34 NEWSWEEK | 6 DE OCTUBRE, 2010

NOTA DE TAPA

EL EXPLORADOR
DE SUEÑOS
EN EL AÑO EN QUE SE CUMPLE MEDIO SIGLO DE LA MUERTE
DE CARL GUSTAV JUNG, SUS COMPLEJAS TEORÍAS SOBRE LA PSIQUIS
Y LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA RECOBRAN VIGENCIA. PERO TAL
VEZ POR RAZONES DISTINTAS A LAS QUE ÉL HUBIERA ESPERADO.

Por MATÍAS LOEWY

n 1913, un psiquiatra suizo existía una conexión entre los fantasmas de de su muerte, Carl Gustav Jung (1875-1961)

E
de 38 años comenzó a tener vi-
siones aterradoras. Ríos de san-
gre, inundaciones y temblores
que arrasaban Europa, gente
que se ahogaba, inviernos eter-
nos. Creyó estar enloqueciendo, que esta-
ba “amenazado por una psicosis” o
“haciendo una esquizofrenia”. Pero cuan-
do, en agosto de 1914, comenzó la Primera
Guerra Mundial, elucubró que, más allá
del contenido premonitorio de sus sueños,
la mente y la humanidad en general que
merecía mayor investigación. Salir al en-
cuentro de los acontecimientos que sucedí-
an en su inconciente se convertiría, escribió
luego, “en el contenido y la tarea de mi
vida”. Esas experiencias fulgurantes fueron,
además, el germen de una cosmovisión,
una psicoterapia, una retórica y una forma
heterodoxa de explorar la espiritualidad sin
las “ataduras” de la religión ni de la ciencia.
En el año en que se cumple medio siglo
sigue siendo leído, revisitado, discutido,
cultivado y hasta venerado por una comu-
nidad creciente de terapeutas y filósofos
que, además, creen que su obra puede dar
respuesta a la desorientación del hombre
contemporáneo. “Jung decía que lo peor
que podía pasar es que hubiera junguia-
nos”, señala Bernardo Nante, profesor de
Filosofía de la Religión y Mitología en la
Universidad del Salvador. “Y sin embargo,
tiene cada vez más seguidores”.

FOTO: ARCHIVO 5 DE ENERO, 2011 | NEWSWEEK 35

NOTA DE TAPA
EL LIBRO ROJO ES UN MONSTRUO PRODUCIDO
POR EL SUEÑO DE LA RAZÓN QUE JUNG
APROVECHÓ PARA HACER CIENCIA.
Conocí a Nante a comienzos de diciem-
bre pasado, en el auditorio del MALBA, du-
rante la presentación a la prensa de la
versión en español del “Libro Rojo”: una
obra que Jung elaboró entre 1914 y 1930 y
que recoge las perturbadoras visiones que
tuvo el psiquiatra entre 1913 y 1916 y su in-
tento por comprenderlas. “Los años en los
que seguí a mis imágenes internas fueron
la época más importante de mi vida y en la
que se decidió todo lo esencial”, afirmaría
varias décadas más tarde Jung, quien tam-
bién comparó ese período con los delirios
alucinógenos que induce la mezcalina.
¿Hoy a Jung lo hubieran internado en un
psiquiátrico? “Sí. Pero también a Jesús y a
Sor Juana Inés de la Cruz”, me responde
Nante pocos días después, en su despacho
de la Fundación Vocación Humana, un
centro de estudios que ofrece “una forma-
ción integral basada en los saberes de las
tradiciones de Oriente y Occidente”.
