Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Capellán de Miguel, Historia y Presente PDF
Capellán de Miguel, Historia y Presente PDF
HISTORIA Y ÒPRESENTEÓ*
RESUMEN
Las relaciones entre historia y presente han ocupado un lugar central en los deba-
tes historiogr‡ficos de los œltimos a–os. Este art’culo trata de hacer un balance de c—mo
la denominada Historia del Presente se ha ido implantando en los diferentes pa’ses, con
especial referencia al caso espa–ol. Una vez que los historiadores han aceptado la posi-
bilidad de hacer una historia del tiempo presente, queda ver la forma renovada en que
han incorporado el uso de las fuentes orales, el tratamiento de la memoria, las relacio-
nes con otras ciencias sociales..., es decir, la forma en que ha definido su lugar dentro
de la moderna y globalizada sociedad de la informaci—n.
Palabras clave: Historia, presente, Historia del Tiempo Presente, Europa, Espa–a,
fuentes orales, memoria, nuevas tecnolog’as, ciencias sociales, periodismo.
The relationships between History and present have lastly been in the core of his-
torical discussion. This paper aims to show how the so-call ÒPresent HistoryÓ
(Contemporary History) has flourished in every country, especially in relation to Spain.
Once historians have recognized that it is possible to make the history of the present
293
GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL
time, it rest to see the new way in which they deal with oral sources, with memory, with
other social sciences..., that is to say, the way in which history has placed within the
modern society, that of information and globalization.
Key words: History, Present, Contemporary History, Europe, Spain, Oral History,
Memory, New Technologies, Social Sciences, Journalism.
1. Que no siempre se reduce en los niveles docentes a una historia cronol—gica y de espaldas a
las nuevas metodolog’as, tal y como a veces se afirma desde la Historia del Presente. Por ejem-
plo, la asignatura de Historia del Mundo Actual impartida en la Universidad de Cantabria va pre-
cedida de una amplia introducci—n de varias semanas en las que se explica a los alumnos las impli-
caciones que el presente tiene para la historiograf’a (fuentes, metodolog’a, nuevas perspectivas
Ðincluida la de la Historia del Presente-, etc.). Adem‡s la propia ense–anza se apoya en mŽtodos
y tŽcnicas propias del Mundo Actual (im‡genes, sonido, memoria...). Lo mismo sucede dentro del
departamento de Historia Contempor‡nea de la UNED, cuyos materiales did‡cticos recogen desde
gica hasta los hechos m‡s recientes, hasta hoy, lo cual hizo de su ‡mbito de estudio una
concurrencia de especialistas de todas las disciplinas y no s—lo de historiadores. Es m‡s,
los historiadores anclados en esa concepci—n de limitar su tarea al pasado m‡s o menos
distante eran en buena medida los grandes ausentes en el debate pœblico sobre la actua-
lidad. Justamente lo contrario que suced’a con otros profesionales de la ciencias socia-
les y humanas como soci—logos, polit—logos o fil—sofos. Pero quienes monopolizaron
desde un principio la voz pœblica de la actualidad fueron los periodistas. Desde el deno-
minado Òperiodismo de investigaci—nÓ se abord— un estudio de la actualidad de consu-
mo en prensa, tertulias radiof—nicas o libros de divulgaci—n. En torno a este tipo de acti-
vidad ha surgido la denominada Historia Inmediata, (a veces llamada Historia Reciente)
como la parcela m‡s cercana de la Historia Actual y realizada bajo los presupuestos
mencionados.
hace a–os todos los aspectos m‡s destacados de la Historia del Presente. Vid. Alicia ALTED
(coord.), C—mo hacer la Historia Contempor‡nea hoy. Conceptos, mŽtodos y fuentes. Carpeta del
alumno, vol Ò, curso 1994/95 (Madrid, 1994). Esto, por citar un par de ejemplos œnicamente.
2. J. ARîSTEGUI, ÒSociolog’a e Historiograf’a en el An‡lisis del Cambio Social RecienteÓ, en
Historia Contempor‡nea, nœm. 4, 1990, pp. 167. Ar—stegui ha protagonizado uno de los intentos
m‡s rigurosos y decididos de renovaci—n te—rica y metodol—gica de la historiograf’a espa–ola
reciente (vid. su obra La investigaci—n hist—rica: teor’a y mŽtodo. Barcelona, Cr’tica, 1995 [1» ed.]
y 2001).
La sociedad alemana encontr— as’ muy pronto definidos los par‡metros de su evo-
luci—n. Por un lado, deb’a olvidar y abortar para siempre cualquier elemento de identifi-
caci—n con el nazismo. La mirada de los historiadores se volvi— hacia la repœblica de
Weimar, hacia otros per’odos sin ese fuerte estigma que adem‡s alimentar’a la idea de
que el per’odo nazi fue un autŽntico parŽntesis en la historia alemana, no consustancial
al pueblo alem‡n. Por otro, se abr’a un nuevo horizonte de futuro en el que Alemania
podr’a alcanzar una democracia plena3. La fecha de 1945 se convirti— en un nuevo arran-
que, en el momento inaugural para esa nueva historia de Alemania, olvidada as’ de su
pasado m‡s reciente. Die Stunde Null (ÒLa hora ceroÓ) consegu’a de esa manera lo que
los alemanes han denominado persilschein, un efecto de lavado sobre el pasado (se
habla tambiŽn de 1945 como un Null Punkt). De acuerdo con esa ruptura cronol—gica se
abre un per’odo nuevo cuyo dominio no ca’a ya dentro de la historia moderna alemana
(Neu Geschichte). Ni la revoluci—n de 1848 ni la unificaci—n de 1870 hab’an provocado
una ruptura tal del tiempo hist—rico que se hiciese necesario considerar iniciada una
nueva Žpoca. Ahora s’. Para dar cuenta de los hechos posteriores a 1945 en Alemania
nace la Zeitgeschichte (ÒHistoria del tiempoÓ, literalmente). El nombre ha calado en la
historiograf’a a pesar de la pobreza terminol—gica de la expresi—n (toda historia lo es del
tiempo) que renunci— a incluir precisiones del tiempo a que se refer’a como Ònuestro
tiempoÓ o Òtiempo presenteÓ, a los que sin duda alude impl’citamente la Zeitgeschichte.
Se tratar’a en este caso de una divisi—n puramente cronol—gica dentro de la cual no han
estado ausentes los debates historiogr‡ficos en torno a las novedades que el per’odo pre-
senta (globalizaci—n, fuentes...), pero sin cuestionar seriamente nunca la posibilidad real
de hacer una historia de ese tiempo hist—rico tan pr—ximo4. Al contrario, la materia de
Zeitgeschichte o Neuste Geschichte (Historia Òm‡s nuevaÓ, en referencia a la simple-
mente Neu, ÒnuevaÓ) est‡ hoy consolidada en los niveles de educaci—n media y superior
de toda Alemania. Ahora bien, la tendencia actual es la de, por un lado, una consolida-
ci—n del ÒderechoÓ del historiador a ocuparse del tiempo presente y, por otro, la concre-
ci—n cronol—gica de ese tiempo como el correspondiente al siglo XX5.
3. Una interpretaci—n en este sentido ha sido desarrollada por J. GIMBEL, ÒThe origins of the
Institut fŸr Zeitgeschichte: scholarship, politics and the American occupation, 1945-1949Ó, en The
American Historial Review, LXX, nœm 3, april 1965, pp. 714-731.
4. La permanencia de estas precisiones historiogr‡ficas sobre la Zeitgescichte puede seguirse
desde su arranque mismo en el art’culo cl‡sico de Hans ROTHFELS, ÒZeitgeschichte als AufgabeÓ,
en Vierteljarhefte fur Zeitgeschichte, nœm.1, enero 1953, hasta el m‡s reciente de Matthias PETER,
ÒWas ist Zeitgeschichte? Begriff, Periodisierung, AufgabenÓ, en M. PETER y H-J. SCHR…DER,
EinfŸhrung in das Studium der Zeitgeschichte. Paderborn/MŸnchen/Wien/ZŸrich, F. Schšningh,
1994. Como puntos intermedios remito a E. JçCKEL y E. WEYMAR, Die Funktion der Geschichte
in unserer Zeit. Stuttgart, E. Klett Verlag, 1975 y H. M…LLER, ÒZeitgeschichte. Fragestellungen,
Interrpretationen, KontroversenÓ, en Aus Politik und Zeitgeschichte, a–o 38, nœm. 2, enero 1988,
pp. 3-18.
5. En ese sentido parece que se va resolviendo el debate de propuestas iniciales para la histo-
ria del presente alem‡n entre 1914 — 1945. Para la definici—n del siglo XX como un per’odo his-
t—rico singular y sobre la doble tendencia arriba mencionada vid. el reciente y sugestivo art’culo
de Hans-Peter SCHWARZ, ÒFragen an das 20 JahrhundertÓ, en Vierteljahrhefte fŸr Zeitgeschichte,
48 (Heft 1), 2000, pp. 1-36.
