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ARTE DEL ANTIGUO EGIPTO

Una de las características del Antiguo Egipto es su singular arte, con obras
monumentales que generalmente tenían carácter simbólico, funerario o religioso.
Aunque el concepto de Arte es moderno, es perfectamente utilizable en la
arquitectura, escultura, pintura y joyería egipcias, siendo muchas de sus
realizaciones auténticas obras de arte y no simples trabajos de artesanía.

Gracias al seco clima de Egipto y a ser enterradas por la arena del desierto (o por
sus propietarios, para gozar de ellas en la "otra vida") nos han llegado en
aceptable estado de conservación multitud de auténticas obras de arte, a pesar de
la utilización de los monumentos como canteras, las guerras o los innumerables
saqueos de tumbas y templos.

Periodo Arcaico

El Periodo Arcaico de Egipto, o Época Tinita o Periodo Dinástico Temprano (c.


3100 - 2686 a. C.), es el comienzo de la historia dinástica del Antiguo Egipto.
Según Manetón, la capital del Imperio durante este tiempo fue Tinis, o Tis (de
donde proviene el nombre Tinita), aunque no hay vestigios arqueológicos que lo
corroboren. En esta época gobernaron sólo dos linajes de reyes,
denominados primera y segunda dinastía; los primeros faraones se consideran los
unificadores de Egipto
.
Recipientes para almacenar vino, de época tinita. Abidos

Casita de marfil encontrada en una tumba de Abu Roash (cerca


de El Cairo) de la época del faraón Den (periodo tinita).Museo
del Louvre.
Periodo del Reino Antiguo.

El Imperio Antiguo de Egipto, también llamado Reino Antiguo, es el período de la


historia del Antiguo Egipto comprendido entre c. 2181 y 2055 a. C. Lo integran las
dinastías III, IV, V y VI.

El Imperio Antiguo forjó y consolidó el sistema político, cultural y religioso surgido


durante el periodo protodinástico, con la aparición de una monarquía cuyos rasgos
más notables son la divinización absoluta del faraón (los egipcios creían que el
faraón aseguraba las inundaciones anuales del Nilo que eran necesarias para sus
cosechas) y un poder político fuertemente centralizado.

Esta época surge marcada por la influencia del faraón Dyeser (Zoser), quien
traslada la capital a Menfis y extiende el Imperio egipcio desde Nubia al Sinaí.
Aunque más importante que Dyeser fue su visir Imhotep, el arquitecto diseñador
de la pirámide escalonada de Saqqara, sumo sacerdote de Ptah, divinizado en
la época ptolemaica. También las grandes pirámides de Guiza, atribuidas a los
faraones Keops, Kefrén y Micerino se datan en este periodo.

Tras el largo reinado del faraón Pepy II (94 años), y ante la debilidad del poder
real, los nomarcas (gobernadores de los nomos) se hacen fuertes, y convierten
sus cargos en hereditarios. Entonces Egipto pasó a un período histórico en el cual
se descentralizó fuertemente el sistema político, siendo denominado por los
historiadores primer período intermedio.

Estatua de Menkaura.Museo
Egipcio de El Cairo.

Gran Pirámide de Guiza.


Periodo Intermedio (c. 2250- 2050 a. C.)

Fue una época donde el poder estaba


descentralizado y transcurre entre el Imperio
Antiguo y el Imperio Medio. Comprende desde la
Dinastía VII hasta mediados de la Dinastía XI,
cuando Mentuhotep II reunificó el país bajo su
mando. A pesar de la decadencia, esta época destacó por un gran florecimiento
literario, con textos doctrinales o didácticos, que muestran el gran cambio social.

El importante cambio de mentalidad, así como


del crecimiento de las clases medias en las
ciudades originó una nueva concepción de las
creencias, reflejándose en la aparición de los
denominados Textos de los
Sarcófagos. Osiris se convirtió en la divinidad
más popular, con Montu y Amón.

Los nomos de Heracleópolis y Tebas se constituyeron como hegemónicos,


imponiéndose finalmente este último. Son las dinastías VII a XI.
El Imperio Medio

No se tienen noticias de qué acontecimientos políticos fueron la causa del


hundimiento del Imperio Antiguo. Lo cierto es que al terminar la VI Dinastía
desapareció prácticamente el poder central de los faraones de Menfis y se entra
en un período anárquico, que dura un siglo y medio, que los egiptólogos conocen
con el nombre de Primer Período Intermedio.

La nobleza feudal y el poder aislado de las ciudades se reparten el país en un


movimiento histórico que recuerda a la Edad Media europea y que ha hecho
hablar de una "Edad Media egipcia".

El pueblo egipcio fue psicológicamente afectado por tan largo período de


disturbios y su confianza en la estabilidad había sido golpeada con gran dureza.
Todo ello se refleja directamente en el arte del Imperio Medio, en el que a la
pasión por la Muerte sucede un amable tono menor, una poesía de la vida
cotidiana que procura, al contrario, adoptar una melancólica posición de olvidar el
pasado y aprovechar el presente.

La expresión del rostro de los faraones de este período pierde la majestuosa


inmutabilidad antigua y se hace más simpática, impregnada de cierta tristeza. Las
diversas expediciones de exploración al Alto Egipto, donde Mentuhotep II
engrandeció su capital de Tebas, ciudad que continuaron embelleciendo todos sus
sucesores, nos han proporcionado maravillosos retratos de los Amenemhet y de
los Se-sostris de la XII Dinastía.
Tienen un estilo inconfundible. Conservando los rasgos peculiares de la fisonomía
de cada uno, están como envueltos en una atmósfera de tristeza y desolación que
los hace extrañamente interesantes. Parece como si adivinaran que aquella
restauración imperial tenía que ser ahogada por la terrible invasión de los hiksos
que liquidó el Imperio Medio hacia el 1700 a.C.
El Sesostris I joven del Museo de El Cairo tiene una mueca fina que revela a un
melancólico; este temperamento se manifiesta más en su otro retrato, ya anciano,
que conserva el Metropolitan Museum de Nueva York. Lo mismo sucede con el
rostro de ojos salientes y boca fuertemente cerrada, que hace un gesto amargo,
del rey Amenemhet III, del Museo de Bruselas.

Este estado de espíritu es visible incluso en la maravillosa esfinge de granito rosa


del Museo del Louvre. Pero durante el Imperio Medio, una nueva devoción,
relacionada con el culto de Osiris, fue ganando un creciente prestigio como
interpretación popular del destino humano.

