Las excentricidades de los emperadores romanos no tenían límites.
El emperador Calígula, que
reinó del 37 al 41 d.C, decidió nombrar cónsul a su caballo. El equino fue presentado como el comandante de los ejércitos, una curiosa anécdota que es difícil de olvidar. Calígula también fue famoso por ser despiadado y bárbaro pues, entre otras cosas, ordenaba despedazar a los criminales, a los ancianos y a los enfermos -entre otros- y dar sus trozos a los animales como alimento. Al emperador le encantaba deleitarse con las torturas y estas se extendían lo que hiciera falta, o hasta que el condenado soltaba su último aliento.