6. La atenci—n a todos estos elementos y a otros que definen el car‡cter de la historia reciente
alemana quedan reflejados en su publicaci—n peri—dica m‡s representativa, Vierteljahrshefte fŸr
Zeitgeschichte (1953). Sobre las publicaciones del per’odo de postguerra, la institucionalizaci—n
de la Zeitgeschichte y los debates en torno al concepto y las fuentes puede verse G. CAPELLçN DE
MIGUEL, ÒOr’genes y significado de la Zeitgeschichte: concepto, institucionalizaci—n y fuentesÓ,
en C. NAVAJAS ZUBELDIA (edit.), Actas del Segundo Simposio de Historia Actual de La Rioja.
Logro–o, IER, 2000, pp. 317-330.
7. He desarrollado m‡s esta cuesti—n en ÒLa Historia del Tiempo Presente en Alemania. La
polŽmica GoldhagenÓ, texto presentado al III Simposio de Historia Actual de La Rioja (incluido
en las Actas del Simposio, de pr—xima publicaci—n por el IER). Sobre las diversas polŽmicas his-
toriogr‡ficas acaecidas en Alemania desde el caso Fisher de los 60 hasta el m‡s reciente de
Goldhagen, pasando por la Historikerstreit de los a–os 80.
escrito obras te—ricas en las que reclamaban para la historiograf’a el tiempo en general,
con independencia de su lejan’a o su proximidad8. Fue en los a–os 70 cuando cristaliz—
el deseo de abordar el per’odo m‡s reciente desde una perspectiva hist—rica. Las figuras
de Fran•ois BŽdarida y Pierre Nora fueron determinantes. El primero desarroll— un
seminario permanente sobre el mŽtodo de la Historia del Tiempo Presente. En el terre-
no de la producci—n historiogr‡fica la obra de referencia sin duda fue la de P. Nora Les
lieux de mŽmoire (1984), convertida muy pronto en una referencia inevitable, como un
caso pr‡ctico ejemplar de Historia del Presente. Como en el caso alem‡n, la Francia de
la Guerra, la de Vichy, el colaboracionismo fueron los lugares de la memoria a olvidar,
mientras que la Francia de la resistencia y la figura de De Gaulle o la tradici—n republi-
cana fueron los componentes de la nueva historia.
Esa restricci—n cronol—gica en la pr‡ctica fue aducida precisamente por una serie de
historiadores para justificar el desarrollo de la denominada Histoire ImmŽdiate. Si bien
Žsta ten’a su precedente en una serie de publicaciones dirigidas desde 1961 por el perio-
dista Jean Lacouture, Žl mismo hizo los primeros esfuerzos te—ricos por defender una
8. Frente a la Òlarga duraci—nÓ que los annalistas pusieron de moda en varios de sus escritos,
desde los a–os 30 Febvre y Bloch demostraron una alta estima por la Historia m‡s contempor‡-
nea, que de hecho fue la m‡s presente en los estudios publicados en Annales en su primer per’o-
do. En esa reivindicaci—n del tiempo corto frente al largo (o a su lado, mejor), se busca sus hue-
llas francesas, en los fundadores de Annales, al margen de la direcci—n emprendida por sus
disc’pulos (vid. Jean-Fran•ois DENEBOUDE, ÒMarc Bloch, Lucien Febvre et L«histoire inmmedia-
teÓ, en Cahiers d«Histoire InmmŽdiate (CHI), nœm. 7 (primavera 1995), pp. 111-118. En el caso
espa–ol se ha adoptado un discurso similar en este sentido, como parte de los argumentos legiti-
madores de una Historia del Presente (adem‡s de Bloch hay una larga lista de autores que histo-
riaron su presente, desde Tuc’dides, T‡cito o CŽsar hasta Tocqueville, Trostky o el propio Marx).
No debe confundirse, sin embargo, este hacer historia desde el presente, con hacer Historia del
Presente, algo solamente posible desde que tal corriente historiogr‡fica queda definida y configu-
rada desde hace unos pocos a–os.
9. Cfr. ÒEn guise de presentationÓ, BHTP, nœm 1, jun. 1980, p. 5.
10. Puede verse la lista adjuntada al dorso de cada nœmero de la revista. Aqu’ hemos seguido
el correspondiente al nœmero 35, de diciembre de 1996. Hasta tal punto es as’ que alguien como
Jean Pierre Rioux (una persona clave en el IHTP) ha afirmado recientemente que todos los retos
Con todo, parece que la tendencia cada vez m‡s va siendo la de una progresiva con-
fusi—n entre todos estos ‡mbitos para constituirse una historia del siglo XX en su
conjunto (dentro de la cual tendr’an cabida tanto la del tiempo presente, como la inme-
diata). As’ parece intuirse de la iniciativa del Centre Nactional de la Recherche Scien-
tifique (de cuya empresa editorial dependen tanto el Bulletin como los Cahiers de la
HTP) de publicar una revista bajo el t’tulo Vingti•me Si•cle. Revue d«Histoire. Es decir,
algo muy similar a la pauta marcada en el mundo anglasaj—n (donde tambiŽn existe una
publicaci—n titulada Twentieth Century British History, y editada por separado de su
gemela sobre el siglo XIX).
del tiempo presente en Francia se han referido ÒincansablementeÓ a los del per’odo 1940-45
(ÒHistoria del Tiempo Presente y demanda socialÓ, en Cuadernos de Historia Contempor‡nea,
nœm. 20, 1998, p.81). El IHTP, como el Instituto para la Zeitgeschichte en Alemania, proceden de
Centros de estudios consagrados a la II Guerra Mundial (precedentes y consecuencias incluidas),
una orientaci—n que ha pesado mucho en su desarrollo posterior.
11. Vid. su art’culo ÒL«histoire immŽdiateÓ en Jaques LE GOFF et al., La Nouvelle Histoire
(Paris, Editions Complexe,1988, 1» ed. de 1978), p. 293. Para Lacouture la historia inmediata no
tiene por objeto Òlos cambiosÓ (changements) y menos aœn Òlo cambiadoÓ (changŽ), sino Òel cam-
biarÓ (changer), p. 293. Tras una larga carrera como corresponsal de prensa en diferentes pa’ses
(Indochina, Marruecos, Egipto...) durante los a–os 40 y 50, Lacouture public— numerosos trabajos
sobre la m‡s reciente historia mundial. Vid. L«histoire universelle depuis 1939. Paris, Robert
Laffont, 1975.
12. Vid. el art’culo editorial con el que J-F. SOULET abre el primer nœmero de Cahiers
d«Histoire InmmŽdite (oto–o de 1991), pp. 5-9. Entre los motivos por lo que el autor justifica la
ubicaci—n del grupo de investigaci—n en Toulouse se encuentra la existencia en esa ciudad de una
Unidad de Formaci—n e Investigaci—n de Estudios Audiovisuales, un Centro de Historia de la
Prensa y la Informaci—n, una reputada filmoteca y una importante Viodeteca regional.
13. Soulet escribi— junto a S. Guinle-Lorinet en 1989 un modŽlico manual de historia inme-
diata, PrŽcis d«histoire immŽdiate. Le monde depuis la fin des annŽs soixante (Coll. U., A. Colin,
480 p.). M‡s recientemente y para la conocida colecci—n Que sais je? ha escrito L«histoire inm-
mŽdiate (PUF, 1994). Sobre la implantaci—n en los niveles docentes de esta propuesta vid.
StŽphane SOULET, ÒLes professeurs d«histoire et l«histoire inmediateÓ, en CHI, 7, 1995, pp. 119-
128.
14. La publicaci—n, editada en Filadelfia desde 1967 lleva por subt’tulo, Òrevista mensual de
sucesos del MundoÓ y tiene un marcado tono de ÒmagazineÓ de actualidad, antes que de ÒReview
o JournalÓ de investigaci—n cient’fica.
15. Tanto las obras monogr‡ficas como la publicaci—n peri—dica m‡s prestigiosa en el terreno
historiogr‡fico, Journal of American History, corroboran esa afirmaci—n. Vid. J. PORTES, ÒL«his-
toire inmmŽdiate aux Etats-Unis. Probl•mes et dŽbatsÓ, en CHI, nœm. 10, oto–o de 1996, pp. 9-24.
16. Vid. ib’dem, pp. 14-18. TambiŽn se ha cultivado con asiduidad desde los a–os 70 la deno-
minada historia oral, para fomentar la cual se ha creado una asociaci—n nacional y una revista, The
Oral History Review, que se publica desde 1972.
