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¿Por qué hay que volver a enseñar los verbos todos los años?
Marta Marín
Años tras año de escolaridad, los alumnos deben, en las clases de lengua, volver a
aprender la conjugación verbal. Es más, muchos docentes comparten la experiencia de
que un tiempo después de enseñar los tiempos verbales y hacerlos practicar a sus
alumnos, éstos no recuerdan ni siquiera el nombre de los que se usan con mayor
frecuencia.
¿Por qué se produce esto? Creemos que hay una relación directa entre el modo de
enseñanza y la ausencia de aprendizaje real.
En ninguna disciplina, reconocer habilita para usar, y el uso de un elemento dado sólo
es posible si se conoce y se prueba su forma de combinación con otros elementos:
Es difícil entrever las razones por las que el conocimiento que llamo “identificativo” ha pasado a
ser prácticamente el único que se exige a los estudiantes de gramática en la enseñanza media y—
lamentablemente— a veces también en la superior. La identificación de unidades es importante
en todas las disciplinas, pero es el primer paso, casi el prólogo, de lo que realmente constituirá el
objeto de estudio. [...] un estudiante de arquitectura no se limita a saber “lo que es” una viga de
hormigón, “qué se entiende” por los redondos de una viga, o “qué es” su coeficiente de
resistencia característica. Sabe demás “qué ocurrirá” si damos valores a esos elementos y los
hacemos aparecer juntos. (3)
Enfocar así la enseñanza de los tiempos verbales implica trabajar en función de los tipos
de textos y de su producción. La presencia de los tipos textuales de más amplia
circulación social en los diseños curriculares de lengua tiene como finalidad
proporcionar modelos para que los alumnos puedan a su vez, aprender a producirlos de
la manera más adecuada y correcta posible. De acuerdo con esto:
La lectura de los modelos deben servir para producir reflexiones y posteriores
sistematizaciones acerca de la finalidad y organización (estructura) más habituales
de cada tipo textual.
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Esto significa que se analicen y sistematicen las inflexiones verbales que requieren los
diversos tipos de texto con el propósito de que los alumnos los usen adecuadamente en
la producción de un texto propio. Si, además, ese texto se produce para un destinatario
real, aparecerá la preocupación gramatical en los alumnos, y entonces el conocimiento
de los tiempos y modos verbales —entre otros temas de gramática— se hará
significativo, porque estará al servicio de la resolución de problemas. Sin embargo,
analizar los usos verbales en un texto no propio no es suficiente para solucionar
problemas gramaticales en la escritura. Se requiere que las reflexiones y
sistematizaciones vuelvan a aparecer en los momentos en que se den pautas para la
corrección de borradores, es decir, durante los procedimientos de escritura.
Por otra parte, también es necesario razonar los nombres de los tiempos verbales, si se
desea que se produzca recordación. Por ejemplo, se puede hacer ver a los alumnos que
la palabra “perfecto”, para el lenguaje corriente significa “que tiene todas las cualidades
deseables” (6), que no tiene errores, ni fallas, ni deterioro. Pero esa palabra proviene del
latín (“perfectum”), idioma en el que significaba, “acabado”, “terminado” y con este
valor aparece en los nombres de los tiempos verbales. Por lo tanto, los tiempos
denominados “imperfectos” indican “acción no terminada”, y los denominados
“perfectos”, “acción terminada o cumplida”. Incluir esta explicación en la enseñanza, y
ejemplificarla con las producciones orales y escritas de los alumnos mismos (7), es otro
factor de significativización del aprendizaje.
Notas
1- Aprendizaje significativo es un término acuñado por Ausubel para referirse al
aprendizaje que, por un lado, se conecta con conocimientos que ya se poseen
(esquemas mentales) y, por otro lado, se puede aplicar a la resolución de problemas.
7 V. Marín, M, “Uso del relato oral cotidiano para el aprendizaje de los tiempos
verbales. Secuencia didáctica”, en Didáctica de la lengua y la literatura para una
sociedad plurilingüe del siglo XXI, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1997.