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Roland Barthes El susurro del lenguaje Mas alla de la palabra y de la escritura @P PAIDOS ‘asec por tn oS, a “aves de © Feride Mesa Coben de Mati en ‘Serene eet Suet cei ia 1 1964 Bons oo Seu, Pars 1 1967 de tad ler eihones en ctl, aches Fal ren 8.0, Maran Cot 9208001 Buconn {SBN 86-7509. Depot eat B5.2767002 Inpro ox Hurope. SL, tng 3 br" 09050 Barona peso en Espada Peis in Spin Indice T.De ca cuanete 4 ta urrenaruma Meratura un verbo intransitivo? Eseribir In lectura . Sobre Ia letra = Bt aneso Reflexiones sobre un manus La libertad de trazar TE, De ta onRa aL texto La muerte del autor De Ia obra al texto La mitologia boy iresiones El susurro de la fengua En anexo Los jévenes investigadores seus st sseua La muerte del autor Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado dis: frazado de mujer, eseribe lo siguiente: «Era la mujer, con sus ‘miedos repentinos, sus capriehos irracionales, sus instntivas tur- baciones, sus audaciae sin cousa, sus bravatas y su exquisita Aelicadeza de sentimientos.» ¢Quién esté hablando asi? ZB héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? zE1 individuo Bale, al que Ta experiencia perso- nal ha provisto de una filosofia sobre la mujer? ZEl autor Balzac, hnaciendo profesion de clertas ideas eliterariase sobre la femini- dad? La sabiduria universal? La psicologia romdntica? Nunca jams seré posible averiguarlo, por la sencilla razén de que la eseritura es la destruccién de toda vor, de todo origen. Le escri- tra es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blancoynegro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe ‘Siempre ha sido asf, sin dudas en euanto un hecho pasa a ser relatado, con fines intransitives y no con la finalidad de actuar Alrectamente sobre lo real, es decir, en defintiva, sin més fun- cidn que el propo ejercicio del simbolo, se produce esa rupturs, be tk oom at Texto 66 Ja vor pierde su origen, el autor entra en su propla muerte, co- ‘mlenaa la escitura, No obstant, el sentimiento sobre este fend ‘meno ha sido variable; en las sociedades etnografcas, el relato jams ha estado a cargo de una persona, sino de un mediador, chamén 0 recitador, del que se puede, en rigor, admirar la «per formance» (es decir, el dominio del cédigo narrative), pero nu ca el egeniow. El autor es un personaje moderno, producido im. ddudablemente por nuestra sociedad, en la medida en que éta, al, salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racion smo francés y la fe personal de la Reforma, deseubre el prest- go del individuo o, dicho de manera ms noble, de Ia person humana. Es lgico, por Io tanto, que en materia de literatura sea el positivismo, resumen y resultado de I ideologa capitalista, el ‘que haya concedide la méxima importancia a la «personae del ‘autor. Ain impera el aufor en los manuales de historia Iiteraria, las biograflas de escrtores, las entrevistas de revista, y hasta en J misma conciencia de los lieratos, que lienen buen cuidado de reunir su persona con su obra gracias a su diario intimo; Is ima- {gen de la literatura que es posible encontrar en la cultura comin tiene su centro, tirdnicamente en el autor, su persona, su histo- ria, sus gustes, sus pasiones; la critica alin consiste, la mayor parte de las veces, en decir que Ia obra de Baudelaire es el fraca- so de Baudelaire como hombre; la de Van Gogh, su locura; la de ‘Tehaikovsky, su vieo: la explicacidn de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como si, a través de la alegoria més, ‘0 menos transparente de la ficién, fuera, en defnitiva, siempre, Ja vor de una sola y misma persona, el eutor, la que estaria ex. tregando sus «confidenciass. ‘Aunque todavia sea muy poderoso el imperio del Autor (la