17. ƒsa es, literalmente, la definici—n que se da en la œltima p‡gina de todos sus nœmeros. La
revista fue fundada por el Institute of Contemporary British History y se imprime en la
Universidad de Cambridge.
18. Tomamos aqu’ como ejemplo un caso que hemos podido contrastar directamente. En un
plan comœn a otras Universidades del pa’s la Universidad de Leicester contempla la asignatura
anual Today«s Britain (por lo general subdividida en dos per’odos, 1914-1945 y desde 1945 hasta
la actualidad). El tŽrmino today significa at the present time o m‡s estrictamente se refiere a las
cosas que suceden al mismo tiempo en que se habla o escribe sobre ellas. Un manual al uso es el
de Paul JOHNSON, 20th Century Britain. Economic, Social and Cultural Change (Londres,
Longman, 1994). En Žl tienen cabida desde el movimiento Punk o los Beatles, hasta la historia del
cine, del ocio y otra serie de cuestiones de actualidad muy reciente que aparecen tratadas desde
una perspectiva historiogr‡fica, dentro de un determinado trend secular de la Historia Brit‡nica.
‡mbito quien ha hecho las consideraciones m‡s interesantes con respecto a la relaci—n
entre historiador y presente ha sido Eric Hobsbawm. ƒl, que declara haber preferido
siempre dedicarse al estudio del siglo XIX, en un momento dado -y especialmente des-
puŽs de la ca’da del bloque soviŽtico- consider— que se hab’a cerrado un particular ciclo
hist—rico al que ha denominado Òsiglo XX cortoÓ y que va desde 1914 a 199119.
Haciendo hincapiŽ siempre en el concepto de generaci—n y de c—mo para cada genera-
ci—n el tiempo vivido va variando, Hobsbawm (nacido en 1917) considera su propio
tiempo el transcurrido en ese periodo. ƒl que asisti— a la vez al surgimiento del nacio-
nalsocialismo alem‡n durante su infancia en Viena, a la entrada de Hitler en Berl’n en
los a–os 30, sirviendo luego en la II Guerra Mundial tras su exilio en Inglaterra y habien-
do vivido en los EE.UU los a–os de la Guerra Fr’a. Por eso se siente capacitado y hasta
obligado a escribir sobre su tiempo. Incluso resalta c—mo el protagonista es el œnico
capaz de captar un cierto clima de la Žpoca, de recrear una atm—sfera que nunca ya des-
puŽs se podr‡ aprehender por los historiadores que no presenciaron (que no vivieron)
esos eventos20.
Es esa noci—n de historia del siglo XX, por tanto, la que domina en el mundo anglo-
saj—n, la que va poco a poco imponiŽndose en la historia contempor‡nea aqu’ y all‡, la
que va haciendo del presente el punto final, el cierre de un ciclo hist—rico de casi cien
a–os dentro del cual es preciso entender ese presente. Pero, Àno es esta tendencia a iden-
tificar el presente y su historia con un per’odo cronol—gico fijo un autŽntico contrasen-
tido para la propia esencia de la Historia del Presente?
19. La idea de que el cierre de un per’odo que se produce en 1991 supone una conquista del
corto siglo XX para la historiograf’a es la que da pie a su obra Historia del siglo XX. 1914-1991.
Barcelona, Cr’tica, 1995. A ello se refiere expl’citamente Hobsbawm en varios pasajes del libro
(vid. p.15). Hay que se–alar, no obstante, que ese final de ciclo hist—rico que parece animar a
Hobsbawm a superar las reticencias a escribir la historia de su tiempo, no es una condici—n de
posibilidad para la Historia del Presente. Al contrario, Žsta se caracteriza por el an‡lisis de proce-
sos abiertos, realidades de las que en muchas ocasiones no sabemos c—mo van a concluirse por-
que est‡n vivas aœn, en pleno desarrollo.
20. A esas ventajas para analizar el per’odo por parte de los Òhistoriadores viejosÓ a–ade la faci-
lidad para, sin esfuerzo, captar los cambios experimentados durante este per’odo. Con respecto al
estudio de per’odos precedentes, el actual tambiŽn facilita su estudio al historiador merced a la
gran cantidad de fuentes que pone a su disposici—n. ƒstas y otras reflexiones, todas ellas favora-
bles a la posibilidad de analizar hist—ricamente Ònuestro tiempoÓ, pueden verse en el cap’tulo que
dedica a ÒEl presente como historiaÓ en su obra Sobre la Historia (Barcelona, Cr’tica, 1998, pp.
232-241). El texto procede de una Conferencia pronunciada en la Universidad de Londres en 1993
y publicada como The Present as History: writing the History of Ones«s Own Times. Universidad
de Londres, 1993. El t’tulo original recoge esa importante referencia a Òescribir la historia del
tiempo de uno mismoÓ, el propio tiempo del historiador (es decir, sin que la convergencia objeto-
sujeto, impidan tal labor). Las observaciones de un historiador tan prestigioso como Hobsbawm
en ese sentido no han pasado inadvertidas para los historiadores del tiempo presente, quienes han
procurado contar con su colaboraci—n (por ejemplo en el homenaje a F. BŽdarida celebrado en
mayo de 1992 y publicado ese mismo a–o por el CNRS bajo el t’tulo de Ecrire l«histoire du temps
prŽsent. El texto de Hobsbawm, ÒUn historien et son temps prŽsentÓ (pp. 95-102) coincide en lo
esencial con el anteriormente citado y se ha convertido en una referencia habitual de los historia-
dores del presente en todos los pa’ses).
* Inicialmente se utiliz— en Espa–a la expresi—n francesa Historia del Tiempo Presente, pero
cada vez m‡s se va simplificando en favor de Historia del Presente (de ambas formas -y con idŽn-
tico significado- puede encontrase en la bibliograf’a existente). TambiŽn es posible encontrar el
tŽrmino Historia Actual o el de Historia coet‡nea propuesto en varios lugares por Julio Ar—stegui
como expresi—n m‡s apropiada para un historia que hecha por autores coet‡neos a los hechos
investigados, que refleja la perspectiva hist—rica de quienes la han vivido.
21. CUESTA BUSTILLO, Josefina, ÒLa Historia del Tiempo Presente: estado de la cuesti—nÓ, en
Studia Hist—rica (Historia Contempor‡nea), vol. I, nœm. 4, 1983 (227-241). Un decenio m‡s tarde
la misma autora public— un trabajo que sigue siendo una excelente s’ntesis sobre esta cuesti—n,
Historia del Presente (Madrid, Edema, 1993).
22. Siguiendo un orden cronol—gico, su amplia producci—n bibliogr‡fica sobre este tema inclu-
ye trabajos como ÒLa historia reciente o del acceso hist—rico a realidades sociales actualesÓ, en J.
RODRêGUEZ FRUTOS (ed.), Ense–ar Historia. Barcelona, Laia, 1989, pp. 3-52; ÒSociolog’a e
Historiograf’a en el An‡lisis del Cambio Social RecienteÓ, en Historia Contempor‡nea, nœm. 4,
1990, pp. 145-172; ÒEl presente como historia. (La idea de un an‡lisis hist—rico de nuestro tiem-
po)Ó, en C. NAVAJAS ZUBELDêA (edit.), Actas del Primer Simposio de Historia Actual de La Rioja.
Logro–o, IER, 1996, pp. 17-43; ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presente. Una reconsideraci—n
necesariaÓ, en M. P. DêAZ BARRADO (coord.), Historia del Tiempo Presente. Teor’a y Metodolog’a.
C‡ceres, Universidad de Extremadura, 1998, pp. 31-45; ÒLa idea de una Historia del Tiempo
PresenteÓ, Edades. Revista de Historia, vol. 3, primer semestre de 1998, pp. 101-104, ÒA–os de
una Historia nueva: la Historia del presenteÓ en J.A. MARTêNEZ, Historia de Espa–a. Siglo XX,
1936-1996. Madrid, C‡tedra, 1999, (cap. XXII); ÒLa HTP y las ciencias socialesÓ, en C. NAVAJAS
ZUBELDêA (edit.), Actas del Segundo Simposio de Historia Actual de La Rioja. Logro–o, IER,
2000, pp. 101-135.
23. En su nœm. 20, 1998, pp. 15-102. Vid. la ÒPresentaci—nÓ de Julio Ar—stegui como coordi-
nador del Seminario, pp. 15-18.
24. Las Actas se publicaron al a–o siguiente bajo el t’tulo Historia del Tiempo Presente. Teor’a
y Metodolog’a. (Universidad de Extremadura, 1998). Vid. el ÒPrefacioÓ y la ÒPresentaci—nÓ,
ambos a cargo del coordinador del encuentro, Mar’o. P. D’az Barrado (pp. 9-11 y 13-19). Una
menci—n merecen tambiŽn (a pesar de que finalmente no acabara de consolidarse) los intentos rea-
lizados desde la Universidad Carlos III durante 1998, bajo el impulso de los profesores Rodr’guez
de las Heras y Ar—stegui, para conformar un grupo de trabajo multidisciplinar sobre Historia del
Presente (y en el que se reuni— a investigadores de diversos puntos del pa’s).
