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GERMAN ARCINIEGAS AMERICA LADINA Juan Gustavo Cospo Borba (Compilador) BE FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO Wrimera edicién, 1993 D. R. © 1993, Fonpo pe CutTuRA ECONOMICA, S.A. vEC.V. Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F. ISBN 968-16-4208-2 I-mpreso en México EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA EN EsTA América nuestra, que es ladina y no es latina, la novela llega tar- de, el teatro no madura, pero florece el ensayo. Hay una necesidad de in- terpretarnos porque somos problematicos. En cierto modo, somos de todos los mundos el mas dificil y complejo. Cuando en el campo de las letras aparece un ensayista que le encuentra un nuevo sesgo al problema que nos domina —el de saber qué somos y hacia dénde vamos-—, le Ila- mamos maestro. Es la nica ocasién en que a esta palabra le damos un contorno de respeto, casi de veneracion. En el resto de los casos, la usa- mos con ironia, y les decimos maestro al zapatero, al musico que toca la guitarra en las rondas de media noche. Otra cosa es cuando nombramos a Justo Sierra, a Hostos, a Rodé, o en nuestros dias a Alfonso Reyes, a Sanin Cano. América es el unico continente que aparece de repente, el tinico que brota de lo totalmente desconocido. Presintieron su existencia algunos sofiadores, pero como quien hace un ejercicio de imaginacién, y aun asi les parecié que lo mejor era inventar y destruir la imagen, crear una Atlantida fantdstica, y figurar su inmediata desaparicion. Cuando ya se insistié en la redondez de la tierra, Toscanelli y Colon, el uno por simple cAlculo, el otro por atrevimiento temerario, sdlo vieron al otro lado del Atlantico las costas del Asia, las islas del Japon. La revelacién que hizo Amerigo Vespucci de haber hallado un continente nuevo produjo tal es- tupefaccién en Europa, que los gedgrafos se apresuraron a pedir se le diera su nombre al nuevo mundo. El Asia, el Africa, se venian exploran- do de siglos atras. Estaban fluyendo con su sangre, con la sangre de su espiritu, bajo la piel de Europa, y no eran sino paisajes nublados por la distancia y las dificultades de viajar. Pero habia los Marco Polo, y se sa- bia el color de sus gentes, lo que pensaban, lo que producian. América irrumpe como la tentacién para el ensayo. Es el tltimo tema. No por mera coincidencia, ni por capricho de autor, Montaigne, el creador del ensayo moderno, ha de ocuparse del hombre americano. Ese buen salvaje de que él habla, seguira vivo en la memoria de los europeos, y basta que re- fresquen su recuerdo los viajeros de la época de Bougainville, de La Con- damine, de Humboldt, para que de ahi brote el chorro de literatura romantica que hace a los de Europa pensar en Ja América del siglo xvitt. En rigor, el ensayo sobre el Nuevo Mundo se escribe en la primera dé- cada del siglo xvi por los propios exploradores. E] problema del color del hombre americano lo discute ampliamente Amerigo Vespucci, como discute todas las teorias geograficas que se interponen entre lo que ven sus ojos en la tierra nueva y lo que han vislumbrado en los libros. De la obra de las Casas o de la de Sahagtin se puede sacar ensayos indepen- dientes, en donde es maravilloso ver cémo se cruzan las corrientes del medievalismo y las del humanismo. De todo lo que luego se ha dicho en los 410 EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA 41 ensayos escritos durante el siglo xix hay anticipos nada despreciables en aquellos textos primitivos prefiados por el asombro de la revelacion. También es nuestra América caso unico por la precipitacién en ella, en los tiempos modernos, de las mas caudalosas corrientes raciales pata formar el tiltimo gran mestizaje. Es un mestizaje que todavia esta verde, fresco para que lo estudien los socidlogos. Europa es ciertamente un con- tinente de mestizos, pero nos resulta tan distante la invasién de los asia- ticos, se ha esfumado a tal punto el recuerdo de cémo se mezclaron