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KRAUSISMO

INSTITUCIONES LIBRES DE ENSEÑANZA


MISIONES PEDAGÓGICAS

Fernando Vergara Hernández

UA Didáctica de la Geografía

Grupo 6 Curso 2017-18


Retrato de Francisco Giner de los Ríos.

El movimiento intelectual abanderado por el filósofo alemán Karl Christian


Friedrich Krause se conoce como Krausismo y tuvo su aplicación en el ámbito
jurídico y social persiguiendo un sistema social más ético y más justo.

El krausismo en España se traduce en un impulso de renovación y crítica


social, cuyo máximo representante es la Institución Libre de Enseñanza (ILE),
una institución de renovación cultural y pedagógica creada en Madrid en
1876 por un grupo de profesores universitarios de pensamiento liberal y
humanista bajo la dirección de Francisco Giner de los Ríos.
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Como muestra, entre sus miembros se encontraban Montero Ríos, Salmerón
o Moret, quienes fueron retirados de sus cátedras por mostrar su
disconformidad con las medidas contrarias a la libertad de cátedra
adoptadas por Manuel Orovio (Ministro de Fomento), seducidos por la
filosofía krausista introducida en España por Julián Sanz del Río.

La ILE, destaca por sus ingentes esfuerzos en trabajar hacia una renovación
cultural y pedagógica nunca antes acometida en la España de finales del siglo
XIX, en cuyos estatutos se declaraba de forma clara y concisa ajena a todo
interés religioso, ideología o partido político, proclamando el derecho a la
libertad de cátedra, la inviolabilidad de la ciencia y el respeto a la conciencia
individual, como forma de entender la docencia que quiso poner a nuestro
país en igualdad de condiciones con los países de su entorno.

Los pioneros, Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío, dirigieron sus
esfuerzos en la ILE hacia el modelo de un hombre nuevo e íntegro, abierto a
todos los ámbitos del saber, a través de una nueva educación encargada de
formar personas intelectualmente despiertas con la capacidad de elevar el
nivel sociocultural de nuestro país.

Para ello, era imprescindible una escuela neutra, tolerante y abierta a la


realidad exterior, así como la nula separación entre primaria y secundaria,
con una enseñanza cíclica y en régimen de coeducación, en la que la actividad
personal y la experiencia creativa del alumno mediante diversas fuentes de
aprendizaje, constituía el eje del trabajo escolar.

En las aulas de la ILE, no había ni libros de texto ni exámenes, pero sí se


fomentaba el interés en construir un pensamiento crítico, individual y
autónomo.

Giner de los Ríos defendía que la educación no era solo instruir y acumular
conocimientos, sino que la prioridad era educar y formar ciudadanos de
una forma integral, aspirando a que sus alumnos puedan servirse de forma
extensa y con prontitud de los libros como fuente capital de cultura,
rechazando las lecciones de memoria, por creer que todo ello contribuye a
petrificar el espíritu y a mecanizar el trabajo de clase, donde la función del
maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño,
excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista,
enseñando a razonar con rigor y a resumir con claridad y precisión los
resultados de acuerdo a su edad.

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Las excursiones escolares, elemento esencial del proceso intuitivo, forman
una de las características de esta institución desde su origen como
ejercicios que obliguen a buscar, a reflexionar, a resolver y a componer de
forma personal.

Así mismo, defendía que un día de campo valía mucho más que un día de
clase y se enfrentó con todos los poderes públicos a su alcance para
desterrar los exámenes, consiguiendo así ser uno de los primeros en
instaurar la evaluación continua.

Por otra parte, se considera indispensable para determinar la eficacia de


este proyecto la cooperación de las familias, porque no hay nada tan nocivo
para la educación de un niño como el desacuerdo constante entre su familia
y la escuela, ni nada tan favorable como el apoyo a esta.

Aspira la Institución a no abandonar por completo a sus discípulos después


de recorrido el ciclo de su educación general, y a intentar para ello modo,
ya que no de darles toda una educación especial conforme a sus ideas -que
para esto carece hoy de medios-, de seguir, al menos, ayudándolos, hasta
donde le sea posible, con sus lecciones y consejos en la preparación para
las profesiones a que se destinan y aplicando en este orden los mismos
principios que en el de la educación general.

En ese sentido, frente a una escuela en la que se ven niños quietos, callados,
que ni ríen ni alborotan, presentes como si estuvieran muertos, proponía
una transformación en las aulas al suprimir el estrado y la cátedra del
maestro, de modo que en torno al profesor, se propiciara un círculo poco
numeroso de escolares activos, que pensaran, hablaran, disputaran y
movieran, porque están vivos, de forma que se produjera una verdadera
colaboración en la difícil y compleja andadura del maestro.

Entre los años 1936 y 1939, en la guerra civil se produjo una de las fases
más negras de nuestra historia, pero además fue el principio de un hecho
mantenido en el tiempo, en el que la represión se prolongó durante el
Nuevo Régimen. Esta represión, que comenzó paralela a la guerra y fue
común en ambos frentes y retaguardias, se caracterizó por darse en todos
los ámbitos, principalmente en el político, así como en el económico e
ideológico. Al igual que el resto de la vida pública del país, la educación fue
sometida a un proceso de limpieza ideológica a través de la depuración del
personal docente en todos sus ámbitos, pero fundamentalmente en el
magisterio primario. De este modo, el vacío dejado por maestros exiliados,
depurados, y muertos es llenado por otros escogidos con criterios políticos.

