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Rosario, 2015
ÍNDICE
Introducción
Gabriela Dalla-Corte Caballero ................................................................... 9
(TXLGDGGHJpQHURHQOD8QLYHUVLGDG$XWyQRPDGHO(VWDGR
GH+LGDOJR0p[LFRHOiPELWRODERUDO
Ivette Flores Jiménez y Ruth Flores Jiménez .............................................. 59
(ORtVD&DPSRVGH)DMDUGRODGLIXVLyQGHO$VDGH/LSSHVHQ'XUDQJR
Eloísa Román Fajardo .................................................................................. 71
/DVUHSHUFXVLRQHVGHOFRQÀLFWRVRFLDO\DUPDGRIUHQWHDODVUHODFLRQHV
IDPLOLDUHVFRQWHPSRUiQHDVGHOHVFHQDULRUXUDOHQ&RORPELD
Leidy Catalina Duque Salazar ..................................................................... 91
5HGHVVRFLDOHV\JpQHURHQWLHPSRVGHFULVLVPXMHUHVLQPLJUDQWHV
HQODFLXGDGGH0iODJD
María de la Encina García Cofrades ............................................................ 141
5HGHVVRFLDLVIDPtOLDVHPLJUDomRSRUWXJXHVDHPXPDFDSLWDO
DPD]yQLFD3DUi%UDVLO
Cristina Donza Cancela................................................................................ 153
0XGDQoDVHSHUPDQrQFLDVQDUHODomRIDPtOLDWUDEDOKRQDVUHJL}HV
PHWURSROLWDQDVEUDVLOHLUDV
Lilia Terezinha Montali ................................................................................ 169
$YLROrQFLDEDQDOL]DGDOyFXVIDPLOLDUD-DJXDTXDUD%DKLD%UDVLO
Carmelita Nascimento Santos ...................................................................... 189
$VPXOKHUHVQDSROtWLFDORFDOIDPtOLDVWUDGLo}HVHUHSUHVHQWDo}HV
Claudia de Faria Barbosa ............................................................................. 205
0XMHUHVVRFLHGDG\HFRQRPtDGHOD5HS~EOLFDGHO3DUDJXD\
Gabriela Dalla-Corte Caballero ................................................................... 219
)DPLOLDVLQPLJUDQWHVFRQWULEXFLyQDODPRGHUQL]DFLyQGHO3DUDJXD\
GHHQWUHJXHUUDV
Eva Morales Raya ........................................................................................ 239
/DIDPLOLDHOGHVDUUDLJR\ODGHVHVSHUDQ]DHOWDQJRLPDJLQDGR
HQODSULPHUDPLWDGGHOVLJOR;;
Juan Manuel Zurita Soto .............................................................................. 251
'HEDWHVVREUHIDPLOLDJpQHUR\UHSURGXFFLyQHOFDPSRGHOD
REVWHWULFLD\GHODJLQHFRORJtDDUJHQWLQDHQODVHJXQGDPLWDG
GHOVLJOR;;
Agustina Cepeda .......................................................................................... 265
6HUPDGUHV\SDGUHVHQ$UJHQWLQDHQODGpFDGDGHH[SHUWRV\
familiares en la revista Mamina
Cecilia Rustoyburu....................................................................................... 281
L
a historiografía contemporánea otorga una gran importancia a los estudios
dedicados a familia, género, relaciones económicas y redes sociales en el
espacio americano. Este libro busca ensamblar estas problemáticas con los
estudios dedicados a la violencia, la militarización, la reorganización, así como los
procesos de secularización y la modernización de la sociedad. Estos últimos ele-
mentos son perceptibles en la legislación sobre la familia, como en las relaciones
entre mujer y trabajo, o bien, entre familia, economía y educación. A través de estos
temas se puede percibir la construcción de los Estados independientes en el ámbito
familiar, así como la transformación de las familias en el marco de la moderniza-
ción económica y política.
