitar sus contactos con lo s colegas extranjeros (sean comunis­
tas o no). E l dinero está ganando la batalla en los centros de me
nos reputación. E l In stitu to de T ecnología de Georgia ha obtenido

110. I b i á pp. 175, 186.


111. David E. Sanger, NY Times (22 de julio de 1985); NY Tms (13
de mayo de J9§5)T
EL COMETA DE LA LOCURA 169

un incremento del 900 por 100 en las subvenciones del Departa­


mento de Defensa desde 1976, tal vez porque «acepta a pocos es­
tudiantes extranjeros» y «permite» que sus estudiantes tengan ga­
rantía de seguridad, como «una tarjeta universitaria más» . 112
Así pues, el complejo que une a Boeing, NORAD, Georgia
Tech y al laboratorio Livermore es un poderoso motor de la IDE.
Gasta millones en presionar, su personal trabaja en colaboración
con el Pentágono (en los últimos tres años, 2.300 empleados del
Pentágono se han «retirado» directamente con trabajos de los con­
tratistas de armamento) 113 y ha colocado a discretos representantes
como vendedores en comités claves del Congreso. No sólo sumi­
nistra el material de la Guerra de las Galaxias, sino también parte
de su ideología. Rockwell International (contratistas del MX y del
bombardero B-l) ha tenido mucho tiempo un Departamento de
Operaciones Espaciales y de sistemas de satélites, y su director
dijo en 1981:

Rockwell, obviamente, ha empleado cierto tiempo a lo lar­


go de los años en pensar —felizmente, sobre una base biparti­
dista— acerca de qué debería ser el programa espacial norteame­
ricano.

También tiene un Departamento de Desarrollo de los Sistemas


de Transporte Espacial, que contrata las lanzaderas espaciales. Ha
estado (en competencia con Boeing) desarrollando un Centro de
Operaciones Espaciales —una estación espacial con ocho personas
en órbita—. También tiene proyectados «un vehículo de lanza­
miento discrecional, para llegar a cualquier parte de la tierra en
noventa minutos» y, en el siglo xxi, una base espacial geoestado-
naria, a una altura de unos 35.800 km, que dé vueltas por encima
del globo: el último puesto militar de mando, con «capaddad ab­
soluta de organización de combate».
Rockwell y sus primos no se limitan a esperar la demanda para
investigar luego con objeto de satisfacerla. Suministran la demanda

112. Ver Sanger, op. cit.; Harold Jackson en Guardian (7 de junio de


1985).
113, Robert Chesshyre en Observar (26 de mayo de 1985),
170 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

ideológica y política a los políticos y al público, demanda que luego


abastecen otra vez con armas. El coronel Morgan W . Sanborn, de
la USAF (jubilado), gerente de nuevos encargos comerciales para la
sección de transporte espacial de Rockwell, es un ejemplo de
la raza de los enviados especiales que se mueven entre el Pentá­
gono y los contratistas y que también actúan de profesionales de
las relaciones públicas ante el público influyente. También siente
cierta inclinación por la historia universal: «Las civilizaciones pa­
sadas han surgido y desaparecido y el Oeste parece estar en de­
clive ... El espacio es una zona en que podríamos establecer nuevas
metas, galvanizar a la opinión pública y recuperar nuestro ím­
petu».114
La exposición razonada de la ideología fue planeada por Rock­
well en un librito titulado Space, America*s Frontier for Growtb,
Leadership and Freedom («El espacio, la frontera del crecimiento,
liderazgo y libertad de América»). Prevenía del declive en el cre­
cimiento económico de Norteamérica, de la dependencia de com­
bustibles fósiles importados, de la pérdida de la superioridad mili­
tar y del «declive de la moral nacional». Nos recuerda que, si los
contratistas de armamento «no son filántropos», por lo menos pue­
den llevar la máscara de la filantropía. La máscara que han escogi­
do el año pasado o los dos años anteriores es la de su misión bene­
volente para con toda la economía nacional. El programa espacial
está «en la frontera misma de la tecnología» y «produce abundan­
tes avances tecnológicos que en última instancia ayudan a fomentar
una productividad mayor, abren nuevos mercados y desarrollan
nuevos productos». La investigación para la IDE ocasionará vuel­
cos asombrosos que llevarán a toda la economía norteamericana a
una tercera revolución industrial.
Esto se corresponde muy estrechamente con el análisis pro­
puesto por el señor Cheysson (p. 146), a saber: que la auténtica
motivación de la Guerra de las Galaxias no tiene nada de militar.
Pretende reforzar la competitividad del capitalismo de los Estados

114. Estos párrafos se inspiran en Thomas Karas, «The New Htgb


Ground: Systems and Weapons of Space Age War, Nueva York, 1983, pp.
48-?$,
EL COMETA DE LA LOCURA 171

Unidos, gracias a medidas de «keyncsianismo militar». Hay algo


de cierto en ello, aunque puede sugerir demasiada lógica. Los con­
fusos intereses en juego no indican una exposición razonada y
presciente de gobierno. Y habría que tener en cuenta sus apuros.
Por poderosos que sean estos grupos de presión no constituyen
la mayoría de los accionistas de los Estados Unidos. En la medida
en que controlan recursos, competirán con los recursos de otros
sectores: ganadería, construcción, transportes, manufacturas, indus­
trias de servicios, salud, educación y el resto. Ante cualquier re­
ducción de presupuesto, la IDE competirá incluso con otras de­
mandas, más verosímiles, de las fuerzas armadas. También luchará
por el personal y los talentos: más de uno de cada ocho científicos
e ingenieros de Norteamérica está trabajando ya en dependencias
de «defensa».
Además, la desviación de vastos recursos hacia fines no consu­
mibles —tirar miles de millones de dólares por agujeros en el es­
pacio— con un déficit federal presupuestario que crece despacio,
podría ser la forma de destrozar la economía de los Estados Uni­
dos y debilitar su poder competitivo. Muchos expertos contradicen
abiertamente las promesas eufóricas de beneficios civiles proceden­
tes de la investigación para la Guerra de las Galaxias. Aunque hay
algunos ejemplos de efectos parecidos en el pasado, los progresos
japoneses y alemanes en computadoras, microprocesadores y alta
tecnología se han atribuido al hecho de que estas naciones gastan
menos en investigación y desarrollo militar que los Estados Uni­
dos y Gran Bretaña, y correspondientemente más en investigacio­
nes civiles.115 Y los avances militares están dando lugar cada vez
más a lo que Mary Kaldor ha llamado productos «barrocos», pro­
ductos obscenamente recargados, tecnológicamente frágiles, caros

115. Véase Eric R. Alterman en NY Times ( 1 1 de julio de 1985): «el


Pentágono ha financiado cerca del 40 por 100 de toda la investigación y desa­
rrollo de los Estados Unidos. La proporción respectiva en Japón es de me­
nos del 1 por 1 0 0 ; sin embargo, Japón exporta 5 mil millones de dólares
más en productos de alta tecnología a los Estados Unidos de lo que importa
de nosotros. La participación de Japón en los mercados mundiales de alta
tecnología se triplicó entre 1962 y 1979, mientras que la nuestra se redujo
casi en un tercio»»
172 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

y sin salida, sin n in gu n a relev a n cia c iv il p o sib le. ¿Q ué organi­


zación c iv il p od ría n ecesitar u n a com p u tad ora de la séptima gene­
ración q u e trabaja a trein ta g igaflop s p o r segun do, a no ser la
policía? 1,6
U n o d e lo s su eñ o s d e lo s gu erreros esp aciales ha sido que po­
drían ind ucir a la U n ió n S o v ié tic a a u n a «batalla tecnológica defini­
tiv a » , un a c o m p e tic ió n esp acial tan cara q u e dejaría arruinada la
econ om ía so v ié tic a . E l d o c to r E d w a rd T e lle r cree en esta posibili­
dad. La G u erra d e la s G a la x ia s ten d ría u n «im pacto devastador»
sob re lo s g ru p os d o m in a n tes e n la e co n o m ía y la defensa de la so­
cied ad soviética: «F orzarles a red ucir la fa se d e propulsión hará ob­
soletas to d a s su s arm as y le s con d u cirá a gastos m uy elevados».11617
E l destacad o e x p e rto e n estrategia esp acial, doctor Isaac Asimov,
ha añadido:

N o creo que la Guerra de las Galaxias sea factible ni que


nadie se la tom e en serio. E s sólo un invento para arruinar a
los rusos. Pero nosotros tam bién nos arruinaremos. Se parece
mucho a una bravata de John W ayne.