En la fundación, una casa de dos plan-
tas en Palermo con pisos de madera que
crujen, biblioteca, aulas, salas de medita-
ción y un parque, se exhibe sobre un atril el
“Liber Novus” o Libro Rojo. Editado por El
Hilo de Ariadna, el sello del MALBA, es un
volumen con aspecto de códice medieval,
de 388 páginas, casi medio metro de alto y
cuatro kilos de peso. Reproduce la caligra-
fía original en latín y alemán y las bellas
36 NEWSWEEK | 5 DE ENERO, 2011
ilustraciones de Jung: un caleidoscopio
psicodélico y surrealista donde se suceden
magos, océanos turbulentos, castillos, ser-
pientes y árboles que se retuercen como en
un cuadro de Dalí. Para Raúl Ortega, tera-
peuta junguiano español, el libro es un
monstruo producido por el sueño de la
razón que luego un intelectual como Jung
supo aprovechar para hacer ciencia. Nante,
quien supervisó la versión en español,
opina que es una obra “inexplicable”, que
es y no es, a la vez, una ficción literaria, una
reflexión filosófica, un texto de psicología y
un libro de arte. También es un milagro
que haya salido a la luz, después de que los
herederos de Jung hubieran guardado el
manuscrito en la caja fuerte de un banco
suizo durante un cuarto de siglo. Las pri-
meras versiones del Libro Rojo en inglés y
alemán salieron en 2009. “Es un libro de la
búsqueda interior de Jung”, apunta Nante.
“Le habían aconsejado que no lo publicara
porque iba a malograr su obra científica”.
Y, por el contrario, es probable que la pu-
blicación amplifique el eco de sus teorías. El
misterio que trasunta el Libro Rojo, consi-
derado por algunos como la obra inédita
más influyente de la historia de la psicolo-
gía, es el mismo misterio que rodea a Jung.
Cierta jerga abstrusa, la simbolización com-
pleja, el desapego por el método científico y
la perspectiva de múltiples interpretaciones
“JUNG DECÍA
QUE LO PEOR QUE
PODÍA PASAR ES
QUE HUBIERA
JUNGUIANOS”.
DR. BERNARDO NANTE
Profesor de Filosofía de la Religión y
Mitología (Universidad del Salvador) y
titular de la Fundación Vocación Humana.
(Nante se sintió obligado a publicar un libro
con “claves para comprender” la obra) cau-
tivan más que desalientan a los adeptos. La
edición en inglés ya vendió más de 25.000
ejemplares y en un mes se agotó un tercio
de la primera tirada en español, de 3.000
copias. En 1955, cuando un periodista de la
revista Time visitó a Jung en su casa de Küs-
natch, sobre el lago Zurich, el psiquiatra
confió entre risas: “Tengo un problema in-
fernal para hacer que la gente vea qué es lo
que quiero significar”. Hoy, por lo pronto,
parece haber más gente dispuesta a seguir
haciendo el intento.
n el árbol de los junguianos ar-
E gentinos, Vicente Rubino (77) puede
ser considerado un tronco del que se
van desprendiendo múltiples ramas. Se
cruzó por primera vez con la obra de Jung
en su época de estudiante de Medicina, en
una librería de viejo, cuando ya era un lec-
tor voraz de autores germanos: Thomas
Mann, Herman Hesse y Stefan Zweig,
entre otros. “Sentí como si ya lo hubiera co-
nocido”, recuerda. Profesor titular de Psico-
logía en la Universidad de Flores y ex
docente en las universidades de Belgrano y
del Litoral, autor de catorce libros sobre
Jung, Rubino dice que desde hace 45 años
viene enseñando y aprendiendo la obra de
quien define como mucho más que un psi-
cólogo o psiquiatra. “Jung es un pensador,
un filósofo, un descubridor de verdades”,
me dice en un bar cerca del Botánico. Pero
hace décadas, cuenta, seguir a Jung era ser
un marginal o un anticientífico. “Hoy, en
cambio, hay una gran receptividad social
que se va extendiendo”, afirma el psiquiatra

“EL ANALISTA
JUNGUIANO ES
MÁS ACTIVO:
ESCUCHA Y
TAMBIÉN HABLA”.
LIC. FABIÁN FLAISZMAN
Profesor de la Universidad de Flores y
presidente de la Asociación Argentina
de Psicología Analítica (ASAPA).
y doctor en Psicología.
Reivindicarse como junguiano en la Ar-
gentina es, en alguna medida, plantar ban-
dera en un territorio dominado tradi-
cionalmente por el psicoanálisis. Jung y
Freud son dos maneras de concebir la psi-
quis y las terapias de la mente. La historia
es conocida: tras empezar a cartearse en
1906 y conocerse en persona un año más
tarde, Freud señaló a Jung como su prínci-
pe heredero y lo propuso para presidir la
Asociación Internacional de Psicoanálisis.
