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TALLER SOBRE LOS RELATOS DE LA CREACION EN LA BIBLIA

 Lea el texto del Génesis 1,1-2,4a.

 Lea el texto del Génesis 2,4b-25.

 Lea el texto de Hugo Bangher titulado “el problema del relato de la creación en el Génesis”.

 Lea el texto de Prudencio García titulado “interpretación del primer relato de la creación”.

Responda las siguientes preguntas:

1. Tomando como referencia las lecturas mencionadas, compare los dos relatos de la
creación: Génesis 1,1-2,4a y Génesis 2,4b-25. Indique las principales diferencias y
semejanzas que hay entre los dos textos.

2. Lea el texto de Hugo Bangher. Según este autor: ¿Por qué existen dos relatos sobre la
creación en el libro del Génesis?

3. Lea el texto de Prudencio García. Según dicho texto: ¿Por qué la Biblia no debe
interpretarse de una forma fundamentalista sino de manera histórico-didáctica o teológico-
litúrgica?

4. ¿Por qué Prudencio García dice que la verdad científica y la verdad de la Biblia no se
contraponen sino que se complementan? ¿Qué opinan de esta afirmación?

5. Según los dos autores, ¿Cuál es la gran verdad de fe revelada que subyace en los dos
relatos de la creación y que ni la misma ciencia es capaz de refutar?
GENESIS CAPITULO 1

Primer Relato de la Creación

1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2. La tierra era caos y confusión y oscuridad
por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. 3. Dijo Dios:
«Haya luz», y hubo luz. 4. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad;
5. y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día
primero.

6. Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.» 7.
E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de
por encima del firmamento. Y así fue. 8. Y llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y
amaneció: día segundo.

9. Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y
déjese ver lo seco»; y así fue. 10. Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo
llamó «mares»; y vio Dios que estaba bien. 11. Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación:
hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro,
sobre la tierra.» Y así fue. 12. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus
especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban
bien. 13. Y atardeció y amaneció: día tercero.

14. Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan
de señales para solemnidades, días y años; 15. y valgan de luceros en el firmamento celeste
para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue. 16. Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero
grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas;
17. y púsolos Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, 18. y para dominar en
el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien. 19. Y
atardeció y amaneció: día cuarto.

20. Dijo Dios: «Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra
el firmamento celeste.» 21. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente,
los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las aves aladas por sus
especies; y vio Dios que estaba bien; 22. y bendíjolos Dios diciendo: «sed fecundos y
multiplicaos, y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra.» 23. Y atardeció y
amaneció: día quinto.

24. Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y
alimañas terrestres de cada especie.» Y así fue. 25. Hizo Dios las alimañas terrestres de cada
especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio Dios que
estaba bien. 26. Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza
nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las
alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. 27. Creó, pues, Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. 28. Y bendíjolos
Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en
los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.» 29.
Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra,
así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento. 30. Y a todo
animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida,
toda la hierba verde les doy de alimento.» Y así fue. 31. Vio Dios cuanto había hecho, y todo
estaba muy bien. Y atardeció y amaneció: día sexto.

GENESIS CAPITULO 2

"1. Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra y todo su aparato, 2. y dio por concluida Dios en el
séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. 3. Y
bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que
Dios había hecho. 4. Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados.

Segundo Relato de la Creación

… El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, 5. no había aún en la tierra arbusto
alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no
había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. 6. Pero un manantial
brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. 7. Entonces Yahveh Dios formó al
hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser
viviente.

8. Luego plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había
formado. 9. Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles deleitosos a la vista y
buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y
del mal. 10. De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos.
11. El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. 12. El oro de
aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. 13. El segundo río se llama Guijón: es
el que rodea el país de Kus. 14. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y
el cuarto río es el Eufrates. 15. Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de
Edén, para que lo labrase y cuidase. 16. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De
cualquier árbol del jardín puedes comer, 17. mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»

18. Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada.» 19. Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del
cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese
el nombre que el hombre le diera. 20. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves
del cielo y a todos los animales del campo, más para el hombre no encontró una ayuda
adecuada. 21. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se
durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. 22. De la costilla que
Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. 23.
Entonces éste exclamó: «Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será
llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» 24. Por eso deja el hombre a su padre y a su
madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. 25. Estaban ambos desnudos, el hombre
y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro."

Fuente: https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/genesis/
EL PROBLEMA DEL RELATO DE LA CREACION EN GENESIS

Por Hugo Bangher

Quien lee la Biblia sin estar prevenido, se encuentra con un gran problema ya en la primera página: al comenzar el libro del
Génesis se halla dos veces la narración de la creación del mundo, con lo cual, el lector no puede menos que quedar perplejo.

