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EUROPA Y LA PRIMERA

GUERRA DE ALGORITMOS
Andrea Bajani
Traducción de Carlos Gumpert

E n 1997, W. G. Sebald pronunció en Zúrich algunas memorables con-


ferencias sobre el tema “Guerra aérea y literatura”. Se trataba, en
esencia, de lecciones de poética y de reflexión sobre el estado de la lite-
ratura alemana después de la Segunda Guerra Mundial. Los textos de
las conferencias, reelaborados posteriormente, fueron publicados en
un volumen que sigue siendo hoy en día una de las cimas de la obra de
Sebald y uno de los intentos más asombrosos de establecer un nexo
entre los despropósitos del siglo xx y las obras producidas por los es-
critores. El siglo breve, como lo llamó Hobsbawm, había abierto de par
en par preguntas abismales, y los artistas articularon a su vez ulterio-
res preguntas, cada uno a su manera. Adorno llegó a decir de una vez por
todas que era imposible escribir poesía después de Auschwitz, pero
fueron muchos, desde Paul Celan a Primo Levi, afortunadamente, los
que no le hicieron caso. Grabaron sus palabras en el cuerpo de la His-
toria, y la Historia, como es natural, sangró.
Sebald era un escritor y no un historiador. Lo que significa que su
descripción, y antes incluso su método, pasaba a través de la decepción
de las expectativas. Los escritores tratan de sabotear la versión del
mundo tal como les viene entregada. Toda obra literaria es un mundo
que se devuelve irreconocible a los hombres: provoca la desorientación
en el lector, que de repente se encuentra desprovisto de esa peculiar
ciudadanía conferida por los automatismos. O por la costumbre; o por
los estereotipos; o por la propaganda. Por esta razón, todo escritor aten-

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ta contra el orden establecido, como bien sa- nes y medio de viviendas fueron destruidas, que
bía Roberto Bolaño, que describió a los poetas al terminar la guerra había siete millones y me-
como matones que siembran el pánico por las dio de personas sin hogar. Alemania había co-
calles de la ciudad. Pero no es necesario ha- metido una abominación, sin duda; sin embargo,
ber leído a Roberto Bolaño para confeccionar dijo Sebald, también había sufrido una operación
artilugios literarios. En la literatura, podría de- de aniquilación sin precedente en la Historia.
cirse, el sabotaje es un gesto natural. La his-
toria de la literatura está repleta de ellos. Basta ¿Qué pretendía decir Sebald al enumerar
mencionar algunos nombres representativos los daños provocados por los bombardeos?
de una manera u otra: Pasternak, Pasolini, ¿Pretendía acaso rehabilitar a Alemania de
Céline, Ezra Pound: la cárcel o el manicomio una condena unilateral de la Historia? Y, so-
certifican lo irreconciliable de dos estatutos bre todo, ¿qué tenía que ver todo eso con las
contrapuestos. El suicidio es, desde siempre, lecciones de poética impartidas a los suizos?
la otra opción trágicamente sintomática. Sebald no tarda mucho en llegar a lo que real-
Aunque aparentemente se mantenga ale- mente le interesa, cuando escribe que de tanta
jado de los peligros antes mencionados, Se- destrucción no ha quedado rastro en la ree-
bald, con sus lecciones zuriquesas, realiza un laboración que los alemanes han hecho de su
gesto análogamente valeroso. Recordémoslo: pasado. ¿Tal vez a causa de un sentimiento de
era un escritor alemán, nació cuando la Se- culpa colectivo? No, en absoluto. Por el con-
gunda Guerra Mundial todavía estaba en cur- trario, paradójicamente, como una afirmación
so, e introducía la palabra en las llagas de la de potencia: “La destrucción total no parece
Historia. El mea culpa, en Alemania, era un el horroroso final de una aberración colectiva,
acto obligado: entre todas las vergüenzas, el sino, por decirlo así, el primer peldaño de una
Holocausto era la más monumental. Por lo tan- eficaz reconstrucción”. Los alemanes quieren
to, hubiera sido, si no obvio, por lo menos na- demostrar que volverán a ser los más fuertes:
tural orientarse en esa dirección, reprobar a voluntad de poder en estado puro. ¿Y los es-
Alemania, abjurar en cuanto alemán del más critores? En el fondo, ésa es la pregunta que,
gigantesco de los desastres de la historia. como escritor, le interesa realmente a Sebald.
W. G. Sebald prefirió encaminarse en direc- Es ahí adonde quiere ir a parar. Y los escrito-
ción contraria: se concentró en Alemania como res, dice sin rodeos, han optado por el silen-
víctima de una operación, nunca antes vista, cio. Y con su silencio, se han puesto al servicio
de destrucción por parte de los aliados. de una nueva ideología nacional.