Hay varias explicaciones posibles para su
elección. Una es que Freud, impresionado
por la inteligencia del joven psiquiatra
suizo, haya pensado que su discípulo, que
no era judío a diferencia de la mayoría de
los miembros del Círculo de Viena, podía
ayudarlo a expandir el psicoanálisis sin que
lo obstaculizara la amenaza del antisemi-
tismo. Otras hipótesis alternativas son que
podía aprovechar para su movimiento el
prestigio que Jung había empezado a cose-
char en Europa y Estados Unidos por sus
estudios sobre la asociación de palabras, o
que pretendiera asegurar los rumbos del
pensamiento de su delfín.
Pero la promisoria vinculación de los dos
sabios terminó en una ruptura definitiva en
1913. El primogénito ungido se convirtió en
desterrado: “Me he quedado solo”, se la-
mentó Jung en la carta a un amigo. La prin-
cipal causa del distanciamiento, coinciden
los expertos, es que Jung consideraba que
Freud sobredimensionaba el impacto que
tenían los factores sexuales en el desarrollo
de la psiquis. Para Freud, la libido era ener-
gía sexual. Jung, en cambio, creía que “re-
ducir la energía a lo sexual ofrece un marco
FOTOS: GUSTAVO BOSCO
demasiado estrecho para la comprensión de
los fenómenos psíquicos”, apunta Néstor
Costa, vicedecano de Psicología de la Uni-
versidad Argentina John F. Kennedy y pre-
sidente de la Asociación de Formación e
Investigación en Psicología Analítica
(AFIPA). Nante añade que, para Jung, hay
una espiritualidad del inconciente que ma-
nifiesta creatividad y tendencia a desarro-
llar algo nuevo. “Ésa es la diferencia
fundamental con Freud”, sentencia.
Antonio Las Heras, presidente de la
Asociación Jung Argentina (AJA), argu-
menta que ambos pioneros nunca tuvieron
coincidencias plenas: “Recorrían los mis-
mos caminos, viendo paisajes en ocasiones
similares y en otros, totalmente diferentes”.
Doctor en Psicología Social y parapsicólo-
go, un mix políticamente correcto en el
universo junguiano, Las Heras agrega que
Freud comenzó a desconfiar de Jung debi-
do a su atracción manifiesta por el estudio
científico del esoterismo [de hecho, su tesis
doctoral en 1899 se tituló “Psicopatología
de los fenómenos ocultos”; y a lo largo de
su carrera, Jung se interesaría no sólo en la
filosofía oriental, las religiones y la mitolo-
gía, sino también en la alquimia, la astrolo-
gía, la parapsicología y hasta el I-Ching.
“La totalidad irracional de la vida me ense-
ñó a nunca descartar nada”, escribió]. El
padre del psicoanálisis, en cambio, temía
que esas inclinaciones por lo paranormal o
místico conspiraran contra la legitimación
pública de su ciencia.
“Freud tiene su mérito”, admite Rubino.
“Pero el psicoanálisis freudiano llegó a un
techo y desde entonces no evoluciona más.
Es como lo que ocurrió con los dinosau-
rios. Muchos se extinguieron, pero otros se
adaptaron y se convirtieron en pájaros”.
Lo que Jung dejó que volaran, como si
fueran pájaros, fueron sus fantasmas inter-
nos: los lados oscuros de su psiquis, los
mensajes enigmáticos surgidos de lo que
llamó la “confrontación con el inconciente”.
Los años difíciles que sucedieron a la rup-
tura con Freud fueron aquellos en los que
desarrolló su exploración más productiva
por los vericuetos de la mente. Un estallido
de creatividad en los bordes de la locura. El
caldo donde fermentarían sus ideas para
producir los conceptos centrales de su psi-
cología. Entre otros: el “inconciente colec-
tivo”, que se suma al inconciente personal y
es algo así como contenidos psíquicos co-
munes a la humanidad en todas las cultu-
ras y épocas; los “arquetipos”, o patrones de
conducta que se transmiten de generación
en generación y representan elementos
constitutivos de los mitos; y la “teoría de
los opuestos”, según la cual la psiquis extrae
sus experiencias del mundo a través de
contrastes y oposiciones. De Jung también
se popularizaron términos que definen a al-
gunos arquetipos, como “sombra” (lados
oscuros de la persona que hay que conocer
y no aplastar), “ánima” (el lado femenino
del género masculino) y “ánimus” (la arista
masculina en las mujeres).