S in duda, e l co ste d e lo s e x p e rim en to s ID E , en un momento


e n q u e están tratando d e revitalizar su debilitad a economía, es una
d e las razones p or la qu e a lo s líd eres so v ié tic o s les gusta tan poco
esta aventura. P ero un a pregu n ta práctica es qué economía se de­
rrumbará prim ero. ¿Caerá la G uerra d e las G alaxias en el agujero
cavado por e l déficit d e lo s E sta d o s U n id o s? ¿Volveremos la vista
sobre to d o e l ep iso d io co m o si fuera un a burbuja submarina, un
psicodram a e n e l qu e p o lític o s corru p tos, especuladores cínicos y el
pú blico crédu lo colapsaron la econ om ía a base de deudas?
E l beneficio m arginal d e la I D E e s m uy probable que sea «un
g o te o » .118 E l p ú b lico norteam ericano p u ed e incluso llegar a conside­
rarlo un «tirón » o «desgarrón». A grandes sectores de la industria
privada n o les tocará nin gún trozo d e l p astel. A l mismo tiempo que

116. Mary Kaldor, The Baroque Arsenaly Londres, 1981.


117. Newsweek (17 de junio de 1985), p. 19. Véase también Miscbe,
op. cit^ p. 1 0 .
118. Jack Mendelsohn en New Statesman (5 de julio de 1985).
se aprueban asignaciones para Ja J D b , la subvención ícderal de
asistencia social, salud o agricultura está siendo recortada o elimi­
nada directamente: como la alimentación infantil, el desarrollo ur­
bano y rural y las Job Corps. El resentimiento está creciendo ante
los sobornos, los niveles fijos de pingües beneficios, los costes y la
ineficacia general inherentes a la industria de armamento.119 Las
zonas de declive industrial en el Noreste y el Oeste medio se re­
sienten de que sus impuestos generales se dirijan hacia los contra­
tistas de armamento de la próspera región sureña. Si el público nor­
teamericano se diera cuenta de que la IDE no tiene nada que ver
con un escudo, sino que es susceptible de incrementar los riesgos
de guerra nuclear, entonces el movimiento en pro de la congela­
ción nuclear podría renacer rápidamente, pero de una forma más
sólida, en la que la ira de los pobres y desgarrados de Norteamé­
rica se uniera al altruismo de los activistas de la paz. El complejo
militar-burocrático-industrial-académico es inmensamente poderoso.
Pero no es Norteamérica entera, ni tampoco todas las industrias
y academias de Norteamérica. No debe triunfar.

La id e o l o g ía d e l a i s l a c i o n i s m o nuclear

Por esta razón puede que hayan sido más realistas los instintos
del dolorido titular de la Casa Blanca que el consejo de sus insis­
tentes ayudantes. Aún defiende obstinadamente la Guerra de las
Galaxias I. Si sus ayudantes creen que la Guerra de las Galaxias II
puede venderse mejor en Europa, de acuerdo. Pero no quiere que
el pueblo norteamericano lo sepa. Es la Guerra de las Galaxias I
—la buena nueva tecnológica— la que mantiene tranquila a Nor­
teamérica y silencioso al movimiento en pro de la congelación nu­
clear.

119. Para estos ejemplos acerca de la ineficacia del Pentágono y de los


sobornos, fraudes y escandalosos niveles de prebendas de los contratistas de
armamento -—que afectaron seriamente a la imagen de Weinberger en 1985—
ver Observar (26 de mayo de 1985); Nicholas Ashford en The Times (23 de
mayo de 1985).
174 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

Y ésta es Ja tercera, y tal vez la más importante, fuerza motriz


de la Guerra de Jas Galaxias. El proyecto tiene vida independíente
dentro de la ideología norteamericana. El propio presidente so*,
tiene con la mayor energía su principio. Él no tiene nada de es­
tratega, y no podría distinguir la MAD del N U T S. Lo que tí es
es un político populista con un éxito magnífico, que puede poner
a punto una política como un misil de precisión y conseguir que
los prejuicios del norteamericano medio la hagan suya.
En su expresión ideológica, la Guerra de las Galaxias es la úl­
tima degeneración de la teoría de la disuasión, y el intento de los
ideólogos norteamericanos de volver a los tiempos de Hiroshima.
Desde que la URSS alcanzó la «paridad» nuclear, estos ideólogos
se han vuelto cada vez más inquietos. Tenían el inmenso poder de
intimidar y chantajear, poder que, sin embargo, no podrían usar
jamás; y el mundo estaba empezando a caer en la cuenta de ello.
Durante una década este gigante, el complejo militar de Estados
Unidos, ha estado estrechado como un luchador entre los brazos
nucleares de su enemigo soviético en una lucha por conseguir su­
perioridad, pero ninguno de los dos ha tenido éxito. Luego los
ideólogos lo intentaron con menús de opciones bien estudiadas y
escenarios de guerra nuclear «limitada» en el territorio de sus alia­
dos o de otras naciones. Esto no ha resultado posible, e incluso se
ha topado con la ingratitud.
Ahondando en sus recuerdos, el presidente Reagan y sus ami­
gos recordaron aquellos años dichosos, entre 1945 y 1950, en que
los Estados Unidos tenían la Bomba y el O tro no. Es de esta re­
gresión a un idealizado santuario áureo en el pasado de donde ha
procedido el giro político e ideológico de la Guerra de las Gala­
xias. ¡Acabemos con la Bomba del Otro! ¡Armemos los objetivos
morales de los Estados Unidos con un escudo impenetrable! ¡Sea­
mos otra vez capaces de amenazar a un mundo que no nos puede
lanzar una represalia!
Como ha escrito Colín Cray, un estratega de despacho del sec­
tor de los halcones:

En caso de que los Estados Unidos consiguieran desplegar


tina defensa para la población que fuera resistente técnicamen-
EL COMETA DE LA LOCUKA 175

tc> los Estados Unidos deberían recuperar, como consecuencia


lógica, una porción considerable de libcriad de acción política.1^

(Esto podría restablecer la «libertad» de iniciar guerras con*


\sináoJule$.) Como dijo Gaspar W cinbcrgcr al Comité de Servicios
Armados del Senado en 1984:

Si podemos hacernos con un sistema que sea eficaz y del


que sepamos que puede hacer impotentes las armas, podríamos
volver a la situación en que estábamos, por ejemplo, cuando
¿ramos la única nación con un arma nuclear.121

Una vez hallada esta solución (puramente ideológica), entonces


el dinero y el talento deben perm itir ponerla en práctica. Y la Gue­
rra de las Galaxias es el sueño de un populista. Es la epifanía ro­
cocó, el último grito tecnológico, la máquina-panacea universal. Le
ha abierto un pozo a la retórica norteamericana en cuyas fuentes
flotan y se entrechocan elementos incompatibles. Como tantas ve­
ces en la historia del populismo norteamericano, apela a la vez a
los demócratas y a los autoritarios, a la inocencia y al egoísmo
«ignorante», a los instintos generosos y mezquinos del pueblo
norteamericano. Evoca con nostalgia un pasado dorado, antes de
la bomba (o antes de que la máquina llegara al jardín) al mismo
tiempo que apela a las generaciones criadas con la ciencia-ficción,
los invasores espaciales, las películas de D arth Vader y Luke Sky-
walkcr y con sus juegos caseros de computadora. Alimenta el ego
norteamericano al entonar homilías acerca de «destruir misiles, no
vidas», mientras que está abocando a la humanidad a nuevas di­
mensiones de peligro.
Más que eso, combina, en una conjunción de asombrosa sim­
plicidad, el aislacionismo (no pueden cogernos) con la jactancia y
la amenaza exteriores: si no pueden cogemos, entonces «puede
adoptarse un enérgico anticomunismo de una forma convencional

