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CUANDO LA CORRUPCION SE HACE

POLITICA DE ESTADO
Herbert Oré Belsuzarri 33°
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El artículo originalmente fué publicado
en abril del 2017 en la Revista Digital
“Dialogo Entre Masones” páginas 34 al
53 y el autor es Herbert Oré Belsuzarri
33°.

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CUANDO LA CORRUPCION SE HACE
POLITICA DE ESTADO
Herbert Oré Belsuzarri 33°

La constructora brasileña Odebrecht considerada hasta hace poco, como


la mayor empresa constructora de infraestructura de América Latina, de
pronto se transformó en una empresa sin reputación, que organizo una
red de sobornos a políticos y funcionarios en muchos países de América
Latina y el África.

La prensa internacional considerando las fuentes de los países donde se


realizaron estos sobornos ha estimado que Odebrecht habría pagado se-
gún quien haga las estimaciones, entre 800 y tres mil millones de dóla-
res, asociados a más de 100 proyectos en estos países. Sin embargo la
corrupción es mucho más grande a todas estas estimaciones, porque no
solo es Odebrecht la que pago sobornos, sino que también otras empresas
brasileñas habrían realizado lo mismo y ellas podrían ser OAS, Camargo
Correa y otras, que en conjunto ha sido denominado el escándalo de co-
rrupción Lava Jato, cuyo modo operandis constituyo una forma de gober-
nar mafiosa que utilizo la asociación público privada, para la construc-
ción de obras en un negociado donde invertían uno para obtener cuatro
en una estimación conservadora, y se ganaba las licitaciones ofertando
costos por debajo del real, para luego a través de adendas, incrementar
los costos de manera escandalosa, que un peritaje técnico de valorización
de obra demostraría cuan alejado están de la realidad.

El caso Lava Jato es hasta la fecha el mayor escándalo de corrupción


conocido, con pagos ilegales a funcionarios de gobiernos.

La empresa constructora brasileña Odebrecht mantuvo durante décadas


una “caja chica”, o “cuenta B”, para comprar políticos y funcionarios y
conseguir multimillonarios contratos en infraestructura. Bajo estas atrac-
tivas condiciones abrieron sus cuentas corrientes a los flujos de esta com-
pañía políticos de alta embestidura, e incluso gobernantes de la mayoría
de las naciones latinoamericanas, del Caribe y algunas africanas.

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El impacto del escándalo golpea severamente nuestra región. La corrup-
ción en el espacio de los negocios donde se realizaron, es también el lu-
gar de las mayores injusticias planetarias, de los mayores contrastes y de
infinitas desigualdades. Las empresas mafiosas canalizaron a los bolsillos
de políticos, funcionarios e intermediarios de toda, los recursos públicos
financiados por el trabajo de la ciudadanía. Una vez más, las elites po-
líticas y financieras que conforman el 1% de la población, le arrebatan
al resto, a través de contratos y adendas tramposas, sus recursos. ¿Quién
finalmente paga a Odebrecht y sus cómplices de Lava Jato las obras so-
brevaloradas? El pueblo.

¿Cómo no clamar indignado contra la injusticia, cuando el tándem del


capital y la política conspiran contra la población, cuándo los políticos
del gobierno de turno prestan de buena gana sus servicios al dinero co-
rruptor? En las décadas donde se registran las oscuras operaciones de
Odebrecht, OAS, Camargo Correa y otros, hubieron gobiernos de varios
colores, los cuales, con el paso del tiempo y la distancia histórica, se ho-
mogenizaron bajo los matices y la corruptela del capital.

La política brasileña, cuna de este escándalo, desde finales de la década


pasada, proporcionó “ayuda” por más de 300 millones de dólares a dife-
rentes políticos con vínculos en la gigante estatal Petrobras. Un foco de
corrupción que le ha costado el gobierno a la presidenta Dilma Rousseff
y salpicado al Partido de los Trabajadores (PT), al ex presidente Inácio
Lula da Silva y con ellos, al mayor proyecto socialdemócrata de Latinoa-
mérica. El Caso Odebrecht, es un bestial golpe a la democracia brasileña,
que ha puesto en riesgo las democracias de la región. La magnitud del
escándalo Odebrecht puede ser la lápida que sepultará a varios gobiernos
latinoamericanos, desde conservadores, neoliberales a socialdemócratas.

