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Jesús nos enseña a amar con Su ejemplo, porque no hay amor sin entrega.

Él se entregó
por amor y espera que nosotros también lo hagamos[1]. Nuestro Salvador fue una ofrenda
en la cruz del Calvario, sacrificio de amor agradable a Dios. La Palabra nos pide que
caminemos en amor, esa es clave para nuestra vida, ya que caminar implica acción,
ponerse en marcha para hacer algo. Amar es una acción más que un sentimiento. Debemos
convertirnos en expertos para amar al prójimo, ya sea nuestra familia, amigos,
desconocidos, ¡incluso a nuestros enemigos!

Según estudios, hay cuatro tipos de amor. El primero es el amor storge, que es el afecto por
algo o por alguien, un cariño inicial que inspira a profundizar en la relación. Por ejemplo, el
amor a la mascota que cuidamos, alimentamos y muchas veces adoptamos como parte de
la familia. Todos podemos contar anécdotas respecto a nuestras mascotas: gatos, perros,
hamsters o algunas más exóticas como reptiles o aves. En casa tuvimos una perrita bulldog,
Lady, a quien cuidamos con mucho cariño.

El segundo amor es philos, el amor filial, fraternal, entre amigos y hermanos. Sabemos que
incluso hay amigos más cercanos que hermanos porque establecemos una conexión
especial con ellos. Si queremos tener amigos, debemos ser amigos[2]. Yo tenía dos amigos
especiales en el colegio. Eran diferentes, pero a los dos los apreciaba mucho. Es importante
que desarrollemos inteligencia social y relacional para llevarnos bien con todos, sin importar
estrato social o posición económica.

El tercer amor es el eros, ese que inspira atracción y pasión. Es el amor que debe existir en
el matrimonio, además del compañerismo y la amistad. El amor eros es la conexión especial
que se siente solo por una persona y que nos lleva a la unión matrimonial para construir una
familia. Esa relación íntima dentro del matrimonio ha sido establecida para procrear y para
disfrutarse[3]. El cuarto amor es el ágape, el incondicional y perfecto de Dios, el supremo
amor que no tiene fecha de caducidad.

Sabemos que Dios se manifestó desde siempre expresándonos Su amor y prolongándonos


Su misericordia[4], aunque no siempre lo recordamos. Su amor no se acaba, porque Él es
principio y fin, alfa y omega. Su amor se expresa a través del perdón, por eso, la máxima
expresión del amor es el perdón que significa morir a nuestro dolor y dar todo por la persona
amada. Es injusto cuando te quejas por la fallas de otros, porque no puedes garantizar que
nunca fallarás. Perdonemos y hagamos a un lado las expectativas de perfección en el
matrimonio, en la familia y en la sociedad. ¡Todos fallamos y necesitamos perdón! Por lo
tanto, el amor es acción, entrega y perdón.

Justo por esas características, es imposible decir que solo amaremos a quienes nos hacen
bien. Antes de la venida de Jesús, la consigna era amar al prójimo y aborrecer a los
enemigos, pero nuestro Maestro cambió eso y dijo que amemos a todos, incluso a quienes
nos hacen daño. Debemos bendecir a los que nos maldicen para demostrar que somos
hijos de Dios, quien hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover de igual forma
sobre justos e injustos porque Su amor es perfecto y no depende de nuestro
comportamiento[5]. Claro que cada quién decide qué hace con las bendiciones que recibe.
Algunos aprovechan el sol y la lluvia para sembrar hortalizas, mientras otros siembran
marihuana. ¿Qué haces tú con lo que Dios te da? ¿Lo aprovechas para beneficio tuyo y de
los demás o decides desviar tu camino hacia el egoísmo? Lo correcto es compartir aquello
que recibimos de Dios, incluyendo el amor y el perdón. Al principio es difícil porque las
ofensas duelen, pero el Señor nos ayuda a lograrlo si le pedimos que nos fortalezca. Esa
debe ser nuestra oración, no pedir venganza o ajuste de cuentas. Oremos pidiendo que
aquellos que nos difaman lleguen al conocimiento del Señor, que su corazón sea tocado por
el amor para que sus ataques se detengan. Amémonos y perdonémonos.