25. Puede ser visitada en el lugar http://www.hispanianova.rediris.es. Como el subt’tulo advier-
te se trata de una ÒRevista de Historia Contempor‡neaÓ, no exclusivamente del Presente (no la hay
por el momento en Espa–a) y abierta a otras disciplinas como la Sociolog’a o la Politolog’a (vid.
ÒBasesÓ).
26. La estructura de estos simposios responde a ese planteamiento de la cuesti—n que ya su
director C. Navajas hizo desde la primera edici—n en 1996 (vid. su ÒIntroducci—nÓ a las Actas del
Primer Simposio de Historia Actual de La Rioja. Logro–o, IER, 1996, pp. 9-13). Sobre las rela-
ciones entre Tiempo Presente e Historia Local puede verse el trabajo de JosŽ Miguel DELGADO
IDARRETA, ÒLa Memoria en la Historia del Tiempo Presente y en la Historia LocalÓ, en Edades.
Revista de Historia, vol. 3, 1998, pp. 105-109.
Desde entonces el Instituto de Estudios Riojanos (IER) ha impulsado una serie de pro-
yectos de investigaci—n relacionados con la Historia del Presente que le han convertido
en uno de los centros de referencia en este campo. Desde un punto de vista editorial los
resultados de esos trabajos se recogen tanto en las publicaciones del Instituto, como en
una colecci—n espec’fica recientemente creada bajo el nombre de Historia del Tiempo
Presente.27
27. El nœmero 1, coordinado por JosŽ Miguel DELGADO IDARRETA, lleva por t’tulo Franquismo
y democracia. Introducci—n a la Historia Actual de La Rioja (Logro–o, IER, 2000). Para los pro-
yectos concretos que se est‡n desarrollando en esa l’nea dentro del IER, vid. la ÒIntroducci—nÓ del
profesor Delgado Idarreta.
28. Una propuesta de este tipo, realizada desde el campo de ciencia, es la de Antonio Fern‡ndez
Ra–ada, ÒLa tensi—n ciencia-humanismo y la modernidadÓ, en M. P. DêAZ BARRADO (coord.),
Historia del Tiempo Presente..., op. cit., pp. 47-61.
talizarse)29. Y esto es algo que adem‡s tiene unas consecuencias retrospectivas, puesto
que la aplicaci—n de las nuevas tecnolog’as a per’odos m‡s remotos tiene resultados
similares. Tomando como ejemplo la reciente y pionera edici—n digital de las obras com-
pletas de MenŽndez Pelayo (que pronto se extender‡ mediante el proyecto ÒPol’grafosÓ
a muchos otros autores de la filosof’a espa–ola), es posible rastrear en cuesti—n de segun-
dos la vasta producci—n bibliogr‡fica de MenŽndez Pelayo para localizar la informaci—n
demandada sobre cualquier aspecto concreto de su obra, de otras obras citadas, relacio-
nes con otros autores o cultivo de ciertos temas30.
Todo esto no son sino ejemplos de algo que todos conocemos cada d’a mejor por-
que estamos inmersos en esta realidad, pero que al mismo tiempo nos exige un entrena-
miento especial (espec’fico) y adicional. ÀQuiŽn no acude hoy al empleo de bases de
29. El proyecto prototipo en Espa–a fue el relativo al Archivo General de Indias en Sevillla. En
una dimensi—n menor y sin una inversi—n tan espectacular (econ—mica y tecnol—gica), pero de gran
utilidad para quienes investigamos sobre la historia del pensamiento en un sentido amplio, comen-
zamos a disponer hoy de archivos digitales muy interesantes como el de la Residencia de
Estudiantes (puede entrarse en la p‡gina http//residencia.csic.es o directamente en http//www.
archivovirtual.org). ƒsta œltima red de archivos digitales cuenta ya con m‡s de 55.000 documen-
tos y 5.000 im‡genes en la red.
30. Vid. Xavier AGENJO BULLîN y Francisca HERNçNDEZ CARRASCAL, ÒLa digitalizaci—n de la
Biblioteca MenŽndez Pelayo: 1» fase. MenŽndez Pelayo y el ÔProyecto Pol’grafosÕÓ, en Bolet’n de
la Biblioteca de MenŽndez Pelayo, LXXV, enero-diciembre 1999, pp. 507-531.
31. De entre los diversos estudios de B. Riego puede verse ÒLas im‡genes como fen—meno cul-
tural y de opini—n pœblica en la primera etapa de la Restauraci—nÓ, en M. SUçREZ CORTINA (ed.),
datos realmente gigantescas merced a las cuales podemos saber en un breve espacio de
tiempo todo lo que se ha escrito sobre una determinada materia? Cada vez se Òvac’anÓ
m‡s revistas incluyendo los textos de los propios art’culos e incluso peri—dicos o hasta
obras, tanto recientes como antiguas32. Uno puede hoy incluso conocer las publicaciones
en las que ha sido citado. Todo ello va transformando, tanto si nos gusta como si no,
nuestra propia forma de hacer (e incluso concebir) la historiograf’a. Aqu’, como en otras
materias, predomina sin embargo la incorporaci—n t‡cita de estas nuevas herramientas
de trabajo antes que la teorizaci—n sobre un uso adecuado de las mismas o el entrena-
miento en tŽcnicas (que las hay, por supuesto) para obtener de la moderna tecnolog’a
todos los resultados que son posibles y que habitualmente s—lo en una peque–a propor-
ci—n somos capaces de explotar.
b) La ÒHistoria oralÓ
Quiz‡ el lugar central dentro de la problem‡tica en torno a las fuentes que el pre-
sente plantea a la historiograf’a estŽ ocupado por las fuentes orales. El cultivo de las
fuentes orales nunca ha estado totalmente ausente en la historiograf’a. Con todo, un hito
en el camino hacia su moderna configuraci—n lo marc— el periodista norteamericano
Allan Nevins en 1948 al crear un centro espec’fico para la conservaci—n y uso de las
fuentes orales en la Universidad de Columbia33. Su importancia desde entonces en el
mundo anglosaj—n ha sido tal que se ha llegado a hablar de una ÒHistoria OralÓ, aquella
Òescrita a partir de la evidencia recogida de una persona viva, en vez de partir de docu-
mentos escritosÓ. As’ la defini— G. Prins al incluirla entre las ÒNuevas perspectivas en la
La cultura espa–ola en la Restauraci—n, Santander, Sociedad MenŽndez Pelayo, 1999, pp. 193-
219. El propio papel resulta un medio insuficiente para plasmar en su plenitud trabajos de este
tipo. La imagen requiere la colaboraci—n de la retina humana para recibir adecuadamente su infor-
maci—n y el modelo est‡tico que el soporte papel le impone limita en buena medida esa funci—n.
Tanto en el Congreso del que form— parte el citado trabajo (diciembre de 1998) como en la expo-
sici—n de su Tesis Doctoral (junio 1998), B. Riego utiliz— una serie de recursos inform‡ticos que
permitieron captar su mensaje adecuadamente. Similares limitaciones acompa–an a otros trabajos
de esta naturaleza como el que P.M. D’az Barrado present— al Congreso de C‡ceres en 1997 (y que
el propio autor advierte en su versi—n escrita), ÒImagen y tiempo presente. Informaci—n versus
memoriaÓ, en Historia del Tiempo Presente..., op. cit., p. 82 y 89. Por contra, todas su riqueza y
su utilidad quedaron de manifiesto en la aportaci—n del propio D’az Barrado al III simposio cele-
brado en octubre del 2000: ÒLa etapa socialista: una memoria visualÓ.
32. Pionero en este sentido y dentro del campo de la historia de la filosof’a (donde curiosa-
mente se est‡n dando muchos ejemplos de esa buena instrumentalizaci—n de la tecnolog’a en favor
de una disciplina t’picamente human’stica), es el proyecto que desde hace unos pocos a–os est‡
desarrollando Gustavo Bueno S‡nchez en Oviedo, bajo el nombre de ÒFilosof’a en Espa–olÓ. A
travŽs de la WEB, se est‡ llevando a cabo toda una recuperaci—n de la filosof’a espa–ola contem-
por‡nea, por el momento en especial de la que es probablemente su parte m‡s desconocida, el siglo
XIX. Sobre este proyecto puede visitarse el lugar http//www.filosofia.net. TambiŽn resulta intere-
sante el proyecto virtual de la Universidad de Alicante: la Biblioteca Cervantes.