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Durante la II República (1931-1936), la creación de las Misiones Pedagógicas,
fueron una novedosa iniciativa socioeducativa que surgió de la mano de
Manuel Bartolomé Cossío, quien inspirado por las tendencias de la ILE
preside el Patronato de éstas creándolas el 29 de mayo de 1931 para hacer
de la cultura un patrimonio de todos, y en especial de la población rural,
llevando a los pueblos y aldeas más aisladas del país, la cultura y los avances
de los que solo podían disfrutar las ciudades.

La atención a la escuela primaria, estaba considerada como la piedra angular


de la educación, por ello se propuso la construcción de 27.000 escuelas (el
reto más importante) para escolarizar al millón de niños que no asistían a la
escuela.

Los años (1931-1936) fue un periodo de la historia de España caracterizado


por el progreso y por la reforma de la educación, la cual fue considerada
como un medio decisivo para la transformación y modernización del país.

Una educación, que tomará un nuevo signo, donde la gratuidad y


obligatoriedad de la enseñanza primaria, la laicidad en las escuelas, la
escuela única y pública y la libertad de catedra serán sus principios
inspiradores. Así, con estos cambios, se pretendía el bienestar y la mejora del
país y sobre todo el de las clases más desfavorecidas y más atrasadas que
vivían en las zonas rurales.
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En aquella época, en materia educativa la población nuestro país ocupaba
uno de los puestos más atrasados de Europa, en la que la mayoría de la
población española era analfabeta, la mitad de los niños y las niñas no
estaban escolarizados y la situación de las escuelas era precaria, pero la
situación más difícil se encontraba en los pueblos que vivían en la más
absoluta miseria, alejados de todos los avances de las ciudades y donde la
cultura y la educación eran prácticamente inexistentes, pues la población
rural tanto adultos como niños/as, ocupaban la mayor parte del día en las
labores del campo o en las labores domésticas.

Con la llegada de la II República, uno de cuyos objetivos fue la alfabetización


de la población española para salir de la situación de atraso que padecía para
poder alcanzar el progreso y la modernización que existía en el resto de
Europa, para lo que se construyeron nuevas escuelas y se mejoraron las ya
existentes, así como la formación de los maestros y la regulación de la
educación en España.

Alrededor de cinco años estuvieron las Misiones Pedagógicas realizando


actividades en unos 7.000 municipios del país, en los que participaron más
de 500 personas entre maestros rurales, inspectores de primera enseñanza,
estudiantes universitarios y profesionales de la educación, pero también
pintores, escritores, músicos, e incluso misioneros más preparados y otros
más jóvenes atraídos por la aventura. De todos ellos, es de destacar figuras
como Machado, García Lorca o Cernuda.

Las Misiones fueron un nuevo modelo cultural y moderno que persiguió


fomentar la cultura general a través de distintos servicios, que iban de pueblo
en pueblo, como son el servicio de Bibliotecas, el Museo del Pueblo, la
proyección de películas, el servicio del Teatro y Coro, el servicio de Música y
el posterior Retablo de Fantoches o Teatro de guiñol.

Además, la orientación pedagógica, fue otro de sus objetivos, que se logró


con la visita a las escuelas españolas para conocer de primera mano sus
necesidades y en las que se realizaron cursillos para el perfeccionamiento de
los maestros, así como la educación ciudadana, que pretendía proporcionar
información a la población en temas relacionados con el Estado y los
principios democráticos.

A raíz de la Revolución Francesa (1789-1799), aparecen los sistemas


educativos nacionales en Europa, en los que se persigue una enseñanza
mayoritariamente pública, abierta a todos y no solo a los estamentos
privilegiados de la nobleza y el clero, así como una enseñanza pensada para

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atender las necesidades de la sociedad y no de la Iglesia a través de una
enseñanza articulada en los niveles de primaria, secundaria y superior.

A partir de la Constitución de 1812, la idea que recoge que la organización, la


financiación y el control de la educación deberían estar en manos del Estado,
ve la luz en 1857 con la Ley Moyano, momento en el que se establecen por
primera vez las bases de la educación dentro de un nuevo marco
sociopolítico, en las que el clero y la nobleza quedan desplazados por la
burguesía, siendo una ley que renovadora para la educación española, la cual
estaba muy deprimida tanto educativa como culturalmente en Europa.

A mediados del siglo XIX, más del 81% de la población española era
analfabeta, la mitad de los niños no estaban escolarizados porque no tenían
acceso a una educación pública y reglada, el 42,3 % del profesorado de
instrucción primaria no poseía titulación específica y más del 60% de las
escuelas no tenían el material técnico ni el marco arquitectónico adecuado
(Gómez, 1988), de este modo muy pocas personas eran las que en aquella
época podían ir a la escuela, y hasta tiempos muy recientes, la educación no
era un derecho, sino un lujo de quienes se lo podían permitir.

CONCLUSIÓN

Como conclusión a este periodo de la historia de la educación, me invita a


pensar que de haber seguido activas estas instituciones a lo largo del tiempo,
seguramente, tanto un mayor número de maestros como un mayor número
de personas con capacidad y motivación para estudiar en un país en el que
más de la mitad de su población era completamente analfabeta, habría sido
muy distinto, ya que se hubieran revertido los resultados, aportado grandes
logros al crecimiento y desarrollo de nuestro país.

Si el conjunto de la sociedad coincide en que un mayor grado de educación


repercute de forma clara e inequívoca en la convivencia, tolerancia y calidad
de vida de los ciudadanos, también es cierto que provoca un impacto de
forma evidente y potencialmente competitivo en la economía productiva de
un país, ya que la inversión en educación no es un gasto y sí una inversión
generadora de importantes recompensas económicas en todos los países
cuya cultura, sociedad y políticos entienden y comparten, porque ningún país
puntero, ni evita ni contempla reducir los niveles de inversión en educación
así como en I+D+I.

Fernando Vergara Hernández

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