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Es claro que nuestro mundo o el universo entero puede representase como un gran
sistema o como un conjunto de muchos sistemas (o subsistemas) que de una forma
u otra actúan y se interrelacionan unos con otros en medio de una realidad dinámica.
Existe entre ellos un continuo intercambio de energía y se llevan a cabo millares de
procesos de conversión. Fuerzas van y vienen. A las acciones se suceden las
reacciones que no sólo afectan al sistema sobre el cual se ejecuta la fuerza sino
que también sobre el sistema que la aplica y, más aún, sobre otros que,
aparentemente, nada parecían tener que ver con aquel sistema que reacciona. En
efecto, las acciones que toma el gobierno de un país repercuten, directa o
indirectamente en la conducta de otros países y regiones que, en principio,
parecerían totalmente aislados.
Un buen ejemplo lo encontramos actualmente en las repercusiones económicas que
surgen en diferentes países, especialmente europeos, cuando los Estados Unidos
deciden devaluar el dólar, o visto desde otro ángulo, las políticas económicas
desarrolladas por algún país europeo y seguidas por otros, terminan con la
devaluación del signo monetario de un país ubicado en otro continente.
Sin embargo, a pesar de toda esta enorme dinámica de fuerza, de acciones y
reacciones entre los diferentes sistemas, no existe un caos, sino un cierto orden y
equilibrio que dan más una impresión de avance suave que de cambios y avances
pronunciados (aunque conocemos perfectamente la existencia de un proceso
creciente de cambio).
Este fenómeno, es decir, la acción equilibrada de la totalidad frente a la gran
variabilidad que experimentan sus partes puede ser explicado a partir de dos
concepciones diferentes. Una de ellas es el aparente equilibrio del sistema según la
mecánica newtoniana y la otra es la teoría general de sistemas, especialmente
desde el punto de vista de la cibernética.
Explicando con las leyes de Newton
Al parecer aun son validas las leyes newtonianas. En efecto, Isaac Newton (1642 -
1727) definió varias leyes sobre el movimiento o mecánicas. La primera de ellas
señala que cada objeto o cuerpo persiste en un estado de descanso o inmóvil, o
con un movimiento uniforme en línea recta, a menos que sea forzado a cambiar de
este estado por fuerzas ejercidas contra él. Así, una bola en movimiento sobre una
superficie plana se mantendrá en movimiento, a menos que se ejerza alguna fuerza
que la lleve a un estado inerte (de hecho, esta fuerza es la producida por el roce o
la fricción de la bola con la superficie sobre la cual se desliza). A su vez, la bola
inerte seguirá en ese estado, a menos que se le aplique una fuerza que la lleve
nuevamente a su estado en movimiento.
Los movimientos de los astros en el universo, (la tierra por ejemplo) o el del mar
parecen conducirse de acuerdo con esta primera ley de Newton. Y estos sistemas
poseen la cualidad de mantenerse permanentemente en ese estado particular de
movimiento. En otras palabras, son sistemas que no sufren cambio.
Sin embargo, nuestra tierra está compuesta por millones de subsistemas que en
ningún momento parecen estar en un estado de quietud. Todo lo contrario. Hay
movimientos continuos de un estado a otro, de estados más simples a estados más
complejos. ¿Cómo entonces, se podría explicar esta aparente contradicción, es
decir, cómo puede mantenerse el planeta Tierra en una situación inerte (dentro de
su movimiento constante alrededor del sol) mientras dentro de él sus subsistemas
y las interacciones entre ellos surgen de continuos cambios de estado? Nuevamente
es Newton quien puede darnos la respuesta. En efecto, observamos cómo define
su tercera ley: A cada acción sigue una reacción igual: la acción mutua de dos
cuerpos, del uno sobre el otro es siempre igual y en dirección opuesta. Cuando uno
tira o empuja un cuerpo, también es tirado o empujado por ese objeto con una fuerza
equivalente.