Jung gestó así una forma de interpretar
la realidad psíquica, con lógicas y consis-
tencias internas, pero críptico y elusivo a la
verificación empírica. Arnaldo Rascovsky
(1908-1995), uno de los pioneros del psico-
análisis en la Argentina, creía en la existen-
cia de ciertos fenómenos paranormales,
como la telepatía y la telekinesis, y se sintió
“HOY CRECE LA
RECEPTIVIDAD
SOCIAL A JUNG:
UN PENSADOR,
UN FILÓSOFO”.
DR. VICENTE RUBINO
Profesor de la Universidad de Flores,
presidente honorario de la Asociación
Jung Argentina (AJA) .
5 DE ENERO, 2011 | NEWSWEEK 37
NOTA DE TAPA
inicialmente atraído por algunas lecturas de
Jung. Sin embargo, su hijo Andrés, titular
de la Asociación Psicoanalítica Argentina
(APA), asegura que las ideas de Jung son un
“dinosaurio teórico” que están más cerca de
las inducciones místicas de la era precarte-
siana que de la ciencia. “Sólo el pensamien-
to nos permite acercarnos a la verdad”, dice.
Y agrega que Jung abandonó la teoría se-
xual del psicoanálisis, su paradigma central,
por un motivo meramente personal: el af-
faire que había tenido con una de sus pri-
meras pacientes y alumnas, Sabina
Spielrein, quien luego se recibiría de médi-
ca y trabaría relación profesional con Freud
(la historia se verá este año en una pelícu-
la). “Jung traicionó a Freud y tuvo falta de
compromiso con la verdad”, se enoja.
Germán García, un ensayista y psicoa-
nalista lacaniano, señala que para algunos
sectores sociales, como las clases altas,
Jung puede ser visto como más atractivo
que Freud. Victoria Ocampo le publicó ar-
tículos en “Sur” y la edición en español de
“Sobre las cosas que se ven en el cielo”, el
último que Jung publicó antes de su muer-
te. Jorge Luis Borges lo creía “más educa-
do” que el Maestro de Viena. Y la razón,
cree García, es que no es lo mismo hablar
de ánima, sueños ascensionales o incon-
ciente colectivo que referirse al asesinato
del padre o la castración, conceptos del lé-
xico freudiano “que son cosas horribles”.
Sin embargo, agrega, “la diferencia funda-
mental es que Freud quería curar neurosis
y a Jung le interesaba iniciar cosas. Le im-
portaban los arquetipos, no la eficacia tera-
péutica. Era un poco misterioso. Y a los
junguianos les gusta esa cosa iniciática, esa
idea de aparecer como seres especiales
entre gente vulgar que no los entiende”.
Hay otra diferencia visible: mientras el
psicoanálisis lucha por defender su carácter
científico, amenazado por los embates de la
psiquiatría biológica, las neurociencias y la
ESTRENO 2011: Jung (Michael Fassbender) y Freud (Viggo Mortensen) en “Un método peligroso”.
38 NEWSWEEK | 5 DE ENERO, 2011
llamada “medicina basada en la evidencia”,
los junguianos se sumergen gozosos en las
aguas de la irracionalidad y en su matriz fi-
losófica y literaria. ¿Jung no es científico?
“Tampoco me importa”, me dice uno de sus
acólitos. “Que perduren ideas que atentan
contra los cánones de la razón erigida en ar-
bitrio del sentido de realidad, como las de
Jung, no deja de ser una esperanza para
aquellos que se juzgan a sí mismos como
seres humanos completos, no escindidos
entre lo racional y lo irracional”, señala el
poeta y escritor Luis Benítez en su libro
“Carl Jung. Un chamán del siglo XX” (Edi-
ciones LEA, 2007). En el mismo sentido,
Nante habla del intento de Jung por desarro-
llar una ciencia que pueda tener “un para-
digma más generoso”, y otros homologan el
rigor científico con “creencias dogmáticas” o
“convencionalismos mezquinos”.
“PARA JUNG,
NO ATENDER UN
SUEÑO ES COMO
DEJAR UNA CARTA
SIN LEER”.