Retrato del faraón Sesostris III (Museo de Luxor, Egipto). Este


retrato de Sesostris III (1878-1840 a.C), es considerado una
obra maestra del arte del Imperio Medio. Los rasgos del
faraón aparecen más humanos y alejados del hieratismo que
impone su divinización.

En las pocas estatuas, retrato que se conservan de esta


época, hay una aureola de tristeza que a veces se refleja en
los rostros con una mueca de sollozo reprimido. Hasta las que están impávidas
tienen como una parálisis enfermiza de gestos.

Lo mismo puede decirse de Amenemhet, del Museo del Louvre, que se titula a sí
mismo nada menos que "jefe de los profetas de Shedit". Es posible que este sea
el secreto de la belleza del arte del Imperio Medio: su expresión cohibida, unas
veces, y, otras, dolorosa.

Sin embargo, la dificultad, cada vez mayor, de esculpir figuras exentas, obligó a
producir estelas en relieve, que iban colocadas en la antesala del sepulcro y
sustituían las estatuas de las primeras dinastías.
En ocasiones, las figuras eran coloreadas -en tono rojo oscuro los hombres y
rosado pálido las mujeres. Los perfiles exquisitos de los cuerpos, de líneas
deliberadamente alargadas, parecen dibujos más que relieves. Todavía hoy
transmiten el encanto de las gráciles y esbeltas figuras femeninas blancas de la
estela del intendente Nakhti (Louvre), y de las suntuosamente coloreadas de la
tumba de Djehuty-hetep, enfundadas en sus túnicas ceñidas sobre el cuerpo y con
su provocador escote a la moda de la época.

Otra serie de figuras típicas del Imperio Medio son los llamados "modelos" o
"maquetas" y las figuras de sirvientas o esclavas con las que se enterraban los
grandes señores. Son piezas de madera que, en el caso de algunos "modelos",
representan moradas enteras.

El final del Imperio Medio viene determinado por la invasión de los hiksos, un
pueblo semita, procedente del desierto de Arabia, que invadió el Bajo Egipto hacia
el 1700 a.C. Estos bárbaros, armados con espadas y lanzas de hierro y utilizando
carros, dominaron el delta durante casi un siglo y medio. Los faraones les
pagaban tributo desde su capital de Tebas, en el lejano Sur. Pero el 1580,
Ahmosis, fundador de la XVIII Dinastía, los expulsó hacia Palestina. Con ello
terminaba el Segundo Período Intermedio y se iniciaba la larga etapa que recibe el
nombre de Imperio Nuevo

Estatua de Amenemhet III (Musée du Louvre, París). El faraón


perteneciente a la XII dinastía
Amenemhet III fue quien construyó la pirámide y el templo
funerario del Fayum.

La arquitectura egipcia es
fundamental porque a ella se vinculan
la escultura y la pintura.
En ella se acusa mucho la influencia del medio en el que se desarrolla.
Características principales:
 Es una arquitectura horizontal (igual que el paisaje de Egipto).
 Es una arquitectura arquitrabada; aunque conocen la bóveda y el arco no lo
utilizan.
 Es una arquitectura realizada en piedra, que daba una gran consistencia a los
edificios que ha llegado hasta nuestros días.
 En un primer momento se usaron la madera, el adobe y el ladrillo, pero dejan de
usarse como material principal ya en el Imperio Antiguo.
 Es una arquitectura monumental
Utiliza unos soportes que son los que nos definen el arte egipcio:
 El muro: tiende a tener forma de talud, suele estar ligeramente inclinado y
generalmente termina con una moldura de forma convexa llamada gola
 El pilar: no es el soporte más usado, sólo para reforzar algunos muros,
especialmente en el Imperio Antiguo y por imitación en el Nuevo. El pilar de planta
rectangular es el más utilizado, a veces está acanalado. Sin embargo, el más
importante es el pilar osiriaco, que aunque aparece en el Imperio Medio es
característico del Nuevo. Se trata de un pilar de sección cuadrada que en una de
sus caras lleva adosada una estatua de Osiris con la cara del faraón.
 La columna: es el soporte más característico.

Tipos de columnas
Columna cilíndrica: es la más sencilla, con el fuste circular y liso
y sin capitel.
Columna acanalada o protodórica: fuste acanalado y sin capitel,
usada en el Imperio Antiguo y en el Nuevo

Columna lotiforme: con basa, el


arranque del fuste ligeramente
bulboso, fuste fasticular (formado por los tallos de la
flor) con fastículos semicirculares y capitel en forma
de flor de loto con el capullo cerrado. Utilizado a
partir del Imperio Antiguo.
Columna papiriforme: prácticamente igual que la anterior y utilizada también a
partir del Imperio Antiguo, cuyas únicas diferencias son que el capitel tiene forma
de flor de papiro con el capullo cerrado (casi igual a la de loto) y que los fastículos
tienen forma triangular, formando una arista.

Columna campaniforme: igual a la anterior con la diferencia de que el capitel en


vez de tener el capullo cerrado, lo tiene abierto, formando un capitel
campaniforme.
Columna monóstila: igual a la anterior, pero con el fuste liso. Es propia del Imperio
Nuevo.
Columna palmiforme: con el fuste liso y el capitel en forma de hojas de palmera
abiertas muy bien dibujadas.
Columna hathórica: propia del Imperio Nuevo. Tiene el fuste generalmente liso y
un capitel con la efigie de la diosa Hathor. Suele aparecer en los templos
dedicados a esta diosa y muchas veces está complementada con el sistro, un
instrumento musical utilizado en las procesiones a esta diosa.

Columna compleja o compuesta: Es propia de la Baja Época, especialmente la


época Ptolomaica. Tiene el capital formado por distintas flores. A veces también
se utilizan elementos arquitectónicos y caras.
La arquitectura egipcia se puede dividir en dos grupos:

Arquitectura imperecedera: Pensada y realizada para la eternidad:


fundamentalmente la arquitectura religiosa; tumbas y templos. Se han conservado
sobre todo las de carácter funerario por estar alejadas de los principales centros, y
también los templos cercanos a ellos.
Arquitectura perecedera: Arquitectura provisional, está hecha para el hombre. Es
la arquitectura civil: casas, ciudades, palacios… Aunque los palacios estaban
hechos con esmero y con materiales nobles, nunca llegaron a la calidad de la
arquitectura religiosa. Debido a esto y a motivos políticos, se han conservado
mucho menos.
SEGUNDO PERIODO INTERMEDIO

Se incluyen las Dinastías XIII y XVII. Tiene lugar una etapa de irregularidad en la
sucesión dinástica, acompañada por la invasión de los extranjeros llamados
hicsos.

