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Ae CEG 9/36 MANUEL AZANA Causas de la guerra de Espaiia Gabriel Jackson CRITICA, | I. CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPANA TLas eausas de la guerra y de la evolucién que han aso- Jado a Espafia durante treinta y dos meses, son de dos 6:- denes: de politica interior espafols, de internacio- nal. Ambas series se sostienen nutancale a5 H-goe faltando una, In otra no habefa sido bastante para desenca dlenar tanta calamidad. Sin el hecho interno espafiol del aleamiento de julio de 1936, la accién de las potenciss tota- litarias, que ha convertido ef conflicto de Espaiia en un problema internacional, no habia tenido ocasién de proda- cirse, ai materia donde clavar la garra, Sin el auxilio previa- mente concertado de aquellas potencias, la rebelién y la gue- 1a civil subsiguiente no se habrian producido. Es Iégico comenzar por Ia siruacién politica de Espafia este répido examen, que no se ditige a atacar a nadie ni a defender nada, sino a proveer de elementes de juicio al piblico ex- tranjero, aturdido por Ie propagenda, Desde julio del 36, la propaganda, arma de guerra equi- valente a lor gases t6xicos, hizo saber al mundo que el alex riento militar tenfa por objeto: reprimir la anarqufa, salir 22 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPANA al paso a una inminente revolucién comunista y librar a pa del dominio de Mosc, defender la ciiacén cris- tiana en el occidente de Europa, restaurar Ja religion per~ Seguida, cor jidad nacional. A estos temas, no tardaron ef agiggarse Otros dos? Filizar en Espatia salista, crear uh nuevo imper fal. je vista de Tae i politica de mi pais, y confrontados con a obra de la Repé- lica, el origen y el valor de esos temas a Seria creo representarse el movimiento de julio del 36 como una resolucién desesperada que una parte del pais adopts ante un slesgo inminente. Los complots contra la Repablica son casi coesineos de la instatracion del vegienen. El tas notable salié a luz ef 10-de agosto de 1932, con la sublevacién de la guarnicién de Sevilla y parte de la de ™ |, Derrds estaban, aunque en la sombra, las mismas faerzas sociales y polfticas que han preparado y sostenido el movimiento de julio del 36. Pero en aquella fecha, no se fa puesto en circulacién el slogan del peligro comunista. Bee aes de Ia Republica, nacida pacificamente de unas eléciones imiuinicipales, en abril de 1931, sorprendi no solamente a Ja corona y los valedores del régimen ‘mo- néequico, sino a buen némero de republicanos. Los asaltos a viva fuerza contra el nuevo régimer ‘empezaton antes, porque suv enemigos netaronalgdn emo pact sep terec del estupr yorganzase. El roo 82 tas, més die por el empuje de sis “enemigos. La'mas g unir su suerte Ja dictadura militar del gencral Primo dé River, Tata 33 con Ta aptobacion del rey. iia ‘CAUSAS DE LA GUERRA DE usPAgA 23 sién, despertaron el sentimiento politico de los espatioles. En abril del 31, la inmensa mayoria eta antimonérquica. La explosién del universal en esa fecha, més que un. voto totalmeni DBlicano, era un voto contra el rey ¥, Jos dictadores. Pero la Repdblica era la consecuencia ne- ccsaria, i EL nuevo régimen se instauré sin causar victimes ni datos. Una alegria desbordante inundé todo el pats. La Re piblica venta realmente a dar forma a les aspitaciones que desde los comienzos del siglo trabajaban el espiritu pibli- co, a satsfacer las exigencias més urgentes del pueblo. Pero cl pueblo, excesivamente contento de su triunfo, no vela Ins difcultades del camino. En realidad, eran inmensas. gs difcultades provenian del fondo mismo de la esteuc ura social espafiols y de su historia polttc siglo. La sociedad espaiols oftecia Tos conerises mis vio. lentos. En ciertos nileleos usbanos, ai nivel de vida alto, adaptado a todos los tsos de la civilizacién contemporinea, y.a Tos pocos kilémetros, aldcas que parecen detenidas en el siglo xv. Casi a la vista d& T6F palacios de Madrid, los al hergues miserables de Ja montatia. Una corriente vigorosa de libertad intelectual, que en materia de religidn se tradu- cia en indiferencia y agnosticismo, junto a demostraciones piblicas de fanatismo y supersticién, muy distantes del puro sentimienio eligioso, Provincias del noroeste donde I tierra estd desmenuzada en pedacitos que no bastan a mésieneF al cultivedor; provincias del sur y del vest, donde el propictatio de 14,000 hectéreas detents en una sola mano todo el tertitorio de un pueblo, En las grandes ciudades y en las cueneas fabriles, un proletariado indus bien 24 ‘CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA cncuadtado y defendido por los sindicatos; en Andalucta y Extremadure, un proletariado rural que no habfa saciado el hambre, propicio al anarquismo. La clase medie no habja reilzado a Tondo, dataite of siglo x1x, Ta revolucign libe ral, Expropi6 las tirras de la Iglesia, fund6 el régimen par Tientario. El atraso de Ja instruccién popular, y su com- secuenci, a indiferencia por los asuntos poblics, dejaban nea, la riqueze mobiliari, resoltante del espiritu de em- presa, se desarrollaron poco. Espatia sigui rural, gobernado por unos cientos de famil Constitucién limitaba te6ricamente Tos poderes de la coro- na, el rey, en buen acuerdo con la Iglesia, reconcliada con la dinastla por Ia politica de Leda XIII, y apoya ejfrcto, conservaba un predominio decsivo @ través de runos partidos pendientes de Ia voluntad regia. La institw- én paslamentati era poco més que una fccién. Las clases mismas esisban internamente divididas. La porcién “is “adelantada “del “pislétitiado formaba dos bandos icreconciliables. La Unién General de Trabajado- res (UGT), {SHIO), se distingule concepto de la responsabilidad. Colaboraba en los organis- mos ofciales (incluso durante la dictadura de Primo de Ri vera), aceptaba Ia legislacién social. La organizacién rival, Confederacién Nacional del Trabajo (CNT), abrigaba en su seno a la Federacién Anarquista Ibérica (FAI), rehuseba toda participacién en los asuntos politicos, repudisb la le gislacin social, sus miembros no votaban en las elecciones, practicaba la violencia, el sabotaje, la