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o Introduccién das las sociedades que tienen ejército sostienen la creen- cia de que hay cosas més valiosas que la vida misma. Lo ‘inico que varia es qué es es0 que se valora tanto. En épocas ante- rores, las guerras se lbraban por causes que hoy dia parecen in- comprensiblemente triviales. En Europa, por ejemplo, se movili- zabanejécitos en nombre de la defensa de rituaes religiososo del honor caballeresco, Momentos antes de la Batalla de Hastings, Guillermo de Normandia exhorts a sus tropas a vengar el derra- :mamiento de «sangre noble» (Anénimo, 1916). En la relacibn de prioridades de nuestros dias, combatir por semejantes asuntos parece propio de sbérbaros»o, lo que es atin peor, «medieval, Las ‘grandes causas por las que se debe derramar la sangre moderna son stints, asi como la magnitud del cerramamiento de sangre. Como escribié Isaiah Berlin, ca estas altura, es un melancélico Jogar comin que ningiin siglo ha visto una matanza tan continua day despiadada de unos seres humanos por otros como el nues- tro» (199%, 175, 167)" Buena parte de todas estas matanzas se ha Ievado a cabo en nombre de la nacién, ya sea para obtener la independencia nacional, para defender una invasién de teritorio nacional o para preservar el principio mismo de nacionalidad, " Encased nme de pigina del ebicin ep (ad) nen a bibliografa, ‘Hace mis de novecientos ais, el duque Guillermo no mencion6 ‘ningun de estos motivos en la costa meridional de Inglaterra Laretérica dea vispera de a batalla resulta siempre reveladora, puesto que el drigente recordard asus partidarios por que se les equiete el mas supremo delos sacrfcios. Cuando, desde el Despa- cho Oval de a Casa Blanca, el presidente George Bush anunci el comienco de guerra del Goto, expres6 la opinién correspondien- ‘acerca del sacifcio que se pedia en nuestro tiempo: se habian realizado «todos fos esfuerzos razonables para alcanzar una solu- «én pacfican,aceptar la pazen ese momento seria menos razons- ble que declrar la guerra. «Mientras el mundo espera —afirmaba Bush-— Saddam Hussein viol, saquea y expoliasstemiticamente 8 una pequeia nacin que no representa ninguna amenaza para la suya» No era alos individuos a quienes se habia violado o saques- do Era algo mucho mas importante une nacién, El presidente no hhablaba tnicamente en nombre de su propia nacién, Estados Uni- dos, sino que Estados Unidos hablaba en nombre del mundo entero: «Se nos presenta Ia oportunidad de frjar para nosotros y para ls futuras generaciones un nuevo orden mundial, un mundo en el que {que sj a conducta de las naciones sea el immpero dela ley, yn0 lay de la sevae, Ese nuevo orden «no permitiré que ninguna n cin ataque brutalmente a su vecina» (George Bush, x6 de enero de 199% reproducido en Sify y Cerf, 199, 38-14). El orden moral al que Bush aludia era un orden de naciones. Seguin ese nuevo orden mundial parece que las naciones iban a quedar protegidas de sus vecinas, que también serian naciones. ‘Como siempre, lo mis revelador era lo que no se deci, Bush no justifies por qué el concepto de nacién era tan important, ni por ‘qué protegerls requeri el mayor de os sacrificios. Daba por sen- tado que su pablico se daria cuenta de que para afiemar el scro- santo principio de la nacionaidad era necesario que ls naciones dleclararan la guerra a una nacién que, asu vez, habia querido climinara otra nacién, Al final del discursocité palabras de slda- dos «dea pie. Un teniente general de los marines habia dicho que sale pena nbat ports cosas pore] 9 nos gustaria ‘vie [en un mundo] en el que no se ponga freno ala atrocidat Ia impunidad. : _ ‘Bush sabia muy bien cémo era el piblico al que se rig. Al Jgual que en ocasiones anteriores, una acién militar audaz contra tun enemigoextranjero iba a reportar poptlaridad @ un presidente estadounidense (Bowen, 1989; Brody, 1991: Sigelman y Conover, 1961). Durantelacampata militarls sondeos de opinidn indcaban _quela«tasa de popularidads habia subido como la espuma pasando cde un mediocre 50 por cento hasta alcanzar la cifarécord de cast, ‘un 0 por cient (Krosnick y Brannon, 1993) En Estados Unidos ‘oposicin ala guerra fue minima yla prensa fella calficé de anti- patridtica (Hackett y Zhao, 1994; Halln, 1994), Una vers grabadia ‘el himno nacional escalé hasta fo mis alto de las listas de Exitos ‘musicales. En as calles se vendian camisetas y gorra con ernblemas ‘atriticos. En todos los lugares del mundo, los sondeos mostraban ‘que se podia estar seguro de que la opinién pibica occidental apo- ‘yabaalacoalcin (Taylor PM, 1992). El periédico de mayor trada de Gran Bretaa, The Sun salié alos quioscos con una portada a todo color en la que se vefa una bandera brténica con el rosto de ‘un soldado en el centro: invitabaaloslectores a colocar el cartel en Jos cristales de las ventanas de sus cases. ‘Alcabo de unas semanas el enemigo se habia rendido.El27 de febrero de 1991, Bush hablando de nuevo desde ef Despacho Oval, proclamaba la victoria, Habl6 de banderas: «ste noche, la ban era kuwaitiondea de nuevo en la capital de una nacién libre y soberana yla bandera estadounidense corona nuestra embejada>. ‘Tal vez mutieran un cuarto de millon de iragules, entre civiles imiltares.Jamés se conocers la cifra exacta, Occidente no conta~ Dilizabe