La corrupción incluye presidentes de la República, parlamentarios, di-


rigentes de partidos políticos, ministros, directores de empresas y todo
tipo de funcionarios públicos. Las investigaciones tienen en la mira a
emblemáticos representantes políticos, como los ex presidentes Da Sil-
va y Rousseff en Brasil, y el mandatario en funciones, Michel Temer.
Lo mismo el ex presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez, implicado a
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través de unas oscuras concesiones viales que conducen hasta el actual
presidente José Manuel Santos. En la misma madeja aparece el ex man-
datario panameño Ricardo Martinelli (2009-2014) y Alejandro Toledo
ex presidente peruano. Las investigaciones en el resto de los doce países
(que incluyen a los africanos Angola y Mozambique), ya tienen ciertos
avances. Hay varios empresarios y políticos en la cárcel y a otros los fis-
cales están pisándoles los talones.

Odebrecht no sólo es una empresa constructora. Es un conglomerado


para infraestructura, negocios inmobiliarios, petroquímicos y de trans-
porte, entre otros. En 2,014 tuvo ingresos por 31 mil millones de dólares.
Un gigante latinoamericano y mundial, cuyo crecimiento lo debe a múl-
tiples nexos con la política.

El inicio de las coimas y sobornos de Odebrecht datan hacia finales de


la década de los años 80, en pleno auge neoliberal y de privatizaciones
en la región, Odebrecht crea la “caja chica” destinada al pago de coimas
bajo el eufemismo de “sector de relaciones estratégicas”. Su primera se-
cretaria, despedida en 1,992, guardó como tesoro la información de los
pagos ilegales que entregó a la justicia tres décadas más tarde. La secre-
taria, María Lucía Tavares, llevaba la documentación de un departamento
llamado Sector de Operaciones Estructuradas, que llevaba las cuentas de
una impresionante red de sobornos a políticos por toda América Latina y
algunos del África.

La corrupción no sólo es una inmoralidad mayúscula en la política. Es


también la apropiación de los recursos de una nación por parte de malos
políticos y empresarios, que se asocian para este ilícito fin. Cada sobre-
facturación, cada coima y soborno finalmente lo paga la ciudadanía, que
se empobrece más, con obras de dudosa utilidad pública, mientras las que
generarían alguna mejoría económica o de servicio a las mayorías son
postergadas. Todo esto acrecienta la inequidad en estos países que podría
explotar de manera violenta. Si la democracia no atiende las necesida-
des de la mayoría, el modelo no sirve, y por más que digan que se debe
respetar la institucionalidad del estado, la gente pobre no tiene razones
para hacerlo. Si continúan las cosas como están, no debe sorprendernos
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el rebrote de la violencia social que canalizaría el descontento de los ol-
vidados y marginados de las políticas del estado.

Organismos como el Banco Mundial, Transparencia Internacional o la


agencia Oxfam, tienen a la corrupción en el centro de sus investigaciones
y críticas. La sindican como una de las principales fuentes de la pobreza
y desigualdad en países emergentes o dependientes.

El 22 de diciembre de 2,016, el departamento de Justicia de Estados Uni-


dos señaló que desde 2,001 Odebrecht repartió sobornos por una suma
de 788 millones de dólares en doce países a cambio de contratos de pro-
yectos de infraestructura. Este esquema ha durado más de quince años,
lo que lleva a un total de más de 3,000 millones de dólares en sobornos y
corrupción. Por ejemplo, sólo en Brasil se pagaron 349 millones de dó-
lares. Según el informe del departamento de Justicia de Estados Unidos,
Odebrecht contaba con una unidad de negocios interna que se encargaba
de llevar a cabo este tipo de transacciones, mostrando así el carácter sis-
temático del esquema y una planificación ex profesa para la corrupción
de funcionarios. Los 788 millones de dólares repartidos en sobornos son:
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Brasil (US$ 349 millones)
Venezuela (US$ 98 millones)
República Dominicana (US$ 92 millones)
Panamá (US$ 59 millones)
Angola (US$ 50 millones)
Argentina (US$ 35 millones)
Ecuador (US$ 33.5 millones)
Perú (US$ 29 millones)
Guatemala (US$ 18 millones)
Colombia (US$ 11 millones)
México (US$ 10.5 millones)
Mozambique (US$ 900 mil)

Hasta ahora, el escándalo se ha soldado con el pago de la mayor mul-


ta impuesta a una compañía por corrupción: 3,500 millones de dólares
repartidos entre Brasil, Estados Unidos y Suiza. Las organizaciones fir-
mantes lamentan que a cambio del pago de la multa, Odebrecht haya
conseguido dejar de estar proscrita en estos países y pueda volver a con-
cursar en futuras obras públicas. Al mismo tiempo solicitan que la inves-
tigación a esta empresa no se ciña a los últimos años sino desde el inicio
de sus operaciones. Esperamos que las investigaciones por venir adopten
una posición firme para combatir esta clase de operaciones.

