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ELITES, CONFLICTO Y NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA

Gina Paola Rodríguez1


Resumen
El presente artículo analiza el actual enfoque de las políticas de seguridad
colombiana y norteamericana que tienen como premisa fundamental la idea de
que el narcotráfico constituye el factor central a combatir con miras al logro de la
paz en Colombia, enfoque que ha posibilitado dos políticas complementarias
concebidas a la luz de la diferenciación amigo-enemigo. De un lado, la
confrontación y el marginamiento, en tanto enemigo, de la guerrilla (FARC –
ELN) bajo la etiqueta de narcoterrorismo imponiendo su periferización del marco
político-constitucional. De otra parte, la asimilación y convalidación legal del
paramilitarismo como fenómeno concomitante con el narcotráfico, en tanto
amigo, permitiendo su inserción en el marco político-constitucional y su reciclaje
social de elites regionales a elites “nacionales”, como parece manifestarse en la
actual Ley de “Justicia y Paz”.

Palabras clave: Narcotráfico, Conflicto armado, Colombia, Ley de Justicia y Paz

ELITES, CONFLICT AND DRUG TRAFFICKING IN COLOMBIA


Abstract
The following article refers to the current approach of the Colombian and North
American security policies which have as fundamental premise the idea that drug
trafficking constitutes the central factor to fight against, all this with a sight
toward the achievement of peace in Colombia. Such a focus has facilitated two
complementary policies conceived by the light of the friend-foe differentiation.
On one side, there is the confrontation and the marginalization of the guerrilla
(FARC-ELN), as an enemy, under the narcoterrorism label imposing its
periferization of the political-constitutional frame. On the other hand, the
assimilation and legal authentication of the paramilitarism like concomitant
phenomenon with drug trafficking as a friend, allowing its insert in the political-
constitutional frame and its social recycling of regional elites to "national" elites,
as it seems to pronounce in the current Justice and Peace Law.

Key words: Drug trafficking, armed conflict, Colombia, Justice and Peace Law

Introducción
1
Politóloga y candidata a Magíster en filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Profesora de los
seminarios Ciudadanía y Multiculturalismo y Filosofía Política del Departamento de Ciencia Política de la
misma universidad. Este artículo hace parte de la investigación Capitalismo y narcotráfico: Nexos
estructurales dirigida por el profesor Oscar Mejía Quintana. Correo electrónico: gprodriguezm@unal.edu.co.

1
Uno de los fenómenos surgidos a raíz de los procesos de globalización y que afecta a la
economía, la política y seguridad nacionales e internacionales y a la sociedad en general es
el narcotráfico, industria que ha aumentado considerablemente en América Latina a partir
de los años setenta.

En Colombia, el narcotráfico ha logrado insertarse de forma relativamente exitosa en las


esferas política y económica. En el primer caso, gracias a la formación de redes de apoyo
social, militar y político que le han permitido funcionalizar las estructuras jurídico-
políticas de acuerdo a sus necesidades; y en el segundo, gracias a una especial adaptación
de las políticas de crecimiento orientado a la exportación, que hacen del narcotráfico una
empresa perfilada a la demanda y la internacionalización, con una división del trabajo muy
estricta entre diferentes localizaciones, capaz de ajustarse a las dinámicas de la economía
global.

El presente artículo quiere indagar en algunos de los efectos que el narcotráfico ha tenido
en la configuración reciente del conflicto armado colombiano, con el ánimo de determinar
hasta qué punto es acertada la postura según la cual i. este (el narcotráfico) es la fuerza
motriz de aquel (el conflicto), de forma tal, que ii. la lucha contra la droga y el narcotráfico
deviene en si misma una condición necesaria y suficiente para la resolución del conflicto.

El interés por avanzar en esta perspectiva viene dado por el actual enfoque de las políticas
de seguridad colombiana y norteamericana que tienen como premisa fundamental la idea de
que el narcotráfico constituye el factor central a combatir con miras al logro de la paz en
Colombia, enfoque que ha posibilitado dos políticas complementarias concebidas a la luz
de la diferenciación amigo-enemigo. De un lado, la confrontación y el marginamiento, en
tanto enemigo, de la guerrilla (FARC – ELN) bajo la etiqueta de narcoterrorismo
imponiendo su periferización del marco político-constitucional. De otra parte, la
asimilación y convalidación legal del paramilitarismo como fenómeno concomitante con el
narcotráfico, en tanto amigo, permitiendo su inserción en el marco político-constitucional y

2
su reciclaje social de elites regionales a elites “nacionales”, como parece manifestarse en la
actual Ley de “Justicia y Paz”.

Lo que dichas políticas evidencian, es que la narcotización del conflicto armado, patente en
la fusión de la política contrainsurgente y la política antinarcóticos, supone serios
problemas no solo para el entendimiento de la situación colombiana -en tanto simplifica de
manera sustancial las dimensiones del conflicto-, sino para su encauzamiento hacia una paz
sostenible y sustentable. De ahí que se requiera una estrategia de seguridad efectiva que
debilite las opciones militares de los grupos armados, pero también, un programa de
desarrollo social y económico de amplio alcance que menoscabe su argumentación
ideológica y, por ende, ayude a generar un contexto en el que se pueda poner fin al
conflicto. Con lo anterior no se desconoce que las posibilidades de poner fin al conflicto en
Colombia aumentarían considerablemente si se diera solución el problema de la droga,
solución que no se reduce a un control de la oferta, como lo aducen las actuales políticas
antinarcóticos sino que debe enfocarse también a la demanda creciente de drogas en los
grandes centros de consumo en Estados Unidos y Europa.

Por otro lado, los obstáculos presentados en el actual proceso con las AUC, deben servir de
experiencia para futuras desmovilizaciones. En primer lugar, para dejar en claro que el
narcotráfico, como los crímenes atroces, no son materia de negociación, si es que se quiere
lograr un proceso apegado a los principios del Estado de derecho. En segundo lugar, que
debe darse un debate que aclare las condiciones bajo las cuales un grupo armado ilegal
puede llegar a ser considerado con estatus político, de tal forma que, ni se desconozcan las
reivindicaciones políticas e ideológicas de algunos sectores, ni se aliente la formalización
del paramilitarismo como actividad política

Conforme a lo anterior la exposición se dividirá en cuatro partes. En la primera, se hace


una reconstrucción no exhaustiva de los nexos históricos entre los grupos armados (FARC,
ELN y AUC) y el narcotráfico tratando de establecer la situación actual de esta relación.
Para esto, resulta preponderante volcar la vista sobre el tema de la financiación de estos
grupos y en particular, aquella derivada de su participación en uno o varios eslabones de la

3
cadena productiva del tráfico de drogas, con el fin de evaluar el peso de la economía del
narcotráfico en los ingresos de las guerrillas y los grupos paramilitares.