huelga revolucions- tise tstay CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA 25 ria. Las luchas entre la UGT y la CNT, eran duttsimas, a veces sangrientas. Por su parte, la en que el republicanismo liberal recluteba 16s is adeptos, también se dividia en bandos, por dos motives: el religioso y el social. Muchos Vefan con horror todo intent® de la cisiio del Estado. A otros, cualquier concesidn a las rciv dicaciones del proletariado, les infundia miedo, como un comienzo de revolucién. En realidad, esta discordia interna de la clase media y, en general, dela bukguestay el origen Ge Je guetta civil. La Replica eredé también de la mo- narquia el probleine de les autonomias regionales, Sobre todo la cuestiGn catalana ven‘a siendo, desde hacia treinta aos, una perturbacién constante en la vida politica espa- fiola. El primer Parlamento y los primeros gobiernos republi- canos tenfan que contemporizar entre esas fuerzas heteto- agéoeas, habitualmente divergentes, acordes por un momen- to en el interés comtin de establecer la Repdblica. Una Re- publica socilista era imposible, Las tres cuartas partes del pats Is habrian rechazado, Tampoco eta posible una Rept blica certadamente burguesa, como Jo fue bastantes afios la ‘Tercera Repiblica en Francia, No era posible, 1.7: porque Ja burguesia liberal espafiola no tenia fuerza bastante para implantar por si sola el nuevo régimen y defenderlo contra los ataques conjugados de la extrema derecha y de la ex: ‘rema inquietda; 2°: porque no habria sido justo ni Gul que el proletatiado espafiol, en su conjunto, se hallase, bajo le Republica, en iguales condiciones que bajo la monargui En la evolucién politica espatiola, la Repiiblica representa. ba la posibilidad de transformar el Estado sin someter al * 26 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPANA pals los estragos de una conmocién violenta. El primer presidente del gobierno provisional de Ia Repiblice, mo- co hasta dos afios antes, jefe del partido republica- no de la derecha, y eatélico, formé el ministerio eon repu- blicanos de todos Jos matices y tres ministros socialistas. La colaboracién socialista, indispensable en los primeros tiempos del régimen, a quien primero perjudieé fue al ‘mismo partido, en cuyasfilas abrieron brecha los ataques de los extremistas revolucionarios y de los comunistas. La obra legislativa y de gobierno de le Reptblica, aran- 6 de les principios elésicos de a democracia liberal: sufra- gio universal, Parlamento, clegibilidad de todos los poderes, Tibertad de conciencia y de cultos, abolicin de tribunales y jurisdicciones privlegiados, etcétera. En las cuestiones eco- ‘némicas era imposible (con sociaistas y sin socielistas)ate- netse al liberalismo tradicional. Las dificultades més graves gue en este orden encontraron los gobiernos de la Repébi- a, provenian de Ia crisis mundial. Los siete afios de la die- » tadura de Primo de Rivera, coincidieron con los més prés- > peros de Ia postguerra, La Repiblica advino en plena crisis aralizacién de los negocios, barréras aduaneras, restric cién del comercio exterior. La politica de contingentes fue un golpe terrible para Ia exportacién espafiola, Bastantes ex: plotaciones mineras se cerraron, Otras, como la de carbén, vivian en quiebra. La industria del hierro y del acero, aun- que modestas, se babian equipado bien durante Ia guerra europea, pero ya no tenian apenas otro cliente que el Esta- do, Los ferrocattiles, en défict crénico, vinieron a peor, no sélo por la competencia del transporte automévi, sino por In decadencia general del tnifco, La industria de la cons- iets il CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPANA 27 truecin, la més importante de Madrid, egé a una paraliza cién casi total. Estas fueron, y no los complots monérqui-_' cos ni los motines anaiquistas, las formidables dificultades > que le salieton al paso a la Repablica naciente, y compro- metieron su Buen éxito, Ninguna propaganda mejor que la prosperidad. Para un régimen recign instalado, y ya comba- tido en el terreno politico, la crisis econémica podia ser mortal. El Estado tuvo que intervenir, si no para encontrar emedio definitive, que no estaba a su alcance mientras 1a crisis azotara a los pueblos més poderosos, para acudir a lo muy urgente. Todas les intervenciones del Estado en los conflictos de le economia eran mal miradss, consideréndolas como los evances de un estatismo amenazador. En las cuestiones del trabajo (huelgas, salarios, dura. cién de Ia jornada, eteétera) el Estado espaol, antes de la Repiiblica, habla ya sbendonado, timidamente, Ia politica de abstenerse, de dejar hacer. La Repiblica, como era su deber, acentué la accién del Estado. Accién inaplazable en ” cwanto a los obreros campesinos. El paro, que afectaba a todas les industrias espafiolas, era enorme, crénico, en la explotacién de la tierra. Guantos conccen algo de la eco- noma espafola saben que Ja explotacién lucrativa de las arandes ptopiedades rurales se basaba en los jornales mini ‘mos y en el paro periédico durante cuatzo 0 cinco meses del aflo, en los eusles el brecero campesino no trabaja ni come. Con socialistas ni sin socialists, ningtin régimen que atiends al deber de procurar a sus sibditos unas condicio- nes de vida medianamente humanas, podia dejar las cosas cn la situacién que las hallé Ia Replica. Sus disposicio- nes provisionales, mientras se implantaba la reforma agra: 28 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESP: ria, fueron las més discatidas, las més enojosas, las que sus- \citaron contra el régimen meyores protestas De otra manera influyé también Ia crisis mundial en nuestros conflictos del trabajo: las repiiblicas americenas no admitfan més inmigrantes espatioles. Pasaban de cien sil los que cada ao buscaban trabajo en Amética. Hubo, ppues, que contar por afladidura con ese excedente, que ya no absorbia In emigracién. Cuando Ia RepGblice sostenia tuna politica de jornales altos, aflufan més que nunca al mer- cado del trabajo brazos ociosos. Le Repsiblica no acepté la implantacién del subsidio al paro forzaso, entre otras taz0- res, porgue el Tesoro no habria podido soportarlo, Se