La palabra hicsos no es más que la deformación de heqa-jasut, expresión egipcia


que significa "jefe de países extranjeros", designación de los jefes de las tribus
semitas de palestina y Siria en las fuentes egipcias a partir de comienzos del
Imperio Medio.

La dominación de los hicsos fue provocada por la infiltración lenta y pacífica en el


Delta, desde Palestina, de elementos semitas (cananeos o amoritas), los cuales
eran a su vez empujados por importantes movimientos étnicos que estaban
teniendo lugar en ésta época en todo el Próximo Oriente asiático. Esta penetración
se produjo ya durante el reinado de Amenemes III, de la Dinastía XII, y se aceleró
aprovechando la debilidad de la Dinastía XIII.

Los jefes hicsos, después de haberse instalado en Avaris, habían ido extendiendo
su poder por toda la zona oriental del Delta de forma lenta pero segura.
Finalmente, sintiéndose fuertes, decidieron apoderarse del trono faraónico, de la
capital y del gobierno. Así, el acceso al poder de los hicsos parece más un cambio
dinástico o un golpe de estado que una invasión repentina.

Los hicsos en Egipto adoptaron los elementos de la cultura egipcia. Utilizaron la


misma lengua y escritura egipcias, así como la titulatura real y el mismo sistema
político, considerándose y siendo considerados como sucesores legítimos de los
faraones tradicionales.
Los hicsos impusieron una superestructura de tipo feudal al país, a base de
reyezuelos y dinastas vasallos establecidos en diversos puntos, superestructura
que de todos modos estuvo siempre ligada a los soberanos extranjeros.

Su presencia acabó con el aislamiento de Egipto respecto a Próximo Oriente y


entraron nuevas ideas religiosas. Los hicsos establecieron relaciones comerciales
con diversos pueblos asiáticos, lo que hizo llegar a Egipto nuevos productos y
nuevas técnicas. Introdujeron el caballo, el carro, el arco compuesto, un tipo
perfeccionado de hacha de combate, nuevas técnicas de fortificación y diversos
elementos de la cultura del Bronce avanzado.

Ahmosis (1552-1527) es el fundador de la Dinastía XVIII y con él llega el Imperio


Nuevo, verdadera etapa de esplendor egipcio. Ahmosis se inicia como rey de
Tebas, en el momento de decadencia de los hicsos, y será él quien acabe con
estos invasores.

Libre de los invasores, Ahmosis se dedicará a crear un Estado nuevo, iniciando la


tarea de reconstrucción de templos y edificaciones de santuarios a los dioses,
posiblemente como agradecimiento a su apoyo en la expulsión de los invasores.
Durante su reinado encontramos el inicio de un período de prosperidad económica
y de reformas.

Mientras que el paso del Reino Antiguo al Primer Período Intermedio ha sido
caracterizado como una época de autonomía de las regiones, donde los
gobernadores actuaban como las únicas autoridades en sus circunscripciones, el
Segundo Período Intermedio vio la aparición de numerosos reyes.

Por eso este período tiende a ser contemplado como una época de cierta
continuidad.
REINO NUEVO O IMPERIO NUEVO (c. 1570-1070 a. C.)

El Imperio Nuevo comprende las Dinastías XVIII a XX (1570-1070 a.C). Esta etapa
fue un momento de esplendor, gracias a la labor de los príncipes tebanos de la
Dinastía XVIII para fortalecer el Estado, expulsar a los hicsos, restablecer las
relaciones internacionales y reabrir las rutas comerciales, iniciando además una
época de conquistas en el exterior. Se instaló la capital en Tebas, en el sur y se
llevó a cabo la restauración de la unidad del Alto y Bajo Egipto, perdida durante
parte el Segundo Período Intermedio, ya que como dijimos, Apopis, al menos en el
vaso de Almuñécar, se titula rey del Alto y Bajo Egipto. Hubo desde el principio
una gran actividad para reorganizar el país, lo que produjo una gran prosperidad,
reflejada en la construcción de numerosos monumentos.

Se caracteriza este período por la gran importancia de la mujer y su protagonismo


en los problemas sucesorios. Por primera vez, una mujer es nombrada faraón con
todos los títulos masculinos: Hatshepsut, y también otra reina, Nefertiti, aparece
representada en escenas familiares, en un plano de igualdad, como también la
reina Tiyi, con su esposo Amen-Hotep/Amenofis III y madre de Amen-
Hotep/Amenoíis IV. La situación internacional en estos momentos consistía en el
protectorado egipcio sobre las ciudades cananeas. En Asiria reinaban los últimos
reyes del Imperio Antiguo y los del Imperio Medio y se produce el dominio casita
en Babilonia, conincidente asimismo con el apogeo y caida de los reinos
micénicos en Grecia, el Éxodo de Israel y la llamada invasión de los Pueblos del
Mar, sólo existente en las fuentes egipcias.

Se enfatiza la construcción de templos e hipogeos. Entre ellos destacan:


 Gran Templo de  Templo de  Hipogeos del
Amón en Karnak Hatshepsut en Valle de los
 Templo de Luxor. Deir el-Bahari Reyes
(Amenhotep III /  Templos de
Ramsés II) Ramsés II en Abú
Simbel
GRAN TEMPLO DE AMÓN EN KARNAK

El templo de Karnak, en Tebas, dedicado


a Amón, fue el principal recinto de culto
de Egipto desde el Imperio Nuevo.

A lo largo de más de dos milenios, los faraones embellecieron el principal centro


de culto de Egipto, dedicado a Amón, el gran dios del imperio nuevo. Hace más de
cuatro mil años, Intef II, rey de la dinastía XI, comenzó las obras del templo de
Amón-Re en Tebas, donde se alza la moderna población de Karnak.

Fue el núcleo a partir del cual, durante los siguientes dos mil años, decenas de
faraones fueron creando y remodelando uno de los lugares de culto más ricos y
espectaculares de la Antigüedad, en el que los arqueólogos han catalogado más
de doscientas estructuras.

Como cualquier templo egipcio, el santuario de Amón en Karnak empezó a


construirse después de una larga serie de rituales con los que se pretendía
purificar el espacio que iba a ser consagrado.

Hay que tener en cuenta que un templo egipcio no era un lugar al que el pueblo
acudiera a rezar, sino que constituía la residencia del dios (era su hut, su
«mansión»). Por ello, a los sacerdotes se les llama en egipcio hemu-netjer, «los
sirvientes del dios».