120. The Progressive (julio de 1985).


121. Véase Union of Concerocd Sdcntists, The Fallacy of Star Wars,
Nueva York, 1984, p. 28.

SANCO OE LA R6frUWJCfc
ÜJlS-ANGcL aRaNQ
USUOTéCA
176 1A GUE&fcA DE LAS GALAXIAS

y explícita sin dar escalofríos a nadie».122 Le llega incluso con una


apariencia de inevilabilidad a una generación cuya imaginación ha
vagado mucho riempo por escenarios espaciales. Y es tan nortea­
mericano como el pastel de manzana. Combina la fe del ciudadano
norteamericano de que cualquier cosa que hagan los Estados Unidos
de América debe ser moral —y de que la Bomba es un regalo de
Dios para proteger el «Mundo Libre»— con la enérgica e inno­
vadora tradición norteamericana de «resolver» las cosas y de bus­
car soluciones tecnológicas a los problemas políticos, sociales e
incluso psicológicos. Con su parafernalia deslumbrante de láseres
y escopetas de cañones y su vocabulario de «megavatios y terrava-
tios. y gigajoules», emite las vibraciones de un Nuevo Mundo que
vuelve a cosechar éxitos. Es un sueño de chiquillo, que papá aún
recuerda mientras juega con su computadora de bolsillo. Y las en­
cuestas indican que lo compran mucho más hombres que mujeres.
La tecnología es un sustituto del macho.123
La Guerra de las Galaxias, con su brillo futurista, encubre a
fuerzas ideológicas que actúan por iniciativa propia. No debería­
mos rechazarla como mera farsa ideológica. El propio presidente
puede ser un auténtico creyente. Y él ha sido mucho tiempo un
especialista en uno de los argumentos utilizados: evocar una sen­
sación de inseguridad norteamericana ante la «amenaza comunista».
El anticomunismo (y, antes, el antisocialismo o el antianarquismo)
ha sido siempre un eje central del populismo norteamericano de
derechas, al reunir a todos los elementos étnicos heterogéneos que
constituyen el pueblo norteamericano y proporcionarles un senti­
miento de nacionalidad ante la amenaza del otro. Si los norteame­
ricanos dejaran de «resistir a los comunistas», podrían percibir
mejor cómo los arruinaban en casa. Pero la genialidad de la
Guerra de las Galaxias consiste en ofrecer una defensa tecnológica
que no requiere una decisión política ni una modificación de la
postura ideológica; en definitiva, ningún tipo de actividad polí-

122. David Watt en The Times (15 de febrero de 1985).


123. Véase Dan Smith en New Statesman (12 de julio de 1985); y Ia
encuesta de Harris consignada en Hartford Courant (5 de abril de 1985: los
hombres se mostraron de acuerdo con la Guerra de las Galaxias «por 3 pon-
tos», pero las mujeres se opusieron «por 34 puntos»).
EL COMETA DE LA LOCURA 177

tica. Los guerreros espaciales pueden darle la espalda a la disten­


sión, pueden abandonar las relaciones internacionales, pueden (sí
lo desean) salirse de las Naciones Unidas. La amenaza seguirá ahí
(para inculcarse en la cultura norteamericana siempre que haga
falta), pero los misiles del «imperio del mal» se mantendrán ale­
jados. Por estas razones es por lo que los protagonistas últimos de
la derecha, vieja y nueva, en los Estados Unidos y en Europa, le
han dado su apoyo. El senador Jesse Helms y el doctor Jerry Fal-
well, de la Mayoría Moral, se han integrado en el equipo de Ame­
rican Space Frontiers, que está recaudando dinero de «jubilados
y amas de casa en los estados soleados» para actuar contra los que
critican a la IDE en las elecciones al Congreso.124
Este fanatismo escatológico se advierte desde hace mucho tiem­
po en las costumbres del populismo norteamericano. ¿No hizo
campaña Theodore Roosevelt en las elecciones de 1912 con el
lema: «Estamos en el Armagedón y luchamos por el Señor»? El
hecho de que la nación más poderosa de la tierra vuelva a una
segunda infancia ideológica es un signo de que una época está to­
cando a su fin. Es un indicio aterrador de la apurada situación en
que nos hallamos. La combinación de avaricia material (la cama­
rilla armamentista), de búsqueda militar de todo lo que se pueda
conseguir y de autoengaño ideológico puede resultar la última de­
mencia de la era nuclear.
Las relaciones políticas tensas y complejas entre naciones no
tienen una solución tecnológica. Nunca habrá un escudo impene­
trable contra el mal nuclear. Sólo hay -—y lo ha habido durante
40 años— un escudo contra el caos: ese escudo patéticamente dé­
bil y, con todo, de un modo u otro indestructible que es la con­
ciencia humana. Está tan llena de agujeros como una criba, pero
ha evitado el caos durante 40 años. Es hora de llevarla a arreglar.

Conclusiones y p o s t s c r ipt u m

El Economstha anunciado (agosto de 1985) su conversión a


la Guerra de las Galaxias. La razón (especula) del «rechazo des-

124i Counril for Economic Príorities, boletín (octubre de 1984). J .


12. —THOMPSON
Í?B LA CL'&aXA UtL L A l GALAXIA*

predativo* Je U mayoría Je 2a gente a la ID E fue simplemente


que a «U mayoría Je la gente tuelen parcoerlc increíbles
nuevas*. Pero, al mismo tiempo, la Guerra Je la* Galaxia* I del
presídeme «cao; todo el mundo admite hoy que es totalmente h>
verosímil*. El Economíat se ha convertido, naturalmente, a la Guc'
rra Je las Galaxias II, y esta satisfecho Je que «los partidarios de
Reagan — bueno, la mayoría Je ellos— se hayan adarado acerca
Je lo que piensan*. La fase II es una «pantalla protectora Je silos
y cuarteles generales*, «capaz Je detener una buena parte de las
cargas nucleares soviéticas dirigidas a las fuerzas nucleares y a
los centros de mando norteamericanos*. Este dispositivo rcabe
parabienes porque mejora la resistencia del paraguas nuclear nor­
teamericano encima del propio país y de Europa/Japón, También
recibe parabienes como una «idea antinuclear*, lo que descorreen*
al m ovim iento antinudcar. Si los rusos también se hicieran al £n
con una ID E , entonces — o tal vez m is tarde— las superpoten-
cías podrían acordar la reducción J e sus arsenales nucleares/2*
Esto indica tal vez hacia dónde se están orientando ahora algu­
nas de las personas de las clases dirigentes británicas. N o resulta
fácil decidir si estos argumentos se deben al cinismo o a la frivo­
lidad. Cualquier historiador de las ideas podría decir al Economía
que las «ideas nuevas* beneficiosas para la humanidad no las han
anunciado normalmente los políticos, apoyándolas en seguida las
fuerzas armadas y los industriales, y encarnándose en asignaciones
presupuestarias. Lo habitual ha sido que las ideas nuevas sobrevi­
vieran a pan y cuchillo en los linderos de la sociedad respetable du­
rante varias décadas antes d e que las descubrieran los directores de
semanarios respetables. Tampoco está claro cómo una estrategia
que, según concede el Economía, está destinada a mejorar un pa­
raguas nuclear y a proteger los silos de misiles nucleares de un
bando puede ser «una idea antinudcar*.
D e hecho, el director del Economice no sabe más que cualquie­
ra de nosotros a qué conducirán las investigaciones de la Guerra
de las Galaxias, qué cultivos mortíferos nacerán a la vida en el
invernadero de esos miles de millones de dólares. Debería conocer

12?, «The Cmc íor Sur W*r»*, Economía O de ago&to de 19$5).


EL COMETA DE LA LOCURA 179

mejor que la mayoría los resultados extraordinarios e impreded-


bles de la investigación y el desarrollo. Debe saber que se les está
concediendo prioridad a los haces de energía dirigida con «meca­
nismos letales» sofisticados, y a cosas semejantes. Podría deducir
que, cualquiera que sea la estrategia que se extraiga de todo ello,
dará lugar a una gran cantidad de asquerosa chatarra de alta tec­
nología que en parte se almacenará en el espacio. A uno le desa­
lienta la debilidad del intelecto humano y la ligereza con la que los
que moldean las opiniones asumen cada locura nueva. Y es que si
nos conformamos hoy, con egoísmo elegante, con la opción fácil,
¿cómo podemos saber qué locas alternativas les legaremos a las
generaciones venideras? No tenemos derecho a legarles eficaces
tecnologías de asesinato a los desconocidos políticos del siglo xxi,
que pueden resultar aún más locos que la partida actual.
La Guerra de las Galaxias no es de ninguna manera una «idea
antinuclear». Preferimos la definición propuesta por un distinguido
teórico de la estrategia, el señor Caesar Voute:

La Guerra de las Galaxias es el producto de un grupo de


individuos dotados de la sutileza política propia de unos co­
codrilos hambrientos, que no pararán hasta que hayan abierto
todas las latas de gusanos.126

Éstas son nuestras conclusiones

1. La Guerra de las Galaxias, I y II, se propone destruir los


misiles enemigos (todos o algunos). Serán necesarias dos o tres
décadas de investigación y desarrollo a un coste astronómico. Po­
dría conseguirse exactamente el mismo objetivo, con un ahorro
inmediato en costes, mediante el desarme nuclear. Si el desarme
completo mutuo (Guerra de las Galaxias I) no está al alcance de
este siglo, el desarme parcial («detener un número considerable»
de cargas nucleares), que es el objetivo de la Guerra de las Gala­
xias II, podría empezar mañana.