pre- firié impulsar grandes obras piblicas, y favorecer Ia cons: truccién con desgeaveciones y otras ventsjes. Las reformas politicas de Ia Repiiblica s burgueses libersles, intereseban poco @ los proletarios, ene: mistaban con la Repalica a la burguesfa conservadora. Las reformas sociales, por moderades que fuesen, irrtaban a los capitalistss. Las realizaciones principales de la Repébli- ca (reforma agraria, separacidn de la Tglesi y el Estado, ley de divorcio, autonomfa de Catalufia, disminucién de la of ialided en el ejército, eteétera), suscitaton, como es nor ‘También fue radamente combatida Ia fundacién de millares de escuelas y de un centenar de estar blecimientos de segunda ensefianza, porque ts instrucciéa cera neutra en lo teligioso, EI Parlamento y Jos gobiernos que emprendieron esa ‘obra no se sorprendian porque hubiese contra ellos una fuerte oposicién. Salidos del sufragio universal, persuadi- dos de que la politice de un pafs civilizado debe hacerse con icici i is CAUSAS DE LA GUERRA DE EsPafla 29 razones y con votos, merced al libre juego de las opiniones, triunfante hoy una, mafiana otra, creyeron siempre que el jor servicio que podtan prestar a su pais era el de habi- tuarlo al funcionamiento normal de la democtacia, Una ‘gran porcién del partido socialista, en sus representacio- nes mis alts, coincidia en eso can Jos republicanos. Las mejores cabezas del socialism, imbuidas de espititu hum nfstico y liberal, quesian continuat la tradicién democrat ca de su partido, Esta disposicién era medianamente com- prendida por sus masas. En ef partido mismo legs « for- marse un nicleo extremista, cuya consigna fue: Los prole- tarios no pueden esperar nada de Ia Repéblica, Por su parte, las extremas derechas hacian propaganda demagégica, y prestaban a los métodos democriticos una adhesién condi cional. Se resistien también 2 reconocer el régimen republi ‘ano, pero aspiraban a gobernarlo, como en efecto lo go- bernaron desde 1934, El carécter espatiol convirtié en una tempestad de pasiones violentisima lo que, en sus propios ‘éminos, eta un problema politico no tan nuevo que no se hrubiese visto ya en otras partes, ni tan dificil que no padi. sa ser dominado. Lo que debié set una evolucién notmal, marcade por avances y retrocesos, se convirtid desde 1934, «on dolor y estupor de los republicanos y de aquells porcién del socialismo a que he aludido antes, en una catrera ciega hacia Ia catéstofe Los republicanos llamados radicals, se aliaton electo- ralmente con las exttemas derechas. Los republicanos de ined y lw Socialist fron derotados, Un Palamen- to de derechas deshizo cuanto pudo de la obra de la Repa- a —CrrC—OCsCsC 30 CAUSAS DE LA GUERRA DE FSPARA rmandos a los militares sublevados el 10 de agosto de 1932, restablecié en los campos los jornales de hembre, persiguis a todo lo que signficaba republicanismo. Hiabfa emenazas de un golpe de Estado, dado desde el poder por Tas dere- chas, y amenazas de insurreceidn de las masas proletarias, “Huuelga de campesinos en mayo del 34. Conficto eon Catse luis, Entzega del poder (octubre 1934) a los grupos de la derecha que no habfan aceptado lealmente la Reptblica Decisign gravisima, lena de peligros. Replica: insurreccién proletaria en Astutis, e insurreccidn del gobierno catalan. Enrores mucho mis graves ain, ¢ itteparables, El gobierno zo se contenté con sofocar las dos insurrecciones. Realizada tuna represin atroz, suprimi Ie autonomia de Cataluia y metié en la efvcel treinta mil personas, Era el prélogo de Ia guecra civil Del alvi6n electoral de febrero de 1936, que produjo tuna mayorfa de republieanos y socialstas, salié un gobier- no de republicanos burgueses, sin pasticipacién socialista, Su programa, sumamente moderado, se publicé antes de las elecciones. El gobierno prononcié palabras de paz, no tomé represalias por las persecuciones suftidas, se esforzs fen restablecer Ja vida normal de la democracia, Los disla- tes cometidos desde 1934, daban ahora sus frutos, Extre- ‘mas derechas y extremas izquierdas se hactan ya la guetta ‘Ardieron algunas iglesias, atdieron Casas del pueblo. Caye- ron asesinadas algunas personas conocidas por su republi- canismo y otras de los partides de derecha. La Falange lan zaba piblices apelaciones a la violencia, Otro tanto hacfaa algunos grupos obreros. La organizacién militar clandestina ‘que funcionaba por lo menos desde dos aftos antes, y Jos | Senna cnn nnn CCAUSAS DE LA GUERRA DE EsPASa 31 sgeupos politicos que se habfan procurado el concutso de Tealia y Alemania, comenzaron el alzamiento en julio. Lo que espetaban golpe répido, que en 48 horas les diese el dominio del pals, se convirtié en guerra civil, en la que in- mediatamente se inserté la intervencién extranjera, U. EL BJE ROMA-BERLIN ¥ LA POLITICA DE NO-INTERVENCION El golpe de fuerza contra la Republica, que vino a esta- Iar en julio del 36, necesitaba, para triunfar, el efecto de ls sorpresa: apoderarse en poces horas de los centros vit les del pais y de todos los resortes de mando. Empresa dif cil, porque no se logra nunca descartar lo imprevisto, pot sucho que se perfeccione el funcionamiento mequinal de luna orgenizacién militar; pero no empresa imposible. Fraca- sada la sorpresa, y obligado el movimiento a buscar la solu- ‘én en una guerra civil, sus probabilidades de triunfo eran casi nulas, si se hubiera visto reducido a sus recursos pro- pios en Espafia, Esta considetacién, que ahora ya no tiene sis valor que el de una hipétesis agotada por la experien- cia, mostrard siempre le importancia capital de la accién ex- ttanjera en Espaiia pata cncender y sostener la guetra, y deciditl, Es seguro que si todas las potencias europeas hhubiesen tenido en aquella ocasién una conciencia pactica ¥ una percepcién desinteresada de sus deberes de solide. ded humana, la guetta espaiols habria sido ahogada en 34 ‘CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPANA ‘sv otigen. Una barrera «sanitariay a lo largo de las fronte- ras.y costas espafiolas, habria en pocos dias dejado a los espafioles sin armas ni municiones para guerrear, y como no iban @ peleatse a pufietazos, hubieren tenido que