El primer ritual que se realizaba al inaugurar un templo era el «estiramiento de la


cuerda», pedj-sesh, que se documenta desde la dinastía I (3065-2890 a.C.). Con
este ritual, los sacerdotes buscaban orientar los ejes principales del templo hacia
objetivos prominentes, bien fueran accidentes geográficos o puntos astronómicos.
En el caso de Karnak, la orientación del eje este-oeste se hizo hacia el punto por
donde sale el sol en el solsticio de invierno (entre el 20 y el 23 de diciembre), de
modo que, si nos situamos en el muelle que hay ante la entrada del templo, ese
día veremos salir el sol sobre la puerta oriental, llamada de Bab el-Makhara,
situada casi a seiscientos metros de distancia.

A continuación, se esparcía yeso para purificar el área, se


excavaban trincheras de fundación, se elaboraban los primeros
adobes y se colocaban los depósitos de fundación, materiales
enterrados en los cimientos de los edificios para conmemorar su
construcción y atraer el favor de los dioses. Una vez acabada la
construcción, se purificaba el edificio con fumigaciones y lecturas
de textos sacros, y quedaba listo para ser consagrado al dios que
iba a habitarlo.

El dios que iba a habitar el templo de Karnak era Amón, también


llamado «el oculto». En su origen, Amón era el dios local de la ciudad de Tebas,
pero con el tiempo se convirtió en el dios principal del panteón egipcio, asociado al
dios solar Re. Su imagen se guardaba en el sanctasanctórum, el espacio más
reservado del templo, en una gran barca llamada Userhat.

En un texto del reinado de Amenhotep III (1402-1364 a.C.) se dice que la barca de
Amón «está rematada con plata pura y toda ella está trabajada en oro, y alberga
en su interior un altar enorme de oro».

Durante las grandes festividades tebanas, como la fiesta de Opet y la Bella Fiesta
del Valle, la barca del dios se trasladaba hasta un punto del Nilo donde se había
construido un muelle que se conserva intacto. A través de un canal, se unía con el
río y permitía el atraque de las barcazas que transportaban por el Nilo a la
Userhat.
Una avenida de esfinges une este muelle con el templo. Las esfinges de Karnak
son crioesfinges, es decir, tienen cabeza de carnero, pues éste es uno de los
animales con los que se identificaba el dios Amón, y actuaban como protectoras
de las vías procesionales.

Dado que los egipcios de a pie no podían entrar en el recinto sagrado, a veces se
valían de intermediarios simbólicos para transmitir sus peticiones a la divinidad. En
Karnak, esta función la ejercían las estatuas del sabio Amenhotep hijo de Hapú,
escriba real y arquitecto de Amenhotep III, situadas ante la entrada del templo, en
las que podemos leer: « ¡Oh gentes de Karnak !, ¡vosotros los que deseáis ver a
Amón, venid a mí! Yo comunicaré vuestras peticiones!» Los numerosos tebanos
que solicitaron su intervención pulieron las estatuas con sus devotas caricias.

El templo egipcio representa el universo recién creado. Refleja el simbolismo del


benben o colina primigenia que, con la creación, emergió de las aguas del Nun, el
caótico océano primordial.

De ahí que, en Karnak, el enorme muro de doce metros de altura que rodea el
espacio sagrado, de 550 por 523 metros, esté hecho no con hiladas horizontales
de adobes, sino formando ondas. De esta forma se simbolizaba que el caos (las
aguas del Nun, representadas por las ondas) quedaba fuera del témenos o área
sagrada.

Dentro del recinto de un templo, el espacio acuático más importante es el lago


sagrado. El de Karnak, de 130 por 80 metros, fue remodelado por orden del faraón
Taharqa (690-664 a.C.), el más activo de los faraones nubios de la dinastía XXV.

El lago debía de servir como escenario para muy diversas ceremonias, más que
para que los sacerdotes realizaran sus abluciones.
Al recinto se accedía a través de un pilono (bekhenet), una puerta monumental
con dos grandes torres a los lados. Un texto del reinado de Amenhotep III describe
el tercer pilono, que entonces era la fachada principal de Karnak: «Una enorme
puerta ante Amón-Re, cubierta totalmente de oro y labrada con la imagen del dios
bajo la forma de un carnero, decorada con lapislázuli verdadero y trabajada con
oro y costosas piedras. Ninguna obra anterior la iguala.

Está pavimentada con plata pura y en su cara exterior está cubierta de estrellas de
lapislázuli a ambos lados». Ante los pilonos se erigían estatuas colosales; la de
Amenhotep III se alza frente al pilono décimo, de 21 metros de alto.

En Karnak podemos ver hasta diez pilonos, seis en el eje principal y otros cuatro
en dirección al templo de Mut, la consorte de Amón. El más grande es,
precisamente, el de su fachada principal, obra de Nectanebo I (380-362 a.C.).
Mide 113 metros de lado. Quedó inacabado, pero de haberse concluido hubiera
alcanzado cuarenta metros de altura. Los pilonos son símbolos solares, pues
Representan las dos colinas del horizonte (akhet) por las que sale el sol.

La escena principal que los decora muestra al faraón venciendo a sus enemigos,
arrodillados ante él; es el triunfo del orden (el rey) sobre el caos (los enemigos).
En Karnak, esta escena aparece en los pilonos séptimo y octavo.

Los pilonos se rellenaban a veces con material procedente de estructuras


desmanteladas. Los bloques hallados en el tercer pilono de Karnak, levantado por
Amenhotep III, han permitido restaurar la capilla Blanca de Sesostris I, la capilla de
calcita de Amenhotep I, el peristilo de Tutmosis IV y la capilla Roja de Hatshepsut.
En la fachada de los pilonos se colocaban altos mástiles de madera de cedro, con
los extremos cubiertos de electro (una aleación de oro y plata) y banderolas de
colores. Los mástiles se sujetaban con grandes anclajes de bronce. En el primer
pilono de Karnak aún se ven grandes ventanas que indican el lugar donde se
situaban estos anclajes.
Otros elementos de simbología solar que embellecían el frente de los pilonos eran
los obeliscos, auténticos rayos petrificados, normalmente dispuestos a pares. En
Karnak se conserva uno de casi veinte metros de alto, de Tutmosis I (hacia 1500
a.C.), para cuyo transporte se construyó una barcaza de 62 metros de eslora.

El segundo que aún sobrevive, de casi treinta metros y 323 toneladas, es de


Hatshepsut. Fueron necesarios siete meses de trabajo en las canteras de Asuán
para extraerlo. El transporte hasta Karnak, a 220 kilómetros, no fue sencillo. Una
representación hallada en Deir el-Bahari muestra la barcaza de transporte tirada
por 27 remolcadores, encabezados por tres naves guía, en una operación en la
que intervinieron más de mil marinos.

