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“El discurso filosófico no esculpe estatuas inmóviles, sino que todo lo que toca desea

volverlo activo, eficaz y vivo. Inspira impulsos motores, juicios generadores de actos útiles,
elecciones a favor del bien”. — Plutarco
Hablar de “Filosofía” es pensar la actividad filosófica de una forma particular, en este caso,
respecto del ejercicio de la filosofía de la vida cotidiana. Se trata de dirigir la razón, de
forma metódica, hacia aquellas situaciones cotidianas que posibilitan un ámbito de
estabilidad y seguridad.

Sin embargo, quienes amamos la verdad sobre todas las cosas, nos dirigimos al sentido
común — circunstancial — compartido por una determinada forma de vida con el propósito
de preguntar por sus causas y su razón de ser. Así, el ejercicio de la filosofía de la vida
cotidiana consiste en la observación de ciertos hábitos intelectuales vinculados con hábitos
emocionales y de conducta que repetimos, cotidianamente, de forma automática y que,
paradójicamente, desconocemos.

Ahora bien, la observación racional de estos hábitos muestra las creencias presupuestas
cuyo origen, en la mayoría de los casos, se remonta a opiniones populares que no han sido
producto del pensamiento crítico. En otras palabras, se propone ejercer la práctica filosófica
desde la vida cotidiana y sobre ella para retornar con la mirada transformada y, por lo tanto,
con una nueva realidad ante los ojos. Como señala Richard Raatzsch en Filosofía de la
Filosofía, “una investigación filosófica genuina empieza a partir de algo sumamente
cotidiano y familiar, desemboca en algo totalmente increíble e inédito y, finalmente,
concluye en algo cotidiano y familiar.”

Se trata de volver a lo cotidiano y familiar, al ámbito del que partimos, observando aquellos
presupuestos gracias a los que actuamos, pensamos y sentimos de la forma en que lo
hacemos. Se trata, en resumen, de observar la distancia que existe entre el ideal teórico, el
Homo Philosophicus de Quassim Cassam con el que nos identificamos y quienes realmente
somos, con nuestros sesgos cognitivos y creencias limitadas.

Así, la filosofía de la vida cotidiana se presenta como una propuesta de reflexión racional
sobre cuestiones que nos ocurren a diario y que, sin embargo, no solemos detenernos a
pensar. La importancia de esta tarea se fundamenta en la construcción de una autonomía
propia a partir de la cual regulemos nuestra conducta cotidiana. Se trata, en otras palabras,
de reflexionar filosóficamente en torno a las razones que guían nuestro comportamiento, la
forma en que pensamos, sentimos y actuamos, nuestro ser-en-el mundo. Siguiendo a
Immanuel Kant, en Lógica, un manual de lecciones, “la autonomía es, pues, el fundamento
de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional”.

De aquí que esta tarea se comprometa con el desarrollo personal y la formación ética de los
ciudadanos. Por lo tanto, aunque el ritmo vertiginoso de la cotidianeidad actual parece
arrebatarnos el tiempo y la calma, es necesario detenernos a reflexionar de forma serena y
rigurosa sobre el fundamento de nuestras convicciones y expectativas.
“¿No te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor
fama y los mayores honores, y en cambio no te preocupas ni te interesas por la
inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?” — Sócrates

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