ren- dirse, no a esta 0 a la otra bandera politica, sino a la cor- dura, y hacer las paces, como pedia el interés nacional. Esta soluciSa, muy arbitraria,agradable a todo espiritu pacifico, habrfa sido sin duda poco juridica, y nada respetuosa con la altivez espafiola. Otras soluciones se ha pretendido aplicer al caso de Espafia, no mds ajustedas al derecho ni més in- dulgentes con ef amor propio nacional, y que han produ- ido solamente dafios. Pero si aquella conciencia pacifica, comin a todas las potencias de Europa, bubiese existido, no hhabrfan tenido que inventar ningin remedio para la des- ventura espafola, porque a guerra atin estarfa por nacer. Cuando se habla de Ia intervencién en la guerra expa- fola de ejércitos alemanes e italianos, enviados por sus go- biemnos a combatir contra la Repiblica, no debe perderse de vista el rasgo principal de ese suceso: la intervencién armada de estados extranjeros en nuestro conflicto, es ori ginatiamente un becho espafol. Una parte, cuyo volumen zo puede apreciarse ahora, de la nacién, buses y obtuvo el concurso de aquellos ejércitos; sin la votuntad de unos es- pafioles —pocos 0 muchos— ningin ejérito habia desem- bareado en nuestro pals. El caso no tiene semejanza en Ia hristotia contemporinea de Europa, salvo en nuestra misma Espatia. No obstante ser muy vivo en el corazén de los es- paioles el sentimiento de independencia, se les ha visto en el siglo pasado reclamar y obtener la intervencién de esta- dos extranjeros, o los extranjeros mismos han aprovechada iit me easearataiy BL EJE ROMA-BERLIN 35 Jas discondias de Espatia para justfiar su intervencién, con resistencia de ana parte del pals, pero con aplauso de Ja otra. La guerra civil, dolencia crénica del cuerpo nacional cespafiol, no reconoce fronteras. El caso no se explica plenamente con hablar de Ia eideo- logiae politica, El obstéculo que hay que salvar para deci- dlirse una accién de ese género, esté antes que los pensa- rmientos y los planes politicos. Habria que escudriar lo due el cardcter espaol, su energia explosiva, pone de vio. Iencia peculiar en todos los negocios de la vida. Y con qué focilidad el espaitol sacrifice en piiblico sus intereses més caros a los arrebatos del amor propio. Por otra parte, mu chos espafioles admiten y aplican —més 0 menos cons cientemente— un concepto de la nacionalidad y lo naci- nal, demasiado restringido. Segin ese concepto, una sola ‘manera de pensar y de creer, una sola manera de compren- der la tradici6n y de continuarla son auténticamente espa- fiolas, El patriotismo se identifica con la profesién de cier- tos principios, politicos, religiosos w otros. Quienes no los pprofesan, 0 los contradicen, no son patriotas, no son bue: nos espafioles; casino son espaiioles. Son Ia «a Con semejente disposiciSn de énimo, todos los obstculos se remueven fécilmente, y resulta posible hacer, invocendo la pattia, lo que, a juicio de otros hombres, menos conven cidos del valor etetno de sus opiniones personales, puede conducir tan solo a destruitla. Esta disposicién trégica del alma espafiola, inmolada en su propio fuego, produjo ya fen muestro pueblo mutilaciones memorables, que tienen ‘mis de un zasgo comin con el resultado inmediato de la guerra civil. 36 ‘CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA La entrads de los ejércitos alemanes ¢italianos en Espe- fia, no ha sido un recurso improvisado, impuesto por la ne- cesidad de ganor la guerra a toda costa. Es parte de un plan mucho més vasto, que no se acaba con la transformacién del régimen politico espafol. Trimite previo era el de acabar Ja guerra con el triunfo del movimiento de julio. Sus diree- tores aportan al plan su dominio de Espaiia, Grave error seria estimar por lo bajo la cuantia de esa aportacién. Es ‘equivalente @ la importancia de la Peninsala, entre los dos ‘mares, los Pirineos y el esttecho de Gibraltar. Ha podido ser desestimado injustamente el valor de la neutralidad de Espaiia. Tal como era, constitula una pieza capital del sis- ‘tema vigente en el oceidente de Europa. Basta que en Espa- fia cambie el viento, para que aquella importancia aparez- a de pronto en toda su magnitud, Las pocas semanas transcurridas desde Jn conclusién de Ia guerra, han sido suficientes para demostratlo, Asi, los motivos de los diree- tores del movimiento «nacionalistay, al concertarse con las ppotencias totalitaris, son de dos érdenes: 1.*, resolver a su favor, por la fuerza de las armas, la discordia interior es pafiola.2.*, complemento del anterior, coadyuvar (el tiempo dirg en qué medida) a una politica europea que tiene todas sus simpatias, y que, como mostraré en otz0 articulo, tam- ‘Poco son nuevas ni improvisadas. Las potencias totaliterias han comprendido bien el valor dle la carte espafols, y con Ia decisién que tantos éxitos les ha valido hasta ahora, han hecho todo Jo necesatio pata in- lula en su juego. Ningin otro motivo podia pesar bastan- te para que Alemania e Italia echasen sobre si las cargas y los riesgos de 1a operaci6n, BL EJE ROMA-BERLIN a7 1La han conducido bien, con rotundidad, audacia y con- fianza en sus medios. Los més importantes, con serlo mucho, 0 han sido precisamente los medios militares enviados a Espafia. Su peso en las operaciones ha sido paturalmente decisivo, Si nos atenemos a las declaraciones enféticas de uno de los participes, Santander, Tortosa y Barcelona son victorias italianss. El duce acaba de decir ue Ia victoria de los nacionalistas espafioles ¢s también italiana; se entiende, victoria militar, ademas de politica. ‘Tanto como ef esfucrzo combativo de los cuerpos italianos y alemanes, ha significado el efecto moral de su presencia, Infundtan confianze en cl éxito final de la empresa, cuyos recursos, contando con el eje Roma-Berlin, podian tenerse por ilimitedos. Seguridad que ayuda a afrontar Jas dificul- tades, cuando el horizonte parece més cerrado, y a vencer el desaliento, A este propésito, se ha hablado mucho de la hostilidad con que algunas poblaciones acogian a los ex- tranjeros, de rivalidades y enojos entre Jos oficiales espa- files y sus colegas italianos, etcétera. Todo es0 podrd ser verdad. No