los africanos con todos los pueblos del Mediterraneo europeo, que nadie se preocupa de proceso tan remoto. En cambio aqui tenemos una Babel que no es de lenguas sino de colores. Y la Nevamos con relativo éxito. En los Estados Unidos, que sdlo tienen para combinar blanco y negro, to- davia pelean a muerte los partidarios de la segregaci6n, y la corte supre- ma tiene que sufrir altanero desafio. En nuestra América, entre el cobre indio, el ébano africano, y el aceituno ibérico se ha llegado a una gama infinita de matices, y cuando José Vasconcelos sefialé la posibilidad de una raza césmica que fundiese en nuestras tierras todos los colores y atase los hilos perdidos de los otros tres continentes, se le llamé con el nombre que para el caso es de rigor entre nosotros: Maestro. En otro sentido también nuestra América es tinica. Es andrquica, in- estable, cadtica, pero practica una teorfa diferente en el punto que quizas mas ha ocupado la actividad europea en la edad moderna: en la manera de matarse los unos a los otros. Tres siglos continuos de paz representan algo que jamas ha conocido el europeo. Es cierto que en el xxx hemos practicado el ejercicio de las guerra civiles, pero sumados todos los muertos de éstas, no alcanzan a los de una gran batalla en el viejo conti- nente. No ha habido guerras de conquista. No se han formado ejércitos con el propésito de invadir a los vecinos. La nica invasion grande que se recuerde ha sido la de México por los Estados Unidos. El incidente de la guerra del Pacffico entre Chile, Pert y Bolivia, o de la alianza de Bra- sil y la Argentina contra e] Paraguay son episodios que no pueden com- pararse con el tema bélico constante en Ja historia de Europa. El sistema de los estados americanos tiene congelada la guerra internacional. Pero nuestra América es inestable. En todos los paises cambian las constitu- ciones con una frecuencia enfermiza. Dictaduras y revoluciones alter- nan sin tregua ni reposo. Nuestras pasiones colectivas contrastan con la precision mecdnica del imperturbable crecimiento de los Estados Uni- dos, antes y después de Ja guerra de secesion. Hay un hecho evidente en el contradictorio proceso historico de los Es- tados Unidos y de la América espaiiola que explica ese fendémeno. En los Estados Unidos la independencia no fue sino un desarrollo natural en la evolucion politica de las colonias. Alli, el gobierno democratico, liberal y representativo estaba practicandose en unas agrupaciones que tenfan ya la experiencia del gobierno propio. Correspondian ellasa grupos selecios de toda Europa que se habian trasladado a América por vocacién demo- cratica. Las colonias inglesas, alemanas, francesas, rusas, holandesas, que habian venido a trabajar como compafiias mercantiles, eran formadas por quienes necesitaban dar ese paso para sentirse mas libres en la practica 412 EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA de sus religiones. Emigraban de Europa con un plan de vida indepen- diente. En la América espafiola ocurrié lo opuesto. Se vivid bajo el poder absoluto de un imperio que estaba gobernado de una parte con las ideas romanas de un poder central y de otra con el brazo fuerte de la Iglesia catdlica. La Iglesia vefa en el mas leve gesto de independencia ideolégica un asomo de luteranismo, de judaismo, de calvinismo, y lo ahogaba con evidente eficacia. Por estas circunstancias, el ensayo que Se escribe en los Estados Unidos se reduce a un balance optimista del propio progreso, €s una filosofia donde se ve la complacencia de un organismo sano que va cubriendo de industrias, ciudades, trigales y rebafios la ancha super! ficie de una reptiblica sin los infiernos verdes de nuestra geografia enfurecida y mortifera. En cambio, el ensayo de la América hispana es una caminar bordeando el abismo. Hay en nuestros temas esa atraccién que solo Se experimenta en los despefiaderos de la muerte. Uno de nuestros prime- ros grandes grandes ensayos —la Carta de Jamaica, de Bolivar— ilustra