En la segunda parte, y a propósito del actual proceso de negociación entre el gobierno


nacional y algunos sectores del paramilitarismo, se quiere resaltar cómo el tratamiento
jurídico y político de los delitos de narcotráfico por parte del Estado colombiano, ocupa un
papel fundamental en el éxito o fracaso de los procesos de paz actuales y futuros. Con lo
anterior, se pone de presente cómo el narcotráfico ha adquirido un lugar cada vez más
importante, aunque no protagónico, en los procesos de negociación, que logra
desestabilizarlos y, no sabemos aún, si reversarlos. Pero aún más importante, lo que revela
la actual negociación es un proceso de convalidación de los grupos paramilitares en tres
perspectivas: una convalidación legal a través de la Ley de Justicia y Paz, una
convalidación económica reflejada en la contrarreforma agraria y en la inmersión del dinero
ilegal del paramilitarismo en los sectores productivos, y una convalidación política
evidenciada en la expansión su esfera de influencia en las élites regionales y nacionales.

Paralelo a este proceso de legitimación forzada del paramilitarismo, se registra una abierta
confontación y periferización de las guerrillas (FARC y ELN) en tanto enemigos del actual
gobierno. En el tercer apartado, se verá como para la fecha de redacción de la presente
investigación apenas se han producido débiles acercamientos entre el Gobierno Nacional y
el ELN, los cuales son vistos con escepticismo no solo por algunos analistas, sino,
fundamentalmente por la dirigencia del ELN.

Finalmente, a manera de conclusión, se intentará responder al interrogante inicial,


mostrando cómo la narcotización del conflicto armado, evidenciada en la fusión de la
política contrainsurgente y la política antinarcóticos, supone serios problemas no solo para
el entendimiento de la situación colombiana -en tanto simplifica de manera sustancial las
dimensiones del conflicto-, sino para su encauzamiento hacia una paz sostenible y
sustentable.

4
En los acápites enunciados se tratará de esbozar el rol jugado por algunas elites, políticas,
guerrilleras y paramilitares en relación con las organizaciones narcotraficantes por la vía de
alianzas coyunturales. La relación de estos grupos selectos con el narcotráfico confirma una
tesis ampliamente difundida según la cual la industria de las drogas ilegales ha penetrado la
totalidad de la sociedad colombiana.2

1. Narcotráfico y grupos armados

Es una opinión compartida que el negocio de las drogas ilegales financia de forma
importante a las FARC y las Autodefensas y en menor medida al ELN, situación que ha
permitido el mantenimiento de sus fuerzas y por lo mismo, agravado las condiciones del
conflicto armado. No obstante, en lo que existen serias divergencias, es en la proporción
reconocida a la economía del narcotráfico en cada caso. Así, es posible encontrar informes
que parecen exagerar las cifras de financiamiento proveniente de las drogas, dramatizando
hasta tal punto el papel jugado por este, que logran desplazar la dimensión originalmente
política del conflicto por una reducida percepción narcotizada. De esta suerte, se ha
desconocido la complejidad de una lucha desarrollada por mas de cuatro décadas en aras
del nuevo postulado de la amenaza narcoterrorista, cuyos efectos políticos ya conocemos.

A continuación daremos una breve mirada a los nexos entre grupos armados y narcotráfico,
los cuales, como se verá, responden a un sistema de alianzas coyunturales que han
transformado su relación de una conexión marginal con las organizaciones narcotraficantes
al dominio actual de varias etapas de la producción.

1.1. Las FARC

Los nexos de las FARC con el narcotráfico se remontan a los finales de la década del
setenta. Pese a su oposición inicial frente a la economía de las drogas ilícitas, las FARC se

2
THOUMI, Francisco. El Imperio de la droga. Narcotráfico, Economía y Sociedad en
los Andes. Bogotá: Editorial Planeta, 2002.

5
vieron llevadas a admitir paulatinamente su funcionamiento en los territorios bajo su
dominio a fin de evitar la erosión de sus relaciones con la población de aquellas regiones
que veía en los cultivos ilícitos, auspiciados entonces por el cartel de Medellín, su único
medio de sustento. En este periodo, la guerrilla no asumió un control directo sobre los
cultivos sino que autorizo el cobro de un impuesto por parte de autodefensas.

Tras la VII Conferencia de las FARC en 1982, y vistos los excesos cometidos por las
autodefensas delegadas, se regularizó el cobro de impuestos directamente por la guerrilla, a
partir de acuerdos formales con las organizaciones de narcotraficantes. Los vínculos con
estas se interrumpieron hacia mediados de los ochenta por la confrontación con Gonzalo
Rodríguez Gacha en el sur de Colombia, situación que dio pie a la conformación de grupos
paramilitares agenciados por los narcotraficantes en el Putumayo y el Magdalena Medio.
Este proceso conllevo a una asunción paulatina de los eslabones de la cadena productiva
por parte de las FARC en las selvas colombianas. Se pasó así del cobro del impuesto a cada
kilo de pasta o base de coca comprado por cada narcotraficante grande o pequeño a los
cultivadores, al gravamen de los mismos cultivadores, raspachines y recolectores.
Adicionalmente, se inició el cobro de impuestos por uso de pistas aéreas para el transporte
de precursores químicos y cocaína. Para 1998, las FARC ya han asumido el control total del
tráfico local en Putumayo y Caquetá, imponiendo precios fijos para la base de coca y
obligando a los campesinos a vender únicamente al frente local. En adición, inician el
almacenamiento y venta de grandes volúmenes de coca a los representantes seleccionados
de los numerosos microcateles que reemplazaron a los grandes tras la muerte de Pablo
Escobar.3

Para finales de la década del 90 se hace evidente la expansión territorial de las FARC y su
control de una parte importante de las regiones cocaleras, hecho que supuso para las
autoridades colombianas, el inicio de las actividades de refinamiento y tráfico de cocaína.
Sobre este hecho sin embargo no existe completa certeza. Así, mientras para unas fuentes,
el refinamiento y el tráfico internacional del producto acabado son evidentes, para otros

3
INTERNACIONAL Crisis Group. Guerra y Droga en Colombia. Informe sobre América
Latina Nº 11 del 27 de enero de 2005, pp. 9- 10.

