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PARABOLA SOBRE EL PAPEL RACIONADOR DESEMPEÑADO

POR LOS PRECIOS EFICIENTES


Hubo una vez en Flandes dos reinos, Zig y Zog, ambos de los cuales
padecieron una época de hambre. En el reino Zig, el buen rey Juan
ordeno traer los alimentos del campo a la ciudad, pagando a los
agricultores un precio justo (pero generoso) y distribuyendo los
víveres equitativamente entre todos. El hambre persistió, y sus
súbditos fallecían bendiciendo al moribundo rey Juan.

En el vecino reino de Zog, en una época de abundancia anterior,


doce mercaderes habían construido y aprovisionando calladamente
un almacén de granos. Cuando llego el hambre, vendían el trigo a
precio doble del normal, quedándose incluso con los relojes y joyas
de sus paisanos. Luego, con alguna de esas joyas (que no todas)
compraban mas trigo a los campesinos menos perjudicados y, al
conocerse la noticia, otros agricultores venían de lejos a vender su
trigo en Zog. Cuanto más duraba el hambre, mas subía el precio del
grano, hasta que este llego tan alto que él mismo racionó los víveres
entre la población, reduciéndola a una dieta mínima, cuando el
hambre termino, toda la ciudad estaba endeudada con los
mercaderes, pero viva; y cada mercader se lamentaba de que la
competencia de sus colegas le hubiera impedido multiplicar por
veinte su fortuna, en lugar de aumentarla cuatro veces.

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