me conste. Pero un republicano que, después de suftir dos afios de prisién en Burgos, consigais egar 1 Barcelona, me dijo: «No crea usted en It hostiidad a los cextranjetos. Hay incidentes aislados, sin mds importancia. La mayoria de la gente adicta al movimiento, no desea que se vayan los italianos. Desea que vengan muchos més, para ‘ganar cuanto antes». Esta actitud es conforme 2 Ia légica de los sentimientos suscitados por la guerre Pero el esfuerzo principal de Italia y Alemania se res liz6 en el terreno diplomético. El principal, porque nunca hhubieran podido emprender ni mantener la intervencién 38 ‘CAUSA DE LA GUERRA DE ESPANA militar en Espofia, sin el juego victotioso de sus cancillerias durante casi tres afios. Las potencias totaitarias han ope rado en Londres y Paris con mejor informacién, con més cabal conocimiento de las intenciones y de los medios de Ja parte opuesta, que en la Penfnsula. Las peripecias de la guerra espafiola, en su aspecto internacional, que era el do- rinante, se han desenlazado en aquellas captales. El teiun- fo militar tenia que set precedido, y ha sido en efecto precedido, de un triunfo diplomético rotundo. Olvidemos por un momento las dilaciones y los reparos con que, durante los primeros meses de fa guerra, se api rentaba poner en duda el hecho de Ia intervencién italo- ‘alemana. Todo el mundo la conocia, pero no se habia de- ‘mostrado suficentemente. Un dia legs en que fue necese- rio rendirse a Ia evidencia, Estamos, una vex més, ante tun hecho consumado. Le accidn del Eje habia convertido la guerra espafola en un problema europeo de primera mag- nitud. 1°, juridicamente, por la violacién del pacto, en vit sud de una agresién contra un Estado cuya soberania este ba reconocida por todos los demés. 2°, politicamente, por «que Is ogresién era un paso adelante en Ja expansién de Jas potencias del Bje. Le Repiblica espafiola manienfe en Ginebra, en Londres y en Pati, esta posicidn: que se teti- rasen de Espatia todos los extranjeros, Eta su derecho, Gonvenia a Ja paz general. Era una condicién inexcusable para Ia paciicacidn interior de Espaia. El caso podia tte tarse en Ginebra, por los métodos de la Sociedad de Nacio- nes; tedricamente, es0 era To debido. O por conversaciones entre los gobiernos, susceptibles de conducir a una solu cién satisfactoria, mediante concesiones recfprocas. Desca i ; | | | i : | | EL EJE RONA-BERLIN 39 tada Ia Sociedad de Naciones (constitucién del Comité de No-Intervencién, nota franco-inglesa de 4 de diciembre de 1936, recomendaciones del Consejo, confando en la ges: tién del Comité de Londres, etcétera), el problema queda- ba pendiente de lo que, en tiltimo término, quisiera y pu- diera hacer ef gobierno britinico, ‘Nuestta guerta ha dividido profundamente Ia opinién pblica en los pases extranjeros, como si Ia pasién espa- fiola fuese contagiosa. Grandes sectores de la opiniéa han hecho causa contin con uno u otro de los dos campos espa- foles, y a veces les han atiadido razones y motivos que no ‘eran suyos. Esta tensién de los dnimos ha producido, entre cttos efectos, el de obliger a los gobiemnos a contempo- rizat, Contemplindolo desde Espafia, con todas las proba- bilidades de error que comporta el alejamiento, tal parecia ser el caso de Francia. No era un secreto que el gobierno Srancés estaba dividido en cuanto al problema espaiol. Con- tratiamente a lo que podia suponetse en mi pals, la divsién no coincicia con el color politico de Tos componentes del Ministerio. Hombres que por su pensamicnto politico, no podtan simpatizar con la signfcacién que, erradamente, se queria atribuir a la Repéblica espafiola, anteponfan a toda otra considetacién lo que para el interés nacional francés significaba la frontera de los Pisineos. Otros ministros, y no de Jos menores, velan su tesponsabilidad terriblemente agtevada y sus inicativas paralizadas por el temor de que, tuna oposicién enardecida les imputase el obedecer a’ con- signas extranjeras. Con mucha allicién y calientes ligri- ‘mas, tenfan que tesignarse a la reserva y al equilibrio entre las dos tendencias de la opinién, Habia sobre todo la ne- 40 ‘CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPASA cesidad vital para la seguridad francesa, de no distanciarse de Inglaterra. De esa manera, siendo Francia el pafs més inmediatemente afectado por el problema de Espafa, los métodos aplicados al caso de la intervencién extranjera, los remedios propuestos y los resultados a que se legé, mis aque franceses, etan briténicos. La politica del gobierno britinico en el problema de Espafia, visto en conjunto, ha sido una politica de equili- brio, de ganar tiempo, y de observar los acontecimientos. Desde fuera, esa politica parecta a veces tna desotientacién, ‘un no saber qué hacerse. A favor de esa oscutidad, de esa reserva, informaciones més o menos dignas de crédito atti- bbufan a veces al gobiemo briténico vagos pensamientos de mediacién, 0 propésitos de llevar el esunto de Espafia a una conferencia internacional, o de favorecer una restatr racién monirquiea. Los espftitus suspicaces parectan per- suadidos de que Londres jugeba a la carta de Burgos y que Ja desaparicién de Ia Reptblica estaba, pues, decretada. Para probarfo, hacfan ta cuenta de los actos del gobierno de Londres que (fuese 0 no su propésito), favorectan a los «nacionalistase, con perjuicio de la Repiblica. Realmente, antes de la guerta, le politica briténica no tenfa motives para mirar, no ya con hostildad, pero ni siquiera con anti- patia a la Repiblica espafiola; ni creo, en efecto, que Ia rmirase asf. Encendida le guerra, con el cortejo de horrores y desmanes que asolaron a todo el pals, los que ocuetieron ‘en el tertitorio republicano repercutieron, como era natu ral, muy desfavorablemente para el régimen en Ia opinién | britinica, impresién profunda que ha persistido, sin egar 1 borratla del todo los esfuerzos del gobierno de la Repé- | EL EJB ROMA-BERLIN a blica, Con todas las salvedades necesarias, parece tambicn cierto que la opiniGn briténica en general, no legé a inte- resarse por el aspecto politico de la cuestién espafiola tan vivamente como la de otros pafses. Conocida es la posicién de los partidos. En el gobierno, personajes muy importan- tes por sa calided, eran hostles a la Repibica. Otros mi- nistros, disidentes de sus colegas en la manera de apreciar al probleme general de Europa (el tiempo ha venido a dar- les la raz), y mejor dispuestos en el asunto de Espatia, estaban obligados a una gran pradencia y reserva, por soli datidad ministerial y porque siendo hombres politicos y de partido, tenfan que contat con su opiniéa pablics. Las opo- siciones, laboristay liberal, pugoaban por que se acabase la norintervencién, por que se volviese a Ja politica de sega- ridad colectiva, por que se redlizase a retirada de los con- ‘tingentes extranjeros, eteétere, Esta actitud, muy interesan- ‘e, muy ttl, no podia hacer variar radicaimente la politica briténica: 1.