También data del reinado de Hat-shepsut una inscripción en la que se dice que
Djehuty, Inspector de Todos los Trabajos de Karnak, supervisó lo relativo a otros
dos obeliscos de 108 codos de altura (56 metros), chapados completamente de
electro. Tengamos en cuenta que el mayor obelisco que se conoce, el
«inacabado» de Asuán, mide 43 metros y pesa 1.260 toneladas.

Tras el pilono de entrada viene un patio a cielo abierto. Simboliza la apoteosis de


Re, el Sol, con su victoria repetida cada noche sobre el caos y sobre la serpiente
Apofis, su enemigo, a la que sigue un nuevo amanecer.

Aquí hallamos dos grandes santuarios que sirvieron como reposaderos de las
barcas portátiles de la tríada tebana, formada por Amón, su esposa Mut y el hijo
de ambos, Khonsu. Con ocasión de las grandes festividades, las imágenes de los
dioses eran trasladadas en barcas en el curso de largas procesiones, durante las
cuales se utilizaban los reposaderos para dar descanso a las divinidades. Fueron
construidos en tiempos de Seti II (1200-1194 a.C.) y Ramsés III (1184-1153 a.C.).
Después del patio, siguiendo el esquema típico de un templo, nos encontramos
con una sala hipóstila o columnada. Esta sala da la idea de la espesura del
cañaveral que rodeaba la colina emergida del Nun, el océano primigenio.
El ejemplo de Karnak, cuya ejecución se
remonta a Seti I (1305-1289 a.C.), es
espectacular. La sala, de 103 por 52
metros, contiene 134 columnas
papiriformes, de las que las doce
centrales, con capiteles de más de cinco
metros de diámetro, alcanzan los 21
metros de alto frente a los 15 del resto de columnas.

La diferencia en altura de las columnas centrales respecto a las laterales permitía


colocar grandes ventanas de piedra, que eran la única fuente de luz. Por ello, del
mismo modo que sólo con la luz solar las plantas abren sus cálices, sólo los
capiteles de las columnas centrales están abiertos, mientras que los capiteles de
las columnas laterales, sumidas en la penumbra, están cerrados. Esta sala se
convirtió en el lugar de coronación de los reyes en Tebas.

A medida que nos introducimos en el templo, no hacemos sino reproducir el


ascenso por la colina primordial, desde su orilla hasta la cima. Por ello, con
nuestro avance vamos subiendo a través de pequeñas rampas y escalones,
acercándonos al sanctasanctórum, simbólica cima de la colina.

Al mismo tiempo, los techos, decorados con estrellas, son cada vez más bajos,
para reflejar que nuestro ascenso nos va acercando al cielo. Por desgracia, el
núcleo del templo de Amón en Karnak no está tan bien conservado como para que
podamos percibir este detalle, que sí podemos advertir en otros templos más
tardíos, como el de Edfú.

Antes de acceder al lugar donde reposa el dios, llegamos al principal santuario


para su barca portátil. En Karnak, este espacio se conserva perfectamente. Fue
erigido en época de Filipo Arrideo (siglo IV a.C.), en el mismo lugar donde mil años
atrás se levantaba, con la misma función, la famosa capilla Roja de Hatshepsut.
Aquí se depositaba la barca portátil de Amón cuando éste
no participaba en las procesiones. Más allá del santuario
de la barca, donde ahora sólo hay un yermo, se levantó el
centro neurálgico del templo: una sala en penumbra,
donde una capilla o naos talladas en un monolito de
piedra albergaba la estatua de Amón.

Era el sanctasanctórum, la cima de la colina primordial, morada y trono del dios, el


lugar más sagrado del templo, al que sólo el faraón o el sumo sacerdote y sus
ayudantes más cercanos podían entrar. Todas las puertas que llevaban a este
espacio eran cerradas y selladas cada día, pues nadie debía molestar a Amón en
su morada.

TEMPLO DE LUXOR (Amenhotep III / Ramsés II)

Luxores una población egipcia edificada sobre las ruinas de la ciudad de Tebas, la
que fue capital del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto, y capital del IV nomo del Alto
Egipto. Está situada en la ribera oriental del río Nilo, unos 200 km al norte de la
primera catarata (Asuán). Su población es de 451 318 habitantes.

Luxor forma parte de la antigua ciudad llamada Uaset (en egipcio antiguo), o
Tebas (en griego), denominada por Homero "La ciudad de las cien puertas", por
las numerosas puertas en sus murallas, y por los árabes Al-Uqsur la "Ciudad de
los Palacios", por sus hermosos edificios, tomados como palacios.

Es la ciudad de los grandes templos del antiguo Egipto (Luxor y Karnak), y de las
célebres necrópolis de la ribera occidental, donde se enterraron a los faraones y
nobles del Imperio Nuevo de Egipto, denominados el Valle de los Reyes y el Valle
de las Reinas.
Durante el comienzo del Imperio Antiguo, la capital egipcia era Menfis. Tebas
sucede a Menfis, c. de 2050 a. C., como capital durante la undécima dinastía
egipcia, siendo durante unos 1.500 años la capital del Antiguo Egipto

El templo de Luxor, fue realizado durante el


Imperio Nuevo. Estaba unido al templo de Karnak
mediante una avenida (dromos) flanqueada por
esfinges.

Fue construido por dos faraones fundamentalmente, Amenhotep III (construyó la


zona interior) y Ramsés II, que finalizó el templo. También otros faraones
contribuyeron al embellecimiento del recinto con decoraciones, construcciones
menores, bajorrelieves y otros cambios, como Ajenatón, Tutankamón, Horemheb,
Nectanebo I y Alejandro Magno.

El templo de Karnak, en el Antiguo Egipto especialmente durante el Imperio


Nuevo, fue el más influyente centro religioso. El templo principal estaba dedicado
al culto del dios Amón, pero como en otros templos egipcios también se veneraba
a otras divinidades.

Este complejo, es el centro religioso conocido más antiguo del mundo. Es un


enorme museo a cielo abierto que muestra importantes restos de la cultura del
antiguo Egipto.

Es el segundo lugar más visitado de Egipto, después de las pirámides de Guiza.


Está considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con otros
restos de la antigua Tebas.
TEMPLO DE HATSHEPSUT EN DEIR EL-BAHARI

Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Quinta gobernante de


dicha dinastía, reinó de ca. 1490–1468 a. C.1 Gobernó con el nombre de Maatkara
Hatshepsut, y llegó a ser la mujer que más tiempo estuvo en el trono de las "Dos
Tierras".

El nombre de Hatshepsut con el que se la reconoce hoy en día en principio era un


título con el significado de "La primera de las nobles damas" o "la principal dama
de la nobleza'', que también se presentaba en su forma completa de Hatshepsut
Jenemetamón, esto es, "La primera de las nobles damas, unida a Amón".