DR. ARIEL BALDRICH
Director de AION y presidente de la
Asociación Argentina de Psicología
Junguiana.
a primera vez que el psicólogo
L Fabián Flaiszman leyó un libro de
Jung, “Energía psíquica y energía del
sueño”, tenía 15 años y lo había sacado de la
biblioteca de su papá, médico. ¿Entendió
algo? “No, pero algo me despertó”, me
cuenta en su consultorio enclavado en el
corazón de la “Villa Freud” porteña. Profe-
sor de la Universidad de Flores y presiden-
te de la Asociación Argentina de Psicología
Analítica, el nombre que designa a la psi-
cología de Jung, Flaiszman interpreta que
el interés por lo junguiano crece por un
cambio cultural: “Muchos pacientes prefie-
ren apuntar a un autoconocimiento y no
simplemente tratar un síntoma”. Antonieta
Cervini, una de los dos terapeutas argenti-
nas formadas y certificadas por la Asocia-
ción Internacional de Psicología Analítica
(IAAP), fundada por Jung en 1955 y con
sede en Zurich, agrega que hay más lugar
para Jung porque ofrece un enfoque menos
individualista: mira más allá de los víncu-
los que se limitan al “mundo chiquito” de la
familia y hace eje en la relación del hombre
con el mundo que está fuera de él.
Para Flaiszman, autor de “Psicología
analítica. Conceptos sobre la teoría de C. G.
Jung” (Letra Viva, 2004), a diferencia del
análisis freudiano o lacaniano, “los jun-
guianos somos más activos: tenemos un
vínculo más fluido, no usamos diván, escu-
chamos pero también hablamos, hay un
igual a igual con el otro”, enumera. El enfo-
que del psiquiatra suizo también atrae a
quienes gustan de trabajar con los sueños.
Para Jung, en el inconciente, además de
contenidos concientes reprimidos hay ele-
mentos nuevos, “gérmenes de futuras si-
tuaciones psíquicas e ideas”, los que pueden
aparecer en visiones oníricas para revelar
incógnitas que en la vida de vigilia no se re-
suelven. Los sueños, al igual que una obra
artística, son expresiones simbólicas del in-
conciente. Pero la manera de interpretarlos
es diferente a la que tiene Freud. Jung con-
sideraba el método de la asociación libre (la
regla fundamental del psicoanálisis) como
una “técnica primitiva” de exploración, que
lo alejaba del texto del sueño y su mare-
mágnum desbordado de símbolos.
Le cuento a Flaiszman lo que soñé en la
noche previa. En una mesa de Año Nuevo,
están reunidas dos decenas de familiares, y
yo vacilo si es necesario salir a comprar o
no un “cochinillo” (en el sueño apareció
con ese nombre, como en los dibujos ani-
mados que ve mi hijo). La indecisión me
produce cierta angustia. Y cuando parezco
estar convencido de que hace falta, alguien
me dice que voy a llegar con el cerdo para
la hora del postre. La historia es prosaica,
¿pero revelará mis tribulaciones y fantas-
mas ocultos? “En realidad”, se ataja Flaisz-
man, “uno no puede analizar un sueño sin
saber la situación presente de un soñante.
Y más importante que un sueño individual
es la serie de sueños que traiga el paciente”.
Sin embargo, me anticipa que un abordaje
junguiano podría explorar, además de mi
propia interpretación, qué representa el
cerdo en distintas culturas. La perspectiva
de un psicoanalista sería distinta, por su-
puesto. “Se dice que los pacientes con ana-
listas freudianos tienen sueños freudianos
y los que tienen analistas junguianos, sue-
ños junguianos”, bromea Flaiszman.
Para Ariel Baldrich, presidente de la
Asociación Argentina de Psicología Jun-
“¿CUÁNTO DURA
UNA TERAPIA
JUNGUIANA? UNA
SESIÓN O TODA
UNA VIDA”.
DR. HORACIO EJILEVICH GRIMALDI
Titular de la Fundación C. G. Jung de
Psicología Analítica a cargo del seminario
de Psicología Analítica de la UBA.