En efecto, Gn. 1 cuenta el relato tantas veces oído cuando niños en el catecismo, según el cual al principio de los tiempos
todo era caótico y vacío, hasta que Dios resolvió poner orden en esa confusión. Antes de ponerse a trabajar, al igual que
cualquier operario, lo primero que hizo fue encender la luz (Gn.1,3). Por eso en el primer día de la creación nacieron las
mañanas y las noches.

Luego decidió ubicar un techo en la parte superior de la tierra para que las aguas del cielo no la inundaran. Y creó el
firmamento. Cuando vio que el suelo era una sola mezcla barrosa, secó una porción y dejó la otra mojada, con lo cual
aparecieron los mares y la tierra firme.

Sucesivamente con su palabra poderosa fue adornando los distintos estratos de esta obra arquitectónica con estrellas, sol,
luna, plantas, aves, peces y reptiles. Y por último, como coronación de todo, formó al hombre, lo mejor de su creación, al que
moldeó a su imagen y semejanza. Entonces decidió descansar. Había creado a alguien que podía continuar su tarea.

Ésta labor le había llevado 6 días. Y todo lo había hecho bien.

Pero cuando pasamos al capítulo 2 de Génesis viene el asombro. Parece como si nada de lo anterior hubiera ocurrido.
Estamos otra vez en un vacío total, donde no hay plantas, ni agua, ni hombres (Gn.2, 5).

Dios, nuevamente en escena, se pone a trabajar. Pero es un Dios muy distinto al de relato anterior. En lugar de ser solemne
y majestuoso ahora adquiere rasgos mucho más humanos. Vuelve a crear al hombre, pero esta vez no desde la distancia y
con el simple mandato de su palabra, casi sin contaminarse, sino que lo modela con polvo del suelo, sopla sobre su nariz, y
de este modo le da la vida (Gn.2, 7).

Se detalla luego, por segunda vez, la formación de plantas, árboles y animales. Y para crear a la mujer emplea ahora un
método diferente. Hace dormir al hombre, le extrae una costilla, rellena con carne el hueco restante, y moldea así a Eva.
Entonces se la presenta y se la da por compañera ideal para siempre.

Llegado a este punto uno se pregunta: ¿Por qué si en Génesis 1 tenemos ya el mundo terminado, en Génesis 2 hay que
crearlo de nuevo? ¿Es que acaso hubo dos creaciones en el origen de los tiempos?

Pero el problema no es sólo éste. Si comenzamos a hacer una minuciosa comparación entre ambos capítulos encontramos
una larga lista de discrepancias que dejan al lector pasmado.

De entrada llama la atención la diferente manera de referirse a Dios en ambos textos. Mientras Gn. 1 lo designa con el
nombre hebreo de Elohim (= Dios), en Gn. 2 se lo llama Yahvé Dios.

El Dios de Gn. 2 es descrito con apariencias más humanas, de un modo más primitivo. Él no crea sino que “hace” las cosas.
Sus obras no vienen de la nada sino que las fabrica sobre una tierra vacía y árida. El Dios de Gn. 1, en cambio, es
trascendente y lejano. No entra en contacto con la creación, sino que desde lejos la hace surgir, como si todo lo creara de la
nada.

De esta manera, mientras Dios en Gn. 1 aparece en toda su grandiosidad, majestuoso, donde al sonido de su voz van
brotando una a una las criaturas del universo, en Gn. 2 Dios es mucho más sencillo. Como si fuera un alfarero, moldea y
forma al hombre (Gn. 2,7). Como un agricultor, siembra y planta los árboles del paraíso (Gn. 2,8). Como un cirujano, opera al
hombre para extraer a la mujer (Gn. 2,21). Como un sastre, confecciona los primeros vestidos a la pareja porque estaban
desnudos (Gn. 3, 21).

Mientras en Gn. 1 Dios crea el mundo en 6 días y luego en el 7° descansa, en Gn. 2 sólo le lleva un día todo el trabajo de la
creación.

En Gn. 2 Yahvé crea únicamente al varón, y al caer en la cuenta de que está solo y de que necesita una compañera
adecuada, después de probar darle los animales por compañeros, le ofrecerá la mujer. En cambio en Gn. 1 Dios desde un
principio hizo existir al hombre y a la mujer simultáneamente, en pareja,

Mientras en Gn. 1 los seres van surgiendo en orden progresivo de menor a mayor, es decir, primero las plantas, luego los
animales, y finalmente los seres humanos, en Gn. 2 lo primero en crearse es el hombre (Gn. 2,7), más tarde las plantas (Gn.
2,9), los animales (Gn. 2,19), y finalmente la mujer (Gn. 2,22).