La obra que presentamos a las lectoras y a los lectores agrupa así una serie de
trabajos, y de diversa procedencia. Para el caso mexicano, Blanca Esthela Santibá-
ñez Tijerina se vuelca a la realidad de la localidad de Tlaxcala, el estado ubicado
DORULHQWHGH0p[LFRLQVLVWLHQGRHQODRULJLQDOLGDGGHODUHJLyQGH¿QDOHVGHOVLJOR
XIX. En particular nos ofrece una interesante interpretación sobre el papel ejercido
por las mujeres dentro de los hogares, a través de sus actos socioculturales, del
ejercicio educativo, y la formación de la niñez. Su trabajo aborda la educación y las
redes sociales a partir de un estudio más general volcado al género y a la familia,
y como demuestra en su texto, las redes familiares jugaron un rol muy importante
porque fueron transmisoras y reproductoras de las tareas femeninas.
Karla Salazar Serna analiza las percepciones y los miedos sufridos por las fa-
milias mexicanas en el marco del crecimiento de la violencia delictiva, representa-
da esta última por el secuestro, la desaparición forzada y el homicidio. En México,
las espirales de violencia provocan un clima de inseguridad y miedo. La autora se
centra en los efectos producidos por el delito en las familias mexicanas a través de
los datos ofrecidos por la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre
Inseguridad Pública (ENVIPE), documento que permite analizar cómo las perso-
nas abandonan tareas y objetivos para conservar su calidad de vida, mezclando así
VXVDFFLRQHVFRQODVSHUFHSFLRQHVVXUJLGDVFRQHOQDUFRWUi¿FR
El llanto, la pena y el enojo también son el eje de atención de Susana Rodrí-
guez Márquez como parte de la historia de las representaciones y de las sensibili-
dades contemporáneas. A la hora de analizar el sufrimiento, el dolor y el desamparo
en la migración interna mexicana, la autora se centra en los años que van de 1988
a 2010, y que están signados por el proceso migratorio que hasta ahora ha sido
10 Familias, movilidad y migración
años 1850 y 1920. La autora abordar las redes sociales y familiares de migración
portuguesa, observando especialmente las condiciones matrimonial que se gesta-
ron antes del viaje, y a través de las “cartas de llamada”. Redes, sociabilidades y
alianzas de negocios fueron parte de la historia de las tierras de Pará.
Lilia Terezinha Montali se vuelca tanto a los cambios, como a la permanencia
que se han producido entre la familia y el trabajo en las regiones metropolitanas
brasileras en los años que van de 1980 a 2010. La división sexual tiene un rol
FHQWUDOVHJ~QODDXWRUD\DTXHDWUDYLHVDDODIDPLOLD\DOPHUFDGRDOGH¿QLUHOOXJDU
ejercido por varones y mujeres en la esfera de la producción. Históricamente, esa
división sexual del trabajo ha impedido la reducción de la desigualdad y la supera-
FLyQGHODSREUH]DHQHOFRQWH[WRPHWURSROLWDQRGH%UDVLO/RVFHQVRVGHPRJUi¿FRV
RWRUJDGRVSRUHO,QVWLWXWR%UDVLOHLURGH*HRJUD¿DH(VWDWtVWLFD,%*(GHOD3HVTXL-
sa Nacional por Amostra de Domicílios (PNAD), demuestran el papel ejercido por
el cuidado de la familia como tarea principal exigida a las mujeres.
Carmelita Nascimento Santos describe el Municipio de Jaguaquara, del Esta-
do de Bahía, Brasil, donde se ha producido en los últimos años un elevado número
de casos de jóvenes adolescentes que sufren la banalización de la violencia en el
ámbito familiar y doméstico. La investigación empírica sobre las nuevas manifes-
taciones de la violencia ejercida sobre mujeres adultas y jóvenes, fue realizada en
el seno del programa de investigación sobre familia y sociedades contemporáneas,
en la Universidade Católica do Salvador de Bahía, interesada esta última en fomen-
tar el campo educacional.
Claudia de Faria Barbosa teoriza sobre las tradiciones y las representaciones
de las familias en la política local, donde la mujer siempre ha sido invisible para el
poder político dominante. La subordinación social, la praxis del orden patriarcal,
y la reproducción del capital, afectan directamente a las mujeres al fomentar su
escasa representación municipal. Según la autora, el poder ejercido por los varones
demuestra que las mujeres pueden crecer cuantitativamente en el espacio público,
pero no cualitativamente en el ejercicio del poder político. De ahí la urgencia de
fomentar la conciencia y la praxis de la transformación de las mujeres en Brasil.
