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I.

- Turandot
La bella ópera Turandot, de Puccini, nos exalta con el deleite que toda obra artística logra en el
espectador, y también pudiera acompañarnos para seguir trabajando estos conceptos de amor y
goce.

¿Acaso no se trata siempre de que el enaltecimiento del amor, el obstáculo que enfrenta la
procuración del amado, la vicisitud del deseo y el enredo terco que nos depara la fijación, es lo
que más nos conmueve?

Una historia de imposibilidad reúne a los tres personajes, dos mujeres (Turandot, la gélida
princesa china; y Liú, la dulce y enamorada esclava) y un hombre, Calaf, el príncipe extranjero.

En virtud del amor por la princesa Turandot, el príncipe está dispuesto a someterse al desafío
insensato que ha prescrito ella para obtenerla en casamiento: deberá resolver tres enigmas, si no
lo consigue, morirá decapitado. (Canta Turandot: Hay tres enigmas y una sola muerte). Él está
decidido a jugarse la vida. Sometido pues, y sin titubeos, ha escogido a

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