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En principio, vale la pena dimensionar que las consideraciones que se hacen desde movimientos
sociales y populares sobre la sobre la vivienda digna, desbordan el concepto de “casa”, es decir, se
configuran relaciones más profundas en las cuales se involucran al espacio, el medio ambiente y
todas las condiciones que permiten desarrollar en forma integral la vida humana. Sobre dicha
consideración, el compañero Sebastián Espinoza, de La Universidad Nacional, propone una
interesante reflexión en su columna en la revista Palabras al Margen.
Hábitat no solo constituye una categoría útil para pensar el problema de la vivienda social o la
vivienda digna, sino que también permite relacionar el despojo de la vivienda con el problema del
desarraigo y del desplazamiento, pues indica la necesidad de un lugar habitado, como condición del
despliegue de toda potencia de vivir. (Espinoza, 2017)
Así pues, impulsar la justa lucha por la consecución de una ciudad pensada para las clases
populares, determina la necesidad de identificar en forma clara el planteamiento institucional en
términos de ciudad, en forma específica, nos ocuparemos de analizar el caso de la vivienda de
interés social en Bogotá, y todas sus implicaciones para los sectores empobrecidos de la capital.
Ante este fenómeno, durante la primera alcaldía de Peñalosa (1997-2000) se propone la vivienda
de interés social (V.I.S) como el mecanismo “apropiado” para solucionar la demanda de vivienda en
Bogotá. Además, perseguía el supuesto objetivo de organizar en forma planificada y eficiente el
espacio urbano. Ahora, luego de casi dos décadas, observemos con atención las implicaciones
reales -de este experimento fallido- para las personas que habitamos el sur de la capital.
La entidad encargada de planear, desarrollar y ejecutar las soluciones de vivienda propuestas por
el entonces alcalde Peñalosa fue Metrovivienda, los proyectos consintieron básicamente en
construir grandes ciudadelas en los márgenes de la ciudad, el costo de la vivienda era financiado a
10 0 15 años por entidades bancarias y solo podrían acceden a él, las personas que tuviesen
trabajos formales o que se encontraran bancarizados de alguna forma. En esa medida, el “gran
gerente” no solo vendió en la opinión publica la idea que había resuelto el problema de la vivienda
en la ciudad, sino que concretó un negocio fabuloso para los bancos, pues les otorgo la no
despreciable cifra de 30000 deudores para un tiempo de quince o más años . (El tiempo, 19 de
junio del 2000)
Los terrenos destinados para la construcción de los proyectos de vivienda de interés social en
Bogotá, se ubican en los extremos finales de la ciudad; la localidad de Bosa en los límites con el
municipio de Mosquera y en Usme casi que en su parte rural. En ese sentido, la solución de
vivienda propuesta por la institucionalidad obliga a los habitantes desposeídos a marginalizarse
geográficamente. Vale la pena señalar que no solamente la planificación del terreno es errónea
por las distancias geográficas, sino que la vocación del suelo es otra, en el caso de Usme es
eminentemente para la agricultura, y en Bosa, nada más ni nada menos¡ que la zona inundable del
río Bogotá.
Lo anterior sin duda alguna es solo uno los efectos que ha dejado este tipo de proyectos, ya que
además de ubicarse sobre terrenos los cuales no son aptos para la vivienda, también lesiona la
intimidad y la dignidad de los seres que allí habitan. El frente de las casa es de 2.50 metros por 18
metros, espacio insuficiente para familias que en promedio tienen 5 integrantes, esto supone que
en un espacio de 500 metros cuadrados conviven cerca de 1150 personas. A esto puede debe
sumarse que las casas comparten todas las estructuras físicas y de servicios, es decir, todas las
casas comparten paredes, redes de servicios públicos etc.
Así mismo, en dialogo Camilo Gaitán, habitante del sector del Recreo, encontramos que los
desplazamientos al trabajo o a los centros de educación y de regreso a casa, tardan en promedio
2.50 horas al día, basta realizar un cálculo básico para reconocer que un habitante de Bosa emplea
casi 300 horas al año en desplazase, eso quiere decir que quince días de sus vidas por año, las pasa
al interior de un bus o un servicio de transporte público. Así las cosas, las viviendas de interés
social y todas sus características están en detrimento de la calidad de vida de sus habitantes,
lesionando gravemente las posibilidades de explotar en forma efectiva el potencial artístico, social,
académico y afectivo de los seres humanos que allí habitan.
Evidentemente, la oferta institucional dista mucho de poder considerarse como una opción válida
para la vivienda de los y las explotadas en Bogotá, razón la cual, en el ejercicio de construcción de
ciudades para la vida diga, es necesario que la vivienda se pensada desde las necesidades reales y
la perspectiva de la dignidad de las comunidades, y no desde la lógica excluyente y económica del
mercado. Por vivienda digna en las ciudades, organización y lucha.
Bibliografía