Las familias tienen una gran peculiaridad en la etapa histórica contemporánea
de la República del Paraguay, país que sufrió la desaparición del 80% de la pobla-
ción masculina adulta durante la Guerra de la Triple Alianza que fue conformada
por los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay (1865-1870). El rol ejercido por
las familias paraguayas encabezadas por mujeres le permite a Gabriela Dalla-Corte
Caballero –profesora titular de Historia de América de la Universitat de Barcelona
(UB)– analizar la participación femenina en las dos exposiciones universales más
importantes de la década de 1880: la de Barcelona de 1888, y la de París del año
siguiente. Los catálogos de estas exposiciones son conservados hoy día en la Bi-
blioteca Nacional de Catalunya (BNC). Seguidamente, Eva Morales Raya aborda
algunas familias españolas, y especialmente catalanas, que migraron a Asunción
Introducción 13
E
l pilar de la sociedad es la familia, declara un antiguo precepto cívico, sien-
do en la actualidad diversos tipos de familias los que se establecen en las
distintas sociedades; sin embargo habría que mencionar que una columna
sólida e indestructible de esa familia es la mujer: esposa, abuela, madre, hermana,
hija, nieta. Su cuerpo genera vida y alimenta esa vida que engendra a lo largo de
varios meses con el que construye un vínculo de unión, amor y dependencia. No
obstante ser la mujer un cimiento fuerte, la sociedad decimonónica la consideraba
un ser vulnerable y frágil al que se debía dar la protección necesaria y era tratada
FRPRDOJXLHQTXHQRHUDFDSD]GHJREHUQDUVHSRUVtPLVPR3RUWDOPRWLYRVX¿Q
intrínseco era el matrimonio el cual se contemplaba indisoluble, pero en caso de
que llegara a producirse la separación de los cónyuges, las normas jurídicas y so-
ciales implementaban un trato especial para aquellas mujeres que se divorciaban
de sus maridos, pues la moral de esa sociedad tenía muy mal visto el comporta-
miento libre de las señoras que no tenían una compañía masculina en sus paseos
cotidianos, además de imponer reglas claras acerca de cuál debía ser el proceder
de las mismas.
De igual modo las exigencias del “deber ser” hacia las mujeres del siglo XIX
mexicano imponía la discreción, el pudor, la timidez, la paciencia, la comprensión,
la complacencia, etc.; por su propia naturaleza y los atributos inherentes a su sexo,
debían llevar a cabo una conducta impecable rayando en el más absoluto virtuo-
sismo. Las fuentes históricas nos hablan de la forma en que el hombre marcaba el
rumbo que debía seguir “el sexo débil”, los parámetros de su actuación y los límites
a los que debían someterse.
En este espacio queremos presentar un panorama general sobre los roles que
ODVRFLHGDGGH¿QDOHVGHOVLJOR;,;\SULQFLSLRVGHO;;HQ0p[LFR\HQIRUPD
particular en el estado de Tlaxcala, establecía a las mujeres; a través de materiales
GRFXPHQWDOHVGHDUFKLYR\KHPHURJUi¿FRVVHKDUiXQDQiOLVLVGHVXSDUWLFLSDFLyQ
en esas esferas de la sociedad tlaxcalteca, conscientes de que sólo se tocará a un
sector de la población femenil debido a la falta de información acerca de las clases
medias y bajas: de tal manera y en la medida que las fuentes lo permitan, se vincu-
larán los aspectos sociales, culturales y educativos dentro del mundo que rodeaba
a la mujer y sus actividades.
16 Familias, movilidad y migración
7OD[FDODHQHOSRU¿ULDWR
El estado de Tlaxcala en las últimas décadas del siglo XIX presentaba un panora-
ma bastante similar al resto de las demás entidades federativas: la agricultura era
la base de su economía aunque la industria comenzaba a despegar; una población
indígena mayoritaria; escasez de tierras; pocas probabilidades de desarrollo para
las clases marginadas y una política basada en un gobernante que había llegado al
poder desde 1885 y permaneció en él hasta 1911. Hacia 1890 reportaban un total
de 156,286 habitantes de los cuales de 93,474 eran hombres y 62,812 mujeres. La
FLXGDGFDSLWDOHUDODUHVLGHQFLDGHODFODVHVRFLDOPiVLQÀX\HQWHDXQTXHORVJUXSRV
económicos más acaudalados se encontraban la mayor parte del tiempo viviendo
en haciendas sobre todo al norte del estado.