La visión del cosmos de Gn. 1 es “acuática”. Sostiene que al principio no había más que una masa informe de aguas
primordiales, y la tierra al ser creada será un islote en medio de esas aguas. En cambio la cosmología de Gn. 2 es “terrestre”.
Antes de que se creara el mundo todo era un inmenso desierto de tierra seca y estéril (Gn. 2,5), pues no había nada de
lluvia. Al ser creada, la tierra será un oasis en medio del desierto.

Haciendo esta lectura comparativa, nos damos la sorpresa de que la Biblia incluye una doble y discrepante narración de la
creación.

Tratando de resolver el enigma

Los estudiosos llegaron a la conclusión de que no pudieron haber sido escritas por la misma persona, y piensan más bien
que pertenecen a autores diversos y de distintas épocas. Como sus nombres no llegaron hasta nosotros, ni podremos
saberlos nunca, llamaron al primero “Sacerdotal”, porque lo atribuyeron a un grupo de sacerdotes judíos del siglo VI a.C. Y al
segundo autor, ubicado en el siglo X a.c, “Yahvista”, porque prefiere llamar a Dios con el nombre propio de Yahvé.

¿Cómo se escribieron dos relatos opuestos? ¿Por qué terminaron incluidos ambos en la Biblia?

El primero que se compuso fue Gn. 2, aunque en la Biblia aparezca en segundo lugar. Por eso tiene un sabor tan primitivo,
espontáneo, vívido. Durante muchos siglos fue el único relato con el que contaba el pueblo de Israel sobre el origen del
mundo.

Fue escrito en el siglo X a.c., durante la época del rey Salomón, y su autor era un excelente catequista que sabía poner al
alcance del pueblo en forma gráfica las más altas ideas religiosas.

Con un estilo pintoresco e infantil, pero de una profunda observación de la psicología humana, cuenta la formación del
mundo, del hombre y de la mujer como una parábola oriental llena de ingenuidad y frescura.

Los aportes vecinos

Para ello se valió de antiguos relatos sacados de los pueblos vecinos. En efecto, las antiguas civilizaciones asiría, babilónico
y egipcia habían compuesto sus propias narraciones sobre el principio del cosmos, que hoy podemos conocer gracias a las
excavaciones arqueológicas realizadas en Medio Oriente. Y resulta sorprendente la similitud entre estos relatos y el de la
Biblia.

Todos dependen de una concepción cosmológica de un universo formado por tres planos superpuestos: los cielos con las
aguas superiores; la tierra con el hombre y los animales; y el mar con los peces y las profundidades de la tierra.
El Yahvista recogió estas tradiciones populares y concepciones científicas de su tiempo, y las utilizó para insertar un mensaje
religioso, que era lo único que le interesaba.

La gran decepción

Cuatro siglos después de haberse compuesto este relato, una catástrofe vino a alterar la vida y la fe del pueblo judío. Corría
el año 587 a.c. y el ejército babilónico al mando de Nabucodonosor, que estaba en guerra con Israel, tomó Jerusalén y se
llevó cautivo al pueblo.

Y allá en Babilonia fue la gran sorpresa. Los primeros cautivos comenzaron a arribar a aquella capital y se dieron con una
ciudad espléndida, con enormes edificios, magníficos palacios, torres de varios pisos, acueductos grandiosos, jardines
colgantes, fortificaciones, y lujosos templos.

Ellos, que se sentían orgullosos de ser la nación bendecida y engrandecido por Yahvé en Judea, no habían resultado ser
sino un modesto pueblo de escasos recursos frente a Babilonia.

El templo de Jerusalén, edificado a todo lujo por el gran rey Salomón, y gloria de Yahvé que lo había elegido por morada, no
constituía sino un pálido reflejo del impresionante complejo cultual del dios Marduk, de la diosa Sin y de su consorte Ningal.

Jerusalén, orgullo nacional, por quien suspiraba todo israelita, era una ciudad apenas considerable en comparación con
Babilonia y sus murallas, mientras su rey, ungido de Yahvé, nada podía hacer frente al poderoso monarca Nabucodonosor,
brazo derecho del dios Marduk.

La situación no podía ser más decepcionante. Los babilonios habían logrado un desarrollo mucho mayor que los israelitas.
¿Para qué habían rezado tanto a Yahvé durante siglos y se habían abandonado confiados en él, si el dios de Babilonia era
capaz de dar más poderío, esplendor y riqueza a sus devotos?