nueva criti Io tnieo que ha hecho es consolidarlo), es obvio ‘que algunos escritores hace ya algin tiempo que se han sentido tentados por su derrumbamiento, En Francia ha sido sin duda Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la ne- cesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces ‘se suponta que era su propietario; para 4, igual que pars noso- tos, es el Jenguaje, y no el autor, ef que habla; escribir consiste fem aleanzar, a través de una previa impersonalidad —que no se o 1A Muurre net avroR, Aeberta confundir en ningin momento con la objetividad casra dora del novelista reallsta~ ese punto en el eval s6lo el lenguaje acti, «performas* y no syos: toda la pottica de Mallarmé con- iste en suprimir al autor en beneficio de la escritura (lo cal, como se verd, es devolver st sitio al lector). Valéry, completamen te enmarafado en una psicologia del Yo, edulcord mucho la teorla de Mallarmé, pero, al remit por amor al clasicisimo, alas Tecciones de la retérica, no dejé de someter al Autor a In dda y la Irrsion, acentué la naturalezalingUistica y como eazarosa {ae su actividad, y reivindied a lo largo de sus bros en prosa la condicién esencialmente verbal de la Literatur, (rene a la cual cualquier recurso a la interiridad del eseritor le parecia pura supersticién. El mismo Proust, a pesar del eardcter aparentemen- te psicoligico de lo que se suele llamar sus andlisis, se impuso claramente como tarea el emborronar inexorablemente, gracias ‘una extremada sutilizacién, la relacién entre el esritor y sus personajes: al convertir ab narrador no en el que a visto y sent do, ni siquiera el que esta escribiendo, sino en el que ve a escri- bir (el joven de la novela —pero, por clerto, no te diferencia estructuralmente de la lectura de tren (en tren). El Tento (aunque no fuera mas que por su frecuente «ileyibilidads) ddecanta a la obra (cuando éstalo permite) de su consumo y la e- coge como juego, trabajo, produccion, prdctica, Todo esto quiere Gecir que el Texto exige que se intente aboli (0 al menos distal ‘uir) la distancia entre laescritura y la Iectura, y no por medio de Ia intensiicacion de la proyeccign del lector sobre la obra, ‘no leyendo alas dos dentro de una misma préctieasignificante, La distancia que separa la lectura de In escritura es histérca En Ia época de Ia mayor diferenciacin social (antes de la insta: racién de lag culturas democriticas), leer y escribir estaban a la par entre los privilegios de clase: Ia Retdrica, el gran cédigo Iiterario de aquellos tiempos, ensefiaba a escribir (aunque To que ‘oA ona AL TexrO a e ordinario se produjera entonces fueran discursos, y no textos); ificativo que el advenimiento de In democracia haya inver. Grdenes: Ia Escuela (secundaria) se enongullece de ense- ‘ara leer (bien) y ya no de ensefiar a escribir (el sentimlento de festa carencia vuelve a ponerse hoy de moda: se exige al maestro {que ensefe al estudlante a sexpresarses, lo cual es en clerto ‘modo reemplazar una censura por un contrastatide). De hecho, ter, en el sentido de consumir, n0 es jugar con el texto. Hay {que tomar Ia palabra jugar» en toda su polisemia, en este caso! el texto en s{ mismo «juegas (como una puerta, como cualquier Aparato en el que haya un sjuegoe); y el lector juega, por su parte, dos vecst: «juega» al Testo (ventido lédico), buses una prictica que le reproduzca; pero para que esta prictica no se reduzca a una mimesis pasiva, interior (el Texto es precisamente Toque se resiste a esta reduccién),ejecura® el Texto; no hay que ‘olvidar que «jouers es también un término musieal; la historia {de la msica (como practica, no como wartes) es, por otra parte, bastante paralela @ la del Texto; hubo una época en que los af clonados actives eran numerosos (al menos en