En el campo educativo y cultural se trató de introducir un ambiente propicio
DODVFDUDFWHUtVWLFDVGHOSRU¿ULDWRHQJHQHUDOFRQODFUHDFLyQGHXQ,QVWLWXWR&LHQ-
Wt¿FR\/LWHUDULRHOHTXLSDPLHQWRGHO2EVHUYDWRULR0HWHRUROyJLFR\HODSR\RDORV
gabinetes de Física y Química del Estado, además del otorgamiento de becas para
estudiantes del estado para ingresar a la Escuela Normal de Profesores y a la Na-
cional de Agricultura y Veterinaria de la capital de la República. Pero si bien esto
contribuía al mejoramiento de la población, como era lógico esperar, sólo favorecía
al sector masculino, ya que el femenino estaba reservado para otras tareas.
(VDVtTXHODVRFLHGDGWOD[FDOWHFDHQHOSRU¿ULDWRVLJXLyORVPLV-
mos parámetros que en la generalidad de la población mexicana en que la parti-
cipación femenina era nula: la política, la economía y los puestos directivos eran
totalmente un ámbito masculino. En el mundo laboral más generalizado, la presen-
cia de la mujer también fue escasa debido a que la fábricas, talleres o comercios
podían cubrir sus necesidades con mano de obra masculina, ya que el estado no
FDUHFLyGHIXHU]DGHWUDEDMRFDOL¿FDGD\QRKXERUHTXHULPLHQWRVSDUDHPSOHDUD
mujeres en los sectores productivos como ocurrió en otros estados como Puebla y
Veracruz. El ámbito público en el que se le permitió desarrollarse fue la enseñanza
\VXLQFRUSRUDFLyQDOPXQGRODERUDOVyORVHMXVWL¿FySRUGRVUD]RQHVHQSULPHU
lugar la propia exigencia ante la escasez de profesoras que atendieran a las niñas;
y en segundo lugar por su propensión hacia la enseñanza, obviamente por sus con-
diciones propias a su sexo.
(OHVFHQDULRVRFLDOGXUDQWHHOVLJOR;,;HOFRPSRUWDPLHQWRS~EOLFR
La sociedad decimonónica imponía un comportamiento estricto a las mujeres ca-
sadas y a las solteras que estaban bajo la tutela del padre. Ya hemos señalado que
las mujeres que vivían un proceso de divorcio estaban obligadas a que su conducta
UHÀHMDUDHOPiVDEVROXWRUHVJXDUGRGHODGLJQLGDGGHOTXHIXHVXPDULGRSRUHOOR
el sentido de la libertad debía ser restringido a tal grado que no podía pasearse sola
por las calles ya que ese acto comprometía el honor de su ex esposo. Por tal motivo
ODVQRUPDVMXUtGLFDVHVWDEOHFtDQOD¿JXUDGHODVPXMHUHVUHFRJLGDVRGHSRVLWDGDV
Género y Familia 17
1 Ana Lidia García Peña. “El depósito de las esposas. Aproximaciones a una historia jurídico-social”.
En: Gabriela Cano y Georgette José Valenzuela (coordinadoras), Cuatro estudios de género en el
México urbano del siglo XIX. México: Programa Universitario de Estudios de Género-UNAM y
Miguel Ángel Porrúa, 2001, pp. 27-69; cita de p. 30.
2 Ana Lidia García Peña. “El depósito…”, cit., p. 57.
-RVH¿QD=RUDLGD9i]TXH]³'HODLQGHSHQGHQFLDDODFRQVROLGDFLyQUHSXEOLFDQD´HQNueva historia
mínima de México. México: El Colegio de México, 2004, pp. 137-191.
18 Familias, movilidad y migración
4 http://museodelasconstituciones.unam.mx/1917/wp-content/uploads/1859/07/23-julio-1859-Ley-
del-matrimonio-civil.pdf, consulta del 7 de mayo de 2015.