Se ignora el momento exacto del nacimiento de Hatshepsut, aunque es de


suponer que sucediese en la por entonces capital del estado, Tebas, a finales del
reinado de Amenhotep I. Ante la falta de descendencia del faraón, el sucesor
designado era el padre de Hatshepsut, el futuro Tutmosis I (Tutmose I), quien para
poder legitimar su inminente acceso al trono se había tenido que casar con la
princesa Ahmose.

Este matrimonio trajo al mundo, aparte de a Hatshepsut, al menos a otros tres


niños, de nombres Amenmose, Uadymose y Neferubity. Desgraciadamente, y
debido a la alta tasa de mortalidad infantil, sólo Hatshepsut y su hermana mayor,
Neferubity (y ésta sólo por un corto espacio de tiempo) llegarían a edad adulta.

Además de sus hermanos, Hatshepsut tuvo, aparentemente, medio hermanos de


parte de su padre con esposas secundarias y concubinas. Del único del que nos
ha llegado constancia es de quien fuera su esposo, Tutmosis II, hijo de Tutmosis I
y de una esposa secundaria, de nombre Mutnefert.
El padre de Hatshepsut, Tutmosis I, había logrado expandir el Imperio egipcio de
manera nunca antes vista en tan sólo trece años de reinado.

Este prodigioso monarca pasaría a la historia por llevar a sus tropas al curso de un
río enorme que, al contrario que el Nilo, no discurría de sur a norte, sino a la
inversa: el Éufrates. A la muerte, algo temprana, de Tutmosis I, Hatshepsut era la
mejor situada para sucederle en el trono, pues sus hermanos varones ya habían
muerto.

Es posible que incluso el propio Tutmosis I tratase en vida de asociar a su hija al


trono, como así lo demuestra que la nombrase Heredera. Sin embargo, sus
deseos fueron incumplidos, pues al parecer una conjura palaciega encabezada
por el chaty y arquitecto real, el poderoso Ineni consiguió sentar en el trono a
Tutmosis II, nacido de una esposa secundaria. Hatshepsut tuvo que soportar
convertirse en la Gran Esposa Real de su hermanastro, y se cree que este fue un
duro golpe a su orgullo.

La joven reina era descendiente directa de los grandes faraones libertadores de


los hicsos y además ostentaba el importantísimo título de Esposa del dios, lo que
la hacía portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari. Es lógico
que su orgullo fuera inmenso, y que no soportase muy bien la idea de supeditarse
a su marido.

Así, no es de extrañar que mientras su débil y blando esposo ceñía la doble


corona, Hatshepsut comenzara a rodearse de un círculo de adeptos que no
dejaron de crecer en poder e influencias: entre ellos destacamos sobre todo a
Hapuseneb y a Senenmut. La gran esposa real se había convertido, para temor
del visir Ineni, en un peligroso oponente.
TEMPLO DE RAMSÉS II

El Templo de Ramsés II o "Templo Mayor de Abu Simbel",


fue construido bajo el mandato del tercer faraón egipcio de
la Dinastía XIX Ramsés II. Está considerado como uno de
los más célebres de todo Egipto. Forma parte junto con el
Templo de Nefertari, del complejo de Abu Simbel.

El templo está situado al sur de Egipto, a unos 300


kilómetros de la ciudad de Asuán.

El templo se empezó esculpir hacia el año 1264 a. C. y se finalizó, veinte años


después, hacia el año 1284 a. C. Es uno de los seis templos excavados en la roca
que se edificaron en Nubia durante el largo reinado de Ramsés II.

Abandonado durante siglos, en 1813 el suizo J. L. Burckhardt lo visitó y a su vuelta


a Europa narró su descubrimiento al explorador italiano Giovanni Belzoni, el cual
viajó al lugar pero no pudo acceder al templo, por lo que volvió en 1817, despejó la
entrada y se llevó todos los objetos que encontró y pudo transportar.

Como consecuencia de la construcción de la presa de Asuán en 1964 el Templo


de Ramsés y el de Nefertari se desmantelaron para volver a ser reconstruidos en
una zona próxima, 65 metros más alta y unos doscientos metros más alejada.

El templo es una construcción de tipo speos, (edificación excavada en la


roca).Altura de la fachada: 30-33 metros aproximadamente, Anchura de la
fachada: 38 metros.

En la fachada están esculpidas cuatro estatuas colosales de Ramsés II sentado en


su trono con el nemes y la doble corona del Alto y Bajo Egipto.
Cada estatua mide 22 metros de altura. A los pies de las 4 figuras se encuentran
diversas estatuas menores de varios miembros de la familia del faraón: Tuya,
madre de Ramsés II y el príncipe Amonhorjepeshef (primer coloso de la izquierda).

 Las princesas Bentata, Nebettauy y Senefra (segundo coloso de la izquierda).


 La reina Nefertari, la princesa Beketmut y el príncipe Riamsese (primer coloso
de la derecha).
 La princesa Nerytamun, Tuya y Nefertari (segundo coloso de la derecha).
 El interior del Templo se divide en diversas estancias: Santuario, sala de
ofrendas, pequeñas salas contiguas, pronaos, vestíbulo y el templo solar.
 Prisioneros nubios capturados por el ejército egipcio.
 La parte interior del templo tiene una distribución similar a la mayoría de los
templos del antiguo Egipto, con salas de tamaño menor a medida que nos
acercamos al santuario.
 La primera sala contiene ocho estatuas de Ramsés II elevado a la categoría de
dios, tomando la forma de Osiris. Estas estatuas están adosadas a las
columnas. En las paredes se pueden ver grabados que representan escenas de
las victorias egipcias en Libia, Siria y Nubia.
 El santuario contiene tres estatuas de los dioses Ra, Ptah, Amón y una de
Ramsés, todas en posición sedente.
 El templo está dedicado a los dioses Ra, Amón y Ptah. Se construyó con la
intención de impresionar a los enemigos nubios de Egipto y mostrar la grandeza
del reino.

Forma parte del Museo al Aire Libre de Nubia y Asuán, declarado Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco en 1979 con el nombre de Monumentos de Nubia de
Abu Simbel a File.
El templo está construido de forma que durante los días 21 de febrero y 21 de
octubre, los rayos solares penetran hasta el santuario, situado al fondo del templo,
e iluminan las caras de Amón, Ra, y Ramsés, quedando sólo la cara del dios Ptah
en penumbra, pues era considerado el dios de la oscuridad. Se cree que estas
fechas corresponden respectivamente a los días del cumpleaños del rey y al de su
coronación, aunque no existen datos que lo corroboren. Tras el desplazamiento
del templo, el fenómeno solar ocurre dos días más tarde de la fecha original.

