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REVISTA DE HUMANIDADES
No.24 enero-junio 2016 ISSN 1794-2489 - E-ISSN 2011-2742
Contra el Olvido
Bogotá
Tabula Rasa No.24 Pp.1-424 enero-junio 2016 ISSN 1794-2489
Colombia
145 El petróleo es el excremento del diablo. Demonios, satanes y herejes en los extractivismos
Oil is devil’s feces. Demons, satans and heretics in extractivisms
O petróleo é o excremento do diabo. Demônios, satãs e hereges no extrativismo
Eduardo Gudynas
Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), Uruguay
Desde el Ático
191 Anti-racismo y discurso científico para las masas (1948-1960). Reflexiones en torno
de la «divulgación»
Anti-racism and scientific discourses for the masses (1948-1960). Reflections upon
“popularization”
Antirracismo e discurso científico para massas (1948-1960). Reflexões em torno da
«divulgação»
Ana Grondona
Conicet-Universidad de Buenos Aires, Argentina
Claroscuros
243 Referencias cosmogónicas y prácticas del buen vivir según el pensamiento de los wayú
de Manaure (La Guajira, Colombia)
Cosmological references and good living practices in Manaure (Guajira, Colombia) Wayú’s
thinking
Referências cosmogônicas e práticas do bom viver segundo o pensamento dos wayú de Manaure
(La Guajira, Colômbia)
Liceth Elisa Díaz Pushaina
Universidad de San Buenaventura, Colombia
Ernell Villa
Universidad de la Guajira, Colombia
Wilmer Villa
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia
263 «Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en
el Valle del Cauca
“It got out of hand” —Businessmen’s memories on armed conflict in Valle del Cauca
“Saiu das nossas mãos...”. Memórias de empresários sobre o conflito armado no Valle del Cauca
Luis Fernando Barón
Universidad Icesi, Colombia
Palestra
381 Urdimbre sobre la universidad en la mercantilización del saber: Paul Ricoeur, Jacques
Derrida, Boaventura de Sousa Santos
Warping on knowledge commoditization at university —Paul Ricœur, Jacques Derrida,
Boaventura de Sousa Santos
A trama sobre a Universidade na mercantilização do saber: Paul Ricoeur, Jacques Derrida,
Boaventura de Sousa Santos
Jorge Eliécer Martínez Posada
Universidad de La Salle, Colombia
Constanza Abadía García
Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), Colombia
Leonardo Montenegro
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
Reseña
Todos los artículos de esta publicación son producto de investigaciones originales (teóricas o
empíricas). / All articles in this publication are the result of original (theoretical or empirical) research.
/ Todos os artigos de esta publicação são produto de pesquisas originais(teóricas o empíricas).
Teología de los extractivismos.
Introducción a Tabula Rasa Nº 24
Eduardo Gudynas1
ID ORCID: orcid.org/0000-0002- 5151-9406
Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), Uruguay
egudynas@gmail.com
Resumen:
Los extractivismos se han convertido en actos de fe inmunes a la evidencia de sus
efectos negativos. Por lo tanto en este artículo se exploran brevemente los componentes
de una teología política de los extractivismos, entendida como las narrativas sagradas,
motivos y formas «litúrgicas», usadas para establecer, legitimar y fundamentar estrategias
extractivistas. Finalmente, se presentan varios artículos que abordan distintas facetas de la
problemática de la fe y la religiosidad en los extractivismos.
Palabras clave: teología política; extractivismos; desarrollo
1
Investigador en el Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), Montevideo. Integrante del Sistema
Nacional de Investigadores de Uruguay; investigador asociado del departamento de Antropología, Universidad
de California, Davis. Profesor Arne Naess 2016 en ambiente y justicia global, Universidad de Oslo.
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El video documental de ese desfile está disponible en https://www.youtube.com/watch?v=D9DsiXxxLQI
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Celebración y festejo extractivista: desfile militar con el primer barril de petróleo en las
avenidas de Quito (1972). Fotografía de Luis Mejía.
Ese tipo de liturgias están presentes en la actualidad. Otro caso impactante tuvo
como protagonistas al presidente de Bolivia, Evo Morales, ministros y autoridades,
en los festejos de un nuevo yacimiento petrolero que permitiría triplicar las reservas
de crudo del país (junio de 20155). En un momento de la celebración, Morales en
un estrado ubicado en ese campo petrolero, y de frente a los asistentes, sonriente,
levantó triunfante un pequeño matraz
5
Véase: «Bolivia triplica sus reservas de transparente que permitía ver el negro
hidrocarburos líquido»s, Correo del Sur, Sucre, 19 de
junio, 2015. Recuperado de http://correodelsur. crudo en su interior. Es sobrecogedor
com/economia/20150619_bolivia-triplica-sus- que el sentido y la estética del acto
reservas-de-hidrocarburos-liquidos.html
se asemejara a las misas católicas: así
como el sacerdote eleva el cáliz con el vino y llama a la oración, Morales alzaba el
matraz con petróleo para adorarlo y celebrarlo.
En otro momento de ese mismo festejo, el presidente y otras autoridades se
pararon al pie de un gran oleoducto. Abrieron una de las válvulas, y el petróleo
se derramó hacia el suelo a la vista de los asistentes. El presidente Morales mojó
sus manos en el crudo, e inmediatamente la alzó, estampándola en los cascos que
están en las cabezas de varias autoridades. Esas autoridades recibían esa bendición
sonrientes y con la cabeza inclinada. Toda la dinámica de la escena por momentos
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principales patologías son señaladas. Esta es una crítica a los mitos económicos
alrededor de los extractivismos que es particularmente relevante ya que se hace
desde dentro, a partir de los testimonios de un economista.
Mirta Antonelli, docente en la Universidad de Córdoba, parte del caso de un
emprendimiento minero en Argentina, para describir la religión y el culto a la
megaminería. Estamos ante una verdad dogmática sostenida en el misterio de
la fe. Detalladamente analiza los discursos extractivistas como generadores de
creencias y valores, y que a la vez imponen controles. Se aborda, además, algunos
de los rituales de legitimación, como los de la minería responsable.
Rocío Silva Santisteban, una conocida docente y activista peruana, examina los
discursos extractivistas y las prácticas de represión a quienes se oponen a esos
emprendimientos. En su artículo, describe el «sentido común» que los sustentan
y los mitos que se derivan de ellos, tales como la ausencia de impactos en la
megaminería. Esas posturas crean la imagen del «antiminero», revistiéndolo de
atributos negativos, tales como ser ignorantes o atrasados, y llegan al extremo de
concebirlos, con una mezcla de asco y temor, como «perros».
Camila Joselevich, desde la UNAM (México), también se basa en un caso de
minería en Perú, y siguiendo otro recorrido recala en la imagen del «antiminero».
En su examen apela a fuentes cristianas primigenias para mostrar cómo la defensa
del extractivismo minero crea la imagen de los «antimineros» como herejes para
el orden del desarrollo convencional.
Ramón Grosfoguel, desde la Universidad de California, Berkeley, usa la categoría de
extractivismo para referirse a uno de tipo epistémico y ontológico. En esa tarea aborda
los aportes de la indígena canadiense Leanne Betasamosake Simpson, en diálogo
con la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui y el ecuatoriano Alberto Acosta. Además,
comparte una crítica a algunas teorías decoloniales muy conocidas en nuestra región.
Finalmente, mi artículo examina otras facetas de la teología que mantiene y reproduce
los extractivismos. Se parte de la conocida sentencia que califica el petróleo como
«excremento del diablo», para preguntarse qué pasaría si eso fuese cierto. Es así que
se comparte un ejercicio donde, a partir de diferentes concepciones del Diablo y
Satán, se trazan las correspondencias con los extractivismos actuales en América
Latina. Esto permite describir la defensa religiosa y dogmática de esas estrategias.
Las alternativas a ese orden, o sea las opciones postextractivistas, requieren romper
con esos dogmas de fe, y por lo tanto, instalar un nuevo tipo de herejías.
Estoy muy agradecido con todos los autores por sus esfuerzos e interés en
participar en esta colección de artículos. De la misma manera, es indispensable
compartir un especial reconocimiento a Leonardo Montenegro por todo su apoyo
y la infinita paciencia en permitir que esta colección de escritos viera la luz.
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Bibliografía
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Rist, G. (2002). El desarrollo: historia de una creencia occidental. Madrid: Catarata.
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Maldiciones, herejías y otros milagros
de la economía extractivista1
Alberto Acosta2
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-8866-9264
FLACSO, Ecuador
alacosta48@yahoo.com
Recibido: 21 de octubre de 2015 Aceptado: 22 de abril de 2016
Resumen:
Se abordan aspectos clave de las economías extractivistas las que se expresan como una
teología basada en la religión del crecimiento económico. Se recuerdan sus determinantes
históricos en la Ilustración a las políticas más recientes de tipo neoliberal. Estas corrientes
defienden programas de libre mercado en sus declaraciones aunque sus prácticas
son otras, y no consideran dimensiones como las sociales y ambientales. Esto resulta
en una paradoja de una maldición de países que son ricos en recursos naturales pero
siguen siendo pobres desde el punto de vista del desarrollo. Se analizan las distorsiones
por las cuales las economías extractivistas desembocan en varias «enfermedades» y se
dan ejemplos latinoamericanos. Esto incluye procesos tales como la dependencia de
capital y tecnologías, la mentalidad mono exportadora y la subordinación a mercados
globales. Se generan intercambios desiguales, en lo comercial como en lo ecológico. Las
comunidades locales sufren graves impactos sociales y ambientales, y distintas violencias
que incluyen violaciones de los derechos humanos y de la naturaleza. Por estas y otras
vías, los extractivismos generan una cultura del milagro y prácticas que consideran que las
críticas son herejías, todo lo cual amenaza la democracia.
Palabras clave: extractivismo Maldición de la Abundancia economía desarrollo
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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«Esa es la paradoja eterna - los pobres viven en naciones que son ricas por
la generosidad de la naturaleza».
José Cecilio del Valle, 1830
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para ampliar los mercados domésticos, desaparecen si los países vecinos producen
similares materias primas, compiten entre sí y deprimen sus precios de exportación
en vez de encadenar en un solo bloque sus procesos productivos.
Casi complementando lo anterior, no se dio, ni se da un encadenamiento
que potencie nuevas líneas productivas incluso desde las propias actividades
extractivistas. No hay el desarrollo de conglomerados productivos, ni para el
mercado interno, ni para ampliar y diversificar la oferta exportable.13 Tampoco
hay una mejor distribución del ingreso, ni los necesarios ingresos fiscales. Y no
sólo eso, pues esta modalidad de acumulación (capitalista) orientada en extremo
hacia afuera fortalece un esquema cultural dependiente del exterior, que minimiza
o definitivamente margina las culturas locales.
Eso no es todo. Recurriendo a la simple lógica, es imposible aceptar que todos
los países productores de bienes
13
Tal es la ausencia de un proceso interno de
encadenamiento que, por ejemplo en el caso primarios similares -que son muchos-
ecuatoriano (país petrolero) se llega a la aberración crezcan esperando que la demanda
de importar crudo ligero para su procesamiento
en la principal refinería del país, la cual fue internacional sea suficiente y sostenida
rehabilitada sin tomar en cuenta la calidad del para garantizar ese crecimiento. Aquí
crudo que el país actualmente extrae.
el control real de las exportaciones
nacionales depende de los países centrales, aun cuando no siempre se registren
importantes inversiones extranjeras en actividades extractivistas. Incluso muchas
empresas estatales de economías primario-exportadoras (con la anuencia de los
respectivos gobiernos, por cierto) parecerían programadas para reaccionar solo a
impulsos foráneos. Y no solo eso, pues sus operaciones con frecuencia producen
tan o más graves impactos socio-ambientales que las empresas transnacionales.
Es el accionar de empresas transnacionales y estatales, bajo una misma lógica
motivada por la demanda externa, la que influye decididamente en las economías
primario-exportadoras.
Debido a estas condiciones y a las características tecnológicas de las actividades
extractivistas como la petrolera, minera o monocultivos, no hay una masiva
generación directa de empleo. El procesamiento de dichas materias primas en
los países industrializados es el que demanda una mayor cantidad de cantidad
de mano de obra, no su extracción. Esto explicaría también la contradicción de
países ricos en materias primas donde, en la práctica, la masa de la población
no tiene empleo o cae en el subempleo y, por consecuencia, está empobrecida.
Mientras que en los países ricos la producción industrial se orienta al consumo
de masas, en los países pobres casi siempre está direccionada al consumo de élites
que, encima, consumen una gran cantidad de productos importados.
Dentro de los países extractivistas, las comunidades en cuyos territorios o
vecindades se realizan estas actividades sufren varias violencias socioambientales.
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peces) muchas veces delega parte sustantiva de las tareas sociales a las empresas
petroleras o mineras, abandona —desde la perspectiva convencional del
desarrollo— amplias regiones (tal como se ha visto en la Amazonía ecuatoriana).
Y en estas condiciones de «desterritorialización» del Estado, se consolidan
respuestas propias de un Estado policial que reprime a las víctimas del sistema al
tiempo que declina el cumplimiento de sus obligaciones sociales y económicas.
En estas economías petroleras o mineras de enclave se configura una estructura y
dinámica políticas voraces y autoritarias. Su codicia, particularmente en los años de
bonanza, se plasma en un aumento muchas veces más que proporcional del gasto
público y sobre todo una discrecional distribución de recursos fiscales, tal como
aconteció en el Ecuador de los años setenta o años después con el gobierno de la mal
llamada «revolución ciudadana»; el caso venezolano es nuevamente paradigmático.
Este ejercicio político —especialmente en un boom exportador— se explica
también por el afán de los gobiernos de mantenerse en el poder y/o por su intención
de acelerar varias reformas estructurales que asoman desde su perspectiva como
indispensables para transformar sociedades consideradas atávicas (desde la todavía
dominante visión de la colonialidad, que margina y reprime los conocimientos
y prácticas ancestrales). Este incremento del gasto y las inversiones públicas es
también el producto del creciente conflicto distributivo que se desata entre los
más disímiles grupos de poder. Como reconoce Jürgen Schuldt:
se trata, por tanto, de un juego dinámico de horizonte infinito derivado
endógenamente del auge. Y el gasto público —que es discrecional—
aumenta más que la recaudación atribuible al auge económico (política
fiscal pro-cíclica).
Este «efecto voracidad» provoca la desesperada búsqueda y apropiación abusiva
de parte importante de los excedentes generados en el sector primario-exportador.
Ante la ausencia de un gran acuerdo nacional para manejar estos recursos
naturales, sin instituciones democráticas sólidas (que sólo pueden construirse
con una amplia y sostenida participación ciudadana), sin respetar los Derechos
Humanos y de la Naturaleza, aparecen en escena diversos grupos de poder no-
cooperativos desesperados por obtener una tajada de la renta minera o petrolera.
Además, como consecuencia de la apertura de amplias zonas boscosas provocada
por las actividades mineras o petroleras, surgen otras actividades extractivistas que
provocan, a su vez, graves problemas ambientales y sociales, como las madereras
o plantaciones para monocultivos.
En la disputa por la renta de los recursos naturales intervienen, sobre todo, las
empresas transnacionales y sus aliados criollos, la banca internacional, amplios
sectores empresariales y financieros, incluso las Fuerzas Armadas, así como algunos
segmentos sociales con incidencia política. Igualmente obtiene importantes
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• Débiles instituciones del Estado que hagan respetar las normas y fiscalicen las
acciones gubernamentales.
• Ausencia de reglas y de transparencia que alientan la discrecionalidad en el
manejo de los recursos públicos y los bienes comunes.16
• Conflicto distributivo por las rentas entre grupos de poder, lo que —a la larga,
al consolidar el rentismo y patrimonialismo— disminuye la inversión y el
crecimiento económico.
• Políticas cortoplacistas y poco planificadas de los gobiernos.
Además estos gobiernos presidencialistas, que atienden clientelarmente las
demandas sociales, son el caldo de cultivo para nuevas formas de conflictividad
sociopolítica. Esto se debe a que no se aborda estructuralmente las causas de
la pobreza y marginalidad. Igualmente los significativos impactos ambientales
y sociales, propios de estas actividades extractivistas a gran escala, aumentan la
ingobernabilidad, lo que a su vez exige nuevas respuestas represivas17.
En la medida en que se carezca de una adecuada institucionalidad, los costos
ambientales, sociales, políticos e incluso económicos (relacionados al uso de la fuerza
pública) necesarios para controlar los enfrentamientos que, por ejemplo, la minería
a gran escala o la actividad petrolera provocan, no serán nada despreciables. Además
habrá que anticipar el efecto de esta inestabilidad social casi programada sobre otras
actividades productivas en las zonas de influencia minera. Todo esto demanda de los
gobiernos extractivistas, independientemente de su filiación ideológica discursiva,
respuestas —autoritarias— que frenen la disidencia.
En Colombia el presidente Juan Manuel Santos recurrió a una figura como
«la locomotora minera» en cuanto símbolo para arrastrar a su país, a través de
la minería, al ansiado «desarrollo»; atropellando cualquier intento de crítica, se
entiende. En Bolivia, su vicepresidente Álvaro García Linera, con un discurso
cargado de agresiones e insultos, carente de argumentos, no dudo en tildar a
los críticos del extractivismo de «troskistas verdes». Algo similar acontece con el
presidente ecuatoriano Rafael Correa que califica a los contrarios a las actividades
extractivas como «ecologistas o indigenistas infantiles». Correa aseveró incluso que
16
Entiéndase como bienes comunes aquellas «redes de la vida que nos sustenta. Son el aire, las semillas, el
espacio sideral, la diversidad de culturas y el genoma humano». Es decir, «los bienes comunes, entonces,
son los espacios, lo tejido por la sociedad, los artefactos, los eventos y las técnicas culturales que -en sus
respectivos límites- son de uso y goce común, como el pozo de un pueblo, el manejo de un espacio como
una plaza pública urbana, una receta, un idioma o el saber colectivo compartido en Internet» ( Helfrich,
2008). ¿Llegaremos a ver al Yasuní-ITT como un bien común de toda la humanidad?
17
Al analizar este tipo de situaciones, Michael Ross concluye «he encontrado que un incremento de un
punto porcentual en la dependencia de recursos —medida por el cociente de exportaciones primarias
respecto al PIB— lleva aproximadamente a un incremento del 8% en la probabilidad que se geste un
gobierno autoritario» ( Ross, 2003).
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Sin pretender agotar el tema, sobre todo por la falta de espacio, aquí apenas se
puntualizan algunos elementos que deberían ser considerados en una política
económica de transición:
• Desligarse de la adicción al crecimiento económico, valorándolo solo cuando las
historias ambiental y social del mismo sean positivas. Con nuevos indicadores
y nuevos conceptos habrá que transitar en este proceso de reinvención del
mundo fuera de la modernidad imperante.
• Impulsar una real redistribución de la riqueza y de los ingresos, teniendo
como herramientas clave la política tributaria progresiva, la redistribución de
la tierra y el agua, la eliminación de la financiarización y la especulación de la
economía, etc.
• Asegurar la mayor participación de la sociedad en las rentas que se obtienen
de la Naturaleza en la fase de transición, es decir mientras se mantengan las
actividades extractivistas. Recursos que deberán ser canalizados para financiar
las transformaciones productivas indispensables,
• Elaborar y poner en marcha una concepción estratégica de país para intervenir
en el mercado mundial, lo que demanda, por un lado, una integración regional
autónoma, y, por otro, la configuración de mercados domésticos orientados a
satisfacer las necesidades de la población.
• Dar paso a una transformación de la matriz productiva disminuyendo la
dependencia del sector primario de la economía y reduciendo la heteregoneidad
estructural del aparato productivo. El sector exportador debe estar subordinado
al resto de la economía, no al revés.
• Propiciar esquemas de consumo más suficientes y más autosustentables en
línea con la búsqueda del Buen Vivir. En este destaquemos la necesidad de
reinvetar las ciudades, transformados en verdaderos monstruos que sofocan la
vida humana y de la Naturaleza.
• Fomentar el uso y el desarrollo de tecnologías orientadas a servir a los seres
humanos, no a la acumulación del capital. La convivialidad tecnológica, como
la que propuso Ivan Illich, es una reflexión para considerar.
• Dar paso, entre muchos otros aspectos clave a la construcción de una
estrategia que viabilice la soberanía alimentaria (no confundir con seguridad
alimentaria), así como una transición energética orientada a un uso eficiente
de los recursos renovables.
En síntesis, para resolver estructuralmente la inequidad y la desigualdad, y para
reencontrarnos con la Naturaleza, se precisa un cambio de la modalidad de
acumulación primario exportadora, lo que implica dar paso al postextractivismo
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Bibliografía
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Alberto Acosta
Maldiciones, herejías y otros milagros de la economía extractivista
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Del pueblo elegido y el maná escondido.
La minera en San Juan (Argentina)1
Mirta Alejandra Antonelli2
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-3677-3171
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
mantonel@gmail.com
Recibido: 22 de noviembre de 2015 Aceptado: 25 de marzo de 2015
Resumen:
Este artículo aborda el desastre ambiental provocado en la mina Veladero, que explota
la canadiense Barrick Gold, como implosión del núcleo duro del modelo de la mega-
minería metalífera en Argentina, que ha tenido como «religión y culto» a la cordillerana
provincia de San Juan. Se analiza aquí la narrativa promesante que sostienen los discursos
dominantes, aquellos que conforman un dispositivo de control de mundos posibles para la
generación de creencias, ideas, valores. Desde una perspectiva sociodiscursiva y biopolítica,
focaliza en algunas macro estrategias de legitimación y rituales de consagración, con
especial énfasis en aquellos que tributan a consolidar el carácter absoluto y refractario de
la «minería responsable», así como a mantener la vigencia de la poderosa invención global
del «desarrollo sustentable» en tanto verdad dogmática, misterio de fe.
Palabras clave: biopolitica, mega-mineria, estrategias retóricas y rituales, doctrina.
On the chosen people and hidden mana. The mining company at San
Juan (Argentina)
Abstract:
This article discusses the environmental disaster caused in the Veladero mine, which
operates Canada’s Barrick Gold, as implosion of the core model of the mega-metalliferous
mining in Argentina, which has had the “religion and belief ” to the mountainous province
of San Juan. We analyze here the narrative of promises holding dominant discourses,
those who make a control of possible worlds for the generation of beliefs, ideas, values.
From a social discourse approaches, on the horizons of biopolitics, this article focuses
on some macro strategies of legitimation and consecration rituals, with special emphasis
on those who are taxed to consolidate the absolute refractory character of “responsible
mining” as well as to maintain the validity of the powerful invention overall “sustainable
development” as dogmatic truth, the mystery of faith.
Keywords: biopolitics, large-scale mining, rhetorical strategies, ritual discourses, doctrine.
1
Este artículo se inscribe en el marco de la investigación «Dispositivos hegemónicos y construcción de
(neo)mapas en la Argentina actual» en torno a la mega-minería transnacional, el cual ha contado durante
sus cuatro etapas de ejecución con aprobación y subsidio de la SeCyT, Universidad Nacional de Córdoba.
2
Licenciada en Letras Modernas, magíster en Sociosemiótica y doctora en Letras por la Universidad
Nacional de Córdoba (UNC). Es docente investigadora Categoría I en la Facultad de Filosofía y
Humanidades de dicha Universidad.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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«…si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: pásate de aquí
allá, y se pasará, y nada os será imposible». Mateo, 17:20
«Ya que Dios nos bendijo con recursos minerales, nosotros los hombres, creados a
su imagen y semejanza, tenemos el derecho y el deber de transformarlos». Cámara
Minera de San Juan (Sección Educación, Mitos y realidades 2012: 4)
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más antigua forma y tipo del futuro: el paradigma del apocalipsis, cuyas variantes
han informado múltiples imaginarios políticos, religiosos y culturales (Kermode,
1983: 41-69). Sobre este punto, retomamos algunas cuestiones anunciadas más
arriba. Por un lado, el estatuto de las ficciones en tanto formas mediante las cuales
le asignamos sentido al tiempo. Por otro, el que aun en la actualidad, requerimos
ficciones de concordancia, modelos del tiempo histórico desde el presente (como
modelos del principio y del final) de nuestra condición. Su estatuto promesante
requiere permanentes ajustes, rasgo propio de las ficciones de concordancia, en
términos de ficciones modernas: inmanentes, ya aquí, y no inminentes, como en
las escatologías antiguas (Kermode, 1983). Así mismo, interesa cómo a dichos
modelos del tiempo se los inviste de afecciones, especialmente esperanzas y
temores, las más fuertes desde los puntos de vista político y religioso. Y finalmente,
el hecho de que por ser ficciones, invenciones, no son verdaderas ni falsas, sino
activas en situación, y están, por ello mismo, asediadas por el espectro de su
agotamiento10. Me interesa en relación con la vigencia/caducidad de las narrativas
o ficciones -como su sinónimo-, un
10
En las relaciones sociales, la cuestión del creer es aspecto particularmente significativo
la cuestión del tiempo.
que Kermode estudia a propósito de
formas escatológicas religiosas y políticas. Y ese aspecto es el del peligro de que se
deniegue que las ficciones son justamente invenciones moldeadoras de sentidos
y de prácticas – de naturaleza cambiante-, para volverlas creencias rígidas e
inflexibles, procurando hacerlas coincidir por la fuerza, con la realidad. Sobre las
relaciones entre concordancia, y ficciones literarias y de otros géneros, se juega el
hecho de que «algunas de esas relaciones son peligrosas: siempre es posible obligar
a la naturaleza a responder a nuestras preguntas, obrar de acuerdo con nuestras
ficciones». Y ello significa que se ha pasado de la ficción al mito, a la violencia
de imponer el modelo de la significación del tiempo al orden real, a la realidad
del mundo: «El mito opera dentro de los límites del ritual, lo que presupone
explicaciones totales y adecuadas de las cosas tal como son y cómo fueron; es
una secuencia de gestos radicalmente inalterables» (Kermode, 1983: 45-46) La
ficción del pueblo ario en el nazismo y sus campos de exterminio son propuestos
por Kermode como tremebundo emblema de la peligrosidad de las ficciones
devenidas mitos. ¿Hasta qué punto la ficción –si no agotada, erosionada fuerte
y críticamente- del «desarrollo sustentable y la minería responsable», no está
transitando hacia el mito, con esa violencia del cumplimiento de la «promesa»,
del maná del pueblo elegido, en la que no hay hornos de campos de exterminio,
pero sí agujeros negros de la biósfera, pueblos expulsados del futuro porque han
sido desplazados de tierras que han devenido zonas extremas, tierras y aguas que
transitan hacia su mutación en tierras muertas y aguas muertas? (Sassen, 2015)
¿No se está entrando en la fase transicional hacia el mito, cuando se niega la
conformación geológica de la cordillera, para operar sobre glaciares «protegidos
por ley»? ¿No se está en el mito de la «bendición de los recursos», cuando se
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en crisis del más férreo núcleo pro-minero del escenario argentino. «San Juan,
cuna de la minería» ha venido constituyendo en nuestro país la más calculada
invención político-empresarial del «modelo». Es por ese estratégico estatuto que
el despliegue de las transnacionales mineras en esa provincia ha constituido el
núcleo duro del sector dominante que direcciona el «plan estratégico nacional». -
tanto a nivel de las alianzas y cooptaciones, la capacidad de lobby, el entramado de
actores multiescalares, etc.-, cuanto a nivel de la usina de representaciones sociales
y estrategias de legitimación (Giovannini et al., 2009: 255-278). Así, el desastre de
contaminación sucedido en setiembre ha estallado irruptiva y disruptivamente todos
los tópicos y figuras de legitimación de los actores, la actividad y la así denominada
«industria minera»; tanto como la urdimbre de «autoridades» promotoras de esta
narrativa promesante. Y ha exhibido una crispación inédita que aún se despliega,
en plena contienda electoral a nivel nacional. En este artículo, desde el fondo de
ese desastre, hemos referido a estrategias dominantes del discurso autorizado, de
los oficiantes de las liturgias, que sostienen - entre la profecía y la buena nueva-, un
refractario discurso, cuyos rasgos lindan con el discurso autoritario, entre la religión
–la doctrina-, la política. Y sus macro-estrategias, especialmente dos, la de consolidar
una dimensión fenomenológica minera; y la administración situada de creencias.
Finalmente, y tras el desastre, hemos querido al menos indicar el mecanismo de
reactivación del dogma de fe que sostiene: «el desarrollo sustentable», su doctrina, y
las peligrosas marcas del anatema que trazan perfiles de los apartados, irredentos de
la democracia del pueblo elegido y redimido por el maná de la montaña. Reservamos
así la categoría de mito para dar cuenta de la violencia en la imposición, y en el
carácter rígido y de «adecuación» a la «realidad»; germen de discursos autoritarios
y de fundamentalismos laicos y mundanos. El carácter refractario, la denegación
del futuro pasado, aquí es denegación del evento presente. .Así, Veladero puede
abordarse como un cisma12, como prisma de la crisis de los lugares productores
y administradores de veridicción y de credibilidad, pura factualidad, que trastoca,
según Foucault, el discurso como ritual:
(…) define la cualificación que deben poseer los individuos que hablan
(deben ocupar tal posición y formular tal tipo de enunciados); define
los gestos, los comportamientos, las circunstancias, y todo el conjunto
de signos que deben acompañar el discurso; fija finalmente la eficacia
12
En términos de creencias, abarca la crisis de las instituciones, pues al control cada vez más progresivo
se hace menos creíble; el control se cobra su precio. Para decirlo con de Certeau, «La institución se hace
menos creíble a medida que avanza en este proceso de control, a medida que codifica con un lenguaje
técnico lo que hay que creer. La institución queda así marcada por una ambivalencia- en su sentido
más estrictamente psicoanalítico—que la hace desempeñar a la vez, dos papeles contrapuestos: el que
autoriza, el que permite creer (abriendo espacios en el lenguaje que describe la realidad) y el que pretende,
de mil formas, ocupar el lugar de aquello que funda la existencia misma de la institución (intentando
limitar a sus dominios todo el descubrimiento posible de lo desconocido).Pero en el desequilibrio de esta
ambivalencia, en su deriva hacia un exceso de rigidez, la credibilidad de las autoridades disminuye y se
produce una crisis de las instituciones» (en González, 2012: 65).
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Perros y antimineros: discursos
extractivistas y prácticas represivas
en el Perú1
Rocío Silva Santisteban2
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-8232-2430
Pontificia Universidad Católica del Perú3
rocio_silva@yahoo.com
Recibido: 11 de noviembre de 2015 Aceptado: 05 de mayo de 2016
Resumen:
Se analiza el discurso reciente de apoyo al extractivismo en Perú, como un «sentido
común» en una perspectiva gramsciana. Este se caracteriza por ser autoritario, enfocado
en una idea de progreso basada en extraer recursos naturales, negar los equilibrios entre
ambiente y sociedad, subordinar a los pobladores rurales, desatender la importancia de
la biodiversidad, y no reconocer los límites ecológicos. Se lo construye como una verdad
ineludible e incuestionable. A su amparo se generan mitos tales como que la minería no
contamina o que no existen otras alternativas. Se analizan en especial las expresiones que
configuran la idea de que los que se oponen a los extractivismos son tanto «antimineros»
y a la vez «terroristas», con todas sus severas implicaciones. La deixis donde se configura
y defiende el extractivismo se acompaña de ideas de crecimiento, progreso, riqueza,
orden, sagacidad, mientras que la oposición representaría el agrarismo, atraso, pobreza,
ignorancia. Se oponen modernidad y atraso. Sus expresiones radicales están en calificar
a los actores de las resistencias locales como «perros», colocados en una otredad radical
recubierta de desprecio, asco y temor.
Palabras clave: extractivismo, Perú, discurso.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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Rocío Silva Santisteban
Perros y antimineros. Discursos extractivistas y prácticas represivas en el Perú
-¿por qué nos tratan así?, ¡por qué nos tratan así!
-Porque son perros conchatumadre.
Diálogo entre una manifestante y un policía, Cajamarca, 2012
Son como perros. Acuarela de Mauricio Delgado. Tomado del fotograma del video en
que un miembro de la Policía Nacional de Perú llama perros a los protestantes contra el
proyecto minero Conga.
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Rocío Silva Santisteban
Perros y antimineros. Discursos extractivistas y prácticas represivas en el Perú
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Rocío Silva Santisteban
Perros y antimineros. Discursos extractivistas y prácticas represivas en el Perú
considerar que un país deba tener en cuenta sus eco-sistemas para restringirlo, en
el caso peruano por ejemplo, la oposición al Ordenamiento Territorial sería un
resultado de este autoritarismo discursivo.
El discurso extractivista se basa en los siguientes elementos:
1. es un discurso autoritario que niega cualquier cuestionamiento del mismo o
incluso debatirlo en el foro público, descalificando a sus oponentes a través
de una amplia estrategia de criminalización de la disidencia política y/o
subalternizando sus opiniones por «ignorantes» o «ideologizadas».
2. se centra en la urgencia de «progresar» o de «desarrollar» a través de la
extracción de recursos no renovables o difícilmente renovables como tesoros
no usados de las naciones
3. tiene como sustrato la idea decimonónica del «progreso social» basado en un
modelo Occidental-central de desarrollo, que niega la idea de un equilibrio
entre lo social y el entorno medioambiental y fluye del discurso neoliberal de
los años 90.
4. prioriza una versión del bienestar que beneficia a los pobladores de ciudades en
perjuicio de pobladores rurales, indígenas, nativos o no indígenas, a través de
las desposesión de sus territorios para llevar a cabo el «desarrollo extractivo»,
descalificándolos como ignorantes que no «conocen» las nuevas tecnologías
extractivas.
5. el sustrato básico es que las rentas extractivas producidas sea por empresas
nacionales o extranjeras aliviarán la pobreza de la manera más rápida y eficiente
a través de la distribución del canon minero, petrolero o gasífero.
6. supone que las naciones que no utilicen sus recursos como materias primas
estarían permitiendo que la riqueza siga «debajo de la tierra» sin ser explotada
debido a la ignorancia o a la holgazanería (vr. gr. en el Perú el hipercitado
refrán popular y (mal) atribuido a Antonio Raimondi «el mendigo sentado en
un banco de oro»).
7. se basa en una serie de ideas-fuerza o de mitos vinculados con la desafectación
de la importancia de la biodiversidad.
8. percibe a los recursos naturales como elementos para usarse sin restricción con
la finalidad de servir al «hombre».
Este discurso neoextractivista en algunos países, como el Perú, se ha convertido
en un sentido común que se percibe como «verdad» ineludible y no cuestionable.
Esta «verdad» se difunde a través de los medios de comunicación masivos y la
asume, tanto la derecha como la izquierda, pretendiendo imponer la idea que
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el desarrollo sólo se puede dar a través del control de las materias primas. Esta
«verdad» incluso se afianza, desde los sectores interesados, como núcleo duro de
la identidad nacional y se convierte en incuestionable para todos aquellos que
disfrutan del crecimiento económico o del «desarrollo».
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Perros y antimineros. Discursos extractivistas y prácticas represivas en el Perú
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como algo imposible, con esa imposibilidad que no permite ninguna acción en
contra, ninguna decisión o que incluso cualquier posibilidad de elección sea vana,
produciendo un estado de inercia política en el sujeto.
De esta manera, estos mitos se concadenan como estructuras simbólicas, densas,
tanto para entender como para comportarse y actuar, implícitas en una serie de
acciones de los grupos interesados en el extractivismo como de los gobernantes.
El discurso extractivista moderno presenta a la actividad minera o petrolera como
eficiente, técnica, sin los lastres del pasado, produciendo empleo de manera
directa o indirecta. Es de esta manera como el discurso extractivista se organiza
como algo «positivo para toda la sociedad» y no solo para los interesados en los
beneficios directos de las actividades extractivas; pues coadyuva al crecimiento del
PBI y por lo tanto, la anulación de la pobreza en tanto que la riqueza «chorrea»9.
Pero el grave problema es que el discurso extractivista, con sus mitos, sus falacias
y sentidos comunes, se performativiza
9
El mito del chorreo fue utilizado permanentemente
como el discurso que permitiría eliminar la pobreza día a día en prácticas específicas, como
durante el gobierno del presidente Alejandro la satanización o la exclusión de
Toledo (2001-2006).
grandes sectores sociales que no están
de acuerdo con la minería o que pretenden controlar la explotación minera a
determinadas zonas. Estas prácticas se convierten en artículos periodísticos,
comentarios radiales, reportajes televisivos y editoriales de los periódicos más
tradicionales que, junto con toda una cohorte de medios de comunicación
en línea (Internet) van perfilando un enemigo en común. El problema es que
este enemigo en común, el antiminero o la antiminera, se convierte en el chivo
expiatorio de las crisis de conflictos sociales y no solo son estigmatizados, sino
también criminalizados, perseguidos, denunciados, presos, golpeados, torturados,
en el caso de las antimineras, violentadas sexualmente, acosadas moralmente y en
ambos casos, finalmente, asesinados.
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Rocío Silva Santisteban
Perros y antimineros. Discursos extractivistas y prácticas represivas en el Perú
Figura 1. Ejemplos de los titulares que instalan la crítica a los «anti mineros» en el portal en
internet Lampadia (Lima). «La tragedia intelectual de los anti-mineros» del 3 de marzo de
2016 (izquierda) y «Los antimineros radicales avanzan por todo el país»
del 24 de julio de 2015 (derecha).