¿Se puede confiar de nuevo en una empresa mafiosa? Evidentemente que


no, pero los políticos y funcionarios corruptos lo harían, aún en contra
de la opinión de sus conciudadanos. Por ello las sanciones a los funcio-
narios y políticos corruptos no solo debe ser ejemplar, sino que deben
estar impedidos para postular a cargos electivos o trabajar para el estado,
a la par que los delitos de corrupción deben ser imprescriptibles. Otros
consideran que se debe ir aún más, aplicar la pena de muerte por casos de
corrupción o delitos en contra de la Nación.

Por su parte los fiscales de 11 países de América Latina se reunieron en


Brasilia para realizar un intercambio de información y una alianza con-
junta para continuar con las investigaciones del caso Odebrecht que los
afecta a todos.
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Colombia, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Panamá, Portugal,
Perú, República Dominicana y Venezuela, participaron en este encuentro
que busca coordinar los diferentes procesos de investigación que se están
desarrollando en cada uno de los países para determinar a quiénes fueron
destinados los 788 millones de dólares que la empresa brasilera Odebre-
cht otorgó en sobornos.

La reunión fue organizada por la Procuraduría General de Brasil y 14


países fueron invitados a la reunión, sin embargo, los fiscales de Mozam-
bique, Antigua y Barbuda, El Salvador y Guatemala no pudieron asistir
por diferentes motivos.

En un comunicado, los fiscales de los 11 países participantes, se compro-


metieron a establecer equipos conjuntos de investigaciones bilaterales y
multilaterales para generar “la más amplia, rápida y eficaz cooperación”
en torno al caso de corrupción que ha salpicado a diferentes empresarios,
políticos y funcionarios de tres continentes. Asimismo, reafirmaron “el
estricto respeto al principio de la legalidad, al debido proceso penal y a
los derechos humanos, especialmente en la lucha contra la corrupción y
la criminalidad organizada trasnacional”.

¿COMO Y PORQUE?

El entramado de corrupción estructurado por la empresa constructora


brasileña Odebrecht, así como las otras empresas incluidas en el caso
de lavados de activos conocidos como “Lava Jato” (Odebrecht, Andrade
Gutierrez, OAS, Camargo Correa, UTC, Mendes Jr., Sanko, Engevix y
Galvaó Engenhería), fue posible por la debilidad institucional de los paí-
ses de América Latina.

El caso Odebrecht salto a titulares de los medios de información mundial


porque fue los Estados Unidos, quienes lo dieron a conocer. ¿Qué tiene
que ver Estados Unidos con esto? Incumbe a la justicia estadounidense
al enmarcarse en la enmienda de 1,998 a la Ley de Prácticas Corruptas
en el Extranjero de 1,977 (Foreign Corrupt Practices Act). Esa enmienda
dispuso que pudieran investigarse y sancionarse empresas y personas ex-
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tranjeras que causaran directamente o a través de otros agentes, actos de
corrupción y pago de coimas en territorio estadounidense.

La empresa Odebrecht ha realizado obras de infraestructura en Florida,


Luisiana y Texas. Sin embargo, el modo en que se lleva a cabo la inves-
tigación y la manera en que se publicó en los medios despierta algunas
dudas: se ha acusado a gobiernos sin dar a conocer las pruebas, a la vez
que se exige “colaboración” con la justicia estadounidense para resolver
el caso. Como si América Latina estuviera de hecho bajo jurisdicción
estadounidense. Lo interesante es que gobiernos como el de Perú o el de
Panamá inmediatamente aseguraron que colaborarían con todo lo que sea
solicitado desde Estados Unidos.

Pero sin dudas el líder en colaboración es Brasil. Hace varios años que la
justicia brasileña viene “trabajando en conjunto” con expertos estadouni-
denses. Un ejemplo de esto es que el principal juez de la causa Lava Jato
es Sergio Moro, participó activamente en un curso de “formación” de
personal de justicia en la lucha contra la corrupción auspiciado por Esta-
dos Unidos. Se denominó “Proyecto Puentes: construyendo puentes para
la aplicación de la ley en Brasil” (2,009) y consistió en asesoramiento y
entrenamiento para la aplicación de leyes y habilidades prácticas contra
el terrorismo. A este curso asistieron jueces de los 26 estados brasileños
además de 50 policías de todo el país, incluidos participantes de México,
Costa Rica, Panamá, Argentina, Uruguay y Paraguay.