Sólo la Royal Air Force —escribió— arrojó un Para la abrumadora mayoría de los literatos
millón de toneladas de bombas sobre el terri- que permanecieron en Alemania durante el Ter-
torio enemigo, que de las 131 ciudades atacadas, cer Reich, redefinir la comprensión de sí mis-
en parte sólo una vez y en parte repetidas ve- mos era una cuestión más urgente que descri-
ces, algunas quedaron casi totalmente arrasa- bir las auténticas condiciones que los rodeaban
das, que unos 600,000 civiles fueron víctimas después de 1945.
de la guerra aérea en Alemania, que tres millo-

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Es una operación, por así decirlo, de pro- Lo cual, formulado de esa manera, se parece
paganda: Alemania tenía que resurgir de sus a la que el propio Eric Hobsbawm, en la se-
propias cenizas, y los escritores, lejos de sabo­ gunda mitad del siglo pasado, llamó la “in-
tear la operación, prestaron sus plumas para vención de la tradición”. Porque la historia
la reconstrucción nacional. Sebald acompa- es un valor de cambio, y cuando una persona
ña el texto con fotografías que representan carece de ella, parece estratégico proporcio-
ciudades completamente arrasadas, para que, narle una que se le pueda injertar. Y lo mismo
al contrario, el “mundo real” sea visible, los vale para un producto culinario que ha de
escombros entren por los ojos de quien mira. volverse más “típico” para una ciudad al ob-
Después da un paso más, sirviéndose otra jeto de que el turismo empiece a hacer con-
vez del auxilio de las imágenes. Publica tar- fluir hacia ella importantes flujos de personas.
jetas postales que se remontan a los años Y vale evidentemente también para Euro-
posteriores a la Primera Guerra Mundial: pa, por más que Europa sea llamada también
representan pueblos que han vuelto a ser re- el Viejo Continente, es decir, aquel con más
construidos, complementados por pies de historia, o al menos con una historia más or-
foto en los que se dice más o menos: “Más ganizada. ¿Para qué inventar pues una histo-
bonito que antes”. ria nueva en beneficio de alguien que ya tiene
¿Y qué tiene todo esto que ver con Europa? una historia, que es estudiada por nuestros
A nosotros, los escritores, se nos pide a me- hijos en el colegio, y con la que es evaluada su
nudo nuestra intervención acerca del signifi- idoneidad para alcanzar o no un título? ¿De
cado de Europa, de su valor cultural, de su dónde surge entonces nuestra turbación, cada
identidad común, si es que existe alguna, y vez que alguien nos invita a conferir sobre
de sus perspectivas. Se nos pide, así como a este problema? ¿No bastan los historiadores,
otros trabajadores del pensamiento, que tra- los sociólogos, los antropólogos, los arqueó-
temos de definir el sustrato cultural europeo, logos incluso, para cumplir con ese cometi-
el patrimonio común, las posibles vías de de- do? ¿Para qué se requiere nuestra interven-
sarrollo, para hacer más evidente aún lo que ción, es decir, la intervención de expertos en la
Europa ya es. En otras palabras, y dicho con ficción para que un lugar se vuelva más real?
un exceso de síntesis, es el único continente en ¿A qué viene una disponibilidad, financiera
paz. Se nos pide, o al menos eso parece, que incluso, tan generosa por parte de organis-
hagamos de Europa un continente aún más mos supranacionales cuyo principal objetivo
consciente de sí mismo. Entre los trabajado- es reinventar un continente que existe ya des-
res del pensamiento, nosotros los escritores de hace tanto tiempo? ¿Para qué tanto dine-
desempeñamos un papel en cierto sentido más ro, tantas convocatorias, para descubrir lo que
estratégico: tenemos que amasar lo imagina- se almacena, de hecho, en los hangares de la
rio creando formas que puedan ser compar- historia? Creo que ésta es la pregunta más
tidas con otros. Como suele decirse en estos urgente que hay que plantearse.
años, a los escritores se nos pide que produz- Y es aquí donde vuelve en nuestra ayuda
camos una narración, porque sólo con una Sebald, que al terminar el milenio planteó una
narración nueva existirá realmente Europa. pregunta incómoda al Estado del que era ciu-

