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| Becerra, ga swe Au 198
2 La Resurreccién
zaro, mosaico, siglo vi,
Sdn Apollinare Nuovo,
Ravena
1. Diferentes maneras de mirar un cuadro
Hay muchas maneras de mirar un cuadro. En este capitulo
vamos a elegir cuatro obras, de estilos muy diferentes y muy dis-
tantes en el tiempo, que contemplaremos de formas muy di-
versas.
De entrada podemos preguntarnos cual es el objetivo de un
cuadro concreto. Esta representacion de un bisonte (fig. 1),
enérgica y realista, fue pintada hace 15.000 afios en el techo de
una cueva, en Altamira (Santander). Quizds nos intrigue saber
qué funcién cumplia esta bella pintura lena de vida, situada en
un hueco oscuro, a poca distancia de la entrada de la cueva. Al-
gunos creen que pudo tener una finalidad magica: fa imagen per-
mitirfa a su creador (0 a su tribu) atvapar y matar al animal repre-APY EP EPICS remrr ete Oe
sentado. En el budii nos encontramos con un principio de accisn
similar; se tata de clavar un alfiler a un mufteco que representa a
Ja persona a quien se quiere perjudicar. E} pintor rupestre quiz
crefa que capturar Ia imagen del bisonte en la cueva les ayudaria
a capturar al bisonte mismo.
La segunda imagen (fig. 2) es muy distinta; es un mosaico
procedente de una primitiva iglesia cristiana, Nos resulta fécil
identificar su tema, la resurreccién de Lazaro. Cuando llegé
Jesiis, hacia cuatro dias que Lazaro habia muerto, pero Jesis
hizo abrir la tumba y luego, segin el Evangelio de San Juan
«Alz6 Jos ojo8 al cielo y dijo: ‘Padre... por ja muchedumbre que me radea
lo digo, para que crea que ti me his enviado’. Diciendo este grité con
fuerte voz: ‘Lazaro, sal fuera’. Salié el muerto, ligadas con fajas pies y
manos...»
Juan I, 41-4
La imagen ilustra la historia con una maravillosa claridad;
vemos a Lazaro «ligados con fajas pies y manos» saliendo de fa
tumba en la que fue enterrado; vemos a Jestis, vestido de pérpu-
ra real, ordenando salir a Lazaro con un gesto expresivo. Junto a
i, un representante de «la muchedumbren, ante Ja cual se ha
realizado el milagro, levanta la mano asombrado. La composi-
cidn de la obra es muy simple; figuras planas y definidas con
claridad, representadas sobre un fondo dorado. No es tan enérgi-
ca como la pintura de la cueva, pero quienes conocen el tema lo
identifican inmediatamente.
{Qué funcién cumplia esta obra en la decoracién de una
iglesia? En el siglo vi, cuando se realiz6 este mosaico, my poca
gente sabia leer. Sin embargo, la Iglesia queria que el maximo
niimero de personas aprendiesen las ensefianzas de los Evange
Jios. Asi fo explicé el papa Gregorio Magno: «Las imagenes pue-
den ser para los iletrados fo mismo que la escritura pard quienes
saben leer.» Es decir, la gente sencilla podia conocer detalles de
Jas Santas Escrituras simplemente mirando representaciones tan
comprensibles como esta
Observamos ahora una pintura al éteo del pincel de Bronzi-
no (fig. 3), el sofisticado pintor del siglo xvi. En ella aparece
Venus, la diosa pagana del amor, a quien su hijo, el joven Cupi-
do alado, abraza de manera muy sugestiva y erdtica. A la dere
cha del grupo central vemos a un nifio con cara de felicidad que,
segiin los tratadistas, representa el Placer. Detrds suyo vemos
xteaita s2uchacha vestida de verde y observamos con sor-
presa que bajo el vestido su cuerpo presenta forma de serpiente
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Diferentes maneras de mirar un curdro
enroscada. Probablemente simboliza ef Engaao, una cualidad
desagradable —de aspecto encantador pero detestable bajo la
superficie— que suele acompafar al Amor. A Ia izquierda del
grupo central aparece una vieja bruja rabiosa, mesindose los ca
bellos. Representa los Celos, esa mezcla de envidia y desespera-
ciéa que también con frecuencia acompatia al Amor. En la parte
superior vernos dos figuras Ievantando una cortina que, al pare-
cer, ocultaba la escena. E] hombre es el Padre Tiempo, tiene alas
y lieva al hombro’ su simbdlico reloj de arena, Es el Tiempo
quien advierte de las muchas complicaciones que acechan a este
tipo de amor lujurioso aqui representado. La mujer situada fren-
te a él a la izquierda se interpreta como la Verdad; es quien
desenmascara la dificil combinacién de terrores y placeres que.
inevitablemente, comportantos dones de Venus.