Junto con este tipo de exégesis, tenemos que Lampadia, así como El Montonero o
Político.pe, todas publicaciones en internet, plantean sobre todo la configuración
del enemigo mortal del extractivismo y la minería: me refiero al «antiminero». En
artículos titulados «Antimineros asesinos», «Los antimineros radicales avanzan por
todo el país», «¿Cómo frenar a los antimineros» (Lampadia) o «Doble moral de
los antimineros», «Los psicosociales de los antimineros», «Pánico: arma mortal de
los antimineros», «¡Alto a la violencia antiminera!» (El Montonero) o el artículo del
periodista deportivo, ahora devenido en comentarista político, Phillip Butters,
subtitulado «El Perú necesita líderes para enfrentar con eficiencia a los comunistas
disfrazados de ecologistas» (Político.pe), que inicia sus reflexiones con la famosa
frase «El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro» citada anteriormente,
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y que sostiene entre otras conjeturas, «el Perú necesita líderes con coraje y visión
de futuro para enfrentar con eficiencia a los comunistas disfrazados de ecologistas
que no solo son antimineros, sino que están contra la inversión. Si seguimos
poniéndole a la cobardía la máscara del prostituido diálogo, nunca saldremos del
subdesarrollo económico y mental […] Para ello, debemos usar el mecanismo
constitucional de declaratoria de emergencia, sacar a la Fuerzas Armadas de los
cuarteles para que tomen el territorio peruano y, de la mano del Ministerio
Público y Poder Judicial, meter preso a cuanto peruano viole la ley y ataque a
un policía o civil. ¡Hagamos nuevas cárceles, si es necesario!» (énfasis propio)
(Butters, 2015). Todos los artículos mencionados configuran una estrategia muy
similar para construir este estereotipo del antiminero delincuencial que debe ser
apresado para evitar el atraso del Perú.
Pero son los medios escritos tradicionales, como los periódicos El Comercio o
Expreso, que narran sus noticias haciendo eco de este estereotipo y haciéndolo
pasar por «neutro» como calificativo de un tipo de peruano: el violentista que
se opone a la minería por ser autárquico y deshonesto. El diario El Comercio en
una editorial del día 12 de abril del 2015 describe a los manifestantes contra
el proyecto cuprífero Tía María apropiándose del concepto de protesta social
para deformarla: «En el fondo, pareciera que la legitimidad que se arrogan los
promotores del paro es aquella que emana de colocarle el calificativo de “social” a
la protesta. Bajo este manto protector, la “protesta social” está eximida de rendir
cuentas o justificar sus actos prepotentes que, yendo contra toda evidencia,
aparecen injustificados cuando no interesados» (El Comercio, 2015).
Es el diario Expreso quien, sin ambages, descalifica a quienes participan de las
protestas contra proyecto mineros en una editorial titulado «Antimineros
asesinos» que sostiene: «Creemos que reclamar a fin de que una minera cumpla
las exigencias ambientales a la hora de desarrollar sus actividades económicas, no
justifica nunca el uso de la fuerza, tal como ha ocurrido en el referido distrito
puneño, donde cerca de 200 comuneros, provistos de piedras, palos, cuchillos y
machetes arremetieron contra la Policía, retando a la autoridad y la ley […] esa
ideología antiminera ha calado en muchos pueblos que no tienen el conocimiento
ni la información debida acerca de una actividad minera que sí puede coexistir
perfectamente con el respeto al medio ambiente. Al mismo tiempo hacemos
un llamado para que les caiga todo el peso de la ley a los autores materiales e
intelectuales de este crimen» (Expreso, 2015).
El diario Expreso, así como los periódicos El Comercio, Perú21, Correo, y otros medios
locales como Noticias (Arequipa) o Panorama (Cajamarca), suelen dar cuenta de los
muertos por uso excesivo de la fuerza de la Policía Nacional de Perú (PNP) o del
Ejército pero no cuestionan esas muertes en contexto de protestas ambientales ni
levanta la voz para que las denuncias por estas muertes sean investigadas por la
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fiscalía. Desde julio de 2011 hasta mayo de 2016 (gobierno de Ollanta Humala)
han sido asesinadas 65 personas en conflictos sociales, 57 de ellas debido al uso
excesivo de la fuerza de la PNP o el Ejército o fuerzas combinadas10.
Ha sido el diario Expreso quien ha configurado otra estructura mítica para dar
respuesta al alto índice de conflictos
10
La fuente de esta información es una combinación
entre el Reporte de Conflictos Sociales de la
socio-ambientales: se trata del «complot
Defensoría del Pueblo y la página web de la contra el Perú» que protagonizarían
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos los antimineros y sus aliados, es decir,
sobre criminalización de la protesta http:// las ONGs de derechos humanos
criminalizaciondelaprotesta.pe/
o derechos ambientales, junto con
financieras y ONGs internacionales como Amnistía Internacional, Human
Rights Watch, así como políticos de la Unión Europea. Ante esta insinuación,
la embajadora de la Unión Europea en 2015, Irene Horejs, envió una carta al
Presidente de la República Ollanta Humala para denunciar el acoso mediático
de varias de las instituciones y agencias internacionales que apoyan los derechos
humanos y ambientales agrupadas en la Coordinadora de Entidades Extranjeras
de Cooperación Internacional - COEECI. Los pro-extractivistas no perdieron
el tiempo y publicaron el artículo «Por la plata baila el mono. Las ONG de
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Figura 3. «Por la plata baila el mono» sobre la carta de la embajadora de la Unión Europea
en Lima al gobierno de Perú acerca de los conflictos sociales. Artículo de R. Vázquez Kunze,
18 de junio 2015, en el portal Politico.pe
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Figura 4. Titular con el Primer Ministro Pedro Cateriano invocando «prisión para los
revoltosos», en diario Correo, edición Arequipa, 15 abril 2015.
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El perro del hortelano
El discurso extractivista llegó a su cúspide, su punto más elevado y solemne,
cuando el presidente Alan García Pérez publicó una serie de artículos en los
diarios El Comercio y Expreso en los cuales defendía el modelo de desarrollo contra
quienes querían socavarlo, denominándolos «perros del hortelano». Se trata de un
discurso autoritario extractivista con todas las falsedades que, el libro argentino
mencionado líneas arriba, llamaría mitos de la minera. En el caso del primer
artículo (García 2007), por ejemplo, el texto construye a un enemigo difuso, pero
enemigo de la nación al fin y al cabo, que es el «perro del hortelano que no come
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ni deja comer a su amo», según reza el refrán de la Baja Edad Media europea. Se
trata pues de ese «peruano fundamentalista» que no puede entender la necesidad
del desarrollo para todo el país porque solo mira su propio reducido, precario y
obtuso bienestar. Para Alan García, todos los peruanos debemos de oponernos a
ese perro del hortelano que no son los corruptos, ni los narcotraficantes, ni los
burócratas sobornados, ni los malos funcionarios públicos, ni los capitalistas con
mentalidad rentista: sino el viejo-nuevo comunista, el ambientalista, el que protege
al «invisible indígena», el antropólogo que defiende a los «no contactados». Ergo,
aquellos izquierdistas reciclados en la defensa de los derechos humanos o de los
derechos ambientales que, en realidad, se oponen por principio al capitalismo y
por lo tanto a la inversión privada en sectores que la requieren con urgencia como
son todos los sectores extractivistas, sobre todo, la minería.
El artículo del ex presidente no pretende convencer a los no-convencidos del
discurso extractivista sino señalar a los enemigos del mismo. Se propone plantear
un «divortium aquarium»: de acá para allá son enemigos del Perú y perros del
hortelano, de acá para acullá, buenos ciudadanos que están a favor del desarrollo
y el progreso. En este texto Alan García construye un estereotipo: el antiminero
que deviene, en esa lógica simplista, en anti-peruano.
En su segundo artículo en el periódico conservador Expreso (García 2009), Alan
García le cambia el rótulo a uno de tono milenarista: «A la fe de la inmensa
mayoría». En él expresa su forma de entender las diferencias políticas actuales:
los antisistema vinculados con intereses extranjeros se oponen al desarrollo y al
avance de la democracia apegándose a teoría estatistas de la guerra fría y por eso
cuestionan las inversiones en empresas extractivas. Según este punto de vista es
el complot extranjero antisistema el que ha cumplido un papel importante en los
sucesos de la masacre de Bagua y otras movilizaciones sociales. El problema no
está en la poca recepción del Estado a las demandas sociales específicas, sino en
los «viejos dirigentes» y a las «trampas del antisistema» y a las «recetas extranjeras»
que mantienen a una «mayoría callada». Alan García redondea y perfecciona
su teoría del complot: el malestar económico solo es percibido y reproducido
por «unos pocos miles» financiados por intereses subalternos internacionales que
retroalimentan el «terrorismo del desorden» con movilizaciones, paros, tomas de
carretera, que son muy visibles pero, en realidad, la gran mayoría que se siente
sumamente satisfecha con los «avances del Perú» no se manifiesta públicamente
ni a través de los medios de comunicación.
Sin duda, como lo sostiene Umberto Eco, «Tener un enemigo es importante no
solo para definir nuestra identidad sino también para procurarnos un obstáculo
con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo,
nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo»
(Eco, 2012: 20). Sin duda Alan García ha sabido explotar al máximo esta
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Heresiología en los extractivismos: los
«antimineros»1
Camila Joselevich2
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-6486-3014
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)3
latin.filosofia@gmail.com
Resumen:
En este texto veremos algunos paralelismos que existen entre la teología cristiana de los siglos I
y II, y el discurso proextractivismo actual en nuestro continente. A través de una comparación
entre algunas notas periodísticas relacionadas con el proyecto cuprífero Tía María en Arequipa
(Perú) y fuentes paleocristianas como las epístolas de Pablo de Tarso y el Adversus Haereses de
Ireneo de Lyon, mostraremos que al menos una parte importante del discurso prominería se
sustenta fuertemente en la configuración de los «antimineros» como herejes. Así, hablaremos
de lo que implica pensar dicho discurso como una heresiología neoliberal.
Palabras clave: paleocristianismo, heresiología, Tía María, discurso proextractivista.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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Heresiología en los extractivismos: los «antimineros»
–una especie de neopanteísmo, digamos nosotros– y así debía ser. Schmitt buscaba legitimar teológicamente
al Tercer Reich (Urríbari, en Peterson, 1999 [1935]: 39) y, al hacerlo, inauguró un debate que volvió a la
teología para pensar lo político. De todos modos, quienes se sumaron al debate no llegaron a sus mismas
conclusiones. Erik Peterson, en El monoteísmo como problema político, confrontó al jurista alemán buscando
«salvar» y desvincular a la religión cristiana de lo que le parecía el horror del Nacionalsocialismo. Pensó
que el Dios trinitario, precisamente por esa condición, en realidad no se deja representar en ningún orden
político. Sólo el Dios judío y los dioses grecorromanos podían implicarse con las leyes y el mundo. El
Dios cristiano, en cambio, está en un cielo lejanísimo –¡casi por completo gnóstico!–. Tal cristianismo,
pues, «zapa el suelo de toda teología política» (id.). Con la fuga de Dios hacia la trascendencia total, para
Peterson «ya no cabe compromiso alguno entre el poder sacro y el político» en términos de su legitimidad.
«El monoteísmo cristiano comporta consecuencias políticas, pero éstas no son articulables en la forma de
una teología política, como ocurre en el paganismo y el judaísmo» (id.). Casi al mismo tiempo que Schmitt
redactaba su Teología política, Walter Benjamin escribía El capitalismo como religión, donde planteó que no
es que el capitalismo fuera sólo «una formación condicionada por la religión», sino que era «un fenómeno
esencialmente religioso» (Benjamin, en González Faus, 2012 [1921]: 109), por lo que era la mirada teológica
la que permitiría desarmarlo. De ahí, pues, las reflexiones más recientes de Michael Löwy, Alain Badiou,
Slavoj Žižek, Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy y otra larga serie de pensadores.
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«Heresiologías»
La cuenca del Mediterráneo en el siglo I vio la conformación de diversos
movimientos soteriológicos5 que construyeron diferentes explicaciones de
la realidad, de la sociedad, de la
5
Aquellos que se fundan en la creencia en una
salvación espiritual o social del ser humano, cuyo conciencia, del dios o los dioses,
motor o agente es un mashíaj ( )חישמo christós más o menos nuevas aun cuando sus
(χριστός), un hombre en menor o mayor grado
divino que ha liberado o liberará a la humanidad raíces se extendían hacia tradiciones
de la opresión en la que vive gracias a sus atributos muy antiguas. Nacieron por lo
de redentor.
general como subversiones, como
flujos sociorreligiosos de urdimbre tanto moral y espiritual como política que
buscaban –en su mayoría– liberarse del dominio del Estado romano, por un
lado, y el poder de la jerarquía rabínica por otro lado. Fueron convirtiéndose
en imaginarios muy complejos que adquirieron poco a poco una expresión
discursiva también muy compleja. La primera teología cristológica que
conocemos a la letra ya en el siglo I, es decir la teología paulina, fue uno más de
estos movimientos, concebido a la vez como continuación del propio judaísmo
y como eclosión y como afrenta al mismo.
Pablo
El así llamado apóstol de los gentiles comprende que ha sido llamado (kletós) por
Dios a una misión (Rom 1:1), a saber, la difusión del plan salvífico de éste por
medio de su hijo. En la que se puede pensar como la segunda gran teleología o
vectorización del tiempo, Pablo sistematizó y difundió por medio de sus cartas
que el mesías que predican las Escrituras judías tuvo por nombre Jesús, murió
crucificado y resucitó. Además, murió y resucitó para regresar posteriormente,
adviniendo así el fin de los tiempos. Además, y muy especialmente, si bien se trata
de un mesías judío y unas Escrituras judías, el Dios de Israel ha de trascender a
Israel pues la salvación ha de ser universal.
«Ya no hay judío ni gentil, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, pues
todos ustedes son uno en el christós Jesús», dice Pablo (Gal 3:28). La única
autoridad es el Dios padre (Gal 4:7) y la relación que con él se tiene a través
del Dios hijo. Se trata de la invención del universalismo como tal según Alain
Badoiu, Hyam Maccoby, etcétera. En las fuentes paulinas, en efecto, hay un
reordenamiento de la subjetividad y la identidad respecto de lo que se concebía en
el horizonte judío y grecorromano como nacionalidad, etnicidad y cultura local.
Según la perspectiva de A. Badiou, esto dio luz a una suerte de no-identidad que
posibilitaría enfrentar a los poderes dominantes, dislocar el poder hegemónico
y trasladarlo a los individuos y al cuerpo comunitario. Y si la salvación había
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Con todo, en las epístolas paulinas no existe una noción fuerte de herejía. Su
autolegitimación como doctrina no implicó la tensión entre un proyecto
de ortodoxia sistematizado frente a un proyecto de heterodoxia también
sistematizado, condición de posibilidad de la existencia de aquella noción. La
cohesión identitaria, como decíamos, se dio a través de la fe en el christós Jesús y
en los usos y costumbres que se incluían en la doctrina de la autoridad carismática,
pero esto no implicaba confrontar aparatajes religiosos disidentes: implicaba ser
ellos mismos disidentes de las dos grandes tradiciones antes dichas.
El concepto fuerte de herejía es relacional, es causa y consecuencia a la vez de una
determinada noción de ortodoxia y ésta, en efecto, no aparecerá sino hasta fines
del siglo I o comienzos del siglo II.
Paralela y posteriormente a Pablo –esto es, en algunos casos de manera totalmente
independiente a su enseñanza y en otros casos ya como producto de ésta–, una
inmensa cantidad de movimientos, escuelas y sectas proliferaron en la cuenca
mediterránea, todas con versiones distintas del christós y la salvación. Algunas
se volvieron exclusivistas y afirmaron su preeminencia realizando una inventio
argumental para demostrar que las demás tenían que estar necesariamente
equivocadas. Estas disputas fueron cada vez más agresivas. Con mayor dedicación
que el resto o con mayores recursos retóricos, la vertiente apostólica proto-
ortodoxa construyó –ésta sí con las epístolas paulinas como base– una historia de
las escuelas cristianas no universalistas, no apostólicas, que trascendió en el tiempo
y en los imaginarios. Los llamados padres apostólicos y los apologistas decretaron
que la causa de la existencia de diferentes versiones de Dios y del christós era la
perversión de las Escrituras que fomentaba la influencia de la filosofía griega y
las soteriologías orientales. En consecuencia, los diferentes cristianismos –varios
conocidos como gnósticos– fueron comprendidos como ramas de la doctrina
verdadera, posturas equivocadas, elecciones (hairéseis) que se habían alejado de
un suelo originario/original verdadero.
Ireneo de Lyon
En el seno de ese proceso aparece el tratado conocido como Adversus Haereses
(Contra las herejías), escrito alrededor del año 180 por Ireneo, obispo de la
ciudad de Lyon. Se trata de la primera heresiología propiamente dicha, que hace
un recuento de las doctrinas gnósticas sistematizando así tanto el concepto de
disidencia y herejía como el concepto de ortodoxia.
«Hay algunos que refutan la verdad e introducen falsas sentencias y genealogías
infinitas, las cuales se prestan más a suscitar preguntas, como dijo el Apóstol, que
a construir la casa de Dios en la fe», comienza el tratado (Adv. Haer. I Pról., 1). «El
Apóstol» es Pablo, desde luego. «Algunos» son los que sostienen interpretaciones
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Heresiología en los extractivismos: los «antimineros»
Totalización
La religión y teología cristianas derivan del principio de autolegitimación:
carismática personal en el caso de Pablo y autoritaria ontológica en el caso de
Ireneo –en Pablo, la verdad se encuentra en el hecho mismo de que él la declara;
en el obispo de Lyon, la verdad se encuentra en las declaraciones de Pablo y
otros personajes, es decir en la autoridad de la tradición–. En cualquier caso,
a la base se encuentra el principio de validez universal –ahistórica, atemporal,
supracontextual– de la doctrina específicamente religiosa. Y esto, cuando se
arroja hacia el mundo, hacia el quehacer humano en el tiempo, es precisamente
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Heresiología en los extractivismos: los «antimineros»
existen más opciones de desarrollo que la actividad minera, por ejemplo, tiene
las características de la ortodoxia: la (única) versión válida o verdadera frente
a (múltiples) versiones desde luego inválidas o falsas, las cuales llegan a (re)
conocerse en el propio discurso totalizador sólo porque chocan contra él,
lo refutan y lo confrontan. Al ponerlo en cuestión, lo harán por medio de
la contextualización de una o algunas de sus partes –una refutación al valor
universal apelado–, pero precisamente así la localización o contextualización se
comprende como inválida.
Tal confrontación es, sin embargo, necesaria para la construcción del discurso
totalizador porque de esa forma sabe hacia dónde cerrarse semánticamente.
Como ya decíamos, la ortodoxia implica a la heterodoxia, la cual es configurada
junto con ella y a la par. Se debe «mostrar todo lo bueno que hace la minería
en favor de las comunidades, y por ende, del país» precisamente porque existen
discursos y prácticas que la cuestionan; pero de esta manera, justo de esta manera,
se consolida la bondad de aquella práctica extractivista como un lugar común,
incluso como un valor cuasiuniversal. A continuación, construido así el cuerpo
de la neoliberal verdad, cualquier confrontación a la minería será forzosamente
inválida, incorrecta y mentirosa porque estará sustentada en falso.
Ahora bien, observemos uno de los mecanismos que nos parece de los más relevantes
en la edificación del discurso de la ortodoxia: aquel por el cual se configura la
identidad del heterodoxo. Tal como ocurrió en los primeros pasos del cristianismo
apostólico universalista, la legitimación del extractivismo minero es eficaz, entre
otras cosas, porque se sabe construir discursivamente a quienes se le oponen.
Centro y disidencia
La racionalidad del andamiaje de los Estados llamados democráticos supone
que, más que un centro y una periferia, existen una multiplicidad de sujetos
plurales con el legítimo derecho de disponer el trazado de la vida social de
manera coordinada y dialógica. Sin embargo, no obstante el membrete de la
democracia, en la América Latina atravesada por las tensiones del capital lo
que existen son centros que gestionan el poder asumiendo el monopolio de la
fuerza, presumiendo el monopolio del conocimiento y decretando los cursos
de la vida presente y futura para todos. Una forma de totalización, pues, tan
similar al monoteísmo ortodoxo. Dado que esto hoy opera para, con y en favor
del capital, y con todas las medidas neoliberales necesarias, es posible que
las formas del capitalismo, engarzadas en el Estado tal como lo acabamos de
describir, devengan formas cuasiteológicas: con sus mismos trazados. ¿Es que
no es necesario que las motivaciones de lo político y lo económico tengan a
«Dios» como argumento para que su andamiaje opere teológicamente?
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Camila Joselevich
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Camila Joselevich
Heresiología en los extractivismos: los «antimineros»
en Ireneo cuando rescata el mismo pasaje paulino, pero ya hay algo un poco
menos vago: los violentos, que viven según la carne, perseveran en hacerlo, es
decir que ya se les exhortó a ir por otro camino y sin embargo insisten –por
cierto, pereciendo en el camino–. En Vargas Barbieri, el término desde luego
apunta hacia algo que tiene que ver con la manifestación en contra de la mina;
sin embargo, seguimos sin poder saber, atenidos al solo texto, en qué consiste
específicamente esa violencia. De tal suerte, la sola manifestación llena el hueco
del significante. La sola oposición es violencia.
Excepto porque de lo que se habla es de «violentismo». Existen líderes –heresiarcas–
que tienen a la violencia como doctrina o sistema de creencias –el violentismo–
azuzando a otros. Así nos cuenta el obispo de Lyon que Satanás envía al mundo
espíritus «para seducir y llevar a la perdición a aquellos que no tienen firme la
fe (Adv. Haer. I 13, 4)» y pide que «los demás dejen de desviarse atraídos por su
malvada manera de persuadir (Adv. Haer. I 31, 3)», puesto que, «siendo tantos
los testimonios, ya no es preciso buscar en otros la verdad que tan fácil es recibir
de la Iglesia [...]. ‘Todos los demás son ladrones y bandidos’ [Jn 10:1]. Por eso es
necesario evitarlos y en cambio amar con todo afecto cuanto pertenece a la Iglesia
y mantener la tradición de la verdad» (Adv. Haer. III 4, 1).
Por otro lado, descontextualizados y pasados por la lente del Centro mayúsculo que
controla la legitimidad, en esta especie de –paradójico–monoteísmo neoliberal,
los violentistas son «de tercer nivel». Con esta fórmula adjetival se defiende un
proyecto oligárquico en el estricto sentido etimológico del término, suponiendo
que los sujetos referidos no tienen la calidad –¿moral? ¿educativa? ¿cultural?–
que podría tener una oposición decente. Esto es, no están calificados; muy
probablemente lo que está a la base de esto es que ignoran las implicaciones de su
actuar. Volvamos al siglo II: los gnósticos, según el obispo de Lyon, renuncian al
proyecto del bien «saliendo» de la Iglesia (Adv. Haer. III 11, 7) suponiendo que
alguna vez pertenecieron a ella, fabricando una historia en donde alguna vez tal
cosa ocurrió, pues la única verdad habitó desde el inicio en la única Iglesia13:
La verdadera gnosis es la doctrina de los apóstoles, la antigua estructura
de la iglesia en todo el mundo y lo típico del cuerpo de Cristo, formado
por la sucesión de los obispos, a los cuales los apóstoles encomendaron las
Iglesias de cada lugar. Así nos llega sin ficción la custodia de las Escrituras,
en su totalidad, sin que se le quite o se le añada alguna cosa, su lectura sin
fraude, la exposición legítima y llena de amor según las mismas Escrituras,
sin peligro y sin blasfemia (Adv. Haer., IV, 33, 8).
13
«La iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como
si habitara en una sola casa. Conserva una misma fe como si tuviese una sola alma y un solo corazón y la
predica, enseña y transmite con una misma voz, como si tuviese una sola boca. Ciertamente son diversas
las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la tradición es una y la misma» (Adv. Haer. I 10, 2).
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Del «extractivismo económico»
al «extractivismo epistémico» y al
«extractivismo ontológico»: una forma
destructiva de conocer, ser y estar en el
mundo1
Ramón Grosfoguel2
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-9051-1573
University of California, Berkeley3, USA
grosfogu@berkeley.edu
Resumen:
Este artículo trata algunos aspectos menos tratados y desarrollados de la teoría del
«extractivismo»: el «extractivismo epistemológico» y el «extractivismo ontológico».
Siguiendo las aportaciones descoloniales de la indígena canadiense Leanne Betasamosake
Simpson y de la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, el autor desarrolla una teoría sobre
las dimensiones más desconocidas del «extraccionismo» que el «occidente imperial y
neocolonial» ejerce sobre el resto del mundo. En este trabajo se hace también una crítica
a la repetición de patrones coloniales en ciertas teorías descoloniales en América Latina.
Palabras claves: Racismo epistémico, «extractivismo epistémico», «extractivismo
ontológico», epistemicidio, genocidio.
1
Este artículo fue realizado en el marco de la investigación «Descolonizar los estudios poscoloniales y los
giros coloniales del proyecto modernidad/colonialidad» financiado por el Centro Internacional de Estudios
Descoloniales en Barcelona». Agradezco al editor de este número especial de Tabula Rasa, Eduardo Gudynas,
por sus comentarios críticos. Aun cuando Eduardo no comparte muchas de las premisas de este trabajo,
agradezco su disposición a publicarlo y sus comentarios, los cuales fueron útiles para revisarlo.
2
Ph.D., Temple University.
3
Departamento de Estudios Étnicos e investigador asociado de la University of South África (UNISA) en Pretoria.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
TABULA RASA
No.24, enero-junio 2016
Introducción
Este artículo intenta establecer un diálogo con tres intelectuales activistas de
las Américas: Alberto Acosta, Silvia Rivera Cusicanqui y Leanne Betasamosake
Simpson. La idea es pensar «junto y con» intelectuales-activistas que han
producido un pensamiento crítico importante frente a diversas manifestaciones
del «extractivismo». Pongo entre comillas el término, porque en este ensayo no
pretendo abordar ni ofrecer una definición acerca del «extractivismo». Estoy
consciente de definiciones analíticamente más circunscritas y rigurosas del
término. Por ejemplo, la definición que provee Eduardo Gudynas contribuye
a poner límites al uso indiscriminado del término «extractivismo»: «…el
extractivismo es aquí definido como un tipo de extracción de recursos naturales,
en gran volumen o alta intensidad, y que están orientados esencialmente a ser
exportados como materias primas sin procesar, o con un procesamiento mínimo»
(Gudynas, 2013: 4).
El extractivismo en esta definición está más asociado a las «economías de
enclave», tal como Cardoso y Faletto (1969) las definieron en los años sesenta.
Una consecuencia de la definición de Gudynas es que no toda extracción es
extractivista y no todo extractivismo es sinónimo de minería o agricultura, lo
cual «no conlleva estar en contra de todo tipo de uso minero o agrícola, sino de
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Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico»
«Extractivismo económico»
El extractivismo sigue siendo uno de los procesos de explotación más
problemáticos hoy día no solamente en América Latina, sino también en el
mundo. En la división internacional del trabajo, el extractivismo es el mecanismo
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Ramón Grosfoguel
Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico»
Este sistema capitalista mundial que comienza con la expansión colonial europea
de 1492, se constituye desde el comienzo según una división internacional del
trabajo en centros metropolitanos y países periféricos, donde unos exportan
materias primas y otros exportan productos manufactureros. Sin la conquista de
África, Asia y América no habría capitalismo mundial. De manera que estamos
hablando de un sistema que es capitalista y colonialista desde su nacimiento.
Sin colonialismo y dominación colonial, no hubiera mercado capitalista global.
El colonialismo es constitutivo del capitalismo. Uno es inherente al otro. De
manera que no habitamos en un sistema puramente capitalista. Habitamos
un capitalismo histórico que es inherentemente colonial y, por tanto, racial.
Esto último está implícito en el texto de Alberto Acosta. Continuemos con su
definición de extractivismo:
Para intentar una definición comprensible utilizaremos el término de
extractivismo cuando nos referimos a aquellas actividades que remueven
grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o que
lo son limitadamente), sobre todo para la exportación. El extractivismo
no se limita a los minerales o al petróleo. Hay también extractivismo
agrario, forestal e inclusive pesquero. En la práctica, el extractivismo, ha
sido un mecanismo de saqueo y apropiación colonial y neocolonial. Este
extractivismo, que ha asumido diversos ropajes a lo largo del tiempo,
se ha forjado en la explotación de las materias primas indispensables
para el desarrollo industrial y el bienestar del Norte global. Y se lo ha
hecho sin importar la sustentabilidad de los proyectos extractivistas, así
como tampoco el agotamiento de los recursos. Lo anterior, sumado a
que la mayor parte de la producción de las empresas extractivistas no
es para consumo en el mercado interno, sino que es básicamente para
exportación. (Acosta, 2012)
Aquí vemos cómo el extractivismo significa remover volúmenes de recursos
naturales que no son procesados (o al menos procesados limitadamente) para la
exportación, y es mucho más que simplemente extracción de minerales o petróleo.
El extractivismo se extiende a la agricultura, la pesca, y los bosques. El extractivismo
es un saqueo y despojo que vemos desarrollarse desde la época colonial hasta el
neocolonialismo neoliberal de nuestros días. Se trata del saqueo, despojo, robo, y
apropiación de recursos del sur global (el sur del norte y el sur dentro del norte) para
el beneficio de unas minorías demográficas del planeta consideradas racialmente
superiores, que componen el norte global (el norte del sur y el norte dentro del sur) y
que constituyen las elites capitalistas del sistema-mundo5. Peor aún, el extractivismo
es central a la destrucción de la vida en todas sus formas.
5
Aquí usamos «sur global» no como una geografía, sino como una posicionalidad en relaciones de poder
y dominación de «occidente» sobre el mundo «no-occidental».
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«Extractivismo epistémico»
El «extractivismo cognitivo» es un concepto lanzado desde principios del
2013 por Leanne Betasamosake Simpson, intelectual indígena del pueblo
Mississauga Nishnaabeg, en Canadá. Su pensamiento ha extendido el concepto
de «extractivismo económico» a nuevas zonas de las prácticas de dominación
coloniales. Comencemos por citar lo siguiente acerca de lo que Lianne
Betasamosake Simpson8 llama extractivismo cognitivo:
8
Todas las citas de la intelectual indígena Lianne Betasamosake Simpson en este artículo se refieren a la
siguiente entrevista dirigida por Naomi Klein, que salió publicada en la revista YES Magazine el 5 de marzo
de 2013: “Dancing the World into Being: A Conversation with Idle-No-More’s Leanne Simpson” http://
www.yesmagazine.org/peace-justice/dancing-the-world-into-being-a-conversation-with-idle-no-more-
leanne-simpson
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work and own responsibility to figure out how to live responsibly and
be accountable to the next seven generations of people. To me, that’s a
shift that Canadian society needs to take on, that’s their responsibility.
Our responsibility is to continue to recover that knowledge, recover those
practices, recover the stories and philosophies, and rebuild our nations
from the inside out. (Klein, 2012)15
Dejar de ver a los indígenas como un recurso por extraer, y comenzar a verlos como
actores sociales que piensan y producen conocimiento válido para todos es un
primer paso hacia la descolonización epistémica que propone Lianne Betasamosake
Simpson. Y añade como segundo paso la necesidad de vivir responsablemente y de
extraerse del pensamiento extractivista. Vivir responsablemente se recoge en esta
frase de ella: «The alternative to extractivism is deep reciprocity»16. La reciprocidad
profunda como forma de ser y estar en el mundo es la alternativa descolonial
que propone. La reciprocidad implica una profunda revolución en las formas de
vida. Vivir bajo el principio de la reciprocidad implica el intercambio justo en las
relaciones entre seres humanos y en las relaciones entre humanos y no-humanos. Si
la ecología planetaria nos da agua, alimentos, aire, etc., para la vida, el principio de
reciprocidad implica devolverle al cosmos la reproducción de lo que tomamos de
ella. Extraer sin devolver es el principio de destrucción de la vida. Extraer tomando
cuidado de reproducir la vida y devolver lo que se extrae es un principio cosmológico
completamente distinto. Esto implica una conciencia ecológica planetaria que no
existe bajo las estructuras de dominación de la civilización occidental que hoy día
es planetaria y la única existente luego de destruir a todas las otras por medio de
una expansión colonial y neo-colonial de más de 500 años. De ahí que para Lianne
Betasamosake Simpson la descolonización epistémica no es suficiente, se requiere
de un cambio radical en las formas de ser, vivir y estar en el mundo.
«Extractivismo ontológico»
El extractivismo es una forma de ser y estar en el mundo, es decir, es una forma de
existencia, es una ontología. Dice Lianne Betasamosake Simpson:
15
«…un cambio de la mentalidad de considerar al pueblo indígena como un recurso por extraer a
considerarnos pueblos y naciones inteligentes, articulados, relevantes, vivos, respirando. Creo que eso
requiere que las personas y las comunidades y la gente desarrolle relaciones justas y significativas y
auténticas con nosotros… Tenemos muchas ideas sobre cómo vivir amablemente en nuestro territorio
de manera que tengamos jurisdicciones separadas y naciones separadas, en un territorio compartido.
Creo que hay una responsabilidad por parte de la comunidad y la sociedad dominantes de idear una
manera de vivir de manera más sostenible y de sustraernos al pensamiento extractivista. Y hacerse cargo
de su propio trabajo y de su responsabilidad de idear una manera de vivir con responsabilidad y de
responder a las próximas generaciones. Para mí, ese es un cambio que la sociedad canadiense debe asumir,
es su responsabilidad. Nuestra responsabilidad es seguir recuperando ese conocimiento, recuperar esas
prácticas, recobrar las historias y las filosofías, y reconstruir nuestros países desde dentro hacia fuera».
(Klein, 2012 traducción de María Luisa Valencia)
16
«La alternativa al extractivismo es la reciprocidad profunda» (traducción de María Luisa Valencia).
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instancia como no-humanos, es decir, como recursos, objetos que no merecen ser
consultados. En la lógica extractivista, no solamente se destruyen genocidamente
otros seres vivos humanos y no-humanos, se empobrecen los pueblos, se les
extrae, despoja, apropia y destruye epistemicidamente sus conocimientos, sino
que al transformar todo en objeto y recurso se elimina la agencia política de los
actores cosificados y se elimina toda lógica democrática. El «extractivismo» es
una forma de fascismo descarado que va desde el cristianízate o te mato del siglo
XVI hasta el civilízate o te mato del siglo XIX, al desarróllate o te mato del siglo
XX y al democratízate o te mato del siglo XXI (Grosfoguel, 2011b). Todos estos
proyectos globales coloniales han estado asociados al «extractivízate o te mato»
que ha sido una constante desde el siglo XVI.
De ahí que hoy día en América Latina y en el mundo neocolonizado los procesos
de «consulta previa» a las comunidades no-occidentales sean una broma de mal
gusto. Las transnacionales van comprando con dinero a algunos líderes de los
pueblos, y aquellos que resisten se les asesina con la violencia de la limpieza étnica
(genocidio) de los aparatos militares o paramilitares. Por ejemplo, en Colombia
cuando una comunidad colabora con el proyecto de la multinacional extractivista
porque se les ha comprado con dinero, entonces se procede a la «consulta previa»
reconocida por la ley. Pero cuando la comunidad resiste, entonces aparecen los
grupos paramilitares y se limpia étnicamente el territorio. Luego de las masacres,
al no quedar seres humanos en la zona, entonces de manera cínica y perversa se
declara nula la consulta previa, porque no habitan seres humanos en la zona. Esta
lógica de violencia, muerte y descaro genocida se ha intensificado a nivel planetario
con la subida de precios de los metales y minerales producida por la especulación
financiera pos-crisis 2008, pero que desde 1492 está con nosotros. Lo podemos
ver en otras partes de las Américas y el mundo (Brasil, Sudáfrica, México, etc.). En
este saqueo los académicos están implicados al robar conocimientos sin consulta
previa ni reconocimiento a sus creadores. El robo epistemicida forma parte del
extractivismo global occidentalocéntrico desde la expansión colonial europea
hace ya más de quinientos años.
141
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Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y «extractivismo ontológico»
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El petróleo es el excremento del diablo.
Demonios, satanes y herejes en los
extractivismos1
Eduardo Gudynas2
ID ORCID: orcid.org/0000-0002- 5151-9406
Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES), Uruguay
egudynas@gmail.com
Resumen:
Se discuten distintas metáforas, analogías e imágenes sobre los extractivismos actuales
en América Latina como expresiones del diablo, satanes y conceptos asociados. Se señala
que se llega a extremos que desembocan una malicia extractivista, que es naturalizada
y aceptada por amplios sectores sociales. Operan distintas formas de legitimar los
extractivismos y de minimizar u ocultar sus impactos a pesar de la gravedad de sus efectos
ambientales, sociales y económicos. Se ofrecen ejemplos latinoamericanos para cada caso.
A su vez, se defiende el papel de la herejía como la recuperación de la capacidad de resistir
y buscar opciones alternativas a los extractivismos. Las alternativas postextractivistas
buscan recuperar el papel de la ética (incluyendo las valoraciones múltiples y los valores
propios en la Naturaleza), la reconfiguración de marcos morales, y la ampliación de la
justicia para no quedar atrapada en el economicismo.
Palabras clave: extractivismo, diablo, derechos, violencia, impactos sociales, impactos
ambientales, desarrollo
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Paris - 2016
Johanna Orduz
TABULA RASA
No.24, enero-junio 2016
their environmental, social and economic effects are.Each case is illustrated with examples
seen all over Latin America.Also, the role of heresies —such as recovering the ability to
resist and look for alternative options to extractivisms— is supported. Post-extractivist
alternatives intend to recover the role of ethics (including manifold valuations and values
inherent to Nature), resetting moral frameworks, and enlarging justice so as to not to get
caught in economism.
