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Lentamente me hundo en la paranoia, mis pensamientos se alejan hacia donde no quiero

llevarlos, son como un barco sin vela que se aleja sin rumbo sin posible control, pues ni el
rumbo ni las olas direccionan su curso, sólo lo llevan y lo traen a ningún lugar. Me encuentro
con esos pensamientos que trato de evadir con toda clase de distracciones, música, libros,
programas de televisión, sin embargo, dentro de ellos encuentro algún reducto que me lleva
a aquello que tanto busco evitar. Vuelvo a sentir esas emociones, inexplicables, infundadas,
vacías, y aun así siento sus efectos dentro de mi pecho, dentro de mi cabeza, dentro de mi
piel. Miles de imágenes sin una secuencia definida, unidas entre sí, sin coherencia, sin límite
o diferenciación guardan un mensaje hace mucho tiempo conocido, los pensamientos hostiles
que me llevan a ti.

Hoy, como nunca antes, entiendo que aquella patología que los mundanos llaman amor es
más semejante a una condición psiquiátrica que a una expresión de la naturaleza humana, a
menos que ésta en sí misma sea enfermiza. Esa constante necesidad de reconocerse en el
otro, de ser a partir de la existencia del alter, esa codependencia identitaria es más producto
de la demencia y el miedo hacia el solipsismo, el terror compulsivo a enterarnos que somos
sin que otros sean, como la fobia a reconocer que existimos como una forma autoconsciente
de existencia y no como una alteridad. No soy por ti, no encuentro mi ser en tu existencia, no
se puede ser si la otra parte está ausente, no puedo reconocer lo que soy si aquella parte
externa que define mi ser está lejana… no soy porque no estás. Mi vegetal existencia entonces
es una forma orgánica de automatismo cuya actividad está motivada únicamente en buscar a
esa parte que brinda la existencia, la identidad propia, no soy más que un cúmulo deforme de
representaciones dispersas que no encuentran un centro, que no encuentran la sustanciación
que necesita una vida real, una vida lograda por la existencia del yo, por la existencia del tú.
Mi existencia es, entonces, la búsqueda de la vida… la búsqueda de ti.

Quiero parar, dejar de verte como el punto de convergencia de mis representaciones,


quiero que todas las imágenes y sonidos que me recuerdan esta ausencia interminable se
extingan, quiero estar en un mundo que me lleve a tu búsqueda, no quiero ser la persecución
inacabada de aquello que no se va a alcanzar. Tal vez, entonces, no quiera la existencia, pues
es un oxímoron buscar la vida sin la otredad, hablar de sí mismo sin el otro no es otra cosa
que un nostálgico galimatías de alguien que se resiste a aceptar aquello que ya sabe, está sólo,
está muerto. Tal vez lo único vivo en mí es la inmarcesible de ti. Renunciar a ti es renunciar
a la vida, entiendo… renuncio.

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