126. Caesar Voute, del Instituto de Investigación Estratégica Avanzada,


lo comunicó en privado al autor.
180 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

2. Aunque la Guerra de las Galaxias aún no ha demostrado


que pueda detener ningún misil, tiene un éxito a su favor. A lo
largo de 1985 paralizó del todo las conversaciones sobre arma­
mento de Ginebra. Parece capaz, en el m omento en que este libro
va a la imprenta, de evitar que se realice cualquier progreso en la
cumbre Reagan-Gorbachov,
Se está desperdiciando la actividad de m illones de personas a
lo largo de los años anteriores, la iniciativa de las naciones no
alineadas, las peticiones de las corporaciones profesionales y reli­
giosas del mundo; y a la vez que se está desperdiciando toda esta
buena voluntad, se defraudan las esperanzas de todos, simplemente
porque el presidente Reagan y sus consejeros más próximos han
aumentado su apuesta por la ID E , e insistido luego en que esa
baza «no es negociable». Y para dejar más clara la terquedad de
su postura no han hecho caso a los gestos soviéticos (la moratoria
de ensayos nucleares y pruebas ASAT) y han proseguido sus pro­
pios programas con ostentación. Realmente estaban tan impacien­
tes por ensayar la segunda generación norteamericana de ASAT
antes de la cumbre que abatieron en el cielo a uno de sus propios
satélites en funcionamiento, cuando aún suministraba datos cien­
tíficos.127
A pesar de la obstinación del presidente Reagan y de su círculo
inmediato, es claramente visible que se da una violenta confron­
tación dentro de la administración de los Estados Unidos, y tam­
bién entre los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Si Rea­
gan decidiera que, después de todo, la ID E es negociable, ¿cómo
podrían desarrollarse las negociaciones? Se han avanzado algunas
ideas (tanto en Washington como en Moscú) que sugieren el si­
guiente propósito; habrá reducciones drásticas (a lo mejor del 50
por 100) en los ICBM de las dos superpotencias, y al mismo
tiempo podría «revisarse» el tratado ABM de forma que autorice
un cierto nivel de defensas de silos de misiles BM D en ambos la­
dos, Elias defensa» podrían estar emplazadas al principio en tierra;
esto es, mísílé» antlmlsiles tierra-aire con pocos componentes em­
plazados en el espacio. Tal vez los militares soviéticos podrían

127/ NY Time» (3, 6 de septiembre de 1985).


EL COMETA DE LA LOCURA 181

aceptar estas condiciones, ya que, com o ha indicado John Pike,12*


éste es el campo en que sus preparativos BM D ya están más avan­
zados. De acuerdo con este com prom iso, no se derogaría en este
caso el tratado ABM , sino que se volvería a redactar por acuerdo
mutuo.
A primera vista podría parecer un compromiso positivo. La re­
ducción drástica de armas en ambos lados daría por lo menos cierta
esperanza simbólica, y podría indicar un alivio de la tensión entre
las superpotencias que permitiría adoptar resoluciones políticas.
Las defensas terminales B M D de los silos de misiles restantes po­
drían considerarse sim ples m edios de «reforzar» su capacidad de
supervivencia y su capacidad de lanzar un ataque de represalia: es
decir, el reforzamiento del principio de la M AD. También refor­
zaría el dominio bipolar de las dos superpotencias, y tendría gra­
ves consecuencias sobre las cabezas del resto del mundo.
Pero ¿cuánto mejoraría esto las perspectivas de paz? Hay que
hacer dos reservas im portantes. Prim ero, las reducciones drásticas
de material pesado — los ICBM — no tienen por qué limitar de
ninguna manera la m odernización cualitativa del nuevo armamen­
to (como el Trident D -5) que traen consigo. Como el propio
Gorbachov ha indicado, la «zona más peligrosa» de la carrera
de armas nucleares es la «de las mejoras cualitativas».128129 Estas
«mejoras» se están acelerando ahora, no sólo en los ICBM, sino
en las armas de alcance corto y m edio, en los misiles lanzados
desde submarinos y desde el aire (especialmente de crucero), e
incluso en la artillería nuclear. E l señor Denis Healey tiene mu­
cha razón en sostener que esto es importante, aunque quizás
mas importante que las reducciones de las viejas reservas en
desuso sería «una congelación del desarrollo y despliegue de armas
nucleares nuevas», acompañada por una prohibición global de
todos los ensayos nucleares ( Observer , 29 de septiembre de 1985).
Segundo, el que las superpotencias acuerden limitar las de­
fensas BMD a sus silos de m isiles no debe servir de excusa para
el desarrollo y ensayo de nuevas tecnologías exóticas, porque cual-

128. Véase nota 84. (N. del ed.)


129. «An Interview with Gorbachov», Time (9 de septiembre de 1985).
IB2 LA GtfPULA &
&LAS CAUO.Í JLÍ
qu*er revisión del «rilada ABM potiHui legjmrsar me&tmm pctsm-
puesto* po&teticzot «sólo peta invtcsiij^Kióo»^ Dado cr¿c t* mdfxm
Thirdief, d caiKilkf Kdbl y otros hcn aptubado lt IDE, pera
«adío para invirad^adóaA, « acccurio decir d*x*£amt£ éí?j
es uaa ddlnútadóa muy difkil de establecer,, El *e6:e Gcebscbcr
internó hacerlo esa so, e o tic v k a coa La m is ta Twar. No psnprxc.
um pm tribkián d e «La im todgadón deotffica báska»;

Es* infestigadóei idLtdvm *1 cypsdb sigse y se^£ri a b as­


te. No* refedmos a! estadio d d diseco* csaasáo se dic oeraa*
órdenes* se Ékmm c ie rto contrato para c&eaesm* pcdcdaca.
de los sistemas. Y al tnoaxnzo en epe empieasia a cnaicrear irs
. modelos o las maquetas o ponea a prsadba ks mnesarasv czcm
las enrayan en derm

Pero h im esú gw áoa en el e strilo de E n jrd fe ó c j% en h


antesala de h G uerra efe las Galaxias, o o fx b d rl de ser^ro t rr>
délos y prototipos* y la sfflR jtsdóa de los ensayos 20 sed t n
alternativa al verdadero problem a. Fuentes de!. Best&eoo y$
están dideodo que el ensayo «a corto plazo.»- de. c o m p o n te á*
la ID E es inm inente, «La investigadón .sola.» infringirá el rritscb
ASM antes de 1990. E n co alq u k r caso* si se: invierten Esfe ce
m illones de dólares- e n m vestigadón* esto le dará e s «Espeta re­
parable» (como ha advertido sir G eofírey Hovre) ai desp&gx.
Los contratistas gigantes pedirán, que se en tk rren todas esas
sem illas de maíz para obtener una cosedla lucrativa,
Tam bién hay que vigilar o tra aco d a. Un acuerdo de coctrd
de arm am ento es un. acuerdo en tre las saperpotendas, Ai tá sm
tiem po que «controlan arm as», en tran en corm ivenái parí evo
tro lar el m undo de com ún acuerdo, y para controlar a ses aSad»
respectivos. U n acuerdo ventajoso para d io s puede refera: d
statu s de dependencia del resto d d m undo.
H a habido m om entos curiosos en que, en medio de un sp*
ren te antagonism o, los controladores d e armas y los ckntSSto
nucleares de los E stados U nidos y la URSS han acabado ceso
partiendo u n in terés com ún p o r la «disuasión» y per la invtsng»
d ó n co curso: «Se sienten vinculados por corrientes de átaptái
EL COMETA DE LA LOCURA 183

y comparten e! destino de haber sido los elegidos, como fruto de


una clecdón casi mística. Tienen un sentimiento de compañeris­
mo*. Se sostiene que este compañerismo entre los científicos
nucleares soviéticos y norteamericanos condujo a su oposición co­
mún, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, a un
tratado de prohibición global de ensayos, que los podría haber
dejado sin trabajo.130 Sin duda, este «compañerismo* podría de­
fender hoy las investigaciones de láseres y haces de partículas.