Según lo publicado en un documento secreto filtrado por Wikileaks, entre


los objetivos del programa estaban “la investigación y penalización de
casos de lavado de dinero, incluida la cooperación entre países, confis-
cación de bienes, métodos para extraer pruebas, negociación de delacio-
nes…” y una de las conclusiones a las que se llegó es que “el sector ju-
dicial brasileño está muy interesado en luchar contra el terrorismo, pero
necesita herramientas y entrenamiento para utilizar la fuerza eficazmen-
te (…) los jueces especializados dirigirán los casos de corrupción más
significativos que impliquen a individuos de jerarquía”. Considerando
esto, puede decirse que, por un lado, Sergio Moro fue uno de los mejores
alumnos del Programa y cumplió al pie de la letra con los objetivos. Por
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otro lado, este tipo de “colaboraciones” entre el gobierno estadounidense
y los poderes judiciales en América Latina tiende a propagar una forma
y contenido de justicia particular, con una fuerte tendencia a la judicia-
lización de la política. Esta tendencia se materializó en Lava Jato (y el
juicio a Rousseff, sobre quien había sospechas nunca confirmadas sobre
su participación) y que ahora se reproduce a nivel regional con el caso
Odebrecht.

“Lo que tenemos es un cartel de empresas brasileñas que se expendió


aprovechando la debilidad institucional de los países”. Los funcionarios
y gobernantes se encargaban de perforar y acomodar las legislaciones en
sus países, para que las empresas comprendidas en el Escandalo Lava
Jato, puedan ser ganadoras de licitaciones, que luego eran modificados
en sus costos por medio de adendas, llegando con facilidad a tener una
sobrevaloración del 100 %, la misma que generaba en algunos casos la
ampliación del plazo de concesión, “para que recuperen sus inversiones”,
que ya estaban con sobrecostos escandalosos.

Algunos políticos y periodistas hicieron las denuncias correspondientes


en diferentes oportunidades, pero eran silenciados por otros políticos y
periodistas, que estaban comprometidos con sus gobiernos o las empre-
sas, ya sea por cercanía y/o amistad, como también por pagos de coimas
a los periodistas denominados “mermeleros” y una variopinta cantidad
de opinologos, que expresaban lo que las empresas y políticos necesitan
que se diga, con asesorías de bufets de abogados y economistas ex pro-
fesamente contratados.

Mercedes Freites, luego de hacer un resumen del escándalo a nivel re-


gional, apuntó la decepción de que en Venezuela -donde según un docu-
mento publicado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos se
pagaron sobornos por US$98 millones-, el caso no haya tenido repercu-
sión. En otros países que ya venían investigando actos de corrupción, el
destape de los Estados Unidos catalizo las acciones.

A nivel judicial y de instrumentación de las fiscalías existe poca prepara-


ción técnica ante un caso “sumamente complejo”, en que muchas de las
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empresas involucradas estaban “debajo de cuatro capas de empresas offs-
hore”. Se tiene que hacer un análisis pormenorizado de la ruta del dinero
de los sobornos y seguro que habrá más de una sorpresa.

No es casual, que los políticos y funcionarios de estado venales se pre-


ocupen para que los jueces y fiscales no estén preparados para combatir
eficazmente la corrupción, a través de mecanismos por todos conocidos
o simplemente acallan los procesos de investigación.

Por ejemplo en el Perú, estuvo bajo sospecha desde que se adjudicó, la


Carretera Interoceánica Sur (2,005), porque se detectaron una serie de
irregularidades y, para ‘legalizar’ sus sobrecostos, se firmaron 22 aden-
das al contrato original. El proyecto costó al final cerca de 2,000 millones
de dólares, cuando su costo inicial era de unos 800.

Otro caso es del 2,008. En ese año, Odebrecht participó en el concurso


de una importante obra de transporte público y pagó bajo la mesa 1.4
millones de dólares para influenciar a los integrantes de la comisión eva-
luadora de la licitación y recompensar a un alto funcionario del gobierno,
según el acuerdo. Un año más tarde ganó el contrato, valorado en 400 mi-
llones. Se trata de la concesión del tramo 1 del Metro de Lima, conocido
como ‘tren eléctrico’, el cual fue licitado por 410 millones, pero termino
costando 519 millones de dólares.