33. Vid. Pilar FOLGUERA, C—mo se hace historia oral. Madrid, Eudema, 1994, p. 6.
Historia y Fuente Oral, desde la Universidad de Barcelona ha sido uno de los ejes
clave en la difusi—n y arraigo definitivo de la historia oral en Espa–a. A su lado habr’a
que mencionar el Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de
Madrid y, sobre todo (y con participaci—n del anterior) las Jornadas Historia y Fuentes
Orales que desde 1989 se han ido desarrollando en çvila. Este proceso de instituciona-
lizaci—n se ha ido completando con diversos organismos de car‡cter regional y la recien-
34. ƒse es el tema del libro coordinado por P. BURKE New Perspectives on Historical Writing
(Se tradujo al castellano como Formas de hacer historia. Madrid, Alianza, 1993; ed. inglesa de
1991) en el que se incluy— el estudio ÒHistoria oralÓ de G. Prins (pp. 144-76). Ese mismo a–o lo
public— la revista Historia y Fuente Oral, nœm. 9, pp. 21-43 (citamos por esta edici—n).
35. Ib’dem, p. 22.
36. Vid. ÒLa historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivasÓ, en
Cuadernos de Historia Contempor‡nea, nœm. 20, 1998, p. 70.
37. Vid. la presentaci—n que M. Vilanova (directora) y M». J. Buxo escriben al nœm. 14 (1995),
donde expresan ese Òcompromiso feministaÓ y el prop—sito de sacar a la luz el testimonio de esos
grupos Òno visiblesÓ. El tercer gran objetivo de la revista era fomentar la ÒtransdisciplinariedadÓ,
algo casi inevitable en el uso de las fuentes orales y que se ha hecho m‡s realidad si cabe desde
su nœmero 15, a partir del cual se titula Historia, Antropolog’a y Fuente Oral. La iniciativa de esta
publicaci—n parti— del Seminario que sobre fuentes orales se estableci— previamente en la Univer-
sidad de Barcelona.
te propuesta para una Asociaci—n a nivel Nacional impulsada por Mercedes Vilanova
(presidenta de la Asociaci—n Internacional de Historia Oral)38.
Los avances fruto de estos esfuerzos de divulgaci—n a travŽs de publicaciones,
Congresos e Instituciones han sido considerables. Si en un primer momento la llamada
a la utilizaci—n de las fuentes orales tuvo que lidiar con prejuicios en torno a la subjeti-
vidad de los testimonios orales frente a las fuentes escritas, pronto se impuso la idea de
que el recurso a estas nuevas fuentes por el historiador no pod’a ser ignorado39. No se
trataba ya de la posibilidad de usar fuentes orales como una especie de Òarte menorÓ cul-
tivado por algunos cient’ficos sociales, sino de la necesidad de completar las lagunas
informativas de las fuentes escritas en ese segundo archivoÓ que los protagonistas ofre-
c’an al investigador40. Tanto es as’ que el propio nombre (de origen anglosaj—n) de
Historia oral se hac’a innecesario. Se trata m‡s bien de una historia Òsin adjetivosÓ41. El
uso de fuentes orales no pod’a dar nombre a una historia espec’fica, ya que toda histo-
ria del presente deb’a emplear esas fuentes. Hay que hablar pues de fuentes orales no
como un tipo de historia sino como Òuna tŽcnica espec’fica de investigaci—n contempo-
r‡neaÓ42. Una tŽcnica que se ha ido depurando con el tiempo y que ya se ha aplicado con
Žxito en numerosos casos. A la fase de perfeccionamiento metodol—gico centrada en la
confecci—n de entrevistas, modos de transcripci—n, etc.43, ha seguido en la actualidad otra
m‡s volcada en los resultados, en la aplicaci—n a trabajos hist—ricos concretos mejoran-
do su calidad al aportar una serie de detalles que las fuentes escritas no pueden ofrecer.
38. En octubre (como siempre) del pasado a–o 2000 se celebraron en çvila las VII Jornadas
que tuvieron como tema ÒMemoria e IdentidadÓ. Sobre este proyecto vŽase el pr—logo a Jornadas
ÒHistoria y Fuentes OralesÓ. Historia y Memoria del Franquismo. 1936-1978. çvila, 1994, pp.
11 y 12. Sobre los œltimos proyectos de institucionalizaci—n, vid. M. Vilanova ÒLa Historia pre-
sente...Ó, art. cit., pp. 69-70.
39. Vid. M. VILANOVA ÒLa Historia presente...Ó, art. cit., p. 63. Para la autora este tipo de polŽ-
micas centradas en cuestiones metodol—gicas fue ÒestŽrilÓ y tuvo por resultado el aislamiento de
los promotores de las fuentes orales en un Ògueto inœtilÓ.
40. Vid. G. PRINS, ÒHistoria oralÓ, art. cit., pp. 41 y 42.
41. Tal nombre ha propuesto M. Vilanova. Vid. ÒEl combate en Espa–a, por una Historia sin
adjetivos con fuentes oralesÓ, en Historia y Fuente Oral, nœm. 14, 1995, pp. 95-116.
42. P. FOLGUERA, op.cit., p.7.
43. Sobre los modos de llevarse a efecto estas pr‡cticas vid. el citado libro de Pilar FOLGUERA,
pp. 39-72.
Una idea que ir‡ calando en la historiograf’a y que ser‡ definitivamente consolidada
merced a los trabajos de Pierre Nora a finales de los 7044. Es el mismo autor quien ini-
cia en los a–os 80 la publicaci—n de una serie de volœmenes en torno a ÒLos lugares de
la memoriaÓ que recorre la historia de Francia en busca de los referentes hist—ricos
(desde acontecimientos o personajes hasta s’mbolos e iconograf’a) que conforman la
esencia de la Francia de hoy. Su trabajo se ha convertido en una referencia inexcusable
en los debates posteriores sobre las relaciones entre historia y memoria45. Al margen de
las discusiones sobre esa compleja relaci—n, la memoria se ha convertido en un nuevo
campo, en un objeto de la historiograf’a que poco a poco va sondeando todas sus posi-
bilidades, ya que la propia noci—n de memoria va acompa–ada de otras ideas como el
olvido, la nostalgia, el silencio, la mitificaci—n..., es decir, toda una serie de procesos a
los que cualquier reconstrucci—n hist—rica del recuerdo va dando lugar con el tiempo y
que al historiador toca rastrear46.
44. Vid. Josefina CUESTA (ed.), Memoria e Historia, en AYER, nœm. 32, 1998. En especial el
art’culo de P. NORA, ÒLa aventura de Les lieux de mŽmoire, pp. 17-34 y el de GŽrard NAMER,
ÒAntifascismo y Òla memoria de los mœsicosÓ de Halbawachs (1938)Ó, del que tomamos la infor-
maci—n sobre Holbawschs (p. 35) y de la propia J. CUESTA ÒMemoria e historia. Un estado de la
cuesti—nÓ (de la p. 203 procede la alusi—n a Dupront).
45. Es adem‡s, como sucede con la fuente oral, uno de los elementos del an‡lisis del presente
m‡s t’picamente transdisciplinares. Un ejemplo pr‡ctico de an‡lisis desde la Antropolog’a en A.
MONTESINO GONZçLEZ, ÒLos lugares antropol—gicos de la MemoriaÓ, en A. MOURE ROMANILLO y
M. SUçREZ CORTINA (eds.), De la Monta–a a Cantabria. La construcci—n de una Comunidad
Aut—noma. Santander, Universidad de Cantabria, 1995, pp. 403-431.
46. Un buen ejemplo puede encontrarlo el lector en el trabajo de Omer BARTOV, ÒIntellectual
on Auschwitz: Memory, History and TruthÓ, en History and Memory. Studies in Representation of
the Past, 87-117. El autor se centra en el lugar central que el Holocausto ocupa en la memoria
colectiva europea, de la cual no puede segregarse ni olvidarse por mucho que se intente. La revis-
ta es editada por el Instituto Eva and Marc Besen para el Estudio de la conciencia hist—rica ubi-
cado en la Universidad de Tel Aviv y es buena muestra del auge de este tipo de preocupaciones
dentro de la historiograf’a.
47. Para Nora la memoria es un Òlugar vivido como presente eternoÓ (Les lieux de mŽmoire.
Par’s, Gallimard, 1984, tomo I, p. XVII).
48. Vid. J. CUESTA ÒMemoria e historia...Ó, art. cit., pp. 208-215.
Por esas razones una historiograf’a que pretenda hacer del presente su elemento
central deber‡ definir su idea de presente desde otra perspectiva. Ya no se tratar‡ de que
el tiempo sea realmente presente, sino que lo importante para la historiograf’a es que
49. Vid. su citada ÒPresentaci—nÓ, pp. 13 y 15, para las citas literales.
50. Vid. ÒPrincipios de Historia del Tiempo PresenteÓ, en M. P. DêAZ BARRADO, Historia del
Tiempo Presente..., op. cit., pp. 23, 24 y 28.