Keywords: extractivism, devil, rights, violence, social impacts, environmental impacts,
development
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Eduardo Gudynas
El petróleo es el excremento del diablo. Demonios, satanes y herejes en los extractivismos
los extractivismos no han servido para resolver los problemas de pobreza o calidad
de vida. Al contrario del mito desarrollista, en todos los países sudamericanos,
esa supuesta riqueza no resuelve los problemas de la pobreza o de los equilibrios
económicos, sino que puede empeorarlos. Los extractivismos están todos ellos
vinculados directamente con imágenes de impactos sociales y ambientales, a
muchas historias de violaciones de los derechos de comunidades locales, a distintas
formas de imposición de enormes corporaciones. Son imágenes, recuerdos o
vivencias vinculadas a la destrucción, la violencia o la violación. Es como si una
maldición acechara en ellos.
El presente artículo parte de esas imágenes, en especial la que considera al petróleo
como un desecho del demonio. Se presentan diferentes metáforas que dialogan
entre las distintas acepciones del diablo y la malicia, con las particularidades de
los extractivismos latinoamericanos actuales. No me referiré a un diablo como un
ente individualizado ni caricaturesco como aparece por ejemplo en películas de
terror, ni tampoco aquel del dogmatismo cristiano, sino a éste como una imagen o
metáfora que recorta el campo de la ética y permite instalar una moral minimalista
que acepta la malicia. Seguidamente se reivindica el papel de las herejías como
necesarias para explorar alternativas a los dogmatismos propios de una fe religiosa
en el progreso, el crecimiento económico y una naturaleza inagotable.
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Desde allí se instaló esa metáfora del petróleo como excremento del diablo,
que ha sido usada repetidas veces, tanto desde tiendas conservadoras como
desde la izquierda4. Esta imagen es muy poderosa y sigue siendo válida, ya que
aparece una y otra vez frente a grandes emprendimientos petroleros recientes. A
manera de ejemplo se pueden indicar algunos casos sobresalientes. Las regiones
amazónicas de Ecuador han padecido graves impactos por una sucesión de
derrames y malas prácticas petroleras (véase por ejemplo a Dematteis y Szymczak,
2008). En la amazonia peruana se repiten los derrames, roturas de oleoductos
y todo tipo de contaminación (con 60 derrames registrados en los últimos 15
años5). En Bolivia existe contaminación por la explotación petrolera, por pozos
abandonados y por roturas de oleoductos (véanse los reportes en Moraes y
Ribera, 2008). La problemática de la contaminación petrolera en Venezuela se
arrastra por décadas (PNUMA, 2010). Todas estas situaciones muestran que
esos países efectivamente exportan hidrocarburos, pero se quedan con las heces
y los residuos que dejan esas actividades.
Situaciones similares se repiten en otros tipos de extractivismos, como el minero
agrícola. Es apropiado señalar que aquí se entiende por extractivismo una
apropiación de grandes volúmenes o por prácticas de alta intensidad de recursos
naturales, que en su mayoría son exportados a los mercados globales como
materias primas sin procesar o con un procesamiento limitado.6 Bajo este marco
conceptual los extractivismos son plurales, pues incluyen otros sectores, como el
minero, el agrícola, el forestal, etc. No
4
Véase por ejemplo, El excremento del Diablo,
Moisés Naím, El País, Madrid, 11 de octubre, 2009. representan una industria, ya que no se
h t t p : / / e l p a i s . c o m / d i a r i o / 2 0 0 9 / 10 / 11 / exportan manufacturas sino materias
internacional/1255212008_850215.html primas (commodities); no existe una
Hundiéndonos en el excremento del diablo,
gestión pública y siembra petrolera, Aporrea, producción, sino que siempre son
Caracas, 23 de octubre, 2014, http://www.aporrea. una extracción; y están emplazados
org/contraloria/n259564.html localmente, con todos sus impactos,
5
Perú: 60 derrames en 15 años, Gerardo Honty,
ALAI Quito, 10 de marzo, 2016, http://www. pero a la vez están articulados con la
alainet.org/es/articulo/175970 globalización, en tanto los mercados
6
La definición del concepto y su caracterización se
externos determinan las demandas de
presenta en Gudynas (2015).
recursos naturales y sus precios.
Estos extractivismos se han convertido en la principal fuente de presión ambiental
y territorial en América Latina; están inmersos en graves impactos locales que
cubren un amplio abanico de dimensiones, desde las ambientales a las sociales,
desde las territoriales a las económicas. Los impactos locales más conocidos,
además de los petroleros mencionados arriba, son aquellos de la megaminería
a cielo abierto (como sucede en distintas regiones andinas) y los monocultivos
(como la soya en los países del cono sur).
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El petróleo es el excremento del diablo. Demonios, satanes y herejes en los extractivismos
A su vez, generan una serie de «efectos derrames» cuando se toman medidas para
favorecer uno emprendimiento extractivo pero sus consecuencias van mucho más
allá de cada caso específico, al generar modificaciones o reformas en las políticas
públicas como las ambientales, territoriales o económicas, o en concepciones
como las de justicia o democracia, a nivel nacional7.
Por lo tanto, los extractivismos generan dañosos impactos locales como efectos
derrame a escala nacional, afectan ecosistemas y comunidades, pero también
concepciones políticas. De alguna manera, la gravedad de estas situaciones recuerda
una y otra vez a los dichos de Pérez Alfonzo. Se llega así al momento donde es
7
El concepto de «efectos derrame» se describe en
posible preguntarse si no estará el diablo
Gudynas, 2015, y más recientemente en Gudynas, detrás de todo esto. Es que allí donde se
2016.
busca o extrae petróleo o minerales nos
encontramos con historias repletas de mentiras, codicia, violencia y maldades de
todo tipo. En fin, un muestrario de las miserias y ambiciones humanas. Entonces,
¿y si el petróleo fuera entonces un residuo, unas heces, que el diablo nos arroja?
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Podría indicarse que existen satanes privados o estatales, dado que tenemos
las ofertas que hacen corporaciones transnacionales o empresas estatales. Sus
expresiones estarían en el conjunto que va desde las compañías estatales, como
PDVSA, de Venezuela, o YPFB, de Bolivia; las de capital mixto, como Petrobras,
de Brasil, o las conocidas transnacionales ubicadas en el hemisferio norte, como
Shell o Chevron. Es importante señalar que más allá de estas distinciones, todo
estas empresas están profusamente articuladas, ya que es cada vez más frecuente
que las compañías estatales realicen acuerdos, inversiones conjuntas, transferencias
de servicios y tercerizaciones, terminando todas ellas en prácticas muy similares.
Es cierto que cada tipo de empresa posee sus particularidades, y especialmente
aquellas que son estatales insisten en que son diferentes de las extranjeras, y que
por lo tanto llevarían adelante un extractivismo de mejor calidad. Sin embargo,
existe una evidencia abrumadora de la persistencia de los impactos ambientales,
territoriales y sociales de la extracción petrolera. Las comunidades locales no
encuentran diferencia en una contaminación originada por una transnacional del
norte, por una empresa estatal sudamericana o por una compañía nacional.
Sin embargo, los gobiernos, las elites empresariales, buena parte de la academia y
la mayoría de la ciudadanía (en especial en las grandes ciudades) están convencidos
de las bondades de la explotación petrolera (o de los otros tipos de extractivismos),
de que son indispensables para sostener la economía, e incluso que son la única
vía de salida de la pobreza. Todos esos actores participan en apoyar y reproducir
las bases de legitimación y explicación de los extractivismos. Se llega así a una
situación evidente: casi todos caen en estas pruebas de los satanes petroleros. La
tentación de lograr soñados ingresos millonarios en dólares es tan potente, que es
casi imposible resistirse a ella.
Volviendo a la historia del concepto, aquel viejo término, satán, fue posteriormente
traducido al griego por el término en latín diabolos (Kelly, 2011). En su significado
original, diabolos quiere decir calumniador, más específicamente lanzador
de mentiras. Más allá de esto, en distintas secciones del Nuevo Testamento
se lo asoció a un actor específico, «el diablo», como un ente que encarna la
maldad. En este caso la situación cambia en varios sentidos, y entre ellos deseo
considerar seguidamente la posibilidad que en los recursos ambicionados por
los extractivismos escondan al diablo. Dicho de otra manera, recursos como el
petróleo pueden ser una bendición en unas circunstancias, pero en otras podrían
esconder la maldad y por ende ser la expresión del diablo.
También es necesario advertir que muchos cambios se han cristalizado desde
aquella conceptualización del diabolos. Con la colonización también se implantó
la idea del diablo europeo, y poco a poco, nosotros los latinoamericanos hemos
creado nuestras propias versiones del demonio. En la minería tradicional de
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El petróleo es el excremento del diablo. Demonios, satanes y herejes en los extractivismos
las regiones andinas es frecuente encontrar relatos sobre el diablo, tales como
el Muqui o el Chinchiliko en Perú o el Tío en Bolivia. De una u otra manera,
esas mitologías nos hablan de seres que viven en las entrañas de la tierra, que
emplean diferentes grados de malicia, y con quienes los humanos hacen pactos o
pagos para poder acceder a los minerales. Esas expresiones no son el objetivo del
presente análisis y sobre ellas existe una amplia literatura (véase como ejemplo a
Pascale, 2005, para Bolivia, y Salazar-Soler, 2006, para Perú).
Están allí nuestros fantasmas, nuestro lado oscuro, y están amarrados a nuestra
cultura y política contemporáneas. El diablo del que hablaba Pérez Alfonzo en 1976
era claramente latinoamericano, y reflejaba la maldición de los recursos naturales en
aquellos años. Hoy mismo estamos sosteniendo nuestros propios demonios, y no
estamos ante el satán de los tiempos bíblicos de Job, tampoco con la idea de Diablo,
atribuida a Tertuliano (uno de los «padres» de la Iglesia). Si el diablo está en los
extractivismos lo encontraremos en las petroleras y las megamineras, pero también
en el capitalismo y el desarrollo en su versión del siglo XXI.
Esta posibilidad no es sencilla de rechazar, porque fácilmente se encuentran ejemplos
de invasiones y guerras que se han hecho en nombre del petróleo, o de graves
impactos sociales y ambientales que se imponen para alimentar esas exportaciones.
Encontramos casos de guerras e invasiones donde se mezcla la ambición por los
hidrocarburos, el dogmatismo e incluso las invocaciones al diablo, como ocurrió en
la última invasión de Irak, y la escalada de violencia en toda esa región.
Pero también hay muchos ejemplos latinoamericanos, donde esa ambición por
crudo, minerales o granos, justifica todo tipo de impactos. Entre ellos se encuentra
la destrucción ecológica, la contaminación de suelos y aguas, el desplazamiento
de comunidades locales (especialmente campesinos e indígenas), e incluso el
asesinato de líderes locales. La evidencia actual sobre esos inpactos es abrumadora
(por ejemplo, ver las revisiones en De Echave y colab., 2009; Toro Pérez y colab.,
2012; Gudynas, 2015). Para muchas personas se vuelve muy difícil dejar de
reconocer que en los extractivismos hay una perversidad intrínseca.
Sorprendentemente la imagen del diablo también es usada por los defensores de
los extractivsmos en un sentido inverso. En efecto, los grupos ciudadanos que
denuncian los emprendimientos extractivos pasan a ser diabólicos a los ojos del
gobierno, las empresas y otros actores. Precisamente, «el diablo» fue el nombre
clave que se le dio al sacerdote Marco Arana en una operación de espionaje y
amedrentamiento en el norte de Perú en 20069.
9
La operación de espionaje y amedrentamiento fue realizada por la empresa de seguridad e inteligencia
C & G Investigaciones, la cual habría sido subcontratada por otra compañía de seguridad privada, Forza,
que a su vez brindaba servicios a Minera Yanacocha. La operación apuntó al Grupo de Formación e
Intervención para el Desarrollo Sostenible (Grudifes) y al padre Arana, en tanto uno de los líderes más
visibles del movimiento ciudadano contra la minera Yanacocha, en Cajamarca (Perú).
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Malicia extractivista
Los ejemplos que se acaban de mencionar expresan distintas perversidades
propias de los extractivismos. Estas pueden llegar a extremos donde les
corresponde el calificativo de malicias extractivistas. Un caso reciente sirve para
ejemplificar esta situación.
Máxima Acuña de Chaupe y su familia viven en las sierras de Cajamarca, en el
norte de Perú, donde están rodeados y son hostigados por la empresa Yanacocha,
promotora del proyecto Conga. Esta empresa, la minera de oro más grande de
América Latina, es un consorcio entre las corporaciones Newmont, la peruana
Minas Buenaventura y la Corporación Financiera Internacional (perteneciente
al Banco Mundial). El proyecto minero Conga es conocido por su alto impacto
ambiental, y en especial por implicar la desaparición de lagunas, y ha generado
una fuerte resistencia ciudadana (véase la revisión de De Echave y Díez, 2013,
para tener una descripción detallada).
Acuña se resiste a vender sus tierras, y la empresa está obsesionada con obtenerlas
para llevar adelante su proyecto minero. A lo largo de los últimos años esa
corporación ha intentado de todo contra la familia Chaupe Acuña, desde juicios
a ingresos en sus predios, desde denuncias en la prensa convencional a destruir
algunas de sus construcciones. Han participado policías, guardias, periodistas,
abogados, políticos y muchos otros actores.
Estamos frente al caso de una gigantesca corporación, dotada de enormes
recursos financieros e influencia política, enfrentada a una pequeña campesina
de las sierras andinas. Acuña es una mujer testaruda, arraigada a su tierra en las
sierras andinas, y se resiste con todas sus fuerzas. Esto la ha llevado a convertirse
en una figura de admiración nacional e internacional, como ejemplo de
resistencia ante los extractivismos.
De todos modos, la empresa sigue tan obsesionada con alcanzar esa meta que no
duda en apelar a nuevas medidas de hostigamiento, cada vez más bizarras. Se cae
en una malicia impactante. Es así que desde fines de 2015, la minera pasó a vigilar
el predio de los Acuña con un dron que lo sobrevolaba y la filmaba, e inclusive
con la instalación de cámaras fijas. El 30 de enero de 2015, el perro guardián de
la familia apareció acuchillado. Pocos días después, el 2 de febrero, los cultivos de
papas familiares fueron destruidos por personal de la empresa minera (amparados
en una controvertida medida judicial). Según relata Daniel Chaupe, unos 150
hombres, entre agentes de seguridad privada de la minera Yanacocha y policías
peruanos, ingresaron a uno de los predios destruyendo dos sembradíos de papas.
Era el alimento que esperaban cosechar en un par de meses para la alimentación
familiar. Chaupe relata que cuando reclamó a los policías y agentes en defensa
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El petróleo es el excremento del diablo. Demonios, satanes y herejes en los extractivismos
de su sembrío, solo recibió risas y amenazas: «Ya ves lo que hemos hecho con tu
perro, ahora con tu sembrío, mañana te toca a ti», le dijeron10. La amenaza es muy
clara, el desprecio a esa familia es muy evidente.
Estas y otras acciones de hostigamiento han despertado múltiples reacciones
en defensa de la familia Chaupe Acuña. Tan sólo como ejemplo, Amnistía
Internacional emitió un comunicado reclamando que se detengan estas
agresiones11, y otras organizaciones apuntan a los socios corporativos, Newmont
en Estados Unidos y el Banco Mundial. Todo esto reforzó la imagen de Acuña
como ícono de la resistencia ciudadana a los extractivismos y la defensa de los
derechos humanos, tanto dentro de Perú como también a nivel internacional12.
Por supuesto que la empresa niega vinculaciones con muchos de estos hechos y
consideran que otros son legítimos13. Esto es común en todo el continente, ya
que las grandes corporaciones sostienen que ellas, por el contrario, defienden
una minería sustentable y ostentan sus programas de responsabilidad social
corporativa. Los ejecutivos de esas empresas, que trabajan en Lima u otras
capitales, siempre rechazan ese tipo de prácticas violentas.
En contraste con lo que se dice en las oficinas corporativas, en los territorios
de América Latina, se multiplican los conflictos sociales ante los proyectos
megamineros. Los casos de desidia ambiental, la persecución a líderes sociales, e
incluso el uso de la violencia, son muy frecuentes. Cuando se investiga la violencia
contra las comunidades locales, casi siempre la culpa recae en alguna pequeña
compañía tercerizada encargada de una obra o la seguridad, o sobre un jefe local,
mientras que los ejecutivos corporativos niegan sus responsabilidades. «Nada
tenemos que ver, y esos hechos van en contra de la política y compromisos de
la empresa»: es más o menos lo que dicen en esas circunstancias, para enseguida
escudarse en la responsabilidad social empresarial.
Pero lo cierto es que extractivismos, como la minería a cielo abierto o la petrolización
de la Amazonia, avanzan en un contexto de creciente violencia y violación de los
derechos humanos y de la naturaleza. Los códigos de responsabilidad corporativa
quedan relegados a buenos deseos para calmar a accionistas en el norte y políticos
10
Testimonio en el comunicado de la Red Muqui de Perú en: http://www.grufides.org/blog/minera-
yanacocha-deja-sin-cultivos-y-alimento-hijo-de-m-xima-acu.
11
Amnistía Internacional lanzó una campaña en escribir al Ministro del Interior y el Fiscal de la Nación
en Lima; https://www.amnesty.org/en/documents/amr46/3392/2016/es/.
12
Acuña recibió el premio Defensora del Año de la Red Latinoamericana de Mujeres y el Premio Especial
Nacional de Derechos Humanos de la Coordinadora de Derechos Humanos de Perú; su situación
ha cosechado el apoyo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y en 2016 fue
galardonada con el premio Goldman, la mayor distinción que existe para activistas ambientales (véase
http://www.goldmanprize.org/recipient/maxima-acuna/).
13
La empresa comunicó el 2 de febrero 2016 que «removió» una plantación en un terreno que consideran
que la familia Chaupe Acuña ocupa en forma ilegal, tipificando su acción como una «defensa posesoria
pacífica»; su comunicado en: http://www.yanacocha.com/yanacocha-ejercio-defensa-posesoria-pacifica/
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desembocó en el derrame. Por otro lado, hay una malicia repetida en tanto primero
se intentó ocultar o minimizar el vertido, y luego se minimizó su gravedad. Los
informes primero indicaron 15 mil litros vertidos, luego se elevaron a 224 mil
litros, y finalmente fueron al menos un millón de litros. A su vez, esa agua estaba
mucho más contaminada de lo que se suponía. O sea que una y otra vez, actores
de la empresa y del gobierno local buscaron ocultar información23.
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26
Los ejemplos de esas posturas son los siguientes: Complot anti-desarrollo al descubierto, Lampadia, Perú,
3 de agosto, 2015, http://www.lampadia.com/analisis/economia/complot-anti-desarrollo-al-descubierto/
Álvaro García Linera critica la izquierda «deslactosada» que le hace juego al neoliberalismo, El Ciudadano,
Ecuador, 29 de setiembre, 2015, http://www.elciudadano.gob.ec/alvaro-garcia-linera-critica-a-izquierda-
deslactosada-que-le-hace-juego-al-neoliberalismo/
Una respuesta se brinda en El extraño debate sobre la lactosa en la izquierda y en el progresismo, E.
Gudynas, Página Siete, Bolivia, 13 de diciembre, 2015, http://www.paginasiete.bo/ideas/2015/12/13/
extrano-debate-sobre-lactosa-izquierda-progresismo-79882.html
27
Este movimiento fue iniciado esencialmente por jóvenes frente a la decisión del gobierno Correa
de desechar la propuesta de moratoria petrolera en el área de Yasuní (agosto de 2013). Ellos lanzaron
movilizaciones de todo tipo, muchas de ellas muy originales, tales como zapateos; siguieron con una
campaña nacional para recolectar firmas que obligaran a una consulta ciudadana y se difundieron
internacionalmente. Finalmente, el Estado ecuatoriano desechó miles de esas firmas e impidió un
referéndum nacional sobre la explotación petrolera (mayo, 2014). Véase, por ejemplo, Gálvez M. y Bonilla
M., 2014; y el reporte en «Yasunidos», los jóvenes que desafían a Correa en la polémica por Yasuní, P.
Mena Erazo, BBC, 14 de abril, 2014, http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/04/140414_ecuador_
petroleo_parque_yasuni_mxa
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Conclusiones
Los extractivismos son una de las expresiones actuales más claras del dogmatismo
propio de una fe profundamente arraigada en las ideas del desarrollo, del progreso
y de la apropiación de la Naturaleza como mediadores del bienestar humano.
Son creencias y saberes profundamente arraigados, que preceden a las ideologías
políticas, ya que las tiñen a todas ellas.
Las imágenes del diablo sirven para mostrar la cara oscura y violenta de los
extractivismos contemporáneos. Desde esa fe se aceptan y legitiman todas las
violaciones de los derechos de las personas y de la naturaleza (extrahecciones).
Esta problemática hace que sea oportuno recordar los análisis de Taussig (1993)
sobre las creencias en el diablo, por ejemplo, entre mineros de Bolivia. A su juicio,
con la idea del diablo se explicitan evaluaciones negativas e incluso rechazos a la
penetración de modos de vida mercantilizados que reemplazan valores propios de
las comunidades campesinas, como la solidaridad y la reciprocidad. Ese diablo
en el socavón de la mina permite a los mineros establecer pactos a cambio de la
riqueza del mineral, aunque esa recompensa los acerque a la muerte. Bajo esos
pactos, los mineros se alejan de sus modos de vida tradicionales, se desarraigan de
sus comunidades originales, y venden «su alma al diablo a cambio de riquezas que
no sólo son de utilidad, sino que son precursoras de desesperación, destrucción y
muerte» (Taussig, 1993: 12).
En esos acuerdos se expresan los conflictos sobre los avances del desarrollo
capitalista. Taussig insiste en que la incorporación a estrategias de desarrollo
está en contradicción con valores y prácticas comunitarias, especialmente las
campesinas. Agrega que «hace mucho que el diablo se borró de la conciencia
del mundo occidental», pero los problemas simbolizados en aquellos pactos
maléficos no desaparecieron por el «nuevo tipo de fetichismo donde los artículos
de consumo aparecen como su propia fuente de valor». El «espíritu del mal» está
en las relaciones capitalistas de producción, a juicio de Taussig.
Es cierto que la ampliación de las variedades de desarrollo capitalistas en los Andes
ha tenido lugar por procesos más complejos que los descritos por Taussig (1993),
pero en su análisis se encuentran todavía muchos aciertos. De alguna manera,
los extractivismos actuales, dados sus enormes impactos, requieren pactar con el
Diablo una y otra vez para hacer tolerables las extrahecciones. Esos pactos con los
extractivismos son desplegados desde gobiernos, disciplinas académicas, grupos
partidarios, y parte de los sectores populares, especialmente en las grandes ciudades.
Entonces, los extractivismos no son solamente las operaciones de perforación o
sembrado, sino que son procesos que operan sobre las ideas de justicia, los marcos
morales y la ética. El campo de la justicia es recortado y distorsionado. Es por ello
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La ocurrencia de estos hechos sin duda se apoya en las herencias de las reformas
neoliberales que ocurrieron en América Latina en las dos últimas décadas del siglo
XX. En aquellos tiempos se reforzaron y festejaron las posiciones que privilegian el
mercado, el individualismo y el consumo. Se le concede privilegios a derechos que
son derivados de esa ética utilitarista, y se acusa a cualquiera que pueda entorpecer
las aspiraciones individualistas. Los conflictos se vuelven inevitables, ya que «en
este nuevo mundo de los individuos adquisitivos el bien de unos hombres será el
mal de otros» (Delbanco, 1995: 107).
Bajo las actuales variedades de desarrollo que nos rodean, de estirpe capitalista,
aquel diablo individualizado queda desvestido de sus atributos originales
para reconfigurarlo como un elemento más de la sociedad del consumo y el
entretenimiento. De la misma manera, las nociones de malicia, como expresión
moral negativa y ausencia de virtud, se encogen.
Frente a esta dinámica, la herejía reside ahora en reconstruir el amplio abanico
de las valoraciones posibles sobre nosotros mismos como humanos y sobre la
Naturaleza, y desde allí acordar posturas morales y volver a ampliar el campo de la
justicia más allá del economicismo. Con esta premisa no me refiero a una reacción
para regresar a un moralismo dogmático, sino a evitar caer en un nihilismo de
una moral minimalista. Dicho de otro modo, señalar que las violaciones de los
derechos de las personas y de la naturaleza a causa de los extractivismos son
efectivamente actos de malicia, por lo tanto intolerables y condenables, y por ello
deben ser revertidas inmediatamente. Es, en otras palabras, reconstruir nuestra
capacidad de reaccionar ante la maldad.
Estas herejías contemporáneas contienen, por lo tanto, dos componentes: por
una parte, recuperar las valoraciones múltiples que hacen los propios humanos,
y por la otra, aceptar los derechos de la Naturaleza. La primera incluye desde
los valores estéticos que despierta un paisaje a las tradiciones religiosas, desde el
acervo ecológico de una localidad a las tradiciones culturales que atesoran. Desde
allí se puede dar un paso más en reconocer que la Naturaleza es un sujeto de valor,
independientemente de la valoración que puedan otorgarle los humanos. Ese es
el paso que permite reconocer a la Naturaleza como un sujeto de derechos. Todo
esto es indispensable, ya que tanto el planeta, como nuestro propio continente, no
tolera más la enorme devastación ambiental que traen consigo los extractivismos.
Estas no son ideas de excéntricos ni de soñadores. Es una tarea urgente y necesaria
ya que, como señalan los U’Wa desde Colombia, todos nosotros nacemos hijos de
la tierra y eso no lo puede cambiar nadie.
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Eduardo Gudynas
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Posibilidades de análisis de la acción
socioambiental según la racionalidad
ambiental en Enrique Leff1
Felipe Bueno Amaral2
ORCID: ID orcid.org/0000-0002-6668-5415
amaralfelipeb@gmail.com
José Luiz Fernandes Cerveira Filho3
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-8584-8139
pirajucerveira@hotmail.com
Universidade Federal do Paraná, Brasil
Resumen:
La condición moderna y la racionalidad científica pierden su locus privilegiado cada vez
que los procesos sociales son contestados en razón de la continua degradación ambiental.
En este sentido, desde mediados del siglo XX, se están haciendo nuevas lecturas sobre los
procesos sociales. El presente trabajo propone una reflexión teórica a partir de un diálogo
entre el racionalismo weberiano y los presupuestos epistemológicos de Enrique Leff,
para demostrar cómo el concepto de racionalidad ambiental, aun dentro del paradigma
moderno, puede presentarse como alternativa analítica y contribuir para una nueva
relación humano-mundo.
Palabras clave: racionalidad ambiental; Enrique Leff; acción social y ambiental.
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Johanna Orduz
TABULA RASA
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demonstrate its relationship to Enrique Leff´s epistemological notes, and the postulation of
his concept of environmental rationality as an emerging alternative analytics that inserted in
the modern scientific paradigm, can contribute to a new human-world relationship.
Keywords: environmental rationality; Enrique Leff; social and environmental action.
Introducción
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre el concepto de racionalidad
ambiental a partir del acercamiento de Enrique Leff [1946-], partiendo de la
categoría de racionalidad forjada por Max Weber [1864-1920] y su método
de aprehensión de la acción social, que es la base para la elaboración posterior
de Leff. Además de la perspectiva teórica del concepto, pretendemos también
exponer las exigencias metodológicas que ofrecen una propuesta para el análisis
socioambiental, señalando el potencial empírico que contiene.
Por consiguiente, en la primera parte del texto presentaremos la descripción
del concepto de racionalidad, bajo diferentes perspectivas de los racionalismos,
y la metodología ideal típica a partir de la obra de Max Weber (1991; 1995;
2003; 2010). Posteriormente, analizaremos los principales puntos que entraña
el concepto de racionalidad ambiental formulado por Enrique Leff (2002, 2004,
2012), que, a nuestro entender, en la actualidad deviene fundamental para los
estudios del área socioambiental.
En la parte final del artículo, nos concentraremos en las perspectivas metodológicas
que el autor añade al concepto, analizando la construcción social de la epistemología
ambiental. Es importante resaltar que conciliamos las reflexiones de Weber y Leff
por entender que son complementarias, aun cuando los dos autores partan de
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Por eso, los tipos, alerta Weber, deben establecerse a partir de lo que denominó
racionalidad con relación a los fines, para que, por medio de la comparación, se
pueda localizar el sentido y la motivación de la acción. Deben constituirse a partir
de la experiencia empírica, y en modo alguno sirven de modelo de referencia;
quiere decir, son instrumentos que sirven al investigador en su comprensión —
aproximada— de lo real (Weber, 1995).
Para construir mejor su modelo en la dirección del análisis del sentido de la acción
individual el autor establece los tipos de acción que identifica en la sociedad. Así,
Weber sugiere cuatro tipos de acción racional para emprender su observación
sociológica, con referencia principalmente a la economía, el derecho y la religión:
la racionalidad con arreglo a fines, la racionalidad con arreglo a valores, la
racionalidad de la acción tradicional y finalmente, la racionalidad afectiva.
Sobre la racionalidad con referencia a fines, Weber (1991) enseña que lo hace,
«[...] quien orienta su acción por los fines, medios y consecuencias secundarias,
ponderando racionalmente tanto los medios en relación con las consecuencias
secundarias, así como los diferentes fines posibles entre sí [...]» (1991:16). Por tal
razón, esa racionalidad sirve de referencia en la construcción del tipo ideal, que
es cuando el investigador reflexiona de manera consciente sobre las principales
características o acciones de su objeto de estudio, lo que podría estar naturalizado
dentro de las relaciones sociales que observa, y las establece como tipo, para la
comparación futura de los resultados.
Ya la acción racional con arreglo a valores, en contraposición con la acción con
arreglo a fines carga en sí un carácter irracional. En el caso de la acción con arreglo a
valores es una acción según exigencias o mandamientos en los que el individuo cree
que le fueron dictados en forma atávica. Son valores que vienen de relaciones pasadas
y que el agente considera correcto reproducir, aunque de manera inconsciente.
El comportamiento estrictamente tradicional está presente en la mayoría de
nuestras acciones cotidianas y, en líneas generales, es lo que puede llamarse acción
orientada por el sentido, por ser una acción que transcurre en la dirección de la
actitud arraigada y que «[...] se incluye en la taxonomía no solo como caso-límite,
sino también porque el enlace con lo habitual puede mantenerse conscientemente
en diversos grados y sentidos» (1991: 15).
Por último, el comportamiento estrictamente afectivo, «[...] puede ser una
reacción desenfrenada a un estímulo no cotidiano. Se trata de sublimación,
cuando la acción condicionada afectivamente aparece como descarga consciente
del estado emocional» (Weber, 1991: 15). Una acción se considera así cuando se
manifiesta de modo que satisfaga un deseo cualquiera (venganza o gozo), tanto de
modo contemplativo como en una descarga brutal de emociones.
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Entre tanto, debemos destacar la observación que hace Weber en relación con los
tipos. Según el autor,
solo muy rara vez la acción, y en particular la acción social, se orienta
exclusivamente de una u otra de estas formas. Y, naturalmente, esos modos
de orientación en modo alguno representan una clasificación completa de
todos los tipos posibles de orientación, sino tipos conceptualmente puros,
creados con fines sociológicos, a los cuales la acción real se aproxima más
o menos o de los cuales —aun con mayor frecuencia— ella se compone.
Solamente los resultados pueden demostrar su utilidad para nuestros fines.
(Weber, 1991: 16)
De esta forma es importante percibir que Weber no determina que esos sean
los únicos tipos de acción social ni que una acción se manifieste por un único
tipo puro ni tampoco restringe la construcción de otros modelos para adecuarse
a los propósitos de cada investigación o investigador. Al establecer eso, el autor
abre posibilidades para que pueda utilizarse su metodología en relación con otras
conexiones de manera casi infinita.
Esta breve revisión acerca de las racionalidades y, sobre todo, de cómo utilizarlas
en la construcción de los tipos, ilustra un modo de proceder mediante este recurso
para interpretar una acción determinada en busca de una evidencia válida, para
que pueda, a partir de ella, extraerse una comprensión que esté lo más cercana
posible al contexto observado. Es así como por caminos diferentes esta teoría
viene siendo manejada por analistas y teóricos en todo el mundo, así como esas
reflexiones son seguramente el núcleo central de la racionalidad ambiental de
Enrique Leff, tal vez menos por el concepto que por el empleo metodológico.
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El lector percibe aquí que el autor toma el concepto de saber ambiental que
atraviesa su obra. Dicho concepto abarca la noción de diálogo de saberes y la
noción misma de racionalidad ambiental como categoría. No es necesario precisar
cuál de esas nociones prevalece en la obra de Leff, ya que son interdependientes (y
eso es una constante cuando se recurre a cualquier racionalismo weberiano). Así, a
partir de otra racionalidad, «el saber ambiental se va configurando en un espacio
exterior al círculo de las ciencias» (2012: 31).
Esa racionalidad ambiental, medida en el diálogo de saberes, en este caso, en un
espacio exterior al círculo de las ciencias, es una noción completamente contraria
a la noción de epistemología como saber hegemónico. Esto es lo que significa estar
ubicada en un espacio exterior al círculo de las ciencias. No se trata de un rechazo
a las ciencias; se trata de insertar allí un conocimiento marginal, el conocimiento
tradicional o autóctono, el conocimiento de quien establece relación con su mundo,
que se reconoce como parte de su mundo, reconfigurando el saber moderno.
En ese movimiento, el autor trasciende el método interdisciplinario para
observaciones empíricas. Acoge las racionalidades sustantivas, los valores y
acciones subjetivos, y no pretende alcanzar la totalidad; es lo que él llama
interdisciplinariedad ambiental. De esa forma, «[...] la epistemología ambiental
abre camino a un nuevo saber; un saber que emerge de la demarcación de un
límite: de una ley-límite de la entropía, pero también de la idea de verdad como
correspondencia entre el concepto y lo real [...]» (Leff, 2012: 35), es aproximarse
a la teoría pisando el suelo del que se habla, vivenciando el objeto en esa constante
recursividad. Eso abre puertas para la segunda órbita:
b) La exteriorización del saber ambiental del círculo de las ciencias para las estrategias
de poder en el saber que juegan en el campo discursivo de la sustenibilidad;
Como se dijo antes, la interdisciplinariedad ambiental no busca articular las ciencias
en una sola dimensión, dentro de los sistemas de acción definidores de paradigmas, y
sí, por medio de un camino de reconstrucción social que propicia la revalorización de
los saberes no científicos. De esa forma, si la racionalidad ambiental se inscribe en el
campo de poder del saber, cuestionando las ideologías teóricas y permite la inserción
de un campo de acción que se desarrolla a partir de los múltiples conocimientos,
distanciándose de aquello que se llama ecologización del pensamiento, puesto que las
leyes ecológicas no captan toda la sustantividad de vivir en el mundo.
Se trata aquí de pensar las relaciones que se establecen al margen de la instrumentalidad,
de lo cotidiano en el ambiente rural, de la relación con la planta que crece y alimenta,
y no se justifica solo por el lucro, sino también por la belleza y el sabor, que sobrepasan
las leyes de la racionalidad moderna, ya que cuando vivenciamos el mundo «[...]
no podemos huir de la naturaleza humana —de nuestro ser simbólico, de nuestra
condición de existencia—, incluso revistiéndonos de la más profunda de las ecologías
y de la ética más piadosa y caritativa» (Leff, 2012: 40).
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Es importante resaltar que la palabra utopía aparece en las consideraciones del autor
sobre esos conceptos y categorías discutidos hasta ahora en relación con la aplicación
de ellas en las relaciones sociales que observamos en nuestras investigaciones,
mirando a un mundo sostenible, con racionalidades en diálogo y con la perspectiva
de la inclución del ambiente, anteriormente excluido, en las Ciencias Sociales. Pero
al reconocer la utopía contenida en esta epistemología ambiental, el autor alerta que
el proceso de racionalización ambiental no es una norma. Para él,
La construcción de una racionalidad ambiental abierta a diferentes
estrategias cognitivas, matrices de racionalidad, procesos de significación,
modos de producción y formas de apropiación de la naturaleza no será
guiada por una norma o por un saber de fondo impuestos sobre la
cultura, y sí por su diversidad y por formas singulares de significación
de la naturaleza. Se anuncia así el diálogo de saberes dentro del campo
de relaciones de otredad como principio constitutivo de la racionalidad
ambiental. (Leff, 2012: 48)
Estas son pistas de una racionalidad que se pretenda ambiental y de un saber que
no se pretende totalizador. Los racionalismos según Weber pueden articularse
como concepto o como categoría, para el análisis de las acciones humanas. Así,
para la comprensión analítica de las relaciones socioambientales, los racionalismos
funcionan como estrategias investigativas para acceder a la voz de los sujetos y
alcanzar el lugar extraterritorial del ambiente. Esta complejidad abre la penúltima
órbita de análisis:
d) La formación del saber ambiental y la emergencia de la complejidad ambiental;
Como ya lo dijimos, el concepto de saber ambiental dialoga contribuyendo con los
demás conceptos articulados por Enrique Leff. Para el autor, la racionalidad científica
crea una sinergia negativa, un problema de conocimiento que el saber ambiental
sugerido por él pretende deconstruir. Así, el saber ambiental como perspectiva
(podríamos decir postura) analítica sugiere un avance sobre las sombras generadas
por el racionalismo científico. Leff critica en este sentido, tanto el estructuralismo
como la teoría de sistemas, que crean edificios generalizadores. La racionalidad
ambiental, «[...] se fundamenta en valores (calidad de vida, identidades culturales,
sentidos de la existencia) que no aspiran a alcanzar una condición de cientificidad»
(2012: 50). De esa forma, la epistemología ambiental de Leff busca trascender el
círculo perfecto de las ciencias e incluso de cualquier método hermético.