5 El Amigo de la verdad, Puebla, 2 de junio de 1914.
6 El Abogado cristiano ilustrado, Puebla, 20 de julio de 1911.
Género y Familia 19
(VSDFLRVSULYDGRVKRJDU\IDPLOLD
Es sabido que los espacios privados, entre ellos el hogar, eran ámbitos en donde
la mujer era presa fácil del maltrato y la violencia masculina y en donde las leyes
no podían aplicar correctivos a los victimarios, a no ser que ocurrieran hechos
/DHGXFDFLyQSDUDODPXMHUEDVHVSDUDVHUXQDEXHQDHVSRVD\PDGUH
Si bien la sociedad provinciana decimonónica mantuvo una actitud cerrada con res-
pecto a las mujeres, como ya hemos visto éstas tuvieron una participación singular
en cuanto a formadoras de los niños a través de la enseñanza. Por su papel como
dirigentes de su “ámbito de mando” que era el hogar, las mujeres ejercieron la ele-
mental formación de sus hijos por medio de la trasmisión de valores ético-morales,
cívicos y religiosos.
Es así que un aspecto primordial de la competencia materna, era el deber
fundamental de “proporcionar a los pequeños las sagradas enseñanzas católicas a
través del ejemplo pero también del aprendizaje de los rezos, mandamientos de la
Santa Iglesia Católica, y de las prácticas señaladas por ésta como lo es el bautizo,
FRQ¿UPDFLyQ\SULPHUDFRPXQLyQVLQROYLGDUTXHORVQLxRVGHEHQWRPDUUHJXODU-
mente sus clases de catecismo y doctrina cristiana”16
14 Valentina Torres Septién. “Un ideal femenino: los manuales de urbanidad, 1850-1900”. En: Ga-
briela Cano y Georgette José Valenzuela (coordinadoras), Cuatro estudios de género en el México
urbano del siglo XIX. México: Programa Universitario de Estudios de Género-UNAM y Miguel
Ángel Porrúa, 2001, pp. 97-127.
15 Julia Tuñon. (OiOEXPGHODPXMHU« Cit., p. 203.
16 “Excelentísimo Señor Obispo Doctor Perfecto Amézquita a la comunidad católica de Tlaxcala el
18 de abril de 1899, Tlaxcala”, Archivo Histórico del Estado de Tlaxcala (en adelante, AHET),
miscelánea.
Género y Familia 23
chocante que aquellos bailes que ponen en tormento el pudor y la decencia. Así se
señalaba que:
“Si es siempre un acto impropio y enteramente ajeno de una mu-
jer bien educada, el aparecer ante los extraños conversando a so-
las con un sujeto determinado, la impropiedad sube de punto, y
la sociedad experimenta toda ella una sensación profundamente
desagradable, cuando esto acontece en un festín, donde el mayor
número de los que observan debe inspirar mayor circunspección
y decoro, y hacer más exaltados los sentimientos de pudor y de la
decencia que tanto adornan y enaltecen al bello sexo”.19
Los manuales destacaban consejos morales encaminados a que la mujer tuviera un
proceder moral íntegro que la llevaría a realizar un buen matrimonio y así cons-
truir una familia sólida, ya que, como se ha mencionado, el ideal femenino desde
la óptica masculina era formar un hogar en el que sobreviviera y se reprodujera la
supremacía del hombre.
5HGHVVRFLDOHVFRPRWUDQVPLVRUDVGHEXHQRVSUHFHSWRV
Pero si bien la madre era implícitamente la primera formadora de la educación de
los hijos, también se trataba de que tuvieran una sistemática asimilación de cono-
cimientos de manera organizada a través de la asistencia a centros de enseñanza
elemental cuando las posibilidades económicas no eran tan desahogadas como para
contratar clases particulares en el hogar.
Para hacerse cargo de esta tarea hubo maestras que habían recibido capacita-
ción escolar para estar al frente de una clase dentro de las aulas aunque ya se sabe
que sólo se encargaron de la enseñanza a las niñas pues la educación de los varones
estuvo siempre a cargo del personal masculino; otras preferían emplearse para el
cuidado y atención personal de niños en los hogares con el carácter de institutrices
de familias acomodadas que podía pagar sus servicios personales. Éstas habían ob-
tenido una educación más especializada, vinculada con el aprendizaje de otro idio-
ma como el francés, pero también tocaban el piano, y podían desarrollarse adecua-
damente en las tertulias familiares y veladas musicales y literarias, pues también
tienen conocimiento de la poesía y el canto bello, pues todo esto lo ha estudiado en
Puebla. Estos datos son aportados por el “Libro Copiador de Correspondencia” del
archivo privado de la Familia Morales Conde del año 1908.