6
analistas, las Farc apenas se encuentran en los niveles de producción y venta de base de
coca.4

Según un Informe de la Junta de Inteligencia Conjunta (JIC) de Febrero de 2005, el tráfico


ilícito de sustancias sicoactivas por parte de las FARC cubre las actividades de producción,
cultivo y comercialización de hoja de coca y de amapola, producción de pasta y clorhidrato
de coca en laboratorios; cristalizaderos y cobro de gramaje sobre la negociación de base de
coca, así como el alquiler de pistas de aterrizaje y comercialización de los productos
derivados de las plantas anteriores.5 El conjunto de estas actividades representa el 45,8%
del total de ingresos de las FARC y ocupa el primer lugar, seguido de los ingresos
percibidos por extorsiones y secuestros.6

Lo dicho en el informe de la JID, contrasta con lo sostenido por el Internacional Crisis


Group en su informe sobre América Latina del año 2005. Según este, “la evidencia sobre la
participación de las FARC en el refinamiento y tráfico de coca es menos clara”. Esto
porque, además de la dificultad en la veracidad de las fuentes disponibles, “las cuales
pueden estar contaminadas por razones políticas o militares, no es seguro que las FARC
tengan la capacidad de traficar a escala internacional solas, o incluso que manejen algunas
de las etapas posteriores del negocio, como operar laboratorios de refinamiento de cocaína
propios, poseer plantaciones de coca, controlar rutas de envío y mantener sus conexiones
internacionales para situar la droga en otros países”.7

4
Etapas del negocio de la droga: i. cultivo, ii. Cosecha, iii. producción de la primera
pasta de coca, iv .producción de la base de coca en cocinas, v. almacenamiento y venta
de base de coca, vi. Refinamiento para transformación en cocaína, vii. Transporte a
puntos de trasbordo, viii. Transporte al exterior a puntos intermedios (México,
Antillas); ix. Destino Final (EU, Europa), x. venta en grandes volúmenes, xi. Venta en
pequeñas cantidades, xi. Consumo.
5
Informe de la Junta de Inteligencia Conjunta (JIC). República de Colombia. 24 de
Febrero de 2005. pp. 7-8
6
Ibid, p. 12
7
INTERNACIONAL Crisis Group. Guerra y Droga en Colombia. Informe sobre América
Latina Nº 11 del 27 de enero de 2005, p. 11

7
En una línea intermedia se encuentra la investigación de Sergio Uribe, “Los cultivos ilícitos
en Colombia”, la cual da luces sobre la realización de procesos de refinamiento en las áreas
cercanas a los campos de cultivo de la guerrilla. Sin embargo, el mismo autor reconoce no
encontrar evidencia de que las organizaciones guerrilleras hayan desarrollado sus propias
redes de distribución en el extranjero, ni de que hayan exportado directamente, aunque sí se
beneficiaban sustancialmente de la industria ilegal. 8

No obstante la imposibilidad de establecer de forma definitiva el eslabón último de


participación de las FARC en la cadena de producción y trafico de drogas, resulta claro el
vínculo sostenido por estas con el narcotráfico y el producto derivado de este que nutre sus
finanzas. Sea como la mera venta de pasta de coca a microcrateles o como posible inicio de
una red internacional del tráfico de drogas, el nexo es inminente.

1.2. El ELN

El Eln tiene una participación más bien marginal en el negocio de la droga. Su actividad en
zonas cocaleras es menor que la de las FARC o las AUC, pero mantiene presencia en
regiones con cultivos de amapola y coca. Según informa el Ministerio de Defensa, en el año
2000 sólo 7 frentes del ELN estaban firmemente establecidos en zonas de cultivo de drogas
ilícitas. En el 2005, el ELN opera en cerca de diez regiones con cultivos ilícitos: La Sierra
Nevada de Santa Marta, el Catatumbo, el sur de Bolívar, el occidente del Cauca, Huila,
Tolima y el centro de Nariño. Todas estas regiones cuentan además con presencia
paramilitar y/o de las FARC.

No obstante su presencia en zonas cocaleras, la relación del ELN con el narcotráfico es más
compleja. Aun cuando mantiene una condena oficial hacia cualquier vínculo entre la causa
revolucionaria y el narcotráfico, en algunos casos, como el de la columna móvil
Cienfuegos en el Cauca, el ELN ha permitido el ingreso selectivo de algunos
narcotraficantes para la compra de látex. Por otro lado, a partir de 2003, y tras su expulsión

8
URIBE, Sergio. “Los cultivos ilícitos en Colombia. Evaluación: extensión, técnicas y
tecnologías para la producción y rendimientos y magnitud de la industria”, en Thoumi,
Francisco (comp). Drogas Ilícitas en Colombia: su impacto económico, político y
social, Bogotá: Dirección Nacional de Estupefacientes, PNUD y Planeta, 1997.

8
de las zonas del sur de Bolívar por parte de los paramilitares, varios frentes del ELN han
cobrado impuestos a los cultivadores de coca. De esta forma, el narcotráfico ha entrado a
ser un rubro más del presupuesto del ELN, que según algunos cálculos alcanza el 8% 9. Así
las cosas, es previsible un aumento en su participación de la actividad ilegal a futuro.

1.3. Las Autodefensas

Las relaciones entre Autodefensas y narcotráfico surten un proceso inverso al producido


con los guerrillas. Vimos en 1.1. cómo las guerrillas llegaron paulatinamente al negocio del
narcotráfico, llegando incluso a contradecir sus premisas ideológicas originales. Las
autodefensas en cambio, tienen desde sus inicios un lazo indisociable con las
organizaciones de narcotraficantes en la década del 80 y comienzos de los noventa y solo
hasta ahora, tras convertirse en una federación nacional de bloques armados y con motivo
del actual proceso de desmovilización, buscan adquirir un estatus político.

En efecto, los paramilitares deben su origen a los carteles de la droga y su expansión al


combate contra la guerrilla por el dominio de las regiones cocaleras. Desde 1996, este
proceso se ha intensificado, incrementando los niveles de violencia y desplazamiento en las
zonas de enfrentamiento. Para el año 2000, según informes del Ministerio de defensa, siete
bloques de las AUC operaban en regiones de cultivos de coca y amapola 10. Naciones
Unidas por su parte, calcula que la presencia paramilitar llega a 86 de los 162 municipios
donde se cultiva coca, ubicando frentes en el Magdalena medio, Santa Marta, la región sur
de Bolívar, el valle del Cauca, el norte de Antioquia, la región de Urabá, Nariño, el
noroccidente del Putumayo, el suroccidente de Caquetá, Meta y Guaviare, regiones estas
ultimas, en disputa con los grupos guerrilleros.11

9
RENSSEALER Lee II, “Colombia: Insurgency Inc., prepared for Internal Conflict
1998- 2005”, citado en Thoumi, El Imperio de la Droga, Opcit.
10
MINISTERIO de Defensa. El narcotráfico, una amenaza para la seguridad nacional,
Bogotá: noviembre de 2000.
11
OFICINA de las Naciones Unidas contra la droga y el delito ( UNODC), Colombia:
Coca Cultivation Survey 2003, Viena: junio de 2004

9
Pese a lo extraordinario de su expansión, la extensión de las zonas de cultivos de las
autodefensas no es tan grande como la de las FARC. Sin embargo, diversos estudios
parecen comprobar que la participación de las AUC en el negocio de la droga es mucho
más profunda. Esto se evidencia, en la participación de unidades paramilitares en el control
de rutas claves para el transporte de cocaína hacia el exterior, precursores químicos y
armas. Del mismo modo, los paramilitares aparecen vinculados con laboratorios de
refinamiento y con decomisos de cocaína. En un informe de la DEA del año 2001 se afirmo
que “la organización de Carlos Castaño (y posiblemente otros grupos paramilitares)
parecen estar directamente involucrados en el procesamiento de cocaína”. Pero sin lugar
dudas, mas concluyente en este sentido es la declaración efectuada por Carlos Castaño el 9
de junio de 2002 en la que acusó a dos jefes del bloque central Bolívar, Javier Montañez y
Ernesto Báez, así como a otros jefes paramilitares de “involucrarse irresponsablemente en
el negocio del narcotráfico”12