El saber ambiental sobrepasa el campo de la racionalidad científica y de la
objetividad del conocimiento. Ese saber se constituye dentro de una nueva
racionalidad teórica, de donde emergen nuevas estrategias conceptuales.
Él propone la revalorización de un conjunto de saberes sin pretensión de
cientificidad. Mediante el deseo de resolver la crisis ecológica mediante el
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Consideraciones finales
El objetivo de este artículo fue el de presentar el concepto de racionalidad
ambiental a partir del abordaje de Enrique Leff, demostrando cómo reposicionar
el ambiente en los análisis socioambientales desde una postura de alteridad y
apertura científica. Al inicio, nuestro argumento se concentró en la presentación
y en la descripción del concepto de racionalidad, a partir de las variaciones de la
acción ambiental weberiana dentro de las ciencias sociales; enseguida, analizamos
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Antirracismo y discurso científico para
las masas (1948-1960). Reflexiones en
torno de la «divulgación»1
Ana Grondona2
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-2596-049X
Conicet-Universidad de Buenos Aires, Argentina
antrondona@hotmail.com
Recibido: 23 de noviembre de 2015 Aceptado: 29 de abril de 2016
Resumen:
A partir de un trabajo sobre documentos, el artículo analiza la relación entre la escena
o instancia de «divulgación» y la de «producción» de conocimiento experto en el marco
de las discusiones de UNESCO sobre la cuestión racial en la segunda posguerra. En
particular, se analizan la declaración sobre las razas de 1950, la de 1951 y una serie de
artículos y documentos escritos alrededor de ambas. El texto está estructurado en tres
apartados. En el primero presentamos algunos aspectos generales de las discusiones y
la producción de saber experto alrededor de la cuestión racial en UNESCO entre
1948-1960. Luego, abordamos la hipótesis de que los textos analizados, aun cuando se
presentan como difusores de conocimiento establecido, intervienen muy activamente en
su producción. En la tercera sección, analizamos los modos en que a través de los textos
se constituyen ciertas figuras de autoridad. Finalmente, presentamos algunas reflexiones
a modo de cierre.
Palabras clave: saberes expertos, racismo, divulgación
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established knowledge, they often work actively in producing that knowledge. In the
third section, we discuss the ways through which certain authority figures are made up
through those texts . Finally, some closing remarks are disclosed.
Key words: expert knowledge; racism; popularization of science
Introducción
En consonancia con esta alternativa, y en la medida en que una versión de la
historia programada para satisfacer objetivos políticos no soportaría someterse a
las normas de la investigación histórica, el resultado de estas iniciativas es eludirla
en trabajos que, aunque puedan ofrecerse como trabajos de investigación, por el
mismo objetivo político que los genera resultan en realidad textos de divulgación
de imágenes del pasado construidas para satisfacer esos objetivos.
J. C. Chiaramonte (2013)
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Anti-racismo y discurso científico para las masas (1948-1960). Reflexiones en torno de la «divulgación»
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Anti-racismo y discurso científico para las masas (1948-1960). Reflexiones en torno de la «divulgación»
sus opiniones sobre ella y publicaron una síntesis de las respuestas en 1952. Este
texto muestra, nuevamente, que el campo de debate científico estaba lejos de
aceptar «sin más», las posiciones avanzadas por UNESCO, incluso bajo una forma
mucho menos «asertiva» que la que presentaba el documento de 1949/1950.
La recepción polémica de ambas declaraciones representa el primer elemento que
funda las hipótesis que desarrollaremos en el artículo. A diferencia de buena parte
de la literatura circulante sobre las declaraciones de UNESCO, que suele calibrar
y caracterizarlas como intentos ingenuos de rectificar las posiciones racistas
de la opinión pública o de ciertas ideologías políticas ilustrándolas científica y
racionalmente (v. gr., Taguieff, 1992), nuestro trabajo intenta mostrar que, por
el contrario, existe una doble destinación del discurso de las declaraciones. Por un
lado, ellas interpelan a un «público general», pero también cifran un mensaje o,
mejor, una intervención al interior del propio campo de los especialistas. Esta
doble destinación delimita, además, un (primer) contradestinatario13 «interno»
al campo científico (aquellos que
13
Tomamos este concepto de Eliseo Verón (1987).
justificaban científicamente el racismo)
a quien, justamente, se busca excluir del decir «legítimamente» científico, y con el
que se antagoniza de un modo radical.
Con relación a esta primera cuestión, entonces, lejos de difundir/divulgar cierto
estado del arte de las ciencias (como un saber ya-producido-y-ya-validado) los
textos analizados intervienen activamente en la producción y legitimación de ese
saber. A partir de ello, hay una serie de fronteras que se desestabilizan: la que
divide producción de conocimiento/difusión y, también, la (siempre porosa)
delimitación entre ciencia y política.
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tan relegadas al olvido como las teorías del éter intersideral o de la generación
espontánea, de tanto éxito en otro tiempo. (Poliakov, 1960: 13)
Entendemos que sería un error tomar las afirmaciones del párrafo precedente como
una «mera descripción» del campo de discusiones en torno de la cuestión racial.
Lejos de esta presunta hegemonía del antirracismo como verdad-ya-establecida-
científicamente, ese mismo año veía la luz la revista Mankind Quarterly, órgano de
la International Association for the Advancement of Ethnography and Eugenics
(IAAEE), fundada en abril de 1959 en la ciudad de Baltimore, Estados Unidos.
Entre sus miembros directivos estaban Robert E. Kuttner, Anthony James Gregor,
Robert Gayre, Reginald Ruggles Gates, Henry E. Garrett y Corrado Gini. Este
último, científico clave de la Italia fascista, había declarado una «guerra de
guerrillas» contra los discursos antirracistas de matriz anglosajona (Cassata, 2006:
371). Algunos de estos especialistas, como Henry Garrett, tenían relación directa
con organizaciones racistas (Cassata, 2008: 909). No debiera presumirse, por ello,
que fueran figuras marginales del campo científico. Reginald Gates, por ejemplo,
había sido miembro del British Committee on Race and Culture del Royal
Anthropological Institute y del Institute of Sociology a mediados de la década del
treinta. Tampoco debería suponerse que Mankind Quarterly fuera el resabio de un
debate ya perimido, llevado adelante por importantes pero gastadas luminarias
del racismo científico. Ello no explicaría, por ejemplo, la reacción de Juan Comas,
uno de los firmantes de la declaración de 1949/1950, quien respondió vivamente
a la publicación de esta revista, en particular a uno de los artículos del primer
número: “Klineberg’s Chapter on Race and Psychology. A Review” firmado por
Henry E. Garrett. Otto Klineberg, principal blanco del artículo de Garrett, había
estado entre los revisores de dicho documento y había sido director del Tensions
Project14 entre 1948 y 1952, entre cuyas inquietudes estaban las tensiones raciales.
La respuesta de Comas fue, indudablemente, una defensa de las políticas de la
UNESCO respecto de la cuestión racial.
La revista Current Anthropology, donde Comas había hecho llegar su (muy dura)
14
El lanzamiento del proyecto incluyó una reunión
crítica a Garret, envió este texto a 50
en 1948 de la que participaron, entre otros, académicos, incluidos los firmantes de
Gordon Allport, Max Horkheimer y Gilberto la declaración de 1951 y los miembros
Freyre. El resultado de esta reunión científica sería
un documento sobre las tensiones que conducían del comité de The Mankind Quarterly
a la guerra (Tensions which make for war), que a (contra los que Comas argumentaba).
diferencia de ciertas teorías de la modernización,
no reducía los problemas del presente a simples La polémica que se publicó junto
«rémoras» del atraso sino a la propia dinámica de con el texto del español-mexicano
las transformaciones.
(se anexaron los comentarios de 22
investigadores, incluido el criticado H. Garret) resultaba, pues, atendible/
pertinente/publicable desde la perspectiva del comité editorial de la revista
científica en cuestión.
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Sin adentrarnos en las peculiaridades del debate, conviene notar que Comas
señalaba cuestiones que hoy resultarían poco discutibles: ponía en duda la validez
universal de los test estandarizados de inteligencia, de las explicaciones que asignan
una relación causal entre origen racial y criminalidad a partir de ciertas estadísticas
y de la hipótesis sobre la presunta degeneración asociada a la mezcla de clases y al
mestizaje. En otro pasaje, Comas respondía duramente a las afirmaciones de H.
Garrett (1960) según las cuales la mixtura negroide de Salvador de Bahía era causa
del «retraso» del norte frente al sur blanco de Brasil (1960: 21), al tiempo que
impugnaba la hipótesis de que el destino de Haití debía ser tomado como indicador
de los males que se desprendían del autogobierno de los negros (1960: 21).
Por su parte, los argumentos contra Comas tenían un indudable contenido
racista. Gates, por ejemplo, reivindicaba la libertad de los ciudadanos del sur
de los EE. UU. de no mezclarse con los negros en las escuelas y universidades
—a contramano del camino iniciado por el fallo de la Corte Suprema de Brown
contra el Consejo Educativo—. Gayre, por su parte, descartaba la posibilidad
de reconocer civilizaciones relevantes más allá de la europea y sus ancestros, al
tiempo que advertía que la decisión de incluir a los negros en el sistema cultural
estadounidense iba a empujarlo a una crisis de decadencia. Asimismo, al referirse
directamente a la pregunta lanzada por el antropólogo español-mexicano sobre si
debía considerarse que las 15 nuevas naciones africanas eran tristes ejemplos del
error del autogobierno de los negros sostenía, sin más: “the answer to this one is a
resounding yes”. Todas estas eran, insistimos, afirmaciones decibles y publicables
en una revista científica en 1960-1961.
Por cierto, en 1952 la «más mesurada» segunda declaración de las razas de la UNESCO
había recibido respuestas semejantes a las del párrafo anterior. En el texto publicado
por la UNESCO, The Race concept: results of an inquiry, que ya hemos mencionado más
arriba, se repiten los argumentos que cuestionaban el tono aseverativo de la primera
declaración respecto de la relación entre raza y ciertos rasgos (sobre todo capacidades
intelectuales) sobre la que la ciencia no se habría pronunciado aún de modo certero15.
Asimismo, registramos objeciones al modo de aproximarse a la cuestión racial, al
formato mismo de declaración o manifiesto científico:
Recuerdo intentos notorios de los nacionalsocialistas para establecer ciertas
doctrinas como las únicas conclusiones correctas que debían extraerse de la
investigación sobre la raza, y la supresión de cualquier opinión contraria;
así como la afirmación similar del gobierno soviético en nombre de la
teoría de la herencia de Lysenko, y su condena de la enseñanza de Mendel.
15
Esta es la posición de Walter Landauer de la Universidad de Connecticut, quien cuestiona cierta
«tentación a tratar terra incognita como terra nulius» (UNESCO, 1952: 19), posición que compartían
Kenneth Mather de la Universidad de Birmingham (1952: 49) y Giussepe Genna de la Universidad de
Florencia (1952: 93).
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Por cierto, frente a las posiciones racistas, también aparecían otras que criticaban
la declaración por otros motivos17. En particular, resultan pertinentes para esta
ponencia las reflexiones de Dale Stewart, del Smithsonian Institute de Washington
y las de A.E. Mirsky del Rockefeller Institute for Medical Research, pues ambos se
concentran en sopesar el posible éxito de la declaración en su misión de divulgar
al público general cuestiones científicas. Mientras el primer experto criticaba el
uso de términos técnicos cuyo sentido no era explicitado (UNESCO, 1952: 20),
Mirsky «adelantaba» la hipótesis que sostenemos en nuestro propio trabajo al
afirmar que «si se hubiera formulado sin tener en cuenta la actitud de los biólogos
que han sido a su vez influidos por prejuicios raciales», la exposición del «punto
de vista biológico respecto de la raza» «bien podría ser más simple y concisa»
(1952: 21, traducción nuestra).
Justamente, las declaraciones de la raza, lejos de servir como mero espejo en que
se reflejaría (de un modo simplificado) cierto estado de la discusión científica,
fueron modos de intervenir activamente en una polémica aún abierta y que
tardaría bastante tiempo en saldarse. Las declaraciones científicas de la UNESCO
antagonizaban con discursos pasados que habían justificado científicamente el
racismo en el fascismo y en el nazismo, y con discursos contemporáneos a las
declaraciones que retomaban esos argumentos y producían otros nuevos. Lo que
estaba en juego en esas discusiones era, primariamente, la definición misma de
«lo científico». Ello queda claro en la cita de El Correo de la UNESCO con la
que comenzaba este apartado (que «describía» un presunto estado de cosas según
el cual las teorías científicas racistas eran tan añejas como las de la generación
espontánea) o en el siguiente extracto de la primera declaración de las razas:
La teoría según la cual caracteres físicos y mentales desfavorables (falta de
armonía física y degeneración mental) se manifestarían en los mestizos,
jamás ha podido ser comprobada con hechos. No existe, pues, justificación
«biológica» para prohibir el matrimonio entre individuos pertenecientes a
grupos raciales diferentes. (UNESCO 1969a, punto 13: 34)
Las comillas en «biológica» en la cita del párrafo anterior corroboran nuestro
argumento, pues marcan una distancia (Authier-Revuz, 1984) respecto de
quienes sostienen posiciones —en ese caso— contrarias al mestizaje en nombre
17
L. S. Penrose, de una universidad de Londres, se queja por el uso del término «místico», raza que
es «propenso a fomentar supersticiones y prejuicios en la discusión popular» (25). Ernest Beaglehole,
neozelandés que había participado de la declaración de 1949/1950, propone que en la redacción de la
de 1951 se especifique con mayor claridad que los grupos nacionales raramente coinciden con grupos
biológicos. El reconocido antropólogo Melville Herskovits de Northwestern, por su parte, subrayaba
la ausencia de antropólogos culturales que habrían sido más cautelosos en el uso de términos como
«civilización». El biólogo chileno Alejandro Lipschutz, envió a la Unesco una propuesta de declaración
en la que aparecía el problema de la «conquista» como asunto nodal para comprender la discriminación
racial y los dogmas de la desigualdad hereditaria.
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Consideraciones finales
Los partidarios del racismo apelan constantemente a la ciencia para dar una
base «objetiva» a su propaganda. Al hacer esto realizan una verdadera estafa
intelectual, porque se apoyan en teorías científicas abandonadas hace mucho
tiempo. Sin embargo, como son ellos los que llevan el debate al terreno
científico y hacen un llamamiento a la ciencia, su cartel de desafío debe
ser recogido por la ciencia y por aquéllos que la sirven. Se ha objetado que
combatir el racismo con argumentos científicos era una empresa vana (…)
Se dice que no puede esperarse destruirlo abriendo un debate científico (…)
Entonces, cuando la UNESCO publica folletos, en los que hombres de ciencia
de diversas nacionalidades resumen el estado actual en materia de raza desde el
punto de vista científico ¿se hace una obra sin valor alguno? No lo creemos. ¿Es
que puede negarse que el problema racial se encuentra indisolublemente ligado
al desenvolvimiento del pensamiento científico? (…) Se imponía, pues, una
acción importante en el terreno científico. La noción misma de la ciencia es uno
de los principios directivos de nuestra civilización, y una de las ideas-fuerzas
que la animan. Y ahí es donde se ha cometido la falsificación, ajustándola a sus
fines políticos para rendirle indirectamente homenaje. (Métreaux, 1953: 3)
La justeza con la que Métreaux describe la lucha de la UNESCO contra el racismo
científico deja poco lugar a dudas. Sin embargo, no por ello debemos aceptar que
lo que hacían las reuniones científicas analizadas o los documentos estudiados era
meramente «resumir» o «reflejar» las verdades ya-producidas-y-validadas en otro
ámbito (el de la investigación científica como ámbito claramente discernible).
Hemos dedicado el segundo apartado a mostrar este punto.
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La biocolonialidad en las relaciones
entre investigadores de la biodiversidad
y las comunidades en Colombia1
Yilson Javier Beltrán Barrera2
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-6271-4445
Universidad Nacional de Colombia
yjbeltranb@unal.edu.co
Resumen:
Históricamente en Colombia ha existido una relación de dominio epistémico y
político ejercida por los investigadores de la biodiversidad hacia las comunidades que
proveen de conocimiento a los primeros. Inicialmente, se aborda sucintamente aquel
proceso histórico para mostrar que aún hoy se encuentra dicha relación de dominio
como producto de una razón dominante que se evidencia en la aplicación del método
cartesiano de investigación científica. Se devela así que la relación entre investigadores
y comunidades está inserta en esa lógica de dominio que los países del Norte ejercen
como estrategia política de control de la biodiversidad (biocolonialidad) sobre países
megadiversos como Colombia. A continuación, se confronta la posición política de
un científico colombiano frente a la aplicación de los principios del método de la
investigación acción participativa (IAP) por profesores colombianos de las ciencias
básicas en su relación investigativa con una comunidad del pueblo Ticuna en el
Amazonas colombiano. Se concluye que la aplicación de dichos principios propicia el
compromiso político y ético necesario para realizar un nuevo contrato entre comunidades
e investigadores de la biodiversidad.
Palabras clave: biocolonialidad, biodiversidad, conocimiento tradicional, conocimiento
científico, IAP.
1
Debo agradecer especialmente al profesor Ramón Grosfoguel, quien no solo me sugirió incorporar el
giro descolonial a un ensayo original (aún no publicado), sino que también ha hecho una importante
aportación y seguimiento a este trabajo con sus atinados comentarios a propósito del giro decolonial, en un
intercambio que inició en la Universidad de California-Berkeley cuando hice mi estancia de investigación
doctoral con él en el semestre de la primavera de 2015. Aquel ensayo aún no publicado procede de los
resultados de investigación de la tesis de Maestría en Biociencias y Derecho de la Universidad Nacional de
Colombia denominada: «Colombia entre dos mundos: un acercamiento a la relación entre investigadores
de la biodiversidad y las comunidades», la cual obtuvo por unanimidad el reconocimiento de tesis meritoria
en 2012, y cuyo libro se publicará próximamente con el sello editorial de la misma universidad. También
se incorporan algunos avances de mi tesis doctoral preliminarmente denominada «La biocolonialidad en
Colombia: una genealogía decolonial del discurso de la protección de los conocimientos tradicionales
asociados a la biodiversidad».
2
Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana-C, México.
Exbecario doctoral CLACSO-CONACyT y profesor del Departamento de Ciencia Política, Universidad
Nacional de Colombia, sede Bogotá.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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Yilson Javier Beltrán Barrera
La biocolonialidad en las relaciones entre investigadores de la biodiversidad y las comunidades en Colombia
Según el zoólogo G.G. Simpson antes de 1859 las respuestas a las preguntas sobre
la existencia carecían de valor, pues no tenían comprobación científica (Dawkins,
1993). Según esa afirmación, sólo después de Darwin hemos podido darle
sentido a nuestra existencia, pues a través de la ciencia nos hemos convertido en
depositarios de la verdad (de respuestas sobre la existencia), en tanto somos la
única especie que es consciente de su procedencia y tenemos la certeza de qué es
el hombre y por qué razón existimos.
Según Dawkins, gracias a Darwin alcanzamos la mayoría de edad. En el siglo
XVIII, casi un siglo antes de la referencia de Simpson, Kant se había hecho una
pregunta cuya respuesta lo había dejado decepcionado. En la pregunta sobre ¿Qué
es la Ilustración? expresa que la mayoría de edad es la capacidad de los hombres
de pensar por sí mismos (Kant, 1998), mostrando así que ese era el espíritu de
la época. Sin embargo, lo anterior lo llevó a cuestionarse si realmente ese espíritu
correspondía a una época ilustrada, o simplemente se encontraba en una época
(en proceso de) ilustración. De esta última pregunta procede su decepción.
Pero Kant seguiría decepcionado hoy, no por el hecho de que seamos «depositarios
de la verdad», en la medida en que tenemos certezas que se pueden comprobar
científicamente, pues eso es producto de la autonomía de los hombres en la
evolución del conocimiento, es decir, de llegar a esa mayoría de edad en términos
de Kant o de Simpson, sino porque al encontrarse en pleno siglo XXI con pueblos
indígenas, comunidades negras, campesinas, etc., que no han sido ilustradas,
continuaría afirmando que estamos en una época de ilustración y no ilustrada
¡decepcionante para los ilustrados occidentales!
La cuestión es que el pensamiento occidental en su tendencia homogeneizadora
y hegemónica, ha creído3 que su versión es la versión del significado de la vida
y de la existencia, sin reconocer que también son válidas otras formas de ver a la
humanidad y su existencia, así como el mundo que habita.
Si bien aquí no discutiremos el problema de la vida y de la existencia, sí podemos
dar cuenta de que hay una actitud de imposición de una forma social de vida4
3
El término «creído» corresponde a un acto de fe que contradice los principios científicos. Sin embargo,
considero que es así en tanto que prima el poder y el interés de imponer una forma de ver al mundo sobre
otras, antes que la razón misma.
4
Aquí se hace referencia a la forma de vida occidental que adoptan en su mayoría y en términos generales
los investigadores de la biodiversidad. Tucker afirma en su introducción a una Perspectiva cultural para
el desarrollo que esa forma de vida occidental está regida por el principio de racionalidad económica al
que debe someterse todo lo demás incluyendo a la naturaleza. Así, el significado del desarrollo desde la
perspectiva cultural se comprende como la única forma social de vida posible, resultando en un único
modelo cultural que debe adoptar el resto del mundo (Tucker, 2002). Y de allí la actitud impositiva.
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sobre otras. Esto se puede observar, entre otras, en la actitud de los investigadores
frente a las diferentes comunidades5 existentes en Colombia, cuando estas últimas
son vistas como un obstáculo para el avance de la investigación y el conocimiento
científico (Nemogá, 2010, 2011).
Lo que analizo a continuación es cómo una actitud impositiva, adoptada por
los investigadores de la biodiversidad,
5
Entiéndase por «comunidades» aquí, no solamente
a los indígenas, sino también a los negros, raizales,
se hace patente al considerar ellos
campesinos, rom y locales (por ejemplo, las mismos (los científicos) su trabajo
comunidades de pescadores) y en general a las (subjetivamente) como más importante
poblaciones que tienen prácticas diferentes a las
occidentales o mixtas (como el caso de la producción que el trabajo de las comunidades
campesina, en donde utiliza parte de su producción en relación con la generación de
para el autoconsumo y parte para la comercialización), conocimientos para la conservación y
diferentes en términos de sus relaciones sociales y
su forma de relacionarse con el ecosistema en que el aprovechamiento de la biodiversidad.
habitan (aprendizaje empírico que se transmite de La pregunta que surge es: ¿Por qué se
una generación a otra, con métodos de observación y
lectura de su hábitat que son particulares y diversas). valora más el conocimiento científico
que otros conocimientos? Esta pregunta
nos lleva a plantear una hipótesis, a saber: que la actitud impositiva adoptada por
los investigadores de la biodiversidad no es nueva, y que es producto de una razón
dominante (cultural) que trasciende las actitudes subjetivas de los investigadores.
En últimas, que la actitud de los investigadores o científicos y la forma de valorar
su propio conocimiento respecto a otros, tiene una historia que se inserta en la
lógica de dominación colonial, reflejada hoy en la biocolonialidad.
El concepto de colonialidad, hasta ahora reconocido como una categoría analítica
acuñada por Aníbal Quijano (1992), aunque recientemente puesta en cuestión
en una entrevista realizada a Ramón Grosfoguel (Beltrán, 2015a) y aplicada
analíticamente al poder (Quijano, 1998, 2000 y 2001), al saber (Lander, 2000)
y al ser (Maldonado, 2007), se ha ampliado a la «naturaleza» (Escobar, 2003).
Por ello, con la misma intención que María Lugones (2007) tuvo al llamar la atención a
Aníbal Quijano frente a la marginalidad del género en los desarrollos de la colonialidad
del poder, pero con el propósito de desarrollar la línea de la colonialidad del género,
con este trabajo sigo llamando la atención frente a la marginalidad de la «naturaleza» en
los desarrollos de la colonialidad del poder, y que algunos siguen reseñando (GESCO,
2012)6, pero al mismo tiempo es un aporte y una invitación a ocuparnos de esa falencia
que, señala Gesco, tiene la red modernidad/colonialidad/descolonialidad (MCD).
Hay que reconocer, sin embargo, que Edgardo Lander (2002a, 2002b y 2005) y
Arturo Escobar (2003 y 2011) fueron los primeros que abordaron el problema
de la colonialidad de la «naturaleza» y siguen incorporándolo en sus trabajos
6
«A pesar de que la «naturaleza» ha entrado desde muy temprano en la teorización de Quijano, el
tratamiento dentro de su obra y del conjunto de producciones del MCD sigue siendo marginal y
tratado en general como un asunto derivativo de las tendencias del capitalismo (Gesco, 2012, citado
por Beltrán, 2015b).
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7
Una referencia importante para las genealogías antropológicas de la naturaleza, puede consultarse a
Astrid Ulloa (2011) y su texto «Concepciones de la naturaleza en la Antropología actual».
8
Categoría pensada en relación a la geopolítica del conocimiento de Dussel ([1977]1996).
9
La corpopolítica es una categoría propuesta por Ramón Grosfoguel para decir que la epistemología tiene
color y sexualidad; surge a partir de sus análisis de Gloria Anzaldúa (1987) y Frantz Fanon (2010).
10
El término «enredado» lo utilizan Grosfoguel y Castro-Gómez (2007) para dar cuenta de la compleja
interrelación entre las cuestiones: geopolítica, geocultural y geoeconómica.
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15
En un análisis al Plan Colombia —acuerdo bilateral iniciado en 1999 con EE.UU para luchar contra
la droga y el conflicto armado en el país— el profesor Libreros encontró que dicho plan contemplaba
inversiones en investigación-exploración en el área del Chocó biogeográfico (ecorregión considerada
como una de las más megadiversas del planeta) para facilitar que empresas extranjeras vinculadas con
megaproyectos de extracción minera, petrolera, de construcción de represas, etc., entraran a la región.
Esto último ha implicado desplazamientos de comunidades en el Chocó cuando las comunidades se
han resistido a salir de sus territorios. Y «La oferta transnacional para estas comunidades, cuando se
mantienen en sus territorios, es la de que mediante una democracia participativa condicionada, mediante
el “empoderamiento” local, ayuden a consolidar los sistemas de información, a actualizar los mapas de
biodiversidad, recursos naturales y, adicionalmente, a conservarlos».
16
Referente a la cooptación, véase el trabajo de Beltrán (2014) presentado en el Coloquio Internacional
de Epistemologías del Sur, llevado a cabo en la Universidad de Coimbra, Portugal, en julio de 2014,
denominado: «El discurso de la protección jurídica del conocimiento tradicional asociado a la
biodiversidad en Colombia: ¿una tiranía epistémica?».
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Lo anterior significa que hay una gran dificultad para conciliar las diferencias
culturales entre la forma social de vida industrializada de Occidente y las Otras
formas sociales diversas existentes en el mundo; de deliberar, de negociar y tomar
decisiones. Por ello, tiene razón Caldas (2004: 196), cuando afirma que hay una
complejidad cultural en las relaciones entre Occidente y Otras formas sociales de
vida, proveniente en gran medida de las cosmovisiones de las comunidades que,
por lo general, son radicalmente distintas de la racionalidad occidental moderna.
Por lo tanto, cuando no se toma en cuenta esa complejidad cultural para la toma
de decisiones sobre cómo proteger la biodiversidad, y se vincula a las comunidades
como simples objetos útiles a la forma occidental (el cómo) de protección de la
biodiversidad, se está adoptando una actitud impositiva de una forma social de
vida sobre otras, porque simplemente no hay negociación, o cuando la hay es
condicionada a las directrices de los especialistas.
Lo que nos indica esa actitud impositiva, materializada en proyectos de
conservación como las Reservas Naturales, Áreas Protegidas o Parques Nacionales,
es que tras el discurso benévolo y altruista de la protección o la conservación de
la biodiversidad se ha hecho una reedición de las formas antiguas de dominio
colonial reflejadas hoy en la biocolonialidad, cuyo objetivo es el acceso a los
recursos genéticos17 y el control de la biodiversidad —considerada hoy como uno
de los negocios más promisorios de la industria biotecnológica (Rifkin, 1999)—.
Desde Rio de Janeiro, donde se celebró la cumbre de la tierra en 1992, se
reconoce que el 80% de la población mundial es dependiente de la medicina
«tradicional», localizada en los países en vías de desarrollo (Toro, 2007)18. Por ello
el énfasis que se hace en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB) es, por un
lado, reconocer la soberanía de las naciones sobre el recurso genético, pero por el
otro, el compromiso de que cada nación facilite el acceso a dicho recurso, para
lo cual la creación de áreas protegidas es considerada uno de los objetivos de la
conservación (CDB, Art. 2).
17
Es interesante comprender que el material genético es concebido conceptualmente como «recurso»
con el propósito de poderlo traducir en instrumentos jurídicos, del mismo modo que la naturaleza es
concebida como «recurso» (recursos naturales en el lenguaje de los medioambientalistas). Ésta traducción
corresponde -como lo afirma el profesor Nemogá- a una visión economicista que valora el material y la
información genética primordialmente por su potencial aplicación en el desarrollo de nuevos productos
biotecnológicos (Nemogá, 2001).
18
Un dato adicional: Se estima que el germoplasma de medio millón de especies vegetales ha sido
saqueado por países del Norte a naciones en desarrollo de África y América el Sur (García, 2009). Así, los
beneficios derivados de la bioprospección «Aparte de la industria farmacéutica, la cual genera alrededor
de US$75 billones al año, existen otras líneas de desarrollo a partir de recursos naturales que generan
ventas anuales, entre las que se encuentran la botánica medicinal, con cerca de US$20; productos
agrícolas, especialmente semillas, con más de US$300 billones; productos hortícolas ornamentales con
US$16 billones; productos para la protección de cultivos con US$0.6 billones; productos para el cuidado
personal y cosméticos con US$2.8 billones» (Melgarejo et al, 2002: 25).
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Yilson Javier Beltrán Barrera
La biocolonialidad en las relaciones entre investigadores de la biodiversidad y las comunidades en Colombia
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pueblos que las habitan. Porque aunque el nuevo paradigma de conservación toma
en cuenta los contextos sociopolíticos y privilegia la participación y construcción
de consensos con los diversos actores, en realidad intenta crear «una ética de
la conservación con principios de equidad social e interculturalidad» (Barragán,
2008:11). Y esto último significa que se utiliza la participación (muchas veces
«forzada», en tanto resulta mejor que ser desplazados forzados por paramilitares
«incontrolables», como afirma Wade) de los pueblos para legitimar una ética de
la conservación de los países del Norte, cuyo propósito es acceder y controlar los
recursos biológicos, genéticos y a las comunidades mismas, pues no se cuestiona el
sentido de las Áreas Protegidas (AP), sino los modelos y formas en que se aplican.
Ahora bien, todo este recuento histórico de dominación de los países del Norte
ejercido sobre los países del Sur a través del conocimiento de la biodiversidad,
y que se viene reeditando permanentemente a lo largo de la historia, hoy en la
biocolonialidad, es producto en gran medida de la generalización del método
occidental de investigación20 y su racionalidad, cuyo propósito es «convertirnos
en dueños y poseedores de la naturaleza» (Descartes, 1999: 50), y de donde
procede además su actitud impositiva.
Porque es a través de esa forma de ver al mundo (cartesianamente), es decir, su
cosmogonía, la forma mediante la cual Occidente ha venido convirtiendo a la
biodiversidad en objeto de investigación del mismo modo que a las comunidades,
en tanto el ser (ontológicamente hablando) de ese conocer científico interpreta al
mundo como imagen, concibiendo la naturaleza como recurso y la cultura como
activo (López, 2000).
Para finalizar, es importante precisar que el ser de ese conocer científico cartesiano
del «yo pienso, luego existo» (ego cogito) al que se refiere el filósofo colombiano
Héctor Fernando López junto con sus actitudes impositivas, hunde sus raíces en las
condiciones de posibilidad de ese ser del conocer científico, a saber, el genocidio/
epistemicidio21 del siglo XVI del «yo extermino, luego existo», el cual sufrieron
20
Cabe aclarar que aquí se refiere al método
los pueblos indígenas (con la conquista
cartesiano. Pero también es preciso decir que no es del continente americano), los pueblos
conveniente tomar al método científico occidental africanos (en su rapto y esclavización
como único y lineal, pues existen matices que
rompen con ese esquema tradicional de la ciencia. del continente africano y su traslado al
Sin embargo es el método cartesiano el que impera. americano), y las mujeres en Europa
21
El término «epistemicidio» es acuñado por
De Sousa Santos (2009) para dar cuenta de quemadas vivas (bajo acusaciones de
la destrucción de conocimientos ligada a la brujería). Esto lo describe ampliamente
destrucción de personas.
Grosfoguel (2013), quien sostiene que el
argumento dusseliano (1996 y 2000) de que las condiciones de posibilidad del «yo
pienso, luego existo» (ego cogito) es el «yo conquisto, luego existo» (ego conquiro),
que a su vez está mediado por el «yo extermino, luego existo» (ego extermino) como
una condición sociohistórica estructural entre el «yo pienso» y el «yo conquisto».
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«Por más que el antropólogo o sociólogo dijera que estaba participando o que
era un observador participante, él seguía siendo el doctor; él controlaba la
investigación; él disponía todo lo concerniente al trabajo investigativo, él era el
sujeto de la investigación. Los otros eran clientes, eran objetos y, por lo tanto,
seres explotables de la investigación» (Fals Borda, 1989: 13).
De esta manera —como afirma Fals— los doctores seguían obteniendo títulos y
escribiendo libros «sin tomar en cuenta ni siquiera la necesidad de devolver ese
conocimiento a quienes lo habían facilitado» (Fals Borda, 1989: 14).
Anisur Rahman, sociólogo de Bangladesh, propuso dejar de lado la idea de la
investigación-acción, porque desde su punto de vista había sido cooptada. Por tal
motivo propone, sobre esa misma corriente de pensamiento, la adopción de la IAP.
El objetivo principal de esta propuesta metodológica es «romper el binomio clásico
de sujeto y objeto de investigación» (Fals Borda. 1989:14). Así la praxis queda
incorporada dentro del método de la teoría y método de la IAP. Y el rompimiento
del binomio sujeto-objeto —afirma Fals—, es para las ciencias sociales como para
la física, el rompimiento del núcleo del átomo. Y es dicho sociólogo quien aplica y
alimenta en términos teóricos el método de la IAP en Colombia.
La importancia de la obra de Fals Borda y de su aplicación en el contexto nacional
radica en la manera en la que agrupó esfuerzos para transformar la realidad
con base en los requerimientos populares, pero sin perder el rigor científico.
Fue más allá de los enfoques tradicionales aplicados en el método etnográfico-
antropológico, y realizó una labor similar a la de Malinowski25, u otros famosos
etnógrafos en campo al sumergirse en una forma de vida distinta como la nativa,
y tratar de entenderla.
Pero el sociólogo colombiano le añade un propósito distinto al de acumular
conocimientos: guiar a las sociedades
25
Malinowski es considerado como el padre o a su desarrollo, o en mejores términos
refundador de la antropología social, y en cuyo lugar
(«disciplina») se adscribe la observación participante a suplir sus necesidades básicas con la
y el trabajo de campo como metodologías o IAP. Con respecto a sus aportes teóricos
técnicas de recolección de información, en donde
el investigador comparte con los investigados cabe añadir que «La adición definitiva
en su contexto y vida cotidiana para «conocer» y de la historia para comprender la
«recoger» la información de primera mano. Las
bases de esa observación participante se encuentra
realidad objetiva (convicción que
en el capítulo introductorio de Malinowski (2001), venía desde los primeros estudios en
publicado por primera vez en 1922 con el nombre Saucío y Boyacá), terminó por romper
de Los argonautas del Pacífico occidental.
el paradigma normal y la vigencia
positivista y académica de las ciencias sociales» (Fals Borda, 1989).
¿De qué manera la IAP nos sirve como instrumento de diálogo entre investigadores
y comunidades?, ¿será que los científicos de las ciencias básicas que necesitan
una muestra biológica o genética en territorios de alguna comunidad tendrán
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que volverse antropólogos o sociólogos? Esto es, que tengan que convertirse en
expertos en ciencias humanas y sociales para poder aplicar el método de la IAP y
así entablar un diálogo con las comunidades?
Por supuesto, la intención no es humanizar a los investigadores de las ciencias
básicas, pero sí señalar que el sólo hecho de formular una hipótesis de trabajo y
una pregunta de investigación desde fuera de ellas (las comunidades) resulta en
una actitud impositiva. En ese caso no se están teniendo en cuenta las necesidades
de las comunidades, sino los intereses académico-científicos, institucionales (de
Estado) o empresariales de grandes multinacionales interesadas en proyectos de
conservación o bioprospección26.
Lo que sí puede generar la aplicación de los principios antes descritos de la
IAP por parte de científicos (biólogos, naturalistas, genetistas, etnobotánicos,
conservacionistas etc.) es nada menos que la materialización en contextos tropicales
y megadiversos como el colombiano, de una práctica dialógica intercultural entre
el universo del pensamiento occidental dominante y los universos de pensamientos
Otros, que permita superar el eurocentrismo, tal y como lo planteó el sociólogo
Fals Borda junto con el biólogo Mora-Osejo, muy a propósito de su texto «La
superación del eurocentrismo» (2004).
