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Terremoto 1976
Terremoto 1976
El terremoto de Guatemala de 1976 fue un sismo de magnitud de 7.5 grados que sacudió
a Guatemala el miércoles 4 de febrero de 1976 a las 03:01:43 hora local (09:01:43 UTC). Tuvo
una profundidad de 5 kilómetros, cerca de la ciudad de Los Amates, en el departamento de
Izabal, a 160 kilómetros al noreste de la capital Ciudad de Guatemala; en solo unos segundos
un tercio de la capital quedó reducido a escombros y miles de edificios colapsaron; el
terremoto se sintió también en Belice, El Salvador, Honduras y México, hasta donde se
sintieron sus ondas telúricas en la Ciudad de México.1 También se registró un gran número
de réplicas, siendo las más fuertes las de 5,8, 5,7 y 5,2 grados.
Los efectos del terremoto fueron devastadores: aproximadamente veintitrés mil personas
fallecieron, setenta y seis mil resultaron heridos y hubo más de un millón de damnificados.2
El terremoto se produjo durante la noche cuando la mayoría de la población se encontraba
durmiendo dentro de sus casas. Esto ha contribuido al elevado número
de víctimas y sucedió en plena guerra civil que abatió al país entre 1960
y 1996.2 El sismo también ocasionó daños al patrimonio cultural de la
nación.3
Víctimas y daños
La zona más afectada cubría alrededor de 30.000 km², con una población de 2,5 millones de
personas. Cerca de veintitrés mil personas fallecieron y setenta y siete mil resultaron gravemente
heridas. Aproximadamente doscientos cincuenta y ocho mil casas fueron destruidas, dejando a
cerca de 1,2 millones de personas sin hogar. 40 % de la infraestructura hospitalaria nacional fue
destruida, mientras que otros centros de salud también sufrieron daños sustanciales.2
Aparecieron grietas en el suelo en muchos lugares del país, y algunas llegaron a medir hasta un
metro de ancho;8 también la cima de algunos cerros se agrietó y luego los cerros se
desmoronaron, soterrando pueblos enteros y carreteras.9
Treinta y seis horas después del terremoto, los sobrevivientes vivían en albergues temporales
improvisados en las calles y no tenían alimentos, ni agua potable ni dinero.10 Las réplicas también
provocaron víctimas mortales cuando a éstas les cayeron paredes de casas en ruinas sobre los
albergues que habían instalado en las aceras junto a las paredes inestables; los sobrevivientes
optaron entonces por mover sus albergues al centro de las calles.11
El riesgo de una epidemia de fiebre tifoidea se logró evitar porque cuando se suspendió el servicio
de agua potable, el gobierno emitió boletines radiales de información sobre como prevenir
enfermedades derivadas del consumo de agua sin tratamiento.12 Tampoco hubo un incremento
en problemas psicosomáticos entre los sobrevivientes, a pesar de la experiencia traumática que
padecieron.13 Los problemas que sí se dieron fueron: diarrea, problemas pulmonares y oculares,
estos últimos por la cantidad de polvo que se levantó de los escombros y por las réplicas.14
El pillaje también se desató, y ante la falta de elementos de seguridad por las labores de ayuda se
organizaron patrullas civiles para evitarlo;15 los miembros de las patrullas eran vecinos voluntarios
que estaban armados como podían y no llevaban a los capturados a las autoridades sino que ellos
mismos se encargaban de escarmentarlos.16
Innumerables derrumbes en los taludes de relleno y en los taludes de corte en las carreteras17
dejaron numerosas comunidades incomunicadas,
especialmente en la carretera al Atlántico —paralela a
la línea del