Et cuadro comunica, por tanto, una maxima moral: que los
celos y el engatio pueden ser los acompaiantes del amor, det
mismo modo que lo es el placer. Pero este mensaje moral no nos
llega Hana y directamente como en el episodio de la resurrecciéa
de Lazaro (ig. 2), sino por medio de una compleja y oscura ale-
goria que utiliza el sistema de las personificaciones. El objetivo
de esta pintura no era natrar hicidamente una historia pata tos
iletrados, sing intrigar a un piiblico muy erudito y en cierto modo
jugar con él. La obra fue ejecutada para el Gran Dugue de Tos-
cana y éste to regald a Francisco { Rey de Francia (véanse figs. 17
y 18). Era, por tanto, ua pintura pensada para entretener y edi-
ficar a una minoria cultivada
Finalmente, miremos un cuadro de nuestra propia época.
obra del pintor norteamericano Jackson Pollock (fig. 4). No loca-
lizamos cn él ningtin aspecto reconocible del mundo que nos
rodea; no hay ningdin bisonte que cxpturar, ninguna historia reli-
giosa que contar, ninguna compleja alegoria que desenmaratiar
En cambio, deja constancia de ki accién del propio pintor
arrojando pintura al enorme lienzo para crear esta estructura
abstracta, animada y apasionante. ¢Cwal es el propésito de tal
obra? Su intencidn es poner de manifiesto {a actividad creativa }
la evidente energia fisica del artista, informando asi al observa-
dor de fa accién de su cuerpo y Su mente en el momento de
emprender la produccidn de una pintura
Una segunda manera de mirar un cadre es preguntarnes
qué nos cuenta fa obra de In cultura en la cual se produjo. Desde
este punto de vista, la piliura rupestre (fig. 1) nos puede decir
algo (aunque de ua mide bastante imprecisa) sobre los hombres
2,3 Agnolo Bronziao (ita
lian, 1503-1972) Alege:
ria (llamada Venus, Cup
lo, ta Lovcura y ef Tier
po), 62 1546 (146% 116
cm). National Gallery
Londres
primitwwos: que eran nomadas y se refug
cazaban animales salvajes y que no construfa
ban en cuevas; que
2 easas permanentes
ni cultivacan los eam|
El mocaico cristiano del siglo w (fig
paternalista, en ta cual los jhustrados instr
S
refleja una cultura
fan a las masas igno-
1p4 Jackson Pollock (nor
teamericano, 1912-1956),
Ritmo otofal, 1956
(267 x 526 em). Metro.
politan Museum of Art,
Nueve York (Fundacién
George A. Hearn, 1957)
rantes. Nos explica que en los primeros tiempos de la Cristiandad
era importante contar las historias sagradas del modo més claro
posible, para que la gente pudiera captar el significado de esta
religin relativamente nueva.
La alegorfa de Bronzino (fig. 3) nos da mucha informacién
sobre una sociedad cortesana, refinada intelectualmente, quizés
incluso hastiada, que gustaba de acertijos y adivinanzas y que
inventaba sofisticados juegos por medio del arte
La pintura del siglo xx (fig. 4) nos comunica algo sobre la
genie de una época en la cual se valora la visién personal o la
accién tinica de un artista concreto; una época que parece recha-
zar los valores tradicionales de las clases privilegiadas y que esti-
mula a Jos artistas a expresarse con libertad y originalidad.
Una tercera manera de contemplar un cuadro es estudiando
‘ux grado de realismo. El parecido con la naturaleza ha sido con
frecuencia un elemento clave y un reto para el artista, especial-
mente en Ja Antigiiedad elésica (ca. de 600 a.C. a 300 d.C.) y
desde la epoca del Renacimiento (que comienza en el siglo xv)
hasta Jos inicios del siglo xx. Realizar cuadros que parezcan con-
vincentemenie reales presenta fascinantes problemas, y muchas
generaciones de artistas se han dedicado a resolverlos con gran
imaginaci6n e interés. Pero no siempre fue ésta la inquietud que
dominé la mente de un artista. Muchas veces no sirve de nada
aplicar a un cuadro nuestros propios criterios de naturalismo,
porque quizas no fucron éstos los criterios por los que se regia el
artista en su trabajo. Por ejemplo, quien-realiz6 ef mosaico me-
dieval (fig. 2) pretendiendo contar una historia biblica con li
HDiferentes maneras de mirar un cuadro
mayor viveza posible, no hizo que sus figuras apareciesen tan
redondeadas y naturales como, por ejemplo, las de Bronzino
(fig. 3), sin embargo se preocupé de que las figuras principales,
las de Cristo y Lazaro, fuesen facilmente reconocibles, y situé el
gesto simbdlico de Cristo en el centro de la imagen, aislado y
recortado contra el fondo. El artista perseguia la claridad ante
todo, evitaba cualquier indicio de ambigiedad, y la complejidad
y confusién de lo que nosotros consideramos apariencias natura-
les a él podian parecerle tinicamente una distraccién.