En febrero de 2004, el embajador de Estados Unidos en Colombia, William, Word, afirmó


que las AUC controlaban el 40% del tráfico ilegal de drogas en Colombia. Lo anterior se
compadece con la solicitud en extradición de los Estados Unidos de cinco altos jefes de las
autodefensas (Mancuso, Fidel Castaño, Jorge 40, Ramiro Vanoy y Juan Carlos Sierra) y la
introducción de doce paramilitares en la lista Tier II de narcotraficantes extranjeros. Como
en el caso de las FARC, el nexo con el narcotráfico es evidente. Mas adelante veremos
cómo, en la actual negociación con las AUC, se busca mimetizar este lazo con el
narcotráfico con los ropajes de un estatus político.

Según el Internacional Crisis Group, las AUC parecen desempeñar un papel más
importante en las etapas más lucrativas del refinamiento y la exportación de droga, por lo
que percibe mayores ganancias. De allí que se presente una suerte de contradicción el
hecho de que sus ingresos se presente en numerosos informes como bastante inferiores a los
de las FARC, siendo que esta organización se mueve menos en el trafico internacional y

12
CASTAÑO, Carlos. “La verdad de las AUC ante la comunidad internacional y los
EEUU”, en Las verdaderas intenciones de los paramilitares. Corporación Observatorio
para la Paz, Bogotá: 2002 pp. 343- 348

10
depende más de los primeros eslabones de la cadena productiva, que, coincidencialmente
son los menos lucrativos.13

2. La asimilación y convalidación del paramilitarismo

El 23 de diciembre de 2002 el presidente Álvaro Uribe sancionó una ley mediante la cual
quedó facultado para iniciar negociaciones de paz con cualquier grupo armado, así
careciera de estatus político, abriendo la compuerta para una negociación con los
paramilitares. Una semana después, el 29 de noviembre, las AUC hicieron la primera
declaratoria de cese unilateral de hostilidades, y el 15 de julio de 2003 el gobierno y las
AUC firmaron el Acuerdo de Santafé de Ralito, por medio del cual se comprometieron a
desmovilizarse gradualmente hasta desaparecer como grupo armado en 2005.

Luego de más de dos años de negociaciones entre el gobierno y el principal grupo


paramilitar del país, se han desmovilizado cerca de 5.000 de los combatientes de las AUC.
Sin embargo, pese a que era una condición del presidente Uribe para negociar, los
paramilitares no han cumplido a cabalidad el cese del fuego. Este incumplimiento unido a
las pugnas internas entre diferentes facciones de las AUC, que llevaron incluso a la
desaparición de su líder Carlos Castaño, al asesinato de los comandantes 'Doble cero' y
Miguel Arroyave y de tres importantes políticos del Meta, pusieron en peligro todo el
proceso durante el primer semestre del 2004.

Por su parte, la verificación de la OEA a cargo de Sergio Caramagna ha sido vista con
desconfianza. En palabras de Human Rights Watch, “la Misión de la OEA ha jugado un
papel altamente cuestionable, puesto que ha servido, principalmente para darles un sello de
aprobación a las acciones emprendidas por el gobierno colombiano”, guardando estricto

13
Internacional Crisis Group. Op. Cit., p. 22

11
silencio acerca de los problemas del proceso. Con esto, “la Misión ha contribuido a dar al
proceso una apariencia de legitimidad internacional que no se merece.”14

A continuación problematizaremos tres aspectos fundamentales del proceso de


convalidación del paramilitarismo en Colombia. En primer lugar, las deficiencias de la Ley
de Justicia y Paz que, como han señalado numerosos analistas y ONG´s nacionales e
internacionales, parece dejar intacta la estructura paramilitar, sentando un precedente
desastroso en materia de verdad, justicia y reparación. De otro lado, el problema de la
concentración de la tierra desatado por la compra de alrededor de un millón de hectáreas
por narcotraficantes y grupos armados ilegales en lo que se ha denominado contrarreforma
agraria y su penetración en los negocios legales e ilegales y en el monopolio de bandas
criminales. Por último la infiltración del paramilitarismo en la política regional y nacional
agenciando el reciclaje de las elites paramilitares en las elites políticas.

2.1. La convalidación legal: la Ley de Justicia y Paz

Desde abril de 2005 circularon varios proyectos de ley que buscaban "verdad, justicia y
reparación" en las desmovilizaciones de los combatientes de grupos armados, en especial
de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Durante el debate así como en la
negociación, el punto central de discusión fue el narcotráfico, y específicamente el futuro
de los jefes pedidos en extradición. Otros temas como la reparación a las víctimas, el
alcance de la confesión y el tema del delito político fueron también importantes. Las
discusiones en el Congreso contaron con muy poco quórum y se vieron enrarecidas con
debates sobre las inhabilidades para votar el proyecto de los políticos que eventualmente se
beneficiaron de un proselitismo paramilitar para ser elegidos. 15

Finalmente, el 21 de junio fue aprobada la ley de Justicia y Paz promovida por el Gobierno
Nacional que regula la investigación, procesamiento, sanción y beneficios judiciales a

14
HUMAN RIGHTS WATCH. Las apariencias engañan. La desmovilización de los
grupos paramilitares en Colombia. Agosto de 2005. Vol. 17, Nº3 ( B)
15
Véase, LEY DE JUSTICIA, PAZ Y REPARACION, en Gaceta del Congreso. Año XIV, N°
390. Bogotá, D.C., Martes 21 de junio de 2005. Disponible en formato electrónico en
http://www.dhcolombia.info/article.php3?id_article=150. Fecha de consulta: Febrero
10 de 2006.

12
miembros de grupos armados que decidan desmovilizarse y contribuir decisivamente a la
reconciliación nacional. Entre otros puntos, la ley destaca i. La posibilidad de que los
desmovilizados de los grupos armados puedan disfrutar de los beneficios de ley sin
importar que hayan participado en actividades del narcotráfico antes del ingreso al grupo,
ii. La confesión de los delitos cometidos por los miembros de los grupos armados en
versión libre ante un fiscal delegado de la Unidad Nacional de Fiscalías de Justicia y Paz,
iii. El establecimiento de un plazo de sesenta días para que la UNF para la Justicia y Paz,
junto con la policía judicial, adelante las labores de investigación y verificación de los
hechos admitidos por los imputados, iv. La imposición de penas alternativas a los
confesores consistentes en privación de la libertad por un periodo mínimo de cinco años y
no superior a ocho, tasada de acuerdo con la gravedad de los delitos y el grado de
colaboración con la justicia, v. La rebaja de hasta una décima parte de las condenas de las
personas que se acojan a la ley (jubileo), y vi. La calificación de las actividades de las
autodefensas como delito de sedición.