Aunque en grado menor que los hombres, las mujeres tuvieron una interven-
FLyQFRQVLGHUDEOHHQODHGXFDFLyQGHODQLxH]WOD[FDOWHFDGXUDQWHHOSRU¿ULDWR/DV
escuelas elementales recibían a las profesoras y directoras en los planteles desti-
nados para las niñas; era sobre todo en las cabeceras municipales donde el trabajo
IHPHQLQRVHKDFtDPDQL¿HVWRDXQTXHWDPELpQVHUHSRUWDEDODSUHVHQFLDGHPXMHUHV
en las pequeñas poblaciones. Así, para el año de 1891 había 82 escuelas de niñas
tanto públicas como privadas, las cuales eran atendidas por 76 profesoras de las
cuales sólo el 10% poseía un titulo que avalaba sus estudios y el resto no lo tenía.
Por otra parte las condiciones a las que se enfrentaban las preceptoras no fue-
ron muy convenientes, pues las localidades en donde eran requeridas no siempre
contaron con instalaciones adecuadas para su alojamiento. Y que decir de las aulas
que por lo general eran simples cuartos adaptados con algunas sillas, pisos de tie-
rra, mala ventilación y pésima iluminación, en que generalmente también servían
de vivienda para las propias educadoras. Los sueldos mensuales oscilaban entre los
$20.00 para las tituladas de escuelas de la capital y $1.90 para las que no poseían
título alguno pero que se hacían cargo de alguna escuela de las comunidades aleja-
das; en comparación el salario de los profesores en las mismas condiciones eran de
$50.00 para el primer caso y $4.00.20 Ante tal disparidad entre los salarios devenga-
GRVSRUXQRV\RWUDVODVDXWRULGDGHVVHMXVWL¿FDEDQDUJXPHQWDQGRTXHORVKRPEUHV
eran los proveedores del sustento familiar y por ende necesitaban mayores recur-
sos; aun con estos considerandos, las razones argüidas no eran tan convincentes, ya
que en muchos casos había educadoras solteras que sostenían económicamente a
sus padres y hermanos, y en otros casos más había maestras que al quedar viudas se
veían obligadas a trabajar para sacar adelante a sus hijos; sin embargo aunque esta
VLWXDFLyQHUDUHDO\SDWHQWHQRVHPRGL¿Fy\ODGLYHUJHQFLDFRQWLQXy
Por esta razón era muy frecuente la renuncia del personal docente ante la falta
de salarios adecuados que les permitieran una subsistencia digna en un ámbito
favorable y adecuado; así en abril de 1906, se reportaba el cambio de varias profe-
sores de una comunidad a otra, y en otros casos del cierre de escuelas por falta de
directoras (que a la vez eran las maestras de los cursos regulares); como sucedió en
las escuelas de niñas de San Mateo y de San Felipe, que tuvieron que clausurar sus
actividades por esos motivos, ignorándose el destino educativo que tuvieron que
vivir las alumnas de estos planteles.21
A cambio de los exiguos sueldos se exigía a las mentoras una preparación
VX¿FLHQWHHQODVFLHQFLDVXQDFRQGXFWDPRUDOLQWDFKDEOHXQDDSDULHQFLDSXOFUD
decente y una honorabilidad cabal; en el caso tlaxcalteca se pretendía:
“Que presentara un dictamen médico que le acreditara como com-
pletamente sano y sin ninguna enfermedad sospechosa o defor-
mación no visible y que no tenga ningún antecedente delictivo o
algo que lo involucre con actividades delictivas. De igual modo
20 “Noticia general de las escuelas primarias en el Estado”, Tlaxcala, 1893, AHET, Fondo Instrucción
Pública.
21 “Discurso pronunciado por el C. Coronel Próspero Cahuantzi, Gobernador del Estado de Tlaxcala,
al inaugurarse el tercer período de sesiones ordinarias del XXI Congreso Constitucional, abril de
1906”, AHET, miscelánea.
