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Recensión Crítica

“La historia social y los


historiadores”
Julián Casanova

1ª edición biblioteca de bolsillo: enero de


2003
Páginas 208
Formato 12 x 19 cm
Encuadernación Rústica
Crítica, S.L.
ISBN: 84-8432-411-7
Depósito Legal B. 48.620-2002

Francisco Gracia
Historia de los movimientos
sociales en los siglos XIX-XX
El autor

Cuando oímos nombrar a Julián Casanova (Valdealgorfa, 1956) los primeros pensamientos
que acuden a nuestra cabeza son sobre la historia, en concreto sobre la II República, la
Guerra Civil y el anarquismo, Pero a poco que profundicemos en su producción
bibliográfica1 vemos que es mucho más: historiografía, teoría de la historia, guerras civiles
europeas, Europa de entre guerras, etc. Se vislumbra enseguida que estamos ante un
erudito de la historia que, por el contrario, es capaz de salir de su despacho para llevar a
cabo una tarea muchas veces abandonada por el historiador, la difusión2.

Lo llamamos erudito tanto por la diversidad de temas tratados como por la profundidad y
rigurosidad con que se acerca a todos ellos; y preocupado por la difusión en cuanto cree
en la función social de la tarea del historiador.

Poco más añadiremos a la biografía de este historiador que no se pueda encontrar en su


curriculum o en cualquier página especializada de internet. Cuando analicemos su obra sí
que estaremos atentos a la influencia que tiene en ella el momento y el entorno en el que le
ha tocado vivir, porque como dice Hobsbawm, “hablamos como hombres y mujeres de un
tiempo y un lugar concretos”3. Lo que también nos puede servir para entender el porqué en
sus líneas de investigación aparecen categorías como movimientos sociales, historiografía,
historia, memoria, guerras civiles y dictaduras. Esta información nos habla sobre sus intereses
y se ve completada con los autores que le han influenciado y que el mismo nos va
transmitiendo a lo largo de este libro: R. Samuel, P. Thane, Álvarez Junco, P. Preston, J.J.
Carreras, G.Rudé, etc.

La historia social y los historiadores

Dice el autor en la presentación de su obra que su intención es “proporcionar unas claves


para la comprensión del desarrollo de la historia social”. Para ello nos ofrece un recorrido por
el desarrollo de la misma desde sus inicios, como oposición al historicismo, hasta la crisis de
los ochenta.

Esta edición cuenta con un prefacio titulado “El secano español revisitado”, en el que hace
un repaso a la evolución de la historia social española de los últimos diez años y que sirve a
su vez de respuesta a la polémica surgida por el apéndice a su obra en el que trata el caso
particular de la historia social en España. Analizaremos más tarde el contenido de este
prefacio y pasamos ahora a hacer una breve síntesis de la obra en su conjunto.

Como decíamos, para explicar el significado y los inicios de la historia social el autor nos
introduce en ella a través de la crítica a la corriente dominante que surgió en el siglo XIX en
Alemania, el historicismo, cuyo sujeto principal de estudio era el Estado y, por tanto, sus

1
Cuando hablamos de producción bibliográfica incluimos, además de sus libros, sus artículos en revistas,
colaboraciones en obras colectivas, ponencias de congresos, etc. La mayoría han sido consultados en
http://dialnet.unirioja.es/ y en http://hmc.unizar.es/profesores/CV/Casanova_Ruiz.pdf
2
Podríamos resumir las funciones del buen historiador en 4: Investigación, Publicación Científica, Docencia y
Divulgación. De las cuatro, puede que la última sea la asignatura pendiente de la mayoría de los investigadores.
3
Eric Hobsbawm, “Historia del s. XX” p. 13. Editorial Crítica. Madrid 1995. Hacemos este comentario porque,
entre otras cosas, no debemos olvidar que cuando Casanova accedió a la Universidad el fantasma de Franco
todavía estaba presente, por lo que es necesario comprender las frustraciones que debió experimentar una
persona con hambre de estudio al llegar a la universidad española de la década de los 70.
relaciones con otros sujetos-estados, o sea la política exterior. Era una historia basada en la
política, que pretendía el conocimiento objetivo del pasado a través del estudio escrupuloso
del documento histórico, alejada de establecer teorías generales y que basaba en la
narrativa su forma de contar la historia. Frente a estos postulados nos muestra como
comienzan a surgir reacciones que quieren hacer otra historia y que se nos transmiten como
los antecedentes de la historia social, hablamos aquí de los primeros contactos con la
sociología (A. Comte, K. Marx,M. Weber) , la historia popular (J.R. Green) la primera historia
que tenía en cuenta aspectos económicos y sociales (G. Schmoller, O. Hintze, K. Lamprecht),
la New History americana (J.H. Robinson, Ch. Beard, F.J. Turner) y, por supuesto, la escuela de
Annales (1929), donde se sitúa el inicio de la historia social.