Sin embargo, dicho diálogo debe ser dirigido no solo a romper la relación sujeto-
objeto de investigación, sino también las estructuras jerárquicas de dominio
evidenciadas por la biocolonialidad, a saber: el dominio racial (colonialidad
del poder), de género (colonialidad del género), epistemológico (colonialidad
del saber) y ontológico (colonialidad del ser) en relación con el uso y la
gubernamentalidad27 de las naturalezas.
Estudio de caso
A continuación expongo un caso que hace parte de un análisis microfísico del poder
(corpopolítico), en el que muestro alternativas a la colonialidad del saber. Esto
quiere decir que en una versión ampliada del análisis del caso, puede mostrarse de
manera enredada el nivel corpopolítico junto con los niveles meso (biopolítico)
y macrofísicos (geopolítico) (según la propuesta teórico-metodológica de la
biocolonialidad propuesta por Beltrán, 2015b, o de manera separada, según el
26
La biotecnología ha venido transformando los recursos naturales en productos, a través de proyectos
de bioprospección, en los que aparece claramente el interés por proteínas y genes. Esta aproximación
le ha dado una nueva valoración a la biodiversidad, adicional a los servicios ambientales, basada en la
conversión de un recurso natural en un recurso informacional. En este contexto prima la importancia de
la información genética contenida en el organismo sobre el organismo en sí… en donde los mercados de
más rápido crecimiento son el farmacéutico, el agrícola y las industrias de remediación ambiental (Gouvea
y Kassicieh, 2005, citado por: Chaparro y Carvajal, 2007: 22).
27
Entendida como el control Estatal sobre las poblaciones a través de la biopolítica (Foucault, 2012), el cual
pertenece al nivel mesofísico del poder.
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interés)28. Esto busca hacer evidente la colonialidad del poder, la colonialidad del
ser y la colonialidad del género en relación con el uso y la gubernamentalidad de los
recursos que brinda el territorio biodiverso estudiado de los Ticuna asociadas a los
científicos con quienes entablan un vínculo investigativo, así como la descripción
histórica (historia ambiental) y el vínculo del caso estudiado con la ecología política.
Así, volviendo a Manuel García, quien se pregunta si ¿la ciencia es
necesaria?, afirma que el desarrollo científico de un país es un parámetro
indicador de la riqueza del mismo, sosteniendo que «desde esa perspectiva
las relaciones entre: sociedad-ciencia (biología)-desarrollo, se sitúan en un
plano en el que no es conveniente establecer desagregaciones porque estas
afectan las bases del desarrollo científico ordenado y sistémico cuyo fin
desde29 la universidad es crear conocimiento» (García, 2009: 20).
Dicha interpretación sobre el papel de la ciencia en Colombia, en este
28
En este caso es el de avanzar hacia la
caso las ciencias biológicas, permite
consolidación de la propuesta teórico-metodológica comprender una de las procedencias
de la biocolonialidad.
29
La cursiva es mía.
de la actitud impositiva que se ha
venido cuestionando a lo largo de
este artículo. Cuando se considera que la universidad es el lugar desde
donde se crea conocimiento, primero se desconoce todos los otros
lugares, contextos y actores fuera de la universidad en los que también se
crea conocimiento. Y segundo, resultado de lo anterior, se jerarquiza la
producción intelectual, subsumiendo los otros universos de pensamiento a
la forma dominante occidental.
Para plantear un cambio, los investigadores de la biodiversidad de la
Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Medellín plantearon
un proyecto de validación del conocimiento tradicional indígena Ticuna
sobre el uso de especies vegetales para el control de hormigas cortadoras de
hojas en el Parque Nacional Natural (PNN) Amacayacu en la Amazonía
Colombiana, con el propósito de rescatar el conocimiento «tradicional»
asociado a la biodiversidad del pueblo indígena Ticuna por considerarlas
prácticas amigables con el ambiente.
Ahora bien, con todo lo cuestionable que pueda tener el proyecto desde
su mismo título, como el hecho de que los científicos quieran validar un
conocimiento indígena, y con ello develar también una actitud impositiva,
lo cierto es que la experiencia del proyecto arrojó resultados importantes que
conducen a plantear un nuevo contrato entre investigadores y comunidades.
Como consecuencia de los cambios inducidos sobre los Ticuna respecto a
sus prácticas «tradicionales» por el contacto y la interacción con la cultura
occidental dominante, muchas de estas comunidades han adoptado los
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La biocolonialidad en las relaciones entre investigadores de la biodiversidad y las comunidades en Colombia
Conclusiones
Podemos decir de lo expuesto que el método de investigación mismo es una
acción política y ética concreta, pues tiene implicaciones directas en la sociedad.
También que históricamente ha habido una actitud impositiva de la forma social
de vida occidental por vía del conocimiento científico hacia las comunidades,
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La biocolonialidad en las relaciones entre investigadores de la biodiversidad y las comunidades en Colombia
Estas empresas son, entre otras, una gran fuente de recursos que patrocinan sus
investigaciones, en la creencia muchas veces «inocente» de que su labor científica
beneficiará a la sociedad colombiana.
Pero, ¿por qué creer en que las soluciones de la labor científica deben ser grandes
descubrimientos para problemas grandes? ¿Por qué no pensar en proyectos
pequeños para soluciones locales? ¿Acaso no es mejor ser humildes y pensar en
solucionar problemas concretos que satisfagan las necesidades reales y concretas
de algunos de nuestros hermanos colombianos (negros, indígenas, campesinos,
pescadores, etc.), con proyectos articulados a intereses de la ciencia en un diálogo
intercultural de saberes en donde el principio fundamental de la relación sea el
respeto (no el mero reconocimiento) de las diferencias culturales?
Uno de los problemas paralelos que alimenta la actitud impositiva e imposibilita
el diálogo intercultural de saberes —que se plantea aquí como otra línea que
podría abordar la biocolonialidad, principalmente la biocolonialidad del ser— es
el hecho de que estamos embebidos en una lógica del éxito individual. Como
diría William Ospina nos encontramos en la cultura del poder del individuo. Esa
cultura hace pensar que un investigador o una investigación dirigida por expertos
puede llegar a «descubrir» un gen o una proteína que podrá sacar a la sociedad
colombiana de la pobreza.
Pero la realidad no funciona así. Necesitamos más bien pensarnos en comunidad,
no como individuos. Pensar también que los ciudadanos colombianos no son
solo los que vivimos en la ciudad, sino también los que están en las selvas y en los
campos de toda la geografía nacional, y respetando que quienes se encuentran allá
(en las selvas y en los campos) en la mayor parte de los casos no están de acuerdo
con la racionalidad y el desarrollo que tenemos los citadinos y no les interesa que
se las llevemos.
No sólo necesitamos respetar la Carta Magna frente a la diversidad de culturas y
cosmovisiones, teniendo presentes los peligros de la jerarquización que produce
el multiculturalismo al reconocer las diferencias culturales expresadas por Wade,
sino contribuir a que se mantenga tanto la diversidad biológica como la diversidad
cultural, reconociendo, aceptando y asimilando respetuosamente que no existe
una sola forma social de vida, por lo que nadie es depositario de la verdad.
Entonces, «Como nadie es depositario de toda la verdad, cada parte aporta lo
mejor de lo suyo en un diálogo creativo…Esta relación de respeto al otro debe
a su vez potenciar la autonomía de los actores…Solamente así se contribuye a
que sean sujetos de su historia. Tal es la opción ética que debe cimentar el nuevo
contrato entre investigados e investigadores. Por esa vía también se producirá
el acercamiento que tanto se reclama hoy entre conocimiento y valores, o entre
ciencia, moral y política» (Archila, 2008: 462-463).
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Yilson Javier Beltrán Barrera
La biocolonialidad en las relaciones entre investigadores de la biodiversidad y las comunidades en Colombia
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Referencias cosmogónicas y prácticas del
buen vivir según el pensamiento de los
wayú de Manaure (La Guajira, Colombia)1
Liceth Elisa Díaz Pushaina2
Universidad de San Buenaventura, Colombia
pushaina1@hotmail.com
Ernell Villa3
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-0463-8354
Universidad de la Guajira, Colombia
villaernell@hotmail.com
Wilmer Villa4
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-3421-8820
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia
villaw@hotmail.com
Resumen:
Este texto trata sobre las prácticas del «buen vivir»-«vivir bien» o anaaakuaipa, las
cuales se asumen según las referencias cosmogónicas que aseguran la producción de
lo ancestral en los wayú del municipio de Manaure (La Guajira, Colombia). A partir
del estudio de los rituales que se describen en los resultados, podemos comprender
cómo se produce el vínculo generacional, intergeneracional y situacional. El objetivo
es explorar la significación de la experiencia colectiva a través de los contenidos rituales
que se escenifican. La investigación se desarrolló de acuerdo con los fundamentos que
guían la etnografía densa como una posibilidad metodológica, todo esto en relación
con la reflexividad. Como resultado, en el texto se presentan las descripciones de los
rituales y se concluye mostrando el papel que cumplen; todo ello se asume a partir de
1
Este artículo fue realizado en el marco de la investigación «Dinámicas culturales, prácticas de bienestar
psicológico y narrativas de sujeción en el Caribe colombiano» financiada por el Centro de Investigaciones
adscrito a la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de la Guajira. Este proceso de indagación
regional, tuvo un carácter práctico.
2
Mujer wayú del municipio de Manaure, Guajira, al norte de Colombia, psicóloga de la Universidad de
San Buenaventura, Medellín, profesora en educación propia. Participa en el proyecto de investigación, así
como en proyectos comunitarios con el pueblo Wayú.
3
Profesor de la Universidad de la Guajira, Colombia, Facultad de Educación, Programa de Etnoeducación.
Doctor en Educación, Línea en Estudios Interculturales, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
4
Profesor Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia, y Doctor en Estudios
Culturales Latinoamericanos, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito.
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Bruselas - 2016
Johanna Orduz
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una interpretación motivada por los encuentros, en los cuales el actuar es con los wayú
y a partir de sus pensamientos.
Palabras clave: rito, cosmogonía, buen vivir o vivir bien, vínculo.
Introducción
Esta investigación se realizó en la región de Manaure (departamento de La Guajira),
al norte de Colombia, que es la geografía más septentrional de Suramérica. En este
espacio geográfico encontramos tierras planas, quebradas y algunas elevaciones
montañosas, como la serranía de la Macuira al norte, la serranía del Perijá al
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Liceth Elisa Díaz Pushaina, Ernell Villa y Wilmer Villa
Referencias cosmogónicas y prácticas del buen vivir según el pensamiento de los wayú de Manaure (La Guajira, Colombia)
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Liceth Elisa Díaz Pushaina, Ernell Villa y Wilmer Villa
Referencias cosmogónicas y prácticas del buen vivir según el pensamiento de los wayú de Manaure (La Guajira, Colombia)
Marco de referencia
Ritualización como práctica del buen vivir-vivir bien o anaaakuaipa
El «buen vivir» es una producción cosmogónica que durante el ciclo completo
de vida de los pueblos ancestrales de las Américas está presente en todas sus
manifestaciones del cosmoexistir, como lo son creencias, costumbres, valores,
prácticas, ritmos de vida y anclaje espiritual. Todo lo anterior se evidencia en las
diferentes formas de comprender el mundo y generar sus propia autoexplicación.
Por este motivo, para los pueblos de las Américas que asumen el «buen vivir» o
«vivir bien» como producción vital, la vida no es solo la que corresponde a lo
humano como viviente, sino a todo cuanto existe. De ahí que la relación con
lo existente tenga un carácter sagrado, de respeto y cultivo de sentido vinculado
a las prácticas; este aspecto es en gran medida lo que diferencia a los pueblos
ancestrales de los occidentales.
La producción que se deriva del «buen vivir»-«vivir bien» o anaaakuaipa está
presente en aspectos, como la búsqueda de consejo de los mayores, el nacimiento
de un niño, el vínculo con el territorio, la conservación de la lengua e inclusive el
sentido otorgado a los cadáveres de los seres queridos o familiares y a los sueños,
entre otros. Todas estas construcciones cosmogónicas actúan en la concreción de
la pertenencia, es decir, el pensamiento colectivizado que empieza a tomar sentido
cuando se ancla al primer territorio que tenemos a nuestra disposición los seres
humanos: el cuerpo, el primer lugar donde habita la memoria que se desprende de
existir en el cosmos. Esto representa el rompimiento con el dualismo cartesiano,
que se sostiene a partir de la distinción, donde «la mente es de una sustancia muy
distinta al cuerpo». De esta parte, Descartes puede aseverar que «la mente […] es
indeterminada por cualquier cosa terrestre» (Grosfoguel, 2013: 36). Aquí vemos
que le da un lugar de privilegio a la mente por encima del cuerpo; es la división
que no pasa en los pueblos ancestrales.
La concepción del «buen vivir»-«vivir bien», o anaaakuaipa, la asumimos a partir
de la aproximación que se hizo con esta investigación. La interpretamos como un
principio fundamental que ayuda a organizar, valorar y significar la experiencia.
También se comprende como un criterio máximo que guía la vida de los pueblos, ya
que llega a incidir en la configuración subjetiva y colectiva. Además, el «buen vivir»
o «vivir bien» corresponde a una forma de asumir la vida, en la que el respecto y la
consideración de las cosas, las personas, los lugares, las experiencias y las prácticas
son escenificados para celebrar y ritualizar todo lo que guía la existencia. Con
esto se marca una fuerte diferencia con la instrumentalización, la planeación y la
estandarización de Occidente, pues este persigue un fin que es alcanzado por unos
medios, mientras que con el «buen vivir» o «vivir bien» se busca la armonía a partir
de integrar lo sagrado, lo terrenal y lo material en una concepción de vida.
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De acuerdo con los hallazgos de esta investigación, podemos decir que el «buen
vivir» es un pilar en la concepción de mundo, lo que implica una formación de
otro modo, en el cual sentir, pensar, actuar, desear y proyectar no se toman de
forma fragmentaria, sino integrada, ya que todo tiene que ver con todo y nada
queda por fuera de ser considerado. Aquí se hace evidente una fuerte diferencia
con respecto a Occidente, donde, por ejemplo, se hace la separación entre
hombre-naturaleza, cuerpo-mente y tiempo-espacio. De ahí que el «buen vivir»
como práctica conlleva reposicionar lo olvidado durante mucho tiempo. Es una
reacción a los universales que han estado operando, los cuales buscan encauzar lo
humano por un único estilo de vida.
El concepto que parte de y promueve esta comunión es el de que los
pueblos Kichwas ecuatorianos llaman el allí kawsay o sumakkawsay, el
«buen vivir», lo que para los aymaras bolivianos es el suma qamaña: vivir
bien en armonía con los otros miembros de la naturaleza y con uno mismo
(Yampara, 2005). Los pueblos afroecuatorianos —en forma similar a otros
pueblos de la diáspora africana— entienden este concepto a partir de su
propia experiencia y cosmovisión como el bien estar colectivo (Walsh,
2009: 215-216).
La escenificación de esta categoría como guía de acción implica la superación de
las concepciones del derecho tal como lo conocemos desde el mundo clásico de
los griegos, los romanos, la Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración hasta
la Modernidad, cuyos dos grandes aportaciones como el Estado de bienestar y
el Estado social de derecho solo abarcan a los seres humanos; en ese desarrollo
no encontramos «bienestar» y «derechos» para la naturaleza, porque esta
supuestamente es una existencia orgánica sin conciencia, mientras que para el
caso de los países que han adoptado el «buen vivir» como principio articulador de
las gramáticas constitucionales, como es el caso de Bolivia y Ecuador, la tierra, los
ríos, las montañas y la selva, entre otros, gozan de pleno derecho ante el Estado, la
sociedad civil, los partidos políticos y toda la movilización social que se manifiesta
como base de la organización social. Esto «plantea una cosmovisión de armonía
de las comunidades humanas con la naturaleza, en la cual el ser humano es parte
de una comunidad de personas que, a su vez, es un elemento constituyente de la
misma Pachamama, o madre tierra» (Quiroga, 2009: 105).Aquí es evidente una
confrontación con Occidente y sus consideraciones sobre la vida.
En las cosmovisiones de las sociedades indígenas y afrodescendientes, la
madre tierra es el eje central, entendida como una madre que ampara a sus
hijas e hijos, a quienes da los espacios, alimentos y elementos —cósmicos,
físicos, afectivos, espirituales, identitarios, culturales y existenciales—
necesarios para vivir; es el cuerpo de la naturaleza el que recibe y da la semilla
de vida en sus infinitas manifestaciones. Desde estas cosmovisiones, los
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y me dice, haz esto, yo lo hago, porque lo he visto. Respeto mis sueños y los de
otros» (Verónica, joven wayú de Manaure, 2007). El laapü es un aviso o mensaje
que viene de los familiares muertos o los difuntos, quienes se comunican con las
personas vivas para alertar sobre los problemas o circunstancias que rodean el
existir de las personas y las cosas.
El laapü tiene la función de conectar a los wayú con el mundo espiritual y
conecta con su ritualidad, se sustenta en el acto de querer comunicar algo; llega
en su debido momento para conservar la vida y establecer o restablecer un orden
integral-vital con el curso de las cosas. Los rituales en este pueblo guardan una
profunda «relación armónica de integración» y son en general una celebración de
la vida: cuando se escenifican, aferran a las personas en sus costumbres, tradiciones
y creencias. En este caso, las personas mayores son quienes asumen el papel de
guardianes de todos estos contenidos culturales que guían las experiencias de los
nativos. El laapü es parte del anaaakuaipa; sin esta instancia de producción y
regulación colectiva, el relacionamiento entre los miembros de la comunidad no
se puede escenificar en los contextos.
Metodología
Aspectos epistemológicos para trazar la ruta metodológica de la investigación
La investigación se desarrolló según la metodología, los fundamentos y los
criterios procedimentales de la etnografía, la cual se considera como «un tránsito
entre sistemas diferentes, en cierto modo entre culturas diferentes» (Velasco
y Díaz, 2004: 42). A este respecto, tenemos que el «tránsito» se vivió cuando
se afrontaron los sistemas de significación que se pusieron en relacionamiento
durante la realización del trabajo de campo, que «puede ser contemplado como una
modalidad más de encuentro inter-cultural: en el trabajo de campo el investigador
aparece como un mediador entre culturas» (42). El interés de este proceso se trazó
a partir de la necesidad de comprender las referencias cosmogónicas que aluden a
los ritos de los wayú de Manaure, las cuales se constituyen en prácticas de «buen
vivir» o «vivir bien». A partir del interés de la investigación se propuso la necesidad
de desarrollar un proceso que empezó con el relacionamiento de los sujetos. Todo
esto se planteó en relación con el contexto y las acciones que intervienen en la
experiencia; aquí los integrantes del equipo que intervino nos asumimos como
mediadores entre las culturas que confluyeron en este ejercicio de investigación.
En esta investigación se tomaron la reflexividad etnográfica y la descripción
densa, las cuales soportaron la construcción metodológica, ética y política del
proceso. El hecho de haber asumido estos dos referentes nos llevó a establecer
una conceptualización, que en este caso tomamos de los desarrollos de Rosan
Guber, quien establece:
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Criterios de acción
No hubo mayores barreras lingüísticas con respecto al manejo de la lengua materna
de los wayú, el waünaiki, ya que una de las investigadoras principales del proyecto
habla esta lengua; ella tuvo bajo su cargo los aspectos etnolingüísticos, los cuales
tuvieron que ver con la traducción, transcripción y verificación de contenidos
lexicales, entre otros aspectos. El proceso de encuentro se dio bajo la atención
a los contextos de acción y desenvolvimiento comunitario de las personas que
participaron en el trabajo de campo en el área rural de Manaure.
La construcción de los textos etnográficos se derivó de los diarios de campo
que se emplearon, instrumentos en los cuales se iban registrando aspectos de
la escenificación y posterior reconstrucción de los actos verbales. A su vez, los
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Proceso de análisis
Los textos que emergieron del proceso de reconstrucción contextual fueron
analizados a partir de la codificación. A través del ejercicio de expandir y
reducir los textos, surgen las categorías de análisis que son empleadas al
momento de relacionar los datos empíricos y la teoría. La emergencia de
categorías se presenta en el desarrollo teórico de la investigación, proceso en
el que estas rebasaron las categorías a priori que actúan más como una guía en
el desarrollo de la investigación. Tales categorías son de carácter contingente,
es decir, pueden cambiar en el proceso. Ahora bien, frente a la presentación
de los datos que emergieron del trabajo de campo, estos se presentan sin
ningún esquema de organización o clasificación. En este caso se organizan los
textos respetando la voz de las personas, pues no se les impone la visión de
los investigadores, ya que el uso de las etiquetas, los códigos y demás aspectos
que aparecen en el análisis convencional de datos pueden anular el lugar de
enunciación de los actores.
Resultados
Como resultado de esta investigación, presentamos las descripciones de los
rituales que se obtuvieron mediante la etnografía. Estos aparecen en relación
directa con el ejercicio de observación, cuya preocupación fue la de hacer que
los aspectos que encierran estas escenificaciones «salgan al relieve», tal como
pasa con la etnografía densa. A las descripciones se vincula el «gesto narrativo»,
que da cuenta del lugar de enunciación de las personas. Esto se relaciona con
la indexicabilidad, la cual «refiere a la capacidad comunicativa de un grupo de
personas en virtud de presuponer la existencia de significaciones comunes, de su
saber socialmente compartido, de origen de significados y su complexión en la
comunicación» (Guber, 2001: 45). Los rituales que se presentan como resultado
del trabajo de campo son: el del encierro de la señorita, el del matrimonio, el de
la resolución de conflictos, el del encierro por sueño y el de la exhumación de
restos. Todos estos actúan en la afirmación y sujeción de los wayú, y a partir de
tales rituales nos damos cuenta de que cada uno se inscribe en un momento en
especial del ciclo vital de este pueblo.
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fechas. Según Marcos Morillos, «El palabrero tiene que estar dotado de ciertas
convicciones para hablar; tiene que tener poder de convocatoria, tiene que tener
esa agilidad; tiene que buscar una razón en la cual no deban seguir o aceptar una
alternativa que sea negativa para ambas familias».10
Al terminar de entregar la compensación, las dos familias se reúnen y
comparten comidas, anécdotas, se llaman a las personas que habían entrado
en conflicto para darle cierre y sello a la violencia, y todo queda solucionado.
En caso de que el pago no se dé o no sea aceptado, la venganza sale a flote
por parte de la familia agredida y el conflicto se convierte en una guerra de
familias; por eso siempre se procura que este ritual se lleve a cabo por encima
de cualquier diferencia. Esto muestra que el papel del pútchipuu es decisorio
y ayuda a zanjar los problemas.
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En este ritual, el encierro dura alrededor de tres días y al finalizarlo realizan una
yonna (baile típico) y una comida; la familia se reúne y le muestra su apoyo a la
persona encerrada. Dependiendo de lo que diga el sueño, los wayú realizan cierta
comida, se visten de algún color especial o dan obsequios a los demás. Así mismo,
es el sueño el que determina las particularidades del ritual.
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Discusión y conclusiones
El rito y la posibilidad de vínculo para generar pertenencia
El ritual del «encierro de la señorita» forma parte de los procesos de transmisión o
enculturación. Por medio de este se crea el diálogo intergeneracional restringido
a cuestiones de género, ya que en él no participan los hombres, sino las mujeres.
Este genera un buen vivir o vivir bien, es decir, crea un sentido colectivo; todo
esto posibilita la «vinculación» de las nuevas generaciones de mujeres a los saberes
específicos de este pueblo, sobre todo aquellos que se relacionan con la mujer y su
desenvolvimiento comunitario. En la escenificación de este rito se puede apreciar
el cuidado de sí, pero ese sí no es la individualidad, sino un sí colectivo, narrado
desde el lugar de enunciación de las mujeres. El escenificar este rito da prestigio
y estatus a la familia. Este ritual le da seguridad a la mujer; repercute en su vida
futura. El no practicarlo genera el desconocimiento de la cultura propia, así como
el inicio pronto de los hábitos de las otras culturas. Según se pudo evidenciar en
las entrevistas que se hicieron, las personas creen que existe una alta posibilidad de
fracaso en el matrimonio cuando no se pasa por el ritual del encierro.
En el ritual del matrimonio wayú se produce el «vínculo» a través de las alianzas
que se realizan entre las familias y ponen en práctica el respeto mutuo, lo cual le
da valor y reconocimiento a cada miembro que conforma la pareja matrimonial;
la relación entre las familias se hace sólida y es bien acogida esta práctica ritual por
la comunidad. El cumplimiento de la dote a la familia de la mujer les garantiza
realizar proyectos importantes para su futuro. Al no practicarlo, la mujer tiende
a ser más «irrespetada»; la nueva familia no tiene una unión sólida y por tanto es
desprestigiada; los lazos relacionales con las familias son débiles, y la pareja se deja
a su suerte. Como la relación es de poca importancia, tiende a llegar al fracaso.
En el encierro por sueño, el «vínculo» se produce a través de las instrucciones en
pro del autocuidado, la autonomía y el evitar los peligros de distintas situaciones.
Se tiende a quebrar los lazos de la familia extensa cuando no se práctica, porque
siempre que se da se pone a prueba la protección del afectado; sirve para reafirmar
los lazos afectivos. Frente al encerrado, este asume la vida de forma más reflexiva
y con el apoyo de su familia. También propicia seguridad y un sentido de
conservación de la vida. Cuando este ritual no se practica, la familia muy poco
se reúne para la protección de algunos de sus miembros; además, estos tienden a
actuar de forma insegura y el apoyo de la familia se va desvaneciendo con el paso
del tiempo. El no practicarlo perturba la tranquilidad de las familias.
El ritual de resolución de conflictos, muy importante en el mantenimiento del
sistema de normatividad wayú, genera la posibilidad de «vínculo» colectivo,
porque las personas construyen respeto y autonomía cuando tienen que afrontar la
resolución de conflicto. La escenificación de este ritual en las familias permite que
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«Se nos salió de las manos». Memorias de
empresarios sobre el conflicto armado
en el Valle del Cauca1
Luis Fernando Barón2
ID ORCID: orcid.org/0000-0002-4724-8869
Universidad Icesi, Colombia
lfbaron@icesi.edu.co
Recibido: 20 de enero de 2016 Aceptado: 27 de abril de 2016
Resumen:
Se presentan los resultados de una investigación de carácter etnográfico sobre las memorias de
integrantes de la élite económica de Cali y del Valle del Cauca sobre el conflicto interno político
armado. Las memorias de los empresarios muestran que por más de dos décadas —fin de los
años 80, principios del 2010— el empresariado del Valle del Cauca, principalmente de Cali,
perdió protagonismo e incidencia en los escenarios políticos y sociales de esta zona del país.
Tres son las causas más destacadas de este repliegue: 1) el poder económico y social adquirido
por el narcotráfico, 2) las transformaciones políticas producidas por la elección popular de
alcaldes y la Constitución del 91, y 3) los impactos de la apertura económica y de las crisis
económicas de los años 90 que golpearon a la región y al país. Al comparar las memorias de
este estudio con perspectivas de carácter académico y periodístico, se evidencia la atribución
de centralidad a los empresarios en el desarrollo económico, social e institucional del Valle del
Cauca y de la región, que contrasta con su actitud reactiva a las interacciones con los actores
armados ilegales. Se evidencia también una racionalidad que superpone lo económico a los
procesos sociales y políticos, y un debilitamiento de lo político (de los políticos) como agente(s)
mediador(es) entre los procesos regionales y nacionales, favoreciendo el uso de vías directas para
tramitar y resolver los conflictos locales. Este estudio apuesta por el diálogo, y por supuesto
por las disputas, de las memorias entre diversos sectores sociales de Colombia, con el ánimo de
contribuir a la construcción de visiones más plurales y complejas sobre las historias del país.3
Palabras clave: memoria, empresarios, conflicto armado, Paz
1
Este texto presenta resultados originales del Proyecto de Investigación Memorias de Empresarios sobre
violencia y paz en el Valle del Cauca, CIES, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Icesi.
2
Profesor-investigador de la Universidad Icesi, comunicador con maestrías en Antropología y Ciencias de
la Información, y Ph.D. en Ciencias de la Información.
3
El autor agradece de manera muy especial las orientaciones y discusiones que tuvo durante el diseño
y desarrollo de esta investigación con Guillermo Barney, Fernán González, Rodrigo Varela, Álvaro
Camacho, Fernando Urrea, Luis Carlos Castillo, Álvaro Guzmán y Gonzalo Sánchez. También el
apoyo de estudiantes de la Universidad Icesi que hicieron parte en este proyecto, particularmente Sarha
García por su ayuda en la revisión de bibliografía, en el análisis de entrevistas y en la confección de la
ponencia que precede este texto, así como a Camille Barre y Mónica Castillo, que ayudaron en la primera
sistematización de las entrevistas de esta investigación. Agradecimientos también para Lina Rodríguez,
asistente de investigación, y a los colegas y amigos que pacientemente leyeron y discutieron los borradores
de este trabajo, en especial a José Darío Sáenz, Marcelo Franco, Jaime Londoño, Diana Quintero, Natalia
Rodríguez, Julio César Alonso, María del Pilar Rivera, Markus Schultze-Kraft y Rafael Silva. Muchas
gracias a María Isabel Velasco por su gran ayuda en el trabajo de campo y el desarrollo de entrevistas.
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Saint-Victor-de-Buthon - 2016
Johanna Orduz
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Luis Fernando Barón
«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
memórias dos diversos setores sociais da Colômbia, com o propósito de contribuir para a
construção de visões mais plurais e complexas das histórias do país.
Palavras-chave: memória, empresários, conflito armado, Paz.
Introducción
En Colombia no hemos logrado construir referentes compartidos sobre las
violencias, el conflicto armado y los procesos de paz. Estas ausencias contribuyen
a las incertidumbres, miedos y polaridades del presente, y hacen más difícil pensar
y planear con serenidad y cordura el futuro. De la misma manera, las violencias y
las atmósferas de alerta (Barón et al., 2003) y terror que producen han llevado a
recurrentes silencios y olvidos de las memorias de amplios sectores sociales, lo que
produce una significativa contracción de lo público y una exaltación de la esfera
privada (e.g. Riaño, 2006; Pécaut, 2003; Sánchez, 2003).
Se ha producido en la última década en Colombia una oleada de estudios sobre
memorias del conflicto armado, genocidios, masacres, desplazamientos y otros
hechos relacionados con las guerras y las violencias. En un balance sobre memoria
colectiva y conflicto armado en Colombia (Giraldo et al., 2011), los autores
encontraron más de 220 estudios, la mayoría realizados después del 2005, fecha
que corresponde con la entrada en vigencia de la Ley de Justicia y Paz, el desarrollo
de movimientos sociales de víctimas y el creciente interés académico en temas como
justicia transicional, comisiones de verdad y reparación de víctimas de los conflictos.
Las interacciones sociales de los actores y sus narrativas representan los dos
principales objetos de investigación de los trabajos analizados por Giraldo et al.
(2011). Predominan los estudios de caso, con un importante uso de fuentes orales.
Los temas que más se abordan se refieren al conflicto armado, la violencia política,
los crímenes de lesa humanidad, el desplazamiento forzado, el despojo de tierras
y la desaparición forzada. Entre los actores se privilegian dos grandes categorías:
víctimas y victimarios. Los mayores vacíos que el estudio identifica se refieren a la
participación de miembros del catolicismo en el conflicto, los trabajos de medios de
comunicación y memoria y la memoria colectiva en la producción cinematográfica.
En agosto de 2014, la Mesa de Conversaciones de La Habana creó una comisión
de doce expertos y dos relatores con la misión de producir un informe sobre
conflicto armado en Colombia. La Mesa pidió que cada académico, de manera
autónoma y libre, presentara un ensayo con su visión sobre: 1) los orígenes y las
causas del conflicto; 2) los principales factores y condiciones que han facilitado su
persistencia, y 3) los más notorios efectos e impactos sobre la población. En febrero
de 2015, el grupo de expertos presentó su trabajo, y en él se pueden identificar
factores comunes o elementos de relacionamiento, tales como la cuestión agraria,
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Luis Fernando Barón
«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
diferentes gobiernos (Rettberg, 2002, 2003a, 2003b, 2005; Sáenz R., 1992,
2002). También se han destacado los estudios de buenas prácticas y experiencias
exitosas de empresarios y paz, así como de responsabilidad empresarial (Guáqueta,
2005, 2006; PNUD y EAN, 2005), y otros más recientes sobre la percepción de
empresarios frente a las acciones de paz, y experiencias de vinculación del sector
empresarial a la superación del conflicto en Colombia (Cámara de Comercio
de Bogotá y Fundación Ideas para la Paz, 2015). De otra parte están los
estudios sobre la relación entre seguridad, productividad e inversión extranjera
desarrollados en la Eafit de Medellín, así como las reflexiones e iniciativas de esta
universidad sobre el rol de los empresarios, el conflicto y la paz (Giraldo, 2015;
Gómez, 2015; Sepúlveda, 2009).
En el Valle del Cauca, los estudios sobre conflicto y paz tampoco han hecho
énfasis en la participación de las élites económicas o de manera particular de
los empresarios en estos fenómenos sociales. Así lo muestra una juiciosa revisión
bibliográfica de trabajos realizados hasta el 20106. Esta revisión evidencia una
importante producción de carácter interdisciplinario, en la que prevalecen los
estudios de corte histórico y sociológico. Además se destacan los estudios sobre
las violencias en la vida cotidiana y la violencia intrafamiliar desde enfoques
psicológicos y de trabajo social.
La mayoría de los estudios en el Valle y la región relacionan los diferentes tipos
de violencia (política, económica,
6
La revisión incluyó 76 textos, la mayoría sobre
violencia y conflicto armado (81%); los restantes
rural, urbana, juvenil, familiar) con
son trabajos sobre paz. Los textos sobre violencia la Violencia de los años cincuenta;
y conflicto concentran la mirada en Cali (75%); han trabajado diferentes períodos,
priman los estudios sobre violencia urbana y
juvenil y estudios sobre desplazamiento. Los demás principalmente por décadas desde los
estudios hacen referencia al Valle del Cauca, y en cincuenta hasta el 2010. La mayoría de
ellos priman los estudios de violencia política,
narcotráfico y desplazamiento. trabajos se concentra en las décadas de
los ochenta y los noventa, sobresalen
fenómenos como la denominada limpieza social, el narcotráfico y la violencia
urbana. Los estudios de paz consultados centran el análisis de procesos de paz
adelantados por diferentes gobiernos, así como sobre experiencias en paz y
convivencia, principalmente de mujeres.
Entre la producción académica sobre el Valle del Cauca, Betancourt (1995, 2005)
es quizás el trabajo que más complejamente aborda la participación de las élites
en las violencias. Plantea que en el contexto histórico regional las violencias han
sido un elemento de control social que ha ayudado a configurar las expresiones
de construcción-deconstrucción de ciudadanía nacidas de un poder local difuso,
que ha sido de especial utilidad para las clases más altas.
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
Metodología
La importancia de la etnografía es la consecuencia de su imperfección
constitutiva… Ella trasciende en cuanto evoca lo que no puede representarse
discursivamente de manera consciente y lo que nunca puede ser totalmente
representado (Tyler, 1986).
Este trabajo es resultado de un proyecto de investigación de la Universidad Icesi de
Cali, institución creada a finales de los años setenta por empresarios preocupados
por la formación de los futuros dirigentes del Valle del Cauca y la región
suroccidental8. El diseño, discusión y desarrollo del trabajo de campo de este
proyecto se llevaron a cabo entre 2007
8
Ver más en http://www.icesi.edu.co
y 2010. El análisis de la información
recogida, así como de su contraste con la bibliografía académica y otras fuentes
utilizadas, se hizo cuatro años después, en el primer semestre de 2015.
Me encontré con los empresarios en los despachos de sus empresas o en sus
casas. Unos pocos prefirieron encontrarse conmigo–nosotros, en algún café o
restaurante. Dos de ellos no solo conversaron conmigo, sino que me invitaron a
ver y a recorrer varios de los sitios en los que acontecieron las historias que me
estaban narrando. Todos fueron muy gentiles y diplomáticos en las conversaciones
que tuvimos. A pesar de mi aspecto jovial (mi arete y vestimenta informal) me
trataban como «profesor» y aunque en varias ocasiones se veían molestos a
causa de mis preguntas o comentarios, siempre respondieron y se «conectaron»
con sinceridad y nitidez con las conversaciones y ejercicios que les propuse. Sin
embargo, mi sensación es que en la mayoría de los casos trataban de no perder
el lugar y el rol que ellos perciben tienen como líderes y personajes prestigiosos en
la sociedad caleña y del Valle. (Notas de campo, Luis Fernando).
Siguiendo a Riaño (2006), esta investigación busca aportar a una «antropología
del recuerdo y el olvido» en tanto que las memorias, como prácticas culturales,
son entendidas como puentes entre el pasado, el presente y el futuro. Situar las
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
en diferentes lugares del Valle (zonas cafeteras, territorios afro en la Vía al Mar,
Buenaventura y Cali), se llevó a cabo para PNUD (Barón et al., 2009). El segundo
proyecto desarrolló una sistematización y evaluación para la Fundación Carvajal
sobre su trabajo social en las zonas de ladera de Cali (Barón et al., 2011), y para
la tercera investigación se efectuó un trabajo de reconstrucción de la memoria de
Vallenpaz (Barón et al., 2012). Estas investigaciones nos dieron la oportunidad
de profundizar en los conflictos y alternativas de desarrollo regional, así como de
dialogar con diferentes actores locales sobre sus experiencias e iniciativas en el Valle del
Cauca en un contexto de violencia y de crisis social y política. También permitieron
recoger información y versiones de muy diferentes personas y organizaciones que
han tenido diferentes interacciones tanto con empresas y empresarios de la región,
como con políticos, narcotraficantes, guerrillas y paramilitares.