La naturaleza del crimen radica en “el sobrecosto de las construcciones”,


que en algunos casos llegó a superar el 100 por ciento del costo de la
obra.

En los hechos, la corrupción no es una problemática nueva para Latinoa-


mérica y no es exclusiva del Estado o “la cosa pública”, sino que se ha
sofisticado, porque hay empresas como Odebrecht, que hacen acciones
ilegales premeditadamente. Se trata de una pesada herencia, que se fue
perfeccionando con los partidos políticos y los movimientos indepen-
dientes que catapultaban aventureros políticos venales en las aun débiles
democracias liberales, como uno de los tantos medios para mantener la
dominación. La utilización de los recursos públicos estatales a través de
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mecanismos ampliamente conocidos como el clientelismo o la recepción
de coimas/propinas, especialmente provenientes en los rubros de con-
tratación estatal data de un periodo dilatado. De modo que el escenario
era propicio para que las empresas financiaran campañas políticas, que
estaban condicionadas a ser retribuirlos con obras públicas, y si no había,
utilizaron la figura de la participación público privada para preparar lici-
taciones de obras hechas a medida. No había duda, la corrupción de parte
de las empresas con vínculos políticos era una mina de oro. Ahora abría
que estar también atento a la red de clientelismo y coimas que involucra
a otras transnacionales en otros rubros.

Quien controla el aparato estatal controla los recursos y la impunidad.


Así es como se gobierna en estos países y no hay razón para esperar que
quienes cierran el círculo, la élite política a cargo del Estado, vaya a cam-
biar las cosas cuando son los principales beneficiarios.

Un dato que ha pasado desapercibido es que si tenemos en cuenta las


empresas que a nivel global tienen contratos billonarios con el sector
público, Odebrecht se sitúa en el puesto número 13, por encima de las
estadounidenses Betchel y Fluor. ¿Cuál es el secreto para tamaño éxito?
Comprar políticos, funcionarios y prensa por un lado, y de otra generar
más pobreza e ignorancia en esas poblaciones, que paradójicamente son
quienes pagan las obras construidas con sobrecostos escandalosos.

¿Es conveniente para las poblaciones mayoritarias el financiamiento


de obras públicas con la asociación público-privada? No, eso es lo que
muestra el escandalo Lava Jato. Para que la asociación público-privada
funcione adecuadamente para las mayorías nacionales, requerirá de pro-
fundos cambios en la política y en los mecanismos de justicia y control
de los países. Pero no solo la asociación publico privada tiene problemas,
las licitaciones de las obras públicas desde hace mucho han estado bajo
sospecha y ahora todo parece indicar que hubo delito, algunos lo llaman
“la mordida”, “el diezmo”, “la coima”, etc.

Por ejemplo entre 2,007 y 2,008 Odebrecht experimentó problemas con


un contrato de construcción y acordó, junto con un intermediario del
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gobierno ecuatoriano que tenía control sobre contratos de obra pública,
pagar sobornos para resolver aquellos problemas. El dinero, en efectivo,
fue entregado al funcionario ecuatoriano.

Sin embargo, el gobierno nacional negó los hechos y, en un comunicado,


informó que Odebrecht fue expulsada del país en 2,008 debido a defi-
ciencias técnicas detectadas en la central hidroeléctrica San Francisco.
La constructora brasileña regresó a Ecuador en julio de 2,010 después de
reparar la central y pagar 20 millones de dólares por los costos ocasiona-
dos por la paralización de la misma.

Desde entonces Odebrecht ha obtenido contratos para cinco proyectos de


infraestructura en Ecuador por un monto de 547 millones de dólares, de
los cuales todos fueron concursos abiertos y auditados, dijo el gobierno
ecuatoriano, pero lo cierto es que Odebrecht pago coimas a diversos po-
líticos y funcionarios de 12 países de América latina.