este dramatismo de nuestra existencia. En vano se buscar en los escri- tos de Washington una pagina parecida. Los hechos que tuvo que con- templar el héroe del norte durante sus campajias o después de la victo- ria no impusieron jamas en él Ja urgencia de reflexiones tan hondas. Cuando una escuela altanera, de ricos ensoberbecidos por sus éxitos, con un cazador de fieras a la cabeza como Teodoro Roosevelt, acufiaba en los Estados Unidos la expresion alegre y despreocupada del “Destino Manifiesto”, que casi se traga medio Caribe, en la América hispana Al- cides Arguedas hablaba del pueblo enfermo —que era nuestro pueblo—, y Francisco Garcia Calderon en vano trataba con su retorica elegante y afrancesada de figurar la creacién de un continente partiendo de los he- chos inmediatos que é] mismo presenta en macabro desfile. Es obvio que las reservas naturales de nuestra América, y sus reservas humanas de pueblos formados en las luchas més desiguales y angustio- sas, autorizan para pensar en un futuro de extraordinario poderio. Pero el fondo de donde salimos nos coloca dentro del cuadro de la tragedia. No se puede hallar como tema para el ensayo otro mas }leno de contras- tes, con mas rec6nditos secretos, con mas agudas crisis, con mas sombras melancdlicas y mas cantos de vida y esperanza. A El ensayo iberoamericano se escribe con relativa profusion en el siglo xvi antes de la independencia, y la independencia misma No es sino como la proyeccién en la vida de esos ejercicios de la inteligencia criolla. Los ensayos eran académicos en apariencia, pero sé convirtieron en des- cargas explosivas. Para ser exactos, los escribieron lo mismo los prime- ros universitarios nuestros formados en la escuela del despotismo ilus- trado, que los extranjeros que llegaban a visitarnos. Deliberadamente Humboldt le dio estos nombres a sus libros mas salientes sobre Améri- ca: Essai politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne; Essai politique sur U‘Ile de Cuba; Essai sur la géographie des Plantes. La obra de Hum- boldt no es sino un vasto ensayo, que un dia, segtin cuenta la tradicion, desemboca en cierta conversacién que el sabio sostiene con Bolivar en Paris, cuando Bolivar era slo un mozo vehemente de Caracas Hegado a Francia. Humboldt le pinta al caraquefio el cuadro de América, y con- EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA 413 cluye: Ustedes no tienen sino una solucién posible: independizarse de Espaiia: sdlo que yo no veo al hombre capaz de acaudillar el movimien- to. ¥ lo estaba viendo... . 5 Pero es mas impresionante la relacién directa entre los ensayistas y la guerra. En el Ecuador, Francisco de Santa Cruz y Espejo escribe la criti- ca a los sistemas pedagégicos espafioles, se burla de los predicadores, discute temas de higiene, escribe una satira que no parece sino exabrup- to académico en El nuevo Luciano, y sin embargo los ecuatorianos le Ila- man —Y Con justicia— su precursor de la independencia. En Santa Fe de Bogota, Caldas escribe el Influjo del clima sobre los seres organizados, y de ahf pasa a ser un oficial de ingenieros en la guerra de independen- cia, y termina en el cadalso. La misma suerte corre don Camilo Torres, ue también allf ha escrito el ensayo sobre la reforma de estudios, y redactado el Memorial de agravios, nuestro primer gran estudio politico. Y no digamos nada de Narifio que de escribir e] ensayo sobre las refor. mas fiscales de la colonia para el gobierno virreinal Pasa a ser el precur- sor colombiano. Hay casos como los mexicanos que sélo pueden ser bien entendidos por quienes conozcan la trama espiritual del mundo az- teca. Sigtienza y Gongora, el sabio matematico que polemizado sobre astronomia dice: no hay autoridad que me convenza, si no me dan las pruebas y demostraciones que exige la ciencia, es también el autor del Triunfo parténico que exalta el culto de la virgen de Guadalupe. Fray Servando Teresa de Mier sale de México perseguido por la Inquisicion y traduce en