51. Vid. ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presente...Ó, art. cit., pp. 42 y 44.
estŽ presente. Adoptar este punto de vista con una m’nima coherencia conlleva otra serie
de cuestiones. La m‡s importante de ellas es la de que el rango del nuevo tiempo hist—-
rico (no en el sentido de pasado, sino como objeto de la historiograf’a) se ampl’a nota-
blemente. Si lo que importa a la Historia del Presente es aquel tiempo que est‡ presente
en cada sociedad en un momento dado, no podr‡ contentarse con el tiempo pasado por-
que el futuro posee una virtud semejante. El futuro como tiempo aœn no es, pero su pr—-
xima llegada crea una serie de expectativas en los individuos que lo hacen presente. En
consecuencia una definici—n rigurosa del tiempo presente as’ entendido debe abarcar
todo tiempo, pasado y futuro.
Los problemas que esta concepci—n del tiempo suscita son variados, adem‡s de
muy complejos. El m‡s obvio de ellos quiz‡ sea el referente a la extendida convicci—n
de que la separaci—n entre presente y pasado es uno de los requisitos indispensables para
la constituci—n de Òun objeto hist—rico no contaminado de intereses pr‡cticosÓ. Es decir,
que debe existir una brecha entre Òproposiciones de hecho y proposiciones de valorÓ.
Este tipo de planteamientos epistemol—gicos son dif’les de sostener, si tenemos en cuen-
ta que todo historiador (como el resto de los mortales, incluidos los pretendidos Òobser-
vadores objetivosÓ que curiosamente renuncian a su condici—n vital de ÒsujetosÓ para
ÒcosificarseÓ de algœn modo) participa de unas determinadas instancia Žticas y pol’ticas
(por no entrar en muchas otras, como nuestro Òlocus socialÓ). En estos tŽrminos ha plan-
teado recientemente la cuesti—n Mar’a InŽs Mudrovcic, quien concluye afirmando que
Òsomos seres hist—ricamente situados y que Žsta constituye nuestra ineludible situaci—n
finita desde la que interpretamos y reinterpretamos el pasadoÓ52. De hecho, nos parece
m‡s peligrosa la pretensi—n de quienes creen poder observar objetivamente el pasado
(desde la segura distancia epistemol—gica que proporciona el tiempo), que la de aquellos
que parten de esta postura consciente de las limitaciones de origen y buscan en otros
mecanismos la v’a para una reconstrucci—n plausible de la Historia.
El otro aspecto del tiempo presente que m‡s controversia ha despertado entre los
historiadores es el cronol—gico. Aunque la definici—n del tiempo presente es indepen-
52. Vid. su art’culo ÒAlgunas consideraciones epistemol—gicas para una ÔHistoria del Presen-
teÕÓ, en Hispania Nova (hispanianova.rediris.es/0306.htm, consultado el 05 de mayo de 2000), 13
pp. Las citas en pp.4 y 11. La cursiva es nuestra.
53. Un balance de esta cuesti—n ha sido presentado por C. NAVAJAS ZUBELDIA en ÒJano vs. Cl’o.
La Historia del Tiempo... FuturoÓ, Actas del II Simposio de Historia Actual..., op. cit., pp. 37-81.
diente a cualquier cronolog’a, carece de fechas fijas de comienzo o final, existe una
necesidad pr‡ctica de concretar cu‡l es el presente. Todos sabemos cu‡l es nuestro tiem-
po, el tiempo vivido, pero tampoco Žste es sin—nimo, sin m‡s, de presente. Como la
clave reside en desentra–ar esa memoria colectiva, ese pasado (o futuro) que se hace pre-
sente en cada sociedad, los historiadores han tratado de desentra–ar nuestro tiempo pre-
sente actual, el presente de la sociedad espa–ola de finales del milenio (un debate sus-
ceptible de repetirse cada cierto tiempo, cada vez que un nuevo tiempo se convierta en
presente de nuestra sociedad). Y la diversidad de opiniones, incluso entre los especialis-
tas del presente, no hace sino confirmar la complejidad de la noci—n de presente. Al
tiempo se confirma la tendencia a converger con la pr‡ctica seguida en otros pa’ses de
equiparar tiempo presente con el posterior a la II Guerra Mundial. En Espa–a el presen-
te podr’a comenzar a–os antes, coincidiendo con el final de la Guerra Civil (que tanto en
la realidad como en la memoria colectiva pudo tener un efecto similar en cierto sentido
al de la Guerra Mundial en otros pa’ses)54. Otros autores han precisado que es el perio-
do de transici—n a la democracia en el que se dan cita las caracter’sticas propias del tiem-
po presente55. Siguiendo esas mismas pautas que exige el presente y prestando especial
atenci—n a las distintas generaciones, su presencia en la sociedad actual, etc., hay quien
sitœa el presente en los a–os finales del franquismo. Los a–os 60 iniciaron una serie de
cambios en Espa–a que forman parte de la experiencia vivida, al tiempo que la memo-
ria hist—rica dominante de la sociedad actual, la de su generaci—n activa56.
54. As’, por ejemplo, Mercedes VILANOVA la hace arrancar de 1936 en su trabajo ÒL«histoire
du temps prŽsent en EspagneÓ, en Ecrire l«histoire du temps prŽsent..., op. cit., p. 89.
55. Para Ar—stegui esa parte final del siglo XX es Òhistoria del presenteÓ. Vid. ÒA–os de una
historia nueva: la historia del presenteÓ, en op. cit., pp. 245-250.
56. La propuesta procede de un buen conocedor (y cultivador) de nuestra historia reciente
como es Abd—n MATEOS. Vid. su art’culo ÒHistoria, Memoria, Tiempo PresenteÓ, en Hispania
Nova (http//hispanianova.rediris.es/991104.htm), 9 pp. La acotaci—n cronol—gica 1959-1989 se
corresponde con los 30 a–os que por tŽrmino medio abarca cada generaci—n (la generaci—n activa
hoy en Espa–a en este caso).
pol’tica, y dentro de cada una de ella una serie casi infinita de subdivisones. Los propios
historiadores se fueron especializando en historia de las religiones, historia del pensa-
miento, de las ideas, de la econom’a, etc. En torno a esos campos convergieron inevita-
blemente especialistas de ambas disciplinas; as’ en historia del derecho hubo historia-
dores y juristas, en la historia de la filosof’a lo mismo o en la econom’a o incluso en la
historia de la ciencia, en la que mŽdicos, qu’micos o f’sicos a veces se han interesado.
La respuesta a esa realidad fue la denominada ÒinterdisciplinariedadÓ que por un tiem-
po ha estado de moda (y no deja hoy de cultivarse). Lo que parece claro es que un his-
toriador, en esa especie de saber de s’ntesis que se pretende, de conocer todos los aspec-
tos de la realidad no podr’a entender el ordenamiento jur’dico y administrativo sin
conocer bien la ciencia del derecho, ni estudiar el funcionamiento econ—mico sin cono-
cer los principios de la ciencia econ—mica. La t—nica cada vez m‡s es que sean especia-
listas de cada disciplina quienes aborden la historia de ese campo (a cuyos trabajos
acude el historiador de un determinado per’odo si quiere ofrecer una visi—n general del
mismo).
En ese caso eran m‡s bien los fil—sofos, literatos, juristas o economistas quienes
lanzaban una mirada retrospectiva para hacer la historia de su propia disciplina (a veces
incluso como una ocupaci—n ÒmarginalÓ dentro de la profesi—n; un historiador del dere-
cho o de la filosof’a o de la econom’a eran parte menor de la profesi—n frente a econo-
mistas, fil—sofos o juristas ÒpurosÓ). El campo predilecto de las otras disciplinas era el
presente, la sociedad actual era su terreno de investigaci—n. Con la arribada de la histo-
riograf’a a este terreno se invierte el proceso, es el historiador el outsider de alguna
forma. Pero algunos historiadores del presente no se han conformado con aportar al an‡-
lisis del presente el mŽtodo m‡s propiamente hist—rico, es decir, la perspectiva hist—ri-
ca, una densidad temporal que aborda el presente como parte de un proceso anterior, de
un continuo en el tiempo, ya que ciertas facetas del presente solo bajo esa perspectiva
hist—rica pueden entenderse bien. Pero adem‡s proponen no ya una interdisciplinariedad
sino una ÒtransdisciplinariedadÓ, algo cercano a la entrada del historiador en esos cam-
pos. As’ como el economista o el fil—sofo que quer’a hacer la historia de su especialidad
deb’a formarse en la historia, conocerla, los historiadores deber‡n tener una adecuada
formaci—n en los campos de otras ciencias sociales. La Historiograf’a ya no puede ir a
cola de las propuestas te—ricas y metodol—gicas de otras disciplinas, sino crear las suyas
propias, ser capaz de aportar por s’ misma elementos de valor al an‡lisis del presente,
adem‡s de compartirlas con aquŽllas, de hacer uso de herramientas comunes.