* Porque su peso en la opinién general del pals, no parecia, de momento, demasiado considerable. Nétese que, incluso entre las Trade Unions se advertia (como aparece en algunas de las resoluciones de sus orge- nismos directivos y en las conferencias de le Internacional), tuna frialdad, una reserva respecto de la Repablica espafols, que los socialistas y los sindicatos de Espafia se explicaban difcilmente. 2." Porque la causa de la Repéblica no adelan- taba un paso si eparecta idemtificada exclosivamente coa los grupos 0 partidos que hacian Ta oposicién en cada pais, 0 se la utilizaba como arma de oposicién, 0 se daba lugar a la sospecha de que la Reptiblica espafiola hostilizaba in tectamente a los gobiernos de otros paises, moviendo con- 42 CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA tra ellos a los partidos de oposicidn. La misma observacion puede aplicarse, en drea mis vasta, a las decisiones posibles de la Internacional sindical, 3.° La politica de intimidacién del Bje habia hecho creet (nadie tenfa interés en desvanecet cesta creencia) que cualquier rectificacién favorable al dere- cho de la Repiiblica en la politica de no-intervencién, desen- cadenaria la guerra. Ahora bien: toda politica encaminada enfdticamente a esquivar los riesgos de guerta tenfa (mien- tas la experiencia no demostrase su esterilidad) las mayo- res probabilidades de aceptacién general. Esta misma razén cuya fuerza pusieron de manifiesto los acuerdos de Mu- nich y la alegela con que fueron recibidos) autorizaba a pensar que ni siquiera unas elecciones generales hubieran tectficado fundamentalmente Ia politica briténica en los asuntos de Espafia. Ast se veta desde mi pats Ie politica de Londres. Cuando las empresas del Eje han itmpuesto una rectificacién enérgica, el problema espatiol, acabada fa gue- sta, habia entrado en una nueva fase, en la cual, las con- secuencias de todo lo hecho anteriormente, son, en sus tancia, irtevocables. E] punto concreto sobre que se estuvo discutiendo dos ation y agoté Ia sutileza del Comité de Londres, fue la reti- rada de los contingentes extranjeros. Realmente, lo peot del Comité de Londres, no fue que existiera, sino su fracaso, Tmmplantada en teotia 1a no-intervencién, lo més deseable, Jo mis til, era que el Comité compliera efectivamente Ta misién oficial que le habfan asignado, hasta acabar con ta accién, en todas sus formas, de los extranjeros en Espa fia, Segin mi punto de vista personal, ante la realidad creada, Ie Reptblica debia colaborar con el Comité, facili- BL EJE ROMA-BERLIN B téndole su labor. De hecho, los gobiernos de la Repéblica se han allanado (con reservas de pura forms, algunas veces) a las resoluciones del Comité. No fue le menos desconcer- tante de todas, le que decidié que los marroqules no eran cextranjeros en Espatia; aplicacién un poco abusiva de ague- lla Boutade que situaba en los Pitineos la fontera de Afri- ca. ¥ habiendo sido creado para mantener Ia no-interven- cién, estuvo a punto de conducir al reconocimiento del go- biemno de Burgos pot todas las potencias representadas en el Comité; 0 sea, a un acto de intervencién decisivo. En general, In activided del Comité fue, de una parte, el en- mascaramiento de una realidad que dejaba al descubierto ‘su impotence, y de otra, una provocacién sostenida, entre insolente y barlona. Hace dos aos, un gran petsongje briténico se lamen tabs, en conversacién privada, de las «indignidades» que su gobierno tenfa que soportar. Entre ellas estaban, segu: ramente, las jugarsetas con que se hacia durar fa interven: cién del Bje en Espatia, No he puesto nunca en duda que el gobierno briténico deseara y hubiese visto con sa tisfaccién el teembarque de los contingentes extranjeros. ‘Todavia en septiembre de 1938, el encargado de negocios en Barcelona me hizo saber que su gobierno persistia en el propésito y no habia perdido la esperanza de lograr Ia retirada, Esta conversacién fue anterior a los acuerdos de Munich y a le entrada en vigor del Gentlemen Agreement, De la importancia del reembarque de los extranjeros, reali zado a tiempo, y de sus inmediatas consceuencias para la pacificacién de Espatia, estaba enterado el gobierno de Lon- des, entre otras informaciones de que disponta oficialmen- 44 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA te, por fa muy minuciosa que le llevé, en mayo del 37, un ‘emisario excepcional. En el fondo, el interés del gobierno de la Repibica no coincidia exactamente con los puntos de vista britdnicos en esa cuestién. Para fa Repiblica era cuestién de vida o muerte que la intervencién cesara antes de que sobreviniera una decisién militar de Ia campatia. Solamente asf podia legarse a una conclusién de Ia guerra ‘menos desastrosa. Al gobierno briténico lo que en defniti- va le importaba era que los extranjeros no se quedasen en Espafa por tiempo indefinido. Después, no falterfan medios de establecer una buena inteligencia con ef nuevo régimen expaiol. Naturelmente, el conflicto de Espatia era para los briténicos une parte, y no Ia principal, del problema euro- peo que aspiraban @ desenlazar, si era posible, dentro de Ia paz. Trémite ‘ese fin, se transigié con las pretensiones de Roma. El Gent- Jemen Agreentent condlujo a esto: las tropas italianas se re- titarian de Espafia cuando se acabase la guerra. O sea, cuan- do hubiera