Del mismo modo, tampoco habria que juzgar en relacién al
parecido con la naturalezayal artista moderno que cre6 Ia figura
4, y que pretendia expresarse tan vigorosamente en su pintura
porque este criterio no le preocupaba to mas minimo. Pollock
intentaba comunicar un aspecto de sus sentimientos y no deseaba
reproducir su entorno visual.
Por tanto, aunque tengamos derecho a interrogarnos si un
cuadro se parece 0 no @ la realidad, debemos tener cuidado y
evitar hacerlo cuando la pregunta pueda ser intrascendente.
Una cuarta manera de mirar un cuadro es en funcién de su
disefio, es decir, el modo en que se utilizan formas y colores para
‘rear estructuras dentro del cuadto. Si, por ejemplo, contempla-
thos dé este modo la Alegoria de Bronzino (fig. 3), podemos
observar que el grupo: principal de figuras, Venus y Cupido,
forma una «L» de tonos palidos siguiendo la forma dei marco del
cuadro. Notamos después que el pintor ha equilibrado este grupo
en forma de L con otro, esta vez en forma de L invertida, com-
puesto por le figura del nifio que simboliza el Placer y la cabeza y
el brazo del Padre Tiempo. Estas dos «eles» forman un rectangu-
lo que enclava firmemente la representacién dentro del marco, y
asi queda asegurada la estabilidad de esta composicién, por otro
lado muy compleja
Veamos ahora otros aspectos del diseiio en la misma obra
Notamos que todo el espacio est ocupado por objetos o figuras;
ino hay lugar para que la vista descanse. Esta incansable actividad
de formas a través de todo el cuadro esti relacionada con el espi-
ritu y el tema de la obra: Ia agitaci6n y la falta de decision. Bl
amor, el placer, los celos y el engaito estén todos enredados en
una estructura complicada foimal e intelectualmente.
El artista ha pintado figuras de perliles frios y duros, y de
superficies tersas y redondeadas; casi parecen de marmol. La
sensacién de dureza y frialdad esta intensificada por los colores
que utiliza: casi exclusivamente azules claros y blancos de nieve,tan
zino
ues,
del
boy
ante
dad
ara.
nal
vara
ura
ock
aba
un
oy
'po
iro
Diferentes maneras de mirar un cuadro
con pinceladas dle Werde y azul més oscuro (el tnico color cdlido
es el rojo del almohadén en donde se arrodilla Cupido). Toda
esta frialdad y dureza es opuesta a lo que normalmente asocia-
‘mos con fa actividad sensual que ocupa el centro del ctadro. Con
este procedimiento, un gesto de amor o de pasién, generalmente
tierno 0 ardiente, aparece representado aqui como algo calcula-
do y glacial
Se establece una especie de tensién entre formas y colores
por un lado y el tema por el otro; tensién que estd en consonan-
cia con la idea paraddjica, quizas ligeramente irénica, que hay
detras de la alegoria representada.
Un anilisis formal det diseito de ua cuaciro suele ayudarnos
@ comprender mejor su significado y a percibir algunos de tos
Tecursos que el artista utiliza para conseguir los efectos deseados
En los doce capitulos siguientes miraremos cuadros de mus
hos periodos y procedencias distintas. Aunque al principio los
estudiaremos basicamente en funcion del tema, después nos ire-
mos concentrando cada vez mas en aspectos de forma y composi-
cién que no se aprecian facitmente a primera vista. Por el camino
eacontramos conceptos —algunos a veces bastante inespera-
dos— que no pueden clasificarse totalmente como «contenido» 0
«forma», pero que sin embargo pueden ser vitales para la com-
prensién y el disfrute de un cuadro.
No vamos a examinar en este libro la relacién existente
entre los cuadros y la sociedad en donde surgieron, ni los vamos
a estudiar en orden cronolégico, Hay muchos libros de Historia
del Arte, excelentes y fascinantes, sittan las obras dentro de sus
contextos histéricos y trazan la evolucion estilistica de un periodo.
a otro.
Lo importante es que no s6lo miraremos Pinturas, sino que
también hablaremos sobre ellas; pues, por raro que pueda pare-
cet, a veces contemplar una obra no es en si mismo suficiente. A
menudo el tinico medio para ayudarnos a sustituir una visién pa-
siva por una contomplacién activa y perceptiva es encontrar las
palabras que describan y analicen una obra.