O posiblemente también, estos días correspondían respectivamente al inicio de


dos estaciones para los egipcios: la de peret (germinación de las semilla) y shemu
(recolección de la cosecha).
PERIODO TARDÍO: ESCULTURA SAÍTA

Durante este período, a pesar que existen obras


inspiradas en el Imperio Nuevo, existe una gran cantidad
de obras con influencia de las imágenes creadas para
las construcciones de Saqqara y Gizeh, del Imperio
Antiguo, llamándose Arte Neomenfitas, al conjunto de
imágenes que imitan las imágenes de sus cánones
escultóricos.

Esta vuelta a los cánones del Imperio Antiguo, se corresponde con la necesidad
de contrarrestar las influencias extranjeras introducidas durante el reinado de las
dos anteriores Dinastías extranjeras. Las artes figurativas, mantienen el grado de
belleza y de ejecución que en las dinastías precedentes, realizadas en piedras
oscuras y duras. En las representaciones humanas destaca la elegancia y
suavidad de las formas, la perfección del acabado de la superficie y la estilización
de los rostros, negándose desde el principio al realismo kushita. Al acabar la
dinastía saíta, se observa una vuelta al realismo, mezclando las facciones de los
rostros y la sonrisa saítica con el realismo en arrugas de la edad. Entre las
imágenes de divinidades sobresale la Estatua de la Diosa Thoeris*.

Las escasas esculturas exentas de los faraones, nos muestran un alejamiento del
estilo realista de las anteriores dinastías. Delatan una falta de espíritu, a pesar de
la maestría y sofisticación de los trabajos realizados. Estas imágenes, la mayoría
de ellas fragmentadas, destacan por su excelente calidad, tal como se percibe en
la Cabeza de una estatua del faraón Amasis.

La estatuaria privada refleja la importancia de los funcionarios en ésta época.


Suelen tener posturas de sereno aplomo propias del Imperio Antiguo. Cabe
reseñar la Estatua sedente de Petamenofis sentado, del Museo Egipcio de El
Cairo, realizada en alabastro, cuyas formas corporales, redondo rostro y ojos
mirando hacia arriba, se relacionan con la estatuaria del Imperio Antiguo, y la
Estatua del escriba Nespekashuti, del mismo museo, ejecutada en esquisto verde,
donde el personaje aparece como un escriba sentado, de amplio torso y piernas
cruzadas (aparecen la curva del tórax, anchas caderas y peluca sin raya). Todo
esto la aleja del patrón clásico. El material, el tratamiento de los detalles, la
precisión del contorno y el acabado de la superficie corresponden a los caracteres
propios de esta época. Claro exponente del grado de calidad artística de los
escultores saítas.

De los retratos de ancianos, ejecutados en piedra verde, sobresale el que tiene de


nombre Cabeza Verde de Berlín. Son auténticos retratos, pulidos con gran esmero
(magistral tratamiento plástico) sobre todo en la zona de los ojos y las cejas. La
Cabeza Verde de Berlín, el escultor aborda el tratamiento de la estructura ósea de
la cabeza. El realismo ilustra la influencia de los antiguos modelos egipcios, al
mismo tiempo que guía las formas que caracterizarán la retratística greco-romana.

Los escultores saítas, además crearon figuras de animales sagrados con bronce –
con este material también figuras de dioses- Imágenes de gatos, halcones, monos,
ibis y perros demuestran la influencia de estos animales en los artesanos de la
época. La escultura en relieve, tiene el mismo elegante acabado que la exenta.
Los relieves neomenfitas de las tumbas de Saqqara y Gizeh imitan las tallas de las
paredes de las tumbas del Imperio Antiguo. En los enterramientos de los nobles
tebanos buscan temas ajenos a la antigua tradición.
ESTATUA DE LA DIOSA THOERIS
Esta escultura, iconográficamente híbrida con cabeza de
hipopótamo, cola de cocodrilo y garras de león, representa a
la diosa de los partos en pie en actitud de caminar sobre sus
patas traseras, que concluyen en garras de felino.

Los brazos, de forma humana, también concluyen en garras


similares, las cuales se apoyan en dos lazos de la diosa Isis
dispuestos a modo de signos jeroglíficos. En origen esta imagen llevaba sobre su
peluca la corona de la diosa Hathor, de la cual actualmente sólo resta el soporte
cilíndrico, albergando en la columna dorsal una inscripción dedicatoria.

CABEZA DE ESTATUA DEL FARAÓN AMASIS

La estructura formal de esta obra participa del


canon tradicional de las imágenes regias del
Imperio Antiguo. No obstante, detalles como el
doble uraeus en forma de S, la práctica
desaparición de la línea cosmética en los
extremos de los ojos y la ausencia de barba
postiza constituyen elementos ajenos a la antigua tradición regia.

En ella la perfección técnica con que el escultor ha pulido la superficie de la piedra


y la precisión del trazado lineal de todos sus detalles contrastan con el volumen
plástico del sereno rostro del monarca, cuyos idealizados rasgos se alejan de la
individualidad del retratado. Otro rasgo característico de esta dinastía es la dulce y
agradable sonrisa “saíta” como emblema de la lúcida serenidad interior del
soberano.
Desaparición del Imperio con Alejandro Magno

Los relatos de la Antigüedad Clásica están plagados


de batallas épicas en distintos ambientes de Europa,
Asia occidental y el norte de África. Fueron
protagonizados por una de las civilizaciones que
más ha maravillado al hombre contemporáneo
debido a su misticismo, cultura, cosmovisión y,
sobretodo, lo poco que se conoce de ellas.

Una de las figuras más atractivas –que ha sido explotada por los medios masivos
de comunicación: televisión y cine- es la de Alejandro Magno, quien a sus 33 años
logró forjar un imperio que iba de Macedonia hasta las tierras del río Indo.

Alejandro II de Macedonia nació el 20 o 21 de julio de 356 a.C., hijo y sucesor de


Filipo II de Macedonia y Olimpia de Epiro. Desde muy temprana edad fue
preparado para reinar, tanto en el área militar como en la intelectual, por su
mentor: Aristóteles.