A partir de aquí nos introducimos en unos apartados más teóricos sobre qué es y cómo se
hace esta historia social, cuál es su relación con otras ciencias, sobre todo con la sociología
y, en menor medida, con la antropología. También nos vislumbra futuros problemas a los que
puede verse abocada la historia social, entre ellos el exceso de especialización, y nos hace
un excelente repaso de las diferentes peculiaridades y la distinta concepción y metodología
que tuvo la historia social en diferentes países y corrientes (Inglaterra y los historiadores
marxistas, Italia y la microhistoria, Alemania y su Nueva Historia Social de los 70, etc.).

Por este camino el autor nos lleva hacia el comienzo de la crisis de la historia social, que se
manifiesta en una moda de retornos, en la crítica por falta de una teoría, por un olvido
excesivo de la política, por una “obsesión por las cifras” (T. Judt) para finalmente ofrecernos
algunas posibles soluciones basadas en “concebir la historia como una zona de interacción
entre hechos, teorías y diferentes disciplinas que lo estudian” (187).

Un excelente recorrido al que pocas pegas se le pueden poner, ya que el propio autor nos
avisa en su prólogo de que lo que pretende es sintetizar, algo que consigue y que no
produce muchas carencias gracias a la cantidad de notas al pie que nos muestran
excelentes vías hacia la profundización de los temas tratados. Destaca el vasto
conocimiento de autores y escuelas que despliega el historiador a lo largo del texto4; dentro
de ellas este lector cree vislumbrar cierta preferencia por la autores marxistas británicos, que
se observa en el tratamiento que da a sus autores (Thompson, Hobsbawm, Jones y, sobre
todo, Rudé).

Este despliegue de conocimientos hace que este libro sea muy útil para abrir la mente del
estudiante de historia, que puede verse sorprendido por la cantidad de formas y enfoques
que han existido, existen y existirán sobre cómo llevar a cabo el oficio de historiador.
Probablemente el estudiante se pregunte por la validez de los planes de estudio actuales,
que si bien sirven para aprender mucha historia, no parece que sirvan mucho a la hora de
enseñarnos a hacer buena historia ni tampoco a discernir qué historia estamos leyendo.

Como ya hemos apuntado al principio, esta edición viene precedida de una “revisita” al
secano español, título del apéndice con el que finaliza el libro en su edición de 1990. En él se
lamentaba de la situación en que se encontraba la historia social en nuestro país. Esas

4
Tal vez por la profusión de escuelas y nombres pueda sorprender no encontrar ninguna mención al ataque
que sufrió la historia por parte de F. Fukuyama, quién en 1989 comenzó a exponer su teoría sobre el “fin de la
historia”. Puede que dicho ataque se considere más político que historiográfico y sea ese el motivo por el que
no lo recoge. De todas formas para nada esta ausencia es algo vital ni empaña en ningún momento la gran
calidad de la obra.
apenas seis páginas produjeron diversas críticas (y algún insulto) de compañeros de
profesión. Casanova utiliza este prefacio para justificar el porqué de ese epílogo y, de paso,
para analizar la evolución que la historia social ha experimentado en esos diez años además
de aprovechar para recalcar lo que cree que todavía debe mejorarse.

Aquí destacaremos la crítica que recibe el abuso de la historia local y regional típico de la
profesión española. De este abuso no se puede culpar a las nuevas generaciones de
historiadores ya que, por un lado, nuestras universidades no ofrecen la posibilidad de
formarse en otra historia que no sea la española (tal vez un poco la americana y la europea)
y por otro lado, como apunta el autor del estudio, el recién licenciado tiene difícil encontrar
financiación para emprender una investigación de envergadura cuyo objeto de estudio
este fuera de su localidad, su provincia o su región5.

No profundizo más en el contenido de la obra, que daría para un análisis mucho más
extenso y esto no pretende ser más que una breve reseña crítica de un libro que seguro ha
conseguido que muchos estudiantes de historia traten (tratemos) con respeto y cariño esta
profesión. Podemos decir, pues, que el autor ha cumplido con creces la intención expresada
en su prólogo.

5
A pesar de compartir la crítica al exceso de historia local, también coincido en la visión de esta historia como
virtud si consigue mediante el estudio de lo pequeño el entendimiento de lo general.

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