57. La breve exposici—n que sigue toma como referencia permanente el texto de J. ARîSTEGUI,
ÒEl an‡lisis hist—rico de los social y la naturaleza de la historia del presenteÓ, que es a nuestro jui-
cio donde con m‡s detalle y claridad quedan presentadas las relaciones historiograf’a/sociolo-
g’a/antropolog’a (art. cit.).
Siendo imposible de abordar aqu’ la ingente cantidad de estudios con los que con-
tamos ya sobre el per’odo, podemos centrar nuestra atenci—n brevemenete en tres de
ellos, todos con car‡cter global, dejando al margen los de car‡cter m‡s concreto y local
que permiten quiz‡ mayores posibilidades de utilizar nuevos mŽtodos. Proponemos
58. Quiz‡ quien m‡s haya insistido en marcar estas diferencias haya sido Javier Tussell (por
ejemplo en ÒLa transici—n pol’tica: un planteamiento metodol—gico y algunas cuestiones decisi-
vasÓ, en J. TUSELL y A. SOTO, Historia de la Transici—n y consolidaci—n democr‡tica en Espa–a
(1975-1986). Madrid, Alianza, 1996, pp. 109-121). El estudio m‡s detallado y espec’fico pertene-
ce a Josefina Cuesta, ÒHistoria del Presente y PeriodismoÓ, en M. P. DêAZ BARRADO, Historia del
Tiempo Presente, op. cit., pp. 131-157.
59. Madrid, Plaza & Janes, 1996. En este caso la edici—n en papel no permite acompa–ar al
texto de los materiales audiovisuales que se incluyen en el trabajo tal y como se emitieron en
TVE2 en su momento (y que est‡ disponible en viodecasettes).
60. Madrid, Centro de Investigaciones Sociol—gicas, 1992. En la figura de Cotarelo se funden
adem‡s la imagen del cient’fico social y el analista del presente desde los medios de comunica-
ci—n (particip— durante algœn tiempo en las tertulias radiof—nicas de Honda Cero, programa
ÒProtagonistasÓ).
61. Madrid, Historia 16, 1997 (II vols.). Existe una edici—n en un solo volumen.
Frente a ello hay un an‡lisis que obv’a m‡s lo cronol—gico en cuanto a su desarro-
llo concreto. Se pasa del acontecimiento a las categor’as, a las estructuras y a los gran-
des procesos, a veces incluso tomados un poco atemporalmente porque importa m‡s
crear modelos, analizar comparativamente, etc. El propio Cotarelo afirma en su presen-
taci—n que Òaunque no se ignore que la transici—n es susceptible de un an‡lisis historio-
gr‡fico, en este libro hemos presentado una visi—n politol—gica del fen—menoÓ. Por eso
lo que importa m‡s que la reconstrucci—n de todos los aspectos de la transici—n, o de su
desarrollo pormenorizado en el tiempo es el Òan‡lisis funcionalÓ de Òaspectos espec’fi-
cos del sistema pol’ticoÓ. Como ejemplo de an‡lisis politol—gico podemos tomar el cap’-
tulo escrito por uno de los autores m‡s destacados en este campo, Juan JosŽ Linz. Su tra-
bajo sobre ÒLa transici—n a la democracia en Espa–a en perspectiva comparadaÓ
proporciona una muestra perfecta de este tipo de enfoques62. Para Linz lo importante es
determinar antes que nada el tipo de rŽgimen de partida. Dado que existen diversidad de
reg’menes no democr‡ticos hay que saber desde quŽ tipo de sistema pol’tico se transita
a la democracia. As’ se toma parte en el largo debate sobre el franquismo espa–ol y con
el fin de determinar si se trata de un rŽgimen autoritario, dictatorial personal, militar o
de otro tipo, etc. Por eso lo que m‡s le interesa son determinados rasgos concretos (pol’-
ticos fundamentalmente) que sirven para caracterizar cada rŽgimen. Y todo eso es as’
porque el objetivo es establecer un modelo que a su vez sirva para compararse con las
transiciones sucedidas en otros pa’ses. Se trata, pues, de comprobar si una serie de ele-
mentos clave se producen por igual en cada pa’s, de establecer semejanzas y diferencias,
por ejemplo, entre el caso portuguŽs y el espa–ol o el entre Žste y el chileno.
Lo que se deduce del pasaje que acabamos de transcribir es que la propia historio-
graf’a contempor‡neista no ha renunciado nunca en Espa–a al estudio del presente, en el
sentido de pasado m‡s pr—ximo al historiador y de hecho ha canalizado a travŽs de sus
organismos la investigaci—n y difusi—n tales estudios. El ÒayerÓ, entendido en ese senti-
do cercano en el tiempo, es parte del presente, parte de nuestro tiempo, del tiempo que
vivimos o como queramos expresarlo. Es m‡s, no parece que haya motivos suficientes
para considerar anclada en el pasado remoto al conjunto de una profesi—n que en una
representativa parte de la misma, como la que pertenece a la AHC, no excluye el pre-
sente como ‡mbito cronol—gico de la historiograf’a; que tampoco hace caso omiso de
algunas de las herramientas te—ricas y metod—logicas m‡s importantes para abordar ese
presente, como son la Memoria, las fuentes Orales o la Imagen y probablemente en el
futuro otras muchas, a medida que se vayan configurando con m‡s o menos solidez. No
nos parece, en consecuencia, que exista una contradicci—n, ni antagonismo alguno entre
la historia contempor‡nea y la del presente tal y como las propuestas realizadas desde
este œltimo ‡mbito parecen dar a entender al adjetivar como Òcl‡sicoÓ o ÒtradicionalÓ el
63. La cita puede encontrase en la p‡gina interna de cualquier nœmero de la revista. Los mono-
gr‡ficos citados corresponden respectivamente a los nœmeros 15 (1994), 24 (1996) y 32 (1998).
64. La Espa–a del siglo XIX. Barcelona, Editorial Laia, 1974 (3» ed.), tomo 1, pp. 11-12.
Adem‡s, sab’a que era un Òterreno disputado por historiadores, economistas, poli-
t—logos, soci—logos, dem—grafos y periodistasÓ. Frente a todos ellos, sin embargo, Tu–—n
destaca la posible aportaci—n de los historiadores, que deben sobre todo situar la transi-
ci—n Òen el trend secularÓ, preguntarse por el significado de la transici—n democr‡tica
para la historia de Espa–a. De esa forma se relacionar’a tiempo corto, coyuntura (la tran-
sici—n) con la larga duraci—n (historia de la Espa–a del siglo XX) como complementa-
rios antes que incompatibles. Por esa relaci—n es posible identificar en la propia transi-
ci—n la participaci—n de temas y cuestiones propios del siglo XX espa–ol, como la
din‡mica modernizaci—n/tradici—n, el origen y ejercicio del poder y su legitimidad, etc.
No debe, por tanto, menospreciarse un testimonio como Žste en el que se pone de mani-
fiesto que en teor’a y en la practica los historiadores contemporaneistas conoc’an los
retos del presente para la historiograf’a y los abordaron sin ningœn prejuicio. La calidad
del trabajo muestra adem‡s c—mo historiadores de diferentes campos son capaces de
analizar el tiempo presente con eficacia (en este caso concreto adem‡s de Tu–—n, J.L.
Garc’a Delgado, Santos Juli‡, JosŽ Carlos Mainer y J.M» Serrano Sanz)66.
Otro caso que deseamos se–alar es diferente en muchos sentidos, pero tambiŽn es
representativo de lo que pretendemos mostrar aqu’. Se trata de la Historia Ilustrada de
Espa–a, cuyo volumen 10 est‡ realizado por historiadores tan Òcl‡sicosÓ (en el sentido
positivo descrito) como Ubieto, Regl‡, Jover o Seco Serrano. El t’tulo del mismo es
ÒNuestro tiempo, 1931-1995Ó. Y desde luego, por la edad de todos los autores no hay
duda de que es su tiempo, tanto como para Hobsbawm el corto siglo XX pod’a ser el
suyo. Por tanto, Àd—nde est‡ la gran oposici—n de los historiadores contempor‡neos cl‡-
sicos a abordar la historia del presente en su sentido de tiempo propio, tiempo cercano
o tiempo vivido? No la hay de hecho. Otra cosa es que no se adscriban a una corriente
determinada de afrontar ese presente, o que no compartan algunas de las implicaciones
de esa perspectiva.