Los datos que emergieron de Lava Jato, pero que no se tienen en cuenta,
son las declaraciones que implicaban a varias empresas extranjeras invo-
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lucradas en el Cártel de Petrobrás, como la sueca Skanska y la francesa
Technip. Esto no resulta un dato relevante, a pesar de que el número de
transnacionales implicadas en el esquema de corrupción es fenomenal,
porque afecta a transnacionales como: Maersk, Jurong, Kawasaki, Ke-
ppelFels, Mitsubishi, Rolls-Royce, Samsung, SBM, Sembcorp Marine,
Skanska, Techint, Toyo, Mitsui, Toshiba, Sargent Marine, Astra Oil, GB
Marine, Trafigura, Glencore, OceanRig, Pirelli y Sevan. A excepción de
Odebrecht, el resto de las empresas pueden seguir postulándose en lici-
taciones de obras públicas, y seguir operando con normalidad no solo en
Brasil sino en los países latinoamericanos que están cortando el víncu-
lo con la empresa brasileña. Así, el operativo anti-corrupción destapado
por Estados Unidos es selectivo, en tanto focaliza en una sola empresa
los delitos, mientras en ese mismo escenario, se benefician empresas es-
tadounidenses, asiáticas y europeas, que cometieron delitos similares y
que ocupan los titulares de los medios de comunicación internacional, al
mismo tiempo que ponen a prueba los sistemas de justicia, que son los
pilares de la democracia.

El caso Lava Jato debe ser la oportunidad para abrir la caja de pandora y
buscar estas conexiones entre los negocios transnacionales y las políticas
neoliberales, como la citada asociación público-privada, que ya ha está
generando reacciones violentas en la población, como las recientes ac-
ciones realizadas por los pobladores del Distrito de Puente de Piedra, en
Lima - Perú, donde Odebrecht y sus socios raptaron a los pobladores de
ese distrito instalando un peaje en la Panamericana Norte, para obligar-
les al correspondiente pago en una vía que es la única en esa zona. Este
ejemplo no solo muestra el abuso extremo de una asociación público-pri-
vada, sino que nos hace girar la vista también a los contratos que hicieron
estas empresas de Lava jato con los Municipios y Gobiernos Regionales
en el Perú y posiblemente ocurra algo similar en otros países.

Las sanciones a estas empresas pueden ser interpretadas como un “reor-


denamiento” para que la mayoría de los empresarios y millonarios invo-
lucrados modifiquen sus prácticas empresariales y cumplan con las san-
ciones de ley conforme al país donde cometieron el delito y que no sigan
como si nada hubiera pasado, luego de pagar las sanciones económicas
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y pretendan continuar contratando con los estados donde cometieron sus
delitos.

LA CORRUPCIÓN Y SU ALCANCE.

Delitos como los fraudes, estafas, prevaricato, tráfico de influencias,


entre otros, se encuentran dentro de una misma categoría: Corrupción.
Este último es uno de los males más grandes que aquejan al sistema so-
cio-económico. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional,
“el soborno tiene un costo anual de entre 1.5 billones y 2 billones de dó-
lares (alrededor del 2% del PIB mundial)”. El costo económico y social
seguramente es mayor.

La corrupción “constituye, en realidad, un fenómeno amplio y variado,


que comprende actividades públicas y privadas. No se trata tan solo del
tosco saqueo de fondos públicos por parte de unos funcionarios corruptos
como usualmente se asume” es mucho más complejo. Involucra a toda la
sociedad: a la actividad pública y a la actividad privada, sin que por ello
se deba colocar a todos en la sospecha de ser corruptos, ya que como se
ve, son pocos quienes lo hacen, y se asesoran y rodean con profesionales
de diferentes especialidades para delinquir en contra de sus estados afec-
tando a las mayorías. Estos asesores también cometen delito, pero quien
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le pone los cascabeles al gato.

La Corrupción ha logrado tener presencia no solo en la esfera pública,


sino también en la privada, como efecto de la globalización y la compe-
tencia de los mercados; de esa manera, el problema ha ido acrecentán-
dose cada vez más, lo cual se refleja en la desigualdad de oportunidades,
ya que pocos se benefician a expensas de muchos. Esta última afirmación
está estrechamente relacionada con el modo en el que la corruptela logra
incluso secuestrar el poder político, o cómo lo instrumentaliza en pos del
“abuso de los recursos públicos para así beneficiar a unas cuantas perso-
nas o grupos, a costa del progreso general, público e institucional”.

La Corrupción se puede caracterizar como “la pérdida de compromiso


con el bienestar colectivo que emerge a partir de órdenes sociales que se
caracterizan por una desigualdad sistemática de riqueza, poder y status”,
y por lo tanto no es realmente sorprendente que vayan a rodar las cabezas
de aquellos que ostentaban altos cargos de dirección en el Gobierno, el
problema está en que la justicia no alcanza a todos, y los tecnócratas ve-
nales se reciclan en todos los gobiernos para cuyo efecto se especializan
con maestrías y doctorados, que les proporcionan una aparente idoneidad.