3. Si la Guerra de las Galaxias es una ofensa a los euro­


peos, es una obscenidad para los pueblos del Tercer Mundo. (Se
dice que el señor Rajiv Gandhi le dijo esto al presidente cara
a cara, cuando fue invitado a una reunión d d Gabinete en junio
de 1985, lo que estuvo a punto de provocar una apoplejía presi­
dencial.) Ha llevado a China a una postura de no alineamiento
defendida con palabras mas duras y a denunciar la militarización
del espado. Nadie le ha ofreddo escudo alguno al Tercer Mundo.
Un escudo sobre una superpotenda o sobre las dos solo haría
más dramática la vulnerabilidad de las nadones no nudeares en
desarrollo y d que las superpotendas no observaran d Tratado
de No Proliferadón. La monstruosa desviadón de recursos huma­
nos hada agujeros en d espacio sería una mofa respecto al hambre
de los pobres d d mundo. Y los ulteriores objetivos de la IDE
(y de Eureka) de mantener la superioridad tecnológica sólo servi­
rían para agravar la ofensa.

4. Claramente, la mejor soludón a todo d problema sería


que los norteamericanos se apearan de la Guerra de las Galaxias,
y que esta dedsión estuviera acompañada de acuerdos más rigu­
rosos (certificados en el foro de las Nadones Unidas) que prohi­
bieran toda medida posterior de militarizadón d d espado y re­
dujeran los sistemas de tipo militar existentes. No sugeriremos
cuáles serían las mejores condidones de los posibles tratados.
Estamos a favor de la observanda de los tratados existentes
(SALT, Espado Exterior, ABM y N o Proliferadón) y de retirada

130. Véase WiHiam J. Brosd en NY Times (1 de julio de 1985).


134 LA C Ü L ÍJ L A . Dfi LAS GALAXIAS

de les ASAT exilíenles. Además, los satélites de obser-


VAÚón bajo auspicios independientes podrían servir para compro­
bar d cumplimiento de los tratados existentes. Para una elabora­
ción más precisa de estos términos remitimos a una discusión
mas especializada.1^
En cuestión de medidas de control de arm am ento puede haber
una diferencia de énfasis entre p arte de la opinión norteamericana
y de la de Europa Occidental. Enfrentándose a! grupo de presión
favorable a la ID E y a la inm inente ruptura p o r los Estados Uni­
dos de ios tratados* la opinión pacifista norteam ericana esta de­
fendiendo con ardor el proceso de control de armamentos. Nuestro
colaborador John Píke es u n m iembro destacado de este grupo
de presión.132
Respetamos esa postura y la apoyamos. P ero en Europa, sí no
vamos mas allá del control de arm am ento, podremos encontramos
detrás de la bandera: «DEFENDAM OS LA M A D ^. Sí la Guerra
de las Galaxias es un delirio que índica que una época está tocan­
do a su fin* hagamos que la época que acabe sea la de la «disua­
sión». Pues el control de arm am ento negociado por las dos su-
perpotendas puede ser simplemente una form a de regular la
disuasión y mantener en su sitio al resto del m undo.

5. Los colaboradores británicos no pueden encontrar ningún


motivo de satisfacción en el papel jugado por su país en los
acontecimientos de 1985. N ueva Zelanda b a dado un ejemplo
al mundo ai rechazar visitas de barcos con armas nucleares, y
Australia ha declinado la invitación a firmar subcontratos para
la IDE: Canadá, que está, estratégica y políticamente, en una
relación más delicada con los Estados Unidos que G ran Bretaña,
lia rechazado, después de una discusión parlamentaria completa-

131, A donis de ios bocetos de tratados puertos sobre el tapete por la


Unión Spy¿étka y otros países en las Naciones Unida», la Union of Conccmcd
'&risi)íht$ ha propuesto un Tratado ASAT, y la Federación de Científicos
Antedíanos está cnirc la» corporaciones que proponen enmienda» a ambos,
o revisiones* d d Tratado ABM. Greenpeace Internacional ha hecho propon-
dones paja reforzar d Tratado de No-Prolífcracíón.
132. Véase nota 84. (N< M ed.)
EL COMETA DE LA LOCURA m

mente pública, adoptar cualquier compromiso con la ID E;133 pero


el gobierno británico ha cambiado furtivamente de una postura
a otra, y ha hecho lo que ha podido para limitar cualquier discu­
sión pública y parlamentaria sobre una decisión que afecta a la
supervivencia de toda la nación.
Los funcionarios británicos han tratado de jugar, no a dos,
sino a tres o cuatro cartas. El elogiable discurso de sír Geoffrey
Howc fue apoyado débilmente por sus colegas ministros. El señor
Heseltine se ha precipitado a Washington, invocando la «relación
especial» y ofreciendo vender el apoyo británico a la IDE a cam­
bio de una tajada de dos mil millones de dólares para Gran
Bretaña. Se encontró con un desplante humillante.134 La señora
Thatcher se ha vuelto cada vez más chillona, descargando su ira
(como hace frecuentemente cuando tiene problemas) sobre los
franceses. La lucha declarada entre los franceses e ingleses por
los contratos de armas se ha hecho más y más manifiesta, y la
señora Thatcher ha pedido directamente su apoyo al presidente
Reagan para que la Armada de los Estados Unidos comprara el
sistema de transmisiones de campo de combate de Plessey-Rock-
well-International Ptarmigan (de unos 4 mil millones de dólares),
en contra de la oferta de la empresa francesa Thompson-CSF. La
señora Thatcher invocó la «lealtad» de Gran Bretaña a la Guerra
de las Galaxias, frente a la perfidia francesa, y, según parece,
amenazó con que esa lealtad podría acabar si Gran Bretaña perdía
el contrato.135 Rechazados una vez más, la señora Thatcher y el
señor Heseltine apaciguaron su mal genio ante esa contrariedad
firmando un contrato para modernizar la fuerza aérea de Arabia
Saudita.
Cuando se considera qué alternativas se le planteaban a la
nación, éste resulta un ejercicio patético y deshonroso de dupli­
cidad furtiva. No le ha demostrado «lealtad» a nadie, y al pueblo
norteamericano menos que a nadie.

133. The Times (9 de septiembre de 1985).


134. Guardian (12 de septiembre de 1985).
135. Sunday Times (8 de septiembre de 1985); Guardian (9 de sep­
tiembre de 1985).
186 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

