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Pedagogo
Muchos títulos con toda propiedad y mérito le son aplicados a San Agustín por los más altos
pensadores y los más hondos sentidores de todos los tiempos. Igualmente, se le ha dado con todo
mérito y propiedad, también el de “primer pedagogo moderno”.[1]
Enseñar y aprender fue la actividad de su vida. Aprender para enseñar, y enseñar para aprender. Plus
amo discere quam docere: Quiero más aprender que enseñar, y así lo confieso, escribe al distinguido
tribuno Dulcicio.[2] A mí, me place más oír al Maestro que ser oído como maestro.[3]
Algo parecido, aunque muy lejanamente, quisiera yo reflejar en el resumen de estas hojas: que al
hilo de la exposición, sea Agustín quien ponga las frases luminosas y les dé su característico peso.
Citaré algunas en latín para que no solo suene el fondo que remece, sino también resuene la
expresión que deleita. Sentencias bellamente hilvanadas con antítesis, paronomasias, retruécanos,
quiasmos, similicadencias, oxímoros, paradojas. Que por algo S. Agustín –dicendi peritus– es
maestro, también, en el decir.
1. Principio pedagógico.- Un principio pedagógico agustiniano es más la libera curiositas que la
meticulosa necessitas.[4] Es decir, más la afición libre que la obligada exigencia. Lo expresa S.
Agustín por experiencia propia. Mas la educación –educere, sacar de– es dura labranza que empeña
frutos de verano, pero se hace con no pequeños sacrificios de invierno y entrega perseverante.
“Educar significa sacar el corazón del formando de una situación de presente para llevarlo más allá,
hacia su futuro como persona y como miembro de una comunidad”.[5]
El tema es la educación agustiniana y, completando el principio, se me ha propuesto como lema,
una entre los miles de bellísimas reglas del pensamiento de Agustín. Resuene ya en los oídos de
muchos, la cadenciosa y musical retórica agustiniana:
Nec attendas quam illi sis molestus, sed quam tibi ille sit dilectus[6]. Dice al profesor:
No te importe cuán molesto puedas serle tú a él, sino cuán amable debe serte él a ti.
Objetivo inequívoco de Agustín fue formar personas. Y personas cristianas, razón última de toda su
antropología. Sus valores fueron los de la persona. Empezando por la búsqueda de la verdad,
estuviera donde estuviere: Veritas nec mea sit propria, nec tua, ut et tua sit et mea [7]: La verdad no
es mía ni tuya para que sea tuya y mía.
Machado lo cantó así:
–¿Tu verdad?
–No, la verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
“Los alumnos enseñan a través de sus maestros lo que aprenden de ellos, y los maestros aprenden
en aquellos lo mismo que les enseñan. Por la identificación que confiere el afecto mutuo se hacen
nuevas en ambos las antiguas verdades trasmitidas”.[8]
El oficio de maestro será trasmitir ciencia y sabiduría para llevar a la Sabiduría. “¿Y qué debemos
entender por sabiduría sino la Sabiduría de Dios?” ¿Y qué es la sabiduría de Dios sino la Verdad?
Donde encontré la verdad allí encontré la verdad.[9] Y la verdad consiste en una suprema Medida –
summum modum–. O, con la multisecular palabra escolástica, sublimada, la adaequatio. Y siendo
suprema y perfecta, es también verdadera Medida. Medida y Verdad coinciden. Quien por la verdad,
pues, viniere a la suprema Medida, beatus est, ese es el hombre feliz. Esto es poseer a Dios –Deum
habere–. Y eso es gozar de Dios –Deo frui– [10]. Porque Dios es la medida del hombre. Y nadie
puede llenar al hombre, sino el que creó al hombre.
Su honradez como profesor le hace ser necesariamente honrado como pedagogo. En la pedagogía
de S. Agustín vale distinguir dos tiempos que se imbrican; en uno acentúa la enseñanza humanista;
en otro afirma sobre todo la formación ascética. En ambos, lo decisivo es la conciencia moral, que
ilumina nuestra inteligencia y en esa luz nos hace conocer la Ley eterna. Aquella que de jóvenes
aprendimos de memoria y que conviene recordar hoy en esta época de contracultura y aberraciones
impuestas por tendencias de políticos arrogantes. Aquella Ley eterna que S. Agustín define, contra
Fausto el maniqueo, como Ratio vel voluntas Dei ordinem naturaliem conservari iubens, perturbari
vetans.[11]
No descuidará la cultura, ni la ciencia, ni la elocuencia ni la retórica para la vida espiritual. Todo es
puesto al servicio de la salvación. Lo intuyó claramente Sta. Mónica para su hijo.[12] Lo ejerció
admirablemente en toda su obra S. Agustín.
Lo decisivo es la formación de la voluntad. Para que los tiempos sean mejores, formemos
voluntades buenas. Nos sumus tempora; quales sumus, talia sunt tempora. Serán los tiempos como
los hagamos nosotros. Utinam non abundarent mali, et non abundarent mala: Si no abundaran los
malos, no abundarían los males. “Homines sunt voluntates” (Civ Dei XIV, 6), ha quedado como
universal máxima culta, en el sentido de que la voluntad y la disciplina son capaces de lo que parece
inalcanzable. O dicho como sentencia: Hacer puedo lo que quiero, si quiero hacer lo que puedo (Ep.
