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Crisis de identidad

Esta crisis de identidad de la que hablamos se produce mayoritariamente en dos áreas: consigo
mismo, para encontrarse a sí mismo y demostrarse independiente y con un papel en la sociedad; y con
el entorno, para explorar el mundo exterior, adoptar nuevas formas de pensar y de sentir.
De esta manera, en su lucha por lograr una imagen aceptable de sí mismo, su objetivo es demostrarse
y demostrar a los demás que es una persona capaz y válida; y su atención se concentra en resaltar las
diferencias respecto al niño infantil que era. Sus principales obstáculos para ello, están por tanto, en
sí mismo y en la dependencia de sus padres. Poco a poco, necesitará desprenderse de sus vínculos
familiares infantiles y crear con sus padres una relación más madura.
Esto ocurre porque en un principio, la mayor parte de lo que el adolescente es y piensa, procede de
sus padres. Sus razonamientos y convicciones están influidos por aquello recibido durante la infancia
en el ámbito familiar, lo que le sitúa continuamente en una situación conflictiva, sintiéndose al mismo
tiempo fuertemente dependiente pero deseoso de independencia.
A esto se suma el desarrollo de un pensamiento más analítico y reflexivo, es decir hay un mayor
aferramiento a las ideas propias y un mayor cuestionamiento a las ideas y pensamientos de las figuras que
hasta ahora habían sido la autoridad, padres y profesores en mayor medida.
Este tipo de pensamiento también conduce a una modificación de las relaciones, donde los nuevos
adolescentes afianzan las existentes con los amigos, alejándose en cierta medida de las personas
adultas.
Es en la adolescencia, cuando el proceso de identificación, que actúa como cimiento para la
construcción de la identidad, se produce a partir de la interacción con personas de la misma edad.
Necesitan sentirse dentro de un grupo y apoyados por sus iguales, pues al fin y al cabo, todos se están
enfrentando al mismo “cocktail” de cambios, sentimientos y situaciones.
Durante todo este proceso, puede ser que los adolescentes, motivados por estos cambios, muestren
conductas que denotan actitudes de protesta, crítica, pareciendo en ocasiones maleducados,
impulsivos, ser quienes siempre quieran tener la razón de las cosas, etc. E igual de habitual son los
momentos de aislamiento, por ejemplo cuando se encierran en sus habitaciones, o bien las
sensaciones de vergüenza o de incomodidad que los invaden por creer que todos están atentos a sus
cambios físicos. Inevitablemente de la mano de estas sensaciones, los adolescentes comienzan a
cuidar su apariencia física, desde formas de caminar, hablar, gesticular, hasta peinados, ropa y
calzados. El objetivo es verse bien, aunque muchas veces los adultos no compartamos ese mismo
concepto de “bien”; lo importante es sentirse aceptado.
Esto puede provocar un alejamiento del adolescente del medio familiar, y por ello se hace
especialmente difícil mantener una relación sana con él basada en el diálogo continuado. Sin
embargo, hay que intentar mantener “los momentos de comunicación” que refuerzan el clima y la
convivencia familiar que hasta ahora teníamos. Ya no serán tan numerosos ni tan intensos como en la
infancia, pero si
somos capaces de encontrar la oportunidad para mantener una conversación “adulta” (respetando
sus puntos de vista, argumentando nuestras opiniones, admitiendo y considerando las suyas aunque
no las compartamos o aunque nos parezcan disparatadas, valorando sus problemas con la
importancia que para ellos tienen, expresando sentimientos y aceptando lo suyos, etc.), será más
probable que se sientan apoyados, queridos y aceptados. Esto, sin duda, les ayudará a quererse y
aceptarse a sí mismos y a pensar que los demás también lo hacen.
Dpto. de Orientación Psicopedagógica
http://www.brainscornerdigital.es/revista/archivos-antiguos/la-adolescencia-crisis-de-identidad/

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