6. Una de las prioridades se vuelve cada día más clara. Las


multinacionales de los Estados Unidos y los contratistas gigantes
de armas han revelado que no tienen intención de compartir la
financiación de la ID E o de intercambiar tecnología con los com­
petidores europeos. Les volvieron a decir a los alemanes occiden­
tales que los consideran «indiscretos», y no pueden esperar «nin­
gún intercambio en los dos sentidos» de investigación sobre la
Guerra de las Galaxias.136 Se incrementan las restricciones incluso
en la utilización de alta tecnología existente en Europa. El Pen­
tágono trata de controlar ahora el uso de dos «supercomputa-
doras» en las universidades de M anchester y Londres, y está
provocando la resistencia creciente de los expertos en computa­
doras, científicos y sindicalistas.137138
Esto sugiere que se están utilizando las necesidades de «de­
fensa» como pretexto para poner a Europa Occidental directa­
mente bajo el control tecnológico y de seguridad de las multi­
nacionales. (La multinacional gigante de las computadoras, IBM,
es un accionista principal de R ockw ell International, y se dice
que ejerce influencia sobre la C IA .) E l propósito de este proyecto
es integrar al «Mundo Libre» dentro de un sistema único de
información y control, al mismo tiem po que se centraliza todo el
control militar en un único mando automatizado norteamericano.
Se parece a una pesadilla de ciencia ficción, pero sabemos que la
han vivido los controladores de armamento de la ID E . Gerold
Yonas, jefe científico de la S D IO , ha escrito que «el problema
de integrar el comportamiento humano y las instituciones políti­
cas a una tecnología que evoluciona rápidamente puede resultar
el desafío más difícil e importante para la supervivencia a largo
plazo de la humanidad».136 U no tiene la impresión de que se
considera a los seres humanos subordinados a la tecnología con
la que deben ser integrados.
Esperamos de verdad que esto resulte difícil. Estamos dis­
puestos a hacerlo difícil.
136. The Times (9 de septiembre de 1985).
137. Sunday Times (8 de septiembre de 1983).
138. Gerold Yonas, «The Strategic Defence Initiative», Daedalus (pri­
mavera de 1985), p. 89.
EL i d m i TA h k i A UMMBA m
7 l-»f pdliü<*l de I^jfof Ni Oa idriHftJ u&aim %ksM ¡anáv*
m loa akmane* «crídrntalei y kit \nninkm u»\m >k fanm
coiitiiun con la SDIO, Im í lí ^ k ii pam culam aodim detrás de
lubtuntratos, y lo* ír im tie i aun csjjctan fm im iif u/** e*uó6o
ft.pjKÍ*J tripulada europea a paitir del culacte Arlar* (que k Ym
estallado dcHonsídct adámeme *1 presidente Mmmarid en l*i
carices).
En 1* medida en que Eureka indica una tentativa de una auto­
nomía económica mayor con respecto a los Estados Unidos, que
podría mantener abierta la posibilidad de relaciones comerciales
no explotadoras con el bloque soviético y con las naciones en
desarrollo, puede apoyarse. En la medida en que es una copia
idiota de las tecnologías de la IDE y no tiene apenas contenido
sedal o medioambiental, no puede apoyarse.
Actualmente se están haciendo más evidentes las inflexiones
militares de las decisiones europeas. La TDI propuesta (Inidaüva
de Defensa Táctica) se ha vuelto a bautizar como EDI (Iniciati­
va de Defensa Europea). En Bonn, el Partido Demócraía-cristiano
del canciller Kohl está clamando por el desarrollo de defensas
contri misiles de crucero, misiles de alcance corto y bombarderos
soviéticos, es decir, contra los artefactos que volarán por debajo
de un «escudo* de la Guerra de las Galaxias.12*
Estos desarrollos pueden parecer inevitables ante cada incre­
mento de las capacidades ofensivas. Los militares soviéticos tam­
bién están creando sus propias defensas contra el Pershing II y
los misiles de crucero, así com o contra bombarderos y submarinos
con capacidad de lanzar m isiles de crucero. Sin embargo, estas
defensas no contribuirán a la seguridad de ninguno de los dos
bandos, no sólo porque serán defectuosas, sino, y especialmente,
porque esta peligrosa mezcla defensiva-ofensiva fomentará la ten­
tación de considerar más factible una guerra nuclear. Esto sólo
le dará otra vuelta a la espiral de la locura.

8. Lo que no deja de asombrarnos es la excitación provocada


por falaces inventos tecnológicos y la rapidez con que los parla-

1)9 , Guardwt (28 de septíerobre de 1985).


188 LA GUERRA DE LAS GALAXIAS

mentos consiguen que grandes públicos paguen cualquier tipo de


hardware militarmente provocativo, comparada con la indiferencia
u hostilidad demostrada hada cualquier intento de encontrar una
soludón política al antagonismo entre los bloques.
La Guerra de las Galaxias y la EDI pretenden que detendrán
a los misiles, o a algunos de ellos, cuando se disparen. Los mo­
vimientos por la paz están tratando de establecer las condidones
políticas para que ninguna nación quiera dispararlos y se desmon­
ten progresivamente.
Washington y Whitehall advierten que no podemos permitir
que la campaña «de inspiración soviética» contra la IDE destroce
a la OTAN y separe a Europa de Norteamérica. Sin embargo, el
peligro para la paz mundial reside, precisamente, en la innatural
división del mundo en dos polos, con la incitación consiguiente a
la hostilidad militar e ideológica.
El verdadero mensaje de la Guerra de las Galaxias a Europa
Occidental es que salgamos de debajo de la hegemonía de Nortea­
mérica — y de su paraguas— lo antes que podamos. La obstina­
ción de los Estados Unidos con la ID E debería ser el punto de
partida de una Declaración Europea de Independencia, y de diplo­
madas independientes, no alineadas, que contribuyeran a la segu­
ridad de las dos superpotencias y del mundo.
Esto no equivale a pasar del «lado» norteamericano al sovié­
tico. Europa Occidental debería erigirse ahora en mediadora, acti­
vando el comercio, las reladones culturales y diplomáticas de
segunda fila con las naciones de Europa del Este, y debería esti­
mularse al mismo tiempo cualquier tipo de iniciativa ciudadana
directa para atravesar las barreras ideológicas y de seguridad entre
los dos bloques. Habría que comprometer a las naciones, del Este
y del Oeste, mediante acuerdos comunes para la seguridad mutua
(incluyendo zonas pacíficas desnuclearizadas y desmilitarizadas),
con el objetivo de aligerar las estructuras de bloque de los dos
bandos y restañar las diferencias entre ambos.
Los movimientos por la paz europeos ya han adelantado hace
mucho estas estrategias constructivas, en particular la END (Cam­
paña por el Desarme Nuclear Europeo). No requieren hardware
futurista, sino inteligencia e iniciativa humanas, a las cuales pueden
EL COMETA DE LA LOCURA 189

contribuir todos los ciudadanos. La tecnología más penosa puede ser


aprender el idioma del «otro bando» y viajar con una m ochila a
la espalda. La Investigación y D esarrollo para la exploración paci­
ficadora de nuestro planeta d ivid id o costará una m ilésim a parte
de la inversión futura para la ID E . Sin em bargo, los gobiernos de
la OTAN y sus agencias hacen tod o lo que pueden para obstruir
y desvirtuar los esfuerzos por la paz.
Esto nos lleva fuera de lo s lím ite s de este libro, y vacilam os
en arriesgarnos en seguir adelante, hacia el espacio. N i siquiera
es probable que quienes han colab orad o en e ste volum en llegaran
a un acuerdo si (¡D io s n o lo qu iera!) lo s pusieran en un satélite
en órbita. El colaborador m ás v iejo pod ría decir que a la hum a­
nidad este planeta le ha parecido u n lugar adecuado y hospitalario
para vivir desde qu e em pezó la civilización . Y que deberíam os
aprender a resolver m ejor lo s asu n tos, q u e sería más sensato que
nos preocupáramos por lo s recursos y e l en torn o de la tierra antes
de invadir el espacio. O tros colab orad ores pod rían señalar que esa
alternativa está vedada para siem pre. Y q u e, p u esto que la im agi­
nación humana ya ha vio la d o e l esp acio, deberíam os proponer
alternativas a la G uerra de la G alaxias q u e recuperen para la paz y
la cooperación internacional las aventuras espaciales. T odavía que­
dan algunos islotes de in vestigación científica verdaderam ente coo­
perativa (p. 1 06), hay algunas p ropu estas espléndid as para futuras
empresas.140 E n un períod o d e reconciliación entre las superpoten-
cias una gran aventura espacial intern acional podría expresar un
sentimiento de com unidad g lob al, y su pon er una décim a parte
del coste de la G uerra d e las G alaxias.
Pero estaremos tod os d e acuerdo e n qu e la idea de un espacio
pacífico ha sido profundam ente contam inada en los ú ltim os vein te
años. E l cielo ha perdido su in ocen cia, y lo qu e una vez fu e sede
de las deidades ahora «tien e la su ciedad d el hom bre y com parte

140. Se pueden encontrar elocuentes propuestas para un retorno a la


cooperación pacífica internacional en el espacio en Daniel Deudney, Space:
The High Frontier in Perspective (Worldwatch Paper 50), Washington DC,
1982; Spark M. Matsugana, «U.S. Soviet Space Co-operation», Bulletin of the
Aiomic Scientists (marzo de 1985); Mische, op. cit.\ y Deudney, «Forging
Weapons into Spaceships», World Policy Journal (primavera de 1985).
15»0 la guerra de las g a l a x ia s

sil h ed o r» .141 Si querem os d ev o lv erle la inocencia al espacio, tene­


m os qu e aprender a oler m ejor en la tierra.
H aríam os b ien en recordar q u e u n o d e lo s primeros viajes al
espacio d e lo s q u e hay con stan cia es e l d e l Satán de M ilton, que
fu e dáñdó traspiés p or é l esp acio b ajo e l dom inio del Caos:

súbitamente surgieron
los secretos del viejo abism o, un oscuro,
ilim itado océano sin fronteras,
sin dim ensiones, donde la longitud, anchura y altura
y el tiem po y el espacio se pierden; donde la noche más antigua
y e l caos, antepasados d e la naturaleza, mantienen
la eterna anarquía, entre el fragor
de guerras sin fin, y se yerguen entre la confusión.