desaparecido Ia Repiblica. Ya se esti marchan- do, Ttalia y Alemania, més unidas que nunea, suseitan una alianza militar de Francia e Inglaterra con Ia URSS. jLa ‘URS, motivo de prevenciones contra la Repiblica espafio- Ja, que han pesado mucho en su suetie! r JIL LA URSS Y LA GUERRA DE ESPANA De todos los temas relacionados con la guerra espaol, 1pocos o ninguno han dado tanto que hablat como la coope- racién rusa en la defensa de Ia Repsiblica, El origen, los propésitos, la importancia de esa cooperscién, sus efectos militares y politicos, han sido, tanto en Espafia como en el resto de Europa, tergiversedos por [a propaganda y Ia po- Kemica, desfigurados —en més o en menos— por la emo- cién de las partes contendientes. Es cierto que la coopera- cin ruse ha despertado graves temores, por las consecuen- cias (inrealizables en muchos respectos), que pudiera tract para el porvenir del pueblo espafiol. También es cierto que despert6 esperanzes alegres, primeramente, en un érea de opinién muy extensa, para el resultado militer, y en segun- do término, dentro de limites macho mis reducidos, en el terreno politico. Ambos puntos de vista —el del temor y el de la espetanza— eran, a mi parecer, equivocados, por falta de conocimiento cabal de las cosas y por Ja peligrosa faclidad de confundir con la realidad un sentimiento pet- sonal. 46 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPARA Frente a Ja presencia importante, decisiva, de las po- tencias totalitarias en Espafia, era fatal que se levantase, como antitesis necesaria, la de la presencia sovietica, y que se le achacasen un otigen, un propésito, un resultado ps ralelos (aungue de signo contrario) ¢ los de la intervencién italo-alemana, sin pararse a averiguar el volumen exacto y las posibilidades de la coopetacién rusa, Asi es siempre la polémica politica, que ni en paz ni en guerra suele guardar micamientos con la verdad. Es eretble que durante Ia gue: tra, habra habido en la Espafia «nacionalista» extremosos defensores de la colaboracién armada italiana; otros, més tibios, que la hayan soportado; y algunos que Ia habrén ritado con antipatia y recelo. El mismo fenémeno, guarda- das las proporciones, ha podido producirse en la Espafa republicana, con esta diferencia: nonca ha habido un ejér- ito rus0, grande ni chico, en el territorio de la Republica. ‘Nunca ha habido un pacto politico, para el presente ni para 1 fatto, entre los gobiernos de Ia Repiblica y el de Mos- ci, La posicién internacional de Espa en el caso de haber subsistido 1a Reptblica, no habria variado esencialmente respecto de lo que venfa siendo antes de la guetta, Estas ‘tes circunstancins muestran fos tos pot le na- turaleza misma de las costs, no ya a las intenciones, sino alos medios de accién y los resultados posibles de la coo- petacién rusa, De otros limites hablaré més tarde, Habfa también en algunas zonas de opinién de la Espa fia republicana una actitud antirusa en a cual participaban hombres politicos muy importantes, que gobernaban 0 ha- bfan gobernado la Reptblica. Causa: Ia politica absorbente del partido comunista en Ia politica interior de Ia Repa- y LA URSS Y LA GUERRA DE ESPARA a7 bilica, Para algunas gentes, Ja URSS y el partido comunista espaol eran 1a misina cosa, Es decir: se conducfan como si estuvieran persuadidos de que Ja posicién de Ia URSS ante el problema de Espafia, incidente en un problema ceuropeo més complejo, eta igual a Ie del partido comunis ta espaol, que mitando forzosamente el problema desde Madrid 0 Barcelona, no podia verlo desde Mosc... ni desde Londres. Patectan también persuadidos de que Ja URSS seria para la Repiblica espafiols un escudo invulne- rable, con el cual se podria contar indefinidamente y en cualquiera eventualidad. Una informacién mas puntual les habria demostrado que tales eéleulos fallaban por su base. ‘Admitemos que Alemania e Italia, empefiadas en ganar Ja guetra de Espafa, habrian hecho para conseguitlo todos los esfuerzos imaginables. La reciproce no era cierta. Las potencias opuestas al bloque italo-alemén en Europa, y por consiguiente en Espafia,consideraban que, en el juego euro- peo, la carta espafola era de segundo orden. Por dar jaque ‘Italia y Alemania en Espafia, no solamente nadie arros- trarfa un conflicto grave, pero ni siquiera una tensién pplomética, ni un enfriemiento de las ententes ni de las amis- tades oficiales. Esta situaciSn alcanzaba también a la URSS. ‘Cuando alguna persona, razonablemente, trataba de expli- car los motivos de esa situacién, probando que no podia ‘esperarse otta cosa, y que Ja ayuda rusa no podia hacer prodigios, algunos fandticos se enfurecéan, como si los in- sultaran. Més que pot fanatismo, por falta de instruccién, La Repablica espafols, dirigida en sus comienzos por tun gobierno de coalicién republiceno-socialsta, tardé dos aos en reconocer de jure a la URSS. Hecho el reconoci- 48 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPASA icnto en 1933, no se nombré embajador, ni se establecis ninguna otra relacién politica o diplomética. Se intents redactat un protocolo, que sirviese para prevenir las posi- bles actividades politicas de la URSS en Espaia. Algiin agente comercial ruso estuvo en Espaiia, examinando con el ‘ministro de Hacienda las posibilidades de un convenio. Existia base pera hacerlo, con ventaja de ambos pafses. No se llegé a nade, por las dificultades de concertar Ja forma y las gatantias de pago. Estuvo también en Espaiia tuna comistén de matinos 1us0s, que visits algunos estable cimientos industriales, que pudieran aceptar encargos de ‘material naval, El gobierno cayé en septiembre del 33, y las cosas quedaron en tal estado. As{ continuaban en febrero de 1936, al constituirse un rmuevo gobierno republicano, esta vez sin patticipacién s0- cialista, Evidentemente, el reconocimiento hecho tres afos antes, habia de formalizarse, estableciéndose con la URSS relaciones normales. Los trémites se levaron con tan poca prisa, que seis meses mis tarde, al empezar la guetra, atin no se habfan organizado las embajadas. El primer embaja- dot soviético llegs a Madrid 2 los dos meses de guerra. ‘Ninguna gestién se