FOTOS: GUSTAVO BOSCO
EL OBJETIVO ÚLTIMO DE LA TERAPIA DE JUNG,
EL ENCUENTRO FINAL CON EL SÍ MISMO, ES TAN
AMBICIOSO COMO EVANESCENTE.
guiana, el universo onírico es una ventana
a la eternidad y una puerta al misterio de lo
que somos. “No atender un sueño es como
dejar una carta sin leer”, grafica el psicólo-
go, de 76 años, quien calcula haber escu-
chado en su vida entre 10.000 y 15.000
sueños de sus pacientes y que (al estilo de
Jung) ya llenó 40 cuadernos con los suyos
propios desde sus épocas de estudiante.
Los junguianos sostienen que hay varios
tipos de sueños. Están los compensatorios,
que equilibran deficiencias de la personali-
dad; y también los anticipatorios, que re-
presentan algo que va a suceder. Ésos son
los más inquietantes. “Vienen aconteci-
mientos difíciles que implican un reacomo-
damiento de todos nosotros”, pronostica
Baldrich, quien dirige AION (Centro de
Formación en Psicología Junguiana). En
“El hombre y sus símbolos”, Jung cuenta el
caso de un paciente que buscaba llegar
“más arriba de sí mismo” y se veía escalan-
do una montaña en el vacío. El psiquiatra
recuerda haber visto el peligro y prevenirlo
para que evitara ese deporte. “Fue en vano”,
escribió. Seis meses más tarde, mientras
descendía en un sitio peligroso, el hombre
soltó la cuerda “como si fuera a saltar en el
aire” y se desbarrancó junto a un amigo.
“Trabajar con los pacientes sin los sue-
ños es como hacerlo a ciegas”, insiste Bal-
drich, quien lamenta que, por la difusión de
las pastillas para dormir, cada vez se recuer-
da menos las visiones nocturnas. En esos
casos, se prueba con otras técnicas. Una de
ellas (diseñada por Jung) es la “imaginación
activa”, o estado de ensoñación que propicia
que afloren contenidos simbólicos del in-
conciente. También se puede proponer re-
cordar un cuento de hadas de la infancia.
Otra alternativa es usar las llamadas
“cartas de sueño”, que recuerdan a las del
tarot y disparan diálogos y reflexiones in-
ternas. Baldrich me ofrece el mazo de 64
cartas y me pide que tome una. Saco una al
azar. Aparece la imagen de un sol que se
eleva detrás de un templo, y, en los márge-
nes, montañas, árboles y un joven hablan-
do por teléfono. El arquetipo, señala una
leyenda, es “muerte y renacimiento”. Y el
tema central, “volver a lo primordial en
vos”. Para los junguianos, todo tiene un
sentido. Intento argumentar: al fin y al
cabo, elegí esa carta como podría haber ele-
gido cualquier otra. Baldrich sonríe: “Se
trata de coincidencias muy significativas. Y
lo importante es lo que muevan en uno”.
¿Cuánto tiempo dura una terapia jun-
guiana? “Una sesión... o toda una vida”, me
responde Horacio Ejilevich Grimaldi, titular
de la Fundación C. G. Jung de Psicología
Analítica y responsable del seminario sobre
Psicología Analítica de la Facultad de Psico-
logía de la UBA. Pero, en promedio, agrega
mientras fuma su pipa, un tratamiento se
prolonga durante tres a cinco años, con altas
a prueba. Aunque la mayoría de los terapeu-
tas junguianos se adapta a la urgencia de los
tiempos y ofrece terapias más breves con ob-
jetivos limitados, la meta del análisis de Jung
no se limita a la remisión de síntomas: es la
“individuación”, el encuentro final con el sí
mismo, la integración en la vida conciente
de los elementos del inconciente para tener
una vida plena, fértil y feliz.
El objetivo de Jung es tan ambicioso
como evanescente, pero seduce a las “almas
sensibles” que buscan un sentido que la cien-
cia o la religión no pueden dar. Jung es el aval
“científico” de las corrientes místicas. El ad-
láter espiritual de las psicoterapias del siglo
XXI. El discípulo que se reveló a Freud. Y el
héroe de su propio mito en una época que
tiene sed de grandes relatos. Cuando termi-
nó de leer el Libro Rojo, Nante certificó lo ge-
nuino y auténtico de la vida interior de Jung.
“Era exitoso y rico”, dice. “Pero se jugó por el
difícil trabajo de hacer una teoría en lugar de
presentarse como profeta”. ■
Con Analía Pesl
5 DE ENERO, 2011 | NEWSWEEK 39