Una vez aprobada, el gobierno Nacional se ha dedicado a promover la Ley dentro de la


comunidad internacional. En Estados Unidos, fue bien recibida por la Casa Blanca pero ha
propiciado críticas en el Congreso y en los organismos defensores de los Derechos
Humanos. Así por ejemplo, en su informe de agosto de 2005, Human Rights Watch señala
que “la ley no asegura que los paramilitares confiesen sus crímenes, divulguen información
acerca de cómo operan los grupos, ni entreguen sus fortunas ilegalmente adquiridas”.16

En otro informe la misma ONG afirma: “El proyecto actual hace poco más que servir a los
intereses de los líderes paramilitares: no toca sus redes mafiosas ni el poder económico que
alimenta las actividades de sus grupos (…) Es un mal arreglo tanto para los colombianos
como para la comunidad internacional, y sienta un precedente desastroso parar
negociaciones futuras con otros grupos armados.”17

16
HUMAN RIGHTS WATCH. Las apariencias engañan. La desmovilización de los
grupos paramilitares en Colombia. Agosto de 2005. Vol. 17, Nº3 (B).
17
HUMAN RIGHTS WATCH. Proyecto deja intactas las estructuras paramilitares. Junio
15 de 2005.

13
En el mismo sentido se han pronunciado los críticos de la ley en Colombia. Un análisis de
la Fundación Ideas para la Paz, expone los desafíos que supone la implementación de la ley.
Muchas de las debilidades de esta persisten, sobre todo en materia de investigación,
verificación y reparación: “Sin duda el texto deja mucho que desear; y sin duda en la
negociación se perdió una oportunidad única para obligar el desmonte de aparatos
coercitivos ilegales e institucionalizar las regiones. Más que un ejercicio de construcción,
fue una transacción entre las partes”.18

Además del articulado de la ley de Justicia y Paz, el proceso con los paramilitares ha sido
objeto de fuertes críticas por la excesiva conducta discrecional del Gobierno Nacional a lo
largo de las negociaciones. Las filtraciones publicadas el 25 de septiembre por la revista
SEMANA sobre cómo negocia el gobierno con las autodefensas revelaron cómo la mafia se
estaba adueñando del paramilitarismo en Colombia. En el artículo Revelaciones Explosivas,
la revista divulga unas grabaciones en las que el presidente Álvaro Uribe ofrece a las
autodefensas usar la facultad discrecional para evitar la extradición y que sean juzgados por
la Corte Penal Internacional. Además, quedan en evidencia los graves problemas por las
deserciones de mandos medios y combatientes rasos y la creciente infiltración de la mafia
de la droga en todas las estructuras de los paramilitares. 19

Así las cosas, la desmovilización del paramilitarismo afronta serios retos. En primer lugar,
la clara identificación de los desmovilizados, vistas las numerosas franquicias paramilitares
compradas por narcotraficantes que buscan evitar su extradición a Estados Unidos. La
advertencia sobre la mimesis de los narcotraficantes, ha sido ya efectuada por el
Internacional Crisis Group en su más reciente informe:

“una propuesta que circula entre los paramilitares y los capos del narcotráfico
sugiere que estos últimos podrían pagar para volverse miembros de los primeros con
el fin de beneficiarse de las conversaciones con el gobierno y blanquear su pasado.
Se cree, aunque no está confirmado, que Gordo Lindo, Mejía Sierra, Arroyabe,
Macaco, Don Berna, Vanoy y otros de los participantes en las conversaciones con el
gobierno son narcotraficantes que se convirtieron en paramilitares pagando grandes
18
FUNDACION IDEAS PARA LA PAZ. Siguiendo el conflicto: hechos y análisis de la
semana. Número 18, Junio 24 de 2005.
19
Véase, “Revelaciones explosivas”, en Revista Semana, Nº 25 de septiembre de 2005.

14
sumas a las AUC por esta licencia. Así por ejemplo, Don Berna, que era desconocido
en 2001 cuando Castaño dejó su cargo por primera vez, se presentó como inspector
general de las AUC en 2002, justo cuando se iniciaron las negociaciones con el
gobierno.” 20

A la vez, varios congresistas y analistas aseguran que la ley de "justicia y paz", contiene un
"narco mico", es decir, una fisura legal que facilita que los narcotraficantes se presenten
como paramilitares y obtengan los beneficios que busca la ley para los combatientes que se
desmovilicen. Según los críticos, esto está dado por la posibilidad de incluir al
paramilitarismo como un delito político y gozar de los beneficios como rebaja de penas e
indulto, lo que podría llevar a tomar al narcotráfico como delito conexo al paramilitarismo.
En este sentido, ha resultado fundamental la discusión tendiente a definir qué es un delito
político, de manera que al hacerlo conexo, al hacer aplicable la ley, no se llegue a la
impunidad ni se utilice la definición de delito político para eximirse de pena en virtud del
narcotráfico.

De la mano de la identificación de los desmovilizados, se encuentra la necesidad de que la


ley asegure que los paramilitares confiesen la totalidad de sus crímenes, divulguen
información sobre la operación de los grupos y entreguen sus fortunas ilegales.

El segundo desafío es asegurar el futuro de las zonas abandonadas por los paramilitares,
frente a dos riesgos inminentes. De un lado, la persistencia de la influencia paramilitar
(ahora desmovilizada) y de otro, la ocupación por parte de las FARC aprovechando el vacío
institucional. El tercero se refiere al futuro de los desmovilizados. En este punto resulta
fundamental tomar con precaución propuestas como la de de involucrarlos en el Ejército.
Por otra parte, ya se han hecho evidentes las deficiencias del programa de reinserción del
gobierno a la hora de reincorporarlos a la vida civil sin que esto redunde en una absoluta
impunidad ni en el retorno de los desmovilizados a la vida criminal.

El cuarto desafío, y quizá el más complejo, es el desmonte definitivo del paramilitarismo,


más allá de la desmovilización simbólica de los ejércitos. Como ha sido demostrado por
diversas investigaciones, los miembros de las AUC han penetrado la política nacional y

20
INTERNATIONAL Crisis Group. Op. Cit, p.20

15
regional y la economía legal e ilegal.21 Gran parte de los defectos de la ley de Justicia y
Paz, consisten en el mantenimiento del poder económico y político de los paramilitares. De
ahí que resulte preponderante un tipo de desmovilización que garantice el
desmantelamiento definitivo del poder y estructura criminal de estos grupos, a partir de
medidas como el hallazgo y confiscación de sus fortunas, la investigación de sus fuentes de
financiamiento y el castigo de delitos como la extorsión y el soborno. Sobre este punto
volveremos más adelante.

2.2. La convalidación económica: contrarreforma agraria

Además de la convalidación legal agenciada por la Ley de Justicia y Paz, el


paramilitarismo ha logrado mantener e incluso acrecentar sus activos mediante el trafico de
drogas, los dedicadas al cultivo de coca o al uso como corredores estratégicos para la
movilización de armas, drogas y precursores químicos.