una determinada clase social), sejecutars y «escuchar» constituian una actividad poco diferenciada; después, han aparecido dos papeles sucesivos: primero el del intérprete, en el que el piblico burgués (aunque ‘uplera todavia tocar un poco por si mismo: ésa es la historia de! piano) delegaba su ejecucidn; después e! del aficionado (pasivo), ‘que escucha la misica sin saber tocarla (en efecto, el disco ha ‘sucedido al piano}; es sabldo que hoy, la miisca postserial ha re- volucionado el papel del intéxprete», al que se Ie pide de alguna ‘manera que sea el coautor de la partitura que, mis que eexpre. str», completa, El Texto es més © menos Una partitura de ese ‘nusvo estilo: solieita del letor una colaboracion préctica, Gran Innovacién, porque cquién ejecuta In obra? (Ya se planted la pre- igunta Mallarmé, y pretende que el suditorio produce el bro.) Tan s6lo el eritico ejecuta hoy en dia Ia obra (admito el juego de palabras). Le reduccign de la lectura a un connumo es eviden: temente responsable del «aburrimientor que muchos experimen. tan ante el texto moderno (legible), la pelicula 0 el cuadro de vanguardia: aburrirse, en este caso, quiere decir que no se es capae de produeir el texto, de ejecutarlo, de deshacerto, de Dponerlo en marcha 1. Todo esto nos leva a proposer un éltimo acercamiento al Texto: el del placer. Yo no +é si alguna vex ha existido une atética hedonista (incluso los filésofos eudemonistas son bien seasos). Es cierto que existe un placer de la obra (de ciertas ‘Obras); uno puede quedarse encantado leyendo y releyendo & Proust, a Flaubert, ® Balzac y, 2por qué no?, hasta a Alexandre Dumas; pero este placer, par intenso que sea, y aun en el caso de ‘gue estuviera despojade de todo prejuicio sigue siendo, en parte Galvo un esfuerza critico excepcional), un placer consumista: ‘pues Al bien uno puede leer a esos autores, sabe también perfec. Tamente que no puede reescribirlas (que noes posible hoy en dia ‘ceribir casi); Y esta sabiduria, bastante triste, basta para apar- amos de la produccign de esas abras, desde el mismo momento ten que su alejamiento es Ia base de nuestra modernidad (ser Stoderno no es aeaso reconocer perfectamente lo que NO e3 Po- ble volver a empezar?). El Texto, en cambio, est& asociado al Uisfrate, es decir, al placer sin separacién. Al pertenecer al ‘orden de significente, el Texto participa a su manera de una Utopia social; antes ue la Historia (Suponiendo que ésta no ‘acoja la barbaric), el Texto consigue, si no la transparencia de fas relaciones sociates, al menos Ia de Tas relaciones de lengua J espacio en el que ningin lenguaje tiene poder sobre otro, €s lespacio en el que lor lenguajes circulan (conservan el sentide circular del término). ‘unas cusntas proposiciones no constituyen por fuerza las articuaciones de una Teoria del Texto. Esto no s6lo se debe & ins insuficincias del presentador (que, por otra parte, no ba he- ‘ho en muchos puntos ms que recopilar Io que se est invest fuando a ou alrededor), Esto se debe a que una Teoria del Texto Fo puede satisfacerse con wna expasiciin metalingistiea: la Sestrucelén del metalenguaje, 0 por lo menos (pues es posible ‘que haya que recurrir a ello provislonalmente) su puesta en De 1A omma aL rExrO 2 entredicho, forma parte de Ia misma teorla: el discurso sobre el ‘Texto, por su parte, no deberia ser ora cosa que texto, investi cin, trabajo de texto, ya que el Testo es ese espacio soci que tho deja bajo proteccién a ningsn lenguaje, exterior a , ni deja a ningan sujeto de I enunciacion en situaclin de poder ser jucz, Inaestro, analista, confesor, descifrador: fa leorla del Texto tan Sélo puede coineidir con una préctica de la escrtura 19M, Reyue desthdtique.

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