Subió al trono en el 336 a.C. luego del asesinato de su padre. Sus primeros años
de gobierno fueron dedicados a imponer a los pueblos que estaban bajo el
mandato de Macedonia, que tras la muerte de su padre se revelaron;

Así logró reconquistar Tesalia, Tebas y obligar a Atenas a reconocer su


supremacía. Macedonia se había convertido en un poderoso estado militar que
dominaba indirectamente a Grecia por la Liga de Corinto (federación de estados
griegos creada por Filipo II, con el propósito de establecer la paz con las polis
griegas y unirse contra el Imperio Persa). Después de esto se hizo llamar
Hegemon, siendo así el gobernante de toda Grecia.
Después de esta reconquista, emprendió su siguiente proyecto: la conquista del
Imperio Persa. Se encaminó hacia Asia menor, y a su paso por Troya honró la
tumba de Aquiles, a quien consideraba su héroe.
Su primera batalla fue contra los sátrapas en la batalla
del Gránico, en la que fueron vencidos los persas, y las
ciudades griegas se rindieron ante Magno. En el 333
Obtuvo la victoria frente a Darío III en la batalla de Isos,
después conquistaría Fenicia en el 332 y de allí se
dirigiría a Egipto, cuya civilización apoyaba su lucha
contras los persas, ya que habían sido atacados por
ellos en dos ocasiones: de 523 a 404 a.C. y de 343 a 332 a.C.

Los egipcios veían a Alejandro como salvador y liberador, por lo que se le


concedió la corona de los dos reinos (alto y bajo Egipto), siendo nombrado faraón
en Menfis en el 332 a.C. Un año después fundó la ciudad de Alejandría, en una
zona costera del delta del Nilo, donde se buscaba el desarrollo cultural y
económico. Después se trasladó hacia el área de Mesopotamia, que conquistaría
en la primavera del 331 a.C. Allí mismo se enfrentaría a Darío, a orillas del río
Tigris, donde el rey persa sería vencido una vez más. Gracias a esta victoria
Alejandro logró entrar en Babilonia y después a Susa, la vieja capital del imperio
persa, mientras que Darío huía al interior de su imperio en busca de refuerzos.

Ocupo Persépolis en el 330 a.C. –capital ceremonial del Imperio Aqueménida o


Persa-, seguiría a Ecbatana donde encontrarían el cuerpo de Darío III, que había
asesinado por Bessos –un noble persa-. Se proclamó emperador de los
Auqménidas y se lanzó a conquistar más territorios, sometió: Partia, Aria,
Drangiana, Aracosia, Bactriana y Sogdiana, también dio muerte a Bessos. En este
momento ya controlaba Asia central y el actual Afganistán, por lo que continuaría
con su expansión buscando la conquista de la India. Sólo logró incorporar el área
occidental del país indio, ya que sus tropas se negaron a seguir luchando luego de
batallas largas y agotadoras.
A la par de estos movimientos militares, se casó con la princesa Roxana, hija del
sátrapa Oxiartes de Bactria; Barsine-Estatira, hija del rey Darío III; y Parysatis,
hija del rey Artajerjes III. Fue padre de al menos dos niños: Heracles de
Macedonia, nacido en el 327 a. C. de la princesa Barsine, y Alejandro VI de
Macedonia, nacido en el 323 a. C. de la princesa Roxana.

A la edad de 32 años su imperio se extendía hasta el valle de Indo, por el Este y


hasta Egipto, por el Oeste. Con esto extendió la influencia de la civilización griega
y preparó las huellas a seguir para la expansión romana y los reinos de periodo
helenístico. Amante del arte y la cultura, fundó varias ciudades y supo controlar su
imagen al encargar la reproducción de su efigie a sólo tres artistas: el escultor
Lisipo, un orfebre y el pintor Apeles. La ambición de Alejandro era la unificación
del territorio geográfico bajo un “imperio de síntesis”, con lo que comenzó con la
unificación monetaria, abrió las puertas para un comercio inmenso, impulsó las
expediciones geográficas, desarrolló caminos y canales de riego, y se impuso el
griego como la lengua común.

Se han elaborado varias teorías sobre la muerte del emperador, ya que murió a
los 33 años. Se cree que fue víctima de malaria, tifoidea, paludismo o de
envenenamiento. Murió el 10 de junio del 323 a.C (otros autores afirman que el
13) en el palacio de Nabucodonosor II en Babilonia. Su muerte causó un colapso
en el imperio y su inminente desaparición, ya que no tenía ningún heredero (su
hermano Filipo era deficiente, su hijo Alejandro nacería después de su muerte y
Heracles era considerado bastardo).

Se desencadenaron luchas sucesorias, los territorios se repartieron entre sus


generales: Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro, este último mandó
asesinar a la madre de Alejandro, Olimpia, a Roxana, a sus hijos: Alejandro y
Heracles, y a Barsine, terminando con la dinastía Argéada.
A los estados resultantes los llamaron reinos helenísticos, los que siguieron con la
tradición de llevar la cultura griega. Se formaron tres dinastías:
 Dinastía Ptolomaica: Ptolomeo se convirtió en gobernante de Egipto, quien se
mantendría estable y aislado.
 Dinastía Antigónida: con el hijo de Antígono, Demetrio, se establecería en
Macedonia como rey y ocuparía también Grecia, y conquistaría los territorios
de Casandro.
 Dinastia Seléucida: Mesopotamia y Siria.

Lísimaco obtuvo Tracia y Asia Menor pero no fundó ninguna dinastía, pues no
consolidó su poder ni sus territorios. Mucho se ha dicho de la sexualidad del
emperador –como de muchas otras figuras de la antigua Grecia-. Se dice que
Hefestión, su comandante de caballería, fue uno de sus amantes. También se ha
planteado que tuvo como amante a Bagoas, un eunuco quien también fue amante
de Darío III.
La cuestión de la homosexualidad o bisexualidad de Alejandro ha sido punto
central de diferentes discusiones entre eruditos del tema; sin embargo estos
conceptos son considerados como anacronismos, ya que la noción de
“homosexualidad” no existía en ese periodo, sino que la atracción sexual entre
hombres era vista como normal y parte universal de lo que conforma a la
naturaleza humana, el hombre de la antigüedad era atraído por la belleza y
juventud, sin importar el sexo.

Lo que llamó la atención en el caso de Alejandro fue el hecho de que mantuviera


relaciones con hombres que eran casi la misma edad que él. Por otro lado, en
muchos informes acerca de la vida sexual o el amor de Alejandro son vistos con
escepticismo, porque fueron escritos siglos después de su muerte.

Sin embargo, dejando de lado la controversia de este personaje, es innegable que


es una de las figuras más importantes de la Historia, ya que logró la apertura del
mundo antiguo hacia nuevos horizontes, desconocidos para la mayoría de quienes
habitaban estas zonas geográficas.
BIOGRAFIA

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Imperio_Medio_de _Egipto
www.wikipwdia.com.mx

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