sus victimas, solo disfrutaba de la victoria, La bandera ‘estadounidense ondeaba con orgulo Este episodio ilustrala rapidez con la que se puede movilizar la ‘opinibn publica de los paises oceidentales con una guerra de ban- deras en nombre de la nacionalidad. Nueve afos antes seh realizado un ensayo a menor escala. En 1982 la junta militar ar- gentina habia enviado un ejército para que se apoderara de unas Islas del sur del Atlanico que ella llamabe «Malvinas, pero cuyos habitantes y gobierno briténicos denominaban sisls Falkland». ‘Como sucediera en Ia guerra del Golfo, se decia que estaba en jue- go el principio mismo de nacionalidad, Ambos bandos afirmaban 8 {que las islas les perteneclan por derecho yen ambos casos, las sfrmactones se realizaban con un amplio zespaldo popular. E13 de ‘mayo de ese ao, cuando debatia sobre la crisis, la Cémara de los ‘Comunes britinicaaprobé casi por unanimidad instara la primera rministra, Margaret Thatcher, a que adoptara uma medida resoluti- va, De ese mismo espirtu se imbuyé hasta Michael Foot, el Hider de i oposicion de Partido Laboristay antiniltarista de toda la vida, Declaré que estaba en juego algo ms que el deseo de unos . Ylo mas importante: esta conciencia presenta el «mundo de lasnaciones» como un orden moral natural», Esta forme de ima- ginarnos a wnosotros», a «ellos», a las patrias y demés debe de Hlevarse a cabo de forma ordinaria y automiética, Sin embargo, también suministra un complejo modo de habla del mundo, El nacionalismo no es una ideologia encerrada en s{ misma, como Ja perspectiva etnocéntrica anterior a la era moderna. Es una {deologia internacional, con un discurso propio sobre la hegemo- nia. Asi, cuando los presidentes estadounidenses defienden sus intereses nacionales pueden afirmar ser portavoces de intereses universales, o del orden mundial en su conjunto. La vor del na- cionalismo es capa de utilizar sla sintaxis de la hegemoniar, que reivindica una «identided de identidades», Como en las democracias occdentales consolidadas el nai nalismo se ha vuelto banal, la nacionalidad se debe enarbolar con- tinuamente. En el capitulo 5 se examina cl exteemo hasta el cual se produce ese enarbolamiento, asi como los medios discursivos con Jos que se leva a cabo, La politica democritica se fandamenta en las instituciones de la nacionalidad. Para aleanzar un cargo pil 0, los politicos tratan de dirigirse a la nacién, Como en nuestra <ép0ca los politicos se han convertdoen celebridades, sus palabras, ‘que suelen reproduc los estereotipos de la nacionalidad, aparecen ‘eferidas continuamente en los medios de comunicacién. By Los politicos no constitayen el tinico cauce por el que se enar- bola banalmente la nacionalidad. A modo de estudio de casos ilustrativo,el capitulo 5 también analiza la prensa diara bitinica centrindose en un dia en particular, escogido al azar. Todos los petiddicos, ya se trate de cabeceras sensacionalistas o de diarios rigurosos, de izquierdas o de derechas, se dirigen a sus lectores cen tanto que miembros de la naci6n, Presentan las noticias dan- do por supuesta la existencia del mundo de las naciones. Utilizan ‘una edeizis»rutinaria que apunta continuamente ala patria na- cional como hogar de los lectores. La letra pequeda, a la que se pasa por alto con frecuencia, es un elemento fundamental de esta deixis rutinaria de la patria, Este capitulo también presta especial atenci6n alas paginas de deportes, que, da tras dia, nos invitan a enosotross, los lectores, a respaldar la causa nacional. Quienes leen las paginas deportivas son en su mayoria hombres yo hacen por placer. A esas péginas se las puede considerar ‘ensayos banales para los momentos extraordinarios de crisis, ‘cuando el Estado apela a su ciudadania, en especial a la ciuda. ddanfa masculina, para que realice sacrifcios definitivos por la causa de la nacionalidad, Un tema importantisimo en esta obra es que las nociones de nacionalidad estén profundamente arraigadas en ls formas de pen: sar contemporaneas. Hay analistas que sostienen en la actuali- dad que el estado-nacién pertenecea a era moderna y que en el ‘mundo globalizado y posmoderno esté quedando superado, Si fuera ese el caso, el nacionalismo banal seria una ideologia en vias de extincion y la politica de la identidad estarfa susttuyendo aa Vieja politica dela nacionalidad. Esta tesis se analiza citica- ‘mente en el capitulo 6. No solo algunas teorias de la posmoder: nidad presuponen a menudo la existencia de la nacionalidad, sino que buena parte de los fenémenos que se aducen como indicadores del fn de las naciones revela en si misma el predo- minio sostenido de las presuposiciones nacionalistas. Se da una paradoja fundamental: las teorlas de la identidad nacional y de Ja posmodernidad que afirman el declive del estado-nacién es- tin siendo formuladas en una época en la que una nacién muy poderosa, Estados Unidos de América, puja por la hegemonia » flobal. La propia cultura global tiene una dimensién nacional, pues los simbolos de Estados Unidos aparecen como simbolos ‘oniversales. ‘EL nacionalismo banal no se debe circunscribir las paginas deportivas, ni a los estereotipos banales que muestran a los poli ticos pidiendo el voto. Esta mucho mas generalizado, Cuenta in

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