Cuando presionamos una piedra con el dedo, el dedo es presionado por la piedra
con una fuerza igual. Cuando sostenemos un libro con nuestras manos este tiende
a bajar debido a la fuerza de gravedad. Para mantenerlo en esa misma posición,
debemos ejercer una fuerza exactamente igual y hacia arriba.
Esta ley de Newton ha dado origen al principio de acción-reacción que señala que
cada acción se encuentra acompañada por una o más reacciones, (este principio
es más conocido como de causa-efecto). Por lo tanto, si bien es cierto que los
diferentes subsistemas terrestres se mantienen en continuo movimiento, los
cambios que se producen entre los subsistemas se cancelan unos con otros,
permaneciendo así el sistema total (la Tierra) en equilibrio.
Quizá la idea que estamos tratando de desarrollar se explique mejor a través del
concepto de equilibrio estadístico.
Así, en general, podemos señalar que un sistema social (de todo tipo) se encuentra
en un equilibrio estadístico cuando en promedio sus condiciones internas
permanecen constantes, o cuando el todo permanece inmóvil durante el tiempo.
Sin embargo, esta estabilidad está lejos de ser una condición feliz o estadística. Más
bien este equilibrio representa un tenue balance entre los ciclos hacia arriba y hacia
abajo, entre la vida y la muerte, entre las acciones y las reacciones que representan
la conducta característica de los subsistemas que conforman al sistema en
particular.
La explicación de la Teoría General de Sistemas
Se puede observar que existe una gran variabilidad en el medio y una constancia
en el cuerpo. El mecanismo que permite que esto suceda es el denominado
"homeóstato" (derivado de homeóstasis). En otras palabras, a medida que varía la
temperatura externa, el homeóstato va desarrollando un programa ya preparado y
que pone en funcionamiento distintas reacciones químicas y físicas en el cuerpo
humano que tienden a crear más calor (el tiritar) o a eliminar calor (la transpiración).
Todo esto dentro de ciertos límites. Cuando existen temperaturas extremas es
posible que el homeóstato no sea capaz de cumplir con su misión y la conducta del
cuerpo deba ser decidida y dirigida desde un nivel mayor de complejidad.
Este es el caso cuando la temperatura baja a varios grados bajo cero. El cuerpo no
reacciona y la dirección superior (el cerebro) decide abrigarlo más.
Si esto no pudiera ocurrir, sencillamente el sistema moriría, pues la variación del
medio salió de los "límites naturales" frente a los cuales se producía esta
homeóstasis específica. Un ejemplo de la aplicación de este principio (ejemplo ya
famoso) lo encontramos en el termostato de la calefacción. Si uno analiza su
funcionamiento y el principio sobre el cual opera, puede llegar a la conclusión de
que el termostato es una aplicación biónica del principio de la homeóstasis en el
caso de la mantención de la temperatura en el cuerpo vivo.
Ahora, si unimos los dos conceptos que hemos desarrollado, la variabilidad de los
subsistemas y la variabilidad del medio, podemos comprender el equilibrio que
puede mostrar un sistema. En efecto, frente a los cambios externos que se producen
en su medio, el sistema, provisto de los homeóstatos necesarios, aminora esos
impactos, desarrollando programas pre-establecidos que tienden a hacer posible
una serie de reacciones internas del sistema que lo defienden de las variaciones del
medio. Por otra parte, el principio de la sinergia tiende a nivelar los cambios internos
que sufren los subsistemas. Todo esto hace que el sistema tenga la propiedad de
autocontrol y de autorregulación que lo lleva hacia un equilibrio homeostático o
hacia un "estado permanente".
Una tendencia al alza de los precios de las materias primas (cobre) puede iniciar un
proceso de venta de estos materiales que haga que tiendan a volver a su nivel
normal, pero las condiciones "restablecidas" rara vez (o nunca) son iguales o
idénticas a la condición inicial, con respecto a los precios, a los consumidores y a la
actitud de los propietarios de las minas. Se ha incrementado la diferencia que ya
existía en el estado primitivo.
