Se cuentan por cientos, miles o millones. Sus múltiples formas y variado
colorido en el tumultuoso conjunto, configuran verdaderas obras de arte de la naturaleza que se descubren bajo la lupa o el microscopio. Su acumulación dibuja nítidas líneas que marcan claros límites en los estratos y el tiempo. Pueden originar inmensos volúmenes de rocas, o sugerir la cercana presencia de petróleo. Ocultos a simple vista, se encuentra una gran variedad de minúsculos fósiles, esqueletos de seres microscópicos o diminutas partes de otros más grandes; son los microfósiles.
LOS MICROFÓSILES AGRUPAN TODOS AQUELLOS FÓSILES PARA
cuyo estudio es necesaria la utilización de instrumentos que aumenten nuestra visión, como lupas potentes o microscopios. Estos microfósiles no representan un grupo animal o vegetal determinado, sino un agrupamiento artificial instituido por su pequeño tamaño. Con el mismo criterio, los fósiles que se pueden observar a simple vista se denominan macrofósiles. Aquellos microfósiles que por su tamaño apenas se distinguen en el microscopio óptico, requiriéndose de un microscopio electrónico de barrido que provea mayores aumentos para su estudio, son llamados específicamente nanofósiles. 1
La disciplina paleontológica que estudia los microfósiles (incluyendo
los nanofósiles) es denominada micropaleontología (ver Cap. 1), pero dada la diversidad de grupos que pueden considerarse microfósiles, ningún micropaleontólogo es capaz de abarcarlos a todos. Esta disciplina se subdivide en varias ramas, según la composición química de los fósiles. Así, tendremos como microfósiles más importantes los orgánicos, silíceos, calcáreos y fosfáticos. Dentro de los microfósiles orgánicos, los grupos más
1. Algunos autores consideran a los nanofósiles conceptualmente ajenos a la definición de