Aquella catástrofe, pues, representó para los hebreos una gran desilusión. Pareció el fin de toda esperanza en un Mesías, y
lo vano de las promesas de Dios en sostener a Israel y transformarlo en el pueblo más poderoso de la tierra.

¿Tal vez el Dios de los hebreos era más débil que el dios de los babilonios? ¿No sería ya hora de adoptar la creencia en un
dios que fuera superior a Yahvé, que protegiera con más eficacia a sus súbditos y le otorgara mejores favores que los
magros beneficios obtenidos suplicándole al Dios de Israel?

Se desmoronaron, entonces, las ilusiones en el Dios que parecía no haber podido cumplir sus promesas, y el pueblo en crisis
comenzó a pasarse en masa a la nueva religión de los conquistadores, con la esperanza de que un dios de tal envergadura
mejorara su suerte y su futuro.

Ante esta situación que vivía el decaído pueblo judío durante el cautiverio babilónico, un grupo de sacerdotes, también
cautivo, comienza a tomar conciencia de este abatimiento de la gente y reacciona. Era necesario volver a catequizar al
pueblo.

La religión babilónico que estaba deslumbrando a los hebreos era dualista, es decir, admitía dos dioses en el origen del
mundo: uno bueno, encargado de engendrar todo lo bello y positivo que el hombre observaba en la creación; y otro malo,
creador del mal y responsable de las imperfecciones y desgracias de este mundo y del hombre.

Además, allí en la Mesopotamia pululaban las divinidades menores a las que se le rendían culto: el sol, la luna, las estrellas,
el mar, la tierra.

Israel en el exilio empezó también a perder progresivamente sus prácticas religiosas, especialmente la observancia del
reposo del sábado, su característico recuerdo de la liberación de Yahvé de Egipto.
Nace un capítulo

Aquellos sacerdotes comprendieron que el viejo relato de la creación que tanto conocía la gente (= Gn. 2) estaba superado.
Había perdido fuerza. Era necesario escribir uno nuevo donde se pudiera presentar una vigorosa idea del Dios de Israel,
poderoso, que destellara supremacía, excelso entre sus criaturas. Comienza así a gestarse Gn. 1.

Por eso, lo primero que llama la atención en este nuevo relato es la minuciosa descripción de la creación de cada ser del
universo (plantas, animales, aguas, tierra, astros del cielo) a fin de dejar en claro que ninguna de éstas eran dioses, sino
simples criaturas, todas subordinadas al servicio del hombre (Gn. 1,26).

Contra la idea de un dios bueno y otro malo en el cosmos, los sacerdotes repiten constantemente, de un modo casi obsesivo
a medida que va apareciendo cada obra creada: “y vio Dios que era bueno”, o sea, no existe ningún dios malo creador en el
universo. Y cuando crea al ser humano dice que era “muy bueno” (Gn. 1,31), para no dejar así ningún espacio dentro del
hombre que fuera jurisdicción de una divinidad del mal. Finalmente, el Dios que trabaja seis días y descansa el séptimo sólo
quería ser ejemplo para volver a proponer a los hebreos la observancia del sábado.

De esta manera la nueva descripción de la creación por parte de los sacerdotes era un renovado acto de fe en Yahvé, el Dios
de Israel. Por eso la necesidad de mostrarlo solemne y trascendente, tan distante de las criaturas, a las que no necesitaba ya
moldear de barro pues le bastaba su palabra omnipotente para crearlas a la distancia.

Cien años más tarde, alrededor del 400 a.C., un último redactor decidió componer en un libro toda la historia de Israel desde
el principio, recopilando viejas tradiciones. Y se encontró con los dos relatos de la creación. Resolvió entonces conservarlos a
los dos. Pero mostró su preferencia por Gn. 1, el de los sacerdotes, más despojado de antropomorfismos, más respetuoso, y
lo puso como pórtico de toda la Biblia. Pero no quiso suprimir el antiguo relato del Yahvista, y lo colocó a continuación, no
obstante las aparentes incoherencias, manifestando así que para él, Gn. 1 y Gn. 2 relataban en forma distinta la misma
verdad revelada, tan rica, que no bastaba un relato para expresarla.

Dos son poco

En una reciente encuesta en los Estados Unidos, se constató que el 44 % de los habitantes sigue creyendo que la creación
del mundo ocurrió tal cual como lo dice la Biblia. Y muchos, ateniéndose a los detalles de estas narraciones, se escandalizan
ante las nuevas teorías sobre el origen del universo, la aparición del hombre y la evolución.