Debo reconocer que al comienzo me sentí un poco intimidado con la presencia
y voz de los empresarios. Esto fue producto no solo de las representaciones que yo
tenía sobre ellos como hombres «de poder, de acción y decisión», sino también
por la seguridad y convencimiento con las que abordaban los temas tratados.
Además debo decir que en su manera de comunicarse conmigo había ciertos
códigos que me hacían pensar que estas no eran interacciones entre iguales.
Por ejemplo, todas las entrevistas fueron producto de múltiples mediaciones
y referencias que brindaran la suficiente confianza a los empresarios para
conversar conmigo de los temas de esta investigación. Generalmente eran las
secretarias y asistentes quienes acordaban las citas conmigo y las encargadas
de recibirme en sus despachos varios minutos antes de entrevistarme con ellos.
Nuestras conversaciones, además, tendían a empezar con cortas seguidillas de
preguntas en las que me pedían que les contara de dónde venía y cómo había
llegado a Cali y a Icesi. Las preguntas también incluían un repaso a algunos
de los conocidos comunes y del porqué alguien como yo realizaba este tipo de
investigación. (Notas de campo, Luis Fernando).
Desde Ricoeur (2004), el trabajo de rememoración implica tener en cuenta las
contradicciones y la polisemia de los recuerdos y los olvidos, producto no solo de
diversas experiencias e interpretaciones del pasado, sino de diferentes trayectorias,
intereses, motivaciones y emociones individuales y colectivas. En este sentido, este
texto representa un relato colectivo, creado a partir de la interacción de diversas
voces, en tiempos y contextos diferentes. En él se privilegian las versiones de un
grupo de empresarios del Valle del Cauca y de algunas personas cercanas a ellos. Sin
embargo, sus memorias fueron recogidas (reconstruidas), organizadas e interpretadas
por diferentes investigadores y estudiantes en tiempos igualmente dispares.
Este texto, antes que presentar un resumen de lo encontrado en las memorias
de los empresarios, representa la creación de una trama, en palabras de Ricoeur
(2004). Es decir, presenta una historia que organiza una serie de acontecimientos
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Entramado: una historia con lo que cuentan las memorias de los empresarios
Suena como a una investigación interesante y novedosa, pero no vale la pena,
no le van a decir la verdad… por ejemplo, lo que hicieron en aquella época [La
Violencia de los años 50] era financiar a unos civiles armados, con la protección
de la policía, es lo mismo que pasó con los paras a los que financiaron los
latifundistas, aquí [Valle del Cauca] los financiaron los empresarios, y nadie se
acuerda, ni nadie se va a acordar. (Entrevista a analista de los empresarios).
Los relatos recogidos muestran que desde los años ochenta los empresarios
experimentan una profunda transformación, desencadenada por los cambios
generacionales en las familias de los pioneros (Éder, Caicedo, Cabal, Carvajal, entre
los más destacados); además del poder adquirido por los narcotraficantes en Cali y
el Valle, y los cambios políticos y económicos propiciados por la descentralización
y la Constitución de 1991. Para los entrevistados, la Cali cívica, deportiva,
alegre (epicentro del desarrollo del suroccidente colombiano), se transformó
significativamente en este tiempo. Estas transformaciones se ven como resultado de
las migraciones (hacia y desde la ciudad), la «invasión» de la cultura del narcotráfico
y la administración de alcaldes ineficientes y corruptos. Esta situación agudizó
el distanciamiento (retraimiento) de los empresarios de los escenarios sociales
y políticos de Cali, dejando buena parte del control de la ciudad en manos de
políticos de extracción popular y narcotraficantes que, aliándose más adelante con
los paramilitares, terminarían dominando la mayoría del departamento del Valle.
El repliegue de los empresarios no solo se produce en espacios públicos, también
corresponde a un mayor retraimiento en ámbitos privados. Los testimonios de los
empresarios también hablan de «encierro» en sus casas, clubes y espacios íntimos.
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
Según las historias, es a finales de los años noventa y principios del 2000 que
el empresariado de Cali y el Valle del Cauca (transformado, permeado por los
dineros de los narcos y por el ascenso de nuevos empresarios y negocios) empieza
a reaccionar frente a lo que sucedía en la ciudad y la región. Dos episodios
son claves en la reacción de los empresarios: por una parte, el escalamiento del
conflicto político armado en el campo, que termina «metiéndose» a la ciudad,
hecho evidenciado en la sucesión de secuestros masivos: la Iglesia de La María (30
de mayo de 1999), el Kilómetro 18 (17 de diciembre de 2000) y los Diputados
del Valle (11 de abril de 2002). Por otra parte, las crisis económicas y políticas de
Cali y el Valle del Cauca que incluyeron escándalos de corrupción, la destitución
de alcaldes y la declaratoria de la quiebra del Departamento en el 2012.
El final de los diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las
FARC-EP marca en los relatos de los entrevistados la confirmación (así como
el desenmascaramiento) de los vínculos de las guerrillas con el narcotráfico. De
ahí en adelante, las organizaciones guerrilleras, a las que en algún momento se
les había reconocido carácter político, ideológico y social, pasan a ser calificadas
como narcoguerrillas y como grupos terroristas. Sumado esto al abandono estatal
en el ámbito nacional y local, sentido por los empresarios, los lleva a ver con
simpatía la llegada de los paramilitares al departamento. Algunos entrevistados
incluso mencionan el apoyo a estas organizaciones por parte de empresarios de la
región, principalmente vinculados al sector agrario y agroindustrial.
Los relatos muestran también que la elección del presidente Uribe y su agresiva
ofensiva contra la guerrilla, a través de la política de Seguridad Democrática,
brindó nuevo aire a los empresarios y les permitió recuperarse económicamente,
mejorar la economía regional y reinvertir y fortalecer sus negocios. Este momento
coincide con los procesos de tercerización en el sector agroazucarero, que
condujeron a una serie de protestas y enfrentamientos entre los corteros de caña
y la mayoría de los ingenios de la zona.
Estas nuevas condiciones abrieron oportunidades a los empresarios para volver a
involucrarse en acciones sociales y políticas. En lo social retomaron y fortalecieron
varias de sus iniciativas, muchas soportadas en los postulados de la Responsabilidad
Social Empresarial (RSE); y en lo político empezaron a involucrarse de nuevo en
campañas por puestos públicos en el ámbito local, principalmente para recuperar
la Alcaldía de Cali y evitar «que el Distrito de Aguablanca siguiera poniendo los
alcaldes de la ciudad».
El proceso de negociación con los paramilitares y, sobre todo, los escándalos
de la «parapolítica», más los señalamientos de posibles vínculos del presidente
Uribe con el paramilitarismo, llevaron a varios empresarios a reconocer el error
de simpatizar y apoyar a los paras: «que se convirtieron en un monstruo de mil
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cabezas». De igual manera, la reelección del presidente Uribe, así como el evidente
debilitamiento de la guerrilla, los llevaron a pensar de nuevo en un proceso de
negociación con estos grupos, sobre todo a considerar la necesidad de cambiar el
rumbo de las prioridades políticas y sociales propuestas por Uribe. En este sentido
plantean la necesidad de atender con fuerza y decisión la lucha contra la pobreza a
través de la generación de empleo y empresas, la educación y la salud.
En el tiempo de la investigación, la mayoría de los empresarios afirmaron haber
apoyado la campaña de Jorge Iván Ospina a la alcaldía de Cali, sin que ello excluyera
contactos y apoyos a otros candidatos a esta y a otras alcaldías del Valle del Cauca,
así como a la gobernación del departamento. Tras esta elección confirmaron una
decisión ética y pragmática de apoyar y rodear a Ospina para sacar adelante la
ciudad; sin embargo, ya empezaban a discutir alternativas para el futuro de Cali
y del Valle. Varios expresaron que en esta ocasión no estaban concentrados en los
nombres de los candidatos, sino en las estrategias que les permitieran ganar con
personas cercanas a sus principios e intereses. Entre las estrategias mencionadas
aparecía crear y fortalecer vínculos a través de los trabajos sociales adelantados
por sus fundaciones y organizaciones sociales, con poblaciones vulnerables y
marginadas, y fortalecer procesos de formación ciudadana y política que llevaran
a la gente a votar por mejores alternativas para la ciudad y el departamento.
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
De pioneros a accionistas
Los relatos analizados destacan el impacto del desarrollo industrial y empresarial
de los años cincuenta y sesenta: el fortalecimiento de las empresas familiares
del Valle del Cauca en esa época y la participación de los empresarios locales
en cargos públicos de la región. Estos aspectos contribuyeron a la creación de
un ambiente propicio para incentivar el progreso de Cali y percibirla como
una ciudad próspera, y al Valle del Cauca como un territorio de crecimiento
económico. De igual manera, se mencionan los esfuerzos de agentes destacados
del sector privado para solucionar los problemas más importantes de la región.
En este sentido, salen a relucir la creación de la Fundación FES para promover
la educación superior, el diseño e implementación del magíster en Alta Gerencia
para empresarios, la conformación de la Facultad de Medicina y de Ingeniería
de la Universidad del Valle, la construcción del aeropuerto y la realización de
los Juegos Panamericanos, con el respectivo desarrollo de infraestructura que
propiciaron; aunque hay algunas voces críticas sobre esto.
La mayoría de los relatos apuntan a mostrar una ruptura entre los empresarios
de antes y los que vienen a reemplazarlos desde los años ochenta. Los relatos
comparan a estos últimos y los de los noventa con el empresariado antioqueño:
solidario, organizado y efectivo. Sin embargo, los del Valle son caracterizados por su
individualismo (incluso «canibalismo»), por la concentración en la productividad
y el crecimiento económico. Algunos incluso afirman que varios de esos nuevos
empresarios viven fuera del país de las rentas y ganancias de sus empresas. Estos
nuevos empresarios se perciben distantes de los asuntos públicos, sociales y políticos.
Mira, es que nadie te va reconocer que hay canibalismo; voy a cambiar la
palabra: hay falta de solidaridad, es canibalismo porque si tú no eres solidario
con el empresario del lado, entonces estás canibaliando, lo estás comiendo, lo
estás dejando sin piso. Esa falta de solidaridad es muy grave y yo pienso que eso
sucede aquí en el Valle. (Entrevista a empresario del gremio).
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
Discusión y conclusiones
Con base en las fuentes consultadas y en la bibliografía revisada, a continuación
se presenta un análisis de temas centrales de las memorias de los empresarios, que
son discutidas con versiones académicas y periodísticas. Este ejercicio muestra
una comprensión protagónica de la acción de los empresarios del Valle del Cauca
en el desarrollo económico, social e institucional del departamento, de su capital
Cali y de la región suroccidental de Colombia, que contrasta con la complejidad
de las interacciones de los empresarios con actores ilegales como narcotraficantes,
guerrillas y paramilitares. De igual manera, se evidencia la persistencia de nociones
sobre la centralidad de lo económico como determinante de los procesos sociales y
políticos, así como el debilitamiento de lo político, de los políticos, como agentes
mediadores entre los procesos locales, regionales y nacionales.
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En un trabajo reciente sobre las relaciones entre élites económicas y políticas en Cali
y Valle del Cauca entre 1910 y 1940, que recurre a actas del Concejo y boletines de la
Cámara de Comercio (Hurtado, 2015), se encuentran grandes coincidencias entre
los representantes de los cargos públicos (gobernadores, alcaldes, representantes
y concejales) y los hacendados, industriales y comerciantes de la ciudad y la
región. El autor sostiene que la élite económica domina en la región a través de
instituciones democráticas para defender sus intereses de clase, principalmente para
el desarrollo de servicios y obras públicas. Su análisis confirma la tendencia histórica
en Colombia de una modernización sin modernidad. Es decir: el desbalance del
desarrollo económico sin procesos de inclusión social, política y cultural, así
como deficiencias en la conformación de espacios públicos de discusión y en la
construcción de consensos sociales más plurales y participativos.
En un sentido complementario, el estudio sobre Industrias y Empresarios Pioneros
de la primera mitad del siglo (Ordóñez, 1995) destaca que los procesos de
industrialización de Cali, el desarrollo de la infraestructura, la conformación de
mercados laborales, el crecimiento demográfico y la cualificación de la fuerza
de trabajo se deben al aprovechamiento de algunos individuos y grupos que
realizaron actividades empresariales, gremiales y políticas en las que la inclusión
de las familias estaba condicionada a la continuidad de la empresa.
Estas versiones resultan coincidentes con el protagonismo atribuido a las élites
económicas del país hasta finales de los años setenta, que subrayan su poderío e
influencia social y política, y muestran al Estado como un mediador y representante
de sus intereses particulares y gremiales (De Zubiría, 2015). Para el caso del Valle,
la influencia y el poder político y social del empresariado rural, principalmente
del azúcar, se ve como impulsor de un modelo de desarrollo fundado en la gran
propiedad moderna (Pizarro, 2015: 15).
Sin embargo, la centralidad y el poder imputados a los empresarios también
se relacionan con las versiones históricas sobre los problemas agrarios,
primordialmente de concentración y uso de la tierra. Así, varios analistas del
conflicto político armado caracterizan las élites del país como gestoras principales
(Fajardo, 2015; Gutiérrez, 2015; Molano, 2015). Gutiérrez, por ejemplo, sostiene
que la desigualdad agraria ha incidido en el conflicto tanto por la articulación
entre el poder político y la gran propiedad agraria como por la asignación de los
derechos de propiedad de la tierra, no solo por parte de los grandes propietarios,
sino también por especialistas en la violencia, así como por la expansión
permanente de la frontera agraria (2015: 7-9).
Para el caso del Valle del Cauca, Zuluaga (2015) argumenta que los procesos de
industrialización en la producción de la caña de azúcar a mediados del siglo XX
significaron profundos cambios en la vida natural, económica, social y cultural
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
del valle geográfico del río Cauca. Además de los procesos migratorios que
agenciaron, desataron una presión de los terratenientes sobre la pequeña y mediana
propiedad. La expansión de la industria azucarera contribuyó a la concentración de
tierras y a la «descampesinización» de las comunidades agrícolas, principalmente
afrodescendientes. Urrea (2002) muestra que el desarrollo de los empresarios de la
región se ha caracterizado por el sesgo rentístico en el control de la tierra productiva
del valle geográfico del río Cauca, especialmente la dedicada a la caña, y el uso de
beneficios protegidos (rentas) a través del poder político, o en diversas ocasiones el
manejo de la gestión pública para favorecer intereses privados.
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Las memorias de los empresarios coinciden con estudios académicos que señalan
que durante los años noventa las políticas de apertura económica, la globalización
y las crisis económicas llevaron a los empresarios a concentrarse en sus proyectos
económicos. Así lo demuestra Méndez (2000) al afirmar que la apertura
económica en el Valle del Cauca en la década de los noventa no fue favorable,
debido a la caída del PIB regional comparado con el nacional. Si bien para los
entrevistados la apertura tuvo efectos nocivos, no dejan de reconocer que este
proceso les enseñó y los obligó a establecer y desarrollar estrategias empresariales
diversas, a adoptar prácticas más profesionales y a reorganizar y reorientar «las
viejas empresas de origen básicamente familiar». En esta línea, Urrea (2002)
sostiene que desde mediados de los noventa se produjo un resquebrajamiento
del orden empresarial familiar que ocasionó transformaciones en el perfil de las
empresas multinacionales, como consecuencia de las condiciones de competencia
creadas por la apertura y por la fase recesiva de la economía nacional y regional
entre 1996 y 1999.
Sáenz (2010) permite deducir que desde finales de los años sesenta las élites
económicas perdieron capacidad para mantener formas simbólicas e ideológicas de
congregación, representación e identificación en torno a temas como el «civismo»
y la «caleñidad» en Cali. Este hecho puede estar articulado no solo a cambios
en las relaciones económicas y políticas, sino también a los acelerados procesos
migratorios en el Valle del Cauca y Cali12 que llevaron, por ejemplo, a que la
población total de Cali pasara de 284.186 habitantes en 1951, a 637.929 en
1964, de los cuales 618.251 (97%) eran urbanos y solo 19.714 (3%) se ubicaban
en las zonas rurales (Zambrano et al., 2011).
Las migraciones trajeron consigo una mezcla de culturas, etnias, tradiciones,
costumbres y usos de la tierra, producto de la llegada de poblaciones afrocolombianas
de la Costa Pacífica, así como de otras poblaciones de Cauca y Nariño.
Cuando se refieren a las migraciones, las narrativas de los empresarios
también mencionan las oleadas de
12
En los años cincuenta la violencia política obligó
a personas política y económicamente activas a
migrantes jóvenes de sectores de la
refugiarse en ciudades del Valle, especialmente élite hacia Bogotá y a otros países,
Cali, Palmira y Buga. Afirman Zambrano et al. motivadas desde mediados de los
(2011) que parte de estos migrantes se establecieron
como pequeños comerciantes y empresarios que años noventa por el escalamiento del
contribuyeron al crecimiento económico fundando conflicto y los problemas políticos,
empresas y dando origen a un sector comercial de
amplia cobertura. A esta migración se sumaron económicos y sociales en la región.
procesos de migración articulados al crecimiento Estas versiones concuerdan con los
económico regional, que contribuyeron al tránsito
del perfil rural al urbano. análisis de las migraciones, como los
realizados por Khoudour-Castéras
(2007). Desde una perspectiva econométrica, este autor muestra que el Valle
del Cauca estaba entre los departamentos con mayores tasas de migración en
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
las últimas décadas. Sostiene el estudio que las personas menos pobres y mejor
preparadas de los departamentos con mayores dificultades socioeconómicas
fueron las que tuvieron mayor propensión a emigrar. Se trata de una
población urbana afectada por diversos fenómenos de violencia cotidiana. En
el caso del Valle, el deterioro de las condiciones de vida y el incremento de
los costos de protección habrían estimulado el crecimiento migratorio de las
últimas décadas, pues emigrar era una forma de protegerse contra la violencia
(Khoudour-Castéras, 2007: 268-269).
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FARC. Por otra, también demuestra que la postura de las FARC de convertir los
secuestros en moneda de canje político llevó a radicalizar el rechazo general de la
sociedad contra el secuestro y contra la guerrilla.
El narcotráfico, como se pudo observar, representa un capítulo central en
las memorias de los empresarios sobre Cali y el Valle, que coinciden con las
versiones de analistas de dentro y fuera de la región. Urrea (2002), por ejemplo,
sostiene que desde los años ochenta el narcotráfico adquirió importancia en la
zona, tanto como actor empresarial como en las transformaciones culturales
y económicas, entre las élites regionales del Valle del Cauca. En sentido
similar, la Vicepresidencia de la República (2006) afirma que el narcotráfico
representa un episodio central para pensar las dinámicas económicas,
políticas y culturales del departamento. Este estudio menciona el surgimiento
de una cultura mafiosa que logró penetrar las comunidades, pervirtió sus
costumbres y contaminó el ejercicio de la representación popular. El informe
de la Vicepresidencia argumenta que las dinámicas del narcotráfico en el
departamento se relacionan con la ausencia del Estado y la crónica aceptación
de la violencia y la coerción como formas de control social; la complacencia
de las élites locales con el fenómeno revela el avanzado grado de inserción en
la sociedad que este ha logrado.
Por su parte, al referirse al narcotráfico, la mayoría de los empresarios
entrevistados proponen una noción compleja del mismo, que va más allá de
su carácter meramente operativo, es decir, en términos de Contreras (2010),
no se reduce al tráfico clandestino de drogas ilegales. Para este autor el
narcotráfico es una actividad de gran complejidad, basada en estructuras de
poder que establecen relaciones de influencia política, económica y social. De
acuerdo con Medina (2012), el narcotráfico se entiende como un conjunto de
actividades ilegales para la producción, transporte y comercialización de drogas
psicoactivas y la formación de un modelo organizativo de carácter económico
y social ilegal, con altos niveles de injerencia en los aspectos económicos y
políticos de las sociedades formales.
Aunque los relatos de los empresarios coincidirían con este tipo de perspectivas
más complejas, e incluso harían alusión a la formación de una cultura mafiosa
en la ciudad y la región, la mayoría de las posturas frente al narcotráfico resultan
bastante ambiguas en relación con su carácter ilegal. Así, a pesar de las alusiones
de resistencia y toma de distancia, las entrevistas sugieren un alto grado de
naturalización y acostumbramiento frente a los agentes, prácticas y estrategias
de los narcotraficantes, que llevan en no pocas ocasiones a concebirlo como
parte de las reglas formales de la sociedad caleña y valluna. Por ejemplo, varios
entrevistados dicen reconocer el carácter ilegal de los narcos una vez el Gobierno
central les declara la guerra a mediados de los noventa.
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«Se nos salió de las manos…». Memorias de empresarios sobre el conflicto armado en el Valle del Cauca.
Notas finales
La mayoría de los empresarios que participaron en esta investigación se
mostraron sorprendidos ante los temas y ejercicios propuestos. Se sorprendieron
porque nunca les habían consultado, desde una perspectiva académica, sobre sus
memorias del conflicto y la paz. La mayoría mostró gran interés y entusiasmo
en compartir sus recuerdos y sus análisis, así como las relaciones que el conflicto
y la paz tienen con el desarrollo y bienestar de la región. Contrario a lo que
varios colegas y gente cercana vaticinaban, los empresarios hablaron con bastante
transparencia e incluso con crudeza de eventos y procesos que los involucraban
como personas, como empresarios y como ciudadanos.
Las memorias de los empresarios también evidenciaron capacidad crítica y
apertura hacia la asunción de responsabilidades individuales y colectivas: muestra
el reconocimiento sobre la pérdida de protagonismo e incidencia en los escenarios
políticos y sociales en Cali, el Valle y en la región suroccidental durante casi
dos décadas. Sin embargo, fueron muy cautelosos con varios temas que podían
comprometerlos o inculparlos, sobre todo los relacionados con el paramilitarismo,
los pagos y negociaciones de secuestros y extorsiones a diversas organizaciones
ilegales, incluidos los grupos guerrilleros, y las relaciones con políticos y otros
empresarios de esta región.
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En los testimonios de los empresarios es claro que ellos también se sienten víctimas
del conflicto. Sienten además que sobre ellos recaen prejuicios y señalamientos de
diversos sectores sociales, principalmente del mundo local, lo cual, consideran,
es producto del desconocimiento de su quehacer como empresarios, así como de
los costos económicos y humanos que ha tenido el conflicto para ellos. En este
sentido, sus memorias también hacen evidente que han lidiado no solo con sus
propios secuestros o los de sus familiares y amigos, sino también con extorsiones
y amenazas, climas y condiciones de inseguridad durante largos períodos, que han
afectado sus iniciativas empresariales, sus patrimonios históricos y culturales, así
como sus vidas personales y familiares.
Sin embargo, hay asuntos y eventos que han sido ampliamente reportados
por estudios académicos y por los medios masivos de comunicación, como los
asesinatos originados por la denominada limpieza social; o los asesinatos, torturas
y masacres perpetrados por narcotraficantes y paramilitares en la región, o las
persecuciones, amenazas y violencia contra otros grupos y organizaciones sociales,
como indígenas, afrocolombianos, campesinos o mujeres, que difícilmente
aparecieron en sus narrativas. En sus relatos tampoco se percibe que la violencia
sea vista como un ordenador de prácticas y relaciones sociales y políticas en la
región que destruye, pero también construye, tejido social.
Hay varios asuntos y preguntas que deben abordarse en futuros trabajos, como
la construcción de concepciones más complejas e integrales de lo que significa
hoy «el empresariado». Nuevas comprensiones que no solamente consideren
diferencias sectoriales, sino que incluyan micro y medianos empresarios, así como
las contemporáneas formas de vinculación y participación en las empresas y en su
toma de decisiones. De igual manera, es importante indagar por las experiencias
diferenciales de los empresarios en la vida cotidiana, en contextos locales y
regionales, frente al conflicto y la paz, en territorios y temporalidades diversos
que han implicado impactos y formas bien distintas de involucramiento con el
conflicto y la paz, así como diferentes acciones empresariales y de participación
política y ciudadana por parte de estos grupos sociales.
También es importante avanzar en el desarrollo de metodologías y experiencias
que permitan profundizar en las memorias de las élites, en un contexto de
negociación y de construcción de paz que vaya más allá de los tiempos y las
dinámicas de negociaciones como la de La Habana o la que se ha iniciado
recientemente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Estudios como
este, de carácter etnográfico y simbólico, se deben complementar con otros de
carácter cuantitativo, cualitativo y legal que contrasten de manera más compleja
las memorias de los empresarios con dinámicas y contextos económicos,
políticos y culturales.
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Historia a medias e historias medias:
imaginarios de lo pueblerino en el
contexto de juicios al terrorismo de
Estado1
Ariel Gravano2
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-5362-5843
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (unicen)3, Argentina
arielgravano14@gmail.com
Resumen:
El propósito de este trabajo antropológico es presentar una situación en que la Historia
«llega» a ciudades medias del centro de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Se toman
como caso juicios al terrorismo de Estado y hechos de relevancia nacional vinculados con la
defensa de los derechos humanos. Lo hacemos desde el concepto de imaginarios identitarios
urbanos, por los cuales adquiere importancia el análisis de cómo «la ciudad toda» vive esos
acontecimientos, en los que se contrasta la Historia centralizada en la metrópolis y la historia
local, en la que parece preponderar una imagen de «quietud», «donde nunca pasa (ni pasó)
nada». Avanzamos en la postulación de «lo pueblerino» como eje dentro de la dialéctica
entre lo rural y lo urbano y la implicancia de actores y analistas «nativos», ante la posibilidad
de problematizar tanto la Historia a medias cuanto sus propias historias medias.
Palabras clave: Historia, ciudad media, derechos humanos, campo y ciudad, pueblerino.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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using the notion of urban identity imaginaries through which the analysis on how “the
whole city” experiences those events becomes important. It is in these urban identity
imaginaries where we can observe a contrast between metropoli-centralized History and
local history, where an image of “quieteness” seems to be prevailing, so that it seems
“never ever happens (or happened)”. We move forward to pose “the provincial” as a hub
within urban-rural dialectics, and the involvement of “native” actors and observers, at the
prospect of bringing into question both half-done History and their own middle histories.
Keywords: history, inland towns, human rights, countryside vs. city, provincial.
Introducción
El propósito de este trabajo antropológico es presentar una situación en que la
Historia «llega» a ciudades medias del centro de la provincia de Buenos Aires,
Argentina, y provoca en «la ciudad toda» la conciencia —dentro del imaginario
identitario— de haber compartido, en realidad, una historia a medias durante
las últimas cuatro décadas. Se toman como casos hechos de relevancia nacional
vinculados con la defensa de los
4
Diario Página 12, 18/07/15.
5
Poema escrito antes de convertirse públicamente derechos humanos, en particular el
en Ignacio Montoya Carlotto. juicio por crímenes de lesa humanidad
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Olavarría (1868) está situada en el centro
en el centro clandestino de detención
de la Provincia de Buenos Aires, su actividad Monte Pelloni y la recuperación del
prevaleciente fue agro-ganadera y minera (piedra); nieto 114 por parte de Abuelas de Plaza
según datos del censo 2010, el partido cuenta con
111.320 habitantes y la ciudad con 89.721. de Mayo, en la ciudad de Olavarría6.
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Nuestras hipótesis
Hemos venido encarando nuestras investigaciones desde el criterio antropológico
de abordar cómo se vive la ciudad por los actores que la producen y consumen,
además de las condiciones en las que se vive en la ciudad. Por eso la relevancia
de que esos mismos actores imaginen a su ciudad como «toda» y apelen a la
metáfora que personifica a la ciudad misma con sus diferentes atributos, actitudes
y acciones constituye el eje de lo que venimos exponiendo.
La vida cotidiana de las ciudades medias asume una particularidad que es difícil
explicar en su complejidad desde el paradigma exclusivo de lo urbano metropolitano
tomado como algo universal, aunque en forma obligada la concepción estructural
general es el punto de partida. El sistema urbano se constituye en una pieza clave
de la reproducción material, social y simbólica de la vida moderna, a partir de la
provisión y control de los consumos colectivos que hacen al derecho para el cual
la ciudad funciona como una marca espacial de producción-reproducción material
y simbólica, unidad de gestión e identidad histórica. Por eso está estrechamente
ligado a los emblemas identitarios de cada unidad y a los imaginarios que lo
vinculan con sentidos de pertenencia, acción institucional y localización relativa
de la población. Esta población, definida como usuaria del sistema urbano, se
despliega según la estructura de poder y las tramas socioinstitucionales que «hacen»
la ciudad en el juego de la hegemonía y el conflicto. La vida social general adquiere,
en consecuencia, esta complejidad específica marcada por el rango de la escala.
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Las hipótesis teóricas13 con las que hemos venido trabajando son las que
denominamos homeostasis múltiple, palimpsesto urbano, metropolismo y la que
abordamos en este artículo, sobre la trama de poder local.
Para reconstruir e interpretar los imaginarios y racionalidades que se articulan
con el funcionamiento del sistema urbano de provisión de servicios públicos
de consumos colectivos que hacen al valor de uso de la ciudad misma, hemos
enunciado la hipótesis que establece que el eje ideológico en común de la relación
entre cada sistema específico de satisfactores de esos consumos y el sistema urbano
es el homeostático (que supone y preconcibe el equilibrio y no la contradicción
dialéctica), ya que prepondera un modo integrista y deshistorizador de concebir
lo social, que está en la base de la racionalidad hegemónica capitalista14.
En la imagen de la «ciudad toda» y su efecto simbólico englobador, en el quiebre
de la «ciudad cómplice» y su contraste
13
Apelamos al concepto de hipótesis teórica de
acuerdo con los postulados del enfoque cualitativo con el viento de verdad de los casos
del muestreo teórico de Glasser & Strauss (1967), del juicio y de la «recuperación de
afín con la construcción del objeto antropológico
de orientación inductiva, que tiene como efecto Guido» subyace la reivindicación
la construcción de interpretaciones hipotéticas de una reconstrucción «histórica».
a partir de la articulación de un marco teórico Pero al mismo tiempo se registra, en
dialéctico con los resultados de la registración
empírica y su problematización. paralelo y oposición ideológica, una
14
A la par, una especie de homeostasis múltiple visión restauradora, que promueve
permea esos modos de gestión del sistema urbano
como provisión de servicios públicos. La obturación «no revolver el pasado», no «seguir
de las contradicciones en aras de un equilibrio persiguiendo al pobre Pájaro», no
ahistórico subyace a esos funcionamientos y
repercute en la vida cotidiana, para lo cual se
transformar en «circo» lo que debe
torna hegemónicamente necesaria la reconversión ser un juicio, en suma, respetar un
constante de su propio imaginario emblemático. equilibrio y una integración que se
toman como un dispositivo que funcionaría como una manera de congelar o
aquietar la historia.
Al indagar los procesos identitarios y emblemáticos que definen histórica y
culturalmente en forma específica a las ciudades de rango medio, apelamos a la
hipótesis del palimpsesto y su proyección hacia el presente mapa imaginario de las
identidades y otredades urbanas. En ciudades del centro bonaerense coexisten distintas
imágenes identitarias superpuestas, procedentes de diferentes períodos históricos y
con base en distintas fuentes de enunciación, que se componen a la manera del papiro
antiguo re-escrito sobre las texturas no desaparecidas de trazos anteriores, a partir de
lo cual cada imagen es construida sobre la huella de la anterior. Estas imágenes no
son etapas ni momentos discretos o acabados, sino procesos en los cuales los actores
producen representaciones que no borran totalmente a las anteriores.
Para el caso de Olavarría, estas imágenes de su palimpsesto urbano son la ciudad
de frontera (contra el «salvaje»), hoy reeditada en el imaginario estigmatizante
contra los «negros de los barrios», cuando el registro histórico verifica la presencia
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Rosana Sosa (2015) y Analía Umpiérrez (2013). identificar la configuración del poder
17
En un trabajo reciente, Héctor Poggiese destaca
la invisibilidad de los desaparecidos en las áreas local en torno a las invocaciones de
metropolitanas, en comparación con las localidad esos imaginarios emblemáticos como
menores (Poggiese, 2014).
atajos ideológicos legitimadores del
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esos valores naturales, dados, deshistorizados, que parecen aquietar a esa ciudad
imaginada. Una ciudad que paradójicamente, en la misma iconografía, ostenta
parecerse cada vez más a una «gran ciudad», creciendo siempre hacia su destino
del esplendor que canta su himno: «colosal, bajo el cielo, moderna extensión», y
además, nutriéndose fértilmente del campo-desierto, civilizado por ella misma,
como futura «capital de»:
«son tus dominios do pace el ganado / campo intenso, pradera feraz, /
desierto entregado a la civilización»20.
A la ciudad media parece que se llega, además, por contraste de escala, pero
porque se naturalizan los valores de
20
El Himno a Olavarría fue compuesto en la músi-
ca por Alfredo Rossi y en su letra por Osvaldo
la dicotomía. «Acá nunca pasa nada»,
Fittipaldi, en la década de 1960 y ejecutado en el nada de lo malo que acontece en la
100mo. aniversario de la ciudad, ante la presencia
del presidente de facto Juan Carlos Onganía.
«gran» ciudad (Buenos Aires), porque
Olavarría «todavía» (si bien «los
tiempos ya no son como eran antes») se asocia con lo rural y con una dimensión
verdaderamente humana, auténtica, pura, incontaminada. Y ese parecería ser el
mundo en el que se crio Ignacio, dicho por los torpes y frívolos movileros, por las
lúcidas periodistas, como vimos, y también dicho por el protagonista:
«Sí, estuve en Buenos Aires, y hasta me saludaban los porteños, pero porque
me reconocían, acá [en la ciudad media] te saludás porque te ves nomás».
En diversos reportajes Ignacio se refirió así a su ámbito de crianza, con ternura y
a la vez con su propia extrañeza por el porqué de su afición por la música en ese
medio, como si en el ámbito rural en el que se crio esa no fuera una expectativa
lógica, natural, suposición a la que cabría contrapesar con milenios de música
rural popular en todo el mundo y de la cual él mismo es un exponente.
Es como si se produjera una traslación isomórfica de la ecuación rural/urbano o
campo/ciudad a ciudad media/metrópolis. Y se nos ocurre que el eje de ambas
oposiciones estaría puesto en aquello que suele asignarse como lo pueblerino. Es
aquello que juega como rural respecto a la ciudad y en los hechos representa cierta
concentración urbana (pueblo, poblado, caserío, aldea) respecto al campo.
«El aire de la ciudad hace libres a los hombres» reza un adagio que comenzó a
circular en la Europa medioeval-renacentista, cuando lo urbano se contrapuso a
la «chatura» de la vida rural feudal y la ciudad adquirió el signo de libertad para
los siervos que podían, por distintas razones, llegar a ella y quedarse, lejos del
dominio señorial y donde las burguesías mercantil y luego industrial encontraron
y construyeron posibilidades de crecimiento y rupturas con el antiguo orden,
fomentando la libertad de comerciar y explotar el trabajo asalariado.
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Pero desde el campo se alzaría una reivindicación simbólica contraria a los aires
también grises, hacinados y humeantes de la ciudad industrial, en los llamados
nostálgicos del romanticismo, a la par de la revolución.
Hitos salientes y opuestos de una misma época son, por un lado, la publicación
de La situación de la clase obrera en Inglaterra, de Federico Engels (1845),
donde denuncia las condiciones de vida y explotación en la ciudad industrial
capitalista, el Manifiesto Comunista (1848), donde se contrapone la ciudad
como seno de las posibilidades de libertad respecto a la «necedad de la vida
rural» y, por el otro, la Carta de Thoms (1846), donde se reclama recoger las
«últimas espigas esparcidas por el campo» de lo que se llamaría, a partir de ese
momento, el saber del pueblo (folk-lore), reducido a una ruralidad idealizada y
deshistorizada (Gravano, 1987).
Raymond Williams desarrolla esta discusión en su obra El campo y la ciudad.
Toma al mito de la edad de oro como una «estructura de sentimiento», a
partir del contraste entre formas y prácticas antiguas que sobreviven o se
enfrentan al cambio contemporáneo, constituyéndose en una referencia
retrospectiva, evocadora, idealizada de un orden arraigado como absoluto al
que, en el contexto en que él lo tipifica (la Inglaterra en pleno proceso de
industrialización), se lo imagina como hostil al capitalismo industrial, desde
el prisma ideológico feudal y aristocrático, un orden «claramente ligado a las
formas de vida, los sentimientos, la literatura y las tradiciones del campo»
(Williams, 2001: 64).
A esto respondieron intelectuales metropolitanos, dice Williams, que amparándose
en el modelo de la «imbecilidad de la vida rural», la descalificaban en pos del
modelo de sociedad progresista, que no tenía otro signo que el de la urbanización
y la ciudad moderna industrial, entre ellos Carlos Marx. La burguesía, cita el
galés, ha «rescatado a una parte considerable de la población de la necedad de la
vida rural» (Marx & Engels, 1965[1948]; Williams, 2001: 373).
Propone el ensayista analizar estos procesos, no sin antes preguntar «¿Con quién
nos identificamos?», ¿Con los siervos y aldeanos del orden feudal, terriblemente
explotados, o con el orden capitalista emergente? Y se responde:
«se trata de una historia de crecimiento y logros, pero, para la mayor parte
de los hombres, sólo se trató de la sustitución de una forma de dominación
por otra: el orden feudal mistificado fue reemplazado por un orden
capitalista agrario igualmente mistificado, con la suficiente continuidad
de un ‘orden natural’, como para acentuar la confusión y el control»
(Williams, 2001: 68).