Paris, con don Sim6n Rodriguez, Atala de Chateaubriand. La discusi6n entre fray Servando y la iglesia de México fue también la vir- gen de Guadalupe. E! no se limit a los contornos tradicionales del tema, sino que apadriné la idea fabulosa de ser la imagen de una época ante- rior en siglos a la conquista, remontandose a la época en que debio venir a América el apéstolsanto Toms. ¢Por qué hacfan esto los sabios? jAh!, ellos habfan hallado ese hilo misterioso de la mistica mexicana que les permitio a los curas Hidalgo y Morelos levantar como estandarte de la revoluci6n contra Espafia la imagen de la virgen de Guadalupe. Era el simbolo secreto, e] santo y sefia de la independencia. Son las revolu- ciones en Europa breves y brutales. La revolucién de nuestra América comenz6 en el siglo xvi y no ha terminado atin. No ha terminado porque hemos tenido que introducir ideas de gobierno representativo donde por tres siglos hubo imperio absoluto; desatar el nudo de la Igle- sia y el Estado que se hizo ciego en otros tantos siglos de apretar el lazo en que se abrazaron la corona y los obispos; abrirles campo a las ideas liberales donde imperé la dogmatica mas cerrada; amansar a los milila- res que no pelearonen la guerra de independencia, Pero que se decla- raron herederos de Bolivar; adelgazar las oligarquias que se creyeron autorizadas para sweder al rey; llevar el alfabeto a la selva, al paramo, a Ja pampa; calzar al descalzo, que es una nueva obra de misericordia; tra- zar catreteras sobre los abismos, defendernos de la manigua y superar Jos infiernos verdes, blancos, negros, amarillos que nos tienden la selva,la escarcha, las rocas peladas, los arenales. Nada aqui de la campifia son- riente de Francia, nada de las praderas del Mississippi, tablas agricolas 4al4 EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA de multiplicacién; nada de los paisajes amorosos de Italia. Y tenemos que combinar los colores de todas las gentes, y hacer que no Sea la raza césmica tnicamente caos y fraticidio. Todo, todo esta superandose. Hoy las ciudades de nuestra América son las mas grandes y hermosas entre las nuevas del mundo, y el fondo del pueblo nuestro tiene mas vocacién de libertad que ningtin otro de la tierra. Pero la revolucién no ha termina- do. Ni se han dado por vencidos los herederos de Fernando VII, llamado el imbécil. No ha terminado la revoluci6n, y como es una revolucién de ideas y de estudio, sigue siendo la universidad su centro natural. Dentro de nuestra circunstancia hay dos expresiones antag6nicas: revolucién y Cuartelazo. La revolucién civil dignifica. E] cuartelazo envilece. La funcién del inte- lectual entre nosotros esta mas cerca de la vida politica que en otros lu- gares de la tierra. No es extrafio que por todo el siglo xix el ensayista siga viéndose obligado a entrar en la guerra civil, a servir una presidencia de la reptiblica, o a redactar el programa de una reforma politica. La pri- mera gran pintura de la Republica Argentina la hizo Sarmiento en su ensa- yo sobre Civilizacion o barbarie, que con algunas otras paginas le lleva- ron a jefe del Estado. Alberdi puso a caminar a los mismos argentinos por la senda constitucional y provocé la inmigracién para poblar las pampas desiertas, que son el tema de Las bases. Se han ensayado todas las teorias, se han expresado todos los optimismos y todos Jos pesimismos. Carlos Octavio Bunge, en Nuestra América, atribuye las desventuras de nuestra anarquia a defectos de la raza, y recomienda la europeiza- cion por el trasplante de métodos universitarios y educativos. Laureano Vallenilla Lanz sostiene en cambio que lo unico posible es el Cesarismo democratico, y se hace el teérico de la dictadura. Cuando los fascistas dominaron a Italia, el libro de Vallenilla se publicé en italiano como fe- liz anticipacion criolla de los sistemas de Mussolini. Laureano Gomez en sus Interrogantes sobre el porvenir de Colombia declara que su pais es la combinacién diabélica de una razas