habia hecho para ofrecer ni para buscar el apoyo ruso, en ninguna forma. En Mose parecfan tener acerca de la situacién de la Repiblica, informes poco pre- isos, o més bien equivocados, tal vez por haber crefdo de- masiado a los optimistas. Dos tinicas conversaciones tuve yo con el embajador sovittico. Por ellas vine a saber que fen Moscti ctefan en el triunfo inmediato y facil de la Repui- blica. Las obsetvaciones del embajador debieton de con- vencerle de que no ere ast. 1A URSS V LA GUERRA DE ESPANA 49 Las consecuencias, desastrosas para la Repsblica, de Ja no‘intervenciéa, sobre todo de la nodintervencién unilate- ral, empezaban a dejatse sentir. Los gobiernos que prohi- bian la exportacién de armas y municiones pera Espafia, es- taban estrictamente en su derecho. También estaba en el suyo el gobietno espafiol compréndolas donde se las quisie- ran vender. El embajador soviético,visitante asiduo del pre- sidente del Consejo, ministro de la Guerra, mantuvo en el mis riguroso secreto las intenciones de Moscé respecto de la venta de material de guerra, de suerte que el axtibo de Ja primera expedicién, fue casi una sorpresa, Y durante todo el curso de Ja guerra, la afluencia de material com- prado en Ja URSS ha sido siempre lenta, problemitica y snunca suficente pera las necesidades del ejézcito, La gran distancia, los tiesgos de la navegacién por el Mediterréneo, las barreres levantadas por la no-intervencién, impedian, pot de pronto, un abastecimiento regular. Segin mis noti cias, en 1938, hubo un lapso de seis u ocho meses en que no entté en Espatia ni un kilo de material ruso. Por otra patte, los pedidos del gobierno espaol, nunca eran aten- didos en su totalidad; lejos de eso. Ms de una vez, el em- bajador de la Repdblica en Mosc, trasladé a su gobierno las recomenclaciones det ruso para que se mejorase y aumen- tase 1a produccién de material en Espaiia, reduciendo al ‘minimo In importaciGn, que no ere segura ai de dutaciéa indefinida. Por qué la industria espafiola no legs a un ten dimiento suficente, pertenece a otro luget. Resultado: en ‘ningiin momento de la campasi, el ejétcito republicano no solamente no ha tenido una dotacién de material equili- brada con la del ejército enemigo, pero ni siquiera la dota- 30 CCAUSAS DE LA GUERRA DE ESPASA «ign adecuada a su propia fuerea numérica. En cuanto a los combatientes rusos en Espatia, he leido en una publicacin, al parecer respetable, que Ia defensa de Madrid cortia « cargo de un ejército raso de ocupacién, cifrado en cien mil hombres. En 1937, el presidente del Consejo de entonces, ciertamente poco inclinado a transigit con ninguna intro. misién rusa, me hizo saber que el nimero de rusos pre- sentes en Espaia con diversas misiones, ascendia a 781 Méviles de los gobiernos espafioles que promovieron el aprovisionamiento de material en la URS: suplit la ca- encia de otros mercados en Europa y Américe. Sin esa circunstancia, 1a URSS no habrfa tenido nada que hacer en 4a guerra de Espatia. Una situacién tal, ha tenido consecuen- cias importantes. No fue Ia menor la impresién causada en 1a opinién popular espafola. El espicitu péblico, natural mente agriado por la guerta y su cottejo de horrores, es. taba pronto a llevar sus simpatias alli donde encontrase, © le pareciese encontiar, um asoma de amistad y eompren sién. No se le puede'pedir a una masa que discurra como tun hombre de Estado, ni que aprecie con exactitud la po- Utica exterior de otro pats, lejano y desconocido, Es indu. able que en la mayoria de los adepios de Ja Repiblica hhubo, temporalmente, un movimiento de gratitad hacia Ia URSS; gratitud que era la fase positiva de una profunda decepcidn, Ese movimiento eedié poco poco, después con ‘ran celetided, lo mismo en los grupos politicos y en algu nos de sus leaders, que en Ia masa general. He aqui por Qué: los comunistas espafoles aprovecharon a fondo para su propaganda, aquelladisposcin del dnimo pablico. A jui- «io de personas expertas en politica, conocedoras del pats EA URSS ¥ LA GUERRA DE ESPARA st y de la situacién de Eutopa, la aprovecharon demasiado, Un partido que en las elecciones de 1936 obtuvo el cuatro por ciento de los votos emitidos en toda la nacidn, crecis durante Ia guerra, y a causa de ella, usando de todos los métodos de captacida, entre ellos la influencia y Ja protec- id desde los ministerios que ocupaban. Una identificacién imposible entze los fines propios de la politica exterior de Mosc y los fines peculiares del partido comunista espa- fiol, servia para reforzar © cimentar aquella propaganda. Como si detrés de cada personaje, mis o menos embruja. do por el prestigio moscovita, detrés de cada propagandis- ta, deteés del partido estuvieran, y hubiesen de estat siem pre el sefior Litvinov, el ejércto rojo, y los 180 millones de sibditos de le URSS, El primero de los tres miembros de esa suposicién, se ha realizado algunas veces, pero los otros dos eran desvatfo, Con todo, en algunas conversi. nes al comunismo, muy sorprendentes, he podido apreciar ‘que el resorte psicolégico no era fa revelacién de una doc- trina, sino un sentimiento de despecho e irttacién, El vago sentimiento rusofilo de que he hecho mencién, se vio envuelto y contratiado por la oposicién creciente @ politica de partido de los comunistas. Es cierto que los ‘comunistas espafioles no se eansaban de repetit que no as pitaban & implancar el bolchevismo, que su adhesién a Ia Repiiblica democrética era sincera, ctcétera, Informadores muy personales, que crco fidedignos, me aseguraban, vi- niendo de Mosc, que los divigentes soviétcos estaban con- vencidos de que el eomunismo en Espafa eta imposible, por motives nacionsles e internacionales, Si en efecto lo ‘reian asi, daban muestras de buen seatido, Mas el partido 32. CAUSAS DE LA GUERRA DE ESPASA comunista seguta Ia misma téctica que otros grapos politi cos: ocupar posiciones en ef Estado para ser los més fuer- tes el dla de la paz. Justo es decie que esa tictica no fue adopteda por fos republicanos, ni por la fraccién del par- tido socialista que habta permanecido fil a su tradicién de- mocritica y

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