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Entre la subjetividad y la desubjetivación.

Adolescentes en riesgo.
Hace tiempo la sociedad se encuentra inmersa en una cultura de vaciamiento subjetivo, de
imposibilidad de generar nuevas formas de subjetivación. La caída de instituciones como
Estado, Familia, Escuela han marcado una grieta dentro de la construcción subjetiva de
quienes hoy más padecen estas consecuencias: los adolescentes. ¿Que genera la pérdida de
estas instituciones como forma de subjetivación, y más aún como hacen estos sujetos para
buscar nuevas formas de generar subjetividad que les permita sobrevivir a esta sociedad que
lo dejas por fuera del sistema?
Desde el surgimiento del Psicoanálisis de la mano de Sigmund Freud, se han sentado las bases
sobre el desarrollo de la constitución psíquica del sujeto, donde el principal aporte fue la noción
de Inconsciente. Freud sostenía que el comportamiento de una persona está profundamente
determinada por pensamientos, deseos y recuerdos reprimidos. Según su teoría, las
experiencias dolorosas de la infancia son “desalojadas” de la conciencia y pasan a formar parte
del inconsciente, desde donde pueden influir enormemente en la conducta. Por consiguiente,
el Psicoanálisis no es solo un método de investigación de lo inconsciente, sino también una
teoría que da cuenta de la construcción de la subjetividad de los sujetos. Hablamos de sujetos
en la medida que haya un otro que brinde la posibilidad de relacionarnos y constituirnos como
tal, dado que la presencia del otro es inherente a la construcción del sujeto. Si no hay un otro
que permita esta constitución psíquica, que brinde la posibilidad de entrelazarnos con estos
otros (en sus diversas formas: familia, cultura, sociedad, escuela, etc.) no hay posibilidad de
habilitar la constitución subjetiva, estaríamos entonces entrando en el campo de la
desubjetivación. Es necesario tener en claro algunos conceptos que plantea el Psicoanálisis para
poder comprender cuales son los procesos o situaciones en las que un sujeto se ve inhibido de
poder generar una constitución subjetiva, se ve imposibilitado a crear lazos con otros, o peor
aún, carecer totalmente de la posibilidad de tener a ese otro para constituirse como sujeto.
Porque en cuanto no haya un otro que aporte algo se despoja al sujeto de la posibilidad de
humanizarse, y no hay nada peor que eso, porque no hay alguien que opere como marca
subjetivante. El tema que nos atañe tiene que ver con estos sujetos que hoy se ven atravesados
por múltiples factores (sociales, culturales, etc.) y que son víctimas de una sociedad altamente
consumista. El desplazamiento de un Estado-nación frente a un Estado-mercado es una fuerte
consecuencia, sin la visión del primero que comprende a todos por igual y en donde se
establecen derechos u obligaciones, la ley le confiere al sujeto el lugar de ciudadano pero
cuando no hay ley posible el sujeto solo adquiere derechos como consumidor y la relación se
basa en un objeto que produce satisfacción inmediata sin necesidad de un otro aun cuando los
mismos no son deseados. En este contexto el otro es prescindible, se necesita al objeto y no al
sujeto. La ineficacia de las principales instituciones como la familia y la escuela dan cuenta de
esto. Lamentablemente los principales afectados son los adolescentes y es que la adolescencia
es un momento de fuerte constitución subjetiva, plena de conflictos y de potencialidades entre
el niño que ya no se es y el adulto que asoma, marcada fundamentalmente por la apertura y
constitución del aparato psíquico. La identificación en esta etapa, alude a un proceso mediante
el cual el sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o
parcialmente sobre ese modelo, llamado en Psicoanálisis como “Estadio del espejo” que
conjuntamente con la “Vivencia de satisfacción” (que supone a un otro que salga al encuentro y
genere una experiencia subjetivante) y el “Yo Ideal” son constituyentes de la subjetividad. Este
adolescente que no es un otro homogéneo, varia en cada comunidad, en cada momento
histórico y obviamente en cada sujeto, y es el otro el que cumple una función importantísima al
ser posibilitador de subjetividades. Por esto, las condiciones actuales de vulnerabilidad social,
crisis de las familias y falta de sostén adecuado producen perturbaciones en el vínculo madre-
hijo que inciden en la constitución subjetiva, dificultando así los procesos de identificación e
instauración. Generalmente estas condiciones desubjetivantes se dan en los sectores más
marginados, no quiere decir que otros estén exentos, pero la realidad muestra que los
desprotegidos socialmente son los que más lo padecen. En estas situaciones que Duschatzky y
Corea plantean como escenarios de expulsión social, la pobreza es un factor que interviene y
modifica fuertemente a los sujetos. Se entiende como pobreza al estado de desposesión
material/cultural que no necesariamente interfiere en los procesos de filiación con otros,
donde hay todavía posibilidad de imaginarios futuros. Pero hay dos características dentro de la
pobreza, el de la exclusión que muestra el estado en que se encuentra un sujeto que esta por
fuera del orden social o el de la expulsión, que se refiere a la relación entre el estado de
exclusión de un sujeto y lo que hizo posible la misma. Acá es donde se empiezan a conformar
situaciones desubjetivantes porque al ser expulsados sociales dejan de ser “visibles”, son en
palabras de las autoras: “un desaparecido de los escenarios públicos, el expulsado perdió
visibilidad, nombre, palabra, es un nuda vida, porque se trata de sujetos que han entrado en el
universo de la indiferencia, porque transitan por una sociedad que no espera nada de ellos”1El
sujeto privado de realizar múltiples formas de vida se convierte en eso, deja de inscribirse su
función como madre, padre, hijo, etc. y esto es lo que deriva en diversas situaciones de
violencia, que se presentan como modos de relación especialmente en los adolescentes y que
surgen en momentos de impotencia, como nuevas formas de sociabilizar o mejor dicho como
modos de buscar estar con otros. Son estos “próximos” los que permiten generar nuevas
formas de subjetivación en los adolescentes dentro de un ámbito donde los roles y las
relaciones familiares se hayan destituidas, desarmadas, donde ese próximo es el que posibilita
habitar la sociedad, es el que hace al sujeto “visible” donde nadie más lo ve, aunque solo sea de
forma transitoria. Y esta visibilidad se muestra en los adolescentes de diversas formas, a través
de la conformación de ritos, de creencias, del choreo (como aluden las autoras) como así
también mediante el uso de drogas, donde el otro próximo permite la constitución a partir de
grupos que se conforman en base a gustos, ideales o situaciones de filiación que son parecidas
entre sí, actúan como símbolos de identificación que posibilitan una constitución subjetiva. Por
ejemplo, en los ritos de situación donde se producen situaciones de devenir temporales e
imprescindibles, los adolescentes encuentran modos de ser visibles a través de las fiestas
cuarteteras o de los ritos de iniciación, rituales que le dan valor y motivos para habitar su lugar,
en donde son vistos y son próximos con otros, donde se plantean códigos de valor, de
supervivencia, donde se ponen en juego el exceso, el desafió, el sufrimiento y que se