degeneradas que se reproducen en donde no podra aclimatarse nunca una civilizacién. José Enrique Rod6 presenta en Ariel a los de nuestra América como portadores de la antorcha espiritual frente al materialismo de los Estados Unidos. José Carlos Maridtegui ofrece en los Siete ensayos sobre la realidad peruana soluciones de tipo marxista, y Victor Ral Haya de la Torre, en el pro- grama del Apra, una formula continental propia que rechaza al comunis- mo internacional. Y si miramos hacia atras, vemos las dudas que tuvie- ron los libertadores y los primeros legisladores entre si optaban por la monarquia o la reptiblica, entre un federalismo que iniciara a los mu- nicipios y a las provincias en el gobierno propio, o un centralismo que permitiera sujetar desde la capital a la ultima aldea de la republica. Los positivistas hicieron escuela en toda América. Sobre su obra ha escrito libros excelentes Leopoldo Zea. Los positivistas pusieron su fe en el progreso, y en buena parte lo impulsaron en todos los pases. Irénica- mente, el desarrollo nada uniforme de las distintas partes del hemisferio ha producido tales diferencias, que el problema en vez de simplificarse, se ha agravado. Cuando Fernandez de Lizardi escribia en la primera pa- EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA 415 gina del Periquillo Samiento: Naci en México capital de la América Me- ridional, era México una ciudad mucho mas grande que cualquiera de los Estados Unidos, y la América Latina tenia atin mayor significacion hist6rica que la republica anglosajona. A nosotros nos devoré la propia anarquia, a los Estados Unidos todo les empujé a ser los grandes del mundo. Hoy al sur del Rio Grande esta este vasto mundo nuestro de ciento setenta y cinco millones de hombres insatisfechos, mal educados, mal comidos, mal calzados, mal vestidos, mal gobernados, mal defendi- dos, y al norte del mismo Rio Grande viven ciento sesenta y cinco millo- nes de hombres los mis satisfechos, con mejores escuelas, con comida abundante, con zapatos, con vestidos nuevos, con gobierno escogido por ellos mismos, y con defensa de toda suerte, como no se ve en otro peda- zo del mundo. El hecho de estar estos dos conglomerados viviendo en dos compartimientos de la misma casa agudiza en nosotros un proble- ma universal. El resto del mundo conoce los problemas creados por la prosperidad de Estados Unidos, pero hay la distancia que atenua sus efectos. La seguridad que representa para el norteamericano medio la solucién que da el gobierno de Washington a sus problemas, adquiere para él valor de sanalotodo universal. Las mismas soluciones como tra- tamiento de las enfermedades en la América del Sur, conducen al abis- mo. E] tema de las relaciones con los Estados Unidos, que en un pais eu- ropeo 0 asiatico es apenas parte de las preocupaciones nacionales, entre nosotros es la gran preocupacién. Las fricciones que se han producido en toda el drea del Caribe, la penetracién de las empresas que en el lenguaje popular y demagégico del sur llamamos de Wall Street, inci- dentes que fueron de todos los dias en el tiempo del garrote 0 big stick y que no han dejado de menudear en nuestros dias, han creado una sensi- bilidad enfermiza. Una doctrina tan radicalmente contraria al espiritu de nuestra América como la del despotismo asidtico nacionalista de Moscti, ha hecho numerosos adeptos sdlo por cuanto se interpreta como un rechazo a los Estados Unidos, Internamente, el problema del siglo xx fue para nosotros el de los caudillos barbaros. Hoy ese problema adquiere modalidades imprevistas bajo los regimenes militares, que han tecnificado el sistema del poder per- sonal absoluto con los recursos que inventaron los creadores de] nazismo, el fascismo, el falangismo. Washington ha contribuido con desmedida irre- flexi6n a robustecer los ejércitos locales, que no tienen sentido alguno des- de el punto de vista de una futura guerra mundial, pero que constituyen maquinas blindadas dirigidas contra las bases