Las investigaciones en curso y las declaraciones de diversos implicados


–quienes han aceptado disímiles grados de responsabilidad–, han dejado
en claro que la transnacional brasileña incurrió sistemáticamente en prác-
ticas ilegales a la hora de lograr las concesiones de infraestructura –de
gran magnitud– en cada uno de los países en los cuales tenía presencia.
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Las sanciones no han tardado en llegar, pero quizá lo más preocupante
sea que su modus operandi ha trascendido a más de un Gobierno a lo
largo de todo el continente, e incluso en remotas latitudes como el África.
Para no repetir lo que ya se ha dicho, creemos que la atención debe cen-
trarse en cómo éste fenómeno afecta a todos, en cómo los ciudadanos
de a pie deberían interesarse un poco más (quizá mucho más) en que los
mecanismos de responsabilidad sean implementados, sobre todo los que
son efectivos. No se debe dejar de enfocar aún más en la lucha contra la
anticorrupción y desterrarla, no olvide que los corruptores también afinan
sus procedimientos.

Si se quiere sólo una muestra de cómo la Corrupción afecta directamente


el progreso y bienestar general, entonces basta notar que la construcción
de una obra de la magnitud del Gasoducto Sur Peruano está detenida: la
negativa de Odebrecht, de deshacerse de su participación en el Consor-
cio encargado de su construcción, determinó que no se pudiera lograr
el financiamiento necesario para llevar a cabo la obra. El proceso para
reanudarla será largo y tedioso, con una nueva licitación.

Aunque se debe celebrar que se ha logrado una histórica ejecución de las


garantías de fiel cumplimiento, que el Consorcio Gasoducto Sur Peruano
S.A. ha detenido que girar dos cheques por un monto que –en conjunto–
ascienden a 262 millones de dólares, la realidad demostrará que dicho
monto no va a subsanar el retraso en la construcción y la pérdida de opor-
tunidades comerciales y de desarrollo para los habitantes de las zonas
originalmente designadas para el paso del Gasoducto.

De hecho, como parte del replanteamiento de la obra, se han escuchado


pronunciamientos a favor de que dicho ducto pase por la Costa, y ya no
por el trazo originalmente designado. Ello implicaría que otras localida-
des que inicialmente debían beneficiarse por esta obra de infraestructura
se vean relegadas. La Corrupción no sólo debilita el Estado, no sólo mina
la confianza de la población en sus autoridades, sino que nos afecta a
todos.

La Corrupción está ahí, se la percibe cada día y queda siempre en el aire


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la pregunta de cómo afrontar el problema. No se trata de conspirar ni
mucho menos, pero este país y varios de los afectados con Lava Jato, han
sufrido durante tanto tiempo el flagelo de la Corrupción en la mayoría de
sus instituciones, que pareciera ser a ratos que ya no se le guarda dema-
siada fe, y que el cambio es un sueño improbable.

En el Índice de Percepción de la Corrupción en América, casi todos los


países están por debajo de la puntuación de 50, lo cual significa que pro-
bablemente muchos de los gobiernos están fallando en la lucha contra
la corrupción. En el Perú la mayoría de la población tiene la percepción
de que la Fiscalía no está realizando su trabajo en forma oportuna. Es
inexplicable que nada se haya embargado a Odebrecht y que solo dos
funcionarios de estado están en la cárcel. Odebrecht por cada dólar de
coima que pago, gano 5 dólares más a costa del país.

Las estadísticas son el reflejo no solo de la poca confianza que los ciu-
dadanos le tienen a su respectivo aparato estatal, sino también, del poco
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interés que existe por realizar transformaciones estructurales. Muchos
prefieren no opinar sobre política porque consideran que su opinión no
va a afectar el resultado final de las cosas, pero es necesario empezar a
cuestionarse, y comprender que el desinterés sólo genera que la corrup-
ción siga expandiéndose.