Como señala Carlos Medina Gallego, la contrareforma agraria del narcoparamilitarismo


surge a partir de la necesidad de efectuar un "lavado de las grandes cantidades de dinero" a
partir del "boom" cocainero del narcotráfico colombiano, de la prospección de grandes
yacimientos petrolíferos en diferentes regiones del país y de la necesidad por parte del
capital de implementar megaproyectos que permitieran articular geográfica y
económicamente al país. 22

Según cálculos del Incora, los narcotraficantes poseen el 48% de las mejores tierras del
país, mientras que el 68% de los propietarios (pequeños campesinos) sólo posee el 5,2% del
área. Por su parte, el PNUD y el DNE estiman que los narcotraficantes compraron tierras en

21
Sobre éste punto véase la investigación de Gustavo Duncan, investigador del CEDE de la Universidad de
los Andes titulada Los señores de la Guerra. Documento Cede, Universidad de los Andes. ENERO DE 2005.
Edición electrónica http://economia.uniandes.edu.co/~economia/archivos/temporal/d2005-02.pdf. Consultado
el 12 de Octubre de 2005. Ver también: El poder paramilitar, Bogotá, Fundación Seguridad y Democracia,
2005.
22
MEDINA Gallego, Carlos. El neoliberalismo, la cuestión agraria y el conflicto
social y armado en Colombia
febrero 2001.
http://www.nadir.org/nadir/initiativ/agp/free/colombia/neolib.htm .
Consultado Octubre 12 de 2005

16
409 de los 1.039 municipios del país y con un especial énfasis en los Departamentos del
Valle, Córdoba, Quindío, Risaralda y Antioquia.

Del mismo modo, un documento de la Contraloría titulado "La gestión de la Reforma


Agraria y el proceso de Incautación y Extinción de Bienes Rurales", sostiene que la compra
de tierras por parte de los narcotraficantes bordea el millón de hectáreas, equivalente a casi
el 3% del territorio nacional y a un 5% de las tierras potencialmente explotables.23

En efecto, "la concentración de tierras con recursos ilícitos o mediante medios violentos ha
contribuido a la crisis agrícola y social del campo, a más de agudizar desde el punto de
vista político, el carácter señorial y dominante de la gran propiedad rural". Se trata según
Flórez Enciso, vicecontralor delegado, de "una de las más grandes operaciones de lavado de
dineros del narcotráfico, y posiblemente del secuestro y la extorsión.”

Según advierte el informe, de no contenerse este fenómeno mediante una acelerada


extensión del dominio, el mapa político del país se orientará hacia una estructura autoritaria
en los niveles locales y regionales, que se reflejará más temprano que tarde en el nivel
nacional. Sin embargo, pese a la precariedad del panorama descrito, el Estado ha sido
incapaz de utilizar la figura de la extinción de dominio para compensar la concentración de
la propiedad de la tierra agrícola. De las 150.000 hectáreas que se propuso entregar este
gobierno a los campesinos -110 de las cuales provendrían de la extinción de dominio-, sólo
se han adjudicado 5.000, esto es, menos del 5% de la meta propuesta

Mediante la compra ilegal de tierras, el sometimiento de las comunidades campesinas y la


cooptación de las élites locales en buena parte del país, el narcotráfico ha conseguido
debilitar las instituciones y cooptar sus propósitos de interés general y beneficio público;
en una mimesis paramilitar que se ve legitimada por los actuales procesos de
desmovilización.

23
CONTRALORÍA DELEGADA para el Sector Defensa, Justicia y Seguridad La
Gestión de la Reforma Agraria y el proceso de incautación y extinción de bienes
rurales.
http://semana2.terra.com.co/imagesSemana/documentos/Bienesruralesfor
ofinal11_20050614.doc. Consultada el 12 de Octubre de 2005

17
Con todo esto, como afirma Mauricio García, “en muchas regiones del país nos dirigimos
hacia la consolidación de un proyecto de sociedad gansteril nunca antes visto. Un proyecto
enquistado y difícil de exterminar, ideado por una combinación oscura y poderosa de
hacendados, paramilitares, narcotraficantes y políticos locales, todos ellos envalentonados
por un discurso presidencial anti-guerrillero.” 24

2.3. La convalidación política: la cooptación de las élites

El concepto de elite se ha transformado a lo largo de la historia adquiriendo diversas


acepciones. Los teóricos clásicos de las elites, Mosca, Pareto y Michels, compartían una
visión caracterizada por el cuestionamiento al Estado democrático ( y aún el socialista)
como garante de la igualdad social, hecho que hacía posible la imposición del poder de una
pequeña minoría sobre el resto de la sociedad. Se configura así la oposición entre elites
dirigentes y masas dirigidas como presupuesto para el análisis de las relaciones sociales y
políticas.

La dicotomía elite gobernante- masa dirigida expuesta por Pareto y Mosca no exteriorizaba
sin embargo la diferenciación de la sociedad en toda su dimensión, hecho que ha generado
el que en las últimas décadas se haya extendido toda una controversia sobre la
configuración de la estructura de poder en las sociedades industriales modernas. Como
tema central de la polémica está el saber si dichas sociedades están regidas por una elite
dominante que controla los principales mecanismos de poder o por una pluralidad de elites,
cuyo poder e influencia están en competencia. El debate contemporáneo se definirá así
entre los partidarios de la “elite en el poder” y el establishment y los teóricos del
“pluralismo político” y el equilibrio de poderes.

24
GARCÍA Villegas, Mauricio Contrarreforma Agraria, en Revista Semana, Bogotá,
Julio 03 de 2005.

18
En la actualidad los estudios en teorías de elites se encuentran orientados al análisis de las
redes de relaciones que existen entre sus miembros. De allí que el concepto de estructura
ocupe un lugar fundamental, al indicar cómo el accionar de estos miembros se desarrolla en
relación directa con las instituciones cumpliendo funciones de integración, dominación y
representación de los intereses sociales. Amparándose en el Estado y la sociedad, las elites
se manifiestan como expresión de una estructura de poder con una duración determinada y
no como objetos aislados que ejercen el poder desde el vacío. En este trabajo tendremos
presente la importancia de considerar la intersección de relaciones entre diferentes
posiciones de elites así como la movilidad que tiene lugar al interior de cada una de estas,
como paso primordial para la evaluación de su influencia en la configuración institucional y
la toma de decisiones públicamente relevantes.