del sistema democritico y representativo. Eduardo Santos resum ia en esta esperanza revolucionaria Jo que para nosotros ha venido aconvertirse en el tema de nuestro tiempo: queremos una América Latina unida y desarmada. Esta revista fugaz de nuestro propio mundo autoriza para afirmar, sin dramatizar artificialmente nuestro caso, y sin jncurrir en exageraciones hijas de la fantasia, que el problema de nuestra América es singularisimo, y ofrece un campo de estudio que literalmente solo cabe en el ensayo. Ahi hasta las novelas se vuelven ensayos. Y la historia. ¥ el teatro. Alberto Zum Felde publicé recientemente un grueso volumen como imtroducci6n 416 EL ENSAYO EN NUESTRA AMERICA a su obra fndice critico de la literatura hispanoamericana, que es un en- sayo sobre el ensayo. El libro hay que leerlo para medir la vastedad del tema. Ya hace algunos afios, Medardo Vitier habia iniciado la explora- cion en su libro Del ensayo americano, que forma parte de esa gran bi- blioteca de ensayistas Tierra Firme, editada en México. ¢Hasta donde han sido felices en la interpretacién de su propia realidad los escritores de nuestra América? Averiguarlo es interesante, no sdlo por- que ayuda a una valoracion justa de nuestra madurez intelectual, sino porque el ensayo es un campo en donde ya es posible comparar con valo- res europeos. La poderosa atraccidén del tema latinoamericano ha hecho que escriban libros sobre él los autores mds variados, desde los tiempos de Humboldt. Para mencionar apenas unos pocos de lo mas reciente, recor- demos a André Siegfried, Waldo Frank, Salvador de Madariaga, Frank Tannenbaum, el conde Keiserlin, Paul Rivet. A veces, los grandes tedricos de Ja historia, tropiezan de verdad con un nuevo mundo en esta América nuestra que les plantea las cuestiones mas inesperadas. Esto se ve en los libros de Toynbee, y se ira haciendo cada vez mas sensible, a medida que esta parte del hemisferio vaya saliendo del plano penumbroso en que se ha mantenido para convertirse en un pedazo de colores vivos del mapa universal. Entonces vendran sorpresas parecidas a las que impresionaron a los ge6grafos, naturalistas y viajeros de hace siglo o siglo y medio. Yo no vacilarfa en aconsejar al estudioso que se preocupe de los pro- blemas de las razas hacer siempre la lectura paralela del conde de Go- bineau y de don Fernando Ortiz. A una escuela como la del conde en el Essai sur l'Inégalité des Races humaines, basada en que s6lo la raza blan- ca es creadora de cultura, hay que contraponer los estudios afrocubanos del sabio habanero, 0 los del brasilefiio Arturo Ramos, 0 los de Gilberto Freire. Sélo a través de esta comparacién puede aproximarse hoy el hombre a la orilla del problema. Pueden en Espafia los curiosos de la lengua avanzar en sus investigaciones leyendo a Menéndez Pidal, pero se quedaran en la mitad del camino si no leen al colombiano Rufino J. Cuervo. Ya se trate de los grandes problemas antropoldgicos, o de asun- tos mas restringidos, cada vez va haciéndose mas necesaria la referencia a la obra americana. El margen para escoger es ancho. No discutamos si quien tiene la razon es el conde de Gobineau o don Fernando, pero que- da fuera de duda la necesidad de contemplar las dos exposiciones. El ensayo que viene escribiéndose en nuestra América, desde que ésta aparece en letras de molde, es legitimo por su autenticidad. Es siempre un documento humano fresco, directo. La teoria, la especulacién, el es- tilo mismo son apenas la espuma que brota de batir los hechos. A veces Ja pasién se ve todavia hirviendo, y hay que convenir en que no hemos llegado a la helada objetividad de los eruditos. Sin embargo, como los hechos estan a la vista, no puede la imaginacién arbitraria desligarse de la realidad, empujar al tedrico a vanas fantasfas. Esta es una garantia, un control natural que no siempre se encuentra en las obras literarias. Cuadernos, ntim. 19, Paris, julio-agosto de 1956

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