Si podemos rescatar al menos un aspecto positivo dentro del mar de co-


sas que van mal, sería que cuando acontecen hechos llamativos como los
de Lava Jato, en los cuales se descubre que la red de corrupción actúa a
gran escala y afecta a nuestros países, entonces debe surgir una respuesta
contundente, y que la gente empiece a tomar mayor interés, de lo que
ocurre con las gestiones realizadas por cada autoridad, y de lo que ocurre
en general con el país. Y en eso los masones tenemos enorme responsabi-
lidad; muchos funcionarios, jueces, políticos y empresarios son masones,
entonces la pregunta sería ¿Qué estamos haciendo los masones para que
no haya más casos como Lava Jato? No esperemos que el edificio se des-
morone sobre nosotros, las señales de alerta están presentes y no prestar
atención es una irresponsabilidad mayúscula. La lucha contra la corrup-
ción es de todos, se trata de prestar más atención, para que la mayoría
de nuestros compatriotas sean hombres de buenas costumbres, y que la
lucha contra la corrupción debe ser: ¡Caiga quien caiga!

Cuando la corrupción se hace política de estado.

Cuando la corrupción se hace política de estado, todos los afectados de-


bemos luchar hasta desterrarla, cueste lo que cueste. Los políticos y sus
corruptores no son el estado. El estado somos todos y los gobiernos de-
mocráticos deben atender las necesidades de las mayorías.

El primer desafío que plantean los escándalos de corrupción es que los


casos se investiguen y los involucrados asuman sus responsabilidades,
tanto legales como políticas. El desafío es grande ya que históricamente
ha sucedido poco y nada en esta materia.

La autonomía del poder judicial es un factor importante para entender el


grado de responsabilidad de los involucrados en escándalos de corrup-
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ción en los distintos países. Hay necesidad de nuevas generaciones de
fiscales, más preparados y más efectivos. Gracias a reformas recientes de
los sistemas procesales penales, en Brasil y Chile la justicia juega un rol
importante y nunca antes visto, investigando y llevando a la justicia a los
responsables. Esto contrasta con Argentina, México, Perú y Venezuela,
donde la falta de autonomía del poder judicial explica una percepción
generalizada de impunidad.

En Guatemala, las debilidades del sistema judicial fueron subsanadas


“importando” institucionalidad a través de una comisión internacional
de juristas auspiciado por Naciones Unidas. Esta comisión colaboró con
la Fiscalía Nacional y la policía para procesar inculpados en el fraude
aduanero conocido como La Línea. El resultado de este trabajo conjunto
y de la impresionante movilización social, obligo a renunciar al presi-
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dente Otto Pérez Molina y su vicepresidenta, y están procesados junto a
decenas de miembros de la red de corrupción que encabezaban. Luego de
la reciente revelación de una red de corrupción en el Instituto Hondureño
de Seguridad Social y respondiendo a masivas protestas, el Gobierno se
vio obligado a crear una comisión similar a la de Guatemala, esta vez al
alero de la OEA.

El segundo desafío que plantean los escándalos de corrupción es pro-


mover reformas que aborden los síntomas y causas profundas de este
flagelo, aprovechando que actores políticos claves pierden su capacidad
de vetar estas reformas producto del escándalo. Varias estrategias para
aprovechar esta ventana de oportunidad se están ensayando en distintos
países de la región.

Un caso interesante es el movimiento ciudadano 3de3 en México, que


promovió leyes secundarias para dar efectividad al Sistema Nacional An-
ticorrupción. Asesoría técnica de los mejores expertos en el diseño de sus
propuestas y una contribución decidida de la nueva generación de empre-
sarios, jóvenes y más competitivos, que incluyó avisos gratuitos llaman-
do a suscribir la petición ciudadana que obligó a legislar a sus políticos.

Otra estrategia para aprovechar la ventana de oportunidad que ofrecen


los escándalos de corrupción son una nueva ley de partidos políticos,
con mayor transparencia y fiscalización del financiamiento de la política,
el regreso de la educación cívica y ética a las escuelas luego de una au-
sencia de varias décadas, el fortalecimiento del sistema de servicio civil
y declaraciones de patrimonio e intereses con exigencias y fiscalización
exigentes de los funcionarios del estado. La imprescriptibilidad de los
delitos de soborno y la muerte civil de políticos y funcionarios sentencia-
dos por corrupción.

El problema es grande y por tanto las soluciones deben ser eficientes.


Nadie debe sustraerse a la obligación de asumir su responsabilidad o per-
manecer callado o peor aún ser indiferente. Debe terminar el ¡Roba pero
hace obras! Si robas vas a la cárcel, junto a tus cómplices. Si eres corrup-
to, que el peso de la ley caiga sobre ti y tu corruptor.
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