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Conclusiones
A raíz de los juicios de lesa humanidad por el campo clandestino de detención
Monte Pelloni y el asesinato del abogado del sindicato ceramista Carlos Moreno, y
sobre todo de la aparición del nieto 114 de Abuelas de Plaza de Mayo, la región se
conmovió. Apareció a la luz pública masiva lo que siempre se negó en el imaginario
dominante: la existencia de víctimas locales de la dictadura cívico-militar y, al
mismo tiempo, la trama de complicidades locales, con silencios y contradicciones,
cuyos efectos en los imaginarios ya hemos comenzado a indagar, al ritmo de la
movilización de estas ciudades medias, pensadas hegemónicamente como sin
conflictos, homogéneas y de identidades puras, como sus raíces «de campo».
En ellas se construyen las historias medias, donde articulan el palimpsesto y
la fundación de baldío, la homeostasis, el metropolismo y la trama, a lo que
agregamos en esta ocasión el papel de lo pueblerino, como eje de las oposiciones
entre lo rural y lo urbano y entre la ciudad media y la metrópolis.
Las historias medias son las no centralizadas respecto a la hegemónica, que, en
nuestros casos, coincide con la metropolitana mediática. Se apartan del centro
hegemónico aunque inevitablemente constituyan su identidad con algún «centro»
significacional que resultará hegemónico hacia su interior.
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Ilegalismos y control en el comercio: el
caso de la feria Pinto en Temuco, Chile1
Juan Carlos Peña Axt2
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-7689-566X
Universidad Autónoma de Chile
juan.pena@uautonoma.cl
Felipe Andrés Sáez Ardura3
ORCID ID : orcid.org/0000-0001-9472-5552
Universidad de la Frontera, Chile
f.saez05@ufromail.cl
Resumen:
Como en todo sistema social, si existen ilegalismos existe también la corrección-vigilancia.
El presente trabajo es una investigación cualitativa llevada a cabo en la Feria Pinto de la
ciudad de Temuco (Chile). En ella se da cuenta de determinados comportamientos que
tienen algunos comerciantes de la Feria, que consisten en ilegalidades que se dividen en
ilegalismos económicos e ilegalismos conductuales. A través de un estudio etnográfico que
combina observación y entrevistas en profundidad se ha logrado establecer categorías de
análisis en las que se dividen los dos tipos de ilegalismos. Este tipo de comportamiento
está orientado a engañar a los clientes, pero también a transgredir determinadas reglas que
son parte de la cotidianidad de algunos locatarios.
Palabras claves: ferias libres; feria Pinto; ilegalismos económicos; ilegalismos conductuales.
1
Este artículo es producto de los resultados investigación del proyecto «Gobernanza y gobernabilidad en
un espacio urbano: el caso de la Feria Pinto de Temuco», financiado por la Dirección de Investigación y
Postgrado de la Universidad Autónoma de Chile, 2014.
2
Doctor en Sociología por la Universidad de Barcelona, España.
3
Doctorando en Ciencias Sociales, Universidad de la Frontera de Temuco, Chile.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
TABULA RASA
No.24, enero-junio 2016
divided. This behaviors are aimed at misleading customers and transgressing certain rules
that are part of some tenants’ daily routine.
Keywords: open-air markets; Pinto fair; economic illegalisms; behavioral illegalisms.
Introducción
El control social y los ilegalismos constituyen un binomio que es parte de las
sociedades modernas, que cuando se tratan de estudiar científicamente representan
importantes desafíos al propio quehacer del científico social. El presente estudio
es un trabajo de enfoque etnográfico y etnometodológico, y ha sido llevado a
cabo en la Feria Pinto de la ciudad de Temuco (Chile), espacio en el cual se
refleja la existencia de múltiples conductas ilegales por parte de los comerciantes,
manteniendo con ello una «cultura de la desviación» que queda en evidencia de
manera inmediata al momento de inmiscuirse en el territorio, que para muchos
representa el propio espíritu y la propia identidad de región de La Araucanía.
Como en todo sistema social, si existen ilegalismos existe también la corrección-
vigilancia del Estado y de los gobiernos respecto del territorio. A pesar de esto,
es decir, del control social ejercido por las autoridades, estos ilegalismos aún se
resisten a desaparecer. Es más: estudiando en el terreno, pareciera ser que tienden
a expandirse a rincones de la sociedad que, en lo formal al menos, distan mucho
de ser prisiones o sistemas cerrados de vigilancia-castigo.
Este estudio parte de una premisa foucaultiana, a saber, que todo ambiente
disciplinario crea sus propias formas de contra-conductas, de comportamientos
desviados, que se basan en reglas contrarias al orden normativo «oficial». De esta
forma, se ha llegado a la identificación de dos tipos de ilegalismos emergentes en
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Revisión de la literatura
La Feria Pinto es una feria libre de comercialización principalmente de alimentos,
tales como frutas, verduras, pescados, mariscos, etc. Al igual que otras ferias, es un
espacio de comercialización de productos que permite a los compradores tener a
la vista los insumos a los que acceden (Rodríguez, Muñoz y González, 2013). La
Feria Pinto está emplazada en el Barrio Estación de la ciudad de Temuco, el cual
posee una gran cantidad de comercio formal: supermercados, emporios y locales
de servicios, como también comercio ambulante.
En el Barrio Estación hay un terminal de buses rurales, lo que favorece una gran
afluencia de público diariamente, proveniente de diversas comunas de la región.
El origen de la feria, primero como feria de comercio ambulante y posteriormente
como feria libre, se explica a través de un proceso evolutivo que acompaña a la
ciudad de Temuco desde su fundación. Como antecedente se tiene que pequeños
agricultores de origen mapuche se establecieron en las cercanías de la estación de
trenes para comercializar sus productos. Además, la crisis mundial de 1929 afectó
a Chile a partir de 1931 (Pinto y Órdenes, 2012), por lo que el desabastecimiento
obligó a algunos campesinos a vender sus productos de manera rápida, objetivo
que consiguieron en el sector de la estación.
En ese mismo periodo las ciudades más importantes del país vivieron un
crecimiento motivado por una migración campo-ciudad que se produjo durante
tres décadas en Chile (1930-1960), y Temuco, como ciudad moderna, recibió
una gran cantidad de personas provenientes del campo. Este crecimiento implicó
un desarrollo de la ciudad que dejó el Barrio Estación en el centro de la misma,
lo cual se tradujo en una formalización de la feria en el año 1945 (Ríos, 2014).
La Organización Internacional del Trabajo considera como trabajadores
informales a todos aquellos que no cotizan y a todos los empleados asalariados
que declaran no tener contrato de trabajo (OIT, 2003). El mercado laboral
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informal en Chile para el año 2006 tiene una tasa de 35,8% de trabajadores, lo
cual indica que aunque es bajo en comparación con el resto de Latinoamérica, el
porcentaje de trabajadores que absorbe es relativamente alto (Perticara y Celhay,
2010). Entre las principales características que poseen los trabajadores informales
a nivel nacional se encuentra: la edad promedio es de 45,8 años para los informales
independientes y de 38,2 años para informales asalariados; el 65,2% son hombres
para los informales independientes y el 53% para los informales asalariados.
Existen evidencias de que hay una relación entre los trabajos informales y la
ilegalidad. Un elemento importante a destacar es que la permanencia dentro
del sector informal en Chile es relativamente alta, es decir, los trabajadores que
ingresan a este sector tienen un 85% de probabilidades de permanecer trabajando
en él (Perticara y Celhay, 2010).
Un estudio sobre el comercio ambulante en la capital de México (Parra,
2013) establece antecedentes sobre la complicada relación entre lo «ilegal» y lo
«informal», mantenida por los comerciantes de esta actividad económica (ver
también Cantos, 2013; Valadez y Martínez, 2013; Guarín, 2008; Martínez,
2005). La definición que utiliza Parra (2013) es la de «business», para referirse al
tipo de comercio que está entre lo ilegal y lo informal: «es la palabra local utilizada
para nombrar las prácticas y los raciocinios que ellos consideran que transgreden
la normalidad comercial y la política» (Parra, 2013: 209). La autora describe que
las actividades comerciales de los vendedores ambulantes están fuera del marco
legal. Sin embargo, entre ellos son prácticas socialmente aceptadas, y el hecho de
no realizar este tipo de actividades puede ser socialmente sancionado por los pares
(Parra, 2013). En este sentido, este tipo de comercio «determina el control social,
de seguridad, y las normas locales que regulan, ordenan e imponen sus jerarquías
y su normatividad» (Parra, 2013: 210). De acuerdo con esto, existe una regulación
social de los comportamientos ilegales, en el sentido de que el comportamiento
ilegal es una práctica socialmente aceptada entre los comerciantes, y no desarrollar
estas conductas ilegales podría ser sancionado socialmente por los pares, una
sanción social que los comerciantes no están dispuestos a aceptar.
Parra (2013) también describe la importancia del comercio ambulante y establecido
en la calle, y explica cuáles son sus principales características y cuáles son las
razones de su existencia. Entre las primeras se destaca el hecho de que sea una
economía familiar heredada. La informalidad está relacionada con la estructura
familiar, sostiene la autora, que es un elemento fundamental que permite que
el comercio ambulante, informal y ligado al «business», subsista. Explica que
las familias de comerciantes se heredan en todo tipo de rubros y el comercio
ambulante no constituye la excepción. Un segundo elemento importante de la
existencia del comercio ambulante, la autora lo atribuye a la incapacidad de la
economía mexicana de absorber la oferta laboral de jóvenes y adultos, lo que trae
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ello la posibilidad para el control de los sujetos (Foucault, 1978a, 1979). Deleuze
plantea que «la disciplina no puede identificarse con una institución ni con un
aparato, precisamente porque es un tipo de poder, una tecnología, que atraviesa
todo tipo de aparatos y de instituciones a fin de unirlos, prolongarlos, hacer que
converjan» (Deleuze, 1986: 52).
Las técnicas de coacción, como las que refiere Foucault, implican las prácticas que
se desarrollan internamente en las diversas instituciones totalitarias de la sociedad
moderna. Se trata, según el autor, «de establecer las presencias y las ausencias, de
saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones. La
disciplina organiza un espacio analítico» (Foucault, 1975: 131-132).
Dado lo anterior, esta investigación parte de la premisa teórica de que todo
ambiente disciplinario crea sus propias conductas y contra-conductas, es decir,
comportamientos desviados basados en reglas contrarias al orden normativo
(Becker, 1971): se trata de los denominados ilegalismos (Foucault, 1975 y 1978).
En este sentido, se definen dos elementos determinantes para la investigación. El
primero de ellos se refiere a los ilegalismos conductuales que tienen que ver con
disrupciones drásticas y quiebres de rutinas graves (Goffman, 1959, 1961 y 1964;
Garfinkel, 2006, 1996). En segundo lugar, se refiere a los ilegalismos económicos,
que es un tipo de conducta desviada que genera excedentes económicos fuera del
marco legal normativo, y que se hace evidente al momento de observar dichas
prácticas (Becker, 1963, 1966a, 1966b y 1971; Garfinkel, 2006, 1996 y 1998).
Estos son ilegalismos metódicos, a los cuales se les debe hacer frente a través de
la elaboración constante del ensayo rutinario, del perfeccionamiento regular de
mecanismos (prácticos) que buscan vigilar y castigar (Foucault, 1975). Como
resalta Foucault, de estos ilegalismos se genera un saber, «unas técnicas, unos
discursos (…) que se forman y se entrelazan con la práctica del poder de castigar»
(1975: 20). Son «pequeñas técnicas de vigilancias múltiples y entrecruzadas,
miradas que deben ver sin ser vistas.» (Foucault, 1975: 200). Vigilancia
generalizada en el espacio seriado.
Como todo espacio disciplinado, la Feria Pinto de Temuco resguarda en su seno
actividades refractarias respecto del orden social, que son disruptivas en relación
con la normatividad efectiva de un complejo espacio urbano. En lo específico, los
comerciantes establecidos son quienes exigen de parte de la unidad municipal de
inspección una mayor y mejor atención. No se puede pensar por ningún motivo
una feria de amplios espacios como totalmente exenta de estos comportamientos,
sino más bien, como indica Foucault, como un espacio cuyo conjunto de
comportamientos desviados, incluso, «se hace pasar por un derecho» (Foucault,
2008: 340). Un derecho casi inalienable de los sujetos que, por poder hacer uso
de un espacio estratégico dentro de la economía regional, aceptan someterse a
toda una compleja red de controles normativos.
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Como indica el propio Foucault, «más que por la infracción, es por la indisciplina
por lo que ocurre la ruptura» (Foucault, 2008: 340). Contra-disciplinamientos,
de eso trata la esencia de las relaciones de poder que se instauran en el espacio
analizado. Una contrapropuesta por infracciones, podríamos decir, generada por
los comerciantes establecidos en los puestos de cada bandejón. No por todos,
de hecho, mas sí por muchos locatarios que mantienen complejas relaciones de
hegemonía con la autoridad vigilante.
Metodología
Como se indicó más arriba, el trabajo parte de la premisa foucaultiana de que
todo ambiente disciplinario crea sus propias formas de contra-conductas, de
comportamientos desviados basados en reglas contrarias al orden normativo
(Becker, 1971), es decir, de ilegalismos (Foucault, 1978).
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Resultados
Desde esta perspectiva, para el caso de la Feria Pinto de Temuco se han identificado
dos tipos de ilegalismos.
En primer lugar, emergen los ilegalismos económicos. Se trata de la sustracción de
un excedente económico, lo cual se hace a través de dos formas: 1) la regulación
sostenida de las balanzas (sustracción de parte del peso legal), y 2) la manipulación
de la calidad de la mercadería que se le vende a la gente. Ambos son de carácter
económico, muy propios del mundo feriante. Se transforman en conductas
desviadas (Becker, 1971) cuando se hacen evidentes (Garfinkel, 1998) como
parte de una acción de los feriantes.
En segundo lugar, emergen los ilegalismos conductuales. De acuerdo con lo
observado, se refieren a disrupciones drásticas que se originan sobre todo entre los
feriantes establecidos y aquellas personas que se acercan a adquirir sus productos.
Son quiebres de rutinas graves (Goffman, 1961; Garfinkel, 2006), faltas de
respeto verbales, agresiones físicas y maltratos a los clientes, junto al problemático
consumo de alcohol. Todas estas conductas, como se advierte en las observaciones
sucesivas realizadas en terreno, tienen que ver con incumplimientos que se refieren
a comportamientos sociales observables, denunciables, registrables. Ahora bien,
para todos ellos existe un castigo que es normalizador. Los inspectores explican
la gravedad de estos hechos haciéndolos reportables, descriptibles, analizables
(Garfinkel, 2006; Garfinkel y Sacks, 1969).
Ilegalismos económicos
Los ilegalismos económicos son centrales en lo que se refiere a la actividad
comercial de las personas que están legalmente establecidas, y son de amplio
conocimiento de los inspectores que conforman la unidad de vigilancia municipal
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Pese a que en el plano legal no está tipificado como un delito, o al menos no como
un delito grave, los inspectores consideran esta acción como un robo: un robo a
quienes se acercan a realizar sus compras a los bandejones de la Feria Pinto.
2) Junto con el ilegalismo anterior, se dijo que otro tipo de incorrección económica
que cometen constantemente los comerciantes establecidos consiste en colocar
la mejor mercadería, esto es, frutas y verduras, sobre todo en las primeras filas
del puesto, y ubicar la de peor calidad o tamaño detrás, cerca de quien realiza
la venta, quedando la misma dentro del campo de manipulación solo de quien
vende e impidiéndoles a los consumidores ver cuál es el tipo de mercadería que en
efecto echan a la bolsa. En lo esencial, la base de este ilegalismo es imposibilitar al
comprador o compradora el manejo de los productos.
Si bien esta práctica, consciente y totalmente reflexiva, no es tan grave como
la anterior, no deja de formar parte de un ilegalismo económico, ya que en
concreto lo que sucede es que las personas, que confiadas pagan una cantidad
de dinero por cierto tipo de productos, se terminan llevando unos de calidad
bastante inferior a la deseada.
«Eso que hacen de colocar la mercadería bonita adelante, y sacan de atrás…
El cliente se va conforme, porque pide y le dan. Pero ellos, ¿qué es lo que
hacen? Pescan la bolsa, la pesan y la cierran» (MR, inspector de vigilancia
municipal Feria Pinto).
Vale decir, tan consciente y reflexivo es este método-ilegalismo, que consiste en
dos pasos: sacar la mercadería de mala calidad que, como se dijo, no está dentro
del alcance visual de los clientes, y echarla en la bolsa para proceder a cerrarla sin
que la persona tenga la posibilidad siquiera de ver qué tipo de mercadería están
poniendo en ella.
Si bien es cierto que pueden existir algunas excepciones a la regla en relación
con este método, como por ejemplo que algunos feriantes echen productos de
calidad, o que los mismos clientes reclamen la posibilidad de ver y comprobar
qué tipo de mercadería se están llevando, la mayoría de las personas que no tienen
«caseros4» o «caseras» de confianza suelen ser víctimas de este ilegalismo.
Considerando esta infracción, es fácil darse cuenta de que los patrones
categoriales con los que se piensan
4
«Caseros» y «caseras» es el modo popular de
llamarse entre comerciantes y clientes. En algunos
estos actos delictivos giran en torno a
casos se produce una relación de fidelización tipificaciones tales como «mercadería
comercial en la cual el cliente compra los productos de buena calidad», «mercadería de
a los mismos comerciantes. Mientras que, por otro
lado, el comerciante entrega productos de calidad mala calidad», «mercadería bonita» o
al cliente como forma de mantener esta relación de «mercadería fea», lo cual quiere decir,
fidelidad comercial.
en el fondo, que lo que se transa es una
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idea de venta «legal» cuando en definitiva no lo es: se hace como que se vende la
mejor mercadería, pero en realidad se vende la peor, o en el mejor de los casos,
frutas y verduras de un tamaño que por lo general no es del gusto de quienes
frecuentan la Feria Pinto.
Ilegalismos conductuales
Como complemento de los ilegalismos antes mencionados, que en esta
oportunidad hemos etiquetado como «económicos», aparecen otros que se
han denominado como ilegalismos conductuales, en esencia debido a que se
originan en un comportamiento incorrecto de los mismos feriantes, tanto hacia
los propios consumidores como hacia los inspectores municipales. Se trata de
un tipo de incorrección situacional que socava temporalmente los cimientos
morales de la interacción social.
En esta forma de comportamiento inadecuado de los feriantes establecidos, y
según se ha podido observar al complementar los relatos de los inspectores con
observaciones realizadas en terreno, encontramos cuatro tipos bien diferenciados:
1) el maltrato (físico/verbal) hacia los consumidores; 2) el consumo de alcohol
dentro de los bandejones y puestos; 3) el irrespeto de los límites horarios y físicos
que por normativa deben mantener los feriantes, y 4) la reapertura de los puestos
una vez que los inspectores municipales se retiran. Como se puede apreciar,
los dos primeros son netamente conductuales, mientras que los dos últimos se
relacionan de forma evidente con la venta diaria.
El maltrato físico y verbal: en este comportamiento, es más frecuente el segundo
que el primero. Según lo comprobado en el campo de observación, como se dijo,
proviene de comerciantes establecidos hacia quienes frecuentan la Feria Pinto
de Temuco para realizar sus compras, lo que genera problemas y situaciones
que aunque son inadecuadas no son poco frecuentes. Forma parte de una de las
acciones más graves que pueden encontrarse dentro del espacio analizado, y su
consecuencia también es grave desde el punto de vista de la disciplina, cuando se
analizan las formas de sanción normalizadora vigentes actualmente en la Feria,
labor que es responsabilidad de los inspectores municipales.
Como todo proceso social, de interacción social presencial, este tipo de ilegalismo
conductual no es exclusivo de la relación entre comerciante-comprador, ya que
también ocurre cotidianamente que el maltrato de los comerciantes se dirige a los
mismos inspectores municipales y a colegas, es decir, a otros vendedores con los
que se mantienen, en muchos casos, relaciones de conflicto bastante complejas.
Por esa razón, las sanciones que recaen sobre quienes incurren en estas faltas son
de una intensidad bastante alta, y las consecuencias (económicas) para quienes
han sido los causantes del problema son igualmente duras.
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Consumo de alcohol dentro de los bandejones y puestos: Pese a lo que podría imaginar
cualquier persona que no frecuente regularmente la Feria Pinto, o bien incluso
aquellos que sí lo hacen, el consumo de alcohol es un hecho problemático que
genera conflictos y el despliegue de mecanismos punitivo-disciplinarios dentro
del espacio económico de este análisis.
También se le cierra el puesto cuando se les encuentra consumiendo alcohol
en el puesto. Si ha infraccionado Carabineros, después el administrador va
y les dice que les va a cerrar el puesto por tal y tal motivo. (DE, inspector
de vigilancia municipal Feria Pinto).
Las incorrecciones conductuales relacionadas con el maltrato a los clientes así como
el consumo de alcohol se consideran un problema público, tal y como se refleja
en el relato de los inspectores, por lo que corresponden sanciones disciplinarias
duras, que en el fondo se traducen en infracciones con multas incluidas, junto
con el cierre del puesto por una cierta cantidad de días.
Asimismo, la injerencia directa es de Carabineros, quienes pueden ser incluso los
primeros en identificar el mal comportamiento de los feriantes. No obstante, se
entiende que el consumo de alcohol levanta una alerta inmediata también en la
unidad de vigilancia municipal, quienes de igual manera poseen métodos para
enfrentar situaciones anómalas como las que se indican en el presente estudio,
parte de cuyo objetivo es develar sus lógicas.
Irrespeto de los límites horarios y físicos: Siguiendo con los ilegalismos conductuales
identificados dentro de los límites del espacio disciplinado de la Feria Pinto, existe una
suerte de transgresión de los límites, que para el caso concreto de los feriantes implica,
en lo esencial, hacer uso de espacios que no corresponden y en horarios inadecuados.
En este sentido los inspectores municipales son bastante directos y certeros:
«Si quieres darte una vuelta, verás que no respetan los límites» (DE,
inspector de vigilancia municipal Feria Pinto).
El irrespeto de los límites implica trasgresión, que a su vez implica la vulneración
de reglas y normas que no sólo están previamente establecidas, sino que
además son conocidas por cada una de las personas y grupos que de alguna
manera emplean los bandejones de la Feria Pinto para realizar actividades
económicas comerciales. En este sentido, los puestos y el espacio «modular»
que cada comerciante posee se traduce en la posibilidad de instalar un puesto
(de 2 x 2 metros cuadrados), dentro del cual debe moverse dicho vendedor.
Las trasgresiones que se llevan a cabo, si bien son sutiles, leves e incluso a veces
imperceptibles para las personas que se acerquen a la Feria Pinto sólo como
compradores, no dejan de ser constantes y molestas para el buen mantenimiento
de la disciplina interna de la zona analizada.
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mientras puedas». Por su naturaleza misma, la feria debe generar ciertos niveles
de ilegalismos, ya que posee un marcado y esencial carácter económico. El tema
pasa por definir cómo se administran esos ilegalismos, cómo se vigilan y cómo se
sancionan cuando corresponde castigo sobre los mismos.
No por nada Deleuze señala claramente que los poderes disciplinarios «dividen y
formalizan de otra forma esas infracciones, definiendo una forma original llamada
‘delincuencia’ que permite una nueva diferenciación, un nuevo control de los
ilegalismos» (1986: 56). Ahora bien, no es una delincuencia que deba sancionarse
con cárcel, como sí ocurre con la «delincuencia habitual» del lanzazo y el cartereo,
si no que se trataría de una infra-delincuencia que se origina y se sanciona en
el mismo lugar, no en un presidio. Si bien en los casos de infracción con multa
aparecen en escena los tribunales de justicia, la reapertura del puesto representa
transgresión de nivel avanzado para el control social de espacios seriados, que no
requiere sanción punitiva mediante decisión tomada en el sistema jurídico.
Tomando como base el postulado de Foucault según el cual todo lo que se
considera extraño recibe «el estatuto de la exclusión cuando se trata de juzgar y de
la inclusión cuando se trata de explicar» (1962: 14), queda claro que la constante
transgresión de los límites que afecta el orden moral de la Feria genera per se
diferentes estrategias para vigilar y sancionar aquellas conductas que van más allá
de lo permitido normativamente. De hecho, debe insistirse en la utilidad sólo
parcial que presta la diferenciación entre ilegalismos conductuales y económicos,
al momento de explicar el fenómeno de los ilegalismos en la Feria Pinto.
Si bien el consumo de alcohol y el maltrato a un cliente son tipos de incorrecciones
situacionales más que importantes, están relacionadas de cierto modo con faltas
severas que sí o sí poseen objetivos económicos. No por nada gran parte de los
casos en los que se presenta un maltrato verbal de un comerciante establecido hacia
un comprador se originan luego de que el primero intenta, o sustraer los gramos
correspondientes producto de la regulación de las balanzas, o vender mercadería
de mala calidad, siendo una u otra situación nada raro de encontrar, en cuanto
ambas son al mismo tiempo percibidas y declaradas por los consumidores. Estos
hechos ocurren a diario en la Feria Pinto.
Esto quiere decir que a diario también se están transgrediendo los límites en lo
que es, de lejos, uno de los núcleos centrales de la economía de La Frontera5.
5
«La Frontera» es como se conoce al territorio en donde vive ancestralmente el Pueblo Mapuche, y que
permaneció fuera de la administración de España y Chile hasta la militarización de la Araucanía por el
gobierno de Chile, promediando la segunda mitad del siglo XIX. Actualmente tiene el nombre de Región
de la Araucanía, cuya capital es la ciudad de Temuco. La Frontera responde también al contacto de este
mundo pre-capitalista, tradicional, con el mundo hispánico y el colonial. Esto incluye a toda una serie
de sujetos populares que se acercaron al territorio mapuche (Wallmapu), y que conformaron un «espacio
fronterizo» en el sur de América Latina tanto político como económico. Para adentrarse a la noción de
espacio fronterizo se sugiere el trabajo de Pinto (ed.) (1996).
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El propio Foucault era categórico al indicar que este hecho de realizar una
anátomo-política de los ilegalismos requiere distribuir «a ambos lados del límite
las conformidades y las desviaciones, encontrando así esta labor, una justificación
y la apariencia de un fundamento» (1962: 14). Vale decir, se deben castigar las
conductas impropias, pero se deben castigar con fundamento. Casi todos estos
cimientos, como se ha demostrado, se dirigen a destacar derechos de una especie
de «ciudadanía libre», que son teóricos pero también empíricos: involucran
tácticas que se deben orientar al control y a la regulación de grupos humanos
libres, incluso a través de un control disciplinado de otros grupos con los cuales
la ciudadanía debe entrar en una instrumental relación de interacción social, cuya
base posee una marcada naturaleza económica y comercial.
Se trata, por un lado, de controlar y organizar, detener en lo posible los ilegalismos
generados por parte de los comerciantes establecidos. Por otro lado, se debe regular
el paso de los consumidores por el espacio feriante, controlando la distribución de
un grupo relativamente grande y evitando conjuntamente que sus componentes
sean objeto de faltas. Son tareas que deben realizarse si es que se quiere mantener
a raya los ilegalismos generados en la Feria Pinto de Temuco, y que por cierto
representan todo un conjunto de fenómenos que con Foucault, «por una parte,
nunca pueden comprimirse por entero, aunque sean accidentales, y que también
entrañan consecuencias análogas de incapacidad, marginación de los individuos,
neutralización, etc.» (1976a: 221). El control de los ilegalismos requiere, por
parte de la inspección municipal, el despliegue de formas paralelas de control y
regulación de la población civil.
Discusión y conclusiones
En este estudio hemos partido de la premisa foucaultiana de que todo ambiente
disciplinario crea sus propias formas de contra-conductas, de comportamientos
desviados basados en reglas contrarias al orden normativo (Becker, 1963,
1966a, 1966b y 1971) y de ilegalismos (Foucault, 1973, 1975, 1976b, 1978a
y 1984). Dos grandes formas se han identificado para el caso de la Feria Pinto
de Temuco. Veamos:
Ilegalismos conductuales. De acuerdo con lo expuesto, se refieren a disrupciones
drásticas que se originan sobre todo entre los feriantes establecidos y aquellas personas
que se acercan a adquirir sus productos. Quiebres de rutinas graves (Goffman, 1959,
1961; Garfinkel, 2006 y 1996), faltas de respeto verbales, agresión física y maltrato
a los clientes y consumo de alcohol. Todas estas conductas, como demostramos,
tienen que ver con incumplimientos que se refieren a comportamientos sociales
observables, denunciables, registrables. Para todos ellos existe un castigo que es
normalizador. Los inspectores explican la gravedad de estos hechos haciéndolos
reportables, descriptibles, analizables (Garfinkel, 2006, 1996 y 1998).
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Juan Carlos Peña Axt y Felipe Andrés Sáez Ardura
Ilegalismos y control en el comercio: el caso de la feria Pinto en Temuco, Chile
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Juan Carlos Peña Axt y Felipe Andrés Sáez Ardura
Ilegalismos y control en el comercio: el caso de la feria Pinto en Temuco, Chile
semana para cada inspector y mantener duplas de trabajo para los días domingo.
Se complejiza el método cuando se sabe que se deja un día libre a la semana, toda
vez que alguien trabaje los fines de semana. Con esto se reafirma aún más el hecho
de que las disciplinas, como hemos afirmado con Foucault (1973, 1975, 1976b,
1978a y 1984), deben establecer secuencias de ausencias y presencias, trabajar el
tiempo, organizarlo dependiendo de las fuerzas económicas disponibles.
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Juan Carlos Peña Axt y Felipe Andrés Sáez Ardura
Ilegalismos y control en el comercio: el caso de la feria Pinto en Temuco, Chile
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La intervención como forma de poder en
el trabajo social1
Uva Falla Ramírez2
ORCID ID: orcid.org/0000-0001-5620-1360
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
ufallar@gmail.com
Resumen:
La microfísica sitúa el poder como el conjunto de relaciones de fuerza que tienden, por
su propia lógica, a operar ya sea por fuerzas activas que ejercen poder sobre otras o por
fuerzas reactivas que reciben ese poder. De esa manera, en este trabajo, se pretende mostrar
como la intervención del Trabajo Social constituye una forma en la que se presentan
fuerzas de afinidad, de contrariedad, fuerzas activas, fuerzas pasivas, fuerzas que afectan
y pueden ser afectadas, fuerzas que incitan, es decir, fuerzas que establecen otras formas
de comportarse o conducirse y que permanentemente se relacionan; constituyendo así
una red de relaciones de fuerzas. Dado que para Foucault la pregunta por el poder no
trata sobre lo qué es, sino sobre su funcionamiento, sobre el cómo, la idea es ver cómo
operan esas fuerzas en la práctica profesional, y cómo llegaron a instaurarse en las políticas
públicas como mecanismos en los propios cuerpos. Los cuerpos referidos al trabajador
social, al usuario, ciudadano o los beneficiarios de las políticas públicas, la entidad,
empresa o las ONG, que se relación de manera profesional y, por ello, configuran una
relación de fuerzas.
Palabras clave: trabajo social, intervención profesional, forma de poder-saber, sujeto de
poder, forma de resistencia, relaciones de fuerza.
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Paris - 2016
Johanna Orduz
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aim is to see how those forces operate at our professional practice, and how they came to
be established in public policy as a mechanism ruling bodies themselves. Bodies referred
to social worker, user, citizen or public policy beneficiaries, entities, businesses or NGO’s,
who relate each other at a professional setting, thereby setting up force relations.
Keywords: social work, professional intervention, form of power-knowledge, subject of
power, form of resistance, force relations.
Introducción
Este escrito se desarrollará a partir de dos ejes: el primero corresponde a una breve
ubicación del contexto analizado desde la perspectiva de la gubernamentabilidad,
concepto que es necesario entender para diferenciar al gobierno no como una
instancia administrativa que toma decisiones respecto a planes, programas
y proyectos, sino como la forma de poder que ejercido sobre las poblaciones
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La intervención como forma de poder en el trabajo social
El contexto
Para empezar, es necesario plantear que la ubicación aquí presentada corresponde
a una mirada desde la perspectiva de la
3
José Giavedonni, 2015 Doctorado en Trabajo
Social. Universidad de la Plata-Argentina. Notas gubernamentalidad, porque, considerando
de clase, Seminario «Estado, poder y política desde el contexto en el que se mueven las y
una perspectiva foucaultiana».
los trabajadores sociales en su práctica
profesional, la gubernamentalidad corresponde hoy a una lógica que es producida,
administrada y liderada por un gobierno con una función claramente explícita e
intencionada. Esta es entendida por Foucault como:
[…] el gobierno que designaba el modo de dirigir la conducta de los
individuos o de los grupos debería ser dirigido el gobierno de los niños,
de las almas, de las comunidades, familias, de la enfermedad. «Gobernar»
no solo cubre las formas legítimamente constituidas de sujeción política o
económica, sino también modalidades de acción más o menos consideradas
y calculadas, orientadas a actuar sobre las posibilidades de acción4 de los
otros. Gobernar, en este sentido, es estructurar el posible campo de acción
de los otros. El efecto de relacionamiento propio del poder no se encontraría
en todo caso en el campo de la violencia o de la lucha, tampoco en el
campo de la unión voluntaria (todas las cuales son, en el mejor de los casos,
instrumentos del poder) sino en el área de modos de acción singulares que son
el gobierno; modos de acción que no son necesariamente ni jurídicos ni de
guerra. Refiriéndonos aquí al sentido restrictivo de la palabra gobierno,
uno podría decir que las relaciones de poder han sido progresivamente
gubernamentalizadas, es decir, elaboradas, racionalizadas y centralizadas en
la forma de —o bajo los auspicios de— instituciones del Estado (Foucault
en Dreyfus y Rabinov, 1988: 239).
El gobierno desde la perspectiva foucaultiana no constituye ninguna instancia
gubernamental que defina y delinee planes de gobierno, sino que los planes de
gobierno se constituyen en formas por
4
Las cursivas son mías.
donde pasa el poder expresado en un
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Los datos anteriores muestran cómo se busca normalizar los problemas sociales
a través de mecanismos reguladores, estrategias y dispositivos que pretenden
no mostrarlos en términos de carencias o como efecto del capital, sino a partir
de mecanismos que muestren tasas, frecuencias o promedios aceptables de los
problemas sociales. Ejemplo de ello es la siguiente cita, que aparece en el informe
de rendición de cuentas del plan de desarrollo 2012-2015 del Distrito Capital:
Durante el 2014, los principales indicadores de la economía de Bogotá
siguen siendo positivos. Las cifras muestran, además, que la calidad de
vida ha mejorado. No es cierto, entonces, que la dinámica económica de
la ciudad se haya deteriorado durante los últimos años. Incluso, en algunos
indicadores, los logros de la ciudad han mejorado de manera significativa.
El índice de prosperidad de las ciudades (city prosperity index —CPI—), que
acaba de publicar ONU Hábitat, pone en evidencia el buen estado en el que
se encuentra la ciudad de Bogotá. (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2015: 10)
Los problemas crecientes de pobreza, falta de acceso a los servicios públicos,
déficit en el acceso a la vivienda digna, violencia social y política, aumento del
desplazamiento ocasionado por el conflicto armado que vive el país hace décadas,
aumento de la delincuencia como reflejo de la falta de empleo y educación en los
jóvenes, entre muchas otras problemáticas sociales emergentes, son normalizados.
Ahora bien, al examinar las políticas públicas asumidas como una forma por donde
pasa el poder, en el Distrito Capital, hay una serie de entidades que, bajo la idea de
disminuir la segregación socio-espacial, promover el acceso a la salud, la educación,
la vivienda, a través de subsidios buscan suplir necesidades, llegando con ello
trascender o enraizarse, penetrar en los niveles más micro de la sociedad, como es
en el sujeto. Por ello, según Haley (2011:67), Foucault afirma que el «poder actúa
a través de los elementos más pequeños: la familia, las relaciones sexuales, pero
también las relaciones de domicilio, las barriadas, etc. […] siempre descubrimos el
poder como algo que «traspasa», que actúa, que produce efectos» (1978: 59). Así se
instaura, en los regímenes más locales, comportamientos, a partir de los cuales los
sujetos esperan a que los subsidios lleguen o a cumplir los requisitos que les permiten
acceder a los servicios del comedor comunitario o a cumplir con los términos para
acceder al subsidio de desempleo, sólo por mencionar algunos ejemplos.
De esta manera y desde sus propias lógicas, en el Distrito Capital se establecen una
serie de relaciones que son consideradas como una práctica aceptada, en la cual
se hace presente ese ejercicio de poder, que se vale de una serie de procedimientos
—dispositivos— que pueden ser considerados de control, normalización y
disciplinamiento; Foucault plantea llamar «literalmente dispositivo cualquier
cosa que tenga, de algún modo, la capacidad de capturar, orientar, determinar,
interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones
y los discursos de los seres vivientes» (Agamben, 2005: 5). De esta manera,
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vemos cómo el poder se encarna en otra forma que es la institución, la cual ejerce
mecanismos de control, normalización y disciplinamiento de los sujetos a través
de guías o protocolos de acción en las instituciones (véase anexos 1 y 2).
Es así que estos dispositivos de poder generan la impresión de que, efectivamente,
están sirviendo, que están cumpliendo con una función de mejoramiento de la
calidad de vida de la población, pero en realidad son dispositivos que, en términos
de Foucault, tienen la capacidad para dominar infinidad de prácticas, tanto de
quien los maneja, como de quienes son su objetivo, es decir, que los cuerpos son
manejados en la relación de fuerzas que se establece en la ejecución de dichas
políticas sociales (ver anexo 2).