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Dresde después del bombardeo, 1945, imagen de archivo

dadano y a los escritores de los que era cole- pasa por las rendiciones y los tratados firma-
ga. Las fotografías que retratan las ciudades dos y legados.
destruidas nos afectan: esa Europa es nuestro Europa siempre ha sido un continente en
continente. Es nuestro continente, el mismo guerra: eso es lo que nos dicen las fotografías
en el que las fronteras han cambiado una in- de las ciudades alemanas bombardeadas. Fren­
finidad de veces, no sólo en el siglo pasado, te a esas fotos Sebald criticaba a la Alemania
sino también en el último milenio; y con cada de posguerra su voluntad de oponer a la con-
frontera que cambia, como bien sabemos, hay ciencia crítica la voluntad de poder, de impo-
cadáveres abandonados en las cunetas, viu- ner un futuro-a-toda-costa en lugar de echar
das endurecidas, huérfanos sin hogar y obli- cuentas realmente con el “mundo real que te-
gados a empezar desde cero. Aquello de lo que nemos a nuestro alrededor”, y a los escritores
Sebald hablaba en sus conferencias zurique- les reprocha que se hayan hecho portavoces
sas es un escenario que conocemos bien, ése de esa ideología, transformando en ficción una
que nuestros hijos, como ya he dicho hace un desaliñada mala fe. Pero es un hecho: la his-
momento, repiten de memoria, sin ser capa- toria de Europa es la de uno de los continen-
ces de calcular cuánto dolor hay dentro de tes más internamente belicosos del mundo.
una escisión, una anexión, una conquista que Sus Estados siempre han estado inmersos en

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Guerra en Siria, IHH Humanitarian Relief Foundation

luchas entre ellos, los muertos que han cau- do internamente belicoso, de una ferocidad
sado estos enfrentamientos están enterrados que acaso nunca antes se había visto. Sólo que
bajo nuestros prados, las fronteras son más las armas de reglamento han dado paso a los
confusas que las líneas de una mano. He dicho flujos financieros, los cañones a los diktat
que Europa es el continente más internamen- de los bancos centrales. Es una guerra in-
te belicoso del mundo, y no estoy seguro de visible, que pasa a través de códigos y algo-
ello. No soy un historiador, y si alguien nos su- ritmos; es digital, zumba en el interior de
pera en esta macabra clasificación, el lector los ordenadores, no levanta polvo, no exca-
sabrá perdonarme. Pero no es esa la cuestión. va trincheras. Europa, en esencia, sigue sien-
La cuestión es que se nos invita a hacer lo que do azotada por guerras internas, Estados
hicieron los alemanes después de la Segunda enteros se ven estrangulados, acorralados
Guerra Mundial. Es decir, a afirmar que es cier- por las tasas de in­t erés, por la deuda, por
to sin duda que hemos sido belicosos, pero que las cláusulas, por los acuerdos estipulados.
ahora vivimos en paz. Estamos invitados a Pero también lo invisible puede matar, y de
producir tarjetas postales como las que se pro- hecho esta guerra provoca muertes silencio-
dujeron en Alemania, con el letrero que las sas, aniquila capas enteras de la población,
acompañaba, “Más hermoso que antes”. Pode- refuerza el odio, em­puja a la guerra de to-
mos recibir dinero a cambio, porque la inven- dos contra todos. Mientras se nos anima a
ción de la tradición europea es un sector para inventar a sueldo un continente en paz, Eu-
el que la propia Europa no repara en gastos. ropa es un país en guerra: Alemania, Grecia,
En otros tiempos, a eso se le hubiera lla- Portugal, España, Italia, son países involu-
mado propaganda. crados en un conflicto atroz. Es una guerra
Como escritores, se nos invita a crear fic- de algoritmos, acaso más violenta aún. Bas-
ción con el presente, porque Europa siente ta con leer los periódicos y dar un nombre
más necesidad de redefinir su propia ima- a las cosas que suceden. Eso también lo ha-
gen que de representar el mundo real que cemos los escritores. Carecemos aún de la
la rodea. Que es un mundo que sigue sien- novela que nos relate esta historia.

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