Y deberíamos recordar también el pecado por el que cayeron


Satán y sus ángeles.
Él «cometa de la locura» tiene un núcleo político e ideológico,
y también m ilitar. Los astrónomos no clasifican a los cometas en­
tre los cuerpos celestes, sino entre los detritus. Algunos astrofísi­
cos los describen como «bolas de nieve sucias», con colas de gas
y polvo. E l «cometa de la locura» tiene un núcleo helado de deli­
rio sobre guerra fría y una inmensa cola de gas político.

141. Gcrald Manley H opkins, «G od’s Grandeur».


GLOSARIO

ABM (Á M ttb á listk m isssle) M isil antibalístico


AGDA (A m r C on trol D isjrm am en t A gency) Agencia de De­
sarme y C ontrol de A rm am ento
ASAT (A x tb sx td U ie tve& pon) Arm a an tisatélite
ATM (A n t& ^ ctkid M issilt) M lú 1 andtáctico (a veces ATBM)
BMD (B d ü s tk m u stie d^fence) D efensa contra m isiles balísti­
cos
O I (Com m m dj, control^ com m um cáfions m d m teüigence) Man- -
do, control, transm isiones e inform ación
DSAT d efew ct) D efensa con tra satélites
E D I {Em op& m D e ftm e Ins£i£th?e) Im d ad v a d e D efensa En-
to fsa
EMP lE k ttn m ^ o e tíc p sd s t) P ulso eiecsroM gnédco
ICEM {InBtSKOísSm&std b d lsstic m zsszfe) M isñ balístico ístsr-

DOW (L zsam é m morsa*.g) Btsp&ro a n te señal d e a k sta


MAD (M xSm d Assw rsá. D cstrw ztk m ) B esírooáost M n tm Ase-
guraáa
MELV iM m M pk m i& p m ig K É y Smr^eBted r& m trr -w ebkh } Y d á a -
Ib d e « e n tra d a cosa ag%aflcaaa d e M esoos o u id s tk e ía-
dqpesc& este
JSOSAD p t e é ¿ lir Ite¡¡¡m$g Cm&T&£%¿l M eado d e De-
íens®
NPT T m tu fb d e ISio-PtrdEfesaidóa
M M ^ d tñ sm d tu d b m cd mm%&) J m m zm szzm ttk m sm qmú >
&dk$ |d e vraEcfieñSaiil
JUM EIS JkM ítxzm sy ste m } S tsm n it d e d e te c tá is nudos?
ISEülS 0km h u tr w%Mz&%km iUsrgdt sA x tá m )} M acaá® d e I k u
tpygyp 'UliEzadíá® iBnaHbiyr
19 • LA GVTXXA LAS GAL AXtA5

PAR CF rjd j Radar de xr :eaxs en tase


PkDfi l'Fjrtrü/L r erre «s CTU¡ Fnfer?) Tratado c e Prvvúbicoc .'. r* c arca»
i

de Eizrfcrrcs
SA C (; V.ír-xfe^ar A r Corerertuíl M ando Es: ratee ivV del 4\ir e
SA L E í ü ¡raftrgacr A-rrr LzrtttJL^'.TS Fva c a l C ojnvcruciooes vv
iCcerdos s e t ce t i n ^ j c c c o c A¡m u s Estratégicas
SA M { £ X!**JfcT5PsíesCfk .7X0*. M isiles tiierra-aire
scc jSá¡tctsiesg C e •saxEar* C cttttxssjc-x ) Coenisik>n Pernu cen : c
c e C eesu l;u (pora es» SALT>
r> «
S > I /i'c>Trxtf'rz:
> mJ4C7y « y y /C o c ie r e ) (IE ¡E> Inicia tira de Defensa
r a té p e t
SDIO r>r ¿Szon ) O r ^ m r a c d n c e la ID E
SLEM (5-fc f-r jm v í c s s d S r i bxZihik: m imfex) Miisiles büiísticos
Lmraccs desde submarino
TDI (TezSszd Dr*tr.cr In¿TisSrvt) Iniciativa de Defensa Táctica
USAF (Vnire¿ States Air Forre) F u e r a s Aéreas de los Estados
U nidos
^ tm ocs ( vTori¿~xri¿e }JL3it¿Tj Ccm rrsnJ en¿ Control System) Sis-
terral d e M ^ado v Control M ilitar a Escala Planetaria
ÍN D IC E

Pedir la luna, prólogo a la edición castellana por Rafael


Grasa * . 1 * . . . , ♦

LA GUERRA D E LAS GALAXIAS


1| ¿Por qué Guerra de-vlas^Galaxias? (E. P . T hompson)
2, ¿Qué es la Guerra de las Galaxias? (Ben T hompson)
3. El cometa de la locura (É7 P. T hompson) ,
G losario. . « . * * * .

1 3 .^
SERIE GENERAL

Chimo* títulos publicados:


53. Karl M a r x .Eric Hobsfcawro
FORMACIONES ECONÓMICAS PRECAPfTAUSTAS
59. Aáaro Schaff
LA ALIENACIÓN COMO FENÓMENO SOCIAL
to Ley S, WooftsSdí
EL DESARROLLO DE IO S PROCESOS
PSICOLOGICOS SUPERIORES
61. P icrra Vi lar
INICIACIÓN AL VOCABULARIO DEL ANALISIS HISTORICO
£2. Joan Plaget. E W. Beth
EPISTEMOLOGIA MATEMATICA Y PSICOLOGIA
62. Benry Kame»
LA INQUISICION ESPAÑOLA
64. Francots Perrtcr. Wtodlmlr Granoff
EL PROBLEMA DE LA PERVERSION EN LA MUJER