As’, lo que parece es que la historiograf’a de los œltimos a–os ha conocido la con-
figuraci—n de nuevas perspectivas: desde la historia de lo cotidiano, la historia local, la
historia comparada, la historia oral, la historia de gŽnero... o la historia del tiempo pre-
sente. ƒsta œltima ha encontrado problemas al pretender conformarse como disciplina
historiogr‡fica propia, al margen de la contempor‡nea69. Algo cada vez m‡s dif’cil ya
que la historia contempor‡nea no ha renunciado a incorporar como herramientas ade-
cuadas para mirar al tiempo pasado m‡s reciente muchos de los elementos que la histo-
ria del presente hace constitutivos y definitorios de su naturaleza, las fuentes orales, la
cr’ticas desde la Historia del Presente en la actualidad van m‡s dirigidas a la forma de estudiar el
presente que al rechazo de los historiadores a ocuparse de un tiempo presente. Asumido que ya la
Historia Contempor‡nea se ocupa aqu’ y all‡ del tiempo m‡s reciente, se le demanda que lo haga
de acuerdo a unas pautas metodol—gicas nuevas, diferentes a las utilizadas para el an‡lisis de otras
etapas cronol—gicas precedentes. De la misma forma que los historiadores superaron en seguida
cualquier reticencia cronol—gica con respecto al presente, con semejante prontitud se van acos-
tumbrando al empleo de una renovada metodolog’a.
Como muestra de que entre los trabajos as’ realizados y los que sobre el mismo per’odo (y obje-
tivos similares, en este caso un manual de orientaci—n universitaria) han sido confeccionados
desde una orientaci—n acorde a la Historia del Presente, propongo el ejercicio pr‡ctico de cotejar
el relato que de la transici—n pol’tica se hace en una de las historias generales aqu’ ya citadas (la
de Labor, por ejemplo) y la editada por C‡tedra bajo el t’tulo Historia de Espa–a. Siglo XX, 1939-
1996. El amplio cap’tulo redactado por J. Ar—stegui (pp. 245-362) para este œltimo no se diferen-
cia sustancialmente del equivalente que podemos encontrar en otro lugar, o de los trabajos que
Tusell ha escrito sobre la misma cuesti—n, salvo por la introducci—n, en la que Ar—stegui se ocupa
de la Historia del presente (pp. 245-250). AteniŽndonos al texto en su conjunto ser’a casi imposi-
ble distinguir dos perspectivas diferentes, la propia de la Historia Contempor‡nea y la de la
Historia del Presente. Curiosamente la obra que m‡s se puede acercar a una Historia del Presente
de la Transci—n democr‡tica es la editada por PLAZA & JANES, Espa–a. Nuestro siglo. Texto,
im‡genes y sonido. 1975-1985, que apareci— en fecha tan temprana como 1986. Tanto en los
medios empleados (el sistema Sonobox permite al lector disponer de una autŽntica fonoteca junto
a texto e im‡genes), como en el planteamiento se recogen algunos principios clave para una
Historia del Presente. El director del volumen, el recientemente fallecido Pedro La’n Entralgo,
escribe en la ÒIntroducci—nÓ que se trata de abordar Òel presente en que se existeÓ como una etapa
Òentre el pasado de que se proviene y el porvenir a que parece apuntar. En definitiva, trata de plas-
mar en la obra: Òmi idea de la Espa–a en que vivo, viŽndola como resultado de nuestro pasado
reciente Ðpor tanto, de nuestro total pasado- y como camino hacia la Espa–a en que mis hijos y
mis nietos puedan vivirÓ. Lo cierto es que falta aœn una monograf’a ÒmodeloÓ de Historia del
Presente para el caso espa–ol (al estilo de algunas obras francesas ya mencionadas).
69. El propio Ar—stegui escribi— recientemente que Òno existe como disciplina claraÓ y que Òno
hemos sido capaces de construirlaÓ y lo riesgos que ello supone para el futuro de la Historia del
Presente (ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presenteÓ, art. cit., p. 32). Y Rodr’guez de las Heras
ha atribuido los ÒtraspiŽs y desorientaci—nÓ de la Historia del Presente a su fase aœn embrionaria
y a la falta de una teor’a m’nima que pueda sostenerla como disciplina (ÒPrincipios de Historia del
Tiempo PresenteÓ, art. cit., p. 23). Una situaci—n muy similar a la que ha experimentado la Historia
del Presente en otros lugares donde tambiŽn se reconoce que Òtodo queda por hacerÓ (vid. lo que
A. CHAVEAU Y PH. TƒTARD escrib’an a la altura de 1992 Ðcon m‡s a–os de vagaje y mayores resul-
tados que en el caso espa–ol- en la introducci—n a Questions ˆ l«Historie du temps prŽsent.
Bruselas, Complexe, pp. 11 y 12).
memoria, la imagen... Los contemporaneistas, sin dejar de serlo, pueden ser los histo-
riadores de su propio tiempo, los historiadores del presente. Y de hecho lo est‡n siendo.
Los historiadores posteriores podr‡n cultivar otra historia (quiz‡ entonces llamada toda-
v’a contempor‡nea como per’odo cronol—gico) de ese per’odo ya no como presente, sino
como pasado. Para hacer historia del presente tendr‡n que mirar a su propio tiempo y
siempre que lo hagan de acuerdo a determinadas pautas, utilizando una metodolog’a
espec’fica tal y como la define la Historia del Presente, har‡n historia del presente. Una
vez inaugurada no parece que vayan a faltar nunca historiadores contemporaneistas dis-
puestos a cultivar este nuevo enfoque historiogr‡fico, a adoptar la perspectiva presen-
tista para escribir la historia del tiempo en que vivan. La Historia del Presente es posi-
ble, es adem‡s una pr‡ctica cada vez m‡s habitual y es seguro que los historiadores
seguir‡n haciŽndolo en su futuro. Cada vez mejor, con mayor base te—rica, con metodo-
log’a m‡s depurada gracias a los esfuerzos hechos desde la Historia del Presente y al
conocimiento que de su naturaleza, sus propuestas y sus objetivos va calando entre los
historiadores.
CONCLUSIONES
Al margen del grado de consenso que haya suscitado o de las imperfecciones con
que se haya constituido, el debate en torno al presente se ha insertado en el coraz—n
mismo de la historiograf’a actual en diversos pa’ses, entre ellos Espa–a. Hoy asistimos
todav’a a su desarrollo y su resoluci—n definitiva parece aœn lejana. Prescindiendo de
cu‡l sea su final, hasta ahora los esfuerzos de la historiograf’a para ampliar su espectro
cronol—gico de trabajo desde el pasado remoto hasta el pasado m‡s reciente y para plan-
tear una forma espec’fica de analizar ese pasado como presente, ha dejado en su cami-
no algunos frutos de incuestionable valor.
de la Historia del Presente en Espa–a parece poco esperanzador. Es probable que asista-
mos a la misma presencia raqu’tica que otras propuestas como el llamado Ògiro lingŸis-
ticoÓ han tenido en la historiograf’a espa–ola. Los historiadores casi con toda seguridad
seguir‡n la m‡s c—moda senda del cultivo directo de la historia presente sin necesidad
de afinar antes sus instrumentos. El tŽrmino llamado a arraigar es el de Historia Actual.
Con el tiempo Žste ser‡ el per’odo cronol—gico iniciado tras la II Guerra Mundial (tras
la guerra civil en el caso espa–ol) y los contemporaneistas dedicados al estudios del siglo
XX se convertir‡n en los actualistas en el futuro. La Historia del Presente siempre ser‡
posible, pero acabar‡ confundiŽndose con la Historia del mundo actual, con un simple
per’odo cronol—gico, justamente lo contrario que se pretend’a. Pero as’ lo aprender‡n los
estudiantes y as’ lo cultivar‡n la mayor parte de los historiadores. Se har‡ historia del
presente, pero no siempre de acuerdo con las pautas (no con todas) marcadas por la
Historia del Presente.
El presente est‡ ganado para la historiograf’a, pero no como Òcoto privado de cazaÓ.
Polit—logos o periodistas seguir‡n poniendo su punto de mira sobre las mismas presas,
pero cada uno utilizar‡ sus propias armas. Pero mientras Žstas no se pongan al descu-
bierto, mientras no se muestren con claridad la mayor’a del pœblico encontrar‡ dificul-
tades para diferencia a unos y otros. Los periodistas seguir‡n ejerciendo de historiado-
res y a los historiadores les (nos) llamar‡n periodistas (sus propios compa–eros,
incluso). La m‡quina del presente funciona a toda velocidad y demanda an‡lisis y expli-
caci—n desde todos sus ‡ngulos. La Historia del Presente representa uno de ellos. Algo
se ha logrado.