10, 1). Y al endeble propósito refranístico del año nuevo, vida nueva, p. ej., se le opone agustiniana
y palmariamente el inconcuso hecho como pedagogía y como fruto: A vida nueva, año nuevo. Bene
vivamus, et bona sunt tempora: Vivamos bien, y solo entonces será verdad aquello de “próspero año
nuevo”.[13] No se imponga, pues, la actitud fatalista, ni la simple ocurrencia; sino iluminar
cualquier circunstancia desde perspectiva inteligente y propósito responsable.
Cuanto más capaz es uno de entender una cosa, tanto más apto es para enseñársela a los demás.[14]
Sentencia que ya profesaba Aristóteles: el poder enseñar es lo que distingue al que sabe del que no
sabe (Metaf. A 1). O en la concisión latina, omnino signum scientis est posse docere.
El estudio y el saber no pueden menos que conducir a la sabiduría de Dios. Los saberes que no
conducen a Dios, no solo desconocen la fuente, sino que no alcanzan su meta. O sea: es saber muy
poco, o es un pobre saber. Y ciencia tan alta, nos la enseñó ya temprana y sencillamente la quintilla
popular:
Es la ciencia consumada
el que el hombre en gracia acabe,
que al final de la jornada
aquel que se salva sabe
y el que no, no sabe nada.
NOTAS
[1] Conf. BAC, II, p. 109.
[2] De octo Dulcitii quaestionibus; Resp. a las ocho preg. de Dulquicio, 3, 6; Ep. 157, 5. 41.
[3] Ep. 166, 4, 9.
[4] Conf. 14, 23.
[5]Studium sapientiae, Madrid, 1987. n. 147.
[6] De util. ieiun. 9, 11.
[7] In ps. 103, 2, 11.
[8] De cat. rud. 12, 17; Stud. Sap. n.145. Quia per amoris vinculum in quantum in illis sumus, in
tantum et nobis nova fiunt quae vetera fuerunt.
[9] Ubi inveni veritatem, ibi inveni Deum meum (Conf. 10, 24, 35).
[10] De beata vita 4, 34.
[11] Contra Faust. 22, 27.
[12] Conf. 2, 3, 8.
[13] Ib.
[14] El don de la persev. 16, 40.
[15] Conf. 9, 6, 14
[16] De doctr. christ. 1, 1, 1.
[17] Educación, estilo agustiniano. P. Pedro Rubio Bardón, OSA.
[18] Obr. compl. BAC, 39, , 428.
[19] Vita, XV.
[20] De Catech. Rud.: At si affectus excandescentis animi exeat in faciem vultumque faciat, omnes
sentiunt qui intuentur iratum (2, 3, 5).
[21] Ib. (2, 3, 10).
[22] Ib.: Ut gaudens quisque catechizet (tanto enim suavior erit quanto magis id potuerit), ea cura
máxima est (2, 4, 13).
[23] Ib. 2, 4, 12.
[24] De Catech rud. 2, 4, 14.
[25] Ib. 2, 3, 12.
[26] Ib.: Re quidem vera multo gratius auditur, cum et nos eodem opere delectamur: afficitur enim
filum locutionis nostrae ipso nostro gaudio, et exit facilius atque acceptius. (D Catch rud, 2, 4, 12).
[27] Ib. (2, 12.
[28] De vera relig.12, 24: Reformata per Sapientiam non formatam, sed per quam formantur
universa.
[29] De doctr. Christ. 11, 12.
[30] De catech. rud. : Quisque primo catechizatur ab eo qui scriptum est: In principio Deus creavit
caelum et terram (3, 5, 1).
[31] Ib. 3, 6,4.
[32] Ib. 3,5,1; 6,10,4.
[33] Ib. Magna est enim miseria superbus homo, sed maior misericordia humilis Deus (4, 8, 11).
[34] Ib. 4, 8, 11.
[35] Ib.: Neque dormiens, sed evigilans moneretur, eum securius et tutius carpere voluisset (6, 10,
1).
[36] Ib. 6, 10, 4. 6.
[37] Ib. : Maximeque commendans in Scripturis canonicis admirandae altitudinis saluberrimam
humilitatem (8, 12, 3).
[38] Conf. 1, 18, 28.
[39] De catech. rud.: Itaque forensis illa nonnumquam forte bona dictio, numquam tamen benedictio
dici potest (9, 13, 5-6).
[40] Ib. 10, 14, 10.
[41] Ib. Ut loquatur nobis Deus quomodo volumus, si suscipiamus hilariter ut loquatur per nos
quomodo possumus, (11,16, 9).
[42] Ib.: Per amoris vinculum in quantum in illis sumus, in tantum et nobis nova fiunt quae vetera
fuerunt, (12, 17, 2).
[43] Ib.: Verius atque iucundius gaudere hominem de bona consciencia inter molestias, quam de
mala inter delicias (16, 24, 12).
[44] Ib. Salvi facti sunt credendo quia veniet, sicut nos salvi efficimur credendo quia venit (17, 28,
10. 19, 33, 11-17).
[45] Ib.: Numquid ergo difficile est Deo... istam quantitatem corporis tui sicut erat, qui eam facere
potuit sicut non erat? (24, 46, 3; Conf. 9, 11, 28).
[46] De cat. rud. 32, 40, 6.
[47] De util. ieiun. 9, 11.
[48] Ib. 9, 11.
[49] Ib.. 9, 11.
[50] Ib. 9, 11.
[51] De mus. 1,4, 6.
[52] De doctr. christ. 4, 15, 32
[53] De catech. rud. 11, 16.
[54] Cfr. Obr. Compl. I, BAC, 290, 291.