65. John Harríson


ECONOMÍA MARXlSTA PARA SOCIALISTAS
66. Bertoft Brecht
DIARIOS 1920-1922. NOTAS AUTOBIOGRAFICAS 1920-1954
67. Franco Venturí
LOS ORIGENES DE LA ENCICLOPEDIA
68. Gabriel Jackson
ENTRE LA REFORMA Y LA REVOLUCIÓN
69. G. Abraham, W. Paslni
INTRODUCCIÓN A LA SEXOLOGlA MEDICA
70. Palmiro Togüattí
ESCRiTOS SOBRE LA GUERRA DE ESPAÑA
71. Roger Gentío
CURAR LA VIDA
72. Adolfo Sánchez Vázquez
FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
73. R. D. Lainq
LOS LOCOS Y LOS CUERDOS
74. Maud Marmón I
LA TEORÍA COMO FICCION
75. Pier Paolo Pasolini
EL CAOS
76. Ciro F. S. Cardo so
INTRODUCCIÓN AL TRABAJO DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
77. Agries HeíJer
PARA CAMBIAR LA VIDA
78. George Rucié
REVUELTA POPULAR Y CONCIENCIA DE CLASE
79. Bruno Betteíheim
SOBREVIVIR (EL HOLOCAUSTO UNA GENERACIÓN DESPUÉS)
80. Eugenio Garín
LA REVOLUCIÓN CULTURAL DEL RENACIMIENTO
81. Bartolomé Bennassar
INQUISICIÓN ESPAÑOLA: PODER POLÍTICO Y CONTROL SOCIAL
82. Bruno Betteíheim, Daniel Karlín
HACIA UNA NUEVA COMPRENSIÓN DE LA LOCURA
83. Míchel Vovelíe
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
84. Xavier Panlagua
LA SOCIEDAD LIBERTARIA
85. Bruno Betteíheim
EDUCACIÓN Y VIDA MODERNA
86. Micha! Reíman
EL NACIMIENTO DEL ESTALINÍSMO
87. Elaine Pagels
LOS EVANGELIOS GNÓSTICOS
83. Josep Fontana
HISTORIA: ANÁLISIS DEL PASADO Y PROYECTO SOCIAL
89. Diego López Garrido
LA GUARDIA CIVIL Y LOS ORÍGENES DEL ESTADO CENTRALISTA
90. M. f. Finley
ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA
91. David fngíeby (ed.)
PSIQUIATRÍA CRÍTICA (LA POLÍTICA DE LA SALUD MENTAL)
92. Ernast Mande!
MARXISMO ABIERTO
93. Fred Hoyle, H. C. W ickram asinghe
LA NUBE DE LA VIDA
94. Píerre Vitar
HIDALGOS. AMOTINADOS V GUERRILLEROS
(PUEBLO Y PODERES EN LA HISTORIA DE ESPAÑA)
95. Jean Piaget, Konrad Lorsnz, Erlk H. Eríkson
JUEGO Y DESARROLLO
95. Paul M. Sweezy
EL MARXISMO Y EL FUTURO
97. R. D. Laing
SONETOS Y AFORISMOS
93. P. E. Russell Ced.)
INTRODUCCIÓN A LA CULTURA HISPÁNICA
{L HISTORIA, ARTE, MÚSICA)
93. P. E. Russell (ed.)
INTRODUCCIÓN A LA CULTURA HISPÁNICA
til. LITERATURA)
100. Bruno Bsttelhelm
APRENDER A LEER
10f. Walther L Bemecker
COLECTIVIDADES Y REVOLUCIÓN SOCIAL
10 2 . Maud Mannonf
UN LUGAR PARA VIVIR
103. Hartmut Heme
LA OPOSICIÓN POLÍTICA AL FRANQUISMO
104. José Lúes Peset
CIENCIA Y MARGINACIÓN
(SOBRE NEGROS, LOCOS Y CRIMINALES)
105. R. D. Laing
LA VOZ DE LA EXPERIENCIA
106. Adam Schaff
EL COMUNISMO EN LA ENCRUCIJADA
107. Giorgro Morí
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
103. Noam Chomsky, Jean Piaget
TEORÍAS DEL LENGUAJE. TEORÍAS DEL APRENDIZAJE
109. Bartolomé Bennassar
LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO
ttO . Pierre B o n n assle
VOCABULARIO BASICO DE LA HISTORIA MEDIEVAL
111. E. P. Thompson
OPCION CERO
112. Bruno Bettelheim
FREUD Y EL ALMA HUMANA

113. E. H. Can
DE NAPOLEÓN A STALIN
(Y OTROS ESTUDIOS DE HISTORIA CONTEMPORANEA)
114. Jean Piaget
LA PSICOLOGÍA DE LA INTELIGENCIA
115. Gérard Bekerman
VOCABULARIO BÁSICO DEL MARXISMO
116. Jost Herbig
EL FINAL DE LA CIVILIZACIÓN BURGUESA
117. M. I. Finíey (ed.)
EL LEGADO DE GRECIA (UNA NUEVA VALORACIÓN)
118. A. J. Ayer
LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XX
119. Ester Boserup
POBLACIÓN Y CAMBIO TECNOLÓGICO
120. Noam Chomsky
LA SEGUNDA GUERRA FRÍA
CRÍTICA DE LA POLÍTICA EXTERIOR NORTEAMERICANA,
SUS MITOS Y SU PROPAGANDA
121. M. I. Finíey
LA GRECIA PRIMITIVA: EDAD DEL BRONCE
Y ERA ARCAICA
122. Milos Hájek
HISTORIA DE LA TERCERA INTERNACIONAL
123. Michio Morishima
POR QUÉ HA «TRIUNFADO. EL JAPÓN
124. Alain Guerreau
EL FEUDALISMO. UN HORIZONTE TEÓRICO
125. Sheelagh Elíwood
PRIETAS LAS FILAS
(HISTORIA DE LA FALANGE ESPAÑOLA, 1933-1983)
126. Derek W. Lomax
LA RECONQUISTA
127. Angel Viñas
GUERRA, DINERO, DICTADURA
(AYUDA FASCISTA Y AUTARQUIA EN LA ESPAÑA DE FRANCO)
1?S. Rajm ond W illiam s
H A C IA E l A N O 2OD0
123. Paul Labal
LOS CATAROS (HEREJIA Y CRISIS SOCIAL)
ISO. Adrián Shubert
HACIA LA REVOLUCIÓN
131. M a rce llo C arm agnanl
ESTADO Y SOCIEOAD Eli AMÉRICA LATINA, 1850-1930
132. Peolo Sylos Lablnl
SUBDESARROLLO Y ECONOMÍA CONTEMPORÁNEA
133. Francés Clegg
ESTADISTICA FACIL APLICADA A LAS CIENCIAS SOCIALES
134. Raphael Samuel (ed.)
HISTORIA POPULAR Y TEORIA SOCIALISTA
135. Arthur Cotterell (ed.)
HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS:
EGIPTO, ORIENTE PRÓXIMO
136. Arthur Cotterell (ed.)
HISTORIA DE LAS CIVILIZACIONES ANTIGUAS:
EUROPA, AMÉRICA. CHINA, INDIA
137. M. 1. Fínley
LA GRECIA ANTIGUA: ECONOMÍA Y SOCIEDAD
138. José V. Sevilla Segura
ECONOMIA POLÍTICA DE LA CRISIS ESPAÑOLA
139. E. A. Wrigley
HISTORIA Y POBLACIÓN
(INTRODUCCIÓN A LA DEMOGRAFÍA HISTÓRICA)
140. Michel Péronnet
VOCABULARIO BASICO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
141. José Ferrater Mora
MODOS DE HACER FILOSOFÍA
142. Henrl Wallon
LA VIDA MENTAL
143. A. Rupert Hall
LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA, 150M750
14 4 . John V. Lombard!
VENEZUELA (LA BÚSQUEDA DEL ORDEN.
EL SUEÑO DEL PROGRESO)
145. Antonio Gramscl
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA FILOSOFÍA
146. Michael Arnheim
¿ES VERDADERO EL CRISTIANISMO?
147. Henry Kamen
LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA (NUEVA EDICIÓN)
148. Jean Piaget
EL NACIMIENTO DE LA INTELIGENCIA EN EL NIÑO
149. Jean Piaget
LA CONSTRUCCIÓN DE LO REAL EN EL NIÑO
150. Roberto Fernández, ed.
ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII (HOMENAJE A PIERRE VILAR)
151. Robert Fossier
HISTORIA DEL CAMPESINADO
EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL (SIGLOS XI-XIV)
152. Adam Schaff
¿QUÉ FUTURO NOS AGUARDA?
(LAS CONSECUENCIAS SOCIALES
DE LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL)
153. Germán Carrera Damas
VENEZUELA: PROYECTO NACIONAL Y PODER SOCIAL
154. Roger Coüins
ESPAÑA EN LA ALTA EDAD MEDIA, 400-1000
155. Píerre Vilar
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
156. Josep Fontana, ed.
ESPAÑA BAJO EL FRANQUISMO
157. Manuel Azaña
CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPAÑA
158. Marvin W. Meyer, ed.
LAS ENSEÑANZAS SECRETAS DE JESÚS
159. M. I. FInley
EL NACIMIENTO DE LA POLÍTICA
160. Henry Kamen
VOCABULARIO BASICO DE LA HISTORIA MODERNA
161. Arthur Cottereil
LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA
E ste libro reconstruye la historia I
del surgim iento de la Iniciativa de I
Defensa^ E stratégica —la «guerra
de las galaxias»— y explica las ra­
zon es por las que un proyecto as­
tron óm icam ente caro, totalm ente
superfluo, probab lem en te inviable!
desd e e l punto de vista técn ico, si­
g u e a d e la n t e acelerando enorm e­
m en te la carrera d e . arm am entos.
E l delirio id e o ló g ico em parentado
con las p eo res tradiciones del p o ­
pulism o n orteam ericano de dere­
chas, el orgullo d e sab erse los pri­
m eros en recursos m onetarios y
tec n o ló g ico s, y la avaricia d el com ­
p lejo m ilitar-industrial constituyen
para T h om p son e l final coh eren te
de sus tesis sobre e l exterm inism o.
N o hay escu d o tec n o ló g ico contra
la m aldad nuclear; só lo ex iste un
escu d o lastim osam en te débil aun­
q u e indestructible: la con ciencia
hum ana.

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