1
Duschatzky y Corea. “Chicos en banda”. Capítulo 1: Escenarios de expulsión social y subjetividad. (Pág. 18)
constituyen como formas de afirmación del Yo, y que se organiza de alguna forma el caos en
que viven estos adolescentes. Para ellos la fraternidad que surge entre “próximos” como
consecuencia del resquebrajamiento de filiación con la familia se configura como un modelo de
identificación simbólica ante la ineficacia de los otros. Aunque esto implique estar siempre al
límite de la supervivencia y se juegue en cierta forma la autodestrucción misma. Bleichmar
platea: “si el Yo está en riesgo de estallar ante lo inesperado atacante, o lo impensable repetido-
situaciones extremas en las cuales algunos de los aspectos autoconservativos o
autorrepresentativo entra en crisis […] el des-ser apunta como desmantelamiento de toda
defensa posible y sometimiento a la angustia, al aniquilamiento representacional. Del lado del
sujeto se pueden producir procesos de deconstrucción subjetiva sin que quien los padece tenga
mucha noción de que esto está ocurriendo”2. Ante esta perspectiva de falta de dispositivos
simbólicos en los adolescentes surgen nuevas formas de habitar esta situación, tanto dentro de
las familias como en la escuela. Los procesos de desubjetivacion como imposibilidad para
generar nuevas subjetividades con el otro y el desplazamiento de los roles en la función
materna/paterna generan cierta resistencia que imposibilitan al sujeto a vivir en sociedad, no
se lo fortalece, se lo protege. Esta familia resquebrajada actúa como refugio contra aquello que
es desconocido, pero ante la imposibilidad subjetivante muchas veces intentan crear nuevos
recursos, nuevos lugares que sean habitables de manera simbólica para estos adolescentes,
nuevos modos subjetivantes, recurren como plantean Duschatzky y Corea, a la Invención; a
buscar otra alternativa frente a una situación que pareciera no tener salida. Entre todo este
caos, entre todos estos modos desubjetivantes que pasan los adolescentes y que los obligan a
buscar nuevos modos de subjetivación la escuela cumple un rol fundamental. Como formadora
de sujetos y reforzadora de identidades, creo que la escuela puede habilitar lugares simbólicos
para estos adolescentes y permitirles generar una construcción subjetiva, porque muchas veces
la escuela es para estos chicos lo que no es la familia, ni la casa, ni la calle. Siendo críticos y
realistas hay que decir que la escuela se encuentra sumida en una pérdida de autoridad
simbólica frente a estos adolescentes y que realmente les da lo mismo que estén ahí o no, por
lo que siguen generando modos desubjetivantes que seguramente llevaran al fracaso escolar
de estos chichos. Por eso creo necesario que se debe realizar un giro rotundo dentro de las
instituciones escolares para que tengan la habilidad de poder generar nuevos recursos, que
sean capaces de crear colectivos subjetivantes asumiendo la actualidad de estos adolescentes
que hoy forman parte del sistema escolar. La resistencia frente a ellos nunca es positiva, porque
no solo lleva a la frustración misma (en cuanto al docente y a la institución) sino que seguimos
llevando a la desubjetivacion a miles de adolescentes que hoy miran a la escuela por encima del
hombro.

2
Bleichmar. “El desmantelamiento de la subjetividad”. Capítulo 1: Estallido del yo. (pág. 13-14)
BIBLIOGRAFIA
Bleichmar Silvia (2005). “La subjetividad en riesgo”. Editorial Topia.

Bleichmar Silvia. “El desmantelamiento de la subjetividad. Estallido del yo”. Editorial Topia.

Duschastzky y Corea (2002). “Chicos en Banda”. Editorial Paídos.

Firpo Stella Maris (2010). “Diversas Adolescencias”. Editorial UNR Editora.

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