¿Qué sucede en los sistemas abiertos (aquellos que transan energía con el
medio?). Teóricamente deben tender al caos si es que el estado más probable de
estos sistemas es ese. En nuestro caso, dentro de los sistemas abiertos nos
interesa el sistema social, es decir, un conjunto de individuos y sus interrelaciones.
¿Cuál es su estado más probable? ¿Es la desorganización?
Hay personas que creen que el estado natural del grupo humano es caos y
desorden. Aparentemente, Benjamín Golberg, en su libro "El señor de las Moscas"
plantea esta tesis. El argumento de su libro es un grupo de niños, no mayores de 7
u 8 años, que llega a una isla deshabitada (se supone que existe un estado de
guerra y estos niños son trasladados a un lugar seguro; durante el viaje aéreo, el
avión cae en la isla, quedando como sobrevivientes solamente los niños). Estos se
organizan, o tratan de mantener un sistema similar al que vivían hasta hace poco.
Todos se conocen porque son del mismo curso de un colegio.
Surgen grupos que entran en conflicto y el grupo total va perdiendo "civilización"
hata llegar a convertirse en seres salvajes, incluso antropófagos.
Por supuesto, se puede argumentar que todo esto es una ficción. De acuerdo, pero
aun así, revela una forma de pensar. Pero también existen argumentos reales.
Tómese por ejemplo, el caso de la civilización Maya que por una razón u otra,
desapareció llegando a un estado de caos o desorganización.
Observemos a las organizaciones hoy día. ¿No parece ser una ley general que
cuando se eliminan o disminuyen los controles, la organización entra en crisis (por
supuesto, sin que la organización tome medidas para aumentar la motivación, es
decir, "cetteris parribus" ). Hemos observado este fenómeno muchas veces. Lo
hemos visto en la sala de clases: cuando el profesor o el inspector desaparecen
tiende a surgir el desorden; en las empresas cuyos sistemas de control se
deterioran, su conducta cambia y la dirección de este cambio no es, precisamente,
hacia un estado de organización más avanzada.
La imagen que se lleva hoy día un turista que conoció a Corral (Chile) en 1939, por
ejemplo, es desoladora. No pasa de ser más que un villorrio muy pintoresco, pero
que agoniza. (Si, finalmente, se llevara a la realidad el proyecto del puerto fluvial de
Valdivia, literalmente Corral desaparecería del mapa.)
Se puede observar con claridad que los dos puntos desarrollados previamente
aparecen como contradictorios. Mientras en el primero se trata de insinuar la
existencia de un principio de organicidad inherente a los sistemas (por lo menos en
los sistemas abiertos), en el segundo se concluye en que por efectos de la entropía,
todos los sistemas tienden hacia el caos o hacia la desorganización. Sin embargo,
a nuestro juicio esta contradicción es más bien aparente que real. Es un hecho que
algunos sistemas sociales han sobrevivido por largo tiempo, y si se les examina en
la actualidad, no dan muestras de ir hacia el caos o el desorden. Ejemplos tenernos
varios: La Iglesia Católica; el parlamento británico, grandes empresas
norteamericanas corno Dupont, General Motors, Ford, Standard Oil Co., etc.
Sin embargo, para que estos mecanismos puedan operar, es necesario proveerlos
de energía. El sistema debe generar un exceso de energía sobre aquella destinada
a su proceso de transformación característico.
La conclusión que podemos derivar es que los sistemas abiertos, aunque poseen
una característica que los lleva a organizarse y, por lo tanto, a la supervivencia,
operarán en forma inconsciente (automáticamente) o consciente (acción pl
anificada) siempre y cuando exista la energía suficiente para que los mecanismos
naturales o artificiales que conducen a la autoorganización del sistema puedan
actuar. Un sistem a rodeado de un medio abundante en energía, normalmente se
desarrolla y crece. Cuando comienza a escasear esa energía, entonces el sistema
empieza a languidecer y, si esto continúa por cierto tiempo, principia a
desintegrarse, perdiendo organización lo que finalmente lo conduce al caos, a la
destrucción y a su desaparición.