Gran parte del mantenimiento del negocio del narcotráfico tiene su base en la realización de
alianzas coyunturales con las elites políticas, económicas y armadas (ilegales). La industria
ilegal requiere tanto la participación de “campesinos, químicos, varios tipos de
proveedores, vendedores e intermediarios, pilotos, abogados, asesores financieros y
fiscales, capataces, guardaespaldas, testaferros y contrabandistas; como el apoyo de redes
que incluyen a “políticos, policías, guerrilleros, paramilitares, miembros del ejército,
empleados oficiales, banqueros, parientes leales, compañeros de infancia y otros; los cuales
se benefician de la industria, la toleran o dan protección a sus miembros pero no forman
parte directa de ella”. Se trata, en el caso de estas ultimas de un fenómeno que auspicia el
que la industria ilegal penetre y corrompa las instituciones políticas y sociales, en las
formas que ya conocemos, permitiendo que los ingresos ilegales se distribuyan e irriguen
hacia el resto de la sociedad formando lazos de la lealtad entre esta y las organizaciones
narcotraficantes.25

La relación entre paramilitarismo y narcotráfico es un tema ya tratado en diferentes


trabajos. En Los Señores de la Guerra, Gustavo Duncan sostiene que “la irrupción masiva
de redes mafiosas en las ciudades sólo ha sido posible por el apoyo logístico, militar y
financiero recibido por los jefes de las autodefensas desde el campo.” Durante la última
década, los ejércitos paramilitares han sufrido una expansión geográfica sin precedentes

25
THOUMI, Francisco. El Imperio de la Droga. Op. Cit., pp. 125-126

19
que los ha llevado a convertirse en parte importante de la estructura de poder político en las
zonas semiurbanas y rurales del país. “En los municipios de Colombia donde ejercen su
dominio, los jefes de las autodefensas regulan y extraen tributos a las transacciones
económicas, amenazan y protegen a las comunidades, moldean la justicia y el orden
político de acuerdo a su conveniencia, y poseen el control, y por consiguiente las mayores
ganancias, del tráfico de drogas.” 26

Existe un segundo fenómeno alrededor del narco-paramilitarismo. Se trata de la


infiltración de redes mafiosas desde las zonas semiurbanas y rurales de las autodefensas
hacia las ciudades más grandes de Colombia, y como logro de un nivel superior, la
apropiación del poder político en las ciudades. La infiltración de los cargos de elección
popular (alcaldías y concejos) genera enormes ganancias producto de la corrupción en la
contratación pública, la impunidad frente a las instituciones del Estado y la capacidad de
crear una red clientelista propia.

Las causas de esta creciente infiltración paramilitar son las mismas de la mayoría de males
del país: la debilidad del Estado, la democracia deslegitimada por un sistema político
clientelista que termina sirviendo a los intereses de unos pocos y la eterna impunidad
reinante. El clientelismo armado es el método usado por los paramilitares para acceder al
poder político regional. Paradójicamente, anuncia Duncan, “es la debilidad económica de la
clase política tradicional una de las principales causas de la infiltración de las redes
mafiosas en las ciudades. Bajo un grado mínimo de modernización del sistema económico
de una ciudad y de un tamaño de población con acceso a servicios del Estado sin necesidad
de mediación clientelista, la mayor riqueza de los políticos locales para financiar
unacampaña electoral incidirá en un menor riesgo de infiltración mafiosa en el gobierno.”

Según Duncan, “tras los intereses de una nueva élite de señores de la guerra está la tensión
entre fuerzas urbanas que pretenden construir una sociedad regida por principios
democráticos con un capitalismo moderno versus fuerzas rurales que quieren dispersar el
26
DUNCAN, Gustavo. Del campo a la ciudad en Colombia. La infiltración urbana de
los señores de la guerra. Documento Cede, Universidad de los Andes. ENERO DE
2005. Edición electrónica
http://economia.uniandes.edu.co/~economia/archivos/temporal/d2005-02.pdf.
Consultado el 12 de Octubre de 2005.

20
poder del Estado para construir gobiernos regionales basados en la inmunidad de empresas
criminales. En el nuevo contexto de la disputa por la configuración del Estado, la
connotación de lo del campo deja de estar vinculada a la imagen tradicional de economías y
sociedades campesinas. Ahora se trata de las áreas de influencia de municipios e incluso
ciudades intermedias que de la mano de su historia rural han experimentado procesos de
urbanización y terciarización de la economía, en gran parte gracias a los excedentes del
narcotráfico.”

Los paramilitares se están infiltrando en la política regional, en negocios legales e ilegales y


están monopolizando bandas criminales. El mismo
Ernesto Báez, comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), lo declaró
recientemente en la cadena Super: "En un acto de honestidad con el pueblo colombiano,
quiero decir que las AUC intervienen directamente en política". Jorge Cuarenta, otro
poderoso jefe paramilitar, ha reconocido también públicamente que la alcaldía de Riohacha
le desviaba recursos oficiales de las Aseguradoras de Riesgo en Salud (ARS), el régimen
subsidiado de salud de los más pobres. Y en Medellín hay grafitos en las paredes que
agradecen a Adolfo Paz, otro de los hombres fuertes de Ralito, la nueva paz de Medellín.

El principal objetivo del proyecto urbano de los 'señores de la guerra' es "producir fortunas
sin precedentes que puedan trasladarse en líquido hasta las zonas rurales" y a la vez
"construir gobiernos regionales basados en la inmunidad de empresas criminales". El grado
de infiltración de estos señores de la guerra varía de ciudad a ciudad y puede ir desde el
control de las bandas criminales hasta la incursión en la política nacional, pasando por la
regulación de ciertas actividades económicas.

Su entrada a las ciudades se da por lo general a través de los barrios marginales, donde la
presencia del Estado es endeble y la prestación de los servicios públicos es insuficiente.
Con esto las autodefensas ganan la legitimidad suficiente para organizar a las comunidades:
dan directrices políticas a algunos líderes de acción comunal, conforman grupos de
vigilancia con jóvenes, deciden pleitos, regulan ciertos aspectos morales del barrio.

21
Para lavar el dinero también han incursionado en la economía lícita. Sobre todo cómo
árbitros de aquellos sectores que por estar entre lo legal y lo informal necesitan de alguien
fuerte que haga cumplir los contratos. El máximo nivel de infiltración en las ciudades
aparece cuando logran corromper a algunos funcionarios judiciales, de seguridad o del
gobierno local. Llegando al corazón del poder 'los señores de la guerra' garantizan
impunidad para sus negocios, información de primera mano útil para su protección e
influencia sobre decisiones políticas que los afecten.

Esta penetración no es fácil. Pero la han ido logrando -por lo menos en las localidades y
crecientemente a nivel regional- al mejor estilo de los barones electorales tradicionales,
pero apoyándose en el poder de intimidación que les dan las armas.
Colombia está sufriendo un silencioso revolcón político. Las élites tradicionales de varias
regiones vienen siendo reemplazadas desde hace unos cinco años por nuevos barones
electorales respaldados por las autodefensas. "Los señores de la guerra, como nuevas élites
locales, suplantaron a la figura de los terratenientes y caciques políticos tradicionales".