Observamos así que el gobierno regula la vida de los ciudadanos en todo sentido;
extendiéndose a todas las esferas y ámbitos de la vida social, política, cultural,
espiritual, económica, recreativa, familiar, ambiental, etc., a través de mecanismos,
estrategias o dispositivos donde se codifica, dispone y caracteriza tanto al ciudadano
como la situación. A partir de lo anterior y en consecuencia con el análisis que se
viene realizando, se podría concluir que las políticas sociales son planteadas como
estrategias discursivas enunciadas y llevadas a la práctica como otras formas de
poder en las que la intervención social de las y los trabajadores sociales se convierte
en otra forma de poder que será objeto de análisis a continuación.
Para finalizar este punto e introducirse en el siguiente, localizamos la intervención
del trabajo social como otra forma de poder que produce un saber, un discurso,
que «como las ciencias sociales, tales como la economía, la sociología y la piscología
proveen de una maquinaria intelectual bajo la forma de procedimientos para
hacer al mundo pensable» (Giavedonni, 2012: 80). Es decir, el poder pasa por la
intervención, se fija ahí y es lo que lo hace hablar, produce saber.
Lo anterior constituye un asunto que es necesario debatir, para no caer en el juego
del discurso de los saberes que, caracterizados como científicos, son producidos y
reconocidos como saberes hegemónicos y, de esta manera, desconocen los nuevos
que se derivan de la malla de relaciones de fuerza o se construyen en el contexto
de los espacios microsociales en los que el trabajo social, dada su naturaleza y
fines, teje en su cotidianidad.
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A partir de estos enunciados se puede plantear que las relaciones de poder, que
se tejen en las prácticas discursivas de la intervención profesional, dejan de tener
un carácter unidireccional y vertical para localizarse en una malla de relaciones de
fuerzas que se tejen entre sí, y a partir de las cuales se establecen entre los diversos
sujetos sociales (vale decir, trabajadores sociales y usuarios, beneficiarios de las
políticas sociales) tensiones entre una y otro o de la una sobre la otra, lo cual
hace que el trabajador social visualice el ejercicio del poder, que haga evidente
la relación que se establece entre dos fuerzas o más, porque en esta malla de
relaciones se tensionan allí también las fuerzas de la institución, de otros actores
sociales (políticos, religiosos, jueces, etc.). Por ello, coincido con el profesor
Giavedoni cuando establece que el poder se «constituye en una multiplicidad
concreta» que se hace evidente en el espacio de la intervención del trabajo social.
A partir de estos entrecruzamientos se generan procesos constructores de sujetos
sociales que también poseen un poder-saber, poder que se manifiesta a través de
un acto de libertad expresado, en palabras de Foucault, como la capacidad de
reacción o resistencia ante ese poder; permitiéndole al sujeto social dejar de ser un
receptor pasivo para convertirse en un sujeto liberado, con voz, con argumentos,
con capacidad de decisión; lo que le permite construirse como ser humano
concordante con sus ideas, sus pensamientos, sus propios proyectos. Como lo
plantea Deleuze, en referencia a la subjetividad foucaultiana, esta se da «como
un tercer dominio, derivado del poder y el saber, pero independiente; un tercer
dominio que es tanto condición de posibilidad del pensar como del resistir» (2008:
18). Tal es la perspectiva que asume del poder Foucault que podría ser pensada
en la intervención del trabajo social, es decir, que el poder ya no se posee, sino
que se circunscribe a los relacionamientos, y es allí donde se manifiesta. Por ello
mismo, cuenta con una fuerza que se impone, que se resiste y que no se localiza
en unas pocas personas, sino que se localiza como posesión, como saber y como
capacidad en las prácticas locales relacionadas. Foucault plantea el poder presente
en «nuestros cuerpos, nuestra existencia, nuestras vidas cotidianas» (1978: 70).
Dice Foucault, «el poder existe cuando es puesto en acción, no opera sobre los
cuerpos, sino que los atraviesa, actúa sobre las acciones de los otros, […] el poder
se ejerce….; es multidireccional» (en Dreyfus y Rabinov, 1988: 216). Por ello,
tales acciones se convierten en formas de comportamiento de poder, poder que
genera saber, porque el poder incita, induce, seduce, construye, permite, aprueba,
niega, y, por ello mismo, genera una fuerza de reacción que lleva a la libertad, a lo
que él denominó «prácticas de libertad»:
El problema de las relaciones existentes entre el sujeto y los juegos de
verdad, yo lo había enfocado hasta entonces o bien a partir de prácticas
coercitivas —tales como la psiquiatría y el sistema penitenciario—, bien
bajo la forma de juegos teóricos o científicos —tales como el análisis de
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las riquezas, del lenguaje o del ser viviente—. Ahora bien, en mis cursos
en el Colegio de Francia, he intentado captar este problema a través de lo
que podría denominarse una práctica de sí mismo. (Foucault, 1996: 106)
Desde esta perspectiva, el trabajo social, como tendencia contemporánea, nos
permite hoy por hoy pensar la intervención social como una forma de poder que
soporte un análisis donde las relaciones de poder se configuran como una malla,
como un rizoma en el que se trenza toda una relación de fuerzas que podría
sintetizarse en tres aspectos que Foucault expresa respecto del poder, a saber:
1. El poder se ejerce, no se posee.
2. El poder no es primordialmente represivo, sino productivo.
3. El poder se analiza de abajo arriba (Haley, 2001: 67 citando a Sawicki, 1991).
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poder solo se ejerce sobre sujetos libres, y solo en tanto ellos sean libres. Por
esto, entendemos sujetos individuales o colectivos que están enfrentados
a un campo de posibilidades en el cual diversas formas de comportarse,
diversas reacciones y comportamientos pueden ser realizados. Cuando los
factores determinantes saturan la totalidad, no hay relacionamientos de
poder; la esclavitud no es una relación de poder en tanto los hombres están
encadenados. (Foucault, 2002: 429)
En este sentido, las prácticas de libertad tienen una articulación profunda con la
ética y con lo político, dado que implican un ejercicio reflexivo de las relaciones
que se establecen entre sí mismo y con los otros, porque como lo plantea Foucault,
«¿qué es la ética sino la práctica de la libertad, la práctica reflexiva, de la libertad?»
(1996: 111). Ello implica que en los espacios de la intervención se gestionen
relaciones de poder, de respeto por los demás y por uno mismo, donde el objetivo
es el «bien de los otros» y de uno mismo a partir de prácticas de libertad. Porque,
como lo expresa Toscano, «Foucault, nos enseña que la tarea no es ir directamente
tras la destrucción de tales sujeciones sino ensayar con otras posibilidades, de
practicar la libertad» (2008: 137).
A manera de conclusión podríamos entender, desde esta perspectiva, el trabajo
social como un discurso revelador que sea asumido como una práctica política de
libertad; una práctica social que manifieste una voluntad ética de poder propia;
que busque o genere su propia metamorfosis y, con ello, revierta el orden del
discurso para que, bien sea por voluntad propia y no por la sujeción de otras
disciplinas, busque argumentos que la posicionen no como una disciplina ubicada
y reconocida en el contexto de la sociedad del conocimiento, sino como un saber
que tiene su propia capacidad de interlocución.
Es por ello válido pensar —proponer— que, desde esta perspectiva, sería
interesante que en las escuelas de trabajo social nos preguntáramos: ¿cuáles
relaciones de poder están presentes en las matrices teóricas en las que el trabajo
social ha ubicado o sustentado tradicionalmente su saber o cómo están presentes
esas relaciones en aquellas matrices?, ¿de qué manera los aportes del pensamiento
de Michel Foucault permean y pueden llegar a trascender no solo la formación
profesional, sino también la intervención profesional? En ese mismo sentido,
sería interesante debatir cómo el sujeto social, es decir, la propia persona del
trabajador social, llega a visualizarse como un «sujeto de poder» y no como un
«sujeto sujetado» por el poder.
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Uva Falla Ramírez
La intervención como forma de poder en el trabajo social
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Anexos
Anexo 1
Guías, protocolos y reglamentos- Rutas de atención a usuarios - Rutas de atención a
autoridades - Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses
1. Guía para la realización de pericias psiquiátricas o psicológicas forenses sobre patria
potestad y custodia.
2. Guía para la realización de pericias psiquiátricas o psicológicas forenses con fines de
reglamentación de visitas y regulación de alimentos.
3. Guía para la realización de pericias psiquiátricas o psicológicas forenses mediante
autopsia psicológica en la determinación de la manera de muerte (suicida, homicida
o accidental).
4. Guía para la recolección y manejo de plantas psicotrópicas y material vegetal para
estudio botánico con fines forenses.
5. Guía para autores de publicaciones División de Referencia de Información Pericia
(DRIP-GCRNV)
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Anexo 2
Nota. Estas guías de procedimientos son las que deben seguir tanto el trabajador social
como el usuario para acceder a los servicios.
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La intervención como forma de poder en el trabajo social
Anexo3
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El alterego, campo social originario de
la intervención en el Trabajo Social1
Sandra del Pilar Gómez Contreras2
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-3406-5358
sdgomez@unicolmayor.edu.co
Ramiro Rodríguez3
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-7284-5438
rirodriguez@unicolmayor.edu.co
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
Resumen:
El artículo presenta una descripción de la constitución del alterego, en el proyecto de
acción del trabajador social y tiene como referente principal la sociología fenomenológica
de Alfred Schütz y de Berger y Luckmann; en tanto está centrado en el mundo de la vida,
como la instancia más inmediata para captar el flujo de conciencia del Otro. El problema
examinado en la investigación, que dio origen al presente artículo, centró su interés en
describir desde una posición fenomenológica cómo se constituye el alterego en el proyecto
preconcebido de la intervención social, teniendo como base descriptiva, los relatos de los
trabajadores sociales sobre su intervención profesional.
Palabras claves: fenomenología, alterego, tiempo, flujo, conciencia, social, intervención.
1
El artículo es producto de la investigación: La constitución del alterego en la intervención social que el
trabajador social coefectúa con el otro, desarrollada por el grupo: Investigación Disciplinar en Trabajo Social y
Tendencias Contemporáneas, de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Bogotá, Colombia.
2
Trabajadora Social, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Doctoranda en Trabajo Social,
Universidad Nacional de la Plata (UNLP), Argentina. Magíster en Planeación y Desarrollo Socioeconómico.
Académica e investigadora, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.
3
Sociólogo, Magíster en Filosofía. Pontificia Universidad Javeriana, Académico e investigador. Universidad
Colegio Mayor de Cundinamarca. Bogotá, Colombia.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.24: 369-377, enero-junio 2016 ISSN 1794-2489
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Johanna Orduz
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Sandra del Pilar Gómez Contreras y Ramiro Rodríguez
El alterego, campo social originario de la intervención en el Trabajo Social
concreto, sin que un elemento las defina o las fije estructuralmente, sino vistas
como resultado de intensidades de conciencia, que perciben relaciones de un aquí
a un allí, en una temporalidad originaria.
Si se quiere hablar de fases de percepción del alterego, habría que señalar
primeramente que lo captado, como el que está ahí exclusivamente, precede
temporalmente a un yo. Esta prioridad resulta del pertenecer a un mundo de
otros; así lo afirma M. Scheler, citado por Schütz:
La realidad del mundo de los contemporáneos y la comunidad se dan por
sentadas como esferas —del-tú— y esferas del nosotros, ante todo respecto
del conjunto de la naturaleza, tanto viviente como orgánica… Además, la
realidad del «tú y de una comunidad se da por sentada antes que la realidad
del «yo», en el sentido del propio yo de sus vivencias personales privadas».
(Scheler en Schütz,1993: 127)
Lo que implica en gran medida que la determinación del alterego es posible
cuando se experimenta en el flujo de conciencia en estados que surgen unos tras
otros indistintamente. Igualmente implica que mientras transcurra la duración,
hay ausencia de predicación, ya que se vive pero no se piensa en él.
Una fase en que es explicita una orientación tú, hacia lo que entra en relación,
un punto de referencia exclusivamente, que abandona el yo y lo dirige a un otro,
dado que es «una entidad que vivencio directamente como un congénere (como
un tú) atribuyéndole vida y conciencia» (Schütz, 1993: 192) y vivencia en el
sentido de experiencia primigenia, que hace que se viva a cuantos entren en esa
relación. Lo que no deja de ser claro es que esta orientación es intencionalidad de
la conciencia que se dirige a objetos, a un tú, un alterego, «meramente en estar
dirigido en forma intencional hacia el puro ser aquí de otro ser humano vivo y
consciente» (Schütz, 1993: 193).
La relación del alterego con un tú consigue ser unilateral, o recíproca, dependiendo
de que el otro esté o no consciente de la situación; pero solo en la reciprocidad
de las dos conciencias, la relación es social en el sentido vivencial, y sobre todo en
cuanto deriva a otras relaciones complementarias; por ejemplo, la relación cara a
cara supone esta aprehensión primera, lo dice Schütz en un aparte:
Todos los actos de orientación otro y de actuar sobre el otro y por lo tanto
todas las orientaciones y relaciones que ocurren dentro de la situación
cara a cara, derivan su propio saber y estilo específico de esta inmediatez.
(Schütz, 1993: 192)
De ahí que para este análisis, la relación cara a cara presupone captar el alterego
y captarlo como un tú, y esta reciprocidad conlleva otra: la relación nosotros;
consecuencia de la orientación tú.
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En otro aparte de la entrevista, ante la pregunta: qué era lo primero que tenía en
cuenta del otro, cuando estaba enfrente de él, el trabajador social, respondió:
lo primero el saludo y que lo mire a la cara, […] entonces yo empiezo
a mirar los movimientos: si está tranquilo, si lo que está hablando es lo
mismo que manifiesta con sus movimientos, yo pienso que, con la mirada,
y que lo mire a uno a los ojos…
En esta segunda mención, la situación cara a cara se especifica: el otro es captado
de dos maneras distintas como un cuerpo psicofísico, al observar los movimientos,
si está tranquilo etc., que le indica a grandes rasgos, qué está pensando en ese
momento; pero también como dos conciencias que son simultáneas en el tiempo,
condición que le permite advertir de qué está hablando, poderlo seguir en sus
pensamientos y, por ende, comprenderlo en el mismo momento en que tales
pensamientos se están produciendo. Hay que advertir de nuevo que este doble
de cuerpo y temporalidad que un cara a cara es capaz de producir precisa de una
condición previa: la captación del alterego, en el flujo de conciencia con lo que
implica de relación social originaria, ya como un tú o un nosotros.
Hay también otros elementos que siguen en ese sentido espacio-temporal; se puede
señalar que el otro es vivido como alguien que no difiere para nada de otro ser
humano. Un supuesto básico en el mundo de la realidad directamente vivenciada
es poder captar a esa persona como un semejante, y las respuestas del trabajador
social no son más que declaraciones de esa aprehensión que tiene el sello de
originaria. De otra forma, sería imposible construir relaciones sociales y tampoco
habría comprensión de qué dice, ni sería posible dar una lectura de los síntomas
que el cuerpo del otro presenta. Esta semejanza del otro como un tú no quiere
decir identidad, como decir mi otro yo, sino diferencia por similitud, ya que en
la perspectiva del allí, aquí, la diferencia es espacial. La aceptación indudable de la
semejanza con el otro conduce a que la corriente de conciencia del otro «es temporal
y muestra la misma forma básica que la mía» (Schütz, 1993: 128).
Al orientar la entrevista en torno a conocer cómo han sido esas interacciones que
se produjeron con el otro, el trabajador social relata lo siguiente:
(…) se vuelve como familiar ya que uno siente que son un pedacito más de
la vida de uno; hay personas que uno dice: qué chévere ese cambio gracias
a la Fundación, y gracias al apoyo que nosotros hemos dado. Para mí ha
sido una gran experiencia y se proyecta uno: cómo voy a ser cuando esté a
esa edad también, entonces ellos bueno lo han manifestado, ellos me ven a
mí como una mamá más, con sus pollitos; de pronto por el tiempo que yo
llevo acá (…) alguien que me dejó sorprendida, llevaba muy poco tiempo,
lleva acá como quince días, me dijo: usted tiene un carisma, uno como que
le va contando y como que uno se siente seguro hablando con usted (…) y
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se ha creado como eso que somos como una familia no solamente conmigo
sino con todo el equipo; ellos dicen que este es su segundo hogar.
Es importante señalar que en este contexto, el otro se presenta en distintos grados
de relación social: el primero, característico de la situación cara a cara, parte de
una relación de cercanía e intimidad, no de otra manera puede considerarlo como
una parte de sí: «un pedacito más en la vida de uno» o cuando afirma que se
proyecta «cómo voy a ser cuando esté en esa edad también», lo que está indicando
en gran parte que el mundo es algo que se vive íntimamente con el otro, un
mundo por consiguiente social, que deriva fundamentalmente del postulado del
tú y del nosotros, que se ha resaltado como el alterego. Pero también hay una
relación social de anonimidad, en cuanto el otro cesa de ser objeto de vivencias
y es puesto en una distancia que le permita pensar sobre él. Toda la declaración
anterior puede ser tomada en ese sentido de distancia, que ve al otro desde
modelos: la familia, la institución, la edad, el modo de vida, etc. Lo anterior se
capta con mayor énfasis en el siguiente aparte de la entrevista:
Cuando llegan la primera vez que uno los ve, a veces deprimidos, callados,
ya aquí el hecho de contar con otras personas de la misma condición y
hablar con ellas, como que cambia la visión de lo que son, de que me van
a dejar en una institución.
Aquí los elementos son los mismos: comparten un cuerpo y una conciencia, pero
también es puesto como un ellos, en cuanto la única relación que se establece
es por medio de calificativos psicológicos: depresión, o inmutabilidad. Lo que
indica a grandes rasgos que:
el individuo vivencia entonces el mundo como algo compartido por
sus congéneres, es decir como un mundo social. Y como hemos dicho
repetidamente, este mundo social, no es de ninguna manera homogéneo,
sino que muestra una estructura multiforme. (Schütz, 1993: 169)
En este sentido, la intervención ha sido señalada como un comportamiento «que
se efectúa de acuerdo con un plan de conducta proyectada» (Schütz, 1974: 24).
En referencia a la entrevista, hay que considerar que el trabajador social, en el
curso temporal de captación del alterego, ya está diseñando lo que irá a ser la
intervención, y diseñar no es otra cosa que «proyectar, un ensayo en la fantasía
del curso de la acción futura» (Schütz, 2003: 147). Hay que tener en cuenta,
además, que la intervención que se gesta en el proyecto, se realiza en acto, una
operación que consiste en insertarla en la realidad, tal como se proyectó o se
imaginó, y realidad quiere decir aquí, lo que está fuera del curso de la conciencia,
«una cualidad propia de los fenómenos que reconocemos como independientes
de nuestra propia volición» (Berger y Luckmann, 2006: 11). Desde este punto
de vista, la intervención del trabajador social contiene dos tiempos, uno como
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Bibliografía
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Aires: Amorrortu.
Fernández, Tomas y Carmen Barranco. (2003). Introducción al trabajo social. Madrid:
Alianza.
Schütz, Alfred. (1974). El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu.
Schütz, Alfred. (1993). La construcción significativa del mundo social. Introducción a la
sociología comprensiva. Barcelona: Paidós.
Schütz, Alfred. (2003). Estudios sobre la teoría social. Buenos Aires: Amorrortu.
Vélez, Olga Lucía. (2003). Reconfigurando el trabajo social: perspectivas y tendencias
contemporáneas. Buenos Aires: Espacio Editorial.
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Urdimbre sobre la universidad en la
mercantilización del saber: Paul Ricœur,
Jacques Derrida, Boaventura de Sousa
Santos
Jorge Eliécer Martínez Posada1
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-4377-6872
Universidad de La Salle, Colombia
jmartinezp2@gmail.com
Constanza Abadía García2
ORCID ID: orcid.org/0000-0003-0304-7835
Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), Colombia
constanza.abadia@unad.edu.co
Leonardo Montenegro3
ORCID ID: orcid.org/0000-0002-6921-7676
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
l.montenegro@revistatabularasa.org
Resumen:
Este artículo emplea la metáfora de la urdimbre para destacar los elementos constitutivos
sobre la universidad que han observado Ricœur, Derrida y De Sousa Santos. Cada uno
por separado hace valiosos aportes que, en conjunto, constituyen la posibilidad de
comprender esta institución en sus condiciones actuales. Por último retoma algunas
ideas sobre la universidad como productora de productores en la mercantilización de
la educación superior y plantea una posible línea de fuga desde el devenir Niño ante las
lógicas de medición actual neoliberal.
Palabras claves: universidad, mercantilización, subjetividad, biopolítica.
1
Doctor en Filosofía programa Historia de la Subjetividad. U. Barcelona, Doctor en Ciencias Sociales.
Niñez y Juventud. Postdoctorado en Filosofía Universidad de Cádiz- España, Estudios Posdoctorales en
Ciencias Sociales CINDE- CLACSO. CINDE-UM, Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en Filosofía
U. Barcelona Magíster en Desarrollo Educativo y Social CINDE- UPN. Licenciado en Filosofía USB,
Miembro del grupo Intersubjetividad en la educación superior y del Grupo internacional CLACSO:
Subjetivaciones, ciudadanías críticas y transformaciones sociales, Miembro de la red internacional de
investigadores en Subjetividades Políticas.
2
Doctorado Universidad Nacional a Distancia, USA, Florida, Ed in Educational Technology, Master of
Arts in Education, UNAD, USA. Picología Universidad Santo Tomás de Aquino. Vicerrectora Académica
y de Investigación, UNAD.
3
Antropólogo, Maestría en Estudios de Género y candidato al doctorado en Historia de la Universidad
Nacional de Colombia.
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Johanna Orduz
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Introducción
Las reflexiones sobre el papel y el sentido de la universidad hoy, cobran
importancia en un contexto globalizado en donde la lógica de la producción
de capital está conduciendo a una visión mercantilista del conocimiento,
privilegiando los saberes de carácter funcional y el pensamiento técnico, que si
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Urdimbre sobre la universidad en la mercantilización del saber: Paul Ricoeur, Jacques Derrida, Boaventura de Sousa Santos
bien son parte del desarrollo de la cultura no deben ser considerados como su
único componente, pues se deja de lado elementos de la tradición y la memoria
histórica que han constituido el mundo académico. En este escrito se presentan
algunas ideas para discusión que pueden ser tomadas como base estructural
de lo que entendemos por universidad, a partir de los planteamientos de Paul
Ricœur en su escrito, «La universidad por hacer» (1964),4 Jacques Derrida
en La universidad sin condición (2002)5 y Boaventura de Sousa Santos en La
universidad en el siglo XXI (2005).6
En la misma reflexión, emplearemos la imagen de la urdimbre —un conjunto de hilos
paralelos dispuestos longitudinalmente
4
Este artículo cierra el número monográfico de la
revista Esprit de mayo-junio de 1964 dedicado a la
en el telar en espacios regulares, que
universidad francesa. forman la base estructural de un tejido,
5
Publicado por Trotta en 2002. y que enlazados con la trama forman la
6
Publicado por el Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de tela—. A veces estos hilos son de fibras
la Universidad Nacional Autónoma de México en de mejor calidad que los empleados en
el 2005 (disponible en línea).
la trama, pues si bien la urdimbre de un
tejido es la disposición previa de los hilos que lo componen, no necesariamente
representa una característica del mismo tejido en su estado completo. La urdimbre
se verá antes de que la urdidora haga un todo con la disposición de los hilos
y se volverá a ver en el momento en que tal tejido empiece a deshacerse. Así,
se emplea aquí la metáfora de la urdimbre para destacar lo que a manera de
elementos constitutivos sobre la universidad nos presentan Ricœur, Derrida y
De Sousa Santos. Cada uno por separado hace valiosos aportes que, en conjunto,
constituyen la posibilidad de comprender la universidad en las condiciones
actuales. Por último, este escrito retomará algunas ideas del texto «la universidad
productora de productores» en el que se trata la idea de la mercantilización de la
educación superior (Martínez, 2010).
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A la luz del análisis que aquí se presenta, se reconoce que la presión social frente a
la universidad ha llegado a convertirse en un fenómeno asociado a la necesidad de
elevar el nivel cultural general y por ello es innegable la demanda en la enseñanza. Es
decir, cada vez se hace mayor énfasis en que es necesario orientar el ingreso a dicho
nivel educativo, por ello no se piensa bajo alguna circunstancia en reducir el acceso a
la universidad, sino que por el contrario lo que refleja la condición actual es el punto
donde lo que se debe hacer es controlarlo y dirigirlo ofreciendo diferentes opciones.
Las implicaciones descritas a partir de estas premisas sugieren un momento a partir
del cual se ha originado una fuerte autonomía en la enseñanza técnica superior y
se proclama su desarrollo, con la finalidad de que este espacio de formación no
se centre en un nivel teórico, sino que por el contrario viabilice otros espacios de
formación diferentes a los que ofrecen las facultades de las universidades.
Es preciso que esta enseñanza técnica superior sea a la vez suficientemente
autónoma para no sobrecargar las facultades, y con bastantes contactos
con ellas para que puedan disponerse vías de enlace entre la enseñanza
teórica y la enseñanza técnica, a niveles diferentes y en los dos sentidos.
Esta enseñanza profesional superior debería ser la prolongación de una
enseñanza técnica mucho más desarrollada en el segundo grado; el éxito de
la reforma de la enseñanza superior depende a este respecto de la del grado
medio. (Ricœur, 1964: 50)
Esto quiere decir que la lógica que aquí se presenta corresponde a la preparación
de jóvenes (a partir de los 18 años) desde la mirada de masas; por ello, las
categorías de las instituciones que pueden ofrecer dicho espacio no se reducen
a la universidad, sino que se amplían a escuelas o institutos que prestan una
oferta puntual, a la cual puede acceder un elevado número de estudiantes, que les
garantice ser profesionales. Dado que es necesario «abastecer» carreras intermedias
entre los niveles técnicos superiores y los niveles de profesionalización dirigentes
(asumidos como enseñanza teórica), aparece una diversificación por niveles de
formación asociada a diferentes niveles de exigencia.
Ahora bien, al referirse a la estructura diferenciada se plantea un camino a partir del
cual es posible superar aspectos relacionados con la transformación de las prácticas
universitarias, es decir, que se contempla la posibilidad de cambiar la ineficacia de
la universidad y repensar aspectos tales como: el objetivo de los exámenes (dado
que eliminan en vez de orientar y seleccionar), el punto desde el cual se ignoran los
«suspendidos», o las reflexiones en torno a los roles del profesor y del estudiante.
Es de esperar que, a partir de los rasgos señalados, pensar en la Universidad por
hacer convoque a un espacio desde el cual se reflexione sobre la pedagogía de
la enseñanza superior y se acepte que también está del todo por hacer. Resulta
paradójica la relación entre tiempo y pedagogía, dado que desde cierta perspectiva
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misma línea se afirma que «el horizonte de la verdad o de lo propio del hombre
no es ciertamente, un límite muy determinable. Pero tampoco lo es el de la
universidad y las Humanidades» (Derrida, 2002: 12).
Si bien es cierto que la universidad sin condición no existe, el lugar de análisis
que aquí se plantea afirma que debería seguir siendo un lugar de resistencia crítica,
e incluso ir más allá en términos deconstructivos, frente a todos los poderes
de apropiación dogmáticos e injustos. Un elemento que resulta central aquí
corresponde a la idea del autor cuando apela a «plantear cuestiones críticas no
solo a la historia del concepto de hombre sino a la historia misma de la noción
de crítica, a la forma y autoridad de la cuestión, a la forma interrogativa del
pensamiento» (Derrida, 2002: 12). El pensamiento se comprende como aquello
que a veces se rige por la justicia de la resistencia o la disidencia, es decir, el
pensamiento adquiere un lugar en cuanto acontecimiento.
Se plantea entonces un principio de resistencia que puede asumirse como un
derecho que deben implementar las universidades a través de las facultades de
humanidades. Este elemento permite reconocer una universidad que puede
oponerse a los poderes que limitan la democracia, es decir, poderes estatales,
económicos, mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales.
A través de la mirada del autor se definen aquellos rasgos o elementos centrales
desde los cuales se perfila la universidad y los explicita en los siguientes puntos:
• Reconocer que la universidad debería ser el lugar en el que nada está
resguardado de ser cuestionado, por ello se habla de deconstrucción.
• Darle un lugar como universidad sin condición, porque existe un derecho
primordial a decirlo todo y a decirlo públicamente.
• Se habla de universidad sin condición al asumir que
si dicha incondicionalidad constituye, en principio y de jure, la fuerza
invencible de la universidad, aquella nunca ha sido de hecho efectiva. Debido
a esa invencibilidad abstracta e hiperbólica, debido a su imposibilidad
misma, esta incondicionalidad muestra una debilidad o vulnerabilidad.
Exhibe la impotencia de la universidad, la fragilidad de sus defensas frente
a todos los poderes que la rigen, la sitian y tratan de apropiársela. Porque es
ajena al poder, porque es heterogénea al principio de poder, la universidad
carece también de poder propio. (Derrida, 2002: 16)
• La universidad se ofrece, se encuentra expuesta, está dispuesta a rendirse, para ser
tomada y vendida. «¿En qué medida la organización de la investigación y de la
enseñanza debe ser sustentada, es decir, directamente controlada, digamos con un
eufemismo “patrocinada”, con vistas a intereses comerciales o industriales?» (17).
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universitaria, adoptadas entre tanto, tuvieron como efecto dislocar las bases
de esas funciones de los designios nacionales para los problemas locales y
regionales. (De Sousa, 2005: 30)
Como parte del análisis se reconoce un lugar especial a las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, afirmando que en medio de la mercantilización
han llegado a cuestionar la territorialidad y han proliferado las fuentes de
información y las posibilidades de enseñanza-aprendizaje a distancia.
Lo que hace falta saber, por un lado, es en qué medida esta transformación
afecta la investigación, la formación y la extensión universitarias, cuando
ellas se vuelvan disponibles y fácilmente accesibles, y por otro lado, qué
impacto tendrá su ausencia en los lugares y los tiempos en donde no estén
disponibles o difícilmente accesibles. (De Sousa, 2005: 32)
Luego de este panorama presentado, el énfasis del documento se encuentra en
todas aquellas ideas que se convierten en posibilidad para orientar una reforma
creativa, democrática y emancipadora de la universidad pública. El autor afirma
que el único modo eficaz y emancipador de enfrentar la globalización neoliberal es
contraponerle una globalización alternativa, una globalización contrahegemónica.
Globalización contrahegemónica de la universidad, en cuanto bien
público, significa específicamente lo siguiente: las reformas nacionales
de la universidad pública deben reflejar un proyecto de nación centrado
en las preferencias políticas que califiquen la inserción del país en
contextos de producción y de distribución de conocimientos cada vez
más transnacionalizados y cada vez más polarizados entre procesos
contradictorios de transnacionalización, globalización neoliberal y
globalización contrahegemónica. (De Sousa, 2005: 33)
A partir del conjunto de elementos que han sido desglosados por el autor, se
encuentra que pensar una reforma es posible si se contempla como la posibilidad
de configurar respuestas positivas ante las demandas establecidas socialmente para
democratizar radicalmente la universidad. El sentido que se destaca corresponde a
un punto final a la historia de exclusión de grupos sociales y sus saberes, y ratifica
que no es posible una solución nacional sin articulación global.
Bajo dicha mirada, la globalización contrahegemónica de la universidad como
bien público, propuesta por De Sousa Santos
mantiene la idea de proyecto nacional, sólo que lo concibe de un modo
no nacionalista ni autárquico. En el siglo XXI sólo habrá naciones en la
medida en que existan proyectos nacionales de calificación de la inserción
en la sociedad global […] La dificultad, y a veces el drama, de la reforma de
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De Sousa Santos afirma que «el espíritu de la reforma no puede ser el de privatizar
la universidad pública. Obviamente que la reforma tendrá que ir en contra de
todo aquello que en la universidad pública se resiste a su transformación en un
sentido progresista y democrático» (De Sousa Santos, 2005: 37).
• Luchar por la definición de universidad: aclarando entonces que resolver
el tema de la hegemonía se encuentra relacionado con el modo como la
universidad podrá luchar por su legitimidad: es la cuestión de la definición
de universidad. Es decir que se debe reponer el problema generado al
considerarse la universidad como aquello que no es. «Las reformas deben
partir del supuesto de que en el siglo XXI sólo habrá universidad cuando
haya formación de grado y de postgrado, investigación y extensión. Sin
cualquiera de estas habrá enseñanza superior pero no habrá universidad»
(De Sousa, 2005: 38).
«La definición de lo que es universidad es crucial para que la universidad
pueda ser protegida de la competencia predatoria y para que la sociedad no
sea víctima de prácticas de consumo fraudulento. La lucha por la definición
de universidad permite dar a la universidad pública un campo mínimo de
maniobrar para poder conducir con eficacia la lucha por su legitimidad» (De
Sousa, 2005: 39).
• Reconquistar la legitimidad: a partir de las siguientes cinco áreas de acción
que han sido identificadas: acceso, extensión, investigación-acción, ecología
de saberes, universidad y escuela pública.
• Crear una nueva institucionalidad: corresponde al campo institucional
directamente y bajo este principio se analiza el tema de la administración de los
recursos financieros y humanos, proponiendo como eje su maximización. Una
vez más se enfatiza en que la reforma debe orientarse hacia el fortalecimiento de
la legitimidad de la universidad pública en medio de la globalización neoliberal,
con miras a la existencia de una globalización alternativa. Por esta razón, se
mencionan ideas asociadas con la red nacional de universidades públicas (con
la pretensión de compartir recursos y equipamientos, la movilidad de docentes
y estudiantes al interior de las redes, una estandarización mínima de planes
de curso, organización del año escolar y de los sistemas de evaluación), la
democratización interna y la evaluación participativa.
• Regular el sector universitario privado: precisamente porque la reforma se
encuentra acompañada por dos decisiones políticas: una tiene que ver con la
regulación de la educación superior privada, y la otra con la posición de los
gobiernos frente al General Agreement on Trade in Services GATS en el campo
de la educación transnacionalizada.
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Asistimos a «las modalidades actuales del control (que) ya no son las planteadas por
las instituciones de encierro. […] ya no es necesario encerrar a nadie para controlarlo,
basta con incorporarlo al sistema a través de la deuda» (Martínez, 2010). Cabe decir,
entonces, que este intento por gobernar a los seres endeudados por el capital y sus
artefactos, necesita de una biopolítica que construya en los individuos educados,
subjetividades. Esta subjetividad concebida:
como «empresario de sí mismo» es el soporte ontológico del enunciado
«capital humano». Esta modalidad subjetiva emerge, y Foucault lo hace
visible, de los análisis económicos neoliberales de la década de 1970.
Pero, ¿cómo se relaciona el enunciado «capital humano» con estrategias
gubernamentales educativas? En la especificidad del análisis de Foucault
no se incluye un sentido fuerte de la educación para la profesión,
pero se señala una episteme que desata relaciones de saber-poder que
capturan toda la vida social, que incluyen desde preocupaciones racistas
de orden genético, hasta una cierta comprensión de la necesidad de
realizar «inversiones educativas» para incrementar el capital humano.
(Martínez, 2010, p. 98)
A partir de la arqueología y la genealogía (Foucault) como método, se considera
lo que está ahí (dato positivo, no en el sentido comtiano) para permitir —a partir
de archivos y finalidades— la emergencia de los discursos que configuran las
relaciones entre saber y poder que constituyen subjetividad-es. De esta manera
se hace necesario visibilizar lo visible, hacer ver lo que está ocurriendo con la
educación. Auscultar los discursos y las acciones biopolíticas posmodernas al
servicio del mercado y el capital. Evidenciando que el poder no es ni positivo ni
negativo, sino productivo. Reconociendo, que el poder no existe solo; sino en
relación con relaciones de poder.
La educación dominante construye su objeto con las reglas de la planificación
técnico-normativa, la rectitud moralizadora y la preocupación disciplinar. Este
modo de pensar y hacer educación somete la experiencia a los estrechos límites
que confirman la repetición de lo que hay, de lo que ya somos y de lo que ya
sabemos. Podríamos, entonces, atrevernos a mirar desde una epistemología del
Sur (De Sousa), lo que hacemos para dejar de ser lo que somos; o lo que otros han
querido que seamos y sigamos siendo.
En un país, como el nuestro, con uno de los índices más altos de violencia
y desigualdad social del mundo, se hace necesario y urgente profanar los
discursos y las acciones educativas. Removiendo la profundidad y la superficie
(en palabras de Deleuze) de los acontecimientos de la subjetividad sujetada
de los sujetos que de manera diversa jugamos (no inocentemente) a eso de
aprender, enseñar, investigar.
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Parte IV: Los discursos descolonizadores en los clivajes actuales de la zona andina
En Visiones del poder y potencial utópico decolonial. Hacia el análisis de una nueva
totalidad heterogénea, José Gandarilla Salgado y Ernesto Fierro, a partir de un
escrutinio histórico de los trabajos de Aníbal Quijano publicados en la década de
los ochenta y principios de los noventa, realizan un trabajo de recuperación del
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John Alexánder Castro Lozano
Afición futbolística y rivalidades en México contemporáneo: una mirada nacional
Por otro lado, este libro es una invitación a elaborar análisis sobre las relaciones entre
la afición y la identidad futbolística con las particularidades de la conformación
sociopolítica y los consumos culturales de una región, a establecer vínculos
entre economía, política y fútbol, y a iniciar exploraciones sobre la jerarquía, la
cooptación, el clientelismo, la masculinidad, los bienes materiales y simbólicos
entre las agrupaciones urbanas. Todas estas temáticas pueden ser propuestas de
investigación de los estudios sociales del deporte, en el contexto del fútbol y de
los grupos organizados de hinchas (barras bravas) de Colombia.
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