26 Familias, movilidad y migración
GHEHSUHVHQWDUXQDFRQGXFWDUHVSHWDEOH\SRUVXSXHVWRQRVHUD¿-
cionado a las bebidas embriagantes ni a los juegos de azar”.22
Además, las profesoras estaban en la obligación de portar un vestuario digno, de-
coroso y aseado, pero sobre todo con un comportamiento “virtuoso, correcto, reca-
tado y sobre todo una ética irreprochable, pues hay que tomar en cuenta que en sus
manos están las niñas que siguen el ejemplo de sus preceptoras con las que convi-
ven durante los años de su formación”.23 Pero si bien las exigencias eran cuantio-
sas, éstas no estaban en concordancia con condiciones óptimas de trabajo, pues la
mayoría de las preceptoras se quejaba de las pésimas circunstancias en que desa-
rrollaban sus labores, sobre todo en lo que se refería a las habitaciones asignadas.
&RPR\DVHKDGLFKRVLODVHVFXHODVFRQWDEDQFRQLQ¿QLGDGGHFDUHQFLDVLJXDO
ocurría en las viviendas destinadas a los profesores y en general a los directivos de
las escuelas, pues eran constantes las protestas a ese respecto. Un ejemplo de ello
HVHOR¿FLRTXHJLUyODGLUHFWRUDGHOD(VFXHODGH1LxDVGHO0XQLFLSLRGH(O&DU-
men hacia 1906, en donde señalaba que “la habitación que tengo asignada para mi
uso personal se encuentra en pésimas condiciones, pues el techo está en muy mal
estado, las paredes tienen graves cuartiaduras y creo que cuando empiece la época
de lluvias todo esto se agrave, por lo cual solicito a Ud. se sirva enviarme material
y personal adecuado que realice las reparaciones necesarias porque me temo que el
techo se pueda derrumbar con las inclemencias del tiempo”.24
En otros casos las propias escuelas eran preparadas como salones en los ho-
UDULRVHVFRODUHVSDUDGDUSDVRDO¿QDOGHODMRUQDGDDFRQYHUWLUVHHQODVPRUDGDV
de las educadoras. Esto resultó con mucha frecuencia en las comunidades rurales
HQTXHODVDXWRULGDGHVPXQLFLSDOHVQRFRQWDEDQFRQORVUHFXUVRVVX¿FLHQWHVSDUD
asignar otro tipo de hospedaje a las profesoras; y en ese sentido las aulas, por lo
general, eran simples cuartos adaptados con algunas sillas, pisos de tierra, mala
ventilación y pésima iluminación, por lo cual había que hacerle innumerables repa-
raciones y adecuaciones para habilitarlas en ambas funciones.
3RUORTXHVHUH¿HUHDODIRUPDFLyQDFDGpPLFDODVSULQFLSDOHVPDWHULDVTXH
enseñaban eran ciencias físicas y naturales, que comprendía mineralogía y botá-
nica, geometría, geografía local, geografía física, geografía física y política del
estado de Tlaxcala, historia general de México, lectura, aritmética y zoología, y las
ciencias humanas que abarcaba moral en acción, urbanidad e higiene, instrucción
cívica, dibujo, caligrafía, gimnasia y labores manuales para las niñas.25
22 Fondo Instrucción Pública, s/n expediente, 1900, Archivo Municipal de Santa Cruz Tlaxcala.
23 “Peticiones de la Junta Directiva de Instrucción Pública en su informe a la Secretaría del Despacho,
Tlaxcala, marzo de 1909”, AHET, Fondo Instrucción Pública.
24 “Carta de la directora de la Escuela de Niñas de El Carmen al Presidente Municipal, abril de 1906”,
AHET, Fondo Instrucción Pública.
25 “Reporte del Regidor Comisionado del Ramo de Instrucción Pública, del Consejo de Vigilancia y
del Cuerpo Docente de las escuelas de Tlaxcala, 17 de mayo de 1908”, AHET, Fondo Instrucción
Pública.