Pero el redactor final del Génesis enseña algo importante. Reuniendo en un solo relato ambos textos, aun conociendo su
carácter antagónico, mostró que para él este aspecto “científico” no era más que un accesorio, una forma de expresarse.

El redactor bíblico ¿Se turbaría si viese que hoy sustituimos esos esquemas por el modelo mucho más probable del Big Bang
y el de la formación evolutiva del hombre? Por supuesto que no. Una cosa debe quedar en claro en cualquier hipótesis de
trabajo, a saber, que Dios es el origen de todo lo creado, y que el alma humana, hecha “a su imagen y semejanza”, es
creación directa de Dios y no un producto del proceso evolutivo natural.

La misma Biblia, por esta yuxtaposición pacífica de diferentes modelos cosmogónicos, ha señalado su relatividad. Los
detalles “científicos” no pertenecen al mensaje bíblico. No son más que un medio sin el cual ese mensaje no podría
anunciarse.

El mundo no fue creado dos veces. Sólo una. Pero aun cuando lo relatáramos en cien capítulos distintos no terminaríamos de
arrancar el misterio entrañable de esta obra amorosa de Dios.

Referencia: Hugo Bangher en http://www.apologetica.org/creacion-narrativa.htm


INTERPRETACIÓN DEL PRIMER RELATO DE LA CREACIÓN (GEN 1,1-2,4a)
Prudencio García

Hasta finales del siglo pasado se interpretaba este texto al pie de la letra, como si hubiese
sido grabado con una cámara y un micrófono, y el mundo hubiese sido creado en seis días
de 24 horas cada uno. Ahora bien, llegaron los problemas de lectura, por ejemplo: si Dios
creó el sol el día cuarto, ¿En qué consistían el atardecer y el amanecer de los tres primeros
días? Y sin el sol, ¿Cómo pudo haber plantas el día tercero? Estas incongruencias y el avance
de la ciencia en el descubrimiento de fósiles geológicos debilitó enormemente esta
interpretación fundamentalista.

Actualmente, la interpretación que se ha impuesto es la histórico-didáctica o teológico-


litúrgica. Distingue entre el fondo doctrinal (la fe revelada) y la forma de expresión (que no
pertenece a la fe). Desde este punto de vista, el primer relato de la creación (Gen 1) es una
especie de parábola en acción que pretende enseñar una serie de verdades religiosas
fundamentales:

1. Existe un solo Dios, todopoderoso, sabio y bueno.


2. Dios es el creador de todo lo que existe: el sol, la luna, los astros, los árboles, los
animales... Por tanto, éstos no son dioses como creían los otros pueblos, sino simples
criaturas puestas por Dios al servicio del hombre.
3. El hombre es el centro de la creación, de tal forma que todo está al servicio de la
humanidad.

Todavía quedan nostálgicos o fundamentalistas que afirman que a este paso la Biblia va a
desaparecer o que va a ser considerada como una novela famosa del pasado (algo así como el
Quijote). No hay que tener miedo, pues el distinguir entre el fondo y la forma no nos va a
llevar a negar la verdad de la Biblia, sino todo lo contrario. Nos va a llevar a conocer las
verdades de fe fundamentales o el mensaje doctrinal, que es como una roca que no se mueve
nunca. Pero si nos quedamos sólo con la forma, es decir con los seis días de la creación, la
serpiente, la manzana, la costilla, la estatua de barro, el jardín, corremos el riesgo de no
llegar al mensaje de fondo y si alguien llegara a demostrarnos que estos recursos didácticos
no pueden ser considerados verdaderos, también podríamos llegar a perder la fe auténtica en
el mensaje revelado.

Creación y evolución
El relato de la creación del Génesis no pretende enseñarnos el cómo y cuándo del origen del
universo; sólo nos dice que es creación de Dios.

Hasta la fecha se acepta la teoría científica del “big bang o gran explosión” como origen del
universo que conocemos. Si pero, ¿Antes del ‘big bang’ qué había? ¿De dónde salió el átomo
inicial? A esto, la ciencia no ha encontrado respuesta. La última respuesta sólo puede ser
dada por la fe revelada: el universo no es eterno, ha tenido un principio por un acto libre de
Dios que recibe el nombre de creación.

Por tanto, una creación inicial, revelada por la Biblia y una evolución posterior explicada por
la ciencia no se oponen entre sí, sino que se complementan.
Referencia: García Pérez, Prudencio (sin fecha): La creación del mundo y del hombre en
http://es.scribd.com/doc/13846321/LA-CREACION-DEL-MUNDO-Y-DEL-HOMBRE-Genesis-111

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