3. La confrontación y marginamiento de la guerrilla bajo la etiqueta del


narcoterrorismo

Con los ataques del 11 de septiembre se ha producido un giro en el discurso de las políticas
de seguridad de Estados Unidos y Colombia en clave de lucha antiterrorista. La estrategia
que combina política de seguridad y política antinarcóticos adelantada por Uribe, sigue esta
perspectiva y profundiza lo emprendido en el gobierno Pastrana a través del Plan Colombia
para fortalecer las fuerzas armadas y la policía y lanzar un ambicioso programa de
fumigación aérea de las plantaciones de coca. Esto ha redundado en una explicación de la
situación colombiana en términos de “una amenaza narco-terrorista contra un Estado
democrático”. 27

La simbiosis narcotráfico- terrorismo se basa en dos supuestos fundamentales. En primer


lugar, que el control de la oferta, esto es, de los cultivos ilícitos, es el medio más efectivo

27
Véase el discurso ante el Consejo Permanente de la OEA en Washington el 25 de
marzo de 2004.

22
para acabar con el narcotráfico: “si no hay cultivos de drogas para cosechar, no podrán
ingresar ni cocaína ni heroína a la cadena de distribución”. 28 En segundo lugar, que como
los grupos armados dependen importantemente del negocio de la droga, si se lucha contra
este y se elimina, las finanzas de estos grupos se verían mermadas y con esto su pie de
fuerza, condición que facilitaría una eventual negociación.

Si bien desde 1997, las FARC y el ELN figuran dentro del listado de organizaciones
terroristas internacionales del Departamento de Estado norteamericano, y el 10 de
septiembre de 2001 fueron incluidos los paramilitares, el nuevo enfoque de la política de
seguridad simplifica peligrosamente las dimensiones de un conflicto de mas de cuarenta
años y obstaculiza sus posibles salidas.

Este desconocimiento del conflicto ha sido visto con problemas en la comunidad


internacional, tal como lo reseñó el Informe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas
para los Derechos Humanos sobre Colombia de 2004: "Esta nueva caracterización de la
problemática existente desde hace varias décadas en el país puede prestarse a confusiones y
problemas en varios campos, desde los datos estadísticos hasta las políticas públicas,
incluyendo la aplicación con rigor del derecho internacional humanitario", señala el
informe. La diferencia de términos utilizada por el gobierno aumentó las críticas, pues
pocos entienden cómo el gobierno intenta convertir al paramilitarismo en delito político,
mientras niega la existencia del "conflicto".

Los acercamientos entre el Gobierno nacional y el ELN han estado hasta el momento
marcados por la incertidumbre y la inestabilidad. Si bien el ELN ha mantenido contactos
persistentes con los últimos tres gobiernos, hasta el momento no se ha logrado formalizar
un proceso de diálogo con ninguno de ellos. Por ello, pareciera haber la sensación de que
con el ELN se han hecho muchas negociaciones que nunca han dado ningún resultado: la
realidad es que nunca se ha dado un proceso de diálogo formal entre Gobierno Nacional y

28
Internacional Narcotics Control Strategy Report, 2003. Bureau for Internacional
narcotics and Law enforcement Affaires. Departamento de Estado de los Estados
Unidos. Washington marzo de 2004.

23
ELN, a diferencia de otras organizaciones guerrilleras que sí han tenido varias experiencias
en ese sentido.29

Por lo anterior, podríamos decir que si las cosas funcionan en estos nuevos acercamientos,
por primera vez tendríamos la experiencia de tener al ELN sentado en una mesa de
conversaciones con una delegación del Gobierno Nacional. No obstante una atmósfera de
escepticismo rodea no solo a analistas y ciudadanos sino también a la dirigencia del ELN.

El ELN ha expuesto en dos documentos los obstáculos que impiden llegar a un proceso de
paz con el actual gobierno, y la importancia de adelantar un proceso de consultas con
sectores de la sociedad colombiana a propósito de los mismos. Entre estos destacan
(completar)

CONCLUSION

La relación entre conflicto y narcotráfico merece ser estimada en el contexto amplio de un


conflicto armado histórico y no en los términos simplistas de una amenaza narcoterrorista.
Así, la situación deja de resolverse en los términos propuestos por la actual administración
si se tiene en cuenta que, tanto en el caso de las FARC como en el del ELN, el dinero
obtenido por la droga todavía parece ser más un medio para conseguir un fin y no un fin en
si mismo.

La ideología política, si bien más débil y ambigua que antes, define las metas estratégicas
del ELN y probablemente también las de las FARC, por consiguiente, incluso si se les
cortan los altos ingresos por droga del pasado, todo parece indicar que el conflicto puede
seguir. La estrategia de Bogotá y Washington de combatir los grupos armados como
narcoterroristas, por útil que sea para fines propagandísticos, simplifica en exceso la
situación y propicia un enfoque tan autolimitante que se vuelve contraproducente. Se
requiere una estrategia de seguridad efectiva que debilite las opciones militares de los
grupos armados, pero también se necesita un programa de desarrollo social y económico de

La única vez que el ELN estuvo en una mesa de conversaciones formalmente fue en
29

Caracas y Tlaxcala (1991-92), pero como parte de la Coordinadora Guerrillera Simón


Bolívar, que en ese momento dialogaba con el gobierno de César Gaviria

24
amplio alcance que menoscabe su argumentación ideológica y, por ende, ayude a generar
un contexto en el que se puedas poner fin al conflicto.

Con lo anterior no desconocemos que las posibilidades de poner fin al conflicto en


Colombia aumentarían considerablemente si se diera solución el problema de la droga,
solución que en nuestro concepto no se reduce a un control de la oferta, como lo aducen las
actuales políticas antinarcóticos sino que debe enfocarse también a la demanda creciente de
drogas en los grandes centros de consumo en Estados Unidos y Europa.

Los obstáculos presentados en el actual proceso con las AUC, deben servir de experiencia
para futuras desmovilizaciones. En primer lugar, para dejar en claro que el narcotráfico,
como los crímenes atroces, no es materia de negociación, si es que se quiere lograr un
proceso apegado a los principios del Estado de derecho. En segundo lugar, que debe darse
un debate que aclare las condiciones bajo las cuales un grupo armado ilegal puede llegar a
ser considerado con estatus político, de tal forma que, ni se desconozcan las
reivindicaciones políticas e ideológicas de algunos sectores, ni se aliente la formalización
del paramilitarismo como actividad política

Con respecto a la relación entre elites y narcotráfico baste decir en este escrito que gran
parte del mantenimiento y perpetuación del fenómeno del narcotráfico en Colombia se
explica en su posibilidad de obtener el respaldo y/o agenciamiento de algunas elites
políticas, armadas y sociales cuya naturaleza es preciso describir en un trabajo futuro. Pero
además merece la pena preguntarse si las dinámicas subyacentes a las organizaciones
narcotraficantes, y las cúpulas guerrilleras y paramilitares, su capacidad para hacer
resonancia en el sistema político, transmitir, integrar y representar intereses, no puede
hacerlos susceptibles de ser analizados como élites o, siguiendo la lógica del establisment,
como contraélites.

BIBLIOGRAFIA

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27

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