Género y Familia 27
'HWDOPDQHUDTXHHQODVHVFXHODVSRU¿ULDQDVODQLxH]WOD[FDOWHFDFRPELQDGD
las ciencias y el civismo con los deportes y los juegos; así los movimientos suecos
GHEUD]RV\SLHUQDV\ORVÀDQFRVIRUPDEDQSDUWHGHODJLPQDVLDTXHVHSUDFWLFDED
La instrucción cívica además de enseñar los deberes de los niños en la escuela, am-
pliaba las nociones de los deberes de los ciudadanos con el municipio todo en “for-
ma socrática”. La parte lúdica consistían en rondas, cantos y “representaciones tra-
tando de imitar a la naturaleza con sonidos y movimientos para los más pequeños
y para los mayores con caracterizaciones de los personajes como la humanidad y
los continentes”.26 De esa forma las preceptoras en Tlaxcala incluían una educación
integral acorde con las políticas nacionales de la enseñanza bajo las ordenanzas de
Justo Sierra, Joaquín Baranda y Enrique C. Rébsamen, algunos de los principales
promotores de una educación moderna.
La educación bajo parámetros modernos debía estar estrechamente ligada con
XQFRPSRUWDPLHQWRpWLFRPRUDOTXHUHÀHMDUDODYLGDtQWHJUDGHODVSURIHVRUDVTXH
tenían en sus manos el futuro de una niñez franca e inocente. A su vez las escuelas y
sus directivos debían garantizar la reproducción de buenos hábitos de higiene física
y mental, ya que las escuelas debían de contar con instalaciones dignas y confor-
tables para el mejor desempeño de las actividades de los educandos; sin embargo
no siempre se podía aspirar a cumplir con estos anhelos, sobre todo en las escuelas
públicas en donde el presupuesto estatal no podía cubrir todas las necesidades de
implementos educativas para todos los alumnos.
3DUD ¿QDOL]DU GHER PHQFLRQDU TXH KDVWD HO PRPHQWR HQ OD GRFXPHQWDFLyQ
R¿FLDOQRVHKDQORFDOL]DGRFDVRVHQORVTXHKXELHUDTXHMDVRGHQXQFLDVGHFRP-
portamientos indecorosas de las profesoras que laboraban en escuelas públicas de
niñas; tampoco hemos encontrado información sobre despidos por faltas a la mo-
ral o prácticas escandalosas entre el personal masculino que se encargaba de la
educación elemental de los niños. No obstante eso no implica que no se hubiera
presentado alguna conducta de este tipo, pero sólo la continuación en la revisión de
los acervos nos podrá mostrar si los hubo y con qué frecuencia.
Conclusiones
Según la apreciación masculina, los atributos naturales del bello sexo que eran la
bondad, la dulzura, la delicadeza, la ternura, el amor maternal, debían estar fusio-
nados con cualidades complementarias como el pudor, el honor, el decoro y el reca-
to. Bajo su óptica la totalidad de estos atributos hacía a la mujer una digna guardia
del honor del jefe de familia. El esposo confería a la mujer el espacio privado para
ser considerado un buen escenario de su vida cotidiana, en donde podía desarrollar-
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Fondo Instrucción Pública.
28 Familias, movilidad y migración
las riendas de su hogar. Las diversiones y paseos públicos debían siempre realizar-
se bajo la observancia masculina y en un ambiente de rectitud y moderación.
En la intimidad del hogar debía mostrar un comportamiento mesurado ante
su esposo creando un ambiente de tranquilidad, cordialidad, y armonía en donde el
hombre pudiera considerarlo como un remanso al que se llegaba después de un fa-
tigoso día de trabajo; un entorno agradable permitía la sana convivencia y el deseo
de permanecer al lado de su familia como un marido comprensivo y tolerante. Los
consejos de las madres hacia las hijas señalaban que la buena marcha del matrimo-
nio dependía de que la mujer creara un escenario propicio, es decir que si el hombre
no toleraba permanecer en su casa, era porque no encontraba allí las condiciones
adecuadas para sentirse amado y comprendido.
Un comportamiento digno, una discreción perdurable, una tolerancia inque-
brantable, una comprensión inalterable y un espacio privado adecuado, harían la
completa felicidad del hombre; sin embargo cabría hacernos algunos cuestiona-
mientos que considero de muy difícil respuesta: ¿Cómo hacían las mujeres para
olvidar la rudeza del trabajo que ejercían diariamente? ¿Acaso el “palacio encan-
tado” al que llamaban hogar guardaba algún espacio en donde la mujer pudiera
encontrar el confort y la paz que su corazón anhelaba? ¿Quién le proporcionaba la
comprensión que ella necesitaba ante las injusticias de una sociedad que no ejercía
la igualdad cívica y política? En estas y otras preguntas debemos encaminar nues-
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