Además, amar a quien no nos ama trae recompensa. Prestemos atención, porque hay
recompensas detenidas por falta de amor hacia quienes nos han lastimado. ¡Las
recompensas llegarán a tu vida cuando ames a todos y lo demuestres! No busques ser
amado, sino amar. Las protestas por falta de cariño o atención no nacen del amor sino del
egoísmo. Si no te llaman, llama tú; si no te visitan, visita tú. No te enfoques en lo que
quieres que te den, sino en lo que puedes dar. Es revelador leer en la Palabra que Dios
relaciona la perfección con el amor. Podemos ser perfectos si amamos como Dios ama.
Saludemos a quienes nos saludan y a quienes no lo hacen. El estándar de conducta de
amor que nuestro Padre espera de nosotros es muy alto, porque sabe lo que lograremos si
amamos.

En la Biblia leemos sobre un intérprete de la ley que le preguntó a Jesús cuál es el más
grande mandamiento, pero vemos que lo hace con mala intención, así que cualquiera
puede ser tropiezo, sin embargo, el amor es el vínculo perfecto. Jesús le explicó que el
primer mandamiento es amar a Dios y el segundo es amar al prójimo como a nosotros
mismos. esos dos mandamientos son el resumen de la ley[6]. Es muy importante que lo
comprendamos, porque amar a los demás como a nosotros mismos significa que debemos
tratar a otros como quisiéramos que nos trataran. Lo que quieras que hagan contigo es lo
que debes hacer con otros. Lo que haces a los demás revela los deseos que tienes para ti.
Por lo tanto, hablamos de la ley de siembra y cosecha. El amor es una semilla súper, mega,
archi poderosa que al sembrarla da fruto hasta en los enemigos.

Amar siempre implica dar algo, es entrega de atención, tiempo, recursos, incluso de la vida,
tal como Dios nos manda, al pedirnos que nos amemos unos a otros, como Él nos ha
amado[7]. Su amor se convirtió en sacrificio que nos redimió. El amor tiene la capacidad de
salvar. Cuando educas a tus hijos por amor, lo salvas de la ignorancia, de la pobreza, de las
tinieblas. Si los educas bien, los salvas de muchas cosas. Lo mismo sucede con tus amigos
y con todas las personas que amas; aunque sean desconocidos, algo salvas en ellos.
Conozco a un joven que perteneció a un grupo de amistad de la iglesia, pero se alejó,
comenzó a involucrarse en situaciones riesgosas y fue herido de bala. Cuando buscó a sus
líderes de grupo, recibió apoyo. Incluso lo ayudaron para que pudiera operarse y se salvó.
¡Ese es el amor que Dios espera de nosotros! Un amor que se exprese con palabras y
acciones. Busca y ama a quienes se han alejado del Señor, brinda ayuda, extiende tu mano
para rescatar.

Si lo haces, te aseguro que tus acciones de amor tendrán cosecha abundante. Cuando
ames de la misma forma que el Señor ama, todo cambiará para bien. ¡Dios te necesita para
amar a los demás! Démosle gracias por el amor que depositó en cada uno de nosotros y
porque tenemos la oportunidad de compartirlo. Recíbelo en tu corazón y Su amor restaurará
tu vida, entonces, tendrás nuevas oportunidades para amar a tu prójimo.

[1] Efesios 5:1-2 dice: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor,
como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a
Dios en olor fragante.

[2] 1 Pedro 3:8-9 comparte: Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos,
amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición.

[3] Proverbios 5:18-19 dice: Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu
juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y
en su amor recréate siempre.

[4] Jeremías 31:3 asegura: Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con
amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

[5] Mateo 5: 43-48 enseña: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu
enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

[6] Mateo 22:35-40 asegura: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle,
diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

[7] Juan 15:12-13 asegura: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo
os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

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